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Tesis Hector Viel Temperley El Poeta de
Tesis Hector Viel Temperley El Poeta de
Tesina de licenciatura
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Héctor Viel Temperley: el poeta de la periferia
Reconstrucción biográfica, mitología y trayectoria en el campo literario del
autor argentino
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Índice
1. Introducción
2. Presupuestos teóricos
2.1 La muerte y la resurrección del autor
2.2 Literatura y sociedad: habitus, poder y legitimación
6. Reflexiones finales
8. Corpus textual
8.1 Selección de poesías
8.2 Fotografías e ilustraciones
8.3 Cartas inéditas
8.4 Entrevistas
8.5. Artículo. Viel Temperley: el poeta que comulgaba en el mar
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1. Introducción
Sus libros, sin embargo, comenzaron a tener una gran repercusión, sobre todo
luego de la muerte del poeta. El escritor Juan Forn, en uno de los epígrafes que abren esta
introducción, lo describe con contundencia: Hospital Británico se ha convertido en un
libro ampliamente retomado por críticos, lectores, e investigadores del campo literario
argentino. “Aunque fuese Enrique Molina el primero que tomó a Viel en serio, que lo vio
literalmente como un igual (nómade, amante del mar, vitalista ciento uno por ciento), hay
que reconocerle a Fogwill el inicio del culto” (Forn, 2010). El escritor Rodolfo Fogwill lo
tomaba, como él mismo decía, como un hermano (Kohan, 2006). Carolina Esses y
Romina Paula escribieron que la poética desestabilizadora de Viel lo ha convertido en
una de las figuras centrales de la poesía argentina (Esses y Paula, 2012).
Para llevar adelante este trabajo decidí acercarme al poeta realizando primero una
recreación biográfica sobre su su vida. Quise conocer fragmentos de lo que vivió, para
luego poder juntarlos y crear una narración que esté ordenada de manera cronológica.
Para lograrlo llevé a cabo una serie de entrevistas, tanto a la familia del autor como a
quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo, y desarrollé un trabajo de investigación que
me permitió recopilar documentación diversa: fotografías, cartas, manuscritos originales
e ilustraciones. Entrevisté en profundidad a sus hijos María Soledad, Juan Bautista y
María Victoria Viel Temperley, a su compañera de vida Luisa Hansen, y al periodista
Sergio Bizzio. Recopilé información sobre el poeta publicada en diarios y revistas de
poesía (notas de Clarín, Página/12, Revista La Guacha, Diario de Poesía, entre otros) y
obtuve cartas inéditas que el autor les escribía a sus hijos. En el capítulo “La vida de Viel
Temperley”, entonces, he buscado reconstruir -al menos, fragmentariamente- su
biografía, sus experiencias vividas. Hasta este momento no se había llevado a cabo un
trabajo de estas características; lo escrito sobre el poeta versaba más en torno a un análisis
lingüístico de sus poemarios (Cassara, et. al., 2011). Profundizar en su vida, entonces, fue
adentrarse en anécdotas atesoradas por quienes lo conocieron, recuperar alegrías y
tristezas desde recuerdos traídos al presente. Esto me permitió, en definitiva, reconstruir
un relato biográfico que, si bien no deja de ser una construcción discursiva, ficcional,
como toda biografía, se basó en testimonios y en material documentado acerca del poeta.
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distintos “Viel”, distintas representaciones autorales dependiendo del poemario que se
esté analizando.
Tras analizar las figuras de autor que es posible reconstruir en su obra, me dispuse
a analizar la trayectoria que Viel ha tenido dentro del campo literario argentino. Allí
también se construye un mito autoral, en base a lo dicho por críticos, periodistas y
académicos sobre el poeta. El análisis sobre el campo literario me ha permitido entender
cómo ha sido la recepción de la crítica sobre su obra, y cómo ha actuado el poeta frente al
mercado editorial, los medios de comunicación y el ámbito académico. Ante esta
investigación surge un interrogante: ¿cómo se puede comprender el cambio en la
recepción que ha ocurrido con un poeta que habría tenido una presencia mínima -
prácticamente nula- en el ámbito literario de los años ‘60 y ‘70, para pasar a ser
reivindicado como uno de los autores imprescindibles de la poética argentina? En el
capítulo “La trayectoria de Viel Temperley en el campo literario argentino” he buscado
comprender así cómo eran los procedimientos que legitimaban a un autor y su obra en los
años ‘60 y ‘70 en la Argentina y qué actitud tomó el poeta al respecto. ¿Qué cambios, si
los hubo, se encuentran en materia de poder simbólico dentro del campo literario en los
años ‘80? ¿Cuál fue el peso de lo que llamaré la “operación Fogwill” en relación a la obra
de Viel Temperley?
El corpus textual del presente trabajo incluye una selección de poesías de Viel
Temperley -algunas de ellas inéditas-, fotografías de su álbum familiar, cartas que le
escribía a sus hijos e ilustraciones que se hicieron luego para homenajearlo. Los
elementos extra-poéticos -las cartas, las fotos, las ilustraciones- han contribuido en forma
sustancial a la configuración de su mito de autor; es por ello que resulta imprescindible su
incorporación en el presente recorrido.
A modo de anexo he decidido incluir también un breve artículo que escribí hace
unos años sobre Héctor Viel Temperley, titulado “El poeta que comulgaba en el mar”. En
él, a diferencia de lo que me propongo llevar adelante en esta tesina, describo mi vínculo
con el poeta; lo que significó para mí el encuentro con su obra, y las consecuencias que
esto produjo en mis lecturas e investigaciones posteriores. Es por ello que el registro de
aquel artículo es muy diferente al de éste; allí decidí volcar apreciaciones personales
sobre sus textos y relatar una relación familiar que sostuvo el poeta con mi padre -y por
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ende, conmigo, a pesar de no haberlo conocido en vida-. Existe en ese sentido una
dimensión personal en el abordaje del autor que no puedo excluir. Para el caso del
presente ensayo, me he propuesto trabajar desde otro registro, ligado a la investigación de
su vida, su figura autoral y su obra desde una perspectiva periodística y sociológica. Se
hace fundamental, sin embargo, objetivar mi relación con el objeto de estudio, haciendo
explícito este vínculo y mi interés personal por su obra y su vida.
Una práctica sociológica que esté ligada a la reflexión del investigador frente a su
posición como tal, a su origen social y a sus vínculos con el objeto a analizar se hace
necesaria, como plantea Pierre Bourdieu, para llevar adelante una investigación que
busque ser transparente. Para practicar una sociología “reflexiva” es fundamental
“incorporar en la concepción del programa de investigación las condiciones concretas de
su realización [pero] esta forma de realismo científico no se enseña ni está inscripta
espontáneamente en el habitus de la mayoría de la gente que ingresa en las ciencias
sociales” (Bourdieu y Wacquant, 1995, p.259).
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2. Presupuestos teóricos
Pero la imagen romántica del escritor inspirado cayó dentro del abismo relativista
del postestructuralismo: “la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen”
(Barthes, 1967, p.4). En su deber rupturista, la visión postestructural en auge derriba al
autor de su pedestal. Cuando escribo, plantea Barthes, pierdo mi propia identidad, como
autor me desvanezco para que surja, párrafo tras párrafo, una escritura. Esta escritura
estará condicionada por variables sociales y culturales de una época dada, por lo que el
autor como creador genuino de todo lo escrito pierde peso y legitimidad.
Se dejarían de lado, al mismo tiempo, las biografías y las entrevistas al autor para
tener acceso a aquello que se define como su obra. No importaría lo que haya declarado
(en entrevistas, por ejemplo) o hecho (en su vida cotidiana) el escritor para comprender
su producción textual. “Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila
de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues
sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que
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se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el
texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura” (p.3). Esta
aniquilación de la autoría es continuada por Michel Foucault, quien suplanta el concepto
de “autor”- entendido como un creador consciente y absoluto- por una mera categoría
textual: la “función de autor” (Foucault, 1990). El autor, así, sólo existiría desde entonces
como una “función de autor”.
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Lo que se puede encontrar del autor en un texto es una ficción de sí: “desde el
psicoanálisis puede afirmarse que toda la literatura es una autoficción, puesta en escena
fantasmática de peripecias pulsionales y biográficas del sujeto que escribe. No soy más
que un fantasma, pero el fantasma del que se trata en el texto soy yo” (p.23). Ante un
texto podemos encontrarnos con este fantasma del autor; una representación,
parcialmente inconsciente, parcialmente voluntaria, que se alcanza a avistar en algunos
elementos de la creación. La categoría de figura de autor será, entonces, fundamental para
reconstruir el fantasma de Héctor Viel Temperley en su obra.
Alejado entonces de una visión romántica del autor, donde todo lo que éste dice y
escribe nos habla de él con real certeza, y de una visión postestructural que se radicaliza
en el otro extremo, recurriendo sólo a categorías textuales y negando la importancia
absoluta del hombre que está detrás del texto, la postura que tomaré en este ensayo se
ubicará en un punto intermedio. Trabajaré sobre dos territorios, el de la biografía -donde
se entrecruzan entrevistas, palabras del propio autor y documentos sobre su vida- y el de
sus textos -donde se reconstruye una figura autoral, una “voz del autor” que termina
consolidando un mitología, una representación con elementos particulares que es luego
retomada por la crítica para referirse al poeta y que influye también en la lectura de sus
textos-. Se trata entonces de profundizar en una zona gris. La biografía del poeta,
elaborada a través de testimonios y documentación, como instancia inicial del trabajo de
investigación, podrá ser contrastada luego con la figura autoral que se evidencia en el
análisis de su propia obra.
La microhistoria italiana ha reposicionado así, entre los años ‘70 y los ‘80, la
centralidad de los individuos y de las biografías para pensar épocas y para entender las
posibles tensiones entre individuo y estructura (Bruno, 2002). Un ejemplo paradigmático
y muy difundido es la investigación El queso y los gusanos (1976), donde Guinzburg
reconstruye la vida de Doménico Scanndella, más conocido como Menocchio: un
molinero italiano nacido en el Siglo XVI que fue procesado y quemado vivo por la
Inquisición. Guinzburg rastreó las actas de dos procesos inquisitoriales y allí encontró
datos de la vida de este molinero: Menocchio fue perseguido por sus ideas religiosas,
consideradas por la Iglesia Católica como heréticas e impías. El investigador recreó que
el molinero sabía leer y escribir, formación poco común para alguien de su condición
social; la imprenta, de hecho, se había creado 76 años antes de su nacimiento. A pesar de
las sucesivas amenazas de los representantes de la inquisición, Menocchio mantuvo sus
convicciones religiosas y su interpretación particular del génesis:
Por lo que yo pienso y creo, todo era un caos, es decir, tierra, aire, agua y fuego juntos; y
aquel volumen poco a poco formó una masa, como se hace el queso con la leche y en él se
forman gusanos, y éstos fueron los ángeles; y la santísima majestad quiso que aquello fuese
Dios y los ángeles; y entre aquel número de ángeles también estaba Dios creado también él
de aquella masa y al mismo tiempo, y fue hecho señor con cuatro capitanes, Luzbel,
Miguel, Gabriel y Rafael. Aquel Luzbel quiso hacerse señor comparándose al rey, que era
la majestad de Dios, y por su soberbia Dios mandó que fuera echado del cielo con todos sus
órdenes y compañía; y así Dios hizo después a Adán y Eva, y al pueblo, en gran multitud,
para llenar los sitios de los ángeles echados. Y como dicha multitud no cumplía los
mandamientos de Dios, mandó a su hijo, al cual prendieron los judíos y fue crucificado.
(Menocchio en Guinzburg, 1976, p.94)
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Para Menocchio en el origen todo era un caos: Dios no había creado el mundo
sino que éste era también producto de este desorden primigenio (de esa masa de queso y
leche donde se forman los gusanos). El estudio sobre la vida de Menocchio le permitió a
Guinzburg adentrarse en las tensiones existentes entre la cultura popular y la cultura de
las clases dominantes, entre los valores católicos tradicionales y los relatos orales de los
pueblos de la Edad Media.
En los últimos cuarenta años, plantea la Doctora en Historia Paula Bruno (2002),
ha habido una recuperación creciente de lo biográfico, pero llevada a cabo a través de
enfoques y líneas de investigación muy disímiles. Mientras que se consolida la corriente
de la microhistoria y aumenta el interés por la vida de personajes poco conocidos o
marginales, también crecen exponencialmente la cantidad de biografías sobre grandes
personalidades. Menciona en esta línea al libro Amantes y reinas. El poder de las mujeres
(2006), de Craveri Benedetta. En suma, Bruno concluye que “así como en la actualidad
no impera un único paradigma válido ni una única fórmula para escribir textos de
historia, tampoco existe una sola forma de escribir biografías, ni hay un único manual que
explique y resuelva los problemas que la biografía genera a sus hacedores” (p.159). Ana
Caballé, de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona, plantea de
hecho que la biografía no tiene -y no debe- tener reglas: “No las puede tener porque cada
biografía genera su propia metodología, derivada tanto de las circunstancias singulares
que la motivó como, y fundamentalmente, de la singularidad del biografiado. Cada
personaje reclama su manera de acercarse a él” (Caballé, 2012, p.45).
En el ámbito de las biografías literarias, los trabajos de Michael Holroyd han sido
muy reconocidos y difundidos. Escribió numerosos volúmenes sobre la vida de Bernard
Shaw, Hugh Kingsmill, Lytton Strachey, entre otros, y publicó diversos ensayos sobre el
estatuto de las biografías y las autobiografías. En sus artículos destaca el carácter
narrativo que predomina en ellas -ya que en definitiva, se está contando una historia-
(Holroyd, 2002). El carácter literario de las biografías sin embargo debe estar
condicionado por una ética que guíe el trabajo de investigación y de posterior redacción.
“Ningún biógrafo serio, en la actualidad, habrá omitido establecer cierto fundamento
ético para su oficio” (p.26), reflexiona Holroyd, quien considera que la ocupación
principal del biógrafo pasa “por el intento de trazar conexiones iluminadoras entre pasado
y presente, vida y obra; esa es la estética del biógrafo, ese es su proceso recreativo”
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(p.26). Resulta pertinente que el biógrafo recupere aquello que ofrezca más luz sobre la
obra del autor, alejándose de todo sensacionalismo innecesario, por un lado, y buscando
la mayor fidelidad posible con respecto a la documentación y a los testimonios
recuperados. “Los variados recortes de papel -diarios, cuadernos, cartas- son vagas hojas
de apuntes escritas por los muertos, de las que el biógrafo trata de invocar sonidos, en las
que intenta que renazca la vida” (p.26).
Además del trabajo sobre su biografía y sobre sus poemarios, quedará un tercer
ámbito en el que todo autor se mueve, en forma inevitable, desde el momento en que
comienza a publicar. Me refiero, en ese sentido, a la trayectoria del escritor en el campo
literario, espacio donde también se “mostrará”, tanto consciente como inconscientemente,
de una forma determinada. Lo que aprehendemos sobre un autor se construye también
por su presencia (o ausencia) en la prensa, por sus vínculos con el ámbito académico, por
las entrevistas ofrecidas y por las fotografías difundidas (que también marcan un espacio
narrativo, una dimensión donde se fijan ciertos sentidos y atribuciones).
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Viel Temperley generaba vínculos y distancias con otros escritores y con el mercado
editorial.
Para el análisis de las décadas en las que escribió Viel -sobre todo entre los años
‘60 y mediados de los ‘80- retomaré algunas discusiones presentes en La batalla de las
ideas (Sarlo, 2001), Historia de la literatura argentina (Prieto, 2006) y en la tesis Campo
intelectual y literario en la Argentina 1970-1976 (De Diego, 2003). En relación a las
continuidades y las transformaciones en el campo que se dan a fines de los 80 y en la
década de los 90, serán importantes los aportes desarrollados en Literaturas
Postautónomas (Ludmer, 2007) y Terrorismos postautónomos en la literatura actual
(Pereyra, 2010). En lo que respecta al mercado editorial en la Argentina y a sus
transformaciones desde mediados del Siglo XX hasta el presente, resultan pertinentes los
trabajos La concentración y la polarización de la industria editorial (Botto, 2006), y
Banco de pruebas (Muchnick, 2000).
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3. Recreación biográfica: la vida del poeta1
3.1 Niñez
1
Si bien he utilizado, para la elaboración de este ensayo, el sistema de citado de la American
Psychological Asociation (APA), en el capítulo “La vida de Viel Temperley”, sin embargo, ante la
elaboración de un relato biográfico, se evitó voluntariamente la referencia formal y reiterada, para lograr un
mayor carácter narrativo y literario en lo escrito. Los libros que allí menciono se pueden encontrar en las
referencias bibliográficas que cierran este trabajo, mientras que los testimonios se pueden encontrar
transcriptos en el Corpus textual.
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cine y teatro; fue protagonista de la película “Los muchachos de antes no usaban
gomina”, dirigida por Manuel Romero en 1937.
En La casona vivió gran parte de los Parravicini y Héctor llegó a hacerlo también,
sobre todo en los veranos de su infancia. Vicente López será entonces un escenario
predominante en los primeros recuerdos del niño Héctor Benjamín. En la única entrevista
que brindó, el poeta le cuenta al periodista Sergio Bizzio que todas las mañanas su mamá
Cornelia lo llevaba al río, cargado en la espalda, porque todavía no sabía caminar. Un día
se cayó al agua. “Recuerdo que estaba sentado debajo del agua en paz, sin extrañar
absolutamente la vida, la respiración, el mundo. Lo único que sentía era el éxtasis de ver
una pared color tierra cruzada por el sol: era un manto anaranjado que yo tenía ante los
ojos. Y era feliz.”
De chico sufre severos ataques de asma. En 1940, a los siete años, ingresa al
Colegio Champagnat, ubicado en Marcelo T. de Alvear y Montevideo, a una cuadra de la
plaza Rodríguez Peña. En esa institución católica fundada por los Hermanos Maristas
cursa sus estudios primarios y secundarios con desgano, ya que no le daba mucha
importancia al estudio. Su salud era débil, pero en la preadolescencia empieza a
interesarse por el deporte y el atletismo. Comienza a correr, a preocuparse por su físico y
su estado de salud. En esta etapa se destacan dos intereses principales: la natación y la
poesía.
Cuando podía, se rateaba del colegio y se iba a nadar a la sede central del club
CUBA (Club Universitario de Buenos Aires), ubicada en la calle Viamonte, a pocas
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cuadras del Champagnat. Falsificaba la firma de su madre y así justificaba sus ausencias
en el colegio. También nadaba en un tanque australiano que había en un campo de la
familia materna. En la biblioteca del club solía pedir libros de poesía, interés que le había
llegado sobre todo a través de su padre, quien le regalaba libros con frecuencia.
3.2 Juventud
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Fotografía del álbum familiar
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fotos de esta época lo muestran con frecuencia caminando descalzo playas argentinas,
solitarias; posa destacando su porte de nadador, sacando el pecho y mostrando su perfil
de atleta. Sus hijos, todos de edades parecidas, lo miran desde abajo sonriendo. En este
poemario seguirá escribiendo sobre la naturaleza y sobre la religión, como dos ámbitos
que se entremezclan hasta llegar a parecer el mismo, uno sólo. En 1969 se separará de
Maruca y allí ocurrirá un punto de quiebre en la vida del poeta.
María Victoria, su primera hija, cuenta que su padre era muy diferente a los papás
de sus amigas. “Era un personaje muy divertido, muy extravagante y muy raro a su vez,
porque me decía que él me quería mostrar otra parte de la vida que yo me estaba
perdiendo. Mis papás se separaron cuando yo tenía 10 años, lo cual en esa época ya era
muy raro. Y me llevaba a hacer programas muy distintos a los de mis compañeritas. Me
llevaba a la noche a bares sucios donde bailaban griego y tiraban platos al piso, a remar
a Quilmes o me pedía que lo acompañara a hachar árboles a los bosques de Palermo.”
Recuerda que su papá tenía siempre un hacha en el baúl de su auto; manejaba hasta los
bosques de Palermo y se ponía a hachar algún árbol caído, entre el verde. Era frecuente
también que, en época de vacaciones, se fuera con sus siete hijos a alguna playa perdida
entre los médanos, “lejos de todo” para nadar. Salía del agua una hora y media después,
luego de ser a esa altura un punto perdido entre las olas.
Desde que se separó, todo fue insólito. Vivía sólo en un departamento diminuto
que alquilaba en el barrio de Retiro; estaba siempre con las persianas bajas para poder
escribir y concentrarse. Se pasaba cuatro o cinco días seguidos escribiendo con su
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máquina de escribir; lo que no le gustaba lo hacía un bollo y lo tiraba al tacho de basura,
jugando a encestar. Se vestía siempre igual, compraba tres camisas iguales, tres jeans
iguales y eso le bastaba. “Se enojaba cuando la gente insistía en hablar de dinero”
recuerda Victoria. “Él se ocupaba de todo lo que es lo espiritual, lo humano y no le daba
tanta importancia a lo material. Estaba prohibido, como si fuera pecado. Se ponía de
mal humor, chinchudo. Yo le decía que necesitaba comprarme un vestido para una fiesta
de quince, y la respuesta de él era: sí hay gente que se está muriendo de hambre, si hay
chicos que a tu edad se están muriendo en la guerra.... ¿vos querés ir a una fiesta vestida
de largo? Qué ridículo, me decía.”
Trabajó como cronista del diario Crónica, durante un breve período, al terminar
su bachillerato. Después se dedicó a la publicidad; pasó por distintas agencias nacionales
e internacionales y luego fundó la suya en la Avenida Córdoba al 600 -“Viel Temperley
Publicidad”- alrededor del año 1965. Tuvo de cliente a la fábrica de automóviles Ford y
creó una publicidad para dicha empresa. “Hay quienes están capacitados para ir a lo más
profundo”, se alcanza a leer en la calcomanía de un Ford de 1970, al lado de una
ilustración de un buceador profesional. Otra vez, el agua, el nadar, como una constante.
Armaba reuniones con sus empleados en donde lanzaban ideas para futuras publicidades.
En esos encuentros, para coordinarlos y organizar el trabajo, ubicaba una silla en el
medio de la sala de redacción, la daba vuelta y se sentaba como si estuviera montando un
caballo; luego señalaba al que le tocaba hablar con uno de los rebenques que decoraban
su oficina.
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Calcomanía realizada para Ford, Viel Temperley Publicidad. Archivo: Rat.
El otro día hablamos algunas cosas sobre tu carácter y te dije que iba a escribirte una carta.
La escribo con amor, con pasión, luchando porque lo que tengo que decirte te penetre, entre
hasta lo más profundo de tu edad, tu inteligencia y tu sensibilidad.
Los humanos estamos hechos para vivir, no para hacer cosas. Estamos hechos para aprender
a vivir, para entendernos, cuidarnos, comprendernos, y después entender y cuidar a los
demás. Sin la fiebre de hacer y hacer cosas. El secreto es ser auténtico y tierno.
Pensá en la ternura. La ternura es profunda como el corazón humano.
La perfección no es profunda, es solamente un ideal imposible de alcanzar porque no tiene
raíces en el corazón del hombre. Llorar, equivocarse, y luchar es humano. Ser perfecto no lo
es. Y además la perfección esconde siempre algo frío, no puede ser amada por nadie.
María Victoria, no te dejes vencer ni engañar. No creas que te llamas Victoria para hacer las
cosas bien. Te llamas Victoria para vencer sobre el frío de las cosas del mundo y lo vacío y
duro de la mayoría de la gente. Te llamas Victoria para decir cosas como esas del dibujo de
las olas altísimas que me regalaste. Te llamas Victoria para vencer nadando, entregándote en
cuerpo y espíritu al amor, a la ternura.
Un beso inmenso
Etomín.
(Carta inédita. 10/12/1970).
En 1971, con 38 años, Héctor conoce a quien será su compañera por el resto de su
vida, su novia Luisa Hansen. Luisa recuerda a Héctor con mucho afecto y amor; ella
actualmente tiene 87 años, pero rememora los 16 que pasó con él con absoluta claridad.
Compartían una pasión por el campo y por la naturaleza, así como un interés por la vida
artística, ligada a la bohemia de la Ciudad de Buenos Aires. “Íbamos mucho a los cafés
de Buenos Aires. Héctor era muy nocturno. Era muy bueno con sus amigos, los empujaba
siempre a que logren lo que querían”. Ella siempre sintió que se podían entender
perfectamente, a veces, incluso, sin necesidad de hablar. De hecho, no se tuteaban; se
decían de “usted”. Los dos pintaban en el pequeño departamento que tenía Héctor. “Yo
pintaba nada más que manchas, y una vez Héctor me dijo: ‘no tenga miedo en
destruirlas, por ahí descubre algo más atrás de ellas’. Ahí empecé a descubrir muchas
cosas más en la pintura.”
Luisa recuerda que por ese entonces ninguno de los dos contaba con mucho
dinero. Unos años antes de que se conocieran, unos amigos de Héctor, que llevaban las
finanzas de su agencia, generaron una malversación de fondos y llevaron la empresa a la
quiebra. Héctor tuvo que pagar las deudas que había contraído en ese entonces, “Cuando
lo conocí, su agencia ya había quebrado. Sé que él decía que unos amigos lo habían
cagado” recuerda Luisa. “Los dos nos habíamos quedado muy mal. Estábamos sin nada
de plata. Nos reíamos igual.”
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Enrique Molina fue un reconocido poeta surrealista, fundó junto con Aldo
Pellegrini la revista A partir de cero, en 1952. Solía juntarse con Héctor Benjamín a leer
poesías, a cenar y a tomar whisky hasta largas horas de la noche. También pintaban
juntos, actividad a la que se sumaba Luisa. Edgar Bayley, poeta, dramaturgo, ensayista, -
entre otras tantas actividades- ya en los años setenta había hecho todo un recorrido por
diversas revistas de poesía, incluida la famosa Poesía Buenos Aires. Francisco “Coco”
Madariaga formaba parte también del grupo de surrealistas que transitaban la noche
porteña en los años ‘70.
El mismo año que conoce a Luisa, en 1971, Héctor publica Plaza Batallón 40,
otra vez por Juárez Editor. Se lee en la dedicatoria: “a mi madre, mujer libre y fiel. A
paisanos muy pobres de mi país. Al Batallón 40, del que nada sé”. Ya hacía tres años que
no vivía con Maruca y sus hijos. Este libro puede definirse como un diario de viaje, en
clave poética, dentro el territorio argentino; sus poesías giran en torno a la tierra rojiza del
norte, a las cataratas misioneras, a la Isla San Martín y, entre otros muchos sitios, al sur
argentino y chileno -sobre todo a Puerto Madryn, lugar que solía visitar con Luisa-.
Recuerdos que, a pesar de estar redactados en presente -como si escribiera desde allí, al
vivirlos-, los llevaba al papel recién al volver a su departamento en Buenos Aires,
tipeando obsesivamente con su máquina de escribir.
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Fotografía del álbum familiar
Dos años después, en 1973, publicará su quinto libro -Febrero 72/73- también
pagando la impresión de los ejemplares a través de Juárez Editor, y siguiendo la temática
viajera de sus poesías anteriores. En esta ocasión, sin embargo, recuperará en su escritura
recuerdos de un viaje realizado a España que efectuó, dice Vicky, “siguiendo un amor”.
Escribirá en la poesía “Segovia” que abre el libro: “Primer día en España,/Hay cielo
azul, hay niños/Igual que ayer en casa//Para mí, Señor, estar enamorado/fue
abrazarte/en un cuerpo:/mujer nomás/no Esposa y altos vidrios/cortando luz arriba/entre
palomas.” En la portada el poeta decidió incluir una fotografía suya, tal como ocurrió con
Humanae Vitae Mia; la foto en blanco y negro lo muestra en este caso recostado sobre la
arena, mirando hacia arriba, al lado de unas botas negras. De fondo se alcanza a ver el
mar.
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Los escenarios de la bohemia porteña en los años setenta se repartían por la
ciudad en cafés del centro, en fondas del sur, de La Boca y Barracas y en callecitas poco
iluminadas de Boedo. Allí iba Héctor, junto a su compañera o junto a sus hijos. “Se
sentaba siempre haciendo esquina, como mirando a todas las mesas desde un escenario.
Él hablaba y la gente lo escuchaba como si fuera un auditorio. Se hacía amigo de los
mozos y de la gente que estaba en las otras mesas.” relata Vicky. Entre las mesas de
BarBaro, ubicado por ese entonces en Reconquista 874, se conocieron en el invierno de
1976 con el escritor y periodista Juan Forn, quien era compañero de colegio de otra de las
hijas de Héctor, María Verónica. Ella los presenta y los deja solos: “Durante la hora que
siguió, por primera vez en mi vida yo pude escuchar cómo pensaba un poeta de verdad.
En mi recuerdo, Etomín fue el primer adulto que me habló como un igual. No es culpa de
él que yo no entendiera nada; que creyera que me estaba hablando sólo de poesía
cuando hablaba de riesgos.” escribe Forn. Años más tarde se volverán a encontrar;
Héctor estará ya con la cabeza vendada, después de la operación de cerebro por la que
tendrá que pasar.
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en sus pasiones: la natación, la poesía, y, cada vez con mayor intensidad, la búsqueda
espiritual, sobre todo a través de la figura de Cristo.
Carta de marear remite desde su nombre a las playas que el poeta solía recorrer y
a los mares en los que solía nadar; las cartas de marear -o cartas náuticas- son mapas en
donde se detalla la ubicación de una porción del mar, junto a las costas que lo bordean.
Ofrecen algunos datos útiles para la navegación, como el nivel de profundidad de las
aguas o el lugar donde hay bajíos o escollos, islas rocosas de pequeñas dimensiones que
pueden ser peligrosas para los barcos. Entre el peligro de lo incierto y la planificación
sobre rutas seguras parece ser el recorrido que plantea Viel en este libro, ya en su título.
La edición original contiene un prólogo escrito por Enrique Molina que hace principal
hincapié en el vínculo entre la experiencia y la literatura que existe en la obra de Héctor -
y en especial entre la experiencia, el vivir, y lo poético que en ella se alcanza a leer-: “La
poesía -cuesta aprenderlo- relata sucesos igual que la novela o la historia. Pero lo hace
desde la raíz, en el foco de una experiencia esencial que rescata de cada cosa su
incandescente totalidad: sea el paso de un ave, el rodar de unos dados, la respiración de
una mujer dormida cuyo aliento se bifurca entre la sangre y el sueño.”
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catástrofe. Narrar el relámpago de esta aventura es la aventura de Héctor Viel
Temperley en estos poemas”. Sus poesías, como se verá con más profundidad en el
próximo capítulo de este ensayo, tomarán en esta etapa otra configuración; será una
poesía más libre y experimental, mucho menos estructurada, con una fluidez que será
consecuencia de estos vínculos espaciales y temporales, en estas idas y vueltas entre
recuerdos y lugares. Escribe, por ejemplo, en la poesía que abre el libro: “Desde la hoja
de afeitar vi todo./Con sangre seca y flor rompí el hechizo,/hostia de hotel abierto a
sangre seca./Como tanque de guerra colgado del barranco/henchido como nube,
abultado como anca/por tantas campanillas, esta enredada pieza!”.
En 1978, dos años después, Héctor publicará Legión Extranjera, esta vez por
Torres Agüero Editor, también pagando por la impresión de un centenar de ejemplares.
Su título remite a la Legión Étrangère, una unidad de elite del ejército francés establecida
en 1831 y formada por soldados voluntarios de origen extranjero; “Legión extranjera” era
también la marca de las hojas de afeitar que utilizaba Héctor, y esta doble significación es
puesta en juego en las poesías del libro; textos donde se entrecruzan soldaditos de plomo
de la legión, las hojas de afeitar, mujeres amadas que se han ido, que han seguido su
camino, edificios de Retiro -El “rascacielos” Kavanagh que es descripto por el poeta
como si fuera un hombre alto, a veces legionario, a veces nadador- y recuerdos que en
forma inevitable y con absoluta claridad surgen ante la mera vivencia de un momento en
el presente. Este poemario contiene la poesía “El Escorial” dedicada al escritor y
periodista Miguel Briante. Sergio Bizzio la señala como una de las grandes poesías
argentinas, mientras que Rodolfo Fogwill la consideró la primera gran “revelación” en la
carrera de Viel Temperley, quien hasta ese momento resonaba más en los bares de la
noche porteña que entre la crítica literaria y un público más extenso.
Desde muy joven Héctor Benjamín practica un hábito inamovible: viaja durante
dos o tres meses a Los Toldos, al Monasterio de los Monjes Benedictinos, ubicado sobre
la Ruta 65. Este es su espacio de soledad, de encuentro con Dios, donde logra el
ascetismo tan buscado. Ya luego de sus 40 años su costumbre se profundiza y extiende
sus viajes; compone salmos que luego cantará junto a los monjes del monasterio; conoce
30
y se hace amigo del monje Mamerto Menapache y del padre Roberto Chiogna. Cuando
termina sus meses de retiro toma su auto y recorre pueblitos perdidos de nuestro país. Al
regresar a la ciudad, con sus recuerdos y emociones, se encierra, para escribir. Del mar,
del campo a la escritura, como en un círculo que repite, año a año.
El esfuerzo por controlar todas las etapas de la edición del libro parecen haberse
profundizado en el caso de Crawl debido a la particularidad de sus poemas: cada uno de
ellos cuenta con una composición gráfica muy especial; las líneas de las poesías están
organizadas de manera tal de generar sobre las páginas el efecto de un hombre que nada,
realizando una respiración en cada brazada. “Si mirás ‘Crawl’ arriba es como un cuerpo
que va nadando. Yo desplegaba el poema en el suelo y me paraba en una silla para ver
dónde había algo que se saliera del dibujo. Me pasaba horas arriba de la silla fumando y
mirando, y corrigiendo para que tuviera esa forma. Incluso trato de que las estrofas no
tengan puntos hasta la tercera parte, porque quería que fuera un respirar, quería que
cada brazada fuera una respiración. Solamente al final, cuando habla con otros
hombres, hay puntos y cortes. Pero donde es pura natación, son estrofas” explica en la
entrevista que le realizó Bizzio.
32
la superficie, mirar a un lado para avanzar mejor hacia a adelante, resignarse a ver el
mundo parcial y transversalmente para conservar la horizontalidad. ¿En el crawl, como
en el rito religioso y en la poesía, la perfección del estilo es condición indispensable de
la eficacia en la vida?”
Las creencias religiosas del poeta no sólo se manifestaban en sus poesías o en sus
retiros a Lo Toldos, sino que también se evidenciaban en las charlas que tenía con sus
hijos o las cartas que les escribía. Éstas últimas poseían, siempre, alguna referencia a los
elementos de la religión católica, aunque desde un punto de vista singular:
Esta noche voy a ir a misa. Voy a tratar de ir como un pecador, consciente de mi propia
basura y con el alma lo más desnuda posible. La gente casi toda me molesta porque hay
muchos colores, mucho pelo, mucho entrar a la iglesia como si inspeccionaran la cocina
de su casa, pero qué carajo, siempre hay alguien rezando humildemente, alguien que no
da más, alguien que ama, o sea que iré a ver si ese alguien me contagia, y a ver si Cristo
me perdona y no me mata a palos. Gracias a Dios lo voy a agarrar chiquito, que palo va a
tener, enano dulce, enano gordo, príncipe de todos los enanos. Además, le puedo hablar
de la Virgen de Luján. Que es amiga mía y también de Él y con eso lo paro en seco.
Enanos de mierda, enanos todos, desde Facundo al bachiller, sin distinción de sexos ni
edades ni de madureces ni de inmadureces: me parece que los quiero.
Viva Cristo Rey. Besos y abrazos. Cosquillas y ganas de molestar. Sacadas de lengua.
Suspiros, Silencios....
Héctor nunca fue muy amigo de la medicina ni de los médicos; siempre le rehuyó
a los remedios y a los estudios. Cuando su primer hijo, Juan Cruz, le dijo que quería ser
doctor, él reaccionó con distancia. Por eso la relación entre ellos fue difícil. Sin embargo,
Juan Cruz estuvo muy presente durante toda la enfermedad de su padre. Lo acompañó a
hacerse todos los estudios y estuvo con él ante cada internación.“Él a veces tenía
discusiones con los chicos, no por falta de amor, sino por estar muy presente y ser muy
estructurado en lo que le decía a cada uno. Era muy firme con sus elecciones. Quizás era
demasiado posesivo. Los quería mucho”, recuerda Luisa.
34
Ante esta circunstancia, la familia autoriza en 1985 a los médicos del Hospital
Británico a que internen al poeta y le realicen una intervención quirúrgica, para poder
extirparle el tumor que tenía ahora en su cerebro. Héctor para este entonces ya estaba
desvariando, no se le entendía nada de lo que decía. La operación, en ese sentido, fue un
éxito: el poeta volvió a poder hablar normalmente. Ya de regreso en su departamento,
convaleciente, escribió el que será su libro más conocido: Hospital Británico.
María Cornelia, la madre de Héctor, cayó enferma cuando lo vio en ese estado a
su hijo. Falleció mientras el poeta estaba internado en Hospital Británico. La relación
entre ellos siempre había sido muy fuerte; “ella tenía un complejo de Edipo con él y
siempre lo estaba consintiendo”, cuenta Victoria. “Mi madre es la risa, la libertad, el
verano/A veinte cuadras de aquí yace muriéndose”, escribirá Héctor en Hospital
Británico.
35
Héctor Viel Temperley bailando con su madre Cornelia Parravicini
36
Durante 1987, por su delicado estado de salud, Héctor se muda al pequeño
departamento de Luisa. Traslada todas sus cosas allí: su máquina de escribir, los cuadros
pintados por ambos, sus plantas sin flores, su biblioteca finita repleta de fotografías y la
postal azulada de un Cristo “Pantokrator” –atributo que hace referencia a la omnipotencia
de Jesús, según la tradición católica-, que lo acompañó durante su internación y a la que
le reza y le habla continuamente. En su libro Hospital Británico, de hecho, Viel
Temperley escribió diversas poesías sobre la postal y lo que significó para él en
momentos de enfermedad y dolor. “A los pies de la pared desnuda, la postal es un
Christus Pantokrator en la mitad de un espigón larguísimo.”“Entre mis ojos y los ojos de
Christus Pantokrator nunca hay piso. Siempre hay dos alpargatas descosidas, blancas,
en un día de viento.” “Con la postal en el zócalo, con Christus Pantokrator en el espigón
larguísimo, mi oscuridad no tiene hambre de gaviotas.”
Héctor escribió nueve libros de poesías que fue publicando entre los 23 y los 54
años: Poemas con Caballos (1956), El nadador (1967), Humanae vitae mía (1969), Plaza
Batallón 40 (1971), Febrero72-Febrero73 (1973), Carta de marear (1976), Legión
Extranjera (1978), Crawl (1982) y Hospital Británico (1986).
37
3.4 Viel después de Viel
Esta “operación Fogwill” será llevada adelante durante décadas; en gran parte de
las entrevistas que daba el escritor -quien tenía un perfil mediático muy distinto, de
exposición disruptiva en cada aparición (Luppi, 2010)- aprovechaba para mencionar la
obra de Viel Temperley. “Lo leí cuando tenía 29 años y me caí de culo" dirá en el año
2007 en un reportaje realizado para el diario Clarín. (Fogwill en Avellaneda, 2007) Hasta
el momento de la recuperación de Fogwill serán sobre todo los comentarios en los medios
de Enrique Molina, Edgar Bayley, Eduardo Milán y Miguel Briante los que impulsaron la
difusión de la obra de un poeta que no había tenido entre sus prioridades centrales ser
conocido y legitimado por un público vasto, ni mucho menos por la crítica o por la
academia literaria.
Pasarán muchos años hasta que su obra sea reeditada y alcance así un público más
extenso; recién en 1997 saldrá publicada una nueva edición de Hospital Británico a través
de la editorial Ediciones del Dock, dentro de la colección “Pez Náufrago”. Esta misma
editorial, que logra financiar la impresión de sus libros a través del Plan de Promoción de
la Edición de Literatura Argentina de la Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación
de la Presidencia de la Nación, publicará en 2001 Crawl, manteniendo la estructura
38
gráfica de la edición original y respetando aquella tapa por la importancia que tenía para
el poeta; allí sigue, intacto, el marinero de la caja de cigarrillos, rodeado de una corona de
espinas.
Ese mismo año el escritor Pedro Mairal publica una reseña de su obra para el
diario Clarín (Mairal, 2003) y el 27 de junio se lleva a cabo el primer homenaje al poeta,
en el Centro Cultural Ricardo Rojas. A los pocos meses saldrán algunas de sus poesías
dentro de la antología argentino/brasileña Puentes/Pontes. Durante el 2005 la dramaturga
Romina Paula dirigió la obra Si te sigo muero, que está basada en la obra poética de
Héctor; creó diálogos teatrales que se desarrollan tomando como puntapié frases de
algunas poesías del poeta. En el 2012 se publicó The last books of Héctor Viel Temperley
en Estados Unidos, con traducción de Stuart Krimko a través de Sand Paper Press, que
incluye Crawl y Hospital Británico en una edición bilingüe.
39
Instalación realizada por familiares del poeta a veinticinco años de su fallecimiento. Incluyeron elementos
que formaron parte del último departamento del poeta. De fondo colocaron una réplica del original de su
última poesía: “Magenta” (1985).
Ante la creciente repercusión por parte de la crítica y del público, Ediciones Del
Dock decide publicar en el año 2011 un libro de ensayos sobre su obra -llamado
simplemente Viel Temperley-, escrito por diversos autores: Silvio Mattoni, Daniel Fara,
Walter Cassara, Santiago Sylvester, entre otros. Este pequeño libro fue presentado en un
segundo homenaje, realizado al cumplirse 25 años del fallecimiento del poeta. Se llevó a
cabo el 26 de junio del 2012 en la Casa de La Lectura, en Lavalleja 924. Allí estaban sus
hijos, su compañera Luisa Hansen, algunos amigos y poetas jóvenes interesados en su
historia.
Dentro del ámbito académico, la docente Delfina Muschietti fue una de las
primeras en incluirlo en un programa de una materia universitaria, relata María Amelia
Arancet Ruda en su ponencia sobre Viel Temperley: “Otro stalker en la estela de la
carmelita y su crawl sin descanso” (2003); dentro de las aulas de Púan, de la Facultad de
Filosofía y Letras, Muschietti leía junto a sus alumnos las poesías de Hospital Británico.
Arancet Ruda por su parte analizó y sigue analizando desde una perspectiva semiótica la
obra del poeta. Lleva adelante el seminario de posgrado “La violencia de la frontera.
Puesta en abismo de la poesía argentina en Miguel Ángel Bustos y Héctor Viel
Temperley” en la UCA.
41
4. El mito de autor en la obra del poeta
Para comprender la imagen autoral que media entre Viel y sus lectores primero
realizaré un recorrido por sus poemarios, desde los escritos en su juventud hasta su último
libro, Hospital Británico, donde en palabras de Tamara Kamenszain (2003) se desarrolla
una “lírica terminal” y en el que, según el director de Ediciones del Dock Santiago
Sylvester, se da una poesía mística llevada al extremo de la iluminación espiritual
(Cassara et al., 2011). La crítica literaria, como la mencionada, se ha centrado en analizar
las temáticas que el autor desarrolla con frecuencia, pero pocos investigadores han
intentado reconstruir su figura enunciativa. De lo producido hasta el momento ha sido
Daniel Fara (Cassara et al., 2011) quien, en un breve artículo, marcó algunas líneas de
investigación en torno a la reconstrucción de su voz narrativa, pero limitándose a estudiar
su primer libro, Poemas con caballos. Llegó a reconstruir un enunciador asceta, solitario,
cercano al naturalismo de Henry Thoreau en su libro Walden o la vida en los bosques
(1945), y vinculado al surrealismo poético de Edgar Bayley.
Como plantea Fara, los críticos interesados en la obra de Viel Temperley no han
tenido en cuenta la diferencia entre la voz lírica y el autor; la confunden, afirmando que
las experiencias leídas son, en sí mismas, las experiencias del escritor. Fara considera que
“tal vez afirmar que quien habla -de sí mismo- es el propio poeta no se deba únicamente a
la estolidez o la hipoacusia de los críticos” (p. 37) sino que, quizás, “convenga por
motivos editoriales propiciar una referencialidad directa, en tanto ella fascina a muchos
consumidores”. En ese sentido, concluye: “atribuirle protagonismo discursivo al escritor,
en el caso de Héctor Viel Temperley, ha significado ignorar el aporte renovador de su
poesía, ya se la considere en el espacio de la lírica o en de la literatura argentina en
42
general” (p. 37).
Los análisis más conocidos hasta el momento, como los de María Gabriela Milone
(2003), Silvio Mattoni o José Ioskyn (Cassara et al., 2011) reiteran que Viel, en tanto
autor, fue un escritor religioso, aislado de toda corriente literaria argentina -hasta un poeta
católico se ha llegado a decir, sin tener en cuenta su construcción más ligada al
surrealismo y al misticismo- , y esto termina generando un efecto reductor de su obra que
“no tendría otro objetivo que dar cuenta de sus encuentros unitivos con Jesucristo y
describir su éxtasis ante los mismos” (p. 37).
43
4.1 El nadador. (La ruptura con la tradición como entrada a la escritura)
La publicación del primer libro de todo autor -su emergencia dentro del ámbito
literario desde la experiencia concreta de su ópera prima- nos marca un momento de
apertura, una “entrada a la escritura”. En Viel Temperley esta dimensión inaugural revela
una figura de autor que se constituye inicialmente en Poemas con caballos (1956) y en El
nadador (1967). Estos dos libros están enhebrados por una estructura estilística similar,
donde se da una recurrente utilización de oraciones breves, rimadas, con un comienzo y
final claros.
En este tipo de relación con el mundo se da también la “búsqueda” que los críticos
definen como místico-espiritual. Escribirá en El nadador (1967) “Señor, mira mi cuerpo,/
Mira mi cuerpo, torre de mi infancia,/mira mi cuerpo, cueva a la que vuelvo/siempre/a
sentarme solo/ante tu fuego” (“A mi cuerpo”). El cuerpo se concibe y se conoce sólo a
partir de este cruce con esta doble dimensión, espiritual y material.
La jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda
traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan
desde una insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un
embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo. El hombre
moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos -
divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos
se haya convertido en experiencia. (Agamben, 2007, p.8)
47
Así, la experiencia fenoménica del Yo lírico del poeta contrastaría con la opresión
de lo cotidiano, con el pasaje por una sucesión de acontecimientos que no se convierten
en memorables. Lo que le daría autoridad a la experiencia, lo que convierte lo vivido en
singular, según el filósofo, no es su correlato con el “conocimiento” - sino con la palabra,
con el relato. La destrucción de la experiencia, su menosprecio, dirá Agamben, está ya
implícita en las bases de la ciencia moderna; esta ve con desconfianza a la experiencia
incierta, aquella que no esté regulada por el control del experimento del laboratorio.
48
de cama/por el asma en la cama/y porque existe el mar, por ejemplo” (“No morir en
cama”). Ya el paisaje cambiará; además de mar y pampa encontraremos rascacielos,
paisajes patagónicos y pueblos españoles.
En su libro Héroes sin atributos hilvana un conjunto de autores en los que se daría
esta paradoja en la construcción de su figuración autoral; así, en Macedonio Fernández -
quien sería el padre de una tradición de corte macedoniano- pasando por Jorge Luis
Borges, Antonio Di Benedetto, Osvaldo Lamborghini, Juan José Saer, Ricardo Piglia,
Alberto Laiseca, Julio Cortázar, César Aira, entre otros, se desenvolvería una
autofiguración -o representación de sí- con las siguientes características en común:
identidad irónica, contradictoria, fragmentada, melancólica, lejana a la idea de escritor
trascendente o todopoderoso, sino más cercana la noción de escritor modesto, poco
visible, dubitativo, contradictorio, cambiante, heredero de las vanguardias literarias del
Siglo XX. Como afirma la cita de Saer que abre en forma de epílogo la introducción al
libro de Premat: “El escritor debe ser, según las palabras de Musil, un ‘hombre sin
atributos’, es decir un hombre que no se llena como un espantapájaros con un puñado de
49
certezas adquiridas o dictadas por la presión social, sino que rechaza a priori toda
determinación” (Saer en Premat, 2009, p.9).
La propuesta de una novela que es siempre a futuro, que está siempre por hacerse,
lo ha convertido en una figura inmortal dentro de la literatura argentina del siglo XX;
ecos de su forma de representarse podrán rastrearse en quienes serán sus “herederos”. En
esta operación se da un juego que es doble: mientras que se construye una figura de autor,
distanciada del escritor en sí mismo, se configura una “ilusión biográfica”. Se confunden,
así, las voces del narrador con la vida del autor, como parte de una estrategia discursiva
que tiende a consolidarse en la ambigüedad, en la visión de un yo borroso.
Un hombre vitalista que nada, que hacha, que explora, pero que no se muestra
nunca como un hombre que escribe, que poetiza. No aparenta ser nada, en tanto escritor.
Rechazando en su voz lírica toda intelectualidad -que aun así funciona como un pilar de
su elaboración poética, por los recursos estilísticos utilizados-, Viel Temperley será en
ese sentido un eslabón más de esta tradición literaria que sostiene su representación
autoral en la ambigüedad y en la negatividad. Ya Daniel Freidemberg (1991) encontraba
un procedimiento de “desintelectualización” en la obra del poeta.
51
El efecto es de inocencia, como la de alguien “virgen” de literatura. Raro caso en la
poesía argentina contemporánea, no hay casi referencias intertextuales, casi no existe
inflexión sobre la poesía o sobre lenguaje. Algo así como una visión distorsionada,
excéntrica, de todo lo que se ve como proveniente de un ser de otro planeta, que
encuentra valores o datos significativos ahí donde uno corrientemente no los
encuentra. Más que ingenuidad, desintelectualización. Más que inocencia, tal vez, no
dar por sentado lo que damos por sentado habitualmente. (Freidemberg, 1991)
Saer, por su parte, niega, tanto en su producción novelística como en sus ensayos,
52
su lugar de escritor; busca un espacio paralelo al de los ámbitos mediáticos y académicos,
rehúye de los espacios preponderantes destinados a los “grandes escritores”. Pero en esta
circunstancia se da, en forma paradójica, la creación de una fuerte figura autoral:
“renunciar al mito de autor público fue, para él, crear un mito en el texto, o sea,
reivindicar y defender el valor en su obra; la obra, en su propia dinámica, irá creciendo en
espacios inéditos, otras identidades y figuras de autor” (Premat, 2009; p.201). La imagen
autoral presente en su extensa obra estará muy condicionada por la zona en la que ocurren
sus narraciones. Su proyecto literario se sostiene en la creación de un territorio propio -
que tiene similitudes con su provincia natal, Santa Fé, pero que posee una identidad
particular, creada por el autor-. En tiempos en los que la tradición literaria se deja atrás,
generando una ruptura como forma de sobrevivir a la muerte del autor omnipotente, se
hace necesario crear un mundo propio, una zona propia. Resulta muy pertinente, en este
punto, hacer una referencia a una cita del libro de Premat, que no sólo nos permite hablar
de Saer, sino que también estará diciendo mucho sobre la obra poética de Héctor Viel
Temperley.
Para ser escritor hay, entonces, que crear lo existente, hay que empezar de nuevo la
fundación del mundo (y de la literatura): hacerse un lugar es edificar una ciudad que,
aunque sea semejante a la real, pueda ser sin embargo propia, dominable. El territorio
inventado termina inventando al autor en el sentido de imponerle rasgos, características,
limitaciones, postulados, dinámicas, relatos. La posición será la de un borrado, la de una
modestia negativa, la de un abandono de ciertos mitos y espacios que los autores ocupaban
tradicionalmente. Pero ese abandono tiene como consecuencia entonces afirmar lo negado,
reintroducir lo perdido, restaurar la autoridad del escritor, en otro espacio y de otra manera.
(Premat, 2009, p.200)
Tanto Sergio Chejfec como Defina Muschietti utilizan la imagen del “desertor”
para describir la figura de Viel. El texto del poeta, dice Muschietti, “crece en la figura del
desertor, y trabaja siempre en esa fuerza invasora de la paradoja, la inversión, el
espaciamiento que deshace certezas. Comparte así el propósito enunciado por Macedonio
53
Fernández para la literatura: marear al lector” (Muschietti, Cassara, et. al, 2009, p.113).
Coincido con la caracterización de Muschietti en este punto, en la que hace alusión a una
función “mareadora” en la poesía de Viel, con la que se desconcierta al lector, ubicándose
y ubicándolo en un espacio de lo ambiguo. En estos textos su escritura será cada vez más
libre y dinámica; su voz lírica perderá la inflexión del texto estructurado, para pasar a ser
una “voz” en sí misma, una poesía que toma todas las tonalidades y las inflexiones de la
oralidad y la conversación, como se evidencia en las poesías de Legión Extranjera.
54
La diferencia clara entre Viel Temperley y Ortíz es la presencia de una instancia
espiritual muy fuerte en la obra del primero. En Viel Temperley los elementos del
catolicismo funcionan como elementos de referencia permanentes, aunque estos se dan
dentro de una mística trastocada; su remisión a lo religioso está siempre mediada por una
experiencia terrenal o por una referencia a lo mundano. Un caso ejemplar es la imagen
del marinero de la caja de cigarrillos John Player de la portada de Crawl que representa
para el poeta a Jesucristo, como describí en el capítulo “La vida de Viel Temperley”.
Predomina en sus poesías una referencia terrenal a lo religioso, y lo hace desde sus
propias apreciaciones, con frecuencia originales.
Todo tipo de erotismo pone en tensión los pilares vida/muerte ya que para
Bataille (1997) el acto erótico “es la aprobación de la vida hasta en la muerte” (p.8); en él
se pone en juego un acto de continuidad vital, que es fundamental para seres discontinuos
-mortales- como somos los seres humanos. Lo erótico nos lleva a un plano de conexión,
55
de reencuentro ya sea con el otro humano, con la naturaleza que nos rodea o con el otro
extraterrenal. Las experiencias intensas que relata el sujeto lírico en la obra de Viel, sobre
todo desde Carta de marear hasta culminar en Hospital Británico ponen en conjunción
estos tres tipos de erotismo, como cuando escribe: “Instantes de anestesia, de lento
alcohol de anoche todavía en la sangre, de pie de una muchacha desnuda y más dorada
que la escoba: Necesito aferrarme de nuevo a la llanura, al ave blanca del corpiño en la
pileta de lavar, detrás de la estación y entre las casuarinas” (“La libertad, el verano”).
“Mariposa de Dios, pubis de María: Atraviesa la sangre de mi frente- hasta besarme el
Rostro en Jesucristo" (“Tengo la cabeza vendada”).
Yo era amado con una intensidad que estaba en el límite de lo soportable. Eso duró una
semana. Cuando volví a casa me tiré en el living y abrí la ventana para que el viento
56
moviera la enredadera y estuve hasta el amanecer tratando de recuperar ese estado de
comunión, pero no apareció nada. (Viel Temperley en Bizzio, 1987)
57
visitarme, caen cartas, pero lo que yo tengo que ver con el efecto de ese libro es muy
poco. Hospital Británico es algo que estaba en el aire. Yo no hice más que encontrarlo.”
(Viel Temperley en Bizzio, 1987). El poeta, en tanto niega, borra su rol como autor. Se
desentiende del “efecto” generado en el libro. Esta operación está en sintonía con el
procedimiento de “borrado” del autor muy evidente en la obra de Juan José Saer y en
Antonio Di Benedetto, pero también rastreable ya en los orígenes de esta filiación del
“escritor sin atributos”, comenzada por Macedonio Fernández.
58
5. La trayectoria de Viel Temperley en el campo literario argentino
El mito del hombre que dejó su clase de origen se pone en tensión con otras
lecturas que lo definen como un representante literario de la burguesía. Rodolfo Fogwill
(1991) lo definió así:
Fue el poeta del espacio burgués argentino: caballos, campos, veleros, barrios, muebles,
fusiles, soldaditos, nuestras minas, nuestros cuerpos templados por la gimnasia y el
turismo y entre todo eso, también nuestra Iglesia, ese service de santidad donde “beso a
Cristo y me beso a mí mismo en él”, según confiesa en sus últimos días. Pienso que esa
contradicción entre el goce narcisista -su “éxtasis” de comunión- como apropiación
privada de la Santidad y las pretensiones de universalidad del cristianismo es inseparable
de la grandeza perdurable de su poesía. (Fogwill, 1991)
Critica al subjetivismo, representado entre otros por Paul Sartre, debido a que éste
rechaza la existencia de cualquier tipo de estructura o disposición social que condicione
al sujeto. La visión subjetivista plantea al hombre como “el libre fundamento de sus
emociones tanto como de sus voliciones” (Bourdieu, 2008, p.70). En sus variantes más
radicales, el subjetivismo ve en el sujeto un ser intencional, un sujeto no sujetado a
ninguna disposición estructural que puede “crear su mundo”, ante cada coyuntura nueva
de propia vida. En el polo opuesto, Bourdieu critica las visiones objetivistas que terminan
cercenando cualquier tipo de desplazamiento o maniobra del sujeto dentro de las
estructuras sociales. Estas propuestas, entre las que el sociólogo encuentra los aportes de
60
Levis-Straus y Louis Althusser, caerían en una lógica mecanicista que los llevaría a
afirmar que los sujetos están completamente determinados por su posición dentro de la
estructura social; no habría ningún tipo de autodeterminación posible por parte de los
hombres.
Los defensores del “arte por el arte”, ante estas dos posturas, reaccionan abogando
por una autonomía de la esfera artística; buscan que sus producciones no estén
condicionadas ni por las variables comerciales del mercado ni por las contingencias
políticas de las sociedades en las que viven. En ese sentido, dirá Bourdieu,
Dentro del campo artístico será específicamente en el literario donde ocurre con
mayor intensidad un intento de autonomía frente a los otros campos. Los escritores
defensores del “arte por el arte” han buscado que sus obras se rijan por las reglas de su
propio campo, excluyendo así lógicas particulares del campo de poder; tanto del político
como del económico. En algunos períodos históricos, plantea Bourdieu, se dará un
proceso de mayor autonomía frente a estos otros campos, aunque siempre ésta será
relativa, no absoluta. Bourdieu ve en la figura de Gustave Flaubert (1821-1880) -escritor
francés que publicó Madame Bovary y La Educación Sentimental, entre otras novelas- un
62
ejemplo claro de este grupo de defensores de un arte autónomo. También encuadrará en
esta categoría a los poetas Charles Baudelaire y Laconte de Lisle. Predominan en sus
producciones un placer por la forma, por la experimentación y abogan por un arte libre,
“puro”, donde el arte posee un fin en sí mismo, sin ninguna intencionalidad comercial o
política.
Se priorizará dentro del arte por el arte entonces la obtención de un mayor capital
artístico, frente al capital político o el económico, aunque estos no podrán ser excluidos
en su totalidad de las lógicas de legitimación del campo. La tensión entre la autonomía
del campo y su heteronomía -su dependencia a las lógicas del campo de poder- será una
problemática que continúa aún hoy. “Por muy liberados que puedan estar de la
imposiciones y de las exigencias externas, [los campos de producción cultural] están
sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, económico o
político” (Bourdieu, 1995. p.321). Esta problemática es clave: ¿cómo dedicarse a un arte
“puro” desligado de las demandas del público masivo y de las contingencias políticas,
cuando el artista, al mismo tiempo, debe sobrevivir? ¿Cómo se dilucida esta cuestión?
Según Bourdieu, los artistas que responden al modelo de Flaubert suelen provenir,
en general, de las altas esferas de la burguesía. Su trayectoria exhibe esta ambigüedad o
contradicción; mientras que por el sistema de disposiciones sociales inscriptas en su
subjetividad -por su habitus- pertenecen a la burguesía, se alejan parcialmente de ella en
sus vidas para poder desarrollar su arte sin -en apariencia- ninguna presión externa. El
provenir de un origen burgués -sobre todo por su posición privilegiada en la estructura
económica- les permite además poder priorizar una creación artística que no esté
condicionada por la lógica mercantil; en general, plantea el sociólogo, los defensores del
arte por el arte no “necesitan” vivir de sus obras, ya que poseen otros ingresos para
subsistir (Bourdieu, 1983). El autor menciona que Flaubert había heredado una riqueza
importante de su familia. Para Bourdieu, los defensores del arte por el arte son burgueses
“desviados” que se distancian de la lógica mercantil en la producción de su obra; son
desviados pero no desclasados; no pueden “salir” de su clase originaria, de su habitus de
clase. Habrá entonces una posibilidad de maniobra ante el habitus, que le permitiría al
agente rechazar parcialmente parte de sus valores de origen, pero, para Bourdieu, esta
maniobra sería menor. Los defensores del arte por el arte seguirán sin embargo siendo
“burgueses” -aunque desviados-, no pudiendo escapar de su clase.
63
A partir de la lectura de Bourdieu sobre el campo artístico, entonces, podría
decirse que la trayectoria de Viel Temperley lo ubicaría como un artista de la burguesía
que, ante sus desplazamientos dentro del campo literario, sostuvo una propuesta poética
ligada a la posición autónoma del “arte por el arte”, de plena experimentación, sobre todo
luego de sus dos primeros libros. Se lo podría encuadrar así un como un artista burgués
“desviado”, promotor de un arte de la forma, libre de presiones comerciales o políticas.
Su obra estuvo ligada más al surrealismo, al misticismo y al vitalismo que a los valores
patrios y burgueses representados en su primer libro. Además, la publicación de sus libros
en forma independiente nos habla también de una producción por fuera del mercado
editorial tradicional, mercantil. Nunca persiguió ser leído en forma masiva ni ser recibido
en los círculos literarios. Sobre este punto, es esclarecedor el siguiente comentario del
poeta acerca de sus ausencias en el ámbito literario:
Este punto de la teoría del sociólogo, es, sin embargo, criticado por diversos
autores. El historiador Giovanni Levi, -del que ya he hecho mención al referirme a la
64
propuesta historiográfica de la microhistoria- por ejemplo, considera que es posible que
los sujetos desarrollen desplazamientos y espacios de libertad más profundos, en los
intersticios que dejan las normas sociales. Desde su perspectiva sería incluso posible
admitir que un hombre puede superar su origen de clase para generar una trayectoria
distinta, con un mayor margen de acción:
Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, por su parte, advierten una base mecanicista en
la obra de Bourdieu. Consideran que no logra escapar a la lógica del objetivismo, a pesar
de su intención de querer evitar esta dicotomía clásica:
65
5.2 Campo y poder: La legitimación del poeta de la periferia
En los ‘60 se podía encontrar un gran número de revistas argentinas en las que se
publicaban poesías: El grillo de Papel, Agua Viva, Airón, El juguete rabioso, Eco
Contemporáneo, Ancu, Diagonal Cere, Barrilete, entre otras. Las producciones poéticas de
la época se encontraban ligadas con frecuencia al habla de lo popular y al relato de lo
cotidiano; es el caso por ejemplo de Gotán, de Juan Gelman, Che, de Alfredo André, y La
mufa, de Albino Gómez. Una poesía menos ligada a la experimentación que al “hombre de
a pie”, en un contexto en donde, como plantea Prieto, “la vida cotidiana se había
impregnado de política, entendida ésta sobre todo en términos de revolución, que era casi
una palabra valija, llena de significados diferentes” (p.427).
En la década del ‘70 se lleva a cabo una reacción frente al realismo de la generación
del sesenta, representado sobre todo por el poeta Ricardo Zelarrayán y luego por los
escritores de la revista Literal. En 1972, Zelarrayán escribe en el epílogo de su poemario La
obsesión del espacio: “No tengo nada que ver con el populismo ni con la filosofía derrotista
del tango” (Zelarrayán en Prieto, 2006, p.429), enfrentando así el realismo social de
Gelman en particular y la tradición realista de la generación de los sesenta en general. Esta
afirmación tendrá una continuación Literal, una revista creada por Germán García que
circuló entre 1973 y 1977 y que contó con cinco números. Si bien Zelarrayán no formó
parte finalmente de la publicación estuvo en las conversaciones previas a su edición, y
compartió con los escritores que sí lo hicieron -Osvaldo Lamborghini, Héctor Libertella,
Oscar Steimberg, Josefina Ludmer, entre otros- un planteo relacionado con el estatuto del
lenguaje y la realidad. Esta postura que sostuvo que “el lenguaje es la única realidad” se
67
desarrolló a la luz de los planteamientos teóricos del postectructuralismo y, sobre todo, del
psicoanálisis lacaniano.
Sobre este punto, el poeta y crítico Diego Muzzio (2000) afirma que si bien es
cierto que Viel utiliza elementos propios del movimiento surrealista, sobre todo en lo que
atañe a sus imágenes, su poesía está lejos de serlo. “Existe un plan en su poesía que deja
entrever una planificación elaborada, meditada, que nada tiene que ver con la escritura
automática y la liberación de la conciencia promulgada por el movimiento surrealista”
(p.20). Basta para ilustrar este punto la elaboración puntillosa, tanto a nivel del contenido
como de la forma, del libro Crawl (1982): la reiteración del leitmotiv “vengo de comulgar
y estoy en éxtasis” en el comienzo de todas las poesías del libro, la imagen de un hombre
que nada que aparece al leer cada página, que se forma a partir de una configuración
especial de las líneas de las poesías, y la repetición de argumentos para luego
complementarlos o rectificarlos. Todo esto nos revela una poesía dinámica, pero con una
fuerte estructuración y planificación de lo que se quiere expresar.
Milán (2011) también considera que Viel se mantiene por fuera de las
vanguardias que emergen en las primeras décadas del siglo XX, y al margen también de
las reacciones anti-realistas del grupo Literal. “La poética de Viel Temperley no
encuentra en el ámbito que proyecta la modernidad lugar por ninguna parte” (p.2). Es que
su poesía, a la vez que está enclavada en una cotidianeidad terrenal, es una poesía de la
trascendencia, de la búsqueda de continuidad con ese otro extraterrenal -diríamos
siguiendo el concepto de “erotismo divino” de George Bataille-. Una poesía mística que
se consolida sobre todo en la década del ochenta, con la publicación de Crawl (1982) y
68
Hospital Británico (1986). Será justamente en esta experiencia en donde se da, de forma
más radical, el lazo de continuidad entre el más-acá y el-más allá. Y es sobre todo cerca
de la muerte, plantea Bataille (1997), donde la posibilidad de la experiencia mística puede
ocurrir con mayor claridad, atenuando la angustia de la mortalidad del ser: “la
perturbación erótica inmediata nos da un sentimiento que lo supera todo; es un
sentimiento tal que las sombrías perspectivas vinculadas a la situación del ser discontinuo
caen en el olvido” (p.17).
Tal vez en la década de los ochenta estuviera en el aire la necesidad de un texto poético
límite que pudiera sortear la inclinación a la recaída en las líricas del retórico dolor, en
las líricas de la abstracción conceptual polarmente alejadas de la experiencia cotidiana
del lenguaje hablado, y de las líricas de trascendencia segura, ávidas de tantos mundos
más allá como desertoras de esta realidad. (Milán, 2001, p.2)
69
Kamenszain, Pedro Mairal, entre otros, y luego por la academia y el mercado editorial.
Resulta interesante detenerse en el título del artículo que escribió Fogwill (1991) en
Diario de Poesía sobre Viel: “La consagración de un poeta menor”. El novelista ve
claramente este procedimiento -del cual es principal mentor y responsable- de
recuperación de un poeta que se podría haber perdido entre “los millares de libros de
versos que anualmente se editan a expensas de la fortuna, los ahorros o la picardía de sus
autores” (Fogwill, 1991).
Durante los noventa, sin embargo, el crítico advierte que este contra-canon fue
limitado por la aparición de escritores que retomarían el “reaccionarismo” del canon
tradicional. Ve por un lado, a los escritores mediáticos -entre los que incluye a Juan Forn
y Rodrigo Fresán- que sostendrían su identidad a partir de su presencia en los medios de
comunicación, y a los “jóvenes serios” -Guillermo Martínez, Leopoldo Brizuela, Pablo de
Santis- que repetirían las linealidad de las novelas tradicionales. Ambos grupos caerían en
la lógica del mercado y por ende sus obras perderían toda búsqueda original e
innovadora. La propuesta de Tabarovsky en su libro consiste en recuperar la línea del
contra-canon de Fogwill, Libertella y Aira y llevarlo incluso a una instancia superadora,
de mayor experimentación, sin reparar en tramas ni en personajes, teniendo como único
objetivo la ruptura en el plano del significante. “El asunto de la literatura no reside
entonces en narrar ajustadamente, crear personajes identificables, armar tramas
edificantes, resolver finales, atrapar al lector, descifrar un enigma. El asunto de la
literatura es vérselas con el lenguaje. Perforar el lenguaje” (Tabarovsky, 2004, p.38).
hombre
marino
late
tu corazón
y su pulso marino te suma y te sume en su mar
sumar:
una extensión inalcanzable
una invención inalcanzable
una intención inalcanzable
el hombre flota sobre sí mismo
flota sobre sí
flota
sobre
sí
Fogwill (“Versiones sobre mar”, 1985)
74
6. Reflexiones finales
Otra forma de ver este proceso es que la obra de Viel Temperley comienza a ser
difundida en forma creciente por los promotores de un contracanon literario, durante los
años ochenta (Tabarovsky, 2004). Fogwill, Libertella y Aira, primero, y luego los
escritores de la Revista Babel, habrían divulgado en los medios culturales a aquellos
76
autores concordantes con su visión de la literatura. La reiterada referencia a los últimos
libros de Viel Temperley también ha tenido que ver, en este caso, con la valorización de
su poesía más experimental, ligada al trabajo sobre los significantes por sobre los
significados.
Existe otro elemento del mito autoral, que la misma obra de Viel Temperley
contribuyó a crear, que entra en contraste con los testimonios sobre el poeta. Éste es el
carácter de inocencia, de “desintelectualización” que se lee en su obra. Sus textos darían
la impresión de una escritura dinámica, que responde sin mediaciones a la experiencia;
relatos en primera persona que generan el efecto de que el poeta escribe en el presente, al
experimentar lo vivido. Además del análisis lingüístico sobre sus poemarios, que pone en
evidencia un proceso de planificación pausado y elaborado (Muzzio, 2000) los
testimonios, sobre todo los de su compañera Luisa Hansen, relatan que el poeta no
escribía en sus viajes, sino que lo hacía al regresar. Escribía durante días enteros
encerrado en su pequeño departamento de Retiro, recordando lo vivido. Allí meditaba,
escribía, hacía bollos de papel con lo que no le gustaba y seguía escribiendo. El trabajo de
escritura y reescritura remite a un cuidado por la palabra que se distancia del efecto -muy
bien logrado- de espontaneidad y dinamismo que se encuentra en su obra. Las huellas de
la planificación y el trabajo intelectual sobre el texto son borradas en las poesías,
77
promoviendo aún más una representación autoral ambigua. Aquel que escribe pero que en
su ficción se aleja rechazando su rol como autor, dando lugar sólo al lenguaje y a las
experiencias que sobre él se despliegan incesantemente.
El poeta y escritor uruguayo Juan Carlos Onetti escribió una suerte de decálogo
para jóvenes escritores. Algunos de aquellos curiosos consejos parecen haber sido
seguidos, aun sin haberlos conocido, por Héctor:
Héctor Benjamín Viel Temperley escribió nueve libros de poesías entre 1953 y
1987. A pesar de la circulación limitada que tuvo su obra en esos años, hoy en día se la
sigue reeditando y publicando. El poeta que quería tener, hacer un mundo, vivió una vida
sobre la que queda mucho por escribir. Este ensayo propone ser un punto de partida para
la reconstrucción biográfica de nuevos fragmentos de lo vivido por el poeta; elementos
biográficos que, como ya he dicho, deben ser tomados como formas discursivas que
brindan un nuevo enfoque narrativo a la vida, inabarcable, inaprensible en su totalidad, de
una persona. Sobre Viel Temperley, sus palabras seguirán resonando en el lector. Ya sea
en sus poesías, en sus cartas o en sus dedicatorias, el poeta encontraba siempre la manera
de plasmar en pocas palabras su búsqueda, a la vez mística y vitalista, desde una
convicción y particularidad inconfundibles.
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Referencias de la obra de Héctor Viel Temperley
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85
CORPUS TEXTUAL
86
8. Corpus Textual
En medio de su cuerpo
87
crecen olas, lamiéndolo y quebrándolo.
No lo puedo mirar
como costilla mía,
mi puño en el hondón
que me deja en el pecho.
En un duelo a cuchillo
adentro mío
se están jugando mi alma
como carne a pedazos,
y en el chocar asqueante
de cuchillos,
que es cada vez más íntimo,
se me está ensangrentando y revolviendo
todo esto que era mío
y que era limpio:
el corazón, el sebo de las tripas,
nudos de venas
y hasta los testículos.
90
Hay unos sauces quietos (de Humanae Vitae Mia, 1969)
93
Segovia (de Febrero 72/73, 1973)
A Miguel
Y después me dice:
96
Crawl – Fragmento (de Crawl, 1982)
muy alto
y alguien dice “cristo en rusia”)
ansío su aventura
en otro hombre,
98
Mi cabeza para nacer cruza el fuego del mundo pero con una serpentina de
agua helada en la memoria. Y le pido socorro. (1978)
Santa Reina de los misterios del rosario del hacha y de las brazadas lejos
del espigón: Ruega por mí que estoy en una zona donde nunca había
anclado con maniobras de Cristo mi cabeza. (1985)
Señor: Desde este instante mi cabeza quiere ser, por los siglos de los siglos,
la herida de Tu Mano bendiciéndome en fuego. (1984)
El verano en que resucitemos tendrá un molino cerca con un chorro blanquísimo en la vena.
Magenta
(Su último poema, escrito en 1987. No está publicado en sus Obras Completas.
Difundido por la familia Viel Temperley)
El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas: se arman, desobedecen,
las crea el viento -¿su amor?- y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores,
idénticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para
perderse. Y todo tiende a disolverse contra una línea de aguas eternas y sol dilapidado llamada
mar. Mar: abundancia de sinsentido humano. Alegorías: mostrar que desde un fondo de mar,
marino, vendría la vida. Marina, salina, inmensidad de fuerzas paralizadas. Heráldica: mar
inorgánico, mar vegetal, mar animado, mar que envejece en este cuadro. Y mar inmotivado con
sus señales y sus sueños. Y mar inmóvil. ¿O no habría un culto de mar, marino...? ¿Con animales
que se nutren de su ausencia abisal...? Nutriéndose de aplicaciones y explicaciones humanas:
¿algo se impregna con sabores humanos?Tus manos: ¿traen sabores de mar prohibidos para
evocar la prohibición de amar a una materia que se descompone? Cuerpos y ondulaciones de esos
cuerpos marcan su breve descomposición. Y sus formas anuncian nuestra leve recomposición.
¿Amar...? Sí: y en ese mar perderse. Llamar perderse a un extravío: mar amarillo, mar
amariconado, la mar. La amarga superficie que nos refleja y nos revela plegándose sobre sí, sobre
nos. Nuestra pluralidad: en nuestra singularidad plural construimos el nombre mar y el mar para
sumarnos a la menuda sociabilidad de sus playas: arena política y falso mar rozando la desnudez
de nuestras pieles politizadas. Pieles politizadas, pechos maternos, ceños paternos, ojos policiales,
brazos humanos, mano pesada: indispensable, histórica. Como los cuerpos: piesecillos pulidos
por el canto de las arenas -roce social- cuerpos sumidos en algún sueño de perfección, sueños
marinos, arena temporal, señuelos de una muerte por derivas solares, cierta y a espaldas siempre
del mismo mito. Muñón marino, piel depilada, piel lubricada para la humillación solar, ¿y habría
un culto de mar, solar? Hagiografías urbanas: pieles de bronce, sonar del bronce de las pasiones
chicas y por la gloria. Fraternidad urbana: ¿humana o mera imitación de un mar igualitario y
dependiente? El mar semeja, el mar conduce, el mar identifica, el mar es un Estado de la materia.
Y el mar crece con la acumulación de poemas de mar. Pero jamás conocerás tu verdadero mar: lo
que difiere de los usos humanos del mar. Ni agua es su solución salina. Solución final: el mar, sin
tiempo, acumuló en sus aguas todo el naufragio del universo. Y el mar, sin ti, es el naufragio del
universo. Y el mar, sin textos, sería la espuma de un instante. Mirá: el mar, ¿no era el reflejo de a-
quel sol entrevisto mientras la olas reventaban contra tu cuerpo atónito...? ¿tras los cristales de la
espuma...? ¿bajo su manto azul verdoso que se tornaba espuma, ex-agua...? Tu exigua escritura:
¿verías esa mirada o azul o verde, esa mirada falsa bajo el disfraz verdadero de las espumas...?
Impresionante, che. Y oral: todo es ficticio en un poema sobre el poema. Y nada en el poema
nada. Y en un poema nadas porque todo es oceánico en un poema de mar. ¡Si el mar es solo
intermitencia de los cultos humanos! Y los cultos... ¡Piden que el mar occidental sea el sí de los
100
hombres rendidos a sus orillas! ¡Pueblos en bajamar! ¡Patrias perdidas en lo oceánico, en el o-sea
del sentido! Vayámonos, perdámonos así en este o-sea donde no hay mar ni nada: ni vos, ni mar,
ni oleadas en tu cuerpo, ni ecos de vagas olas, ni obras que registraron navegaciones interiores, ni
vientos que suplieron una apariencia de plenitud. Escuchemos:
hombre
marino
late
tu corazón
y en tu mar padeces el hundimiento de un sueño de intensidad
y en su mar pareces el nacimiento de un sueño de inmensidaddesanudemos:
hombre
marino
late
tu corazón
y su pulso marino te suma y te sume en su mar
sumar:
una extensión inalcanzable
una invención inalcanzable
una intención inalcanzable
el hombre flota sobre sí mismo
flota sobre sí
flota
sobre
sí
101
102
Instalación realizada en homenaje a Viel Temperley.
Se observa la postal de Christus Pantokrator y el arcón de la familia.
Su máquina de escribir, originales de sus poemas, un rosario y una figura de cristo crucificado.
103
Su biblia y otros objetos personales.
Ilustraciones
104
Autor: Miguel Rep,
Diario Página 12. 18/02/2010
Hijitos (como llamaba un general paraguayo a sus soldados que se morían de sed): En
esta ciudad hace calor, pero no más calor que el que ustedes conocen, de modo que hace
calor que conocemos, grande pero común, grande pero aburrido. No se caen los pájaros y
la gente se las aguanta sin desnudarse, con toda su educación puesta encima: los más
educados con saco y corbata, los menos educados con pantalones por lo menos. Todo
esto, evidentemente, me parece una porquería, y me desahogo y cumplo conmigo y con
ustedes al escribirlo. Esta ciudad, este mundo, esta buena sociedad que aparenta ser
amiga de Dios resulta asquerosa, especialmente cuando se escribe a solas una carta para
siete jóvenes que van a tener que luchar dentro de este mundo. Especialmente, también,
cuando este mundo de mierda está esperando la Navidad pero sin desnudarse
espiritualmente ni en la soledad del cuarto de baño. En lo que va del día de hoy (recién
estoy en la tarde) ya he visto casi todo: champagne, gritos, sudor y todo lo demás; ni una
mirada que cambia, ni una mano que nos toca de manera distinta. Parece que nadie está
educado para sentir la Navidad pese a los cientos de miles de bautismos que se festejan
dentro de nuestros hogares. De modo que bien o mal, con mayor o menos libertad, todo el
mundo quiere ponerse en pedo, hacer alguna frase especial para el caso, pasarla de joda o
con cara de culo: y así hacen sentir a los demás que está por venir el Señor a la vida.
Además, como ninguna Navidad los ha cambiado en toda su puta vida, resulta que la
venida de Dios no es milagrosa ni maravillosa ni nada así que termine con osa. Saben
105
bien que no les pasará nada, estos putos saben bien como tomar la Navidad sin calentarse.
Amén.
Hijitos míos (como también llamaba Napoleón a sus soldados más viejos y desgastados):
los quiero con todo el pecho y para siempre. Con ustedes celebro mi Navidad en este
instante, y con unos pedazos de campana que nadie más escucha pero que yo sí escucho,
campanas grandes como ballenas jugando y saltando en la profundidad del pecho. Me
gustan las ballenas y les dedico a esta familia campanas de ballenas o de ballenas
campanas. La Navidad del hombre podrá ser otra cosa? De lo que yo estoy seguro es de
que la Navidad no sirve para recordar ni para ponerse triste ni para sentirse solo con la
soledad de siempre. La navidad no es nada más que amor, un golpe de amor de Dios, un
golpe presente, un estallido ahora y aquí, no hace años, no mañana, no aquella vez…
Esta carta, si es carta es una joda. Si es campana vale. Campana entre los siete, aunque
los más chicos no puedan descifrar las palabras con que desgraciadamente tengo que
envolver las campanas. Pero eso tampoco importa, porque si yo les digo a los más
grandes que les mando un abrazo a los más chicos, que estoy fuerte y alegre y que se
cuiden del mar hasta que lo crucemos juntos, será como si una campana golpea en otra
hasta que todas suenan juntas. Cosas así son las que vale la pena aprender para luchar
contra la fealdad, la mentira, la falta de pasión y tantas otras cosas más feas todavía.
Esta noche voy a ir a misa. Voy a tratar de ir como un pecador, consciente de mi propia
basura y con el alma lo más desnuda posible. La gente casi toda me molesta porque hay
muchos colores, mucho pelo, mucho entrar a la iglesia como si inspeccionaran la cocina
de su casa, pero qué carajo, siempre hay alguien rezando humildemente, alguien que no
da más, alguien que ama, o sea que iré a ver si ese alguien me contagia, y a ver si Cristo
me perdona y no me mata a palos. Gracias a Dios lo voy a agarrar chiquito, que palo va a
tener, enano dulce, enano gordo, príncipe de todos los enanos. Además, le puedo hablar
de la Virgen de Luján. Que es amiga mía y también de Él y con eso lo paro en seco.
Hijitos: Esta carta parece una epístola a los romanos. Claro que si los romanos reciben
una epístola así terminan todos locos. Los romanos, a mí me importan un carajo, igual
que los filipenses y los corintios, toda gente vieja de la que ya nadie se acuerda. Se
acordarán mañana de nosotros? A lo mejor se acuerdan si nos volvemos locos, si el
mundo no consigue indigestarnos con pastillas para dormir. No tengo nada que hacer y
escribo. Se nota que escribo y se nota que no tengo nada que hacer. Aquí estoy, meta
hincharles las pelotas como el pájaro carpintero dándole picotazos a las letras. Ahora
podríamos hablar de otra cosa... pero no, no se asusten. Creo que estoy más tranquilo y
que puedo terminar. Puedo empezar o terminar. O termino nomás sin empezar a terminar.
Cualquier cosa menos empezar de nuevo, ¿no es cierto?
Enanos de mierda, enanos todos, desde Facundo al bachiller, sin distinción de sexos ni
edades ni de madureces ni de inmadureces: me parece que los quiero.
106
A mí me gusta mucho ese filo que tiene la ola encima antes de venirse abajo. ¿A ustedes
también? Alguna otra vez hablaremos de ese filo que a mí me da sed, una sed de no sé
qué, una sed que no se apaga. Si quieren podemos hablar ahora, digo. O no. Como
ustedes quieran. No se enojen. No fue para tanto. Hay quienes escriben más, después de
todo.
Viva Cristo Rey. Besos y abrazos. Cosquillas y ganas de molestar. Sacadas de lengua.
Suspiros, Silencios....
Dios los bendiga.
El otro día hablamos algunas cosas sobre tu carácter y te dije que iba a escribirte una
carta. La escribo con amor, con pasión, luchando porque lo que tengo que decirte te
penetre, entre hasta lo más profundo de tu edad, tu inteligencia y tu sensibilidad.
Quisiera ser muy claro, poder decirte exactamente como debemos vivir. Pero eso es
imposible.
Además cada uno debe tener su estilo.
Cada uno debe vivir según lo sienta.
Pero eso sí mi amor, nadie debe vivir de una manera que no sea auténtica, que no sea
humana. El mayor esfuerzo que debemos hacer en esta vida es el de llegar a ser cada día
más humanos, más parecidos al hombre y a la mujer según fueron creados.
Con esto quiero decirte que me preocupa verte tratando de hacer y hacer cosas casi con
perfección.
107
Hace pocos minutos, un amigo que estaba conmigo hablando del mismo tema recordó
que las máquinas y no los seres humanos son las que están hechas para hacer cosas casi
perfectas.
Los humanos estamos hechos para vivir, no para hacer cosas.
Estamos hechos para aprender a vivir, para entendernos, cuidarnos, comprendernos, y
después entender y cuidar a los demás. Sin la fiebre de hacer y hacer cosas.
Hablando más simplemente mi amor, te aconsejo que no te preocupes tanto de que las
cosas se hagan bien. Preocupate más de tu vida, de tus sensaciones, de tus sentimientos.
Que los demás puedan encontrar a una María Victoria que comprende todo lo humano, no
una María Victoria que sabe cómo se deben hacer todas las cosas.
He conocido, desgraciadamente, muchas personas que sabían cómo se debe hacer cada
cosa y que un día se encontraron vacías, frías, solas, incapaces de amar y comprender la
ternura.
Tratá, mi amor de vivir según el fuego de tu corazón y no según el mundo que te rodea.
No dejes que el mundo exterior, colegio, amigas, parientes o lo que sea, te dirijan y te
enseñen cómo hacer las cosas. No te vendas nunca para lo de afuera, viví para lo tuyo,
para lo de adentro, para lo más auténtico de tu persona.
Un beso inmenso
Etomín.
Carta a su hija María Soledad Viel Temperley Marzo 1984, Buenos Aires
Tu carta me preocupó como a cualquier papá que se baña todos los días y terminó en el
Champagnat su útil bachillerato hace unos días apenas, tan pocos días que mi corazón
sigue igual de tierno, sensible e inmaduro. Tengo un corazón verde y lo que me contás de
los matacos lo hace llorar y preocuparse.
Estoy muy resfriado y mi cabeza hace lo que quiere, las palabras no existen o son palas
golpeando mi cabeza, algo medio incómodo. Todo el mundo está resfriado. Juan Bautista
recibió la carta de su novia - la Patria - y se va a encontrar con ella el 3 o el 4 de abril
definitivamente. Creo que el 4. Juan Cruz hoy empieza a trabajar en esos pueblos de la
provincia de Buenos Aires donde se hará famoso dentro de poco como médico. O sea que
todo cambia y avanza. Como flechas en la mano de un valiente son los hijos de la
juventud. No lo puse entre comillas pero es parte de un salmo que todos los días rezo. A
la cabeza de las flechas estás vos está mañana azul de sábado. Que Dios te bendiga y te
ayude en todo momento. Te has metido en la primera línea de fuego, me parece, en la
vanguardia de la Caridad, donde la Madre de Dios está con los brazos abiertos recibiendo
los vientos del cielo para ponerlos en el corazón de los que combaten. ¡Qué frase, qué
resfrío! Pero creo que es así.
109
Te quiero mucho, mucho más de lo que sabés, y eso es lo más importante que quiero
decirte. No te escribo a mano porque hoy no puedo. Con la máquina el resfrío se ordena
un poco. Espero una carta muy pronto, salvo que no tengas tiempo. Todos te respetamos.
Te beso en Cristo y te deseo que seas feliz, como los santos.
Etomín Viel
Amor sin agua, te quiero mucho. Hoy llegó tu segunda epístola a los porteños
explicándoles algo más sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; explicándolo de una
manera muy sencilla y humilde, a través de imágenes de pobreza y de fuegos como
pequeñas monedas en la tierra brillando para Dios.
Creo que la experiencia te está haciendo mucho bien, y no creo que sea una experiencia
ni una aventura sino un servicio, quiero decir que no te siento probar nada; te siento
gustar, tocar la comida con los dedos como hacías de más chica. Tocar y gustar la cara de
Dios, de la pobreza que se parece al infinito. Lo tengo a Roberto Chiogna rezando por
voz “ en benedictino”: para que recibas fuerzas. Seguí escribiendo.
Mamá muy bien y tus hermanos también. Yo dibujo, escribo y todo lo demás. Ahora
tengo que salir pero mañana te espero aquí de nuevo, en el papel que espero esté aquí
conmigo mañana - si Dios quiere - Por ahora un beso enorme. No te bañes demasiado.
Buenos días. Vengo de correr y estoy cansado, anoche me desperté y me puse a escribir,
escribir no me dejaba dormir. Ahora me duele la cabeza. Realmente tu nombre es una
maravilla, creo que mi vida desde hace años es también de Soledad, la diferencia es que
desde hace cuatro años la comparto con Dios, vivo colgado de la oración. Me asombra tu
resistencia a todas esas pruebas y espero que no te enfermes, que es algo que le ocurre a
cualquiera cuando tira demasiado del hilo. No me contás qué comes ni cómo dormís ni
cómo tenés arreglado tu rincón para pensar y llorar. No sé qué haces los sábados y
domingos, las horas en blanco cuando los trenes se detienen y se aburren y contagian su
aburrimiento a los bares y a los bebedores de cerveza, no hablo de cerveza negra que ya
no se encuentra.
Esta noche comeré con algunos de tus hermanos: María Clara, María Victoria y Facundo
seguramente. El otro día almorcé con María Verónica. Esta noche te extrañaremos y
extrañaremos a Juan Bautista a menos que aparezca despedido de la conscripción, y a
Juan Cruz que estará en algún hospital de provincia. Tengo ganas de verte, no de escribir.
Me gustaría saber cómo son las estrellas de allá, la tierra y la temperatura. Te beso con el
corazón y con la boca y rezo por vos y por todos nosotros.
110
Todo mi amor. Etomín
Sé que falta poco para tu cumpleaños y sé cuándo es, pero no sé nada del día de hoy
y acá no tengo ni un diario para fijarme. Mejor. Todo blanco, con nieve de gacelas y
rosas para tu cumpleaños. Y flores en las botas de los paisanos que quedan, como
homenaje a Soledad. El día ha sido vertical, mudo, fuerte. Sábado. Un gran día para los
que gustan de ir a Chascomús a pesacar, digo pescar, que tal vez venga de pez y sacar, lo
que justificaría mi anterior redacción: pesacar. Más o menos eso. La letra i está floja y te
escribiré con o sin ella. Murió Mujica Láinez. Hermes Villordo está muy triste. Me enteré
que últimamente Mujica hablaba en Córdoba con el padre Pol, un poeta jesuita que creo,
así lo ha dicho, es mi amigo. Nos conocemos por carta pero recuerdo que muy a fondo.
Tengo que escribirle sobre nosotros y pedirle que rece por vos. Me impresionan mucho
tus historias y quiero ayudar.
Quisiera saber cómo mandar plata si eso es lo mejor, o lo que sea. Vos dame las órdenes.
Lo que no quiero es hacerme el burro cuando una criatura le pide de mamar a mi hija.
Más simple imposible. He estado pensando mucho en todo aquello y deprimiéndome y
sintiendo muchas cosas. Creo que lo que haces está ayudando a toda la familia, nos está
haciendo bien, colocando las cosas en su lugar. Ha sido providencial y espero que todos
aprendamos a joder un poco menos con nuestros problemas infantiles o casi. Por supuesto
que sufro de verte tan poco.
Cuando te fuiste me sentí mal varios días. Además el cigarrillo me está matando. No lo
resisto más. O fumo menos o muero. Desde hace unos días estoy bajando la cantidad.
Estaba con fatiga, me dolía el pecho y podía pensar que tenía cáncer. María Clara está
enferma. Estuve dos tardes con ella y uno de esos días salí a pasear con Joaquín en su
cochecito (él en cochecito) De pronto me adelanté y lo vi durmiendo con el chupete en la
boca. Así íbamos entre los pajaritos y el silencio. Es lindo tener esa clase de amiguitos en
la familia. Mamá anda bien. Mañana la sacaré a pasear y a tomar caña Legui que le gusta.
Continúo a mano porque estoy con María Clara en el Hospital Británico. Una luz suave
desde el jardín envuelto por la miseria de la enfermedad, la esperanza, el tiempo…
Te mando un beso muy grande para tu cumpleaños. La enfermedad de Clara nos
preocupa un poco todavía. Se te extraña mucho y hacia adentro, hacia la médula de todo,
de toda la vida que es tan misteriosa y con tantos caminos. La corto porque el lugar no es
ideal para escribirte o porque no sé aislarme lo suficiente. Aquí soy enfermero cada vez
que vengo. Si voy a verte seré indio, víctima, etc.
Un beso como el mar.
Te amo.
Hoy sé la fecha porque ayer cumplí 51 años. Qué vamos a hablar de esa ocurrencia de mi
cuerpo en el tiempo, de mi alma aquí abajo. Me enteré que andás con poca plata y te
mando lo que tengo a mano. Tu hermana Clara está totalmente repuesta, haciendo vida
normal.
Te quiero, te extraño, recuerdo muchas veces tu última carta y no sé todavía que opinar.
Mejor no opinar, tal vez. Hablo de eso de querer ayudar y tener a todo el mundo en
contra, al mundo del que necesita ayuda y al mundo que dice ser el nuestro, el decente,
etc.
Te quiero, te extraño y ruego por vos para que Dios te dé fuerzas si esa es su voluntad.
Yo no sé si ando mal de salud, hablo en serio, o algo parecido. No sé si me estoy
rompiendo o si ando psíquicamente podrido. Pero escribo, tengo algunos contactos
humanos importantes, rezo y dibujo.
Te quiero, sufro con vos y te abrazo desde las últimas venas de la tarde de hoy. Me alegro
con tus soles, tu modestia y tu fe. Soy tu amigo (a pesar de ser tu papá).
112
Adiós con todo mi amor.
Etomín.
Estrella, voy a seguir leyendo tu carta que me dio Facundo ayer, es una tarde de sábado,
muy pero muy gris, y quiero darte un beso muy pero muy grande, con el alma hago un ala
inútil o casi inútil para el indio de al lado, para sus pulmones, la radio triste, la música de
pueblo que no sabe escapar de su soledad, también para tu pelo junto a tu madre dormida
y para las hermanitas estrellas de tus ojos y para la voz de Pedro por teléfono diciéndote
que te quiere y que el país es frío para ciertos hijos de irlandeses enamorados y con una
dosis de violencia que es amor y brilla como un revólver sobre las caderas.
Los indios andan bien (con vos allí no pueden andar de otra manera) y el 25 todos
bañados y desinfectados en sus delantales quisieran saber una vez más “de que se trata” -
la frase es de la historia pero viene mejor que nunca - y quizás lo único que pueden saber
con vos allí es que vos sos distinta, que hay algo distinto, que hay un pozo más pero de
luz en algún lado, y todo es cuestión - mi amor - de saber cuánto más podés darles sin
quebrarte, sin extrañar más de lo posible a Pedro y a tus hijos, sin hacerte más violencia
de la que nos pide el Espíritu en este viaje por la tierra.
La carta es corta para que aproveches a tu mamá que te sigue acompañando, mandale vos
a Luisa saludos míos en tu próxima carta, hagamos un gran lío hacia la risa, desconectate
de nosotros y conectate al amor donde estamos nosotros, acostumbrate de nuevo y cada
instante a la soledad acompañada; te quiero, escribime.
Soledad es la firma.
Viva Cristo Rey.
113
Originales
114
115
Carta a María Soledad, 31 de mayo de 1984
116
8.4 Entrevistas realizadas
Mi sensación es que yo tuve un papá que era demasiado diferente al resto de los papás
de mis amigas, que era un personaje muy divertido, muy extravagante y muy raro a su
vez, porque me decía que no estudie tanto, que falte al colegio, que me ratee, que él me
quería mostrar una parte de la vida que yo me estaba perdiendo. Que no sea tan
perfeccionista, que no pretenda sacarme buenas notas y que no estudie.
Con mi mamá se separaron cuando yo tenía 10 años, y ahí empiezo a conocerlo en serio a
mi papá, a partir de la separación. Entonces me pasaba a buscar una vez por semana
segurísimo, o dos, para ir a comer afuera, o tomar una coca cola al bar de la esquina de
mi casa, en Rodríguez peña y Guido, y yo muchas veces decía pero papá ya tengo el
pijama; no importa me decía, ponete un tapadito y veni con el pijama. Entonces íbamos al
barcito. Él se reía, disfrutaba haciéndome hacer payasadas a mí. Otro recuerdo que tengo
es que me pasaba a buscar por el colegio para que falte a inglés y me llevaba a almorzar a
la costanera y tomábamos sol. Iba a remar, o a Quilmes o a la noche por ejemplo a un
lugar donde bailaban griego. Yo decía, pero qué lugar tan feo, hay feo olor, y él me decía,
sí, eso es olor a chivo. Mi papá me llevaba a hacer programas que no hacían mis
compañeros del colegio. Era distinto. Yo le decía que necesitaba comprarme un vestido
para una fiesta de quince, y la respuesta de él era: si hay gente que se está muriendo de
hambre, si hay chicos que a tu edad se están muriendo en la guerra.... ¿vos querés ir a una
fiesta vestida de largo?, qué ridículo, me decía. Y yo pensaba que si me manda a un
colegio en donde mis compañeras hacen fiestas, acá hay algo raro..., entre el pensamiento
de él y mi educación, por otro lado.
Por ejemplo, una vez viajó a Europa, se fue a España para mí siguiendo a un amor que
tenía. Cuando vuelve, mis compañeras de colegio me preguntaron qué regalos me había
traído. Mi papá no pensó en comprar un regalo normal a cada uno de sus siete hijos. En
ese momento me había regalado una pulserita, y yo tuve que macanearles a mis
compañeras. Iba a un colegio muy caro, y para ese ambiente tuve un papá muy original.
Me pasó varias veces que parara el auto y diga: esperá un momentito, hay un señor que
está borracho y que quiere hacer pis, y yo voy a ayudarlo a que se baje los pantalones. Y
yo decía cómo se dio cuenta. Me enseño de muy chiquita lo que es la solidaridad, el
compromiso humano, con actos. Era un hombre muy especial, porque todo era insólito.
Era insólito ya que viva solo en un departamento chiquitito con las persianas bajas para
escribir y concentrarse. Se pasaba cuatro, cinco días escribiendo. Lo que no le gustaba lo
hacía un bollo y lo tiraba al tacho de basura y jugaba a encestar. Estaba vestido siempre
igual, se compraba tres camisas iguales, tres jeans iguales, las mismas botas salteñas y se
117
ponía traje una vez por mes, cuando tenía que ir a buscar dinero al banco. Se la pasaba
tomando cafecitos en La Viela, yendo a comer a restoranes, bares, se sentaba siempre
haciendo esquina, como mirando a todas las mesas, como si fuera un escenario.
Se ocupaba de todo lo espiritual, lo humano y no le daba tanta importancia a lo material,
que si bien era necesario él nunca hablaba de cuánto ganás, del dinero para pagar
cuentas… Estaba prohibido. Es que como si fuera pecado, se ponía de mal humor, se
ponía chinchudo.
Sí, pero en mi recuerdo trabajó muy poco, fueron diez años, pero en esos diez años lo que
yo recuerdo es que habría ido una o dos veces a visitarlo. Cuando estaban contentos en la
agencia de publicidad se subía a una silla, la daba vuelta como si fuese un caballo,
agarraba un rebenque y hacia un brainstorming. Para la época era muy avanzando,
trabajaba muy bien en equipo. Hasta que un día se dio cuenta de que unos de sus amigos
que llevaban la parte contable no le daban bien los números. Quebró, pagó las deudas que
tenía y dijo: yo no voy a trabajar nunca más. Estaba muy triste. Me decía: si un amigo me
caga de esta manera, no vale la pena trabajar. Vivió de lo que le daba su campo que
estaba arrendado. Ojo, así es muy fácil, ¿no?, Decidió no trabajar. Yo tendría diez.Yo
tenía un papá que ya a las 10 de la mañana estaba en mi casa. Me llevaba a mirar cómo el
hachaba árboles en Palermo. Transpiraba, lo veías saltar en la soga, hacia pesas, tomaba
mates, rezaba mucho, iba a misa todos los días, comulgaba. Era muy tierno. Yo era muy
dócil. Era bastante visionario. Me escribió muchas cartas y me ponía cosas que eran
ciertas. Me decía que sea más humana. Estaba muy atento a cómo iba a salir mi cerebro.
Si iba a ser una persona humana o ser una persona que me importara lo material. Yo creo
que logró su objetivo, de inculcarme eso.
No, en el campo no, lo arrendó pero no le importaba. Iba a mirar, a chumear, pero no a
trabajar. Donde sí se instalaba era al monasterio de Los toldos, en Azul. Iba dos o tres
meses. Le encantaba. Rezaba mucho, comulgaba e hizo las letras de varios salmos.
Compuso la letra de lo que los monjes cantaban. Se conocieron con Mamerto Menapache,
y ese era un lugar de encuentro para estar solo. Le encantaba mucho la naturaleza.
Recorría muchas provincias. Tenía un Ford Falcon. La calcomanía del Falcon la hizo él.
“Hay quienes están capacitados para llegar a lo más profundo”. Son dos buzos con dos
remos. Cuando veo eso veo a mi viejo. Es un hombre que está presente. Me dejó un sello
del cual uno no se puede mover. Me dejó dos marcas, como los dos rieles de la
panamericana, donde vos sabés que es lo que está bien y que es lo que está mal, hasta
dónde moverte sabiendo que desde ahí no te podés mover un milímetro más o te van a
chocar. Los valores y la ética me las inculcó a fuego. Demasiado. Una convicción muy
fuerte. Yo era muy dócil y el me escribió esa carta, que si bien la entendí mucho más
tarde, me marcó a fuego. “No te vendas nunca a los de afuera, viví para lo más auténtico.
Lo más importante es la armonía, la ternura.”
118
Yo traté de ser como él quería, traté de ser dulce, traté de ser tierna, cumplí una profecía
sin querer. Me enseñó a tomarme la vida como un juego. Me advirtió que en este mundo
me tenía que cuidar. Se dio cuenta que estaba enfermo y que se iba a morir.
Me llama una tarde mi mamá, me dice que quería hablar conmigo. Yo estaba embarazada
de mi tercer hijo. Me lleva a un bar y me dice: quería contarte que tu papá tiene un cáncer
de pulmón, es irreversible y se va a morir. Obviamente que yo me puse muy mal, empecé
a vomitar, estaba embarazada de cinco meses y de tanto que vomité me quedé
prácticamente sin barriga. Y ese embarazo fue el embarazo de mi tercer hijo, el cual
murió de un tumor cerebral. Los psicólogos dirían claro ese chiquito recibió ya desde su
vientre una noticia que para esta mamá fue muy fea, que era la muerte irremediable de su
padre.
Con mi hermano varón, con Juan Cruz no se llevaba tan bien. Él no deseaba tener un hijo
médico. Él quería tener un hijo atleta, como él era fisicoculturista, le encantaba el cuerpo,
le encantaba la gimnasia. Entraba al mar y salía a la hora y media. Y no nos llevaba a la
playa grande a Mar del Plata. Metíamos todas las cosas en el Falcon, cruzábamos el
Parque Peralta Ramos, nos llevaba a Chapadmalal. Había unos médanos, el mar, los
cangrejos y ahí estábamos los siete hermanos, y jugábamos entre nosotros Quería que a
todos nos gusten las cosas que a él le gustaba. A todos no influyó mucho. Yo creo que ha
tenido una personalidad muy diferente al de la mayoría.
Mi papá iba mucho a la noche a un barcito que se llamaba BarBaro, que quedaba en la
calle Sargento Cabral, muy cerca de su casa, en uno de los departamentitos que tuvo. Y
ahí iban todos sus amigos. Para mí eran todos raros, me llevaba a la noche a comer con
sus amigos.
A los diez años se fue y se murió muy joven. Son sensaciones. Mi hermana María Clara
siempre dice: “no, papá no era fácil de encontrar”, y yo, sin embargo, siempre sentí que
estaba cerca. Eso creo que está en uno. Ella sintió que faltó mamá, papá, comida, abrigo,
y yo no consideraba eso. Yo siento que tuve un papá original, raro, divertido, loco,
extraño, pero nunca me hizo pasar papelones. Me gustó su personalidad. Me ayudó a
vivir mi vida, me dio herramientas, me hizo sentirme segura y muy amada. Eso para mí
es muy importante. Siempre te hacia entender que estabas bien.
Él se encerraba para escribir pero en Carlos Pellegrini y Santa Fe. No estaba tan lejos.
- Como sus poesías en general no tratan sobre la ciudad, quizás se podría pensar que se
iba y se aislaba.
Claro, pero el vuelve y escribe. Él se quedaba con los recuerdos y los volcaba en su
máquina de escribir. Haría un viaje y volvería, yo nunca sentí que dejó a sus hijos por la
poesía, ni por el alcohol, ni por las mujeres, ni por nada. Me parecía, al revés, un padre
119
divertido, extravagante, que le gustaba transgredir y enseñarte que eso era una buena
herramienta para vivir la vida, que no había que ser tan disciplinado, que estaba bueno
mandarse una macana y aprender de eso.
- Su vida parece ser muy terrenal, muy corporal, a pesar de estar tan ligado a la religión.
Transgrede pero comulga. Me enseñó siempre y está conmigo hasta hoy. Por su estilo de
vida… Era un hombre que andaba en alpargatas, una persona muy sencilla, pero que me
dio mucho poder, me empoderó como para hacer una gran batalla, como si el supiese que
en la vida me iban a pasar cosas duras y que hacía falta pulirlas de chiquita para después
poder enfrentar la realidad que a cada uno le va tocando. Eso es lo que yo siento. En ese
momento yo no me daba cuenta, decía qué personaje que hombre raro, pero bien que me
sirvió.
- Con los dos, cuando se muere mi abuelo me llama mi papá desconsoladamente. Lloraba
en forma escandalosa, o sea que lo amaba mucho. Y con la mamá, ella tenía un complejo
de Edipo con él y siempre lo estaba consintiendo, decía: no se coman la comida que la
comida es para Etomín. Era muy malcriado por su mamá. Era una persona muy
seductora, tenía esa oratoria, esa manera muy seductora, muy sensual, era buen mozo,
fachero.
Estuvo internado diez días en el sanatorio San José en la calle Gallo. Y yo sentí que tenía
que ir a visitarlo un jueves a la mañana. La noche anterior, miércoles, fui a visitarlo y
estaba medio ausente-presente. Y le pregunto ¿quién vino? Me responde: mi hija
preferida. Estaba entretenido, tomó un poco de Coca Cola, como dicen, la mejoría de la
muerte. Me fui al otro día en tren a verlo sin saber que ese día se iba a morir. Mi hermano
le tomó el pulso y me dice: papá se está por morir. Luisa, la novia, se había ido enfrente a
lavarse la cabeza. Se sienta al momento de morirse a noventa grados, me mira con cara de
miedo, me aprieta la mano fuerte, luego se acuesta y se muere. Pero nunca me había
demostrado que tenía miedo de morir, siempre que iba a visitarlo estaba escuchando
música clásica, cantaba salmos y escuchaba Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Ayer justo
lo escuché acá en la computadora y me acordé de él. Siempre que entrabas a su casa
estaba escuchando música clásica, le daba paz… la poesía era como su refugio. No quería
que los médicos lo invadieran en ese tramo de su vida.
120
Entrevista a Luisa Hansen
Realizada el 29 de julio del 2014
Yo estaba casada con el Vasco, que también escribía poemas. Nos fuimos a vivir al
campo. Un día llega mi cuñada con Héctor, que ya estaba separado. Entonces esa noche
estuvimos charlando y al final los dos leyeron sus poemas y se quedaron charlando.
Cuando Héctor se fue, el Vasco me dijo: es la primera vez que conocí a un hermano. Al
mes siguiente mi esposo se muere. Fue en el 71. Un tiempo después empezamos a vernos
con Héctor y desde allí estuvimos dieciséis años juntos. Con altibajos sobre todo porque
los hijos de Héctor tenían problemas con él, no por no estar presente sino porque los
agobiaba realmente.
Juan Cruz no tenía buena relación con él, ya que Héctor quería llevarlo a BarBaro y su
hijo se sentía controlado. Mi papa me castra, decía. La mujer de Juan Cruz fue quien
permitió el acercamiento, incluso salíamos lo cuatro juntos. Él siempre tenía problemas
con los chicos, no por falta de amor, sino por estar muy presente y ser muy estructurado
en lo que le decía a cada uno. Era muy firme con sus parejas y con sus elecciones. Quizás
era demasiado posesivo. Los quería mucho.
Íbamos siempre a San Pedro a un lugar que era muy lindo. En esa época los dos
pintábamos, él pintaba casas y yo paisajes. Entonces él se fijaba cuántas piletas había
nadado. Decía nade ciento cincuenta piletas, así que estoy sano. Era la forma en la que
media su salud. Hasta que Juan Cruz logra que Héctor viera a un médico. Pero, ¿sabés
qué pasa? nadie se quedó en la operación, no es una crítica, todos estaban, dejaron todo
organizado, pero él en la cirugía estuvo solo.
Tenía una fe impresionante, nunca vi a nadie así. Yo tuve una educación religiosa sin
demasiado atractivo, pero bueno, el mundo estaba muy complicado, toda Europa era
colonialista, Estados Unidos a los negros los trataba terrible. Entonces yo me aparté de la
religión y me acerqué más al Partido Comunista, igual que mi esposo el Vasco. Eso era lo
que le pasaba a la juventud en un contexto de demasiada injusticia.
No, para nada. Cuando salí con Héctor él iba a misa pero yo no, hasta que un día él tenía
un problema con un hijo y me dijo vámonos al campo a rezar. Era una cosa rara, pero
desde ahí empecé a creer más. Empezamos a rezar todas las mañanas. La biblia la leímos
de la primera página hasta la última creo que en tres meses, un poco cada mañana. Su fe
con Jesucristo es como si Jesús fuera una persona humana, que estaba al lado de él. La
hermana no era religiosa.
121
Su religión estaba muy ligada a la realidad, a lo de todos los días. Él tenía una estatuilla
de un Chistrus Pantokrator, él hablaba con él, lo tenía muy presente. Tampoco íbamos a
misa siempre, íbamos de vez en cuando. No era un religioso convencional. El tenia de
amigo a los monjes del monasterio de Los Toldos. Estaba relacionado con gente de
mucha religiosidad.
- ¿Se iba al monasterio benedictino de Los Toldos para tomar retiros espirituales?
Sí. Y después de eso era una persona muy libre, le parecía perfecto si fumabas
marihuana, él de hecho cada tanto fumaba uno. Era muy apasionado. Tuvimos una
relación muy linda, con los problemas siempre de los hijos. Yo siempre salía en defensa
de ellos, porque me parecía que a veces los agobiaba mucho. Al final de nuestra relación
vivimos cada uno en casa distintas, y eso me cambió la vida ya que me permitió hacer
teatro, etcétera.
Nadie le pagó sus publicaciones. Era reconocido entre sus amigos, Enrique Molina,
Miguel Briante. Enrique era más amigo, con Miguel se encontraba más en BarBaro. Lo
conocía a Fogwill pero no era tan amigo de él como de Enrique. Con Enrique
almorzábamos juntos, sobre todo en La Boca, comíamos en vez de melón con jamón,
mortadela con sandía. La cortaban con una cuchilla y la repartían entre todos. Eran muy
amigos. Nunca tuvo nada que lo amparara como poeta, era conocido con sus amigos. Él
quería publicar pero el hecho de publicar no le terminaba de cerrar. Por eso en ese
momento nunca tuvo éxito. Héctor pensaba la estructura de las poesías, en Crawl sobre
todo, se paraba sobre una silla y buscaba que las oraciones tuvieran la forma de un
nadador. Cada línea toma la apariencia de una respiración, de una brazada de crawl.
Tremendo, más cuando publicó los últimos libros, Carta de marear, Crawl y Hospital
Británico. Son más portentosos, más personales
Él nadaba mucho, en cualquier parte. Le gustaba mucho el agua, el rio. Le gustaba mucho
el campo abierto, los caballos. Cabalgaba. Íbamos al campo que era de mi marido.Mi
suegra era una santa. Una vez me dijo, mira María Luisa, tú lo has hecho muy feliz al
Vasquito, así que yo quiero que seas feliz también, lo único que te pido es que no
coincidas conmigo, porque a mi verte con Héctor me choca.
De chico se iba a nadar a un tanque australiano que había en un campo y eso le permitió
contrarrestar el asma. Después con las peleas en su matrimonio volvió a tener asma.
Luego al mudarse y separarse se le pasó completamente.
122
- ¿Tenía una ideología política marcada?
No, en los momentos bravos sí reaccionaba en contra, pero tampoco era un apasionado.
Le gustaban más otros tipos de cosas. Pero Perón nunca le gustó. Cambia todo tanto...
Cuando lo conocí a Héctor su agencia ya había quebrado. Sé que él decía que unos
amigos lo habían cagado. Los dos nos habíamos quedado muy mal. Los dos estábamos
sin nada, mi marido cuando muere no había dejado nada. Un día fuimos a la costanera a
comer uno choripanes; yo le decía, que experiencia importantísima esta. A él le dolió que
sus amigos de alguna forma lo cagaran, cómo exactamente no sé, ya que cuando yo lo
conocí ya había quebrado. Él en ese momento todavía no tenía el campo. Después la
madre le dona el campo que tenían en Parravicini, que era una entrada chiquita.
Alcanzaba para pagar el alquiler de un departamentito. Y vivíamos más en mi
departamento que era chico, pero un poco más grande. Cuando estaba muy enfermo me
pidió que llevara todo lo suyo a mi casa para trabajar ahí, pero ya estaba muy enfermo...
Él hachaba mucho, en los bosques de Palermo. Nunca pasó nada, nunca nos llevamos la
leña. En el campo también. Un día estaba hachando un tronco grande y ahí se quedó seco,
me hacía señas. No podía hablar. Volvimos a Buenos Aires y le detectaron una segunda
metástasis. Eso fue después de la primera operación y de haber escrito Hospital Británico.
Allí ya no se volvió a operar. Estaba muy enojado con toda la situación. A mí el
psicólogo me dijo que ya estaba muy mal y que la operación no lo iba a beneficiar.
Tenía muy buen físico, muy trabajado. Usaba camisas de jeans, estaba siempre
bronceado. Era una persona muy magnética, recitaba muy bien. Leía mucho. No estudió
nada después del secundario. Empezó a trabajar creo que en Crónica, después se metió en
publicidad. Él hizo su propio personaje y su propia educación, siempre con una base
muy... tenía una madre que adoraba y ella lo adoraba a él. Ella era muy encantadora, era
chiquita, una maravilla de persona.
Yo me sigo hablando con algunos de sus hijos, sobre todo con Juan Bautista, Vicky y
Soledad.
123
- Ellos cuentan que sus vidas están muy influenciadas por la personalidad de Héctor
Sí, son ramificaciones de la vida de él. Héctor ayudaba a todo el mundo, si encontraba a
un viejo vagabundo lo ayudaba a hacer pis. Siempre, siempre... lo que está haciendo
Vicky con la fundación en contra del cáncer es importantísimo...
Héctor era bohemio. Íbamos mucho a los cafés de Buenos Aires, era muy nocturno. Él
tomaba whisky como puede tomar cualquiera, que se agarraba sus buenos pedos algunas
veces y otras veces nada, pero salíamos a bailar, aunque teníamos poca plata. Bailaba
muy bien tango, le encantaba. Y después... Yo empecé a hacer teatro. Él me acompañó en
todo, así como mi primer marido era muy posesivo y muy celoso, Héctor me acompañaba
a ver cualquier mamarracho.
Héctor tenía un carácter fuerte pero tenía muy buen humor. En los últimos años tenía sus
días libres, donde pudo profundizar su relación con sus hijos. Para mí eso fue un alivio.
El otro dia María me hija me decía que suerte, encontraste dos personas muy difíciles las
dos, que te han acompañado. Al principio era difícil porque yo lógicamente hablaba
mucho de mi ex marido. Las personas interesantes siempre son difíciles. La
particularidad es lo que da la atracción.
Él pagaba sus obras como podía. Había una enormidad de libros que no se movían,
después de los últimos dos libros, esos tres salieron mucho más. Hoy en dia se leen. De
golpe encontró un lenguaje muy particular y realmente hizo una cosa distinta. Era
surrealista sin ser tanto como Enrique Molina. Yo me acuerdo que éramos muy amigos.
Salíamos siempre las dos parejas. Enrique pintaba muy bien también. Héctor era muy
bueno, lo que podía dar a sus amigos se lo daba. Tanto al que escribía o al que pintaba.
Era amigo de Edgar Bayley y del Coco Madariaga, que escribía poesías hermosas. Héctor
era un tipo que empujaba a la gente, que los empujaba a seguir un camino. Yo pintaba
nada más que manchas, y una vez Héctor me dijo: no tenga miedo destruirlas, por ahí
descubre algo más atrás. Ahí empecé a describir muchas cosas más en la pintura.
Juan Bautista tenía quince años y era el preferido de Héctor. Hacia diferencias con él, le
mandaba a hacer trajes a medida. Es el único al que le dedicó un libro. Además Juan
Bautista era muy sensible, muy bueno. El primer libro que empezó a ser muy de él fue
Cartas de marear, empezó a ser una totalidad, a tener un sentido distinto.
Él se pasaba todo el tiempo tratando de probarse que no estaba enfermo. Juan Cruz, su
hijo, le dijo que probablemente tenía un cáncer de pulmón, pero él lo negaba y no se
quería hacer estudios. El componía salmos, tiene una baguala sobre el Che
Guevara. Escribía siempre con su máquina de escribir. Él era patriota, lo sentía. Después
empezó a crear una cosa mucho más de él, una cosa que surgía a borbotones.
124
8.5 Artículo. El poeta que comulgaba en el mar
*A partir de la redacción de este artículo, en el año 2012, inicié mis investigaciones en torno a Héctor Viel
Temperley.
Una vida espiritual, entre el campo y el agua, entre brazadas, crawls y momentos de
soledad, es lo que leo en las poesías de mi tío abuelo. Porque Héctor, mi tío abuelo, era
poeta. Héctor Viel Temperley o Etomín, como lo llamaba su familia, murió en 1987
cuando yo tenía dos años. No lo conocí en persona; me enteré de su existencia hace unos
años, cuando por casualidad di con algunos de sus libros en la biblioteca de mi casa. Lo
que más sé de él lo obtuve de sus poemas. Sus experiencias, visiones y sentimientos
fueron conformando lo que ahora es para mí. No sólo mi tío abuelo, claro, sino también
un poeta con mucho talento, un hacedor de imágenes fértiles sobre la tierra y el
alma. Héctor o Etomín fue además como un segundo padre para mi viejo. Esa relación
que forjaron –aunque fragmentaria y esporádica- fue tan importante para mi papá que,
cuando recuerda a Etomín, lo hace con los ojos empañados de lágrimas.
Para el ‘nadador’ Octavio, con un abrazo de agua reza la dedicatoria que mi tío
abuelo le escribió a mi papá sobre la segunda página de su libro El Nadador. Ambos
compartían un placer enorme por el agua, por la necesidad de meterse y bucear en ella.
Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada. Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía hacen ruido de alas, escribió en uno de sus primeros libros, donde se
advierte también una relación especial con la naturaleza, la tierra y la vida alejada de la
ciudad. Mi viejo se acuerda de Etomín como aquel que fue el padrino de su confirmación,
como aquel que viajaba a realizar retiros espirituales, todos los años. Como el que le
regaló, una vez, una herradura que pasó a ser –desde ese momento- un elemento central
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en su escritorio. En ese entonces mi papá ya había perdido al suyo, en un accidente
automovilístico. Héctor, sin saberlo, pasó a ser, un poco, la figura paterna que persistió en
su vida desde ese momento. Etomín fue un nómade y nunca vivió en una casa que sintiera
como su verdadero hogar. Su andar moldeó lo que fue:
Pienso un poco en mi casa. No, nunca tuve casa. / Pienso un poco en mis hijos. / Mis
hijos son mi casa / como estas estrellas son la casa / de mis ojos.
(“Plaza Batallón 40”)
Etomín nació en 1933. Empezó a escribir en verso a los 15 años, mientras cursaba
el secundario en el colegio de Barrio Norte “Champagnat”. Al egresar entró a trabajar en
el diario Crónica, pero al poco tiempo decidió cambiar de rubro y probar con la
publicidad, un sector laboral en ese entonces poco común. Intento imaginarme qué habrá
sido laburar como publicista en los años ‘50, y sólo se me presentan imágenes de
heladeras SIAM de los diarios de la época. Desconozco si habrá sido algo así lo que hizo
en un principio, pero sé que paralelamente solía escaparse durante semanas al campo que
la familia tenía en Dolores. Ese campo en el que después trabajó, que está ubicado al lado
del bar “Al ver verás” en ruta 2, es uno de los escenarios típicos de los poemas de Viel.
Sus caballos, la tierra, el mar. Pero también Dios, Jesús y un trasfondo religioso que
comenzó a influir, cada vez con más intensidad, en sus últimas obras.
Es difícil llegar a la capilla: se puede orar entre las cañas / en el viento debajo de la
cama.
(“Pabellón Rosetto”)
Entre mis ojos y los ojos de Christus Pantokrator nunca hay piso. Siempre hay dos
alpargatas descosidas, blancas, en un día de viento.
(“Hospital Británico”)
La vida bohemia de Etomín y -su forma poco común de referirse a la fe- no debe
llevar a caracterizar a sus creaciones como impertinentes o sacrílegas, sino todo lo
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contrario. El respeto que tenía por lo religioso y sus figuras es incuestionable. Lo que es
cierto es que su forma de concebir la espiritualidad está relacionada con el plano de lo
material, y esto genera asombro en sus nuevos lectores. “Dios es idéntico a un marinero,
tal vez un marinero judío, por la mandíbula tan fuerte, cuadrada” (Viel Temperley en
Bizzio, 1987) dijo una vez en una entrevista al periodista Sergio Bizzio para la revista
Vuelta Sudamericana, haciendo alusión, también, a la tapa de Crawl (1982). “¿Un poeta
religioso? No. De ninguna manera. Seré un místico, un poeta surrealista, cualquier cosa,
pero no religioso. Hablo de marineros y de nadadores. Jesucristo aparece a través de un
rufián, de un vago, de un bañero. Pongo ‘besarme el rostro en Jesucristo’ queriendo decir
que Cristo me había llevado a besarme a mí mismo en él. En él, pero a mí mismo, eso es
lo que me interesa. No me dirijo a él dejando de lado mi amor por esa chica al lado de la
lámpara: lo busco ahí”.
Los nueve libros de Héctor -más las reapariciones de sus poemas en diversas
antologías- fueron editándose con el tiempo en varios países, sobre todo en
Latinoamérica. En los próximos meses sus obras arribarán a España. Por la publicación
de su primer libro, Poemas con Caballos (1956), recibió la Faja de Honor de la Sociedad
Argentina de Escritores. Ese mismo año se casó con Maruca, la tía de mi papá. Con la
repercusión de sus creaciones en nuestro país ocurrió lo que sucede a menudo con los
poetas que no apuntan a un público masivo: comienzan a ser conocidos sobre todo
después de su muerte. El novelista Rodolfo Fogwill, por ejemplo, lo mencionaba mucho
en las entrevistas que le hacían; recordaba a Viel como un poeta singular y necesario.
Incluso se han publicado investigaciones financiadas por el CONICET sobre Etomín.
(Arancet Ruda, 2010). Pero, así y todo, en la actualidad no deja de ser un escritor
esencialmente “de culto”, seguido por un grupo de lectores pequeño pero fiel.
En 2003 Ediciones del Dock publicó sus Obras Completas. En el prólogo, Tamara
Kamenszain advierte que “un ángel acompaña la obra poética” de Etomín (Kamenszain,
2003). Pero es un ángel que camina, descalzo y bajo el sol, largos trechos de arena y
tierra argentina. Andrés Ugueruaga comenta en ese sentido que “sus versos guardan la
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frescura de la arena y del mar. Insinúan esas imágenes en que el agua, el sol y el airoso
cielo azul de algún verano, siempre o casi siempre están. El lector, al toparse con las
Obras de Temperley suele sentir un dejo de agradecimiento” (Ugueruaga, 2007).
Sé que a la tierra me unen dos tobillos, / y sé que boca abajo, en mar o pampa, / sólo los
siento por la espuma, el pasto / que arrojan desatados a mi espalda. / Pero sé que si el
cuerpo se me tiende / hacia los cielos, boca arriba el alma / y nadada por nubes que no
vuelven / a cruzar otra vez por mi mirada, / se resuelven en cepo mis tobillos / y siento
que me ahogo sin dos alas. (“El cepo”)
Tuvo siete hijos: Juan Cruz, María Victoria, María Clara, María Verónica, María
Soledad, Juan Bautista y Facundo. El primero murió un año después del fallecimiento de
Etomín. La enfermedad, la muerte y el dolor fueron, también, temas recurrentes en la
escritura de Viel, sobre todo después de su internación en el Hospital Británico -donde
engendró el libro homónimo-.
Caí enfermo cuando vi a mamá que quería morirse, y murió cuatro días después de que a
mí me trepanaran. Me operan del mate y a los dos o tres días salgo al jardín. Iba del brazo
de mi mujer. Nos sentamos delante de un pabellón, al que llamo Pabellón Rosetto.
Volaban unas mariposas y había unos eucaliptos muy hermosos, nada más que esto, y fui
rodeado y traspasado por una sensación de amor tan intensa que me arruinó la vida en el
mundo. La sensación de estar rodeado por cielo, y de que ese cielo me tocara como carne,
y que podía ser la carne de Cristo y que al mismo tiempo lo tenía a Cristo adentro...Yo era
amado con una intensidad que estaba en el límite de lo soportable. Eso duró una semana.
Cuando volví a casa me tiré en el living y abrí la ventana para que el viento moviera la
enredadera y estuve hasta el amanecer tratando de recuperar ese estado de comunión,
pero no apareció nada. (Viel Temperley en Bizzio, 1987).
Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas y horas. Soy feliz. Me
han sacado del mundo.
(“Hospital Británico”)
“El cielo estaba en la enfermera que pasaba” ilustra con maestría. Pero Etomín se
encarga de aclarar que ese fue “el libro de un trepanado” y que “el que escribió ese
poema no existe más”. Como bajándose del podio de las buenas críticas recibidas, niega
haber sido el autor –consciente- de esos poemas. Un libro que se escribió sólo, que lo
encontró a él mientras él permanecía desconectado de la tierra. “Escribí lo que habla de la
muerte de mi mamá y el resto en el estado de un tipo que se había salido de la realidad,
porque tenía un huevo en la cabeza”.
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Necesito estar a oscuras. Necesito dormir pero el sol me despierta. El sol, a través de mis
párpados, como alas de gaviotas que echan cal sobre mi vida; el sol como una zona que
me había olvidado.
(“Hospital Británico”)
Cuando yo era muy chico vivía en Vicente López, y todas las mañanas mamá me llevaba
al río, cargado en la espalda. Yo todavía no sabía caminar. Y un día me caí al agua.
Recuerdo que estaba sentado debajo del agua en paz, sin extrañar absolutamente la vida,
la respiración, el mundo. Lo único que sentía era el éxtasis de ver una pared color tierra
cruzada por el sol: era un manto anaranjado que yo tenía ante los ojos. Era feliz.
(Viel Temperley en Bizzio, 1987)
Referencias Bibliográficas
Arancet Ruda, M.A (2003). Héctor Viel Temperley: otro stalker en la estela del carmelita y su
crawl sin descanso. Jornadas Lteratura /Crítica/ Medios: Perspectivas, Buenos. Aires, obtenido
el 8/5/2011 de http://200.16.86.50/digital/8/conferencias/arancet1-1.pdf
Chejfec, S. (2003). Tres miradas a Hospital Británico de Viel Temperley. Crawl y Hospital
Británico. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco: México.
Ioskyn, J. (2010). Héctor Viel Temperley, un místico de nuestro tiempo. Revista Consecuencias.
Milone, MG. (2003), Héctor Viel Temperley. El cuerpo en la experiencia de Dios, Ferreyra
Editor: Córdoba.
Sylvester, S. (2011) Viel Temperley: ¿Un místico entre nosotros?, en Ediciones del Dock Blog,
obtenido el 8/8/14 de http://deldock.wordpress.com/2008/11/21/viel-temperley-%C2%BFun-
mistico-entre-nosotros/
Ugueruaga, A. (2007). “La fuerza del nadador”. Letralia, 171. Obtenido el 15/08/2011 de
http://www.letralia.com/171/articulo02.htm
Viel Temperley, HB. (2003). Obras Completas. Ediciones Del Dock: Buenos Aires.
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