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Centro Universitario de Investigaciones Sociales–Universidad de Colima
II. La transición
El entonces candidato del partido político en el poder, Miguel de la Madrid, en
su visita a Colima, a finales de 1981, se refirió a la necesidad de crear un Centro
de Estudios Históricos. Prometió a la población de su estado natal que, en caso
de ser electo, crearía tal. De acuerdo con sus propias palabras, este Centro estaría
encargado de “establecer un programa de historia regional y estatal para
profundizar en el conocimiento de la sociedad, y facilitar la comprensión de los
procesos sociales, culturales y económicos, base de nuestra formación social, y
de la forma en que se integró la región al Estado nacional” (1984: Proyecto para
la creación del Colegio de Colima, p.1).
Una vez ganadas las elecciones, De la Madrid no olvidó sus promesas de
campaña. La responsabilidad de establecer el Centro quedaría a cargo de lo que
se llamaría El Colegio de Colima, el cual formó parte del Departamento de
Servicios Educativos descentralizados de la Secretaría de Educación Pública.
Los objetivos de esta institución fueron preparar investigadores de alto nivel y
contribuir a la descentralización de las actividades académicas y la investigación
científica, las cuales estaban excesivamente concentradas en la ciudad de
México, así como publicar los resultados de las investigaciones en libros y
revistas.
El equipo inicial de investigadores estaría integrado por personas nacidas
en el estado, poniendo énfasis en miembros o egresados de El Colegio de
México. El proyecto original contemplaba la contratación de 18 personas, ocho
de las cuales serían investigadores de tiempo completo, más personal de apoyo y
un bibliotecario. El Colegio tendría material y recursos financieros suficientes
para operar y estaría en Comala –una población conocida internacionalmente
gracias a Juan Rulfo– ubicada a 15 minutos de la capital del estado. Por
cuestiones de espacio, no expondré aquí las razones por las cuales el Colegio
nunca llegó a establecerse. Si el plan propuesto por el primer mandatario no pudo
fincarse en la realidad, afortunadamente, algunos aspectos esenciales del
proyecto fueron rescatados. La Secretaría de Educación Pública autorizó
entonces la creación de una comisión encargada de publicar la historia general de
Colima.
Inicialmente, el plan preveía la contratación de Luis González y González,
historiador de prestigio y fundador de El Colegio de Michoacán. Los primeros
proyectos de investigación fueron realizados a inicios de 1984.
Desafortunadamente, restricciones presupuestarias hicieron imposible este plan.
Resultaba muy costoso traer investigadores desde otros estados de la República o
del extranjero y cubrirles los gastos derivados de su estancia durante los meses
dedicados a investigar, recabar documentos, y publicar el producto final.
Finalmente, por cuestiones pragmáticas, los historiadores locales fueron los
primeros investigadores invitados a participar. Uno de estos investigadores, el
profesor Juan Oseguera Parra, apoyó al coordinador de este ambicioso proyecto,
José Lameiras Olvera, de El Colegio de Michoacán, a través del Centro
Universitario de Investigaciones Sociales, para asegurar la participación de
historiadores y cientistas sociales que trabajaban en dicho centro.
En un principio, este nuevo intento por reagrupar un sólido equipo al cual
se pudiera confiar la elaboración de una historia general de Colima, parecía
destinado al fracaso: cuando llegó a término la fecha límite para la entrega de
documentos, ni uno solo había sido entregado. Además, otros obstáculos que no
habían sido contemplados saltaron a la vista. Los problemas más sobresalientes
radicaban en la escasez y la dispersión del material y el acceso restringido a los
escritos relacionados con la historia de Colima. Uno de estos casos lo constituye
el Archivo del Registro Público de la Propiedad, cuyo edificio también resguarda
los archivos notariales, a los cuales, debido a reglamentos internos, solamente
pueden tener acceso los notarios públicos o los abogados. Por tal razón, casi un
año más tarde, fue tomada la decisión de reelaborar el proyecto original con el fin
de dar una nueva orientación a la investigación. A partir de ese momento, la
coordinación concentró sus esfuerzos para lograr satisfacer las cuatro
necesidades que a continuación anotamos: a) recopilar y publicar una
bibliografía general sobre Colima; b) integrar catálogos de documentos
existentes en los principales archivos nacionales, estatales y municipales; c)
reunir y reeditar escritos historiográficos difíciles de adquirir, debido a los pocos
ejemplares en circulación, antigüedad o a su pertenencia a particulares, y d)
reunir y publicar ensayos, artículos, reportajes y trabajos inéditos sobre temas
originales que orienten la investigación y la divulgación de la historia de Colima.
Basada en esos elementos, la coordinación se comprometió a publicar una serie
de volúmenes cubriendo toda la historia de Colima, desde la conquista hasta el
siglo XX, intitulada Sobre Colima y sus rumbos: Testimonios y escritos.
El propósito inicial de invitar investigadores a elaborar la historia
colimense –con prestigiados investigadores foráneos– no gustó mucho a los
intelectuales de Colima. La prensa local criticó agresivamente, aduciendo que tan
importante tarea no debería ser encomendada a fuereños, los cuales no eran
productos de la realidad histórica que iban a investigar. Luis González y
González fue el centro de esos ataques. Los escritores locales no disimularon su
indignación y se declararon sorprendidos de que un historiador acreditado
por qué a los “foráneos” les habían encomendado una tarea que debería de
ser hecha por los escritores locales.
Los académicos prefirieron emprender la batalla probando la originalidad
de su trabajo y promoviendo su proyecto global, el cual estaba basado en una
detallada y precisa investigación sobre los diez municipios que conforman el
estado de Colima. La mayoría de los historiadores perteneciendo a este grupo,
el cual se había enriquecido con nuevos miembros egresados del programa de
maestría, aprovechó la oportunidad para revelar el “daño irreparable” causado
por los “tradicionalistas”, quienes durante muchos años escribieron la historia
local.
El primer problema clave que los académicos tuvieron que resolver fue de
orden genealógico: ¿podían las precedentes investigaciones ser utilizadas como
punto de partida?, o ¿deberían comenzar desde el principio haciendo tabla rasa?
Después de haber estudiado y analizado el trabajo de los investigadores
improvisados, llegaron a la conclusión de que definitivamente deberían
comenzar por el principio, si realmente deseaban producir un trabajo fiable y
serio. Los nuevos historiadores no aceptaron ni perdonaron a la tendencia
tradicional por legitimar las estructuras del poder; como tampoco perdonaron
que sus estudios fueran parcialmente desarrollados, sin un soporte documental o
crítico, pero sí estrechamente conectados con la versión oficial y nacional de la
historia.
Por otra parte, rechazaron la orientación positivista y autodidacta que había
caracterizado al estudio de la historia de Colima. En múltiples ocasiones
acusaron a los miembros de la vieja generación de haber sustraído documentos
de archivos históricos y mantenerlos en su posesión. No obstante, los
académicos reconocieron lo útil de las referencias y la información generada por
los viejos historiadores, y que su trabajo podía ayudar a visualizar un amplio
mosaico de tópicos y problemas para investigar. Debemos mencionar que en un
corto periodo, los académicos avanzaron en el estudio de la historia local y
regional. Entre 1989 y 1992, los nuevos historiadores publicaron docenas de
trabajos, entre artículos, ensayos y libros, cubriendo diferentes temas y periodos.
Las tres instituciones mencionadas líneas arriba lanzaron una convocatoria
sobre proyectos para la elaboración de una Historia general de Colima. La
comisión dictaminadora respectiva emitió su fallo en apoyo del proyecto
presentado por el equipo multidisciplinario de historiadores profesionales. La
presentación pública de dicho proyecto se llevó a cabo el 20 de julio de 1992,
recibiendo un fondo de 50 millones de pesos (17 mil dólares). Los temas del
proyecto comprendían la historia de Colima, desde la prehistoria, pasando por el
periodo prehispánico hasta la era moderna. El rescate del pasado fue emprendido
con la guía de un nuevo espíritu, es decir, una nueva manera de estudiar y
analizar temas a través del empleo sistemático de la metodología.
El redescubrimiento del pasado no fue visto más como una función de
identidad nacional, sino como una síntesis de región y de estado. Esta nueva
visión de la historia de Colima permitiría asimismo estudiar la historia rural y
urbana. La microhistoria, mediante su síntesis y análisis de la historia urbana,
local o de los pueblos, sustituyó a la historia tradicional, basada en
consideraciones políticas, las cuales habían servido de base a los trabajos
históricos durante muchos años.
Consideraciones finales
Como una consecuencia del impulso dado por el presidente Miguel de la Madrid
a su estado natal, Colima emprendió una acelerada transformación económica,
política y cultural. Gracias a ello, el estado se convirtió en un lugar de atracción
para trabajadores manuales, lo mismo que para trabajadores intelectuales
altamente calificados. Las universidades e instituciones de educación superior no
permanecieron inmunes a esta metamorfosis.
El proceso de profesionalización iniciado por los historiadores de Colima
puso en relieve dos diferentes corrientes: la convencional, la cual es positivista, y
está al servicio de una historia nacional unificada; y la “científica”, la cual
considera a la historia como una ciencia social o humana que busca objetividad
en su búsqueda de la verdad. El debate entre estas dos diferentes maneras de
interpretar la historia fue un paso significativo para el estado. Los escritos
históricos publicados antes de iniciar el debate habían sido una simple
yuxtaposición de hechos, sin una real conexión entre los diferentes órdenes de la
realidad histórica. La llegada y consolidación de un equipo profundamente unido
inauguró un nuevo y ambicioso esfuerzo para elevar los estudios históricos a una
nueva comprensión de síntesis. Estos historiadores proclamaron la necesidad de
otros métodos y otras formas de inquirir, y dirigieron la atención hacia los
archivos y fuentes documentales que no habían sido anteriormente considerados.
No obstante, sería un poco prematuro afirmar que la renovación de la profesión
de historiador ha sido completada hoy en día. Se dio ya un importante paso para
interpretar la historia como disciplina científica. La etapa más difícil, que está por
darse, es consolidar lo que ha sido ganado y evitar que la historia se convierta en
otro género literario.
Bibliografía
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Colima: Una reinterpretación.
Colegio de Michoacán, A.C. (1986). Proyecto especial. Historia de Colima.
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Diciembre.
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Olveda, Jaime (coord.) (1993). Historiografía de las ciudades noroccidentales,
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México.
Secretaría de Educación Pública/Unidad de Servicios a Descentralizar (1984).
Proyecto para la Creación del Colegio de Colima, A.C. (copia en mi poder).
Base de datos consultada
Acervo Documental Colima (1975-1995), WEB Universidad de Colima
(www.ucol.mx)
Revistas y periódicos consultados
Revista Barro Nuevo, vol. 1, núm. 3.
Suplemento cultural Cartapacios del periódico Ecos de la Costa, años
consultados: 1986-1992.
Periódico Diario de Colima, años consultados: 1986-1992.
Periódico Excélsior, publicación del 23 de julio de 1992.