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La RAE define a Libertad como “la facultad que tiene el hombre de obrar de una manera u otra,
y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”, es decir, este concepto supone la
posibilidad de elegir tanto objetivos personales como los medios adecuados para alcanzarlos;
se trata de la capacidad para decidir el propio rumbo y asumir las consecuencias que esto
implique. El término puede ser aplicado a distintas facetas de la realidad: libertad de
pensamiento, moral, religiosa, política, etc.
Immanuel Kant distinguía dos tipos de libertades: las positivas y las negativas, las libertades
positivas le permiten al individuo actuar, mientras que las negativas se limitan a la falta de
obstáculos para actuar.
A mi parecer, tergiversar el concepto de libertad puede ser riesgoso, pues bajo ciertas
circunstancias la libertad puede convertirse en libertinaje. La libertad no justifica todos los
comportamientos, llevada al extremo implica transgredir los valores éticos y las normas de una
sociedad para satisfacer las necesidades propias sin importar los resultados.
Desde la filosofía, la libertad se relaciona a cuestiones éticas, es decir, cómo actuamos ante
cualquier situación. Según Aristóteles, el hombre es un animal social-racional, su
comportamiento debe regirse en base a ciertos criterios; según Platón, el hombre debe regirse
por sistemas jurídicos y políticos específicos sobre los que se asientan sus derechos y deberes,
en el que se incluye nuestra condición de individuos libres a pesar de que lo jurídico no siempre
sea justo.
Sin embargo, es importante resaltar que el concepto de libertinaje depende en gran medida del
contexto cultural en el que se exprese el individuo. Cada sociedad tiene normas definidas y
delimita lo que considera apropiado o inapropiado, por tanto, lo que podría considerarse
libertino en una cultura podría no serlo en otra.