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BASES TEÓRICAS DE LOS ESTUDIOS

SOBRE LAS SOCIEDADES INDÍGENAS SANJUANINAS

ALEJANDRO GARCÍA

Síntesis

Durante los últimos cuarenta años se ha elaborado una detallada reconstrucción del desa-
rrollo cultural prehispánico sanjuanino. Esta propuesta, que abarca 8.500 años radiocarbóni-
cos, se basa en la determinación de una extensa secuencia de ocupación humana y en la
explicación de los cambios culturales fundamentalmente a través de procesos de difusión y
contacto de poblaciones. Dado el absoluto predominio de esta visión del pasado indígena
local, resulta de gran interés el análisis de sus principales componentes teórico-metodológicos,
con el objeto de apreciar los mecanismos utilizados en su elaboración, y su vinculación con las
corrientes teóricas recientes. Tal análisis muestra la incidencia decisiva de una perspectiva
histórica y una importante perduración del modelo resultante hasta nuestros días.

1- Introducción

En el proceso de reconstrucción y explicación del pasado aborigen de San Juan se destaca


la aplicación de una perspectiva histórica al estudio de las sociedades indígenas locales, lo que
hace de la Prehistoria y Protohistoria locales una extensión en el pasado de la propia Historia.
En este marco, la arqueología jugó el papel de una disciplina instrumental estrechamente
vinculada con la Historia (GAMBIER y MICHIELI, “Editorial. ¿Qué es la arqueología?”,
Ansilta nº 5, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ 1994, pág. 2;
MICHIELI, Los huarpes protohistóricos, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, UNSJ, 1983, pág. 11).
Las primeras referencias a la arqueología de San Juan datan de fines del siglo XIX
(BÁRCENA, “La arqueología prehistórica del Centro-Oeste Argentino”, Xama, nº 2, Mendo-
za, INCIHUSA, 1989, pág. 15-16). A principios del siglo XX se desarrollaron los primeros
estudios sistemáticos (DEBENEDETTI, Investigaciones arqueológicas en los valles preandi-
nos de la provincia de San Juan. Publicaciones de la Sección Antropología, 15. Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1917) y posteriormente diversos investiga-
dores realizaron nuevos y variados aportes sobre el tema (e.g. GONZÁLEZ, “Una excepcional
pieza de mosaico del N.O. argentino. Consideraciones sobre el primer fechado de C14 y la
secuencia arqueológica de la provincia de San Juan”, Etnía nº 6, Olavarría, 1967, pág.1-28;
NARDI, “Contribuciones a la arqueología de San Juan”, Cuadernos nº 6, Buenos Aires,
Instituto Nacional de Antropología, 1967, pág. 339-381; BERBERIÁN, CALANDRA y SA-
CCHERO, “Primeras secuencias estratigráficas para San Juan (República Argentina): la Cue-
va El Peñoncito (Departamento Jáchal)”, Actas y Memorias del XXXVII Congreso Internacio-
nal de Americanistas, t. II, Mar del Plata, 1968, pág. 355-369.). No obstante estos anteceden-
tes, el primer programa continuo de investigaciones arqueológicas fue desarrollado desde
mediados de la década del 60 bajo la dirección de Mariano Gambier, en el ámbito institucio-
nal del Museo Arqueológico, convertido luego en el Centro de Investigaciones Arqueológicas
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y Museo de la Universidad Provincial “Domingo Faustino Sarmiento” y finalmente en el


Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la UNSJ (GAMBIER, Prehistoria de
San Juan, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, 2000, pág. 5). A
partir de estos trabajos surgió un modelo interpretativo general para explicar la prehistoria
sanjuanina. Este modelo se ha mantenido a través de varias décadas, con constantes aportes
de contenido, aunque sin mayores cambios estructurales o conceptuales, y constituye en la
actualidad una de las secuencias propuestas más completas que existen en la arqueología
argentina. Dada la significación de este esquema para el conocimiento del pasado arqueológi-
co de San Juan, resulta de interés su análisis y ubicación en relación a los postulados teórico-
metodológicos que han marcado la arqueología del siglo XX. Como resultado del abordaje de
algunos de los aspectos más representativos del modelo mencionado, se desprende su estrecha
vinculación con los postulados de la corriente histórico-cultural de mediados del siglo XX, y
una notable vigencia en el ámbito local de la interpretación resultante.

2- Fundamentos teórico-metodológicos

Noción de arqueología

Uno de los principales puntos de partida de la práctica arqueológica en el período


analizado es la ubicación de la arqueología dentro de la Historia, como disciplina dirigida a la
reconstrucción del pasado no abordable a través de documentos escritos:
“La arqueología es una disciplina histórica autónoma con un objeto propio bien delimitado
que trata, de manera rigurosa, de describir y explicar los hechos de la vida prehistórica de
determinados grupos, pueblos o naciones, el lugar o los lugares donde vivieron y los tiempos
en que existieron” (GAMBIER y MICHIELI, “Editorial. ¿Qué es la arqueología?”, Ansilta nº
5, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ 1994, pág. 2).

De esta manera, el objetivo de la arqueología es la reconstrucción de la historia de la


cultura indígena en tiempos prehistóricos:
“La arqueología es un trabajo de investigación y persigue el conocimiento y reconstrucción de
una parte del pasado que puede denominarse arqueológico, indígena, prehistórico o
prehispánico casi indistintamente” (MICHIELI, Investigación y patrimonio arqueológico,
http://www.ffha-unsj.net/instit/arqu/investigypatrimonio.htm, Facultad de Filosofía, Humanida-
des y Artes, UNSJ, 2002, pág. 2).

La descripción de “los lugares donde vivieron” es incorporada de esa manera al quehacer


arqueológico como un elemento esencial del estudio del pasado.
“Los restos arqueológicos en los que se fundamenta la arqueología prehistórica son hechos
producidos intencionalmente por el hombre en un pasado y lugar determinado y participan en
consecuencia de las dos dimensiones básicas de los fenómenos: la espacialidad y la
temporalidad” (GAMBIER, “Secuencia cultural agropecuaria prehispánica en los valles
preandinos de San Juan”, Publicaciones nº 18, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, UNSJ, 1992, pág. 1-2).

Esta concepción motivará una constante preocupación por la descripción del paisaje, el
clima, la vegetación y la fauna actuales de las localidades arqueológicas estudiadas y la
extrapolación de esas condiciones al pasado según la relación entre el medio geográfico y la
presencia de evidencias de ocupación humana. Pero el manejo de información geográfica se
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convertirá además en un instrumento de reconstrucción de las condiciones paleoambientales


de la región:

“Para nosotros la presencia humana en un espacio determinado supone condiciones ecológicas


favorables para su establecimiento durante un lapso de tiempo y la ausencia del hombre en ese
mismo lugar durante otro lapso de tiempo nos indica que el sitio estuvo afectado entonces por
condiciones vitales no favorables para su supervivencias” (GAMBIER, “Arqueología y
paleoclimas en los Andes Centrales Argentino-Chilenos”, Publicaciones nº 6, San Juan, IIAM,
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1979, pág.1).

Consecuentemente, este elemento constituirá una de las principales variables para


comprender el proceso de poblamiento regional y desarrollo de las sociedades indígenas
locales, ya que frecuentemente su perduración, extinción o cambio de residencia dependerá de
las modificaciones sufridas por el ambiente:

“(…) hacia el año 8200 antes del presente no hay rastros de vida sobre los alrededores de los
31º de latitud sur y a partir de esa fecha hasta 7900 antes del presente pareciera que hubiera
ocurrido una plena desertización con la consecuencia de la desaparición definitiva de la vieja
cultura”. (…) Posteriormente entre los años 4300 antes del presente y 3750 antes del presente
se nota nuevamente un vacío ocupacional que nosotros consideramos corresponde a un período
más seco que se mantiene estable con picos más óptimos en los años 3750, 3250 y 2450 antes
del presente con continuidad de mejores condiciones hasta 500 d.C. Entre esa fecha y 700 d.C.
pareciera que hubiera habido un período frío y nevador deducido de la falta de evidencias
humanas entre esas fechas” (GAMBIER, “Arqueología y paleoclimas en los Andes Centrales
Argentino-Chilenos”, Publicaciones nº 6, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades
y Artes, UNSJ, 1979, pág. 7).

“Por problemas de ciclos climáticos desfavorables [los grupos “Fortuna”] se replegaron hacia el
sur, dejando temporariamente vacío de población este territorio, hasta que llegaron, esta vez
procedentes de zonas meridionales, otros grupos que ocuparon los mismos sitios andinos y
utilizaron el mismo modo de vida que los anteriores pero que no se extendieron más al norte de
la latitud en que se encuentra nuestra ciudad, posiblemente por falta de condiciones vitales. Sin
embargo las mismas mejoraron y hace aproximadamente 4.000 años comenzaron a llegar,
nuevamente desde el norte andino y posiblemente empujados por excesos poblacionales,
nuevos grupos de personas diferentes con elementos culturales innovadores” (MICHIELI,
Investigación y patrimonio arqueológico, http://www.ffha-unsj.net/instit/arqu/
investigypatrimonio.htm, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 2002, pág. 3).

La noción de cultura

Geografía y tiempo, “espacialidad y temporalidad”, son elementos básicos del esquema


interpretativo analizado, en relación a los cuales se despliega “la cultura”. Pero la elaboración
de una historia cultural de la región implica en este modelo la identificación de “las culturas”
que se fueron sucediendo a través del tiempo, y esa determinación se realiza considerando que
una cultura arqueológica está constituida por una serie de características, rasgos o elementos
cuya presencia conjunta en varios sitios permite definir sus límites espaciales. La
identificación y ubicación cronológica de las culturas permite la elaboración de la “secuencia
cultural de la región”, la cual puede compararse entonces con las secuencias de otros lugares:

“(…) los restos individualmente considerados y como conjunto articulado se han relacionado
entre sí y con el medio ambiente en que, y en vista del cual fueron producidos; los que
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relacionados con el momento o tiempo en que ocurrieron han permitido (…) reconstruir
conceptualmente un período histórico determinado.
Este período histórico, juntamente con otros períodos ocurridos en el mismo sitio, han dado la
secuencia historia o cultural del lugar. La confrontación de las secuencias culturales de sitios
entre sí ha dado la secuencia cultural de la región, que constituye una unidad susceptible de ser
comparada con la de otros lugares articulados por la geografía” (GAMBIER, Prehistoria de
San Juan, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 2000, pág. 7).

La definición de las distintas culturas de la secuencia se realiza a partir de la búsqueda de


registros con características similares. Una vez definidas, las “culturas” son consideradas
como entidades concretas, en cierto modo independientes de las sociedades que las producen,
y capaces de actuar como organismos vivos. Consecuentemente, se puede aludir casi
indistintamente a las diferentes “culturas” identificadas o a los grupos humanos que le dan
origen:
“Esta primera excavación nos permitió observar que la cultura de Angualasto utilizaba también
el tipo de vivienda que los grupos anteriores habían adoptado en los mismos sitios (…)”
(GAMBIER, Prehistoria de San Juan, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y
Artes, 2000, pág. 55).
“[La Fortuna] fue una cultura preferentemente cazadora de guanacos y recolectora de huevos
de ñandú y frutos de algarrobo” (GAMBIER, Prehistoria de San Juan, San Juan, IIAM,
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 2000, pág. 21).
“Tanto Angualasto como Calingasta recibieron la invasión incaica aceptando algunos rasgos de
las tradiciones invasoras” (GAMBIER, “Secuencia cultural agropecuaria prehispánica en los
valles preandinos de San Juan”, Publicaciones nº 18, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, UNSJ, 1992, pág. 19).
“La cultura de Ansilta fue una cultura agrícola incipiente que tuvo una larga, débil y quizás
discontinua ocupación de la región durante aproximadamente dos mil años” (GAMBIER, La
Cultura de Ansilta, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1977, pág. 5).
“Otros elementos empleados por la cultura de Ansilta como materia prima textil son las fibras
de nervio y tendón extraídas de animales” (PALAVECINO y MICHIELI 1977, Textilería y
vestimenta de la cultura de Ansilta. En La Cultura de Ansilta, IIAM, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, UNSJ, pág. 177).

De la misma forma, los “rasgos culturales” que las conforman parecen tener también una
existencia autónoma:
“Esta región de Iglesia, particularmente durante los tiempos agropecuarios tempranos, debe
considerarse como estación transitoria de rasgos culturales en desplazamiento sobre todo si se
tienen en cuenta los fechados tempranos de esta fase cultural. Estos rasgos presionaron en todas
las direcciones una vez que se consolidaron en el valle de Iglesia y prendieron donde no había
otros firmemente establecidos. En Iglesia perduraron hasta el momento en que los desplazaron
nuevos rasgos procedentes del noroeste argentino” (GAMBIER, La fase cultural Punta del
Barro, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1988, pág. 134).

Implicancias metodológicas

La definición de los conjuntos arqueológicos de cada cultura se apoyó fundamentalmente


en un minucioso análisis de los estilos de artefactos líticos, cerámicos y textiles (mecanismo
que permitía la definición de “fósiles-guía” representativos de cada conjunto), aunque pres-
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tando también gran atención a otros aspectos de cada “cultura” individualizada, como las
características arquitectónicas, las manifestaciones artísticas o el registro arqueobotánico. La
consideración prioritaria de este tipo de registros y de los aspectos estilísticos facilitó la
realización de comparaciones y asociaciones, procedimientos que constituyen una de las bases
principales de la elaboración del esquema cultural indígena aquí comentado.
Por otra parte, las posibilidades de brindar una visión integral de cada cultura se relacio-
naron directamente con la cantidad de material arqueológico extraído, ya que un aumento
cuantitativo del registro garantizaba una correcta definición de los conjuntos arqueológicos de
las distintas culturas. Al mismo tiempo, dado que no todos los sitios presentan la misma clase
de registro arqueológico, la excavación de la mayor cantidad de éstos ampliaba considerable-
mente las posibilidades de brindar una descripción más completa de cada cultura. Esta pers-
pectiva implicó una gran inversión de trabajo de campo y la realización de un gran número de
excavaciones.
“Estos antecedentes precursores fueron superados después de más de doscientas excavaciones
estratigráficas y ciento veinte fechados de radiocarbono en que se basa la actual secuencia
cultural” (GAMBIER, Prehistoria de San Juan, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, 2000, pág. 5).

Esta búsqueda de elementos que contribuyeran a ampliar la reconstrucción de la cultura


material de cada grupo implicaba la localización y excavación de todos los sitios posibles:
“Ya no hay más sitios Ansilta o por lo menos si los hay serán muy difíciles de encontrar; por
ello y porque estimamos haber reunido los elementos de juicio necesarios como para trazar el
perfil básico de esta cultura, es por lo que nos hemos decidido a la publicación de este
volumen” (GAMBIER, La Cultura de Ansilta, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y
Artes, UNSJ, 1977, pág. 3).

A su vez, y en concordancia con el pensamiento antes descripto, estos sitios eran excava-
dos exhaustivamente, ya que sus distintos sectores podían brindar registros muy diferentes
vinculados con distintos aspectos culturales. Esta faceta del trabajo de campo se refleja en los
croquis que muestran las plantas de los sitios y los sectores excavados y ha sido señalada
indirectamente en algunas oportunidades:
“La gruta nº 1 de los Morrillos es de amplias dimensiones. La forma y tamaño de su planta sólo
pudieron determinarse luego de que fuera totalmente excavada y limpia de sedimentos”
(GAMBIER, La Cultura de los Morrillos, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes,
UNSJ, 1985, pág. 21).

Tal volumen de trabajo implicó en algunos casos la adopción de técnicas “de grano
grueso”, pero éstas parecen haber sido ajustadas en cierto grado para lograr mayor definición:
“La excavación fue realizada siguiendo la estratigrafía natural retirando inicialmente los
sedimentos en capas de 20 cm de espesor, pero en las campañas posteriores las capas fueron
retiradas cada 10 cm por razones de precisión” (GAMBIER, La Cultura de los Morrillos,
IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1985, pág. 23).

No obstante haber cumplido ampliamente los objetivos para los cuales fue adoptada, esta
perspectiva de trabajo ha dado lugar a serias objeciones:
“Los volúmenes excavados en múltiples yacimientos parecen exceder las posibilidades del
marco temporal del que dispuso (ya en 1977 había excavado más de cuarenta lugares
diferentes, en un lapso de once años –Gambier 1977:3), especialmente si se toman en
consideración las modernas técnicas y la conceptualización actual de los vestigios y de sus
posibilidades de investigación” (BÁRCENA “La arqueología prehistórica del Centro-Oeste
Argentino”, Xama, nº 2, Mendoza, INCIHUSA, 1989, pág. 37).
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La explicación del cambio cultural

Una característica relevante de estas “culturas” es su marcado conservadorismo, una


tendencia a mantener sus elementos constitutivos y a oponerse al cambio, aun en períodos
cronológicos del orden de los miles de años:
“Los grupos humanos portadores de la cultura [Morrillos] ocuparon los sitios entre los años
6000 y 2000 a.C., sin que en la misma se produjeran, durante ese lapso, variaciones
significativas que modificaran sus rasgos iniciales” (GAMBIER, La Cultura de los Morrillos,
IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1985, pág. 165).
“La cultura [Ansilta] en general desde sus comienzos hasta sus momentos finales casi
estrictamente permanece idéntica y la inclusión de nuevos elementos creados o producto de la
imitación sumamente escasos y perfectamente destacables” (GAMBIER, La Cultura de Ansilta,
IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1977, pág. 164).
“La vida de estos grupos [Ansilta] (…) se mantuvo idéntica por más de dos milenios, sin
alcanzar jamás un desarrollo agropecuario y demográfico que alterara su sistema de vida”
(GAMBIER, “Secuencia cultural agropecuaria prehispánica en los valles preandinos de San
Juan”, Publicaciones nº 18, San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes,
UNSJ, 1992, pág. 11).
“Estos grupos fueron conservadores, y aunque incorporaron nuevos recursos técnicos como el
tejido y la confección de cerámica, mantuvieron su particular forma de vida durante 2.000
años“ (MICHIELI, Investigación y patrimonio arqueológico, http://www.ffha-unsj.net/instit/
arqu/investigypatrimonio.htm,, 2002, pág. 3).

Pero si es tan marcada la oposición al cambio, ¿cómo puede explicarse que éste ocurra y
que haya una sucesión de culturas que muestran diferencias internas importantes? La respuesta
se encuentra no en el interior sino fuera de las “culturas”: el cambio se produce por la acción
de agentes externos, ya sea por las condiciones ambientales adversas (ver supra) o por el
contacto con otras culturas o sociedades, y tiene generalmente dos manifestaciones: la
adopción de nuevos rasgos culturales y la migración, fusión o recambio de grupos humanos.
“La primera etapa o período corresponde a los cazadores-recolectores Fortuna, que procedían
del norte y ocuparon el territorio entre los años 6500 y 6200 a.C. cuando desaparecieron
gradualmente. La segunda etapa, o de los cazadores-recolectores Morrillos, provino del sur
(…); durante los primeros 500 años sus emplazamientos coincidieron con los de los cazadores
Fortuna ya en extinción.
Los cazadores Morrillos duraron en nuestro territorio hasta el año 2200 a.C. y se retiraron hacia
el sur por la presión de los grupos con agricultura incipiente, denominados por nosotros cultura
de Ansilta. Éstos procedían del norte y aparecieron en nuestro territorio hacia el año 1800 a.C.
(…).
A los grupos con agricultura incipiente de la cultura de Ansilta le sucedieron otros grupos con
agricultura y ganadería desarrolladas (…). La aparición de la agricultura temprana se debió a
migrantes del noroeste argentino que, al fusionarse con los grupos anteriores, formaron la
cultura o fase cultural Punta del Barro (…).
Desaparecida la cultura Punta del Barro, y estando vigente la cultura Calingasta, llegó la
invasión de la vigorosa cultura de La Aguada procedente del noroeste argentino (…).
Hacia el año 1200 d.C., por la actuación de nuevas migraciones del noroeste argentino sobre los
grupos nativos, se produjo la formación de la cultura de Angualasto.
Los grupos de la cultura Calingasta, aculturados con Aguada e influidos constantemente por las
migraciones trasandinas, formaron una poderosa unidad, que luego se proyectó hacia el este y
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sur de Calingasta (…)” (GAMBIER, Prehistoria de San Juan, San Juan, IIAM, Facultad de
Filosofía, Humanidades y Artes, 2000, pág. 5-6).

Los contactos con otros grupos son los responsables de la adquisición de significativos
elementos, como los cultivos y la cerámica:

“La agricultura llegó a nuestro actual territorio de manera inicial hacia los comienzos del año
1800 a.C. Fue traída y mantenida por grupos esencialmente cazadores-recolectores (…). El
origen de los mismos hay que buscarlo en los grupos marginales de los centros nucleares de la
agricultura del Perú antiguo del período arcaico tardío, de donde fueron desplazados por
agricultores y pastores de tiempo casi completo (…)” (GAMBIER, Prehistoria de San Juan,
San Juan, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, 2000, pág. 29).
“Pareciera que siempre hubo (…) algunas comunicaciones con grupos quizás reconocidos
como parientes, particularmente del norte de Chile, de los cuales recibieron algunas novedades
como la alfarería por los alrededores del año 250 a.C. o antes” (GAMBIER, La Cultura de
Ansilta, IIAM, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1977, pág. 6).

Esta dinámica de migraciones y reemplazos poblacionales es reflejada generalmente en


mapas que ilustran el origen y destino de rasgos, culturas, grupos, etc. (Figura 1).

6 8º 70º 68º

30º

Valle
De
Iglesia
E

2 6º
L
C H

Valle
De Ullún
Calingasta
I L E

San Juan
Zonda
I

30º 32º
Guan acache
H

San Juan
C

Mendoza Uspallata

34º Mendoza

Figura 1: Explicación gráfica de los cambios culturales prehistóricos. Los mapas muestran el origen de
los elementos culturales que dieron lugar a la formación de la “Cultura de Ansilta” y la “dirección de
las migraciones de la cultura Calingasta”. Redibujado de Gambier (2000).
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3- Consideraciones finales

Del análisis de los aspectos teórico-metodológicos vinculados con la práctica arqueológi-


ca reciente en la provincia de San Juan se desprenden dos conclusiones principales:
1) La total adecuación de los lineamientos de la arqueología local a los postulados de la
Escuela Histórico Cultural, explicable a partir de la fuerte impronta historicista en la
formación de los investigadores cuya obra se ha analizado. Se destacan en este modelo,
como se ha observado, la elaboración de una historia cultural y la descripción de los
elementos de esa secuencia como objetivo de los estudios arqueológicos, la concepción
de la cultura arqueológica como un conjunto de rasgos o características que se reiteran en
distintos sitios, que corresponden a determinado grupo y que reflejan una serie de normas
o patrones culturales, la consideración de las culturas como entidades marcadamente
conservadoras y la explicación del cambio cultural por medio de agentes externos a cada
cultura -fundamentalmente contactos interculturales, migraciones y cambios ambientales-
(TRIGGER, Historia del pensamiento arqueológico, Barcelona, Crítica, 1992). Como
resultado, se ha elaborado una extensa secuencia cultural que muestra la sucesión de
diversos grupos humanos y cambios en la cultura material a lo largo de los últimos 8.500
años radiocarbónicos.
2) Una notable persistencia a lo largo de las últimas décadas del modelo resultante, el cual
no ha presentado cambios significativos en su estructura. Esta permanencia se vincula
con la existencia en la provincia de San Juan de una única visión del pasado prehistórico,
debido a la ausencia de otros grupos investigadores que pudieran realizar propuestas
teórico-metodológicas alternativas. Por lo tanto, la consolidación y vigencia de una forma
única de considerar y estudiar el pasado prehistórico local parecen estar estrechamente
vinculadas con las condiciones de relativo aislamiento que han caracterizado a las
investigaciones arqueológicas desarrolladas en esta provincia durante las últimas décadas
del siglo XX. Esta tendencia recién ha comenzado a modificarse muy recientemente con
el inicio de actividades arqueológicas por parte de grupos de estudio independientes del
organismo académico en cuyo marco se realizaron los estudios analizados en el presente
trabajo. Asimismo, otro elemento que puede haber incidido en esta situación es la falta de
promoción de investigadores locales a través de mecanismos efectivos de formación de
recursos especializados que, a su vez, pudieran incorporar cambios en las perspectivas
aplicadas al estudio arqueológico del pasado, Esta situación responde específicamente a
una determinada concepción sobre el tema (GAMBIER y MICHIELI, “Editorial; La
arqueología en la Universidad. A propósito de crear carreras de arqueología en la
Argentina”, Revista Ansilta, nº 2, San Juan, Ansilta Editora, 1994, pág. 2), que en los
últimos tiempos se ha visto perpetuada por decisiones vinculadas con la política
universitaria local (GARCÍA, Los primeros pobladores de los Andes Centrales
Argentinos, Mendoza, Zeta, 2004, pág. 97-98).

4- Bibliografía

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