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INTRODUCCIÓN

El Sistema de Justicia Penal debe ser democrático, racional, consiente y beneficioso para el pueblo,
cuyos objetivos de la misma debe ser la reducción de la delincuencia la recuperación del individuo
como persona en si misma y dentro de la sociedad, dentro de un marco de respeto a la dignidad
humana.

Hay que señalar que Venezuela cuenta con las legislaciones necesarias para la justa aplicación,
contempladas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el Código Penal y el
Código Orgánico Procesal Penal vigente.

No obstante, para que éste sistema subsista, no puede permanecer estático, todo lo contrario,
debe afirmarse, conservarse a sí mismo y vivir en perpetuo dinamismo. Lo que constituye la
dificultad, y a menudo, el drama de la vida del Poder, es justamente esta perenne necesidad de
defensa, no sólo pasiva, sino también activa, contra todos los elementos que podrían deteriorarlo.
El Estado venezolano cuenta con órganos, con personas que lo dirigen y gestionan. Esto es lo que
constituye en sentido amplio, el Poder Público, entendido como el ejercicio de la autoridad por
medio de unos hombres para regular la conducta de otros hombres, inspirándose en determinada
filosofía que enhebra su propia legitimidad.

SISTEMA O SISTEMAS

El concepto de sistema penal aquí considerado persigue redimensionar la concepción tradicional


según la cual éste estaría conformado por el conjunto de instituciones encargadas de la potestad
punitiva del Estado, policía, jueces, cárceles y abarcaría los subsistemas policial, judicial y
penitenciario (incluso el post penitanciario).

EL SUBSISTEMA DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA PENAL

La Administración de Justicia Penal debe entenderse como un sistema conformado por múltiples
elementos cuya interacción es servir para la correcta determinación jurídica final; de si se ha
verificado o no la condición que legitima al Estado para la imposición de una sanción jurídica -
penal.
Uno de los elementos centrales del sistema de Administración de Justicia Penal, como son
las Normas Reguladoras del Trámite Procedimental, es justo reconocer la presencia de otros
elementos que deben coexistir junto a éstas si se quiere una justicia penal eficiente.

El tema de la eficiencia de la administración de justicia penal es sumamente complejo, pasa por


diversos requerimientos. En un principio, incluso desde un plano aparentemente extraprocesal, se
debe reparar en las normas jurídicas de Derecho penal material a cuya aplicación se pretende
proveer.

El funcionamiento eficiente de la Administración de Justicia Penal no es una actividad sencilla, sino


sumamente compleja, son muchos los factores que necesariamente tienen que confluir para
lograr una Administración de Justicia Penal eficiente.

Además, que el funcionamiento eficiente de la administración de justicia requiere de un uso


racional de la potestad estatal de la creación de prohibiciones penales, su uso indiscriminado
resulta perjudicial para la eficiencia que se pretende, pues producirá una sobrecarga en el sistema
procesal, con disminución de sus reales posibilidades operativas.

En Segundo Lugar, el problema pasa por la organización, calificación y dotación personal y material
de las instituciones estatales encargadas de la persecución penal y de la decisión final; así como,
en lo que respecta a su personal de apoyo.

No se puede pretender un funcionamiento eficiente de la administración de justicia penal cuando


los entes encargados de realizarla o coadyuvar a su realización no se encuentran
convenientemente organizados, cuando no poseen las calidades personales, morales y jurídicas
necesarias para desempeñar sus roles a plenitud, así como cuando no se les ha dotado de
los medios logísticos idóneos para un mejor y más rápido desenvolvimiento.

En Tercer Lugar se ubica el papel que le corresponde desempeñar a los miembros del sistema
social, pues ellos son quienes habrán de propiciar el funcionamiento del sistema de administración
de justicia penal, para conocer los supuestos que presenten una aparente relevancia penal.

La actual Administración de Justicia Penal en Venezuela resulta inoperante para la realidad que
vive el país y ello ha conllevado a la búsqueda de las reformas del instrumento penal.

Ante la situación de crisis por la que atraviesa la administración de justicia penal en Venezuela y en
razón de los profundos cambios que de índole político, económico y social han hecho variar todos
los aspectos de la vida nacional, como lo son un incremento en el auge delictivo, debido a la
aparición de nuevas conductas delictivas y el incremento de la inseguridad ciudadana.

LA CRISIS DEL SISTEMA DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA PENAL

La doctrina se ha pronunciado hasta la saciedad sobre la existencia de una profunda sensación de


crisis en los sistemas de justicia penal de nuestros países latinoamericanos.

Causas de la Crisis de la Administración de Justicia Penal


a. Instrumentos Normativos Deficientes

b. Falta de Idoneidad de los Funcionarios Penales Estatales

• Falta de Capacidad Jurídica (y de Conocimientos Auxiliares)

• No existe una Selección Adecuada

ATENCIÓN AL DETENIDO POR ALGUNO DE LOS DELITOS ASOCIADOS A LA EXCLUSIÓN SOCIAL

Ante las intensas presiones sociales existentes, el mayor involucramiento de los pobres en
la violencia criminal tiene que ver con el resentimiento que surge de las fuertes desigualdades
sociales y económicas que sufren. Es así como, la justicia social se debe traducir, entre otros, en
ofrecer un sistema educativo como proceso integral e integrador de prevención del delito.

Basta cruzar estadísticas para comprender que el creciente grado de exclusión social deja como
único camino de subsistencia a una gran parte de la sociedad el delito, generándose de esta
manera lo que se llama criminalización de la pobreza.

Es fundamental considerar que dentro de los penales hay seres humanos, que en su mayoría son
víctimas de un sistema social que se funda en la desigualdad de oportunidades y que se sostiene
mediante la institucionalización de la violencia.

El Código Orgánico Procesal Penal establece, medidas alternativas a la prosecución del proceso
penal, que constituyen igualmente formas de control formal distintas a la privación de libertad,
que tampoco son sustanciadas en sede de ejecución sino en ocasión al proceso penal, a las que
corresponde la Suspensión Condicional del Proceso, los Acuerdos Preparatorios y el Principio de
Oportunidad.

Las instituciones que configuran fórmulas para el cumplimiento de la pena privativa de libertad,
suponen la posibilidad de concreción del denominado sistema progresivo. Al respecto, el artículo 7
de la Ley de Régimen Penitenciario establece:

"Los sistemas y tratamientos serán concebidos para su desarrollo gradualmente progresivo


encaminados a fomentar en el penado el respeto a si mismo, los conceptos de responsabilidad y
convivencia sociales y la voluntad de vivir conforme a la ley."

Los Requisitos para la Solicitud y Procedencia de las Fórmulas de Cumplimiento de Pena se


encuentran previstos en el Capítulo III del Libro Quinto del Código Orgánico Procesal Penal.

En relación al régimen al que se encuentra sometida la Suspensión Condicional de la Ejecución de


la Pena, se prevén en primer lugar, en el artículo 493 ejusdem, las condiciones de su procedencia:

"Para que el tribunal de ejecución acuerde la suspensión condicional de la ejecución de la pena, se


requerirá:
1. Pronostico de clasificación de mínima seguridad del penado o penada, emitido de acuerdo a
la evaluación realizada por un equipo técnico constituido de acuerdo a lo establecido en el
numeral 3 del artículo 500 ejusdem.

2. Que la pena impuesta en la sentencia no exceda de cinco años;

3. Que el penado se comprometa a cumplir las condiciones que le imponga el tribunal o el


delegado de prueba;

4. Que presente oferta de trabajo;

5. Que no haya sido admitida en su contra, acusación por la comisión de un nuevo delito, o no le
haya sido revocada cualquier fórmula alternativa de cumplimiento de pena que le hubiere sido
otorgada con anterioridad."

Si el penado hubiera sido condenado mediante la aplicación del procedimiento por admisión de
los hechos, y la pena impuesta excediere de tres años, no podrá serle acordada la suspensión
condicional de la ejecución de la pena.

Las limitaciones para la procedencia de cualquiera de estos denominados beneficios:

Los condenados por los delitos de homicidio intencional, violación, actos lascivos
violentos, secuestro, desaparición forzada de personas, robo en todas sus modalidades, hurto
calificado, hurto agravado, narcotráfico y hechos punibles contra el patrimonio público, excepto
en este último caso, cuando el delito no exceda de tres años en su límite superior, sólo podrá
optar a la suspensión condicional de ejecución de la pena, y a cualquiera de las fórmulas
alternativas de cumplimiento de pena, luego de haber estado privados de su libertad por
un tiempo no inferior a la mitad de la pena que se le haya impuesto.

Por su parte, en los artículos 494 al 498, se regulan lo relacionado con las condiciones a ser
impuestas, las funciones y designación de los funcionarios que gestionan el cumplimiento de la
medida, denominados delegados de prueba y la decisión y apelación de la medida.

En el artículo 499 del COOP, se encuentran estipuladas las causales de revocatoria de la


suspensión condicional de la ejecución de la pena:

"El tribunal de ejecución revocará la medida de suspensión condicional de ejecución de la pena,


cuando por la comisión de un nuevo delito sea admitida acusación en contra del condenado.
Asimismo, éste beneficio podrá ser revocado cuando el penado incumpliere alguna de las
condiciones que le fueren impuestas por el Juez o por el delegado de prueba.

En todo caso, antes de la revocatoria deberá requerirse la opinión del Ministerio Público".

En cuanto al Trabajo fuera del establecimiento, Régimen Abierto y Libertad Condicional, establece
el artículo 500 del código adjetivo lo siguiente:
"El tribunal de ejecución podrá autorizar el trabajo fuera del establecimiento, a los penados que
hayan cumplido, por lo menos, una cuarta parte de la pena impuesta.

El destino a establecimiento abierto podrá ser acordado por el tribunal de ejecución, cuando el
penado hubiere cumplido, por lo menos un tercio de la pena impuesta.

La libertad condicional, podrá ser acordada por el tribunal de ejecución cuando el penado haya
cumplido, por lo menos, las dos terceras partes de la pena impuesta.

Además, para cada uno de los casos anteriormente señalados, deben concurrir las circunstancias
siguientes:

1. Que el penado no tenga antecedentes por condenas anteriores a aquella por la que solicita el
beneficio;

2. Que no haya cometido algún delito o falta durante el tiempo de su reclusión;

3. Que exista un pronóstico favorable sobre el comportamiento futuro del penado, expedido por
un equipo multidisciplinario encabezado preferiblemente por un psiquiatra forense;

4. Que no haya sido revocada cualquier fórmula alternativa de cumplimiento de pena que le
hubiera sido otorgada con anterioridad"

Asimismo, en los artículos 501 y 502 ejusdem, se consagran las excepciones para decretar la
medida sin considerar los anteriores requisitos para los penados mayores de sesenta años y como
medida humanitaria para el penado que padezca de alguna enfermedad grave o en fase terminal.

En los artículos 503 al 506, se encuentran reguladas las condiciones para la solicitud, la decisión, la
remisión y la determinación del tiempo a computar para el otorgamiento del beneficio
en función de la pena impuesta en la sentencia.

Por otra parte, el artículo 507, establece la forma en la que se debe computar el tiempo para
redimir la pena mediante la figura de Redención

Judicial de la Pena por el trabajo y el estudio:

"A los fines de la redención de que trata la ley de redención judicial de la pena por el trabajo y el
estudio, el tiempo redimido se computará a partir del momento en que el penado hubiere
cumplido, efectivamente, la mitad de la pena impuesta privado de su libertad."

Igualmente, en el artículo 508 se estipula lo que debe considerarse como Redención Efectiva, en
cuanto sólo será tomado en cuenta el trabajo y el estudio realizados alternativa o conjuntamente
dentro del establecimiento, y el régimen de supervisión al que están sometidos.

Finalmente, el artículo 511, prevé la revocatoria de todas estas medidas de cumplimiento de pena:
"Cualquiera de las medidas previstas en este capítulo, se revocarán por incumplimiento de
las obligaciones impuestas o por la admisión de una acusación contra el penado por la comisión de
un nuevo delito. La revocatoria será declarada de oficio, a solicitud del Ministerio Público, a
solicitud de la víctima del delito por el cual fue condenado o de la víctima del nuevo delito
cometido".

La normativa anteriormente indicada instituye el modelo de ejecución penal venezolano.

Ahora bien, la funcionalidad del marco legal descrito con el orden de valores que rige las funciones
y prioridades del Estado, pasa, necesariamente, por la ponderación de racionalidad de los medios
definidos para lograr la protección de bienes jurídicos y la paz social, es decir, la coherencia de las
instituciones de control social y sus prácticas, con los criterios jurídicos de validez, vigencia
y eficacia

CONCLUSIONES

Todo el peregrinaje de la normativa jurídica, a través de los siglos, es un continuo fluir de ideas
que se superan o, cuando menos, se mejoran.

Así acontece con el Derecho, particularmente con el Derecho Penal. Se ha presenciado el traspaso
de los particulares al Estado, de la acción de castigar; de tal forma que la Edad Media resumió un
prolongado período en el que la actividad de punir fue patrimonio exclusivo de un poder cuya
raigambre se ha reproducido con el discurrir inaplazable del tiempo.

Ayer, el derecho afectado se “restituía” con el bárbaro castigo, o a veces con la muerte; hoy, el
castigo puede haber variado, pero su esencia interior (de vindicación), aparenta estar intacta. De
este modo la pena se explaya sin contemplación más allá de las fronteras del tiempo...

Pero todos los vericuetos que ha descrito la ciencia penal, para construir un sistema que le
permita, en primer lugar, apreciar y delimitar la acción (conducta) del hombre para calificarla
como “mala”, han sido dilatados y tortuosos. Así hemos presenciado una vasta proyección que
alcanza hasta nuestros días, para, al fin cualificar lo que denominados DELITO.

Propio de una valoración temporo-espacial determinada, el delito, se ha comprendido desde su


prístina gestación conceptual, como “una acción antijurídica”; es decir “un hacer (o no hacer)
contrario a la norma cultural” a la que se somete el promedio del conglomerado social. Y de esa
valoración psicológico-cultural la historia nos muestra que el castigo a una conducta de ayer, ya no
se sostiene; pues hoy, aquel comportamiento que fue castigable, es parte del conjunto cultural
aceptado. La “herejía”, la “brujería”, por ejemplo, anatemizadas en la Edad Media, acaso sirven de
tristes ejemplos.

Globalismo, Dogmática y Discurso Penal


La evolución del Derecho Penal plantea con cada nueva visión del delito un modelo de
configuración que, en resumidas cuentas, no se aparta de la cosmovisión de la sociedad, o lo que
es igual, del esquema de poder reinante en la esfera política ideológica y económica.

El globalismo ha sacado a flote, en innumerables casos y países, las realidades que afronta el
Estado (post) moderno que, replegándose y acercándose a un diseño social en crisis, por las
fracturas sociales que provoca, trata de replantear las categorías del pensamiento, haciendo
sucumbir por momentos las clásicas distinciones de la dogmática jurídico-penal o las propuestas
de política criminal, tanto en los centros del desarrollo económico y tecnológico cuanto en las
fronteras periféricas del mundo pobre.

La revisión del pensamiento jurídico-penal, se debería realizar como lo establece las tesis del
“Derecho Penal del Enemigo” o “Derecho Penal de dos y tres velocidades”, que aluden a una
“reingeniería político criminal de emergencia”, limitador de los principios clásicos se empeñan en
disminuir el espectro del Derecho Penal de las garantías propias del Estado de Derecho de Silva
Sánchez, La Expansión del Derecho, 2000.

Partiendo de la noción de que un discurso jurídico-penal no es otra cosa que “un programa político
elaborado con precisión pocas veces vista”

(Zaffaroni, 2002), la opacidad que hoy acusa el modelo político de la periferia impide ver con
claridad que el poder judicial en muchos países (sus decisiones, a veces tambaleantes) es el
resultado de un acto de gobierno atemperado por el producto académico de sostén que “se
simplifica y trata de ocultar las consecuencias de su vientre de gestación.

A este particular fenómeno que se introyecta de manera generacional, inoculando la


jurisprudencia que se ve permeada (por dos fuentes: una académica y otra judicial) por una
literatura que infructuo-samente trata de disimular su esencia política y sus consecuencias reales
(Zaffaroni, 2002) y sistémicas.

Se trata de un pensamiento penal que se reproduce en el aforismo de Zaffaroni que nos cuenta
que “los árboles nos dificultan la visión del bosque”.

Si la dogmática jurídico penal es un método y sus discursos son en verdad políticos, nunca jamás
deberá obviarse la estructura, naturaleza y los poderes de las agencias a las que están dirigidos
esos proyectos (Zaffaroni) .

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