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PLATÓN: LIBERTAD
Hay un amplio consenso en considerar a Platón como representante de una concepción
positiva de la libertad entendida como autodominio racional. Según este enfoque una
persona es libre si sus deseos racionales dominan sobre sus deseos irracionales y
determinan sus acciones. Igualmente una ciudad es libre porque el estamento más racional
domina sobre los estamentos irracionales y determina la vida política y social. En este
ensayo pretendo mostrar que tal concepción no se ajusta al tratamiento de la libertad (
eleutheria ) en la República . Aunque Platón usa el término con diferentes valores, y el de
autodominio racional es uno de éstos, Argumentaré que en un contexto muy importante
para su filosofía política caracteriza la libertad como la posibilidad de que los miembros de
una ciudad realicen los deseos que les son propios al estamento al que pertenecen. Un
individuo y una ciudad son libres si las diferentes partes que los componen pueden
satisfacer los deseos que les son propios. A la ciudad ideal se la puede considerar la más
libre en comparación con otros tipos de ciudades porque es la que posibilita en mayor grado
la satisfacción de los deseos propios de los diferentes estamentos que la
conforman. Aunque esta concepción no coincide con la noción liberal de libertad negativa
es menos restrictiva que la noción de autodominio racional y está más acorde con la
sicología de la República, la cual reconoce la diversidad de deseos que caracterizan a los
miembros de una ciudad.
No obstante, las ideas Kantianas se inclinan en favor de una moral laica donde el reto
consiste en que el individuo piense por sí mismo y que gradualmente se ilustre para ser
capaz de tener el valor de emanciparse de cualquier atadura y que el único faro en su vida
sea la razón, incluso, afirma que las causas externas no influyen en la racionalidad del
hombre, ni en la necesidad natural de sus acciones, pues la necesidad se satisface por
impulsos naturales, mientras que de la razón y el conocimiento, no influenciado, se ejerce
por la verdadera voluntad del sujeto, que en el terreno práctico se traduce en completa
libertad.26
De esta manera, el imperativo categórico de Kant habla de una ley moral, pero se trata de
una moralidad laica, descubierta a partir de la razón.
Tal imperativo parte de tres formulaciones que le dan sentido y que definitivamente lo
extraen del plano teórico llevándolo a la praxis cotidiana. A saber:
1. Actúa según una máxima que puedas creer que al mismo tiempo se torna ley universal;
2. Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse por tu voluntad en una ley
universal de la naturaleza; y,
3. Obra o actúa de tal forma que uses a la humanidad tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro siempre como un fin, nunca como un medio.27
La tercera formulación, reconoce al individuo gran valor pero tiene una idea de humanidad
como conjunto de individuos, es por eso que parte de la idea de que no se utilice a los
demás, de que no se utilice a la gente para un beneficio privado o personal, pues no debe
utilizarse a cualquier individuo como un medio para lograr sus fines, siempre debe tratarse
al individuo como un fin, es decir, tratar al individuo como si toda la humanidad recayera en
esa persona, teniendo en cuenta que lo esencial es tratar al otro con respeto.
Kant es un liberal partícipe de la libertad negativa, entendida como la imposibilidad de que
alguien pueda impedir hacer lo que la persona desea llevar a cabo, pues nadie lo obliga a
hacer lo que no quiere, es decir, va a ser más libre entre más grande es el espacio en el
cual pueda decidir qué hacer y llevar a cabo, puede hacer lo que quiera sin que alguien se
lo impida, en resumidas cuentas, menor poder: mayor libertad, nadie impone decisiones ni
le establece límites.
En otro plano, Kant se presenta como un liberal de la libertad positiva, misma que tiene que
ver con la idea de que se es libre en la medida en que se es soberano; se es libre en la
medida en que se es autónomo; y se es libre porque se impone sus propias normas, sus
propios límites.
Lo anterior guarda relación con la teoría de John Stuart Mill que se analizará con
posterioridad, pues ambos autores clasifican a la libertad para su estudio en positiva y
negativa.
En la moral Kantiana uno debe actuar siempre con la naturaleza lícita de la finalidad, se
trata de una moral de principios y no de contenidos, donde es importante ser juez sobre el
propio actuar. El hombre como fin no tiene precio, sólo dignidad.
NIETZSCHE
Abordar cualquier pregunta filosófica es complicada después de los trabajos de Kant y
Hegel, principalmente porque están predispuestos a un criticismo filosófico propio de la
dialéctica.
Bien, Friedrich trata muchas cuestiones trascendentes a lo largo de su vida, como el amor,
la soledad y la libertad; son estos dos últimos conceptos los que él une con una fina cuerda
dentro de su conocimiento en varios libros.
Para no extender demasiado esta respuesta intentaré hacer una exégesis pronta. El filósofo
expresa que la libertad es producto de un corte que el individuo debe realizar con las
opiniones imperantes de la sociedad y de su pasado mismo, a fin de que ninguna opinión
lo defina y ninguna ley lo limite, ésto lo desarrollará después Michael Foucault a lo largo de
su arqueología del saber.
Para Nietzsche el individuo que rige su andar de acuerdo a lo que dictan un conjunto de
personas o leyes, no merece ser libre ya que el mismo no ejerce la libertad para la toma de
desiciones, es por eso que, para los espíritus excelentes, no hay nada mejor que aislarse
de la sociedad, negarla y negarse a sí mismo, para así crear sus propios valores y juicios
de valor, y poder tomar sus decisiones sin que ningún juicio lo guíe.
Hay que comenzar por indicar algunos de los presupuestos filosóficos básicos de la filosofía
de Sartre respecto de la libertad.
En primer lugar, para Sartre es importante considerar que la libertad no tenga ningún
condicionamiento, ni de tipo esencial, ni de tipo racional, pues cualquier condición limita la
libertad y Sartre estaba buscando una libertad absoluta, sin límites impuestos desde fuera
de uno mismo. No hay que olvidar que en Sartre la condición carnal del sujeto y sus
necesidades materiales, son ya una limitación, causa de la vergüenza del hombre que las
padece1.
Así es como el hombre se convierte en un ser autónomo, se otorga sus propias leyes,
valores, lenguaje, depende de sus propios impulsos y deseos, muchas veces más fuerte
que su propia decisión. Pero para ser totalmente libre de determinaciones, lo primero que
Sartre debe abolir es la propia esencia. Pues, un hombre que procede de nada, sin
procedencia, sin esencia que le limite, debe ser capaz de crearse a sí mismo o capaz de
cambiar su propia realidad, su condición, incluso, decidir sobre su existencia.
Por eso en Sartre la existencia precede a la esencia,2 pues de este modo previene a la
libertad de ser determinada por su esencia, ya que si la realidad humana estuviera definida,
pensada de antemano, ¿qué le quedaría al hombre por decidir?, ¿qué imposiciones
externas recibiría el hombre? Sólo la existencia puede proyectarse fácticamente en el
mundo por la propia decisión del hombre, todo depende de él. Todo lo que el hombre hace
en el mundo, todo lo que proyecta, todo lo que vive es decisión suya, porque no está
definido de antemano.
Sartre nos ofrece así la auténtica existencia unívoca, el camino de la autenticidad que
conduce al fundamento antropológico. Para Sartre existir auténticamente significa
reconocer que el hombre tiene que inventar su propia identidad a través de sus libres
decisiones y acciones.
Desde esta perspectiva se entiende que la libertad de Sartre supone trazar un camino para
recuperar la libertad del hombre de las manos de un ilegítimo creador inexistente, para
conseguir que el hombre sea libertad, sin referencias existenciales, ni culturales, sin
orientación, sinsentido, en un mundo que no tiene constitución propia, sino que los obtiene
cuando el hombre le otorga su significado y sus valores. Recuperarla libertad del hombre
supone recuperar también su origen3.
No obstante, la condición finita del ser humano tropieza con los sueños utópicos y
reiterativos al pensar que el poder de la ciencia y la técnica, darán al hombre una libertad
absoluta sobre sí mismo y sobre el mundo. Pero para lograr esto, a Sartre no le ha hecho
falta recurrir a los poderes fácticos, sino que ha preferido que el hombre sea libre desde el
principio del existir.