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Ramón Amaya Amador inició su vida periodística en 1941 como redactor, primero,
y como jefe de redacción, después, del periódico El Atlántico, de La Ceiba,
fundado y dirigido por Ángel Moya Posas. Posteriormente, el 8 de octubre de
1943, Ramón Amaya Amador fundó en Olanchito, con Dionisio Romero Narváez,
el semanario Alerta, contando con la valiosa colaboración de su compañero Pablo
Magín Romero. El escritor abandonó su patria en 1944 debido a la persecusión del
cariato, radicándose en Guatemala, en donde trabajó como editorialista de
Nuestro Diario, durante el régimen democrático del doctor Juan José Arévalo,
entregando también sus colaboraciones al Diario de Centro América, El Popular
Progresista y Mediodía. A la caída del gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán,
nuestro compatriota se asiló en la sede de la Embajada Argentina, viajando a
aquella nación del sur. En Buenos Aires laboró en la editorial "Ariel" y en
Sarmiento, un periódico de educación popular, editado en la ciudad de Córdoba.
Once años después y tras arduas gestiones iniciadas por el poeta hondureño
Oscar Acosta (en ese entonces Embajador de Honduras en España) y que
duraron cuatro años, se logró la repatriación de los restos mortales de Ramón
Amaya Amador los que fueron enviados de Checoslovaquia a Madrid y luego
trasladados a Tegucigalpa en septiembre de 1977, permaneciendo la urna con las
cenizas de Amaya Amador en la Sección Colección Hondureña de la Biblioteca de
la UNAH.
La comisión encargada del traslado estaba integrada por Oscar Acosta; Rigoberto
Paredes, Jefe del Departamento de Letras y Lenguas de la Universidad Nacional
de Autónoma de Honduras; Héctor Hernández, Presidente del Sindicato de
Trabajadores de la UNAH; Alejandro Gutiérrez, Secretario General de la
Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras, y Livio Ramírez Lozano,
Agregado Cultural de la Embajada de Honduras en Madrid.
Sin embargo, la repatriación de los restos no impidió que durante casi una década
más, sus obras fueran perseguidas. Debieron transcurrir otros catorce años para
que el archivo principal con las obras inéditas de Ramón Amaya Amador escritas
en su largo exilio pudiera regresar a Honduras.