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TEMA 1 - LA CLASE MAGISTRAL

1.- INTRODUCCIÓN y PRESENTACIÓN


En este primer tema de la asignatura vamos a analizar la historia del método
expositivo tradicional, sus claves y su evolución a lo largo del tiempo. Para
definir esta idea, podemos asimilar método expositivo tradicional al concepto de
clase magistral, aunque, si bien es cierto, este último puede ser más amplio, ya
que comprende también la exposición de un tema muy específico por una
persona de renombre experta en su campo. En una primera definición, Bloch
(2000) define la clase magistral como la exposición más o menos continua de
un orador con el objetivo de que el público aprenda algo.
A lo largo de este proceso, justificaremos la necesidad de un cambio de
planteamiento por parte de los docentes de las clases magistrales para
adaptarlas al contexto actual, y lo que es más importante, para incrementar la
motivación del alumnado para con la asignatura y así producir aprendizajes
más significativos. Es decir, aprendizajes que perduren en el tiempo. Esto
coincide plenamente con lo expresado por Tovar (2005), que defiende que el
proceso de enseñanza-aprendizaje es todo un conjunto de relaciones que va
más allá de la recepción y transmisión de la información.
Es importante no confundir la idea que vertebra este tema. No
abogaremos en ningún momento por la extinción de la clase magistral como
tal, ya que es una herramienta en ciertos momentos indispensable para la
explicación de según qué conceptos e ideas. Lo que sí plantearemos será la
necesidad de una reconversión de esa clase magistral, que todos imaginamos
como aburrida, tediosa, unidireccional y plana, en una clase magistral
bidireccional, que se desarrolle en un ambiente más interactivo, donde se
generen retos y curiosidades y exista un debate enriquecedor para todos. En
cierta forma, y esto lo veremos más adelante, defenderemos una vuelta a los
orígenes de la docencia magistral.

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2.- CAMBIAR: ¿QUÉ?, ¿POR QUÉ? ¿PARA QUÉ?
Pecaríamos de superficiales si defendiéramos un cambio de metodología
docente y no la justificáramos adecuadamente. Esta justificación se puede dar
en varios planos, como, por ejemplo: legislativo o teórico, pero en esta sección
nos vamos a limitar a lo que podemos llamar una justificación social para la
necesidad de dicho cambio metodológico.
Nuestra sociedad cambia a marchas forzadas. Este un hecho
indiscutible que, nos guste más o menos, tiene una influencia fundamental en
la forma de ejercer nuestra labor docente. Así, si bien tradicionalmente la
educación se correspondía con esa imagen que todos tenemos de la clase
magistral con maneras de enseñar muy rígidas, focalizadas única y
exclusivamente en el docente y donde los estudiantes eran meros receptores
pasivos de conocimiento, en un momento actual tan cambiante esta forma de
proceder está claramente obsoleta. Bauman, Z. (2007) con el concepto de
“Modernidad líquida” describió de forma acertada cómo nuestra sociedad está
definida como una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a
factores educativos, culturales y económicos.
De acuerdo con esto, las necesidades educativas de nuestra sociedad,
de nuestra vertiginosa sociedad, difieren mucho por ejemplo de aquella de hace
20 años, y no digamos de una sociedad como la de Revolución Industrial.
Asumiendo esto, no parece lógico mantener las mismas metodologías ahora
que entonces. Así, la educación actual debe ser capaz del desarrollo de
individuos de su tiempo, con capacidades y habilidades creativas, y lo que
quizás sea más importante, con una capacidad crítica relevante para sobrevivir
al exceso de información al que nos vemos continuamente sometidos.
Centrándonos más en el aspecto metodológico, es importante señalar
que este cambio no debe suponer una adopción acrítica de cualquier supuesta
innovación educativa. No debemos dejarnos llevar por modas pasajeras sin
sustento científico alguno. Sin embargo, sí existe un amplio consenso en la
comunidad educativa en que la metodología empleada hasta ahora, que deriva
de una concepción positivista y conductista de la educación, carece de sentido
en los tiempos que corren. Ya no solo por el argumento que esgrimíamos
anteriormente de la velocidad a la que se suceden los cambios en nuestra
sociedad, sino también por su ineficacia a la hora de generar aprendizajes
significativos.
Como contraposición a este enfoque conductista, la Educación actual
intenta promover metodologías de base constructivista donde el centro de
gravedad de la clase (el punto de referencia) pasa del docente a los alumnos. Si
anteriormente el rol de los alumnos era meramente pasivo, en esta nueva forma
de entender el proceso de enseñanza-aprendizaje, su papel es activo, siendo los

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responsables de construir su propio conocimiento. Así, el rol de docente pasa
de ser el de mero transmisor de información al de guía para la consecución de
un aprendizaje significativo por parte de los estudiantes. Esto, insistimos una
vez más, no es incompatible con el uso de la clase magistral como herramienta
educativa, pero sí supone una reformulación de ésta.
Las distintas leyes educativas que hemos tenido han recogido de una u
otra forma este cambio de perspectiva educativa. Así, la LOE en su preámbulo
recoge: “…la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio
de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta
indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y
justas.”. En sus tres principios básicos recoge la necesidad de:
i. proporcionar una educación de calidad para todos,
ii. la participación de toda la comunidad educativa para lograr dicho
propósito,
iii. el compromiso con los objetivos planteados por la Unión Europea.
Establece, además, que los docentes deben “…adaptar el currículo y la
acción educativa a las circunstancias específicas en que los centros se
desenvuelven” y para ello se necesita una renovación conceptual y práctica
sobre el desarrollo del trabajo en el aula. Del mismo modo, la LOMCE defiende
que “El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación. El aprendizaje
en la escuela debe ir dirigido a formar personas autónomas, críticas, con
pensamiento propio.”

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3.- HISTORIA DE LA CLASE MAGISTRAL
El origen de la clase magistral, también denominada conferencia, lo
encontramos en la tradición oral del aprendizaje, cuando el conocimiento se
transmitía oralmente de una generación a la siguiente y sólo era accesible a
una élite social. Así, buscando un comienzo para esta forma de enseñanza, nos
podemos remontar tanto como queramos en el tiempo, ya que somos seres
orales y la palabra siempre ha tenido un papel preponderante en la
configuración de quienes somos. Chamanes, hechiceros, o gurús de cualquier
tribu en cualquier cultura, transmiten oralmente los conocimientos necesarios
para la vida desde tiempo inmemorial.

https://www.youtube.com/watch?v=mWFqtxI4NKM

Si avanzamos en el tiempo y recalamos en la antigua Grecia (civilización


con una indudable influencia en nuestra cultura actual), la tradición oral jugaba
un papel preponderante en la transmisión de conocimientos. Tanto es así que
ciudadanos de todo tipo se reunían en el Ágora (del griego ἀγορά, asamblea, de
ἀγείρω, ‘reunir’) para comerciar y discutir sobre la cultura y la política de la vida
social de los griegos. Asimismo, como hecho fundamental debemos hacer
referencia a fundación por parte de Platón alrededor del 387 a.C. de La
Academia (en griego, Ἀκαδήμεια). Ésta fue una escuela filosófica situada en
los jardines del Academo en Atenas dedicada a la investigación y

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profundización del conocimiento. Es considerada como un antecedente de las
actuales Universidades. En la Academia, el conocimiento se transmitía de
forma oral, pero se construía en base a la discusión y al diálogo. Las principales
disciplinas de estudio eran la medicina, la astronomía, la retórica y, por
supuesto, la geometría. De hecho, tanto es así que en su frontispicio figuraba
una celebre inscripción que rezaba lo siguiente: “No entra nadie aquí que no
sepa geometría”. El peso de La Academia en el mundo occidental es indudable;
solo es necesario atender a algunos de sus alumnos más famosos como, por
ejemplo, Aristóteles, Eudoxo de Cnidos, Heráclides Póntico, el emperador
Juliano, Basilio de Cesarea y Gregorio Nacianceno, todos ellos sin contar a un
joven Alejando Magno.
Evidentemente, en el Imperio romano también tuvo una profunda
influencia la tradición oral en la transmisión de conocimientos, pero el siguiente
hito al que tenemos que atender en esta breve historia tiene lugar en los siglos
XII-XIII con la fundación de las primeras universidades. En estas, por un lado, se
realizaba una labor de investigación, es decir se gestaba el conocimiento, y por
otro, se transmitía de forma oral. Esto es así, porque, aunque el conocimiento
atesorado durante tantos siglos se recopilaba en libros, estos eran
tremendamente escasos y por tanto muy valiosos. Tanto es así, que la
reputación de las universidades recaía en gran medida en la calidad de su
biblioteca. No podemos olvidar que la imprenta no fue inventada hasta
mediados del siglo XV por Johann Gutenberg. En este contexto, solemos
pensar que el método de enseñanza en estas Universidades era meramente
expositivo, en consonancia con lo que hoy en día entendemos por clase
magistral. Pero nada más lejos de la realidad. El llamado método escolástico;
modelo de enseñanza que rigió en la Edad Media, constaba de tres etapas bien
diferenciadas: la "lectio" (lección-lectura), la "quaestio" (cuestión) y la
"disputatio" (discusión-debate).

i. Lectio (lectura). Se basaba en la creación de comentarios más o


menos literales de textos de autoridad principalmente bíblicos. Existían tres
niveles de profundidad: litera, para una copia literal, sensus, para extraer el
sentido, y sententia, para formular una conclusión. Podemos decir que enseñar
era principalmente enseñar a leer. La lectio marcó el sistema de aprendizaje de
las escuelas medievales de los siglos VI a XI.

ii. Quaestio (pregunta). Fue Pedro Abelardo el que, en su obra Sic et


Non (1122-1126) utilizó por primera vez esta categoría al someter a juicio
sentencias que la tradición consideraba verdaderas, pero que, sin embargo, a la
vista de la nueva sociedad, se presentaban como aparentemente
contradictorias. Así, en el prólogo de su obra puede leerse: “Algunas
afirmaciones (de los santos Padres), por la divergencia que parecen tener,
oscurecen la verdad y suscitan la cuestión” y concluye: “porque dudando
venimos a la búsqueda y buscando percibimos la verdad”. Así, el

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cuestionamiento de los textos no era propiamente crítico, sino que se ocupaba
en la resolución de dudas y posibles conflictos entre distintas copias del
mismo manuscrito, así como en dilucidar diferencias interpretativas.

iii. Disputatio (discusión). A partir de las quaestiones, surgió de forma


natural la Disputatio, en la que se consolida el método dialéctico. Esta se
basaba en la lectura de los textos frente a otros académicos y en la defensa de
las argumentaciones de forma oral frente a críticas y contrargumentaciones. En
términos actuales, esta categoría se asemeja mucho a la defensa de un trabajo,
por ejemplo, de un trabajo de fin de grado o de una tesis doctoral, frente a un
tribunal de expertos. Dentro de la vida académica de la época, estas Disputatio
las había ordinarias, es decir, programadas regularmente, y otras solemnes en
fechas señaladas del curso académico y en presencia de todos los maestros y
alumnos de la Universidad.
Teniendo esto en cuenta, podemos constatar que, quizás para nuestra
sorpresa, el método que seguían los filósofos de la Edad Media no se basaba
exclusivamente en una lectura acrítica de los textos, sino que también tenían
muy en cuenta posibles opiniones divergentes y críticas fundamentadas. Así, se
separaban en columnas separadas los pros y contras de la cuestión tratada
extrayendo de ellas conclusiones, lo verdadero y lo falso, así como las
argumentaciones y contrargumentaciones del tema en cuestión. Esto no deja
de ser una vuelta a la dialéctica platónica y, por tanto, una mejora del proceso
deductivo y de intuición racional propio de la filosofía aristotélica con la
inclusión de la contraposición de ideas y opiniones contrarias. No podemos
dejar de insistir en qué es lo importante de este método: no es tanto la lectura
de textos, sino el ejercicio racional y discursivo propio de la contraposición de
opiniones, la dialéctica, tanto con otros filósofos como con uno mismo.
Si damos un salto hasta nuestros días, podemos comprobar que la clase
magistral actual, aunque tiene su origen en el método escolástico propio de la
Edad Media, que es un ejercicio meramente transmisivo. En otras palabras, solo
la etapa de la Lectio descrita anteriormente se ha mantenido, obviando tanto la
Quaestio como la Disputatio. La vigencia de la clase magistral hoy en día (una
clase magistral que podemos calificar como incompleta, de acuerdo con
nuestro análisis anterior) no deja de ser sorprendente, ya que vivimos inmersos
en una era digital donde los avances técnicos, tecnológicos y por supuesto
sociales, demandan otro tipo de metodologías de enseñanza para la
adquisición de conocimientos y desarrollo de competencias. Quizás, podemos
aventurar que algunas razones de dicha vigencia sean:
I. La aversión al cambio de metodologías por parte de los docentes,
en particular, si les saca de su zona de confort.
II. Unido a lo anterior, la falta de formación de los docentes, así
como un alto grado de desmotivación debido a la difícil situación
de la Educación.

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III. La escasez de recursos y medios para implementar cambios
metodológicos.
IV. Los inevitables miedos y temores que se generan en una situación
de cambio constante como la que vivimos. No cabe duda de que
el problema del necesario cambio metodológico debe ser
abordado desde distintos puntos de vista -docentes, familias,
estudiantes y administración- siendo una cuestión muy compleja y
cuyo análisis excede los límites de este curso.
Antes de concluir esta sección, es necesario incidir, una vez más, en que
el análisis anterior no se debe entender como una crítica feroz a la clase
magistral, que tiene como objetivo el desterrar completamente esta técnica
docente de nuestras aulas. Según McKeachie, W. y Svinicki, M. (2006), las
clases magistrales tienen cabida en la actualidad, si la finalidad para la que
fueron concebidas se circunscribe a:
1. presentar o sintetizar material actualizado que bebe de distintas
fuentes.
2. adaptar material a los intereses de un determinado grupo.
3. modelar el pensamiento experto.
4. ayudar inicialmente a los estudiantes a descubrir conceptos,
principios o ideas clave.
Así, la clase magistral tiene cabida hoy en día si la entendemos como un
instrumento para la discusión de las pautas del pensamiento, de los puntos
más relevante sobre el tema que versa la misma y, no tanto, como un elemento
transmisor de contenidos. En otras palabras, si la entendemos más como
Quaestio y Disputatio y no tanto como Lectio.

¿Cómo hacer atractiva una clase magistral? - PUCP - YouTube

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4.- LA ENSEÑANZA TRADICIONAL
Podemos definir enseñanza o escuela tradicional como aquella que se basa en
un modelo autoritario y de disciplina focalizado en el docente y en el que los
estudiantes son meros receptores de la información transmitida adoptando,
por tanto, un papel pasivo. Así, los aprendizajes suelen ser memorísticos y
basados en técnicas repetitivas, no produciéndose, en general, aprendizajes
significativos. La herramienta fundamental de esta escuela tradicional es la
clase magistral.
De acuerdo con Del Río (2011), este modelo de enseñanza tradicional se
caracteriza por:
• situar al profesor en una posición jerárquica superior al alumno
promoviendo así la dependencia;
• ser el docente la figura con autoridad para llevar a cabo la toma de
decisiones sobre el proceso de aprendizaje, dejando al margen la participación
del alumnado en la misma;
• utilizar el método expositivo para impartir los contenidos, que se
fundamentan en conferencias y en clases magistrales, obviando otro tipo de
experiencias, como la observación o la experimentación, formando así una
actitud acrítica ante la sociedad;
• calificar la memorización y la repetición de contenidos por parte del
alumnado como las únicas herramientas válidas para la recepción de
conocimientos.
De acuerdo con lo anteriormente expuesto, resulta evidente que en la
escuela tradicional los contenidos presentados a los estudiantes son
incuestionables, es decir, no hay discusión posible sobre la materia, no hay
razonamiento alguno, no existen distintos puntos de vista o perspectiva crítica.
En la escuela tradicional el método de enseñanza primordial era la clase
magistral en su versión puramente expositiva. Así, la clase tiene como figura
central al docente siendo el rol de los estudiantes meramente pasivo. Los
estudiantes, como indicábamos anteriormente, son meros “recipientes” que
rellenar con información, siendo la comunicación totalmente unidireccional.
A pesar de las claras desventajas que la clase magistral exclusivamente
expositiva presenta, es necesario destacar algunos puntos fuertes que hacen
de esta forma de enseñar una herramienta muy interesante para nuestro día a
día, correctamente adaptada. Así, autores como De la Cruz (1981) señalan que
algunas debilidades que presenta la clase magistral son:

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• Supone la existencia de una relación directa entre lo que el profesor
enseña y lo que el alumno aprende, no existe un cuestionamiento crítico de la
información recibida.
• Las fuentes de información se limitan a la exposición del docente.
• El profesor reduce sus funciones a la de transmisor de la información.
• Favorece la pasividad del alumno dado que su actividad mental es
receptora y no creativa.
• No hay control sobre lo que el alumno va aprendiendo.
• Presupone una uniformidad en el ritmo de aprendizaje.
• Predomina la enseñanza sobre el aprendizaje.
• La relación profesor-alumno es escasa y unidireccional.
Como ventajas, el mismo autor refiere:
• La información se presenta estructurada facilitando su comprensión.
• Destaca los puntos esenciales y básicos de la materia.
• Centra los temas y evita divagaciones.
• Presenta los contenidos en poco tiempo posibilitando el desarrollo del
programa.
• Se avanza en el programa, aunque el alumno sea reacio a trabajar.
• Sintetiza fuentes de información dispersas o de difícil acceso.
• La información llega a un gran número de alumnos al mismo tiempo.

De acuerdo con la discusión anterior, cabe preguntarse: ¿En qué debe


basarse entonces una buena clase magistral para conseguir ser eficaz? Fidalgo
(2016) intenta responder a esta pregunta señalando cuatro aspectos
fundamentales que toda clase magistral debe tener:
• La inversión en el tiempo de su preparación.
• La motivación: un profesor motivado podrá captar mejor la atención de
su alumnado.
• Los cambios de tercio: está demostrado que al cabo de 20 minutos la
capacidad de atención se reduce, de ahí la necesidad de interpolar actividades
diferentes para mantener la atención del alumnado: debate, la realización de
ejercicios para la práctica de lo expuesto, etc.
• El fomento del pensamiento crítico y creativo.

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5.- LA ENSEÑANZA ACTUAL
Evidentemente, y tal y como discutimos anteriormente, los objetivos, medios y
metodologías de la enseñanza hoy en día difieren enormemente de lo que
podemos llamar la enseñanza tradicional. Es importante señalar que este
cambio no está solo motivado por las demandas sociales de una enseñanza
que promueva el desarrollo integral de los estudiantes tanto a nivel cognitivo
fomentando la capacidad crítica, como a nivel social en un sentido amplio,
aportando pautas, obligaciones y deberes, sino también por los incesantes
avances científicos en campos como la psicología cognitiva o la neurociencia.
Hoy en día, y aunque queda mucho por descubrir y consolidar, podemos afirmar
que conocemos mejor que en ningún otro momento de la historia cómo
aprende nuestro cerebro, cómo de importantes son los procesos de atención o
cómo la forma de presentación de una determinada materia tiene una
importancia capital en los procesos de aprendizaje.
‘La educación es lo más cercano a la magia en el mundo. Nada puede
transformar la vida de una persona como la educación. Insufla confianza y
regala a las personas una voz. Además de sus evidentes beneficios para una
vida más plena y mejor, la educación puede contribuir a la mejora de la
sociedad en su conjunto; una sociedad en la que la gente sea consciente de sus
derechos y deberes’. (Nivasini, estudiante de secundaria de India y participante
en la plataforma online El Mundo que Queremos/The World we Want).
Existen múltiples y variadas definiciones de lo que podemos llamar la
Sociedad del Conocimiento. Márquez (2017) hace suyas las palabras que
propone Dominique Foray en la Revista internacional de ciencias sociales en su
publicación de marzo del 2002, donde sostiene:
“Las economías industriales van transformándose, progresivamente, en
otras inspiradas en el saber, mediante unas inversiones elevadas en educación,
formación, investigación y desarrollo, programas informáticos y sistemas de
información. Se caracterizan por su uso destacado de las nuevas tecnologías
de la información, no sólo para la comunicación entre las personas sino
también para la creación de conocimientos nuevos las personas han de adquirir
nuevas cualidades para ser capaces de prosperar en este mundo lleno de
continuas alteraciones. Esto atañe a los sistemas educativos, los mercados
laborales, así como a los modos de organización de las empresas y los
mercados.”
De acuerdo con estas palabras, parece obvio que, dada la situación de
cambios sociales constantes a los que estamos sometidos, -basta pensar en el
inmediato acceso a cualquier información que disponemos hoy en día-, la
enseñanza se adecúe a este nuevo contexto aportando al discente las
competencias y recursos necesarios para su vida en sociedad. Así, y
retomando el ejemplo que planteábamos anteriormente, ante tal estado de
sobreinformación quizás se debería dejar de primar la acumulación de

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conceptos, el “almacenaje de información”, y optar por hacer énfasis en el
desarrollo de la capacidad crítica de los estudiantes. En otras palabras, en
enseñar a discernir la calidad de la información que nos llega. En el momento
de escribir estas líneas, la discusión sobre la calidad de la información que
recibimos tiene copadas por desgracia muchas portadas de informativos por el
auge de las llamadas “fake news”.
En cualquier caso, existe una necesidad de trasformación del sistema
educativo y de ciertas metodologías docentes para poder dar respuesta a los
retos que debemos afrontar y, de hecho, ya lo estamos haciendo con la
situación de pandemia que vivimos en 2020 y 2021, como sociedad. Así, uno de
los objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas relativo a la educación es:
De aquí a 2030, asegurar que todos los alumnos adquieran los
conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo
sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo
sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad
de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía
mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al
desarrollo sostenible.
En el contexto anteriormente descrito, ¿qué papel puede jugar la clase
magistral? A diferencia de tiempos pretéritos, ya no solo los docentes tienen
acceso a la información. Con una búsqueda rápida en internet un estudiante es
capaz de acceder a cualquier información sobre cualquier tema por muy
extraña que esta sea. Así, y siguiendo la línea argumental, ¿tiene sentido que
los estudiantes adopten un papel meramente pasivo tal y como les tenía
reservado la llamada “clase magistral tradicional”? Si los hacemos
protagonistas, estimulamos su capacidad para diferenciar la información de
calidad de la que no lo es, si los hacemos responsables de su propio
aprendizaje y les solicitamos una actitud comprometida y responsable, no cabe
duda de que los prepararemos mejor para los retos futuros que tendrán que
afrontar.
Este enfoque tiene como consecuencia el cambio del centro de gravedad
del aula. El rol del docente cambia radicalmente pasando de ser el centro del
proceso de enseñanza-aprendizaje a convertirse en un guía que acompaña a
los estudiantes es su tarea de construir sus conocimientos ayudándolos en sus
dificultades e identificando y eliminando, si fuera necesario, falsas ideas y
conceptos erróneos respecto a la materia que se esté tratando en cada
momento. En este proceso, las Tecnologías de la información (TIC) son un
valioso aliado de los docentes. Por un lado, nos ayudan a la síntesis de
información y a su correcta clasificación y, por otro, no podemos olvidar que
nuestros estudiantes son nativos digitales y sienten pasión por estas
herramientas. Asimismo, y no menos importante, el uso de TIC también es gran
de ayuda para respetar los ritmos de aprendizaje de cada estudiante

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pudiéndose llevar a cabo, por tanto, una educación más personalizada y con
atención a la diversidad.
Otro aspecto que tener en cuenta para planificar una clase magistral
adaptada a la situación son los avances científicos producidos, el conocimiento
generado acerca de los procesos de enseñanza-aprendizaje. No es nuestro
objetivo realizar un análisis exhaustivo de la literatura científica existente a este
respecto, pero sí nos detendremos brevemente en la Teoría de la Cognición.
Así, autores como Lamas (2016) señalan que “Se parte de la idea de que
"aprender" y "hacer" son acciones inseparables y, en consecuencia, un principio
nuclear de este enfoque plantea que los alumnos (aprendices o novicios) deben
aprender en el contexto pertinente, privilegiando las prácticas educativas
destinadas al saber cómo más que al saber qué”.
Esta línea de pensamiento es compartida por otros autores como Frida
Díaz Barriga Arceo (Díaz, 2003) que critica la enseñanza de aprendizajes
descontextualizados, conocimientos poco útiles y escasamente motivantes de
relevancia social limitada. En cambio, defienden una enseñanza basada en
prácticas educativas coherentes, significativas y propositivas que promuevan
un aprendizaje colaborativo y apoyado en la actividad, ya que el alumno
aprende haciendo. Esta teoría pone su foco de atención en tres conceptos
clave:
• la actividad (porque se aprende
haciendo)
• la relevancia cultural (debe
relacionarse con su realidad)
• el contexto social (estableciendo
relaciones de interacción con otros)
Teniendo esto en cuenta, parece
lógico y necesario que nos planteemos el
uso de metodologías que resulten
motivadoras para los estudiantes. Como
herramienta de guía para nuestra actividad
docente y en la búsqueda del aprendizaje
significativo, podemos recurrir a la llamada
Pirámide del aprendizaje que establece una
jerarquía de las distintas formas de
aprender de los estudiantes. De acuerdo con esta pirámide, parece evidente
que el uso de la clase magistral “tradicional” como única herramienta docente
debe ser desterrada de nuestras aulas.

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6.- LA CLASE MAGISTRAL EN EL SIGLO XXI
La pregunta inmediata que se deriva del análisis realizado en anteriores
secciones es ¿cuál debe ser el papel de la clase magistral en la educación del
siglo XXI? Como discutimos anteriormente, la clase magistral ofrece un método
rápido que permite transmitir información a un gran número de alumnos de
forma simultánea y, lo que es más importante, permite una presentación de la
información de forma estructurada. Esto resulta especialmente importante en
asignaturas como, por ejemplo, matemáticas, donde una correcta asimilación
de los conceptos más fundamentales es clave para poder afrontar con
garantías temas más complejos.
Así, podríamos afirmar que la clase magistral es un recurso más que
tener en cuenta, imprescindible en ciertas ocasiones, que debe consistir en
nuestra opinión de tres fases básicas: introducción, desarrollo y término a
semejanza de la escolástica medieval y sus etapas lectio, quaestio y disputatio.
En la fase de introducción debemos presentar de forma muy clara el tema a
tratar relacionándolo en la medida de lo posible con ejemplos de la vida
cotidiana de los estudiantes. Está demostrado que este último aspecto es
especialmente relevante en asignaturas científico-técnicas ya que aporta
“realidad” a los conocimientos que queremos transmitir. En una segunda fase,
debemos desarrollar de forma secuencial y sistemática los conceptos a tratar.
Asimismo, la participación de los estudiantes ya sea en forma de exposición o
de preguntas, críticas y contra críticas, y/o objeciones, ya sea motu proprio o
motivados por el docente, es muy positiva y resulta de gran provecho. Por
último, debemos concluir la sesión sintetizando de una forma clara y accesible
los conocimientos alcanzados teniendo siempre muy en cuenta la participación
directa de los estudiantes. Es más, a poder ser estos realizarán el resumen de
la sesión.
Podemos pensar que el tipo de aprendizaje planteado por las clases
magistrales que podemos llamar interactivas entra en conflicto con el
aprendizaje por descubrimiento y/o mediante la manipulación, que tanto eco
tienen hoy en día como metodologías de enseñanza. Desde estas líneas,
preferimos pensar no en términos de conflicto sino en términos de
complementariedad. En ciertas situaciones, para ciertas materias y
determinados conceptos, es difícil e incluso podríamos aventurar que poco
acertado no recurrir a una clase magistral de tipo interactivo para asentar
correctamente las ideas primordiales y así poder construir sobre una base lo
suficientemente sólida los futuros conocimientos.
Más allá de la organización interna de la clase magistral, ésta debe
atender a las siguientes características:
• Desarrollarse en un lugar adecuado; a poder ser diferente de las aulas
habituales. El lugar debe estimular la discusión y el debate que debe tener lugar
en el desarrollo de la sesión.

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• El tiempo de duración de una clase magistral no debe ser excesivo, ya
que la atención rápidamente decae. La duración dependerá evidentemente de
la audiencia a la que vaya dirigida, pero, por regla general, para secundaria y
bachillerato será suficiente con 20 a 30 minutos como máximo. Es cierto, no
obstante, que este tiempo puede extenderse si la clase magistral es impartida
por un experto invitado.
• De acuerdo con las características que discutimos anteriormente, no
deben ser muy frecuentes. Los estudiantes deben tener tiempo para asentar y
trabajar los conocimientos que hemos transmitido.
• Nuestra actitud personal como ponentes de la clase magistral debe
estar marcada por la humildad. Es cierto que, durante el desarrollo de ésta, el
centro de atención recae de forma momentánea sobre el docente, pero
debemos evitar la tentación de convertirnos en meros “bustos parlantes” y
creernos en posesión de la verdad absoluta, olvidando las necesidades de los
estudiantes.
Por último, la clase magistral será una herramienta útil cuando se den
las siguientes circunstancias:
1. Como actividad para asentar los conceptos más básicos de un tema
concreto. Una vez asentadas estas ideas fundamentales, se podrá afrontar con
garantías el aprendizaje de aspectos más complejos.
2. Como una actividad para la resolución de dudas. Una vez concluido el
tema que hemos trabajado podemos realizar una clase magistral en la que
resumiremos los aspectos más importantes, los errores más habituales y
resolveremos de forma colectiva las dudas de los estudiantes.
3. Como metodología alternativa. A veces es muy positivo presentar una
materia compleja desde distintos puntos de vista y/o usando distintas
metodologías complementarias.
4. Con un experto invitado. La presencia de una persona ajena a la rutina
habitual del aula que pueda conectar los conocimientos tratados con ejemplos
de la vida cotidiana es algo muy celebrado habitualmente por los estudiantes y
muy útil a la hora de asentar conocimientos.
En definitiva, la clase magistral, a pesar de sus cambios a lo largo de la
historia, sigue siendo una herramienta de primer orden, a veces incluso
imprescindible, en nuestra práctica docente. Ahora bien, ésta debe adaptarse a
los tiempos que corren eliminando aquellos aspectos negativos de la llamada
clase magistral “tradicional” e incorporando otros que nos ayuden a dar
respuesta a los retos que plantea la sociedad a la educación del S. XXI y, lo que
es más importante, a nuestros estudiantes en el día a día. En el siguiente tema
profundizaremos en su reinvención.

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7.- BIBLIOGRAFÍA
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