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1UNAMUNO, M., Del sentimiento trágico de la vida. En los hombres y en los pueblos,
edición de Antonio M. López Molina, Biblioteca Nueva, Madrid, 1999, p. 274.
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vol. IX, Librería F. Beltrán y Victoriano Suárez, Madrid, 1ª edición, 1930, pp. 28-29.
Véase NOVELLA SUÁREZ, J., “Angel Ganivet y su España Filosófica Contemporánea”,
en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, vol. 19, Universidad Complutense,
Madrid, 2002, pp. 241- 253.
5 “A esas ideas que incitan a la lucha las llamo yo ideas <picudas>; y por oposición, a las
ideas que inspiran amor a la paz las llamo <redondas>”, GANIVET, Idearium español
y El Porvenir de España, Espasa, Madrid, 1998, p. 171. Más adelante afirma, “La
verdad es, al contrario, que la fe se demuestra en la adhesión serena e inmutable a las
ideas, en la convicción de que ellas solas bastan para vencer cuando deben vencer. Los
grandes creyentes han sido mártires; han caído resistiendo, no atacando”, p. 172. Véase
GARCÍA CASANOVA, J. F., “El Idearium español, reacción de Ganivet a la crisis
finisecular”, en ALBARES, R., HEREDIA, A. Y SORIANO, R., Filosofía Hispánica
contemporánea: el 98, Actas del XI Seminario de Hª de la Filosofía Española e
Iberoamericana, Universidad de Salamanca-Fundación Gustavo Bueno, Salamanca,
2001, pp. 101-125.
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mon âme pouvait prendre pied, je ne m´essairais pas, je me résoudrais; elle est
toujours en apprentissage et en épreuve.”); Véase NOVELLA SUÁREZ, J., “Las estelas
de Ortega”, en Vicente Cervera y Mª Dolores Adsuar (eds.), El ensayo como género
literario, Universidad de Murcia, 2005, pp. 111-130.
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“Viajó.
Conoció la melancolía de los paquebotes, los fríos amaneceres
bajo la tienda, el vértigo de los paisajes y de las ruinas, la amargura de
las simpatías interrumpidas.
Regresó.
Frecuentó la buena sociedad y tuvo aún otros amores. Pero el
recuerdo contínuo del primero los hacia insípidos; y, además, la
vehemencia del deseo, la flor misma de la sensación, se habían
apagado y marchitado. Sus ambiciones espirituales habían disminui-
do igualmente. Pasaron los años; y el soportaba la ociosidad de su
inteligencia y la inercia de su corazón.”14
12 CEREZO, P., “El espíritu del ensayo”, en GARCÍA CASANOVA, J. F., (ed.), El ensayo
entre la filosofía y la literatura, Editorial Comares, Granada, 2002, pp. 4-5.
13 CEREZO, P., “El espíritu del ensayo”, p. 7.
14 FLAUBERT, G., La educación sentimental, 2 vol., trad. Miguel Salabert, Alianza,
Ese es el desafío que hoy recoge el ensayo, ese particular modo de escribir
y describir la realidad se corresponde con una situación intelectual más que con
un método de escritura. En estos inicios del siglo. XXI, José M. González califica
el ensayo filosófico como cientifista aunque destaque la importancia del
artículo, pues a su juicio:
Debate, Madrid, 2000; estas experiencias recorren su novela La raíz rota, ed. de Nigel
Townson, Salto de página, Madrid, 2009.
30 GUILLÉN, C., El sol de los desterrados: literatura y exilio, Sirmio, Barcelona, 1995.
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“El saber es una actitud, una pasión. Es, incluso, en el fondo, una
actitud ilícita, como el gusto por el alcohol, el erotismo y la
violencia; la necesidad de saber entraña la formación de un
carácter que no está ya en equilibrio. No es cierto que el
investigador persiga la verdad, es ella la que lo persigue.”32
31 FREUD, S., El malestar en la cultura, trad. Rey Ardid, Alianza, Madrid, 1970, p. 65.
32 MUSIL, R., El hombre sin atributos, 4 vol, trad. José M. Sáez, Seix-Barral, Barcelona,
5ª, 1986; (GW, 215).
33 MUSIL, R., El hombre sin atributos, I, pp. 309 y 305.
34 MUÑOZ, J., “Los protocolos de un sismógrafo”, Prefacio a Robert MUSIL, DIARIOS,
2 vol., Edición de Adolf Frisé, Ed. Alfons El Magnanim, Valencia, 1994, I, XII.
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1989)
12
Aires, 1957.
40 SANTAYANA, G., Tres poetas filósofos. Lucrecio, Dante y Goethe (1910), Tecnos,
45 ZAMBRANO, M., Filosofía y poesía, p. 99. Y es que la razón poética descansa sobre
esa concepción de que “El conocimiento es una forma de amor y también su forma de
acción”.
46 ADORNO, T. W., Dialéctica negativa, trad. José Mª Ripalda, revisada por Jesus
49 BLANCO, E., “El aforismo, un genero breve para el mundo barroco”, Introducción a
JOAQUÍN SETANTÍ, Centellas de varios conceptos, Olañeta editor-Universitat de les
Illes Balears, Barcelona, 2006, pp. 13-77.
50TIERNO GALVÁN, E., Introducción a Eduardo Valentí (Selección), Aurea Dicta,
Dichos y proverbios del mundo clásico, Ed. Crítica, Barcelona, 1987, p. 7. ALBERT
CAMUS consideraba las máximas como “trazos, sondeos, iluminaciones bruscas,
cualquier cosa menos leyes”; Introducción a CHAMFORT, Máximas y pensamientos, en
Ensayos, Madrid, 1989, p. 297.
51TIERNO GALVÁN, E., Tradición y modernismo, Ed. Tecnos, Madrid, 1962, p. 50.
También “El aforismo dice lo que siempre ocurre así. El saber aforismático barroco es
un saber especial: el saber de la <asidad>. En general la cultura barroca es un saber del
así como permanencia, y en este sentido se explica que exista un continuo juego
retórico entre el instante y la duración”, TIERNO GALVÁN, E., Introducción a B.
GRACIÁN, El político, Anaya, Salamanca-Madrid, 1961, pp. 90-91.
52TIERNO GALVÁN, E., El miedo a la razón, Ed. Tecnos, Madrid, 1986, p. 36, cursiva
mía.
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“ante todo crisis del sujeto, que no sabe ya situarse como centro
jerárquico de la frase, como punto de visión desde donde
encuadrar y organizar el mundo.”55
56JANIK, A., y TOULMIN, S., La Viena de Wittgenstein, Taurus, Madrid, 1983, p. 147.
57ZAMBRANO, M., “Palabras paternales”, en Antonio Machado, Culturas, nº 197,
Diario 16, 18 febrero 1989, p. XVI.
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BIBLIOGRAFÍA
Adsuar (eds.), El ensayo como género literario, Universidad de Murcia, 2005, pp. 111-
130.
60 ZAMBRANO, M., Hacia un saber sobre el alma, Alianza Universidad, Madrid, 1987,
p. 13.
61 SAVATER, F., La infancia recuperada, Taurus, Madrid, 1983, reimp., p. 20.
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