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Convivencia Escolar: hacia una pedagogía humanizante. González, Liliana.

Diplomatura en
Mediación y Convivencia Escolar. Secretaría de Extensión, Facultad de Psicología UNC

La escuela de hoy es el fruto de una construcción histórica de hombres y mujeres. Como toda
construcción es susceptible de ser mejorada, transformada, reciclada, vuelta a hacer, etc.

Hoy la familia está en crisis. Mucho tiempo para el trabajo, poco para los hijos. Soledad. Orfandad.
Narcisismo. El amor está en problemas. Criados a la buena de las pantallas, hiperenchufados,
transitando una infancia donde lo virtual tiene más peso que lo demás. Están llegando a la escuela
chicos y chicas no educados, sin límites y sin conciencia del otro como semejante. Ahí empiezan los
problemas. Si el/la otro/a no es un/a semejante “lo/a puedo” agredir, humillar, golpear, burlar,
discriminar, aislar. Si no pudo la familia, la escuela queda como el último lugar posible de
socialización y humanización.

En relación a los/las docentes, no alcanza la formación permanente. La principal herramienta es su


propia subjetividad. Con ella deja marcas en sus alumnos/as ya que es portador, transmisor de
valores a puro ejemplo. Se educa más con lo que se hace, que con lo que se dice que se hace.
Transmitir valores no implica un sermón o una clase de moral. Hay que vivirlos, apasionadamente,
con alegría. No se trata de una clase o una cátedra. Es una posición en el aula. Es que el otro/a
alumno/a me importa de verdad. Es reconocer que la mirada y la palabra marcan, dicen, rotulan,
matan, arman, desarman.

La función docente frente a la diversidad

¿Habría forma de pensar la función docente por fuera de la diversidad? ¿Es posible pensar un grado
sin diversidad? Alguien seguramente lo pensó, por eso se habla de maestra “normal”. ¿Será porque
enseña a "normales" porque tiene que "normalizar" o porque es una persona “normal”? ¿Qué sería
un/a estudiante normal?

Rápidamente se responde: el que no tiene dificultades para aprender. ¿Para aprender qué?
Especialmente Matemática y Lengua. ¿Un/a alumno/a normal es un/a alumno/a inteligente? ¿Qué
concepto de inteligencia manejamos? ¿Qué concepto de normalidad y diversidad manejamos?

Como psicopedagoga pasé por todas esas preguntas. Fui formada para atender niños "normales"
con problemas de aprendizaje. Los niños especiales eran para la maestra especial. A poco de abrir
el consultorio caí en la cuenta que el niño o la niña "normal" es una ficción. Que los niños y niñas de
libro no existen. Jamás entraron a mi consultorio los niños o niñas de Piaget: ávidos de saber,
curiosos, preguntones, con afán investigativo. Tampoco lo hicieron los/las de la psicología evolutiva.
Es más, por suerte patearon el tablero.

Toda escuela, todo docente, tienen en su currículo oculto la idea de un/a “alumno/a ideal”. Esto
debe ser revisado para poder renunciar a la ilusión de la homogeneidad (todos/as pueden aprender
lo mismo y al mismo tiempo) y atender a lo particular de cada alumno/a. El respeto por la diversidad,
por los saberes y las ignorancias de cada quien es el punto de partida de la práctica pedagógica
En el aula se produce el encuentro de subjetividades. ¿Cómo plantear la diversidad sólo del lado
del/a estudiante? ¿Por qué se confunde tan frecuentemente la atención a la diversidad con la
integración de niños especiales al aula “común”? Atender la diversidad es reconocer que los grupos
homogéneos son una ilusión que conlleva el peligro de trabajar con seres anónimos. Incluir niños/as
con discapacidades sensoriales, motoras o intelectuales es otra cosa. Es como un hermoso sueño
compartido por niños/as, familias y educadores/as. En la práctica está trayendo muchas dificultades.

Pero aquí estamos para hablar del aula: allí, ¿el AMOR se hace presente?. A veces sí: y hablamos del
encuentro amoroso entre subjetividades: docente y alumno/a, alumno/as entre sí, el de maestro/a
y alumno/a con el conocimiento, el de la familia con la escuela. No siempre es así y cada docente lo
vive en carne propia: lo/as que no pueden construir buenos vínculos, o que perdieron el deseo de
enseñar o que no se sienten respetados por padres y/o alumnos/as. El o la docente no se para en el
aula para ser amado como un padre, madre ni como un amigo. El amor que allí circula se llama
AMOR DE TRANSFERENCIA ya sea porque el/la alumno/a vuelca en él afectos que vivencia con sus
afectos primarios, o porque es el vehículo del amor entre el/la estudiante y el conocimiento La
transferencia, es un concepto que tomamos del psicoanálisis que puso sobre el tapete la existencia
del inconsciente. El lugar del inconsciente en la relación pedagógica es habitualmente conocido y
negado en forma simultánea. Los fenómenos transferenciales se presentan siempre, son necesarios
e ineludibles. Mientras conscientemente transmitimos el conocimiento, usamos estrategias
pedagógico-didácticas o evaluamos, el inconsciente está trabajando, establece redes, vínculos con
nuestros/as alumnos/as, quienes a su vez trasladan a la figura del docente emociones, conflictos
que vienen de otra escena, de relaciones con otros/as adultos/as significativos/as.
Queremos situar que en la relación docente-alumno/a hay más personajes en juego; lo que
problematiza la red vincular que allí se teje. Al docente se le pide que en el encuentro con el/la
alumno/a sea lo más neutral posible, que sostenga una división entre saber y emoción. Pero al
mismo tiempo se le demanda amor por sus alumnos/as, pasión por su oficio, compromiso. Los
alumnos/as a su vez, valoran al docente capo, con “buena onda”. Esa transferencia positiva es el
mejor vehículo para tramitar los contenidos. No hay aprendizaje sin transferencia. Al principio,
los/as niños/as pequeños/as aprenden por amor a los padres y porque les suponen un saber.
Después, en la escuela, la transferencia puede instalarse con el docente y/ o con la asignatura. Freud
decía en Psicología del colegial que en los recuerdos de los años escolares prevalecían los vínculos
positivos o negativos con los profesores, sobre los contenidos. Si acordamos con esto deberíamos
preguntarnos: ¿Hay conciencia que se pueden abrir o cerrar caminos de acceso a determinadas
áreas de la ciencia? Cualquiera de nosotros/as puede dar cuenta de profesores/as que nos hicieron
amar algunas materias y odiar a otras. Entonces, entrar molesto, angustiado o desprestigiado al aula
no es sin efectos. Y si, en ese caso algún alumno pregunta ¿Qué le pasa hoy seño o profe? Significa
que todo venía bien y ese día algo pasó. También da cuenta que el vínculo está, hay empatía. “Si…no
tengo un buen día….pero no es con ustedes, me bancan?

El maestro está para dejar marcas que ojalá sean de pasión por el conocimiento. Para ello, el
docente debe estar atravesado por esa pasión, y además con el deseo de provocar y convocar. Y el
único modo de despertar en los alumnos el deseo de saber es esa pasión contagiosa que arrastra
hacia algo nuevo. Jamás lo lograremos desde la escuela del blá blá. ¡Si, desde la escuela del OH! de
la sorpresa, (no la de la prueba sorpresa para sorprender al que no sabe) sino la del aula como un
lugar donde nos podemos sorprender de los saberes de los/as alumnos/as y donde el no saber del
docente, no sea un obstáculo sino la posibilidad de una búsqueda compartida.

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