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UNIVERSIDAD POPULAR MARIANA

Año 2019-2020
Curso: “ÉL VIVE”
La presencia del Resucitado en la comunidad

Centro de la Obra
Sábado 2 de noviembre 20191
Lección 1/A
GIOVANNA MARIA PORRINO

Texto provisional
LA PRESENCIA DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES:
LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Introducción
En este año 2019-2020, en toda la Obra de María, se profundizará el eje culminante de la
espiritualidad de la Unidad, en el que convergen las otras once ideas-fuerza que constituyen
otros tantos pilares: la presencia de Jesús en medio de dos o tres reunidos en su nombre (cfr.
Mt 18,20). El título general que abraza las distintas lecciones de la UPM de este año es
significativo para la presente contribución: ‘Él vive’, la presencia del Resucitado en la
comunidad. El gran tema de la presencia de Dios en medio de los hombres es, de hecho, en mi
opinión, uno de los más importantes hilos de oro que tejen la Biblia hebrea, la atraviesa
completamente para converger, en un cumplimiento inaudito, en la persona de Jesús de
Nazaret que en el Evangelio de la infancia de Mateo presenta como el ‘Immanu-El’, como
aquel que en su persona como Hijo de Dios e Hijo del Hombre trae una nueva y especialísima
presencia de Dios al mundo. Él es el ‘Dios-con-nosotros’. Tal presencia encontrará su
cumplimiento final en la Jerusalén celestial, descrita en el libro que cierra el Nuevo
Testamento y toda la Biblia: el Apocalipsis. Se trata de la grandiosa visión del vidente de
Patmos, del que leemos los primeros versículos (Ap 21,1-3):
“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que
descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su
esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los
hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos.”2
La reflexión sobre la presencia de Dios en medio de los hombres es, por lo tanto, un tema
trasversal en toda la Biblia y, en esta aportación mía, me gustaría volver a traer a colación
algunos textos fundacionales de los que emerge este profundo deseo de Dios, este proyecto
que Él tiene desde siempre, desde el principio de la creación: poner su morada en medio de
los hombres, complacerse de habitar entre sus criaturas.
Nuestro recorrido parte de las primeras páginas de la Biblia, para continuar, después, con la
realidad bíblica de la alianza y detenernos en el sentido del santuario itinerante –que
acompañó al pueblo de Israel durante las peregrinaciones por el desierto- y, sucesivamente,
sobre el significado del Templo: los dos lugares por excelencia en los que los israelitas han
visto y adorado la especial presencia de Dios en medio de su pueblo. Finalmente nos
1
Conexión desde Montet
2
NDT. Para las citas bíblicas seguimos la versión El Libro del Pueblo de Dios que se encuentra online en la
página del Vaticano.
2

centraremos en las grandes visiones proféticas, que anuncian un tiempo en el que Dios estará
presente en medio de los suyos, en Jerusalén, la ciudad santa.
EL DESEO DE DIOS: HABITAR EN MEDIO DE LOS HOMBRES
Según varios pasajes bíblicos, un deseo –que es también voluntad de amor- habita en el
corazón de Dios: el de vivir en medio de los hombres, sus criaturas. Tal proyecto, decíamos
en la introducción, atraviesa toda la Sagrada Escritura. He aquí la extraordinaria promesa de
Dios a Moisés a quien el Señor reveló su nombre (YHWH):
El Señor respondió: «Yo mismo iré contigo y te daré el descanso».
Moisés agregó: «Si no vienes personalmente, no nos hagas subir de aquí
¿Cómo se podrá conocer que yo y tu pueblo gozamos de tu amistad, si tú no vienes con
nosotros? Así yo y tu pueblo nos distinguiremos de todos los otros pueblos que hay sobre la
tierra». (Ex 33,14-16)
El Señor prometió, por tanto, a Moisés, después de la primera ruptura de la alianza (el pueblo
se había construido un becerro de oro, mientras Moisés estaba con Dios en la montaña), que
continuaría caminando con su pueblo. A pesar de la primera infidelidad, Dios perdona y
promete su presencia.
Ahora iniciamos nuestro recorrido centrándonos en el original icono que abre las primeras
páginas de la Biblia: el jardín del Edén por el que Dios pasea y donde Él ha puesto al hombre
y a la mujer (cfr. Gen 2).
Dios con Adán y su mujer en el Edén
El poema litúrgico de Gn 1, del cual ya hemos hablado años atrás, culmina en la creación del
hombre y de la mujer –con su diferencia sexuada: “hombre y mujer los creó” (v.27). El
hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios, han sido puestos en la cima de
toda la creación. El relato sapiencial de Gn 2, en cambio, se abre con una imagen descrita en
el texto: hay un jardín, el Edén, preparado por Dios mismo y dónde Él mismo habita con
Adán y su mujer. He aquí la imagen: un hombre, una mujer que conviven con Dios, en el
jardín-paraíso terrestre.
Por la desobediencia inicial al mandato de Dios, esta armonía y esta relación se quebrantan.
Adán y Eva no pueden seguir viviendo en el jardín y gozar de la compañía de Dios. Pero el
Señor es un Dios fiel, un Dios que ama con entrañas maternas (cfr. Ex 34,6) y que quiere
salvar a la humanidad de la herida-desobediencia surgida tras la adhesión a la tentación
engañosa de la serpiente. Pese a ese primer ‘no’ del hombre y de la mujer, la fidelidad de Dios
a su criatura permanece para siempre. Es lo que canta el salmista: Dios, que ha hecho el cielo
y la tierra, mantiene su fidelidad para siempre (Sal 146,6).

Dios hace alianza


Después de la ruptura de la alianza de la creación3, el mal se extiende por obra de la
humanidad pervertida hasta la prueba del diluvio, del que se salva únicamente Noé, su
familia, las parejas de las distintas especies animales. Después de que el arca se posara sobre
la superficie seca de la tierra, Dios establece una alianza con Noé y sus hijos (Gen 9,9-17). En
la narración de Noé, el término hebraico b(e)rit, alianza, aparece hasta ocho veces 4 , de las
cuales siete en el capítulo nueve, en la que Dios concluye esta alianza eterna con todo ser

3
La idea de la creación como primera alianza de Dios con los humanos es del Cardenal Charles Journet.
4
Una vez en Gen 6,18 y, en el capítulo 9 se menciona siete veces en los versículos 9, 11, 12, 13, 15, 16, 17.
3

viviente. El signo de tal pacto es el arco de guerra divino, puesto en el cielo, entre las nubes: y
es el arcoíris en el cielo el que se nos ha dado como “signo de paz y garantía de la misma
alianza”5 He aquí la nota de la traducción CEI a los versículos 8-17 del capítulo nueve
dedicado a la bendición divina y a la alianza:
“La existencia del universo depende de la benevolencia divina: Dios establece una
alianza para siempre con todos los seres vivientes (el Dios de Israel es el Dios
universal), poniendo como signo en el cielo el arcoíris. Su finalidad es la de
establecer una relación sagrada y perenne entre Dios y toda la creación”.
La segunda alianza que Dios establece en el libro del Génesis, es con Abrahán.
También en este caso la iniciativa es de Dios. Este segundo pacto no es universal sino
particular porque se trata de una persona y el pueblo que de él nacerá. La alianza que Dios
establece con el patriarca tiene el propósito de sellar la promesa divina de la tierra (Gen 15,7-
19) y de la descendencia (Gen 17). La llamada de Abrahán, a través de la alianza que Dios
pacta con el patriarca, supone el inicio de una nueva historia de Dios con el hombre: del
patriarca nacerá un pueblo al que se le confía la responsabilidad de llevar la experiencia de
Dios – del Dios único, viviente y verdadero- a todos los pueblos. En la Biblia una llamada
individual siempre asume una dimensión universal: en Abrahán, de hecho, serán bendecidas
todas las familias de la tierra (cfr. Gen 12,3)
La tercera alianza es la de Moisés y el pueblo, constituido por las doce tribus, en el
monte Sinaí. El Señor –recordándose de la alianza establecida con los patriarcas Abrahán,
Isaac, Jacob- libera al pueblo del yugo egipcio y, después de haberlos conducido a los pies de
aquella montaña alta, establece la alianza que tiene también una dimensión cultual, pero esta
vez el pacto se basa también en un compromiso bilateral escrito en tablas de piedra. Dios hace
alianza con los israelitas que se comprometen, cada uno y todos juntos, a caminar por las vías
de Dios, estipuladas en las Diez Palabras (Ex 20,1-17). Si se viven tales palabras será posible
construir un mundo en el que Dios esté presente por su Palabra y por la Alianza. Se realiza la
promesa hecha por Dios: “Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios. Así tendrán que
reconocer que soy yo, el Señor, el que los libró de los trabajos forzados de Egipto” (Ex 6,7).
Anuncio de la nueva alianza
Pero la antigua alianza sinaítica –continuamente rota por el pecado de infidelidad al
Señor del pueblo, la idolatría- aunque haya sido muchas veces renovada, suscita en la
predicación de los profetas el anuncio de una nueva alianza, de una alianza eterna que Dios
suscitará.
El profeta Jeremías es el mensajero de esta nueva alianza (cfr. Jr 31,31-34) que Dios
establecerá con la casa de Israel:
“Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la
casa de Israel y la casa de Judá.
No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la
mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su
dueño –oráculo del Señor–.
Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –
oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su
Dios y ellos serán mi Pueblo.

5
Nota Biblia CEI en Génesis 9,16
4

Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al


Señor». Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–.
Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.”.
He aquí la nota de la Biblia CEI a propósito:
“La lectura hebrea interpreta (…) la promesa de Jeremías como un restablecimiento
pleno de la alianza sinaítica en su intencionalidad más genuina y profunda. La novedad de la
alianza se manifiesta en cuatro aspectos: el ser una alianza interior, a través de una relación de
pertenencia recíproca, con una relación personal de cada uno con Dios y el fundamento de
esta nueva relación en el perdón otorgado por el Señor. Alianza interior no significa un culto
meramente espiritual, sino la transformación del corazón, que se adhiere plenamente a la ley
del Señor. Si Jeremías hablaba de un pecado escrito en la tabla del corazón (cfr. Jr 17,1),
ahora la promesa es grandiosa: ¡en el corazón se escribirá la adhesión a la voluntad de Dios!”.
Una promesa similar se encuentra en el libro de Ezequiel, profeta del exilio, que
anuncia una alianza eterna, una alianza de paz, que Dios establecerá con el pueblo a través de
un buen pastor que él suscitará en medio del pueblo, su siervo David (cfr. Ez 34,23-31). Más
adelante (Ez 37,24-28), Ezequiel vuelve al tema del buen pastor y de la alianza introduciendo
un elemento nuevo que puede sorprender:
“Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor.
Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica.
Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí
habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe
eternamente.
Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna.
Los instalaré, los multiplicaré y pondré MI SANTUARIO EN MEDIO DE ELLOS para
siempre.
MI MORADA ESTARÁ JUNTO A ELLOS: yo seré su Dios y ellos serán mi
Pueblo.
Y cuando MI SANTUARIO ESTÉ EN MEDIO de ellos para siempre, las naciones
sabrán que YO SOY EL SEÑOR, el que santifico a Israel”.
En este pasaje profético aparecen vinculados varios temas bíblicos:
a) El pueblo de Israel será reunificado bajo un solo rey-Mesías de estirpe davídica;
b) El pueblo, reunido por Dios en la tierra prometida, vivirá según la palabra de Dios;
c) Dios hará una alianza de paz, una alianza eterna con el pueblo;
d) Dios pondrá su santuario, su santa morada en medio de ellos;
e) Se repite la fórmula típica de la alianza: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
En el texto se repite con insistencia la expresión ‘para siempre’: la tierra se les dará
para siempre; un descendiente davídico, llamado por Dios ‘mi siervo David’, será su rey para
siempre; la alianza será una alianza eterna, es decir para siempre (en hebreo es la misma
palabra); el santuario, la morada de Dios, estará en medio del pueblo para siempre, signo de
la presencia del Señor en medio de su pueblo.
En un contexto en el que se habla de una alianza de paz, que será una alianza eterna, y
en la cual se repite solemnemente la formula característica del pacto, la mención al santuario
puede sorprender al lector. Nos preguntamos: ¿por qué el profeta insiste tanto sobre el
5

santuario y sobre la morada, vinculando estrechamente la realidad de la alianza con la del


santuario divino como signo de su presencia en medio a los hombres? Para entenderlo,
debemos abrir el segundo libro de la Biblia: el Éxodo.
EL SANTUARIO Y EL TEMPLO (Ex 40; 1Re 8)
En todas las religiones, el templo es el lugar sagrado donde la divinidad se manifiesta
a las personas. Es el templo el lugar del culto. Este mismo simbolismo se encuentra en el
Antiguo Testamento, donde, primero el santuario, después el templo de Jerusalén, son signos
de la presencia de Dios en medio de los hombres.6 Una finalidad emerge poco a poco en los
textos: Dios quiere establecer su morada en medio de los hombres, objeto especial de su
amor.
El santuario
En el periodo de los patriarcas, los israelitas no tenían templo, sino sólo lugares
sagrados donde ellos invocaban a su único Dios. Pero al final del Éxodo, Dios pide a Moisés
que construya la Morada o tienda del encuentro7 Allí, la gloria del Señor (YHWH) habitará en
medio a las doce tribus de Israel, durante su peregrinación por el desierto, hasta que lleguen a
la tierra prometida.
Moisés, tras las instrucciones recibidas por Dios, baja del monte y hace construir a
personas elegidas la morada-santuario. Dentro del santuario, en el santo de los santos fue
puesta el arca de la alianza, un cofre de madera recubierto de oro y transportable, que contenía
las tablas de la ley de Moisés, el tarro con el maná y el bastón de Aarón. El último capítulo
del libro del Éxodo describe, con todo detalle (vv.1-33), la morada que Moisés erige
siguiendo lo mandado por el Señor. En los últimos versículos, después de que Moisés haya
concluido ‘la obra’, término que evoca al lector la obra de la creación de Dios al inicio del
Génesis, se habla de la presencia de la gloria de Dios sobre el santuario:
Ex 40, 34-38: “Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la
Morada.

Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había instalado sobre
ella y la gloria del Señor llenaba la Morada. En todas las etapas del camino, cuando la
nube se alzaba, alejándose de la Morada, los israelitas levantaban el campamento.
Pero si la nube no se alzaba, ellos no se movían, hasta que la nube volvía a hacerlo.
Porque durante el día, la nube del Señor estaba sobre la Morada, y durante la noche, un
fuego brillaba en ella, a la vista de todo el pueblo de Israel. Esto sucedía en todas las etapas
del camino.
Estos últimos versículos dan fe de cómo para los israelitas el santuario era signo de la
presencia de Dios en medio del pueblo. Hay varios nombres con los que se designa al
santuario: morada, tienda del encuentro o del testimonio, tabernáculo. La presencia de Dios en
el santuario es sensible pero escondida: la gloria luminosa de Dios está oculta por la nube.
El santuario, durante su peregrinación cuarenta años por el desierto, ocupó siempre un
lugar central, tanto cuando las tribus acampaban, como cuando caminaban. El autor de la carta
a los Hebreos paragonará el santuario del desierto con Cristo, nuevo santuario no hecho por

6
Sobre el argumento, mira ‘Templo’, en X, León-Dufour, Vocabulario de teología bíblica, ed. Herder 1972. Pág.
879
7
Para hacerse una idea de cómo podía ser el tabernáculo construido por Moisés consulta:
https://www.youtube.com/watch?v=cxG4guyausU
6

manos de hombre, sumo sacerdote de un culto nuevo, mediador de la nueva alianza (cfr. Hb
9).
El Templo de Salomón
La convicción de que Dios habita en medio de su pueblo en el santuario, se retoma en
tiempos de Salomón. En el primer libro de los Reyes, Salomón – después de haber construido
el Templo- transfiere allí el arca de la alianza convirtiéndolo en su centro. Como sucedió con
el santuario en el desierto, la gloria de Dios tomó posesión del Templo y estableció allí su
morada.
1R 8 1-13 Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos
los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el
Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión.
Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním –el
séptimo mes– durante la Fiesta.
Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca, y subieron el
Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la
Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas.
Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del
Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular.
Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la
Casa –el Santo de los santos– bajo las alas de los querubines. Porque los querubines
desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus
andas. Las andas eran tan largas que sus extremos se veían desde el Santo, por delante del
lugar santísimo, aunque no se las veía desde afuera. Allí han estado hasta el día de hoy.
En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb,
había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su
salida de Egipto.
Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor, de manera que los
sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor
llenaba la Casa. Entonces Salomón dijo: «El Señor ha decidido habitar en la nube oscura.
Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre».
El rey Salomón, en el capítulo 8 del primer libro de los Reyes afirma: “he construido
la casa para el Nombre del Señor, Dios de Israel. He establecido un lugar para el arca, donde
está la alianza que el Señor había establecido con nuestros padres cuando les sacó de Egipto.”
(1Re8-20-21). Y, después de la bendición del pueblo, el mismo Señor afirma: ‘mi nombre
está allí’. El templo de Jerusalén será el centro del culto a YHWH: se irá a Jerusalén, al
templo, tres veces al año, por Pascua, por Pentecostés, para la fiesta de los Tabernáculos (o de
las tiendas). Es cierto que Salomón afirma que ‘los cielos de los cielos’ no pueden contener a
Dios (1Re 27), por lo tanto, tampoco el templo. Pero es la morada que Dios ha elegido para
manifestar, de alguna forma, su presencia. Y es cuanto Salomón, sucesor de David, espera
después de haber bendecido al pueblo, pero vinculando tal presencia de Dios a que se pongan
en práctica las enseñanzas y los mandamientos recibidos de parte del Señor:
¡Que el Señor, ¡nuestro Dios, esté con nosotros como lo estuvo con nuestros padres,
que no nos abandone ni nos rechace! ¡Que incline nuestro corazón hacia él, para que vayamos
por todos sus caminos y observemos sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes, que él dio
a nuestros padres! (1Re 8,57-58)
7

El salmo 46 da testimonio de la fe en la presencia de Dios en medio del pueblo (Sal


46, 8.12): Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, la más santa de las moradas del
Altísimo. Dios está en medio de ella: no podrá vacilar. Dios la socorre al despuntar la aurora.
(…) El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob (Sal 46,
5.6.8)
Los israelitas deseaban ir al Templo para encontrar al Dios viviente. Pero entrar en la
casa del Señor exige una vida recta según los mandamientos de Dios. El culto a Dios está
estrechamente unido a la vida, a la fidelidad a los caminos indicados por YHWH, como lo
afirma el salmo 15 (14). Pero el culto puede volverse vacío y superficial. Es lo que denuncian
los profetas, particularmente Jeremías quien anuncia la destrucción del templo y Ezequiel en
una visión ve la gloria de YHWH abandonar el primer templo. Cuando Nabucodonosor ocupó
Jerusalén, destruyó el Templo de Salomón, llamado también el Primer Templo. Esto supuso
una verdadera catástrofe nacional. Sin Templo, no existía un lugar donde ofrecer culto a Dios.
Pero he aquí que el profeta Ezequiel promete la reconstrucción de un nuevo Templo.
Promesa del nuevo Templo (Ez 40-47)
En el capítulo 40 del libro de Ezequiel, el profeta que está en el exilio en Babilonia es
llevado en una visión a Jerusalén. Allí tiene la majestuosa visión de la reconstrucción del
nuevo Templo. Precedentemente el profeta había visto la gloria de Dios que dejaba el templo,
que después sería destruido. En el capítulo 43, el profeta contempla la gloria del Señor que
toma posesión del nuevo Templo.
Ez 43 1-9 El hombre me llevó hacia la puerta que miraba al oriente, y yo vi que la
gloria del Dios de Israel venía desde el oriente, con un ruido semejante al de las aguas
caudalosas, y la tierra se iluminó con su Gloria. Esta visión era como la que yo había visto
cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como la que había visto junto al río Quebar.
Entonces caí con el rostro en tierra.
La gloria del Señor entró en la Casa por la puerta que daba al oriente. El espíritu
me levantó y me introdujo en el atrio interior, y yo vi que la gloria del Señor llenaba la
Casa. Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía de pie
junto a mí. La voz me dijo: «Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se
asienta la planta de mis pies. Aquí habitaré para siempre en medio de los israelitas. El
pueblo de Israel no profanará más mi Nombre: ni ellos ni sus reyes con sus prostituciones, ni
los cadáveres de sus reyes con sus tumbas. Al poner su umbral junto al mío y los postes de sus
puertas al lado de los míos, con un simple muro de por medio, los israelitas mancharon mi
santo Nombre con las abominaciones que cometieron, y yo los devoré con mi indignación.
Pero, de ahora en adelante, alejarán de mi sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo
habitaré en medio de ellos para siempre.
En el capítulo 37, Dios ya había afirmado: “En medio de ellos estará mi morada; yo
seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (v.27). En los capítulos posteriores se hablará de la
‘casa del Señor’ y, en el capítulo 47, Ezequiel describe el río de agua que brota en el lado
derecho del templo: un río inabarcable cuyas aguas llevan nueva vida, sanándolo todo. Allí
donde llega el torrente de agua viva todo revivirá. El libro de Ezequiel se concluye con la
profecía de la reconstrucción del nuevo templo, con la gloria de Dios que toma posesión
nuevamente de él, y la vocación última de la ciudad Jerusalén, ciudad santa, ciudad de Dios.
Después de haber descrito las puertas de la nueva ciudad, el Señor afirma: la ciudad de aquel
día en adelante se llamará: ‘el Señor está allí’, en hebreo: ¡Adonai Shammà! (Ez 48,35).
‘Y yo habitaré en medio de ellos’
Nos ocupamos ahora de la expresión: ‘y habitaré en medio de ellos’. Esta forma verbal
aparece en algunos libros de la Biblia hebrea. La primera vez lo hace en Ex 25,8. Después de
8

la celebración de la alianza, el Señor –apareciéndose en la nube de su gloria- pide a Moisés


que suba al monte Sinaí (cfr. Ex 24,16-18). Inicia así un discurso de Dios en el que describe a
Moisés el proyecto del santuario:
Con todo esto me harán un Santuario y yo habitaré en medio de ellos. En la
construcción de la Morada y de todo su mobiliario te ajustarás exactamente a los modelos que
yo te mostraré. (Ex 25,8-9)
La expresión se repite en la conclusión del capítulo 29,43-46; siendo siempre Dios
quien habla a su elegido:
Allí también me encontraré con los israelitas, y ese lugar será consagrado por mi
gloria. Yo consagraré la Carpa del Encuentro y el altar. También consagraré a Aarón y a sus
hijos para que sean mis sacerdotes. Yo habitaré en medio de los israelitas y seré su Dios.
Entonces ellos sabrán que yo, el Señor, soy su Dios, el que los hice salir de Egipto para
habitar en medio de ellos. Yo soy el Señor, su Dios.
La encontramos, después, en el primer libro de los Reyes. En un mensaje que Dios
mismo dirige a Salomón, antes de la construcción del templo:
Esta palabra del Señor fue dirigida a Salomón:
‘Respecto al templo que estás construyendo, si caminas según mis leyes, si sigues mis normas
y observas todos mis mandamientos, caminando por ellos, yo confirmaré mi palabra en favor
tuyo, la que anuncié a David tu padre. Yo habitaré en medio de los israelitas; no abandonaré a
mi pueblo Israel’.
En este pasaje, la construcción de una casa para el Señor, deseada ya por David,
parece secundaria ya que se pone el acento sobre el caminar según las palabras de Dios, sobre
el poner en práctica sus mandamientos. Ese habitar de Dios en medio de los Israelitas parece
vinculado al caminar por sus caminos, más que a la edificación del Templo. El Templo y el
culto tienen sentido, si se vive en la alianza con Dios. Viene a confirmar lo anterior la
siguiente crítica feroz de Jeremías:
Fue dirigida a Jeremías esta palabra del Señor: ‘párate delante de a puerta del templo
del Señor y pronuncia este discurso: Escuchad la palabra del Señor, todos vosotros de Judá
que atravesáis estas puertas para postraros delante del Señor. Así dice el Señor Dios de los
ejércitos, Dios de Israel: haced que vuestra conducta y vuestras acciones sean buenas, y yo os
haré habitar en este lugar (TOB: para que yo pueda hablar con vosotros en este lugar). No
confiéis en palabras engañosas repitiendo: ‘¡Este es el templo del Señor, el templo del Señor,
el templo del Señor!’ Si de verdad hacéis que vuestra conducta sea buena y vuestras acciones,
si practicáis la justicia los unos con los otros, si no oprimís al extranjero, al huérfano y la
viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar y para vuestra desgracia no seguís a
dioses extranjeros, yo os haré habitar en este lugar (TOB: yo podré habitar con vosotros en
este lugar), en la tierra que di a vuestros padres desde siempre y para siempre.
Encontramos una vez más esta expresión en Ezequiel. El primer templo de Jerusalén
ha sido destruido, abandonado por la gloria de Dios. Y he aquí que la gloria del Señor vuelve
para tomar posesión del nuevo templo.
Entonces, el hombre me condujo hacia la puerta que mira a oriente y he aquí que la
gloria del Dios de Israel venía de oriente y su estruendo era como el ruido de aguas
caudalosas y la tierra resplandecía de su gloria. La visión que yo vi era parecida a la que
había visto cuando vino para destruir la ciudad y parecida a la que había visto junto al rio
Quebar. Yo caí con el rostro por tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta
que mira a oriente. Entonces me arrebató el espíritu y me condujo al atrio interior. La gloria
9

del Señor colmaba el templo. Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo, mientras
aquel hombre seguía de pie a mi lado, y me decía: ‘Hijo de hombre, este es el lugar de mi
trono, el sitio donde apoyo mis pies, y donde voy a residir para siempre en medio de los
hijos de Israel. La casa de Israel, el pueblo y sus reyes ya no volverán a profanar mi nombre
santo con sus fornicaciones, ni con los cadáveres de sus reyes difuntos. Al poner su umbral
junto a mi umbral y las jambas de sus puertas junto a las mías –ellos y yo pared por medio-
profanaron mi nombre santo con las acciones detestables que cometieron. Por eso los
consumió mi ira. Pero ahora pondrán lejos de mi sus fornicaciones y los cadáveres de sus
reyes, y habitaré en medio de ellos para siempre.
También en Ezequiel, esta presencia de Dios en medio del pueblo está vinculada a la
gloria de Dios presente en el templo. Dios podrá nuevamente habitar en medio de su pueblo,
siempre y cuando los israelitas sean nuevamente fieles a Dios y no a sus ídolos.
En los primeros ocho capítulos del profeta Zacarías, que datan entre el 520 y el 518
a.C., se anuncia un futuro de salvación para el pueblo. Dios estará nuevamente presente en
medio de su pueblo. Durante estos capítulos la expresión se repite tres veces (Za 2,14-15;8,3):
Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti –
oráculo del Señor–. Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para
él y habitarán en medio de ti. 8¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos! El
Señor tendrá a Judá como herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a
Jerusalén. ¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque él surge de su santa
Morada! (Za 2, 14-17)
En el capítulo octavo, el profeta anuncia nuevamente su venida en medio del pueblo:
su morada está en Jerusalén (Za 8,3); esta vez, la buena noticia está estrechamente unidad a la
renovación de la alianza (vv. 7-8):
La palabra del Señor fue dirigida en estos términos:
“Así dice el Señor Dios de los ejércitos: siento celos de Sión, unos celos terribles;
siento por ella pasión, una pasión enorme.
Así dice el Señor: volveré a Sión, habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén será
llamada ‘ciudad fiel’ y el monte del Señor de los ejércitos ‘monte santo’ (8,1-3).
Así dice el Señor de los ejércitos: voy a salvar a mi pueblo de oriente a occidente:
voy a traerlos para que moren en medio de Jerusalén; serán mi pueblo y yo seré su
Dios con fidelidad y justicia (8,7-8).
Los versículos finales (20-23) de este capítulo están abiertos a una gran universalidad,
parecida a la del profeta Isaías:
“Así dice el Señor Dios de los ejércitos: todavía vendrán pueblos y habitantes de
grandes ciudades. Los habitantes de una ciudad se irán a la otra diciendo: ‘vamos
a suplicar al Señor, a encontrar al Señor de los ejércitos. ¡También yo quiero ir! Y
así vendrán pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar
al Señor de los ejércitos y suplicarle.
Así dice el Señor de los ejércitos: en aquellos días, diez hombres de todas lenguas
de las naciones asirán por la orla del manto a un judío diciendo: ‘queremos ir con
vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros’.”
Después del decreto de Ciro, muchos de entre los exiliados en Babilonia volvieron a
Jerusalén y reconstruyeron el Segundo Templo (concluido probablemente en el 515 a. C.),
8
NdT En otras traducciones: Yo habitaré o El habitará en medio vuestro.
10

que después Herodes el Grande, a partir del 19 a.C., reconstruyó dándole nuevo esplendor9.
Pero cada vez se va tomando más conciencia de que Dios reside en un templo no hecho por
manos humanas, del que el templo terrestre es sólo una imagen imperfecta. El autor del libro
de la Sabiduría pone estas palabras en boca de Salomón: “me has pedido que te construya un
templo sobre tu santo monte, un altar en la ciudad de tu morada, imagen de la tienda santa que
te habías preparado desde el principio” (Sab 9,8). No vamos acercando a grandes pasos a la
época de Jesús.
La sabiduría de Dios planta su tienda entre los hombres
En algunos libros sapienciales –Proverbios, Eclesiástico y Sabiduría- los autores
presentan la Sabiduría de Dios. Los evangelistas volverán a leer algunos pasajes a la luz de
Jesús de Nazaret, reconociendo en Él a la Sabiduría de Dios. Leeremos algunos textos, que
nos ayudarán a individuar diversos elementos que emergen de la reflexión sapiencial del
Antiguo Testamento y son esclarecedores para el tema que estamos tratando.
El libro de la Sabiduría (Sb 7,24-28) presenta la Sophia de Dios mientras crea el mundo.
Reflejo de la luz de Dios, ella es artífice de la creación. El prólogo de Juan afirmará que a
través del Verbo de Dios todas las cosas fueron creadas (cfr. Jn 1, 3). Para el tema que
estamos desarrollando, muy bello y significativo es el pasaje de Si 24,1-22 en el que la
Sabiduría personificada hace su elogio y se presenta:
“1La Sabiduría hace su propio elogio, en medio de su pueblo proclama su gloria.
2En la asamblea del Altísimo abre la boca, delante de sus anfitriones proclama su
gloria: 3’Yo salí de la boca del Altísimo y como niebla cubría la tierra. 4Yo puse
mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nubes. 5Yo sola recorrí la
bóveda del cielo y me paseé por la profundidad de los abismos. 6Sobre las olas
del mar y sobre toda la tierra, sobre todos los pueblos y naciones se extendía mi
dominio. 7En todos ellos busqué donde descansar, una heredad donde
establecerme. 8Entonces el creador del universo me dio una orden, el que me
había creado me hizo plantar la tienda y me dijo: ‘Fija la tienda en Jacob y
sea Israel tu heredad’. 9Antes de los siglos, desde el principio, él me ha creado, y
existiré por los siglos de los siglos. 10Oficié en la tienda10 santa delante de él y así
me estableceré en Sión. 11Me ha hecho habitar en la ciudad amada y en Jerusalén
está mi poder. 12He puesto mis raíces en medio a un pueblo glorioso, en la
porción del Señor está mi heredad. 13He crecido como cedro del Líbano, como
ciprés en las montañas del Hermón. 14He crecido como palmera de Engadí y
como plantel de rosas en Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano
he crecido. 15Como cinamomo y bálsamo he difundido perfume, como mirra
exquisita he expandido aroma, como gálbano y ónice y estacte, como nube de
incienso en la Tienda. 16Como terebinto he extendido mis ramas, un ramaje
hermoso y espléndido. 17Como vid lozana he retoñado, y mis flores dan frutos de
gloria y riqueza. 18Yo soy la madre del amor bello y del temor, del conocimiento
y de la santa esperanza; eternamente, he sido dada a todos mis hijos, a aquellos
que han sido elegidos por él. 19Acercaos a mí, los que me deseáis, y saciaros de
mis frutos, 20porque mi recuerdo es más dulce que la miel, poseerme vale más
que los panales de la miel. 21Los que me comen aún tendrán más hambre y
cuantos beben de mí aún sentirán más sed. 22Quien me obedece no se
avergonzará, quien cumple mis obras no pecará”.

9
Una reconstrucción del Segundo Templo, en tiempos de Jesús:
https://www.youtube.com/watch?y=HHLD6RXVLaM
10
El término griego σκηνή, skené, traduce el hebreo , miškān: la morada del desierto contenía en su
interior, el arca de la alianza con las tablas de la Ley.
11

En este texto de alta poesía, la Sabiduría de Dios narra su viaje, que tiene como punto
de partida el Cielo y como punto de llegada la búsqueda de un lugar donde habitar. El texto
subraya que la Sabiduría es la sabiduría creadora con la que el Señor crea todas las cosas.
Entre los diferentes pueblos y naciones de la tierra, la Sabiduría busca un pueblo donde
descansar y el Creador le da una orden: la de fijar su tienda en Jacob, de morar en Sión, en el
corazón de la ciudad santa, Jerusalén.
En Isaías 63,16-19 existía ya una súplica; el pueblo implora al Señor, invocado como
padre nuestro y nuestro redentor, que desgarre los cielos y baje a la tierra:
“¡Tú eres nuestro Padre, porque Abrahán no nos reconoce ni Israel se recuerda de nosotros!
Tú, Señor, eres nuestro padre, te llamas ‘redentor’ desde siempre. ¿Por corazones lejos de tu
temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. ¿Por qué los malvados
han destruido tu santuario? Estamos igual que antaño, como cuando no nos gobernabas, no se
nos reconoce por tu nombre. ¡Ah! ¡Si rompieses los cielos y bajases! Delante de tu faz los
montes se derretirían.
Se expresa así el deseo de que, nuevamente, Dios venga a habitar entre los hombres. El autor
del prólogo de Juan, en su canto teológico a la encarnación del Logos, con mucha
probabilidad ha querido vincular el Logos, además que a la Palabra de Dios (cfr. Is 55),
también a la Sophia vesterotestamentaria, celebrada en el texto del Sirácida, por tanto, se
cumple el movimiento de descenso, ya en progreso en varios textos de la Escritura hebrea:
Y el Verbo se hizo carne y vino a habitar en medio de nosotros (καὶ ἐσκήνωσεν ἐν ἡμῖνy)
nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito lleno de
gracia y de verdad (Jn 1,14).
Además, tenemos que decir una palabra sobre el himno de alabanza que la Sabiduría hace de
sí en el libro de los Proverbios (cfr. Pr 8). El autor presenta la Sabiduría divina como una
figura, conectada a Dios, pero distinta de Él (cfr. Pr 8,22ss.). Se describe la obra de la
creación como obra de la Sabiduría:
“Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del
abismo” (Pr 8,27).
En este pasaje, el Dios Creador es diferente de la Sabiduría, representada o como un
arquitecto que participa en la obra de la creación o bien como una joven que danza delante de
Dios: la creación es vista como una admirable danza sagrada. La Sabiduría – en hebreo,
hokma, y en griego sophia- danza ante el Dios creador, pero pone sus delicias entre los hijos
de los hombres:
El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Yo fui
formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Yo nací
cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas. Antes que
fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací, cuando él no había hecho aún
la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo. Cuando él afianzaba el cielo, yo
estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano, cuando condensaba las nubes en lo
alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano, cuando fijaba su límite al mar para que
las aguas no transgredieran sus bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra, yo estaba a
su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo
tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los
hombres. Y ahora, hijos, escúchenme: ¡felices los que observan mis caminos! Escuchen la
instrucción y sean sabios: ¡no la descuiden! ¡Feliz el hombre que me escucha, velando a mis
puertas día tras día y vigilando a la entrada de mi casa! Porque el que me encuentra ha
encontrado la vida y ha obtenido el favor del Señor; pero el que peca contra mí se hace daño a
sí mismo y todos los que me odian, aman la muerte.
12

(Pr 8, 22-36).
La Sabiduría de Dios, presente desde la creación del mundo, pone sus delicias entre
los hijos de los hombres. La Escritura, a través de la prefiguración de la Sabiduría de Dios,
tanto en los textos de la biblia hebrea como en la traducción griega de los Setenta, prepara ya
el movimiento de la encarnación del Hijo eterno que vendrá a poner su morada en medio de
los hombres.
La Torá y la presencia de Dios
Llegados a este punto de nuestro recorrido, me parece oportuno hacer referencia a la
Torá oral, que se puso por escrito en los primeros siglos después de Cristo, porque en algunos
textos se habla de la presencia de Dios, la llamada Shekhinah, entre un grupo de personas que
compartían las palabras de la Torá. Para profundizar más sobre el argumento os remito a los
artículos de Joseph Sievers11.
La Torá –término que significa, no tanto ley (en el sentido que lo entendemos nosotros
subrayando el aspecto jurídico) sino más bien enseñanza, instrucción recibida de parte de
Dios para vivir la alianza y caminar por las vías de Dios- ha tenido siempre una gran
importancia dentro del pueblo hebreo. Constituye su identidad profunda. Como decíamos más
arriba, las tablas de la ley, estaban dentro del arca de la alianza en la parte más sagrada de la
tienda-tabernáculo, el sancta santorum. Los israelitas se comprometieron solemnemente,
convirtiéndose en socios de la alianza con Dios, a poner en práctica sus palabras,
mandamientos y enseñanzas. Y, poniendo en práctica las Diez Palabras, es posible restaurar
entre los hombres el shalom de Dios. Pero junto a la Torá escrita, ha existido siempre una
Torá oral. Por brevedad, me limito aquí simplemente a citar algunos textos de la tradición
rabínica que hablan de la Presencia de Dios entre dos o más. El primero es un textos sacado
de la Mishnah12:
“Rabí Chananya Ben Teradyon dice: Si dos personas se sientan juntas y entre ellas no hay
palabras de la Torá, entonces ésta es una compañía de arrogantes como está dicho (Sal 1,1):
(Dichoso el hombre que no se) sienta… con los arrogantes”.13 Pero si dos se sientan juntos y
entre ellos están (dichas) palabras de la Torá, entonces la Presencia Divina (Shekhinah)
permanece con ellos, como está dicho (Mi 3,16): Entonces hablaron entre sí quienes temen a
Dios. El Señor puso el oído y les escucho: un libro de memorias fue escrito delante de él para
aquellos que lo temen y que honran Su Nombre”14.

11
En particular el artículo: «Donde dos o tres…»: el concepto rabínico de «Shekhinah» y Mateo 18, 20, Nuova
Umanità 1982-20, pp. 56-71. En esta aportación suya, el autor define así la Shekhinah: «La literatura rabínica
expresa comúnmente la idea de la presencia de Dios mediante la palabra Shekhinah. Es un sustantivo femenino
abstracto, derivado del verbo Shakan, que significa habitar, permanecer, reposar, esperar. Este verbo, y sus
derivaciones, son usados frecuentemente en el Antiguo testamento para referirse a Dios y a su santuario.
Shekhinah, en cambio, no se encuentra nunca en la Biblia hebrea o, por cuanto me consta, en los Manuscritos del
Mar Muerto» (cf. p. 56).
12
La Mishnah, es un término hebreo que significa ‘repetición’ o ‘estudio’, es el nombre que se da a la
codificación más antigua de la Torá oral. Junto a la Gemara, que recoge comentarios posteriores sobre la misma
Mishnah, forma el Talmud. Entre el 400 a. C. y el inicio de la era cristiana, las leyes bíblicas (cfr. Torá) fueron
estudiadas intensamente y aplicadas a las nuevas situaciones. Este material, ampliamente transmitido por vía oral
es conocido como Torá oral, ayudaba a definir el significado de las leyes bíblicas. Después de la caída de
Jerusalén y la destrucción del Templo en el 70 d. C, los estudiosos hebreos continuaron elaborando y
sistematizando la Torá oral. Entre el 200 y el 220 d. C. Rabbi Judah Ha-Nasi emprendió una recopilación escrita
de las tradiciones más fiables: nace así la Mishnah.
13
Aquí hace referencia a los primeros versículos del Salmo 1,1-2 “Dichoso el hombre que … medita (o lee) la
Ley día y noche.
14
M. Avot 3,2; cfr. http://www.sefaria.org/Pirkei_Avot.3.2?lang=en&wih=all&lang2=en;
13

El segundo texto está sacado de la Mekhilta de Rabí Ishmael, un misdrash –es decir,
un método para le exégesis de la Escritura, típico de la tradición hebrea- sobre el libro del
Éxodo en el que aparece la siguiente sentencia atribuida a los sabios:
Donde diez personas se juntan en una sinagoga, la Shekhinah está con ellos, como se
ha dicho: “Dios se levanta en la asamblea divina” (Sal 82,1).
Una máxima parecida ha sido atribuida al Rabí Chalafta de Seffori en Avot de Rabí
Nathan,15 en la cual se alude a la presencia de la Shekhinah entre ‘dos o tres que se reúnen en
el mercado y entre ellos hablan de la Torá’. En la versión escrita, estos textos, junto a otros,
son todos posteriores al Nuevo Testamento, pero como afirma Joseph Sievers: “La idea de la
Shekhinah entre dos personas, …, es un concepto que se puede encontrar en el siglo primero.
(…) Pero es razonable suponer que la presencia de la Shekhinah entre al menos diez personas,
existía mucho antes”.16
Una palabra para concluir
Intentamos recoger el fruto de esta incipiente búsqueda que –siguiendo el filón de la
presencia de Dios en medio de los hombres- ha reunido varios textos de la Escritura sagrada
de los hebreos. Hemos partido del jardín del Edén, en el que Dios convivía con el hombre y la
mujer al inicio de la creación. Tal alianza primordial se rompió con la desobediencia de los
orígenes. Después nos fijamos en el tema de la alianza: Dios establece un pacto con Noé, con
Abrahán, con Moisés, hasta la promesa que Dios hace de una nueva alianza, una alianza de
paz, una alianza que subsistirá para siempre. La fórmula típica de la alianza expresa
precisamente este deseo-voluntad de amor de Dios que quiere habitar en medio de su pueblo:
Yo será vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.
En Ezequiel hemos constatado que el tema de la alianza está unido al del santuario.
Por ello hemos vuelto al libro del Éxodo, para entender cuánto el santuario-morada querido
por Dios es signo tangible y concreto de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Algo
semejante sucede con la construcción del Primer Templo y, en Ezequiel, con la promesa del
nuevo Templo. Pero un templo de piedra no puede contener la presencia del Dios altísimo,
porque los cielos de los cielos no pueden contener al Dios del universo. Después hemos
explorado, en varios textos, la expresión ‘y-yo-habitaré en medio de ellos’, para llegar más
tarde a la literatura sapiencial que nos ofrece el retrato de la Sabiduría de Dios que encuentra
sus delicias en habitar entre las personas, en particular en medio del pueblo de Israel. Un
último estudio nos ha llevado a citar varios pasos de la Torá oral, en la que se habla de la
Shekhinah, la presencia de Dios, no sólo en el Templo, sino también entre dos o más personas
que tienen entre ellas las palabras de la Torá.
Ha llegado el momento en que un niño, el Verbo de Dios encarnado, traiga al mundo una
presencia impensable y extraordinaria, en su misma persona, en medio de los hombres.
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un
hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel. (Is 7,14).

Giovanna María Porrino, IUS Montet, 30 octubre 2019

15
Tratado extra-canónico de la literatura rabínica.
16
J. Sievers, art. Cit. pág. 61.

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