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¿QUÉ ES SER UN BUEN MAESTRO?

Por Libia Ennedi, Ciudad de México, mayo 2010

En charlas con otros colegas casi siempre surge la interrogante: ¿Qué es ser
un buen maestro? Las respuestas van desde “enseñar lo que pide el currículo
educativo”, pasando por hacer el papeleo en tiempo y forma, que durante la
clase no exista desorden o ruido, hasta el maestro que cree en la participación
infantil y juvenil como parte fundamental de su clase.

También son parte de ser docente: lidiar con las autoridades educativas, con
los padres, con el papeleo excesivo, y con planificaciones que casi nunca se
cumplen y se vuelven más una simulación que una verdadera planificación que
atienda a la población educativa.

Sin embargo, al estar frente a grupo con 30 personas diferentes (cuando bien
nos va), personas que piden toda nuestra atención como si solo fuéramos ese
maestro y ese alumno en el salón de clase, me doy cuenta de que estamos
hechos de emociones. Que escuchar a nuestros alumnos y ponernos en sus
zapatos hace la diferencia a la hora de enseñar. Solamente si acercamos los
contenidos académicos a lo que ellos están viviendo, si socializamos los
contenidos educativos, la educación será no sólo para pasar un examen, sino
para toda la vida.

Para mí, la educación tiene tres componentes: el académico, el emocional y el


espiritual (esto no tiene nada qué ver con religiones, sino con el conjunto de
principios y actitudes que componen a un ser). Mientras concibamos la
educación como mera formación profesional y académica no hay nada que
hacer para mejorar a nuestra sociedad.

La escuela es la institución dominante en el tema de educación. La escuela


contemporánea desplazó a la iglesia, la familia y al ejército para permitir que
los maestros sean los que transmiten lo que cada ciudadano debe saber. Por lo
tanto no debemos olvidar educar en empatía, sensibilidad y emociones, en
respeto.

El cerebro humano siempre tiene curiosidad, nunca deja de aprender. Siempre


hay que tener esta cosquillita, el deseo de indagar, de ir un poco más allá. Los
niños, jóvenes y adultos estamos compuestos por un montón de ilusiones que
son alimentadas por la imaginación y la creatividad, nunca debemos olvidarlo al
entrar a clase o una oficina. De nuestra creatividad e imaginación depende la
resolución de conflictos, nuestras propuestas y nuestra relación con el
conocimiento. Los estudiantes no deben ser un contenedor de datos que luego
recitan sin ton ni son.

Educamos a niños y jóvenes que son parte de nuestra manada, los educamos
para que aprendan a ser de esa manada, aprendan los códigos necesarios
para identificarse con nosotros y con los individuos que los rodean.

Ser maestro es dar herramientas y habilidades para hacer adultos felices que
puedan lidiar con la frustración que provoca ser adulto, en un mundo que se
empeña en ser hostil y marcar a los humanos con un código de barras. Para
mí, ser un buen maestro es el que, a pesar de toda la burocracia y
formalidades académicas, tiene el deseo de inspirar a sus alumnos.

Por eso nuestra profesión es MUY IMPORTANTE. Debemos devolverle a la


educación el lugar que se merece, y a los maestros el reconocimiento por
educar en manada para una sociedad mejor.

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