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Este documento discute la pedagogía como un campo conceptual complejo que se entrelaza con lo político, filosófico e histórico. Explora cómo la pedagogía ha sido influenciada por organismos internacionales y cómo se ha capitalizado, priorizando el aprendizaje sobre la enseñanza. También analiza cómo ha cambiado la naturaleza de la educación para enfocarse más en la competencia y la modulación individual para maximizar el beneficio económico.
Este documento discute la pedagogía como un campo conceptual complejo que se entrelaza con lo político, filosófico e histórico. Explora cómo la pedagogía ha sido influenciada por organismos internacionales y cómo se ha capitalizado, priorizando el aprendizaje sobre la enseñanza. También analiza cómo ha cambiado la naturaleza de la educación para enfocarse más en la competencia y la modulación individual para maximizar el beneficio económico.
Este documento discute la pedagogía como un campo conceptual complejo que se entrelaza con lo político, filosófico e histórico. Explora cómo la pedagogía ha sido influenciada por organismos internacionales y cómo se ha capitalizado, priorizando el aprendizaje sobre la enseñanza. También analiza cómo ha cambiado la naturaleza de la educación para enfocarse más en la competencia y la modulación individual para maximizar el beneficio económico.
Esta es una cátedra sobre epistemología de la pedagogía pensada
desde un doctorado en educación. Reúne algunas de las diversas perspectivas llamadas a desbrozar un objeto intrincado en el que se entretejen planos a la vez políticos, filosóficos e históricos. Ope- ra también como un lugar capaz de exponer varias de las opciones teóricas y metodológicas usadas para dar cuenta de esta relación: el análisis de discursos, la historia de conceptos, el comentario de textos, la cuantificación estadística, la revisión histórica, el enfoque comparado. Una combinatoria de trayectorias, dirigidas por inves- tigadores con mucha solvencia intelectual que intentan componer argumentos posibles capaces de avizorar escenarios intelectuales para problematizar rigurosamente la actualidad de la pedagogía o lo que queda de ella, es decir, una suerte de campo conceptual de experimentación política en pedagogía en sus relaciones con la educación, la escuela, los maestros y los saberes. Más allá del Perogrullo, enfatizo ante ustedes que se trata de una cátedra de pedagogía en una universidad pedagógica que además es pública, es decir, una institución que ventila sus asuntos a la luz pública. Gesto que señala, además, que entre nosotros la educación no coincide con el negocio del que habla tanto merca- chifle que pulula por tantas partes y que son capaces de trocar su valor en dinero. Ha sido un exagerado contubernio el que permite
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y ha permitido que este mal triunfe, no es aceptable para una so-
ciedad que se pretenda decente dejar que la educación, la salud y la vida misma muten a burdo negocio, esa aceptación resulta en sí misma sintomática de una patología colectiva. Quizá una generación como la mía pueda advertir mejor que los investigadores recientes los efectos de algunos de los desafíos y retos que publicitan con tanto desparpajo los mer- cenarios del aprendizaje. En este sentido, podemos estar más o menos seguros de que existen dos campos generales que hegemonizan y campean el espacio donde desarrollamos nuestro trabajo intelectual: primero, el campo general de la educación, que encuentra en el agenciamiento internacional su ruta de validación política, jurídica y epistémica; y segundo, el campo general del aprendizaje que actualiza sus funciones y procedimientos en términos de capitalización. Mirémoslo muy rápidamente, pero con cierto detalle. Si bien el término educación alude a una cuestión social, general, de interés, tanto para los individuos como para las instituciones y los discursos, la investigación sobre la conceptualización de la educación producida por los organismos internacionales es poco criticada y goza de muchísima aceptación y prestigio. La educación, tal como la entiende el agenciamiento trasna- cional, adquiere valor en la medida en que se conecta con los sis- temas globales de producción, información, consumo e innovación. Tales sistemas poseen tanta influencia e importancia que se han constituido en el régimen de verdad sobre el maestro, sobre el sistema educativo, sobre los derechos, incluso sobre la orientación general del desarrollo. La dinámica que produce y valida lo que hay que saber de la educación en el mundo se fabrica con sumo detalle, desde congresos internacionales a través de reuniones de ministros, pero también de expertos que ayudan a fabricar el consenso y terminan elaborando documentos de amplia difusión que se or- ganizan como insumos para la gestión de políticas públicas regio- nales, nacionales y trasnacionales. Documentos que pretendiendo 20 Epistemología de la pedagogía
resolver los problemas del mundo terminan por tercerizarlo todo y
convertir la educación en un asunto de capitalización. Parapetados en los enfoques de educación inclusiva, para todos y equitativa, los organismos se erigieron en la principal fuente de creación, difusión y legitimación de modelos educativos a escala mundial. No es extraño que nos pongan como paradigmas de referencia a Finlandia, a las pruebas Pisa, etc. Es claro entonces que pulula en la actual visión ampliada de la educación una serie de retóricas centradas en el aprender a aprender, la evaluación y la calidad que dificultan y banalizan la opción conceptual por la enseñanza y por la pedagogía. La sociedad actual tiende a cambiar los controles sobre el tiempo y sobre el espacio, es decir, introduce otra velocidad. Desde informes como Aprender a ser, la educación del futuro, se dice que “en el hecho educativo, el acto de enseñar cede paso al acto de aprender. Sin cesar de ser enseñado, el individuo es cada vez menos objeto y cada vez más sujeto” (Faure et al., 1973, p. 241). Se trata, claro está, de un procedimiento poco ingenuo en el que se subjetiviza lo que se quiere capturar, por ejemplo, la creatividad individual, que será capturada en los límites de lo que llaman inno- vación, lo mismo ocurre en la mutación que sufre el pensamiento en las derivas del aprendizaje, al final solo es interrogar estos pro- cedimientos para poder advertir sus fisuras y mezquindades. Ahora bien, cabe advertir que lo que ocurre con la educación no es el resultado de un solo factor y que analizar su presente supone un ejercicio arriesgado. Ya no se trata de debatir si la edu- cación es o no una mercancía, desde luego que lo es, lo que nece- sitamos es una mirada más sofisticada para poder dar cuenta de las mutaciones y las demandas exigidas por el capitalismo con- temporáneo. Se necesita un tipo de análisis diferente para pensar estas formas de control sobre la vida cotidiana de los maestros, de las escuelas y de las universidades, control que parte de asumir que somos sujetos libres pero modulables. En lugar de formas brutales de dominación, el gobierno que nos dirige actúa sobre nuestro deseo y libertad. La pedagogía como acontecimiento 21
Asistimos a la formación de una nueva forma educativa que
podríamos nombrar como educación emergente. Esta novedad ya no se concentra en acabar con el analfabetismo, ni vislumbra la eliminación de la ignorancia como condición para proteger la ex- pectativa de una educación para todos. Antes bien, se ocupa de nuestra capacidad, cada día mayor, de autoregularnos (auto-edu- carnos) a través de verbos menos evidentes pero más acelerados capaces de hacer cambiar el tiempo, el espacio y la velocidad de las prácticas educativas: gestionar, controlar, modificar, redefinir y modular nuestra propia capacidad de aprender a aprender. El tesoro del que habla el Informe Delors (1996) ya no con- siste en la formación de un ciudadano útil, sino de un sujeto, que, a partir de ahora, podrá hacerse cargo de sus propias necesidades y expectativas de aprendizaje en un mundo altamente compe- titivo. Aprender a competir pone en escena nuestra existencia en un mundo mucho más complejo y, por cierto, cada vez más hostil, que se expresaría en esta frase de Lyotard: “Sed operativos y com- petitivos o desapareced” (1987, p. 4). Semejante capitalización expresa un nuevo valor edu-eco- nómico en la constitución de nosotros mismos, edu-valor que alude a un aumento de la propia educación, se dice que el hombre actual se educa en todo y todo lo educa. He nombrado en un trabajo anterior esta obsesión del aprender a aprender con el término educapital. ¿Cómo actúa el educapital? De manera muy sencilla diría que busca incrementar todo lo puede capitalizar actuando sobre cada individuo, es decir, tratando de minimizar en cada individuo aquello que va a hacer decrecer ese capital y tratando de aumentar en cada individuo aquello que va a incre- mentar ese capital. El cerebro humano devino capital. Es a través de la modulación individual y de maximizar las capacidades de cada individuo para tomar elecciones en su propio interés como se produce el máximo beneficio para la sociedad, o mejor para la economía. Esta actualización de la ética utilitaria muestra que existe una transacción constante entre lo individual y lo co- lectivo. Se trata de una nueva manera de gobernar, no a través de 22 Epistemología de la pedagogía
la sociedad, sino a través del individuo y del uso de las elecciones
del individuo. El educapital pone en relación tres factores estraté- gicos: la inclusión, el capital y el aprendizaje. Vivimos un tiempo de mutaciones que suele confundirnos y llevarnos al extremo; por un lado, parece que se habla mucho de pedagogía, la tenemos para la paz, la inclusión, el conflicto, el pos- conflicto, la diferencia, el acompañamiento, el semáforo, incluso en versión light y versión fashion, la lista podría seguir; pero también, por otro lado, pululan discursos que desconocen la pedagogía por completo, o que la adjetivan como algo pedagógico sin lograr so- pesar ninguno de sus registros conceptuales. Esa dispersión, esa ambigüedad pone en evidencia una sutil estética de la desaparición de la pedagogía en la que no logramos estar muy seguros de lo que desaparece y se desdibuja, pero tampoco de lo que emerge y muta. Ahora bien, no siempre las cosas han sido valoradas así. Si dotamos de historia el análisis podemos encontrar momentos en los que las preocupaciones educativas se dirigían a otras aspi- raciones. Así, a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx, en Colombia, dos corrientes se disputaban el privilegio discursivo en lo pedagógico: la pedagogía católica y la pedagogía activa; no obstante, habría que advertir que sus diferencias no fueron tan marcadas y que el bricolaje pasó por ambas. La Iglesia católica apropio de manera específica aspectos de la pedagogía activa y las puso a funcionar al tiempo que la expropiaba de toda inte- rrogación filosófica que era central en el horizonte activo. Es im- portante anotar que las críticas a la pedagogía tradicional dada en la educación formal se expresaron mediante experiencias ins- titucionales que buscaban adaptar la pedagogía europea o nor- teamericana a nuestro medio. En todo caso, el debate aquí fue pedagógico, es decir que pasaba por disputas acerca de la for- mación, el pensamiento, la potencia del maestro y la democracia. Décadas más tarde, a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, asistimos a otro desplazamiento del problema de la educación, desplazamiento que supuso cierta destitución de la pedagogía al ponerse en marcha las prácticas de la tecnología La pedagogía como acontecimiento 23
instruccional, el diseño instruccional y la tecnología educativa. Esta
variación introdujo criterios de racionalización de la acción edu- cativa que convirtieron la planeación y la evaluación en prácticas permanentes de una educación más controlable. Lo paradójico de estos discursos modernizadores en nuestra historia cultural fue que sirvieron de acicate al Movimiento Pedagógico que surgió pre- cisamente como crítica a estas formas de racionalidad calculante. El Movimiento Pedagógico de los maestros colombianos de los años ochenta y noventa, tal vez sin paralelo en otros países de América Latina, estuvo ligado a un tipo de movilización que se interrogó por quienes eran los maestros, cuestión que dio paso a formas de lucha menos verticales contra el Estado, nuevas formas de resistencia más horizontales que los enfrentaban con formas de gobierno más directas, más inmanentes y cercanas a nuestras vidas. Este movimiento modificó radicalmente la participación en política ya que agrupó a dirigentes políticos y sindicales con profe- sores universitarios e intelectuales orgánicos de las universidades que lograron diversos niveles de identificación con las organiza- ciones magisteriales, normales, facultades, organizaciones de la so- ciedad civil y maestros de a pie. La irrupción del movimiento delata un entusiasmo, nombra la riqueza de una experiencia en la que la pedagogía se define como movimiento, es además acción política, acción cultural y acción estética de quienes aceptaron desubicarse. En el marco de estos encuentros se lograron visibilizar posturas académico-investigativas, que orientaron nociones de trabajo (saber pedagógico, pedagogía reconstructiva, práctica pedagógica), y posturas político-culturales en el marco de lo que algunos autores han tratado de conceptualizar como otras pedagogías. En circunstancias algo similares puede ubicarse la Expedición Pedagógica, que emprendió un largo viaje en el que participaron miles de maestros de diferentes lugares y rincones de la geografía colombiana, y el cual entretejió vínculos de escuelas, alumnos, familias y comunidades. Se buscaba alcanzar un objetivo común: romper con la insularidad del maestro y conectarlo desde sus prácticas pedagógicas de aula, no solo con la institución escolar 24 Epistemología de la pedagogía
en su conjunto, sino con lo local, lo regional y lo nacional, en
el horizonte de propender por mayores articulaciones entre las prácticas y las políticas, entre la investigación en educación y los procesos de innovación singulares. Si algo hizo la expedición fue recuperar las experiencias pedagógicas de las comunidades, expe- riencias que se mapearon en un ejercicio de atlas de la pedagogía en Colombia. Bien visto, el atlas mostraba distintas maneras como el maestro se enfrentaba a los territorios y a la enseñanza en un ejercicio que se coloca en la frontera de lo normativo y de lo ins- titucional: la escuela río, por ejemplo, es una invitación a pensar, a escribir, a tener algo por compartir, es decir, a constituirse como experiencia y no como simple innovación. Tanto el movimiento como la expedición constituyeron, pues, experiencias singulares para pensar la educación contemporánea, con la cual se construye e inventa una forma de existencia dife- rente de la educación a como la piensa el sistema. En su condición de viaje y de movilización social por la educación, logró la explo- ración, el reconocimiento, la sistematización y la socialización de proyectos, prácticas y saberes pedagógicos, a partir del supuesto básico de que en nuestra sociedad existen, y han existido, una diversidad y una riqueza pedagógicas que, se hacen visibles solo en la medida en que se construyen al incorporarse como acto de pensamiento que muestra formas diferentes de hacer escuela, de ser maestro y de hacer pedagogía. Si la pedagogía es historia y es presente significa que podemos mirar estos momentos para valorar y problematizar. Si la pedagogía ha existido en nuestra historia cultural como debate, como movi- miento, como institución, como campo investigativo, como expe- dición, significa que su valor no es el que nos indican actualmente las agencias internacionales, las políticas del aprender a aprender, o el pathos esquelético del edu-capital. Su valor de antaño y su valor actualizable exigen un esfuerzo desde el pensamiento. Abro esta reflexión porque atraviesa vitalmente la cuestión de esta cátedra, al tiempo que ayuda a ubicar su lugar y entona, con coraje, debates y tensiones que interesan. Preguntarse por las La pedagogía como acontecimiento 25
relaciones entre epistemología y pedagogía permite advertir obs-
táculos epistemológicos centrales para poder diferenciar docencia, educación, escolarización y pedagogía. Hemos recorrido un camino muy largo que nos ha permitido mostrar cómo la pedagogía existe en este país en una amplia producción cuyo valor no se restringe a enfoques reproductivistas. Sabemos que “la pedagogía produce no solo condiciones de reproducción de la cultura, sino también he- rramientas y condiciones para dar cierta especificidad a las formas que la cultura asume” (Narodowski, 2009, p. 9), es decir que tiene efectos afirmativos: conceptuales, prácticos y estratégicos, que delatan sus posibilidades como plano de pensamiento y de problematización. No podemos olvidar tampoco que fue una disputa por la edu- cación en la década del 70 la que actualizó la pregunta por la pe- dagogía y que experiencias sociales como el movimiento de los maestros en los años 80 adquirió el nominativo de pedagógico y no de educativo por razones que superan el simple azar. Han sido nece- sarios varios trabajos investigativos, algunos de ellos de larga resis- tencia, para encuadrar mejor las preguntas. Sin pretender elaborar un examen exhaustivo valdría la pena mencionar algunos de estos. Entre el horizonte de trayectos que cabe mencionar quisiera destacar el impacto de la obra de Olga Lucía Zuluaga Garcés. Hablar de pedagogía en Colombia sería impensable sin llamar la atención sobre lo que su trabajo intelectual efectuó. Aludo a un esfuerzo pionero en América Latina cuyos rasgos más caracterís- ticos podría enumerar: primero, efectúa una reflexión histórica en sentido arqueológico; segundo, tiene por objeto las formaciones discursivas allí donde se producen, en su materialidad, como prácticas; tercero, pone en evidencia discontinuidades, quiebres, rupturas, singularidades y enrarecimientos en los objetos que in- vestiga; cuarto, al ubicarse en un ámbito más amplio al de la dis- ciplina produce una gnoseología capaz de explicar tanto lo social como los poderes que allí intervienen; quinto, más que una teoría de la ciencia coloca las bases para una epistemología socio-his- tórica del saber. No es de extrañar entonces que conceptos como 26 Epistemología de la pedagogía
“práctica pedagógica” y “saber pedagógico” hayan servido y sean
útiles como referentes para describir otras historias, en particular, esa donación —en el sentido de dar— que podemos leer en el archivo de la historia de la práctica pedagógica en Colombia. Ubicado en otra orilla, pero ciertamente capaz de leer el aporte de una historia de la práctica pedagógica, Germán Vargas Guillen defiende un debate en el que asocia pedagogía con formación, y ya sea que se autodeleite en la misa fenomenológica, sus esquemas éticos, trascendentales y teleológicos han editado muchas páginas de fundamentación epistemológica. Al ubicarse más allá de cual- quier enfoque psicológico y sociológico, Vargas traza el mapa de una cartografía del sentido y de la comprensión que resulta lu- minoso para dar cuenta de la enseñanza de la filosofía, y tal vez por esto, no pocas veces traduce la pedagogía en aventura filosófica. Imagino que ha sido precisamente la pregunta por la for- mación la que cimentó la amistad que se profesan mutuamente Vargas con Jesús Alberto Echeverri, no obstante las diferencias superlativas de enfoque y énfasis. Mucho más próximo al trabajo de Olga Lucía, la trayectoria de Echeverri logra historizar la peda- gogía como instrucción pública en el siglo xix en Colombia, logra también actualizar el debate conceptual y narrativo del campo al reconocer que trabaja con conceptos que se producen tanto en el interior de la pedagogía como en las fronteras con otros campos; y hace finalmente que su gran obsesión, la formación de maestros, mute a metáforas, a personajes, a epístolas, a dispositivo com- prensivo capaz de afectar los procesos de reestructuración de las escuelas normales en Antioquia, pero también otras prácticas for- mativas que bien pueden adquirir la forma de una Facultad de Educación o de una revista. Por su parte, Carlos Ernesto Noguera ahonda con insistencia en las relaciones que conectan prácticas de gobierno con prácticas pedagógicas, y propone una relectura de conceptos como institutio, eruditio, doctrina y disciplina que resultan claves para reubicar las tradiciones teóricas de la pedagogía moderna, pero también sirven para dar cuenta del predominio actual del aprendizaje sobre la La pedagogía como acontecimiento 27
enseñanza. Desde su orilla, Armando Zambrano Leal defiende el
concepto de pedagogía como una delimitación construida sobre una triada de registros: prácticos, reflexivos y políticos; en el primero, ubica la enseñanza y los aprendizajes; en el segundo, coloca los valores del acto educativo, y en el tercero, vincula la función social de la educación y de la institución escolar. Los trabajos de Alejandro Álvarez Gallego articulan todo un archivo de los saberes escolares en Colombia, cuya genealogía sirve para dar cuenta de conceptos y prácticas capaces de explicar y poner en relación la escuela con la ciudadanía, la pedagogía con la nación, la educación con la ciudad que educa. No puedo dejar de mencionar, en este miramiento poco exhaustivo, a Carlos Eduardo Vasco, su periplo desde los modelos sistémicos que daban cuenta tanto de procesos educativos como de procesos formativos, y su más reciente mutación en un artículo conjunto (Vasco, Mar- tínez Boom y Vasco, 2008) hacia la perspectiva de un pensamiento pedagógico sobre la pedagogía y la didáctica. Lejos de quienes se ubican en el lugar de la resistencia a ul- tranza, pero también sin profesar interés alguno por cualquier forma de añoranza o de voluntarismo, podemos preguntar: ¿qué potencias se pueden valorar en la pedagogía actual? ¿Cuáles son hoy sus objetos? ¿Por qué lugares circula? ¿Qué la abre a la so- ciedad? ¿Dice aún algo sobre la autonomía y el ejercicio político de los maestros? ¿Qué inmanencias especifica? Quizá sea absurdo buscar una epistemología que sirva a la pedagogía como centro de referencia o como fundamento de sí. Ha pasado un siglo desde el aporte de Federico y apenas sí lo- gramos descifrar algunos de sus fragmentos más demoledores: son falsas las unidades que suponen decir verdad amparados en un suelo epistemológico, o como lo expresa Mèlich:
Tradicionalmente la ontología, la epistemología y la moral han nece-
sitado fabricar un punto arquimédico del conocimiento y de la acción para obtener seguridad en el pensar, en el decir y en el hacer, pero para Nietzsche todo eso no será más que una falacia. (2008, p. 36). 28 Epistemología de la pedagogía
Es precisamente desde los avatares del pensamiento que puedo
lanzarles la posibilidad de pensar la pedagogía como multiplicidad histórica, es decir, insistir en unos planos de análisis en dirección a algo más que la validez; planos de multiplicidad, inmanencia y con- tingencia que nos permitan reconocer potencias allí donde las hay. No faltará quienes busquen leer esta ampliación del horizonte como ruta legitimadora a cualquier cosa, a cualquier pedagogía light, por el contrario, la invitación es a agotar lo impensado porque no estamos condenados a pensar como la hace el educapital, los agenciamientos internacionales, el sindicalismo, las pedagogías emancipadoras o los neopopulismos actuales. Pensada como multiplicidad, la pedagogía tendría diferentes maneras de ser, lo cual implica que debido a la multiplicidad de re- laciones que la atraviesan, esta no puede hallar sino múltiples ma- neras heterogéneas de ser. Existe mínimamente como disciplina, como saber, como práctica. Su multiplicidad permite romper con su linealidad histórica y logra que su devenir sea una pluralidad heterogénea que puede funcionar como microdispositivos. Lo múl- tiple permitiría una nueva lectura de las relaciones dadas entre una única pedagogía y las diversas pedagogías emergentes en la actualidad, sin que eso signifique que cualquier cosa es pedagogía. La pedagogía entendida como inmanencia se presenta como un saber constitutivo de fuerza política y estética. La inmanencia puede ser pensada como una propiedad del lenguaje que des- borda el orden realista de la representación y la referencia para abrirse a la posibilidad indefinida de la nominación y la metáfora. Por su inmanencia, la pedagogía se torna potencia “potencia de lo pensado, pero sobre todo potencia de lo impensado”, pues todo pensamiento implica un desplazamiento. Según Virilio (1997), las nuevas tecnologías son portadoras de un cierto tipo de accidente que ya no es local, pues hasta ahora la historia se escribía en tiempo local, tiempo único; pero, la velo- cidad se ha instalado como imperativo, un estudio de lo político y de la pedagogía no puede hacerse sin sopesar las contingencias La pedagogía como acontecimiento 29
de la velocidad. Importa saber cuáles son los alcances e implica-
ciones de este cambio, es decir, de la relación entre pedagogía y el tiempo real que se reconfigura con la cibernética y la virtualidad. He aquí tres posibles dimensiones de existencia contempo- ránea de la pedagogía en nuestro país1: 1) la dimensión de la pe- dagogía como multiplicidad, entendida en perspectiva de apertura hacia la heterogeneidad que se abre a una relación con el pensa- miento para conectar la pedagogía con la política, el conocimiento y el saber, desde tres planos: 1) la producción de pensamiento, la producción de conocimiento y la producción de saber pedagógico; 2) la dimensión de la pedagogía como inmanencia, donde se pro- blematiza la función política de la pedagogía en un aquí y en ahora específicos, y 3) la dimensión de la pedagogía como contingencia, que la presenta a su vez como narrativa e historia.
Referencias
Faure, E. et al. (1973). Aprender a ser. La educación del futuro.
Madrid: Alianza, Unesco. Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana, Unesco. Lyotard, J. F. (1987). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra. Martínez Boom, A., y Peñuela, D. M. (2009). Multiplicidad histórica de la pedagogía en Colombia. En A. Martínez Boom y F. Peña. (Comp). Instancia y estancias de la pedagogía. La pedagogía en movimiento (pp. 335-368). Bogotá: San Buenaventura. Mélich, J. C. (2008). Filosofía de la educación en la postmodernidad. En G. Hoyos. (Ed.) Filosofía de la educación (pp. 35-53). Madrid: Trotta.
1 Una versión ampliada de esta conceptualización se puede hallar en el libro Ins-
tancia y estancias de la pedagogía. La pedagogía en movimiento, en particular en el capítulo “Multiplicidad histórica de la pedagogía en Colombia” (Martínez Boom y Peñuela, 2009).