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TEORICO

Unidad 3
Maquiavelo
344

Forte modernidad
Ahora vemos que la secularización en tanto separación de Iglesia y Estado,
de religión y política, nos abre al menos dos problemas, a saber: el del
monopolio de la fuerza y el del monopolio de la interpretación, de la
creencia, o como gustéis. Por lo tanto, dicha separación entre religión y
política abre una herida en la modernidad. O, dicho de otro modo, queda
por un lado lo que llamaré la politicidad de la política; esto es la pregunta
acerca de quién es el que concentra el poder, decide y que se expresa en la
figura de la Espada Publica como imagen de concentración de la Leyes y
las armas, al fin, el problema del instituto de violencia.
Pero, aparte del tema del monopolio de la fuerza, del que dimos cuenta
recién, está aquello que hereda la modernidad de la religión y se trata de
la interferencia moral en las decisiones del soberano, por lo que continúa
el dilema acerca del bien, del mal y por lo tanto la necesidad no solo de
contar con la concentración mediante la fuerza sino también mediante la
moral. Es así como quedan planteados no solo el problema acerca del
monopolio de la fuerza, sino también el del monopolio de la
interpretación.
El problema del monopolio de la interpretación si bien se fractura con la
Reforma luego de antiguas disputas religiosas, la relación monopolio de la
fuerza-monopolio de la interpretación, llega hasta el Estado moderno y es
a la vez un signo de la modernidad. Pero además, aquella separación de
religión y política, deja como legado a un Estado que se eclesialza, esto es
se preocupe no solo por monopolizar la fuerza sino que también se ocupe
de la “creencia” en la legitimidad. Mientras la Iglesia, a quien le sobra
“creencia”, se estataliza al mimetizarse con la estructura burocrática del
Estado moderno. En la modernidad el Estado y la Iglesia se aprenden
mutuamente.
Al hablar acerca de la política moderna y sobre Maquiavelo nos referimos
a dos aspectos de la época, uno de los cuales fue tratado en la primera
parte, pero es preciso recordar. Digo que la modernidad posee un
característica que mantiene y es la impronta de la diferencia que fue
señalada por Simmel, cuando al colocar a la fundación de la modernidad
en el Renacimiento, descubre la “obsesión” del hombre moderno por
diferenciarse, lo que significa distinguirse, estar a la moda y procurar
hacer, en definitiva: algo nuevo a toda costa.
Lo que importa aquí es, advertir sobre la presencia de elementos
mundanos que permiten a Maquiavelo entender a la política como un
resultado, al fin, de la orientación de la voluntad. Lo que por lo tanto
implica una postura reflexiva acerca de una legitimidad secular que en el
desamparo de la condición moderna es subjetiva y discrecional.
Maquiavelo nos introduce en un tema excluyente de la modernidad y es
precisamente el del monopolio de la fuerza. Pero, además el monopolio de
la fuerza, según la tradición que nos ocupa, es primero de facto y después
de iure; primero de hecho y luego de derecho. Tenemos así primero un
acto de violencia en el que el soberano manda y después dice que manda
y los demás aceptan. Es el Rey, como dicen los reaccionarios franceses: “un
soldado afortunado”. Descubrimos aquí cierta naturaleza conservadora del
poder constituido, como conservadora suelen ser las personas que lo
detentan, incluso independientemente de la tradición política a la que
pertenezcan, quizá por el ejercicio mismo del poder. Veremos más
adelante como esta reflexión maquiavélica acerca de la relación entre las
armas y las leyes alcanzan al concepto de legitimidad en Weber, quien,
dicho sea de paso, concuerda con esta relación entre de facto y de iure, de
hecho y de derecho de Maquiavelo
1.2
Metáfora individualista de la sociedad y el Estado. Leviatan Hobbes
2 individualismo, conservadurismo y sociología.
El animal político de Aristóteles es reemplazado o sustituido por una visión
del hombre más prosaica, la del hombre económico que, en su egoísmo,
persigue sus intereses individuales particulares sin que esto implique
necesariamente perjudicar al semejante
Se advierte que las ideas de la metáfora individualista tienden a desactivar
las ideas esencialistas acerca del hombre y desde luego de la sociedad.
Porque es aquí el hombre, un animal que al luchar por su subsistencia crea
significados, ideas, valores, religiones. Idea que por otra parte se la castiga
por izquierda y por derecha, quizá por lo erosivo e inquietante que resulta
aceptar al individualismo a propósito de lo cual veremos más adelante
como se asemejan en la prosa antiindividualista: conservadores, fascistas y
comunistas.

Laclau y Moffe

Gramsci
Dos tipos de formación
Primera)
Todo grupo social que surge sobre la base original de una función esencial
en el mundo de la producción económica establece junto a él,
orgánicamente, uno o más tipos de intelectuales que le dan
homogeneidad no sólo en el campo económico, sino también en el social y
en el político. El empresario capitalista crea consigo al técnico de la
industria, al docto en economía política, al organizador de una nueva
cultura, de un nuevo derecho. Es preciso señalar que el empresario
representa un producto social superior, caracterizado ya por cierta
capacidad dirigente y técnica, es decir, intelectual. Además de en su esfera
de actividad e iniciativas, debe poseer determinados conocimientos
técnicos en alguna otra, al menos en la más próxima a la producción
económica.
Segunda)
En la historia, todo grupo social "fundamental" que brota como expresión
de la nueva estructura en desarrollo -la que a su vez surge de las
precedentes estructuras económicas- ha encontrado, hasta ahora, las
categorías intelectuales preexistentes, que más bien se mostraban como
representantes de una continuidad histórica ininterrumpida hasta para las
más complicadas y radicales transformaciones de las formas sociales y
políticas. Los intelectuales tradicionales como los eclesiásticos.
todos los hombres, al margen de su profesión, manifiestan alguna
actividad intelectual, y ya sea como filósofo, artista u hombre de gusto,
participa de una concepción del mundo, observa una consecuente línea de
conducta moral y, por consiguiente, contribuye a mantener o a modificar
un concepto universal, a suscitar nuevas ideas.
Por tanto, el problema de crear un nuevo tipo de intelectual radica en
desarrollar críticamente la manifestación intelectual modificando su
relación con el esfuerzo muscular-nervioso en un nuevo equilibrio,
consiguiendo que éste, como elemento de actividad práctica general que
renueva perpetuamente el mundo físico y social, se convierta en el
fundamento de una nueva e integral concepción del mundo.
El modo de ser del nuevo intelectual no puede consistir ya en la elocuencia
como motor externo y momentáneo de afectos y pasiones, sino en
enlazarse activamente en la vida práctica como constructor, organizador y
persuasor constante.
Se establecen así, históricamente, las categorías de intelectuales
especializados para el ejercicio de su función; se integran conectadas a
todos los grupos sociales y, especialmente, a los más importantes, donde
experimentan singular, fuerte y compleja formación vinculados al grupo
social dominante. Una de las características sobresalientes de todo grupo
en desarrollo hacia el poder es su lucha por conquistar y asimilar la
ideología del intelectual tradicional, y esto se produce con mayor rapidez y
eficacia cuando el grupo dado, pronta y simultáneamente, crea sus propios
intelectuales orgánicos.
Es de advertir que la formación de los estamentos intelectuales en la
realidad concreta no se produce en un terreno democrático abstracto, sino
conforme a procesos históricos tradicionales muy precisos. Se crean por
las capas que tradicionalmente "producen" intelectuales y que son las
mismas que habitualmente se especializan en el "ahorro", o sea, la
pequeña y la media burguesía del campo y algunos estratos de las de la
ciudad. La variada distribución de los diferentes tipos de escuelas –clásicas
y profesionales- en el terreno "económico" y las diferentes aspiraciones de
las varias categorías de estas capas, determinan o conforman la
producción de las múltiples ramas de especialización intelectual.
Así, en Italia, la burguesía rural presenta, especialmente, funcionarios
estatales y profesionales, mientras la burguesía citadina procura técnicos
para la industria. Por eso, en el norte de Italia se forman, singularmente,
los técnicos, y con similar particularidad, en el sur los funcionarios y los
profesionales.
Se podría estimar lo “orgánico” de las distintas capas de intelectuales, su
mayor o menor conexión con un grupo social básico, fijando una
graduación de las funciones y de la supraestructura desde abajo hacia
arriba, desde la base estructural hasta lo alto. De momento, se pueden
establecer dos grandes "capas" superestructurales: la llamada, por así
decir, "sociedad civil", que abarca al conjunto de organismos vulgarmente
denominados "privados" y la "sociedad política o Estado", que
corresponde a 1a función "hegemónica" que el grupo dominante ejerce
sobre toda 1a sociedad y al "poder de mando directo" que se manifiesta
en el Estado y en el gobierno "jurídico”.
Estas funciones son, precisamente, organizativas y de conexión. Los
intelectuales son los "empleados" del grupo dominante a quienes se les
encomiendan las tareas subalternas en la hegemonía social y en el
gobierno político; es decir, en el consenso "espontáneo" otorgado por las
grandes masas de la población a la directriz marcada a la vida social por el
grupo básico dominante, consenso que surge "históricamente” del
prestigio -y por tanto, de la confianza- originado por el grupo prevalente
por su posición y su papel en el mundo de la producción; y en el aparato
coercitivo estatal, que asegura “legalmente” la disciplina de los grupos
activa o pasivamente en “desacuerdo”, instituido no obstante para toda la
sociedad en previsión de momentos de crisis de mando y de dirección,
cuando el consenso espontáneo declina.
7

Foucault
CUARTA LECCION
En realidad, el discurso racista no fue otra cosa que la inversión, hacia fines
del siglo xix, del discurso de la guerra de razas, o un retomar de este
secular discurso en términos sociobiológicos, esencialmente con fines de
conservadorismo social y, al menos en algunos casos, de dominación
colonial.
El discurso histórico tiene entonces una doble función: por un lado, se
propone ligar jurídicamente a los hombres a la continuidad del poder a
través de la continuidad de la ley, que se muestra justamente dentro del
poder y de su funcionamiento; por el otro, se propone fascinarlos
mediante la intensificación de la gloria de los ejemplos del poder y de sus
gestas. El yugo de la ley y el esplendor de la gloria me parecen ser los dos
aspectos a través de los cuales el discurso histórico procura obtener un
efecto de reforzamiento del poder. De hecho, la historia, como los rituales,
como las consagraciones, como los funerales, como las ceremonias, como
las narraciones legendarias, es un operador, un intensificador del poder.
Es posible encontrar esta doble función del discurso histórico a lo largo de
tres ejes tradicionales durante todo el Medioevo.
El eje genealógico relataba la antigüedad de los reinos, era necesario hacer
de modo que la grandeza de los acontecimientos y de los hombres del
pasado pudiese legitimar el valor del presente, transformar su irrelevancia
y su cotidianeidad en algo igualmente heroico y justo.
Función de memorización en los anales y las crónicas registradas día a día,
de año en año, en el curso de la historia. También este registro
permanente de la historia practicado por los analistas sirve para reforzar el
poder. También éste es una especie de ritual del poder: muestra que todo
lo que hacen los soberanos nunca es vano, inútil o insignificante: muestra
sobre todo que nunca es indigno de ser relatado. s. Entonces: la historia
hace memorable algo, y haciendo así inscribe los gestos en un discurso
que los ordena; la historia inmoviliza los hechos más insignificantes en
monumentos que los cristalizarán y harán que sean, de algún modo, algo
indefinidamente presente.
La tercera y última función de la historia como intensificación del poder es
la de poner ejemplos en circulación. El ejemplo -que es la ley viviente o
resucitada- permite juzgar el presente y someterlo a una ley más fuerte.
La nueva forma de discurso de fines del Medioevo y hasta fines del siglo
xvi y comienzos del xvii. El discurso histórico no será ya entonces el de la
soberanía y el de la raza, sino el de las razas y del enfrentamiento de razas
a través de las naciones y las leyes. Justamente por esta razón creo que se
debe decir que tenemos entre manos una historia absolutamente
antitética de la historia de la soberanía tal como se había constituido hasta
ese momento.
La soberanía tiene ahora una función particular: no unifica, sino que
sojuzga. La historia de los fuertes lleva consigo la historia de los débiles es
sustituido por un principio de heterogeneidad: la historia de unos no es la
historia de los otros.
Pero la historia de la lucha de razas que se constituye a comienzos de la
Edad Moderna no es ciertamente una contrahistoria sólo por esta razón.
Lo es, también y quizá, sobre todo, porque infringe la continuidad de la
gloria y deja ver que la fascinación del poder no es algo que petrifica,
cristaliza, inmoviliza el cuerpo social en su integralidad y lo mantiene por
"tanto en el orden. Pone de relieve que se trata de una luz que en realidad
divide y que -si bien ilumina un lado- deja empero en la sombra, o rechaza
hacia la noche, a otra parte del cuerpo social. Y bien, la contrahistoria que
nace con el relato de la lucha de razas hablará justamente de parte de la
sombra, a partir de esta sombra. Será el discurso de los que no poseen la
gloria o -habiéndola perdido- se encuentran ahora en la oscuridad y en el
silencio. Todo esto hará que, a diferencia del canto ininterrumpido a través
del cual el poder se perpetuaba y reforzaba mostrando su antigüedad y su
genealogía, el nuevo discurso sea una irrupción de la palabra, un llamado,
un desafío: "No tenemos detrás continuidad alguna y no poseemos la
grande y gloriosa genealogía con la cual la ley y el poder se muestran en su
fuerza y en su esplendor. Nosotros salimos de la sombra. No teníamos
derechos y no teníamos gloria, y justamente por eso tomamos la palabra y
comenzamos a relatar nuestra historia".
Una especie de ruptura profética. De este modo el nuevo discurso
histórico se parece a aquellas formas épicas, míticas o religiosas que. en
lugar de narrar la gloria sin ofuscaciones y sin eclipses del soberano, se
dedican a relatar las desventuras de los antepasados, los exilios y las
servidumbres. Por lo tanto, enumerará menos las victorias que las derrotas
bajo las cuales se doblega durante todo el tiempo en el cual se espera la
tierra prometida y el Cumplimiento de las obligaciones que deberán
restablecer los antiguos derechos y la gloria perdida.
En el fondo, la nueva historia quiere mostrar que el poder, los poderosos,
el rey, las leyes, han ocultado el hecho de haber nacido de la casualidad y
de la injusticia de las batallas. La función de la historia será entonces la de
mostrar que las leyes engañan, que los reyes se enmascaran, que el poder
ilusiona y que los historiadores mienten. Por consiguiente, no tenemos
que vérnoslas con una historia de las continuidades, sino con una historia
del desciframiento, de la revelación del secreto, de la reversión del
engaño, de la reapropiación de un saber sustraído y oculto, de la irrupción
de una verdad sigilosamente guardada.
Este nuevo discurso ya no está ligado con una organización ternaria, como
el discurso histórico de las sociedades indoeuropeas, sino con una
percepción y con un reparto binario de la sociedad y de los hombres: de
un lado los unos y del otro los otros, los injustos y los justos, los amos y los
que les están sometidos, los ricos y los pobres, los poderosos y los que
sólo tienen sus brazos, los invasores de tierras y los que tiemblan ante
ellos, los déspotas y el pueblo que rumorea, las gentes de la ley presente y
las de la patria futura.
En primer lugar, quisiera insistir sobre el hecho de que sería erróneo
considerar el discurso histó.ico de la guerra de razas como algo que
pertenece, de derecho y totalmente, a los oprimidos, y sostener que, al
menos en su origen, haya sido esencialmente el discurso de los
dominados, el discurso del pueblo, una historia reivindicada y narrada por
el pueblo. En realidad, estamos frente a un discurso dotado de un gran
poder de circulación, de una gran capacidad de metamorfosis, de una
especie de polivalencia estratégica.
Segunda observación: en el discurso de la guerra de razas el término
"raza" aparece tempranamente. Por supuesto la palabra "raza" no está
ligada de inmediato con un significado biológico estable. Se dirá, y en este
discurso efectivamente se dice, que hay dos razas cuando se hace la
historia de dos grupos que no tienen el mismo origen local; de dos grupos
que no tienen, por lo menos en su origen, la misma lengua y a menudo
tampoco la misma religión; de dos grupos que han formado una unidad y
un todo político al precio de la violencia.
Tercera observación: se pueden reconocer dos grandes morfologías, dos
grandes funciones políticas del discurso histórico. Por un lado la historia
romana de la soberanía, por el otro, la historia bíblica de la servidumbre y
del exilio.
Una última observación: a través o a pesar de todas estas interferencias, el
discurso revolucionario inglés del siglo xvii y el francés (y europeo) del XIX,
se ubicaron precisamente del lado de la historia que si no es (como estaba
por decir) bíblica, es en todo caso historia-reivindicación e historia-
insurrección. La idea de la revolución, que recorre todo el funcionamiento
político y toda la historia de Occidente desde hace más de dos siglos, y que
por otra parte es bastante enigmática en su origen y en su contenido, no
puede ser disociada de la aparición y de la existencia de la práctica de una
contrahistoria.
En suma, se podría decir que, a fines del Medioevo, y después, en los
siglos XVI y XVII, fue como disuelta una sociedad que tenía aún una
conciencia histórica de tipo romano, y por ende estaba centrada en
rituales y mitos de la soberanía. Sucesivamente se fue entrando en una
sociedad de tipo, digamos, a falta de otra palabra, moderno (pero
evidentemente tal palabra carece de significado). De hecho, la conciencia
histórica de esta sociedad moderna no está ya centrada en la soberanía y
en el problema de su fundación, sino en la revolución, en sus promesas y
profecías de liberación futura. Entonces, a partir de aquí se comprende,
pienso, cómo y porqué el discurso sobre la lucha de razas pudo llegar a ser,
a mediados del siglo XIX, una nueva apuesta en juego. En ese período, el
discurso sobre la lucha de razas estaba a punto de desplazarse, traducirse
o convertirse en un discurso revolucionario y la noción de lucha de razas
estaba a punto de ser sustituida por la de lucha de clases, aunque es
verdad, en rigor, que el proceso se verifica ya en la primera mitad del siglo,
dado que la operación de transformación de la lucha de razas en lucha de
clases fue efectuada por Thiers.
El racismo, que retoma y reconvierte, aunque desviándolos, la forma, el
objetivo, la función misma del discurso de la lucha de razas. Se trata de un
racismo que se caracteriza por lo siguiente: el tema de la guerra histórica -
con sus batallas y sus invasiones, sus saqueos, sus victorias y derrotas- es
sustituido por el tema biológico, posevolucionista, de la lucha por la vida.
No habrá más batallas en sentido guerrero, sino lucha en sentido
biológico: diferenciación de las especies, selección del más fuerte,
conservación de las razas mejores.
Finalmente, el tema del Estado necesariamente injusto se transformará en
su contrario: el Estado no es el instrumento de una raza contra otra, sino
que es, y debe ser, el protector de la integridad, de la superioridad y de la
pureza de la raza. Así, la idea de raza, con todo lo que comporta al mismo
tiempo de monista, de estatal y de biológico, sustituirá a la idea de lucha
de razas. Creo, justamente, que el racismo nació cuando el tema de la
pureza de la raza sustituyó al de la lucha de razas, o mejor aún, en el
momento en que estaba por cumplirse la conversión de la contrahistoria
en un racismo de tipo biológico. El racismo, entonces, no está ligado de
modo accidental con el discurso y con la política contrarrevolucionarios de
Occidente; no es simplemente una construcción ideológica adicional
aparecida en cierta época dentro de un gran proyecto
contrarrevolucionario. En el momento en que el discurso de la lucha de
razas se transformó en un discurso revolucionario, el racismo fue el
pensamiento invertido, el proyecto invertido, el profetismo invertido de
los revolucionarios. Pero la raíz de la cual se parte es la misma: el discurso
de la lucha de razas. El racismo representa, literalmente, el discurso
revolucionario, pero lo representa invertido.
73
UNDEODECIMA LECCION

Deleuze
I
Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas
sociedades alcanzan su apogeo a principios del siglo XX. Operan mediante
la organización de grandes centros de encierro. El individuo pasa
sucesivamente de un círculo cerrado a otro, cada uno con sus leyes:
primero la familia, después la escuela ("ya no estás en tu casa"), después
el cuartel ("ya no estás en la escuela"), a continuación, la fábrica, cada
cierto tiempo el hospital y a veces la cárcel, el centro de encierro por
excelencia.
Foucault conocía también la escasa duración de este modelo: fue el
sucesor de las sociedades de soberanía, cuyos fines y funciones eran
completamente distintos (gravar la producción más que organizarla,
decidir la muerte más que administrar la vida). Pero también las disciplinas
entraron en crisis en provecho de nuevas fuerzas que se iban produciendo
lentamente, y que se precipitaron después de la segunda guerra mundial.
Se trata de las sociedades de control, que están sustituyendo a las
disciplinarias.
II
los diferentes "controlatorios" son variantes inseparables que constituyen
un sistema de geometría variable cuyo lenguaje es numérico (lo que no
siempre significa que sea binario). Los encierros son moldes o moldeados
diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como
una suerte de moldeado autodeformante que cambia constantemente y a
cada instante, como un tamiz cuya malla varía en cada punto.
En las sociedades disciplinarias siempre había que volver a empezar
(terminada la escuela, empieza el cuartel, después de éste viene la
fábrica), mientras que en las sociedades de control nunca se termina nada:
la empresa, la formación o el servicio son los estados metaestables y
coexistentes de una misma modulación, una especie de deformador
universal.
Las sociedades disciplinarias presentan dos polos: la marca que identifica
al individuo y el número o la matrícula que indica su posición en la masa.
Para las disciplinas, nunca hubo incompatibilidad entre ambos, el poder es
al mismo tiempo masificador e individuante, es decir, forma un cuerpo con
aquellos sobre quienes se ejerce al mismo tiempo que moldea la
individualidad de cada uno de los miembros.
En cambio, en las sociedades de control, lo esencial ya no es una marca ni
un número, sino una cifra: la cifra es una contraseña (mot de passe), en
tanto que las sociedades disciplinarias están reguladas mediante consignas
(mots d'ordre) (tanto desde el punto de vista de la integración como desde
el punto de vista de la resistencia a la integración). El lenguaje numérico
de control se compone de cifras que marcan o prohíben el acceso a la
información. Ya no estamos ante el par "individuo-masa". Los individuos
han devenido "dividuales" y las masas se han convertido en indicadores,
datos, mercados o "bancos".
Pero, en la actual situación, el capitalismo ya no se concentra en la
producción, a menudo relegada a la periferia tercermundista, incluso en la
compleja forma de la producción textil, metalúrgica o petrolífera. Es un
capitalismo de superproducción. Lo que intenta vender son servicios, lo
que quiere comprar son acciones. No es un capitalismo de producción sino
de productos, es decir, de ventas o de mercados.
Un mercado se conquista cuando se adquiere su control, no mediante la
formación de una disciplina; se conquista cuando se pueden fijar los
precios, no cuando se abaratan los costes de producción; se conquista
mediante la transformación de los productos, no mediante la
especialización de la producción. La corrupción se eleva entonces a una
nueva potencia. El departamento de ventas se ha convertido en el centro,
en el "alma", lo que supone una de las noticias más terribles del mundo.
Ahora, el instrumento de control social es el marketing, y en él se forma la
raza descarada de nuestros dueños. El control se ejerce a corto plazo y
mediante una rotación rápida, aunque también de forma continua e
ilimitada, mientras que la disciplina tenía una larga duración, infinita y
discontinua. El hombre ya no está encerrado sino endeudado. Sin duda,
una constante del capitalismo sigue siendo la extrema miseria de las tres
cuartas partes de la humanidad, demasiado pobres para endeudarlas,
demasiado numerosas para encerrarlas: el control no tendrá que afrontar
únicamente la cuestión de la difuminación de las fronteras, sino también la
de los disturbios en los suburbios y guetos.
III
En el régimen empresarial, los nuevos modos de tratar el dinero, de tratar
los productos y de tratar a los hombres que ya no pasan por la antigua
forma de la fábrica. Son ejemplos mínimos, pero que nos permiten
comprender mejor lo que hay que entender por "crisis de las
instituciones", es decir, la instalación progresiva y dispersa de un nuevo
régimen de dominación.

Ranciere
UNIDAD 4

Bourdieu
Los agentes son a la vez clasificados y clasificadores, pero ellos clasifican de acuerdo a
(o dependiendo de) su posición en las clasificaciones. Para resumir lo que quiero decir
con esto, puede apuntarse brevemente la noción de punto de vista: el punto de vista es
una perspectiva, una visión subjetiva parcial (momento subjetivista); pero es al mismo
tiempo un panorama, tomado desde un punto, desde una posición determinada en un
espacio social objetivo (momento objetivista).
1
Desde un punto de vista científico, lo que existe no son "clases socia les" tal como se
entiende en el modo de pensar realista, sustancialista y empiricista adoptado por
oponentes y proponentes de la existencia de la clase, sino más bien un espacio social
en el verdadero sentido del término, si admitimos, con Strawson, que la propiedad
fundamental de un espacio es la recíproca externalidad de los objetos que encierra. Así
pues, la tarea de la ciencia es construir el espacio que nos permita explicar y predecir el
mayor número posible de diferencias observadas entre los individuos, o, lo que es
igual, que permita determinar los principales principios de diferenciación necesarios o
suficientes para explicar o predecir la totalidad de las características observadas en un
determinado conjunto. de individuos.
El mundo social puede ser concebido como un espacio multidimensional que puede
ser construido empíricamente descubriendo los principales factores de diferenciación
que dan razón de las diferencias observadas en un determinado universo social o, en
otras palabras, descubriendo los poderes o formas de capital que son o pueden llegar a
ser eficientes, como ases en un juego de cartas, en este universo particular, esto es, en
la lucha (o competición) por la apropiación de los bienes escasos que tienen lugar en
este universo.
esos poderes sociales fundamentales son, según mis investigaciones empíricas, en mi
primer lugar capital económico, en sus diversas especies; en segundo lugar, capital
cultural o capital informacional, también en sus diversos tipos; y en tercer lugar dos
formas de capital que están fuertemente relacionadas, el capital social qué consiste en
recursos basados en pertenencia grupal, y el capital simbólico, que es la forma que
adoptan los diferentes tipos de capital una vez que son percibidos y reconocidos como
legítimos.
Adquirimos el medio de reagrupar los individuos en clases de tal forma que los agentes
de la misma clase son lo más parecidos posible en el mayor número posible de
aspectos y de tal forma que las clases son lo más distintas posibles unas de otras -o, en
otras palabras, aseguramos la posibilidad de obtener la mayor separación posible entre
clases de la mayor homogeneidad posible.
Esto es tanto más cierto cuando el espacio es construido de tal forma que cuanto más
próximos se encuentran los agentes individuales en él, mayor es el probable número
de propiedades comunes, e inversamente, cuanto más lejos están unos de otros,
menor número de propiedades tendrán en común. Para ser más preciso, los agentes
que ocupan posiciones vecinas en este espacio son colocados en condiciones parecidas
y por tanto están sujetos a similares factores condicionantes: en consecuencia, tienen
todas las posibilidades de tener disposiciones e intereses semejantes, y así de producir
prácticas y representaciones de una especie similar.
Aquéllos que ocupan las mismas posiciones tienen todas las posibilidades de tener los
mismos habitus, al menos hasta el punto de que las trayectorias que les han llevado
hasta estas posiciones son ellas mismas similares.
De hecho, estas distancias sociales están inscritas en el cuerpo. De donde se sigue que
las distancias objetivas tienden a reproducirse ellas mismas en la experiencia subjetiva
de distancia, lejanía en el espacio que es asociada a una forma de aversión o una falta
de comprensión, mientras la proximidad es vivida como una forma más o menos
inconsciente de complicidad. Este sentido de la posición de uno es a la vez un sentido
del lugar de los otros, y, junto con las afinidades del habitus experimenta do en forma
de atracción o repulsión personal, se encuentra en el origen de todos los procesos de
cooptación, amistad, amor, asociación, etc., y de este modo proporciona el principio de
todas las alianzas y conexiones duraderas, incluidas las relaciones legalmente
sancionadas.
En resumen: las clases construidas pueden ser caracterizadas en cierto modo como
conjuntos de agentes que, por el hecho de ocupar posiciones similares en el espacio
social (esto es, en la distribución de poderes), están sujetos a similares condiciones de
existencia y factores condicionantes y, como resultado, están dotados de disposiciones
similares que les llevan a desarrollar prácticas similares. A este respecto, tales clases
reúnen todos los requisitos de una taxonomía científica, a la vez predictiva y
descriptiva, que nos permite conseguir la mayor cantidad de información al menor
coste: las categorías obtenidas al dividir conjuntos caracterizados por la similitud. de
sus condiciones ocupacionales en un espacio tridimensional tienen una capacidad
predictiva muy alta a cambio de un gasto cognitivo relativa mente pequeño (esto es, es
necesaria una cantidad de información relativamente pequeña para determinar la
posición en ese espacio: se necesitan tres coordenadas, un volumen global de capital,
la composición del capital y la trayectoria social).
Queda el hecho sin embargo de que, contrariamente a lo que asume la teoría marxista,
el movimiento desde la probabilidad a la realidad, desde la Clase teórica a la clase
práctica, nunca se produce: incluso si están apoyados por el "sentido de la posición de
uno" y por la afinidad del habitus, los principios de visión y división del mundo social
que trabajan en la construcción de clases teóricas tienen que competir, en la realidad,
con otros principios, étnicos, raciales o nacionales, y más concretamente aún, con los
principios impuestos por la experiencia ordinaria de las divisiones y rivalidades
ocupacionales, comunales y locales.
2
Tal teoría debe tomar como una verdad indiscutible que la verdad del mundo social es
el objetivo de una lucha. E, igualmente, se debe reconocer que, dependiendo de su
posición en el espacio social, esto es, en las distribuciones de los diferentes tipos de
capital, los agentes involucrados en esa lucha se encuentran muy desigual mente
armados en la batalla por imponer su verdad, y tiene objetivos muy diferentes, e
incluso contradictorios.
Así pues, las "ideologías", "preconcepciones", y teorías populares que la ruptura
objetivista tenía que rechazar en primer lugar para construir el espacio objetivo de las
posiciones sociales, deben ser traídas de nuevo al modelo de la realidad. Este modelo
debe tener en cuenta el hecho de que, contrariamente a la ilusión teoricista, el sentido
del mundo social no se afirma de una forma unidireccional y universal; está sujeto, en
la misma objetividad, a una pluralidad de visiones. La existencia de una pluralidad de
visiones y divisiones diferentes, o incluso antagonistas, se debe, desde un punto de
vista "objetivo", a la relativa indeterminación de la realidad que se ofrece a la
percepción. Desde la perspectiva de los sujetos que perciben, se debe a la pluralidad
de los principios de visión y división disponibles en un momento dado (por ejemplo, los
principios de división religiosos, étnicos, o nacionales están expuestos a competir con
principios políticos basados en criterios económicos u ocupacionales). Esa pluralidad
también se extrae de la diversidad de puntos de vista que conlleva la diversidad de
posiciones, de puntos del espacio desde los que se adoptan las diversas perspectivas.
De hecho, la "realidad" social no se presenta a sí misma ni como completamente
determinada, ni como complementamente indeterminada.
En otras palabras, el espacio de las diferencias objetivas (con relación al capital
económico o cultural) encuentra una expresión en un espacio simbólico de distinciones
visibles, de signos distintivos que son otros tantos símbolos de distinción. Para los
agentes dotados de las categorías pertinentes de percepción, por ejemplo, de una
intuición práctica de la homología entre el espacio de los signos distintivos y el espacio
de las posiciones, las posiciones sociales son inmediatamente perceptibles a través de
sus manifestaciones visibles. Es decir, la especificidad de las estrategias simbólicas y en
particular, las estrategias que, como alardes o inversiones. simbólicas, utilizan la
autoridad práctica de las correspondencias entre los dos espacios para producir todo
tipo de interferencias semánticas, se traduce en la introducción en la misma
objetividad de las prácticas o propiedades percibidas, de una especie de borrosidad
semántica que no facilita el desciframiento directo de los signos sociales. Todas estas
estrategias encuentran una fuerza adicional en el hecho de que incluso las
combinaciones de propiedades más constan tes y fiables están fundadas únicamente
en conexiones esta dísticas y están sujetas a variaciones en el tiempo.
Sin embargo, esto no es todo. Mientras que es cierto que los principios de
diferenciación que son objetivamente los más fuertes, como el capital económico o
cultural, producen ¿Como se hace una clase social? diferencias nítidas entre los
agentes situados en los polos opuestos de las distribuciones, sin embargo, son evidente
mente menos efectivos en las zonas intermedias del espacio en cuestión. Es en estas
posiciones medias o intermedias del J espacio social donde es mayor la
indeterminación y ambigüedad de la relación entre prácticas y posiciones, y donde el
espacio abierto a estrategias simbólicas destinadas a atacar esta relación es el más
amplio. Se entiende por qué esta región del universo social proporcionó a los
interaccionistas simbólicos, especialmente a Goffman, de un campo especialmente
apropiado para la observación de las diferentes formas de presentación de sí a través
de la cual los agentes se esfuerzan por construir su identidad social. Y debemos añadir
a éstas las estrategias dirigidas a manipular los símbolos más fiables de posición social,
aquéllos que los sociólogos suelen usar como indicadores, tales como ocupación y
origen social.
Lo que está en juego en las batallas simbólicas es la imposición la visión legítima del
mundo social y de sus divisiones, esto es, el poder simbólico como poder constructor
del mundo , en palabras de Nelson Goodman, el poder de imponer e inculcar los
principios de construcción de la realidad, y en particular de preservar o transformar los
principios establecidos de unión y separación, de asociación y disociación que ya
funcionan en el mundo social tales como las calificaciones usuales en tema de género,
edad, etnicidad, región o nación, esto es, esencialmente, el poder sobre las palabras
usadas para describir los grupos o las instituciones que las representan. El poder
simbólico, cuya forma por excelencia es el poder de hacer grupos y de consagrarlos o
instituirlos (en concreto a través de ritos de institución, cuyo paradigma es el
casamiento), consiste en el poder para hacer que algo, que previamente sólo existía en
un estado implícito, exista en el estado objetivado, público y formal, como con la
constelación que, según Goodman, sólo comienza a existir cuando es seleccionada y
designada como tal.
Así pues, de cara a dar una breve respuesta a la cuestión planteada, diremos que una
"clase", sea social, sexual, étnica o cualquier otra, existe cuando hay agentes capaces
de imponerse a sí mismos, como autorizados a hablar y actuar oficialmente en su lugar
y en su nombre, sobre aquéllos que, reconociéndose a sí mismos en esos
plenipotenciarios, reconociéndoles dorados de pleno poder para hablar y actuar en su
nombre, se reconocen como miembros de la clase, y de esta forma, confieren sobre
ella la única forma de existencia que puede poseer un grupo.

Los diversos agentes tienen diferentes oportunidades de acceder a diversas formas de


existencia colectivos dependiendo de su posición en el espacio social: unos están
predestinados a la menguada forma de existencia, muy frecuentemente adquirida a
coste de desposesión, permitida por los "movimientos" que supuestamente
representan lo que en este caso llamamos una clase.
En la batalla por construir una visión del mundo universalmente conocida y reconocida,
la balanza de poder depende del capital simbólico acumulado por aquéllos que aspiran
a imponer las diferentes visiones en juego, y en la medida en que estas visiones se
apoyan ellas mismas en la realidad. Esto sucesivamente suscita la pregunta por las
condiciones bajo las cuales las visiones dominadas pueden ser constituí das y existir.
Primero, se puede postular que es tanto máspr~Q~QI~que t;iunf~u~~ ~~¿¡·¡.;~
di;Jg}ST;·~·trans f?r m a; el~~l1.?.? ~~~-~ Í ~~~~d~ ést~-;-;;-~ P

Hallbwachs
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9,13,14,15,18, 20 (segundo párrafo), 26, 27,29 y 30

Tilly
El bienestar y la altura se vinculan mediante el consumo alimentario; ' las
vituallas dan vigor. Aunque los genes fijan límites variables a las
distribuciones de la talla en las poblaciones humanas, la nutrición infantil
afecta intensamente el grado en que cualquier individuo se acerca a su
límite genético. Un bajo peso al nacer, resultado característico de la
enfermedad y la desnutrición de la madre, presagian la exposición del niño
a problemas de salud, una disminución de su expectativa de vida y una
menor estatura en la adultez.
Dichas diferencias del bienestar socialmente organizadas ilustran el tema
principal de este libro; las causas, los usos, las estructuras y los efectos de
la desigualdad categorial.
Nos concentraremos, además, en pares distintivamente circunscriptos
como mujer/varón, aristócrata/plebeyo, ciudadano/extranjero, y
clasificaciones más complejas basadas en la afiliación religiosa, el origen
étnico o la raza. Enfocamos categorías y no continuos tales como [ricos...
pobres], [altos... bajos], [feos... hermosos], etcétera. Las categorías
limitandas merecen una atención especial porque proporcionan una
evidencia más clara sobre la actuación de la desigualdad persistente,
porque sus límites hacen un crucial trabajo organizacional y porque las
diferencias categoriales explican realmente gran parte de lo que los
observadores comunes y corrientes toman como resultados de la variación
en el talento o el esfuerzo individuales.
El argumento central realiza lo siguiente: las grandes y significativas
desigualdades en las ventajas de que gozan los seres humanos
corresponden principalmente a diferencias categoriales como
negro/blanco, varón/mujer, ciudadano/extranjero o musulmán/judío más
que a diferencias individuales en atributos, inclinaciones o desempeños.
En el funcionamiento real, sistemas categoriales más complejos que
implican diversas religiones o razas se resuelven típicamente en pares
limitados que relacionan sólo dos categorías a la vez, como cuando la
coexistencia de musulmanes, judíos y cristianos se resuelve en los
conjuntos musulmán/judío, musulmán/cristiano y judío/cristiano, en que
cada par tiene su grupo distintivo de relaciones fronterizas. Aun cuando
empleen marcadores ostensiblemente biológicos, dichas categorías
siempre dependen de la organización, la creencia y la imposición sociales
extensivas. La desigualdad persistente entre categorías surge porque las
personas que controlan el acceso a recursos productores de valor
resuelven problemas organizacionales acuciantes por medio de
distinciones categoriales. Inadvertidamente o no, establecen sistemas de
cierre, exclusión y control sociales.
La lista servirá como un mapa preliminar del terreno que explorará este
libro:
1. Las categorías pareadas y desiguales, consistentes en relaciones
asimétricas a través de una línea divisoria socialmente reconocida (y
habitualmente incompleta), se reiteran en una amplia variedad de
situaciones, y su efecto corriente es la exclusión desigual de cada red de
los recursos controlados por la otra.
2. Dos mecanismos que podemos denominar explotación y acaparamiento
de oportunidades causan una desigualdad persistente cuando sus agentes
incorporan categorías pareadas y desiguales en límites organizacionales
cruciales.
3. Otros dos mecanismos, que podemos bautizar emulación y adaptación,
refuerzan la eficacia de las distinciones categoriales.
4. Las distinciones categoriales locales ganan en fortaleza y actúan a
menor costo cuando se asocian a categorías pareadas y desiguales
ampliamente accesibles.
5. Cuando muchas organizaciones adoptan las mismas distinciones
categoriales, éstas alcanzan mayor difusión y son más decisivas en la vida
social en general.
6. La experiencia dentro de ámbitos diferenciados por categorías da a los
participantes una preparación sistemáticamente diferente y desigual para
su actuación en nuevas organizaciones.
7. Mucho de lo que los observadores interpretan corrientemente como
diferencias individuales que crean desigualdad es en realidad la
consecuencia de la organización categorial. 8. Por estas razones, las
desigualdades por raza, género, etnia, clase, edad, ciudadanía, nivel
educacional y otros principios de diferenciación aparentemente
contradictorios, se forman mediante procesos sociales similares y son en
una medida importante organizacionalmente intercambiables.
Los seres humanos inventaron la desigualdad categorial hace miles de
años y la aplicaron a una amplia gama de situaciones sociales. Aunque sea
inadvertidamente, la gente establece sistemas de desigualdad categorial
fundamentalmente por medio de estos dos mecanismos causales:
• La explotación, que actúa cuando personas poderosas y relacionadas
disponen de recursos de los que extraen utilidades significativamente
incrementadas mediante la coordinación del esfuerzo de personas ajenas
a las que excluyen de todo el valor agregado por ese esfuerzo.
• El acaparamiento de oportunidades, que actúa cuando los miembros de
una red categorialmente circunscripta ganan acceso a un recurso que es
valioso, renovable, está sujeto a monopolio, respalda las actividades de la
red y se fortalece con el modus operandi de ésta.
Otros dos mecanismos cimientan tales dispositivos vigentes: la emulación,
la copia de modelos organizacionales establecidos y/o el trasplante de
relaciones sociales existentes de un ámbito a otro, y la adaptación, la
elaboración de rutinas diarias como la ayuda mutua, la influencia política,
el cortejo y la recolección de información sobre la base de estructuras
categorialmente desiguales. La explotación y el acaparamiento de
oportunidades favorecen la instalación de la desigualdad categorial, en
tanto la emulación y la adaptación generalizan su influencia.
En el primer caso, las organizaciones que producen trabajo y ejercen un
poder de coerción -corporaciones y Estados, plantaciones y fuerzas
mercenarias, hilanderías y círculos de narcotráfico, según el
contextoasumen la posición predominante porque habitualmente
controlan las concentraciones más grandes de recursos utilizables dentro
de grandes poblaciones. En algunos ámbitos de hegemonía ideológica, las
organizaciones religiosas y sus propias distinciones categoriales pueden
tener también efectos similares de desigualdad a su alrededor. En el
segundo caso, los hogares, los grupos de parentesco y las comunidades
locales ocupan posiciones cruciales por dos razones: dentro de una
población dada, se forman y cambian de acuerdo con principios similares,
e influyen intensamente en la reproducción biológica y social.
El poder de un diferenciador basado en la pertenencia o no a una
agrupación política (casos dignos de destacarse son los de los partidos
comunistas en los regímenes de socialismo de Estado) depende, de
manera similar, de la existencia de un partido hegemónico que ejerza un
poder estatal extenso y controle una amplia variedad de recursos
valorados.
La desigualdad categorial, en síntesis, tiene algunas propiedades muy
generales. Pero una de ellas, paradójicamente, consiste en que su
funcionamiento concreto varía con las nociones, las prácticas y las
relaciones sociales históricamente acumuladas ya asociadas a un conjunto
dado de distinciones.
Cuando se trata de los determinantes de la desigualdad persistente, ¿son
estos casos especiales o la regla general? Este libro da razones para pensar
que la desigualdad categorial en general es la resultante de diversas
intersecciones de explotación, acaparamiento de oportunidades,
emulación y adaptación. Y va más lejos, al afirmar que gran parte de la
desigualdad que parece resultar de las diferencias individuales o grupales
de aptitud se origina en realidad en las mismas causas;
• Diferencias categoriales autoritativamente* organizadas del desempeño
actual (por ejemplo, cooperación o sabotaje categorialmente
diferenciados por parte de compañeros, subordinados y supervisores).
• Diferencias categoriales autoritativamente organizadas de las
retribuciones por el desempeño (por ejemplo, una paga sistemáticamente
más baja para los negros que para los blancos que realizan un trabajo
similar).
• Diferencias autoritativamente organizadas de la adquisición de
capacidades para el desempeño (por ejemplo, escuelas categorialmente
segregadas y desiguales). También sostiene que los mecanismos sociales
que generan desigualdad con respecto a una vasta gama de beneficios -
riqueza, ingreso, estima, protección, poder y m ás- son similares. Aunque
las acumulaciones históricas de instituciones, relaciones sociales y
nociones compartidas producen diferencias en la actuación cotidiana de
varias clases de categorías (género, raza, ciudadanía, etcétera), así como
en diversos tipos de resultados (por ejemplo, riqueza en bienes raíces
frente a ingresos en efectivo), en última instancia las interacciones de la
explotación, el acaparamiento de oportunidades, la emulación y la
adaptación las explican todas.
No es de sorprender que recientes estudiosos de la desigualdad en el
capitalismo se hayan centrado en los salarios, un tópico que se presta
tanto a la medición como a la explicación en términos individuales.
Descuidaron la riqueza, la salud, la nutrición, el poder, la deferencia, el
privilegio, la seguridad y otras zonas críticas de la desigualdad que a largo
plazo son más importantes que los salarios para el bienestar.
ELEMENTOS DE DESIGUALDAD
Sin embargo, antes de emprender la necesaria reconstrucción, pensemos
en la desigualdad como tal. La desigualdad humana en general consiste en
la distribución despareja de atributos entre un conjunto de unidades
sociales tales como los individuos, las categorías, los grupos o las regiones.
De manera apropiada, los científicos sociales se interesan especialmente
en la distribución despareja de costos y beneficios, esto es, bienes, según
una definición amplia. Entre los bienes pertinentes se cuentan no sólo la
riqueza y el ingreso sino también beneficios y costos tan variados como el
control de la tierra, la exposición a la enfermedad, el respeto para con
otras personas, el servicio militar obligatorio, el riesgo de homicidio, la
posesión de herramientas y la disponibilidad de compañeros sexuales. Los
estudiosos de la desigualdad social prestaron poca atención a la
distribución despareja de otros atributos, como los rasgos genéticos y los
gustos musicales, excepto cuando se correlacionan con la distribución
despareja de bienes en este sentido amplio.
Los bienes varían en la medida en que son autónomos (observables sin
referencia a unidades exteriores, como en las acumulaciones de
alimentos) o relativos (sólo observables en relación con otras unidades,
como ocurre con el prestigio). La riqueza, el ingreso y la salud son
ejemplos de bienes autónomos, en tanto el prestigio, el poder y la
clientela lo son de bienes relativos.
Pag 39
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La explotación, el acaparamiento de oportunidades, la emulación y la
adaptación que incorporan categorías asimétricamente pareadas
promovieron a lo largo de milenios la mayor parte de la desigualdad que
los historiadores atribuyen por lo común a diferencias individuales de
capacidad o emprendimiento. Estos principios causales se combinan con
un vasto registro histórico para brindar el medio de construir
descripciones contrafácticas de la desigualdad persistente: formas de
desigualdad o igualdad que existieron en algunas épocas y algunos lugares,
que podrían haber existido, que podrían existir hoy, que podrían tomar
forma en el futuro
LA GENERALIZACIÓN DE LA DESIGUALDAD CATEGORIAL
La desigualdad categorial explica en realidad una gran proporción de la
desigualdad interindividual e interfamiliar de bienestar material. La
producción de calificaciones y conexiones para diferentes tipos de trabajo
-capital humano, definido ampliamente- opera categorialmente, con
diferencias sistemáticas por raza, género, etnicidad y ciudadanía. La
asociación real de los trabajadores con los puestos de trabajo también
sigue líneas categoriales, en que el ajuste de las categorías externas a las
internas establece diferencias sistemáticas en los ingresos. Como hemos
visto, los análisis detallados de la segregación laboral por género (la forma
de desigualdad categorial mejor documentada en este aspecto) indican
típicamente que más de la mitad de las diferencias de ingresos entre
varones y mujeres, descontado el capital humano, no resultan de la
variabilidad salarial dentro de los mismos empleos sino de la asignación de
hombres y mujeres a puestos con retribuciones diferentes. Como las
mismas diferencias de capital humano son en una importante magnitud
resultados de procesos categoriales, la desigualdad categorial se
encuentra en realidad detrás de gran parte de lo que los economistas
miden hoy como desigualdad interindividual o interfamiliar Una vez que
consideramos los efectos indirectos y directos de la desigualdad
categorialmente organizada, descubrimos que una amplia proporción de la
variación en las retribuciones y los recursos, por lo común achacada a las
diferencias individuales de capacidad y esfuerzo, resulta en realidad de la
organización categorial de la producción y la reproducción
Debido a estas contingencias locales, históricas y organizacionales,
diferentes clases de pares categoriales ocupan distintas posiciones en la
vida social. El género y la raza, para tomar un contraste extremo,
funcionan de manera diferente porque las distinciones de género
atraviesan hogares, comunidades y clases sociales, en tanto la raza a
menudo coincide con los límites de estos ámbitos. En efecto, cuando la
raza actúa como un fundamento esencial de la desigualdad, por lo común
lo hace justamente a través de tales exclusiones. La gente construye
sistemas ostensiblemente raciales por medio de la herencia, las
restricciones a la cohabitación, la segmentación en redes y la segregación
espacial en una medida en que con el género sólo lo hace en
circunstancias muy especiales: las comunidades religiosas, las unidades
militares y no mucho más
Como cualquier investigación seria de procesos sociales importantes, mi
análisis de los mecanismos generadores de la desigualdad aclara algunas
cuestiones pero hace que otras parezcan más urgentes y arduas que antes.
Se destacan dos problemas: primero, ¿cuánto y cómo diferencia la cultura
históricamente acumulada el funcionamiento de diversas clases de
desigualdad categorial: de género, raza, ciudadanía, etcétera? Segundo,
¿hasta qué punto, y cómo, los efectos indirectos de la experiencia y las
conexiones categorialmente diferenciadas modifican, limitan o determinan
los efectos directos en que se ha concentrado el análisis? En el primer
aspecto, hemos visto pruebas abundantes de que conjuntos categoriales
como la etnicidad, la raza, la ciudadanía, el género y la religión suman
creencias, símbolos y prácticas significativamente diferentes allí donde
coexisten, y que estos rasgos culturales históricamente acumulados
informan el funcionamiento cotidiano de la desigualdad. Los estudiosos de
ésta, no obstante, deben examinar si dichas acumulaciones históricas
tienen una regularidad y un poder tales que la explotación, el
acaparamiento de oportunidades, la emulación y la adaptación funcionan
de manera diferente según cuáles sean las distinciones categoriales que
empleen.
En el segundo aspecto, podríamos descubrir todavía que experiencias
categorialmente diferenciadas en el hogar, el grupo de parentesco, el
barrio, la escuela y lugares de trabajo anteriores pasan por encima,
modifican e incluso explican diferencias categoriales en las posiciones
ocupadas por personas de diversos orígenes en organizaciones
controladoras de recursos. En vez de concentrarnos en la distribución por
raza o religión en categorías superiores e inferiores en el aspecto de la
desigualdad retributiva, podríamos entonces centrar nuestra explicación
en las historias de vida característicamente distintas que elaboran
individuos cuyas diferencias en conocimiento, destrezas, estilo, motivación
y conexiones personales son capaces de afectar en profundidad los
desempeños generadores de retribuciones. Ese resultado no contradiría
los principales argumentos de este libro, pero reduciría el alcance de los
mecanismos organizacionales en el punto de la retribución que ha puesto
de relieve. El análisis relacional de la desigualdad apenas acaba de
empezar
252-256

MARX
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Practicos
Weber
CAPÍTULO III: “LOS TIPOS DE DOMINACIÓN”1-las formas de legitimidad:
Dominación es la PROBABILIDAD de encontrar obediencia dentro de un
grupo determinado para todo tipo de mandatos. Dominación NO es la
probabilidad de ejercer poder sobre los hombres. La dominación a veces
se ejerce por motivos materiales y racionales y se dice que está con
arreglo a fines. Otras veces las motivaciones son de índole afectiva o ideal
y se dice que está con arreglo a valores. Estos motivos pueden determinar
el tipo de dominación, pero en todo caso será una dominación débil si no
se le agrega la creencia de legitimidad ya que esto va a determinar 4 cosas:
1-el tipo dedominación,2-el cuadro administrativo creado para
garantizarla,3-el tipo de obediencia y 4- los efectos de esa relación.
Básicamente la legitimidad parte del concepto de la tenencia de la
propiedad de la autoridad. No toda pretensión es dominación. La sumisión
a la autoridad puede ser obligada (amo-esclavo) o voluntaria (empleado,
hombre libre-patrón). Tampoco una empresa monopólica ejerce
dominación en el mercado, puede sí ejercer su poder autoritario. La
legitimidad es una probabilidad ya que a veces ocurre que se obedece por
otras razones que no son únicamente la creencia en la legitimidad, sino
que puede ser por oportunismo, debilidad, negociación, etc. La obediencia
significa que quien obedece a internalizado la orden al punto de no
interesar su opinión. Un grado de dominación característica se da en el
ámbito escolar donde la relación de autoridad se ejerce sobre las formas
culturales y hace que se impongan formas de lenguaje ortodoxo,
desatendiendo idiolectos y dialectos.
Existen 3 tipos de dominación: 1- de carácter racional: Creencia en la
autoridad legal y en sus órdenes. Esta dominación legal parte de ciertos
conceptos: Todo derecho pactado y otorgado se estatuye para ser
respetado. Todo derecho es un conjunto de normas abstractas, pero
significa su aplicación a casos concretos dentro de las normas jurídicas.
Quien obedece es el ciudadano, que obedece al derecho. El presidente
electivo de un estado es quien ordena y manda, pero a su vez es
mandatario (obedece) a su orden impersonal
LAS CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DE ESTA DOMINACIÓN SON: -un
ejercicio sujeto a ley que significa deberes y servicios dentro de un
escalafón de funciones con atribución de poderes necesarios para su
ejecución y limitados según función. Esto determina una jerarquía
administrativa en la que está por sobre todo la PRIMERA MAGISTRATURA
del Estado. Luego sigue el orden de autoridades según su formación
profesional y de acuerdo con reglas técnicas que formarán el cuadro
administrativo. Estos funcionarios deben rendir cuenta de sus actos y del
dinero recibido para el funcionamiento de sus áreas. El tipo más duro de
dominación es el que se ejerce por medio del cuadro administrativo
burocrático, que se puede dar tanto en el ámbito público como en el
privado. En esta burocracia hay: -rigurosa jerarquía administrativa, -se
trabaja con dedicación exclusiva, - hay posibilidades de ascenso,-tienen
sueldo con rango jerárquico,- se someten periódicamente a evaluación
profesional (menos presidente y ministros)La burocracia más pura se da
donde los funcionarios son nombrados y NO electos. La dominación
burocrática significa que está en relación al SABER. Se acrecienta su poder
con el conocimiento de los expedientes, de la experiencia en el área, de la
permanencia en el cargo…2- dominación de carácter tradicional: Creencia
en que la legitimidad existe por el solo hecho de las tradiciones y
costumbres arraigadas a lo largo del tiempo. Formas características:
Gerontocracia y patriarcalismo. El soberano es un SEÑOR de carácter
personal. El cuadro administrativo NO está formado por funcionarios sino
por SERVIDORES. Los dominados NO son ciudadanos sino SÚBDITOS. No se
obedece a las disposiciones generales sino a la persona que las determina.
A veces el “señor” ofrece “favores” o “indulgencia” para aflojar la posible
resistencia de parte de sus súbditos. En este tipo de dominación es muy
poco factible la creación de nuevas normas jurídicas. Los “funcionarios”
domésticos se reclutan de manera patrimonial. El resto es a través de
pactos, aunque el poseer el “arte” de la lecto-escritura significa estar
suficientemente preparado para merecer cargos administrativos de
máxima autoridad.3-dominación de carácter carismática: La legitimidad
descansa en el concepto de heroísmo o ejemplaridad personal, en las
características personales que lo destacan de los demás y se las considera
casi sobrenaturales. Pueden ser profetas, guías, jefes, líderes, caudillos…
La validez del carisma se mantiene en relación a sus cualidades
prodigiosas, por eso el reconocimiento es personal, pero si el depositario
del carisma no demuestra que aún posee esas cualidades, su autoridad se
disipará ya que el carisma por sí solo no es fundamento de su legitimidad,
sino que supone una comunión emotiva. El cuadro administrativo NO es
una burocracia profesional, sino que se eligen también por su carisma, son
“hombres de confianza”. No existen reglamentos jurídicos, sino que las
creaciones de derecho se aplican acaso por caso porque son juicios
emanados de dios. Por eso no es una dominación cotidiana rutinaria, ya
que le es extraña toda regla y mucho más las derivadas de la tradición. La
dominación será legítima mientras el carisma permanezca siendo
reconocido. RUTINIZACIÓN DEL CARISMA: Ocurre cuando se busca un
sucesor al liderazgo, lo cual, en cierta forma, retrotrae al concepto de
dominación más tradicional, ya que se aleja del carácter personal del líder
carismático. Entonces la legitimidad es adquirida por designación (como
ocurre con los obispos, papas y en las monarquías por primogenitura). Esta
sucesión hace que el cuadro administrativo se vuelva funcional a quien
suceda, para no desaparecer. FEUDALISMO: Es una relación especial de
dominación que toma algunos rasgos de carácter tradicional y carismático
hereditario, pero convirtiéndose en formas de FEUDO y de PREBENDA. El
feudo siempre significa poder de mando en el ámbito doméstico, militar y
económico dentro de la parcela. Se firma un contrato de contraprestación
de servicios militares y administrativos por el que se establece una
jerarquía estamental (señor-caballero-vasallo) La firma es por el honor y
bajo promesa de fidelidad, donde se basa la administración política del
feudo. El cuadro administrativo puede expropiar pertenencias individuales
y crear tasas e impuestos en beneficio “público”. Así nacen las PREBENDAS
que eran cargos por diferentes motivos, a los mendigos, al uso de los
molinos, al uso del agua, al pastoreo, y también se establecieron
prebendas a los cargos del clero.

Portantiero
Veamos el programa de Durkheim. Está claro que su punto de partida es el
temor por el deterioro de los lazos sociales que corroen la cohesión y
transforman al individuo en un ser desamparado. Descartada la ficción
contractualista que imagina a la sociedad como un agregado racional de
voluntades libres: ¿desde qué basamentos, entonces, fundar la
solidaridad, reconstruir una totalidad moral? La respuesta -teórica y
metodológica- fue la reificación de lo social, la postulación de la sociedad
como un dios oculto, externo y coercitivo.
Si es cierto que un campo disciplinario no se constituye hasta tanto no
elabora conceptualmente su objeto de conocimiento, la gran aportación
de Durkheim fue esta «invención» de la sociedad como objeto autónomo
y exterior a los hombres, como un mundo de representaciones morales
dentro de las cuales el individuo era capaz de socialización. En este terreno
de cruce entre objetividad y subjetividad -plataforma de un aporte teórico
que posteriormente las teorías antropológicas del rol, en Radcliffe Brown y
Malinowski, profundizarían a través de la lectura que Parsons hiciera de
Weber-Durkheim colocaba la piedra fundamental para resolver la paradoja
kantiana sobre la «insociable sociabilidad» de los hombres más allá del
marco ya superado del contractualismo liberal.
Durkheim abrazaba los objetivos que se plantea la ciencia experimental
para la institucionalización de una disciplina y, a la vez, los puntos de
partida para la reconstrucción de una moralidad cívica en los tiempos de
zozobra de finales del siglo. Sobre este último aspecto me detendré.
ESTADO Y VOLUNTAD COLECTIVA
Su tema central es la indagación sobre la posibilidad de la democracia en
las nuevas condiciones de complejidad de la sociedad industrial,
incompatibles con el modelo del individualismo utilitarista liberal. A
diferencia de Weber, que habrá de definir al Estado moderno por la
legitimidad de los medios que utiliza, Durkheim lo hará por las funciones
que cumple. El razonamiento durkheimiano acerca de los roles del Estado
permite reconstruir en totalidad su visión acerca de las relaciones entre
crisis y orden y nos acerca a su concepción articulada sobre la complejidad
de las sociedades modernas. Es en ese aspecto donde su obra muestra sus
rasgos precursores y donde un paralelo analítico con la de Gramsci -pese a
la notoria diferencia de objetivos entre ambos- resulta más productivo.
La pregunta sobre el Estado tiene en Durkheim el sentido explícito de
analizar el pasaje social que permite la construcción de lo que llama una
«moral cívica». El Estado no es el gobierno, entendido como conjunto de
agentes de autoridad. Más aun: el Estado no ejecuta nada, a diferencia del
gobierno, que sí lo hace. Cuando en sus trabajos Durkheim alude
reiteradamente a la conciencia colectiva como disciplinadora social, ésta,
en la línea de la «voluntad general» de Rousseau, puede adquirir las
formas de una entelequia moral. Pero al hablar del Estado esa imagen
adquiere otra vida. En realidad -dice- la conciencia colectiva como
conjunto de sentimientos y representaciones que la sociedad elabora es
difusa, oscura e indecisa. Pero hay un tipo de conciencia social específica,
restringida y consciente de sus objetivos que compromete a la
colectividad, aunque no sea un mero reflejo de ésta. Esa forma de la
conciencia es, precisamente, el Estado, concebido como -son sus palabras-
«órgano del pensamiento social».(6)
¿Cuál es, por lo tanto, su función? Su función es pensar, elaborar ciertas
representaciones para dirigir (valga el énfasis) la conducta colectiva. Pero
no es que su tarea sea sintetizar las ideas de la mayoría, sino la de agregar
un pensamiento más meditado, por lo que su acción tiene una
productividad especial. Al ubicar al individuo en una constelación de
hábitos y sentimientos universales, el Estado lo libera de la prisión
particularista a que lo someten los grupos secundarios, permitiéndole su
participación en una moral cívica, elevándolo desde la moral profesional o
corporativa. Esta función liberadora, sin embargo, podría convertirse en
despótica si no tuviera -cerrando el círculo de la articulación de lo social- el
contrapeso ejercido por la existencia de esos mismos grupos: las libertades
individuales serían, por lo tanto, resultado del tenso equilibrio entre
Estado y corporaciones.
En este marco, para Durkheim, la democracia industrial moderna se
definía como la forma política en que el consenso social podía ser
procesado. No podía ser considerada por el número de los que gobiernan
ni menos por la subsunción total del Estado en la sociedad, sino por el
grado máximo de comunicación entre la conciencia estatal y la masa de las
conciencias individuales a fin de que el ciudadano pudiera potenciar su
capacidad de reflexión y reconocer, con menor pasividad, la vigencia de un
sistema normativo. En el entendido axiomático de que existen
gobernantes y gobernados, la democracia sería aquella forma política en
que los últimos tienen la información suficiente como para dar o rechazar
confianza, para acordar o no acordar consenso, para incorporarse o no a
una empresa colectiva.

SOCIALIZACION Y BUROCRATIZACIÓN
Sobre esa sensación de inseguridad Weber intentará diagramar una
respuesta que desplegará en las intervenciones, tanto políticas como
académicas, que realizará hasta su muerte en 1920. Nada aparece como
más hostil a una idea de comunidad que los valores que se encarnan en la
idea de progreso entendida como desarrollo de la razón técnica. Dicho
progreso, sobre el que se consolidó la modernidad, operó un des
encantamiento del mundo, un proceso de expropiación y de concentración
que ha escindidido al individuo de los medios de producción tanto sea de
bienes materiales, como de conocimiento o de iniciativa política,
concentrándolos en una capa especializada que constituye una «máquina
inanimada», una suerte de inteligencia objetivada, opresora sobre el
hombre con la fuerza metafórica de una «jaula de hierro». Y a medida que
la invidualidad se disuelve en la masa, la burocracia se afirma en su poder
de intervención, acentuando el proceso de separación.
De ninguna manera piensa Weber que esa alienación (en términos
marxianos) pueda ser superada por la utopía socialista que, por el
contrario, podría agravarla al supeditar al Estado burocrático todos los
comportamientos privados. Tampoco lo lograría un socialismo antiestatal
como autogobierno de los trabajadores, porque no estaría en condiciones
de resolver las cuestiones técnicas que plantea la complejidad de la
economía moderna.
Ni la «comunidad» ni la «sociedad» constituían realidades objetivas sino
tipos de acción: los lazos sociales, las condiciones de la solidaridad, se
fundan en constelaciones de intereses o de sentimientos que se forman
entre los hombres. Un mismo comportamiento puede implicar una
relación social de comunidad -afectiva o tradicional- o una relación social
de sociedad, racional con arreglo a valores o a fines. La modernidad
supone el predominio de las últimas sobre las primeras, del cálculo sobre
la empatía. Su crisis adviene cuando ese impulso racional se expande hacia
la burocratización total de las relaciones humanas. En este punto -razona
Weber dentro de la precariedad de sus respuestas- reaparece la
centralidad de la voluntad innovadora de la política, como posible reacción
contra la perversa asociación entre las masas (anómicas, diría Durkheim) y
la concentración de poder que se condensaba en la especialización
burocrática.

GRAMSCI Y LA REFUNDACION DE LA SOCIOLOGÍA


En este punto la figura de Gramsci aparece con un rol emblemático, como
el pensador socialista que encaró con mayor profundidad el mismo campo
de problemas que, con otra perspectiva, fueron el núcleo de la
preocupación durkheimiana y weberiana. el marxismo de Gramsci
abrevará en la influencia de pensadores como Croce, Pareto, Sorel, Mosca
o Michels, todos ellos colocados en el centro de la crisis del pensamiento
de fin de siglo. También podrían recogerse en la formación de su mirada
teórica, los ecos -no por menos explícitos menos significativos- de Weber y
de Durkheim. Del primero es particularmente importante la mención que
en varios tramos de sus cuadernos de cárcel hace de Parlamento y
gobierno en una Alemania reconstruida, un texto de 1918 traducido un
año después al italiano, en el que Weber explaya su visión sobre las
características necesarias del orden político (alemán, pero por extensión
europeo) de la posguerra. Los ecos de este texto resuenan -en algún caso
explícitamente- en varias referencias que Gramsci hace a los conflictos
entre parlamento y burocracia en la organización política de posguerra y a
la forma cesarista como expresión de la «revolución pasiva» en curso. En
cuanto a Durkheim su relación es aun más indirecta pero quizá más
profunda: ha sido Alessandro Pizzorno quien primero señaló sus
resonancias en Gramsci, a través de la lectura que de la obra durkheimiana
hiciera Sorel, sobre todo en lo que se refiere al papel de la dimensión ética
en la integración de la sociedad.
La forma en que para Gramsci se expresaría dentro del marxismo esa
tendencia a una determinista naturalización de lo social, sería la del
economicismo, esto es, la «superstición» teórica que explica la totalidad
de lo social como extensión lineal de los hechos de la economía. Lo
importante en esta apreciación gramsciana es que los vicios del
economicismo no sólo resultarían perjudiciales a la teoría sino también a
la construcción de política, al combate a favor de la recomposición, en un
estadio superior, de la escisión generada por el desarrollo del capitalismo.
LA HEGEMONIA INTELECTUAL Y MORAL
El eje de la búsqueda estará en su reformulación del concepto de
hegemonía, esto es, en la transformación que realiza de un término
operatorio de la teoría política -que incorpora el marxismo ruso de fines
de siglo como complementario a una propuesta de alianza social- y que
Gramsci desplazará al terreno de lo ético y cultural.
Para analizar y aun para superar históricamente a esa nueva forma de la
dominación, resultaría insuficiente la visión simplista de una clase o un
grupo que impone unilateralmente a otros su voluntad desde los aparatos
del Estado. Del mismo modo, el concepto de hegemonía, aplicado a la
práctica social de los sectores subordinados enfrentados al statu quo,
debería ser considerado como más amplio que el liderazgo político que
podría corresponderle a alguno de ellos, esto es, en términos marxistas, al
proletariado vis à vis el campesinado o las capas medias de la población.
Lo que la hegemonía construye es una verdadera comunidad de valores,
una «voluntad colectiva».
El Estado moderno -dice Gramsci- se convierte en «educador», en
instrumento de «unidad intelectual y moral», como complejo de
relaciones sociales (él dice de «actividades prácticas y teóricas») a través
de las cuales no sólo se domina sino también se dirige a la sociedad,
integrando a los gobernados en un consenso de valores universales. Es
bajo esta dirección ética y cultural que, en el marco de un dado desarrollo
de las relaciones sociales y económicas, se constituye un «bloque
histórico» -en el que confluyen orgánicamente estructura y
superestructuras-unificado por una «voluntad colectiva».
El concepto de bloque histórico tiene para Gramsci varios alcances.
Metodológicamente, le permite constituir una categoría superadora de la
dicotomía «arquitectónica» de estructura y superestructura que,
naturalizada, da lugar a una relación de causalidad mecanicista, haciendo
caer al marxismo en los criticados vicios del determinismo positivista.
En ese sentido, el paso del «momento económico» al «momento ético-
político» se equipará al paso de lo «objetivo» a lo «subjetivo» y la relación
causa-efecto presente en la visión clásica de estructura/superestructura se
transforma en una relación medio-fin. La comprensión de este proceso
que Gramsci califica como «momento catártico», en el que la conciencia
de los actores (no sus «caprichos individuales», porque la acción tiene
restricciones) orienta los comportamientos hacia un fin, deviene -como ha
quedado señalado- «el punto de partida de toda la filosofía de la praxis».

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