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Mirándome en el espejo del baño privado, hice una mueca. Uf, parecía
tan fatigada como me sentía. Al menos no tenía bolsas debajo de los ojos.
Había dormido poco. Dax no se había conformado con una ronda de
sexo. No, había habido más.
Me había jodido la boca. Como, literalmente la jodió, y mi garganta.
También me había tomado bruscamente por detrás mientras tenía dos
dedos enterrados en mi trasero.
Básicamente, no había mentido cuando dijo que tenía la intención de
usarme y contaminarme.
Como tal, me dolía en algunos lugares, pero no tanto como para
dolerme al caminar o algo así. Lo cual fue bueno, porque tenía un largo
día por delante.
Después de hacer mis asuntos matutinos, entré a mi nueva habitación.
Dax no estaba a la vista, pero podía oírlo dando vueltas en el piso de
abajo. No fue una sorpresa despertarme con una cama vacía: era un tipo
ocupado con varios negocios que supervisar. Sabía por experiencia
personal que ya era bastante complicado gestionar uno.
Saqué del armario mi bolsa de lona del día siguiente, que había traído
aquí a principios de esta semana. Mientras la dejaba sobre la cama,
escuché el timbre de mi teléfono con otro mensaje de texto entrante.
A menudo me despertaba y encontraba docenas de correos
electrónicos del trabajo esperando una respuesta, pero generalmente no
una gran cantidad de mensajes de texto de amigos y familiares. Sin
embargo, esta mañana había recibido varios mensajes de varias
personas: algunos ‚registr{ndose‛ otros pregunt{ndome cómo fue mi
noche de bodas, otros agradeciéndome por invitarlos al evento y
diciéndome que se lo pasaron muy bien.
Los correos electrónicos de registro fueron enviados por mis
hermanas y mi mamá. Realmente, querían saber que estaba bien y que
no me arrepentía de nada, así que les aseguré que no tenían por qué
preocuparse. Sabrina simplemente quería saber si a Dax le gustó el
corsé. Le dije que fue un éxito, sin mencionar que lo había roto.
Decidí que leería mi nuevo texto en un rato, me puse algo de ropa, me
apliqué un poco de maquillaje y luego bajé las escaleras con mi celular
en la mano. Siguiendo el sonido de una voz ahogada, encontré a Dax
sentado en una mesa en el patio. Estaba hablando por teléfono, con un
plato casi vacío y una taza medio llena frente a él.
Y parecía fresco como una maldita margarita, no como alguien que
había pasado la mayor parte de la noche despierto.
Dios claramente tenía favoritos, y Dax era uno de ellos.
Alrededor de la mesa había platos cubiertos por cúpulas de acero
inoxidable. También esperaba un plato sin usar, cubiertos, una taza, una
jarra de café y una crema. Eso explicaba por qué los olores a café y
comida flotaban en el aire.
Me vio y levantó la barbilla a modo de saludo. Aunque sus ojos se
calentaron, no hizo ningún intento de tocarme. No me mostró una suave
sonrisa ni hizo una pausa en su conversación para hablarme, pero no
esperaba nada diferente, dado que él no era afectuoso ni táctil por
naturaleza. Además, podíamos estar legalmente vinculados por
matrimonio, pero no emocionalmente.
Respondiendo con una rápida sonrisa, tomé asiento frente a él,
encantada de encontrarlo cálido. La pérgola proporcionaba mucha
sombra, pero el calor del sol se había filtrado en la tela de la silla.
Podía entender por qué eligió desayunar aquí. Era increíblemente
pacífico. Había muy poco ruido. Debajo del sonido de la voz de Dax,
solo se oía el canto de los pájaros, el leve crujido de los árboles altos y el
chirrido muy lejano de una cortadora de césped.
Hambrienta y curiosa, levanté cada una de las cubiertas del domo una
por una para ver qué selección de comida me esperaba. Cargué mi plato
con panqueques y arándanos, los cubrí con jarabe de arce y luego me
preparé una taza de café.
Cuando me llevé el primer bocado de comida a la boca, casi gemí.
Maldita sea, esos panqueques estaban buenos. Mientras masticaba,
revisé el mensaje de texto que había recibido hace apenas unos minutos.
Era de Ollie, preguntándome si necesitaba ayuda para trasladar mis
cosas a casa de Dax. Sentí que mi cara se suavizaba. Sabía que era su
manera de decirme que, a pesar de sus reservas, él estaría totalmente
apoyándome de ahora en adelante.
Le envié un mensaje de texto agradeciéndole su oferta pero
asegurándole que lo tenía cubierto. Dax ya me había informado que él,
sus hermanos, Jag y Maverick se encargarían de eso.
Mientras devoraba mi desayuno, revisé mis correos electrónicos.
Notifiqué a mis clientes que, debido a que me casaría, no estaría
disponible desde ayer hasta mañana. Aunque les había dicho que
reenviaran cualquier consulta a Sabrina, todavía tenía un montón de
correos electrónicos y mensajes de voz, ninguno de los cuales
respondería hasta mañana.
Finalmente, Dax cortó su llamada. Apoyando su teléfono sobre la
mesa de cristal, dijo:
―Buenos días.
―Buenos días ―saludé, bajando mi propio celular a la mesa―.
¿Cuánto tiempo llevas despierto?
―Alrededor de una hora y media, pero no me entregaron la comida
hasta que te escuché moviéndote arriba.
¿Una hora y media? Le di una mirada asesina.
―Debe ser agradable ser la viva imagen de la alerta cuando dormiste
tan poco.
Con los labios arqueados, levantó una ceja.
―¿Est{s diciendo que hubieras preferido dormir a tener orgasmos?
―No. ―Tomé el último trozo de panqueque con un tenedor y lo
sumergí en lo que quedaba de mi almíbar―. Simplemente me molesta
que parezcas tan listo y atento mientras que yo parezco que podría
quedarme dormida en cualquier segundo. ―Simplemente no era justo.
―Luces bien follada ―corrigió, su tono casual―. Nada de malo con
eso.
Parpadeé y me detuve de masticar mi comida. Solo él podía hablar de
sexo con la misma indiferencia con la que también hablaba del tiempo.
Cogió su taza.
―Maverick, Jag y mis hermanos se reunirán con nosotros en tu casa
en una hora para que podamos trasladar tus cosas aquí.
―Supongo que uno de ellos conducir{ algo lo suficientemente grande
como para transportar muebles ―dije, bajando los cubiertos a mi plato.
―Maverick va a pedir prestada la camioneta de su papá.
―Ollie se ofreció a ayudar, que en realidad es él extendiendo una
rama de olivo.
―Bien. Preferiría que no estuvieras en desacuerdo con tu hermano.
―Dax tomó un sorbo de su café―. Hablando de ramas de olivo...
Grayden me envió un correo electrónico esta mañana.
Me quedé quieta mientras buscaba una toallita húmeda.
―Afirma que se arrepiente de cómo se ha comportado recientemente,
más específicamente de su defensa a Felicity y Blaise.
Sentí que mi ceño se fruncía.
―¿Defensa?
Dax bebió más de su bebida.
―Algún tiempo después de que llamé a Felicity para advertirle lo
excepcionalmente estúpida que sería que ella o su hijo volvieran a
joderte, Grayden se puso en contacto conmigo e insistió en que yo estaba
reaccionando de forma exagerada y que había habido un 'malentendido'.
Juró que Blaise no había pintado el letrero y sostuvo que Felicity solo
había sido grosera contigo porque estaba borracha.
Que idiota. Grayden sabía que ella era una perra conmigo en general, y
sabía que Blaise era un vándalo regular. Por otra parte, Grayden estaba
obligado a defender a su familia, ¿no?
Olfateando, abrí el envoltorio de la toallita húmeda.
―Tomar a la ligera su comportamiento fue una mala jugada, pero es
natural que sea protector con ellos.
―No creo que fuera una cuestión de protección. Creo que estaba
enojado conmigo por hacerte mía y usó mis advertencias a Felicity y
Blaise como excusa para reprocharme.
Sentí que mis cejas se arqueaban.
―¿Qué te hace pensar eso?
―Había amargura en sus palabras. La emoción estaba fuera de lugar.
¿Por qué estar amargado por haberle advertido a su mujer y a su
hijastro?
Por qué, de hecho. Limpiándome los dedos pegajosos, incliné la
cabeza.
―¿Qué hiciste?
―Le envié las im{genes de CCTV que mostraban a Blaise claramente
destrozando la señal de estacionamiento. Eso habló por sí solo. No iba a
dejarme incitar a entablar una discusión solo para que Grayden tuviera
una excusa para desahogarse.
Si mi ex había intentado provocar una reacción real en Dax, había
tomado el camino equivocado. No podías aspirar a enfrentarte con un
maestro manipulador a menos que tuvieras un juego propio serio.
Grayden no lo tenía.
―¿Cu{l fue su respuesta a las imágenes?
―No hubo ninguna. No volví a saber de él hasta esta mañana. Se
disculpó por cómo había actuado. ―Dax hizo una pausa―. También
sugirió que tú y yo fuéramos a cenar con él y Felicity pronto.
―¿Qué? ―Solté con una risa sin humor de pura incredulidad―. ¿Por
qué? Quiero decir, sé que ustedes dos alguna vez fueron amigos, pero
eso fue en la escuela secundaria, ¿verdad?
―Sí. Perdimos el contacto una vez que fue a la facultad de derecho.
Creo que quería distanciarse de mí debido a mi reputación por temor a
que ningún bufete de abogados lo contratara. ―Se encogió de hombros,
sin molestarse―. Proponer que cenemos es m{s o menos una oferta de
paz. Probablemente espera poder suavizar las cosas.
―Probablemente. No quisiera que mi familia estuviera en tus malos
libros. ―Dejé caer la toallita usada con aroma a limón en mi plato―. Si
quieres que hagamos las paces con ellos, lo haré. Como dije antes, no
quiero que estés en desacuerdo con tu familia.
Aunque, sinceramente, no estaba segura de que fuera de gran ayuda.
Felicity estaría furiosa porque me había casado con su primo. Vernos a
Dax y a mí juntos no sería algo que ella disfrutaría, y mucho menos
tomaría con gracia.
―Y como te he explicado antes, Felicity y Blaise pueden ser mis
parientes consanguíneos, pero no tenemos ninguna relación. ―Dax dejó
su taza―. Tú, en vez de eso, eres mi esposa. No voy a ponerte en una
situación incómoda de ningún tipo. Tampoco esperaría que hicieras las
paces con alguien que, francamente, no lo merece.
Oh. Bien. De acuerdo entonces.
―¿Has respondido a su correo electrónico?
―No. Tampoco tengo intención de hacerlo. Recibir{ el mensaje, pero
si decide ignorarlo y se comunica contigo sobre esto, ya sea por teléfono
o correo electrónico, dímelo.
―No podr{ contactarme por teléfono. Bloqueé su número
recientemente. Debería haberlo hecho hace meses en lugar de aguantar
que él llamara y enviara mensajes de texto cuando quisiera, pero no
quería darle esa satisfacción.
Las cejas de Dax se arquearon.
―¿Llamar y enviar mensajes de texto sobre qué?
―Nada. Cosas aleatorias y sin importancia. Lo cual fue una mierda,
ya que me prometió no tener contacto. ―Pero Grayden tenía la
costumbre de romper promesas en lo que a mí concernía―.
Probablemente te tiene suficiente miedo como para dejarme en paz de
ahora en adelante.
―Si no se detiene, quiero saberlo ―me dijo Dax, con una advertencia
en su mirada.
―Est{ bien ―accedí, m{s que dispuesta a entregarle el problema a él
si eso significaba finalmente conseguir un poco de paz con mi ex.
Dax se levantó de su silla.
―Pediré que alguien venga a recoger la vajilla y las sobras. Una vez
que hayas terminado, podemos irnos. ¿A menos que necesites más
tiempo?
―No, estoy lista cuando sea.
Poco tiempo después, estaba caminando hacia la puerta de mi casa;
bueno, ahora era más o menos la puerta de la casa de Alicia, ya que hoy
me mudaría y ella pronto sería dueña de la casa. Solté un suspiro, no me
gustaba el fuerte calor del sol presionando mi piel. Sacando las llaves del
bolsillo, vi a Dax. Todavía estaba en su auto, sus labios se movían
rápidamente, por lo que obviamente aún no había terminado su llamada
de negocios.
No había ninguna furgoneta ni vehículos desconocidos estacionados
cerca, por lo que claramente mis ayudantes aún no habían llegado. A
menos que llegaran tarde, deberían estar aquí en los próximos quince
minutos aproximadamente.
Al entrar a la casa, llamé por el nombre de Alicia. En lugar de cerrar la
puerta principal detrás de mí, la dejé ligeramente entreabierta para que
Dax pudiera entrar cuando estuviera listo.
Salió de la sala de estar con una enorme sonrisa en su rostro.
―Bueno, hola, señora Mercier. ¿Cómo es el santo matrimonio?
―Hasta ahora, todo bien. ―Le di un r{pido abrazo―. La gente llegar{
pronto para ayudarme a mover mis cosas.
―Sí, recuerdo que dijiste que Dax, sus hermanos y dos de sus amigos
estarían aquí. Mantendré a todos atiborrados de bebidas. ¿Por qué
cargar cajas cuando puedo ver cómo sus músculos se ondulan y se
tensan? Ese no es un espectáculo que quiera perderme.
Me reí.
―¿Me perdí algo interesante después de que dejé el lugar anoche?
Ella frunció los labios.
―Harri y Drey intercambiaron números, pero no como dos personas
que buscaban tener una cita. Quiere que ella le dé lecciones privadas a
su perro; aparentemente el can es un lunático al que hasta ahora ha sido
imposible entrenar.
Huh.
―¿Qué hay de ti y de Jag? ¿Se intercambiaron números?
―No voy a mentir, el tipo est{ muy bueno como un hijo de puta, pero
Raven me dijo que está saliendo con alguien. Trabaja en la misma tienda
de tatuajes que él. La que posee Caelan.
Sentí mis hombros hundirse.
―Qué lástima.
―Todos los bonitos est{n ocupados últimamente.
Las bisagras de la puerta crujieron cuando Dax entró.
Mi hermana saludó.
―Hola, cuñado.
Inclinó la barbilla.
―Alicia. ―Habiendo echado un buen vistazo a las pilas de cajas
esperando en el pasillo, deslizó su mirada hacia mí―. ¿Te das cuenta de
que casi la mitad están etiquetados como 'libros'?
Tiré de la parte inferior de mi camiseta.
―Sí. No me disculparé. Es una adicción inofensiva.
Él tarareó.
―Mi mam{ tiene una gran cantidad de libros, pero creo que tú
puedes superarla.
―No te preocupes, todos caben en mi estantería.
Su frente se abolló.
―¿Hay una estantería lo suficientemente grande como para contener
tantas novelas?
Alicia se rió entre dientes.
―Sí. Tiene escaleras y todo.
―Encajar{ perfectamente bien en la terraza acristalada ―le aseguré.
Era la habitación que él había despejado para que yo pudiera montar
una oficina en casa.
En ese momento, alguien llamó a la puerta principal. Nuestros
ayudantes finalmente llegaron. Dax les dio la bienvenida al interior y
Alicia tomó pedidos de bebidas. No me perdí que una larga y acalorada
mirada pasó entre ella y Jag.
Traté de ayudar a mover las cajas y los muebles, pero los muchachos
se negaron, diciendo que ya tendría suficiente que hacer una vez que
llegara el momento de desempacar. Maverick también afirmó que sus
mamás los matarían si se enteraran de que sus hijos no habían hecho el
trabajo pesado por mí. Como tal, mayormente estuve con Alicia y en
silencio los cosifiqué hasta el cansancio.
No me malinterpretes, no tenía ojos ni interés en nadie más que en
Dax. Eso no significaba que no pudiera reconocer cuando otro chico era
atractivo, y oh, lo reconocí.
A pesar de ser primos, Maverick y Jag no se parecían mucho, aunque
ambos eran altos y tensos. Delgado y tonificado con una lengua
plateada, Maverick lucía cabello entrecortado del color de un oro
descolorido y ojos color avellana claro que mantenían un brillo
permanente de ‚mis intenciones no son buenas‛. Jag era un pedazo de
cielo de chico malo ancho, musculoso, de ojos oscuros y tatuado que no
hablaba mucho; era más bien un gruñón, pero de una manera
inexplicablemente atractiva.
Me pareció interesante que, después de su choque inicial de miradas,
Jag se asegurara de no mirar en la dirección general de mi hermana. De
manera similar, aunque ocasionalmente le echaba un vistazo a su trasero
cuando él se inclinaba para levantar cosas, Alicia le prestaba poca
atención.
Mientras los chicos tomaban un breve descanso, le entregué un vaso
de agua a Drey y le dije:
―He oído que mi hermanita te ayudar{ a entrenar a tu perro.
Me dedicó una sonrisa con hoyuelos.
―Esa es mi esperanza, pero otros entrenadores han fracasado, así que
no soy optimista y no quiero faltarle el respeto a Harri. Él es solo un
loco.
―Realmente lo es ―coincidió Caelan, tomando un vaso frío de
limonada que le tendía Alicia―. Y comer{ cualquier cosa.
Maverick asintió, sus ojos brillaban con humor y frustración.
―Intentó morder la rueda de mi motocicleta, y mi teléfono, y mi trapo
de aceite.
Drey suspiró y se pasó los dedos por el cabello corto y oscuro.
―Estoy empezando a pensar que no tiene sentido del gusto.
―¿Quién? ―preguntó Jag mientras caminaba hacia el pasillo después
de salir del medio baño.
―Sabre ―respondió Dax.
Jag gruñó.
―Sí, cualquier criatura que intente comerse voluntariamente una
botella de gel antibacteriano y no puede saborear la mierda no está bien
de la cabeza.
―Podrían ser ambas cosas ―dijo Dax―. Fue una suerte para él que
Drey le quitara la botella antes de que sus dientes pudieran perforarla.
Los ojos de Drey, de un color azul medianoche oscuro que era
excepcionalmente llamativo, se posaron en mí nuevamente.
―No nos malinterpretes, Sabre es un gran perro. Resulta que también
es un dolor de cabeza entrenar.
―Si alguien puede ayudar, esa es Harri ―declaró Alicia.
―Definitivamente ―estuve de acuerdo―. Ella es m{gica con los
perros.
Una vez que terminó el descanso, los chicos comenzaron a trasladar
las últimas de mis cosas a la camioneta. Mientras tanto, yo, después de
una larga y ardua lucha, logré meter a Gypsy en su transportadora de
mascotas mientras Alicia empaquetaba las pocas cosas del gatito que
había dejado por ahí, como la cama y los platos de comida.
Finalmente, todo estuvo hecho. Me despedí de mi hermana, susurré
un adiós mental a la casa (diciéndome a mí misma que no sentía ganas
de llorar) y regresé a la villa de Dax.
Como necesitaba mantener a Gypsy adentro durante algunas semanas
para que aceptara que éste era su nuevo hogar, no la dejé salir de la
transportadora hasta que los muchachos terminaron de llevar todo
adentro. Ella casi salió volando con un aullido de queja y luego
desapareció en la cocina.
Dejándola explorar, fui directamente al dormitorio principal, donde
me esperaban muchas de mis cajas. Otras estaban en lo que sería mi
oficina, donde los hombres estaban instalando mi estantería; habían
tenido que desarmar algunas partes para sacarla de la casa y meterla en
la camioneta.
Puse algo de música en mi teléfono mientras desempacaba. Dax ya
había limpiado una cómoda para mí, junto con la mitad del armario.
Ahora también tenía cajones libres en el baño. Como tal, no me costó
encontrar lugares para todo.
Cuando finalmente terminé, busqué en la casa alguna señal de Gypsy.
No se la veía por ningún lado, así que le preparé algo de comida y luego
me uní a Dax y nuestros ayudantes en el patio. Estaban sentados,
hablando y bebiendo cerveza.
Dax me vio.
―Voy a pedir la cena para todos nosotros. ¿Qué te apetece comer?
Ni siquiera tuve que pensar en eso.
―Pizza. No me importa qué ingredientes lleve... ―Dejé de hablar
cuando alguien llamó a la puerta principal. Cuando la abrí y encontré a
Sabrina esperando, con docenas de bolsas de regalos a sus pies, recordé
que había prometido dejar los regalos de boda en nombre de nuestro
equipo.
Su boca se hizo más delgada.
―Olvidaste que iba a venir, ¿no?
―No. Algo así. Ven, déjame ayudarte. ―Agarré algunas de las bolsas
y, juntas, las llevamos todas adentro y las dejamos caer en el pasillo.
Al ver a los chicos a través de la puerta de la sala, saludó con la mano.
―Hola, chicos lindos. ―Después de que ellos mismos gritaron sus
propios saludos, ella echó un largo vistazo a su alrededor―. Hola,
bonita casa.
―Te dije que era la mierda.
Ella se frotó las manos.
―Entonces, ¿cómo es ser esposa?
―No es muy diferente, si eso te hace sentir mejor por el disgusto de
Tamara por el matrimonio.
Su labio superior se curvó.
―No es así.
―Sé honesta, ¿qué es lo que realmente deseas m{s: casarte o celebrar
una boda?
―Esto último ―admitió.
Irreal.
―Bueno, ¿qué tal si te hago una fiesta de cumpleaños el año que viene
con tema de boda y tú eres básicamente una novia por un día?
Sus ojos se iluminaron.
―Oh, Dios, me encantaría.
―Ahí. Problema resuelto. ―Incliné la cabeza―. ¿Quieres quedarte a
comer pizza?
―Oh, definitivamente. Primero quiero un recorrido por la villa.
―Entonces vamos.
Sintiendo que se me arrugaba la nariz, negué con la cabeza.
―No creo que podamos hacer que esto funcione.
―Yo tampoco. ―Sabrina agitó una mano hacia la sala de actos en la
que estábamos, que era muy parecida a un salón de baile
contemporáneo―. Este lugar es perfecto para su visión, pero no tiene
suficiente espacio para sentarse; tienen una lista enorme de invitados.
Asentí, preocupándome el labio inferior.
―Si est{n dispuestos a acortar la lista, podríamos hacerlo realidad.
Simplemente no estoy segura de si estarán de acuerdo.
―Podrían. Quiero decir, parecía que tenían el corazón puesto en
organizar la fiesta aquí.
―Eso es cierto. ―Un grupo de tres hermanos querían organizar una
fiesta de aniversario de bodas para sus papás, y esperaban realizar el
evento aquí, donde se llevó a cabo la recepción de boda de sus pap{s―.
Los llamaré más tarde y veré de qué manera están dispuestos a llegar a
un acuerdo.
Cuando salimos de la habitación y comenzamos a caminar lentamente
por un pasillo muy grande, Sabrina dijo:
―Es un lugar hermoso. Me recuerda un poco a dónde te casaste.
―Tiene la misma vibra atemporal ―estuve de acuerdo.
Mañana haría exactamente tres semanas que le hice mis votos a Dax.
En ese momento, ya estaba instalada en mi nuevo hogar, al igual que
Gypsy, aunque a veces visitaba a Alicia.
Dax y yo habíamos caído en una rutina constante. Desayunamos
juntos, nos íbamos a trabajar, regresamos a casa, cenamos mientras
compartíamos anécdotas sobre el día del otro y luego, en general,
disfrutamos de un tiempo a solas para relajarnos.
Normalmente miraba la televisión en la sala de estar o leía un poco en
mi oficina. Él, por lo general, iba a nadar o pasaba tiempo frente a su
computadora portátil mientras se relajaba en el patio, en el balcón de
nuestra habitación o en su propia oficina de la casa.
Luego nos acostábamos y él me follaba como si no tuviera otro
propósito en la vida.
―Aún no he convencido a Marleigh para que me deje ponerle nombre
a su bebé ―dijo Sabrina, sac{ndome de mis pensamientos.
La absurda afirmación me hizo sonreír.
―Dudo que lo hagas.
―Debemos mantener la esperanza.
―¿Por qué yo debería esperar que ella te permita hacerlo?
Sabrina me lanzó una mirada de ‚¿Eres tonta?‛
―Ya sabes cómo son ella y Ollie. Le pondr{n al bebé un nombre
aburrido y viejo. Como Bessie o Reginald. ―Ella se estremeció.
―No hay nada malo con esos nombres.
―Aburridos y viejos ―repitió Sabrina―. Ella y Ollie deberían dejarlo
en mis manos. Le daré al bebé un nombre increíble.
―Realmente no veo que te entreguen ese poder, pero sigue
molestándolos si sientes que debes.
―Debo hacerlo, o el niño será intimidado de por vida.
―Hablando de tu hermana< No olvides que la llevaremos a comprar
cosas para bebés este fin de semana. ―Alicia y Harri también vendrían
con nosotras.
―No hay posibilidad de que lo olvide. Estoy deseando que llegue.
―Sabrina sonrió, juntando sus manos―. No puedo esperar a ser tía.
Ser{<
―Bueno, mira quién es.
Casi tropecé al escuchar la familiar voz masculina. No. No, no ese
imbécil espeluznante.
Vestido con un traje a medida, Jenson salía de una habitación más
adelante donde parecía estar teniendo lugar un cóctel. Un grupo de
hombres igualmente elegantemente vestidos lo seguían.
Sabrina gimió en voz baja.
―No soporto a este bicho raro. ―Ella se había topado con él un par
de veces mientras me visitaba en la que solía ser mi casa.
―No conozco a nadie que pueda. ―Mientras él estaba bloqueando mi
camino, de mala gana me detuve y le di una sonrisa tranquila.
Su propia sonrisa, en vez de eso, era amplia e íntima.
―Addison, ¿cómo est{s? ―preguntó, acerc{ndose.
―Estoy bien. ―Me tensé cuando pasó un brazo sobre mis hombros,
repito, pasó un brazo sobre mis hombros, mientras se giraba hacia sus
amigos.
―Esta es Addison Mercier, la esposa de Dax ―les dijo con la
familiaridad de alguien que presenta a su hermano―. Tengo el placer de
decir que ambos son amigos míos.
¿Amigos? Resoplido. Ni siquiera cerca.
Sabrina me vio con ojos llenos de humor y luego apartó la mirada,
probablemente luchando por contener la risa.
Mira, esto era una ‚cosa‛ ahora. Las personas que solo conocía
superficialmente no solo actuarían de manera extremadamente amigable
conmigo, sino que me presentarían como su amiga ante los demás,
asegurándome siempre de añadir que yo era la esposa de Dax Mercier.
Básicamente, les gustaba insinuar a los demás que tenían algún tipo de
conexión con él.
Sabrina había tenido razón cuando predijo que mi matrimonio con
Dax tendría un impacto positivo en Sapphire Glade. Fue agradable y
todo eso, pero quería que la gente nos contratara porque lo merecíamos,
no porque quisieran sumar puntos con Dax. Algunos incluso le
preguntarían si asistiría a su evento.
¿Por qué diablos lo haría?
Salí suavemente de debajo del brazo de Jenson y les di a sus asociados
una sonrisa educada.
―Es un placer conocerlos a todos. Esta es mi amiga, Sabrina.
Los hombres nos saludaron a ambas calurosamente y dos parecieron
algo divertidos. Me dio la impresión de que sabían que Jenson estaba
lleno de mierda.
Volvió a centrarse en mí.
―¿Cómo est{ Dax? Se veía bien la última vez que lo vi.
―¿Cu{ndo fue eso? ―pregunté.
Su boca se abrió y se cerró de golpe.
―Recientemente ―finalmente decidió decir.
―Ah. Bueno, lo est{ haciendo muy bien.
Sabrina señaló a Jenson.
―Pareces familiar... ¿Estuviste en su boda? ―preguntó ella, sabiendo
muy bien que él no estuvo.
Jenson abrió los labios para hablar, pero no dijo una palabra. Bueno,
negar su presencia plantearía la pregunta de por qué no recibió una
invitación, siendo nuestro ‚amigo‛ y todo eso.
―No ―respondí por él―. Él es mi antiguo vecino.
Sabrina chasqueó los dedos.
―Ah, eso es cierto. Sabía que lo reconocía de alguna parte.
Le di unas palmaditas en el brazo.
―Fue bueno verte de nuevo, Jackson.
Sus ojos brillaron.
―Jenson.
Hice una mueca falsa.
―Bien, lo siento. ―Les mostré a sus amigos una breve sonrisa―.
Disfruten el resto de la fiesta. ―R{pidamente escapé.
A mi lado, Sabrina resopló.
―Los que oportunistas son simplemente tristes.
―Al menos ha dejado de ser espeluznante: pequeñas misericordias y
todo eso. Alicia dijo que él ya no la molesta.
―Bueno, eso es algo.
Afuera del hermoso edificio, prácticamente me marchité bajo el calor
de agosto. Ambas ansiosas por protegernos del sol, caminamos por el
sendero que atravesaba el césped bien cuidado y luego nos subimos a mi
auto.
Cruzando los brazos, Sabrina inclinó su cuerpo para mirarme mejor.
―Entonces... ahora que nuestra jornada laboral pr{cticamente ha
terminado... creo que es un buen momento para sacar el tema.
Al salir marcha atrás del espacio de estacionamiento, le lancé una
mirada confusa.
―¿Mencionar qué?
―La cuestión es... creo que Dax podría tener algo contra los
homosexuales.
Detuve el auto abruptamente.
―¿Qué?
―Él rechaza todas mis sugerencias de 'vamos a una cita doble'.
Suspirando, seguí adelante.
―No se trata de ti, mucho menos del hecho de que seas gay. Eso le
importa un carajo.
―Entonces, ¿cu{l es el problema?
Con las manos flexionadas sobre el volante, le dije:
―Simplemente no tiene ningún interés en tener citas.
Sabrina me vio fijamente durante un largo momento.
―No lo entiendo ―dijo finalmente, sus manos desliz{ndose hasta su
regazo―. ¿Por qué no? No es que sea un ermitaño o una pesadilla social.
―No ―estuve de acuerdo, saliendo del estacionamiento hacia la
carretera principal―, pero no hacemos cosas de pareja.
―¿Nada de cosas de pareja? ―La voz de Sabrina sonó con
asombro―. ¿En absoluto?
―Recuerdas que nuestro matrimonio no es m{s que un acuerdo
comercial, ¿verdad?
―Bueno sí, pero él prometió que no tendrías un matrimonio frío.
―Él juró que pasaríamos tiempo juntos en casa como una pareja
normal, y lo hacemos. Como acordamos previamente antes de casarnos,
comemos juntos, hablamos, tenemos relaciones sexuales. Él está
cumpliendo su parte del trato, tal como yo la mía. ―No fue exactamente
su culpa que, con la excepción de cuando estábamos en la cama, todo se
sintiera forzado y, a veces, incluso incómodo―. Él no me prometió
romance y yo no lo pedí. Sin embargo, acordamos que seríamos amigos.
―¿Y ustedes son amigos?
―Sí. Algo así. Est{ bien, en realidad no. ―No bromeamos ni nos
reímos juntos. No teníamos conversaciones significativas. No nos
comunicamos por teléfono durante todo el día―. Pero eventualmente
llegaremos ahí.
Le había hecho alguna insinuación ocasional, pero él se negaba cada
vez que le sugería que fuéramos a comer o al cine. No aceptaba mis
invitaciones para ver televisión conmigo. Redirigía la conversación si
sacaba a relucir un tema demasiado personal, y si le enviaba un mensaje
de texto durante el día con noticias al azar, él nunca me respondía;
esperaba hasta que ambos estuviéramos en casa y luego respondía
verbalmente.
En otras palabras, en ese momento éramos prácticamente compañeros
de cama que vivíamos juntos.
―Tal vez las cosas cambien una vez que se sientan m{s cómodos el
uno con el otro ―sugirió Sabrina―. ¿Solo has estado casada, cu{nto, tres
semanas? No es que no sea posible construir una amistad dentro de ese
período de tiempo, pero a menudo lleva mucho más tiempo.
―Sí, especialmente cuando est{s tratando con alguien tan insular
como Dax. ―Deteniéndome en un sem{foro en rojo, le lancé una mirada
de reojo―. ¿De verdad pensaste que era homofóbico?
―No, pensé que probablemente simplemente no le agradamos ni yo
ni Tamara.
Fruncí el ceño.
―Entonces, ¿por qué no dijiste eso?
―Tenía ganas de ser dram{tica. Ya sabes cómo soy.
Puse los ojos en blanco.
―Nunca estuviste bien de la cabeza, incluso cuando éramos niñas,
algo andaba mal arriba. Todos lo vimos.
Ella sonrió.
―Tú me amas de todos modos.
―No sé lo que dice sobre mí, pero sí, lo hago.
Una vez que la dejé en el estacionamiento afuera de nuestro edificio
de oficinas, conduje directamente a casa. Al detenerme afuera de la villa,
vi un auto familiar estacionado al lado del vehículo de Dax. Sabía que el
auto pertenecía a Blake, así que estaba aquí solo o con Kensey.
Venían a visitarme con regularidad, al igual que mis propios papás.
Básicamente, todos estaban vigilando las cosas y asegurándose de que
Dax y yo no estuviéramos en camino al divorcio.
Mis hermanas, a quienes les encantaba la villa y estaban encantadas
cada vez que las invitaba a pasar una noche de chicas, también venían a
menudo para comprobar cómo estaba, pero, a diferencia de mis papás y
Ollie, no venían esperando descubrir que el matrimonio estaba
empezando a deteriorarse. Mis hermanas fueron mucho más positivas
acerca de todo el asunto.
Al entrar a la casa, escuché voces apagadas que venían del interior.
Los seguí hasta la cocina. Tanto Dax como Blake estaban sentados a la
mesa, con una taza humeante frente a ellos.
Mientras miraban en mi dirección, sonreí y dije un simple:
―Hey.
La sonrisa de respuesta de Blake fue tensa y distante.
―Hola, Addison ―saludó cortésmente―. Te ves bien.
―Y tú también.
―¿Quieres café? ―me preguntó Dax.
Sacudí brevemente la cabeza.
―Estoy bien, gracias. ―Me habría quedado y charlado con Blake un
rato si su lenguaje corporal no fuera tan rígido y... no del todo poco
acogedor, pero poco receptivo. Puede que fuera perfectamente cortés
conmigo, pero aún no me había aceptado del todo―. Estaré en mi
oficina si me necesitas ―le dije a Dax. Con un r{pido saludo a Blake, salí
de la habitación.
En mi oficina, dejé mi cartera y mi bolso y luego me quité los zapatos
con brusquedad. Aunque sabía que esperaba esto, fue algo molesto que
tanto mi papá como Blake persistieran en negar su bendición en lo que
respecta al matrimonio. ¿Cuál era el punto en esto? Cualquier protesta
silenciosa no significaría absolutamente nada: se hizo la escritura, se
firmaron los papeles, se hicieron los votos. Trato hecho.
Busqué en mi bolso para sacar mi teléfono, y no pude encontrarlo.
Recordando que lo había dejado en uno de los portavasos de mi auto,
salí de la habitación. Mientras me acercaba a la cocina, la voz de Blake
llegó hasta mí...
―No tengo ningún problema con ella, hijo. Parece una buena chica.
Me detuve donde estaba, colocando mi mano en la pared del pasillo.
―Mi problema es que ambos est{is atrapados en un matrimonio en el
que cada uno compite con un fantasma ―añadió Blake.
Fruncí el ceño. Uh, yo no habría dicho eso. No comparaba a Dax y
Lake en absoluto. No me aferraba a Lake para evitar seguir adelante,
pero... no podía estar segura de que Dax actuara de la misma manera,
¿verdad?
―Eso no es bueno para ninguno de los dos ―continuó Blake.
―Tampoco lo es andar solo por la vida ―dijo Dax.
Hice una mueca en silencio. Su incapacidad para negar todo el asunto
de ‚competir con un fantasma...‛ sí, ay.
Un suspiro.
―¿No podrías al menos haber elegido a una mujer de tu pasado que
realmente sienta algo por ti? ¿Como Ángel, o tal vez<?
―Pap{, lo hecho, hecho est{. No tiene sentido esta conversación.
Absolutamente no tiene sentido. ¿Y quién demonios era Ángel?
―Se puede deshacer ―insistió Blake―. Existe el divorcio, ¿sabes?
―Sí existe, pero no quiero uno. ―Una larga pausa―. ¿Cu{l es tu
verdadero problema con que Addison sea mi elección?
―Mira, Dane no tiene un sano respeto por todas las leyes, pero
¿podemos decir lo mismo de sus hijas? Tu mamá entiende que nunca
voy a recurrir a la policía por una mierda. Ella lo acepta. Acepta que hay
cosas que no le contaré, ya sea que se relacionen con mis negocios, mis
contactos o cómo hago para solucionar un problema. No conoces a
Addison lo suficiente como para estar seguro de que ella puede hacer lo
mismo por ti. No sabes que puedes confiar en que ella no te traicionará.
En realidad, sí, Dax lo hacía. Sabía que no debía pensar que alguna
vez haría algo como...
―El tiempo lo dir{, ¿no? ―dijo Dax.
El comentario fue una bofetada. Vale, entendí que no confiaba
fácilmente. No esperaba que tuviera total fe en mí, especialmente
después de todo lo que Brooks me había dicho, pero habría pensado que
Dax sabría que yo era demasiado leal para joderlo de esa manera.
Me dolió, pero también me dolió por él. La vida le había enseñado a
esperar traición y condena, y eso fue exactamente lo que hizo.
Pasé sigilosamente por la cocina, saqué mi teléfono del auto y luego
regresé a mi oficina.
Debió haber pasado aproximadamente media hora cuando Dax entró
a grandes zancadas en la habitación. Recostada en mi sillón, levanté la
vista del libro que estaba leyendo.
Con las manos en los bolsillos de sus pantalones, arqueó una ceja.
―¿Ya est{s lista para comer?
―Cuando quieras ―respondí, inyectando una nota alegre en mi voz
mientras me esforzaba por ocultar el dolor que todavía sentía―. Iré con
pastel de carne y las guarniciones habituales que me gustan.
Sus ojos dispares bebieron de mi cara, entrecerrándose ligeramente.
―¿Est{s bien?
Uf, rara vez había alguien que lo engañara.
―Sí ―mentí―. Tu pap{ se fue, ¿supongo?
Dax asintió.
―Justo ahora. ―Hizo una pausa―. Le dejé claro que debe dejar de
actuar de forma tan distante contigo. Me aseguró que lo haría. Creo que
lo decía en serio.
―El tiempo lo dir{, ¿no? ―Mierda, no debería haber dicho eso. Al
hacerlo, prácticamente había anunciado que había escuchado a
escondidas su conversación.
Se quedó inmóvil, sus párpados cayeron aún más cuando se dio
cuenta.
―Addison<
―No estoy enojada ―le aseguré―. Ofendida, tal vez, porque soy una
persona leal, a nadie que sea leal le gusta ser visto como cualquier otra
cosa. Entiendo que no me conoces lo suficiente como para confiar en mí.
Entiendo que te llevará tiempo darte cuenta de que puedes hacerlo, pero
mientras tanto, te pido que trates de no esperar lo peor de mí. ―Que se
joda mi voz por quebrarse un poco.
Me vio fijamente, con la lengua metiéndose en el interior de la boca.
―En realidad no es nada personal.
Suspiré.
―Lo sé. ―Pero aun así me dolió. Me aclaré la garganta―. Voy a
terminar este capítulo mientras ordenas la cena. Debería haber
terminado para cuando llegue. ―Pista, pista, vete. La conversación no
tenía adónde ir.
Su barbilla cayó ligeramente por un breve momento.
―Est{ bien. ―Caminó hacia la puerta, pero luego se detuvo y vio por
encima del hombro―. Sé que eres una persona leal, Addison, pero est{s
casada con alguien que tiene una brújula moral diferente a la tuya. La
mía no es débil, pero sigue otro conjunto de reglas. Ahora mismo crees
que puedes vivir con eso, y tal vez puedas, pero tal vez no puedas. No es
que espere lo peor de ti. Es que no sé si podrás lidiar con las peores
partes de mí. ―Luego salió r{pidamente de la habitación.
Eran más de las diez de la noche cuando regresé a casa. Los sonidos
apagados de voces retumbantes y profundas risas masculinas me
saludaron cuando entré. Seguí los sonidos hasta la sala de estar. La
iluminación era tenue y la mayor parte de dicha luz provenía del
resplandor del televisor de pantalla ancha, pero eso no obstruyó mi
vista. Recorrí con la mirada el gran espacio y< maldita sea.
Mira, no tenía ningún interés real en ningún otro chico que no fuera
Dax, pero eso no significaba que no pudiera apreciar volver a casa y ver
a cinco hombres ardientemente hermosos descansando en mi sala de
estar, ¿verdad?
Dax, Caelan y Maverick estaban tumbados en el sofá mientras Drey y
Jag se relajaban en un sillón. Había una gran cantidad de alfa y
testosterona en la habitación. ¡Qué abundancia de bendiciones!
¿Y Dax había pensado que podría quejarme de regresar a casa y
encontrar esta pequeña escena aquí?
No.
Cuando cinco pares de ojos volaron hacia mí, sonreí.
―Buenas noches, muchachos. ―En respuesta, recibí saludos,
asentimientos, el levantamiento de una botella de cerveza e incluso un
saludo.
―¿Cómo estuvo la película? ―me preguntó Dax.
―Estoy encantada de decir que daba muchos sobresaltos. ―Alicia se
había asustado tanto que había realizado la señal de la cruz en un
momento; ni siquiera era tan religiosa.
Jag frunció el ceño.
―¿Por qué encantada?
Levanté los hombros.
―¿Qué sentido tiene ver una película de terror si no te va a dar
escalofríos?
―Bonito vestido ―comentó Maverick―. Dax, ¿realmente la dejaste
salir con ese aspecto? Es como si quisieras que los chicos coqueteen con
ella.
Habría abordado toda la parte de ‚la dejaste‛ ya que nadie me dejó
hacer nada, pero rápidamente aprendí que a Maverick le gustaba
provocar a la gente y luego sentarse y observar el espectáculo.
―Deja de intentar empezar una mierda.
Él sonrió.
―Pero soy bueno en eso.
―Me he dado cuenta. ―Miré la televisión y sentí mi frente pellizcar.
Un chico súper sexy estaba siendo entrevistado en una habitación con
paredes de vidrio que daba a un ring de boxeo―. Conozco su cara de
alguna parte.
―Vive en Redwater ―me dijo Caelan―. Ese es Cole Delaney, el
boxeador retirado que se casó con<
―Izzy McKenzie ―terminé chasqueando mentalmente los dedos,
pensando en la fotógrafa famosa que también era hija de una pareja de
celebridades―. Ahora lo recuerdo. ―Los había visto juntos un par de
veces.
Drey abrió los labios para hablar, pero entonces un sonido sonó en el
televisor que hizo que su atención volviera a la pantalla.
―La pelea est{ a punto de comenzar. ―Así de f{cil, todas las miradas
me abandonaron.
Con la intención de tomar una botella de agua, me dirigí a la cocina.
Solo di tres pasos hacia la gran habitación antes de detenerme con una
mueca de dolor.
―Oh, chica.
El sonido de pasos detrás de mí precedió a la voz de Dax.
―¿Qué pasa? ―Acerc{ndose sigilosamente a mí, suspiró―. Otra
escena del crimen, ya veo.
―No seas dram{tico. ―Agité una mano hacia el ratón tristemente
muerto―. Esto es algo natural.
―¿Natural? ―repitió, arrugando el ceño―. ¿Llamas a eso natural?
―Los gatos matan a los roedores. Probablemente lo haya hecho desde
casi el principio de los tiempos. No es gran cosa.
―El ratón no tiene cabeza.
Asentí, tragando.
―Ya lo veo.
Él alzó una ceja.
―No te molesta que tu gato aparentemente haya elegido<
―No hay pruebas de que Gypsy lo decapitara, ¿de acuerdo? No
hagamos suposiciones. Ella podría haberlo encontrado de esta manera.
Suspirando de nuevo, Dax agarró el recogedor y el cepillo de un
armario.
―Acéptalo, Addison, algo anda muy mal con tu mascota. ―Recogió
el pequeño cadáver y lo sacó afuera.
Limpié el piso y luego saqué una botella de agua del refrigerador justo
cuando él regresaba a la cocina.
―Estaré en mi oficina si me necesitas para algo.
―O podrías unirte a nosotros en la sala de estar ―sugirió―. Lo has
hecho antes cuando veíamos fútbol y soccer.
Porque quería hacer un esfuerzo por conocer a las personas más
cercanas a él. Además, escuchar a los chicos criticarse entre sí podría ser
divertido, pero...
―No quiero entrometerme constantemente en tu tiempo con los
chicos.
―No es ‘entrometerte’ cuando te invitan, ¿verdad? ―Devolvió el
recogedor y el cepillo al armario―. ¿Bien?
―Est{ bien. ―Volví a colocar el agua en el refrigerador, tomé una
cerveza y luego seguí a Dax a la sala de estar. Ante su insistencia, me
metí en el lugar entre él y la esquina del sofá.
Maverick me frunció el ceño cuando tomé unos nachos del cuenco
sobre la mesa de café. Su mirada se dirigió a Dax.
―Entonces, ¿lo que está pasando aquí es que tienes una esposa que es
toda clase y belleza, pero que abre una cerveza, no se queja por la
mierda de comida chatarra, y mira deportes en vivo contigo y tus
amigos?
―Sí ―respondió Dax.
Maverick negó con la cabeza.
―Eres un hijo de puta con suerte.
La boca de Dax se curvó en una sonrisa de satisfacción que decía: Lo
sé.
Bueno, siempre y cuando él lo supiera.
Mientras Dax y yo estábamos en la corta fila en la estación de
anfitriones, ajusté cuidadosamente la posición de mi brazalete de oro
rosa. No fue ninguna sorpresa que su cena de negocios se celebrara en
este restaurante en particular. Muchos lo eran. De hecho, me reuní con
clientes aquí en varias ocasiones.
Con su paleta de colores blanco y dorado, el lugar era elegante y tenía
un ambiente regio. Hermosas pinturas adornaban las paredes. Se podían
ver alguna que otra escultura y una bonita planta. Candelabros colgaban
del techo, asegurando que el espacio estuviera bien iluminado pero no
demasiado.
Mesas cubiertas con manteles de color blanco alabastro estaban
esparcidas por el espacio. Los meseros y meseras se movían entre ellos,
navegando suavemente por el laberinto. Deliciosos aromas flotaban
desde platos humeantes que estaban sobre las mesas o eran
transportados en bandejas.
No era ruidoso ni agitado. Ni risas escandalosas, ni niños chillando, ni
bebés llorando. El aire latía suavemente con suaves murmullos, música
clásica baja y el tintineo de los cubiertos.
Mi única queja era que el aire acondicionado estaba demasiado frío. Se
me puso la piel de gallina, haciéndome desear que el cuello de mi mono
negro no me cortara diagonalmente el pecho, dejando un hombro y un
brazo al descubierto.
Al escuchar una suave risita femenina, vi a la pareja directamente
frente a nosotros. Eran tan lindos. Seguían inclinándose el uno hacia el
otro, susurrando y riéndose. Tenía los dedos extendidos posesivamente
sobre su espalda y él repetidamente le besaba la sien.
Miré rápidamente al hombre que estaba a mi lado. El comienzo de
una pálida sonrisa tocó mis labios. Aquí estábamos lo suficientemente
cerca como para que nuestros brazos se tocaran. Emocionante, pensé
secamente.
Me preguntaba qué haría si me inclinara hacia él y besara su mejilla o
algo así. Probablemente iría con un destello de ¿qué diablos? La imagen
era lo suficientemente divertida como para tentarme a hacerlo.
Cuando finalmente llegamos al frente de la fila, Dax le dijo a la
anfitriona que nos encontraríamos con otros aquí. Nos informó que
algunos ya estaban sentados a la mesa y nos hizo un gesto para que la
siguiéramos. Dax extendió una mano, indicándome que fuera primero.
Seguí a la anfitriona y mis tacones altos resonaron en el suelo.
Hicimos una pausa en un momento cuando un grupo grande se
levantó de una mesa cercana e hizo movimientos para irse. Uno por uno,
pasaron cuidadosamente junto a nosotros. Un hombre en particular se
detuvo cuando me vio.
Su boca se curvó en una especie de sorpresa y deleite.
―Addison, ¿cómo est{s?
Sonreí.
―Estoy bien, gracias, Beckett. ¿Cómo te va todo? ―Habíamos salido
una vez. Era un buen tipo, pero mi fondo fiduciario lo había
desanimado.
―Genial ―respondió―. No podría ser mejor.
Una mano pesada se posó en la base de mi columna y se deslizó
lentamente hacia arriba hasta curvarse alrededor de mi nuca, haciendo
que mi pulso bailara claqué. Sentí el calor corporal de Dax irradiar
contra mi espalda mientras se acercaba, cubriéndome con su colonia.
―Beckett ―interrumpió suavemente―, ha pasado un tiempo.
La sonrisa de mi ex se amplió.
―Dax, es bueno verte. ―Extendió su mano y Dax usó su mano libre
para estrecharla. Beckett luego vio de él a mí―. Escuché que ustedes dos
estaban casados. Felicidades.
Dax le dio las gracias y luego le preguntó sobre su familia. Era todo
encanto, tranquilidad y amabilidad mientras hablaba. Todo el tiempo, su
mano permaneció como un peso cálido en mi nuca.
Podría haber contribuido a la conversación si no me hubiera sentido
un poco sacudida por el agarre de Dax. Con la excepción del día de
nuestra boda, no me había tocado mucho en público, y definitivamente no
así. No con pura posesión masculina. Estaba haciendo que mi corazón
latiera con fuerza y mis hormonas se derritieran.
Finalmente, concluyó la conversación.
―Fue muy bueno verlos a ambos de nuevo ―nos dijo Beckett―.
Cuídense. ―Con eso, pasó a nuestro lado encogiéndose de hombros.
La mano de Dax se deslizó desde mi nuca hasta el lugar entre mis
omóplatos, y luego me empujó suavemente hacia adelante. Seguí a la
anfitriona hasta una mesa no muy lejos, y la gente ahí estaba
amablemente con sonrisas educadas.
Después de intercambiar saludos y presentaciones, Dax y yo tomamos
asiento. Varias personas se preocuparon de felicitarnos por nuestro
matrimonio.
Un hombre canoso con rasgos ásperos me señaló.
―Debes estar relacionada con Ollie y Dane Davenport. Me recuerdas
a ellos.
Asentí.
―Ollie es mi hermano; Dane es mi pap{.
―He tenido el placer de hacer negocios con ambos en el pasado ―me
dijo―. Son hombres despiadados.
Sonreí.
―Excelente cumplido.
Algunas risas suaves flotaron alrededor de la mesa.
―¿Cu{ndo y dónde se conocieron? ―preguntó una de las esposas, su
bonita mirada azul bailando de mí a Dax.
Él respondió:
―Nos conocemos desde hace muchos años. Nuestras familias se
conocen bien. Yo mismo he hecho negocios con Dane en varias
ocasiones.
Qué maravillosamente eludió por completo su pregunta. Ella ni
siquiera parecía haberse dado cuenta.
Otras preguntas flotaron en nuestro camino...
¿Cómo va la vida matrimonial?
¿A dónde fueron en su luna de miel?
¿Dane bendijo la boda u odia a Dax por cometer el pecado capital de tocar a
una de sus hijas?
Una y otra vez.
Dax respondió por nosotros, solucionando las preguntas que no
quería responder completamente; mentir abiertamente en otros
momentos.
Cuando finalmente dejaron de prestarnos atención, me incliné hacia él
y le susurré:
―Eres bueno en eso. Mentir, quiero decir. De hecho, envidio lo h{bil
que eres en eso. ―Noté que un lado de sus labios se arqueaba.
Su muslo chocó con el mío debajo de la mesa mientras colocaba su
boca cerca de mi oreja.
―¿Alguna vez estuviste involucrada con Beckett? ―Las palabras me
hicieron cosquillas en el oído, revolviendo los pequeños pelos ahí. En
realidad no era una pregunta, era una suposición.
―Solo brevemente hace unos años ―respondí―. ¿Por qué?
La única respuesta de Dax fue un murmullo monótono.
Fue justo en ese momento que llegaron el resto de invitados. Poco
después, el mesero tomó pedidos y luego desapareció. La pequeña
charla alrededor de la mesa cambió hacia asuntos de negocios una vez
que aparecieron la comida y el vino.
Algunas de las esposas parecían trabajar con sus maridos, por lo que
se aseguraban de dar a conocer sus opiniones sobre los asuntos antes
mencionados. Las otras mujeres en la mesa, incluida yo misma, no
contribuyeron mucho. Principalmente solo miraba y escuchaba.
Una coqueteó un poco con Dax, sin llevarlo tan lejos como para que
no pudiera considerarse juguetón, pero sí lo suficiente como para yo
querer arrojarle el tenedor. En vez de eso, mantuve una plácida sonrisa
en mi rostro, negándome a hacer cualquier tipo de escena. No era como
si él la estuviera animando. De hecho, se aseguró de no hacer mucho
contacto visual con ella, lo que la irritaba cada vez más a medida que
avanzaba la velada. Ja.
Bueno, al menos había logrado hablar un poco sobre Sapphire Glade.
La gente solo me había preguntado por cortesía a qué me dedicaba, pero
varios me habían pedido una tarjeta de visita.
La comida era absolutamente increíble, si no un poco pretenciosa,
pero no pude negar que me sentí aliviada cuando terminó la cena.
Afuera, nos subimos a su auto. Haciendo clic en mi cinturón de
seguridad, le di una sonrisa falsa.
―Vaya, eso fue muy divertido.
―Sí, parecías fascinada por la conversación. ―Su tono era tan seco
como el mío.
―A veces tú mismo parecías un poco aburrido.
Al salir del estacionamiento, dijo:
―A menudo hay demasiadas ideas y propuestas dando vueltas. A
veces es como un baile. Soy demasiado directo y ansioso por hacer las
cosas como para tener mucha paciencia con eso.
Yo sería igual en su lugar. La vacilación me frustraba. Prefiero tomar
una decisión y actuar en consecuencia que pasar demasiado tiempo
deliberando.
―¿Qué tan serios fueron tú y Beckett?
La pregunta inesperada hizo que mi frente se arrugara.
―No mucho. No estuvimos juntos por mucho tiempo.
―¿Por qué no?
Me encogí de hombros.
―En pocas palabras, no le había gustado que yo tuviera m{s dinero
que él. Quería que renunciara a mi fondo fiduciario, ya sea a favor de
organizaciones benéficas o de mis hermanos.
Dax dejó escapar un gruñido desdeñoso.
―¿Él quería que sufrieras por sus propias inseguridades,
básicamente?
―Ese fue m{s o menos el caso, sí. Rechacé su solicitud. Él entendió
por qué, pero no pudo aceptar la situación, así que nos separamos. Fue
una separación amistosa. ―Ladeé la cabeza―. ¿Por qué quieres saberlo?
―Nunca me preguntó por mis ex. Ni siquiera por Lake.
Abrió la boca para responder, pero entonces sonó su teléfono celular.
Como estaba conectado al Bluetooth del auto, pude ver el nombre de
Raven en el pequeño monitor del vehículo.
Dax respondió la llamada a través de Bluetooth.
―¿Sí?
―Lamento molestarte con esto, especialmente un s{bado por la noche
―comenzó, tímida―, pero tengo un pequeño problema.
Una fina línea le abolló la frente.
―¿Qué tipo de problema?
Ella suspiró.
―Mimi apareció en mi casa. Ella quiere quedarse a dormir. Como no
me gusta su costumbre de hacer fiestas locas y todo eso, la habría
rechazado como siempre, pero está más que borracha; la dejé entrar, con
la esperanza de que recuperara la sobriedad.
―Pero ella se resiste ―adivinó Dax, d{ndome la sensación de que él
mismo había hecho este baile con Mimi.
―Sí, y ella est{ rompiendo mis cosas para cagarse y reírse. No hay
manera de que la deje quedarse aquí, pero no quiero sacudirla mientras
está en ese estado. Nunca me perdonaría si ella terminara muerta en
algún callejón. La arrastraría a mi auto y la llevaría a la casa de un
amigo, pero tomé algunos cócteles antes.
Dax pisó el pedal y aumentó la velocidad.
―Estaré ahí en unos veinte minutos. ―Colgó y me dedicó una breve
mirada.
Entrecerré los ojos.
―Ni siquiera pienses en llevarme a casa antes de encargarte de esto.
Estoy contigo y detrás de ti, ¿recuerdas?
Apretando los labios, presionó con un dedo el monitor del auto y se
desplazó hacia abajo hasta encontrar el nombre de Caelan en su lista de
contactos, luego presionó Llamar.
El teléfono sonó varias veces antes de que su hermano respondiera:
―M{s vale que esto sea importante.
―Mimi apareció en la puerta de Raven borracha ―le dijo Dax,
flexionando las manos sobre el volante―. Ella est{ siendo... difícil.
―Mierda ―murmuró Caelan.
―Raven quiere dejarla en otro lugar, pero también ha estado
bebiendo y no puede conducir. Estoy de camino a su casa ahora para
recoger a Mimi, pero tú estás más cerca. ¿Puedes ir ahí para que Raven
no esté a solas con ella?
―Iré ahora ―respondió Caelan, con voz seca.
Cuando terminó la llamada, le fruncí el ceño a Dax.
―¿Por qué no querrías que Raven esté a solas con ella?
Exhaló pesadamente.
―Generalmente, Mimi es una borracha feliz que solo quiere cantar,
bailar y reír, pero a veces puede ser mala e irse a las manos. Que esté
rompiendo cosas no es una buena señal.
Me raspé el labio inferior con los dientes.
―¿Crees que ella realmente lastimaría a Raven?
―Quiz{s no, pero no voy a correr ningún riesgo. Una vez le dio un
golpe a mi mamá, pero mi papá saltó entre ellas. En otra ocasión, Mimi
golpeó a su propia prima, y todo porque le dijeron que ya había bebido
suficiente.
Silbé.
―Eso es una locura. Tu mam{ le habría pateado el trasero. ―Había
sentido que Kensey no era una pusilánime. Y, habiendo crecido en las
zonas más duras de Redwater, no era ajena a las peleas físicas.
Su boca se levantó ligeramente.
―Lo hubiera hecho. Creo que estaba decepcionada porque no se le
dio la oportunidad.
Pronto, nos detuvimos frente al edificio de apartamentos de su
hermana. En realidad pertenecía a Dax. Era uno de varios que poseía.
Como tal, sabiendo no solo el código de entrada sino también
conociendo el conserje, entró al complejo sin problemas.
Cuando entramos en el ascensor, hablé:
―¿Es inusual que Mimi recurra a Raven en busca de un lugar donde
quedarse?
―No. ―Presionó un botón en el teclado, y las puertas met{licas poco
después se cerraron―. Fueron amigas por un tiempo.
―Supongo que Mimi es una persona sin hogar.
―Lo es, pero por elección propia. ―Deslizó las manos en los
bolsillos―. Ella no est{ luchando por dinero. Lejos de ahí. La herencia
que recibió de sus abuelos es bastante cuantiosa. Podría saltar de un
hotel de cinco estrellas a otro si quisiera, pero prefiere quedarse con
amigos. Lo cual, en la superficie, parece dulce. Excepto que se aprovecha
mientras está ahí. Hace fiestas. Vive como una vaga. Trae a casa a chicos
al azar para follar, incluso a veces consume drogas.
Vaya.
―¿Cu{ntas veces se ha quedado contigo?
―Una vez. Eso fue hace años. Una vez fue suficiente.
―¿Qué pasó?
―Le dije que podía quedarse unos días. Ella me hizo una insinuación.
La rechacé. Cuando llegué a casa del trabajo al día siguiente, un grupo
de personas que nunca había conocido estaban de fiesta en mi
departamento. La música estaba a todo volumen. El lugar apestaba a
hierba, cerveza y sexo. Estaba tumbada en el suelo de la sala dejando
que los chicos esnifaran líneas de cocaína de su trasero desnudo.
Sentí que se me aflojaba la mandíbula.
―Wow. ―Frotando mi nuca, agregué―, suena como un
comportamiento extremo de búsqueda de atención.
Él se encogió de hombros con fluidez.
―Cualquiera que sea el caso, ha saboteado muchas de sus amistades y
alejado a miembros de su familia al actuar de esta manera.
Ah, sí, recordé que había hablado de cómo ella había quemado
muchos puentes en Redwater.
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Seguí a Dax por un
pasillo y doblé una esquina. Finalmente, se detuvo frente a una puerta y
la golpeó con los nudillos.
Momentos después, se abrió para revelar a Raven. Ella dejó escapar
un suspiro de alivio y saludó dócilmente:
―Oye. ―Mientras la pas{bamos, observó nuestro atuendo. El horror
contorsionó su expresión―. Por favor, dime que no estaban en una cita y
los interrumpí.
―Fue solo una cena de negocios ―le aseguré―. Est{bamos de camino
a casa cuando llamaste.
Una risa femenina resonó desde algún lugar del apartamento.
Pisándole los talones llegaron palabras apagadas murmuradas con una
voz masculina mezclada con agitación.
Raven hizo una mueca.
―Caelan no est{ contento. Ella est{ deliberadamente presionando sus
botones. No le dije que vendrías ―le dijo a Dax―. Tal vez el impacto de
verte la deje un poco sobria. ―Ella comenzó a caminar por un pasillo
estrecho, instándonos a seguirla. El lugar era luminoso, aireado y
divertido con su ambiente ecléctico.
―No seas tan anti... anti... antisocial, Caelan ―oí decir a Mimi―.
Sabes, podríamos tener nuestra propia fiesta privada si dejaras de ser
tan cascarrabias.
Encogiéndose, Raven nos vio por encima del hombro a Dax y a mí.
―Se arrojó sobre el pobre Caelan cuando él entró por primera vez en
la habitación, incluso intentó realizarle un baile de striptease.
Me quedé boquiabierta.
―Est{s bromeando.
―No para seducirlo, sino para molestarlo ―aclaró Raven―. Y
funcionó.
Los tres entramos en una habitación a nuestra izquierda. Una cocina,
me di cuenta rápidamente mientras asimilaba todo.
De pie cerca del gran frigorífico de acero inoxidable, Caelan le quitó
una botella de vino de las manos a Mimi.
―No ―espetó―. Has bebido m{s que suficiente. Necesitas recuperar
la sobriedad.
Ella hizo un puchero.
―No quiero.
Raven suspiró mientras se acercaba a la pareja.
―Vamos, Mimi, solo...
Ella se tambaleó.
―No, estar sobria es aburrido, yo... ―Ella hizo una doble cuando Dax
se acercó sigilosamente a su hermana. Su expresión se volvió hosca y
petulante―. ¿Qué est{s tú haciendo aquí?
―Podría preguntarte lo mismo ―dijo Dax, con expresión vacía.
Su labio superior se despegó hacia atrás.
―No quiero hablar contigo. ―Al verme parada a unos metros de
distancia, se burló―. Definitivamente no quiero hablar contigo.
―Curiosamente, el sentimiento es mutuo. ―El amor no
correspondido era una verdadera perra, así que una parte de mí sintió
pena por ella, pero solo una pequeña parte. Era difícil ser comprensiva
cuando era a Dax a quien amaba; cuando ella actuaba de manera tan
egoísta en lo que a él concernía y persistía en ponerle las cosas difíciles.
―Recoge tus cosas ―le dijo él con tono agudo―. Te estas yendo.
Su cabeza se giró hacia atrás para mirarlo.
―No. Me quedaré aquí con Raven. A diferencia de algunas personas,
ella es amable conmigo. ―Se tambaleó hacia atr{s y chocó con fuerza
contra la isla de la cocina.
Ay. Eso tuvo que doler, pero el alcohol aparentemente atenuó el dolor,
porque ella solo se rió entre dientes.
Dax vio a su hermana.
―¿Qué trajo con ella?
―Solo la bolsa de lona que dejó en la sala de estar ―respondió Raven.
―Iré a buscarla ―se ofreció Caelan, quien luego salió de la cocina y
me hizo un gesto de asentimiento al pasar.
Mimi juntó sus manos y sus ojos se iluminaron.
―¿Sabes lo que necesitamos? Música. ¿Dónde está mi teléfono?
―Comenzó a palpar los bolsillos de sus jeans.
―No puedes quedarte ―dijo Dax, con la voz endureciéndose.
Ella agitó una mano.
―Afloja los puños, ¿quieres? Vamos, tomaremos una copa. Un brindis
por Gracie. Dejaremos lo pasado en el pasado y lo que sea.
Raven lanzó una rápida mirada al techo.
―Mimi<
―Gracie habría querido eso, ¿no? ―Miró a Dax con los labios
temblorosos―. A ella no le gustaría que estemos peleando.
Su elección de palabras me hizo fruncir el ceño. Hablaba como si
fueran una pareja en desacuerdo. No es que pensara que ella creía que
eran pareja, solo que parecía sentir que tenían una conexión más íntima
que la que tenían. Por lo que me dijo Dax, no tenían una conexión que
fuera más allá de su vínculo mutuo con Gracie. Sospeché que, de lo
contrario, expulsaría a Mimi de su vida; no era un hombre que tolerara a
los tontos.
Ella volvió a tambalearse un poco.
―No solíamos pelear cuando Gracie estaba viva, ¿verdad? Nos
llevábamos bien en aquel entonces. ¿Por qué no podemos hacer eso
ahora?
Oh, tal vez porque ella seguía acercándose a él.
Tragando saliva, se frotó ansiosamente la muñeca.
―¿Crees que est{ enojada conmigo? ¿Por quererte? ¿Crees que ella me
odia como tú?
Me estremecí por ella. Maldita sea, se odiaría a sí misma por la
mañana si recordaba haberle preguntado eso.
Raven levantó las manos.
―Nadie te odia, Mimi. Gracie ciertamente nunca te odiaría.
―Él lo hace ―dijo Mimi malhumorada―. ¿Sabías que se casó? ¿O
también te lo ocultó? ―Su mirada volvió a él―. ¿Por qué lo hiciste?
Nunca creeré que la amas, así que no me vengas con esa mierda.
Dejó escapar un suspiro aburrido.
―Esto no es<
―¿Por qué te casaste con ella? ―Fue m{s o menos un quejido.
Quería darle un bocado de mierda, señalar que no era asunto suyo;
que necesitaba dejar de suspirar por él; que actuar de esta manera no iba
a lograr nada, pero solo empeoraría la situación. Eso anularía los
intentos de Dax y los demás de apaciguarla.
Caelan volvió a entrar en la cocina con la bolsa de lona en la mano.
Los ojos vidriosos de Mimi se posaron en él y frunció el ceño.
―Sabes, se parece a mi bolso. Tenemos el mismo gusto.
Irreal.
―Es hora de irnos ―dijo Dax, inclinando la cabeza hacia la puerta.
Retrocedió rápidamente y volvió a estrellarse contra la isla.
―No. Me gusta estar aquí, y no voy a ir a ninguna parte contigo.
―No tienes otra opción en eso ―le dijo, con un escalofrío en la voz―.
Has sido tu habitual y destructiva yo y por eso te quedaste más tiempo
de tu bienvenida aquí, pero estás demasiado borracha para que te dejen
sola, así que uno de nosotros debe llevarte a un lugar seguro.
Ella se burló.
―Como si te importara una mierda si estoy a salvo. Tú no te
preocupas por mí. ―Ella tragó, sus ojos brillaban―. ¿Por qué no te
preocupas por mí? ¿Por qué no puedes querer lo que yo quiero?
―Tropezó hacia él.
Levantó una mano para alejarla.
―No lo hagas ―ordenó con voz aguda―. No vamos a hacer esto otra
vez. Te he dicho muchas veces que estás luchando por algo que nunca
tendrás. También te dije por qué, pero eliges no escuchar. Si prefieres
ignorarme, hazlo, pero no voy a volver a abordar temas antiguos, y si el
hecho de que me casé con otra persona no te explica claramente que no
quiero (y nunca querré) un futuro contigo, dudo que algo lo haga.
Palabras duras, tono duro, pero no podía culparlo por sentirse tan
exasperado.
La angustia desapareció de su expresión rápidamente, siendo
rápidamente reemplazada por ira.
―A veces puedes ser muy cruel. Es porque tus ex tienen razón: eres
frío por dentro. Veo eso ahora. Toda la calidez que tuviste murió con
Gracie, y ahora no puedes amar a nadie.
Erizada, hablé:
―Tú no crees eso. Quieres creer que est{ muerto por dentro porque
entonces te dolerá menos que no sienta por ti lo que tú sientes por él,
pero sabes que es pura mierda.
Con las mejillas ardiendo de rabia, me señaló de nuevo mientras
volvía a mirar a Dax.
―S{cala de aquí ―ordenó imperiosamente... como si este fuera su
hogar y él viviera para servirla―. No la quiero cerca de mí.
Más bien no quería escuchar lo que tenía que decir, porque sabía que
era verdad y no quería afrontarlo.
―La única persona que se va eres tú, Mimi ―interrumpió Caelan―.
Incluso si tengo que sacarte de aquí, te ir{s. ―Miró a Dax―. Tengo esto.
Tú y Addison regresen a casa.
―A casa ―escupió Mimi―. Qué acogedor. ―Ella me dirigió una
sonrisa maliciosa―. ¿Dax te habló de nosotros? ¿Sobre las veces que
dormimos juntos?
Le disparé una mirada de perra, por favor.
―Eso nunca sucedió, y ambas lo sabemos.
―Pero la prensa no. ―Su sonrisa se ensanchó y se volvió hacia él―.
Imagínate lo que pensaría el mundo si pensaran que te has acostado con
la gemela idéntica de tu novia muerta. Imagínate las bonitas mentiras
que podría decirles.
Me quedé inmóvil. Oh, esa maldita zorra. Habría marchado hacia ahí
y me habría enfrentado a ella si Caelan no me hubiera agarrado del
brazo.
―Imagínate cu{nto acogerían esa mierda ―continuó Mimi―. Hay
otras cosas que podría decirles. Cosas sobre Gracie. La siempre buena,
Gracie. En realidad, no era tan perfecta, ¿sabes? ―Con un grito ahogado,
Mimi se llevó la mano a la boca y abrió mucho los ojos.
Me puse tensa. ¿Qué diablos se suponía que significaba eso?
Dax entró lentamente en su espacio personal.
―Si quieres unirte a la lista de mujeres que hablaron con los tabloides,
hazlo ―le dio la bienvenida, sus palabras fueron bajas y sin prisas―. No
me importa lo que el mundo piense de mí. La pregunta es< ¿te
importará haber quemado hasta el último puente que tenías? Porque
seamos realistas, no hay muchos.
Sus ojos parpadearon y flexionó los dedos.
―Me gustaría poder decir que te odio. De verdad que sí. ―La
admisión fue silenciosa. Triste. Autocompasiva.
Sin conmoverse por eso, Dax dijo:
―Caelan te llevar{ a una de las casas de tus amigos ahora. No seas
más difícil de lo que ya has sido, por el bien de Raven, al menos. Ella
siempre ha sido una buena amiga para ti. Ya le has faltado el respeto
suficiente por una noche, ¿no crees?
Soltando mi brazo, Caelan curvó los dedos hacia Mimi.
―Vamos.
Enderezándose en toda su altura, deslizó las manos por los costados.
―Bien. Por Raven, me iré en silencio. ―Ella pr{cticamente se abrió
camino hacia él.
Me quedé quieta, preparándome para que hiciera algo tonto como
lanzarse hacia mí. No es que fuera a funcionar, su equilibrio era una
mierda, Caelan estaba justo ahí y los demás intervendrían si él no lo
hacía, pero parecía que no era la más racional de las personas cuando
estaba borracha. Ella no se abalanzó, sin embargo. En vez de eso, pintó
una expresión altiva en su rostro y ni siquiera miró en mi dirección,
como si no mereciera su atención.
Lo mismo para ti, novilla.
Honestamente, tenía la sensación de que la verdadera razón por la
que se había ido tan fácilmente sin incidentes era que quería salir de aquí
para evitar ser interrogada sobre lo que había dicho sobre Gracie. Ella
misma se había sorprendido al decir eso. El pánico se había apoderado
de su rostro.
También la culpa.
¿Pero estaba jugando con Dax? Si Gracie hubiera hecho algo que lo
lastimara, ¿no se lo habría contado Mimi en un esfuerzo por obligarlo a
dejar ir a su hermana?
Él no había reaccionado a su comentario. Ni siquiera había
pestañeado. A él le molestó más su amenaza de hablar con la prensa. Lo
cual decía que o confiaba tanto en Gracie que no creería que ella había
hecho algo malo para él, o simplemente pensaba que Mimi estaba
intentando meterse con él.
Una vez que escuché cerrarse la puerta principal del apartamento,
respiré.
―Eso fue duro. ¿Est{s bien, Raven?
―Sí. ―Sus hombros cayeron―. Es triste que las cosas sean como son,
¿sabes? No es la primera vez que aparece aquí quejándose de cuánto
desea poder dejar de sentir algo por Dax, pero esta vez fue diferente.
Está amargada. Resentida. Lo esperaba, porque era inevitable que ella se
enojara porque él estaba casado, pero no esperaba que dijera que estaba
considerando vender su propia historia a los tabloides.
La ira una vez más chispeó en mis entrañas ante el mero pensamiento
de eso, vi a Dax, cuya mandíbula estaba dura.
―¿Crees que realmente lo haría? ¿O crees que simplemente se est{
desahogando?
―Es difícil decirlo. ―Él hizo una pausa, torciendo los labios―. No es
una persona cruel, pero tampoco lo fueron mis novias anteriores que
vendieron sus historias. No necesitas ser una persona de mierda para
hacer algo de mierda; solo necesitas sentirte motivado para hacerlo.
―Y tal vez el hecho de que estés casado le da a Mimi esa motivación
―reflexioné, siguiendo su línea de pensamiento.
Él inclinó la cabeza.
―Tal vez.
Una cosa era segura: si la mujer se atrevía a hacer ese truco, le haría la
vida aún más miserable de lo que ya era.
Me volví hacia Raven.
―Vamos, limpiemos cualquier desastre que ella creó.
Después de que todos tiramos a la basura los vasos rotos,
enderezamos la mesa de café volcada y limpiamos el derrame de vino
del piso de madera de la sala de estar, que ahora tenía una abolladura
notable, cortesía de Mimi, juguetonamente, apuñalándolo con el
atizador de la chimenea, Dax y yo nos despedimos de su hermana y
salimos del complejo. En silencio, regresamos a su auto y nos
abrochamos los cinturones de seguridad.
No fue hasta que llegamos a la mitad del camino a casa que rompí el
silencio y dije:
―Me sentí un poco mal por Mimi justo hasta que ella hizo ruidos
sobre hablar con la prensa.
Me dedicó una rápida mirada.
―¿Te sentiste mal por ella?
―Un poco ―repetí, enf{tica―. Obviamente estoy enojada porque no
respetará tus deseos pero, bueno, no elegimos de quién nos
enamoramos. Solo pasa. Ella no quiere amarte, eso es más que obvio. Lo
cambiaría si pudiera.
―Ella no me ama, Addison ―sostuvo, su tono era el equivalente
verbal de un movimiento de mano―. No precisamente.
Sentí que mis cejas se arqueaban.
―¿Por qué piensas eso?
―No lo pienso. Estoy seguro de eso.
―¿Qué te hace estar tan seguro entonces?
―No puedes amar a alguien que no conoces. Puedes pensar que sí,
porque tienes todo ese espacio para imaginar que tienen rasgos que no
tienen; que serán la pareja perfecta, pero en realidad solo amas la
impresión que de ellos existe en tu mente.
Ladeé la cabeza.
―¿Y sientes que Mimi realmente no te conoce?
―Durante años ha mantenido la esperanza de que algún día podría
hacerme sucumbir a sus insinuaciones. Ella es la hermana de Gracie;
nunca iría ahí. Ni siquiera en mi mente. Si Mimi realmente me conociera,
lo sabría muy bien; ella no habría desperdiciado su tiempo ni su energía.
Bajé la barbilla.
―Sí, ese es un buen punto, pero a veces podemos engañarnos y creer
lo que nos brinda más consuelo. Ella necesita creer que tiene una
oportunidad contigo, incluso cuando se odia a sí misma por querer esa
oportunidad. O necesitaba creer. Debería ser en tiempo pasado ahora.
Que te casaste conmigo la obligó a enfrentar la realidad de la situación.
―¿Pero realmente se est{ enfrentando a la realidad? No parecía así.
Puede que no le guste que estemos casados, pero no se toma en serio mi
compromiso contigo.
―Cierto ―me di cuenta, pensando en ello―. En su opinión, no es
posible que me ames, así que soy alguien a quien hay que compadecer y
ridiculizar, pero aunque ella no cree que estés comprometido conmigo,
no puede encogerse de hombros e ignorarlo. Porque el hecho es que te
casaste con alguien, sea cual sea el motivo, y ese 'alguien' no fue Mimi,
eso en sí mismo dice que no la quieres.
Él suspiró.
―Las cosas serían m{s f{ciles si ella hubiera aceptado eso hace mucho
tiempo, pero siempre ha sido alguien que quiere lo que no puede o no
debe tener, y si finalmente consigue esas cosas, deja de quererlas.
Abrí la boca para preguntar sobre el pequeño comentario que Mimi
hizo sobre Gracie, pero luego lo pensé mejor. Si hubiera pensado que
había algo de sustancia en eso, seguramente la habría interrogado al
respecto. Si lo mencionaba, existía la posibilidad de que simplemente lo
insultara en nombre de Gracie, sintiendo que estaba dudando de la
integridad de la mujer fallecida.
―¿Qué? ―insistió Dax, habiendo notado que estaba a punto de
hablar.
Pensando rápido sobre mis pies, mentí.
―Me preguntaba si Mimi mostró el mismo interés en ti antes de que
Gracie muriera.
―No, no lo hizo ―respondió, cambiando de marcha―. Nunca tuve la
sensación de que ahí estaba su cabeza en aquellos días. Entonces, o lo
ocultó bien o esto fue algo posterior.
La mirada cansada en su rostro me hizo sentir dolor por él. Aunque
tenía más preguntas, pensé que sería mejor dejarlas estar. No eran
importantes. Mimi no era importante. Lo que importaba en ese
momento era, de alguna manera, mejorar su estado de ánimo.
―¿Quieres que vomite en el bolso de ella por ti? ―le pregunté,
sonriendo cuando una risa sorprendida, aunque débil, salió de él―. No
me malinterpretes, me encantaría darle una bofetada, pero el escozor en
la cara se puede aliviar bastante rápido y con poco esfuerzo. ¿Sin
embargo, el hedor a vómito adherido a las fibras de su bolso? Sí, eso no
desaparece tan fácilmente, y mi objetivo es dejar una impresión
duradera.
Curvando los labios, me dio una mirada rápida.
―Aprecio la oferta, pero preferiría que no estuvieras vomitando.
―No me importaría.
―A mí sí. Te quiero sana, no enferma, sin importar el motivo.
Ay, qué lindo.
―¿Seguro?
―Positivo.
―Est{ bien, pero si cambias de opinión, dímelo. Lo digo en serio, la
oferta seguirá vigente.
Sus labios se torcieron en una sonrisa más amplia y genuina.
―Lo tendré en cuenta.
Acababa de terminar de escribir la lista de tareas pendientes de
mañana cuando Sabrina asomó la cabeza en mi oficina.
―Me voy ahora ―me dijo―. Solo quería hacerte saber primero que el
señor Rickman todavía me está dando excusas sobre sus pagos
pendientes.
Se me escapó un suspiro de molestia.
―¿Finalmente conseguiste hablar con él por teléfono? Felicitaciones.
―Le habíamos facturado hace tres semanas, pero todavía estaba
tonteando―. ¿Qué razón dio para no haber desembolsado el dinero, a
pesar de que ya estamos a mediados de octubre?
―La esencia de la conversación fue... todo es una gran confusión< (y
no, no dio más detalles sobre lo que eso significaba exactamente, a pesar
de que en realidad no explicaba nada), pero sería genial si pudiéramos ir
adelante con el evento de todos modos y nos pagaría en una fecha
posterior.
En ocasiones, los clientes intentaban convencernos para que les
permitiéramos pagar el importe total después del evento. Si había
circunstancias atenuantes, acordábamos, pero no siempre, porque hubo
ocasiones en que los clientes seguían retrasándolo con la esperanza de
que lo abandonáramos, luego teníamos que emprender acciones legales,
y eso era costoso y complicado.
―¿Qué dijiste?
―Le dije que eso solo sucedería si lograba que tú aceptaras, así que
tendría que llamarte directamente porque yo no le pasaría ese mensaje.
Él hizo algunos murmullos y finalmente prometió que liquidaría los
pagos a finales de mañana. ―Su boca se curvó―. Lo asustas.
Dejé escapar un delicado resoplido.
―No sé por qué. Soy una delicia.
―Lo eres. También eres una persona que no acepta mierdas, lo que
significa que asustas a la gente como él a la que le gusta tirar mierda.
Saben que no pueden manipularte. Además, ahora eres la esposa de Dax
Mercier. Eso aumenta el factor miedo.
―Hmm, bueno, si paga mañana, genial. Si no, nos retiraremos del
evento. ―Bostezando, me froté la nuca―. ¿Algún otro problema?
―No.
―Bien. Necesito desconectarme. ―Había pasado demasiado tiempo
frente a la pantalla hoy y estaba sintiendo el dolor. Literalmente. Mis
ojos estaban secos y escocían como una perra―. Me vendría muy bien
una siesta. ―Y unas gotas para los ojos.
La frente de Sabrina se frunció.
―¿Tienes tiempo para tomar una antes de encontrarte con la familia
de Dax en el restaurante?
―No, pero estaré bien. ―Para celebrar el cumpleaños de su madrina,
Sarah, Kensey había organizado una comida de celebración. Como
esposa de Dax, fui invitada.
―Bueno, disfruta tu cena ―dijo Sabrina―. Y usa el vestidito negro
que compraste cuando fuimos de compras el fin de semana pasado.
―Ese es mi plan. ―A menos que Dax me pidiera que le permitiera
elegir mi atuendo para la noche, aunque dudaba que lo hiciera.
Lo había hecho dos veces más desde la mañana en que Lowe apareció
en nuestra villa, y había notado un patrón. Solo sucedía en días no
laborables y solo si pasábamos casi todo el día separados. Lo cual no me
dio ninguna pista sobre la motivación de Dax, y él tampoco, sabiendo
que su evasión me frustraba.
Sabrina me dedicó una sonrisa de despedida.
―Nos vemos mañana, muy temprano.
Saludé.
―Hasta mañana.
―Volviendo a mi computadora port{til, hojeé r{pidamente mis
correos electrónicos, me aseguré de que no hubiera nada urgente y luego
tomé nota mental de responderlos mañana antes de apagar el
dispositivo.
Mientras reunía todas mis cosas, me recordé envolver los regalos de
Sarah cuando llegara a casa. Tenía la intención de hacerlo anoche pero lo
había olvidado.
Hace un mes, habría predicho que habría una vibra extraña en la mesa
del restaurante, dado que Blake tenía reservas sobre mi matrimonio con
Dax, pero durante las últimas semanas, Blake se había comportado de
manera diferente conmigo. Me habló con genuina calidez.
No estaba segura de por qué, o si fue causado por algo en particular,
pero su cortesía no fue forzada y sus preguntas sobre mi vida no fueron
meros intentos de cortesía. Tal vez había decidido simplemente hacer las
paces con la situación. O tal vez estaba relacionado de alguna manera
con haberle dado a Dax una coartada falsa: no tenía ni idea; No estaba
segura de que Blake supiera siquiera sobre eso.
No podría decir que mi propio papá hubiera dejado de lado sus
reservas. Sin embargo, había sido menos frío con Dax en las últimas
ocasiones que habían estado en la misma habitación. Dane todavía
estaba un poco distante, pero no tan grosero. Me alegré de eso, porque
mi actitud protectora hacia Dax había aumentado.
Había habido un cambio sutil en nuestra dinámica. Una disminución
de la tensión auto protectora por su parte. Como si él (o tal vez su
subconsciente) ya no me viera como una amenaza y no estuviera
preparado para el rechazo o la traición. Había una tranquilidad entre
nosotros ahora que no había existido antes.
Oh, Dax seguía tan cauteloso como siempre. Eso nunca cambiaría: el
rasgo estaba entretejido en la estructura de su personalidad, pero hoy en
día no sentía que hubiera un abismo entre nosotros. Más bien un foso.
Un foso estaba bien. Puede que nunca lo cruce, puede que nunca sea
alguien a quien él quiera, puede que nunca traspase sus barreras
mentales, pero no necesitaba que me expusiera tanto de sí mismo. Solo
quería que fuéramos amigos. Eso era exactamente lo que éramos.
Todavía no nos aventurábamos a salir juntos a menos que fuera un
evento grupal, como uno de los juegos de Drey o una comida familiar,
pero nuestras conversaciones no parecían de ninguna manera forzadas.
Nuestro interés en la rutina y los acontecimientos de cada uno era real.
Hablábamos. Bromeábamos. Compartíamos. El aire de lejanía que
originalmente había existido entre nosotros se había disipado lenta pero
seguramente. Entonces sí, todo iba bien.
Esto mejoró porque tuvimos tres semanas de pura paz. No más
tonterías de Felicity, Grayden o Blaise. Y aparte del mensaje de disculpa
que le había enviado a Dax la mañana después de su último truco, un
mensaje en el que también le aseguraba que nunca vendería ninguna
historia sobre él a los medios, no hubo más comentarios de Mimi.
Lista para irme, cerré mi oficina, me despedí de los miembros de mi
equipo que aún no habían abandonado sus escritorios y luego tomé el
ascensor hasta el primer piso.
Mientras cruzaba el vestíbulo, mi teléfono empezó a sonar.
Deteniéndome, metí una mano en mi bolso y saqué mi celular. Mamá.
Sintiendo mis labios suavizarse en una sonrisa, saludé:
―Hola, mamá, ¿qué pasa?
Un suspiro tembloroso recorrió la línea.
―Addie, que no cunda el p{nico; escúchame hasta el final.
Me quedé inmóvil, con el estómago apretado.
―¿Qué pasó?
Ella dudó.
―Wyatt est{ en el hospital. Creemos que tuvo un ataque al corazón.
―Su voz se quebró con las últimas palabras.
Casi salí volando del edificio cuando el miedo se apoderó de mis
fauces.
―¿Qué hospital?
―St. Erin.
―Te veré ahí ―le dije mientras corría hacia el estacionamiento, mi
paso restringido por mis malditos tacones altos.
―No es necesario que vengas hasta aquí; puedo mantenerte
informada.
A la mierda eso.
―Estoy en camino. Envíame un mensaje de texto donde est{s
exactamente. ―El hospital era enorme―. Te veré pronto. ―Colgué y
marqué el número de Dax, corriendo por el estacionamiento como si mi
trasero estuviera en llamas.
―¿Sí? ―respondió.
―Lo siento, pero tendr{s que ir a la comida de cumpleaños de Sarah
sin mí ―dije, mis palabras un poco sin aliento y entrecortadas.
Una breve pausa.
―¿Qué pasa? ―Su voz era dura y cautelosa.
―Wyatt tuvo un ataque al corazón. O eso es lo que mi mam{
sospecha, aún no lo sabe con certeza. ―Finalmente llegué a mi auto y lo
abrí con la llave―. Me dirijo a St. Erin ahora.
Sonó una maldición en voz baja.
―Sé que es m{s f{cil decirlo que hacerlo, pero trata de no pensar lo
peor. Las personas pueden tener dolores en el pecho por otros motivos.
―Lo sé, pero es difícil no entrar en p{nico. ―Habiendo arrojado mi
bolso y cartera en el asiento del pasajero, salté al auto y encendí el
motor―. Te enviaré un mensaje de texto cuando sepa m{s. Tengo que
irme.
―No conduzcas demasiado r{pido, Addison. Mantente a salvo.
Parpadeé, sorprendida por la vehemencia de su voz.
―Lo haré. ―Terminé la llamada, tiré mi celular en el portavasos y salí
de mi lugar en reversa.
Respiré profunda y controladamente mientras conducía, la adrenalina
palpitaba por mi sistema. Wyatt había tenido algunos problemas de
salud a lo largo de los años, pero nada demasiado grave. Nunca me
había preocupado mucho. Para mí, él siempre había sido más grande
que la vida; demasiado fuerte para que algo pueda derribarlo. Escuchar
que podría haber sufrido un ataque cardíaco borró esa reconfortante
ilusión.
Sabía que a mis hermanos esto les resultaría igual de difícil. No era un
abuelo que hubiera hecho más clic con un nieto que con los demás.
Tenía la misma relación estrecha y cercana con todos nosotros. Fue
horrible pensar que podríamos perderlo.
Finalmente llegué al hospital, pero me tomó varios minutos recorrer el
estacionamiento adjunto antes de encontrar un espacio para estacionar.
Salí del vehículo y me dirigí rápidamente hacia el edificio, con el pánico
revoloteando en mi estómago como mil mariposas. Usando las
instrucciones que mi mamá me había enviado por mensaje de texto, me
dirigí a una sala de espera privada en particular, pasando por tiendas,
cafés y varias unidades y salas mientras navegaba por el laberinto de
pasillos.
Al abrir la puerta de la habitación acristalada, encontré a mi mamá,
Alicia, Harri y Melinda sentadas con distintos grados de ansiedad. Se
pusieron de pie cuando crucé hacia ellas y rápidamente abracé a las
cuatro mujeres.
―¿Cómo est{ él? ―pregunté a nadie en particular.
―No estamos seguras todavía. ―Melinda se secó la nariz roja con un
pañuelo de papel arrugado y se dejó caer en su asiento―. Ningún
médico ha salido a darnos ninguna noticia todavía.
Miré a mi alrededor.
―¿Dónde est{ pap{?
―Nueva York ―respondió Vienna mientras regresaba a su asiento
junto a Melinda, quien inmediatamente le apretó la mano con fuerza.
―¿Viaje de negocios? ―adiviné.
Mi mamá asintió.
―Ollie est{ con él. Les hice saber lo que pasó. Van a volar a casa hoy.
Alicia se hundió en la silla al otro lado de nuestra abuela.
―Ollie nos dio instrucciones estrictas de no mencion{rselo a Marleigh
hasta que tengamos respuestas. Tiene razón en que es lo mejor.
Harri asintió y volvió a tomar asiento.
―Ella solo se preocupar{. Adora a Wyatt tanto como nosotros.
―Entonces, ¿qué pasó con él exactamente? ―Me senté junto a mi
hermanita―. ¿Estaba haciendo algo extenuante?
Melinda sacudió lentamente la cabeza. ―Estaba discutiendo otra vez
con nuestro vecino. Se calentó muy rápido la discusión. Lo siguiente que
sé... ―Se interrumpió y sus ojos se llenaron de l{grimas―. Necesito
saber que está bien. Tiene que estar bien.
―Lo estar{ ―declaró Harri―. Wyatt es fuerte como un buey. No, m{s
fuerte.
Vienna asintió entrecortadamente.
―Él estar{ bien. ―Habló con total convicción, pero escuché el temblor
del miedo ahí.
―Ser{ mejor que así sea ―murmuró Alicia, con las piernas cruzadas,
el pie en el suelo rebotando como loco y haciendo que ambos muslos
saltaran―. Si no lo est{, yo< bueno, no sé qué haré, pero ser{ algo que
no le guste.
Una sonrisa renuente y trémula apareció en la boca de Melinda.
Al ver una fuente de agua y una máquina de café en el rincón más
alejado del gran espacio, pregunté:
―¿Alguien quiere café o agua?
Tanto Vienna como Melinda solicitaron lo primero mientras que
Alicia ordenó lo segundo.
―Te ayudaré con las bebidas ―ofreció Harri, frot{ndose los muslos
con las manos.
Le ofrecí una sonrisa agradecida.
―Gracias. ―Mientras nos alej{bamos, le lancé una mirada
inquisitiva―. ¿Est{s bien?
Ella distraídamente trazó su ceja.
―Para ser honesta, todavía no he procesado adecuadamente lo que
está sucediendo.
Le di un apretón suave y reconfortante en el brazo.
―¿Simon lo sabe?
Ella sacudió su cabeza.
―Mam{ lo llamar{ después de que tenga noticias del médico y sepa
qué es qué.
Probablemente eso era lo mejor.
―¿Alguien llamó a Heather? ―pregunté, refiriéndose a la hija de
Melinda y Wyatt. Una mujer a la que nunca había llamado ‚tía‛ porque
no era nada parecido a eso, nunca había intentado serlo.
―Melinda lo hizo. ―La nariz de Harri se arrugó―. Mam{ escuchó la
llamada. Aparentemente, Heather no parecía muy preocupada, pero
prometió que ‚aparecería‛. Sus palabras.
Negué con la cabeza.
―No creo ni por un momento que Heather no esté afectada. ―Ella
amaba a Wyatt, pero su relación era tensa debido a su obstinada creencia
de que él prefería a Vienna sobre ella.
Heather también estaba convencida de que Melinda también se
preocupaba más por Vienna. Ninguna cantidad de garantías por parte
de sus papás había marcado la diferencia: Heather defendía firmemente
que tenían favoritos y les hacía pagar por eso con pequeñas cosas.
―Yo tampoco ―dijo Harri mientras tomaba un vaso desechable de la
parte superior de la fuente de agua―. Pero ya sabes cómo es ella. Llamé
a Junior para informarle lo que estaba pasando ―añadió, refiriéndose al
hijo de Heather, que se había mudado a Inglaterra hacía ocho años―. Va
a tomar un vuelo hasta aquí tan pronto como pueda. Prometí que lo
mantendría informado hasta entonces.
―Wyatt estar{ encantado de verlo. ―Todos lo estaríamos. Nuestro
primo mayor no se parecía en nada a su mamá.
Harri llenó la taza en la fuente de agua mientras yo preparaba los
cafés en el dispensador cercano, luego regresamos con los demás y
distribuimos las bebidas.
Estaba a punto de sentarme cuando la puerta de la sala de espera se
abrió detrás de mí. Me volví, esperando ver a un médico, desesperada
por noticias sobre Wyatt. No era un médico, pero la decepción no me
corrió por la sangre. Porque era Dax.
Sorprendida, solo pude mirar mientras él se dirigía directamente hacia
mí: cada paso era suave, decidido y rápido. No se detuvo hasta que los
frentes de nuestros cuerpos se tocaron. Palmeó un lado de mi cara, sus
llamativos ojos bebiendo cuidadosamente mi expresión, y luego esa
misma mano se deslizó para palmear la parte posterior de mi cabeza
mientras la metía debajo de su barbilla. Su otro brazo se deslizó por mi
espalda en ángulo diagonal, abrazándome con seguridad.
Un abrazo.
Él me estaba abrazando.
Su agarre fue protector. Consolador. Estabilizador. Y mi tensión
desapareció incluso cuando sentí una sensación de expansión en mi
pecho.
―Est{s aquí ―susurré con una garganta espesa.
Bajó la cabeza y colocó sus labios cerca de mi oreja.
―Por supuesto que estoy aquí.
Apreté los costados de su camisa. Tal vez debería haber esperado que
viniera (los amigos estaban ahí para los amigos), pero no lo hice.
Tampoco esperaba que curvara su cuerpo a mi alrededor de esta
manera.
No estaba segura de por qué, pero lágrimas calientes picaron en mis
ojos. Los cerré y respiré profundamente por la nariz. Era tan sólido e
inquebrantable como un viejo roble, exactamente lo que necesitaba en
este momento.
―¿Alguna noticia sobre Wyatt? ―preguntó.
―Todavía no. ―Me aparté lo suficiente para encontrar su mirada
cuando un pensamiento me asaltó―. ¿Cómo supiste dónde
encontrarnos?
―Tengo mis maneras. ―Dejando que sus brazos se alejaran de mí, me
negué a reconocer lo decepcionada que eso me hizo sentir, sacó su
teléfono de su bolsillo―. Dame un minuto. ―Luego caminó hacia la
esquina y puso su celular en su oreja.
Alicia me vio con el ceño arrugado.
―¿A quién llama?
Me encogí de hombros.
―No lo dijo. Posiblemente su mam{ o su pap{. ―Tomando asiento
frente a ella, puse mi mano en mi estómago, la maldita cosa seguía
revoloteando y rodando. No ayudó que estuviera rodeada por los no tan
agradables aromas de antiséptico, yodo, aire viciado y café en mal
estado―. Se suponía que íbamos a asistir a una cena de celebración por
el cumpleaños de su madrina.
Los labios de Melinda se abrieron.
―No tenías que cancelar. Podríamos habernos contactado contigo
para darte noticias una vez que las tuviéramos.
―Quiero estar aquí ―recalqué―. Adem{s, no hay manera de que
pueda sentarme y disfrutar de una comida en este momento, y mi mente
habría estado en Wyatt de todos modos.
La mirada de Melinda se posó en Dax, que todavía estaba hablando
por su teléfono.
―No asistió a la comida sin ti ―señaló.
―No, no lo hizo ―estuve de acuerdo con no poca sorpresa.
―Puedo ver que est{s sorprendida de que haya aparecido aquí ―dijo,
la sonrisa que me regaló un poco tensa en los bordes.
―A mí no me sorprende en absoluto ―afirmó mi mam{, tocando el
colgante de mariposa que colgaba de su collar de oro―. Por naturaleza,
Dax es un hombre que está ahí para quienes lo necesitan.
Ella tenía razón, por supuesto. Probablemente lo había menospreciado
al estar tan desprevenida por su presencia. En mi defensa, no me había
dado ningún indicio de que se encontraría conmigo aquí cuando hablé
con él por teléfono. Tal vez simplemente había asumido que yo sabría
que vendría.
Mi mirada saltó a la puerta cuando se abrió una vez más. Sentí mis
labios aplanarse. Una vez más, no era un médico. Tampoco era alguien
con quien me gustara estar.
Heather se acercó furiosa a nosotras y puso sus manos en sus
estrechas caderas.
―Entonces, ¿dónde est{ él? ―preguntó ella< como si esperara que él
estuviera sentado justo aquí.
Melinda se puso de pie y abrazó a su hija con torpeza.
―Con los médicos. Todavía estamos esperando noticias. ―Volvió a
tomar asiento, exhalando un suspiro tembloroso.
Heather escaneó cada uno de nuestros rostros.
―No sé por qué est{n todas tan preocupadas. Dos de mis ex que
juraron que estaban sufriendo un ataque cardíaco en realidad tuvieron
un caso grave de indigestión. Probablemente eso es todo esto. ―Posó su
mirada en su mam{―. Pap{ no tiene un corazón débil.
―Sigo record{ndome eso. ―Melinda hizo girar su anillo de bodas―.
Sigo diciéndome a mí misma que podría ser nada.
Heather le quitó la bebida a Vienna de la mano y tomó un sorbo. Ella
se resistió, arrugó la cara y escupió el café en la taza.
―Ugh. Eso es asqueroso.
Sentí que se me apretaba la mandíbula. El café podría haber sabido a
maldita ambrosía y Heather habría hecho lo mismo. ¿Para qué? Para
joder con mi mamá.
No conocía la historia completa de lo que había pasado entre ellas
cuando eran niñas, pero era consciente de que Heather, que no estaba
impresionada por tener una hermana adoptiva, había abusado
físicamente de ella en aquel entonces. Como adultas, ninguna de las
mujeres tenía tolerancia ni tiempo para la otra.
Mi mamá hizo un esfuerzo por ser civilizada con ella por el bien de
Melinda y Wyatt, y Heather se abstuvo de provocar escenas por miedo a
lo que mi papá haría; había interferido en su vida una o dos veces en el
pasado por alterar a Vienna, pero ese débil nivel de civilidad era lo
mejor que había entre ellas, y si Heather sintiera que podía salirse con la
suya molestando pasivamente a mi mamá, lo haría.
La perra intentó devolverle el café a Vienna, sin reprimir una sonrisa.
Mi mamá la vio fijamente, con el rostro en blanco; la mujer era una
profesional ocultando sus emociones.
―No, quédatelo.
Giré la cabeza cuando mi visión periférica captó movimiento. Dax
estaba regresando hacia mí, guardándose su teléfono en el bolsillo.
―Los médicos le hicieron a Wyatt un examen físico ―nos anunció
Dax―, y ahora le est{n realizando algunas pruebas; todavía no han
hecho un diagnóstico definitivo.
Parpadeé, inclinando la cabeza.
―¿Cómo lo sabes?
Él se encogió de hombros con facilidad.
―Hago donaciones periódicas al hospital.
―Bueno, hola ―pr{cticamente ronroneó Heather―. No te noté. Qué
terrible descuido de mi parte.
Le di un rápido vistazo al techo. Ella era la coqueta más grande y
vergonzosa que jamás haya existido.
―Dax, ella es Heather, la hermana adoptiva de mi mam{.
―La hija biológica de Melinda y Wyatt ―Heather sintió la necesidad
de agregar, diciéndolo como si eso significara que ella era la única hija
que contaba.
No me perdí la mirada que mi mamá intercambió con Harri.
―Y tú eres Dax Mercier. El marido de Addison, ¿verdad? Es una pena
que no me invitaran a la boda ―dijo Heather con un puchero, con un
toque de amargura en sus palabras.
No la había invitado porque era una maldita idiota. Nadie había
discutido que debería hacerlo, ni siquiera sus papás. La amaban, pero no
estaban ciegos a su naturaleza.
Dax no saludó a Heather. O le extendió la mano. O asintió en su
dirección. O algo.
Ella le señaló con un dedo delgado y de uñas largas.
―Sabes, conocí a tu papá una o dos veces.
Probablemente también había intentado seducir a Blake. Heather solo
mostraba interés por los hombres casados. Ella se había casado dos
veces, pero sus dos ex estaban comprometidos con otra persona cuando
los conoció.
―Te pareces mucho a él, pero tienes los ojos de tu mam{ ―le dijo
Heather, con una curva oscura en los labios―. Ojos de Buchanan.
Me tensé ante la puñalada verbal: era un cruel recordatorio de su
conexión con un hombre que se había aprovechado de su abuela y
repudiado a su mamá.
―No lo hagas ―le dije con voz dura―. No vayas ahí.
Levantó las manos y el humor iluminó su rostro.
―Mis disculpas. No sabía que él sería tan sensible.
Los ojos de Melinda se cerraron.
―Heather, por favor siéntate y simplemente...
―¿No hables? ―proporcionó Heather.
Funciona para mí.
―No hagas comentarios que puedan herir o provocar a otros
―corrigió Melinda―. ¿Has hablado con Junior?
Heather parecía como si fuera a luchar contra el cambio de tema, pero
luego suspiró y dijo:
―Sí, lo llamé hace un rato. ―Se hundió con gracia en un asiento―.
Dijo que Harri ya le había dado la noticia sobre papá. Está planeando
volar y verlo.
Dax reclamó la silla junto a la mía y vio su reloj.
Me incliné hacia él.
―No tienes que quedarte ―dije, manteniendo mi voz demasiado baja
para transmitirla a los dem{s―. Quiero decir, me alegro de que estés
aquí, pero sé que no querrás perderte la comida de cumpleaños de
Sarah.
Su frente se arrugó por un breve momento.
―Me quedo. ―Él extendió su mano sobre mi muslo, una declaración,
un consuelo―. Lo entender{. Ella no esperaría que estuviera en ningún
otro lugar que no fuera aquí.
Miré su mano. Ahora que éramos oficialmente amigos, sus toques
casuales no eran tan raros. Aun así, nunca hubo ningún sentimiento
detrás de ellos.
Caricias ligeras, palmaditas breves, apretones suaves, abrazos
cálidos... esas cosas te anclaban. Te tranquilizaban. Te apaciguaban. Eran
una forma de, a falta de un término mejor, tocar la base, supuse. Una
forma de registrarse de forma no verbal.
No para Dax.
Simplemente no hacía esas cosas, ni con amigos, ni con la familia, ni
con nadie. Estaba acostumbrada a eso. A lo que no estaba acostumbrada
era a que me molestara de alguna manera.
No estaba segura de cómo, por qué o cuándo sucedió. No estaba
segura si era algo que había aparecido gradualmente o si simplemente
surgió durante la semana pasada. Cualquiera sea el caso, últimamente
había comenzado a sentir realmente la ausencia de ese contacto casual
entre nosotros. De alguna manera había llegado a un punto en el que
había empezado a molestarme un poco.
Y así, mientras miraba la mano que había descansado sobre mi muslo,
me gustó más de lo que debería.
Tal vez era simplemente que, a diferencia de él, yo era una persona
táctil. Quizás no se trataba realmente de Dax en absoluto. Quizás
simplemente me lamenté de que no tuviéramos ese tipo de amistad. De
cualquier manera, no me gustaba lo mucho que me afectaba.
―Bueno, Vienna ―comenzó Heather, sac{ndome de mis
cavilaciones―, debes estar encantada de que tu hija mayor haya
encontrado un marido rico como su mamá.
Con la espalda muy erguida, Vienna la vio fijamente con una mirada
vacía. Podía sentir que estaba tomando todo lo que tenía para no decirle
a esa perra que se callara de inmediato. Si no fuera por la presencia de
Melinda, ya lo habría hecho.
Heather se examinó las uñas.
―Personalmente no creo que estaría tan orgullosa si estuviera en tu
lugar. ¿Sabías que Dax tiene un club de striptease?
La sorpresa cruzó el rostro de Vienna.
Sonriendo, Heather desvió su mirada hacia mí.
―¿Tú lo sabías?
―Sé que solía tener uno, sí. ―Lo había vendido hace años. Brooks me
lo mencionó brevemente en ese entonces―. Aunque no veo cómo es
relevante.
Su sonrisa se encogió ligeramente.
―¿Est{s segura de que el club cambió de dueño? Porque eso no es lo
que escuché.
Dax muy lentamente se inclinó hacia adelante, inmovilizándola con
una mirada letal que la puso tensa.
―No sé qué te dio la impresión de que toleraría que intentaras jugar
juegos mentales con mi esposa ―dijo, con palabras suaves, lentas y que
exudaban peligro―, pero esa mierda se detiene ahora mismo.
Heather apretó los labios y entrecerró los ojos.
Aparentemente satisfecho, Dax se hundió en su asiento y pasó su
brazo por el respaldo de mi silla. El movimiento fue tan protector como
lo había sido su tono de voz, e hizo que mi pecho se pusiera pegajoso.
Me incliné hacia él de nuevo y le susurré:
―Por eso no la invité a nuestra boda.
Dejó escapar un gruñido silencioso.
Se hizo el silencio mientras seguíamos esperando que llegara un
médico. Para pasar el tiempo, alternaba entre leer los carteles pegados en
las paredes, que de otro modo serían sencillas, y leer los subtítulos en el
televisor apagado en la pared. También observé a través de las ventanas
cómo la gente caminaba por los pasillos más allá de la sala de espera:
algunos vestidos con batas o uniformes, otros con ropa estándar, otros
arrastrando los pies con batas de hospital y sosteniendo intravenosas.
Aparte del siempre sereno Dax, todas estábamos golpeteando con los
pies, girando los tobillos, mordiéndonos los labios, mirando
furtivamente la puerta, incluso Heather, aunque se esforzó por parecer
aburrida al revisar su teléfono, estaba claramente inquieta.
Harri se echó hacia atrás para tirar inquietamente de su cola de
caballo.
―Necesito usar el baño. Vuelvo enseguida. ―Se puso de pie y se
colgó la correa del bolso al hombro. Fue en ese momento que se abrió la
puerta.
Cuando un hombre de mediana edad con una chaqueta blanca entró
rápidamente, todos nos pusimos de pie. Confirmó nuestro peor temor:
Wyatt, de hecho, había sufrido un ataque cardíaco. Afortunadamente,
no fue necesaria la cirugía: el medicamento para disolver los coágulos
que le administraron había funcionado. Sin embargo, tendría que pasar
la noche en observación.
Inhalando profundamente, dejé que el alivio de que Wyatt estuviera
estable se asimilara: lo absorbí, lo procesé, lo disfruté.
El falso frente de Melinda de ‚Estoy bien‛ se arrugó con lo que
parecía ser el mismo alivio que yo sentía.
―¿Puedo verlo? ―suplicó.
―Puede recibir visitas, pero solo dos a la vez ―respondió el médico.
―Mam{ y yo deberíamos ir primero ―anunció Heather―. Somos
nosotras a quienes más querrá ver.
Vienna puso los ojos en blanco sutilmente.
―Buena idea. Ustedes dos continúen.
Cuando los médicos y las dos mujeres se fueron, suspiré a Dax.
―Nunca hay un momento aburrido con Heather.
―Cada familia tiene una ―dijo Alicia.
Cuando llegó mi turno de ir a ver a Wyatt, él se había quedado
dormido. Mi pecho se apretó al verlo pálido y conectado a máquinas que
emiten pitidos. Nunca lo había visto frágil. No hasta ese momento. Me
asustó muchísimo.
Cuando finalmente regresé a la sala de espera, Melinda me vio a mí, a
Alicia y a Harri y dijo:
―Todas vayan a casa. Les enviaré un mensaje de texto con cualquier
actualización.
Alicia frunció el ceño y puso rígidos los hombros.
―Pero<
―Yo también me voy ―le dijo Vienna a mi hermana, como para
aliviar cualquier culpa que pudiera sentir―. Necesito recoger algunas
cosas para Melinda y Wyatt.
Lo cual era algo que Heather podría haber hecho para que mi mamá se
hubiera quedado, pero parecía que la mujer ya se había ido.
Le di un abrazo a Melinda.
―Ll{mame si necesitas algo.
Se pasó una mano por la blusa y sus ojos estaban tristes.
―Gracias, cariño. Lo haré.
Dax me tomó del codo.
―Vamos, vamos a llevarte a casa.
Todos salimos juntos y solo nos dispersamos cuando llegamos al
estacionamiento. Cuando comenzó a guiarme hacia su vehículo, clavé
mis talones y señalé el extremo opuesto del estacionamiento mientras
hablaba:
―Mi auto est{ justo...
―Haré que Caelan venga a buscarlo y lo lleve de regreso a nuestra
villa ―me dijo Dax―. Puedes viajar conmigo.
―Eso no es necesario.
―No estoy de acuerdo. No quiero que conduzcas ahora mismo. ―Me
dio un ligero apretón en la muñeca―. Déjame llevarte a casa.
Tragué.
―Est{ bien. ―Le permití que siguiera gui{ndome hasta su auto―.
Gracias por venir, y por quedarte.
Su rostro se reafirmó.
―No necesitas agradecerme. Dijiste que estarías a mi lado cuando la
mierda pasara, ¿verdad? ¿Qué te hace pensar que yo no haría lo mismo
por ti?
Recostándome en la silla del patio, me mordisqueé el labio inferior
mientras miraba al hombre sentado frente a mí, que estaba masticando
lo último de su bagel del desayuno mientras hojeaba su teléfono.
―Entonces ―comencé―, tengo una pregunta.
La mirada de Dax se posó en la mía.
―Continúa.
―Halloween es en unos tres días. ¿Qué te parecería que yo colgara
algunas decoraciones?
Una fina línea le abolló la frente.
―Ya lo has hecho. Hay una corona de otoño colgada en la puerta
principal y hay calabazas en el suelo a ambos lados. Tenemos cojines con
hojas, gnomos y bellotas en las fundas, y has puesto guirnaldas de
dientes de león aquí, all{ y en todas partes. ―Nada de eso pareció
impresionarle.
Levanté mi dedo.
―Esas son decoraciones de otoño. ―Me había autorizado a cambiar la
decoración, pero lo había hecho de mala gana―. Eso es diferente.
―¿Por qué necesitamos ambos tipos?
―Porque me llenaría de una alegría infantil. ―Hice un puchero―.
¿No quieres que sea feliz?
Parecía a punto de poner los ojos en blanco.
―Bien.
Sonreí, asintiendo.
―Gracias. ―Incliné la cabeza hacia un lado―. ¿Entonces no sueles
decorar para las fiestas?
―No ―respondió, levantando su taza.
―Pero seguramente haces una excepción en Navidad, ¿verdad?
―No. ―Bebió un poco de café.
―¿Alguna razón en particular, o es simplemente porque eres algo
minimalista?
―Lo último.
Eh. No podía imaginarme no querer darle vida a la decoración en esos
momentos. Me encantaban esas cosas. Me ponía de humor para las
vacaciones y me llenaba de sentimientos de nostalgia, pero entendía que
no era la idea de diversión que todos tenían.
―Sin embargo, ¿no te har{ sentir incómodo si decoro las cosas para
Halloween? ―comprobé―. Porque me lo saltaré si es algo que te
molesta.
La línea entre sus cejas se suavizó.
―No me molestar{. Lo que me molestaría es si te enfurruñas por la
falta de decoración festiva.
―No me enfurruñaría. ―Solo estaría un poco de mal humor―. Si
estás seguro de que te parece bien, buscaré mis decoraciones más tarde.
Hablando de m{s tarde< haré una parada en la casa de mis abuelos de
camino a casa desde el trabajo para poder ver cómo está Wyatt.
Él estaba bien, había seguido el consejo del médico y había hecho lo
que le había indicado. Aunque estaba empezando a irritarse por tener
gente que venía a verlo todos los días como si él fuera, en sus palabras,
‚un niño pequeño tratando de meter una percha en un enchufe eléctrico‛. No
éramos tan malos. Todavía un poco asustados por su problema de salud.
Saliendo de mis pensamientos, le dije a Dax:
―Puedes cenar sin mí si quieres.
―Esperaré a que llegues a casa. ―Dejó su taza y me dio una mirada
penetrante―. Tú siempre me esperas.
Agradecida, le di una suave sonrisa.
―Gracias, esposo.
Él puso los ojos en blanco.
―Sobre el tema de las fiestas, mi mam{ me llamó antes mientras
estabas en la ducha; nos invitó a pasar el Día de Acción de Gracias en su
casa. Raven y mis hermanos también estarán ahí.
Hice una mueca.
―Mi mam{ nos lanzó la misma invitación a nosotros y a todos mis
hermanos. Lo mencionó anoche por teléfono, pero olvidé decírtelo.
―Me mordí el labio inferior―. Tal vez podríamos dividir nuestro
tiempo. Cenar en una casa y luego comer postre en la otra. O algo. No es
lo ideal, pero Ollie y Marleigh hacen lo mismo todos los años, por lo que
ninguno tiene que perder tiempo con su familia en Acción de Gracias.
Dax frunció los labios, pensativo.
―Eso funcionaría.
―Entonces la pregunta es< ¿qué casa visitamos primero?
Él tarareó.
―No tengo ninguna preferencia real.
Yo sí.
―Cenaremos con tu familia y comeremos postre con la mía.
―¿Por qué?
―Porque preferiría que no tuvieras que comer una comida completa
mientras mi papá es... bueno, mi papá. Es menos grosero hoy en día,
pero aun así. ―Y seguramente nadie podría disfrutar adecuadamente de
su comida mientras lo miran con furia. Seguro que no sería bueno para
la digestión de una persona.
Un ceño desdeñoso apareció en el rostro de Dax.
―Sabes que no me importa que actúe de esa manera.
―Bueno, a mí me importa. Estoy decidida a poner fin a esta idiotez de
'No puedo ser amable con el marido de mi hija por principios' de una
vez por todas.
Sacudió levemente la cabeza.
―Est{s perdiendo el tiempo tratando de hacer que me dé la
bienvenida a la familia.
Dejé escapar un resoplido obstinado.
―No veo por qué. No es que ustedes dos no tengan posibilidades de
llevarse bien. En realidad le gustas y no le agradan muchas personas
fuera de nuestra familia.
―No importa. Tuve el descaro de casarme con su hija. Eso cambia las
cosas. Ya te he explicado esto.
―Sí, pero es absolutamente ridículo. Voy a tener la esperanza de que
las cosas mejoren.
Él se encogió de hombros con fluidez.
―Solo te est{s preparando para una decepción. ―Miró su reloj de
pulsera―. Tengo que irme ahora. Tengo una reunión temprana a la que
asistir.
Cuando se levantó de su asiento, le lancé una brillante sonrisa.
―Que tengas un buen día, dulzura.
Se quedó quieto, la imagen de 'no impresionado'.
―No. Simplemente no.
―Sí, suena vergonzoso cuando lo digo en voz alta ―admití―. Pero
no creas que no sé que quieres sonreír ahora mismo.
La diversión brilló brevemente en su mirada.
―Nos vemos. ―Con los labios ligeramente curvados, rodeó la mesa y
se alejó.
Ese mismo día, más tarde, vi la gran mansión victoriana de tres pisos
y sonreí.
―Sé que lo he dicho antes, pero amo esta casa. ―Contaba con todas
las características que me encantaban de este estilo de edificio:
ventanales, un techo a dos aguas, torreones, torres, vidrieras y un bonito
porche.
Mientras caminábamos por el camino hacia ahí, le lancé a Dax una
mirada de reojo.
―¿Viviste aquí durante toda tu infancia?
―La mayor parte ―respondió―. Hasta mis dieciocho meses vivimos
en un ático. Obviamente, no recuerdo esos días.
Mirando las ventanas superiores, le di un codazo.
―¿Vas a mostrarme tu antigua guarida mientras estemos aquí? Nunca
lo has hecho antes.
Su ceño se arrugó.
―¿Mi antigua guarida?
―La habitación en la que solías dormir ―aclaré mientras subíamos al
porche―. El lugar donde estoy segura de que corrompiste a muchas
adolescentes cuando tú mismo eras apenas un adolescente.
―¿Corrompí? ―repitió, curvando sus labios.
―Bueno, me corrompiste mucho cuando era una adolescente.
―Aunque no aquí.
El calor estalló en sus ojos.
―Lo recuerdo. ―Presionó el timbre.
Fue Kensey quien abrió la puerta. Con la boca curvada en una sonrisa,
nos dio la bienvenida a ambos al interior, dando un rápido beso en la
mejilla de Dax y luego en la mía.
―Me alegro de que hayan podido venir. ―Nos hizo un gesto para
que la siguiéramos y luego caminó hacia el interior de la casa.
La primera vez que vine aquí, me quedé boquiabierta. El interior era
tan llamativo como el exterior. Tenía iluminación ornamentada y techos
altos. Parecía haber una chimenea en casi todas las habitaciones, y las
baldosas geométricas de terracota eran hermosas.
Mientras caminábamos por el pasillo, dejé que mi mirada recorriera
los cuadros enmarcados en las paredes; la mayoría eran de Dax y sus
tres hermanos en diferentes edades.
―Eras un niño tan lindo, Dax, pero no es justo que no parezcas haber
tenido una fase desgarbada; la mía fue horrenda.
Kensey se rió entre dientes.
―Él se parece a su pap{ en ese sentido. No hubo momentos del patito
feo. Eran cisnes desde el día en que nacieron.
Mientras nos conducía al comedor, Blake levantó la vista de su asiento
en la mesa. Se levantó y le dio una palmada en la espalda a Dax mientras
intercambiaban saludos, luego su atención se centró en mí y me ofreció
una sonrisa cálida y auténtica que contrastaba totalmente con las
formales que solía mostrarme.
―Addison, me alegra que hayas podido venir.
―Como si me fuera a perder la comida de Kensey ―dije, levantando
los labios.
Todavía no estaba segura de qué le hizo cambiar su actitud hacia mí.
Le pregunté a Dax, pero él solo dijo que me gané a Blake.
Mientras papá e hijo hablaban de negocios, yo ayudé a Kensey a llevar
los platos y las bebidas a la mesa, luego, ella y yo nos sentamos al lado
de nuestros respectivos maridos.
Frente a mí, se inclinó hacia adelante para ver mejor la intrincada
libélula en mi brazo.
―Caelan mencionó que te hizo un tatuaje ―dijo, con un brillo de
orgullo en sus ojos―. Mi chico es bueno. Él también hizo algo para mí.
Ella giró sus brazos escasamente entintados de un lado a otro,
mostrándome destellos de ellos.
Uno me llamó la atención y lo señalé.
―Esa cita. Conozco esa cita. Es de uno de mis libros favoritos. ¿Lees a
Nina Bowen?
Ella comenzó sorprendida.
―Sí.
Puse una mano en mi pecho.
―No mentiré, la amo. Estoy muy enamorada de su cerebro
fabulosamente creativo.
Sus labios se alzaron.
―Dax me dijo que eres una gran lectora. Dice que tienes m{s libros
que yo.
Mientras masticaba la comida, Blake resopló.
―Eso no puede ser posible.
―Oh, es posible ―le dijo Dax, cortando su salmón.
Un lento parpadeo de Blake.
―¿Es en serio?
―Mortalmente. Deberías ver el tamaño de su estantería. Es incluso
más grande que la de mamá.
Blake sacudió la cabeza, claramente dudando.
―Es enorme ―admití, levantando mis cubiertos―. La adoro.
―Tiene rieles con escaleras deslizantes. ―Dax comió un trozo de
salmón―. Apenas hay espacios en los estantes. Addison ha acumulado
una increíble colección de libros.
―No veo el problema ―dije, levantando los hombros.
―No, yo tampoco ―interrumpió Kensey.
Blake le deslizó una rápida mirada.
―Tú dirías eso. La lectura es una adicción para ti, simple y
llanamente.
Kensey alzó una ceja desafiante.
―¿Y?
Con otro resoplido, volvió a fijar su mirada en mí.
―¿Cómo est{n tus pap{s?
―Bien. ―Cogí un tenedor lleno de arroz con lima―. Mi pap{ dice
que ustedes dos hablan regularmente sobre si creen que este matrimonio
podría estar en peligro.
Blake me vio, claramente dudoso.
―No estoy seguro de por qué diría eso. De hecho, estoy bastante
seguro de que no lo habría hecho. Me estás tomando el pelo.
Sonreí.
―¿Lo estoy?
Blake vio a su hijo.
―¿Lo est{?
―No lo sé. ―Dax levantó su vaso y tomó un sorbo de agua―. Pero
probablemente haces consultas con Dane.
Blake se burló.
―Tengo cosas mucho mejores que hacer que chismear sobre tu
matrimonio.
―Y, sin embargo, es muy probable que todavía lo hagas ―dijo Dax.
Con la boca curvada, Blake cortó un trozo de salmón.
―Le gustas, ¿sabes? Simplemente no le gusta que le gustes. De hecho,
está decidido a odiarte, pero está luchando con eso.
Lancé un suspiro cansado.
―Creo que todo es tan tonto.
Kensey asintió con la boca llena.
―Cuando tengas tus propios hijos, entender{s sus luchas ―me dijo
Blake.
Negué con la cabeza.
―No, incluso entonces, realmente no creo que lo haga.
De nuevo, Blake dirigió su mirada a su hijo.
―Tú lo har{s.
―Sí, lo haré ―estuvo de acuerdo Dax.
Levantando mi copa, vi a mi marido de reojo.
―Me gustaría que nos llevemos bien con quien sea que nuestros hijos
elijan como pareja.
―Me llevaré bien con ellos. ―Dax mojó una pequeña rebanada de
salmón en su salsa―. Simplemente nunca, ni por un momento, los haré
sentir bienvenidos.
Fruncí el ceño.
―No veo cómo pueden ir juntas esas dos situaciones.
―Ellos lo har{n. Ya verás.
Sí, realmente no lo creo, pero da igual.
―Has abandonado a tus amigos por una polla.
Esa misma semana, al alejarme del archivador de mi oficina, le fruncí
el ceño a Sabrina.
―¿Qué?
De pie frente a mi escritorio con los brazos cruzados, inclinó
brevemente la cabeza mientras admitía:
―Est{ bien, de vez en cuando te reúnes con Tamara y conmigo para
tomar algo o lo que sea. Pero ese es el problema: solo lo haces de vez en
cuando.
Suspiré.
―Actúas como si rara vez me vieras.
―Pasar tiempo contigo en el trabajo no es lo mismo. No es socializar.
―Cierto. ―Hubo un chirrido bajo de metal cuando abrí un cajón del
gabinete―. Pero solo porque no estoy saliendo contigo con regularidad
no significa que te esté dejando de lado por una polla o cualquier otra
cosa. ―Saqué un archivo del cajón y luego lo cerré―. Dax y yo juramos
que pasaríamos tiempo juntos en casa como lo hacen otras parejas.
Como bien sabes.
―Sí ―admitió Sabrina de mala gana―, pero estas últimas semanas
has pasado mucho más tiempo con él que antes.
―No, no lo he hecho.
―Uh, sí, lo has hecho.
Sí, lo hice. Porque me gustaba estar cerca de él. Mucho.
Tenía muchas ganas de volver a casa con él. Disfrutaba cenar con él,
pasar tiempo con él y escuchar sobre su día, y me encantaba que
hubiéramos desarrollado una relación sólida y saludable. Nada de lo
cual quería compartir con mi amiga, ya que no quería admitir que estaba
empezando a importarme el hombre con el que me había casado como
parte de una maldita transacción comercial.
Un poco molesta por mi situación emocional, golpeé el expediente
sobre mi escritorio.
―Soy una persona hogareña. Tú lo sabes.
―Te gusta estar en casa y leer un libro, claro, pero también te gusta
salir y reunirte con amigos para tomar algo y esas cosas. Sin embargo,
últimamente has sido una ermitaña total.
―Lo siento si te hice sentir abandonada. ¿A dónde quieres que
vayamos? Lo haré realidad.
Ella frunció los labios.
―Ningún lugar en particular.
―¿Qué fecha tenías en mente?
―No tengo ninguna en mente.
Sentí que mis hombros caían cuando un largo suspiro se deslizó fuera
de mí.
―Así que, b{sicamente, est{s aprovechando la oportunidad para
lloriquear.
Sabrina dio un paso más hacia el escritorio.
―Lo que estoy haciendo es notar que felizmente pasas mucho más
tiempo en casa que antes. Entonces, o te estás apegando emocionalmente
al pene de Dax o a él.
Me quedé quieta, con las entrañas agarrotadas.
―No es ninguna de las dos cosas. ―Las palabras salieron planas y
rígidas.
Su rostro se aflojó.
―Oh, Dios, es lo último. ―De alguna manera sintió.
―No, no lo es ―espeté, sonando a la defensiva incluso para mis
propios oídos.
―No vivas en negación. Es aburrido.
―No estoy en negación, solo estoy< neg{ndotelo a ti. ―Regresé a mi
asiento―. No quiero hablar de eso.
Ella tomó la silla frente a la mía, su expresión suave.
―Parecía un hecho que ustedes dos eventualmente desarrollarían una
especie de vínculo de amistad, uno que surge al compartir hitos
importantes de la vida juntos, como tener hijos y esas cosas, pero no
esperaba que sucediera tan pronto.
Sentí que mis cejas se juntaban.
―No sé si podría decir que nos hemos unido. Dax es un solitario
emocional.
Ella tarareó, pensativa.
―Déjame hacerte una pregunta. ¿Est{ él en casa más tiempo que
antes?
Torcí la boca, considerándolo.
―Sí.
―Así que tal vez no seas la única que tiene sentimientos.
―Lo dices como si fueran gérmenes.
―Infectan a una persona, se adhieren a tu interior y se construyen ahí
un hogar. Esto puede resultar inconveniente si es unilateral, pero... tal
vez no sea el caso entre tú y Dax.
Me gustaba pensar que no lo era. Me gustaba pensar que no estaba
interpretando demasiado los cambios en nuestra dinámica, como por
ejemplo cómo se había vuelto ligeramente táctil, cómo buscaba mi
compañía, cómo bromeaba y se burlaba de mí, cómo estaba empezando
a confiar poco a poco en mí, incluso hubo más casos en los que me
desperté y descubrí que habíamos acortado la distancia entre nosotros
en la cama mientras dormíamos.
Apoyé los codos sobre la mesa.
―A veces hace cosas que me hacen pensar que podría preocuparse
por mí, pero no en el sentido de que crea que siente algo profundo por
mí. ―No estaba segura de si ese sería alguna vez el caso―. Para ser
justa, sin embargo, es posible que yo tampoco llegue a sentir nada
profundo por él. ―Apestaba, sin embargo, porque sospechaba
firmemente que yo sí lo haría.
―¿Pero ya no son meros amigos? ―preguntó.
―No, somos m{s que eso. ―Eso era suficiente por ahora. Tendría que
serlo.
Se escuchó un golpe en la puerta abierta cuando una miembro de
nuestro equipo, Megan, dio un paso hacia la oficina. Ella me dio una
sonrisa tímida.
―Lamento molestarte, pero hay una mujer aquí para verte. Dice que
su nombre es Mimi.
Me quedé muy quieta. Ah, mierda.
Sabrina contuvo el aliento, enojada.
―¿Esa perra es realmente real?
Le había contado algo de lo que había sucedido con Mimi a Sabrina,
menos la parte en la que la mujer sentía algo por Dax. No hace falta
decir que mi mejor amiga ya no era fan suya. Yo tampoco, pero no tenía
intención de echar a Mimi. No, quería saber qué la había inspirado a
venir aquí. También tenía algunas cosas que me gustaría decirle.
Sentándome más erguida en mi asiento, le hablé a Megan:
―Envíala adentro, por favor.
Con un movimiento de cabeza, Megan desapareció.
Me volví a centrar en Sabrina.
―Yo manejaré esto. Vuelve a<
―De ninguna manera voy a dejarte sola con esa zorra ―declaró,
cruz{ndose de brazos―. Ella vendr{ aquí y dir{ m{s acerca de que Dax
no debería haberse casado contigo y que no le importas, bla, bla, bla. Me
necesitas aquí para apoyo moral.
Le lancé una mirada impaciente.
―Solo quieres quedarte porque eres muy entrometida.
―Bueno, no me das detalles ―se defendió―. Y no me gustan las
versiones resumidas.
Señalé la puerta, inmovilizándola con una mirada que decía que no
cambiaría de opinión.
―Iré a tu escritorio cuando termine aquí.
Apretando los labios, se puso de pie.
―Bien. ―La reina del drama se dirigió hacia la puerta, la imagen de la
indignación, y casi chocó con Mimi en la puerta. Sabrina la atacó con
una mirada que podría quemar la carne y luego se alejó.
Mimi parpadeó, pareciendo desconcertada por la fría recepción.
Sin interés en levantarme de mi asiento para saludarla cortésmente o
cualquier tontería, me hundí en mi silla, entrelacé los dedos y apoyé las
manos sobre mi estómago. No hablé, sabiendo por mi papá que a veces
la mejor manera de hacer que una persona vaya al maldito punto era
simplemente mirarla sin expresión.
Mirando a su alrededor, se dirigió tranquilamente al asiento que
Sabrina había dejado libre.
―Bonita oficina ―me dijo Mimi mientras se sentaba―. Muy chic.
Aunque un poco femenina.
Casi puse los ojos en blanco ante lo que pretendía ser una burla. Yo era
una chica, por si no se había dado cuenta, y no tenía ningún problema
con lo ‚femenino‛.
Ella se movió ligeramente en su asiento.
―Supongo que te estar{s preguntando por qué estoy aquí.
Naturalmente.
―Supongo que tampoco te sientes nada contenta de verme.
Preciso.
―Y tiene que ser extraño para ti sentarte frente al espejo de la única
mujer a quien el hombre con el que te casaste ha amado alguna vez.
Mmmm, no, realmente no. No miraba a Mimi y veía a Gracie; las
diferencias en sus personalidades las diferenciaban de manera
importante. Especialmente porque sus personalidades se filtraban en su
comportamiento. Significaba que tenían diferentes gestos, sonrisas,
posturas y gesticulación.
―Pero quería hablar contigo ―añadió, como si no hubiera deducido
mucho cuando ella vino aquí―. Hay cosas que quiero decir.
Levanté una ceja que decía ¿Cómo cuáles?
Suspirando, se rascó el cuero cabelludo.
―No quise decir lo que le dije a Dax. Nunca hablaría con los tabloides
sobre él. Solo estaba<
―Sintiéndote enojada y celosa porque se casó con alguien que no eres
tú ―le dije.
Una dureza se deslizó en sus ojos.
―No puedes saber lo que es querer a alguien y odiarte a ti mismo por
eso.
Tal vez no, pero estaba completamente segura de que yo no habría
manejado la situación de la misma manera que ella lo hizo.
Se lamió el labio inferior en un gesto incómodo.
―Cuando Gracie murió, sentí que él sería el único que realmente
entendería lo mucho que dolía, así que a menudo acudía a él para
hablar. Él la amaba tanto. No creo que me di cuenta de cuánto hasta que
ella se fue, y cuanto más tiempo pasaba con él, más me preocupaba por
él. ―Hizo una pausa, jugueteando con los dedos―. Y m{s me odiaba a
mí misma.
―Sin embargo, sigues poniéndote en su camino ―señalé―. ¿Por qué
hacer eso? El resto de tu familia no está en contacto con él. No hay razón
para que tú tampoco lo estés. Yo, personalmente, me habría eliminado
de la ecuación por mi bien y el de Dax.
Ella se encogió de hombros.
―Tal vez me estoy castigando por sentir lo que siento.
Resoplé por dentro.
―No puedes sentirte tan mal por eso si sigues intentando seducirlo.
Un rubor rosado se deslizó por su rostro.
―Me has visto cuando estoy borracha. No tengo exactamente muchas
inhibiciones en ese estado.
Me burlé.
―Si eso fuera todo, simplemente evitarías beber cerca de él, pero
haces lo contrario. Probablemente porque necesitas algo de coraje
holandés para hacer un movimiento, pero también porque luego puedes
culpar al alcohol si te rechaza.
―No yo<
―Puede que te moleste lo que sientes por Dax. Quiz{s desees poder
apagarlo, pero lo que más deseas es que él corresponda a tus
sentimientos.
Su frente se arrugó.
―¿Crees que tengo la m{s mínima esperanza de que alguna vez me
ame? ―Ella dejó escapar un bufido burlón―. Soy muy consciente de
que nunca sentirá por otra mujer lo que sintió por Gracie. Perderla le
quitó algo. O ella le sacó algo cuando se fue. Él no está completo sin ella.
―Por supuesto que Gracie se llevó una parte de él con ella. Era suyo
para tomarlo. Así es como son las cosas. ―No significaba que estuviera
roto o que tuviera algún agujero dentro de él, pero Mimi persistía en
verlo como si fuera media persona.
―Tal vez, pero él siempre se aferrará a su pequeña y perfecta Gracie
―espetó, con amargura goteando de cada sílaba―. Una Gracie que en
realidad no era tan perfecta.
Sentí que mis ojos se entrecerraban.
―Si tienes algo que decir sobre ella, dilo. No lo insinúes.
Mimi se movió en su asiento y desvió la mirada.
―Solo quise decir que, ya sabes, nadie es del todo bueno.
Tal vez. Tal vez no.
Cuando ella insinuó por primera vez que había algo que Dax no sabía,
pensé que seguramente le habría dicho cualquier cosa que pudiera
romper su conexión con Gracie, pero< tenía dos hermanas a las que
amaba con todo lo que había en mí. Hermanas por las que haría cualquier
cosa. Hermanas cuyos secretos protegería.
Mimi podría ser una imbécil, pero amaba mucho a su gemela;
seguramente le guardaría un secreto. Especialmente si exponerlo
mancharía los recuerdos que otros tenían de ella.
Podría presionar para obtener más información, pero no era mi
derecho hacerlo, y lo último que quería era saber algo sobre Gracie que
tuviera el potencial de lastimar a Dax. Nos habíamos prometido
honestidad, así que me sentiría obligada a decírselo, y sería muy malo
tener que hacerlo.
Como tal, dejé el asunto y en lugar de eso pregunté:
―¿Por qué est{s aquí?
Mimi se metió la lengua en el interior de la mejilla.
―Me imaginé que tú, entre todas las personas, entenderías lo que es
para mí. Estamos en el mismo barco. Amamos a Dax. Amamos a un
hombre que no nos ama ni nos amará nunca.
Oh, ella simplemente disfrutaba aprovechando cualquier oportunidad
posible para inculcarme la idea de que él no sentía nada por mí.
Su cabeza se inclinó muy lentamente hacia un lado mientras me
estudiaba.
―¿O est{s pensando que eso cambiar{ para ti algún día? No lo har{,
¿sabes? Otras tenían la misma esperanza. Fue aplastada cada vez.
―Hizo una pausa―. Hubo una mujer por la que pensé que podría llegar
a interesarse. Ella era técnicamente una compañera de cama, pero tenían
algo. Emocionalmente, quiero decir.
Y aparentemente se suponía que debía sentirme molesta y celosa al
escuchar esto; esa era la reacción que Mimi obviamente estaba buscando.
Ella anhelaba esa respuesta de mi parte porque así era como yo la hacía
sentir: quería nivelar el campo de juego.
La cosa era... sí, me dolió oír que se preocupó por las demás, pero al
mismo tiempo, nunca desearía que hubiera estado solo todos estos años
sin sentir nada por nadie.
―No sé si su nombre es realmente Ángel o si es un nombre artístico
―continuó Mimi―. Ella trabaja como stripper en el club del que él era
dueño. Así es como se conocieron. ―Una sonrisa maliciosa se dibujó en
una comisura de su boca―. Escuché que él era como un adicto al sexo
con ella. Era como si simplemente no pudiera mantenerse alejado de la
chica. Algunos decían que estaba obsesionado con ella.
Está bien, sí, eso hizo que mi estómago se retorciera dolorosamente.
―Pero lo que tenían no era solo físico. Era muy protector con Ángel.
Posesivo también. Detuvo los bailes eróticos porque no le gustaba que
ella estuviera tan cerca de otros hombres. Pude ver que ella significaba
algo para él.
―Entonces debes haberla odiado.
La sonrisa de Mimi vaciló.
―No. Quiero que sea feliz. Ella lo hacía feliz.
Uh, no, Mimi quería que él fuera feliz con ella, con nadie más. En
cuanto a Angel... si realmente hubiera sido tan importante para él, era
extraño que no hubieran tenido nada más que un acuerdo de
compañeros de cama.
―Para que quede claro< sientes que todo esto es relevante porque<
¿qué?
Su rostro enrojeció cuando su expresión burlona se transformó en una
mirada de resentimiento. Tanto desprecio y amargura giraban en su
mirada que era un milagro que no estuviera temblando por la fuerza de
las emociones.
―Es relevante porque la obsesión nunca muere ―replicó ella―. La de
él seguro que no. Todavía está en contacto con Angel; todavía se dirige al
club para ver cómo está; todavía le soluciona todos sus problemas, como
si fuera su caballero blanco personal, incluso le da dinero si lo necesita.
Dolor intentó salir a la luz, pero lo descarté mentalmente, segura de
que no me ocultaría que jugaba un papel tan importante en la vida de
una de sus ex.
―¿No me crees? ―Mimi sacó su teléfono de su bolso, tocó la pantalla
varias veces y luego lo levantó para que yo lo viera―. Mira. Mira.
Dirigí mi mirada a la pantalla y se me cayó el fondo del estómago. Era
una foto de Dax y una rubia increíblemente hermosa. Estaban
íntimamente cerca en una acera afuera del club de striptease, sus
cuerpos a solo unos centímetros de distancia mientras se enfrentaban. Su
cabeza estaba inclinada hacia la de ella y ella le sonreía.
Mi cuerpo se puso rígido cuando tantas emociones me tomaron por
sorpresa. Shock. Dolor. Traición. Furia. Desilusión. Cada una de esas
emociones fue una puñalada aguda y paralizante en mi pecho oprimido.
Separando mis dedos, cerré mis manos en puños y apreté los dientes
contra el impulso primitivo de golpear algo; arrebatarle el teléfono y
tirarlo al otro lado de la habitación; de patearle el trasero a Dax por
haber cagado en mi confianza y... y, pero eso no sonaba propio de él.
La evidencia fotográfica estaba ahí, sí, pero no podía hacer que la
traición ‚encajara‛ con lo que sabía de él. Simplemente no podía.
Sentada ahí, vacilé entre la devastación, la ira y la incredulidad
mientras miraba detenidamente la imagen. A él. A ella. El fondo. La
iluminación. Busqué señales de manipulación pero no encontré ninguna.
La foto parecía real, parecía<
Mis pensamientos se detuvieron cuando se me ocurrió algo. Algo que
envió una ola de alivio a través de mi sistema, barriendo las emociones
oscuras que se habían apoderado de mí. Respiré profundamente y relajé
los puños.
―¿Ves? ―espetó Mimi―. No puedo decir si est{n durmiendo juntos
o no, pero seguro que se ven acogedores, ¿no?
Solo tarareé.
Líneas de confusión arrugaron su frente.
―¿Esto no te molesta?
―Lo haría... si esa no fuera una foto antigua.
Ella se tensó.
―¿Qué?
―¿El lúgubre club nocturno al fondo, justo al lado del club de
striptease? Fue cerrado hace más de un año. Lo sé porque organicé
varias despedidas de soltera ahí antes de que la propiedad cambiara de
manos. Se renovó por completo y ahora es un club de striptease
exclusivo para mujeres.
Haciendo una pausa, ladeé la cabeza.
―¿Debería preocuparme que solías tomarle fotos en la calle como una
acosadora? ¿Es algo que todavía haces? Porque si es así, tendré un
problema con eso.
Se puso de pie de un salto, con las fosas nasales dilatadas y apretando
con fuerza su teléfono. Pensé que iba a salir furiosa, pero se quedó ahí,
respirando con dificultad y mirando a la pared detrás de mí.
―¿Qué es lo que est{s tratando de hacer aquí? ―pregunté, la ira una
vez m{s cobrando vida en mi estómago―. ¿Lastimarme? ¿Sembrar
semillas de desconfianza? ¿Causar discusiones entre Dax y yo? ¿Qué?
Su mirada me golpeó y la rabia se transformó en... ¿vergüenza?
―Si viniste aquí con el plan mediocre de hacerme creer que Dax me
est{ engañando para que lo deje<
―No es por eso que vine ―dijo, cerrando los ojos. Dejando caer su
trasero sobre la silla, exhaló un largo suspiro y luego volvió a abrir los
ojos.
―¿En serio? ―dije arrastrando las palabras, escéptica.
―En serio. En realidad no tenía ninguna intención de mostrarte la
foto. Ni siquiera se me ocurrió hasta que me molesté mucho al ver que
estabas sentada ahí luciendo indiferente. Actué por un tonto impulso, y
solo para aclarar, no tomé la foto. Una amiga lo hizo; me la envió,
queriendo que viera por mí misma que él había seguido adelante, con la
esperanza de que eso me hiciera seguir adelante.
La observé fijamente, no tan segura de que las vibraciones contritas
que emanaban de ella fueran completamente auténticas. No podría decir
que me conmovería si lo fueran.
―Vine porque... me voy de Redwater ―espetó―. No sé cu{ndo
volveré. No lo haré por un tiempo.
Incluso mientras levantaba el puño mentalmente, mantuve mi
expresión en blanco.
―Pero antes de irme, quería hablar contigo a solas. Quería tener una
idea de qué tipo de persona eres. ―Se pasó una mano por el cabello―.
Quería entender.
―¿Entender qué?
―Qué hay en ti que haría que él te diera lo que no le dio a las demás
―admitió, con una nota de dolor en su voz―. Probablemente se habría
casado con Gracie. ¿Pero aquellas que vinieron antes y después de ella?
No, se negó rotundamente a caminar hacia el altar con ellas. Ni siquiera
le propuso matrimonio a ninguna de ellas.
»Descubrí que ustedes dos tuvieron una aventura hace años, así que
sé que tienen historia, pero ni siquiera eso explica por qué se casó
contigo. No puede haber estado suspirando por ti todo este tiempo; él no
se habría mantenido alejado. Dax persigue lo que quiere. ―Ella levantó
los hombros―. Nada de esto tiene ningún sentido para mí, y él nunca
responderá a mis preguntas.
Lo entiendo, entonces. Así como yo no podía reconciliar al Dax que
conocía con un hombre que me engañara, ella no podía reconciliar al
Dax que conocía con un hombre que se comprometería con una mujer.
El problema era que, como él me señaló una vez, ella realmente no
conocía a Dax.
―Mira, Mimi<
―No estaba mintiendo sobre Ángel. Quiero decir, no, él no est{ en
contacto con ella ahora. Pero sí le importaba cuando estuvieron
involucrados el uno con el otro. Lo mismo con algunas de las otras en su
pasado, pero él no les puso un anillo en el dedo.
―El hecho de que una persona te importe no significa que quieras
casarte con ella. Seguramente tú misma has tenido novios que, por
mucho que los hubieras querido, no te sentías con ganas de casarte.
Sus ojos se entrecerraron.
―¿Y por qué tú te sentiste inclinada a casarte con Dax? Él no te ama.
Ambas lo sabemos.
Las palabras me cortaron como una cuchilla caliente. No debería. Se
suponía que no debía hacerlo, pero lo hicieron.
―Tal vez te equivoques ―dije, ya que no tenía ningún deseo de
contarle sobre el pacto ni nada tan personal―. Tal vez no puedas leerlo
tan bien como crees. Explicaría por qué has estado tan segura de que él
nunca avanzará y por qué sigues arrojándote sobre él pensando que
alguna vez hará algo más que rechazarte.
Ella respiró hondo.
―Honestamente, no puedes pensar que alguna vez le importar{s
como lo hizo Gracie.
―¿Por qué? ¿Por qué tú nunca le importaste de esa manera?
Ella se estremeció, pero no me sentí mal. No después de todo lo que le
había dicho y hecho a Dax, y no después de todo lo que había dicho y
hecho desde que entró en mi oficina.
Ella enderezó los hombros.
―Cree que me equivoco si te hace sentir mejor hacer algo tan tonto
como casarte con alguien para quien siempre serás la segunda opción,
pero puedo prometerte esto: la próxima vez que regrese a Redwater,
estar{s fuera de escena ―afirmó, firme y arrogante―. Habr{s llegado a
un punto en el que ya no podrás ocultarte a ti misma la verdad y lo
habrás dejado.
―¿Y eso es honestamente lo que quieres para Dax? ¿Quieres que esté
solo? Si es así, eso no es amor verdadero, Mimi. Ni siquiera cerca.
Su mirada engreída vaciló.
Me incliné hacia adelante en mi asiento y apoyé mis antebrazos en la
mesa.
―Ahora que has dado tu opinión ―comencé, mi voz severa con un
borde {spero―, permíteme darte la mía. Te guste o no, Mimi, soy un
elemento permanente en la vida de Dax. No voy a ninguna parte. Estoy
aquí para quedarme, y necesitas sacar la cabeza de tu trasero.
Cuando abrió la boca para replicar, me lancé hacia adelante y dije:
―Has faltado el respeto a sus sentimientos y deseos por demasiado
tiempo. Termina ahora. Todo eso. Él nunca será tuyo. Nunca. Él no te
quería cuando estaba soltero, y seguro que no te quiere ahora que está
casado. Acéptalo y sigue adelante con tu vida en lugar de intentar forzar
tu camino en la suya.
Ella había parecido furiosa antes. Ahora parecía lista para
despellejarme. Casi esperaba que se lanzara sobre la mesa y viniera por
mi garganta o algo así. No lo hizo. En cambio, se burló de mí,
rechinando los dientes.
―¿De verdad crees que est{s aquí para quedarte? ―Ella casi se rió―.
Oh, eso es gracioso. De verdad. ¿Aún no lo entiendes, cariño? Cuando se
trata de Dax, ninguna mujer est{ aquí para quedarse. ―Se puso de
pie―. Si realmente piensas diferente, supongo que todo lo que puedo
decir es... prepárate para el duro despertar que tendrás algún día pronto.
―Lo mismo digo. ―Permanecí en mi asiento mientras ella
prácticamente salía de la oficina. Dejando que mi cabeza se inclinara
hacia atrás, suspiré larga y fuertemente, sintiendo como si hubiera
pasado por un ring.
Y no debería sentirme así. La idea de que Dax me traicionara no debería
haberme hecho sentir aplastada, pero así fue. No, no simplemente
aplastada. Devastada. Eviscerada. Desmoralizada.
Sí, me había estado engañando al pensar que apenas estaba empezando
a preocuparme por Dax. La verdad era... que ya hacía un tiempo que me
preocupaba por él y esos sentimientos crecían y crecían.
Que se joda esta mierda.
Sabrina se apresuró a entrar y echó un vistazo a la puerta.
―Mimi no parecía feliz en este momento. ¿A qué se debió todo eso?
Sin querer entrar en todo esto, especialmente cuando no sería capaz
de ocultarle a Sabrina lo peligrosamente herida que había estado cuando
casi caigo en el pequeño truco de Mimi, dije:
―Aún no est{ contenta de que Dax haya seguido adelante con su
vida. Sintió la necesidad de comunicarlo una vez más.
Era muy bueno para ella dejar Redwater, porque a él no le iba a gustar
que viniera aquí. Ni siquiera un poquito.