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EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Originalmente, los individuos tenían derechos sólo por pertenecer a un grupo, como una familia o clase social.
Entonces, en el año 539 a.C., Ciro el Grande, tras conquistar la ciudad de Babilonia, hizo algo totalmente
inesperado: liberó a todos los esclavos y les permitió volver a casa. Aún más, declaró que la gente tenía derecho
a escoger su propia religión. El cilindro de Ciro, una tablilla de arcilla con estas proclamaciones inscritas, se
considera la primera declaración de derechos humanos en toda la historia.
La idea de los derechos humanos se difundió rápidamente hasta India, Grecia y finalmente Roma. Los hitos más
importantes incluyeron:
1215: La Carta Magna, que dio a la gente nuevos derechos e hizo que el rey estuviera sujeto a la ley.
1628: La Petición de Derechos, que estableció los derechos de la gente.
1776: La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que proclamaba el derecho a la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad.
1789: La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un documento de Francia que
establecía que todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
1948: La Declaración Universal de Derechos Humanos, el primer documento que proclama los 30 derechos a
los que todo ser humano tiene derecho.

PRIMACÍA DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE


La declaración establece los principios de la sociedad que serán la base de la nueva legitimidad, acabando con
los principios, las instituciones y las prácticas del Antiguo Régimen: "El principio de toda soberanía reside
esencialmente en la nación". La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano considera legítima la
revuelta de los diputados en contra de la monarquía absoluta, al declarar como derecho imprescindible del
hombre la "resistencia a la opresión".

La declaración tiene un alcance general y orientado hacia el futuro. Los Constituyentes enumeran lo que no son
derechos creados por los revolucionarios, sino que son derechos constatados. Es la consecución de la filosofía
del Siglo de las Luces. Los derechos naturales e imprescriptibles del hombre, que son anteriores a los poderes
establecidos y son considerados como aplicables en cualquier lugar y cualquier época: • La libertad. • La
propiedad. • La seguridad. • La resistencia a la opresión.

Muchos artículos son dedicados a la libertad:


 Artículo 1: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos";
 Los artículos 4 y 5 intentan definir y circunscribir la libertad. Es definida como "lo que no perjudica a
nadie" y solo la ley le puede poner límites;
 Los artículos 7, 8 y 9 precisan las características de la libertad individual: presunción de inocencia e
irretroactividad de la ley;
 Los artículos 10 y 11 se refieren a la libertad de opinión, de prensa y de conciencia.

El principio de igualdad es establecido en el artículo primero, la igualdad ante la Hacienda Pública en el artículo
13 (en respuesta a la reivindicación más repetida en los Cuadernos de quejas), y la igualdad frente a la ley en el
artículo 6 (igualdad para acceder a los cargos públicos solo con base en las capacidades individuales).
La propiedad es un derecho inviolable y sagrado (artículo 17). Según este artículo "Nadie puede ser privado de
ella, excepto cuando la necesidad pública, legalmente constatada, lo exige con evidencia y con la condición de
una indemnización previa y justa."
Los artículos que definen al ciudadano dentro de la organización del sistema político son menos precisos y son
condicionados por el recelo hacia el Antiguo Régimen. El artículo 6 afirma que la ley es la expresión de la
voluntad general, la expresión de la soberanía y la fuente de los poderes públicos. Según el artículo 15, los
agentes públicos son responsables de su gestión y la sociedad tiene el derecho de pedirles que rindan cuenta de
ella. No se mencionan sin embargo los derechos sociales, que proceden de una definición distinta de la palabra
"derecho": la Declaración determina la legitimidad de los actos, mientras que los derechos sociales definen
garantías materiales.
El artículo 16 es el precepto en el cual están consagrados los fundamentos de todo Estado que se jacte de tener
Constitución; el artículo en comento señala que un Estado que no garantice los derechos humanos y no
establezca la separación de poderes, carece de Constitución.

Los miembros de la Asamblea Constituyente manejaban ideas generales y conceptos teóricos, pero no
definieron las condiciones concretas en las que se debía de establecer el gobierno del pueblo, dado que se
trataba de un preámbulo a una Constitución. Plantearon principios trascendentales cuya aplicación concreta
quedó definida en la propia Constitución. Este texto servirá de base a todos los regímenes que se inscriben
dentro de una tradición republicana.
La Declaración de 1789 ha inspirado un gran número de textos similares en Europa y América Latina. La
tradición heredada de la Revolución francesa está también presente en la Convención Europea de los Derechos
Humanos, firmada en Roma el 4 de noviembre de 1950.

De acuerdo al preámbulo de la Constitución de la Quinta República de Francia (adoptada el 4 de octubre de


1958, y actual constitución), se establece que:
 Las legislaciones de impuestos o prácticas que parezcan hacer alguna innecesaria diferencia entre
ciudadanos son desechadas como anticonstitucionales.
 Las propuestas de clara discriminación con bases étnicas son descartadas porque infringen el principio de
igualdad, ya que deberían estar en igualdad.

Desde 2003, el conjunto de los textos y documentos referentes a la proclamación de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano ha sido seleccionado por la UNESCO para integrar la lista del registro
de la Memoria del Mundo. Este registro recopila el patrimonio documental de interés universal, con el propósito
de asegurar su preservación.

LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DE LOS CIUDADANOS EN 1789


En 1789, el pueblo de Francia causó la abolición de una monarquía absoluta y creó la plataforma para el
establecimiento de la primera República Francesa. Sólo seis semanas después del ataque súbito a la Bastilla, y
apenas tres semanas después de la abolición del feudalismo, la Asamblea Nacional Constituyente adoptó la
Declaración de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos (en francés: La Déclaration des Droits de
l’Homme et du Citoyen) como el primer paso para escribir la constitución de la Republica de Francia.
La Declaración proclama que a todos los ciudadanos se les deben garantizar los derechos de “libertad de
propiedad, seguridad y resistencia a la opresión”. Argumenta que la necesidad de la ley se deriva del hecho de
que “…el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, tiene sólo aquellos límites que aseguran a los
demás miembros de la misma sociedad el goce de estos mismos derechos”. Por lo tanto, la Declaración ve a la
ley como “una expresión de la voluntad general”, destinada a promocionar esta equidad de derechos y prohibir
“sólo acciones dañinas para la sociedad”.

La Primera Convención de Ginebra (1864)


En 1864, dieciséis países europeos y varios países de América asistieron a una conferencia en Ginebra, por la
invitación del Consejo Federal Suizo, y por la iniciativa de la Comisión de Ginebra. La conferencia diplomática
se llevó a cabo con el propósito de adoptar un convenio para el tratamiento de soldados heridos en combate.
Los principios más importantes establecidos en la Convención y mantenidos por las últimas Convenciones de
Ginebra estipulan la obligación de proveer atención médica sin discriminación a personal militar herido o
enfermo y de respetar el transporte y el equipo del personal médico con el signo distintivo de la cruz roja sobre
fondo blanco.

DECLARACIÓN FRANCESA DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO (1789)


Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando que la ignorancia, el
olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la
corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales,
inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los
miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder
legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política,
sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples
e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.

En consecuencia, la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser


Supremo y bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano:
Artículo 1.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo
pueden fundarse en la utilidad común.

Artículo 2.- La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la
opresión.
Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo, ningún individuo,
pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella.

Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por eso, el ejercicio de
los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la
sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley.

Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la sociedad.
Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser constreñido a hacer algo que ésta
no ordene.

Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a su
elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja
o que sancione. Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda
dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus
talentos.

Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en los casos determinados
por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito. Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar
órdenes arbitrarias deberán ser castigados; pero todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley
debe obedecer de inmediato; es culpable si opone resistencia.

Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado
sino en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al delito, y aplicada legalmente.

Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado culpable, si se juzga
indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para apoderarse de su persona debe ser severamente
reprimido por la ley.

Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición de que su
manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley.
Artículo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del
hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder
del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.

Artículo 12.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza pública; por lo
tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no para el provecho particular de aquellos a quienes
ha sido encomendada.

Artículo 13.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, resulta
indispensable una contribución común; ésta debe repartirse equitativamente entre los ciudadanos,
proporcionalmente a su capacidad.

Artículo 14.- Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a través de sus representantes, la
necesidad de la contribución pública, de aceptarla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su prorrata,
su base, su recaudación y su duración.

Artículo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente público.
Artículo 16.- Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de los poderes, carece de Constitución.

Artículo 17.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella, salvo
cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de modo evidente, y a condición de una justa y
previa indemnización.

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS DEL HOMBRE (1948)


La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) es un documento que sirve de plan de acción global
para la libertad y la igualdad protegiendo los derechos de todas las personas en todos los lugares. Fue la primera
vez que los países acordaron las libertades y derechos que merecen protección universal para que todas las
personas vivan su vida en libertad, igualdad y dignidad.

La DUDH fue adoptada por las Naciones Unidas (ONU), que acababa de establecerse, el 10 de diciembre de
1948 como respuesta a los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad” cometidos durante
la Segunda Guerra Mundial. Su adopción reconocía que los derechos humanos son la base de la libertad, la
justicia y la paz.

El trabajo sobre la DUDH comenzó en 1946, con un comité de redacción integrado por representantes de una
gran diversidad de países, entre ellos Estados Unidos, Líbano y China. El comité de redacción se amplió
posteriormente para incluir a representantes de Australia, Chile, Francia, Reino Unido y la Unión Soviética, lo
que permitió que el documento se beneficiara de aportaciones de Estados de todas las regiones y de su
diversidad de contextos religiosos, políticos y culturales. Después, la Declaración fue debatida por todos los
miembros de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y, finalmente, fue adoptada por la Asamblea
General en 1948.

La Declaración contiene 30 derechos y libertades que pertenecen a todas las personas y que nadie nos puede
arrebatar. Los derechos que se incluyeron siguen siendo la base del derecho internacional de los derechos
humanos. Actualmente, la Declaración sigue siendo un documento vivo. Es el documento más traducido del
mundo.
La DUDH marca un hito. Por primera vez, el mundo tenía un documento acordado globalmente que señalaba
que todos los seres humanos son libres e iguales con independencia de su sexo, color, creencias, religión u otras
características.

Los 30 derechos y libertades contenidos en la DUDH incluyen el derecho a no ser sometido a tortura, el derecho
a la libertad de expresión, el derecho a la educación y el derecho a buscar asilo. La Declaración Incluye
derechos civiles y políticos, como los derechos a la vida, a la libertad y a la vida privada. También incluye
derechos económicos, sociales y culturales, como los derechos a la seguridad social, la salud y a una vivienda
adecuada.

Características de los Derechos Humanos: universales, indivisibles e interdependientes


Todos los derechos humanos tienen la misma importancia y todos los gobiernos deben tratarlos de un modo
justo y equitativo, en los mismos términos y con el mismo énfasis. Todos los Estados tienen, con independencia
de su sistema político, económico y cultural, la obligación de promover y proteger todos los derechos humanos
para todas las personas sin discriminación.

Así, no importa las distinciones que hagan las personas, hay un solo principio básico que subyace en todos los
derechos contenidos en la DUDH: que todos los seres humanos tienen los mismos derechos inalienables. Esto
significa que los derechos humanos son los mismos para todos los hombres, mujeres, niños y niñas de todo el
mundo, con independencia de cuáles sean sus circunstancias.

No puede haber distinción de ninguna clase, como raza, color, sexo, orientación sexual o identidad de género,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otro tipo, origen nacional o social, fortuna, nacimiento y
cualquier otra situación. Universal significa todas las personas en todos los lugares.

La DUDH también nos muestra que los derechos humanos son interdependientes e indivisibles. Los 30 artículos
de la Declaración tienen la misma importancia. Nadie puede decidir que unos son más importantes que otros.
Arrebatar un derecho tiene un impacto negativo en todos los demás.

1948: el año de la Declaración Universal de Derechos Humanos


La guerra había terminado y la nueva Comisión, bajo la presidencia de Eleanor Roosevelt, había sido capaz de
atraer la atención de todo el mundo. No en vano, se estaba cociendo el documento que, poco después, se
convertiría en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El 10 de octubre de 1948, esta declaración fue adoptada por Naciones Unidas. En ella, los países miembros se
comprometieron a proteger y promover con firmeza los 30 artículos que la constituían (los cuales hacían
mención a la libertad, igualdad y justicia, en todas sus formas, lo que incluía la no discriminación y los derechos
a la seguridad social, a la protección contra el desempleo, a la educación o al descanso, entre muchos otros).

Como consecuencia, muchos de los derechos que aparecieron por primera vez en aquel documento forman hoy
parte de leyes constitucionales de multitud de naciones democráticas.

En defensa de los derechos humanos: ¿qué podemos hacer hoy?


A día de hoy, la pobreza es una triste realidad para tres cuartas partes de la población mundial. Las guerras
siguen desatándose a lo largo de todo el globo y se cobran víctimas a diario. La libre circulación de personas y
el derecho al asilo están siendo cuestionados más cada día. Además, la mujer sigue sufriendo un papel
subalterno del hombre. No podemos dejar que los 30 artículos de la Declaración Universal se conviertan en
papel mojado. En ese sentido, en organizaciones como Ayuda en Acción, estamos llevando a cabo proyectos
solidarios para ayudar a más de dos millones de personas, reivindicando los derechos de todas y todos y
llevando a cabo proyectos realistas y siempre orientados al largo plazo.

En la actualidad, estamos presentes en 19 países y fundamentamos nuestro trabajo en los siguientes ejes:
– La educación: garantizar el acceso y la calidad de la educación primaria y secundaria.

– La salud, la cual abarcamos desde la alimentación, pero también desde la higiene. Fomentamos proyectos de
salud, saneamiento y suministro de agua potable y prestamos apoyo al bienestar común y familiar.

– Desarrollar las economías locales, pues fortalecemos las capacidades locales e incidimos en la formación y
capacitación de la población.

– Creación de vínculos solidarios, ya que protegemos los derechos de la infancia y promocionamos el


fortalecimiento comunitario.

– Las labores de emergencia, dado que prestamos ayuda humanitaria en trabajos de reducción y prevención de
riesgos de desastres.

– Los derechos de las mujeres: empoderamiento y lucha firme contra la violencia de género, mutilación genital
y trata de mujeres.

No obstante, nuestra labor sería imposible sin el apoyo constante de nuestros socios y colaboradores. Si tú
también quieres ayudarnos a garantizar el cumplimiento de los derechos humanos en aquellos lugares en los que
más lo necesitan, recuerda que puedes ser una persona solidaria sin salir de casa. Pero, más allá de las
donaciones por Internet, siempre puedes aportar tu granito de arena en tu entorno más inmediato. Una iniciativa
que te proponemos es el voluntariado digital, una forma de ayudar a un mundo mejor desde la comodidad de las
redes sociales.

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS


La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) es considerada generalmente el fundamento de las
normas internacionales sobre derechos humanos. Aprobada hace casi 60 años, la DUDH ha inspirado un valioso
conjunto de tratados internacionales de derechos humanos legalmente vinculantes y la promoción de estos
derechos en todo el mundo a lo largo de las últimas seis décadas. Además, sigue siendo una fuente de
inspiración para cada uno de nosotros, ya sea en momentos de conflicto, en sociedades que sufren represión, en
la lucha contra las injusticias, y en nuestros esfuerzos por lograr el disfrute universal de los derechos humanos.

La Declaración supone el primer reconocimiento universal de que los derechos básicos y las libertades
fundamentales son inherentes a todos los seres humanos, inalienables y aplicables en igual medida a todas las
personas, y que todos y cada uno de nosotros hemos nacido libres y con igualdad de dignidad y de derechos.
Independientemente de nuestra nacionalidad, lugar de residencia, género, origen nacional o étnico, color de piel,
religión, idioma o cualquier otra condición, el 10 de diciembre de 1948 la comunidad internacional se
comprometió a defender la dignidad y la justicia para todos los seres humanos.

Fundamento de nuestro futuro común


A lo largo de los años, ese compromiso se instaló en el campo del derecho, ya sea en forma de tratados, de
derecho internacional consuetudinario, principios generales, acuerdos regionales o leyes nacionales, y a través
de ellos se expresan y garantizan los derechos humanos. De hecho, la Declaración Universal de Derechos
Humanos ha inspirado más de 80 declaraciones y tratados internacionales, un gran número de convenciones
regionales, proyectos de ley nacionales de derechos humanos y disposiciones constitucionales que, en conjunto,
constituyen un sistema amplio jurídicamente vinculante para la promoción y la protección de los derechos
humanos.

Basándose en los logros de la DUDH, en 1976 entraron en vigor el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, junto con sus dos Protocolos Facultativos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales. Los dos Pactos han desarrollado la mayoría de los derechos ya consagrados por la DUDH,
haciendo que sean efectivamente vinculantes para los Estados que los han ratificado. En su mayoría, definen
derechos ordinarios tales como el derecho a la vida, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, el derecho
al trabajo, la seguridad social y la educación. Estos dos Pactos, junto con la DUDH, constituyen la Carta
Internacional de Derechos Humanos.

Con el tiempo, los tratados internacionales de derechos humanos se han ido centrando y especializando tanto en
los temas que abordan como en los grupos sociales que precisan de su protección. La legislación relativa a los
derechos humanos sigue creciendo y ampliando los derechos y libertades fundamentales que figuran en la Carta
Internacional de Derechos Humanos, abordando asuntos como la discriminación racial, la tortura, las
desapariciones forzosas, las personas con discapacidad, y los derechos de la mujer, los niños, los migrantes, las
minorías y los pueblos indígenas.

Valores universales
En numerosas convenciones, declaraciones y resoluciones internacionales de derechos humanos se han
reiterado los principios básicos de derechos humanos enunciados por primera vez en la Declaración Universal
de Derechos Humanos, como su universalidad, interdependencia e indivisibilidad, la igualdad y la no
discriminación, y el hecho de que los derechos humanos vienen acompañados de derechos y obligaciones por
parte de los responsables y los titulares de éstos. En la actualidad, todos los Estados Miembros de las Naciones
Unidas han ratificado al menos uno de los nueve tratados internacionales básicos de derechos humanos, y el
80% de ellos ha ratificado al menos cuatro de ellos, lo que constituye una expresión concreta de la universalidad
de la DUDH y del conjunto de los derechos humanos internacionales.

¿Cómo protege el derecho internacional los derechos humanos?


El derecho internacional de derechos humanos establece las obligaciones que deben cumplir los Estados. Al
pasar a formar parte de tratados internacionales, los Estados asumen deberes y obligaciones en virtud del
derecho internacional, y se comprometen a respetar, proteger y promover los derechos humanos. La obligación
de respetar supone que los Estados deben abstenerse de restringir los derechos humanos o de interferir en su
realización. La obligación de proteger exige que los Estados protejan a las personas o grupos de personas de las
violaciones de los derechos humanos. La obligación de promover significa que los Estados deben adoptar
medidas positivas para facilitar la realización de los derechos humanos básicos.

A través de la ratificación de los tratados internacionales de derechos humanos, los gobiernos se comprometen a
poner en práctica medidas y leyes nacionales compatibles con los deberes y obligaciones inherentes a esos
tratados. En consecuencia, el sistema jurídico interno proporciona la principal protección jurídica de los
derechos humanos garantizados por el derecho internacional. Cuando los procedimientos jurídicos nacionales
no solucionan las violaciones de derechos humanos, existen mecanismos y procedimientos a escala regional e
internacional para atender las denuncias individuales y de grupo, con miras a velar por que se respeten, apliquen
y hagan cumplir a escala local las normas internacionales en materia de derechos humanos.

ESTUDIO DE LOS DERECHOS HUMANOS


FILOSOFÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Según la ONU, son todos aquellos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad,
lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) fue proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas en París de 1948, tras los sucesos ocurridos antes, durante y después de la Segunda Guerra
Mundial.

Los 30 artículos constituyen el marco de referencia al que deberían ajustarse todas las leyes y actuaciones
políticas. A pesar de que los Estados y la comunidad internacional deben garantizar el ejercicio de estos
derechos, en muchos lugares del mundo se vulneran todos los días en la calle, cárceles, campos de refugiados,
fábricas, en los hogares. Guatemala es parte de esta declaración, por ser parte de la ONU.
Hablar de derechos humanos es una filosofía de vida; es decir, respeto mutuo, con todas sus características que
una persona tiene cuando vive dentro de una sociedad, y que el Estado debe garantizarlos por ser parte
importante de ella. Tener derechos humanos significa que usted puede desenvolverse abiertamente, porque sus
derechos se lo permiten y, sobre todo, por medio de estos puede usted tener acceso a todo lo que se brinda de
una sociedad.

Aparte es infringir la Ley. Existen tribunales que lo pueden juzgar por cometer ciertos delitos, y son solo ellos
quienes pueden decidir si es inocente o culpable, y esto no le quita que usted goce de sus derechos humanos.
Usted debe ser vencido y condenado en un tribunal, y le debe ser comprobado su delito, y, sin embargo, como
ser humano tiene derecho a que se le juzgue como tal.
Si usted es un ciudadano responsable y actúa de una manera en la que hace valer sus derechos siéntase
orgulloso; y no, los derechos humanos no son solo para delincuentes, como se dice.

Imagínese que usted sufra un incidente de tránsito o cualquier situación que lo señale como culpable, y no lo es,
tiene derecho a apelar a estos para que se le brinde un verdadero trato como ser humano, lleno de sus derechos
humanos.
Los derechos humanos solo usted mismo los puede perder si, como le menciono, resulta comprobado por un
tribunal de justicia que es culpable; de lo contrario, tiene derecho a hacerlos valer, y, si no lo sabía, para eso
existe la Procuraduría de los Derechos Humanos, que tiene la obligación de velar por estos.

"Se habla de los Derechos Humanos como filosofía, y se está en lo cierto. Hasta las posturas que los devalúan,
los niegan, los excecran, los abordan peyorativamente o les restan importancia, implican en su base
la adopción de una filosofía que no por ser desfavorable deja de ser tal". *
Es la filosofía que toma como objeto ese "algo" que son los Derechos Humanos.
Se ocupa de ellos, los explica, busca saber y conocer cual es su entidad, su consistencia, su fundamento, que
son.
Solo es filosofía de los derechos humanos aquello que al tomarlos como objeto suyo, los valora
afirmativamente, los defiende.

La filosofía de los derechos humanos, que se ocupa de ellos, los explica y busca el conocimiento de su entidad,
consistencia y fundamento. Es una filosofía que los toma como objeto suyo, buscando una respuesta para la
defensa y reivindicación de estos derechos.
El aspecto filosófico de los derechos humanos es un aspecto jurídico-político, el cual contiene un gran
contenido axiológico, pudiendo considerarse a los derechos humanos como valores. Estos derechos humanos se
encuemtran ligados con la ética de la libertad, de la igualdad y de la paz.

Bidart Campos, nos señala que, en la Argentina podemos encontrar dos escuelas de filosofía de derecho, que se
pueden considerar dentro de la filosofía de los derechos humanos con realismo, ya que ambas pertenecen al
realismo jurídico. Estas escuelas son el Trialismo de Werner Godlschmidt, y la Egología de Carlos Cossio.
Mantienen una misma postura, afirmando que el derecho no es una norma solamente y que el derecho es un
fenómeno social de la convivencia, de la vida y del mundo jurídico, consistiendo en conductas o
comportamientos humanos.

Para establecer la relación existente entre los derechos humanos y los principios generales del derecho, me
parece correcto comenzar con una reseña acerca de estos últimos.
Con "principios generales del derecho" se quieren significar dos cosas, según la historia positiva son los
principios que están en el derecho positivo; según la filosofía ius materialista son los principios en los cuales
tiene su origen el ordenamiento jurídico.

El positivismo jurídico nos dice que ellos informan un ordenamiento jurídico dado, que están expresados en las
normas positivas y que son sacados por inducción de ellas. Eran los que se encontraban en el Derecho Romano,
en el derecho común. Su pretensión es que el derecho positivo es por si solo suficiente para resolver todos
los problemas.
El ius naturalismo sostiene que se hace referencia a principios suprapositivos, que informan y dan fundamento
al derecho positivo. Según una normatividad ius naturalista que expresa el elemento constante y permanente del
derecho, el fundamento de cada legislación positiva. Se refieren a juicios de valor inherentes a la naturaleza del
hombre. Son principios superiores que informan todo el derecho universal.

La idea de principio implica las de fundamento, elemento, origen, comienzo, causa, razón. Ellos gozan de
principalidad – generalidad – juricidad.
Estos tienen un doble papel: ser ellos se fundamenta el derecho positivo, y son fuente de base técnica, pues
subsidiariamente en ellos deberá apoyarse el juez para resolver el caso ante la falta de la norma expresa o al
comprobar la no-aplicabilidad de las demás que integran el ordenamiento jurídico. Valen antes que la ley, en la
ley y después de ella; afirman y enuncian valores.

Podemos decir que son aquellos juicios de valor, anteriores a la formulación de la norma positiva, que se
refieren a la conducta de los hombres en su influencia intersubjetiva, que fundamentan la creación normativa
legal o consuetudinaria.
"La remisión de tales principios los es a un juicio de valor, que es lo que se denomina Derecho Natural.

Estos se encuentran expresamente en nuestro código civil, en el artículo 16, tomado del artículo 7 del código de
Austria.
"Si una cuestión civil no puede resolverse, ni por las palabras, ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los
principios de leyes análogas; y si aun la cuestión fuere dudosa, se resolverá por los principios generales del
derecho, teniendo en consideración las circunstancias del caso."

Los derechos humanos están insertos dentro de los principios generales del derecho.
Enseña Peces-Barba que los principios generales del derecho son fuente de los derechos fundamentales, y que
lo son casi siempre como supletorios de la carencias de fuentes en este campo, como son la Constitución y las
leyes ordinarias. Su afirmación tiene el sentido de indicar que los principios que acoge el derecho positivo (y
trae como ejemplo los valores del respeto a la dignidad humana, o el principio de libertad) sirven para dar
recepción a los derechos humanos cuando faltan normas expresas, y para acicatear su inclusión en ellas." *2
Por el contrario, Bidart Campos dice que la filosofía y la ideología de los derechos humanos son la fuente de
dichos principios, entendiendo por fuentes que aquellas hacen ingresar a los principios generales el de que hay
que promover, respetar y dar efectividad de los derechos humanos.

IDEOLOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS


Declararnos por los derechos del hombre y la mujer y contra sus transgresiones tiene complicaciones. Serias
complicaciones si ahora atendemos a la antigua y conocida crítica marxista, expuesta en La cuestión judía, que
considera al derecho como simple ficción formal destinada a garantizar y a encubrir las realidades de la
explotación. La desvalorización se yergue pues sobre los principios de 1789, y muestra el discurso de los
derechos del hombre como inherentes al espíritu de la sociedad burguesa.

La problematización de la cuestión de los derechos humanos en las sociedades democráticas se muestra


necesaria si atendemos a la forma en que, en ellas, está el deseo de dar por resuelto problemas que tienen que
ver con injusticia, desigualdad, alienación, etc. Se ha pretendido mostrar que el problema social, traducido como
el problema de una sociedad justa, igual y libre, una vez alejados el fascismo y el comunismo queda de alguna
forma resuelta en el estado democrático. De ahí que sea necesaria una pregunta como la que Claude Lefort
plantea acerca de los derechos, sobre si pertenecen o no al campo de lo político. Es más, en la polémica por la
actualidad y la inspiración política de estos derechos, Lefort verá que los derechos humanos se revelan como
constitutivos del espacio social democrático. Es decir, de una u otra forma inspirarían una política, una práctica
política.
La lucha por los derechos
Más que preguntarnos si los derechos del hombre y la mujer son una política o qué entendemos por tales
derechos, la cuestión que nos debiera ocupar es la siguiente: ¿pertenecen o no los derechos humanos al campo
de lo político? Con esto, tal vez respondamos a cualquier otra exigente pregunta, pues, lo que se pueda decir de
riguroso y serio de una política de los derechos dependerá siempre de si estos derechos poseen una significación
propiamente política. Ahora bien, el punto de partida para el desarrollo de esta cuestión lo encontraremos en la
depreciación del derecho en general y con la impetuosa condena de la noción burguesa de derechos del hombre
y que tiene su inspiración en la célebre crítica hecha en La cuestión judía por Marx. Pero, ¿Por qué partir con
esto? el caso es que desde este suelo fértil se establecerá, en definitiva, la separación entre el individuo y el
ciudadano, la depreciación de la política y su independencia con respecto de los derechos del hombre y la
mujer, llevando a estos a una rotunda abstracción. Pero también, porque después del estrepitoso cambio de tono
del marxismo, alimentado, entre otras cosas, por los disidentes en el conjunto de los Estados socialistas, que
hicieron valer en su momento los Acuerdos de Helsinki de 1975 para exigir el respeto de los derechos humanos,
estos derechos ya no se nos muestran como puramente formales y destinados a disimular un sistema de
dominación, sino como necesarios para la lucha contra la opresión, contra cualquier opresión. Tal es así -dirá
Lefort-, que el desaprobar o condenar la represión en los países del Este nos impele a reconocer, también, que
poseen un valor aquí mismo, en el marco de la llamada democracia burguesa y a proclamar que la instauración
del socialismo deberá velar por su salvaguarda.

Nuevos discursos aparecen en relación y a favor de los derechos humanos. Por un lado se hablará de ellos como
el complemento necesario de un buen régimen y, por otro, se los mostrará como independientes en su espíritu
frente a las coacciones de la política. En otras palabras, tal parece que, desde un lado, se apunta a remodelar el
socialismo para que adquiera un rostro verdaderamente humano y, desde el otro, a salvaguardar la humanidad
del hombre defendiéndola de las agresiones del Estado maléfico. Pero lo que se transluce, fundamentalmente,
en estas posturas es la sospechosa intención de no hacer política. ¿Cómo entender esto? Lefort nos propone el
caso de los disidentes. La acción de los disidentes políticos en los países del este, especialmente en la Unión
Soviética, genera sin lugar a dudas una reapreciación de los derechos humanos, aun cuando aquellos declaraban
que en su accionar no existía el querer hacer política. Es cierto, los disidentes no tenían ambiciones políticas, no
iban tras el derrocamiento del poder instalado, no intentaban proponer un nuevo programa de gobierno, crear un
partido de oposición u oponer una doctrina nueva al marxismo. Ellos reclamaban aquellas garantías que rigen
en las naciones democráticas. Garantías sin las cuales no existe, para los ciudadanos, ni libertad ni seguridad
alguna. Sin embargo, es justamente en esta exigencia de garantías donde el sentido político de su acción se
muestra, ya que, desde el momento en que los derechos exigidos son incompatibles con el sistema totalitario
impuesto, está claro que hacen política. No necesitaban objetivos, programa ni doctrina políticos. Lo importante
de destacar es que en la acción de los disidentes los derechos se muestran ligados a una concepción general de
la sociedad, concepción negada, en este caso, en el totalitarismo.

De esta situación se pueden desprender dos aspectos importantes para el desarrollo de los derechos. El primero
tiene que ver con la novedad en la coyuntura de los últimos años y que se muestra en que los individuos van a
poner su accionar bajo el signo de la defensa de los derechos humanos los que pasarán a ser, por su intermedio,
el blanco del poder. En el ejemplo de los disidentes esto ocurre porque los países marxistas, que en general no
apoyan filosóficamente los derechos individuales, aceptaron con el Acuerdo hacer cosas tales como reunir
familias divididas por el conflicto Este-Oeste, promover el movimiento de periodistas y la libre corriente de
ideas a través de aquel conflicto y dar otros pasos reconocidos como los derechos de los individuos. Esto a
cambio del apoyo occidental en lo que se refiere al statu quo geopolítico en Europa y al convenio de no crear
organización internacional alguna para implementar el acuerdo. Sin embargo, tal vez por un error de cálculo,
nos encontramos en la década de los setenta, con los treinta y cinco países involucrados en el Acuerdo iniciando
un proceso mediante el cual sus políticas nacionales se vieron evaluadas por otros, de acuerdo con las pautas
internacionales de derechos humanos. Ahora bien, esto cobra aún mayor interés para nosotros si observamos
nuestras propias sociedades democráticas latinoamericanas, las que en favor de un tránsito no-traumático hacia
un orden político y social menos represivo fueron adoptando en el tiempo la conveniente política de participar
en varios de los protocolos y acuerdos de protección a los derechos humanos, dando con esto, y sin quererlo tal
vez, más oxígeno a la emergente rebeldía de los movimientos sociales y organizaciones de derechos humanos.
Por ejemplo la lucha de las mujeres, hoy en día para que se respeten sus derechos es una realidad concreta y
radical y muestra que, así como en aquellos países del este -guardando las diferencias-, nuestros legisladores y
legisladoras tendrán finalmente que aceptar y reconocer que la lucha llevada a cabo implica sin más una
conciencia de género y en cuanto a esto, más allá de una lucha contra la subordinación sexual, está involucrada
de manera clara la justicia social. Finalmente el segundo aspecto es la manifiesta oposición fundamental que se
concreta entre un modelo totalitario de sociedad (sin importar sus variantes) y un modelo que implica
necesariamente el reconocimiento de derechos.

Existe, sin embargo, una consecuencia mayor. Aun cuando Lefort ve en la acción de los disidentes una
importancia radical para restablecer la cuestión de los derechos y de la política, también tendrá que reconocer
que los derechos del hombre serán concebidos como derechos del individuo. Y esto permitirá a gran parte de la
izquierda, por ejemplo francesa, y también al pensamiento conservador moderno a no reparar ya en la oposición
entre los modelos de sociedad. Es así como los conservadores, pese a exaltar los valores de la democracia, no
dudarán en ver a las relaciones de propiedad y las relaciones de fuerza constituyendo la esencia de la política.
Existirá la clara distinción entre lo que corresponde a la moral y lo que corresponde a la política. En el fondo, de
lo que se nos advierte, es que basta con reducir los derechos del hombre a los de los individuos para desprender,
a distancia de estos, un orden de realidad sui generis. Persiste un criterio de realismo que establecerá si algunos
métodos coercitivos de gobierno se deducían o deducen de la necesidad de conservación de un sistema político,
o si se excedían o se exceden a estas necesidades. En este punto es reconocible que esta eficaz argumentación
no será solamente exclusiva de los comunistas, sino que se extiende al lenguaje de sus adversarios. Debemos
dejar en claro también que las posturas que rompen con el realismo político para alegar por la defensa de los
derechos, no han hecho más que seguir negándose, en la mayoría de los casos, a pensar lo político. En definitiva
tal parece que, mientras se sigan arraigando los derechos en el individuo no podremos concebir diferencia
alguna entre el totalitarismo y la democracia.

LOS DERECHOS HUMANOS COMO PRINCIPIOS GENERALES DE DERECHOS


Para establecer la relación existente entre los derechos humanos y los principios generales del derecho, me
parece correcto comenzar con una reseña acerca de estos últimos.
Con "principios generales del derecho" se quieren significar dos cosas, según la historia positiva son los
principios que están en el derecho positivo; según la filosofía ius materialista son los principios en los cuales
tiene su origen el ordenamiento jurídico.
El positivismo jurídico nos dice que ellos informan un ordenamiento jurídico dado, que están expresados en las
normas positivas y que son sacados por inducción de ellas. Eran los que se encontraban en el Derecho Romano,
en el derecho común. Su pretensión es que el derecho positivo es por si solo suficiente para resolver todos
los problemas.
El ius naturalismo sostiene que se hace referencia a principios suprapositivos, que informan y dan fundamento
al derecho positivo. Según una normatividad ius naturalista que expresa el elemento constante y permanente del
derecho, el fundamento de cada legislación positiva. Se refieren a juicios de valor inherentes a la naturaleza del
hombre. Son principios superiores que informan todo el derecho universal.

Los principios generales del derecho son enunciados normativos que expresan un juicio Deontología
deontológico acerca de la conducta a seguir en cierta situación o sobre otras normas del ordenamiento jurídico.
Cada uno de estos principios, es un criterio que expresa un deber de conducta para los individuos, el principio o
un estándar para el resto de las normas. El hacer cumplir los deberes del individuo es su prioridad.

Los principales principios generales del derecho son los enunciados normativos más generales que a pesar de
no haber sido integrados formalmente en los ordenamientos jurídicos particulares, recogen de manera abstracta
el contenido de un grupo de ellos. Son conceptos o proposiciones de naturaleza axiológica o técnica que
informan la estructura, la forma de operación y el contenido mismo de las normas, grupos normativos,
conjuntos normativos y del propio derecho como totalidad.1
Estos principios son utilizados por los jueces, los legisladores, los creadores de doctrina y por los juristas en
general, sea para integrar derechos legales o para interpretar normas jurídicas cuya aplicación resulta dudosa.

Respecto a los principios generales del derecho se ha desarrollado una polémica acerca de si ellos son extraños
o externos al derecho positivo, o si son una parte de él.
Según la posición de la escuela del derecho natural racionalista de los siglos XVII y XVIII, los principios
generales, serían una estructura de principios racionales separados del derecho positivo y superiores al mismo.
El iusnaturalismo clásico entiende que el derecho, natural y positivo, es razonable y, por tanto, existen
principios de sensatez que dan unidad y coherencia al sistema jurídico. Lo sumamente insensato o irrazonable
no es derecho para esta escuela.

Según la doctrina positivista, los principios mencionados serían una parte del derecho positivo. Sin embargo,
nunca podrían imponer una obligación que no fuera sancionada por el mismo ordenamiento positivo por lo que
se entiende que cada ordenamiento positivo tiene sus particulares principios generales y que no existen
principios jurídicos de carácter universal.
La posición racionalista escinde el derecho en dos órdenes jurídicos específicos y distintos: el natural y el
positivo –el primero conforme a la razón, es decir son normas que emanan de la naturaleza y son de carácter
axiólogico, y el segundo, producto de la voluntad del sistema político. Otra posición indica que el derecho,
producto típicamente humano, es una obra de la inteligencia humana: ella es la que descubre, desarrolla y
combina criterios que enuncian un comportamiento entendido como justo; por ello, el derecho también es
llamado jurisprudencia, es decir, de lo justo, y la prudencia se entiende como un hábito de la inteligencia. Si
bien el derecho, conjunto de criterios, es obra de la inteligencia, su efectivo cumplimiento, el comportarse los
hombres de acuerdo a los criterios jurídicos, es obra de la voluntad.

En todo caso, es claro que los principios del derecho son de carácter racional (no son principios ontológicos).
Técnicamente, principio del derecho es una proposición lógicamente anterior sobre un punto de derecho. Esta
proposición debe preceder a un juicio, a un razonamiento: puede ser, por ejemplo, el presupuesto de un efecto
jurídico o la fattispecie por la que se sanciona. Así, del principio pacta sunt servanda se desprende que el
leasing firmado hoy debe cumplirse mañana, y el principio neminen laedere justifica que las lesiones merezcan
prisión. Estos principios son los primeros argumentos de los que parte el resto del razonamiento jurídico, el
presupuesto de justificación de las leyes, de los derechos subjetivos, de los deberes y de los vínculos jurídicos.

Los primeros principios se extraen de la realidad que predefine el razonamiento jurídico. Y como los
razonamientos más complejos no son sino composición de ideas más simples, los principios más primordiales
serán un simple juicio de valor, una afirmación de lo que vale, un pro (algo). Así, por ejemplo, consta el pro
homine, pro natura, que juzgan que el hombre y la naturaleza se estiman como un valor muy elevado. De ahí se
derivan el in dubio pro…, en caso de duda sobre dos normas, sobre dos interpretaciones, sobre dos penas… se
estará a la más favorable a lo que se considera valioso. Y todos los principios pro… también han de
ensamblarse con el primer principio de la razón práctica, por el que debe hacerse el bien y evitarse el mal: en
consecuencia, habrá que hacer y proteger lo bueno para Dios, para el hombre y para la naturaleza, y evitar lo
que los dañe.

Según la fórmula Riofrío, los fines, valores y bienes jurídicos fundamentan y dan contenido a los primeros
principios del Derecho, y, a su vez, estos principios fundamentan las normas, contratos y todo el sistema
jurídico dotándoles de una base sensatez y racionalidad.

LA CIENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS


Ciencia entró en la visión de todas las naciones en 1945, cuando por sugerencia de la delegación británica, a la
Organización Educativa y Cultural de la ONU se le sumó la ciencia, dando lugar a la UNESCO. Era
impensable, después del lanzamiento de la bomba atómica ese mismo año, no darse cuenta de que el
conocimiento científico y la tecnología pueden modelar al mundo para bien o para mal. Así, en el artículo 27 de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se establece que "toda persona tiene derecho a
participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten".

De la Declaración Universal de Naciones Unidas surgieron tratados conocidos como Pactos de 1966, que son
vinculantes para los estados que los ratificaron. El artículo 15 dice que los estados "reconocen el derecho de
toda persona a gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones". Incluye además la
obligación de adoptar medidas "para la conservación, el desarrollo y la difusión de la ciencia", así como el
compromiso de "respetar la indispensable libertad para la investigación científica" y recomendaciones para "el
fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones internacionales en cuestiones científicas". Así se
constituye el derecho humano a la ciencia. Este derecho nos debería de ayudar a fomentar la participación
ciudadana en los retos científicos y tecnológicos, a generar nuevos conocimientos y capacidades, a protegernos
de las pseudociencias y de las noticias falsas, a fomentar el conocimiento y el aprecio de la ciencia y de quienes
la hacen, tanto entre la sociedad como entre los gobiernos que deberían de ponerla como fundamento en la toma
de decisiones. Este derecho en nuestro país se encuentra íntimamente relacionado con la existencia de la
autonomía universitaria, con el desarrollo de actividades de comunicación pública de la ciencia y con la llamada
ciencia abierta, que surge de la inclusión en la ley de ciencia y tecnología vigente del acceso abierto y la
existencia de repositorios nacionales que reúnen los productos de la investigación que se realiza con dinero
público. La innovación debe considerar la importancia del acceso a los beneficios económicos y sociales de la
ciencia.

Este derecho no se respeta en el proyecto de ley presentado en el Senado de la República el viernes 8 de febrero


de 2019, que reemplazaría a la Ley de Ciencia y Tecnología vigente, expedida en 2002 y que ha sido
modificada en varias ocasiones. La iniciativa también reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la
Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados.

Esta iniciativa no solo centraliza todo el poder de decisión en una sola dependencia, el CONACYT, sino que le
da atributos a la dirección general del mismo para emitir dictámenes para “evitar efectos adversos y daños” no
especificados. Estos dictámenes estarían sujetos a una junta de gobierno que ya no tendría la presencia de
académicos y de miembros del sector privado, como lo tiene actualmente. Esta facultad para suspender
actividades y proyectos de investigación, también de comunicación de la ciencia, mediante estos “dictámenes”
unilaterales, afectaría la libertad de cada individuo e inclusive atentaría contra la autonomía de las instituciones
donde se realizan estas investigaciones. La ley también incide en la libertad de desarrollo de tecnología, pues
establece que antes de vincularse con el sector productivo, las instituciones de educación superior y centros
públicos no solo deberán de tener autorización de su órgano de gobierno, sino que también requerirán la
aprobación del nuevo CONACYT.

La iniciativa tiene otras muchas implicaciones, ya que desmantela la política científica construida en la ley de
2002 y desaparece todos los órganos de consulta establecidos en ella, entre ellos el Foro Consultivo Científico y
Tecnológico. El Foro, a través de su mesa directiva que reúne a todo el sistema de Ciencia, Tecnología e
Innovación de nuestro país, a saber, instituciones de educación superior federales y estatales, academias y
sociedades gremiales de investigadores y cámaras industriales, plantea en detalle en su comunicado del 11 de
febrero la necesidad de abrir una discusión sobre esta iniciativa de ley. Muchas voces se han unido en apoyo de
esa postura, porque toda la comunidad científica respeta la discusión de ideas como parte fundamental de la
investigación científica de excelencia.

El comunicado hace un exhorto a que se abran espacios de consulta y participación de las comunidades
académicas y tecnológicas y de los sectores sociales y privados. Es muy tranquilizador saber que ha sido
escuchado tanto por la Cámara de Senadores, como por la Cámara de Diputados y el CONACYT. Pronto
comenzarán las mesas de consulta. Ya está programado un conversatorio convocado por la Comisión de Ciencia
y Tecnología de la Cámara de Diputados y está en proceso la convocatoria a foros de consulta que estarán
organizados por CONACYT y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico.

Un enfoque de derechos humanos en la ciencia, la tecnología y el desarrollo busca llamar la atención sobre la
forma en la que la comunidad internacional se relaciona con los desafíos globales urgentes. El concepto ingresó
en el léxico de la ONU en 1997, con el pedido de Kofi Annan de que los derechos humanos se integraran a los
mandatos, la gestión y las metodologías para el desarrollo y la cooperación internacional de las Naciones
Unidas.
El Programa para el Desarrollo de la ONU caracteriza este enfoque como uno que "conduce a resultados
mejores y más sustentables mediante el análisis y el abordaje de las desigualdades, las prácticas discriminatorias
y las relaciones injustas de poder que a menudo están en el corazón de los problemas del desarrollo. Pone a los
derechos humanos internacionales y a los reclamos de la gente (los sujetos de derechos) y a las correspondientes
obligaciones del estado (las entidades responsables) en el centro del debate sobre el desarrollo nacional, y
clarifica la finalidad del desarrollo de capacidades". Sin embargo, no hay una definición universalmente
aceptada de enfoques basados en derechos humanos.
Esto no significa necesariamente que el concepto carece de foco o de sustancia. Al contrario, brinda un marco
para confrontar cuestiones mundiales importantes —desde sesgos de género hasta seguridad de los alimentos y
del agua, hasta el mal uso de la ciencia y la tecnología basados en una serie de principios, desarrollados a través
del consenso internacional (Ver Recuadro 1), que aclara la relación entre "sujetos de derechos" y "entidades
responsables". 

Muchos expertos en política internacional argumentan que los enfoques basados en derechos humanos ayudan a
re-orientar a las ONG y al sistema de Naciones Unidas más allá de la filantropía profesionalizada, y hacia la
construcción de capacidad; que estos derechos prometen intervenciones sostenibles y reducen la dependencia de
la ayuda; y que colaboran al redefinir las responsabilidades de las autoridades gubernamentales, los actores
locales, las ONG y el sistema de la ONU.

Una perspectiva de derechos humanos también establece que el acceso a la información científica es un derecho
humano (Artículo 27(1) de la Declaración Universal sobre la Derechos Humanos, Ver Recuadro 1). [5] Esto
implica que los beneficios del progreso científico deberían ser compartidos abiertamente, libre de restricciones
de grupos sociales, entidades corporativas o estados. Sobre todo, un enfoque de la ciencia basado en los
derechos busca crear las condiciones para la participación igualitaria de la comunidad de la ciencia mundial y el
acceso equitativo a la información y a los bienes científicos.

En líneas generales, un enfoque basado en derechos humanos reconoce que la ciencia es una actividad humana
socialmente organizada que está cargada de valores y armada por estructuras y procedimientos
organizacionales. Se preguntan cómo los gobiernos y otras partes interesadas pueden crear e implementar
políticas para garantizar la seguridad, la salud y el sustento; para incluir las necesidades de las personas y las
prioridades de desarrollo y estrategias ambientales; y para asegurar que participen en la toma de decisiones que
afectan sus vidas y recursos.

LOS DERECHOS HUMANOS EN EL DERECHO POSITIVO


Esas herramientas jurídicas que proporcionaban a la reivindicación política de los derechos del hombre una
forma de eficacia pueden aparecer como insuficientes desde dos puntos de vista, al menos respecto de la
filosofía de los derechos del hombre y de su vocación de universalidad. Ante todo, aquellas herramientas hacen
reposar la eficacia de los derechos del hombre sobre una doble opción política: la elección de dar valor
constitucional al todo o a parte del corpus político de una filosofía de los derechos humanos que no es
necesariamente uniforme, y en este sentido puede aparecer una jerarquización entre derechos
constitucionalmente reconocidos y derechos que no reposan sino sobre una afirmación infraconstitucional; la
elección de interpretar y conciliar los derechos del hombre con otros principios consagrados por normas del
mismo nivel (incluso otros derechos humanos), que en la práctica pueden frecuentemente hallarse en
competencia (libertad de comunicación y derecho de propiedad de los medios, por ejemplo)

La jurisprudencia emanada de ese sistema ha tenido notables consecuencias en términos de eficacia de los
derechos. Ante todo, generó (con el acuerdo de los Estados que la implantaron) una visión común de las
exigencias jurídicas vinculadas con la adhesión a la filosofía política de los derechos humanos, ya que los
Estados ya no pueden decidir por sí mismos acerca de aquellas exigencias. Esto condujo a la Corte a ampliar
considerablemente el campo interpretativo de los derechos, pero también a verificar prácticamente en cada
supuesto los marcos y las consecuencias del caso. La eficacia se vuelve entonces el criterio esencial del respeto
a los derechos humanos en acción, al menos en relación con los reconocidos por la convención como principios
y cuya protección se confía a los órganos convencionales. La técnica jurídica alcanza aquí los objetivos de la
filosofía política, porque esta filosofía política está en el centro del proyecto común.
Si el positivismo metodológico, lejos de constituir un peligro para los derechos del hombre, conduce por el
contrario a una mejor protección al permitir el análisis de las condiciones técnicas necesarias para su real
consagración, esto sucede también porque el positivismo pone de resalto que no puede haber una teoría política
de los derechos humanos que no sea una teoría de la efectividad de los derechos humanos y no encare las
modalidades jurídicas como dirigidas esencialmente a prevenir las violaciones a tales derechos. En materia de
derechos del hombre, la reparación no es jamás una alternativa equivalente a la prevención de las violaciones,
porque no opera conceptualmente en el mismo campo.

Para Kelsen, la defensa de la democracia está vinculada con el relativismo ético: como no podemos saber a
priori cuál es la decisión verdadera, hay que elegir un procedimiento de decisión que se considere legítimo y
eficaz. Ahora bien, la selección de la democracia procesal como legítima supone la previa adhesión a valores
que son los mismos de los derechos humanos: los valores de autonomía del individuo y de igualdad de
tratamiento jurídico para todos. El funcionamiento leal de la democracia supone que esas ideas de autonomía y
de igualdad no quedan limitadas a su condición de simples procedimientos retóricos (justificativos o
legitimantes), y que todas las libertades que tengan efectos sobre el juego democrático han de estar
constitucionalmente protegidas. Podría encontrarse un razonamiento semejante en Bobbio, a pesar de una
concepción aparentemente más sustancial de la democracia. Es el mismo punto de vista de Bentham (que sin
embargo se oponía a la Declaración de los Derechos del Hombre), en su resuelta defensa de todas las libertades
que permiten un juego democrático no falseado, es decir una búsqueda transparente de la utilidad.
EL CONTROL: JURISDICCIÓN Y JUDICIABILIDAD
El control jurisdiccional de los actos de las autoridades públicas parece a primera vista como necesariamente
consistente y necesario para la vigencia del Estado de Derecho. Desde la perspectiva de la institucionalidad
jurídica, parece evidente que la intervención judicial que precisamente verifica la sujeción de una autoridad a
dicha institucionalidad es necesariamente favorable al respeto y vigencia de esta. Reconociendo la importancia
que puede tener la actuación jurisdiccional para sujetar a la autoridad al derecho, este artículo, sin embargo,
plantea que esa misma actuación jurisdiccional puede llegar a ser también perjudicial para la institucionalidad
que regula a una determinada autoridad.
En ese sentido, el objetivo principal de este trabajo es demostrar como el control jurisdiccional de los actos de
las autoridades puede ser disruptivo para el mismo derecho cuyo cumplimiento se controla y, por lo tanto, como
ese tipo de decisiones puede impactar negativamente en el potencial que tiene el derecho para limitar la
discrecionalidad de la autoridad. Dada que la existencia de normas jurídicas que ordenan la conducta de una
autoridad, y la consiguiente limitación de la discrecionalidad de la misma, son comúnmente entendidas como
exigencias paradigmáticas de la idea de Estado de Derecho, es posible presentar nuestras conclusiones en esos
términos. Así, se puede decir que el objetivo de este trabajo es demostrar como el control jurisdiccional de los
actos de las autoridades puede ser perjudicial para el Estado de Derecho.

Para cumplir ese objetivo, el artículo expondrá dos nociones constitutivas del ideal de Estado de Derecho.
Ambas nociones plantean ciertas exigencias respecto del orden jurídico y la conducta de las autoridades. Al
hacer explícitas estas exigencias y su sentido, se podrá comprender de manera precisa la posible tensión entre la
acción de los tribunales, por un lado, y la vigencia del derecho y su capacidad de limitar la discrecionalidad de
las autoridades, por otro. En ese contexto, se especificará, en términos generales, cuándo una decisión judicial
es consistente con las ideas constitutivas de la idea de Estado de Derecho y cuándo no lo es. En este respecto, el
artículo propone un estándar para las actuaciones de los tribunales de justicia. El artículo ilustrará el argumento
teórico expuesto a partir del análisis de una sentencia dictada por la Corte Suprema chilena en 2014. Ella recae
sobre un recurso de protección interpuesto contra la Resolución de Calificación Ambiental de la Comisión de
Evaluación Ambiental de Atacama que aprobó el Estudio de Impacto Ambiental del proyecto minero El Morro,
el cual fue visto en apelación por la Corte Suprema (2014). El argumento queda mejor explicado tras el análisis
de los detalles de este caso concreto. El caso en cuestión fue elegido por los autores en la medida que el mismo
es revelador del problema que se presenta en este artículo -permitiendo mostrar como dicho problema se puede
manifestar en decisiones concretas de nuestros tribunales-. En la sentencia en comento, se argumentará, existe
una deficiencia en la forma (no necesariamente en el fondo) de la decisión judicial que impacta negativamente
en la institucionalidad desde la perspectiva de las exigencias planteadas por el ideal del Estado de Derecho, con
las consecuencias indeseables que de ello se derivan.

El control jurisdiccional de los actos de la autoridad tiende a ser interpretado como inequívocamente favorable o
consistente con las exigencias propias del Estado de Derecho. Esta idea, como veremos, es de larga data, y hay
un vínculo estrecho entre control jurisdiccional de la acción de la autoridad, típicamente de la autoridad
administrativa, y la limitación de la misma por el derecho 1. Sin embargo, así como existe este vínculo, existe
también una tensión que no ha sido debidamente ponderada por la doctrina. En efecto, la acción de los
tribunales también podría ser contraria a las exigencias del Estado de Derecho bajo ciertas circunstancias
específicas. Tal como se indicó, este aspecto del control jurisdiccional tiende a ser pasado por alto, y por lo
mismo, exige una mayor elaboración.
La idea de Estado de Derecho es compleja. De hecho, existen diversas visiones acerca de las demandas propias
del Estado de Derecho. Así, por ejemplo, autores como Jeremy Waldron distinguen al menos tres
aproximaciones al concepto: (a) formal, (b) sustantiva y (c) procedimental. Sin embargo, pese a la diversidad de
posiciones sobre el tema, todas ellas coinciden en que la idea de Estado de Derecho implica, al menos, la
sujeción de la autoridad, cualquiera sea esta, a las exigencias del derecho. Asimismo, como elaboraremos
posteriormente, para que esa sujeción sea efectiva, el derecho aplicable debe poseer ciertas características que
permitan que quienes están sujetos a él puedan ordenar su acción de forma tal de cumplir con el mismo.

Esta idea también es ampliamente compartida y, si bien no siempre es articulada, al menos es compatible con
las distintas aproximaciones al concepto de Estado de Derecho. Estas dos ideas la sujeción de la autoridad a
derecho y la necesidad de la producción de un derecho sujeto a ciertos estándares de calidad técnica pueden ser
caracterizadas como constitutivas de una concepción formal de Estado de Derecho. Mas se debe hacer notar que
la concepción formal de Estado de Derecho no se opone a las otras visiones, pues estas suponen la existencia de
un piso común -la concepción formal al que agregan más elementos, como, por ejemplo, el respeto por los
derechos fundamentales sustantivos o el gobierno democrático. También se debe notar que las dos ideas recién
mencionadas -la sujeción de la autoridad a derecho y la necesidad de la producción de un derecho sujeto a
ciertos estándares de calidad técnica- constituyen estándares razonables en sí mismos, y generalmente
aceptados, independientes del concepto (sea Estado de Derecho u otro) bajo el cual se les pretenda subsumir.
Así, aquí tratamos ambas ideas bajo el concepto de Estado de Derecho, pues comúnmente se las asocia a este.
Sin embargo, no hay nada de especial relevancia en el término Estado de Derecho, y nada de nuestro argumento
depende de que a estas ideas se las trae bajo ese nombre o bajo cualquier otro.
FUNCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
Los Derechos Humanos son el conjunto de prerrogativas sustentadas en la dignidad humana, cuya realización
efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral de la persona. Este conjunto de prerrogativas se
encuentra establecido dentro del orden jurídico nacional, en nuestra Constitución Política, tratados
internacionales y las leyes.

Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de
nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra
condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son
interrelacionados, interdependientes e indivisibles.

Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados por ella, a través de
los tratados, el derecho internacional consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho
internacional. El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los
gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en
otras, a fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o
grupos.

El respeto hacia los derechos humanos de cada persona es un deber de todos. Todas las autoridades en el ámbito
de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos
consignados en favor del individuo.

Los derechos humanos son inalienables. No deben suprimirse, salvo en determinadas situaciones y según las
debidas garantías procesales. Por ejemplo, se puede restringir el derecho a la libertad si un tribunal de justicia
dictamina que una persona es culpable de haber cometido un delito.

Los derechos humanos son iguales y no discriminatorios: La no discriminación es un principio transversal en


el derecho internacional de derechos humanos. Está presente en todos los principales tratados de derechos
humanos y constituye el tema central de algunas convenciones internacionales como la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial y la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

El principio se aplica a toda persona en relación con todos los derechos humanos y las libertades, y prohíbe la
discriminación sobre la base de una lista no exhaustiva de categorías tales como sexo, raza, color, y así
sucesivamente. El principio de la no discriminación se complementa con el principio de igualdad, como lo
estipula el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres
e iguales en dignidad y derechos”.
Los derechos humanos incluyen tanto derechos como obligaciones. Los Estados asumen las obligaciones y
los deberes, en virtud del derecho internacional, de respetar, proteger y realizar los derechos humanos. La
obligación de respetarlos significa que los Estados deben abstenerse de interferir en el disfrute de los derechos
humanos, o de limitarlos. La obligación de protegerlos exige que los Estados impidan los abusos de los
derechos humanos contra individuos y grupos. La obligación de realizarlos significa que los Estados deben
adoptar medidas positivas para facilitar el disfrute de los derechos humanos básicos. En el plano individual, así
como debemos hacer respetar nuestros derechos humanos, también debemos respetar los derechos humanos de
los demás.
La aplicación de los derechos humanos a la que se encuentran obligadas todas las autoridades se rige por los
principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.
El principio de la universalidad. Todas las personas son titulares de todos los derechos humanos. Dicho
principio se encuentra estrechamente relacionado a la igualdad y no discriminación. No obstante, para lograr la
igualdad real se debe atender a las circunstancias o necesidades específicas de las personas. 
Principio de Interdependencia: Consiste en que cada uno de los derechos humanos se encuentran ligados unos
a otros, de tal manera que el reconocimiento de uno de ellos , así como su ejercicio, implica necesariamente que
se respeten y protejan múltiples derechos que se encuentran vinculados.
Principio de Indivisibilidad: Implica que los derechos humanos no pueden ser fragmentados sea cual fuere su
naturaleza. Cada uno de ellos conforma una totalidad, de tal forma que se deben reconocer, proteger y
garantizar de forma integral por todas las autoridades.
Principio de interdependencia e indivisibilidad: Todos los derechos humanos, sean éstos los derechos civiles
y políticos, como el derecho a la vida, la igualdad ante la ley y la libertad de expresión; los derechos
económicos, sociales y culturales, como el derecho al trabajo, la seguridad social y la educación; o los derechos
colectivos, como los derechos al desarrollo y la libre determinación, todos son derechos indivisibles,
interrelacionados e interdependientes. El avance de uno facilita el avance de los demás. De la misma manera, la
privación de un derecho afecta negativamente a los demás.  
Principio de Progresividad: Constituye una obligación del Estado para asegurar el progreso en el desarrollo
constructivo de los derechos humanos, al mismo tiempo, implica una prohibición para el Estado respecto a
cualquier retroceso de los derechos. El Estado debe proveer las condiciones más óptimas de disfrute de los
derechos y no disminuir ese nivel logrado.

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