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FUNDAMENTALES
Ibid., 1999, p. 252. Elías Díaz habla de tres niveles de legitimidad comprendidos como legitimidad válida, eficaz y justa,
pero en sentido estricto considero que debe hablarse de legalidad, legitimación y legitimidad.
La legitimidad constituye un concepto clave y
fundamental que hace referencia a un
conjunto de valores, procedimiento,
exigencias y principios que opera con criterios
de justificación de normas e instituciones.
La legitimidad equivale a la idea de justicia o
justificación ética, con lo cual podemos
afirmar que un sistema jurídico-político es
legítimo cuando es justo. Un sistema jurídico-
político tiene legitimidad o es legítimo
cuando sus normas están dotadas de cierta
justificación ética y social aceptable.
“Usando la tradicional dicotomía entre
cuestiones de hecho y cuestiones de valor,
llamaremos a las cuestiones de hecho a nuestro
problema cuestiones de legitimación, y a las
cuestiones de valor las llamaremos cuestiones
de legitimidad.”
Cfr. LAPORTA, Francisco, Entre el Derecho y la moral, Fontamara, México, 2000. p.74. El concepto de “legitimación”
proviene del gran pensador y sociólogo Max Weber, con el se aludía sobre todo a unas normas o principios que son
generalmente cumplidos y aceptados por los destinatarios en función e creencias compartidas por ellos, por tanto,
podemos decir que un sistema jurídico o de una institución tiene legitimación cuando son apoyados y aceptados
socialmente. Vid. SCHMITT, Carl, Legalidad y legitimidad, trad. José Díaz García, Madrid, Aguilar, 1971.
Rousseau planteaba: “el más fuerte nunca lo
es suficientemente como para ser siempre el
amo si no transforma su fuerza en derecho y la
obediencia en deber.”
Por consiguiente, cualquier poder precisa y
necesita de fuentes de legitimación que lo
justifiquen, hasta los dictadores precisan de
una fuente ideológica o creencias en los que
apoyarse, aunque democráticamente no sean
justificables sus formas de gobierno.
La legitimidad se ha definido como una
cualidad, propiedad o característica del poder
político, compatible con las creencias y
valores constitucionales como la libertad, la
igualdad, la justicia y el pluralismo político de
todos los ciudadanos.
Legitimidad en este sentido se convierte en
sinónimo de justicia. Una autoridad es legítimo
si es justo y ejerce su poder de forma justa. Un
gobierno es legítimo cuando su poder político
emana democráticamente y encarna
aspiraciones y deseos de justicia constitucional
de la sociedad.
La ciencia jurídica se constituye sobre la
consideración estricta del Derecho como
norma, es decir, el contenido directo de la
Ciencia del Derecho son las normas positivas,
material con el que trabaja en todo momento
el jurista.
Al jurista como científico del Derecho le
interesa predominantemente (aunque no
exclusivamente) las normas válidas,
formalmente vigentes. Pero también debe
atender a otras investigaciones empíricas
como la eficacia social de las normas, su
impacto sociológico y su contenido de
justicia.
De aquí que sea de vital importancia precisar
y diferenciar entre validez, eficacia y
legitimidad de las normas. Sin lugar a dudas
su material fundamental de trabajo es el
Derecho positivo.
Con ello no debe negar el carácter científico a
otras disciplinas que como la sociología del
Derecho o la historia del derecho y la filosofía
del derecho también se ocupan de las normas
jurídicas
3. LA FORMACIÓN DEL ESTADO A LO
LARGO DE LA HISTORIA
-secularización religiosa
-libertad de expresión, pensamiento y credo
-mayor autonomía del individuo
(comunitarismo medieval)
- progresivo fortalecimiento del poder estatal
La modernidad quebró la unidad religiosa y
política de toda Europa con la consiguiente
desintegración que abonó el terreno para una
mayor autonomía de la esfera jurídica
respecto a la moral y la religión,
convirtiéndola en una esfera ética neutral
como presupuesto lógico de una sociedad
abierta.
En torno al año 1300, Juan de Paris pensador
dominico que defendió en su obra De potestate
regia, que el poder secular es más antiguo en el
tiempo que el poder religioso y, en
consecuencia, no deriva de él.
Jurídicamente, el derecho de un Papa a
deponer a un Rey, no es mayor que el derecho
de un Rey a deponer a un Papa. Ambos
pueden protestar y la protesta puede tener
peso; ambos pueden ser legítimamente
depuestos, pero sólo por la autoridad que los
elige.
Antes del nacimiento del Estado la única
estructura política y organizativa social que
existía en toda Europa cristiana era la Iglesia,
cuya posición era la cabeza de todo el cuerpo
cristiano.
La doctrina teocrática reivindicaba que el
Pontífice romano era la suprema autoridad en
el mundo (plenitudo potestatis), expresión que
tiene relación con el concepto moderno de
soberanía.
Durante el siglo XIII, con la gran figura de
Guillermo de OCKHAM se produjo un
enfrentamiento especialmente significativo
que puede ayudarnos a revelar la tensión
existente entre estos dos poderes: el poder
civil regido por el Emperador, y poder
religioso regido por el Papa.
La disputa política entre el Papa Juan XXII y el
Emperador Luís de Baviera acerca de la
supremacía del Papado o el Imperio tendrá
enorme impacto e influencia histórica en el
proceso de secularización moderna.
Guillermo de Ockham tomó partido por el
Emperador tratando de establecer una neta
separación entre Iglesia y Estado para
promover la reforma de la Iglesia defendida
por los franciscanos.
Los franciscanos en oposición a las
corruptelas, riquezas y excesos del Papado
defenderán una reforma evangélica
profunda. El filósofo empirista OCKHAM sólo
reconoce un poder moderado al Papa en el
terreno exclusivamente espiritual y defiende
una concepción laica de la sociedad.
“El Papa no puede privar a nadie del derecho
que no proviene de él, sino de Dios, de la
naturaleza o de otro hombre; no puede privar
a los hombres de la libertades que les han
sido concedidas por Dios o por la naturaleza.
El Papa no posee un poder dominativo, sino
que está al servicio de la comunidad de fieles,
que debe ser una comunidad libre, pobre y
espiritual. Sólo ella- y no el Papa, y ni siquiera
el Concilio- es infalible.
Para este franciscano rebelde, profesor de la
Universidad de Oxford, el Papa no posee un
poder “dominativo”, sino que está al servicio
de la comunidad de los fieles, que, ante todo,
debe ser una comunidad libre, pobre y
espiritual.
El Papa ni siquiera el Concilio es infalible y
absoluto. El Papa carece de autoridad sobre
el Imperio: éste es anterior a la fundación de
la Iglesia, y no puede, pues derivar de ella.
Con ello, se reitera la diferencia establecida
ya en el Derecho Romano entre autoritas y
potestas, la Iglesia puede tener autoritas, pero
no potestas.
GERSON (1363-1429) fue un gran teólogo
místico y reformista, canciller de la
Universidad de Paris desde 1395 hasta su
muerte. Este pensador defiende el
posicionamiento constitucionalista medieval
de los derechos con una posición de
demarcación clara en el debate Iglesia-
Estado.
Esta concepción subjetivista de los derechos
refuerza el constitucionalismo moderno
reflejado como poderes o facultades
inalienables emanados del Derecho natural
como la clave de la justificación de los
postulados conciliaristas.
Esta concepción de derechos subjetivos
refleja una clara posición de voluntarismo
teonómico, individualismo pre-político y
subjetivismo jurídico como característica
fundamental del giro copernicano de origen y
aparición de los derechos humanos en la
Edad Media.
La definición que otorga finalmente de
derechos humanos Gerson en su obra De
potestate ecclesiastica: “El dominio es la
potestad que tiende a la apropiación de cosas
ajenas, o que resultan ajenas a su facultad y
su uso lícito, conforme al Derecho y a las
leyes razonablemente instituidas […].”
Los derechos humanos viene reflejados por
los derechos naturales que,
consecuentemente, expresan facultades
subjetivas atribuidas indirectamente por Dios
y directamente por la razón a cada hombre de
la que deriva la libertad humana.
Esta idea de derechos subjetivos como dones
divinos a través de los cuales los hombres se
organizan socialmente en los planos
conflictivos de la convivencia, la propiedad y
la autoridad constituye la idea más
revolucionaria del constitucionalismo
medieval parisino.
La ineludible pregunta por la relación y la
delimitación de la respectiva competencia de
su dos "cabezas visibles": el poder "espiritual"
del papado romano y el poder "temporal" del
Imperio cristiano.
Marsilio de Padua emprende en el siglo XIV la
gran síntesis medieval en su famosa obra
Defensor pacis, el intento de una
fundamentación teórica de la autonomía e
independencia del poder político del Imperio
frente a las pretensiones temporales del
papado.
El averroismo latino, que tuvo una gran
influencia en todas la Universidades
medievales europeas, no negaba la verdad de
la doctrina cristina, pero separaba
agudamente Religión y Filosofía (teoría de la
doble verdad), razón y fe, poder religioso y
poder civil, Papado e Imperium.
La separación entre Iglesia y Estado o
proceso de desteocratización del Estado
supuso un momento decisivo de la
modernidad política y jurídica occidental.
El pluralismo político, ideológico y religioso,
fundado en el principio de la tolerancia como
“valor de convivencia política” ha encontrado
su reconocimiento en el Estado democrático
de Derecho.
Estado moderno su fundación se funda en
una religión, utilizada políticamente, la
reforma protestante dará aparición a nuevos
Estados bajo la legitimidad religiosa.
HABERMAS, Jürgen, Faktizität und Geltung. Betreige zur Diskurstheorie des Rechts und des demokratischen
Rechsstaats. Francfort, Suhrkamp, 1994, trad. Cast. Facticidad y Validez. Sobre el Derecho y el Estado
democrático de Derecho en términos de la teoría del discurso, Introducción y traducción de Manuel Jiménez
Redondo, Madrid, Trotta, 3a. ed., 1998.
En este sentido, el célebre filósofo alemán se
opone radicalmente a una lectura literal, cerrada
y dogmática de la legalidad (legicentrismo), que
atiende sólo a la efectividad de las normas, la
seguridad jurídica y la razón del Estado, y
desprecia el grado de legitimidad ético-política
de las normas jurídicas, su carácter de justicia y
los derechos fundamentales y libertades
públicas de los ciudadanos.
HABERMAS constata que el Estado democrático
de derecho está erigido y construido sobre una
desconfianza frente a la naturaleza corrompible
del ser humano (concepción antropológica
negativa hobbesiana).
Al Estado le preocupa más la desobediencia al
imperio de la ley que, por ejemplo, si está o no
bien fundamentado o legitimado
democráticamente su ordenamiento jurídico o
se va eliminando progresivamente la corrupción
de sus instituciones o si consigue ampliar
derechos y libertades públicas de sus
ciudadanos.
En este sentido, un Estado de Derecho
meramente legalista se sitúa en una situación
paradójica, contradictoria y ambivalente. Este
Estado de legalidad debe ser superado por un
Estado plenamente constitucional cuyo
referente último de legitimación política y
democrática viene garantizado por los derechos
fundamentales.
HABERMAS, Jürgen. “¿Necesita Europa una Constitución?”, en La inclusión del otro (Estudios de teoría política),
Barcelona, Paidós, 1999.
Por qué los hombres instituyen la vida política?
¿Cómo surge el Estado? Tanto en la Ética como
en el Tratado Teológico-político y en el Tratado
político Spinoza trata de ofrecer una respuesta a
esta pregunta fundamental.
El conatus en la lucha contra los obstáculos
externos, calcula riesgos, beneficios, obstáculos
y pérdidas de su fuerza, en su cálculo de ventajas
y desventajas siempre trata de fortalecer (o
imagina que lo fortalece) y escapa de lo que lo
debilita (o imagina que lo debilita).
La cuestión que se plantea en el fondo es el
problema de la génesis de los social y de lo
político, es decir, cómo regular la participación
en el poder, los bienes y la distribución de la
potencia colectiva en el seno de la nueva
sociedad creada.
La potencia individual proviene de la naturaleza,
pero la ley viene a darle un nuevo sentido en la
medida que configura a la sociedad política. La
ley determina la distribución de bines y define
qué es la justicia en la medida en que determina
la participación en el poder.
En el imperium democraticum nadie trasfiere a
los demás su propio derecho natural de forma
definitiva de modo tal que después ya nos sea
consultado ni cuente como ciudadano.
Lo absoluto de un régimen democrático, para
Spinoza, reside por un lado en la potencia
singular que los individuos desarrollan, como en
la universalidad consensuada expresada por la
ley en la que realizan los jura communica, que al
mismo tiempo anula los rasgos antisociales y
destructivos de las pasiones colectivas de la
propia sociedad.
TEORIA DEL ESTADO DE ESTADO
SPINOZA DEMOCRÁTICO
ESTADO DE
NATURALEZA
ESTADO SOCIAL