B. W. IFE
LECTURA Y FICCION
EN EL SIGLO DE ORO
Las razones de la picaresca
‘Traduegién castellana de
JORDI AINAUD
EDITORIAL CRITICA
4A BARCELONA
Msi44 LECTURA Y FICCION
al lector a examinar la suya propia. A lo largo del resto del
libro quiero mostrar cémo algunos autores de novelas pica-
rescas espafiolas del Siglo de Oro obtuvieron esta clase de «tex
to interrogativon.”
71. Tomo prestado el temino de Catherine Blsey, Crtial Practice, cap. 4, quien
lo have derivar dela dstinciOn hecta par Roland Barthes entre textos «lisibles» y
textos «scriptibles» ($/Z),
nw
2. «LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES»
Cuando un novelista empieza a escribir una novela no hace
nada sustancialmente distinto de lo que todos hacemos cada
dia, Las narraciones forman parte de la vida cotidiana; son
un modo de recordar, de dar sentido a lo que nos ocurre, de
compartir nuestra experiencia con los demas, de convencer-
Jos, calmatlos o participar en algiin rito social. La narrativa
no es una invencién estética, sino «un acto primario de la men-
te tranigferido del arte a la vida." Tanto en Ja Vica como en
‘elarte, el narrador necesita un publico que no sélo le escu-
, ‘iicharle, ponga en marcha el acto
che, sino que, ademas, al
de la narracidn y lo tenga bajo control. Ua presencia del oyente
determina lo que el narrador va a decirle y cmo va a hi
lo? La narrativa oral €S pues, en origen de naturaleza dind-
mica. No puede tener lugar en el vacio, y siempre tiene una
finalidad: informar, instruir, convencer, entretener, consoli-
dar las relaciones sociales, mentir; y esta finalidad siempre
est expresada implicita o explicitamente en la narracién, El
andlisis efectuado por William Labov de la narrativa natural
de los adolescentes americanos negros le ha llevado a la con-
1, Barbara Hardy, Tellers and Listeners, p. 3
2. Ong, Orality and Literacy, p. 176: «Pengo que percibir algo en la mente del
fou eon 19 que pueda conectar lo que digo. La comunicacién humana nunce ¢s
‘unidireccional, sino que, adems de exgir siempre una respuesta, se amolda ex for-
rma y contenido a la respuesta anticipada».46 LECTURA ¥ FICCION
clusién de que todos los buenos narradores evitan constante-
ia sin_una finali-
mente Ja pregunta «{¥ quéty, Una
dad precisa inc: ia al lector ono le
‘cido que nos importuna con sus batallitas 0 con el cuento de
la hernia de su hijastra nos deja perplejos y con ganas de de-
cirle: @Vale, pero zpor qué me lo cuentas a mi».
El propésito, en este caso, es establecer contacto, ylo sig-
nificativa no es lo que se dice, ‘sino el hecho mismo de de
Io. La narracién es, pues, sobre fodo una actividad. Cuando
198 indios Papago se reiinen para ofr recitar los mitos de su
tribu, dejan constancia de su participacién en el acto comu-
nitario repitiendo Ia ultima palabra de cada frase,* exacta~
mente igual que los cristianos congregados al responder
«amén». Una parte importante del sentido de estos mitos con-
siste en que se retine un puiblico para ofrlos, expresando asi
su espiritu de comunidad.
Alescribirse una historia se producen dos novedades.
nificativas. En primer lugar, un relato escrito suele carecer
de contexto, piles ya no ha sido COMPUESTO 0 | contado en un
Ingar yun mi sin
to concretos con un fin detetminado, sino
que, al estar al alcance de cualquiera y ei Cualquier parte,
carece, en cierto sentido, de finalidad precisa. En segundo lu-
gar, y como consecuencia de lo anterior, ui relato escrito es
Victima de las circunstancias en las qué €$ leldo, por un indi-
iduo en lr intimidad. El oyenté de wh rélato oral tiene que
avarizar al ritmo del harrador, mientras que el lector queda
libre de todas las restricciones impuestas por Ja presencia fi-
sica del narrador oral y del resto del piiblico. El lector puede
asimismo control intensidad de su propia lec-
{iira, recapitular y pararse a pensar. Puede empezar a hacer-
se pregiintas Sobre Ia historia y buscar su sentido, lo cual es,
3. William Labow, Language In the Inner City, p. 36.
4, David Riestan, dThe oral end waitten traditions», en Carpenter y McLahan,
Explorations, p. 00.
3A
«LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES» a
distinto de la funcién de la historia en tanto que actividad.’
La imprenta y la lectura a solas pueden alterar de modo muy
significativo la naturaleza de la tarracion, volviéndola mu
cho Tis estatica que el 5 oral y desplazando la carga de
sentido de Io que haces To que dice la historia. ~~
Cualquier'natvador que Componga para 1a imprenta de-
berd tener en cuenta estos datos al escribir. Si quiere conser-
var el dinamismo de la narrativa natural, el toma y daca esen-
cial, si desea que el lector sea algo mas que un mero espectador
pasivo y perplejo, entonces el autor debe crear un papel que
el lector desconocido pueda desempefiar, creando un perso-
iiaje de ficcidn al que pusdg titilizar coid caja de resonan-
ia'y cuyas respuestas snticipadas actiten’deé tal modo que den
Gieipo ala narracién. Como dijo Walter Ong, «el publico
de KEFitoT es siempre ficticion.* Mas atin, cl autor debe ase-
gurarse de darle al lector imaginario indicaciones claras, ex-
plicitas o-implicitas, sobre el sigi @ objetivo del li-
bro y del papel que en Je con i tiene que valorar
‘Jo que en ei libro se dice. Acaso estas consideraciones contri-
buyan a explicar la abundancia de pidlogos en ja literatura
del Sighode Oro espattol:
Ear él prologo a La vida de Lazarillo de Tormes (1554)
tanto el anénimo autor de la obra como.su protagonista tie-
nnen mucho que decir respecto a estas cuestiones. En realidad
hay dos prélogos, uno dirigido por el autor al lector, otro en
forma de Caria del protagonista a ui do destinat
o, Fl uno trata de asunios del dominio puiblico;
ret ‘privado y de la fi mb 0}
interrelacionan y matizani con astucia y arle supremos; en rea-
lidad, esta imbricacion esta resuelta con tanta habilidad, que
es dificil situar la ubi de cada uno en el texto.
5, Josipoviei, Modern English Novel, p. 8.
6 Walter 1. Ong, Interfaces of the Word, pp. 54-81; Ud, Orality and Literacy,
pp. 102, 17748, LECTURA ¥ FICCION,
‘Aquf no hay barreras protecioras. Victima desprevenida de
un artero manejo, el lector empieza el prélogo en el mundo
real, como un apostante que desea ser admitido en un mun-
do de ficcién del que, tras finalizar el prélogo, se ha conver-
lo en uno de les personajes principal
El autor comienza con una impresionante y tranquiliza-
dora exhibiciéit de los convencidnalismos de 105 prdlogos. No
hay libro, por malo que'sea, qlié no tenga alguna cosa bue-
na; lo que uno no come, otro se pierde por ello; la penosa
tarea del creador merece la recompensa del reconocimiento
publico. Sin embargo, esta hi a aspiracion se ve modera-
da por una considerable cantidad de autodesdén: el libro es
0a aida (pi. 28) eserita eit @erosero est
por tft hi 16 pretende'ser mejor que sus semejan-
tes. Tan deseoso esté de mantenerse en tiltimo término, que
{incluso see olvida darnos su nombre, Este infortunado des-
Guido, sin embargo, nio deberfa hacernos dudar de la eviden-
te seriedad de sus intenciones o del cardcter ejemplar de la
historia que nos tiene que contar. Una chispa de-erudicion
le favorece: tenemos a Pl jemas de una alu
‘sin a Horac otomia entre deleite y prove-
cho aparece desconcertantemente como. si se tratase de dos
sindnimos: «Pues podria ser que alguno que las lea haile algo
que Ie agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleiten
(pp. 3-4). Un nuevo descuido, quizas, o la clase de lapsus
4. Las cifas refieren a la eickdn ms reciente de Francisco Rico. Bn Ia exposi-
ign no he quetido refer exhaustvamente a a ampiia y creciente bibliografia
sobre ef Lazurill, Me han ayudade mucho a formular mis puntos de vista 1s bros
‘Snulentes: Francisco Rico, La novela plcorsca yel punto de viste; A.D. Deyermond,
Lazurillo de Tormesn. A Critical Guide, ¥ uo bro que es a menudo enerven
pero siempre provocativo, Harty Sieber, Language and Society in «La vida de La
varia de Tormesy. Puede encontrarte una bibliografia exhaustiva sobre Is novela
picaresca en Joseph V. Ricapito,Riblicrafiarazonada y anotada de las obras macs
tras de la picaresca espatola
1 Donald MeCiady, «Social irony in Lazarillo de Tormes and its implications
for authorship», Romance Plulology, XXII (1970), p. 55% Prank Durand, «The
GLA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES: 49
perdonable que esperarfamos encontrar en un autor capaz
de permitir que un anonimato accidental malogre su am-
bicién.
‘A medida que el primer prélogo se va extendierdo, el am-
bito publico y seguro de 16 convencional va quedando cada
Vee MAS sujeto a Contiadiccioncs ¢ incoherencias de este tipo.
jAcaso no contradice el ejemplo del torneador injustamente
alabado por su sirviente los dos ‘ejemplos anterioves del sol-
dado y del presentado que desempefian sus funciones meri-
toriamente, pero que no le hacen ascos al aliciente suplemen-
tario de las alabanzas? ;Serd la moraleja de la obra comprobar
gue un hombre puede vivir cpn tantas fortunas, peligros y ad-
versidades (p. 9)? De ser asf, zqué significa «vivir ... conv?
jSoportar las desdichas o prosperar pese a ellas? Este autor
¢s realmente extrafo: afirma buscar el favor del piblico pero
olvida dar su nombre; Se refieré a Jas ndcioiies Covenciona-
les acerca de la Finalidad de la literatura, y se equivoca al ex-
ponerlas; da un ejemplo que no c nisigue ilustrar el tenia co-
Frespondiente, y revela sus intenciones en una frase que
contiene una ambigiiedad crucial. Todo esto no puede ser fruto
de un descuido, Sin enibargo, sean cuales sean sus intencio~
nes, hay algo que de momento esta claro: por mas que ¢l autor
juegue con las convenciones del prélogo, el uso de esas con-
Venciones mantiene al autor y al lector en sus papeles bien
definidos. Estos papeles van a volverse mas confusos con la
aparicién de «Vuestra Merced».
Una de las muchas cosas del prologo que Haman fa aten-
cién es la confianza con que el autor empieza: , p. 94, hace notar que Lizaro se reflere
445i mismo en tercera persona, wel pobre Lézacon, cuando el ciego esté a punto de
catrellarle el jarto de vino en la ara (J, 205). «El natrador en primera persona ast
sme asi el papel de espectador del relato de su propia historia» (p. 95).
Ba
{LA VIDA DE LAZARILLO DE YORMES» 37
de complicidad con el adulto, y Lazaro y VM.
y segunda personas del singular— se convierten
ein aliados mutuos —primera persona del plural—, con La-
zarillo Como irénica victima.
El resultado de esta técnica es el equivalente literario del
cubo de Necker, en el que el lector ve los acontecimientos del
relato desde puntos de vista opuestos de forma casi, aunque
jig det todo, simultdnea, Se siti, bien jufilo'a Lazarillo, bien
Jianid a Lazaro, en cuyo caso observa distanciadamente su an-
terior participaciOn. Esta participacién y este distanciamien-
to casi simultaneos se hacen posibles mediante la forma y las
circunstancias histéricas déFlibro, una autobiograffa ficticia
escrita para ser lefda en silencio en la intimidad. Lo realmen-
te original del Lazarillo de Tormes, y su importancia en la
evolucién de un tipo de ficcién moralmente defendible, radi-
ca precisamente en el modo en que se aprovecha de la esci-
sién del yo implicita en toda autobiografla —la distancia cro-
nolégica entre los acontecimientos y su relato— para crear
un doble protagonista, dos primeras personas, cada una de
las cuales el lector asimila consigo mismo y reviste de su pro-
pia voz. La expresién de este complejo esquema de relacio-
nes, del lector con el protagonista narrador y el protagonista
actor, y del narrador con su yo anterior, se concreta en el li-
bro en Ia presencia de V.M., que asume y cristaliza el papel
del lector, y en el tono de peculiar ambivalencia en que esta
escrita la mayor parte del relato.
El tono del Lazarillo de Tormes ha sido comextado a me-
nndo, pero nadie lo ha explicado satisfactoriamente. Yo mis-
mo lo he descrito como cambiante de «ana mezcla de ino-
cencia y culpabilidad a un punto medio énire una timidez a
a defensive Fi autobombo desafiante.” Stephen Gilman
habla de una camalgama dé compasién y desprecio, respeto
“desdén, afecto y descuidos quie solo puede haber Sido es-
22. BW. Ife ed, La vida del Buseén dlumado don Pablos,p. 5.58 LECTURA Y FICCION
“ctita por una persona «que es ella misma y otra al mismo tiem-
“pon.” Aut hay dos cosas importantes. El hecho de que es-
temos hablando de «tona» mas que de%téstilo» subraya la
importancia de la dimensin oral de las palabras y de como
ésio 1é Confiere una a inmediatez, diatez suplementaria a la frialdad
de la Tetra impresa. Comio consecuencia, el lector se si
nos friclinado a atender a las circunstancias del caso de Laza-
ro con el distanciamiento analitico de un juez o un aogado
expertos, ue a mosirar I@ compasién y la solidaridad de los
miembros def jurado, que concedeit menos importancia a las
riiebasy qué aa cpersonalidaiby, Asi green que pueden con-
fiar en el ¥en lo que dice, El segundo aspecto im-
POFTARE es que para describir el tono en que Lazaro se dirige
al lector, no tenemos mas remedio que recurtir alas antite-
sis, Como dice Gilman, este relato slo puede haberlo escri-
to alguien que era él y otra persona al mismo tiempo. Es in-
genuo y ladino, desafiante y a la defensiva, y nos nicga la
unidad y coherencia de enfoque que podriamos esperar de
un hombre que intenta dar un relato completo de si mismo.
Ello nos indica que las cosas se ven de modo distinto segtin
‘el piinto de yista, que los valores son relativos, que un jarro
iede ser «dulce» y «aifiargo» y que la palabra «bueno» puede
tener ef significado que quéramos darle,” todo lo cual es sin
dtida'una excelente filosofia, pero una pobre defensa.
EI tono ambivalente con el que Lazaro expone su relato
no es, como seria de esperar, accidental 0 indicativo de una
persona que no sabe que la confianza, para bien o para mal,
la da el tener ojos claros, voz firme, conviccién y coraje, no
un relativismo pusilnime. A un cierto nivel, la ambivalencia
de Lazaro muestra su afin de honestidad: no siempre esta-
mos orgullosos de lo que fuimos 0 incluso de lo que somos,
25, Stephen Gilman, dhe death of Lezarillo de Tormess, Publications of the
Modern Language’Association of America, LXXXI (1966), p. 153
24, Wardiopper, «Bl trastorno de la moral», p. 442.
ALA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES» 59
y no tiene sentido disimularlo. A otro nivel, el aprovechamien-
to por parte de Lazaro de la multiplicidad y divergencia de
los puntos de vista en el lenguaje que utiliza es consecnencia
de un complejo y muy estudiado esfuerzo por defenderse con-
tra las acusaciones implicitas en su contra; porque no cabe
duda de que no es ningin pecador inconsciente, tan depra-
vado que haya perdido de vista su propia depravacién: sabe
que las apariencias estan en su contra. Las acusaciones son
serias: ¢Explotar sexualmente a otra persona en beneficio
propio es lo que defiie”al chiulo».” Por el mero hecho de
responder a la peti¢iéit de V.M., Lazaro se ve obligado a re-
conocer que debe dar respuésta a estas acusaciones. La deci
sidn de responder, y por extenso, tiene otras consecuencias
tan pronto como Lazaro empitiide Su defensa, al lector, por
el simple hecho de decidir pernianecer en la sala, se le adju-
dica el papel de juez, sin poder mantenerse al margen. La
transformatcién def lecfor en representante de los valores es-
iablecidos"sérd “un elemento importanie en la defensa. de
Lazaro
Ta defensa de Lazaro sigue tres lineas, cada una de las
cuales se expresa en él texto mediante una e estilist
ca o un fecurso formal. En cada fase de la argumentacién
‘es crucial la presencia del lector como V.M. La primera |
defensiva adopta la forma de una. demanda implicita de res-
ponsabilidad aténudda, Consiste, en efecto, en argilir que La-
zarillo tavo uma nifez de privaciones, que sufrié cruelmente
a manos de suis amos y que sc vio obligado, en consecuencia,
amentir y engafiar para sobrevivir, y que aprendio del ejem-
plo de éstos, asi come de sus prdcticas de supervivencia, los
valores de una sociedad corrompida. En estas eircunstancias,
uno tendria que ser un santo para sustraerse a ese entorno:
hostil, y, si de alguien es la culpa, es de la sociedad represen-
(of the Modern Language Association of America, XC (1915), p. 4,
Ga 25. Howard Mancing, dThe deceptiveness of Lazarillo de Tormes», Pulcations6 LECTURA Y FICCION
tada por sus sucesivos amos. El argumento se expone, por lo
nenos en Jos cuatro primeros Tralados, poseneiando Ia rela-
cign de empatia entre el lector como VM. y el joven prota-
gonista, Lazaro sé dispone a presentarse coma una victima
‘cn cl pasado, procurando que cl Icctor vea a Lazarillo como
tal y se ponga a su lado en contra de sus malvados amos. Por
eso empieza por el principio, mostrando su vida como un pro-
ceso, no como algo completo susceptible de andlisis. El re-
trato diacrOnico de sus primeros afios de vida no se ha“€sc0-
gido tanto por ser la vida un proceso, como porque Jo es la
narracién, y es mediante la niartacidn qué L&zaro espera atra-
par al lector en las Tedes dé Ta com “Lis iiialos tratos
Suftidos por Lézaro podriaii Kaberse resumido de modo mu-
cho mas sucinto, pero lo que necesita i
tiempo para atraerse a V.M., y pata ganar ese tiempo necesi
ia adoptar una _amplia perspectiva histérica, que le dé mu-
cho de que hablar, pues sabe que, cuanto més hable, mas po-
sibilidades tendré de convencer a V.M. de lo acertado de su
punto de vista.
El hecho de que Lazaro schaga cargo de su propia defen-
sa también acta éif su favor. El puntécde vista en primera
persona'a través del cual esté focalizado el relato Hleva inevi-
tablemente al lector a adoptar la posicién de Lazarillo. No
s6lo los verbos ayudan a esta identificacién, sino toda la téc-
nica deseriptivay Ta sel Tos temas. Lazaro nos xe-
cuerda constantemente que lo que nos cuenta és ilustrativo,
ho exhaustive («contaré un caso de muchos», p. 35), aun-
que debemids estar alerta a los otros procedimientos que em-
plea para manipular nuestro punto de vista, al presentarse a
si mismo como joven, fragil e inozeité, inientras condena a
26, Hay muchos ejemplos deesta formula generalizadora, p. ¢ «Le bacia bur
fas endiabladas, de las euales contaré alguns» (1, 138-139). Vid. F. Courtney Ta
“abiterary end artistic unity inthe Lazarilo de Tormesn, Publications of the Mo-
dern Language Association of America, XLII (192), p13, y Francisco Rico, «Pro-
blemas del Lazarillon, Boletin dela Real Academia Espanola, XLVI (1960), p. 287.
10
a
SLA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES
‘sus amos con adjetivos que condensan su vacuidad moral y
espiritual.” Como dice Howard Manx ra vez ha crea-
do un autor tanios prejuicios favorables a Si protagonista ea
ef lector como en el Lazarillo de-Tormes».” a
~Contribuye también al fetrato qué Lazarillo pinta de si mis-
mo el énfasis que pone en la fuerza y la presencia de los tres
primefos amos, presentados como Sus a jersarios v sacando
partido de la indig tintiva def fecior ante un enfren-
tamignto tan desigual. AT otorgarse ef papel de victinia, se
asegira de que el lector le preste su apoyo en Ta lucha desi
gual y de que, paraddjicamenie, no sdlo vea a Lazarillo como
{filfiillado y ofendido, sino~ue acabe por animario a jugar
y vencer. Las simetrias narrativas del primer tratado estan,
>piiés, muy habilmente manejadas. La cruel jugarreta final de
Lazaro al ciego es justa recompensa y cumplida venganza.
Pero el goce estético que se deriva de esta elegante simetria
se afiade en la mente del lector a una cl
i distinta de satis-
faccion, la'de comprobar que ladrén qué toba a otro ladrén,
ha cien afios de-perdén. ~~ Fe
“Bl plan de Lazaro para granjearse la simpatia de V.M. se
aprovecha también considerablemente del hecho ce que este
documiento se ha escrito para ser leido en privado y, proba-
blementé, ei silencio. Ya hemos notado la importancia de la
idea ade tauiereirerelato de Lazaro, junto con Ia nocién com-
plementaria de que podemos adivinar el cardcter de un hom
bre por su voz, como si probascmos una campana ounamo-
neda para ver si suena bien 0 «auditasemos» las cuentas
leyéndolas en voz alta. Cuando Jeemos en silencio el relato
‘de Lazaro, la voz que ofitios no es la siiya, sino la nuestra
“También al leer este relate COiitribuimos a su creaci6n, relle-
27, Didier T, Jan, «La ambigiedad aural del Lazorillo de Tormesv, Public
lions of the Modern Language Association of America, LXXXI (968), p. 132,
hha hecho notar el especial énfasis puesto en los zdetivos aamezquinos y «araricaten,
28, Mancing, «Deceptivencssn, p. 426.
a i, «Decent P.82 LECTURA Y FICCION .
nando las imprecisiones del texto, creando objetos a los que
se pueda referir, y, en el caso del pronombre «V.M.», encar-
nando nosotros mistios la persona ausente a cuya presencia
alude el pronombre, A las légicas interferencias del proceso
de lectura, se afladén algunas alusiones concretas a los espa-
cios en blanco del texto. No todos los apdstrofes de Lazaro
a VM. son invocaciones directas («sepa V.M.», «huelgo de
contar a V.M.», etc). Asi, por ejemplo, cuando Lazaro le cuen-
ta al lector que estuvo a punto de morir de hambre estando
al servicio del ciego, ya prevé la reaccién de incredulidad det
lector:
Jamés tan avatiento ni mezquino hombre no vi; tanto, que
me mataba a mi de hambre, y asi no me demediaba de lo ne-
cesario. Digo verdad ... (p. 27).
Después de «necesario» hay un espacio en blanco que el
lector tiene que rellenar para que la afirmacién subsiguiente
tenga sentido,
La alusién més directa a Ja imprecision del texto del La-
zarillo dé Tormes s¢ halla en el cuarto tratado, en el brevisi
mo relato dela conducta del fraile -mercedatio, coy servicio
nos dice que dejé ay 6 «por oiras Cosi illas que no digo» (p. 111).
Una frase asi es una franca invitacién al lector para que dé
respuesta a lo que el texto se calla, si bien no puede darle la
Explicaci6i que see antoje! en realidad, Lazarilo ha limita-
do cuidadosamente nuestras posibilidades de eleccién al in-
vocar el t6pico de que a buen entendedor, botén de muestra
basta, en um contexto en el que acaba de contarnos que ef
fraile se relaciona con prostitutas, es un glotén, es amigo de
negocios seglares y se dedica a romper zapatos cuando debe-
ria estar en el coro, En este contexto, debemos interpretar las,
reticencias de Lazarillo como la ocultacién de un tema deli~
cado que es mejor callarse, el t6pico que exige bajar Ia voz
al hablar de sexo.
MLA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES) 6B
Es en fragmentos del texto como éste donde la empatia
del lector con Lazarillo se tite de complicidad con Lazaro.
Un excelente ejemplo de esta doble lealtad del lector y del tono
ambivalente del texto que da lugar a esta duplicidad se pre-
senta al principio del primer tratado, cuando Lazatillo cuen-
ta cémo el amante negro de su madhe, Zaide, viewe a visitarka
a su casa:
Este algunas veces se venfa a nuestra casa y se iba a la
mafana, Otras veces, de dia Hegaba a la puerta, en achaque
de comprar huevos, y entrébase en casa. Yo, al principio de
su entrada, pesdbame con él y habiale miedo, viendo el color
y mal gesto que tenia; mas de que vi que su venida mejoraba
el comer, fuile queriendo bien, porque siempre trata pan, pe-
dazos de carne y en el invierno lefios, a que nos cale
tabamos, De manera que, continuando la posada y conver-
sacién, mi madre vino a darme un negrito muy bonito ..
(pp. 16-17).
Hay aqui mucho de ingenuidad 1ente recreada: la
sencillez con que Lazarillo informa de que Zaidé venia a su
casa y s¢ iba por la mafiana, como si el pequefio Lazarillo
pudiese ver lo que ocurria, pero no comprendicse su signifi-
‘afecto ante esas $ atenciones en forma de comida y carifio. La
ingenuidad se acaba, sin embargo, y la empatia se convierte
en complicidad con la palabra «conversa
fio cuidadosamente elegida coir ef que Lazaro le inyecia a
‘a imocente Vision’ dé Lazarillo, hecha de pan, carne, lefios,
visitas de cortesia y conversaciones, su propia opinién, de-
sencantada y cuchuflera, sobre las relaciones de su madre con
el negro.
Es en momentos como éste, al darnos cuenta del rono fal-
samente ingenuo de Lazaro o de la taimada acritud dé Sus
4 poPiniones y comentarios, s, cuando comprobamos que se nos64 LECTURA ¥ FICCION
pide otra cosa, en nombre de nuestra comprension como lec-
tores y jueces de las circunstancias del caso. Es en base a esta
Vineulacidn crecienie entre el protagonista y V.M. que Laza-
ro anticipa su fegunda linea de-detensa. Esta vez no apela
a la Tdentificacion emotiva del lector con €1 joven protago-
i 10 viclima de una sociedad cruel y despiadada, sino
ala aceptacién intelectual por parté'del Tector de las conclu-
ue cl Lazaro adulio saca de"sit experiencia. Casi si
riva en un mundo hostil, sino en la unién de dos intelectos
superiores, capaces de Hegar a uit nivel dé percepcion inal-
canzable para la mayoria. La, base de esta nueva alianza es
la complicidad irénica que caracteriza‘la relacién de Lazaro
cere rece eee cree eee eee
La ironia, naturalmente, no esté excluida de la relacién
compasiva del lector con Lazarillo, sino al contrario: la iro-
nia subyace en muchos de los momentos en que el lector tie-
he que recrear por su cuenta las ideas y sentimientos que pa-
san por el corazén y la cabeza de Lazarillo sin ser articulados
en el texto, El relato que Lazarillo hace del tiempo que sirve
al escudero es un ejemplo ilustrativo (aul, como en el resto
de la obra, «contaré un caso de muchos...»). Los dos prime-
ros amos habian sido tratados como adversarios, fuerzas a
Jas que habia que oponerse con las armas literarias directas
dela satira y la caricatura, Bl tratamiento del escudero —co-
‘mo corresponde al cambio de actitud en Lazarillo y a un ma-
yor afecto por su amo— es en conjunto mas amable, siendo
presentado menos como un antagonista, si bien no es tam-
poco menos destructivo en el andlisis final de las ansias de
aparentar del personaje. Mucho de lo que dice el escudero,
especialmente sobre la honra, su origen y sus perspectivas,
SLA VIDA DE LAZAR 65.
Lo bE TORMES
no lo comenta Lazarillo, quien deja que las palabras del es-
cudero permanezcan solitarias y desnudas en su falta de sus-
tancia y su vaciedad, de las que el silencio es signo eloeuente,
mientras él y el lector intercambian una mirada de complici-
dad. Por lo menos, eso es lo que suponemos, aunque podria
perdondrsenos el que nos preguntasemos por qué debemos
dar més 0 menos crédito a las palabras del escudero que a
las de Lazarillo: tal vez la vacuidad de las palabras del escu-
dero sea mas notoria solo porque las de Lazarillo han sido
completamente asimiladas a las del mismo lector.
La relacién irénica entre V.M. y Lazaro es, sin embargo,
de una clase muy distinta. Esya vez cs el joven Lazarillo, mas
que sus amos, quien es la victima de las ironias. La necesi-
dad de que V.M. tenga una vision distante y parcial al mismo
tiempo de la mocedad de Lazaro surge del hecho de que el
misino joven protagonista contribuye al proceso ce corrup-
cidn que sufre a manos de sus amos. Su contribucién debe,
pues, quedar tan clara como la de los demas, aunque confie
en la aceptacidn final por V.M. de su autodefensa. Lo que
permite al lector formarse una opinién parcial e imparcial de
Lazarillo al mismo tiempo es.}a técnica de escision del yo,
mediante la cual una de las primeras personas se reconvierte
en tercera. Esta técnica también ayuda al narrador a cvitar
la dificultad de reconciliar la omnisciencia con un punto de
vista parcial, problema con el que tiene dificultades Quevedo
en el Buscén.” Hay muchas ocasiones en el Lazarillo de
Tormes en las que el joven protagonista se reconvierte en ter-
cera persona independiente: cuando el ciego le estrella la ca~
beza contra el toro de piedra, cuando es victima del jarro de
vino, cuando le pillan durmiendo con la lave del arcaz del
pan en la boca.
La mayor parte del tiempo, no obstante, Lazaro utiliza la
escision del yo para ilustrar, junto con sus penalidades, la co-
ALA ca, Busine. 866 LECTURA ¥ FICCION
rrupcién de Lazarillo, Lo que se desprende del relato de los
aflos de servicio de Lazarillo a sus amos no es solo la cinica
erueldad de éstos, sino su.cgolsino, astucia y doblez, justa-
mente los Valores que Lazarille debe adquirir para poder so-
\ifevivir: En muchos sentidos, piles; Tazarillo se convierte en
éspejo en manos de quienes le rodean, y al adquirir sus habi-
tos nos permite ver mds claramente los defectos de los demés.
Este proceso se ve con la mayor claridad en los dos primeros
tratados, donde los ingenios en conflicto y la necesidad de
supervivencia alcanzan la méxima agudeza, y, sobre todo, en
el intercambio de papeles que subyace en el trato que Lazari-
lo dispensa al ciego. La indiferencia de las palabras finales
del primer tratado —&No supe més lo que Dios dél hizo ni
curé de lo saber» (p. 46)— revela para nuestra sorpresa la mag-
ufrido por Lazarillo tras st experiencia con
El tercer tratado presenta la actuacién de estos aspectos
de la técnica de Lazaro del modo més interesante y sutil. El
cambio de actitud implicito en esta parte del libro aparece sub-
rayado por el propio Lazaro: «Antes le habia léstima que ene-
mistad» (p. 91). El antagonismo de los dos primeros trata-
dos, asociado con los combates a fuerza de ingenio entre
Lazarillo y sus dos primeros amos, ced esto a la mis-
ma compasién™ que el lector habja mostrado_previamenie
30, Los erticos est divididos en cuzato a su opinidn del comportamiento de
Lazarilo con ol eseudero. La mayoria considera que su actitud es compasiva. Dé-
maso Alonso, «El reaismo psiolégico en el Lazarilon, en De fos sigs oscuros
dl de oro, p. 228; Douglas M, Cares, «Asides and interiority in Lazarillo de Tor-
mes», Studies in Philology, XLVI (1969, p- 13k; Jaén, «Armbigiedad>, pp. 13-132:
Norma Louise Hutman, universality and unity in the Lazaro de Termes», Pu-
Dileations of the Modern Language Association of America, LXE (1961), 72.
‘A éstas hay que contraponer las opiniones de 1..J. Woodward, the author-reader
‘relationship in the Lazartio de Tormesp, Forum for Modern Language Studies,
(0965), p. 49, y Derek W. Lomax, «On reading the Lazaro de Torres, Studia
erica Festschrift fr Hans Flasche, p. 373, ene sent de que Lazaiio asta
gui, al igual que en el reso de ls obra, como un pica taimadon,
LA VIDA DE LAZARILLO DE TORK» o
por el propio Lazarillo. A medida que Lazarillo va siendo en-
j gullido por la sociedad eizcundante, parece natural que aca
“por encontrarlo del mismo lado que su amo. Bl ene
migo, a su vez, se ha trasladado a otra parte y se ha vuelto
i jtienos tangible y mas abstracio. Ahora el enemigo es inter-
nose encuentra en el enigaftoso sentido del honor. te}. eseu-
jer
yen las reacciones de Lazarillo al mortal autoengaiio
de sui amo. De la discusién entre Lazarillo y ¢l escudero so-
bre la honta parece surgir al principio la t6pica idea satirica
de todo lo que el honor representa. Las obsesiones de! escu-
dero por las apariencias externas, el vestido, el porte, son des-
piadadamente denunciados-como lo que son, meras poses,
y Lazarillo se entretiene fascinado en la explicacion de la ex-
quisita cortesia del hidalgo en la disputa sobre el quitarse el
bonete. Lazarillo expresa con fingida ingenuidad (y aqui ofmos
la voz de Lazaro) su sorpresa porque no sea cortés el saludar
‘un hombre a otro diciéndole que le mantenga Dios (p. 100),
y bay un detalle encantador cuando, en una discusién sobre
Ja forma correcta de saludar, el muchacho abandona el res
petuoso «vos» por el «tii» despectivo: «Por eso tiené [Dios]
ian poco cuidado de mantenerte, piles no sufres que nadie
5610 Tuegiie® (p. (02). No obstante, To que Lazarillo ‘en-
ieiitfa mAs Taro en la actitud del escudero es que quienes
presumen de honra no tengan nada en que apoyar tal pre
suncién, El error del escudero, que se marché de Castilla la
Vieja por una rabieta, al no quitarse su vecino el bonete pr
mero, estriba, tal como lo ve Lazaro, en que su vecino estaba
mejor situado que el escudero (pp. 98-99). En este punto, La-
zaro cae, tal vez de forma deliberada y esclarecedora, en una
trampa habitual. Criticar a un hombre porque presenta una
fachada falsa es exigirle inevitablemente que dé é
ncial a Sus pretensiones. Para Lazarillo, pues, la honra con-
143 fe, 3 Enecometata, ater dese podsfa interpretarse corto un ejemplo
| de aparte, Cf, Carey, «Asides end interior
|
|del Tenguaje para mantener la ilusion de riqueza aun ante la:
68 LECTURA ¥ rICcION,
siste en definitiva en respaldar las palabras altisonantes con
riquezas materiales, y por extension, la riqueza vienc a con-
ferir el honor. La técnica de escisiGn del yo utilizada por Li-
zaro nos permite ver en accién dos errores distintos. En pri-
mer lugar, Lazarillo tiene razén al ver que el error del escudero
estriba en que no distingue la realidad de las apariencias, pero,
al mismo tiempo, él mismo comete un error acaso mas grave
al convertir la riqueza material en la base del honor, con lo
‘que confunde integridad y respetabilidad.
Quizais la clave para entender la opinién de Lazarillo acerca
del autoengafio del escudero esté en lo que él mismo dice en
su tinica pelea grave con su amor
Sélo tenia dél un poco de descontento, que quisicra yo
‘que no tuviera tanta presumpcién, mas que abajara un poco
su fantasia con lo mucho que subja su necesidad (p. 92).
EI fracaso en la reconciliacidn de la imagen de uno mis-
mo con Ja realidad de las circunstancias se demuestra con la
mayor eficacia en Ja descripcién que hace el escudero de sus
propiedades en Valladolid, y nos recuerda una vez mas que
uno de los instrumentos més eficientes para la creacién de
una fachada es la mendacidad creativa del lenguaje. El pasa-
je merece ser examinado en detalle:
Mayormente —dijo— que no soy tan pobre que no tengo
en mi tierra un solar de casas que, a estar ellas en pie y bien
labradas, dieciséis leguas de donde nact, en aquella Costat
a de Valladolid, valdrian més de docientas veces mil mara-
vedis, sewin se podrian hacer grandes y buenas. Y tengo un
palomar que, a no estar detribado como esté, daria cada atio
ms de docientos palominos. Y otras cosas que me callo, que
dejé por Jo que tocaba a mi honra (pp. 102-103).
Este es un ejemplo excelente del uso que hace el escudero
SLA VIDS DE LAZARILLO DE TORMES: 69
cada vez mayores concesiones a la realidad. Hace ahi tres afir-
maciones, una sobre su propiedad de unas casas, otra sobre
Ja de un palomar (especialmente significativa por su asocia-
cién con la aristocracia feudal)” y otra sobre cuestiones que
prefiere callarse. A cada afirmacién va ganando en confian-
za. Comienza’con una doble negacion vacilante («no soy tan
pobre que no tengo»), afirma que tiene unas tierras y prosi-
‘gue con conjeturas sobre las casas que podria construir 0 re-
construir en esas tierras. Como resultado de su sucesion de
ideas, de las tierras («un solar de casas») a la existencia de
las Gada Cer estar ellas en pie) y su estado («y bien labra-
das —cstas fincas se harmconvertido para él en lo bastante
reales para hablar de su mantenimiento), pasa @ aventurar un
condicional afirmativo, «valdrian» doscientos mil marave-
;® tan reales se han vuelto, que puede ponerles precio.
‘Tras haber Goiistruido a parti dé'Ta fiada con tanto éxito, pue-
de continuar con renovada confianza: Tengo un palomar que,
ano estar derribado como esta, daria cada afio mas de dos-
cientos palominos». Aqui hay un sutil cambio de perspecti-
va: la doble negativa ha sido sustituida por una negativa hi-
potética: «A estar ellas en pie» se transforma en «a no estar
derribado», dando mayor realismo al proceso, concesién re-
forzada por la reveladora frase «como estan. Pero pese a esta
‘deslucida realidad, puede ver lo bastante bien a las palomas
como para contarlas, aunque en este punto se pasa de listo:
los verdaderos nobles cuentan sus palomas por pares. A par-
tir de aqui, puede proseguir hasta su afirmacién final: «¥ otras
cosas que me callo», frase que es un brillante compendio de
la estrategia del escudero, crear algo de la nada. El silencio
de la frase réafirma la total falta de contenido de la pose det
32, Vid. JE. Gillet, «The squir’s dovecoten, en Hispanic Swdies in Honour
of l, Gonzdleg Llubera, pp. 135-138
A 4 A 33, Rico, «Problemas, p. 291: al inciso condicional garantica la existencia de
&
propiedad»,70 LECTURA Y FICCION
escudero, pero su indeterminacién permite al lector tomar por
su cuenta el hilo de sus pensamientos y construir una reali-
dad en el vacfo, igual que ¢l escudero. Con su silencio reconoce
completamente la realidad, pero su pose se mantiene atin mas
impermeable a la realidad.
‘Sia Lazarillo le hacia falta una leccién sobre cémo crear
und realidad a partir del lenguaje, y sobre todo, cémo crear-
faa partir del silencio, aqui esta sin duda alguna., Pero evi-
yanos ha dicho en este tratado
que cuando el ‘o fe preguntd «muy por extenson (p. 75;
cf. prélogo, p. 10) por su persona, le mintié al contestarl
«Le satisfice de mi persona lo mejor que mentit supe» (p. 73);
aqiif las semejanzas con el prélogo gon indudablemente sig-
nificativas. Nos dice mas adelante que al enterarse de que n0
hay nada que comer, finge lo mejor que puede ser frugal con
algunas divertidas y autoirénicas ambigiiedades, como que
no se fatiga mucho por comer (p. 76). Aqui el lector sabe que
Lazarillo dice una verdad « medias y le dice al escudero lo
que éste desea oft. En la forma, las palabras dicen la verdad,
pero en el fondo mienten, y su falsedad se ve facilitada porque
el escudero desea interpretarlas como mejor le conviene, Mas
adelante, al intentar «hacer del continenten rechazando el vino
que presuntamente le ofrece éste, Lazarillo se lleva un chasco al
enterarse de que el jarro contiene agua. En este caso y en otros,
Lazarillo demuestra lo bien que ha aprendido las ensefianzas
dei ciego, que las palabras pueden emplearse para crear cual-
quier ilusién, haciendo uso con sutileza de las verdades, las
verdades a medias y las mentiras para construir una fachada,
a menudo con Ja participacién voluntaria del observador."
34, Carey, «Asides and interiority», pp. 129-130: «El escudero se niega & admi-
tir su pobreza y a abandonas el papal que interpreta ante Lazaro. Este, a su ve2,
‘desemnpeta el suyo, En consecueacia, a fiecién se mantiene porque ambos persona:
jes actin el uno para el otro, ycreen un dilogolleno de mentiras y topicas —cuya
necesidad han comprobado ambos—, mientras que, al mismo tiempo, se entienden
sutiimente, Hay unt acuerdo tdcito .»
SLA VIDA DE LAZARILLO DE TORMFS» a
De hecho, tas ensefianzas de Lazarillo sobre lo enganoso del
Jenguaje se remontan a su primera experiencia en el puente
de Salamatica’ El ciego le dice que ponga él ofdo contra el
toro de piedra: «Lazaro, Mega el oido a este toro y oirds gran
tuido dentro dél» (p. 23). Pues bien, Lazarillo piensa, igual
que nosotros, que «&b» se refiere al toro, peru el cicgo sabe
que se refiere al ofdo. El mamporro que se lleva Lazarillo no
deberia sorprendet. Es el truco mas viejo del libro, y sin duda
@s significativo que ésté puesto aquf, en Un contésto en’el que
Jos pronombres son importantisimos. La ambigiedad del re-
ferenté de los pronombres estd en la base de buena parte del
humor popular («Si te dijese que tienes un cuerpo precioso,
jqme lo echarfas en cara?»), y lo que Lazarillo y el ciego ha-
en es interpretar un chiste de comedia, como Laurel y Hardy:
«Cuando mueva la cabeza, dale fuerte». Pero Lazarillo tiene
mucho que aprender de aqui, al igual que el lector. Lazarillo
aprende a prestar atencién a lo que dice la gente, porque por
la boca muere el pez, y ésta es una ensefianza valida también
para V.M;, sobre todo si a él también lo ha engaftado la am-
bigiiedad del cicgo, Lazarillo no s6lo aprende a prestar aten-
‘cidn, sino también a dominar el lenguaje tan bien como sus
amos, y al final, demuestra que ha aprendido el valor del si-
lencio al imponérselo a las habladurfas que amenazan con
acabar-con una prosperidad que tan dificil le ha sido de al-
danza : a
También tiene algo de ejemplar la eleccion de ese objeto
en particular, el toro de piedra, para el bautismo de Lazar
lo, porque les plantea a V.M. y al lector el tema fundamen-
fal del Fealisinio del libro, El relato de Lazaro est escrito en
iin werosero estilon, sw tono aspira a ser coloquial, de confi
dencia, y su contenido se sitia a un nivel lo suficientemente
bajo. Es lo que llamamos, de un modo vago y confuso, «re
listan: parece bastante real. Ademas de esto, en vez de abrir
un libro y leer historias de viajes fantasticos a lugares lejanos
AF ykcomo Francia ¢ Inglaterra, el lector de la époce se habria en-nD LECTURA ¥ FICCION
contrado con algo que tedricamente ocurria en un lugar al
que él mismo —sobre todo si vivia en Salamanca— podia it
en persona a inspeccionar por su cuenta. La dureza del toro
de piedra parece encarnar la realidad palpable que, supone-
mos, se encuentra en Ia base del libro. Pero tras esta fals:
cién se encuentran los manejos de Lazaro, quien desea que
aceptemos el «realismo» literario Como_garantia de que nos
esta diciendo la verdad. No és del todo deshonesto con noso-
tros, como périhite que nos demuestre el ciego, utilizando la
pobre cabeza de su persona como ejemplo. Al fin y al cabo,
el gran ruido no lo hace el toro, sino 1a cabeza de Lazarillo.
Las palabras «toro», «puente» y «Salamancam, pese a su apa-
rente contenido, son simples palabras.” El significado que
queramos darles depende de nosotros. El episodio del toro
de piedra tal vez sea la mise en abime de toda la obra, al mos-
trar lo radical del escepticismo de Lazaro, que cuestiona la
realidad reduciéndola a palabras, cuya naturaleza engafiosa
denuncia. El realismo superficial del libro, su ambientacién,
las actividades de las clases bajas, los nombres, la realidad
contempordnea mds palpable, simbolizada por el puente de
Salamanca, todo esto sefiala la paradoja: lo que mas realista
parece es Io menos real. Lo que parece real —el toro de
piedra— es una vana ilusién, y lo que parecen vanas ilusio-
nes, el poder, la codicia, la persuasién, las impresiones y opi-
niones de las personas, las cosas de que este libro trata, en
definitiva, son la verdadera realidad de la vida.
Las enseflanzas del lenguaje, la persuasién y la realidad
se compendian en el{quinto tratado en la persona del bulde-
ro, aungue ya penetran el relato de los primeros aflos de la
vida de Lazaro tan intensamente como para constituir parte
importante del contenido de! libro. En los cuatro primeros
35. Jean Ricardou, Problémes di nouveos romanyiy:13, observa que la pale
bra «euchillo» no puede corta nada, El problema del ealsmo en literatura surge,
sin embargo, del Hecho de que la palatra «cuchillon puede «cortar» «pan.
ALA VIDA DE LAZARILLO DE 1ORMES» B
tratados, Lazaro sigue al mismo tiempo dos lineas de defer
sa: por un lado, se retrata como victima de las circunstancias
en el pasado, con el fin de ganarse las simpatias de V.M. en
favor de su causa; para ello utiliza las técnicas literarias de
ue dispone en sintonia con su decision de narrar el proceso
de su vida: las técnicas de «significacion subjetiva retrospec
tivay® que encubren discretamente prejuicios y parcialidad
bajo una mascara de franqueza, junto con la natural coinci-
dencia de puntos de vista que surge de invitar a V.M. a leer
‘un relato escrito en primera persona, Por otro lado, Lazaro
desea que nos identifiquemos con la clase de hombre que él
es en el momento de escribir, cosa que intenta mostriindonos
que ha aprendido mucho de sus experiencias pasadas.” Es-
cribe con la sabidurfa que da la experiencia, y esta tan dis-
puesto a juzgar criticamente su vida pasada como lo estd a
que nosotros la juzguemos con compasién, ensefiandonos al
hacerlo mucho acerca de la infinita sutileza con que se dis-
torsionan los valores en la vida social, de hasta qué punto
la corrupeién lo invade todo, y de cémo engafio y autoenga-
fio van del mismo brazo. En la radical denuncia del proceso
desu corrupeién, Lazaro nos traza una pintura negra de ver~
dad. En su mundo nadie dice lo que piensa o piensa lo que
dice; nada es lo que parece. La naturaleza del testimonio que
el lector se ve obligado a prestar sobre este estado de cosas
es, pues, de auténtica empatia en el sentido que D.W. Har-
ding da a la palabra.* Como cualquier observador de los
acontecimientos de la vida real, el lector es al mismo tiempo
espectador y patticipante, Forma parte de la accién, pero, al
mismo tiempo, se mantiene distante de ella, del mismo modo
que, cuando el lector lee el «yo» del texto lo identifica, al mis-
36, Wiis, «Lazarilo and the pardoner, 271
32. Guillén, «Disposicion temporal, p. 271: «El hombre maduro, Lazaro, rel
ne en si las conclusiones que el uiuciacho, Lazarillo, saeé de sus experie
38. DW. Herding, «Psychological processes in the reading of tstiow
British
4 6h Journal of Aesthetics, 2 (1962), pp. 133-47.4 LECTURA Y FICCION
‘mo tiempo que con otto yo, con el suyo propio. En su imagi-
nacién, se zambulle en la mente del protagonista, pero per-
manece aparte, mientras atiende a los acontecimientos del re-
lato y los evaltia. Las ideas y sentimientos del protagonista
estan en el lector, pero no son predicables de él.” La técni-
ca dual de Lazaro de hacer que V.M. se solidarice emocio-
nalmente con Lazarillo ¢ intelectualmente con él crea un tex-
to que compromete a V.M. y lo distancia al mismo tiempo,
y el hecho de que Lézaro confiese sinceramente manipular
el lenguaje como todo hijo de vecino le da al texto la propie-
dad descrita por Richard Wollheim* de ser una representa-
cién que nos hace ser conscientes de su condicién como tal.
En cuanto ala defensa de Lazaro, por el momento parece re-
conocer las acusaciones de corrupcién, pero argumenta con-
vincetitemente que la culpa no era del todo suya, y ofrece en
contrapartida su penetrante inteligencia, cnalidad con la que
esta dispuesto a medise contra V.M. Pero falta por ver una
cos, con ee ‘poco tiempo al adulto: mentiroso,
embustero, ladréa, hipdécrita, pecador impenitente," cinico,
ignorante, presuntuoso, adulador,” vil y repugnante,” con-
formista," servil,” canalla“ y cornudo degenerado." Es facil
39, RK. Elliot, «Aesthetic theory and experience af art», en Osborne, Aesthe:
vies, p. 147.
40. Woilheim, «On drawing an object», p. 139.
41 Lomax, «On re-reading», pp. 372, 30.
42. Gilman, «Death, p. 153.
43, Mancing, «Deceptiveness,p. 431; A. Marasso, Estudios de literatura espa-
‘ola, p. 184: uLa diferencia en Lazaro del simpético nino y del adult repulsivo en
Aue Se converte, esté perfectamenteestablecdan.
44. Hutman, «Universality and unty», p. 473,
45. Carey, «Asides and interiorty», p. 133
4G, Woodward, cAuthor-teader relationship», p. 44.
41. CB Morris, «Ltzaro and the Squire: hombres de bien», Bulletin of Hispa-
ve Studies, XLI (1964), pp. 238-261.
Wk
ALA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES 8
ver como Lazaro consigue desencadenar reaccioacs tan ad-
el preciso instante en el que su retérica parece dar
jar Ue trabiljaise Tas simpatias de VM. El ter-
cer tratado nos of¥esia Ta sutile ironica denuncia del escude-
roy del joven Lazarillo, y el cuarto tratado.nos devolvia bre-
ve,_pero habilmente, al tema de los capitulos iniciales, el
vencia en un entorna-moral_extrano
y éompletamenie corfupto. En el quinto tratado, Lézaro pre-
mpleto, deliberadamente reduci-
dow iin papel relégindose a un segundo plano y
haciendo que centremos nuestra atencién en las hazafias de
‘su amo, el buldero. .
Raymond Willis ha puesto de relieve el modo en que el
quinto tratado «libera momentaneamente a Lazarillo de una
existencia intensamente rememorada 9 vivida realmente»."
Pero aunque los aconiecimientos descritos por Lazarillo tie-
nen poco que ver con él como personaje, tienen mucho que
ver con el resto del libro,” y, pese a que la relacién de em-
patia entre el lector y el protagonista pueda quedar interru
pida o suspendida indefinidamente, hay muchas cosas en el
episodio del buldero y en la forma de presentarlo Lazaro que
Jo convierten en recapitulacin de lo anteriormente expucs-
to. Incluso la.inmersién de Lazariflo en la multitad de espec-
tadores, indicada por el cambio de la primera persona del sin-
gular a la primera del plural, conttibuye a mancencrlos a él
yal lector al mismo nivel. V.M. ya no tiene que identificarse
Fon Lazaro, ya que em esietratado Lazatillo se mantendrd
48, Albert A. Sicrotf, «Sobre el estilo det Lacarillo de Tormese, Nucvu Kevista
de Filologia Hispaniea, X1 (1957), p. 165, comenta que el episodio del bul
{302 Lazarillo «un «segundo término, convittigndolo en mero nrador de is hs
aahas de su amon,
49, Willi, «Lazarillo and the pandonem, p. 277
50. Sicroft,«Fstlo», p. 168: «En todo esto, Lzato no ha sido mis que wn es
pectador, Sus aventuras se han dejado a tn lado para dar cabin un suceso yu,
Sino se relaciona con ef, si tiene que vet, al menos, von el resto del libro, puesto
aque oftece wn ejemplo mas de fa Hlusoria realidad en que viven los hombres16 LECTURA ¥ FICCION
um lado, junto con sus lectores, mostrando con qué facili-
dad los narradores puedéri tonvertirsé @n espectadores y has-
taen inocentes pascantes: ee ee
~~Lo qiie el episodio del_buldero nos dice es lo mismo que
Lazaro ha venido diciéndonos: que el miifido es un teatro de
ilusiones, que esté poblado de
‘gonart tna realidad ilusoria, y un pblico ciego y engafiado,
OX se convener y aceptar esa ilusoria realidad.
Lazaro acentiia el papel desempefiado por el lenguaje en este
proceso al contarnos desde el principio lo bien que domina-
ba el lenguaje el buldero: cuando los clérigos con quienes tra-
taba hablaban latin, él se aprovechaba de su gentil y desen-
vuelto castellano (p. 114); si no lo hablaban ellos, era é1 quien
lo hacia o lo fingia. Sin embargo, esta y otras advertencias
no disminuyen la eficacia del timo, en ¢l que desempefian un
papel protagonista dos elocuentisimas oraciones. Lazaro re-
produce textualmente la primera (p. 119), pero nos ahorra la
segunda, diciendo sélo que era no menos larga que devota.
Estos trucos teatrales deberian recordartios inmediatamente
las tretas del ciego para fingir devocién (p. 26), pero no es
hasta que sorprendemos al alguacil y al buldero riendo jun-
tos después del suceso que Lazarillo y, suponemos, sus lecto-
res, lo ven finalmente claro. Es una exhibicién realmente im-
presionante que nos recuerda al buldero de Chaucer, que
predica a los congregados que los va a engafiar con sus pala-
bras y luego, para su profundo disgusto, va y lo hace.”
La leccidn de un buldero, antes que cualquier otro tima-
dor, para un papel tan importante en el relato de Lazaro con-
ir su linea argumen-
qué Ta corsa,
51, Canterbury Tales, VI, pp. 398-404, Vid. Josipovicl, The World and the Book,
p92.
1%
A
6