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Uno de los elementos claves del pensamiento español será la cuestión del exilio.
Atravesando a los autores que aquí vamos a analizar (Ortega, Zambrano, Unamuno),
principalmente a Maria Zambrano. Ortega se irá durante la guerra civil para volver en
1945 y morir diez años después. Maria Zambrano se exilia en el 1939 y volverá en
1984. Y Unamuno es exiliado en la dictadura de primo de rivera.
La cuestión será que todos los intelectuales exiliados por la guerra civil escriben sobre
los problemas de España sin estar temporalmente y espacialmente en España. Durante
ese periodo la sociedad española va transformándose pero la imagen que tienen los
autores de España es la de los años 30, encontrándonos con una importante lista de
autores que escriben en los años 50 y 60 para una España de los años 30, teniendo una
imagen de España acrónico. La España de sus memorias no está y esto se representa
muy bien en la obra La gallina ciega de Max Aub.
Así el exilio se presenta como una categoría ontológica, como una propiedad identitaria
por la imposibilidad de cerrar el exilio, de volver a donde querían, de acabar con el
exilio. No hay un esfuerzo social, político, cultural, por recuperar la memoria de los
exiliados. La sociedad española durante la transición es indiferente acerca de los
exiliados. Cuando retornan a España, la mayoría de ellos explicitan ese contraste de
temporalidades, no se reconocen en la España a la que vuelven.
Esta tradición filosófica española es atípica por el hecho de que el pensamiento español
se hizo fuera de España y alegando a una España diferente a la de la actualidad de sus
escritos. Esto es en gran medida por culpa de la época de entreguerras que sufre España,
pues durante la guerra civil y antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, hay una
gran emigración, un gran movimiento de personas académicas e ilustradas que tienen
que marcharse al exilio por culpa del nuevo régimen
Por último, destacar la figura que Unamuno escoge es la de Don Quijote para
ejemplificar ese vitalismo cuya fe se basa en su incertidumbre, y Sancho sería la
ejemplificación del racionalismo que duda de su razón. A esta figura y novela en
general volverá en varias ocasiones. Don Quijote y añade la figura del doctor Fausto
para ejemplificar esa figura y filosofía quijotesca, el quijotismo, fuera del cuadro
español. Don Quijote peleaba por espíritu, no por ideas, es decir, era más bien
espiritualista, no idealista.
Otro de los referentes dentro del pensamiento será Ortega Gasset. La creencia para
Ortega no es solo una idea que se piensa, sino que además se cree, desligandose del
mecanicismo intelectual y acercándose a la función del viviente como tal. Podemos ver
aquí como Ortega en cierta medida se ve influenciado por Unamuno, pues, al igual que
él, Ortega defiende una concepción de hombre cotidiano intentando alejarse de los
tecnicismos y la academia.
Ortegga señala como en paralelo a las ciencias naturales europeas surgen las ciencias
del espíritu que no logran captar las creencias de las personas, si consiguiéndolo las
ciencias naturales. Y es que las ciencias del espíritu del idealismo alemán han caído en
el error de sustiruir los conceptos naturalistas por los conceptos de las ciencias del
espíritu que seguían siendo imprecisos.
A partir de esta aclaración, Ortega entiende las creencias como un sistema en cuanto
que "inarticuladas desde el punto de vista lógico o propiamente intelectual, tienen
siempre una articulación vital, funcionan como creencias apoyándose unas en otras,
integrándose y combinándose.
Para ortega Europa es ciencia y razón mientras que España vida y pasión, de forma que
nuestro autor ve una necesidad por integrar la razón en la historia, porque es la manera
española de ver las cosas. Y es que Ortega no solo apuesta por una sociedad que solo
fuese pasión y corazón, sino que también necesita organización y cerebro,
encontrándose estas últimas características en Europa.