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Por segunda vez en mi vida, voy a visitar por propia voluntad a los
pequeños monstruos a los que las guerreras durmientes dieron a luz. Podría
ser la mujer más estúpida del mundo por acudir a su encuentro de nuevo.
Pero hay algo que necesito ver.
—¿Me recuerdas otra vez por qué he accedido a esto? —dice Des a mi
lado, haciéndose eco de mis pensamientos.
Hoy, Des lleva la combinación de camiseta y pantalones negros en la que
estoy tan acostumbrada a verlo, con el pelo recogido con una cinta de cuero
y los tatuajes del brazo al descubierto. Se lo ve más de morros que nunca,
probablemente porque no lo emociona demasiado traerme otra vez a la
guardería real.
—Porque te estoy ayudando a resolver este misterio —digo, recorriendo
el vestíbulo.
No replica, pero se le tensa un músculo de la mandíbula.
Puedo sentirlo, en lo profundo del vientre. El temor a que lo que nos
sucedió a esas mujeres y a mí no fuera el final. La muerte debería deshacer
la magia, incluso la magia fae. Esa regla sirve tanto aquí como en la Tierra.
Cuando entramos en la guardería, me invade un déjà vu . Muchos de los
niños más pequeños yacen en cunas o camas, espeluznantemente quietos, y
los mayores se encuentran al otro lado de la habitación, mirando por las
grandes ventanas. Es todo casi idéntico a la última vez.
Lo único diferente en la guardería es que han traído más camas y cunas
para alojar al aluvión de niños que salieron de la prisión de Karnon.
Intento no estremecerme mientras observo a los niños. Antes eran
aterradores, cuando solo eran niños extraños que bebían sangre y
profetizaban, pero ahora que sé cómo fueron concebidos… El horror vuelve
a atravesarme.
Ninguno de los niños se mueve, aunque la niñera anuncia nuestra
presencia.
Se me empieza a erizar el vello de los brazos.
Hay algo profundamente inquietante en estos niños, en este lugar.
Respiro hondo y me acerco a la ventana. Des está justo a mi lado, sus
botas pesadas resuenan con cada paso y tiene la mandíbula apretada.
—Has vuelto —dice uno de los niños, de espaldas a mí.
Vacilo un momento antes de recomponerme.
—Sí.
—No se suponía que fueras a hacerlo —dice otro.
Había olvidado que estos niños actúan como si fueran uno. Se giran todos
a la vez y me miran con cautela mientras me acerco a ellos.
Des se coloca delante de mí y oigo que varios de ellos le sisean.
—Si cualquiera de vosotros toca a mi pareja como hicisteis la última vez
—dice, hablando por encima de sus siseos—, seréis desterrados.
Sorprendentemente, la amenaza funciona y sus siseos se extinguen.
Capto la mirada Des mientras se hace a un lado y lo fulmino. Amenazar a
unos niños, aunque sean espeluznantes, no es demasiado legítimo.
Me sostiene la mirada. En la suya veo una determinación férrea.
De acuerdo. Pues que el castigo sea el destierro.
Los niños dividen su atención entre mirar a Des con reservas y
estudiarme con mirada astuta.
Me agacho frente a la niña más cercana, una niña con el pelo rojo como
las llamas, y recorro sus facciones con la mirada. No hay cuernos, no hay
garras, no hay pupilas divididas. No se parece en nada a Karnon, salvo por
los colmillos que debe de tener para beber sangre.
—Los esclavos viven vidas cortas —me dice mientras la estudio.
Esclavos , la clasificación oficial de la mayoría de los humanos que
residen en el Otro Mundo.
¿Te suenan esas historias de bebés humanos intercambiados por hadas?
¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con todos esos bebés humanos? Lo
que les pasa es que acaban convertidos en esclavos .
El Reino de la Noche declaró ilegal esa práctica hace algún tiempo, pero
los demás reinos aún lo permiten.
—¿Por qué dices eso? —le pregunto a la niña, tratando de ocultar el
hecho de que estoy asustada.
—Son sucios, débiles y feos —dice el niño que tiene al lado.
Soy muy consciente del hecho de que, a ojos de estos niños, soy una de
las esclavas que están despreciando.
Por el rabillo del ojo, veo que en las esquinas de la habitación se forman
unas sombras tenues, una clara indicación del enfado creciente de Des.
Me concentro en el niño.
—¿Quién te ha dicho eso?
—Mi padre —responde. Curva la boca en una sonrisita secreta—. Viene
a por ti.
Me incorporo y retrocedo un paso, sin despegar la mirada de su cara.
Oigo el rugido de mi sangre en los oídos.
Son solo palabras. No significan nada.
Pero mis huesos creen que significan algo. Lo mismo cree mi instinto.
Igual que esa vocecilla al fondo de mi mente. Todos me dicen lo que temí
en el momento en que desperté de esa pesadilla: no ha terminado.
Siento la mano de Des en el estómago, alejándome con gentileza de los
niños. Aturdida, permito que lo haga, sin dejar de mirar al niño en ningún
momento. Él y los demás nos siguen con la mirada, y tengo la clara
impresión de que me están vigilando de la misma forma en que los
depredadores vigilan a sus presas.
Por fin me alejo del niño y voy directa hacia la salida.
Estoy temblando. Es absurdo que un niño pueda asustarme tanto.
Des y yo estamos a punto de cruzar la puerta cuando oigo la voz del niño
a mi espalda.
—Tiempos oscuros se avecinan.
Con las alas tensas, sigo caminando, y gracias a Dios que el castillo está
lleno de puertas enormes, de lo contrario, tendría problemas para salir de
esta habitación con mis alas.
En cuanto la puerta se cierra detrás de mí, respiro de forma entrecortada.
¿Cómo ha podido ese niño decir esa frase? Es la misma frase que escuché
susurrada en el aire cuando visité a las mujeres dormidas hace semanas.
—Karnon está muerto —dice Des.
Asiento.
—Lo sé. —Me paso una mano por la boca.
Mi miedo no disminuye. En todo caso, aumenta. La cuestión es que no he
venido a ver a estos niños porque tema que Karnon siga vivo.
He venido por otra razón completamente diferente.
—¿Todos los fae de Fauna tienen rasgos animales? —pregunto mientras
abandonamos la guardería.
Mis carceleros tenían rasgos animales. Igual que Karnon. Igual que el
desgraciado mensajero de Fauna al que vi ayer.
Des se detiene.
—La mayoría sí.
—¿Y los hijos de Karnon? —pregunto—. ¿Compartirían sus rasgos?
La boca del Negociador es una línea tensa.
—Al menos algunos de ellos, sí.
—Esos niños no comparten ninguno de sus rasgos —le digo.
Por la expresión de Des, veo que ya ha llegado a la misma conclusión
que yo: Karnon no es su padre.
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Karnon no es su padre.
Karnon no es su padre .
¿Pero cómo es posible?
Él era el que encarcelaba a esas mujeres. Él era el que las agredía
sexualmente.
A mi lado, Des echa a andar otra vez, como si esta revelación no lo
cambiara todo.
Es entonces cuando me doy cuenta.
—Ya lo sabías —lo acuso mientras atravesamos su palacio.
En lugar de parecer sorprendido, culpable o avergonzado por mi
acusación, en lugar de tener cualquiera de las reacciones normales, Des me
evalúa con una de sus típicas expresiones de desinterés. Se encoge de
hombros.
—¿Y qué si lo sabía?
¿Y qué si…?
Apoyo la palma de la mano en su pecho esculpido y lo detengo en mitad
del pasillo.
—Ah, no, colega, nuestra relación no funciona así.
Me mira la mano, y sé que estoy cerca de sacar de quicio al Rey de la
Noche.
—¿Cómo funciona exactamente nuestra relación, querubín? —pregunta
con una mirada sagaz.
—No puedes ocultarme secretos como ese sin más.
Tiene la audacia de parecer divertido, aunque la diversión no le llega a la
mirada.
—Te aseguro que sí que puedo.
—Des —le advierto, con los ojos entrecerrados.
Me aparta la mano de su pecho.
—¿Se supone que es un tono amenazante? —pregunta, enarcando una
ceja. Chasquea la lengua y se acerca mi mano a la boca—. Porque si lo es
—continúa—, tienes que trabajar más en tus dotes de intimidación. A ver,
no ha sido un mal intento, pero estoy más excitado que otra cosa.
Des procede a besarme las puntas de los dedos, lo cual me distrae
totalmente. ¿Quién iba a saber que los besos en la punta de los dedos iban a
conseguir algo así? Porque lo consiguen. Lo juro aquí y ahora.
Céntrate, Callie.
—Deja que te enseñe algo —dice con suavidad.
Parece que lo de centrarse queda olvidado. En lugar de seguir con nuestra
discusión donde la hemos dejado, permito que Des me guie a través de su
palacio. Al final, entramos en lo que parece una gran biblioteca, con arcos
con incrustaciones y azulejos decorativos. Entre varios candelabros de
bronce cuelgan una miríada de lámparas coloridas. Y eso por no mencionar
los libros.
Hay estantes y más estantes repletos de ellos contra las paredes y llenan
los pasillos de la habitación, encuadernados en tela o cuero. También hay
montones de pergaminos apilados a lo largo de los estantes, cuyos mangos
están tallados en madera y hueso, y algunos incluso tienen incrustaciones de
madreperla y piedras semipreciosas.
Me paso un minuto entero girando en círculos y observando todo el lugar.
—Guau —digo por fin.
Huele a cuero, papel y a algo más que diría que es cedro, pero vete tú a
saber. Siento la necesidad de acercarme a cada estante, sacar los libros y
examinarlos uno por uno, dejando que mis manos acaricien la tinta seca y la
suavidad del papel. Este lugar transmite magia y sabiduría, y es posible que
en este momento esté viviendo una experiencia espiritual.
Siento la mirada de Des en mi rostro. Al cabo de un rato, la desvía para
contemplar el lugar.
—¿Es la biblioteca real? —pregunto.
Des curva hacia arriba la comisura de la boca.
—Una de ellas.
—¿Una de ellas? —repito como si fuera tonta.
—Aquí es donde se guardan muchos de los documentos oficiales del
reino. La biblioteca principal está en los terrenos orientales del palacio.
No consigo hacerme a la idea de la magnitud de todo esto.
Me guía hasta una mesa, y una de las sillas se retira mágicamente para
mí. Des toma asiento enfrente y, por un segundo, se dedica a estudiarme sin
más. Cuando me mira así, me siento muy expuesta.
—¿Qué? —acabo preguntando mientras me coloco un mechón detrás de
la oreja.
—Mi madre te habría adorado —dice con una sonrisa amable.
Con solo decir esas palabras, ha invitado a los fantasmas a este lugar.
Apenas recuerdo a mi propia madre y no guardo recuerdos de que fuera
especialmente cariñosa conmigo. Es un regalo precioso imaginar que la
madre de Des podría haberme querido.
—¿De verdad lo crees? —digo por fin.
—Estoy seguro —dice con tanta firmeza que mi única objeción, que soy
humana, muere antes de abandonar mis labios.
Antes de que pueda seguir preguntando sobre el tema, Des levanta la
mano y mueve la muñeca. A lo lejos, escucho el roce de papel contra papel.
Un pergamino se eleva sobre los pasillos y flota hacia nosotros. La mano
del Negociador todavía está en el aire, y el pergamino aterriza con suavidad
en su palma abierta.
—Este es el informe sobre las víctimas que se recuperaron de su
encarcelamiento —dice Des, cambiando de tema. Coloca el pergamino
sobre la mesa.
Me levanto y arrastro mi silla para estar más cerca de él.
—¿De las supervivientes de la prisión de Karnon? —pregunto.
—Solo de las fae de Noche que sobrevivieron —dice Des—. Los demás
reinos se encargan de registrar las experiencias de sus víctimas. En la
próxima cumbre que celebren nuestros reinos compararemos notas, pero
hasta entonces solo tenemos los testimonios de mis súbditos.
No me hace falta mirar para saber que uno de esos testimonios es mío.
Era opcional —ventajas de ser la pareja de un rey—, pero lo hice de todos
modos. He trabajado en suficientes casos como para saber lo útiles que
pueden ser los testimonios.
—¿Por qué querías que viera esto? —pregunto, levantando el borde del
pergamino que hay entre nosotros. Echo un vistazo a mi nombre y siento un
vacío en el estómago.
Des estuvo en la habitación mientras hacía mi declaración, por lo que ya
sabe lo que me pasó, pero verlo escrito junto a los testimonios de todas las
demás víctimas sigue avergonzándome.
—Has ido a la guardería para determinar si Karnon era el padre de esos
niños. —Des desliza el pergamino hacia mí—. Se me ha ocurrido que te
gustaría leer lo que las otras prisioneras tenían que decir sobre su
experiencia. —Sus palabras suenan casi como un desafío, y le echo una
mirada un poco circunspecta antes de examinar el informe.
Deslizo la mirada por los párrafos escritos en letra elegante. Me salto mi
propia declaración y me concentro en las demás mujeres que escaparon.
Una por una, leo sobre nueve soldados fae diferentes, cada una de las
cuales fue secuestrada mientras dormía. Todas languidecieron en la prisión
de Karnon entre uno y ocho días.
Por lo que parece, ellas, igual que yo, pudieron recuperarse de una
semana a merced de la magia negra del Rey de la Fauna. Aquellas que
estuvieron cautivas durante más de ocho días… ahora viven muy por debajo
de nosotros, en ataúdes de cristal.
Cuanto más leo, más siento que mi faceta de investigadora sale a la luz.
He echado de menos esto, sumergirme en los casos, resolver problemas.
Solo me lleva un ratito más tropezar con lo que Des debía de querer que
viera. Aparto la mirada del pergamino.
—Menos dos de ellas, todas fueron agredidas sexualmente por Karnon —
digo.
Las dos que escaparon de ese destino no fueron agredidas en absoluto.
Esto no se debió a que el Rey de la Fauna cambiara de opinión, sino
simplemente a que resultaron ser las dos mujeres secuestradas más
recientemente. Karnon no había tenido tiempo suficiente para incapacitarlas
con su magia. Le gustaba violar a las mujeres cuando no podían defenderse.
Des asiente.
—¿Y? —sondea.
Vuelvo a concentrarme en el pergamino. El resto de las piezas solo tardan
unos segundos en encajar.
—Y todas menos dos confirmaron que estaban embarazadas —le digo.
Siete mujeres violadas únicamente por Karnon, siete mujeres que
acabaron embarazadas.
Le sostengo la mirada.
—Entonces, ¿Karnon sí es el padre de los niños del ataúd?
Des se inclina hacia atrás en su asiento y extiende las piernas. Mueve una
de ellas, inquieto.
—Eso parece.
Me entran ganas de tirarme del pelo. Nada de esto tiene sentido.
—Pero creía… —Creía que Des creía que Karnon no era el padre.
Antes de que pueda formular ese pensamiento, alguien llama a las
puertas de la biblioteca.
Des hace un gesto con la mano y el pergamino vuelve a los estantes. Otro
movimiento de su mano y las puertas de la biblioteca se abren.
Malaki entra por ellas, con un aspecto tan elegante como de costumbre.
Nos hace una reverencia a los dos, luego se endereza y centra la atención en
Des.
—Lamento interrumpir —dice a modo de saludo—, pero el deber te
llama.
Des se endereza en su asiento.
—¿Qué hay en la lista de pendientes?
—Problemas fronterizos con los que lidiar, dos hadas a las que honrarás
con brazaletes de guerra, un desayuno, ah, y una invitación al Solsticio a la
que debes responder.
Empiezo a levantarme. Necesito averiguar qué hacer con mi tiempo libre
ahora que estoy atrapada en el Otro Mundo.
—Espera —me dice Des.
Me giro para mirarlo.
—¿Te gustaría venir conmigo?
¿Después de lo que vi ayer en el salón del trono? Sacudo la cabeza.
—Que te diviertas.
Salgo de la habitación, dejando que el Rey de la Noche y su amigo más
antiguo gobiernen el reino sin mí.
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Casi me enclaustro en los aposentos de Des. Casi . Pero la perspectiva de
pasar horas y horas de aburrimiento me impide ponerme demasiado cómoda
en la habitación de Des.
Así que me cambio y me pongo la ropa más rompedora que puedo
encontrar —pantalones de cuero, botas hasta la rodilla y un top apto para
las alas en el que me enredo irremediablemente por culpa de los tirantes— y
decido explorar el palacio. Puede que mi armadura emocional no esté en su
sitio, pero, joder, un buen conjunto hace la mitad del trabajo.
La parada de hoy: la biblioteca principal del Reino de la Noche. Después
de dar tumbos y pedir indicaciones, por fin la encuentro. Al igual que el
resto de Somnia, está hecha de la misma piedra blanca tan característica, y
el óxido ha hecho que su techo verde azulado adquiera un tono cobrizo.
Subo por las grandes escaleras que llevan hasta ella, la piedra pálida
reluce a la luz de la luna. Las lámparas colocadas a lo largo de las escaleras
despiden una luz cálida.
Y por dentro… Dios, por dentro. Los techos arqueados están revestidos
con azulejos pintados y hay arañas de cobre colgando entre arco y arco. En
esta habitación cavernosa, dondequiera que miro hay algún objeto fae
precioso, desde un tapiz enorme que parece brillar con diferentes
tonalidades bajo la luz, hasta una escultura de mármol de dos hadas con alas
enzarzadas en una batalla.
Corrección: una escultura de mármol en movimiento . Las estatuas
rechinan cuando sus músculos de piedra se mueven.
Me acerco a la escultura y la observo durante varios segundos, y una de
las estatuas gira la cabeza, frunciendo el ceño.
—No les gusta que las miren.
Casi pego un bote al oír la voz. Un hombre se detiene a mi lado,
mirándome a mí en lugar de a la escultura.
—Si no les gusta que las miren, ¿por qué se exhiben? —pregunto.
Aprieta los labios, y por más que lo intento, no distingo si lo he irritado o
divertido.
—¿Necesitáis ayuda con algo? —me pregunta.
—No, solo estaba mirando.
Hace una inclinación de cabeza.
—Por favor, buscadme si necesitáis ayuda, mi señora, y bienvenida a la
biblioteca del Reino de la Noche.
Me quedo mirando cómo se aleja. Eso ha sido… agradable. Me ha
llamado señora y no me ha mirado las alas de la forma en que temía que lo
hiciera.
Vacilante, dejo atrás la escultura y me adentro más en la biblioteca. Aquí
hay sala tras sala y planta tras planta de libros. En ellas, hombres y mujeres
se sientan en las mesas y hojean los volúmenes.
Igual que la biblioteca en la que he estado antes, esta huele a pergamino
viejo, cuero y cedro.
Elijo una sala al azar y empiezo a caminar entre las estanterías. Por pura
curiosidad, saco un libro encuadernado en seda azul claro del estante y lo
abro. No sé lo que esperaba encontrar, pero no era otro idioma. Leo varias
páginas, pero todas presentan la misma escritura arcaica.
—Es fae antiguo.
Dejo escapar un chillido y por poco se me cae el libro.
El hada que me ha saludado antes vuelve a estar a mi lado, echando un
vistazo por encima de mi hombro.
—¿Me estás espiando? —lo acuso en un susurro.
Me dedica una mirada perspicaz y se pone todavía más recto.
—El Rey de la Noche me ha solicitado que me haga indispensable para
su pareja.
Ah.
—Ni siquiera sabe que estoy aquí. —Bien hecho, Callie. Dile a tu posible
acosador que nadie sabe dónde estás.
Él inclina la cabeza.
—¿Seguro que no?
Las hadas tienen una forma muy ambigua de expresarse, pero le estoy
pillando el truco. En esta ocasión, está bastante claro.
Traducción: mejor comprueba los hechos, zorra, porque sabe
perfectamente dónde estás.
De modo que Des me tiene controlada y ha enviado a un posible
acosador para ayudarme.
Reevalúo al hada que tengo al lado.
—Callie —le digo al fin, ofreciéndole la mano.
Se la queda mirando un instante antes de estrechármela con delicadeza.
—Jerome. —Desplaza la mirada al libro que tengo en la otra mano—.
¿Estáis buscando alguna lectura en particular? —me pregunta.
—Solo estoy echando un vistazo —digo. Ni siquiera sabría por dónde
empezar.
—Quizá disfrutaríais de una sección diferente de nuestra biblioteca. A
menos que os preocupen las maldiciones.
—¿Maldiciones? —repito.
—El libro que estáis hojeando trata sobre dolencias causadas por
maldiciones —dice con aire estoico—, particularmente las que causan
hemorroides, movimientos inesperados del intestino…
Jesús .
Cierro el libro y lo dejo en su sitio.
Me viene una idea a la cabeza.
—¿Tienes algún libro sobre el rey?
No va a morir.
No puede morir.
Podría morir.
Igual que mi madre.
Esto es lo que les pasa a las mujeres valientes. A las mujeres fuertes. Si
eres lo bastante digno, sangrarán por ti.
Morirán por ti.
Siento que la garganta no me funciona.
Por favor, otra vez no. Nunca más.
Y menos ella . Mi pareja.
La vida ya era bastante sombría sin mi madre. Pero con Callie, con Callie
todo cambió. La vida era mil veces más dulce de lo que podría haber
imaginado.
Si muere… no sobreviviré.
Le acaricio la mejilla fría, húmeda y pegajosa, desesperado por hacer que
la vida vuelva a entrar en ella. Me mira desde abajo, y en su expresión veo
una verdad despiadada.
Sabe lo que le está pasando.
Siento que el corazón se me rompe en pedazos. Casi no puedo respirar
por culpa del dolor que siento. Es mucho peor que el de mis heridas.
No es así como pensé que terminaría todo. Pero todo lo que es Callie,
todo lo que conforma su esencia, se está desvaneciendo.
Paso la mano por encima de su brazalete.
¡Su brazalete!
Mientras viva, sigue atada por sus deudas.
Y no me opongo a utilizarlas.
—No morirás —le ordeno.
Mi magia fluye desde mi interior y una cuenta empieza a desvanecerse…
Luego otra y otra más. Ella se estremece y suelta un jadeo.
—Des, ¿qué estás haciendo? —pregunta, sin aliento.
—Salvándote.
Y por los dioses, está funcionando.
Hilera tras hilera de cuentas desaparece.
Que desaparezcan todas, pero que la traigan de vuelta.
Las cuentas empiezan a desaparecer más y más despacio, hasta que al
final dejan de desaparecer.
Queda poco más de una fila de ellas.
Su respiración sigue siendo muy superficial, y su herida no ha dejado de
sangrar.
No soy sanador, pero si la magia se ha activado, entonces algo debería
mejorar.
Pero no lo hace.
Y luego, con un silbido, todo se invierte.
La magia vuelve a mi cuerpo, lanzándome hacia atrás, y las cuentas
empiezan a reaparecer, una por una.
¡Nooooo!
No puedo completar el hechizo.
Está más allá de mis posibilidades.
Callie abre mucho los ojos, como si también sintiera que la balanza
vuelve a su sitio.
Acerco más su cuerpo, la acuno en mis brazos, inclino la cabeza hacia
ella.
Nunca me he desmoronado frente a Callie. Ni siquiera cuando estaba a
merced de Karnon. Pero ahora empiezo a hacerlo.
Porque esto es demasiado real.
—Hasta que la oscuridad muera, mi amor —me dice con voz débil.
—No. —Sacudo la cabeza—. Ni siquiera entonces. —La noche podría
llegar a su fin y ella seguiría siendo mía.
Siempre mía.
Se le cierran los ojos.
—No —repito con más énfasis.
Levanto la mirada, mirando a mi alrededor sin ver. Este es el momento
que he temido desde que conocí a mi pareja. El momento de perderla.
Prefiero hacer algo imperdonable para mantenerla viva que dejar que
muera sin hacer nada.
Algo imperdonable…
—Mara, ¿dónde está el vino? El… El vino de lilas.
La Reina de la Flora levanta la vista de su propia pareja muerta, sus ojos
han perdido su brillo.
—En la bodega real —murmura, como en trance. Y luego vuelve a bajar
la mirada al Hombre Verde.
La bodega real. He estado allí varias veces a lo largo de los siglos.
Me lleva un instante abandonar el lado de Callie y materializarme allí,
luego empleo varios segundos preciosos en localizar las delatoras botellitas
de cristal púrpura.
Agarro una, desaparezco y vuelvo junto a mi pareja.
Con un tirón rápido, rompo limpiamente el cuello estrecho de la botella.
Me llega vagamente el aroma del vino.
Le prometí a mi pareja que la protegería de este lado de mí mismo, del
lado egoísta e inmoral.
Mentí.
La cuestión es que soy un hada y el hijo de un rey tirano; desciendo, sin
duda, de los demonios. Llevo la maldad en la sangre.
Por una vez, cederé a los pensamientos depravados que giran en torno a
mi pareja.
Callie tiene la cara cenicienta, su piel ya está fría. Su pulso es débil y
trémulo.
Le arrebataré la mortalidad a mi pareja, como siempre he imaginado que
haría.
Acerco la botella a sus labios y vierto el vino de lilas en su boca inerte.
Uso un poco de mi magia para obligar a su garganta a tragar.
Lo vierto todo, hasta la última gota. La mano no me tiembla ni una sola
vez.
Y luego espero.
Le retiro el cabello de la cara y acaricio sus alas iridiscentes.
Nunca debería haberla traído aquí. Nunca debería haber reavivado lo que
teníamos. Nunca debería haber entrado en su vida.
Es un tipo peculiar de agonía saber que el amor de tu vida estaría viva si
no fuera por ti. Amarla lo suficiente como para querer esa vida para ella,
incluso si eso significa borrar todo lo que tenemos juntos. Porque entonces,
al menos seguiría viva.
Un movimiento en su muñeca llama mi atención. Donde hace un minuto
mis cuentas negras han vuelto a aparecer, ahora fila tras fila de ellas
desaparece una vez más.
Solo la muerte o el pago pueden acabar con una deuda. Muerte o pago.
Muerte.
El miedo, auténtico y demoledor, de ese que te hace sudar, fluye por mis
venas.
De verdad me está dejando.
Dentro de mí se abre un abismo, y se está inundando con todo mi dolor,
todo mi temor, todo el sufrimiento con el que he cargado durante todos
estos largos siglos.
Dejo escapar un grito ahogado y paso la mano por la mejilla de Callie,
tiene la piel húmeda donde se ha derramado el vino de lilas.
La piel me empieza a hormiguear, siento un picor justo encima del pecho.
Mi magia se concentra ahí, la presión que provoca ese cúmulo es tan
intensa que resulta casi dolorosa.
De repente, sale de mi interior con una explosión. Gimo, arqueando la
espalda ante la sensación.
Y luego… luego siento que mi poder se fusiona . Que se fusiona con el
de otra persona.
Me inclino sobre el cuerpo de Callie, respirando de forma irregular.
Examino sus rasgos. Llevo suficiente tiempo en contacto con la magia
arcaica para saber cuándo está funcionando, como ahora.
Unos segundos después, el pecho de Callie sube y baja, sube y baja.
Ha funcionado.
Por los dioses, ha funcionado.
Callie está viva.
Su cuerpo se arquea, sus pulmones toman bocanada tras bocanada de
aire. Ante mis propios ojos, su herida se cierra.
Levanto la mirada al cielo sobre mí y suelto una carcajada, un sonido
salvaje y demente. La noche, en todo su caos infinito, se mueve a mi
alrededor y a través de mí.
Está viva y es mía . Real, verdadera y completamente mía.
Me froto el pecho, justo donde mi corazón acuna nuestra conexión
completa.
Mis alas rotas se despliegan en toda su amplitud ante mi triunfo, y ni
siquiera detecto el dolor por debajo de mi euforia.
No es mortal, ya no, sino eterna .
Su magia y la mía cantan juntas a través de nuestro vínculo.
Nada —nada —, me ha hecho sentir nunca tan bien.
La he convertido en una de nosotros. Es cierto que nunca será un hada en
el sentido más puro de la palabra —sus orejas redondeados siguen siendo
una prueba de ello—, pero es inmortal como nosotros, fuerte como
nosotros, y ahora su magia es compatible con la mía.
Contemplo la muñeca desnuda de Callie, sus cuentas han desaparecido.
Solo la muerte o el pago pueden hacer desaparecer una deuda. La muerte
o el pago. Mi exigencia de que Callie viva y el vino de lilas que he vertido
en su boca han hecho que pagara todas sus deudas.
—Le has dado el vino —murmura Mara, agachada en el suelo.
Asiento, sin molestarme en apartar la mirada de mi pareja.
—¿Te arrepientes? —pregunta.
—Lo volvería a hacer mil veces más.
Los errores pueden ser perdonados. Pero no hay vuelta posible de la
muerte.
Las últimas palabras de Mara flotan en el aire entre ambos…
—Esperemos que ella opine igual.
55
Abro los ojos y parpadeo al ver mi entorno. Estoy tendida en la misma
habitación en la que Des y yo nos hemos alojado durante todo el Solsticio.
Estoy… viva .
Qué extraño. Creía… creía que había muerto.
Pero no me siento muerta. Ni siquiera me siento hecha pedazos, lo cual
suele pasar después de que me peguen una paliza.
Muevo la mano hacia el estómago.
El Ladrón de almas, la daga en el estómago, ¿lo habré soñado todo?
A toda prisa, retiro las mantas que me cubren. Ahí, en la zona baja de mi
abdomen, hay una cicatriz blanca y estrecha.
De modo que no ha sido un sueño.
Me incorporo hasta sentarme en la cama.
¿Cómo puedo haberme recuperado de una herida semejante?
No me siento excesivamente diferente, teniéndolo todo en cuenta. Es
decir, excepto… me llevo la mano al corazón. Jadeo cuando siento un tirón
que no tiene nada que ver con los latidos.
Los lazos de las almas gemelas siempre se describen como si fueran
cuerdas que unen a dos personas. Ahora lo entiendo. Puedo sentir el vínculo
por debajo de mi caja torácica, extendiéndose a través del mundo y
conectándome con Des.
Solo entonces me doy cuenta de la tercera rareza del día…
He estado durmiendo boca arriba.
Llevo el brazo hacia atrás para tocarme las alas, pero no están ahí.
¿Qué coño? ¿A dónde han ido?
Me miro los antebrazos y las uñas. Ambos son total y completamente
humanos.
Frenética, ordeno a mis escamas que aparezcan. Para mi sorpresa, siento
un tirón en el vínculo. Un momento después, la piel de mi antebrazo
adquiere una tonalidad dorada cuando cientos de escamas brillantes toman
forma.
Eso no debería haber sucedido.
Deseo que desaparezcan y, con otro tirón en el vínculo que comparto con
Des, desaparecen y mi piel vuelve a la normalidad.
Es la magia de Des. La siento revoloteando en mi interior.
De alguna manera, me ha salvado, y en el proceso, nuestra magia se ha
unificado… nuestro vínculo se ha unificado. Por lo menos, esa es la mejor
teoría que tengo en este momento.
Para ponerla a prueba, levanto el brazo e intento usar mi magia prestada
para hacer levitar el jarrón de flores que hay junto a la cama. Aparte de
vibrar un poco, no hace nada.
Bueno, tal vez me haya equivocado.
—Ni siquiera ha salido de la cama y mi astuto querubín ya está
explotando su lado del vínculo.
Aparece en el umbral de nuestra habitación, apoyado contra la puerta.
Lleva una camiseta de Def Leppard, pantalones de cuero y sus botas, y se
ha recogido el pelo rubio platino en una coleta.
Mi conjunto favorito.
Al verlo, la emoción florece en mi cuerpo.
—Des, estamos vinculados.
Su sonrisa le ocupa toda la cara.
—Sí.
Me toco el abdomen.
—Y me has curado. —Todo mi cuerpo vibra, lleno de vida. Me siento
nueva y poderosa de la forma más exquisita—. ¿Cómo lo has hecho?
¿Temper? ¿Me ha curado y ha arreglado nuestro vínculo en el proceso?
No sospechaba que fuera capaz de tal cosa.
—Tengo mis métodos.
Des se aleja de la pared y se acerca a mi lado. Apoyo la mano en un lado
de su cara y él se inclina hacia mí, cerrando los ojos para saborear el
contacto.
—¿Qué pasó?
—Mientras luchaba contra mi padre, tú te enfrentaste al Hombre Verde.
—El Ladrón de almas… —murmuro. Incluso ahora, pensar en él me
provoca un escalofrío.
Sigue ahí afuera.
Y el padre de Des…
—Pero creía que tu padre…
—¿Estaba muerto? —termina por mí. Su expresión se oscurece—. Yo
también. —Su mirada se vuelve distante.
—¿Dónde está? —pregunto.
—Lamiéndose sus considerables heridas, imagino —dice el Negociador.
Sucediera lo que sucediera entre padre e hijo, está bastante claro que Des
ganó esa ronda. También está claro que su victoria no le proporciona
ninguna alegría.
Tensa la mandíbula.
—Esté donde esté, hay una cosa clara: se ha aliado con el Ladrón de
almas.
Solo con escuchar el nombre del Ladrón, vuelvo a concentrarme en mi
situación inmediata.
La herida de arma blanca en el estómago. Toda la carne que el Ladrón
rasgó cuando arrastró la daga por mi cuerpo. El escalofrío que me recorrió
cuando la sangre empezó a abandonarme…
Recuerdo a Des exigiéndome que viviera. Todavía siento los dedos
fantasmales de su magia tratando de alejarme de la muerte.
Pero no funcionó. Eso lo recuerdo. Lo sentí cuando su magia me liberó.
Sin embargo, aquí estoy, viva .
Busco mi brazalete con la mirada. Lo único que veo es mi antebrazo
desnudo.
Lo he llevado durante ocho años, y ahora ha desaparecido.
Me paso la mano por la muñeca.
—¿Dónde está?
—Anoche pagaste todas tus deudas.
Al vivir, quiere decir.
—Pero no funcionó.
—Encontré otra… alternativa —lo dice en un tono casi desafiante.
Me froto el brazo mientras una sensación de inquietud me recorre la
espalda.
—¿Qué alternativa?
Su mirada plateada busca la mía.
«¿Has oído que el vino de lilas, el elixir feérico más raro de todos, no
solo puede otorgar longevidad a los mortales, sino curar a los heridos?».
Las palabras del Ladrón de almas resuenan en mi mente.
—Solo había una forma —dice Des.
Ya estoy sacudiendo la cabeza, una oleada de temor me recorre entera.
—No —susurro.
«Es una cura para todo y, si lo bebes… tu alma estaría a mi disposición
para tomarla».
—Te di vino de lilas. —El Negociador, que normalmente no siente
remordimientos, me suplica con los ojos que lo entienda—. No podía
dejarte morir.
«¿Están los muertos realmente muertos?».
Era una trampa. Una que tendió el Ladrón de almas, y en la que Des, el
maestro de las triquiñuelas, cayó de lleno.
Bebí el vino y escapé de la muerte, por un precio.
«Este es nuestro jueguecito, y créeme, hechicera, está lejos de haberse
acabado».
Ahora, el Ladrón puede usar contra mí toda esa magia oscura que posee.
Soy más vulnerable como inmortal de lo que nunca fui cuando era una
simple humana.
Y el Ladrón de almas lo sabe.
«Seguiré viniendo a por ti. Tu vida me pertenece».
EPÍLOGO
En lo profundo del robledal sagrado de la Reina, los árboles reales sangran,
pudriéndose de dentro hacia fuera. El ruido de la tala y los aullidos
sobrenaturales de los robles inundan el aire. Árbol tras árbol es cortado, y
los cuerpos de los hombres durmientes son extraídos del interior.
La Reina de la Flora permanece encerrada en una de sus torres, llorando
por su compañero caído, su harén desaparecido, sus robles moribundos.
Uno por uno, todos los grandes reinos de los fae abandonan los terrenos
del palacio de la Flora y vuelven a casa tras el Solsticio, llevándose a sus
camaradas dormidos con ellos.
Todos se muestran sombríos, todos se muestran solemnes.
Se avecinan días oscuros.
Por todo el Otro Mundo, niños extraños y mortíferos aguardan, sus ojos
vidriosos fijos en algún punto lejano.
Un océano de ataúdes de cristal descansa en cuatro tierras separadas. Hay
mujeres que yacen inmóviles en el interior, sus cuerpos preservados con sus
uniformes, sus armas apoyadas en sus pechos. Pueden haber pasado meses
y años, pero su piel es tan elástica como el día en que cerraron los ojos.
Duermen en las arenas del tiempo, esperando, esperando…
Ya viene.
Algo viene.
Los dedos revolotean.
Los músculos se contraen.
No están muertas, pero tampoco vivas, todavía no.
Los robles sagrados gimen, sus ramas se balancean mientras una red de
enredaderas es retirada de sus membranas internas.
Una grieta se forma a lo largo de uno de los ataúdes de cristales y crea un
mar de telarañas por toda la superficie transparente.
La madera se astilla en el centro de un roble.
Un niño diabólico sonríe.
Y luego, todos a la vez, miles de ojos se abren.
Ha llegado el momento.
GLOSARIO
Academia Peel: internado sobrenatural ubicado en la Isla de Man.
Arestys: una masa de tierra rocosa y estéril que pertenece al Reino de la
Noche. Conocida por sus cuevas, es la más pequeña y la más pobre de las
seis islas flotantes ubicadas dentro del Reino de la Noche.
Barbos: también conocida como la ciudad de los ladrones, es la mayor de
las islas flotantes ubicadas dentro del Reino de la Noche. Se ha ganado
cierta reputación por sus salas de juego, pandillas, calas de
contrabandistas y tabernas.
Cambiado: un niño intercambiado al nacer. Puede referirse alternativamente
a un niño hada criado en la Tierra o a un niño humano criado en el Otro
Mundo.
Casa de las Llaves: el gobierno global del mundo sobrenatural, cuya sede
está ubicada en Castletown, en la Isla de Man.
Comunidad sobrenatural: grupo formado por todas las criaturas mágicas
que viven en la Tierra.
Desafío de pareja: duelo entre dos rivales por la mano de una pareja. Suele
ser ceremonial, puesto que los lazos de pareja no se pueden transferir.
Desmond Flynn: gobernante del Reino de la Noche, también conocido
como el Rey de la Noche, Emperador de las Estrellas Vespertinas, Señor
de los Secretos, Maestro de las Sombras y Rey del Caos.
Duendecillo: hadas aladas aproximadamente del tamaño de una mano
humana. Como la mayoría de las hadas, los duendecillos son conocidos
por ser entrometidos, reservados y traviesos.
Fae: término para referirse a todas las criaturas nativas del Otro Mundo.
Glamour: hipnosis mágica que vuelve a la víctima susceptible a la
influencia verbal. Está considerado como una forma de control mental
empleada por sirenas y eficaz sobre todos los seres terrenales, ineficaz en
criaturas de otros mundos. Prohibido por la Casa de las Llaves debido a
su capacidad para despojar a un individuo de su consentimiento.
Hada: el tipo de fae más común en el Otro Mundo; se las puede identificar
por sus orejas puntiagudas y, en la mayoría de los casos, por sus alas. Son
conocidas por sus trucos, naturaleza reservada y temperamento
problemático.
Hada oscura: un hada que ha renunciado a la ley.
Hombre lobo: también conocido como licántropo o cambiaformas, un
humano que se transforma en lobo; gobernado por las fases de la luna.
Hombre Verde: rey consorte de Mara Verdana, reina de Flora.
Isla de Man: isla perteneciente a las Islas Británicas ubicada entre el este de
Irlanda y Gales, y al oeste de Inglaterra y Escocia. Es el epicentro del
mundo sobrenatural.
Janus Soleil: gobernante del Reino del Día, también conocido como el Rey
del Día, Señor de los Pasajes, Rey del Orden, Narrador de la Verdad y
Portador de la Luz.
Karnon Kaliphus: gobernante del Reino de la Fauna, también conocido
como el Rey de la Fauna, Amo de los Animales, Señor del Corazón
Salvaje y Rey de Zarpas y Garras.
Ladrón de almas: el individuo responsable de las desapariciones de los
guerreros fae.
Lephys: también conocida como la ciudad de los enamorados, es una de las
seis islas flotantes dentro del Reino del Día. Se cree que es una de las
ciudades más románticas del Otro Mundo.
Línea ley: camino mágico dentro y entre mundos que puede ser manipulado
por ciertas criaturas sobrenaturales.
Mara Verdana: gobernante del Reino de la Flora; también conocida como
Reina de la Flora, Señora de la Vida, Señora de la Cosecha y Reina de
Todo lo que Crece.
Otro Mundo: tierra de las hadas. Accesible desde la Tierra a través de las
líneas ley. Conocido por sus criaturas violentas y reinos turbulentos.
Phyllia y Memnos: islas hermanas conectadas por un puente. Ubicadas en el
Reino de la Noche, también son conocidas como la Tierra de los Sueños
y las Pesadillas.
Politia: la fuerza policial sobrenatural, de jurisdicción mundial.
Portal: puertas o puntos de acceso a las líneas ley. Puede conducir a
múltiples mundos.
Reino de la Fauna: reino del Otro Mundo que preside sobre todos los
animales. Reino inmóvil.
Reino de la Flora: reino del Otro Mundo que preside sobre toda la vida
vegetal. Reino inmóvil.
Reino de la Muerte y la Tierra Profunda: reino del Otro Mundo que preside
sobre todas las cosas muertas. Reino inmóvil ubicado bajo tierra.
Reino de la Noche: reino del Otro Mundo que preside sobre todo lo
relacionado con la noche. Reino transitorio, viaja por el Otro Mundo,
arrastrando consigo la noche. Ubicado frente al Reino del Día. Las seis
islas flotantes que lo conforman son las únicas masas de tierra que
pueden reclamar residencia permanente dentro del Reino de la Noche.
Reino del Día: reino del Otro Mundo que preside sobre todas las cosas que
pertenecen al día. Reino transitorio, viaja por el Otro Mundo arrastrando
el día consigo. Ubicado enfrente del Reino de la Noche. Las once islas
flotantes que lo conforman son las únicas masas de tierra que pueden
reclamar residencia permanente dentro del Reino del Día.
Reino del Mar: reino del Otro Mundo que preside sobre todas las cosas que
residen en las masas de agua. Reino inmóvil.
Siete Sagrados: también conocidos como los días prohibidos, son los siete
días que rodean la luna llena, cuando los cambiaformas se retiran de la
sociedad; costumbre establecida debido a la incapacidad de los
cambiaformas para controlar su transformación de humano a animal
durante los días más cercanos a la luna llena.
Sirena: criatura sobrenatural de extraordinaria belleza, exclusivamente
femenina. Puede hechizar a todos los seres terrenales para que cumplan
sus órdenes. Propensa a tomar malas decisiones.
Somnia: capital del Reino de la Noche, también conocida como la Tierra
del Sueño y la Pequeña Muerte.
Tierras fronterizas: lugar donde el día se encuentra con la noche. Frontera
entre el Reino del Día y el Reino de la Noche.
Vidente: ser sobrenatural que puede prever el futuro.