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Rosie
Dicen que la vida es una hermosa mentira y la muerte una dolorosa verdad. Tienen
razón.
Nadie me ha hecho sentir más viva que el chico que sirve como un recordatorio
constante de que mi tiempo se está terminando.
Es mi brillante manzana prohibida.
La notable falacia de mi cruda y franca verdad.
También es el exnovio de mi hermana.
Una cosa que deberías saber antes de juzgarme.
Yo lo vi primero. Lo añoré primero. Lo amé primero.
Once años después, entró tranquilamente en mi vida, exigiendo una segunda
oportunidad.
Dean Cole quiere ser mi caballero de bronce. Mi caballero andante que finalmente
ha llegado. Con suerte, no será demasiado tarde.
Dean
Dicen que las estrellas más brillantes son las que se consumen más rápido. Tienen
razón.
Ella prende fuego a mi mente.
Boca inteligente, actitud mordaz y un gran corazón.
En un mundo donde todo es opaco, brilla como la maldita estrella Sirius.
Hace once años, el destino nos separó.
Esta vez, lo reto a que lo intente.
Llegar a ella es un campo de batalla, pero hombre, es por lo que me llaman Ruckus.
Rosie LeBlanc está a punto de descubrir lo duro que puedo pelear.
Y conquistarla será la victoria más dulce.
Las estrellas son conocidas por simbolizar lo eterno. Han sido una constante en el
cielo desde tiempos inmemoriales. Los primeros habitantes de la tierra solían
mirar fijamente hacia el cielo, tal como lo hacemos nosotros ahora. Y lo harán
nuestros hijos.
Y nuestros nietos.
Y sus nietos.
Las estrellas también simbolizan el ciclo de la vida, la soledad y la gravedad.
Brillan en la oscura energía que es la mayoría del espacio y nos recuerdan que
incluso en el más oscuro de los negros, siempre hay algo que puede brillar.
Prólogo
Rosie
Probablemente debería quitar una cosa del camino antes de que comencemos. ¿Mi
historia? No tiene un final feliz. No lo tendrá. No puede tenerlo. Sin importar lo alto o
apuesto o rico y cautivante que pueda ser mi Príncipe Azul.
Y mi Príncipe Azul era todas esas cosas. Oh, era todas esas cosas y más.
El único problema era que en realidad no era mío. Era de mi hermana. Pero hay algo
que deberías saber antes de juzgarme.
Lo vi primero. Lo añoré primero. Lo amé primero.
Todo eso no importó cuando Dean “Ruckus” Cole tuvo sus labios sobre los de mi
hermana frente a mis ojos el día que Vicious asaltó su casillero.
La cuestión con estos momentos es que nunca sabes si es el principio o el final. La
fluidez de la vida se detiene, y te ves obligado a examinar tu realidad. La realidad es un
asco. Confía en mí, sé de primera mano cuán duro es.
La vida no es justa.
Papá lo dijo bien cuando llegué a los dieciséis y quise comenzar a tener citas. Su
respuesta fue resuelta.
—Santo Dios, no.
—¿Por qué no? —Mi párpado temblaba con molestia—. Millie tuvo citas cuando tenía
dieciséis. —Era verdad. Salió en cuatro citas con el hijo de nuestro cartero, Eric, en
Virginia. Papá resopló y sacudió su dedo índice hacia mí. Buen intento.
—No eres tu hermana.
—¿Qué significa eso?
—Sabes lo que significa,
—No, no lo sé. —Sí lo sabía.
—Significa que tienes algo que ella no. No es justo, pero la vida no es justa.
Otro hecho que no podía discutir. Papá dijo que yo era un imán para el tipo
equivocado de chicos, pero eso era como endulzar una bola de tierra y clavos
oxidados. Entendí la queja subyacente que él había hecho, lo hacía, especialmente
dado que siempre había sido su princesita. Rosie-bug. La luz de sus ojos.
Estaba de mal humor. Eso no era intencional. Incluso era, a veces, una carga
inoportuna. Con pestañas gruesas, cabello color caramelo cayendo en cascadas, largas
piernas blancas y labios carnosos tan llenos que se adueñaban de la mayor parte de mi
rostro. Todo lo demás sobre mí era pequeño y voluptuoso; envuelto en un lazo rojo de
satén con una expresión de sirena que parecía haber sido tatuada permanentemente
en mi cara, sin importar cuánto intentara borrarlo.
Llamaba la atención. Del mejor tipo. Del peor tipo. Demonios, de todo tipo.
Iban a haber otros chicos, intenté convencerme cuando los labios de Emilia y Dean se
tocaron y mi corazón se encogió en mi pecho. Pero siempre iba a haber una Millie.
Además, mi hermana lo merecía. Lo merecía a él. Yo tenía la atención de mamá y papá,
todo el día, todos los días. Tenía muchos amigos en la escuela, admiradores haciendo
fila fuera de nuestra puerta. Todos los ojos estaban sobre mí, mientras que nadie le
echaba un segundo vistazo a mi hermana.
No era mi culpa, pero eso no me hacía sentir menos culpable. Mi hermana mayor se
había vuelto producto tanto de mi enfermedad como popularidad. Una adolescente
solitaria escondiéndose detrás de un lienzo, oculta detrás de la pintura. Silenciosa
todo el tiempo, enviando su mensaje a través de su rara y excéntrica manera de vestir.
Cuando pensaba en ello, realmente fue lo mejor. El primer día que noté a Dean Cole en
el pasillo entre los períodos de trigonometría e inglés, supe que él era más que un
simple flechazo de escuela. Si lo tuviera, no lo dejaría ir. Y eso en sí mismo era un
concepto peligroso con el que no podía permitirme jugar.
Verás, mi reloj estaba avanzando con velocidad. No nací como todo el mundo.
Tenía una enfermedad.
A veces la vencía.
A veces ella me vencía a mí.
La Rosa1 favorita de todos se estaba marchitando, pero ninguna flor quiere morir
frente a una audiencia.
Además, era mejor de esa manera, decidí cuando sus labios estuvieron sobre los de él
y los ojos de éste puestos en mí y la realidad se convirtió en algo complejo y
agonizante de lo que estaba desesperada por huir.
Y así miré a mi hermana y al único sujeto que hacía a mi corazón latir con rapidez
enamorarse desde mi asiento de primera fila.
Mis pétalos cayeron uno por uno.
Porque a pesar de que sabía que mi historia no terminaría con un felices por siempre,
no pude evitar preguntarme… ¿podría tener un final feliz, aunque sea solo
momentáneamente?
Dean
El verano cuando cumplí diecisiete fue malo, pero nada me preparó para su maldito
gran final.
Todas las señales apuntaban a la calamidad. No podía aislar qué camino me llevaría a
ello, pero conociendo mi vida, me preparé para un golpe bajo que me enviaría directo
al infierno.
Al final, todo se redujo a un momento imprudente y cliché de película. Unas cuantas
cervezas Bud Light y descuidados porros enrollados semanas antes de que nuestro
penúltimo año acabara.
Estábamos acostados junto a la piscina en forma de riñón de Vicious, bebiendo la sosa
cerveza de su padre, sabiendo que podíamos salirnos con la nuestra—dios, con
absolutamente todo—bajo el techo de Baron Spencer Senior. Había chicas. Estaban
drogadas. No había muchas cosas que hacer en Todos Santos, California, al borde de
las vacaciones de verano. Hacía un calor abrasador. El aire pesado, el sol que
abotargaba, el césped amarillo, y la juventud aburrida con su existencia irrelevante y
sin sentido. Éramos demasiado perezosos para perseguir frivolidades, así que las
buscábamos mientras estábamos tumbados en flotadores cómodamente de la forma
de donas, flamencos y tumbonas importadas de Italia para tomar el sol.
Los padres de Vicious no estaban en casa—¿lo estaban alguna vez?—y todos contaban
conmigo para que los suministrara. Nunca decepcionaba, traje cannabis dulce y algo
de éxtasis, que inhalaron con avidez sin siquiera agradecerme, mucho menos
pagarme. Pensaban que yo era un rico y bastardo porrero que necesitaba más dinero
como Pamela Anderson necesitaba más tetas, lo que en parte era cierto. Y nunca me
angustiaba por pequeñeces, así que lo dejaba pasar.
Una de las chicas, una rubia llamada Georgia, presumía de su nueva cámara Polaroid,
que su padre le regaló en sus últimas vacaciones en Palm Springs. Tomó fotos de
nosotros: Jaime, Vicious, Trent y yo, alardeando de sus atributos en un pequeño bikini
rojo y sujetando las fotos recién impresas entre sus dientes, entregándolas a nosotros,
boca a boca. Sus tetas se derramaban de su pequeño top como pasta dental
desbordando del tubo. Quise frotar mi polla entre ellos, y supe con certeza que lo
haría, para el final del día.
—Cielos, cielos, este va a ser tan buenoooo. —Georgia usó una cantidad indefinida de
O en la última palabra para dar énfasis—. Viéndote súper sexy, Cole —ronroneó
cuando me atrapó con la cámara golpeando la cerveza restante con un porro entre
mis dedos y golpeando la lata contra mi duro muslo.
Clic.
La evidencia de mi delito se deslizó de su cámara con un siseo provocativo, y ella la
agarró con sus labios brillantes, inclinándose y entregándomela. La mordí y la metí en
mi bañador. Sus ojos siguieron mi mano mientras empujaba hacia abajo el elástico,
revelando una línea recta de vello claro bajo mi ombligo que la invitaba al resto de la
fiesta. Tragó saliva. Visiblemente. Nuestros ojos se encontraron, estando de acuerdo
silenciosamente con una hora y un lugar. Entonces alguien hizo un salto bomba en la
piscina y la salpicó, y ella negó con la cabeza, riéndose sin aliento antes de pasar a su
siguiente proyecto de arte, mi mejor amigo, Trent Rexroth.
Destruir la foto antes de llegar a casa siempre fue el plan. Culpo al maldito éxtasis por
olvidarme. Al final, mi madre la encontró. Al final, mi padre me dio una de sus
reprimendas en su tono de voz bajo, que siempre parecía comerse mis entrañas como
arsénico. ¿Y bien al final final? Me hicieron pasar mis vacaciones de verano con mi
maldito tío, el que en verdad no puedo soportar.
Supe que no valía la pena pelear con ellos al respecto. Lo último que necesitaba era
revolver la mierda y poner en peligro mi temporada en Harvard un año antes de
graduarme. He trabajado duro por este futuro, por esta vida. Se extendía delante de
mí, en toda su gloria rica, merecida, jodida, de aviones privados y vacaciones anuales
en los Hamptons. Eso es la cuestión con respecto a la vida. Cuando algo bueno cae en
tus manos, no solamente te agarras del bastardo, te aferras a él tan fuerte que casi se
rompe.
Solo otra lección que aprendí demasiado tarde en la vida.
De todas maneras, así fue cómo acabé volando a Alabama, pasando dos meses en una
maldita granja antes de mi último año.
Trent, Jaime y Vicious pasaron su verano bebiendo, fumando y follándose chicas en
sus casas. Yo, regresé con un ojo morado, generosamente regalado por el Sr. Donald
Whittaker, mejor conocido como Owl, luego de la noche que había cambiado quién era
para siempre.
—La vida es como la justicia —había dicho Eli Cole, mi padre-barra-abogado, antes de
abordar el avión a Birmingham—. No siempre es justa.
No era esa la maldita verdad.
Ese verano, fui obligado a leer la Biblia de principio a fin. Owl les dijo a mis padres que
era un convertido al cristianismo y fanático de los estudios de la biblia. Lo confirmó
haciéndome leerla con él durante nuestros descansos para el almuerzo. La senda del
perdedor y el Viejo Testamento eran su versión de no ser un imbécil, porque él fue
bastante horrible para mí el resto del tiempo.
Whittaker era un granjero. Cuando estaba lo bastante sobrio para hacer algo, eso era.
Me hizo su chico del establo. Estuve de acuerdo, principalmente porque conseguía
meterle dedo a la hija del vecino al final de cada día.
La hija del vecino se pensaba que yo era una especie de celebridad solamente porque
no tenía acento sureño y tenía un auto. Yo no era quién para aplastar su fantasía,
especialmente estaba tan ansiosa por ser mi estudiante de educación sexual.
Le seguía la corriente a Owl cuando me enseñaba la Biblia, porque la alternativa era
pelear con él en el heno hasta que uno de los dos se desmayara. Creo que mi familia
quería que recordara que la vida no se trataba de autos costosos y vacaciones de
esquí. Owl y su esposa eran como Vida de Bajos Recursos 101. Por lo que, cada mañana
despertaba preguntándome qué eran dos meses en comparación a toda mi maldita
vida.
Había muchas historias dementes en la Biblia; incesto, colección de prepucio, Jacob
luchando con un ángel—juro que este libro pasó el punto del no retorno para el
segundo capítulos más o menos—pero una historia en verdad me quedó grabada,
incluso antes de haber conocido a Rosie LeBlanc.
Génesis 27. Jacob se fue a vivir con Laban, su tío, y se enamoró de Rachel, la más joven
de las dos hijas de Laban. Rachel era increíblemente ardiente, feroz, grácil, y
prácticamente súper sexy (como lo indica la biblia, aunque no con tantas palabras).
Lavan y Jacob hicieron un acuerdo. Jacob iba a trabajar para Laban por siete años, luego
se casaría con su hija.
Jacob hizo como se le dijo, matándose bajo el sol, día tras día. Tras esos siete años, Laban
finalmente fue a Jacob y le dijo que podía casarse con su hija.
Pero esta era la trampa: no es la mano de Rachel la que le fue dada. Fue la de su
hermana mayor, Leah.
Leah era una buena mujer. Jacob sabía eso.
Era agradable. Sensible. Caritativa. Bonito culo y suaves ojos (de nuevo, parafraseando
aquí. Aparte de los ojos. Esa mierda estaba verdaderamente en la Biblia).
No obstante, no se trataba de Rachel.
No era Rachel y él deseaba a Rachel. Siempre se había tratado de Rachel.
Jacob discutió, peleó e intentó convencer a su tío, pero al final, había perdido. La vida era
como la justicia, incluso en ese entonces. Era cualquier cosa salvo justa.
—Siete años más de trabajo —prometió Laban—. Y te dejaría casar con Rachel también.
Por lo que, Jacob esperó.
Y acechó.
Y anheló.
Lo cual, cualquiera con medio cerebro debería saber, solo satisface tu desesperación por
el objeto de tu obsesión.
Los años pasaron. Lentamente. Dolorosamente. Insensiblemente.
Mientras tanto, estuvo con Leah.
Él no sufrió. No de por sí. Leah era buena para él. Una apuesta segura. Podía llevar a sus
hijos—algo que Rachel, descubriría después, tendría dificultad para hacer.
Sabía lo que deseaba, y pudo haberse parecido a ella, y pudo haber olido como ella, y
demonios, incluso sentido como ella, pero no lo era.
Le tomó catorce años, pero al final, Jacob y Rachel ganaron con todas las de la ley.
Puede que Rachel no haya sido bendecida por Dios. Pero esta es la cuestión.
Rachel no necesitaba ser bendecida.
Era amada.
Y a diferencia de la justicia y la vida, el amor es justo.
¿Y lo que es más? Finalmente, el amor es suficiente.
Finalmente, lo era jodidamente todo.
***
Siete semanas después de mi último año, otra vislumbrante calamidad había
decidido explotar en mi cara de manera espectacular. Su nombre era Rosie
LeBlanc, y tenía los ojos como dos lagos helados en un invierno de Alaska. Ese tipo
de azul.
El momento "¿qué mierda?" me agarró por las pelotas y las retorció con fuerza
cuando abrió la puerta de la casa de los sirvientes en la finca de Vicious. Porque
ella no era Millie. Se parecía a Millie —más o menos— solo que más pequeña, más
baja, con los labios más llenos, los pómulos más altos y las pequeñas orejitas
puntiagudas de un duendecito travieso. Pero no usaba nada abiertamente extraño
como Emilia. Un par de chanclas con estrellas de mar en sus pies, pantalones
vaqueros negros y anchos en las rodillas, y una sudadera negra hecha jirones con
el nombre de una banda que no conocía estampada en blanco. Diseñada para
mezclarse, pero, como más tarde descubriría, destinada a brillar como un jodido
faro.
Rojo-infierno golpeó sus mejillas y se arrastró por el borde de su cuello cuando
nuestros ojos se cruzaron, y eso me dijo todo lo que necesitaba saber. Ella era
nueva para mí, pero yo era una cara familiar. Una cara que estudió, conoció y miró.
Todo el maldito tiempo.
—¿Estamos teniendo una competencia secreta de miradas? —Su recuperación fue
inmediata. Había algo en el sonido de su voz que casi sonaba antinatural.
Demasiado pequeña. Demasiado ronca. Demasiado únicamente ella—. Porque han
pasado veintitrés segundos desde que abrí la puerta y aún no te has presentado.
Además parpadeaste dos veces.
Originalmente había venido a pedirle una cita a Emilia LeBlanc, arrinconándola
como un animal asustado sin ningún otro lugar donde ir. Ella no me daría su
número de teléfono. Siendo un cazador por naturaleza, tenía la paciencia suficiente
para esperar hasta que estuviera lo suficientemente cerca y pudiera saltar, pero no
hacia daño comprobar a mi presa de vez en cuando. Sin embargo, si éramos
honestos, perseguir a Emilia no era realmente sobre Emilia. La emoción de la
persecución siempre hizo que mis pelotas se estremecieran, y para mí, ella
proporcionó un desafío que otras chicas no habían suministrado. Ella era carne
nueva, y yo era un carnívoro insaciable. Pero no esperaba encontrarme con esto.
Esto cambió jodidamente todo.
Me quedé allí de pie como un mudo y mostré mi sonrisa insinuante, burlándome
de ella, porque en cierto nivel, ella se burló de mí. Y se me ocurrió que en ese
momento en particular, tal vez no era el cazador. Tal vez, por un intermitente
segundo, era Elmer Fudd(1) con un arma vacía de balas en el bosque que acaba de
ver a una tigresa enojada.
—¿Puede eso siquiera hablar? —Las cejas claras de la tigresa se juntaron, y se
inclinó hacia adelante, pinchándome en el pecho con su pequeña garra. Ella me
llamó eso.
Ridiculizándome. Rebajándome. Jodiendo conmigo.
Poniendo mi mejor expresión inocente (esa mierda fue difícil para empezar. Olvidé
lo que era la inocencia antes de que mi cordón umbilical fuera arrojado a la
basura), apreté mis dientes debajo de mis labios y sacudí la cabeza negando.
—¿No puedes hablar? —Se cruzó de brazos y se apoyó contra el marco de la
puerta, arqueando una ceja escéptica.
Asentí, conteniendo una gran sonrisa.
—Eso es mierda. Te vi en la escuela. Dean Cole. Te llamaban Ruckus. No solo
puedes hablar, sino que la mayoría de las veces, parece que no puedes callarte.
Joder, sí, pequeña duende. Embotella esa rabia y guárdala para cuando te de vueltas
entre mis sábanas.
Para comprender mi nivel de sorpresa, primero tenías que saber que ninguna
chica me ha hablado así antes. Ni siquiera Millie, y Millie parecía ser la única
estudiante inmune a todo mi estadounidense, caliente, desgarro-tus-bragas-con-
mis-dientes encanto. Demonios, es por eso que la noté en primer lugar.
Pero como dije, los planes cambian. No es que hayamos salido ya. Olí la coleta de
Millie alrededor de la escuela por unas semanas, debatiendo si valía la pena seguir,
pero ahora que veía lo que me había perdido —este pequeño petardo— era hora
de encontrar calor en sus locas llamas.
Solté otra sucia sonrisa. Ese pequeño gesto en particular me dio el apodo de
Ruckus en los pasillos de All Saints hace dos años. Porque lo era. Era el maldito
caos, creando anarquía en cualquier lado que iba. Todos sabían eso. Maestros,
estudiantes, el Director Followhill e incluso el sheriff local.
Cuando necesitabas drogas, venias a mí. Cuando necesitabas una buena fiesta,
venias a mí. Cuando necesitabas una follada increíble, venias a mí... y sobre mí. Y
eso era lo que mi sonrisa, la que había estado practicando desde que tenía cinco
años, le decía al mundo.
Si es corrupto, sucio y divertido, estoy todo sobre ello.
¿Y esta chica? Parecía una gran diversión que corromper.
Sus ojos trazaron mis labios. Pesados. Deseando. Embriagados. Era fácil leerlas.
Chicas de instituto. Aunque esta en particular no sonreía tan ampliamente como
las demás. Tampoco ofreció una invitación silenciosa para coquetear.
—Tú hablas —Tosió sus palabras acusadoramente. Chupé mi labio inferior y lo
solté. Lento. Calculado. Burlándome.
—Tal vez sí sé algunas palabras después de todo —Me puse en su cara en un
siseo—. ¿Quieres escuchar las más interesantes? —Mis ojos suplicaban para
deslizarse por su cuerpo, pero mi cerebro me dijo que esperara. Decidí escuchar
esto último.
Estaba relajado.
Era astuto.
Pero por primera vez en años, no tenía idea de qué diablos estaba haciendo.
Ella me dio una sonrisa torcida que me dejó sin palabras. Empujando tantas
palabras en una sola expresión. Diciéndome que mi intento de derretirla la dejó
muy poco impresionada. Que le gustaba —sí—, y que me había notado —seguro—,
pero que iba a tener que hacer algo mejor que un coqueteo casual y a medias para
llegar allí. Lo que sea que fuese, estaba listo para el viaje.
—¿Debería? —Tardo en responder, sin darse cuenta que lo hizo. Bajé mi barbilla,
inclinándome hacia adelante. Era grande, dominante y seguro. Y era un problema.
Probablemente escuchó todo al respecto, pero si no, estaba a punto de descubrirlo.
—Creo que si —dije.
Hace dos minutos, estaba decidido a invitar a su hermana a salir —hermana
mayor, apuesto, esta chica parecía más joven y además, hubiera sabido si era una
estudiante de último año— y mira, el destino la hizo abrir la puerta y cambiar mis
planes.
Bebé LeBlanc me envió una mirada extraña, desafiándome a continuar. Justo
cuando abrí la boca, Millie entro en mi visión, corriendo hacia la puerta de la
pequeña sala de estar mal ventilada como si huyera de una zona de guerra. Estaba
apretando un libro de texto contra su pecho, sus ojos hinchados y rojos. Me estaba
mirando fijamente, y por un segundo, pensé que iba a golpearme en la cara con el
libro de dos kilos.
En retrospectiva, desearía que lo hubiera hecho. Hubiera sido mucho mejor que lo
que realmente hizo.
Millie empujó a la pequeña duende a un lado sin siquiera darse cuenta de que
estaba allí, se arrojó sobre mi pecho —inusualmente cariñosa— y presionó sus
labios contra los míos como un demonio poseído.
Mierda.
Esto era malo.
No el beso. El beso estuvo bien, supongo. No tuve tiempo para procesarlo, porque
mis ojos se abrieron, lanzándose hacia el elfo de orejitas puntiagudas que parecía
horrorizada, sus azules mirándonos, procesándonos y empaquetándonos a los tres
en algo que no estaba dispuesto a aceptar.
¿Qué demonios estaba haciendo Millie? Unas horas antes, ella seguía pretendiendo
que no me veía en el pasillo, ganando tiempo, buscando espacio, fingiendo
indiferencia. Ahora estaba toda sobre mí como una erupción después de una noche
difícil.
Suavemente, me alejé de Millie y ahuequé sus mejillas para que no se sintiera
rechazada, pero asegurándome de que tuviéramos suficiente espacio para meter al
pequeño duende entre nosotros. La proximidad de Emilia no era bienvenida, y eso
fue una maldita primera vez tratándose de una chica caliente.
—Oye —dije. El cuerpo de mi voz perdió su habitual inclinación juguetona, incluso
para mis oídos. Esta no era Millie. Algo sucedió, y tuve una idea general sobre
quién causó esta pequeña escena. Mi sangre hirvió. Respiré por la nariz, decidido a
no perder mi mierda—. ¿Qué pasa, Mil?
El vacío en sus ojos me hizo sentir náuseas. Casi podía escuchar el sonido de su
corazón quebrarse dentro de su maldito pecho. Lancé otra mirada a bebé LeBlanc,
preguntándome cómo demonios se suponía que debía salir de esta. Ella dio un
paso atrás, sus ojos deteniéndose en el desorden caliente que aún trataba de
abrazarme. Millie estaba angustiada. No podía negarla. No en ese momento.
—Vicious —dijo la hermana mayor a través de un fuerte sorbido—. Vicious pasó.
Luego señaló el libro de texto de cálculo como si fuera evidencia.
A regañadientes, mi mirada regresó a Emilia 'Millie' LeBlanc.
—¿Qué hizo el idiota? —Lo arrebaté de sus manos y hojeé las páginas, buscando
comentarios desagradables o dibujos ofensivos.
—Irrumpió en mi casillero y lo robó —Resopló de nuevo—. Antes de llenar dicho
casillero con envolturas de condones y basura —Se limpió la nariz con la parte de
atrás de su manga.
Jesús jodido Cristo con este idiota. Esa era la otra razón por la que quería salir con
Millie. La necesidad de proteger a los perdidos ardió en mí desde una edad
temprana. Un punto débil y toda esa mierda. No era todo malo, como Vicious, pero
tampoco era todo bueno, como Jaime. Tenía mi propio código moral, y el acoso era
una larga línea roja, dibujada con sangre.
Mira, en tanto se refería a los perdidos, Millie era la perfecta pulga temblando bajo
la lluvia que necesitaba refugio. Aterrorizada en la escuela y perseguida por uno de
mis mejores amigos. Necesitaba hacer lo correcto. Lo necesitaba, pero joder
si quería hacerlo.
—Me haré cargo de él —Traté de no romperme—. Vuelve adentro.
Y déjame con tu hermana.
—No es necesario, realmente. Me alegra que estés aquí.
Eché un vistazo a la chica que estaba destinada a ser la Rachel de mi Jacob(2), esta
vez anhelante, porque sabía que no tenía ninguna posibilidad con ella al momento
en que su hermana me beso para volver con el maldito Vicious.
—He pensado en ello —Millie parpadeó rápidamente, demasiado atrapada en su
propio lío para darse cuenta de que apenas le había echado un vistazo desde que
apareció en la puerta. Demasiado ocupada para notar que su hermana estaba
jodidamente allí junto a nosotros—. Y decidí, ¿por qué no? Me encantaría salir
contigo, en realidad.
No, no lo haría. Lo que ella quería era que fuera su escudo.
Millie necesitaba salvarse.
Y yo necesitaba fumar un jodido porro.
Suspiré, abrazando a la hermana mayor, ahuecando la parte de atrás de su cabeza,
los mechones de cabello castaño claro entrelazándose con mis dedos. Mis ojos
todavía enfocados en bebé LeBlanc. En mi pequeña Rachel.
Voy a hacerlo bien, mi mirada le prometió. Era claramente más optimista que yo.
—No tienes que salir conmigo. Puedo hacerte la vida más fácil, como tu amigo. Di
la palabra y le patearé el culo —Susurré en la oreja perfectamente curvada de
Millie, mis pupilas fijadas en su hermana.
Ella negó con la cabeza, enterrándola más profundamente en mi hombro. —No,
Dean. Quiero salir contigo. Eres agradable, divertido y compasivo.
Y completamente encantado por tu hermana.
—Lo dudo, Millie. Me has estado rechazando por semanas. Esto es sobre Vic, y
ambos lo sabemos. Bebe un vaso de agua. Repiénsalo. Hablaré con él mañana por
la mañana en la práctica.
—Por favor, Dean —Su temblorosa voz se estabilizó mientras arrugaba la tela de
mi camiseta de diseño en sus puños, acercándome a ella y alejándome de mi nueva
y brillante fantasía al mismo tiempo—. Soy una niña grande. Sé lo que estoy
haciendo. Vamos ahora mismo.
—Sí. Ve. —Escuché el carraspeo de bebé LeBlanc, moviendo su mano en nuestra
dirección—. Necesito estudiar de todos modos, y ustedes son una distracción.
Ahogaré el trasero de Vicious si lo veo en la piscina, Millie —Bromeó, fingiendo
flexionar sus delgados brazos.
Bebé LeBlanc era un estudiante de mierda, con C menos por millas, pero no lo
sabía en ese momento. Ella no quería estudiar. Quería que su hermana fuera
salvada.
Llevé a Millie por un helado, esta vez sin mirar atrás.
Llevé a Millie cuando debería haber llevado a Rosie.
Llevé a Millie e iba a matar a Vicious.
1Hace una comparación entre una rosa marchitándose, y ella misma, llamada
Rose, muriendo poco a poco
(1) Elmer Gruñón (Elmer Fudd en inglés), es un personaje ficticio de los dibujos
animados Looney Tunes. Elmer es un cazador que suele aparecer en muchos
episodios de Bugs Bunny y del Pato Lucas.
(2) Rachel fue la favorita de las dos esposas del patriarca bíblico Jacob, así como la
madre de José y Benjamín, dos de los doce progenitores de las tribus de Israel.
Capítulo 1
Rosie
Presente
Quiero decir, supongo que esto está clasificado como para hablar de mi misma,
pero siempre he sido así.
La voz que siempre formulaba la pregunta elusiva parecía haber sido implantada
en mi cerebro, y no era yo. Era la voz de un hombre. Nadie familiar, no creo.
Siempre me hacía recordar que aún respiraba, lo cual no era necesariamente algo
que daba por hecho. Esta vez, mi respuesta flotó en mi cabeza como una burbuja
que estaba a punto de explotar. Presioné mi nariz contra el espejo en el ascensor
del deslumbrante rascacielos en el que vivía y expulsé aire de mi boca, creando
una gruesa nube de niebla blanca. Me alejé, mirando mis actos.
El hecho de que aún respiraba era un gran jódete para mi enfermedad.
Fibrosis quística. Siempre trataba de sacar todos los detalles del camino cuando
alguien me preguntaba. Todo lo que la gente necesitaba saber es que me
diagnosticaron la enfermedad a la edad de tres años cuando mi hermana, Millie,
me lamió la cara y me dijo que sabía “realmente salada”. Era una bandera roja, por
lo que mis padres me chequearon. Los resultados fueron positivos. Es una
enfermedad pulmonar. Sí, es tratable. No, no hay cura para eso. Sí, afecta mi vida
inmensamente. Estoy constantemente tomando pastillas, tengo tres sesiones de
fisioterapia por semana, una cantidad indefinida de nebulizaciones, y
probablemente moriré en los próximos quince años. No, no necesito tu pena, así
que no me mires así.
Todavía vestida con mi uniforme verde, mi cabello enmarañado y mis ojos
vidriosos por la falta de sueño, oré interiormente para que el ascensor finalmente
se cerrara y me llevara a mi apartamento en el décimo piso. Quería desnudarme,
sumergirme en un baño caliente y tumbarme en la cama, teniendo un maratón
de Portlandia (1) . Y no quería pensar en mi ex novio, Darren.
En realidad, realmente no quería pensar en él.
Fuertes clics de tacones altos hicieron eco en mis oídos, aparentemente salidos de
la nada, volviéndose más ruidosos a cada segundo. Giré la cabeza hacia el vestíbulo
y sofoqué una tos. La puerta del ascensor ya había empezado a cerrarse, pero una
mano femenina con las uñas de color rojo vivo se deslizó a través de la grieta en el
último segundo, abriéndola con una risita aguda.
Fruncí el ceño.
No él de nuevo.
Pero efectivamente, era él. Irrumpió en el ascensor, apestando a alcohol que
sospechaba que intoxicaría a un elefante adulto hasta el punto de morir, armado
con dos mujeres de la variedadAmas de Casa Desesperadas . La primera era la genio
que comprometió su brazo para atrapar el elevador, una chica con cabello
terciopelo rojo de Jessica Rabbit y escote que no dejaba nada a la imaginación,
incluso si eras extremadamente ingenioso. La segunda era una pequeña morena
con el trasero más redondo que he visto en un ser humano y un vestido tan corto
que probablemente podrías hacerle un examen ginecológico sin tener que quitar
ninguna prenda de vestir.
Ah, y luego estaba Dean “Ruckus” Cole.
Alto (tamaño perfecto para una estrella de cine) con ojos verde musgo, casi
radiactivos en su brillo e insondables en su profundidad, desaliñado, cabello
castaño oscuro y un cuerpo que avergonzaría a Brock O’Hurn. Pecaminosamente
sexy hasta el punto de que realmente no tenías más remedio que mirar hacia otro
lado y rezar para que tu ropa interior fuera lo suficientemente gruesa como para
absorber tu excitación. En serio, el hombre era tan escandalosamente caliente, que
probablemente fue declarado fuera de la ley en países ultra-religiosos.
Afortunadamente para mí, sabía que el Sr. Cole era un imbécil de clase mundial,
por lo que generalmente era inmune a su encanto.
Generalmente es la palabra clave aquí.
Era hermoso, pero también era un desastre de proporciones épicas. ¿Conoces a
esas mujeres que quieren al tipo jodido, hermoso y vulnerable que podrían
arreglar y educar? Dean Cole sería su sueño húmedo. Porque
definitivamente había algo con este tipo. La idea de que las personas en su entorno
inmediato no vieran las advertencias de neón parpadeantes (su manera de beber,
el excesivo consumo de marihuana y su furiosa adicción a todo lo que es
pecaminoso y divertido) me entristecía. Sin embargo, reconocía que Dean Cole no
era asunto mío. Además, tenía mis propios problemas con los que lidiar.
El HotHole hipó, presionó el botón de su penthouse quinientas veces y se balanceó
en el pequeño espacio que los cuatro compartíamos. Tenía los ojos febriles y una
fina capa de sudor que olía a brandy puro. Un alambre grueso y oxidado se retorció
alrededor de mi corazón.
Su sonrisa no se veía feliz.
—Bebé LeBlanc. —El tono perezoso de Dean se deslizó directamente en mi vientre
inferior, y me quedé quieta. Me agarró por el hombro y me hizo girar para que lo
enfrentara. Sus compañeras me miraron como si fuera un montón de huevos
podridos. Puse mis palmas en su pecho de hierro y acero, alejándolo.
—Cuidado. Hueles como si Jack Daniel acabara de correrse en tu boca —dije
inexpresivamente. Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, esta vez con una
sonrisa sincera, disfrutando totalmente nuestro extraño intercambio.
—Esta chica. —Envolvió un brazo alrededor de mi hombro y me apretó contra su
pecho. Me señaló con una mano que sostenía el cuello de una botella de cerveza,
mirando a las chicas con una sonrisa aturdida—. Es jodidamente caliente y tiene
cerebro e ingenio que eclipsaría a Winston Churchill en su mejor momento —dijo
efusivamente. Probablemente ellas pensaban que Winston Churchill era un
personaje de Cartoon Network. Dean se giró para mirarme, sus cejas cayendo de
repente —. Eso la pone en un alto riesgo de ser una perra condescendiente, pero
no lo es. También es jodidamente amable. Es por eso que es enfermera. Es un
crimen esconder ese buen culo debajo del uniforme, LeBlanc.
—Perdón por decepcionar, oficial Drogadicto, pero solo soy voluntaria. De hecho,
soy barista —corregí, planchando mi uniforme con la mano mientras me deshacía
de su toque, ofreciéndoles una sonrisa cortés a las chicas. Me ofrecí como
voluntario en una UCIN (2) tres veces por semana, monitoreando incubadoras y
limpiando caca de bebé. No tenía tanto talento artístico como Millie ni tanta suerte
como los HotHoles, pero tenía mis pasiones (personas y música) y no pensaba
menos de mis aspiraciones que en lo que ellos hacían para ganarse la vida. Dean
tenía un máster en administración de empresas de Harvard y una suscripción
al New York Times , pero ¿él era realmente mejor que yo? Diablos, no. Trabajaba en
una pequeña cafetería llamada The Black Holeentre la Primera Avenida y la
Avenida A. El dinero era malo, pero la compañía era buena. Pensaba que la vida era
demasiado corta para hacer algo que no me apasionaba. Especialmente para mí.
Jessica Rabbit puso los ojos en blanco. La pequeña morena encogió un hombro
desnudo y nos dio la espalda, jugando con su teléfono. Pensaban que yo era una
perra salada. Tenían razón. Yoliteralmente lo era. Pero si estábamos siendo
literales aquí, les esperaba un rudo despertar. Conocía el ritual de mi vecino y el ex
novio de mi hermana de memoria. Por la mañana, les llamará un taxi y ni siquiera
se molestará en fingir que guardó sus números.
Por la mañana, actuará como si no fuera más que un desastre que tuvo que limpiar.
Por la mañana, estará sobrio, resacoso e ingrato.
Porque él era un HotHole.
Un ególatra privilegiado, desquiciado, de Todos Santos, que pensaba que se
merecía todo y que no debía nada.
Vamos, ascensor. ¿Qué te está tomando tanto tiempo?
—LeBlanc —exclamó Dean esta vez, apoyándose contra la pared plateada y
sacando un porro de detrás de su oreja, buscando su encendedor en sus vaqueros
oscuros a medida. La botella fue descartada y se la pasó a una de las mujeres.
Llevaba una camiseta con cuello en V de diseñador (el tipo de verde lima que hacía
que sus ojos destacaran y su piel se viera aún más bronceada), un blazer negro
abierto y zapatillas altas. Él me hacía querer cosas estúpidas. Cosas que nunca
quise de nadie, y mucho menos de un hombre que salió con mi hermana durante
ocho meses. Así que las embotellé e intentaba ser mala con él. Dean era como
Batman. Era lo suficientemente fuerte como para tomarlo.
—Mañana. Tú. Yo. Brunch Dominical. Dímelo, y comeré algo más que solo comida.
—Bajó la barbilla para exhibir sus ojos esmeraldas, una expresión siniestra en su
rostro. Sin signos de interrogación con este tipo. Malcriado, el pensamiento
amargo cruzó por mi mente. Va a tener un trío en unos minutos, y está aquí
intentado ligar con la hermana de su ex novia. Ellas pueden escuchar todo, también.
¿Por qué están todavía aquí?
Ignoré su avance menos-que-estelar sobre mí, advirtiéndole sobre algo
completamente distinto.
—Si enciendes esa cosa en el ascensor —señalé su porro—, te juro que entraré
furtivamente en tu apartamento esta noche y te echaré cera caliente por toda la
ingle.
Jessica Rabbit se quedó sin aliento. Pequeña Morena chilló. Bueno, estarían en la
línea de fuego si eso sucediera.
—Caray, relájate un poco. —La morena agitó una mano hacia mí, lista para
explotar—. Como que, ¿muy espeluznante?
No presté atención a la mujer con el maquillaje de crayón. En cambio, simplemente
miré fijamente los números rojos sobre la puerta del ascensor, indicando que me
estaba acercando cada vez más a un baño, vino y Portlandia.
Su voz corrió a mis oídos un segundo demasiado tarde. No tuve tiempo de saltar
fuera del ascensor antes que colocara su brazo a través de la barrera— aquel
agarrando su celular— para hacer que la puerta se volviera a abrir.
Dean cruzó el umbral del ascensor vistiendo su traje azul marino de tres piezas y
sonrisa engreída, presionando su teléfono contra su oreja mientras aflojaba su
corbata de seda color rojo quemado.
—LeBlanc—, siseó seductoramente, terminando la llamada. Lo ignoré, mirando
fijamente los números sobre mi cabeza.
Su cuerpo se presionó contra el mío por detrás y sus labios encontraron mi oreja.
— ¿Tus pezones siempre se fruncen cuando alguien entra al elevador contigo, o
guardas esta reacción solo para mí?
Doble mierda
Mis ojos bajaron por mi camiseta negra. Horrorizada, recordé que esta mañana
llevaba un sujetador delgado y apenas anatómico debajo de mi camiseta Misfits
esta mañana.
—Es broma, pero es bueno saber que tienes una razón para estar preocupada. —
Dean soltó una risa burlona. Estúpido.
— ¿Qué es lo que quieres?— Gruñí.
—Tú, en mi cama, jugando con mis bolas mientras te chupo las tetas hasta que
sangran. Tal vez masturbarnos. Solo como un aperitivo, obviamente. El plato
principal será mejor, pero tendrás que verlo por ti misma.
El ascensor sonó. Salí corriendo, abrí la puerta de un tirón y arrojé las llaves a un
cuenco hecho a mano que Mamá hizo en clase de alfarería que se suponía era una
figura egipcia pero parecía más un mono llorando, pateando mis sandalias contra
la pared con un golpe sordo. Caminando descalza hasta la cocina, abrí mi
refrigerador y tomé el jugo de naranja, dando dos grandes tragos directamente del
cartón. No fue hasta que me limpié la boca con el antebrazo que me di cuenta de
que Dean estaba en la cocina conmigo, mirándome fijamente con los ojos verdes
más intensos que había visto en mi vida.
—Reevaluación de la renta. — Él chasqueó los labios—.Antes de hacer otra
rabieta, escúchame. Hay una buena oferta sobre la mesa.
—Solo dime el precio. Tus ofertas son demandas por acoso sexual inminente.
Dean sonrió cuando su teléfono volvió a sonar. Luego miró hacia abajo y frunció el
ceño, sus fosas nasales ensanchándose. Ignorando el sonido, se encontró con mis
ojos otra vez.
—No es acoso cuando obviamente está en el juego.
Caminé hacia el fregadero, lavándome las manos para ganar tiempo,
absteniéndome de responderle.
—Es hora de hacer una maleta a Todos los Santos, Rosie-bug.
El simple hecho de oír el nombre que mi padre me dio en su lengua me hizo
estremecer.
— ¿Lo es? Voy a abordar un avión el sábado por la noche. Eso es lo que dice mi
boleto de avión.
—No es el que vas a usar—. Apoyó su cintura contra mi fregadero, sus ojos
desvistiéndome pieza por pieza. La llamada en su teléfono se cortó, pero comenzó
otra, haciendo parpadear la pantalla. También la ignoró. —Eso dice el viernes
muy temprano, es decir, mañana.
—No voy a ir contigo.
Se rió, sacudiendo su cabeza como si fuera un cachorro adorable y tonto. —
¿Quieres apostar?
—Claro—. Me encogí de hombros. — ¿Por qué no? Si es posible por dinero. No
estás corto en ese departamento.
—O en cualquier otro, como ya hemos establecido.— Se apartó del fregadero,
deteniéndose donde podía oler pero no tocar. No tan cerca, pero lo
suficientemente para que ese estremecimiento bajara por mi espina dorsal.
Y era verdad que incluso después de todos estos años, todavía tenía este efecto en
mí. Esa sensación sin pedirla que no era totalmente responsable ni tenía el control
de lo que pudiera decirle. O hacer con él. Se puso de pie detrás de mí y apartó un
mechón de cabello de la parte posterior de mi cuello, haciendo que mi piel se
pusiera caliente y erizada.
Luego se inclinó y murmuró en mi oído:
—Este tipo de apartamento cuesta ocho mil dólares al mes en el mercado. Me
estás pagando cien dólares por mes. ¿Tengo que ajustar con el resto de Nueva
York, señorita LeBlanc?
No había ninguna amenaza en su tono. Dean 'Ruckus' Cole era un tipo de imbécil
diferente a Barón 'Vicious' Spencer. Él te jodía con una sonrisa amable en su
rostro. En ese sentido, era el Joker. En su mezcla de confianza, arrogancia, buena
apariencia y dinero, hubo una pizca de locura. Lo suficiente para que supieras que
iba en serio con cada palabra que decía.
Tragué saliva, mi corazón latiendo tan rápido que pensé que iba a derramarse por
el suelo. La emoción llenó mi pecho, nauseabundo y adictivo. Siempre me había
mantenido alejado del Dean Cole del mundo. Yo era la Caperucita Roja, que echó
un vistazo al lobo, dijo 'al diablo, no vale la pena', dio media vuelta y corrió por su
vida.
Ahora que lo pienso, Dean fue el mismo tipo que me enseñó esa lección.
Darren era más mi tipo. Guapo de una manera tímida y reservada. Un estudiante
de medicina que conocí cuando ordenó té de hierbas en The Black Hole. Ahora, no
sabía qué hacer conmigo, con Dean tan cerca. Mis manos se sentían como si
hubieran sido pegadas artificialmente a mi cuerpo. Pesada y extraña. Sabía que
haría irse esa sensación. Tocarlo. Pero esa no era una opción.
—Empaca. Una. Jodida. Maleta—. Su voz era dura, y si no me equivoco, no era lo
única cosa dura en él. —Si Vicious viene a Nueva York para llevarte, me dará
mierda. Mira, Bebé LeBlanc, me gusta mantener mi vida simple. Sin problemas—.
Giró otro mechón de mi cabello alrededor de su dedo, destellos de lujuria brillando
a través de sus pupilas. El toque ligero envió escalofríos por todo el camino hasta
mi cráneo y columna vertebral, girando a través del resto de mi cuerpo como una
descarga eléctrica.
De hecho, sonaba tan furioso, tan enojado, fuera de sí, que me encogí visiblemente
cuando lo escuché. Encendió una emoción ajena en mí que nunca antes había
asociado con Ruckus. Miedo. Dean nunca se enojó o se alteraba. Era el menos
exaltado de los cuatro HotHoles. Raras eran las veces que sus plumas estaban
revueltas— que estaba realmente molesto— y no creo haberle escuchado levantar
la voz fuera del campo de fútbol. Incluso antes, cuando le gritó a Colton, se burló
de toda la situación. Divertido.
***
La mañana siguiente fue una repetición de la que tuve cuando Bebé LeBlanc vino a mi
apartamento vestida para impresionar (según sus entandares). Es decir, me desperté
junto a una extraña, me enfrenté a una resaca del infierno, la cual decidí domesticar
fumando un gordo, y grande porro de marihuana en mi terraza mientras tomaba un
Bloody Mary. No del tipo virgen. En estos días nunca tomaba nada virgen. Después de
todo, la última vez que había follado algo así, escapó, y ahora se estaba casando con
uno de mis mejores amigos.
Pero divague.
Tal vez no era la mejor idea que tenía en mente, parar en una tienda de conveniencia
en un sumidero de Nueva York, en mi camino al JFK, a las seis de la mañana, y
tomarme una botella de quien-sabe-que-mierda y terminarla antes de que el pobre
taxista incluso me dejara.
Sabía que era un movimiento de mierda por mi parte, pero no pude evitar beber y
fumar antes de abordar.
Jodete, Nina, murmuré todo el viaje al JFK, como si fuera una especie de mantra de
yoga de mierda. Jodete. Jodete. Jodete.
Zigzagueando hacia la terminal, esperaba jodidamente que Bebe LeBlanc, ya estuviera
dentro del avión y aprovechara el boleto y el taxi que le envié. Las probabilidades
estaban a mi favor. La amenace y ella no tenía ni idea de que no podía, a conciencia,
aumentarle la renta, ni siquiera un centavo. Siempre tuve una debilidad por esta chica,
y parecía que cuanto más me odiaba, más quería demostrarle que siempre fuimos
nosotros. Que sí yo creía en esa mierda de que dos personas estabas destinadas a estar
juntas —era porque realmente lo estábamos.
Llegué tarde, y el vuelo se retrasó como resultado. La pequeña señorita CrankyPants
no contesto ninguna de mis llamadas, y sentí una cuerda invisible apretarse alrededor
de mi cuello. Quería llegar a Todos Santos, dejar a Rosie donde su hermana, y colapsar
en la cama de mi infancia. En algún lugar, en la parte de atrás de mi mente, quera más
como escapar de mi vida. Dejar de beber y fumar cono una puta chimenea. Dejar ir la
mala mierda que seguía rebotando en mi vida. Pedirle una cita en lugar de pedirle que
me hiciera la vaquera hacia atrás, porque toda la mierda sexual que le estaba dando
era un mecanismo de defensa en caso de que dijera que no.
Porque nadie nunca dijo no.
Nadie más que ella, y si iba a rechazarme, podría ofrecerle mi polla y no mi corazón.
Lo último que recuerdo es la azafata mostrándome el camino y el suave golpe seco de
mi cabeza apoyándose en el reposacabezas, seguido de un dolor agudo que sugería
que mi cerebro acababa de estallar. Hice una mueca, frotándome la frente antes de
escuchar su voz tensa y sin aliento. Al principio, pensé que iba a gritarme por llegar
tarde, retrasar el vuelo y por estar jodidamente respirando. Así que no registre
cuando la mitad de mi mente medio muerta, decodifico sus palabras y su significado.
—Aquí. Dos Advils y agua —Dejo caer algo en mi mano—. Le pediré leche a la azafata
después de despegar. Haces esta mierda en nuestro camino de vuelta, y me asegurare
que cada mujer que lleves al edificio sepa que tu polla está más contaminada que el
baño público del metro.
Abrí mis ojos, girando mi cabeza sobre el asiento acolchado para mirarla, mi mirada se
deslizo por su rostro.
—Parece que te interesa mucho mi polla, Bebe LeBlanc. Primero querías echarle cera;
ahora quieres bloquearla. Tal vez deberías conocerla y ver si ustedes dos pueden ser
amigas. Creo que te la llevarías genial.
—No, gracias, literalmente preferiría comer el vómito de alguien más.
—¿Literalmente?. De alguna manera lo dudo. A menos que tengas un gusto muy
peculiar por el vómito.
Rosie siempre había sido una perra conmigo. No la culpaba, pero tampoco le creía.
Pero ahora, su rostro se veía en blanco y genuino y, bueno, jodidamente hermoso. Sus
mejillas del color de los melocotones maduros, pecas adornando su pequeña nariz, y
esos enormes ojos azules que me devolvían la mirada. Doscientos diferentes tonos de
marrón y rubio en su cabeza, todo cortesía de la Madre Naturaleza. Era la definición
misma de una ninfa. Todo en ella era increíblemente suave y aterciopelado, no había
forma de que supieras que estaba enferma.
Gruñí, lanzando el Advil y una botella de agua en mi boca seca. Me sequé los labios
cuando el avión comenzó a deslizarse hacia adelante, ganando velocidad.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó, su voz neutral. Se refería a la bebida. La hierba. El
desorden en general que era mi vida. Era casi un alcohólico de alto rendimiento que
fumaba como si estar drogado fuera un deporte olímpico. Nadie se quejó cuando sellé
esos tratos y conecté ese dinero y follé como un campeón.
—De hecho sí. Necesito que me dejes en paz hasta que lleguemos a San Diego. ¿Crees
que puedes hacerlo?
Joder, eres un idiota.
Lo último que recuerdo antes de desaparecer fue que el pecho de Rosie subía y bajaba
irregularmente para su respiración irregular.
—Como sea —susurró—. Te voy a dejar tranquilo, porque tengo la sensación de que
tuviste una semana de mierda. Pero si quieres hablar de eso, estoy aquí.
Quería contarle todo.
No quería que supiera una mierda.
Ella me confundía, y justo ahora, ella era la gran complicación de la que hablé cuando
le dije que siempre opté por la ruta fácil. Cerré los ojos e intenté dormir. Y cuando la
oscuridad llegó, ella también.
Nina.
Rosie
QUÍMICA PELIGROSA
Ese era nuestro principal problema.
Y ese era el motivo por el cual juré nunca estar en casa cuando Dean viene a visitar
a mi hermana. No era una tarea difícil. Millie siempre había sido una criatura de
hábitos. Su habitación ordenada, sus libretas bien cuidadas con perfecta caligrafía,
por supuesto con excelentes notas de diez consecutivas. Mucho como todo lo
demás, ella repartía perfectamente un específico marco de tiempo en el cual salía
con su perfecto novio elegante. Martes y jueves después de la escuela-por qué
Dean Tenía práctica de fútbol en la mañana de sus días -y en los fines de semana,
ellos hacían planes afuera de la mansión de Spencer, porque Millie no podía
soportar a Vicious y viceversa.
No era como si estuviera tumbada en mi cama, escuchando las canciones de odio
hacia los hombres de Miranda Lambert, llorando desconsoladamente. Yo la chica
problemática con calificaciones de sietes quien amaba un buen momento de
emoción. Me entretenía con amigos después de las actividades escolares. Conseguí
los piercings para mi ombligo y nariz en el centro de la ciudad, apliqué para
trabajos extraños, ahorré dinero para una nueva bicicleta, y me bañaba desnuda en
el océano cerca de una playa desierta con amigos cuando el clima lo permitía, lo
cual era siempre, porque...bueno, SoCal(1).
De hecho, hice un montón de cosas ese otoño. Diligentemente, nada de eso fue con
el novio caliente-como-el-Infierno de mi hermana.
Puedo decirte que absolutamente, que estar bajo el mismo techo con ellos me
hacía querer hundirme más profundo en mi piel y desaparecer dentro de mi,
desvanecerme a la nada.
Ellos hacían ruidos. Odiaba esos ruidos. Eran la peor clase de ruidos.
Respiraciones pesadas, jadeos, risitas y ruidosos besos descuidados. El hecho que
era capaz de oírlos a través de la puerta cerrada de la habitación de Millie solo
hacía que el agudo agujero en mi pecho creciera aún más. A pesar de mis defectos,
siempre he sido una chica sensible. No necesitaba este tipo de negatividad en mi
vida. Entonces, era realmente lo mejor que nunca estaba ahí.
Si pudiera ubicar el momento en el que llegué a esa determinación de -
mantenerme alejada de Dean Cole incluso cuando Millie estaba en la habitación
con nosotras-escogería el incidente en la piscina. Era un jueves, y Millie estaba
atrasada tenía que detenerse en una gasolinera en su camino a casa para llenar con
algo de aire las llantas de su bicicleta. Estaba a punto de dejar la casa de la
servidumbre donde vivíamos en el terreno de la mansión de los Spencer. Todo
acerca de ese encuentro se sintió como si fuera arrancado de la escena de una
película. Abrí la puerta mientras Dean estaba a punto de tocar en ella. Nuestros
ojos se fijaron y también mi mandíbula, porque estaba luchando con una sonrisa y
estaba determinada a no dejarla suelta, sabiendo que muy bien podría partir mi
cara en dos.
Dean se veía como tentación. Y no solo quiero decir el hecho que estaba
deslumbrante con su majestuosa chaqueta azul de universitario y una expresión
derrite-bragas de chico malo. La manera en que olía, un ligero olor a detergente de
lavandería y a sexo costoso, y su estatura dominante y complexión me hacían
desesperada. Lo juro, la mitad del tiempo que él estaba cerca, mi desesperación
por él colgaba en el aire como hedor.
—Hola. —Mi maldita voz se quebró.
—Hola a ti también, —contestó. Nuestros ojos estaban vagando otra vez. No era
bueno, pero tampoco era la primera vez que pasaba. Siempre me hacía sentir
culpable. Si fueran manos, sus dedos jalarían mi cintura ahora, justo después de
bajar la capucha de mi mi sudadera negra de los “Muertos Kennedys” así podría
ver mejor mi cara; los míos agarrando su perfecto cabello besado-por-el-sol color
marrón, y nuestros cuerpos pegados como dos páginas en un libro nuevo.
—Millie no está aquí aún, pero puedes pasar —me aparté hacia un lado y abrí más
la puerta. —Estoy de salida. Ella debería estar de regreso en cualquier minuto.
—¿A dónde vas? —preguntó, poniendo su brazo en el marco de la puerta y
bloqueando mi ruta de salida.
—Lo siento —doblé mis brazos sobre mi pecho—. No me llegó el memorándum.
¿Es repentinamente de tu incumbencia?
—Tal vez el memorándum se perdió en el correo. —Dio un paso adentro,
forzándome a retroceder un paso, y Jesús, ni siquiera podía verlo a los los ojos
porque estaba tan nerviosa. Afortunadamente, mi cabeza estaba en el nivel de sus
pectorales. —Porque, definitivamente eres mi asunto, Babé LeBlanc.
Mi corazón saltó en mí a mi garganta, haciéndolo imposible respirar, antes de que
añadiera, —Y creo que ambos lo sabemos. Así que mejor que pretender que no te
he estado vigilando.
Jalé la capucha toda sobre mi cabeza para cubrir mi rostro quemando.
Normalmente, él era el chico del póster para lo engreído. Todo lo cliché de la
actitud imbécil y escandalosa con la que los HotHoles estaban alimentando a All
Saints High sobre sí mismos. Sus súbditos y mínimos se tragaban esa mierda y
volvían por segundos. Quizás, yo tenía la culpa por que no me importaba ese tipo
de cosas, pero nunca tuve el poder de viajar y la vibra de “maduros” que los
HotHoles portaban. Parte de la razón por la que noté a Dean en primer lugar era
porque no se daba la importancia en sí mismo tan seriamente, no era tan
inquietante e idiota como el resto. Desde que comenzó a salir con Millie- lo cual no
fue hace mucho tiempo- él siempre trataba de hablar conmigo. Al principio, me
aseguraba que no la estaba tocando. Después de que le dije que debería tocarla,
realmente se enfureció. En estos días, salía con ella y actuaba como tal—besándola,
Dios, los oí justo el otro día—aunque sus ojos estaban en mí. Siempre en mí.
—Yo, ah...—me distraje, las rueda oxidadas en mi cerebro girando, buscando una
mentira potencial. Mi coartada era sólida.Si necesitaba ir a un lugar. Pero no lo
compartía con la gente, mucho menos con mis compañeros estudiantes, y
definitivamente no con el sujeto con el cual tenía un enamoramiento. Aunque,
Dean no era un tipo que se daba por vencido. Tenía que decir algo-cualquier
cosa—así que opté por la verdad.
—Tengo una cita con el doctor.
Levantando la mirada, vi reconocimiento y calma inundando su rostro. Metió sus
manos en sus bolsillo. —¿Algo anda mal?
Sí. Toda mi vida estaba mal.
—No, nada como eso. —Metí un rizo de mi cabello detrás de mi oreja bajo la
capucha.
—Algunas veces solo necesito...—cállate la maldita boca, la voz me dijo. Sentirme
pequeña y vulnerable no era lo mío.
—¿A...? —Bajó su barbilla, alentándome a seguir. Era una vergüenza total que la
química era una cuerda inexplicable que jalaba y ataba a dos personas uniéndolas.
Porque así es como me sentía en ese momento. Encadenada. La manera en que me
miraba, como si fuera el centro de su universo, me molestaba. Me halagaba. Me
poseía. Dios, tenía que decir algo rápido para hacerlo callar y que me dejara en paz.
No importa cuán vergonzosa podría haber sido la verdad.
—Para conseguir un masaje en el pecho. —Tenía que sacar todo el moco de mis
vías respiratorias, pero eso no era algo con lo que estuviera ansiosa de compartir
con él. Levanté una ceja y empujé mis puños a mis bolsillo—. Ya sabes, para
mantenerlo sexy, y esas cosas.
Mis ojos estaban asegurados cubiertos por la capucha, pero aún así no era lo
suficiente. Nada era suficiente al lado de él. Incluso con tres capas de ropa, siempre
me había sentido desnuda.
Los masajes para el pecho ocurrían semanalmente. Algunas veces tenía que ir a la
clínica.
Algunas veces una enfermera venía aquí. Y aunque Millie no decía nada sobre mi
enfermedad a su novio, sabía que si de verdad permaneciera cerca, lo averiguaría
finalmente.
Empujando con mi hombro para pasar a Dean, marché hacia la entrada principal
de la mansión. Había un camino de piedra que dirigía hacia el portón, pero me
gustaba tomar el camino más largo, a través de la piscina enorme de Vicious y el
césped-verde-como-los-ojos-de-Dean. Caminar en su orilla. Para sentirme viva.
Oí los pasos de Dean corriendo detrás de mí. Sin mirar atrás, sabía que estaba
portando esa sonrisa que me hacía enojar por alguna razón.
—¿Masaje para el pecho, huh? —Sonaba malicioso—. Muchos chicos amarían
ayudarte con eso.
—Gracias, Dean, por ese comentario repulsivo.
—¿Qué hay de repulsivo en puntualizar que esos tipos quisieran tocar tus tetas?
—El hecho que el novio de mi hermana es quien me está diciendo esto. Es también
ligeramente inapropiado. Y al decir ligeramente, quiero decir extremadamente.
—Nunca dije que lo quisiera hacer yo mismo. —chasqueó la lengua, añadiendo—.
¿Porqué jodidos necesitarías un masaje para el pecho, de todas maneras?
¿Consigues una sobada de pechos o algo?
Me detuve en la orilla más alejada de la piscina, me volteé, y mantuve su mirada de
una manera que se sintió muy íntima. Estábamos frente a frente. Cuerpo a cuerpo.
El viento era frío pero gentil. Retrocedí un paso. Desde ese ángulo, Vicious podía
vernos desde la ventana de su habitación. La última cosa que necesitaba era
armarlo con más municiones contra Millie, así podría decirle que me vió
coqueteando con su novio. Necesitaba asegurarme que ella estaba protegida, sin
importar que.
—Tengo una enfermedad, —dije, las palabras cayendo de mi boca antes de que
pudiera detenerlas.
Sus ojos se oscurecieron, goteando sospecha e incredulidad por el resto de su
rostro.
—¿Qué enfermedad? —demandó, mirándose confundido, fastidiado, y...¿dolido?
Tal vez.
—Fibrosis Quística. Es una enfermedad de los pulmones.
—¿Curable? —presionó, su voz dura. Sus cejas cayeron como piedra. Era casi como
si me acusara de algo.
—Nop. —sentí sonrojarse mis mejillas—. Nací con ella. Moriré con ella. Lo más
probable es que moriré por causa de ella. Joven, probablemente. Ambos de mis
padres llevan el gen.
—Millie no lo tiene. —Ahí estaba otra vez. ¿Estaba esperando atraparme en una
mentira? Porque si era una mentirosa, estaba bastante segura que habría tratado
de venderme como si tuviera un súperpoder o el IQ de Einstein. Resoplé una
carcajada, porque eso era atractivo y todo.
—Bueno, la suerte de Millie —espeté. Ella lo era. Es más maneras que una—. Solo
porque ambos padres llevan el gen no quiere decir que los niños lo contraerán.
Llámalo la ruleta rusa de la naturaleza, si lo prefieres. Soy yo quien consiguió la
bala en el maldito cuello. Ahí está tu hecho gracioso del día. ¿Ahora puedo irme?
Con cualquier otro chico, me habría volteado e ido. Simple. Pero Dean “Ruckus”
Cole, nada era simple. Quería explotar cada segundo que tenía a solas con él. No
estaba siquiera segura porque. Se sentía extraño, agonizante, y emocionante
tenerlo cerca, y entonces el momento se había ido, sabía que me odiaría a mi
misma cada una de las palabras que había dicho, cada manera que había actuada, y
cada una de las respiraciones que había tomado.
—Rosie.
Levanté mi cabeza, y antes de que supiera lo que estaba pasando, sentí sus ásperas
palmas en mi cintura y mi cuerpo volando hacia la piscina. No tuve tiempo para
prepárame para la caída. Literalmente o figurativamente. Mi cuerpo golpeó el agua
de lleno, la caída dolorosa como si me hubiera golpeado justo con el concreto. Usé
mis brazos para nadar mi camino arriba para conseguir algo de aire. El frío del
agua solo me golpeó cuando tomé una respiración desesperada. Abrí mis ojos, todo
mi cuerpo temblando violentamente, y antes de que mis ojos se ajustaran, hubo un
enorme sonido de salpicadura junto a mi.
Dean saltó también dentro.
Mi corazón se desbarató, martillando por todos lados. Lo sentí golpeando contra
mis costillas, hundiéndose, tratando de luchar su camino afuera, a través de mi
estómago, a través de mi garganta, queriendo salir, salir, salir. El cuerpo de Dean
nadó hacía el mío, inmovilizándome contra la pared de azul sereno, y comencé a
lanzar puños hacia él. Frenéticamente, puñetazos furiosos. No eran del tipo de
bofetadas que una niña le da a un chico que coquetea con ella o para advertirle que
se mantuviera alejado. No. Encajé mis uñas en su pecho, deseando sacarle sangre.
Entonces comencé a llorar.
Eso, también, estaba fuera tu carácter verdaderamente. Nunca había llorado frente
la gente que no conocía. Y por el bien del argumento, alguien que no fuera Millie,
Mamá, o Papi era un extraño. Ahí estábamos, mis lágrimas calientes y saldas
mezclándose con la fría agua dulce.
La vida no era justa.
—¿Qué demonios pasa contigo? —gruñí, mis puños continuando su asalto a su
pecho. Se había quitado su chaqueta antes de saltar dentro, y ahora lo único que
separaba nuestra carne era su apretada camiseta negra con dorado y mí mojada
sudadera. Su piel estaba cálida a pesar del agua y necesitaba más. Él quería
dármela. Todo su cuerpo lo decía. Lo cantaba. Lo gritaba desde el techo de su
monstruosa mansión. Ninguna palabra fue dicha en absoluto, lo que hacía el
lenguaje de nuestro cuerpo mucho más fuerte. Química Peligrosa, lo advertía.
Aléjate, Rosie.
—Tus pulmones funcionan bien —gruñó en mi cara, capturando mis dos muñecas
y golpeándome contra la pared, duro. ¿Qué estaba haciendo? Vicious podía vernos.
Demonios, Millie podría también. Si ella caminaba por el portón justo ahora, ¿qué
pensaría? Su novio y su hermana en la piscina juntos. Cuerpo con cuerpo. Alma con
alma. —¡Estás jodidamente bien! —añadió, su frente a centímetros de la mía.
¿Estaba tratando de convencerme a mí, o a él mismo?
¿Y de todas formas por qué demonios le importaba?
Me obligué a calmarme. Necesitaba meterle algo de sentido a este tipo. Tenía que
dejarme ir antes de que nos quedáramos atrapados haciendo lo que sea que
estamos haciendo.
—Dean —dije, tan fríamente como pude, liberando mis manos y poniendo mis
palmas planas contra su pecho. Tomó una respiración profunda, cerrando sus ojos.
Sus pestañas goteaban, y todo sobre él era crudo, mojado y delicioso. En algún
lugar al fondo de mi mente, sabía que esto era monumental. Esta cosa que
compartimos en ese momento. Nunca más la sentiría con otro chico de nuevo. Este
pedazo de vida era nuestro, aun si yo no quería que fuera así.
—Rosie —respondió.
—Estoy enferma —repetí.
—No digas eso. No estás enferma. Es solo una maldita condición.
Negué con la cabeza, agua y lágrimas iban de un lado a otro.
—No es solo una condición. Voy a morir muy joven. En mis treinta, tal vez mis
cuarenta… cincuenta, si tengo suerte.
—Cállate —siseó entre dientes. La palma de su mano golpeó la pared detrás de mí,
y temblé con más que el frío.
—¡Esto es una mierda! —discutió—. No, no lo harás.
Necesitaba encontrar otra táctica. Rápido.
—Escucha, no puedes hacer esto, ¿está bien? Podemos ser amigables —mentí,
porque sabía que en ese punto no podíamos—. Pero no puedes tirarme a las
piscinas en medio del otoño, primero que todo, estoy realmente enferma, e incluso
sino fuera propensa a la neumonía, de todas maneras no es tan divertido ser
arrojado a agua helada, y Millie. No es justo para ella. No puedes tratar a mi
hermana de esa forma. Como… Como…
—¿Cómo qué? —desafió, con las pupilas dilatadas.
Como si me desearas.
¿Lo hace?
Mis hormonas se estaban rebelando. Mis principios morales quemaron desde mi
interior. Cada cabello en mi cuerpo se erizó. Su mano se deslizó entre nosotros y
ahuecó una de mis mejillas, inclinando mi cabeza hacia arriba, obligándome a
mirarlo.
—¿Como. Jodidamente. Qué. Rosie?
Había algo en sus ojos. Una intensidad que no había visto antes. Era inquietante,
porque ese algo me dijo que no tenía ni idea de que estaba haciendo. Sólo sabía
que estaba mal. Y como yo, estaba confundido, herido y enojado.
—Como si me desearas —hice eco de mis pensamientos en voz baja.
—Pero lo hago —dijo—. Tal vez es tiempo de algo de sillas musicales. A tu
hermana no le importo demasiado, Bebé LeBlanc.
A él tampoco le importaba mucho ella. Se preocupaba por ella. Lo que lo hizo aún
más atractivo, porque nuestra meta era mutua, proteger a la persona que amaba
ferozmente.
Pero al mismo tiempo, la amargura se apoderaba de mí cada vez que veía el
completo y absoluto desperdicio que era su relación. Cuando fui testigo de cómo
sus ojos se movían hacía Vicious cuando él estaba cerca. Cómo Dean y yo nos
mirábamos desde el otro lado de la habitación. Quería agarrar a mi hermana de los
hombros y sacudirla. Decirle que arreglara su mierda y se fuera con el chico que
hacía que su corazón se hinchara. Pero no estaba en posición de pedirle nada,
considerando que mis padres arrancaron a nuestra familia de nuestro hogar en
Fairfax, Virginia, y nos trasladaron a California para que pudiera tener una mejor
atención médica. Debido a que tenía amigos y una vida social y ella no tenía nada,
precisamente por esa decisión. Entonces, la deje tener ambos. El cuerpo de Dean y
el corazón de Vicious.
—Si no me dejas ir —me temblaron los dientes, y no sólo por el impacto—,
contraeré una infección pulmonar. Dean.
Su nombre era una advertencia, y esta vez me dejó empujarlo con mis manos,
nadando lejos de mí y viéndome subir al borde de la piscina, mi ropa pesada y
empapada jalándome hacía abajo.
No me volteé para mirarlo. Tenía mucho miedo de que viera mis ojos, dopados de
euforia, manchados por lujuria. Y mi cara, rosada en contraste con el resto de mí yo
tembloroso y azul.
Lo vi en mi perímetro nadando hacia el borde, apoyando sus antebrazos en las
baldosas mojadas, su mentón apoyado en sus manos.
—Esta mierda es tóxica. Necesitamos detenerla antes de que vaya más lejos —
murmuró, más para sí mismo que para mí.
—¿Más lejos de qué? —me quité mi sudadera y tiré la pesada tela sobre una
tumbona cercana—. Que besar y follar en seco a mí hermana a la inconciencia y de
vuelta mientras coqueteas conmigo —mi voz estaba temblando.
—Rosie —dijo. Se me escapó una risa aguda. Rosie, mi culo. Estaba con mi
hermana. Cierto, yo lo presione a estar con ella, pero eso no me hacía menos
amargada—. No vuelvas esto contra mí. Me dijiste que estuviera con ella.
También tú me dijiste que la tocara. ¿Qué quieres que haga? ¿Ignorarla?
Odiaba que tuviera un punto, y odiaba que algo tan lógico me hiciera sentir tan
ilógica.
—Esto —apunté entre nosotros desde donde estaba de pie al borde de la piscina—
, no va a suceder. Estas saliendo con Emilia, Dean. No podemos estar juntos.
—¿Quién dice? —retó.
—Yo digo. Y la sociedad. Y la lógica. Y cultura. Y maldita sea, cada película de amor
y libro de romance que he consumido.
—Mmm —Una sonrisa juguetona encontró de nuevo sus deliciosos labios—. Eso
no puede estar bien.
—Lo está —disparé—. Julieta no tenía una hermana mayor llamada Julie que
Romeo probó antes de decidirse que ella era la indicada.
—Julieta nunca se enfrentó cara a cara con sus malditos sentimientos —gritó,
golpeando su puño en las baldosas—. ¿Desde cuando eres una maricona? —Dean
saltó fuera de la piscina tan rápido, que pareció una ilusión óptica. Se puso en mi
cara, gruñendo—. ¿Desde cuándo te importa una mierda lo que la gente piense? Te
imaginé diferente. Si te alejas de esto, le daré una oportunidad a esta cosa con
Millie.
Sonó como una amenaza.
—¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? —bufé. No era su culpa. Para el
momento en que me notó, ella quería salir con él, y no podía echarse atrás.
Además, él hizo su vida mucho mejor. Atrás quedaron los días en que su casillero
estaba lleno de basura y la gente murmuraba “basura blanca” cuando caminaba
por el pasillo.
—Esperándote —contestó, y ambos dejamos escapar un suspiro cuando la lluvia
comenzó a golpear suavemente nuestras figuras.
—Bueno —sonreí dulcemente, y necesite cada onza de energía para mostrarle mis
dientes y hoyuelos—. Tienes luz verde para enamorarte de mi hermana. Como dije,
nunca nada pasará entre nosotros.
Cinco segundos después, Millie apareció en la piscina, conduciendo su bicicleta. Le
dijimos que me caí en la piscina y que él saltó para salvarme. Mis mejillas estaban
enrojecidas y la piscina no era tan profunda, y yo era una gran nadadora. Pero los
ojos de Millie estaban en otra parte, también su corazón, y tenía el presentimiento
de que aunque nos hubiera atrapado sin pantalones no le hubiera importado.
Ese día nunca llegué a la cita con mi doctor.
Pero si tuve una neumonía que me concedió un viaje a la sala de emergencia y una
estadía de cuatro días en el hospital.
Y el jueves siguiente, cuando regresé a casa después de evitar a Dean y Emilia,
estaba esperándome un libro en mi almohada, junto con una nota. El Jinete de
Bronce edición de bolsillo. La nota amarilla decía:
A la mierda la sociedad.
A la mierda la lógica.
A la mierda la cultura.
A la mierda tu enfermedad.
¿Y sabes qué? Vete a la mierda.
Aquí hay un libro sobre cómo mierda como la nuestra puede funcionar. Léelo.
—Dean
Pero al día siguiente, lo metí en la rendija del casillero de Dean con una nota.
—
1. SoCal: Sur de California.
CAPITULO 6
Dean
Abrí el maletero del taxi en espera cuando salimos del aeropuerto y metí nuestras
maletas dentro. En ese momento, estaba bastante sobrio. Y por "bastante sobrio",
quiero decir que podía distinguir rostros, colores y formas grandes. Lo
suficientemente bueno para mis padres, así que también Rosie tuvo que
conformarse con esa mierda.
Girando mi cabeza para ver cómo estaba por primera vez desde que abordé el
avión, la asimilé. Estuve dormido la mayor parte del vuelo. No es que importara.
Bebé LeBlanc no me habría hablado si fuera la última persona capaz de hablar en
la Tierra.
Pero eso fue antes y esto era ahora, y ahora parecía que ella tenía mucho que
decirme.
Sacó un humectante labial y untó un dedo con él, dando toques en los labios. El
dulce aroma del algodón de azúcar llenó el asiento trasero. Quise lamer el brillo de
su dedo, luego meterlo en sus vaqueros ajustados, mirarla introducir su dedo
dentro ella con mi saliva por todas partes. Ahora estaba hablando conmigo. Joder
si tenía alguna idea de lo que estaba diciendo. Parpadeé, tratando de volver a
enfocarme.
—No puedo creer que esté diciendo esto, Dean, pero estoy preocupada por ti.
—Es una mierda divertida, porque estoy preocupado por ti. — Pasé mis dedos por
mi cabello, sabiendo muy bien que hacía que sus muslos se apretaran. —Me
preocupa que no te puedas resistir a mí por mucho más tiempo.
—Vives demasiado violentamente. — Ignoró mi respuesta, me encantaba eso de
ella. Nunca mordía el anzuelo. Pero iba a hacerlo. Con el tiempo, iba a sucumbir a
la presión que estaba ejerciendo sobre ella desde que rompió con el Dr. Idiota.
Porque renunciar no estaba en mi diccionario. Cuando quería algo, lo tomaba. Y
yo malditamente la quería. Mucho.
—Tú no vives en absoluto, — repliqué. — ¿Esa mierda de piloto automático en la
que pones tu vida? Dormir, trabajar, ser voluntaria, ¿volver a repetir? Voy a poner
fin a eso pronto.
Ella giró su cabeza para mirarme y tragó saliva. Fingí mirar hacia adelante,
dándole tiempo para recordar que le gustaba lo que veía. Atrayéndola a una red.
Esperando que se enredara antes de devorar a mí presa.
Relajándome en mi asiento— teníamos un viaje de cuarenta minutos a Todos
Santos— declaré mis intenciones. Me pareció justo mantenerla informada del
plan.
—Solo que lo sepas, Bebé LeBlanc, te voy a follar pronto, — dije de forma
categórica, sin importarme un carajo sus ojos desorbitados y su boca abierta, ni
importándome una mierda que el conductor hubiera dejado de hablar en voz alta y
ahora nos mirara por el espejo retrovisor con decidido interés. —Puede que no
sea esta semana— puede que ni siquiera sea este mes, pero sucederá. Y una vez
que lo haga, tendrás que enfrentar tus miedos y decirle a tu santa hermana que
estamos juntos, o lo haré yo. Porque una vez que te folle, nadie más será suficiente
para ti. Nunca. Jamás. Así que solo te lo diré aquí y ahora, eres bienvenida a mi
pene cuando quieras, a cualquier hora del día. Nos veo como algo a largo plazo, así
que es importante para mí mantenerte feliz.
—Debidamente registrado, Sr. Delirante.
—Me alegra que hayamos aclarado todo, señorita Pronto-A-Estar- En- Mi- Cama.
Rosie
Mi lealtad a mi hermana— que tenía dos trabajos para mantenernos así podría
liberarme del agarre sofocante de mis padres y vivir en Nueva York— era más
fuerte que mi necesidad de robar el calor de su cuerpo. De todos modos, incluso si
no fuera de Millie, tenía una política estricta de no novio, y un tipo como Dean
estaba destinado a robarme el corazón. De hecho, había una pequeña parte que
aún no me había devuelto.
Incliné la cabeza lentamente, asimilando. Hasta hace unos meses, Millie, Vicious y
mis padres vivían en Los Ángeles, en el mismo lujoso dúplex. Cuando Vicious y
Millie decidieron anidar en el paraíso suburbano que era Todos Santos y
compraron esta casa, mis padres aprovecharon la oportunidad de estar cerca de su
hija mayor y ocuparon una habitación aquí. Digo una habitación, pero realmente,
tenían su propio baño, sala de estar, y escuché que aquí tenían dos cocinas.
Difícilmente va a estar lleno.
Lujosa villa italiana o no, se lo merecía. Y no, no era extraño que me hubiera
extrañado como una extremidad, porque la había extrañado como un pulmón.
Perra me hizo adicta recién salida del útero. Tenía el talento de cuidarme sin
hacerme sentir como una carga, algo que mamá nunca logró destacar.
Millie sonrió, sosteniendo mis hombros y escaneándome, haciendo el inventario
habitual.
—Te ves demasiado bien, — me quejé, frunciendo mi la nariz. —Odio cuando
pones la barra demasiado alta. Siempre lo haces.
Pellizcó el hombro y se rió. — ¿Dónde está tu novio? ¿Pensé que venía contigo?
Por una razón más allá de la lógica, me encontré sonrojándome cuando Dean cruzó
mi mente. Millie, por supuesto, estaba hablando de Darren. Nunca me molesté en
decirle a mi familia que rompimos. Millie tenía suficiente en su plato con los
planes de la boda sin que yo volcara el tema de la ruptura en la mezcla. El plan era
contarles esta noche, pero iba a utilizar cualquier excusa para posponer lo
inevitable. Preferiría recibir un tratamiento dental de un mecánico antes que
decírselo a mis padres.
—Quería pasar tiempo con mi familia, cara a cara. — Plasme una sonrisa. Arqueó
una ceja, silenciosamente llamándome la atención por mi mierda y alisó mi cabello
castaño claro con su palma.
—Todavía no puedo creer que tengas novio, — reflexionó. —Pensé que nunca ibas
a sentar cabeza.
—Bueno, me estoy poniendo vieja. Veintiocho años es como sesenta y cinco con
fibrosis quística—. Me encogí de hombros. —Revisaremos este tema en la cena.
Para ella, era el símbolo del niño enfermo, el punk, el sinvergüenza. La chica tonta
que arriesgaba su vida para trabajar en un estúpido café en Nueva York en lugar de
optar por vivir cerca de su familia. La chica que nunca sentaría cabeza con un buen
chico.
Esa era la segunda razón por la cual mi familia era ajena a mi ruptura con Darren.
Salir con un médico significaba que me dejaran en paz después de que Millie se
mudara a Los Ángeles. Es cierto que era parte del encanto de Darren. Su—
desconocido para él— capacidad para evitar que mis padres perforaran mi oído
instándome a regresar a California y vivir bajo su techo como un chico burbuja
triste e introvertida.
***
ROSIE
¿Qué te hace sentir viva?
Jugar con un tipo diferente de fuego. Cometer errores. Apropiarme de ellos.
Apropiarme de mí. Tomar lo que quiero y llamarlo mío. Incluso si no lo es. Incluso si
sé que nunca podría serlo.
Los prisioneros de guerra deberían ser enviados para ser torturados por los
brazos y lenguas de mis padres. Esa fue la conclusión a la llegué después de pasar
ocho horas con mamá y papá.
Era una chica dura. Lidiar con una enfermedad a largo plazo que pone en riesgo tu
vida y que te da una capa adicional de durabilidad. Como esa capa incolora y final
de esmalte de uñas que nadie ve. Así que el hecho de que estuviera al borde de las
lágrimas me tomó desprevenida.
No tenía un auto, así que me senté en los escalones de que la entrada que llevaba a
la mansión y esperé a que Dean me recogiera, mi cabeza colgado entre mis
piernas.
Los eventos de la cena se reproducían en mi cabeza, haciéndome tragar fuerte y
luchar contra las lágrimas que amenazaban con derramarse. Todos estábamos
sentados a la mesa, atendidos por el personal de Vicious, comiendo ostras Coffin
Bay King con vino traídas desde Australia (aparentemente, las ostras americanas
ya no eran aceptables, ahora que mis padres eran ricos por asociación), hablando
de los arreglos finales de boda.
Todo fue relativamente tolerable… hasta que no lo fue.
—Bien, creo es tiempo de que nos refiramos al elefante en la habitación. —Papá puso
su copa de vino sobre la mesa y elevó sus ojos para encontrar los míos—. ¿Cuándo
estás planeando mudarte aquí de vuelta, Rosie? Te apoyamos en tu experimentación
en Nueva York. Eras joven y necesitabas una aventura, pero es tiempo de que sigas
adelante. No eres más una niña y tu hermana no estará más tiempo sosteniendo tu
mano.
—Papá, Rosie es su propia persona. No puedes decirle qué hacer —interfirió Millie,
su voz como un suave bálsamo sobre mis nervios al rojo vivo. Mamá suspiró.
Cubiertos de plata repiquetearon. Humedecí mis labios, demasiado atónita para
pronunciar una palabra.
―Siempre están sobre ella, papá. Rosie es una adulta.
—No es como tú, cariño. Es un poco imprudente. Amamos a nuestra Rosie-bug
exactamente como es, pero las cosas están cambiando. Se vuelve más débil cada año.
—¡Está enferma! —bramó Mamá, dando palmaditas en su nariz con una servilleta
de lino antes de llevársela a los ojos para hacer lo mismo. Me encogí. Llevó la
conversación desde la primera velocidad hasta la quinta—. Mírala. —me señaló—.
Toda piel y huesos. ¿No te parece delgada?
Capítulo 7
***
La hierba estaba húmeda por los rociadores, pero caminé descalza de todos modos.
Brindando una fresca comodidad contra el insoportable calor de agosto en SoCal.
Llegué a una banca en la cima de la colina, con vistas hacia la cuidad y me senté. Lo
bueno sobre Todos Santos era la ausencia de fábricas industriales y contaminación.
Una de las razones por las que mis padres aceptaron un trabajo aquí cuando era una
adolescente fue para ayudarme con mi problema de mocos, para asegurarse que mis
pulmones estuvieran limpios. Una manta de brillantes estrellas sobre nuestras
cabezas me recordó que éramos pequeños y que ellas eran grandes.
Dean sacó dos latas de cerveza de la cama de su camioneta, no pregunté qué demonios
estaban haciendo allí y abrió una, entregándola, antes de beber la segunda y dejarse
caer a centímetros de mí.
—Sabes —dijo, las puntas de su desaliñado cabello sexy jugando con las puntas del
mío. Olía a chico, hachís dulce y un toque una colonia limpia y cítrica—. Cada estrella
que ves en el cielo nocturno es más grande y más brillante que el sol.
—¿Qué? —Solté una risa—. Esas son tonterías. ¡El sol es enorme!
Dean me miró, serio como un ataque al corazón y fue en ese momento que me di
cuenta de que lo acababa de invitar a entrar a mi corazón. Que por voluntad propia
abrí la puerta para que lo hiciera. Era como lanzar tu cuerpo por un acantilado, con
ojos abiertos, brazos extendidos y una sonrisa en tu rostro. Esto es trágico, pensé.
Olvidé como se sentía pasar tiempo real con Ruckus. Olvidé el caos que agitaba dentro
de mí.
—El sol es solo una estrella enana amarilla, Bebé LeBlanc. —Su voz era plana, su
intensa mirada, no—. Es glorificada porque estamos familiarizados con ella y es la más
cercana. La mayoría de las personas aman lo que sea que esté más cerca. A lo que
están acostumbrados.
Ya no estaba hablando sobre estrellas y ambos lo sabíamos.
Su conocimiento de astronomía me atrapó fuera de guardia. Tal vez porque quería
reducirlo al drogadicto quien no se preocupaba, ni sabía nada más que de fútbol,
mujeres y aburridos números.
Sacó un porro de su bolsillo trasero, elevando sus caderas para encontrarlo y lo metió
entre los labios con forma de corazón, el fuego de su encendedor iluminando cada
curva de su rostro de Adonis. Tomando una calada, me lo pasó.
Hubo un momento donde el porro se cernió entre sus dedos. Esperé que lo retirara.
Que frunciera el ceño. Que me dijera que estaba loca por fumar. Pero ninguna de esas
cosas sucedió. Me dejó tomar esa decisión por mí misma.
Me hizo sentir como una adulta.
Tomé el porro, permitiéndome una pequeña sonrisa que oculté en la oscuridad. Todos
los demás me trataban como si estuviera hecha de cristal. Solo Dean hacía cosas que
podrían romperme. Di una calada. Inhalé. Exhalé. Sobreviví. Eso era un triunfo en mi
mundo.
Pero por supuesto, tuve que toser como un perro que estaba a punto de vomitar un
pulmón o dos. Dean me dio una mirada de reojo, sonriendo. –La próxima vez que
quieras drogarte, te prepararé brownies.
Lo ignoré, mirando al cielo. Fue agradable olvidarme de mi familia, aunque sea por
un segundo. Incluso si lo hacía con el hombre que consideraba de algún modo mi
enemigo.
–Una vez escuché que el sol se acerca más a nosotros cada año. Que un día
quemará todo el planeta –dije, dando vueltas al cielo con mi dedo y pasándole el
cigarrillo de marihuana. Dean tomó un trago de su cerveza, todo acerca de su
lenguaje corporal ligero, juvenil e imprudente. Pareció un adolescente por un
segundo.
El adolescente que amé alguna vez.
–Bueno, es probable que el sol dure siete mil millones de años más que su actual
cuatro mil quinientos millones de años. Entonces probablemente se convertirá en
una gigante estrella roja y colapsará en una enana blanca. Es seguro decir que
cuando eso suceda, ni mi trasero de marihuanero ni tu alegre trasero estarán aquí
para presenciar el espectáculo de mierda. –Me dio unas palmaditas en la cabeza
con la mano que sostenía su cerveza, como si fuera una preciosa bebé–. ¿A menos
que planees seguir estando alrededor? Te convertirás en una vieja malditamente
caliente. Incluso unos pocos miles de millones de años.
Me reí tan fuerte que mi voz resonó en el cielo. –Basta con decir que no estaré aquí.
–Ninguno de nosotros estará. –Se encogió de hombros, pasándome el cigarrillo de
marihuana. Nuestros dedos se tocaron, y la electricidad rodó por mi piel,
haciéndole cosquillas. Lo ignoré, pensando: Pero mi tiempo probablemente llegue
mucho antes que el tuyo.
¿Cuántos años más tenía? ¿Veinte? ¿Diez? ¿Menos? Ese era el problema con la
fibrosis quística. No era tan urgente e inmediata como el cáncer o la ALS. Aún
tengo tiempo. Simplemente no tanto como todos los demás.
Tal vez fue el alcohol, la hierba o la vida en general, pero sucedió. Después de unos
buenos años sucedió. De nuevo.
Mi exterapeuta dijo una vez que era completamente normal, teniendo en cuenta
mis circunstancias. La realización de morir, lo real que era, me agarró y el pánico
corrió por mis venas en cantidades alarmantes. Me quedé helada. Dejé de respirar,
no por elección, cuando las imágenes de mi cuerpo pudriéndose dentro de un
ataúd asaltaron mi mente. Estos ataques de pánico han estado ocurriendo durante
mucho tiempo. Desde que tenía diez años y el concepto de muerte comenzó a tener
sentido. Eso fue más o menos cuando supe que no iba a morir de vieja.
Estaba teniendo un ataque de pánico mientras estaba con el Sr. Relajado, pero él
no podía haberlo sabido, porque estos ataques no eran extremos. Después de unos
segundos, reanude mi respiración, y la única cosa física que me molestó fue ola
tras ola de calor incómodo que parecía haber golpeado mi cara y un pulso fuera de
control.
De regreso a cuando veía a mi terapeuta, mis padres me llevaron con alguien
especializado en adolescentes con enfermedades terminales, tratamos de
encontrar la raíz de mi problema. Todos estaban incómodos con la idea de la
muerte, pero yo era una de las adolescentes raras que pasaban las noches sin
dormir acostada en la cama imaginando a su cadáver siendo incinerado. La
terapeuta era buena. Le daré eso. Me preguntó si recordaba haber sido un feto. Dije
que no. Luego ella me preguntó si tenía recuerdos de no estar viva. Dije que no. –
Así es como se siente la muerte, Rosie. No recordarás que sucedió, así que, en
cierto sentido, es casi como si vivieras para siempre.
En general, cuando tenía ataques de pánico, trataba de recordarme esta
conversación, pero por lo general me ayudaba simplemente distraerme con algo
completamente diferente. Así que sacudí la cabeza, dando un vistazo a la tranquila
cara de Dean, y le pregunté–: ¿Qué más sabes sobre las estrellas? Y evitame la
parte divertida donde explotan y todos morimos.
Metió un bucle, que me cayó en la frente, detrás de mi oreja. –Para cuando el sol
explote, nadie va a estar aquí para presenciarlo. Bueno, aparte de las Kardashians.
Esas personas siempre están jodiendo en todas partes.
Le di un golpecito en el hombro, juguetón sin intención de serlo. –No vayas allí,
Cole. Kourtney y Khloe Take Miami es mi único placer culpable.
–Eso es simplemente triste. Especialmente cuando el vecino de arriba puede
llevarte a cualquier parte en su ático. Ahora ese es un placer digno de culpa.
–Enfocate –gemí. Apagó el cigarrillo de marihuana sobre el banco y lo tiró a un
bote de basura cercano. Él se rió con su risa genuina al cien por cien, aquella contra
la cual ninguna chica tenía una oportunidad. Su voz se sintió bien contra mi piel.
En el aire. En todos lados.
–Así que tengo este sistema de archivo en mi cabeza, y si le dices a alguien, lo
negaré, nunca te volveré a hablar, y le diré a todos los que conocemos que tienes
hepatitis y que dejaste al Dr. Imbécil porque te contagió el pie de atleta. –Apoyó
una mano en el reposacabezas de madera detrás de nosotros y dobló su cuerpo
hacia el mío.
–Ahora simplemente me estás rogando que lo haga. –Junté mis labios con fuerza,
consciente de todas las sonrisas coquetas que estaba lanzando.
Dean terminó el resto de su cerveza antes de tomar la mía y tragarsela también,
dejando escapar un eructo intencional antes de continuar. –Soy un fanático de la
astronomía en el closet. Etiqueto a las personas con respecto a la parte del sistema
solar que podrían ser. Por ejemplo, Trent es Júpiter porque es tan jodidamente
grande. Vicious es Arcturus. Rojo y enojado todo el tiempo. Puedo continuar, pero
tengo la sensación de que me arrepentiré. –Escaneó mi rostro, esperando a que yo
riera. Cuando no lo hice, continuó cautelosamente.
–Es más fácil encajonar a la gente en algo concreto, ¿sabes?
El cabeza hueca. El marihuanero. El mujeriego amante de las fiestas. Ruckus.
Sí, entendía la idea.
–¿Qué clase de estrella soy yo? –Mi voz salió gruesa. Estaba borracha. Estaba
lujuriosa. Estaba malditamente loca.
Nuestros brazos estaban pegados y nuestro sudor comenzó a mezclarse, pero
ninguno de nosotros hizo un movimiento para romper el contacto.
Ni siquiera pasó un segundo antes de que él respondiera, lo que me hizo creer que
ya había pensado en eso antes. –Eres Sirius.
–¿Sirius?
–Sí. –Se movió en el banco, frotando la barba inexistente a lo largo de su mandíbula
cuadrada. Traté de ignorar el hecho de que me estaba mirando con algo más que
deseo al desnudo, pero se volvía cada vez más difícil con cada segundo que pasaba.
–Contrariamente a la creencia general, las estrellas no brillan. Solo hay una estrella
que brilla con la que los científicos pueden ponerse de acuerdo. Brilla tan
intensamente, que a veces las personas lo confunden con un OVNI. No es grande,
pero se destaca. Esa es Sirius, y también eres tú. Tú brillas, Bebé LeBlanc. Tan
jodidamente brillante que a veces eres lo único que veo.
No sabía lo que estaba pensando. Quizás no estaba pensando en absoluto. Pero en
ese momento, me sentí valiente. Tan valiente, que la honestidad se apoderó de mi
boca antes de que la lógica lo detuviera.
–Quiero que me hagas olvidar, Dean. Solo por una maldita noche –murmuré.
Mirando al espacio–. Olvidarme de esta maldita ciudad y mis prejuiciosos padres
y… –Dejé escapar un suspiro gigante. Y agonizar.
Inclinó todo su cuerpo hacia mí y ahuecó una de mis mejillas, gimiendo como si
tocarme solo lo frustraba aún más. –Oye. Mírame.
No vale la pena.
No es suficiente.
No es tan buena como Millie.
–Eres el ex novio de mi hermana –murmuré, sin protestar, tratando de razonar
conmigo misma. Esperando juntar algo de lógica y retroceder.
–Estuvimos juntos por un segundo –espetó.
–Tomaste su virginidad.
–Ella se fue –enunció, aplastando la última palabra entre sus dientes–. Ella se fue
sin siquiera darme una llamada de cortesía. Ella nunca fue mía. Y, por esa razón,
entre otras, yo nunca fui suyo.
–Ella me dijo que una vez le pediste que nunca te dejara. –Tragué saliva, mis
manos metidas debajo de mi trasero sudoroso mientras miraba fijamente mis
chancletas.
–Sin ofender a Millie, pero no quiero que nadie me deje.
Silencio, y luego.
–No quiero hacerte olvidar. Quiero hacerte recordar. Y estoy a punto de hacerlo,
Rosie. –Respiró profundamente contra mi piel–. Estoy a punto de reescribir las
páginas de nuestra jodida historia, bebé.
Su boca se estrelló contra la mía, y sus dedos encontraron mi cabello. Agarré su
cuello en mis puños cerrados y lo arrastré hacia abajo conmigo, acostandonos en el
banco y extendiendo mis piernas para él. Sus labios estaban calientes, húmedos,
perfectos, y no dudaron ni pidieron permiso. Tomaron. Ellos hambrientamente
exigieron. Todo mi cuerpo vibró con calor y éxtasis. Agarró mi cabello con una
mano y arrastró su mano libre entre nosotros, ahuecando uno de mis pechos y
apretando con fuerza.
Su lengua invadió mi boca, conquistandome, derritiendo cada rechazo que tenía en
la punta de mi lengua como mantequilla caliente. ¿Estaba realmente tan borracha,
o él era realmente tan bueno? Su mano se movió más al sur. Levantó mi falda de
mezclilla y llevó su mano a mi ropa interior, frotando la tela, creando fricción que
me hizo gemir en su boca y perder el resto del control al que me aferraba.
Caliente. Todo estaba caliente.
Mi cara.
Mis nervios.
Dios, se sentía como que mi corazón estaba ardiendo.
–Joder, estás mojada –dijo, pellizcando mi clítoris a través de mis bragas. Raspé su
camisa y arqueé mi espalda, suplicando.
–Fóllame –gemí en medio de nuestro beso sucio. No era como cualquier cosa que
alguna vez hubiera experimentado. Nuestras lenguas estaban en guerra, la suya
ganando, nuestras manos desesperadas y estábamos presionandonos entre
nosotros como si intentaramos encender un fuego.
Pronto, supe, que tendríamos éxito. Química peligrosa. Nuestros cuerpos estaban
en sintonía de una manera en que las almas lo están. Sin fallas. Su piel en la mía era
como ser besada en todas partes, hasta el rincón más aislado de mi cuerpo.
Irónicamente, mi pedido lo hizo despegar su boca de la mía y fruncir el ceño.
–¿Qué tan borracha estás? –Escudriñó mi rostro, bastante sobrio. Él solo había
tomado una cerveza, y según sus estándares, eso era como beber té de hierbas.
–No tan borracha como para no saber lo que estoy haciendo –respondí.
–Parece algo que diría una persona borracha –respondió. Me estiré entre nosotros
y agarré su gruesa cresta a través de sus pantalones vaqueros, frotando hacia
arriba y hacia abajo. Muy dura–. Por favor.
Cerró los ojos, descansando su frente contra la mía mientras respiraba
profundamente. Él estaba tratando de luchar contra ello. Tratando de encontrar
compostura. Eso es lo que yo debería haber hecho. Pero estaba codiciosa esa
noche.
–Si te tomo, es porque lo quieres, no por alguna jodida venganza familiar.
–Sí. –Asentí–. Lo quiero.
Se levantó, me ofreció su mano y me guió hacia la camioneta roja en la que ninguna
chica alguna vez había sido follada.
El viaje más largo que alguna vez hice, pero uno que valió la pena hacer.
***
Era mejor de esta manera mis padres eran pesados en fastidiarme sobre reunirme
con Nina en los meses recientes, y no me importaba la misma vieja conversación.
Tampoco me importaba porque estaban tan empeñados que me reuniera con él.
Porque todo lo que me importaba era mi siguiente conquista. Ella.
***
Recogí a Trent en el aeropuerto de San Diego el día siguiente, esta vez tomando el
Volvo XC90 de Papá. La camioneta roja se quedó en el garaje. Apenas la usaba, pero
Rosie me pidió mantener nuestro pequeña cita como un secreto, y por el momento,
yo estaba todo en lo de apaciguarla.
Si Vicious me vio recogerla, comenzaría a hacer preguntas solo para hacerme
enojar.
Y una vez que oiga mis respuestas, vamos a pelearnos otra vez. No es que me
importe particularmente. Lanzar algunos golpes a su cara era mi idea para la
meditación. Aunque preferiría andar por ahí sin el exceso de drama. Vicious, por
otro lado, era del tipo de imbécil exagerado del Valle Dulce. Amaba hacer una
enorme producción de la mierda.
Aparqué en doble fila directamente enfrente de la puerta de llegada y bajando mis
Ray-Ban, para revisar la horda de asistentes de vuelo en su uniforme azul que
cruzaban en la carretera enfrente de mi. Como si sintieran mi mirada, dos de ellas
giraron sus cabezas en mi dirección y sonrieron. Les devolví la sonrisa entonces
bajé la mirada para revisar mi teléfono.
Jaime
Yo y las chicas estamos aterrizando en SD(2) en cuatro horas. T Veo en el otro lado,
idiota.
Vicious
Hola, Capitán ETS(3). Espero que estés lo suficientemente sobrio para leer esto.
Asegúrate de recoger a Trent hoy. El arreglo de asiento está esperando en tu
correo electrónico. Llámame cuando hayas terminado.
Trent
Levanta tus ojos de tu regazo. Parece que te estás masturbando.
Dean
¿Qué pasa dormilona? ¿La resaca está pateando tu culo apretado?
Una hora pasa antes de que respondiera, pero sabía que vio el mensaje.
Probablemente estaba escribiendo y borrando, obsesionándose, debatiendo,
odiándose a sí misma, odiándome. Eso estaba bien. Todo era parte del proceso.
Después, jodidamente finalmente, respondió. Una palabra:
Rosie
Sí.
Me quedé mirando fijamente la palabra. Ninguna chica me había escrito una sola
palabra en un mensaje de texto antes. Esta chica era como un campamento de
entrenamiento egocéntrico. Empecé a escribir mi próximo mensaje cuando
aparecio otro.
Rosie
Lo siento. Lamento mucho, mucho que esto haya pasado. No puedo verme en el
espejo. No puedo dejar esta habitación porque no quiero enfrentar a Millie. ¿Qué
tipo de hermana soy? Por favor pretendamos que anoche no sucedió.
Dean
Está bien.
Rosie
¿Está bien?
Dean
Si eso es lo que necesitas decirte a ti misma antes de que follemos de nuevo, no voy
a estallar tu pequeña burbuja. Estoy pensando que deberíamos comer In-N-Out
para almorzar. Tengo el presentimiento de que la cena de ensayo será jodidamente
aburrida. ¿Qué piensas?
Rosie
Estoy pensando que no sabes leer. Dije que no podemos hacer esto NUNCA
MÁS.
Dean
Dije In-N-Out. No que te voy a follar con el puño en un balcón con vista
romántica del Océano Pacífico.
Dean
(Me apunto si también quieres hacer eso.)
Rosie
No.
Dean
Llevaré hierba.
Rosie
NO.
Dean.
Llevaré mi polla.
Rosie
¿¡Cómo está ayudando eso!?
Dean
Rosie
No hay trato, Ruckus. Hoy estás por tu cuenta. Olvida que eso pasó. Sé que yo lo
haré.
———
1.- The Strokes es una banda de rock originaria de Nueva York, Estados Unidos,
formada en 1998. Tras el lanzamiento de su álbum debut Is This It en 2001,
muchos críticos nombraron al grupo como: «Los salvadores del rock».
2.- San Diego
3.- Enfermedad de Transmisión Sexual.
4.-Panecillos de rollos de canela de la marca Pillsbury
Capítulo 10
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Arrepentimiento. Porque el arrepentimiento te recuerdo que la vida tiene un peso. A
veces es más pesado. A veces es más ligero.
Dean
Me estaba poniendo al día con los correos electrónicos del trabajo y cosas
administrativas cuando Vicious vino a su terraza, donde me encontraba sentado y
tirando sobre el sofá opuesto. Por la sonrisa de imbécil en su rostro, iba a suponer que
alguien había muerto o que sabía algo que iba a sacudir mi barco, o al menos, crearle
un agujero. Él no pretendía ser un maldito diablo. Creo que simplemente nació de esta
manera.
Trabajar en la terraza resultó ser una buena decisión, porque no podía concentrarme
en ninguna otra parte. Vi a la mamá de Rosie llamando a su puerta dos veces,
lloriqueando nasalmente por ella haciendo esto y aquello—con Rosie apenas
respondiéndole—y su padre quejándose con Millie en el pasillo sobre cómo su hija
mayor debería comprar un boleto para Rosie y tomar la decisión correcta por ella.
—Su irresponsabilidad le costará la vida —lo escuché decir.
—Me están saliendo canas por su culpa. ¡Canas! —agregó su madre.
Idiotas.
—Hola, cabrón —me saludó Vicious.
—Buenas, mamón —contesté, sacando un porro de detrás de mi oreja y
encendiéndolo casualmente, mirando a Vicious como si acabara de hacer pis en uno de
los cuatro distintos tazones en la mesa y no estuviera seguro de cuál. Siempre
sospechaba de él. Él de mí, también.
—¿Te importa compartir? —Movió su barbilla hacia mi porro. Inhalé y lo pasé, humo
saliendo entre mis labios.
—Entonces, ¿por qué estás realmente aquí? Tus padres no están remodelando nada.
Vi a Eli en el centro esta mañana cuando llevé a Em a la cita de su médico.
Puse mi MacBook sobre la mesita y me recliné, tocando mi labio con mi encendedor
Zippo mientras consideraba su pregunta antes de darle la noticia.
—Estoy yendo tras Bebé LeBlanc.
—Estoy seguro que te refieres a Rosie y no a mi futura hija.
—Dios. —Puse mis ojos en blanco, inclinándome para quitarle el porro—. Y luego la
gente me acusaba a mí de ser el espeluznante.
Vicious sonrió. No estaba enfadado. Ni siquiera estaba sorprendido.
Sorprendentemente, no estaba contra ello tampoco.
—Finalmente, ¿eh? ¿Qué te tomó tanto tiempo?
Me encogí de hombros.
—No sabía que estaba en Nueva York. Y para cuando lo supe, y se mudó al
apartamento, tenía un novio. Ahora está soltera. No por mucho tiempo.
Vicious alzó una ceja escéptica, sus labios curvándose en un lateral. Por supuesto, le
importaba una mierda si iba tras Rosie. Tenía completo sentido para él, ¿y por qué no
lo tendría? Su futura esposa, por otra parte, tenía una opinión diferente.
Millie y yo éramos civilizados, pero no confiaba en mí. Lo que era irónico,
considerando nuestra historia.
—A Emilia no va a gustarle.
—No me gustó tampoco cuando Emilia comenzó a follar a uno de mis amigos más
cercanos en mi apartamento. Lo superé. Rápidamente, podría agregar.
—Cuida tu maldita boca —espetó Vicious, sus ojos echando llamas, antes de hacer una
sonrisita—. Tomaste el diez por ciento de la compañía de mí.
—Y te la regresé. —Sonreí.
—Por mucho dinero.
—Que tienes —respondí—. Eres multimillonario. Ambos sabemos que pagaste porque
necesitaba hacerte pagar. Puedes limpiarte el culo con el doble de lo que me pagaste y
todavía no notar que falta de tu cuenta bancaria. Fue una lección. ¿Has aprendido
algo?
—Sí. —Vicious me miró con desprecio—. Que no eres menos imbécil de lo que soy, a
pesar de que sin dudas lo ocultas mejor. Millie piensa que eres problemas.
Ahora fue mi turno de darle mi sonrisita de “me importa una mierda”. Ni siquiera
estaba tratando de defenderme. ¿Cuál era el punto?
—Y tiendo a estar de acuerdo. —Arrebató el porro.
—Estoy herido. —Me aferré al lado izquierdo de mi camiseta naranja de Armani e hice
una mueca—. Pero viviré.
—Si vives o no solamente depende de cómo resulten las cosas con Rosie. Si rompes su
corazón, la usas y cagas todo esto, tendría que tomar su lado. —Supe cuál iba a tomar.
Vicious y yo éramos buenos amigos sinceramente. Hablábamos por teléfono todo el
tiempo. Nos reíamos bastante. Pero éramos recelosos entre sí, también. Era sólo una
de esas cosas. Nunca hubo competición entre Jaime o Trent, o Trent y yo, o Vicious y
Jaime. Pero siempre hubo una guerra silenciosa y sangrienta entre Vicious y yo.
Y supe que los malos sentimientos que albergaba por él florecieron, solamente porque
me veía a mí mismo en él y lo odiaba.
La crueldad.
La frustración.
La cruda brutalidad que yacía debajo de la sonrisa de dientes blancos y trajes de
cuatro cifras.
—¿Amenazándome? Eso es malditamente lindo. —Agarré el porro, di una última
calada antes de ponerlo dentro de un cenicero en el medio de la mesita. Humo salió
disparado de mis fosas nasales mientras hablaba—. No soy una niña inocente sureña,
Vic. No tengo miedo de ti.
Vicious se puso de pie.
—No lo arruines.
El mensaje recalcado era: pero te apoyo.
Revolví mi cabello con mi puño.
—No lo arruinaste con Millie. —Gracias, hermano.
—Casi lo hice. —No cometas mis errores.
—Lo sé mejor que tú. —No me atrevería.
—Con eso estoy contando. —Entonces, ¿a qué estás esperando? Ve por ella.
***
Dean
¿Qué estás haciendo?
Rosie
Estoy revisando demos. Escuchando música. Intentando no arrojarme por el
balcón. ¿Tú?
Dean
¿In-N-Out para el almuerzo? Podemos ir a la playa antes del ensayo. Calma.
Rosie
Preguntaste antes. La respuesta sigue siendo no.
Dean
¿Por qué no?
Rosie
Por lo que pasó anoche.
Dean
¿Qué pasó anoche?
Rosie
¿Soy realmente así de olvidable?
Dean
Dijiste que me deseabas para olvidar. Pero eso era una mentira, ¿no?
La verdad era que Bebé LeBlanc no sabía lo que ella quería. Se sentía culpable, pero al
mismo tiempo, me deseaba como una droga. Siempre había sido de esta manera, pero
esta vez, iba a empujarla tanto como necesite hasta que se caiga de su trono de
superioridad moral.
Rosie
Deja de mandarme mensajes, Dean.
Dean
Vi a tu madre dirigirse a tu cuarto. Va a molestarte de nuevo si te quedas aquí.
Pásalo conmigo. Prometo no tocarte.
Rosie
¿Qué sacas con eso?
Dean
A ti.
Simple. Honesto. Verdad.
La había deseado desde que Millie se fue. Probablemente antes de eso. Bien, sin duda
alguna antes de eso. Pero esperé, conociendo mi lugar. Si Jacob podía ser paciente,
también yo.
No respondió de inmediato; por lo tanto, estaba pensando esto. Rosie quería verme.
Esta semana era difícil para ella. Le di otro empujón.
Dean
Quiero aprender más sobre tu música. Quieres salir de aquí. Regresaremos al
ensayo a tiempo.
Rosie
Dean…
Dean
Sin tocar.
Rosie
De acuerdo.
Pequeñas victorias.
Estaba a punto de ponerme de pie y caminar a su habitación cuando mi teléfono se
encendió y una llamada llegó. Nina. Supe por qué estaba llamando, y estuve tentado a
responder. Ella tenía algo mío que quería, pero el precio que tenía que pagar para
conseguirlo era demasiado alto. No el dinero, aunque ella pedía mucho y mucho de
ello. Su libertad.
Ella solía tenerlo todo. Mi tiempo. Mi corazón. Mi devoción. Y lo arrojó todo.
Me engañas una vez, qué vergüenza, me engañas dos veces, eres hombre muerto. No
creía en segundas oportunidad a menos que fuera con Rosie. Así que la dejé ir,
simplemente manteniéndola con vida.
No debería haber querido responder ese teléfono con tantas ganas y acabar esto.
Terminar con todas las interrogantes, las preguntas tortuosas, nadando en lo
desconocido.
No debería. Pero lo hacía.
Capítulo 12
Rosie
Once años atrás
La noche anterior a que Millie fuera a Nueva York no fue muy diferente a cualquier
otra noche. Dormimos en la misma cama, aunque teníamos habitaciones separadas.
Los pies en la pared, mirando al techo, abrazando una almohada o el uno al otro. Esa
era nuestra posición característica. A veces era mi cama. A veces era la de ella. Odiaba
que me encantara dormir en su cama porque olía a él. No estaban teniendo sexo, pero
su olor estaba en todas partes.
En sus sábanas. En su escritorio. En mi alma.
Esta vez estábamos en mi habitación, y las estrellas que brillaban en la oscuridad nos
devolvían la mirada. Siempre me gustaron las estrellas Me recordaban cuán pequeños
eran mis problemas en este gran universo.
—Dean y yo dormimos juntos —graznó en la oscuridad y tomó mi mano en la suya.
Me puse rígida, mis ojos se cerraron. Piensa en las estrellas.
Todo se detuvo. Me ardían los pulmones, me dolía el cuerpo y las lágrimas quemaban
la parte posterior de mi nariz. La habitación se oscureció; mi respiración se hizo más
pesada. Ella no sabía. Mi hermana, que era tan perceptiva, sabía todo sobre mí, sobre
mi cuerpo, sobre mi salud, mis amigos y mi gusto por la música, ni siquiera sabía lo
que su novio me provocaba. Solo oír su nombre hizo que hormigueara mi corazón. Se
me revolvió el estómago, oleada tras oleada de calor arremolinándose en su interior.
Pero, por supuesto, ella estaba ciega a mis sentimientos. Estaba demasiado ocupada
con los suyos.
—¿Fue bueno? —Fingí una sonrisa. Y la odiaba. Y lo odiaba. Pero, sobre todo, me
odiaba a mí misma.
Ella se encogió de hombros. Rozó los míos.
—Fue un error.
—¿Tú crees?
—Lo sé. —Todavía estábamos mirando al techo y no la una a la otra, y por eso, estaba
agradecida—. Toda nuestra relación lo es. Creo que él está conmigo porque trata de
protegerme de Vicious. Él no entiende que eso solo alimenta el fuego en este tipo.
—¿Y tú? —Logré preguntar a través de la bola de lágrimas retorciéndose en mi
garganta.
—Y yo... —Su agarre en mi mano se apretó—. Me gusta Dean. ¿A quién no? Él es la
definición de diversión. Pero no...
Lo amo. Como yo.
—Estamos tratando de hacer que suceda, pero falta algo. La magia. Él dice que está en
esto cien por ciento. Actúa de esta manera, también. Sin embargo, nunca me preguntó
sobre Harvard. No es que lo culpe, pero acaba de aplicar, inscribirse e hizo planes sin
mí. De todos modos... es genial. No es como si quisiera ir con él. Oye, ¿Rosie?
—¿Sí?
—¿Cuál es tu sueño?
Parpadeé una vez, luego otra. Ella no lo sabía, pero yo estaba luchando contra las
lágrimas, y no solo porque había perdido la virginidad con el tipo que amaba.
—No tengo un sueño. —La respuesta llegó después de unos segundos de mí tratando
de regular mi pulso.
—¿Por qué?
—¿Porque cuál es el punto? No tendré tiempo de perseguirlo.
En lugar de discutir, Millie tomó un enfoque diferente. Inclinó su cuerpo en mi
dirección, rozó mi mejilla con su pulgar, y preguntó:
—¿Y si el tiempo no fuera un problema?
—Entonces... supongo que ser madre sería agradable. Quiero decir, sí, quiero ser
financieramente independiente. Tal vez convertirme en una diseñadora gráfica o una
enfermera o lo que sea. Pero lo que realmente quiero es cuidar de alguien y amarlo
total e incondicionalmente. Y, por supuesto, hacerlo en un lugar genial.
—Creo que harías una gran mamá. ¿Dónde vivirías si tuvieras la oportunidad? —Ella
sonrió. No sabía a dónde iba ir. No sabía que se iría en absoluto.
—¿Nueva York? —contemplé—. Sí. La gran Manzana. Parece un buen lugar para
desaparecer.
Sonrió en la oscuridad.
—Entonces ahí es donde te llevaré.
***
Dean
Once años atrás
Golpeé los nudillos con Matt Burton después del juego, pateando el barro pesado de
mis pies. La temporada de fútbol fue hace unos meses, y nos graduamos hace una
semana, pero a veces jugamos juegos de práctica en ciudades vecinas. Especialmente
con otras escuelas privadas que formaban parte del loco y caro programa de fútbol
AllSaints High se inscribía todos los años. Esta vez estábamos en Sausalito. Ganamos.
Con Trent sentado en la banca y mirándonos jugar —su yeso estaba amarillo, viejo y
olía a pedo rancio— era mi trabajo guiar a los Saints de All Saints desde un agujero de
veinticinco puntos contra los Rangers de St. John. Era imposible, hasta que no lo fue, y
anotamos diecinueve puntos en el último cuarto. Hicimos todas las jugadas. Estuvimos
jodidamente fantásticos, y como el primer mariscal de campo jugando su último juego
para su escuela secundaria, no dejé de notarlo: la ausencia de Vicious en el juego
(vacaciones en Hawái) no supuso ninguna diferencia.
No solo no lo necesitábamos, sino que su temperamento y su basura rah—rah
demostraron ser una distracción. Por ejemplo, habíamos perdido el anterior partido
de fútbol de bandera en Monterrey, y él estaba allí, en canoa doble de cháchara
estúpida.
—Me encantan los juegos de práctica. —Burton me dio una palmada en la espalda, e
hice lo mismo con él. Jaime se me acercó, su cabello rubio goteando sudor en su frente
y arruinando su pintura de guerra. Él agarró la parte de atrás de mi cuello y me dio un
abrazo.
—Increíble lanzamiento. —Frotó las tiras oscuras en mi mejilla como si fuera mi puta
novia.
—Increíble todo, amigo. Soy yo. —Besé cada uno de mis bíceps, luciendo serio pero
obviamente bromeando. Me dio un puñetazo en el pectoral y se rio mientras todos
regresábamos bajo la lluvia de vuelta con el entrenador Rowland. Veinte minutos más
tarde nos estábamos bañando, preparándonos para tomar el autobús de regreso a
Todos Santos. Estaríamos durmiendo durante el viaje de nueve horas, pero era un
precio pequeño a pagar por toda esa gloria.
Después de salir de las duchas, saqué ropa fresca de mi bolsa de lona, listo para
vestirme. Mientras lo hacía, cayó una nota, aterrizando en el piso. La atrapé antes de
que se mojara, reconociendo la letra de mi novia. ¿Me dejó una carta de buena suerte?
Eso no sería extraño de Millie. Era tan jodidamente dulce, a veces parecía demasiado.
Una sonrisa casual se estampó en mi rostro, comencé a leer.
Dean,
Esto es lo más difícil que he tenido que hacer. Ni siquiera estoy segura de cómo
comenzar. Lo único que quiero que sepas antes de leer esto es que no eres tú. Me
preocupo mucho de ti. Me has dado lo que nunca nadie lo ha hecho en esta ciudad tiene.
Seguridad, respeto, tiempo y amor.
Mi sonrisa se disolvió en un ceño fruncido. No sonaba como una carta de buena suerte.
Parecía una carta de despedida. Alguien me dio una palmada en la espalda mientras se
dirigían a otro banco en el vestuario, y alguien más gritó al lado de mi oreja. Todos
fueron ignorados.
Necesito irme. Confía en mí cuando digo que tengo que hacerlo. Algo ha sucedido que no
puedo deshacer. Como lo último que quiero es complicarte la vida, necesito dejarte atrás.
Por favor no trates de encontrarme. Solo empeorará las cosas. Quiero que sigas tus
sueños y vivas tu vida.
No merezco tu lealtad, Dean. Nunca lo hice.
Tomando una gran bocanada de aire, leí el último párrafo, sintiendo mis manos
apretar el papel con más fuerza.
Eres la persona más viva que conozco. Alejarme de ti es difícil, pero permanecer en
Todos Santos sería aún más difícil. Espero que entiendas, y con el tiempo, incluso te pido
con ansia que me perdones.
Conocí a alguien más.
Amor,
Millie
CAPITULO 12.
¿Qué estaba haciendo tocando a su puerta, y a cual hermana esperaba ver, Millie o
Rosie? Sabía la respuesta a la última pregunta. Me sentía como una maldita
marioneta por admitirlo.
Millie y yo terminamos. Fue lo mejor. Vi cómo era el amor. Lo vi en Jaime y
nuestra profesora de Literatura, Mel. El amor se sentía como sumergirse
mutuamente en gasolina y arder juntos. El amor se sentía como bailar con locura
en la oscuridad, mirando todas las luces brillantes. El amor se sentía como
respirar con dificultad cuando tus pulmones ya están llenos.
Negué con la cabeza. La última vez que hablé con Millie, estábamos haciendo
planes para ir a ver una película. No habíamos tenido relaciones sexuales desde
esa primera vez que celebramos su decimoctavo cumpleaños. Creo que ambos no
lo estábamos sintiendo, pero admitirlo en voz alta era innecesario. Me dirigía a
Harvard en unas semanas.
—No, señora. Estoy tan sorprendido como usted.
Ella me invitó a entrar, y enumeré cada encuentro que tuve con Millie durante el
último mes, omitiendo la parte donde la desfloré por la seguridad de mi vida.
Charlene parecía angustiada, justo al borde de un ataque al corazón, luego su
marido se unió a nosotros desde su habitación y me hizo más preguntas, tratando
de extraer de mí una confesión que no le debo a nadie.
Finalmente, después de treinta minutos, Rosie salió de su habitación. Ella era la
única con quien quería hablar. Si alguien tenía respuestas, o incluso pistas, sería
ella.
— ¿Podemos hablar un segundo?— Pregunté, levantándome de mi silla. Todavía
tenía sueño en sus ojos y no llevaba nada más que una enorme camiseta sin
mangas de las New York Dolls que dejó a sus bronceadas piernas desnudas y
hermosas. Traté de ignorarlas, mirando hacia otro lado para asegurarme de que la
polla de-dieciocho-años que estaba unida a mi cuerpo no la saludara
accidentalmente frente a sus padres. — ¿Encuéntrame en la piscina?
Ella asintió, demasiado asustada y soñolienta como para protestar. Unos minutos
más tarde, ella salió a la piscina, todavía con nada más con su camiseta y
chancletas. Me encantaba su devoción por las chancletas, a pesar que cada vez que
golpeaban el suelo, quería quemarlas. Me levanté de una tumbona y caminé,
enlazando mis dedos detrás de mi cuello.
— ¿Dónde está ella?, — Le pregunté. Rosie bajó la vista, pero no respondió
—Ok. Bien. No tienes que decirme. ¿Pero lo sabes?
—Sí. — Ella asintió. —Ella me envió un mensaje de texto antes. —
— ¿Está bien?— Mi voz apretada. Estaba preocupado por Millie, pero también
estaba preocupado por Rosie.
Ella estaba extremadamente apegada a su hermana mayor. Yo, sabía que
superaría a mi ex novia en poco tiempo. Era mi ego el que necesitaba un golpe.
—Está bien, — confirmó Rosie, alisándose el pelo de la cama con los dedos.
— ¿Sabes por qué lo hizo?
—Tengo una idea.
— ¿Estás esperando una invitación especial antes de compartirla?
Ella negó con la cabeza, ignorando el total idiota que era. —Lo siento, Dean. Sé
que te pone en un lugar horrible, pero no puedo. Ya sabes dónde está mi lealtad.
Hubo un breve momento de silencio antes de que nuestros brazos se encontraran
y nos entrelazamos en un abrazo mortal. Digo mortal no porque la apreté y ella
me apretó como si intentáramos sangrar la verdad y las mentiras y todo lo que
estaba en medio de nuestros cuerpos, pero también porque se sentía fatídico.
Ella alisó una mano sobre mi pecho. — Te mereces a alguien que sea tuya. Solo
tuya. De nadie más.
—Rosie, — la llamé cuando comenzó a regresar a la casa de los sirvientes. Se
sintió como un adiós, y no quería que fuera así. Tuve que darle un giro a ese
encuentro. Ella giró su cabeza para mirarme.
—No seas una extraña.
Ella sonrió. —Ser extraños es exactamente lo que debemos ser, Cole.
Capítulo 13
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Cantar como si nadie estuviera escuchando. Bailar como si nadie estuviera viendo.
Comer como si las calorías no existieran.
—LO LLAMO MAYCHUP, porque es una mezcla entre ketchup y mayonesa —dije a
Dean mientras nos sentábamos en el toldo de su Volvo, comiendo In-N-Out en
frente del océano, en una colina dorada en algún lugar donde nadie podía gritarme
acerca de cuán decepcionante era. Revolví la mayonesa y ketchup juntas en una
salsa anaranjada usando una papa, y mordisqueé la punta de esta cuando terminé.
Dean dio una mordida a su hamburguesa—sin papas—y me observó. Evité mirar
su rostro durante todo el recorrido. No podía mirar sus ojos sin recordar como se
burlaron de mí cuando folló la vida existente fuera de mí. No podía mirar sus labios
sin recordar como chuparon mi clítoris ávidamente. No podía mirar sus brazos sin
recordar como me encerraron y reclamaron en esa sucia camioneta. Y, por
supuesto, aún sentía los hilillos de su semen caliente en mis costillas, aunque lo
limpió con la camisa de mi ex-novio, y había tomado una ducha después que Millie
se había ido de mi cuarto esta mañana.
—Aún no puedo creer que no me dejaste comprar cerveza. —Tragó su bocado,
mirando fijamente el océano.
—Mientras estés alrededor de mí, no tienes permitido consumir alcohol o fumar
mariguana —dije, inafectada por su profundo ceño fruncido. Colgué mis pies desde
su capó y disfruté la brisa veraniega en mi piel.
—Jodidamente apestas —murmuró.
—Quisieras —resoplé, pero murió en mi garganta cuando me di cuenta que esto ya
no podía ser un chiste. Él levantó la vista de su hamburguesa, su rostro pensativo y
serio.
—Yo no deseo cosas, encanto. Pienso que para este momento sabes que cuando
quiero algo, lo hago suceder.
Maldita sea, estaba goteando de nuevo.
Había algo en el aire. Una sensual red de nervios que continuaba rebotando entre
nosotros. Demasiadas cosas tenían que ser abordadas, pero no quería hablar
acerca de ninguna de ellas. Solo quería sobrevivir a este viaje.
Después que comimos, metí una USB en su MacBook y compartí algunas de mis
bandas favoritas con él. Whitney, Animal Collective, Big Ups, y The Chromatics.
Parecía estar interesado, pero nunca podías decir con Dean Cole, porque parecía
estar interesado en todo.
—¿Recuerdas lo que solíamos escuchar cuando estábamos en preparatoria? —
Dean sonrió de repente. Arrugué mi nariz, intentando lucir poco impresionada
cuando en realidad estaba eufórica.
—Quieres decir la música que tú solías escuchar. Solo la toleraba cuando
absolutamente tenía que hacerlo.
—Déjate de tonterías, bebé. Te gustaba el pop y R&B como a todos los demás.
—Tenía un gusto versátil —protesté, sabiendo que se estaba refiriendo a mí
sacudiendo mi trasero con canciones de Jennifer Lopez en ropas reveladoras en las
fiestas de Vicious, a pesar de que estaba irremediablemente apasionada por
bandas alternativas de los noventas.
Bajó de un salto al suelo, recolectando nuestros envoltorios y vasos vacíos.
—No vayas a ningún lado. Una explosión del pasado viene en tu camino.
Me quedé ahí, mirando mientras caminó al contenedor de basura más cercano,
tirando nuestras sobras. Sus músculos eran prominentes, incluso a través de su
camisa blanca y pantalones caqui a medida. Mis ojos se detuvieron en sus bíceps,
desplazándose hacia abajo a su trasero firme, antes que se diera la vuelta y me
mirara.
Después sonrió.
Después guiñó.
Después articuló:
—Atrapada.
Aparté la mirada, sintiendo mi rostro enrojeciéndose. Estaba en lo correcto, por
supuesto. Quería dormir con él de nuevo, y no podía pensar nada más aparte de su
cuerpo contra el mío. Cuando se sentó de regreso a mi lado, levantó su MacBook y
reprodujo “Naughty Girl” de Beyoncé.
—¿Recuerdas esta? —Se giró hacia mí y rió—. Primera noche en la historia que
Bebé LeBlanc se alcoholizó.
Cubriendo mi rostro con ambas palmas, el recuerdo de bailar en la mesa de centro
de Vicious asaltó mi mente. Estaba tan jodidamente borracha que pensé sería una
idea espectacular unirme a mis amigas porristas quienes bailaban en la
mesa. Ellas sabían lo que estaban haciendo. Yo lucía como si estuviera alejando a
mil moscas imaginarias. Esto resultó en mí intentando imitar sus movimientos—y
fallando—golpeándolas aquí y allá en el proceso, hasta que Vicious preguntó: “—
¿Qué mierda está haciendo la pequeña hermana LeBlanc? ¿Teniendo una
convulsión en mi mesa? Alguien bájela antes que lastime a las otras chicas.” Ni
siquiera un segundo después, sentí a Dean hundiendo su hombro musculoso en
mis muslos, arrojándome sobre él y haciéndome girar en el lugar hasta que grité
para que me bajara.
—Como sea. Era difícil encajar como una estudiante de tercer año que se transfirió
de Virginia. Tenía que hacer sacrificios. ¿Recuerdas esta canción?
Arrebaté la laptop de sus manos y reproduje otro vídeo. “Roses” de OutKast. Dean
estalló en risas, sus ojos arrugándose con alegría.
—Hazlo —provoqué. Era momento en que él fuera el que bailara. Y bailara como lo
hizo en la fiesta de Vicious, imitando la coreografía de la banda del vídeo. Era parte
de una apuesta perdida—duh—pero era tan gracioso, el recuerdo estuvo presente
en mi mente once años después, nítido como si hubiera sido ayer. Aún podía oler el
alcohol y las hormonas flotando a través del aire de esa noche—. Por favor, Dean.
—Junté mis palmas en un apretón—. En el fondo de tu cerebro, debajo de todas las
células muertas cortesía de tu adicción a la hierba y las películas porno, estoy
segura que aún recuerdas el baile.
—Solo porque lo pediste tan amablemente. —Bajó de un salto del toldo de nuevo y
dijo—: Reprodúcela desde el inicio. —Fingiendo poner gel en su cabello y
mirándose a sí mismo en un espejo invisible. Todo era tan irreal, no pude evitar
reír tontamente como una colegiala, lo que solo hizo su ya-grande sonrisa
ampliarse.
Presioné reproducir, moviendo mis ojos desde el vídeo original al baile de Dean, el
océano reluciendo detrás de él. Hizo casi todo correcto, desde la parte donde se
desliza de rodillas en el principio de la canción hasta el final, apenas estropeando
la composición. Mi estómago dolía de reír, pero su rostro era serio. Y cuando la
canción terminó, caminó sigilosamente hacia mí, agarrando la laptop.
—Mi turno.
Revisé la hora en mi teléfono celular.
—Está bien, pero después tenemos que irnos. Se está haciendo tarde y tenemos
que arreglarnos para el ensayo.
Ya eran las cuatro. No podía creer que pasamos tanto tiempo juntos sin siquiera
darnos cuenta. Química peligrosa, las palabras se instalaron en mi cerebro como
una capa gruesa de polvo. Se cuidadosa, Rosie.
—Sí, sí, Princesa Santa y Príncipe Imbécil nos tendrán justo a tiempo. No te
preocupes. —Me despidió con un ademán, su mirada concentrada en la pantalla.
“Drops of Jupiter” de Train comenzó a sonar. Mi sonrisa desvaneció.
—No recuerdo escuchar esta canción juntos. —Tragué. Se movió entre mis
piernas, su cintura en una posición perfecta para que me envolviera alrededor de
ella, pero no lo hice, mis ojos desesperadamente mirando sus labios. Siempre
estábamos a una respiración de un beso.
—Nosotros no lo hicimos. Tú la escuchaste una ocasión cuando pensaste que
estabas sola en casa. Pasé para devolverle a Millie su libro de texto. La canción
como que se quedó en mi cabeza después de eso, porque me seguía preguntando
qué mierda estabas esperando. No podía descifrarte, Rosie. Cuando veía a otros
chicos intentando ligar contigo, me dolía. Porque lo que sea que fuera que
necesitabas, no quería que lo encontraras en ellos.
Vergonzosamente, el sentimiento era mutuo. Cada vez que menospreciaba a Millie
y le cancelaba, mi corazón crecía un poco. Ella no es la indicada, me convencí a mí
misma. Soy yo.
—No tenías derecho a estar celoso. —Miré abajo a mis chancletas negras. Sacudió
su cabeza negando.
—Nunca dije nada de lo contrario. Y tú tampoco tenías derecho a estar celosa. Sin
embargo aquí estamos.
Allí estábamos.
Me moví rápidamente, evitando cualquier intento que pudiera haber tenido de
besarme. Saltando dentro del Volvo, me puse el cinturón de seguridad y tiré mis
rodillas hacia mi pecho, enterrando mi rostro entre ellas, rezando como loca que
Dean no pudiera leer mi mente. El viaje de regreso a la casa fue silencioso. El hecho
de que no había intentado dormir conmigo de nuevo probaba que tal vez Dean era
un hombre de palabra.
Entonces, cuando sus llantas chillaron para detenerse y ambos salimos, dije:
—Pienso que deberíamos terminar esto.
—Pienso que no deberíamos —replicó, su voz seca y determinada.
—Estamos jugando un juego arriesgado. —Tragué. Abrió la puerta para mí y
sonrió.
—Entonces es una buena cosa que sea el jodido mejor jugador en la ciudad.
***
Usé un vestido largo morado oscuro que Millie me había regalado en la fiesta de
ensayo, sentada de manera favorable, atrapada entre Mamá y Papá. Ellos también
usaban ropas elegantes. La cena de ensayo fue programada mucho antes que la
boda real, porque la mitad de las personas que fueron invitadas tenían una boda
real a la que asistir el día antes. Todos Santos era pequeño, y todos eran alguien
con quien querías mezclarte. Mantener las apariencias era crucial.
El lugar donde Vicious y Millie iban a casarse era un viñedo turístico que había
sufrido una seria crisis de identidad. El área exterior tenía un escenario hawaiano,
con palmeras, césped abundante y arreglos florales coloridos por todos lados.
Había una sala de banquetes del tamaño de un salón de baile, cisnes, fuentes y
otras cosas que lo hacían parecer como una combinación entre el cielo y una
película de Disney. Después entramos y el lugar lucía completamente antiguo. Nos
sentamos en un tipo de mesa del comedor elegante arrancada-del-siglo-dieciséis
bajo candelabros del tamaño de Mumbai.
Mamá estaba fastidiándome acerca de Nueva York de nuevo, amenazando con
suspender la ayuda de Vicious con mi asistencia médica. La urgencia de quemar mi
sostén y marchar en las calles antes que tomara mi derecho a votar era fuerte ese
día.
Papá estaba delirante, probablemente para hacerme sentir incómoda. Algo sobre
como Millie era una hija tan considerada. Sutil como un elefante ebrio, como
puedes ver.
Mi hermana y Vicious se sentaron una a lado del otro, agarrándose de la mano. Él
seguía frotando su espalda, como si la consolara. Sí lucía un poco verde y muy
enferma. Quizás eran los nervios. También estaría nerviosa si estuviera a punto de
casarme con el engendro de Satanás. Tal vez solo estaba extendiendo la deslealtad
de Papá a Emilia, pero también sospechaba de ella.
Si verdaderamente estaba embarazada, eso significaba que todos en su entorno
inmediato sabían. Todos a excepción de mí.
Dean entró de forma campante diez minutos tarde, acompañado de Jaime y su
familia—Melody y su hija, Daria—y Trent Rexroth. En contra de mis mejores
intenciones, mis ojos se aferraron a Dean desesperadamente antes de escanear al
resto. Trent lucía ocupado con su teléfono, y los ojos de Dean escanearon el
cuarto—buscando por mí, asumí, y también esperé tontamente—así que cuando
finalmente me encontró, mi corazón dio una voltereta y se detuvo.
Aparté la mirada.
Él se dio la vuelta y saludó a un hombre que no conocía.
El hechizo estaba roto.
Una mesera le mostró su asiento, sonriendo demasiado ampliamente para mi
agrado y revisando su mano izquierda por un anillo de matrimonio.
Dado que Dean se sentaba en el extremo de la mesa, tuve que concentrarme en no
mirar en su dirección todo el tiempo. Afortunadamente, Gladys y Sydney se
sentaron frente a mí. Sydney me puso al día de qué sucedió en Todos Santos
mientras Millie y yo no estábamos y Gladys nos contó sus historias favoritas de L.A.
Habíamos comido dos aperitivos y una entrada cuando el coordinador de eventos
había decidido que comenzáramos a hacer brindis.
Papá hizo el primer brindis a la feliz pareja. Levantó su copa de champaña al nivel
de sus ojos y habló acerca de qué increíble pareja eran Millie y Vicious, dejando
fuera la parte donde no podía soportar a su yerno pronto-a-ser hasta el momento
que el último deslizó un anillo con un diamante del tamaño de su mansión en el
dedo de su hija. Después Vicious hizo un brindis, seguido por el padrino
principal—Jaime—quien brindó por la novia. Cuando era mi turno de brindar por
el novio, me levanté y sonreí, apretando la copa de champaña en un agarre mortal.
Mis nudillos estaban blancos como la nieve.
—No lo estropees. —Mamá apretaba los dientes a través de una sonrisa ancha. Mi
sonrisa no vaciló, pero algo se rompió dentro de mí. Otro pétalo cayó en mi
corazón. Los ojos de Millie brillaban mientras me veía, y mi corazón ganó
velocidad.
Que se jodan. Esto es por Millie. No la decepcionaré.
―Aquellos que me conocen saben que soy la más grande fan de mi hermana. Es mi
roca, mi alma gemela y la razón por la cual todavía estoy aquí, viva y bien. Cuando
su corazón late por alguien, el mío cae en línea y late por ellos también. Baron, hay
una cosa que no puedo quitarte, la haces feliz. Resplandeciente, incluso. Escaneé su
rostro buscando una reacción, pero no hubo ninguna. Tal vez mi hermana no
estaba embarazada. Tal vez estaba volviéndome loca―. Algunos amores son viejos
y seguro, otros son nuevos y frenéticos. El suyo es ambos y eso es lo que hizo que
los sentimientos del uno hacia el otro superaran todo lo demás. Incluso en el
pasado. ―Tragué, dándome cuenta que también quería borrar mi pasado con un
nuevo y brillante futuro—. Les deseo alegría, libertad, salud, riqueza, aunque creo
están bastante cubiertos en cuanto a eso último. —Me detuve y la habitación se
echó a reír. Unas pocas personas aplaudieron. Suprimí una desesperada tos antes
de continuar―. Así que supongo que me gustaría brindar por dos de mis personas
favoritas. Por la mujer que amo más que a la vida misma y por el hombre que
pasará su vida haciéndola feliz. Baron y Millie, no necesitan mis palabras para
hacerlo funcionar. Tienen esto cubierto. Pero por si acaso, les deseo todo lo que
deseen y más. Ahora bebamos esas copas y tengamos algo de diversión.
Tomando un trago de mi bebida, mis ojos vagaron hacia Dean por confortación.
Algunas personas me animaron, pero era Dean a quien quería impresionar. Elevó
su copa a sus labios, mirándome desde el otro lado de la habitación y sacudí mi
cabeza, el gesto casi invisible. No bebas.
Bajó su bebida y lamió su labio inferior, sus ojos diciendo, pero sí follar.
Iba a cuidar de él. El pensamiento fue tan irracional como la idea misma. ¿Por qué
querría hacerlo y por qué él me dejaría? Pero al mismo tiempo, no podía verlo
descuidar su salud de esa manera. No cuando verdaderamente sabía lo que
significaba la salud.
Sentándome de nuevo, mamá pasó un brazo sobre mi hombro y me apretó contra
su pecho en un medio abrazo que rápidamente regresé. Me estaba derritiendo
para volver a ser mi antiguo ser feliz antes de que susurrara a mi oído:
—Gracias por no arruinar esto, cariño. Papá y yo estábamos preocupados.
Pálida, me hundí en la silla de seda, mi garganta seca como el papel. Mi teléfono
parpadeó con un mensaje y me aferré a él como si fuera mi línea de vida.
Dean:
Necesito besarte de nuevo.
Rosie:
No puedes besarme otra vez.
Dean:
Es todo en lo que jodidamente puedo pensar.
Era todo lo que pensaba también, quise gritar.
Rosie:
Dime algo interesante. Algo sobre las estrellas.
Dean:
Marte está cubierto de oxidación y tus pechos pronto estarán cubiertos con mi
semén. Dime algo sobre música.
Rosie:
Slash una vez hizo audición para la banda Poison pero no quiso unirse a ellos
porque querían que utilizara maquillaje.
Dean:
Este juego apesta. Todavía quiero besarte.
Maldito seas, mi corazón. No pensé que estuviera equipado para lidiar con un chico
como él.
Miré hacia arriba y lo observé. Su teléfono estaba a su lado, pero estaba teniendo
una conversación casual con una hermosa morena. Mi pecho se apretó. Al mismo
tiempo, me recordé que Dean podía hacer lo que malditamente quisiera.
Alejé la mirada, incluso aunque mis ojos siguieron rogándome que robara otra
mirada. El ensayo había ido tranquilamente hasta este punto y quise terminar con
ello e ir a casa, preferiblemente a la esquina en la mansión donde mis padres no
pudieran encontrarme.
Fue el turno de Trent de hacer un brindis. En este punto, pareció como que si fuera
requerido que cada miembro vivo en SoCal deseará algo a la feliz pareja. Me
pregunté si era porque Vicious no tenía padres para que brindaran por él. Su padre
murió poco más de un año atrás y su madrastra no estaba en el panorama. Al
menos tenía una excusa para dejar que mis ojos vagaran hacia Dean y la misteriosa
morena. No hablaban más y mi teléfono vibró junto a mi plato.
Dean
Si las miradas pudieran apuñalar, esta chica estaría muerta en este momento.
Esto está sucediendo. Estamos sucediendo. Podemos tomar la ruta larga y
frustrante, pero serás castigada por eso. En la cama. O podemos hacer un
camino libre de dolor. Tu elección.
No respondí su mensaje. De nuevo. Mis ojos se levantaron hacia Trent Rexroth,
quien mostraba una sonrisa superficial y comenzó a hablar. Estaba a mitad de una
oración cuando su teléfono repicó y miró hacia abajo para leer un mensaje de
texto, frunciendo el ceño.
La copa de champaña se deslizó entre sus dedos antes de que la atrapa en el aire
con sus reflejos asesinos, pero no estuve sorprendida y la colocó sobre la mesa.
Entonces tomó su teléfono, se dio la vuelta y corrió hacia la puerta de entrada.
Dean inmediatamente lo siguió y antes de que lo supiera, Jaime y Vicious se habían
ido también.
Murmullos burbujearon desde cada esquina de la mesa y papá intentó tranquilizar
la tormenta gritando más fuerte de lo necesario para que todos se quedaran
tranquilos.
Interesante discurso.
Bajé la mirada y envié un mensaje a Dean.
Rosie
¿Qué sucedió?
No respondió.
El pánico recorría mis venas y mis pensamientos vagaron hacia el peor lugar
posible. ¿Le había sucedido algo a Luna, la hija de Trent?
―Ve a ver lo que está sucediendo. ―Mamá leyó mi mente, dando un codazo a mis
costillas―. Tu hermana está preocupada. No quiero que se altere.
Me levanté y troté ligeramente hacia la entrada. Particularmente no tenía ganas de
husmear, pero tenía menos ganas de discutir con mamá. Además, alguien tenía que
ver cómo estaban. Era simplemente desafortunado que fuera yo la entrometida.
El área exterior era vasta, con un pasillo blanco y suave que estaba listo para el fin
de semana, un jardín salvaje, dos viñedos a cada lado y cascadas artificiales
envolviendo el pintoresco paisaje.
Y ahí, en la escalera que llevaba hacia el salón, estaba sentado Trent Rexroth. Lucía
pálido y tembloroso, nada como su fuerte y tranquila persona. Un caparazón vacío
de héroe del futbol que se había vuelto un atractivo multimillonario. Sus ojos
brillaban con lágrimas no derramadas y seguía repitiéndose, su rostro enterrado
entre sus manos.
—No puede jodidamente hacerme esto. ¡Qué demonios!
―¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó Vicious cuando me vio, su mano en la
espalda de Trent, agachado junto a Dean y Jaime―. Regresa adentro.
―No le hables así. ―Dean mostró sus dientes, amenazando a Vicious más
agresivamente de lo necesario.
Inmóvil en el lugar, dije:
―Millie está preocupada. Vine a revisar que todo estuviera bien.
―Nada está bien ―dijo Jamie, su cuerpo irradiando furia, pero absteniéndose de
añadir cualquier otra información. Dean se enderezó por completo y caminó hacia
mí, tomando mi brazo en su mano caliente y guiándome de vuelta al pasillo vacío
que conducía hacia el salón.
―Mamá y papá me enviaron a investigar. ―Un sonrojo se arrastró por mis mejillas
y ¿quién diablos era esta chica y que había hecho con mi vieja yo? Quería que
volviera esa última. Ella no aguantaría nada de la mierda de Vicious.
―Ignora a ese idiota. No has hecho nada malo. ―Dean pasó su palma de arriba
abajo de mi brazo, haciendo que mi sonrojo crepitara―. Dile a Millie que todo está
bien.
―¿Lo está? —Elevé mis cejas, inclinando mi cabeza hacia el costado.
―No ―admitió, su mandíbula flexionada. Lucía tan frágil en ese momento que no
estuve enteramente segura de que fuera él a quien estaba mirando. Normalmente
se comportaba con un halo invisible, la clase de seguridad que él y sus amigos
exhibían como una tarjeta negra de American Express.
―¿Qué pasa? ―pregunté, inclinándome hacia él sin siquiera querer hacerlo.
―Val se fue ―dijo, su cabeza colgando mientras retorcía sus dedos en su cabello y
tiraba, su cráneo probablemente escociendo por la fuerza de su mano―.
Jodidamente se fue, Rosie. La niñera encontró a Luna sola en un apartamento
vacío. Sin ropa, ni zapatos, ni madre en ningún lado. Estaba sentada con un pañal
desbordado, llorando malditamente inconsolable. Nadie sabe cuánto jodido tiempo
pasó desde que comió algo. Estaba llorando tanto que perdió su voz. La niñera la
llevó al hospital para que la revisaran. Trent abordará un avión en una hora para
traerla aquí.
―Jesús. ―Me llevé una mano a la boca. Sus marcados pómulos estaban manchados
de rojo y lucía receloso. Por un segundo, pensé que diría algo más. O tal vez incluso
lloraría. Aun si solo fuera una sola lágrima solitaria cayendo por su pestaña, como
si saltara desde un acantilado. Pero no hizo ninguna de las dos cosas, cuadró sus
hombros, arregló su halo y aclaró su garganta.
―¿Honestamente? Es lo mejor ―dijo, mentalmente tirándome sobre mi
trasero. ¿Qué?—. No todos nacieron para ser padres. Bien por Luna. Hubiera dolido
más si Val se hubiera ido cuando tuviera seis o siete años. Apuesto a que ni
siquiera estará enojada con ella cuando crezca.
Me tomé un segundo para mirarlo, realmente mirarlo, intentando leer lo que fuera
que estaba escrito en su rostro, pero eran tonterías. Una mezcla de demasiados
sentimientos, demasiados remordimientos, demasiado de todo, comprimidos en
una expresión torturada.
―No me mires así, Rosie. Confía en mí. Luna no necesita a Val.
―Bien. ―Empujé su cabeza hacia el hueco en mi cuello en un abrazo. El dolor se
filtró a través de su fuerte cuerpo y de buena gana me lo tragué, la abrumadora
necesidad de sentirlo―. Está bien, Dean.
―Está mejor que se haya ido ―repitió, su voz estrangulada con agonía.
Fui cegada. Olvidada. Desgarrada y lanzada al suelo como confeti.
Quise tomar lo que estuviera sintiendo y tragarlo como una píldora amarga. No
quedaba bien en él. Incluso con el alcohol, la hierba, y las folladas vacías, a Dean
Cole no le quedaba estar triste.
No era Sirius.
Era el planeta tierra.
Era oxígeno.
Era todo.
Permití que su rostro desapareciera dentro de mi hombro y lo abracé hasta que no
hubo espacio entre nosotros. Nos fundimos el uno en el otro, los latidos de su
corazón contra mi piel, mi cabello en su nariz, sus dedos en mi cintura. Nuestros
cuerpos unidos, incluso más que en la camioneta roja.
Dean no produjo lágrimas, pero eso no significó que no llorara. Lo hizo y lloré con
él. Por Luna, quien solamente tenía un año y ya estaba pasando por algo más
traumático de lo que mayoría de las personas experimentaba en su vida. Por Trent,
quien de alguna manera siempre estaba siendo forzado a crecer, siempre el más
jodido. Y lloré por mí, porque supe allí mismo, que una parte de mí ya era suya a
pesar de mis mejores esfuerzos. Nunca dejé de amar a Dean Cole. Ni siquiera por
un maldito momento. Simplemente me convencí a mí misma que había dejado de
importarme.
Hasta que no lo hice.
Hasta ahora.
Capítulo 14
Dean
Sinceramente,
****
Era un domingo de agosto, y The Strip estaba repleta de turistas, chicas medio
desnudas y borrachas, y cristianos furiosos y radicales con un micrófono tratando
de atraer a todos los pecadores a la luz. Después de que dejamos nuestros bolsos
de lona en nuestra suite presidencial, Vicious se quitó sus Oxford de cuero y dijo:
—Amo a mi futura esposa, realmente jodidamente lo hago, pero espero que no nos
encontremos con sus molestos amigos imbéciles muchas veces en este viaje.
Necesito ver más de su hermana menor como necesito una bala en mi puta cabeza.
—¿Qué quieres decir? —Me quité mi Rolex y mi camisa Versace multicolor,
dirigiéndome a uno de los baños. Necesitaba vomitar y tomar una ducha para
sentirme humano de nuevo. Nina me había llamado varias veces durante el breve
vuelo (¿cincuenta? ¿Sesenta? Dejé de contar) dejando varios mensajes de voz que
no me molesté en escuchar.
La mierda con Trent me había recordado lo mucho que necesitaba alejarme de
ella y él, incluso si la curiosidad quemaba todos los huesos de mi maldito cuerpo.
Simplemente no era justo, y aunque mi padre tenía razón (la vida no es justa) fui yo
quien tomo las decisiones en este caso, y mi decisión fue nunca conocerlo o a ella.
Y esa decisión era jodidamente definitiva.
—Van a estar aquí en Las Vegas. Rosie cambió los planes en el último minuto. Se
quedarán en este hotel.
Giré, pasando un dedo por mi labio inferior.
—¿Bebé LeBlanc está en la Ciudad del Pecado?
Vicious soltó una sonrisa maliciosa, escudriñándome con sus ojos fríos y muertos.
—Será en dos horas. Tomaron el siguiente vuelo. ¿Por qué? ¿Qué demonios vas a
hacer al respecto, hombre?
—Lo que sea que ella me permita. —Me quité los zapatos.
—Haz que Rosie lo consulte primero con Emilia. —Arrojó un paquete blando de
Marlboros que usábamos para los porros (y ausentes) expresamente—. Sé que a
Em no le importas ni un carajo, pero no quiero que se sienta traicionada por su
hermana.
Jaime entró en el vasto espacio desde uno de los baños antes de que tuviera la
oportunidad de informarle a Vicious que no le respondía ni a su trasero ni al de
Millie.
—Trent va a estar un poco hecho mierda después de esto. —Jaime suspiró,
recogiendo los desechados Marlboros.
—Gracias, Capitán Obvio. —Vicious giró sobre sus talones, alejándose de la
habitación, probablemente para meterse en la ducha él mismo. Jaime golpeó su
hombro contra el mío, desenroscó una botella de agua y se la llevó a los labios.
—¿Él sabe que estás follando con la hermana de su chica?
—¿Qué lo delató, Sherlock? —Recogí los Marlboros de su mano y envié un mensaje
de texto a mi hombre en Las Vegas al mismo tiempo, pidiéndole hierba lo antes
posible. Incluso si no fuera a fumar, no era justo privar a Jaime y Vicious de su
pasatiempo favorito.
Jaime se dejó caer sobre el brazo del lujoso sofá blanco y tomó otro sorbo de agua.
—Hablar de Capitán Obvio. Además, la follaste con los ojos en la cena de ensayo
cuando nadie miraba. Fue sutil, lo que significa que realmente te importa una
mierda lo que ella piensa de ti. —Hizo una pausa, sus cejas cayendo—. Pero presté
mucha atención, así que aunque trataste de esconderlo, todavía lo vi. Querías
inclinarla contra la mesa y follarla rudamente con la cara apretada contra el plato
principal de alguien más.
Gracias, Jaime. Iba a fijar ese pensamiento y meterlo en mi banco de placer para un
día lluvioso.
—¿Vale la pena el problema? —Jaime inclinó su cabeza hacia un lado, levantando
una ceja. Le di una palmadita en el hombro. Jodidamente adorable era este tipo.
—Ella es el problema.
—Feliz por ti, hermano. Ha pasado un tiempo desde que estuviste ocupado con
algo más que alcohol y trabajo. —Sonrió—. Pero aún debemos hablar sobre las
posibles complicaciones. La última vez que Vicious y tú se enfrentaron,
comprometiste a Fiscal Heights Holdings en el proceso. No dejaré que vuelva a
suceder.
Absteniéndome de corregirlo (no me enfrenté con Vicious, él contrató y se acostó
con mi ex novia sin mi conocimiento después de separarnos cuando éramos
chicos) parpadeé, mostrándole que sus palabras apenas eran reconocidas. Siempre
estuve bajo control, y Fiscal Heights Holdings nuncasufrió. Lo más importante es
que nadie (ni las malditas excepciones) iba a interponerse entre mí y lo que yo
quería.
Mi teléfono estaba fuera de mi bolsillo otra vez, esta vez enviándole un mensaje de
texto.
Dean
¿En qué habitación te quedarás?
Rosie
Una donde no eres bienvenido Necesitamos mantenerlo platónico.
Eso sería un definitivamente no. Eso era como conformarse con mirar un delicioso
pastel de queso sin siquiera comerlo. Iba a comerlo una y otra y otra jodida vez.
Mierda, iba a tener un atracón.
Dean
No eres graciosa. Ya hemos establecido que estamos sucediendo. Ahora me estás
castigando por salir con tu hermana. Dime que estoy equivocado.
No respondió. Por supuesto, no lo hizo. Estaba caliente por mí. Más que eso. Estaba
tan caliente por mí (no solo por mi cuerpo) y el sentimiento era mutuo. ¿Lo que
compartimos ayer? No era algo que sucedía con una Kennedy o una Natasha. Joder,
ni siquiera sucedió con Emilia. Rosie y yo estábamos conectados por una mecha
invisible. Incluso cuando estaba saliendo con su hermana. Incluso cuando ella tenía
novio y vivía abajo y yo estaba diez pisos arriba follando en el camino a algún tipo
de récord. No podía esperar al segundo en que explotáramos, porque cuando lo
hiciéramos... fuegos artificiales. Las chispas ya estaban allí. Podía engañarme con
todo lo que quisiera, pero ella también lo sentía.
Dean
Te voy a devorar, Bebé LB.
Rosie
DEAN. Cambio de tema ¿Un dato curioso sobre astronomía?
Dean
La Vía Láctea está girando rápidamente a aproximadamente 100 millones de
kilómetros por hora, y estás a punto de conseguir mi leche salpicada en tu coño.
¿Música?
Rosie
Los latidos de tu corazón imitan los ritmos de la música que estás escuchando.
Dean Cole no está tan equivocado sobre su teoría con respecto a mi hermana.
Tendría que trabajar duro para repetir.
Cerré nuestra conversación de texto y abrí una nueva con Sydney, a quien conocía
de la escuela secundaria, pidiéndole que me diera todos los detalles. Cuándo iban a
aterrizar e instalarse en las habitaciones, cuál era su horario. Le dije que no lo
compartiera con nadie, porque estábamos planeando una sorpresa para Millie.
Cuando realmente, estaba planeando una sorpresa para Rosie.
Iba a comer mi torta y conservarla. ¿Imposible? Sólo mira.
****
Dios bendiga a Sydney Como-Se-Llame
Aunque no fui consciente de su existencia cuando estábamos en la preparatoria (la
única razón por la que tenía su número era porque Millie abrió un grupo especial de
mensajes para las personas que asistirían a la cena de ensayo), en las Vegas
rápidamente se convirtió en mi persona favorita. Por una cosa, Syndey me dijo donde
estarían las chicas esa noche. Debido a que Vicious no quería bailarinas en su fiesta (él
siempre odió a las personas, y especialmente personas que intentaban tocarlo.
Además, era un bastardo pero uno leal), estábamos planeando ir a un elegante
restaurant y al casino hasta el amanecer.
Me imaginé que podíamos aterrizar en el club que ellas estaban después del show de
Britney Spears. ¿No estaban los bailarines cepillándose uno al otro todo el tiempo?
Gracias, señora Spears, por preparar la libido de mi chica para nuestra escapada a
medianoche.
No me sorprendió que Rosie llevara su maldito entusiasmo a la mesa y quemarlo día
tras días. Mientras los hombres estábamos bebiendo y fumando en la suite
presidencial, Rosie de alguna manera se las arregló para llevar a las chicas a una
aventura especial de pastelillos, un tour a una famosa tienda de tatuajes, una fiesta de
Jacuzzi, y un show.
Conocía toda esa información porque Sydney Maldito Apellidopuedorecordar me daba
actualizaciones cada hora, asumiendo que Emilia, la novia, apostaba por agradable
sorpresa. Y la tendría. Estaba llevando a su novio conmigo. Pero mis intenciones eran
puramente egoístas –estaba detrás de su hermana menor.
—Probablemente deberías avisarle a Vic antes que pierda su mierda —me dijo Jamie
cuando salí de la ducha, planchando el cuello de su impecable camisa frente al
inmaculado espejo de piso a techo. Me reí, dejando caer la toalla y entrando a mis
calzoncillos. Jamie me había visto la polla tantas veces, que probablemente podría
reconocerla en un reconocimiento policial con cientos de sospechosos. Nuestros días
de futbol significarían que todos nos sentíamos cómodos uno con el otro. Demasiado
cómodos tal vez.
—¿Dejarle saber qué? —Me hice el tonto. Vicious ya lo sabía, pero me gustaba joder
con mis amigos tanto como el siguiente HotHole—. ¿Estás hablando sobre el acuerdo
Erickson-Estavez? —Estábamos trabajando con dos compañías gigantes a punto de
fusionarse, y Viciuos manteniéndose al margen, con su próxima boda y todo. De los
cuatro, Jaime y yo éramos probablemente los más duros trabajadores. Jaime, porque
era una pequeña mierda responsable quien necesitaba que todo fuera correcto y
perfecto. Yo, porque no tenía niños u otras responsabilidades, así que asfixiarme en
números e iniciar llamadas de negocios con Asia y Australia en medio de la noche eran
sacrificios que me complacía hacer.
—Él está redactando un borrador del contrato Erickson-Estavez mientras hablamos.
Sabes exactamente qué. Más específico de quien…. estoy hablando.
—Lo sabe, y está de acuerdo con ello, pero incluso si no lo estuviera, es mi vida, y es
mi asunto —Le recordé, encogiéndome de hombros en mi camisa de vestir azul
marino, abotonándome los gemelos y añadiendo—: Además, la última vez que
verifique, él era la misma persona que trató de robar a mi novia bajo mi nariz cuando
nosotros todavía estábamos juntos, incluyendo -aunque sin limitarse- besando a Millie
mientras estábamos saliendo. Solo para estar seguro de ser un completo imbécil,
también besó a Rosie. Así que, en realidad, además de intentar meter su lengua en la
boca de mi mamá, prácticamente contaminó a todas las mujeres que me importan. —
Salvo Payton y Keelly, mis hermanas. La verdad era, Keeley me dijo en una noche de
borrachera que tuvo sexo con Vicious cuando éramos adolescentes. Eso
definitivamente me dio un pequeño empujón tan lejos como mi moral podía ir para
perseguir a Millie.
Sin nada más, mi pequeño discurso le cerró la boca a Jaime. Rosie era malditamente
mía. Cada parte de ella. De la punta de los dedos de los pies hasta el fino cabello de
bebé en la cima de su cabeza. Cada pieza iba a ser reclamado y marcado. Y lo hermoso
es que nadie tenía voz en esta mierda. Nadie más que Rosie.
—Aquí está la dirección del club. —Arroje mi teléfono con la aplicación Yelp a las
manos de Jaime, y lo atrapó en el aire—. Llama al servicio de limosinas. Iré a
asegurarme que Vic está listo.
—Dean. —Jamie me agarró la muñeca mientras caminaba a través de la puerta para
tomar mis pantalones.
—Bebé —Ronroneé en su rostro, sonriendo con suficiencia—. Sé que soy irresistible,
pero estoy seguro que Mel es más flexible, con ese antecedente de bailarina y todo. —
Jaime me entrecerró los ojos y arrojó mi muñeca como si estuviera sucia.
—Jesus, ¿puedes desacelerar por un segundo? Escucha, soy la última persona para
darte un discurso cobre con quien estar.
—Debido a que follaste a mi profesora de literatura cuanto yo tenía dieciocho. —
Cabeceé sobre una risa—. Te casaste, la embarazaste, y a tu madre casi le da un ataque
al corazón en el proceso. Sip, estoy de acuerdo. Ni tú ni Vicious pueden decirme que
hacer.
—Pero. —Elevó la voz, y maldición, Jamie Followhill tenía algo de autoridad en él, y
casi lo había olvidado—. Juro por Dios, Dean, si esto es solo otra aventura de una
noche, y estas fastidiando con la dinámica de nuestro grupo –con nuestras familias y
amigos- por un polvo rápido…
—Esto no solo es una follada —dije con determinación. Necesitando recordarme que
Jamie tenía una buena razón para tocar el tema. Me conocían como el que metía la
polla en cualquier cosa que tuviera dos piernas y un vestido, ¿así que, que carajos
estaba esperando? Pero yo no era Vicious. No estaba ciego para lo que había estado
frente a mí por años. Admití lo que quería de esta chica desde el principio.
Nunca perseguí a nadie tan duro, y con Rosie, ni siquiera decidí hacerlo. Fue como la
carrera de Jimmy Fallon. Fue algo que pasó antes que cualquiera pudiera detener.
—¿Cuáles son tus intenciones? —preguntó Jamie, sosteniéndome la mirada, serio
como una maldito funeral. ¿Cuáles son mis intenciones? Viviendo en Londres lo hacía
sonar como un lord Británico o alguna mierda. Burlarme de él debería haber sido
prioridad pero un parte de mi quería que él –y las otras personas- dejaran de
malditamente hablarme como si fuera un prostituto que se negaba a bajar la velocidad
hasta que su polla se cayera.
—Jaime —gruñí, inflando las fosas nasales. Directo a su rostro, sintiéndome como un
rabioso adolescente de dieciocho años de nuevo—. No te pregunte cuales eran tus
malditas intenciones cuando doblaste a Mel sobre su escritorio y la follaste en el salón
de clase, así que no me haga la misma pregunta. Rosie es una chica grande. Las
personas necesitan dejar de actuar como que ella es una mascota vieja que nadie
quiere. Lo que hay entre nosotros dos en nuestro. No tuyo. No de Vicious, y no de
Emilia. Cualquiera que piense diferente es bienvenido a resolverlo conmigo. Y, fiel a la
moda de nuestra hermandad, no seré agradable, cortés, o me disculparé por esto. ¿Soy
claro?
No esperé por una respuesta. Me volví y salí. Tenía una cita a la que ir.
Ella simplemente no lo sabía aún.
Capítulo 15
ROSIE
***
Dean
¿Cuál es tu fascinación con la música, de todos modos?
Mis dedos temblaban de ira, pero esa no era la única razón por la que no le
respondí. Mi mirada vagó hacia la cara de Millie, y fruncí los labios. El resto de las
chicas habían regresado a la pista de baile, y estabamos solo mi hermana y yo. Le
pregunté si había algo que quisiera compartir, una vez más. Ella dijo: otro taco y se
rió. La boca de mi estómago se retorció y luego crepitó de rabia. Ella era una
mentirosa, como todas ellas. Realmente no había diferencia entre ella y papá.
Bueno, la había. Papá, al menos, detuvo la farsa y me dijo exactamente lo que
pensaba de mí. Millie todavía era una cobarde que quería proteger mis preciosos
sentimientos al mentirme.
Joder.
Necesitaba a Dean
Dean hacía que las cosas desaparecieran. Él era marihuana. Él era alcohol. Él era
música. Solo que mil veces más adictivo que todo lo anterior.
Rosie
Escuchar buena música es como una droga. Libera hormonas que te hacen
sentir feliz. ¿Cuál es tu fascinación con la astronomía?
Dean
Hubo momentos en mi vida, tiempos oscuros en los que tuve que pasar los
veranos en un lugar en el que no quería estar. Las noches eran largas y
aburridas, así que salí y me acosté sobre el heno. Las estrellas eran lo único
que me hacía compañía, y creo que me apegué un poco a ellas. Me recordaron
que bajo el cielo, había cosas mejores esperándome. La gente que amaba, los
lugares que quería visitar, todas las chicas con las que iba a joder...
Rosie
Un romántico sin esperanza. Me dan escalofríos. Para.
Dean
Tendrás más escalofríos en un segundo. Da la vuelta.
Rosie
¿?
Dean
Simple español, bebé LB. Da la vuelta.
Él estaba allí.
Mi corazón dio un salto hacia mi garganta, pero al mismo tiempo, lava caliente se
derretía en la parte baja de mi abdomen, limpiando el daño y el dolor, creando una
necesidad urgente que estaba desesperada por atender. Era completamente
posible que este hombre se volviera cada vez más y más atractivo con cada
segundo que pasaba. Lo vi con una camisa entallada azul marino y pantalones de
vestir grises, deambulando hacia mí como una fuerza que estaba a punto de
desgarrar techos y bragas a su paso.
Estaba tan concentrada en Dean, que ni siquiera había notado que las chicas
estaban de vuelta en la mesa y los chicos también estaban allí. Sans Trent,
obviamente.
Vicious tomó su lugar junto a Emilia. Jaime se sentó entre Sidney y Gladys,
ofreciéndoles un breve asentimiento, y Dean permaneció de pie, mirándome sin
siquiera ocultar lo que estaba en sus ojos. Desvergonzado.
–Les traeré algunas bebidas. –Me levanté de mi asiento, pero ya no lo sentía. Ese
acto de niña buena. No era yo. No era buena y no era agradable, y esta noche, iba a
follar con el ex novio de mi hermana. Una cogida enojada que borraría los últimos
días de mi memoria, aunque fuera por un momento o dos.
Cuando pasé junto a Dean, golpeó su brazo contra mi hombro. Todos los pelos de
mi cuerpo estaban de punta, la piel de gallina cosquilleando en mi piel.
–¿No me vas a preguntar qué es lo que quiero? –Siseó en mi cara, lamiéndose el
labio inferior, volviendolo brillante, una manzana brillante y prohibida.
–No me importa lo que quieras, Dean. Conseguirás agua. Como dije, puedes auto-
destruirte todo lo que quieras, pero no en mi turno.
–Punto hecho. Que se sepa, sin embargo, que tú puedes hacer lo que quieras en mi
vara.
–Ni beber ni fumar –repetí solemnemente, dándole una mirada asesina.
Pude escuchar la sonrisa en sus palabras cuando dijo–: A tí malditamente te
importa –mirando mi espalda mientras me apresuraba al alejarme.
Sí, lo hago, pensé amargamente. Deseando no hacerlo. Realmente lo hago.
Las cosas estaban a punto de desordenarse.
Ruckus iba a hacer honor a su nombre.
***
DEAN
Presente
Rosie
Creo que llevaré a alguien a la habitación de mi hotel esta noche. Tuve un día difícil
y necesito descansar.
Dean
¿Esa es una invitación?
Rosie
Más como una burla. ¿Sabes cuál fue la parte más difícil cuando tú y Millie estaban
juntos? Escucharte besarla. Solía matarme. Es por eso que en algún momento dejé
de estar en casa cuando estabas cerca.
Mi cabeza se disparó, y allí estaba ella, balanceando sus caderas, un tipo al azar
abrazando su cintura desde atrás y sonriendo en su cuello mientras se acomodaba
a su ritmo. Sus ojos estaban sobre mí, y tenía esa expresión. La mirada de "¿qué–
carajo–vas–a–hacer–al–respecto? ¿Eh?" Iba a limpiarla de su cara.
Aquí estaba, viendo a alguien más tocándola, cada centímetro de mi cuerpo con
pura furia violenta. La que no había sentido todos esos años atrás cuando Millie se
fue. Oh, estaba dentro de mí, bien. Solo estaba esperando ser encendida
completamente por alguien más.
Voy a terminar con esta mierda.
Miré hacia abajo y escribí.
Dean
No me pruebes, LeBlanc. Ya no somos adolescentes. Nuestras acciones tienen
consecuencias.
Rosie
¿Y…?
Dean
Y con las acciones que tengo en mente, estoy pensando de diez a quince años en
una cárcel. Corta esa mierda antes de que lo lastime.
Rosie
¿Cómo se siente?
Se sentía como la muerte. Pero ese fuego en sus ojos parecía fresco. Demasiado
fresco para ser solo sobre mí. Había otras cosas ocupando la mente de Rosie. Cosas
relacionadas con su familia. Lo sabía, y esta vez... esta vez yo iba a ser el saco de
boxeo. Joder, cómo quería sentir sus pequeños puños por todo mi cuerpo.
Dean
Haz hecho tu punto. Ahora detenlo.
No respondió.
Y no lo detuvo.
Mis ojos viajaron hacia arriba y el maldito tomó su mano, llevándola a la puerta
trasera del club. Miré alrededor. Todos nuestros amigos seguían ocupados
bailando, bebiendo y, en general, no dando dos mierdas. Mi plan para acorralar a
Rosie me devolvió el disparó en la cara de una manera espectacular.
Porque Rosie no era Millie. Rosie no podría ser acorralada.
Rosie nunca fue la presa. Lo era, a veces, la maldita cazadora.
Utilicé cada onza de autocontrol en mi cuerpo para evitar correr detrás de ellos.
No, caminé. Tranquilo. Desconcertado, empujando cuerpos, y pisando pies en mi
camino hacia la puerta que conducía a un callejón en la parte de atrás del club.
Pasé de la oscuridad, a través de luces saturadas. Amarillo, verde, rojo y morado
girando juntos. Probablemente se veían hermosos si estabas borracho, pero no lo
estaba. Y cuando finalmente salí al aire caliente y estático de Las Vegas, me quedé
inmóvil.
Tenía la espalda apoyada contra una pared de ladrillo y él se estaba cerniendo
sobre ella, sus labios a escasos centímetros de probar lo que me pertenecía.
—Atrás. Jodida. Mierda —Siseé, deambulando en su dirección. Giraron sus
cabezas, y creo que Rosie vio el humo que salía de mis oídos, porque pasó saliva
visiblemente y colocó las palmas sobre su pecho como una barrera.
—Lo siento —Su voz era ronca—. Es un ex celoso. No es mi ex, pero aún no ha
recibido el memo.
Evidentemente, el Sr. Utilero aquí no quería ser quien me lo diera. El tipo parecía
que fuera a orinarse en los pantalones, y tuve que recordarme a mí mismo que
para ella, él era solo un medio para un fin. Pobre bastardo.
—Lo tomaré desde aquí —Le di una fuerte palmada al chico en el hombro. Miró
entre nosotros, su boca se abrió. Quería saber si estaba bien dejarla conmigo, pero
al mismo tiempo, esperaba que así fuera, porque yo aún veía cada pulgada del
monstruo mariscal de campo que solo respondía a las palabras 'Dios' y 'Papá'.
Dean
Rosie asintió, aclarando su garganta.—Lo siento, Adam. Disfruta el resto de tu
noche.
—Eso planeo hacer, —dijo Adam, girándose y alejándose, sus pasos volviéndose
más rápidos mientras se acercaba a la puerta.
Sujeté a Rosie contra la pared, esta vez no importándome un demonio sus
estúpidas reglas, y restregué mi cuerpo lentamente contra el de ella. Tenía una
erección palpitando, y lo presioné contra su ombligo, demandando su atención.
Arqueó su espalda y se puso de puntillas, persiguiendo nuestro toque, su boca
pidiendo la mía.
—¿Adam? —Levanté una ceja, alejando mi cara. Dos iban a jugar este juego, al
menos hasta que ella se diera cuenta que no había ningún juego. Esto era real.
—Tipo agradable. —todavía miraba mis labios, sus respiraciones dificultosas, y no
por su estúpida enfermedad.
La acorralé con mis brazos, mis labios cerniéndose sobre su hombro.
—Me alegra que pienses eso, porque él te acaba de costar un orgasmo.
Gimió, arrastrando sus dientes sobre su labio inferior cuando mi mano se deslizó
dentro de sus bragas y rozó su húmeda hendidura.
—Necesito una distracción esta noche —me jaló más cerca—. Necesito tu ayuda.
Metí dos dedos en ella y comencé a bombear dentro y fuera. Jadeó, sus dedos
entrelazándose con mi cabello, pero no la dejé que envolviera sus piernas
alrededor de mi. No. A la jodida con eso. Ella no tenía idea, esta chica. No. Tenía.
Una. Jodida. Idea. Con quien estaba lidiando. Podría ser más agradable que Vicious,
pero yo todavía era un HotHole. Todavía era un pecador...y todavía era el lobo del
que su abuela le había advertido.
—Sí —jadeó—. Justo ahí.
Deslicé otro dedo hasta que la follé con toda mi mano, restregando mi cuerpo
contra el de ella para crear la fricción que la hacía vibrar contra su clítoris.
Comenzó a sacudirse, perdiendo el balance. Sus rodillas se estaban debilitando, y si
pensaba que iba a atraparla, estaba muy equivocada.
—Mira las estrella —gruñí.
No le importaba una mierda las estrellas, persiguiendo mi boca otra vez. No la
besé. No merecía ser besada. Quería que viniera a mi—no así estando bajo la
bruma de un orgasmo avecinándose—presiona tus labios contra los míos, y dilo.
Soy tuya. Siempre he sido tuya. Nunca seré de nadie más.
—Tu mejor jodidamente lo haces, Bebé LeBlanc. No me gusta repetir lo que digo.
Poniendo sus ojos en blanco, concedió. Ambos miramos hacia arriba. El cielo
estaba lleno de estrellas contra todas las probabilidades. No podías ver una mierda
desde El Strip(1), pero esa noche, podías hacerlo. Podías porque ella estaba ahí.
Sus muslos se apretaban alrededor de mi cintura y también su coño contra mis
dedos. Los saqué, mis ojos muertos, mis labios fruncidos, mirándola como si no
fuera más que una transacción de negocios. Una mera inconveniencia con la que
me topé durante el día
—¿Qué demonios estás haciendo? —su boca cayó como una piedra, y casi me reí
cuando su entrepierna se presionó contra mi estómago, rogándome para que
terminara el trabajo. Presioné mis labios en su oído.
—Consecuencias, Rosie. Acostúmbrate a ellas. No te voy a dejar ir como el resto de
tu familia. La próxima vez que dejes a que algún imbécil desconocido ponga sus
manos en esto —aferré sus caderas y las guié hacia mi polla palpitante—, es mejor
que creas que habrá penaltis. Voy a dejarte fuera del gancho esta vez, porque eres
novata, pero solo para que lo sepas—está pasando, esto es mío, y por cierto de
nada. Lección aprendida.
***
———
1.-Strip: La Franja, el boulevard más famoso de Las Vegas, mide 6.4 km y en este se
encuentran los mejores hoteles y casinos del lugar.
2.-Dean’s D (The Dick of Dean), la Polla de Dean?
3.- Trunk: se traduce como tronco, pero también se traduce como cajuela-
trasero.______________________________________________________________________________________
1. Juego de palabras entre ping y bang
2. Brown - Brown: Mezcla de cocaina y polvora sin humo, la polvora sin humo es el
nombre que se le da a cierto número de propelentes usados en armas de fuego y
artillería que producen una cantidad insignificante de humo cuando se queman.
Capítulo 16
Dean
Dean
Cambio de último minuto: voy a volver a Todos Santos a pasar algo de tiempo
con Trent.
Rosie
Si necesita algo, házmelo saber. Me encantaría ayudar.
Dean
Gracias. De nuevo, lo siento por la noche del domingo. ¿TÚ necesitas algo?
Rosie
No. Sólo olvidado. En serio. Los dos estamos limpios, ¿cierto?
Dean
Cierto.
Como Rosie no era del tipo que robaba esperma, eso era más como el
pasatiempo de Val, junté que usaba la píldora o algo. Hubiera sido agradable
que me pusiera fuera de mi miseria y lo dijera, pero no era de mi maldita
incumbencia. Necesita superarlo y tomar su palabra. No importaba que tanto
sintiera sobre este tema en particular.
Dean
Te extrañaré.
Rosie
Sobrevivirás. Yo te he extrañado por once años.
Dean
Me asegurare que ahora tengas suficiente de mí.
Una vez en Todos Santos, mi teléfono sonó con una llamada entrante. Estaba tan
distraído con todo lo de Trent y Rosie, que conteste antes de verificar el número.
No era típico de mí, y en el momento que presione el botón verde, recordé porque.
—¿Sí?
—Jesús, finalmente. Pensé que nunca contestarías —Nina gimió de frustración. Mi
corazón se detuvo y mi mandíbula se apretó. El mundo se inclinó en un eje por un
segundo, antes de reunir mi juicio, tiré mi bolsa de lona en el suelo con un ruido
sordo, y abrí el gabinete de licores de Vicious, mirando la ordenada línea de
botellas de vidrio como si personalmente se burlaran de mí. No era estúpido. Veía
la correlación entre mis problemas con ella y mi forma de beber y fumar hierba.
Cada vez que pensaba en ella, quería olvidar.
Cada vez que hablaba con ella, quería una distracción.
Y siempre estuvo en el panorama. Siempre pidiendo mierda que no se merecía.
Siempre jugando con mi cabeza. ¿La quería en mi vida? ¿No la quería? ¿La
perdoné? ¿Podría perdonarla? ¿Quería saber quién era él? ¿Él siquiera iba a
querer conocerme?
—No te rindes ¿cierto? —golpeé mis labios.
—No realmente. Somos muy parecidos. Necesitamos hablar, Dean, y lo sabes —
ronroneó.
Tenía algo con las palabras. El encanto perfecto. Un coqueteo constante. Lástima
que lo desperdiciaba en mí, pero ese era otro recordatorio de lo similares que
éramos. Me desalentó, porque ella era la persona que odiaba más que cualquier
otra cosa.
—No estoy interesado, Nina, y puedes meterte el resto de tu discurso de “cada hijo
necesita un padre” por el culo, donde pertenece.
—Tengo tu felicidad en la palma de mi mano —me ignoró. Sabía exactamente a
qué se refería.
—Todavía no estoy interesado.
—Dame seiscientos mil y es tuyo. Puedes encontrarlo. Conocerlo. Hablar con él.
¿No sería increíble?
Quizás lo sería. Quizás no lo sería. Todavía estaba indeciso. El hecho de que ella
pensará que estaba bien chantajearme, incluso después de todos estos años, era
alucinante por sí solo.
—Te di veinte mil dólares hace menos de una semana, para que te mantuvieras
jodidamente lejos de mí. Te di dinero para que pasaras desapercibida y dejaras de
llamar. Te pagué para salir de mi vida, y parece que todavía no puedes hacer la
mierda básica que tienes que hacer. Tal vez este debería de ser mi último pago, ya
que de todos modos tu palabra no vale ni mierda.
Esa era la mierda más falsa que alguna vez había pronunciado. Esta vaca del
efectivo no iba a dejar de conseguir sus pequeñas sumas de dinero. Apenas tenía
dinero para facturas y comida, nunca trabajó, y la última vez que intenté detener el
negocio, me llamó cien veces al día, mandó suficientes correos electrónicos para
bloquear mi cuenta, y me envió tantos mensajes de texto que tuve que cambiar mi
número. Dos veces. Sabía que estaba alimentando su mal hábito, pero no valía la
pena la molestia. Ella era una causa perdida. Todo lo que quería era tenerme,
hacerme trabajar para ella, que la cuidara, y que la amara.
Ella tuvo que conformarse conmigo simplemente manteniéndola por encima de la
línea de la pobreza. Pero como dije. La mierda con Luna abrió mis ojos. No quería
conocerlo. Quería olvidar que él alguna vez existió y seguir adelante.
—Vamos, bebé —se quejó—. Realmente necesito el dinero.
Ella alargó la palabra “realmente” en una forma que encontré particularmente
molesta.
—Ve a trabajar. Es un concepto extraño, pero realizable. Eres una mujer capaz —
dije. Más o menos.
—No necesito trabajar. Tengo algo que quieres. A él.
Lo quería, y me mataba. Ni siquiera quería llegar a conocerlo necesariamente. Sólo
quería ver como lucía. Tal vez de lejos. Intenté contratar un par de investigadores
privados cuando me gradué de Harvard, pero regresaban con las manos
vacías. Ella sabía exactamente lo que estaba haciendo. Además, fue un poco
descabellado. Creo que ella realmente sabía dónde estaba, pero él no estaba cerca
de ella.
Pequeños milagros para estar agradecido y todo eso. Apuesto a que él estaba
mejor sin ella.
—Conocí a una chica —cambié el tema. Cómo si le importara. Como si hiciera
alguna diferencia.
—¿Oh? —respondió, sonando sorprendida e infeliz—. Pensé que siempre conocías
chicas. Tu reputación te precede.
—Nuestras reputaciones son similares, Nina. Me eclipsas en el departamento de
follar gente. Por lo menos hay una cosa en la que te destacas.
—¿Muy sensible, Dean? Solo estaba conversando.
Solo estaba siendo un jodido dolor de cabeza. Por su puesto, Nina no fue
desalentada por mi falta de interés en complacerla.
—¿Ella sabe que no encuentras a las mujeres reutilizables? —mordió algo en la
otra línea. Probablemente la polla de alguien más.
—Ella es un buen partido —Mi mandíbula se tensó.
—¿Por qué?
—Porque ella es lo opuesto a ti.
Y lo era. Rosie era valiente, descarada, leal, e ingeniosa. Con el potencial de ser una
madre increíble. Era una chica trabajadora a la que no le gustaba recibir favores de
otras personas. Y, a diferencia de mí, Rosie no usó ninguno de los atajos que le
dieron. Su enfermedad significaba que podría haberlo tenido fácil. Pero Bebé
LeBlanc nunca caminó la línea. Ella bailó por todas partes, sus sandalias golpeando
el piso en todo momento.
Llevé una botella de ron a mis labios y tome un trago, luego otro. Lo hice muy bien
por tres días, no tocando una gota de alcohol, aun en Las Vegas, y todo se fue por el
inodoro al minuto que contesté mi maldito teléfono.
—Sabes que aún me amas, a pesar de todo —zumbó Nina, riendo con su risa
tímida. Y tuve que admitir que, horrorosamente, no estaba completamente
equivocada.
Desde mi punto de vista en el balcón de Vicious miré los arboles florecientes.
—Oh, ¿y Dean?
—¿Sí?
—Esta es una verdad que no querrás perderte. Cambiará todo.
No tenía ninguna duda.
—Para de llamar. Dejé de responder. Adiós, Nina.
***
El resto de nuestra escapada a las Vegas pasó, a pesar de mis mejores esfuerzos. Llevé
a las chicas al Museo de la Mafia, un restaurante barbacoa (mi primera elección fue
sushi, pero por más enojada que estaba con mi hermana, provocarla no estaba en los
primeros puestos de mi lista) y al spa. Millia y yo intercambiamos un total de veinte
palabras durante todo el viaje y compartimos un silencio nervioso cada vez que
estábamos solas. Yo era cortante, amable y distante. Ella era miserable, preocupada y
preocupada.
Luego llegó la culpa. Carcomió mis entrañas como un tumor creciendo. Ni siquiera
estaba segura de cuál parte era peor. La parte donde dormí con su ex-novio—no tenía
sentido a esta altura negar que Dean y yo estábamos más que durmiendo juntos, y ese
era un problema también—o la parte donde no participé en la fiesta de admiración
que Gladys, Sydney y Elle lanzaron cuando se trataba de mi hermana.
El jueves, abordamos un avión de regreso a casa, y pese a que tenía miedo de
reunirme con mis padres, entré en mi cuarto, desplomándome sobre la cama con
dosel. Agotada no comenzaba a abarcar lo que estaba sintiendo. Mis pulmones
gritaban de agonía por todo el baile, caminar, y… bueno, solo digamos que tener sexo
sobre los azulejos fríos no fue la mejor idea que haya tenido. Prácticamente sentía la
mucosidad cubriendo mis vías respiratorias. Y aunque necesitaba reservar una cita
para ver al Dr. Hasting en cuanto sea posible, no podía irme de aquí antes de la boda.
Mientras rodaba de lado en la cama para escribirle un mensaje a Elle y preguntarle
cómo estuvo su viaje a Nueva York (ella tenía que saltarse la boda por un evento
familiar), mi hermana mayor abrió mi puerta de golpe y entró como una tormenta.
—Tenemos que hablar.
Me di la vuelta, tendida en un trono de almohadas esponjosas y coloridas, y el huracán
en sus ojos se calmó una vez que vio mis mejillas mojadas y ojos rojos. Su rostro se
retorció con preocupación. Esa era Millie para ti. Incluso cuando yo actué como una
mimada en su despedida de soltera, todavía se derretía bajo mi piel fría.
Palmeé el lado vacío de la cama en una invitación silenciosa. Al lugar donde nos
sentamos, donde reímos, donde lloramos, y miramos fijamente a las estrellas
brillando-en-la-oscuridad e hicimos planes locos. Ondeé la bandera blanca. A cambio,
ella se movió de su posición, no fuera del cuarto sino dentro, exactamente, luego cerró
la puerta tras ella.
Riendo con tos, incliné mi cabeza.
—Entonces hablemos, hermana.
***
—Nunca quise que lo descubrieras de esta manera. Jamás —dijo Millie, sus brazos
detrás de su cabeza, mirando fijamente al techo.
Mi rostro estaba enterrado entre su barbilla y axila, y desde ese ángulo, podía ver la
vena azul que resaltaba dentro de su escote, pasando a través de su seno izquierdo,
mientras su cuerpo se preparaba a amamantar.
—Pero tampoco podía decírtelo de pasada, y las dos sabemos la razón. Papi está en tu
caso, mamá está completamente asustada ahora que sabe que estás sola en Nueva
York, y lo último que quería era poner más presión sobre ti. Metí la pata, lo sé. Pero
solamente porque la gente lo descubrió mucho antes de lo que deberían gracias a mis
nauseas matutinas y tendencia a ponerme verde cada vez que huelo café. —Respiró
hondo y frotó su mejilla contra la mía.
—Gladys y Sydney lo descubrieron hace una semana. Iba a decírtelo antes de la
despedida de soltera, pero entonces te superaste con el viaje a las Vegas y nunca
tuvimos un momento privado.
—Trabajo con bebés —dije con un morrito, abrazando la almohada contra mi pecho y
tirando de un hilo suelto—. Pudiste habérmelo dicho de pasada. Aun así habría estado
eufórica por ti. ¿Por qué supusiste lo contrario?
Ella tragó, bajando los ojos hacia el espacio entre nosotras.
—Porque, Rosie, amor y pasión son las dos fuerzas que pueden conducir a una
persona a la locura, a pesar de sus mejores intenciones. —Se giró para enfrentarme,
metiendo una mano bajo su oído—. Y tú eres apasionada sobre la maternidad. No
quería arrojártelo a la cara junto con la boca, y la lujosa boda y demás. Esto es extraño
para mí también, ¿de acuerdo? No estoy acostumbrada a tenerlo fácil en la vida.
La atraje a un abrazo, oliendo su cuello, el aroma a perfume de cereza que ella siempre
usaba. Olía a hogar.
—Nunca he estado más feliz por la suerte de alguien más —dije, cada palabra ligera y
fácil, porque era verdad—. Y acostúmbrate a toda esta bondad, por sin duda alguna te
lo ganaste con todas las de la ley. Ahora, cuéntame todo. ¿De cuánto tiempo estás?
—Nueve semanas. —Se mordió el borde del labio, deslizando una mano sobre su
estómago plano—. El olor a café me hace vomitar, y la idea de tocino envía incómodos
estremecimientos por mi columna. Oh, Rosie, y mis tetas. Duelen tanto. Están todas
sensibles y enormes. Lo que hace que Vicious esté todavía más fascinado con ellas. —
Puso los ojos en blanco y soltó una carcajada—. Dicen que el primer trimestre es el
más difícil y desde ahí es más sencillo.
Evité las historias de las madres jóvenes con las que trabajé, y cómo el verdadero
trabajo comenzaba cuando el bebé nacía, y la abracé, entrelazando mis piernas con las
de ella.
—¿Cómo me toleras, amiga? En verdad. Soy algo así como la peor persona del mundo.
Actué como una mocosa malcriada toda la semana porque por unos pocos y
miserables segundos, sentí que eso era como ser tú. No el centro del mundo de todos.
—Jesús. Rosie, no es importante. Estuviste un poco callada en las Vegas, pero…
—No, Millie, no es solo esto —murmuré.
¿Me atrevo a decirlo? Bien podría. Ella me está diciendo la verdad. Es justo que le dé la
mía.
—¿Y…? —Millie se separó de nuestro abrazo, mirándome con curiosidad. Me eché
hacia atrás, sentándome con la espalda contra el cabecero. Miré fijamente a mis manos
con tanta fuerza que mi visión se tornó borrosa. Cometí el crimen. Era momento de
pagar.
—Y dormí con Dean.
No alcé la vista. La perspectiva de lastimar a mi hermana de pronto fue muy real y
muy cruda. Por veinte años y algo, mi vida estuvo desprovista de responsabilidades.
Más que permanecer con vida, por supuesto. Me salí de rositas una y otra vez, siempre
y cuando tomara mi medicamento, fuera a mis sesiones de fisioterapia e hiciera
despeje de mis vías respiratorias todas las mañanas y tardes. Ahora, tenía que pedir
perdón. Mostrar remordimiento. Enfrentar las consecuencias.
Empezando con la última persona que había querido lastimar: mi hermana.
Estaba dispuesta a hacer lo correcto. Renunciar a Dean, sabiendo muy bien que él era
el único hombre que estaba destinada a amar, el único al que siempre amaría, porque
mi hermana era más importante. Más importante que él y más importante que yo.
Por lo que contuve el aliento, mis ojos medio cerrados, esperando el veredicto de
Millie. A pesar que mis pulmones estaban ardiendo, rogando, jadeando, contuve la
respiración. Quería que ella me golpeara en la cara, me pateara en el estómago, me
dijera que soy la peor persona en el mundo y me arrojara fuera de su casa. Mientras
eso significara que todavía me daría una oportunidad de arreglarlo.
—¿Cómo estuvo? —Su voz salió de la nada.
¿Qué…?
—Yo… eh… ¿disculpa?
—¿Fue bueno? —Fue el turno de Millie echarse hacia atrás y sentarse a mi lado. Tiró
una pierna sobre la otra, golpeando sus labios—. Solo estuve con él una vez. Entre tú y
yo, apenas me tocó. La mitad del tiempo solo estuvimos besándonos mientras yo hacía
su tarea. —Se rio, y diablos, escuchar eso me hizo sentir bien.
—Él fue… —Entrecerré mis ojos, inspeccionando a mi hermana detenidamente.
¿Estaba borracha? ¿Drogada? No podía estarlo, mientras tuviera un bollo en el horno.
Pero no parecía que le importara en lo más mínimo. Sabía que ella lo había superado.
Sabía que nunca estuvieron enamorados en primer lugar. Luego de que Millie haya
huido a Nueva York, monitoreé cada movimiento de ella desde lejos, asegurándome
que su corazón no estuviera roto. Ella sentía arrepentimiento y pena por la manera en
que terminó las cosas con Dean, pero nunca extrañando. Así que supe que no iba a
sentir el dolor del desamor. Pero esto… esto era extraño, también.
—¿Él fue…? —alentó mi hermana, inclinando su mejilla hacia abajo.
Sucio-ardiente. Indecente-rudo. Alucinantemente duro. El mejor que he tenido.
—Bueno —tosí en mi puño—, solo digamos que aunque tenga muchas críticas cuando
se trata de su personalidad, no me escucharás quejarme de él en la cama. Entonces,
¿no estás enojada?
Se encogió de hombros.
—Es un HotHole, Rosie. Son tan malos que ni siquiera pueden deletrear la palabra
“bien”, pero creo que ya lo sabías. Siempre y cuando protejas tu corazón. —Puso su
palma sobre el costado izquierdo de mi camiseta de Anti-Flag—. Te apoyo en esto, sea
lo que sea que se trate esto. Solo quiero lo que es mejor para ti. ¿Él te hace feliz?
[i]¿Dean me hacía feliz? No podía responder honestamente. Cuando estuvimos juntos,
o estaba borracha o enojada. A veces ambas. Y siempre lo dejaba sintiéndose tan
culpable, que había una pizca de sal en cada encuentro sexual. En cada momento de
charla sincera. Incluso cuando lo tuve cerca de mí la noche que descubrí que Val
abandonó a Trent, no pude dejar que mi corazón latiera por Dean. Tenía que tener el
permiso de Millie primero.
—Creo que podría ser —respondí, sintiendo emoción y asombro arremolinándose en
la boca de mi estómago.
—Entonces está decidido. Tienes mi bendición. —Aplaudió una vez, sonriendo.
Con esta bendición—que no la tomé a la ligera, era mi boleto a la felicidad después de
todo—también hice una promesa. Iba a ser la mejor dama de honor en la historia de
las damas de honor el domingo. Lo opuesto a Annie. La posibilidad de redimirme hizo
que mi corazón latiese más rápido.
—Gracias, Millie. —Exhalé el aire que había estado conteniendo desde que
comenzamos esta conversación, y mis pulmones se doblaron de dolor por el alivio.
—No me agradezcas. Agradece al amor. Lo conquista todo.
—¿Incluso a Dean “Mujeriego” Cole? —bromeé.
Mi hermana me dio una palmada en la pierna, riendo.
—Oh, tengo la sensación que especialmente él.
Capítulo 18
DEAN
Mierda, odiaba las bodas.
Casi me olvido de este pequeño hecho, casi, pero luego Vicious y la colisión de
alimentos remilgados de Millie, colores brillantes y huéspedes sudorosos y vestidos
me recordaron que si alguna vez me convencían, iba a ser en Las Vegas.
Era bueno que Rosie y yo tuviéramos boletos de avión a Nueva York a primera hora de
la mañana, porque estaba desesperado por salir de Todos Santos y comenzar mi
persecución implacable tras ella. Lo llamaba: Operación: La Hermana LeBlanc
Correcta. E iba a empezar dando las jodidas últimas noticias en televisión nacional
para que dejara de sentirse tan malditamente culpable cada vez que dormíamos
juntos. Esa era una de las raíces de nuestro problema, y estaba ansioso por arrancarlo
de raíz y matar la vergüenza y el prejuicio que vi cuando me miró a los ojos.
Baby LeBlanc y yo no hemos tenido mucho tiempo el uno para el otro entre el jueves y
el domingo. Me crucé con ella varias veces en el pasillo, y cada vez que lo hacía,
nuestros dedos se entrelazaban, o nuestros hombros se rozaban, o ella me sonreía.
Esa sonrisa que inventó especialmente para mí y no le daba a nadie más.
Estaba ocupada. Corriendo de un lado para otro con su hermana a salones de belleza,
spas y ajustes finales fue una tarea que requirió mucho tiempo. Parecía tan cansada
todo el tiempo, pero mantenía la cabeza en alto. Traté de colarme en su habitación la
noche en que regresó a Todos Santos el jueves, pero encontré a Millie durmiendo
junto a ella.
Maldita Millie. Negándome a Rosie, incluso once años después.
Obedientemente desempeñé mi papel en la boda. Me mantuve en una línea simétrica
con Trent, Jaime, Vicious y mi padre, Eli, quien era una gran parte del sistema de
apoyo de Vicious, para dar la bienvenida a los invitados. El aire era húmedo y el sol tan
enojado como una adolescente con síndrome premenstrual que acababa de atrapar a
su novio masturbándose con una foto de Demi Lovato. Sudaba dentro de mi esmoquin
de cinco piezas hecho a medida y ansiaba tomar una copa de champán y arrojarla por
mi garganta, pero quería mantener mi promesa a Rosie. No más alcohol, al menos
hasta que conquiste la necesidad de beber para olvidar. Todavía fumaba hierba, pero
no más de un porro al día.
El síndrome de abstinencia era la razón número dos por la cual los adictos se bajaban
del auto.
¿Primera razón? Desamor. Estaba tratando de esquivar eso, también.
Con sonrisas dientudas pegadas en nuestras caras brillantes, saludamos a señoritas de
aspecto elegante y viejos ricos. Trent se veía un poco mejor hoy, y Vicious sonrió como
si acabara de ganar la lotería. Una aguja de envidia punzaba mi corazón, no por con
quién se iba a casar, sino por el hecho de que Emilia había accedido a establecerse con
él. Su hermana, tenía la sensación, era una criatura más difícil de domesticar.
—Bienvenido.
—Gracias por venir.
—Ha pasado tanto tiempo desde que nos conocimos. ¿Cómo están los niños?
Blah—blah—maldito—blah. La corriente de gente no disminuyó. Todo lo que quería
era echar un vistazo a Rosie. Le envié un mensaje de texto ese día y le deseé buena
suerte, lo cual fue una estupidez, porque ella no era la que se iba a casar. Dijo que tenía
algo que decirme, pero que tenía que esperar hasta más tarde.
Y eso fue prácticamente todo en lo que pensaba hasta que la ceremonia se llevó a cabo
en una colina que daba al océano.
Estaba de pie junto a Vicious cuando la feliz pareja dijo sus votos, junto con Jaime y
Trent, y observó a Rosie desde el otro lado del pasillo sonriendo a Emilia con la clase
de felicidad pura que solo ves en los niños. Mirarla sin interrupciones fue mi
analgésico. Parecía un jodido ángel con su elegante vestido blanco perla de diosa
griega. Un cisne con plumas onduladas para el cabello, sujeto en un desordenado
moño francés. Le sonrió a Millie y le quitó el ramo de flores de cerezo de las manos
cuando llegó el momento de cambiar los anillos. Después de que la ceremonia
terminó, caminé en la dirección opuesta para resistir la tentación de levantarla y
besarla hasta que sus labios se enrojecieran e hincharan. En cambio, abrí el teléfono y
comencé a enviarle mensajes de texto, sabiendo que no iba a ver esos mensajes
pronto. Y digamos que me sentía particularmente charlatán, porque no había otra
manera de explicar la mierda que se le ocurrió a mis dedos.
Dean
Eres jodidamente hermosa, ¿lo sabías?
Dean
Múdate conmigo
Dean
En serio. A la mierda todos y todo. Vamos a hacerlo.
Dean
Estimada Srta. LeBlanc, es su arrendador. En cuanto a la reevaluación de la renta,
la voy a subirlo en un billón por ciento. Tómelo o déjelo.
Dean
Ya en serio, Baby LeBlanc. Maldición, vamos a hacer esto.
Tanto que hice para asegurarme de que ella sabía que seguía sobrio. Sonaba como un
tonto borracho.
Después de la ceremonia vino la cena. La disposición de los asientos significaba que
Rosie y yo estábamos sentados en los extremos opuestos de la mesa, a la mierda esto y
a la mierda mi vida, y aunque probablemente ya había revisado su teléfono, todavía no
me contestaba. Eso estaba bien. Tenía paciencia Ella tenía tiempo.
En realidad, nada de eso era verdad.
No tenía paciencia y ella, predominantemente, no tenía tiempo.
Trent se levantó de su asiento para cambiar el pañal de Luna y mi padre se deslizó en
su lugar en un segundo y me tomó del hombro.
—Hermosa ceremonia —comentó. Me encogí de hombros.
—Por supuesto.
—¿Te estás divirtiendo, hijo?
Disfrutar era una palabra fuerte. Estaba tolerando este evento hasta que llegara la
hora de ir a casa y darme un festín con mi postre. El coño de mi novia.
Metí las manos en los bolsillos y me recosté.
—La comida es buena.
—Y noté que no estás tocando el alcohol. Bien.
—Esa sería una excelente idea de Rosie. Parece estar funcionando hasta ahora. En su
mayoría, de todos modos. —Pensé en el momento en que accidentalmente le contesté
a Nina—. Es lo mejor. La novedad del consumo excesivo de alcohol desaparece cerca
de los treinta.
—¿Es ella la razón por la que te estás quedando en casa de Vicious? —Papá sonrió,
levantando una ceja.
Les había dicho a mis padres que quería quedarme en la mansión de los Spencer en mi
primera noche en Todos Santos para poder estar allí para mi amigo, pero esa mierda
era tan convincente como una puta virgen. Nunca hacía nada por nadie a menos que
quisiera. Especialmente por Vicious. Entonces todos asumieron que tenía motivos
ocultos.
—Tal vez. —Me humedecí los labios, mi mirada en busca de su trasero respingón y
moño francés a través del mar de damas extravagantes. No salíamos ante el mundo
como pareja. Aún no. No estaba seguro de cuándo y si Rosie iba a decirle a su
hermana, y aunque quería tomar el micrófono y anunciarlo a todos, tenía que ser
consciente de sus sentimientos. Pero estaba loca si creía que iba consentirlo por
mucho más tiempo.
—¿Por qué? —pregunté a papá.
—Solías salir con su hermana, ¿verdad?
—Último año. Por un semestre y medio. —Tomé un sorbo de mi agua y colgué mi
brazo sobre el respaldo de su silla—. Lo superamos. Ambos.
—Evidentemente. —Papá movió su mentón hacia la feliz pareja, justo cuando Vicious
tomó a su novia y le dio un beso francés, su lengua atacó su boca, en lo que comenzó
como algo lento y seductor, rápidamente se convirtió en el tipo de mierda que
necesitas hacer tras puertas cerradas. Jaime estaba allí para darle una bofetada a
Vicious y recordarle que doscientos pares de ojos estaban mirando.
—Nina me ha estado llamando últimamente. Más de lo habitual —le dije a papá. Él era
el único con quien hablaba sobre Nina. Mamá era parcial —era demasiado protectora
conmigo— y todos mis amigos estaban... bueno, a oscuras.
Papá frunció los labios, frunciendo el ceño.
—¿Por qué no le das lo que quiere?
—¿Te refieres a una tonelada de dinero y a causarme la migraña más desagradable en
la historia de los dolores de cabeza? Quiere seiscientos mil.
Golpe de silencio.
—¿No quieres verlo?
Eli Cole era un abogado. Un abogado de familia, para ser exactos. Casos como el mío
aterrizaban en su escritorio todos los días. La gente como Nina lo arrastraba dentro y
fuera de la corte como por una puerta giratoria, por lo que él sabía exactamente cuan
complicado podía ponerse para mí.
Hice un chasquido, mis ojos aún flotaban sobre la multitud, buscando a la persona que
quería ver, todo el tiempo.
—No. Sí. No lo sé. Maldición ¿Cuál es el punto, sabes? Él es parte de mí. No es
exclusivamente suyo. Pero entonces... ¿por qué reabrir una herida cerrada? Creo que
estamos mejor sin eso. —Junte mis cejas—. Realmente no debería tener nada que ver
con él en mi estado actual.
—¿Estás pasando un mal momento? —Papá tenía una ventaja en su pregunta. Pensé
un poco en la pregunta.
—No necesariamente. Simplemente creo que no todos son padres como tú.
Papá asintió.
—Lo que sea que decidas hacer —dijo con cautela— solo recuerda que tu madre y yo
te apoyaremos.
—Gracias, papá —dije.
Trent regresó con Luna en sus manos, y pasé el resto de la noche haciéndola reír.
Me metí en la cama de Rosie alrededor de la medianoche. Nuestro vuelo se
abordaba a la mañana siguiente, pero pasar la noche separados no era una opción.
Estaba profundamente dormida, después de preocuparse por Millie todo el día,
ser la dama de honor perfecta e incluso correr hacia un Target al otro lado de la
ciudad para obtener las chancletas para Millie— las mismas cosas necesarias que
Rosie prometió— porque tenía miedo por los pies de su hermana. Tendría
ampollas.
Bebé LeBlanc se veía tranquila, metida bajo una manta con la boca ligeramente
abierta. Sus párpados se agitaron, diciéndome que estaba soñando. Tenía sus dos
inhaladores, un tubo naranja de píldoras, y un chaleco extraño todavía tirado en su
mesita de noche. Eso me dijo que se desmayó antes de tener la oportunidad de
prepararse para la cama. Me deslicé en el espacio a su lado e hice cucharita por
detrás, abrazándola cerca de mi pecho. Todavía olía a sudor y alcohol, y no pude
evitar reírme. Ni siquiera se dio una ducha cuando regresó a casa. Mi pequeña
salvaje.
—Dean, — murmuró mientras dormía, y me puse duro contra ella. Sonaba más
como un gemido, pero tal vez estaba escuchando lo que quería oír. No habíamos
tenido tiempo de hablarnos en todo el día, y la extrañaba como un maldito pulmón.
Pulmones. Sus pulmones estaban fallando todos los días, y estábamos perdiendo
días en su mayoría separados. No estaba seguro de cuánto tiempo más podría
vivir sin verla regularmente, todos los días, por lo menos unas pocas horas al día.
No podemos volver a lo que fuimos. A encuentros ocasionales en los ascensores,
reevaluaciones falsas de alquileres y bromas ligeras y sin sentido que no tenían
camino a ninguna parte que valiera la pena ir.
—Dean,— dijo de nuevo, su culo meneando en mi entrepierna, rogando por el
contacto. Respiré entre mis dientes y presioné mi polla entre sus nalgas, cubierta
por nada más que pantalones de pijama delgados y cortos. Lo arrastré a lo largo
de su trasero y solté un pequeño gemido. Esta vez no iba a follarla sin condón.
Pero ella lo pidió, así que estoy seguro que iba a darle lo que quería.
—Mmmm,— gimió de placer en su sueño, separando sus muslos un poco para
darme un mejor acceso. A ella le gustó, así que lo tomé como una señal para
empujar sus nalgas y meter mi punta en medio de su cálido culo. Mierda. Esta
chica. Ahuequé una de sus tetas y rodé su pezón entre mi pulgar e índice,
pellizcándolo.
— ¿Me extrañaste, nena?— Respiré en su cuello, realmente no esperaba que ella
respondiera.
—Sí—, ella arrastra las palabras, atontada, aún en estado de coma. —Le conté a
Millie sobre nosotros—. Su culo presionó contra mi eje más fuerte, y ahora la
mitad de mi pene estaba palpitando entre sus mejillas. —Ella está feliz por mí.
Su orgasmo explotó en mis dedos, y ella gritó, sus labios se separaron en deseo.
Tuve que meter mi antebrazo en su boca para amortiguar su grito.
Aparentemente, a Rosie le gustaba que la acariciaran con los dedos, se giró sobre
su espalda y se sentó encima de mí, sentándome a horcajadas en la oscuridad antes
de que tuviera oportunidad de reaccionar.
Pero ella siguió haciéndolo, la vaquera me acababa de follar, y aunque sabía que
era una mala idea, mi pene se hizo cargo y Yeeeehaaa, diciéndome que me joda con
las consecuencias. Cada vez que bajaba sobre mi polla y se apretaba contra ella,
quería levantarla de la cama y decirle que esperara un momento. Incluso pensé en
darle la vuelta, ir arriba y follar su boca con mi polla para detenerla.
Rosie
***
Dean
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Juegos previos verbales.
La persecución.
La cacería.
Pero sobre todo… la parte donde me entrego.
Rosie
Déjame adivinar, dormiste con Sue.
Dean
Pienso que sería mucho más fácil si te doy una lista de las mujeres en
Manhattan con las que no he dormido que al contrario.
Rosie
Recuérdame de nuevo, ¿por qué estoy teniendo sexo contigo?
Dean
Porque ningún otro hombre sabe que para darte un orgasmo impactante,
quieres que tu pezón sea jalado al mismo preciso tiempo que pellizco tu
clítoris. Porque te gusto, tal vez incluso me amas, aunque estoy dispuesto a
esperar hasta que te lo admitas a ti misma. Puedo seguir, ¿debería?
Rosie
Dios, Dean.
Dean
Dios y Dean son sinónimos. Guarda batería. Elige la próxima vez que me
escribas. ¿Qué quieres para cenar?
Rosie
Hice planes con Elle.
Dean
No es mi plato favorito, pero no va a alterar nuestros planes. Elle puede
acompañarnos. Nos reservaré un lugar en The Red Hill Tavern para las ocho.
–No creo que puedas comerme aquí. Eres demasiado alto para lograr esto. Incluso
en esta gran limusina.
–Encuentro los desafíos refrescantes. Me mantienen joven. –Se aflojó la corbata y
tiró de la tela de sus pantalones de vestir sobre sus rodillas, preparándose para
zambullirse. Lo detuve con una mano en su mejilla ligeramente rasposa.
–También estoy usando jeans realmente ajustados.
–He sido conocido por destrozar cosas que se interponían entre mí y tu coño, y me
condenaría si el denim de veinte dólares de ASOS me va a privar de tu coño, amor.
Amor. Aún no nos habíamos dicho esas palabras el uno al otro, y no porque no las
hubiéramos sentido. Los dos somos nuevos en este sentimiento. En esta vida.
Presioné mi dedo índice contra sus labios y me incliné hacia su rostro. –Pero
puedo darte sexo oral.
Sus ojos me siguieron diligentemente mientras me hundía debajo de él, mi cara
nivelada con su ingle. Si estuviera siendo sincera, esta parte de nuestra relación
era una de mis cosas favoritas acerca de nosotros. La lujuria necesitada que
chisporroteaba entre nosotros. Como si nada fuera nunca suficiente. Como si hacer
cosas sucias en lugares públicos fuera una necesidad, en lugar de algo que
necesitábamos hacer para darle vida a las cosas. Porque con Dean Cole, no
necesitabas darle vida a las cosas. Él ya estaba caliente como el infierno.
Cogí sus pantalones de vestir y lo saqué. Su polla estaba medio erecta, justo como
su sonrisa burlona cuando apartó un poco de mi cabello salvaje de mi cara.
–A veces, cuando pienso en cómo podríamos haber estado juntos todos esos años
si no fueras tan jodidamente obstinada, quiero dispararte en los ojos con mi súper
esperma. ¿Lo sabes?
Me lamí los labios, aún sosteniendo su polla, sintiendo que se hinchaba entre mis
dedos a medida que más sangre corría hacia ella. –Ese es el cumplido más
desagradable que he recibido alguna vez –admití.
–Tal vez sea porque no lo desglosaste hasta su significado más profundo. Siempre
fuiste la única, Rosie. Antes de que incluso abrieras tu maldita boca, sabía que tenía
que tenerte. Y me llevó mucho tiempo, pero ahora que soy tu dueño, y que no haya
errores, eres mía, nena, nada se interpondrá entre nosotros, ¿entiendes?
La mejor charla motivacional con una mujer frente a un enorme monstruo de un
solo ojo que la estaba mirando, esperando ser chupado. Me incliné hacia delante y
lamí la corona de su pene, girando mi lengua en la pequeña rendija antes de
tomarlo todo dentro. Sacudió sus caderas hacia adelante y su cabeza hacia atrás,
silbando a través de sus blancos dientes perlados. –Santo cielo, Rosie.
–Santo cielo y Rosie son sinónimos. Ahórrate las palabras. Usa solo una. –Le
entregue la misma insolencia que él me dio hace un par de meses, y se rió, una
especie de risa torturada de un millonario melancólico que tenía su polla dentro de
la boca de una niña enferma y pobre en camino al aeropuerto.
Él no sostuvo mi cabello y me guió como solía hacerlo. En vez de eso, Dean observó
con una mezcla de asombro y fascinación mientras aplicaba mi magia sobre él,
chupándolo con tiernos labios, dándole el amor y la devoción que merecía por ser
el mejor novio que una chica podía tener. Porque él lo era. Todo lo que ni siquiera
sabía que podría tener.
Soy digna.
Soy un buen partido.
Y estoy a punto de mostrarle al mundo el guapo, exitoso, divertido e inteligente
hombre que he conseguido.
***
Para el momento en que aterrizamos en San Diego y llegamos a Todos Santos, era
la mitad de la noche entre el viernes y el sábado.
Nos fuimos directamente a la cama y nos quedamos en mi habitación,
enterrándonos en el calor del otro. Dormí con una sonrisa en mi rostro, sabiendo
que estaba a punto de ver a mi hermana. Emilia estaba creciendo, me enviaba fotos
semanales, y no podía esperar para acariciar ese vientre de Buda y arrullarlo como
la loca tía que era.
La verdad, mamá y papá iban a ser una lucha, pero en general, mi alegría por mi
hermana anulaba los ocasionales enfrentamientos con mis padres.
Por la mañana, salí al pasillo, todavía en mi pijama. Anoche, la ama de llaves, Anna,
nos abrió la puerta, así que no estaba segura de si mi familia me estaba esperando.
Descubrí la respuesta a esa pregunta cuando entré en la cocina y vi a mamá y papá
leyendo periódicos en la mesa, bebiendo café.
Mamá levantó la cabeza de su revista. Papá no lo hizo. Ninguno de los dos parecía
sorprendido de verme.
Mamá quería correr y apretarme contra su pecho, su cuerpo saltando hacia
delante, pero papá puso su mano sobre la mesa en un gesto silencioso que la
advertía contra eso. Él le recordó que debía ser castigada por mi desobediencia.
–Siéntate, Rose –dijo ella en cambio, su voz triste. Todas las células de mi cerebro
me suplicaban que protestara, pero no era así cómo quería que nuestra visita se
fuera en picada. Agarré una silla en el otro extremo de la mesa y entrelacé mis
dedos. Mis padres y yo habíamos sido distantes pero civilizados en los últimos tres
meses. Nos enviabamos muchos mensajes de texto. Principalmente cosas
relacionadas con la salud y actualizaciones rápidas sobre mi vida. A veces me
llamaban para recordarme que le deseara a un familiar un feliz cumpleaños o que
recogiera el correo de Millie de nuestro antiguo departamento o para preguntar
cuándo iba a volver, pero de eso se trataba.
–Creo que deberíamos hablar… –comencé, pero mamá me interrumpió.
–Kathy de mi club de tejer te vio en ese sitio web de Facebook el otro día. Llamó y
me habló indefinidamente, ella lo hizo. Dijo que tenía algunas noticias interesantes
para compartir. ¡Por qué, Rose LeBlanc, de todos los hombres de Manhattan, de
todos los hombres del mundo, tienes la mirada puesta en con el que tu hermana
había salido!
–Buenos días –dijo su hermana que entraba alegremente a la cocina, quitándose el
cabello color lavanda del hombro–. Olí la comida, así que vine a comermela toda. –
Millie se rió entre dientes, pero todos los demás en la cocina parecían listos para
rodar en el suelo en una pelea a puñetazos.
–¿No están de humor para el humor? Bueno, supongo que me uniré al funeral. –
Millie sacó un cartón de agua de coco de la nevera y tomó grandes tragos,
frotándose el vientre.
Habían pasado diez minutos desde que desperté, y ya había tenido mi dosis de
drama para todo el fin de semana. Millie usaba un vestido largo del color de la miel
sin forma y con flecos en la parte inferior, y su largo cabello bailaba alrededor de
sus hombros. Ella se veía como un hada. Una muy embarazada además. Su barriga
era del tamaño de una sandía. ¿Cuántos bebés tenía ella allí? Me mantenía
informada, así que sabía que solo era uno. A los cinco meses parecía que el pan en
su horno se estaba horneando bastante bien.
Salté de mi silla, vaciando mi arsenal de cariño, besos y abrazos con la única
persona de mi familia que realmente los aceptaba. Millie se apartó, alisó mi cabello
y arrugó su nariz. –¿Llegué cinco minutos tarde?
–Treinta segundos, pero la bomba ya ha caído. –Suspiré. Mi hermana me dio esa
mirada, una mezcla de una mueca y una sonrisa cómplice, recordándome que era
la misma vieja historia, un día diferente.
–Mamá, papá. –Millie hizo un gesto para que volviera a mi asiento, agarrando su
propia silla y dejándose caer–. Necesitan escucharnos. Ya terminé de ver a Rosie
ser lastimada.
–¿Oh? –Mamá se cruzó de brazos. Papá todavía fingía estar leyendo el periódico,
pero sus ojos no se movían. Me hizo querer arrojarle algo. Gritar. Grítarle que no
tenía derecho a estar enojado. Que yoera la que se había sentido abandonada y
desechada. Que para alguien que me quería alrededor todo el tiempo, tenía una
manera divertida de mostrarlo. Lloraba a una hija que aún no había muerto, pero
no le permitiría que lo amara.
–Tu mamá no necesita tiempo. Necesita una hija sana.
Me preguntaba a qué tipo de hija se refería. ¿Una que no seguiría sus sueños, tal
vez? ¿Una que se inclinaría y haría lo que fuera que él quisiera que hiciera con el
precioso tiempo que le quedaba en este mundo? No es que no pudiera ver de
dónde venía mi familia. Era desgarrador, estoy segura, ver a tu niña enferma
haciendo una vida en otro lugar. Pero eso era de lo que mis padres no se habían
dado cuenta.
Nueva York no era sobre Nueva York. Se trataba de independencia.
Se trataba de hacer lo que yo quería hacer, experimentar la vida fuera de la
burbuja que mis padres habían creado para mí. Por encima de todo, se trataba de
descubrir quién era sin que la gente lo dictara por mí.
–El novio de Rosie, Dean Cole, llamó ayer a Baron, diciéndole que querían venir y
anunciar su relación. –Millie me tomó de la mano y sonrió, ese tipo de sonrisa que
iluminaba la habitación y la que estaba al lado–. Es Acción de Gracias, y tenemos
mucho por lo que estar agradecidos. Pronto tendré un bebé, y Rosie está feliz y lo
está haciendo muy bien en cuanto a su salud. Queríamos celebrar juntos. Estoy
segura de que recuerdan que Dean y yo solíamos salir en la escuela secundaria.
También estoy segura de que recuerdas cómo terminó. Brevemente. Trágicamente.
Pero, como recordarán, no desgarradoramente.
Millie frotó mi espalda en círculos, tratando de calmar mis nervios. Estaba
legítimamente demasiado nerviosa para respirar.
–No quiero detenerme en el pasado, pero sí creo que es importante decir una cosa
para asegurarnos de que nuestro futuro sea más brillante: Baron y yo siempre
estuvimos destinados a estar juntos. Todos lo sabían. Todos... excepto nosotros.
¿En cuanto a Dean y Rosie? –Ella suspiró, sacudiendo la cabeza, la pena filtrándose
por su expresión. Millie sabía cuánto me lastimo, a nosotros, y deseaba poder
retractarse–. Mamá, papá, estaban locos el uno por el otro desde el primer día. No
me había dado cuenta, porque estaba demasiado ocupado siendo una adolescente
egoísta, pero no hay manera de que este lastimada o molesta por su relación. Solo
mírenla. –Movió mi cabello y sonrió–. Ella está brillando. Y cuando ella es feliz,
todos deberíamos ser felices. ¿Me veo abatida de alguna manera? –Acunó su
barriguita y se rió, y yo me reí con ella, no porque me sintiera aliviada o optimista,
sino porque mi hermana era la definición de la salud, y aunque yo no lo fuera, me
gustaba que lo que dejaría atrás fuera seguro y completo.
Emilia era ambas cosas.
Papá finalmente levantó sus ojos del periódico. –¿Es eso cierto, Rose? ¿Siempre
amaste a Dean Cole?
No pude interpretar su tono. ¿Hablaba en serio? ¿Estaba triste? ¿Decepcionado?
¿Satisfecho? ¿Pensaba que yo era un idiota por amar a un hombre que no era mío
para amar, o apreciaba el sacrificio que había hecho por mi hermana tantos años
atrás?
–Siempre. –Me sonrojé, mirando hacia abajo a mis dedos entrelazados–. Siempre lo
he amado.
Y esa era la incómoda verdad que nadie quería escuchar. Nadie más que el hombre
que no lo sabía. Dean mismo.
Mi padre se apartó de la mesa, con las manos en la cintura, luciendo listo para otra
discusión.
–¿Él te está cuidando? Necesitamos saberlo.
Jesucristo. O mi padre era el más grande hombre de las cavernas caminando en la
Tierra en el siglo veintiuno o realmente pensaba que era un saco de huesos inútil.
Él confió a Emilia mi vida cuando vivíamos juntas. Confiaba en Darren sin siquiera
conocerlo. ¿Pero yo? No. Él habría puesto su fe en un par de ropa interior crujiente
antes de creer en mí, eso parecía.
Tomando una respiración profunda y cerrando mis ojos, ofrecí un pequeño
asentimiento.
–Sí papi. Él cuida de mí. –Mi mandíbula se movió de un lado a otro, cada célula
feminista en mi cuerpo exigía que lo pusiera en su lugar.
–¿Estás segura?
–Empacó mi medicina y mis suministros por mi antes de que llegáramos aquí. –
Mordiéndome la lengua para evitar arremeter, continué–. Me envía un taxi tres
veces por semana para que no me pierda mis sesiones de fisioterapia. Y viene
conmigo a ver al Dr. Hasting cuando tiene tiempo.
–Cuando tiene tiempo. –Papi soltó un bufido, sacudiendo la cabeza–. Por supuesto.
–Paul –le advirtió mi madre, mirando hacia la mesa.
–Si, está bien. Estoy dispuesto a hablar con este hombre, pero eso no cambia nada,
Rose. Aún te queremos aquí en Todos Santos. Si quieres que tu mamá y yo te
apoyemos mientras estás... haciendo lo que sea que estés haciendo en Nueva York
–Agitó su mano despectivamente, pero por primera vez en las semanas
transcurridas desde que los visité, no me miró como si no fuera digno de su
tiempo–, tienes que hacer algunas promesas y cambios para tranquilizarnos.
Porque estás enferma, Rosie-bug. Y estamos preocupados. Todo lo que queremos y
te pedimos, es por tu propio beneficio.
Rosie-bug. Atragantandome con mis lágrimas, asentí.
Mamá puso los ojos en blanco. –Ahora, ¿puedo por favor recibir un abrazo? Esta
mamá ha estado extrañando a su niñita.
–Y esta futura mamá necesita a Rosie para que haga sus deliciosas galletas con
chispas de chocolate –Arrulló Millie, pellizcandome la mejilla y riendo.
Pensé que la peor parte estaba trás de mí esa mañana.
Estaba equivocada.
Capítulo 23
Dean
Dean
________________________________________________________________________
1. White Trash Hash: Plato a base de papas fritas cocinadas, con queso, huevo y
jalapeños, servido con una salsa especial.
2. Cowboy Breakfast Bowls: Plato a base de tocino y papas cocinadas con la grasa
del tocino.
3. The Jerry Springer Show es un programa conocido por mostrar historias de
personas reales pero extrañas, historias semejantes a las que se ven en las
telenovelas: infidelidad, engaños y, a veces, violencia. El equivalente de “Laura en
América”
(1) El burpee un ejercicio físico que trabaja el cuerpo entero, tienen como finalidad
mejorar la condición física.
(2) UCIN: Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales
(3) Estofado de conejo. Platillo francés.
Capítulo 24
DEAN
La cena de acción de gracias no fue terrible.
O tal vez fue terrible y no me había dado cuenta porque Rosie LeBlanc me dijo que me
amaba, varias veces, y yo iba a poner un diamante en ese dedo. Fue una decisión
impulsiva, pero entonces todo lo que valía la pena hacer usualmente lo era. Cuando lo
piensas, cualquier cosa apasionada —lujuria, amor, violencia, odio— es espontánea.
¿Por qué no esto?
Hubiera sido muy feliz casándome con ella la noche que subimos juntos en el ascensor
y tuve a Kennedy y Natasha a mi lado. Simplemente no sabía que era una posibilidad.
Ahora que lo sabía, iba a poner esa mierda en la cerradura lo más rápido posible.
Vicious estaba equivocado. Siempre dijo que yo amaba demasiado la variedad como
para conformarme con una chica. Pero la verdad es que nunca amé a ninguna de las
mujeres del catálogo lo suficiente como para dejar de buscar. Una vez que encontré lo
que necesitaba, abandoné el hábito de Tinder, los tríos y las jodidas desconocidas en
bares sórdidos para poder evitar el peligro porque las folladas casuales ya no están a
la altura. Y a diferencia del alcohol, no lo extrañé ni un poco.
De todos modos, sí, la cena estaba bien.
Comimos, hablamos, hicimos la mierda familiar habitual. Los padres de Rosie todavía
la molestaban por regresar a Todos Santos, incluso después de que confirmé que no
era un idiota. Eso no pareció tranquilizarlos, pero al menos su padre dejó de mirarme
como si la estuviera sodomizando una hora al día.
Después de la cena, Jaime nos convocó a los cuatro y llevamos el Jeep de Vicious al
norte, a L.A. Las reuniones de la junta cara a cara siempre eran en una oficina. No
podíamos arriesgarnos a perder nuestra mierda en público, lo que sucedía con mayor
frecuencia cuando los cuatro compartíamos el mismo espacio.
Las cosas se pusieron intensas en el vehículo antes de que siquiera mencionáramos el
tema que nos unía a todos. Estaba detrás del volante porque era el único que no había
bebido nada. Vicious se sentó a mi lado, luciendo sombrío. Debía de tener una idea
general de lo que le íbamos a pedir, sumar dos más dos, estoy seguro, y Trent y Jaime
estaban atrás, hablando de fútbol.
—¿Cómo está Luna? —le preguntó Vicious a Trent durante los últimos once
kilómetros en la Interestatal 5. Todos se callaron de inmediato, y Trent se aclaró la
garganta, mirándonos a Jaime y a mí por el espejo retrovisor.
—No muy bien.
—¿Cómo?
—No come. No habla No camina.
—¿Ella sabe cómo caminar y hablar? —Le otorgaría una cosa a Vicious, su voz no era
dura ni áspera. Simplemente conversacional.
—Ella sabe —intervine—. La vi caminando la última vez que estuvimos en Todos
Santos en agosto.
—¿Quieres saber mi opinión? —Vi a Trent por el espejo retrovisor rascándose la
cabeza en un profundo suspiro—. Creo que está deprimida. No estoy seguro de lo que
está pasando todavía, pero lo estamos revisando.
—La mamá de Trent está en Chicago. —Los ojos de Jaime se encontraron con los de
Vic en el espejo—. Ella lo está ayudando con Luna por el momento, pero su padre no
puede irse de aquí. Él tiene que cuidar a su propia madre.
La complejidad de la vida me encontró en un lugar extraño. También íbamos a
envejecer algún día, y me pregunté cómo demonios iba a estar allí para mi propia
gente. Porque definitivamente quería estar ahí para ellos. Lo que me recordó que
todavía tenía que visitar a mi papá esta noche después de que todo haya terminado en
L.A.
Aparcamos en el estacionamiento de Vicious y entramos en su oficina. Todo era
mínimo, frío e impersonal, como él. Cuando cambiamos de sucursales hace un año, lo
remodelé todo, y puse muebles nuevos y una pared de color verde brillante para
enojarlo cuando regrese.
Ahora, cada vez que veía el color verde, pensaba en mí.
Vicious y Jaime se sentaron en el sofá de cuero negro que daba al escritorio de cristal
de Vicious. Me dejé caer sobre el escritorio, metiendo mis manos en los bolsillos. Trent
estaba en el centro de la habitación, con las manos cruzadas sobre el pecho. Todos
miramos a Vicious. Y Vicious parecía enojado.
—¿Y bien? —Levantó una ceja, incluso más melancólico que de costumbre—.
Adelante, maldita sea, pídelo. Te has estado muriendo por hacerlo y no puedes
esperar para ver mi reacción, ¿verdad?
—Necesitas cambiar de sucursal con Trent. —Mi voz era cortante e impersonal.
Siempre fui el que iría en contra de Vicious. Creo que Jaime estaba indefenso cuando
se trataba de este hijo de puta, y Trent albergaba la verdadera mierda oscura que
ninguno de nosotros había experimentado, por lo que debería asesinarlo si hablaban
directamente de eso y Vicious rechazaba su pedido.
—No va a suceder. —Vicious levantó un hombro, enlazando sus manos detrás de su
cabeza y poniéndose cómodo. Pasó una de sus piernas sobre la otra y parecía tan frío
como un hijo de puta bajo las circunstancias. Me incliné hacia adelante, con una
sonrisa indiferente en mis labios.
—No estamos pidiendo. Te damos tiempo para asimilarlo y empacar una bolsa.
Tal vez fui demasiado directo, pero había circunstancias especiales en este caso.
Estaba hablando de una situación completa, jodida, y Trent necesitaba estar aquí más
que Vicious. Eso, todos estuvimos de acuerdo.
—Jesús, Cole. ¿No tienes una botella de licor para ahogarte? Hay adultos reales
teniendo una conversación aquí. —Las palabras de Vicious eran veneno
extendiéndose por el cuarto mientras el reía.
—Un comentario más como ese, y te meterán una botella de algo en el culo —dijo
Trent, saltando en mi defensa.
—Escucha a los muchachos, Vic. —Jaime frunció los labios—. Creo que sabes que
Trent tiene derecho a estar aquí.
—Tengo el mismo derecho, Jaime. Trent tiene un bebé. Tengo un bebé en camino. Los
dos necesitamos estar al lado de nuestras familias.
—Tienes a Millie. Ella puede cuidar al bebé.
—¿Y estar lejos de su familia? ¿Después de todo el tiempo que ella ha pasado lejos de
ellos? Sí, no le hagan esto a ella. No importa tu discurso motivacional, que, por cierto,
es terriblemente deficiente.
—Fuiste tú quien le hizo esto, cabrón. —Me reí. Ni siquiera era hostil. Me preguntaba
qué diablos pasó en esa cabeza enferma suya. Su lógica retorcida me fascinaba. Vicious
bostezó mientras sacaba un grueso canuto y la encendía, inhalando profundamente.
No fumaba mucho en estos días —culpa de Rosie, la aguafiestas número uno en
Estados Unidos— y estaba muriendo por algunas caladas, pero me mantuve en
silencio.
—No importa lo que pasó. No me voy a hacer para atrás. Todos lo sabían antes de
venir aquí. Pero Trent es bienvenido a regresar.
—¿Quién se las arreglará con Chicago? —Jaime frunció el ceño—. ¿El hada de los
Dientes?
—Podemos contratar a un extraño —sugirió Vicious.
—A la mierda eso. ¿Trabajo semanas setenta horas rompiéndome la espalda para que
algún extraño pueda entrar en lo que creamos y dirigirlo? —Bufé—. Este es nuestro
imperio. Lo dirigimos. Lo llevamos. Sin extraños. Esa fue la regla cuando nos
asociamos.
—Tarde o temprano iba a suceder, Dean. —Vicious sonaba tan calmado, lo cual era
difícil de comprender para mí—. ¿Cuánto tiempo crees que puedes seguir al ritmo que
llevas? Es probable que Rosie se enferme —dijo, y Jaime se puso de pie, listo para
gritarle a su lamentable trasero, y Trent también dio un paso hacia Vicious, pero
levanté mi mano, aún apoyándome contra el escritorio de vidrio. Él continuó—. Es
verdad. ¿Por qué coño están tratando de endulzarlo para él? Rosie se enfermará
eventualmente. Vi en qué estado estaba el año pasado. Y Millie me dijo que siempre
empeora en los inviernos. E incluso si ella no se enferma, todavía querrás niños,
¿verdad? ¿Una familia? ¿Una boda? Toda la mierda elegante. Sé que lo quieres, Dean.
Te voy a ver con ella, hombre. Estás cayendo, duro. ¿Crees que puedes dedicar la
misma cantidad de horas al trabajo al año a partir de ahora? ¿Dos años a partir de
ahora? Estás jodidamente resbalando, hombre. Toma, tal vez esto te hará pensar con
claridad. —Se levantó y me pasó el canuto, y lo tomé, cerrando los ojos mientras
dejaba que el humo intenso se arrastrara por mi garganta.
Mierda, lo extrañaba.
—Y, Jaime. —Vicious continuó, paseando por la oficina ahora. Lo planeó todo el
tiempo. Sabía que íbamos a acorralarlo. Sly bastardo—. ¿No quieres volver a Todos
Santos? ¿Crecería Daria con Luna, mi hijo, el hijo de Dean y sus abuelos? ¿No quieres
eso?
Jaime gruñó.
—¿Vas a algún lado con este discurso, Martin Luther King, Jr., o simplemente lo estás
restregando en nuestras jodidas caras?
—Voy algún lado —aseguró Vicious, paseándose detrás de mí hacia su escritorio y
abriendo su computadora portátil—. Así que los últimos seis meses me hicieron
pensar. Entre la boda, mi futuro hijo, lo que le sucedió a Trent, Jaime viviendo en el
otro lado del mundo, y Dean saliendo con una chica con suficientes problemas de
salud para durar toda una vida —dijo casualmente, escribiendo en su teclado—. ¿Por
qué mierda estamos esforzándonos tanto? Ya hemos hecho una cantidad de dinero
enfermiza además de con lo que nacimos. Más de lo que podemos gastar. Siento que
estamos haciendo algo realmente sencillo extremadamente complejo. Yo, por mi
parte, no me importa este estilo de vida. Quiero pasar tiempo con mi esposa, quiero
follarla tres veces al día como solía hacerlo, quiero hacer más ejercicio, estresarme
menos, irme de vacaciones más largas y vivir. A diferencia de la mayoría de la gente,
en realidad puedo hacerlo. Entonces, ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué estamos todos
aquí?
Estaba empezando a tener sentido, pero el concepto que estaba ofreciendo era una
locura. Fiscal Heights Holdings era nuestro bebé. Llegamos muy lejos muy
rápidamente con nuestra compañía de fondos de cobertura. Principalmente porque
trabajamos veinticuatro horas siete días a la semana. La idea de no trabajar, o trabajar
menos horas, tomar menos responsabilidades, nunca pasó por mi mente.
—Entonces, ¿quieres retirarte? ¿Ser un filántropo a la tierna edad de treinta? —
preguntó Jaime.
Vicious arrastró su computadora portátil por lo que todos estábamos mirando una
página de Wikipedia sin una fotografía. Jordan Van Der Zee.
—Mierda no. Todavía voy a trabajar, pero tal vez dos, tres veces por semana. El resto
del tiempo, disfrutaré. El resto del tiempo, actuaré como el dios para el que nací.
—Mal subidón. —Trent señaló a Vicious, poniendo los ojos en blanco—. Hablas como
Napoleón en crack. ¿Por qué estamos mirando a este hombre, Vicious? Y más
importante, ¿olvidaste que no nací en el dinero? No puedo decidir de manera
espontánea renunciar.
—Ya eres millonario —ladró Jaime a Trent, y eso significaba que realmente estaba
considerando la idea de Vicious. Fuera lo que fuera lo que Vicious estaba ofreciendo,
Trent estaba en contra. Jaime a favor.
Esto me convertía en el factor decisivo.
—Millonario o no, no estoy interesado en jubilarme a los treinta —Trent escupió cada
palabra, con los ojos entrecerrados—. No tengo esposa, y no tengo novia. Tengo una
hija, y en este momento, está pasando por un montón de problemas. Necesito una
distracción, una salida. Y joder —pateó la mesita de café debajo de él, y el ruido sordo
resonó en nuestros oídos— ¿soy el único bastardo de por aquí que disfruta trabajar?
—Todavía puedes trabajar —subrayó Vicious, señalando la pantalla—. Este tipo está
comprando todas las compañías de inversión en esta área. Comenzó con San Francisco
hace tres años y trabajó hasta llegar a SoCal. Multi—maldito—multimillonario. El niño
querido de Forbes. Astuto como el infierno, y, no lo olvidemos, sus profundos bolsillos
como nosotros. Mucho.
—Sabemos quién es Jordan Van Der Zee. —Puse fin a su discurso—. No eres el único
que elige una revista de negocios una vez cada luna llena, Vicious, pero gracias por la
información inútil.
Fui a Harvard. Lo mismo hizo Van Der Zee. No al mismo tiempo, obviamente. Él era
mucho más viejo. Pero era una leyenda allí, porque era una de esas personas raras que
se hicieron a sí mismas. Ya sabes, subió de una beca en una universidad de la Ivy
League, lo internó, se rompió el culo y se convirtió en un magnate por derecho propio.
Vi un documental sobre él después de graduarme de la escuela de negocios. El tipo
vino de una familia holandesa de clase obrera. Su padre era un limpiabotas, por el
amor de Dios.
—¿Quieres vender tus acciones? ¿Es eso? —probé.
—Quiero vender la mayoría de ellas, y sugiero que hagas lo mismo. Vendamos,
mantengamos el cincuenta por ciento de las acciones entre nosotros. Estamos en un
punto donde podemos negociar un muy buen trato. Si Trent todavía quiere trabajar,
puede. Yo también.
—No me jubilaré —dije.
—Yo tampoco. —La voz de Jaime no era convincente.
Vicious miró entre todos nosotros y sonrió.
—Entonces, ¿por qué no expandimos a Los Ángeles y todo el trabajo desde aquí?
—Comencemos con la razón obvia: querrá comprarnos con acciones del cincuenta y
uno por ciento. —Trent apoyó su enorme hombro contra la pared. Vicious chasqueó.
—Eso sería lo más obvio, ¿no? —Bastante. Era Negocios 101.
Todos lo miramos con impaciencia. Vicious sonrió.
—Pero como dije, es astuto. Quiere controlarnos lo suficiente, pero realmente no le
importa demasiado FHH. Compraría el cincuenta por ciento exacto.
Supe en ese momento que el hijo de puta ya había redactado un borrador de contrato
con él. Sonaba demasiado arrogante para hacer este tipo de suposiciones. Las miradas
que Trent y Jaime me dieron me dijeron que también lo sabían.
—Esta mierda puede tomar meses, incluso años de negociación —argumentó Jaime.
—Van Der Zee ya preguntó si queremos reunirnos con él —continuó Vicious y todas
las miradas se clavaron en él.
Pasando el porro mientras tosía en una risita, pregunté:
—¿Desde cuándo sabes que íbamos a pedirte esto?
—El tiempo suficiente para hacer planes adecuados.
—El hijo de puta vino a ti primero, ¿por qué? —Trent tomó el porro e inhaló, sus cejas
se juntaron. Vicious echó su cabeza hacia atrás y lanzó anillos de humo hacia el techo,
sus ojos entrecerrados y malvados.
—Estoy en California. Está en California. Manejo la mierda legal aquí. ¿A quién le
importa? Obtendrás lo que quieres, Trent. Es hora de borrar esa expresión miserable
de tu maldito rostro.
Todos nos miramos entre sí. Estaba sonriendo y ni siquiera sabía por qué. Nadie me
prometía que Rosie quisiera regresar a Todos Santos. De hecho, ella amaba Nueva
York, por eso vivía tan lejos de sus padres. Pero la posibilidad de darle esa opción me
hacía irrazonablemente feliz.
—Estoy dentro —dije.
—Con el contrato correcto y dinero, yo también —agregó Jaime.
Trent soltó aire, riendo.
—Luna será una chica de Cali.
Vicious sonrió.
—Hagamos esta mierda.
***
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Ser amada. Salvajemente. Bajo el cielo abierto. Bajo la lluvia torrencial. Bajo un hechizo
que nunca, jamás se termina.
—Sin ofender, Rosie, pero no quiero que nadie me deje —dijo Dean cuando lo confronté
sobre pedirle a Emilia que nunca se fuera. En ese momento, pensé que era porque era
un imbécil arrogante. Ahora, estaba claro como el cristal.
Tenía problemas de abandono.
Tenía problemas de abandono y Millie lo abandonó.
Me sentí irracionalmente enojada con mi hermana, pero también agradecida de que lo
hiciera.
Al acostarme en la cama después de la cena de Acción de Gracias, pensé en la tarde, en
ese beso bajo la lluvia, como si estuviéramos en Diario de una pasión y él fuera Ryan
Gosling y obviamente estaba delirando y comencé a reírme. Las risas se convirtieron
en tos, lo que no era sorpresivo.
Pero luego, la tos se convirtió en sangre.
Escupiendo un trozo de flema sangrienta, lo miré fijamente en el pañuelo frente a mí
durante largos segundos, sin parpadear.
La decisión de guardar esto para mí fue inmediata. No tenía mucho sentido, de todos
modos. Dean y yo nos dirigiríamos de vuelta a casa en unas horas. Estaba en Los
Ángeles con sus amigos y lo último que quería era poner a toda mi familia en marcha y
hacer que me arrastraran a un hospital cercano. La doctora Hasting solía verme en
horas extrañas, días poco comunes y fines de semana. Siempre podría encontrarla en
Nueva York si volvía a suceder.
Rodé en mi cama, de lado a lado, sin poder dormir lo necesario. Tosí un poco más.
Luego resoplé un poco. Cambié de posición para intentar encontrar la mejor manera
de respirar sin el moco bloqueando mi vía aérea. Y fue irónico, que mi necesidad por
Dean no fuera sofocante para él, sino para mí.
No importó cuánto disfrutara nuestra declaración de amor, mi cuerpo no apreció que
fuera bajo la lluvia.
Me dijo que me amaba.
Eso me trajo el tipo de alegría que el dinero nunca podría comprar. Pero esta felicidad
también estaba empapada con temor. Porque sabía que algún día, un día no muy
lejano, iba a morir. Morir en medio de esta hermosa vida que él había planeado para
nosotros.
¿Lo iba a dejar siendo un viudo en sus treintas con hijos a quienes cuidar? ¿Podría
dejarlo que llevara esa carga? ¿Cuántos corazones iba a romper y por qué dejé de
luchar contra la necesidad de evitarme romperlos?
Me contó sobre Nina.
Esa era la otra razón por la que no podía dormir. Arrancó mi corazón directamente de
mi pecho y no tenía idea de cómo devolverlo a su lugar. Solo Dean tenía este hechizo
sobre mí. La capacidad de hacerme sentir como si estuviera completamente abatida,
pero eufórica de la mejor manera posible. Escuché crujir la puerta de mi habitación y
tosí en el pañuelo antes utilizado. Entrecerrando los ojos hacia el material, detectando
más manchas oscuras de sangre y mi hombro cayó en un suspiro.
Gracias, realidad. Hoy tuve un paseo divertido, pero simplemente tenías que arruinarlo.
—¿Mill? Cierra la puerta después de ti. Hace frío —grazné de nuevo.
La puerta estuvo completamente abierta esta vez. Dean entró, su cuerpo más grande
que mis temores y dudas. Se metió en la cama mientras su ropa, sus zapatos y su
abrigo aún estaban puestos y tiró de la manta para cubrirnos a ambos, luego se giró y
me abrazó por detrás. Eché un vistazo al reloj en mi mesita de noche. Los números
rojos indicaban las seis de la mañana.
—¿Qué haces? —Agarré el papel higiénico en mi puño y lo metí debajo del edredón
antes de que pudiera verlo. No podía saber. Querría llevarme a urgencias y odiaba las
urgencias. Las salas de emergencia donde tu alma iba a morir para que tu cuerpo
pudiera seguir funcionando.
—No tiene sentido desvestirse cuando nos vamos en una hora —murmuró en mi oído,
presionando su erección contra mi trasero. Sonaba demasiado soñoliento para tener
sexo. Sorprendentemente, no estaba decepcionada. Me sentía como el infierno y el
sexo con Dean no era algo que pudieras contener o hacer a medias.
—¿Cómo estuvo la reunión? —dije con voz ronca.
Hubo una pausa antes que respondiera.
—Bien.
—¿Se muda Trent a Todos Santos?
—En algún momento. Y dado el momento también lo haremos.
—¿Disculpa?
—Prioridades, Rosie. Cambian. También estamos cambiando.
—Suenas como ellos —acusé, aunque no estaba tan enojada con Dean como lo estaba
con mis padres.
—No. —Tomó mi barbilla entre sus dedos y giró la cabeza para un beso suave y lento.
El tipo de beso que le das a tu esposa el día de tu boda, no a la chica de al lado que
ocasionalmente te follas—. Sueno como yo. Y me importa una mierda lo que ellos
quieran. Pero sé que estás en Nueva York por las razones equivocadas. Puedes tener
tu independencia aquí, también. El único poder que la gente tiene sobre ti es la
cantidad que tú les das.
Tragué saliva, cambiando el tema.
—¿Te detuviste en casa de tu papá?
—No tuve tiempo. Dejé a Trent hace diez minutos en la casa de sus padres. Tendrá que
esperar. ¿Por qué estás despierta?
—Tuve mucho que procesar hoy. —No era una mentira. Eso pareció apaciguarlo.
Ahogué el resto de mi tos para evitar producir más sangre. Cuando finalmente
llegamos al aeropuerto, me encerré en un baño.
Y tosí. Y tosí. Y tosí.
Cuando aterricé en Nueva York y llamé a la doctora Hasting, su recepcionista dijo que
tenía una emergencia familiar y que estaba fuera de la ciudad. Me instó a ir al hospital
para una revisión.
Debería haber hecho eso, pero quise empujar los límites de la realidad un poco
más, pensando ¿qué podría salir mal?
La respuesta fue todo.
Todo podría salir mal.
Capítulo 25
Dean
Arreglar una llamada telefónica con Nina se sentía como caminar por la fila de la
muerte por voluntad propia e instar a los guardias a que me siguieran el paso.
Estuvo tan sorprendida de ver mi nombre en su pantalla que pasó los primeros dos
minutos de la conversación tropezándose con sus palabras. Quería que la mierda se
terminara y conocerlo. Terminar con esto y seguir con mi vida. Mii papá me rogaba
que hablar con él sobre la cosa con Nina, pero estaba rechazando sus llamadas en un
intento por mantener el nivel de drama en mi vida relativamente bajo. Si no fuera
porque Rosie me hizo prometerle que lo haría, probablemente nunca hubiera hecho la
llamada. Abrir esta caja de Pandora no era el tipo de mierda que esperaba con ansias.
Pero oye, hice una promesa.
La primera cosa que hice después de nuestro viaje a Todos Santos fue rentar un lugar
en los Hamptons para Rosie y yo durante toda la siguiente semana. Proponerle
matrimonio no estaba en las cartas, demasiado pronto, pero estaba bastante seguro de
que le iba a decir que era tiempo que se ahorrara esos cien dólares y moviera sus
cosas al pent-house. Tenía sentía. Durante los últimos dos meses habíamos estado
prácticamente viviendo juntos. Pero aun tenía que bajar cada noche para traer un
alaciador de cabello o una camiseta limpia o una maldita banda para el cabello. Llegó
un punto en donde ni siquiera podía mirar el número de su piso en el elevador sin
sentir que mi parpado brincaba con frustración apenas contenida. Acelerar las cosas
estaba en lo alto de mi lista de prioridades.
Para ser honesto, prácticamente ya había terminado con Nueva York para este punto.
Lo único que realmente quería de aquí, Rosie, estaba empezando a parecer bastante
de mi posesión y regresarla a SoCal iba a ganarme varios puntos a los ojos de Paul y
Charlene LeBlanc.
Además, Vicious tenía razón. El clima aquí era terrible, el aire demasiado contaminado
y por mucho que me encantaba jugar al atractivo hombre de negocios de Nueva York,
disfrutaba más tener un maldito bronceado, una cerveza fría y un yate en espera.
Tratando de matar mi recién descubierto balanceo en mi paso, fijé la idea de mudarme
me regreso a Cali mientras entraba en The Black Hole para sorprender a mi novia con
comida. Tenía una cosa de negocios con tres inversionistas, pero decidí cancelarla de
último momento para contarle a ella sobre Los Hamptons. Estaba lloviendo
fuertemente ese día, así que el café estaba mayormente vacío. No había nadie detrás
del mostrador y solo algunas personas esparcidas en algunas mesas, mirando hacia
sus pantallas digitales. Golpeé mis nudillos contra la barra de madre algunas veces y
alisé mi corbata.
—Bebé LeBlanc. Trae aquí a tu dulce trasero —grité, ignorando las miradas curiosas.
Iban a volverse miradas fascinadas una vez que la agarrara del cuello, la jalara sobre el
mostrador y metiera mi lengua por su garganta.
Algunos segundos de nada transcurrieron antes que Elle saliera de la cocina, una tensa
sonrisa en su rostro. Amarró su cabello rubio en un moño y secó sus manos mojadas
en su delantal.
—Hola, Dean, no te estábamos esperando.
¿Estábamos? ¿No recibí el memorando sobre Elle convirtiéndose en la jodida reina?
—Sí, pensé en pasar para traerle a Rosie algo de comer. —Dejé caer la grasienta bolsa
marrón sobre el mostrador con el sándwich de queso fundido favorito de Rosie de la
panadería del otro lado de la calle. Eché un vistazo por encima de su hombro—.
Hablando de mi novia, ¿dónde está? Pensé que tenía turno hoy.
—Lo tenía. —La tensa sonrisa de Elle no vaciló, lo que me hizo enojar porque eso
significaba que tenía algo que ocultar y no me gustaban los secretos—. Tuve que irse
temprano porque… —Ahí fue cuando la voz de Elle murió y juntó sus labios
apretadamente.
—Continúa. —Entrecerré mis ojos, dando un paso en su dirección—. Termina tu frase,
Elle.
Mordió su labio inferior y bajó la mirada. Esto no era característico de Elle en
absoluto. Había llegado a conocerla en los meses pasados y era una alborotadora
como mi Rosie.
—No puedo.
—Puedes y lo harás. En este momento. ¿Dónde está Rosie, Elle?
Una cosa que le daría a las mujeres como una categoría sexual es que eran más
complicadas. Probé que era una criatura más simple que Rosie y Elle porque la
primera idea que cruzó mi mente fue que mi chica me estaba siendo infiel. Y la
segunda idea fue que iba a matarlo y rogarle a ella que me visitara en prisión así
podríamos trabajar en nuestra relación. ¿Patético? ¿Estúpido? ¿Demente? Culpable. De
las tres cosas.
—Fue al hospital —susurró elle, pero se apresuró a levantar la mirada y explicar—:
está bien, lo juro. Solo fue un pequeño susto. Creo que debería estar de camino hacia
tu apartamento en este momento. Específicamente me pidió que no te dijera nada, así
que no puedes decirte que te dije, Dean. Hablo en serio. La única razón por la que te
dije es porque quiero que la mantengas vigilada. ¿Me prometes que no me delatarás?
—Me dio una mordaz mirada, sus labios haciendo un mohín. Mi mente ya estaba en
otro lugar y mi corazón latía a miles de kilómetros por hora.
—Sí, seguro —dije, ya caminando hacia la puerta con la estúpida campana en la parte
superior—. Gracias, Elle. Adiós.
***
Rosie
—¿Estás segura de eso? —preguntó Dean por centésima vez, girando un pedazo de
lechuga en su tenedor mientras estábamos sentados en la mesa del comedor. Mis ojos
se oscurecieron. Si iba a hacerme esa pregunta una vez más, sería culpable de
apuñalarlo y sacarle un ojo con el cuchillo para mantequilla que sostenía.
—Nunca he estado tan segura de algo en toda mi vida —dije mordazmente.
—Porque es seguro que para mí luces como si estuvieras enferma. —Ignoró mis
reiteradas confirmaciones, su mandíbula dura como el granito.
Me encogí de hombros, levantando mi sándwich a medio comer.
—¿En serio? Puedes follarme desde atrás esta noche así no tienes que ver mi rostro.
Dios, estaba de muy mal humor. Aunque no pude evitarlo. Hoy, finalmente me arrastré
hasta el hospital para una revisión porque había tosido mucha sangre durante el
último par de días. Mi equipo de Fibrosis Quística en el hospital dio que algunos vasos
sanguíneos se habían roto. Les dije que había coágulos de sangre, grandes y grumosos
pedazos que salían cada vez que tenía un ataque de tos, pero dijeron que estaba bien.
Así que supongo que estaba bien. Quería estar bien. Quería más tiempo con Dean, pero
mientras más lo pensaba, también quería mucho más tiempo con mis padres y con
Millie.
Dean no respondió a mi sarcástico comentario. Froté mis ojos, suspirando.
—Me disculpo por actuar como una mocosa maleducada. Ha sido un largo día.
—Nos conseguí un lugar en los Hamptons para la próxima semana. Hablé con elle.
Tienes el tiempo libre. Y con gerente en el hospital infantil. Llegaré ahí antes que tú —
me informó en un tono frío que atravesó mis nervios.
—Eso es genial —dije, mi mente en otro lugar. Hubo una pausa y entonces:
—Voy a reunirme con el donador de esperma el viernes a medio día.
Mi pulso se sintió caliente contra mi garganta de repente.
—¿Quieres que vaya contigo? —pregunté. Sacudió su cabeza.
—Gracias. —Su voz se derritió, pero no por mucho—. Preferiría hacerlo tan rápido e
indoloro como sea posible. Sue enviará a un taxi para recogerte al final de tu turno
este viernes.
Mi cabeza se inclinó un poco ante su gesto. La conversación fue realmente dolorosa.
Sonábamos como dos personas de noventa años intentado hacer planes para el
funeral de alguien más. Teníamos más diversión molestándonos cuando no estábamos
juntos. ¿Por qué? Por mi culpa. Porque no le dije realmente lo que estaba pasando.
Porque tenía miedo de perderlo y más importante, de que iba a perderme.
—Te amo —dije. Levantó la mirada de su cena. Nuestros ojos se enredaron y
encontraron.
—El sentimiento es mutuo y es por eso por lo que necesito que estés bien, Rosie. Si
hay algo que debería saber sobre tu salud…
—Nada fuera de lo ordinario. Concéntrate en las cosas de tu familia. —Sonreí,
palmeando su mano desde el otro lado de la mesa.
Esa noche, no me tocó y no le pedí que lo hiciera.
Y cuando el viernes llegó… también lo hizo nuestro gran final.
Capítulo 26
DEAN
Las lágrimas de Nina brotaron de sus ojos mientras se colgaba del collar de mi
húmedo Bate-esposas, aferrándose a mí por la preciada vida. Yo solo llevo el bate-
esposas cuando voy a visitarla. No era como si alguien fuera a apreciar mi
extravagante colección de camisetas YSL o mis suecos. −Tienes que hacer algo con
él. Él me está golpeando realmente duro. ¿Ves estas marcas? ¿las ves? Él va a
acabar conmigo. ¿sólo vas a sentarte y permitir que suceda?
Ella siempre me embarraba en su mierda marital, cada verano sin falla. Juro que
ella me veía como un hibrido entre su guardaespaldas y su asistente personal. No
podía culparla. Supongo. Constantemente trate de salvarla. De proteger a la
persona con quien me comprometí.
Esa noche, Owl vino a casa borracho. Nada fuera de lo normal. Tal vez no era un
Drogadicto como Nina, pero seguro como el infierno le gustaba su bourbon en una
calurosa noche de verano. Él se arrastró a su cama, arrastrando los pies y
maldiciendo. Escuché todo desde mi habitación al otro lado del pasillo mientras
estaba en la cama con la hija de sus vecinos, Tiffany. Tenía marcas de mordidas
sobre mis nudillos por sofocar sus gemidos para probarlo, pero nadie pregunto
que eran o porque las tenía, porque a nadie le interesaba una mierda. Pensándolo
bien, a nadie le importaba una mierda nada de lo que sucedía bajo ese techo.
−Tu tía es un desastre, −Tiffany replicó, trepándose sobre mí, a horcajadas sobre
mis caderas y restregándose contra mi polla.
Ella no sabía que Nina era mi madre. Mis padres se aseguraron que mantuviera la
boca cerrada.
Escuche el sonido de piel golpeando piel. Escuché a Nina gritar con horror, y
después tratar de alejarse, saltando sobre el mueble, mierda cayendo al suelo.
Colocando ambas manos en la cintura de Tiffany, la hice a un lado y me levanté.
−Voy a ir a checar y ver que todo esté bien.
−Nunca nada está bien en este lugar. −dijo Tiff, desplomada sobre mi cama. No
estaba equivocada. Todo mundo conocía a los Whittaker in este minúsculo pueblo.
Sabían que Nina era una drogadicta con pupilas tan dilatadas como platos y que
Owl bebía el equivalente a su peso en alcohol cada noche y que ambos perdían
dinero tratando de pagar la hipoteca de sus tierras cada año. Supongo que la
mayoría de la gente oraba porque finalmente renunciaran a su pequeña aventura,
vendieran la propiedad, y se fueran al carajo de aquí.
−No la matará. – Tiff se deslizo por la cama hasta topar con la pared y encendió un
cigarro, poniéndose cómoda.
−Eso es cierto, porque yo mismo voy asegurarme, ¡Thwack! Otro golpe otro grito
en el aire desde el final del pasillo. Aceche directo a su habitación.
−Tú no quieres hacer eso, -Tiffany dijo detrás de mí, soplando nubes de humo
como si nada le importara en este mundo-. Ellos están locos. Sólo te meterás en
problemas.
Ella estaba en lo correcto, por supuesto, pero no quería escuchar. Protege a los
desvalidos, me recitaba una voz interna. Incluso a esa que te volvió uno.
Tan pronto como entré al cuarto, Owl me lanzó un florero. Y erró, pero fue lo
suficiente para encender mi ira y empujarme en la situación sin pensar en las
consecuencias. Me abalancé sobre él con los puños cerrados, golpeando
despiadadamente sus tripas y lo llevé al piso, inmovilizándolo completamente, sin
importarme una mierda su le reventaba los órganos internos.
−Sólo jodidamente détente. -demandé en un grito-. Toca a mí mama una vez más y
te romperé cada maldito hueso de tu patético cuerpo.
Mi mamá. Dulce Jesús. Necesitaba una buena dosis de realidad junto con una parte
de columna vertebral.
− ¡Dile, muchacho! -Gritaba Nina desde la cama donde la había lanzado, a horcadas
sobre una almohada. En ese momento no me detuve a pensar que ella lucia
perfectamente bien. Compuesta, con el rostro fresco y libre de marcas. Que tan
excitada se veía con todo esto. Y que tan enferma era realmente la situación-.
¡Mátalo, Dean! ¡Mátalo!
Le rompí la nariz.
− ¡Enséñale a no meterse conmigo!
Montándolo en una posición de crucifijo, otro codo le cruzó la cara. Fue la primera
vez que ella realmente me reconocía, y que su voz no apestaba a aburrimiento
cuando me hablaba. Y lo tomé. Me trague el cebo con la maldita caña de pescar
completa. ¡Thwack! ¡Golpe! ¡Bofetada!
Yo era fuerte. Era atlético. Era capaz de acabar con su viejo culo en menos de dos
minutos, no era divertido.
− ¡Mátalo por mí, bebé!
− ¡Dean! No. Détente. -Escuché la sofocada voz de Tifanny desde la puerta. ¿Qué
demonios hacia ella ahí? No es que estuviera particularmente preocupado de que
supieran que se había colado en la casa, pero se podría meter en una tonelada de
problemas de mierda. Su padre era el pastor del pueblo-. ¡Aléjate de él! Vas a
matarlo. ¿Realmente quieres terminar en la cárcel? ¡ese tipo está loco!
Seguí golpeando a Owl, pero sin el mismo gusto de antes, dándome cuenta que ni
una vez el trato de golpearme a mí. El sólo lo tomo todo. Y Owl nunca toma una
mierda de nadie. Menos de mí.
Mis movimientos se ralentizaron antes de cesar completamente, mientras la voz de
Tiffany se volvía más fría y cortante.
− ¿Realmente quieres ser arrestado? ¿Vale la pena? ¿Valen ellos la pena? Gritaba,
presionando sus palmas juntas, ella tenía un punto.
Enderecé mi columna vertebral, escuchando a Nina gritar en el fondo. ¡Cállate
Perra! ¡Vete al infierno de aquí! ¡Hazlo, Dean! ¡Hazlo!
Fue entonces cuando me di cuenta de la cámara.
Me levanté, mis pies inestables. Owl estaba debajo de mí. Su rostro ensangrentado,
no se podía distinguir entre sus ojos y su nariz, ni siquiera sus labios a través de
todo el desastre que era su rostro. Ni siquiera me había dado cuenta que mi bate-
esposas estaba empapada en sangre, y no era mía. Mire directo a la cámara. La luz
roja parpadeando hacia mí. Casi burlándose. Nina la sostenía en una mano y me
gritaba que lo matara, su voz roca por los gritos.
Empieza la Película
Acto uno – graba a tu engendro cometiendo un crimen.
Acto dos – chantajéalo con la grabación
Acto tres – hazte rico y rescatar su culo de nuevo, esta vez empezar desde cero en
un algún lugar nuevo.
Fin.
Mi madre biológica nunca tomó una foto mía. Nunca grabo un video de mis
primeros pasos, primera palabra, o ningún cumpleaños. Sin mencionar que
poseyera un álbum donde pudiera encontrar una foto de mi cara. Pero aquí estaba
ella, grabándome en la súplica por salvarla. Tendiéndome una trampa.
Empujándome al mismo abismo que se tragó sus oportunidades de ser alguien en
la vida.
− ¿Qué demonios estas haciendo con eso, Nina? -pregunté, dando un paso hacia
ella. Mi voz era fría, aun con el flujo de adrenalina bombeando en mi torrente
sanguíneo, ya no estaba enojado. Ella por fin lo hizo. Después de todo este tiempo
consiguió meter esta astilla de maldad en mi hombro. Viviría con eso… y moriría
con eso… por culpa de Ella-. Tienes un segundo para explicarte, y más vale que sea
bueno.
Bajó la cámara, unas cuantas pulgadas, sorprendido por lo bien hablado que fui. Sí,
definitivamente no era el mismo bastardo educado y sonriente que deseaba
complacerla. El otro zapato había caído, y con ello, ningún tipo de simpatía. Ya no
tenía ninguna por ella. Me di cuenta que iba a cagar todo mi futuro si le permitía
tener esto contra mí.
−Baja esa maldita cosa, Nina. -caminé hacia su tocador y tomé un porro,
encendiéndolo casualmente, su cámara aún me seguía-. No lo pediré dos veces, y
créeme cuando te digo, no quieres que mi papa descubra esto.
Owl grito de dolor sobre el piso, y lo patee, el porro aun entre mis labios. −Cállate,
idiota.
− ¿Podría llamar una ambulancia? -preguntó Tiff, mordiendo sus uñas, aun
apoyándose contra el marco de la puerta. Troné mi cuello y suspiré.
−Owl trajo esta mierda para sí mismo por escuchar a su drogadicta y descerebrada
esposa.
Déjala hacerse cargo de él. Así que, ¿así es cómo quieres jugar? Di los pasos
necesarios hacia Nina, agarré la Cámara, saqué la cinta, y la desgarré en pedacitos,
antes de tirar la cámara al piso y aplastarla como un jodido pedazo de pan con mi
pie-. ¿Quieres chantajearme con un estúpido video?
Hasta ese momento, no sabía sobre Walmart. No sabía que me había abandonado.
No sabía que se fue para conseguir unos jodidos cigarros y cerveza justo después
de abandonarme para morir, desnudo y gritando, en un baño público. Mis padres
de guardaron las partes jugosas para ellos mismos, y no los culpo. Su versión de las
cosas fue mucho más fácil de digerir: Nina tenía problemas de drogas. No podía
hacerse cargo de mí. Así que me entrego a ellos sabiendo que me amarían
ferozmente. Lo cual hicieron.
Tomé un avión de vuelta a casa al día siguiente y nunca puse un pie de nuevo en
Alabama. Por lo que a mi concernía, el estado dejo de existir en el mapa de Estados
Unidos.
El chico amante de la diversión, y feliz que una vez fui murió ahí, también.
Estuve presente en su funeral. Y tomé su lugar cada jodido día desde ese día en
adelante.
En mi mente.
Capítulo 27
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Observar los árboles pasar, el océano destellar, el mundo girando a mi alrededor como
un vestido de fiesta. Saber que soy parte de ello. Aceptar que no ser parte de ello también
es vida.
Me siento en la parte trasera del taxi en mi camino hacia los Hamptons, creando una
enferma lista de reproducción para nuestra estadía. Cosas románticas y suaves que
quería que escucháramos mientras hacíamos la cena y el amor y recuerdos
inolvidables.
Era un gran día para Dean y mientras el cielo gris se oscurecía sobre la costa, me
pregunté si el clima simbolizaba cómo iba a resultar todo para él. Estaba lloviendo
fuertemente. Llevaba puestas cuatro capas de ropa. Dos de ellas abrigos. Traje toda mi
medicina y el nebulizador conmigo en un bolso sobre el hombro que pesaba no menos
que yo. La verdad era que no me sentía de lo mejor. Pero Dean nos había reservado
una semana de viernes a viernes en los Hamptons y tenía tantas ganas de hacerlo feliz,
ahora más que nunca.
Iba a resolver un misterio de treinta años. Seguro que pagó un montón por ello. Iba a
estar ahí para él, en cada sentido de la palabra, incluso si tenía que soportar un poco
de incomodidad física.
—Está lloviendo bastante feo allá afuera —remarcó el conductor, apuntando hacia los
limpiaparabrisas. Se movían furiosamente a través del parabrisas. La lluvia golpeaba
sobre el techo como si estuviera intentado romperlo.
—Lo hace —estuve de acuerdo—. Siento que tenga que conducir de regreso hasta
Nueva York solo. Probablemente sea una molestia.
—Pffft —se rio el anciano—. No lo sientas por mí. Siéntelo por los indigentes. Esos
locos corredores de ahí. Los ciclistas. Gente que realmente tiene que estar afuera en la
lluvia.
—También me siento mal por ellos —dije—. Excepto por los corredores. Nadie los
hizo salir a correr con este clima. —Pasamos junto a un hombre en un brillante
impermeable amarillo que corría en la orilla del camino.
Se suponía que Dean ya estaría en la casa que teníamos rentada para este momento.
Le mandé un mensaje más temprano para preguntarle si estaría ahí a las siete y dijo
que sí. Ya eran cuarto para las ocho. Esperaba que la razón por la que no había
escuchado de él desde eso era porque había tenido un buen y largo encuentro con su
padre biológico. Esperaba que eso significara que estaban tratando de reconectase.
Esperaba un montón de cosas, pero intenté no presionar al llamar o mandar mensajes
en exceso.
Aun así, estaba preocupada, así que saqué mi teléfono y le escribí.
Rosie:
Casi llego. Emocionándome por pasar toda la semana juntos. ¿Cómo fue?
Dean no respondió. El taxi se estacionó frente a una propiedad de diseño clásico de un
solo piso que presumía de un jardín delantero que podría al Palacio de Versalles en
vergüenza. No me pasó por alto que la casa estaba rodeada por campo, bosque y nada
más. Sin casas vecinas. Sin tiendas. Solo nosotros dos en este enorme espacio. El
conductor, un robusto hombre en sus sesentas, salió del vehículo, corrió hasta la parte
trasera y sacó mi maleta de la cajuela. Entonces me ayudó con el bolso de mi
nebulizador. Corrí todo el camino hasta la puerta principal, protegiendo mis ojos de la
lluvia y presioné el timbre algunas veces. Volteando mi cabeza hacia atrás, despedí
con la mano al conductor del taxi.
—¡Que tenga un buen fin de semana! —le grité sin aliento. Malditos pulmones.
—Tú también, cariño. —Se quedó ahí por unos cuantos segundo más. La despedí de
nuevo. No había necesidad de que se quedara ahí en el frío y me esperara. Finalmente
se fue.
Toqué el timbre de nuevo. Nada.
Saqué mi teléfono y llamé a Dean. El viendo de la costa casi me llevó durante todo el
trayecto hacia el otro lado de la calle y el frío hacía cosquillas a mis órganos internos.
Sin respuesta. Llamé tres veces más, luego le envié un mensaje.
Rosie:
Sirius a Tierra, ¿dónde estás? Estoy afuera, esperando.
Rosie:
Está bien, está realmente frío y han pasado diez minutos desde que llegué aquí.
Voy a llamar a un taxi y esperarte en una cafetería del centro.
Rosie
El próximo taxi disponible viene aquí en treinta minutos. ¿Dónde estás? Esto
preocupada. Regrésame la llamada. Te amo.
La lluvia caía sobre mí y lancé mis puños contra la puerta, rogando que estuviera ahí.
Que no pudiera escucharme por el ruido de la lluvia o que estuviera tomando una
siesta y que me respondería en cualquier segundo.
La desesperación en mi voz me tomó por sorpresa.
—¡Oye! ¡Oye, estoy aquí!
Sin respuesta.
Mis dientes castañeaban.
Mi cuerpo se estremecía.
Estaba empapada, de pies a cabeza, sin nadie a quien acudir y mi ropa se volvió
pesada por la lluvia. El terror me encontré en el espacio entre la ansiedad y el miedo.
Supe lo que estaba sucediendo, pero no pude detenerlo. Y mientras el granizo
golpeaba mi rostro como si fuera vidrio, deseé una cosa por encima de todo lo demás.
No me falles, Dean. Supliqué. No seas mi perdición.
Capítulo 28
DEAN
La tierra no se sentía tan firme bajo mis pies ese día. Esa debía ser mi primera
advertencia.
Después de transferir los seiscientos mil dólares a la malnutrida cuenta bancaría de
Nina, ella envió un mensaje con el nombre de un café al otro lado del camino y dijo que
él estaría ahí a medio día. Eso me dio mucho margen de maniobra para llegar a los
Hamptons a tiempo. Aun si el tráfico era una locura, los caminos estuvieran
bloqueados, y el clima estuviera en mi contra.
−Me tomaré el resto del día libre. Si alguien pregunta dónde estoy, sólo diles el
infierno. −le dije a Sue, cerrando mi laptop y caminando por el área de recepción. Me
puse mi abrigo Valentino con estampado tropical. Sue me dio una mirada de lado, y
me dio una sonrisa del tipo come mierda.
−Que tenga un buen fin de semana, Señor Cole.
−Usted también, señorita Pearson. A la mierda con ella. Si quería hacer lo de los
apellidos, yo también. Nada lograría molestarme. Sue no era más que solo un ruido a
estas alturas.
Con pasos poderosos hice mi camino al café al otro lado de la calle. La Lluvia caía
como si sufriera de SPM. Furiosa como la mierda. Ni la mitad de lo que probablemente
yo me iba a poner, pero sí. En el minuto en que abrí la puerta y sonó la campana de
arriba, me llevo de vuelta a The Black Hole y a Rosie, así que trate de tomar una
respiración profunda. Estaba optimista sobre que Nina no vendría. Ella obtuvo lo que
quería y no tenía nada más con lo que coaccionarme. A estas alturas probablemente ya
se habrá olvidado de mi nombre. Ilusiones, y todo.
Camine por el bar y empecé a mirar a los rostros de las personas, platos, pantallas de
teléfonos, desesperado por atrapar a alguien quien pudiera parecerse a mí.
Tres jóvenes con traje. Nop−
Dos estudiantes sorbiendo café con sus MacBooks. Siguiente.
Un tipo de ochenta años con un traje de tres piezas. Como el infierno. Él no era del tipo
de Nina.
Una mujer de Treinta y algo que me devolvió una mirada y una sonrisa roja y brillante.
Lo siento, cariño. Felizmente tomado.
− ¿Dónde está Nina? −pregunté. Estaba loco ¿verdad? El tipo de enferma, retorcida
mierda que pasó por mi mente cuando asumí que Rosie me engañaba cuando en
realidad estaba en el hospital. Mi papá estaba felizmente casado con mi mamá cuando
Nina quedó embarazada. Tal vez mi padre biológico se fugó en el último minuto, y Eli
estaba aquí para recoger las piezas.
−Siéntate. −dijo.
−No. −No podía sentir mi cara−. Dime porque mierda estas tú aquí y dónde está Nina.
−Lenguaje, Dean.
−A la mierda el lenguaje, Papá. −me enderecé usando el respaldo de una silla−. ¿Qué
está pasando?
Pánico corría en mi sangre. Esto no podía significar lo que pensaba que significaba.
Papá se acercó más y puso su mano sobre mi hombro. Su apretón no era tan firme
como usualmente lo era.
−Yo quería decírtelo cuando estuviste en Todos Santos para acción de gracias…
−No. −reí, avergonzado. Lo empuje, sintiendo como si alguien me hubiera golpeado en
la nariz desde dentro de mi cabeza. Su cabeza golpeó la pared, y su hombro empujo a
una mujer que estaba detrás y nos dio una mirada−. Mi vida no es una maldita
telenovela, y tú no te follaste a Nina mientras estabas casado con Mamá. −dije eso
como una declaración, pero obviamente, eso también era una ilusión. Levantó las
manos en señal de rendición−. Hay mucho que debemos hablar, hijo. Deberías
sentarte.
− ¡Deja de jodidamente decirme que me siente! −elevé la voz, golpeando la mesa con
ambas manos.
Hace once años, Donald Whittaker fue admitido finalmente a Emergencias después de
dos días de dolor insoportable para ayudarlo con la nariz rota, dos costillas
fracturadas, y varios cortes que yo le causé. Él no estaba asegurado, así que Owl y Nina
tuvieron que pagar una tonelada por su permanencia en el hospital. Lo que él no sabía
fue que lo único que lo separó de la muerte fue la hija del Predicador, Tiffany.
No sabía que pensar. No sabía que sentir. No sabía porque mi mamá seguía casada con
él cuando obviamente él se follaba a su hermana mayor.
Y entonces me golpeo como un camión de carga. Yo era él.
Yo era el idiota que hizo eso. Quien se metió entre dos hermanas. Ese imbécil, ¿ha
encendido el interruptor de odio? Tengo todo el potencial de ser él.
− ¿es así como llegas a mí? Escupí.
−Tú te cierras cada vez que trato de llegar a ti. −Jesucristo.
−Estás muerto para mí. −Y en ese momento, era la verdad−. Jodidamente.muerto. No
me llames. No me hables. Ni siquiera pienses en mí. Yo no pensaré en ti. −Entonces salí
por la puerta azotándola tras de mí, clavándome en el bar más cercano de la cuadra.
Golpee tres veces mi puño sobre el mostrador.
−Bartender. Brandy.
Y me apagué.
***
Rosie
Mis ojos se abren y gruño, alcanzando con mi mano para tocar mi sien. Había un
molesto sonido zumbando en mi oreja. Sonaba como un viejo carro tratando de hacer
un viaje que ya no estaba destinado a hacer. Fue cuando mis ojos se ampliaron,
cuando me di cuenta que tenía tubos insertados en mis venas. Un goteo de
intravenosa junto a mí. El cuarto brillante. Luces Fluorescentes. Todo el gran show del
hospital.
La máquina. Seguía hacienda ese ruido que parecía sacudirme los nervios.
Phhhhhhsttttt. Phhhhhhsttt. Phhhhhhsst.
Alguien seriamente necesitaba apagarla antes que me volviera toda Hulk con ella.
DEAN
¿QUE DEMONIOS ES ESE OLOR?
Me llevó cerca de un minuto el momento en que reconocí que estaba echado sobre
mi estomago en algún lugar, en un cuarto que no conocía, hasta que conseguí abrir
mis ojos. Mierda, los sentía más pesados que acarrear a Trent sobre mi espalda, lo
cual hice una vez cuando se lesiono mientras estábamos en la preparatoria. Pero
no era el momento de divagar con esa historia, pensé.
¿dónde estaba? Miré alrededor. Había una lampara blanca a mi derecha, las
sabanas eran color rosa, y el cuarto se vía limpio y olía a flores…
Santa mierda, no.
−No sé dónde está ella, −respondí, terror aprensándome por la garganta−. Mierda,
Vic, no está en su departamento, y no tenía las llaves de la casa de los Hamptons,
así que no tengo idea de donde fue.
−Está en el hospital, imbécil. Sus pulmones están colapsando. Su hígado no está
funcionando, y apenas puede respirar. Felicidades, la jodiste a lo grande. −dijo con
voz seca.
Colapsé sobre un taburete en mi cocina, agarrándome atrás del cuello tan fuerte
que me hice sangrar.
− ¿Qué hospital?
−No te estoy diciendo una mierda, hombre. Nadie quiere verte aquí.
−Necesito verla.
−Eso no va a suceder. Patearé tu lastimoso trasero si lo intentas, y si de alguna
manera logras pasarme a mí, su papá te deparará justo en tu jodida cara.
Permanece lejos.
−Vicious. −gruñí.
− ¿Qué demonios estabas haciendo? ¿Qué era más importante que abrirle la puerta
a tu novia enferma?
Emborrachándome, pensé con amargura. Entonces caí en cuenta que eso fue
exactamente lo que ella hizo. Arremetía contra la puerta con desesperación
mientras yo estaba sentado en un bar junto a la cálida chimenea, bebiendo licor
fuerte.
Pendejo, pendejo, pendejo.
− ¿Está despierta? −pregunté, tomando de una vez mis llaves. El escuchó el sonido
diciéndome que era una mala idea.
−Viene y va.
−Necesito verla. – era como un jodido disco rayando que no pararía de girar hasta
conseguir lo que quería.
−Eso ya lo habías dicho. −Vicious no parecía muy impresionado con mi
persistencia−. No se ve bien para ti, los LeBlanc están locos. Millie se ve como el
infierno. No es un buen momento para venir aquí.
−No me importa.
−Bueno, pues debería. −La voz de Vicious era grave−. El tiempo lo es todo.
Me pasee por la sala de espera porque no había nada más que ellos pudieran hacer
para detenerme. Llamé a Vicious, Millie, y Rosie cada dos minutos. Patee la
máquina expendedora algunas veces cuando mi mente me estrangulaba por la
culpa. Me jalé el cabello. Le hice promesas a Rosie que no pudo escuchar. Rompí
esas promesas. Pensé maneras creativas de colarme en su cuarto. Recordando que
ni siquiera sé cuál era su número de cuarto. Maldije más veces. En general actué
como un jodido loco.
Él lo supo. Él supo solo con verme que no había necesidad de hacerme sentir
culpable por todo lo que había pasado. Yo ya estaba en el fondo de la vida, tratando
de arañar mi camino de para salir y volver al universo de Rosie con uñas
sangrantes.
− ¿Qué sucedió? −Vicious comenzó a caminar hacia el Starbucks al otro lado de la
calle, y emparejé mis pasos con él. Tanto como odiaba andar de perro tras de
Vicious, tenía que reclutarlo para mi bando. Eso, por sí mismo, parecía imposible.
Nosotros siempre fuimos cabeza con cabeza. Creo que eso había mantenido viva
nuestra amistad. La batalla constante.
−La madre de todas más tormentas de mierda. −Pasé una mano por mi cabello y
golpeé la pared más cercana. Coño, iba a decirle. Porque tenía que. Por Rosie−. De
balazo: soy adoptado. Hasta ahora pensé que mis padres me adoptaron de mi tía la
zorra quien se preñó de un pedazo de mierda que desapareció. Resulta que el
desaparecido pedazo de mierda es de hecho el abogado de alto rango Eli Cole. Él
durmió con la hermana mayor de su esposa cuando ya estaban casados y
decidieron esconderlo de mi por treinta años. Así que, ya sabes, el jodido resumen.
−Mierda, −Siseo Vicious, deteniéndose para mirarme a los ojos, asegurándose que
no fuera una gran, gorda, triste broma. Después de eso, tomamos nuestros cafés y
nos sentamos cerca de la ventana para observar el hospital. El pensamiento de que
estaba tan cerca físicamente pero mentalmente tan lejos hacia mi mente un caos.
Sentía como si todo estuviera acabando. El mundo. Nosotros. Ella−. Eso es un gran
desastre. No tenía idea de que Eli fuera capaz de superarnos, −dijo Vicious,
probablemente refiriéndose al hecho de que remojo su polla en la hermana de su
esposa.
−Está en los genes, supongo. −me acaricié la barbilla pensativamente, tomando un
sorbo de mi taza de Joe−. ¿A quién demonios le importa eso, Vic? En serio. Ella me
necesitaba, y yo la planté. Ella me necesitaba, y estuvo parada en la lluvia
esperando por mí. Debería arder en el infierno por eso. De hecho, apuesto que
estarías feliz de encender el maldito cerillo.
−Quiero el quince por ciento de tus acciones en Fiscal Heights Holdigns. −Me dio
una cucharada de mi propia medicina y me la empujo hasta el fondo de mi jodida
garganta. Ni siquiera pensé en su demanda antes de que las palabras dejaran mi
boca.
−Tómalas. So tuyas. Ahora llévame ahí. Necesito verla.
−−Veinte. Dijo. Imbécil
Directo a la cara, le dije −Tuyas.
−Veinticinco. De todas tus acciones. Mías. Firmadas mañana por la mañana.
−Toma todas mis acciones. Toma mi ropa y mi departamento hasta mis órganos
internos. Déjame verla. Razona con los LeBlanc.
Se levantó, terminando su café de un trago, y bajando la tasa.
−La cosa eso, Señor desgraciado. Que no necesito nada de tu mierda. Pero te
ayudaré. Esta el parte difícil, por cierto. Aun si sus padres accedieran a dejarte
verla, las hermanas LeBlanc no son fáciles de pasar.
Me paré, dejando que una sonrisa asomara finalmente en mi rostro.
−Bueno, entonces en bueno que yo sea un excelente tacleador.
Capítulo 30
Rosie
**
Dean
Rosie
TODO DUELE.
No podía siquiera distinguir que dolía menos y que ardía más. Mi cuerpo entero era un
nudo de agonía. Había una máscara de oxigeno puesta sobre mi cara. Veía sobre la
mesita a un lado de mi cama de hospital y vi un pequeño espejo que mamá debió
olvidar. levantándolo con los remanentes de mi energía, sintiendo su pensó en mis
dedos y checando mi reflejo con ojos adormilados… me veía amarilla. ¿Había dejado
de trabajar mi hígado?
Elle vino a dos visitas, pero era difícil para ella hacer el viaje desde Nueva York hasta
los Hamptons, así que nunca se quedaba por mucho tiempo.
Esperé. Impacientemente. Golpeando mis dedos sobre los muslos en lo que se supone
sería un respiro, pero nada de aire salía de mis pulmones. Mirando fijamente a la
televisión apagada, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero me di cuenta que era
de noche. Las noches en los Hamptons eran muy distintas a las de Nueva York, medité
mientras miraba a través de la ventana. Menos contaminación. Mas estrellas.
¿Dónde diablos estas, Earth, y lo estás llevando bien?
Era molesto. Sentarse aquí y esperar por alguien que me sacara de mi miseria y
aburrimiento. Sentarme por mí misma no me hacía sentir bien. De hecho, abría una
puerta para la oscuridad dentro de mi cabeza. Mi ataque de ansiedad en pleno apogeo.
Quiero decir… ¿por qué no? Mi novio estaba ignorándome, donde diablos estuviera.
Claramente estaba haciéndolo mal. Los doctores dijeron muy poco, y el Dr. Hasting
seguía pidiéndome que descansara, como si estuviera planeando correr un maratón
en navidad.
Tú vas a morir
Desaparecer. Ahogarte, en una tumba.
Él va a continuar.
Y encontrará otra chica.
Él va a continuar.
Y no serás tú.
Él va a continuar
Pero no te dolerá. Nada más lo hará. Porque… te habrás ido.
Un toque afilado en la puerta detuvo los pensamientos arremolinándose en mi cabeza.
La intensidad de éste sugería que quien quiera que estuviera tras la puerta, había
estado tratando de tener mi atención por varios minutos. Sabía que no eran mis padre
o Emilia, porque ellos nunca tocaban la puerta antes de entrar. No quería ser estar
llena de esperanza, pero tampoco podía evitar sentirla.
− ¿Sí? −Me aclaré la garganta, mordiendo mi labio para detener la tos. Mis ojos
clavados en la puerta, desesperada, rogando por que sea él.
La puerta se abrió
Y alguien entro.
No era él… pero era la segunda opción.
***
Dean
−Deja de beber. −Ladró, pero no era necesario que él me dijera eso. Yo ya sabía que mi
aventura romántica con el alcohol había terminado. Había terminado el minuto que
Rosie me dijo que cuidaría de mí. Todo lo que tuve desde entonces eran solo recaídas
debido a las circunstancias.
Pero no más recaídas
No más mierda
De ahora en adelante
Yo iba a ser bueno. Si quedaba algo de mí para ser bueno después de que todo esto
acabara.
−Déjame decirte lo que va a pasar ahora, Ruckus, −Vicious usó mi apodo de la niñez, su
aliento abanicando mi rostro mientras me apretaba el cuello. Lo deje tener su
momento. Yo patee su trasero casi semanalmente cuando éramos adolescentes. Lo
hice. La jodi. La expiación era lo correcto.
−Voy a ayudarte. Una, jodida vez, y tu no me hagas arrepentirme. No. Vas a subir ahí, y
vas a disculparte. Con ella, sus padres, con Millie. Con las jodidas enfermeras, la
recepcionista, y el chico que limpia los ventanales. Con todo el mundo. Porque tú. La
jodiste. La jodiste tan mal, que otras personas tuvieron que cruzar el país para limpiar
todo tu desastre. ¿entendido?
−Ahórrate la mierda, Oprah. −lo empuje a un lado, camine dentro del hospital−. Yo sé
exactamente cuan mal arruiné las cosas, y aunque aprecio que estés de mi lado, se
cómo arreglar las cosas.
***
Dean
Pasamos por Millie, quien estaba consiguiendo su te herbal en el Starbucks abajo en el
hospital. Vicious se detuvo y señalo con la barbilla en su dirección.
−Haz las paces con ella.
−Nunca hemos estado en guerra. −Mis ojos estaban hundidos, cansado. No tenía
tiempo para Millie. Estaba en la fase donde quería hacer las cosas de la manera
correcta, no quedarme en el pasado.
−Esto es indiscutible, Dean. Rosie nunca te aceptará de vuelta sin la bendición de
Millie, de cualquier modo. Solo hazlo.
Renuentemente, me acerqué a mi novia de la preparatoria, que lucía muy embarazada
u muy molesta, sentada en la mesa del Starbucks, sorbiendo su té. Vicious espero
fuera y pretendía jugar con su teléfono. Imbécil.
−Hey, −dije.
−Hola, −dijo ella.
Nosotros no hablábamos nunca, Millie y yo. No había rencor, creo. Solo indiferencia.
Tuvimos una pequeña charla cuando pasamos juntos acción de gracias, incluso la
ayude con los platos, pero realmente nos mantuvimos alejados uno del otro.
−Dime algo, Dean. ¿Amas a mi hermana? −sus ojos azules buscaban en los míos. Me
trague la ira, conteniéndome de perder toda mi mierda.
−Ella es todo mi jodido mundo. −admití.
−Entonces ¿Por qué la decepcionaste?
−Fui egoísta
−Mi hermana no puede estar con un hombre egoísta.
−Voy a cambiar.
− ¿Y si no puedes cambiar?
−Vicious lo hizo, −chasquee− Vicious cambió, por ti. Mira, Millie, me agradas, en
verdad. Siempre lo hiciste. Pero Rosie… Rosie es ella. Lo que sea que creas que Vicious
es capaz de hacer contigo… yo puedo hacerlo, probablemente más, para estar con
Rosie. Esto fue una pequeña cagada. Aprendí mi lección.
Fue su turno de ser honesta y parpadear las lágrimas. −Estoy asustada, −admitió,
mordiéndose los labios−. Tan aterrada.
−Yo también, −dije.
Nos abrazamos, fuerte y por un rato. Conte los segundos, los segundo que estaba lejos
de Rosie−. Pero cuando Millie finalmente me dejo ir, supe que había ganado su
bendición. Limpié las lágrimas de su rostro.
−Realmente la amo, −dije.
−Lo sé. −asintió y rio−lloró−. Dios, ¿cómo pudimos estar juntos?
−No lo sé, −le dije−. Supongo que todas quieren un pedazo de mí.
−Golpeo mi brazo.
−Demuéstrale que la amas, Dean.
Iba a hacerlo, aunque fuera lo último que iba a hacer.
***
Dean
Era la octava vez que caminaba hacia su cuarto desde que fue ingresada al hospital
hace tres días, esperando que estuviera despierta y que sus padres se sintieran lo
suficientemente generosos para dejarme verla. Las maquinas sonaban perezosamente
desde los cuartos a lo largo del pasillo. Enfermeras con sus uniformes corriendo me
pasaron, sus hombros cepillando los míos mientras leían sus reportes. Vicious estaba
a mi lado. Doblamos la esquina. A cuatro puertas de su cuarto, me detuve. Vicious se
detuvo conmigo.
− ¿Qué? −preguntó, sus ojos aun clavados en el teléfono.
−Dime que la resaca está afectando mi visión. −señale hacia su puerta. Él pasaba los
dientes sobre su labio, tratando de descubrir qué diablos sucedía.
−Darren. −Escupí. −Maldito Darren, Doctor Imbécil acaba de entrar a su cuarto.
En ese momento una descarga de adrenalina corrió por mis venas, cada terminación
nerviosa de todo mi cuerpo chisporroteaba, qué hacia él ahí, y ¿quién le dio le hizo la
llamada cortesía que yo nunca tuve? No pudo haber sido ella. No pudo. Retomando mis
pasos, me di cuenta que Vicious me seguía.
− ¿Qué mierda estás haciendo, hombre? Déjalo ir
A la mierda que lo dejaría.
− ¡Charlenne! −grité a su madre, quien estaba en el otro extremo del pasillo, su cabeza
se levantó del vaso de unicel en el que estaba concentrada, y se levantó de la silla. Su
expresión grave indicaba que veía a Lucifer mismo, y en ese momento, no estaba
completamente equivocada. Ya había tenido suficiente de esta mierda. Me detuve a
unos pasos de ella y sacudí mi dedo con dirección a la puerta
–¿Su ex novio acaba de entrar allí? –Juro que estaba espumeando por la boca–. ¿Eso
acaba de jodidamente suceder?
–Darren –ella suministró, sus ojos y su cara hinchados de alguna manera probando
suerte con una sonrisa tímida–. Buen chico –articuló. Porque aparentemente yo no lo
era.
–¿Quién lo invitó? –Exigí.
–Paul. –El padre de Rosie–. Darren siempre ha estado ahí para ella. Fue sencillamente
justo que le avisáramos.
–Siempre estuve allí para ella –insistí, golpeando una pared y sin sentir nada, ni el
dolor, ni el ardor, nada.
–No cuando ella te necesitó. –La voz de Charlene era demasiado triste para estar
conmocionada por mi acto espontáneo de violencia–. Cuando ella te necesitó, Dean,
desapareciste.
–Lo voy a echar. –Me dirigí a la puerta. Rosie estaba obviamente despierta si lo
dejaron entrar. Había una pequeña ventana cuadrada en la puerta, pero sabía que no
debía mirar. ¿Él le tomó la mano? ¿Estaba contenta de verlo? ¿Iba a echarme? Mi
cabeza giraba con las posibilidades.
Vicious sujetó mi brazo, apretando una vez. –Hombre.
–Mierda. Tú.
Entré echo una furia. Darren estaba inclinado en una silla junto a la cama de Rosie.
Ella estaba despierta. Y se veía horrible. Nunca la había visto así. Tan... no ella misma.
Sus ojos eran oscuros y profundos círculos que enmarcaban su color azul claro. 4,5
kilos más delgada, agotada y triste. Fue entonces cuando me di cuenta de que Nina
nunca me rompió el corazón.
Rosie lo hizo, hace once años.
Lo hizo cuando me empujó a los brazos de su hermana.
Y lo hacía ahora, en esa cama de hospital. Porque si ella iba a morir, yo también lo
haría.
–Vete –le ordené, mis ojos concentrándose en mi novia. Mi novia.
Paul y Charlene irrumpieron, gritándome en decibelios que los oídos humanos no
debían contener. No escuché. Malditamente no me importaba. Iba a darle a Darren una
muy buena razón para quedarse en el hospital si no se larga a de aquí.
–Ella me quiere aquí –informó el chico blanco Darren, con voz suave de Connecticut.
Dios, apuesto a que nunca dijo “joder” y usó la palabra “mierda” esporádicamente.
–Darren. –Rosie se inclinó para acariciar su mano, sus pulmones resoplando como un
globo que estaba perdiendo aire–. Siento mucho que mi padre te haya pedido que
pases por todos estos problemas. Están pasando muchas cosas en mi vida ahora
mismo. Por favor, no lo tomes de la manera incorrecta. Estoy muy agradecida de que
hayas venido hasta aquí, pero es hora de que te vayas.
El escucharla echarlo calmó parte de mi ira. Respire el escaso aire del hospital y entré
más profundamente en la habitación.
Darren miró entre Rosie y su padre. Paul negó con la cabeza, con los labios fruncidos.
Su madre rodeó la cama y la abrazó. Millie probablemente estaba descansando en
algún lugar del hospital. Vicious y los padres de Rosie estaban a punto de unirse a ella,
para que finalmente pudiera tener un poco de maldito tiempo a solas con mi novia.
–Bien –dijo Darren, finalmente–. Como quieras, Rosie-bug. Si necesitas algo, sabes
dónde encontrarme.
Un silencio de confrontación se cernió entre nosotros después de que Darren saliera
de la habitación. Todos los ojos estaban puestos en mí.
–Todos afuera –dije.
–¿Incluso yo? –Rosie arqueó una ceja e intentó sonreír. Y falló. Luciendo adolorida por
siquiera intentarlo.
–No. Estás quedándote conmigo. Nadie más puede controlarte, de todos modos.
–¿Por qué estamos permitiendo que esto pase? –Charlene LeBlanc lanzó sus manos al
aire–. ¡La dejó bajo la lluvia torrencial, por el amor de Dios! Él. Hizo. Esto. –Señaló a
Rosie, su dedo moviéndose–. Paul, haz algo.
–Mamá… –dijo Rosie.
–Cariño, lo sé, pero… –Paul trató de tranquilizar a su esposa.
–Jesucristo, simplemente callense. –Vicious golpeó su palma contra el soporte de la
cama, y todos se callaron. Probablemente sorprendidos de que les dijera que cerraran
la boca–. Quiero decir ¿En serio? Dean la levantó. Una vez. Después de perseguirla por
un largo tiempo. Nunca he visto a un hombre soportar tantas tonterías cuando se trata
de una chica antes de ver a Dean Cole. Charlene, Paul, amo a su hija. Mucho. Moriría
por ella si tuviera que hacerlo, pero incluso yo tengo que admitir que le hice cosas
terribles. Cosas que pensé que nunca podría reparar. El hecho de que aceptara casarse
conmigo es un pequeño milagro. El hecho de que ella sepa quién soy y todavía elija
tener un bebé conmigo es un milagro aún más grande. Pero Dean... Dean no es Vicious.
Dean cometió un error, no una decisión consciente de hacerle daño. Y merece ser
escuchado. –Giró la cabeza, intimidando a Rosie con su mirada. Dejé de respirar,
esperando a que dijera algo.
Ella tosió, se movió en su lugar para arreglar las almohadas a sus espaldas, y luego
asintió levemente.
–Mamá, papá, necesito escuchar lo que tiene que decir.
Los padres de Rosie intercambiaron miradas de preocupación.
Charlene exhaló. –Estaremos afuera.
La puerta se cerró. Nuestros ojos se encontraron. Ella no estaba bien, lo sabía. Ahora
era el momento de decirle que finalmente lo entendí. Por qué me empujó a los brazos
de su hermana. Por qué nos dejó a ambos sufrir a través de esta mierda. El amor te
hace hacer cosas locas e irracionales. El amor y la muerte están conectados por una
cuerda invisible. Tira demasiado fuerte, y estás acabado. No podría vivir sin Rosie. Era,
tal vez, lo único que estaba claro para mí en este momento.
Me dejé caer en su cama, sentándome junto a sus muslos, tomé su mano y la coloqué
sobre mi corazón.
Lo siento no bastaba. Tenía que ir a lo grande. Tenía que recorrer todo el jodido
camino esta vez.
–Pusiste mi vida de cabeza, y nunca volveré a ser el mismo –le dije, sintiendo que mis
palabras eran algo vivo. No solo las decía, las sentía.
Ella sonrió y se encogió de hombros. Luciendo como su viejo yo joven por un segundo.
Aparte de ese tono amarillo en su piel.
–No es mi culpa que te hayas enamorado de una chica moribunda.
–No es mi culpa que hagas que sea jodidamente imposible no hacerlo.
–¿Dónde estabas? –Su voz murió en su garganta. ¿Quería decir el día que me esperó en
los Hamptons o durante su estadía en el hospital?
–Estaba justo aquí, Bebé LeBlanc. Todo el tiempo. En el momento en que descubrí
dónde estabas prácticamente volé hasta aquí. No me dejaron verte, así que me quedé
en el lugar que alquilé para nosotros. Y bebí. Y sentí pena por mí mismo. Y mantuve la
antorcha del imbécil perdedor ardiendo bastante brillantemente, gracias por
preguntar.
Ella bufó. –¿El viernes?
Dejé escapar un suspiro, rascandome la barba.
–¿Dean? ¿Cómo estuvo la reunión con tu padre?
Las palabras salieron de mí como una compuerta rota. Le dije a mi debilitada novia
exactamente lo que sucedió, sin ahorrarme ni un detalle. Ella derramó algunas
lágrimas silenciosas, agarrándome la cara con sus manos heladas, pero nunca me
había sentido más cálido en toda mi vida. Besé sus labios y le pedí perdón, una y otra y
otra vez.
–Lo siento. –Mis labios se deslizaron a su frente–. Joder, Rosie, lo siento, lo siento –
Mejilla–. No puedo decirte lo que me hace, verte así, saber que fui yo quien lo causó. –
Toque en la nariz–. No puede terminar así. No puede. –Labios otra vez.
Ella me abrazó, y sentí sus ardientes lágrimas corriendo por mi cuello.
–En cierto modo estoy esperando que termine así. Me hiciste feliz. Muy feliz. Pero... te
mereces todo. Esposa, niños, una cerca blanca.
–Y lo tendré todo. Contigo.
–Sabes que eso no puede suceder conmigo.
–Entonces no puede pasar con nadie. No habrá una próxima Rosie. Y no habrá otra
historia como la nuestra. Esto es todo, Rose LeBlanc. Y esto somos nosotros. Si no hay
tú, entonces no hay yo.
–Sabes, siempre odié a Romeo y Julieta. La obra. La película. La idea misma. Era
trágico, está bien. Trágicamente estúpido. Quiero decir, ¿ellos tenían cuanto? ¿Trece?
¿Dieciséis? Qué desperdicio de vida, matarte porque tu familia no te dejaría casarte.
Pero Romeo y Julieta tenían razón. Yo era el imbécil estúpido. Mira lo que me pasó.
Conocí a mi verdadero amor a la edad de dieciocho años y pasé los siguientes once
años matándome lentamente mientras me lamentaba por ti. Luego volviste, y todavía
pensaba que era solo una fascinación. Pero ahora que lo sé... –Me alejé para poder
mirar su cara. Ella se estaba desvaneciendo. Lo vi. Sus pulmones no habían estado
funcionando bien. Sus doctores dijeron que la infección se había extendido al resto de
sus órganos. Ella estaba ardiendo con fiebre. A pesar de sus frecuentes viajes al
hospital, esta vez era diferente.
Y todo esto podría haberse evitado si no fuera un bastardo alcohólico.
Presioné mi mejilla contra su palma, besando su muñeca. –Ahora que sé que sólo
puedes ser tú, vas a mejorar para mi para que la Tierra no explote. ¿Puedes hacer eso,
Sirius? Prometo no salir de esta habitación hasta que salgas. Ni siquiera para una
ducha. Ni siquiera para conseguir tus galletas con chispas de chocolate. Haré que
alguien conduzca todo el camino hasta Nueva York y te las traiga.
–Te amo. –Las lágrimas de Rosie cubrieron su visión. Sus dedos temblorosos
encontraron mis labios cuando querían tocar mis mejillas, pero una vez que sus dedos
rozaron mi boca, me di cuenta de que estaba derramando algunas lágrimas también.
No podía recordar la última vez que lloré. Definitivamente no era del tipo sollozante.
De hecho, fue probablemente alrededor de la época en que Nina me abandono en
Walmart cuando lloré por última vez. Pero lo hacía ahora, porque la mujer que amaba
más que a la vida misma estaba perdiendo una batalla hacia la que personalmente la
envié.
–Te amo, bebé LeBlanc –dije–. Jodidamente demasiado. Tú me enseñaste a amar. ¿Qué
tan bien lo hice?
Ella sonrió, una lágrima rodando por su mejilla. –A+ –susurró–. Lo aprobaste. ¿Puedes
prometerme algo?
–Cualquier cosa.
–Vive.
–No sin ti.
–Y ten hijos. Muchos. Ellos son divertidos.
–Rosie…
–No estoy asustada. Obtuve lo que quería de esta vida. Tú.
–Rosie.
–Te amo, Tierra. Fuiste bueno conmigo.
–¡Rosa!
Sus ojos se cerraron, la puerta se abrió, el sonido en su monitor se apagó, y mi corazón
se desintegró.
Pieza.
Por pieza
Por pieza
Epílogo
Dean
Tres años después
—Hombre, ¿qué demonios está haciendo tu hijo?
—No es mi hijo.
—Oh, como que el infierno existe no lo es. —Trent lleva la botella de cerveza a sus
labios, dando un largo trago—. Está usando una maldita chaqueta multicolor. Es
Knight, bien.
Entrecierro mis ojos, porque está luminoso como el infierno a la tarde en Todos
Santos, y efectivamente, es mi hijo. Mi hijo de cuatro años está… ¿qué está haciendo,
exactamente? No estoy completamente seguro, pero conociendo a Knight, no puede
ser algo remotamente constructivo, y probablemente le haga ganar una cantidad
indefinida de tiempo en el rincón de castigo. Este niño ha visto más paredes que un
pintor de murales.
Es mi mini-yo con esteroides. Confianza, actitud y travesura todo envuelto en una
sonrisa inocente.
—Creo que acaba de dibujar un gran pene en la frente de la hija de Jaime —comenta
Vicious, mirando fijamente en su vaso de whisky como si contuviera la respuesta al
misterio de la vida. Yo bebo agua. Por los últimos tres años, solamente ha sido agua
para mí. No voy a engañarte con ser un cristiano que nació otra vez como Donald
Whittaker. Sí, estoy jodidamente muriendo por un trago. Permanecer sobrio es un
sacrificio, pero uno que estoy dispuesto a hacer por mi familia.
Vicious le pega un codazo a Jaime, inclinando su barbilla hacia Knight y Daria.
—Si eso no es marcar su propiedad desde una temprana edad, no sé lo que es. Tu hija
está en problemas. Mantén un ojo en ese.
—Son solo niños, cara de pene. Es llama jugar.
—Jugar. —Vicious saborea la palabra en su lengua—. Jugaste el mismo juego con Mel,
si mi memoria no me falla. Pero con un pene de verdad, y no fue su frente donde lo
pusiste.
Esa última declaración le gana a Vicious un puñetazo en el brazo. Giro mi anillo de
bodas alrededor de mi dedo y observo a nuestros hijos corriendo alrededor de
nosotros, los rayos del sol brillando entre ellos.
—¡Knight! —lo llamo, y alza la mirada, el marcador negro aferrado a su pequeño puño.
Oh, demonios.
No parece un marcador. Parece un Sharpie.
—Ven aquí, por favor. —Asiento hacia la esquina donde Jaime, Vicious, Trent y yo
estamos parados. Luna se está agarrando a la pierna de Trent como si fuera un ancla.
Sus ojos verdes grisáceos son enormes e inquisitivos, y está usando una camiseta
negra, vaqueros negros y Chucks negras.
Ella nunca abandona el lado de su padre.
Knight camina lentamente hacia nosotros, balanceando sus brazos junto a su cuerpo
de una manera exagerada. Hoy estamos celebrando su cuarto cumpleaños, y todos sus
amigos de pre-escolar están aquí. Trent está volteando filetes y hamburguesas, y hay
un puesto de perritos calientes junto a la piscina gigante, un payaso, un mago y una
máquina de algodón de azúcar. Solamente lo mejor para mi hijo.
Lo sé, lo sé, es mío y soy parcial, bla, bla, bla, pero lo juro, el chico es algo especial. Mi
esposa y yo lo supimos en el minuto que lo vimos.
—Nació el dieciocho de agosto —dijo la mujer de la agencia de adopción cuando
deslizó una foto de él a través del escritorio hace tres años. Fuimos a verla
inmediatamente después de nuestra apresurada boda en las Vegas. Mi esposa y yo
intercambiamos una mirada ilegible antes de estallar de la risa. Ese fue el día que
dormimos juntos por primera vez. Dieciocho de agosto. El destino tiene un retorcido
sentido del humor como ese.
Knight se ve igual a mí, aunque no haya venido de mí. Pero su cabello es marrón
ceniza, sus ojos verde jade. Es el doble de alto que los niños de su edad. Bueno, aparte
de Vaughn, el hijo de Vicious y Emilia.
Knight (mi media naranja lo llamó así porque vino a salvar el día) se para frente a mí,
esperando a la inevitable Inquisición española.
—¿Qué le hiciste a Daria? —pregunto, arrodillándome a su nivel de ojos. Daria es dos
años mayor que Knight. Ella debería ser la que manda, no al revés. Pero supongo que
está en nuestra sangre criar pequeños pendencieros y machos alfas y las chicas que
luchan contra ellos hasta que ceden a sus encantos.
—La tatué —dice mi hijo, su voz tranquila. Me está mirando fijamente a los ojos, y
tiene esa mirada en su rostro qué dice “qué vas a hacer al respecto”.
—Dibujaste en su frente —lo corrijo—. ¿Por qué hiciste eso?
—Ella pidió ser tatuada. —Dios santo Nada de mirar Ink Master con este chico cuando
su madre está muy ocupada para notarlo.
—¿Qué le tatu… pintaste en la frente, exactamente?
No digas un pene. No digas un pene. No digas un pene.
—Una nave espacial —responde. Se gira y llama a Daria, quien trota la corta distancia
hasta nosotros. Knight procede a explicar, su dedo moviéndose a través de la frente de
ella—. Este es el tanque externo —señala a la cabeza del pene, ¿y mencioné que mi
hijo quiere ser un astronauta y adora el espacio tanto como yo?—, y esta es la órbita
—apunta a las bolas.
—¿Y qué está disparando el tanque externo, exactamente? —interroga Jaime, su voz
rígida. Contengo mi risa y espero a que Knight responda. Sus ojos se agrandan.
—Balas, por supuesto. Muchas y muchas balas.
Gracias a Dios no dijo semen.
Pongo una mano en la suave y rojiza mejilla de mi hijo.
—Escúchame con cuidado, Knight, ¿de acuerdo? No dibujamos en el cuerpo de otras
personas. Jamás. Especialmente nada de naves espaciales. —Jaime es un amigo, pero
no estoy seguro de cómo me siento respecto a otros padres llamando a mi puerta
quejándose de que mi hijo está dibujando penes en sus hijas.
—Entendido. —Asiente—. Nada de naves espaciales.
—Y no hacerle a otros niños tatuajes, punto. Ahora ¿por qué no juegas con Vaughn?
—Porque lo odio —responde Knight directamente.
La próxima generación sin duda alguna está siguiendo los pasos de sus padres.
Alboroto su cabello.
—Ve a revisar a tu madre, amigo. —Le beso en lo alto de la cabeza.
—De acuerdo, papi.
—Y dame la Sharpie.
Daría sigue mirando a su padre. Jaime la pone en su pierna con un abrazo.
—Nena, ¿puedes prometerle a papi algo?
—Sí.
—Nunca, jamás, mires o hables o juegues con Knight otra vez.
Daría pone sus ojos en blanco y camina hacia la máquina de algodón de azúcar que mi
madre, Helen, está manejando. Jaime, Vicious y yo reímos.
Trent está volteando hamburguesas con una cerveza en su mano, negando con la
cabeza.
—¿Quién demonios son todas estas personas? Ni siquiera conozco a la mitad de ellas.
—Señalo con mi agua embotellada a la multitud. Ahora que todos vivimos en Todos
Santos (la vida lejos de los otros se sentía un poco cercan a la muerta, nos dimos
cuenta, tras lo que le sucedió a Rosie) y vivimos en el mismo vecindario, pasamos
juntos todos los días.
—Invitaste a la mayoría de nuestros colegas. —Jaime se encoge de hombros.
—¿Lo hice? —Me rasco la cabeza.
—Tu esposa lo hizo —interrumpe Vic—. Em le dijo. Conexiones y toda la mierda. Oh, y
mira aquí. Nuestro socio pasó a saludar. —Inclina su barbilla hacia un hombre
que sí reconozco. Su rostro estaba pegado en la portada del The Wall Street Journal.
Jordan Van Der Zee. En sus casi sesenta por cumplir setenta. Parece como una versión
malvada de Putin. Compró el cincuenta por ciento de nuestras acciones, haciéndonos
dividir el resto entre nosotros.
Un acuerdo multimillonario que nos dejó con más dinero del que podemos gastar en
diez vidas pero menos poder en Fiscal Heights Holdings. Ahora tenemos tiempo para
pasar con nuestras familias. Juntos. Van Der Zee dispersó a su propio equipo de
administración por Chicago, Londres y Nueva York, y ninguno de nosotros está
destrozado, porque tomamos nuestras almas con nosotros cuando firmamos el
acuerdo. Sue ahora tiene a una nueva persona a la que puede llamar Sr. ComoSea.
—Bastardo racista —murmura Trent en su cerveza, y todos giramos nuestras cabezas
en su dirección. Él no maldice alrededor de Luna, pero a veces nos olvidamos que ella
está cerca. Trent baja la mirada, besa la mejilla de su hija y susurra—: Lo siento. Papi
dijo una mala palabra. No volverá a suceder.
Ella no asiente. No responde. Solo lo mira con sus ojos sin expresión.
—¿Vienes de nuevo? —pregunta Vicious, girando el tema de conversación de regreso
a aguas seguras. Los ojos de Trent arden, el recuerdo de lo que lo hace llamar a Van
Der Zee un racista parpadeando en su mente.
—Guy es un racista. Tuve un incidente con él. Decir que no le agrado sería la
subestimación del mal… —Sus ojos bajan hasta Luna, y se aclara la garganta—,
del malvavisco siglo.
—Bueno, ninguno de nosotros va a comprarle una cerveza, o un malvavisco, para el
caso. Pero tal vez fue un ignorante contigo por el simple hecho de ser un ignorante. Es
una especia de cosa suya —otorgo, me abstengo de decir las palabras “pedazo de
mierda” y agrego—: ¿Esa es su niña allí?
Seguro como la mierda espero que lo sea, porque de lo contrario, ha pasado del
territorio de Viejo Forrado y ahora se encuentra en la zona de Abuelo Forrado. Es
difícil no notar a la chica a su lado porque no la deja moverse. Literalmente. Está
sujetando su delgado brazo con su mano y escupe cuando le habla. Ella es demasiado
joven para que pueda formarme una opinión sobre su apariencia. Dieciocho o
diecinueve tal vez. Su piel es fantasmalmente bella, tiene cabello largo del color del
sol, dos aros nasales, y aunque ella no quiera que si padre lo sepa, cuando intentó
apartar su brazo, su camiseta se alzó y un tatuaje apareció en su abdomen. No uno
pequeño, tampoco.
—Edie Van Der Zee —confirma Vicious mi evaluación—. Pobre niña.
Jaime se ríe.
—Pobre, no lo es. Y dado que Edie es un regalo para los ojos, apuesto a que él está
intentando de asegurarse que ella no sea hostigada por el harén de cretinos
empresariales con los que trabaja.
Todos fruncimos el ceño hacia Jaime.
—La pequeña Edie parece de doce —replica con horror Trent. Han pasado tres años
desde que Val se largó dejándolo, y él nunca se ha molestado en reclamar su trono
como el rey del sexo ocasional. Ni interés en el otro sexo en absoluto. Es como si su
sangre se hubiera vuelto azul o algo así.
—No doce —dice Jaime serenamente—. Parece de veinte. ¿Veintidós, quizá?
Completamente legal, pero aun así un taboo. Combinación letal. El peligro es mi sabor
preferido.
—Tiene dieciocho. —Vicious saca a Jaime de su miseria, chasqueando su lengua con
desaprobación—. Su padre acaba de comprar mi viejo auto para su cumpleaños.
Jordan cree en mostrarle a Edie que el dinero no crece en los árboles y todo ese jazz.
Tipo gracioso. ¿Y qué demonios pasa contigo? —Es su turno de golpear el brazo de
Jaime—. O vas por las ancianas o las jóvenes. No hay término medio para ti.
—Qué demonios contigo, mi esposa no es anciana.
—Tu esposa no es una anciana, pero ella está aquí —le recuerda Trent, y todos
movemos nuestras miradas para observar a la muy embarazada Mel—. Entonces,
podrías querer dejar de babear por una adolescente. Y mientras estás en eso, deja de
maldecir frente a mi hija.
—Mierda, lo lamento, Luna —dice Vicious. Jaime se ríe. Niego con la cabeza. Nuestros
hijos van a hablar como marineros borrachos antes de que cumplan diez.
—No parece ni un día mayor a los dieciséis —aporta Trent sobre la hija de Van Der
Zee. Sin embargo, sus ojos están fijos en ella. No estoy seguro de qué hacer. Por un
lado, es una buena señal que esté mirando a alguien. Por el otro, está mirando a la
jodidamente persona errónea. La historia de nuestras vidas supongo.
—¿Dieciséis, eh? ¿Es por eso que la estás mirando? —Sonrío entre dientes. Trent
aparta la mirada y frunce el ceño antes de deslizar una hamburguesa en un pan,
apretar el kétchup sobre este, y dárselo a su hija.
—Estábamos teniendo una conversación sobre ella, así que aporté
mi malvavisco opinión.
—¿Aportaste tu malvavisca opinión o imaginaste cómo se sentiría malvisquearla? —
comienzo, y Jaime se entromete en nuestra conversación.
—Esto se está volviendo más espeluznante a cada segundo. Hazme una también. —
Señala a las hamburguesas.
Papá camina hacia nosotros, sosteniendo un vaso rojo con un muy virginal ponche.
Todos le dan palmadas en la espalda. Me quedo en el lugar, pero cuando llega a darme
un abrazo, abro mis brazos y lo dejo entrar. A mis brazos, mi corazón, mi vida.
Mierda, sueno cursi, pero es verdad.
Hace tres años, pasé un mes y medio en el hospital cuidando a mi novio moribunda.
Hace tres años, ella regresó a mí.
Hace tres años, una noche, cuando pensé con seguridad que iba a morir, desperté en el
medio de la noche con el sonido de las máquinas de hospital pitando. Me acurruqué
junto a ella todas las noches, una mano presionada contra su corazón—no confiaba
que ninguna jodida máquina más que el órgano latiendo en su pecho—y me di cuenta
que su piel era cálida otra vez. Mi Rachel regresó a mí. Me tomó catorce años, pero
este Jacob consiguió a la hermana que había anhelado.
Amo a mis amigos, pero ellos no lo entienden. A mí. Tengo que pasar rápido todo para
disfrutar verdaderamente de la vida. Es por eso que Rosie y yo nos fugamos cuatro
días después que abandonó el hospital para casarnos. Eso por eso que no puedo
guardarle rencor a mis padres. Es por eso que finalmente dejo ir lo malo y permito que
todo lo bueno entre, incluso si eso agrieta mi armadura de bastardo engreído.
—Knight está intentando comenzar un fuego usando dos rocas junto a la fuente —
advierte papá, inclinando su cabeza hacia el extremo alejado del jardín. Agrega—:
Vaughn lo está ayudando.
Vicious sonríe.
—Y dijiste que nuestros hijos no pueden tolerarse. —Su hombro choca el mío—. Por
supuesto, puede, cuando hay suficiente destrucción involucrada.
—¿Cuántos años tiene? —pregunta Trent de la nada.
—Dieciocho —anuncia Vicious—. Y tú tienes treinta y tres, en caso de que necesites
que te recuerde eso, también.
—Estoy consciente de ellos, idiota.
—Entonces quita tus ojos de su cuerpo, imbécil.
—Lenguaje, chicos —dice mi padre, y nunca pasa de moda, aun cuando tenemos
treinta y tres.
Trent aparta la mirada, sonríe genuinamente por primera vez en años, y acaricia la
cabeza de Luna mientras ella se devora su hamburguesa. Me pregunto si entiende algo
de la conversación que acabamos de tener, y si lo entendió, cuánto fue. Su doctor
afirma que no sucede nada malo con ella, que está mentalmente acorde con los niños
de su edad.
Pero ella no habla. Con nadie. Jamás.
Completamente muda.
—Voy a asegurarme que no quemen mi casa. —Le indico con mi barbilla la fuente,
justo al lado del asiento de piedra de cisnes. Nos sentamos en estos todas las noches
cuando miramos a las estrellas. Son el lugar donde le digo a Rosie que la amo, que es la
única, que siempre será la única, sin importar cuando me deje. Es la verdad. Si los
pulmones de Rosie colapsan el día de mañana, y con ellos, toda mi vida, no me
molestaré en recogerla de nuevo. Estaré allí para mmi hijo, pronto a ser hijos, y los
criaré lo mejor que pueda, pero el viaje habrá acabado para mí.
—¡Knight! ¡Vaughn! —Camino en su dirección, y ambos giran sus cabezas, pareciendo
culpables como el demonio. Meneo mi dedo antes de que hagan algo estúpido—. Dejen
de intentar prender fuego el lugar. ¿En cuántos problemas van a meterse si esto es lo
que hacen a los cuatro?
—Mi suposición es que tantos problemas como tú nos diste. —Papá se ríe entre
dientes detrás de mí.
Todos regresamos a la casa, tres hombres de distintas generaciones, y Vaughn. Pongo
a los dos niños donde pueda verlos. La sala audiovisual que pusimos para Knight y su
hermanito.
—¿Revisaste a tu madre? —le pregunto a Knight.
—Sí. Dijo que está bien. También dijo que me ama más que a ti.
Entrecierro mis ojos.
—No lo dijo.
—Lo dijo. —Knight se encoge de hombros, limpiándose el sudor de la frente.
—Eso es una mier… miércoles. —Me aclaro la garganta. Knight salta y choca su mano
con la de Vaughn.
—¡Te dije que conseguiría que dijera una mala palabra! Soy bueeeeeeno.
Él es bueno, y estoy bendecido.
Y completo.
Y malditamente vivo.
Gracias a ella.
Rosie
¿Qué te hace sentir viva?
Mi familia. Mi hogar. Mis hombres. Mi vientre. Estoy viva. Y mi terapeuta tenía razón.
Voy a vivir para siempre.
—Dean, detente.
—¿Por qué?
—Porque odio cuando hace eso.
—¿Qué estoy haciendo?
—Cantando la canción del “super esperma”.
Una oscura risita sale por su boca. Ruedo mis ojos y me giro para quedar sobre mi
espalda en la cama, mi enorme vientre sobresaliendo. Tengo un embarazo de alto
riesgo. No puedo salir de la casa a menudo. Veo a mi doctor cada tercer día. Mi cuerpo
no estaba diseñado para llevar a otra persona y mientras mi apetito rápidamente se
puso a la altura del plan, mis pulmones están batallando para funcionar por dos. Pero
ocurrió. Quedé embarazada. Y quedé embarazada gracias a…
—Superrrrrr espermaaaaaa —canta Dean con esas notas altas, saliendo de la ducha y
entrando en nuestra habitación, su sexy cabello todavía goteando agua. No que haya
estado teniendo sexo recientemente. Lo que es una maldita pena, porque el embarazo
te pone tremendamente caliente. Mis hormonas tomaron el control hace ocho meses y
me llevaron a los brazos del porno suave y los libros eróticos. El doctor Bernstein dijo
que nada de asuntos divertidos hasta que saque a este niño—. ¡Hace el maldito
trabajoooooo!
Oh, sí. La canción del super esperma tiene ritmo y doble significado. Cuidado, Justin
Timberlake.
—¡Papi, dijiste otra mala palabra! —dice Knight desde su habitación, eufórico. Son las
diez de la noche. ¿Qué está haciendo despierto?—. Esta es la mejor apuesta de la vida.
Vaughn va a deberme muchos dulces.
Algunas veces siento que Dean ni siquiera intenta no maldecir frente a Knight. No me
molesto con él por eso. Es quién es y si la gente tiene un problema con eso… bueno,
que se jodan.
No lo dice, probablemente no lo admitiría, pero sé que una de las razones por las que
estuvo de acuerdo en venderle todas esas acciones a Jordan Van Der Zee es porque
quería pasar más tiempo con nosotros. No sabe lo que vaya a suceder mañana.
Tampoco yo lo sé. Pero sí sé que mis dos chicos van a estar en muy buenas manos.
Después de todos, este es el hombre que me embarazó después que me dijeran que
solo había un 0.0001% de posibilidad de que fuera capaz de concebir. Él tomó esa
ligera posibilidad y lo hizo posible. Dado que no porta el gen de la FQ, mi hijo será
saludable y fuerte. Justo como él.
—Pon un dólar en el frasco por mí —grita Dean a Knight, sonriéndome y abriendo su
toalla antes de volverla a amarrar—. Te pagaré mañana.
—Hay un doce por ciento de interés en eso —grita Knight en respuesta. Dean se ríe
por lo bajo.
—¿Estás segura de que no es mi hijo biológico? —Me da esa mirada. Ya sabes, esa
mirada, que me hace humedecerme y rogarle a su lado oscuro que me dé nalgadas.
Me encojo de hombros, restándole importancia a su efecto sobre mí—. Es lo más
cercano a verdadero yo. —Además del pequeño que está en mi estómago.
Dean camina hacia mí, aplana su mano sobre mi enorme vientre y se sienta junto a mí.
—¿Oye, Sirius?
—¿Sí, Tierra?
—¿Por qué eres tan malditamente brillante? Haces que me sea muy difícil dormir
junto a ti.
—Mmmm. —Tomo su mano y beso su palma, sonriendo—. Gracias por la miel, pero
me da indigestión.
—Está bien, lo que realmente estoy intentado decir es que empezaste a roncar desde
hace como dos meses y joder, estoy cansado.
—Eso también se terminará —digo, bromeando—. Pronto mis ronquidos serán
reemplazados por un bebé que llore toda la noche durante los próximos dos años.
Besa mi sien, luego mi vientre, luego entre mis pesados pechos, haciendo un sonido de
succión. Lo amo. Lo amo tanto que no sé por qué no hice lo que debí haber hecho hace
todos esos años. Hacer a mi hermana a un lado cuando vino corriendo a sus brazos y
reclamarlo como mío.
Porque siempre lo fue.
Cada parte de él.
La buena y la mala, la feliz y la triste.
Mío.
Justo como yo era de él.
Nina murió semanas después de que saliera del hospital hacía tres años. Sobredosis,
en la granja donde vivía en Alabama. Su esposo a su lado. Estuve ahí para recoger las
piezas del corazón roto de Dean. Finalmente verlo romperse, finalmente admitir que
le importaba. Que la amaba y no quería nada más que ser su hijo. Que su corazón
nunca iba a volver a ser el mismo.
Lev significa corazón en hebreo. Lev también va a ser el nombre de nuestro hijo.
Cuento mis bendiciones. Todos los días.
Las cuento cuando le doy a Knight el beso de las buenas noches, cuando veo a Dean
desde la ventana intentado prender los rociadores, pateando pedazos de pasto antes
de recordar que los rociadores son automáticos y cuando Millie y yo organizamos
almuerzos y observamos a los niños jugar y pelear y gritar.
—¿Sabes de lo que me acabo de dar cuenta? —Dean se inclina y ahora besa mis labios
y me mareo, sabiendo que no podemos ir más allá. No solo debido al embarazo. Knight
es conocido por irrumpir en nuestra habitación y negociar su hora de ir a dormir. Se
está volviendo bastante bueno en eso. A los seis años, está empezando a ponerse al
nivel de su papá en cuanto a negociar se trata.
—¿De qué? —sonrío.
—Bebé LeBlanc va a tener un bebé. Y es mío. Malditamente te amo. Amo tu rostro. —
Besa mi nariz—. Amo tus pechos. —Besa mi pezón a través de mi blusa de tirantes,
mordiéndolo suavemente—. Al niño que estás haciendo para nosotros. —Besa mi
vientre y dice contra él—: A ti también te amo, amigo.
»Al malditamente espectacular sexo que tenemos, estoy guardando todo mi esperma
para nuestra reunión, así que te advierto, podría embarazarte de nuevo en cualquier
momento—. Besa entre mis piernas—. Y hasta tus pies, que venero todos los días. —
Besa los dedos de mis pies.
Tomo una profunda respiración. No necesito mi inhalador. Lo tengo a él.
—Y me di cuenta de una cosa más. —Levanta su cuerpo y me encierra debajo de él.
Sus brazos flexionados, sus abultados músculos haciéndome difícil concentrar en lo
que está diciendo y repentinamente, la habitación se volvió demasiado caliente para
mi gusto.
—¿Qué? —susurro mientras nuestros labios se rozan.
—Jacob obtuvo a su maldita Rachel. Y le dio un bebé. Vivirán felices para siempre.
Envejecerán juntos. Está en la biblia, Bebé LeBlanc. No puedes discutirlo.
—Te amo —me río.
—Te amo —responde.
—¡Los amo! —Knight entra rápidamente en la habitación, abriendo la puerta,
brincando en la cama entre nosotros, abrazando mi vientre.
—Te amamos. —Dean pone su mano sobre mi estómago y ahora todos tocamos a Lev.
¿Y qué hace Lev? Lo que hacen los HotHoles. Arruinarlo.
—Dios, oh —gimo.
—Sí, nena, soy un Dios, pero nuestro hijo está aquí. Esto tendrá que esperar.
—No, Dean. Rompí aguas.
—Ah —decimos todos al unísono—. Dios.
Y ahora tengo mi felices para siempre. Al menos en este momento.
Ahora es para siempre, al menos para mí.
Porque no soy una Rose marchita, estoy en pleno florecimiento.
Gracias a él.