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otras palabras, que las';cón<liE íoñcs·Jc la rccc-pción.c9c la la naturaleza, y por último, ' con cierta preferencia , de la
literatura lírica se volviesen- in:i; <lcshvóráblés-=:_:és algo edad mítica. La obra de Dilthey Vida y poesía es una <le
~ - pr~e-b"._por__tr:es-hcchos. El primero es que -;;i lí- las primeras en esta línea, que acaba con Klages y con
/. rico ·-<lcjó de pasar por el poeta por antonomas ia. _Ya un Jung adscrito al fascismo. Sobre esta literatura se alza
no es el a:vatc», como lo fue todavía Lamartinc; ha en- como monument o eminente la madrugado ra obra de l}erg-
trado en un~génern. j (Verlaine hace que esta especiali- son Mal iere · et 111émoire. Más que las otras guarda - ¿sta--
zación sea palpable; Rimbaud era un esotérico que ex s~ conexión con la investigaci ón exacta. Se orienta en la
of[icio ma¡¡tiene al público alejado de su obra.) Un se- biología. Su_ título manifiesta que considera decisiva para
gu¡¡do hecho: después de Baudelaire no se ha dado nin- la experiencia filosófica la estructura de la memoria. De
gú¡¡ éxito i'1asívo de r¡oesía lírica. (Todavía la lírica de hecho la experiencia , tanto en la vida colectiva como en
Víctor Hugo alcanzó al ·publicarse una poderosa resonan- la privada, es un asunto de la tradición. Se forma menos
cia. En Alemania el umbral lo señala el B11c/1 der Lieder de <latos rigurosame nte fijos en el recuerdo que de los
<le Heíne). Una tercera circunstan cia viene dada con el que acumulado s, con frecuencia no consciente s, confluyen
hecho anterior: el público se hizo más reservado incluso en la memoria. Desde luego la intención de Bergson no
frente a la poesía lírica que se le transmitía desde antiguo. es de ninguna manera especificar históricam ente la me-
El margen de tiempo del que hablamos podría datarse moria. Más bien rechaza toda determinac ión histórica <le
aproximad amente a mediados del siglo pasado. En esa la experiencia . Sobre todo, y esto es esencial, evita acer-
misma época se extendió sin interrupció n la fama de Les carse a esa experiencia de la que ha surgido su propia
Fle11rs d11 111al. El libro que contó con lectores muy poco filosofía o mejor aún a la que ésta ha sido transmitid a.
propicios, y que al principio no había encontrado a de- \ Es la experiencia inhospitala ria, deslumbra dora de la épo-
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masiados propensos en su favor, se convirtió al correr de ca de la gran industria1 Los ojos que se cierran ante dicha
experiencia han <le habérselas con otra de índole comple-
x unos decenios en un s!.{1sico; también fue uno de los que
más se imprimiero n. mentaria que diríamos que es su copia espontánea . La
\ filosofía <le Bergson es una tentativa de detallar y fijar
Si scvoivícrb n clesfavorab les las condicione s de la
esa copia. Procura de este modo una referenci.f mediata
recepción de la literatura lírica, no será difícil imaginarse
a la experiencia que Baudclaire pone a la vista palmaria-
que\sólo en excepcione s conserva la poesía lírica el con-
tacto con la experiencia <le lós lectores. Y tal vez sea así
porque esa experiencia se ha modificado en su estruc-
---
mcnte--en la figura del lector.·,
-
tura. Podemos dar por bueno este punto de partida, pero
tan to más cm barazoso será designar lo que en ella haya
cambiado. En tal situación habrá que interrogar a la filo- I I
sofía. Se tropieza entonces con un peculiar estado de la
cuestión. Desde finales del siglo pasado se ha hecho
una serie de tentativas para apoderarse de la experiencia Matiere et mémoire determina la naturaleza de la ex-
«verdadera » en contraposi ción a una e~pcric~~ia_ que se periencia en la «<±.1:'!_ée.•, y el lector tiene entonces que de-
sedimenta en la existencia normalizad a, desnatural izada cirse: sólo el poeta es el sujeto adecuado de esa expe-
[
de las ,nasas ·civilizadas . Es costumbre clasificar dichos riencia. Y un poeta ha sido el que ha puesto a prueba la
tanteos bajo el concepto <le filosofía de la vida. Está muy teoría ber~sonian a de la experiencia . Se puede considerar
claro que no partieron de la existencia del ho-mbre en la la obra de\Proüst!A la recherche d11 temps perd11 como un
sociedad. Se reclamaban de la literatura, mejor aún, <le intento de elaborar, por caminos sintéticos y bajo las ac-
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tualcs condicio nes sociales , la experien cia tal y como la ~gún Proust\ es cosa\.:1:1 azar-'qu e cada uno cobre una
imagen de sí rnLsmo, que pucaá· adueñar se de su experien -
concibió Dcrgson . Ya que cada vez contare mos menos con
crn. Y eñ"'rnocrü alguno resulta evidcnie que-en- fa! asunto
su verifica ción por una vía natural. Además Proust no
se clependa del azar. Las aspiraci ones interior es del hom-
se evade en su obra del debate de esta cuestión . Incluso
bre no tienen por naturale za un carácter privado tan irre-
pone en juego un moment o 'nuevo que implica una crítica
mediabl e. Sólo lo adquier en después ·aeqüe- dísrninu ycn
inmanen te de Bcrgson . Este no pierde la ocasión de sub-
las probabi lidades de que las exterior es sean incorpo radas
rayar c1 antagon ismo imperan te entre Ia l'lVÍta activan y
la especial •vita contem plativa• que abre -¡,-mcm -oria. a su experien cia. Él periodíc o··repre senta uno de los mu-
Pct·o en BcrgWñ se···¡,bñtCan las coSñs com6 si afronta r chos indicios de esadisin ínución . Si la Prensa se hubiese
la pr·cscnt iznción contemp lativa del flujo vital fuese una propues to que el lector baga suyas las informa ciones como
parte de su propia experien cia, no consegu iría su objetivo .
resoluci ón libre. De anteman o anuncia Proust termino -
Pero su intenció n es ]a inversa y desde luego la consigu e.
lógicam ente su convenc imiento cliscrcpa ntc. ~~n1? ria
Consiste en impcnn cabiliza r los acontec imiento s frente S
pura -•mém oire pure» -deb teoría bergson iana se vuel-
a am ifo en~tjUe pudiera hallarse la experie1 ida· del Ice- ( .x
ve en_éJ_ involun taria -•mém oire involon taire•-. P~oust
corÍÍront-a -sin -dilñdOñCi csla--mc moria i~vOiu-ntaria con fo.r.;JLo s-príncip ios fundam entales de la informa ción pe-
riodístic a (curiosi dad, breveda d, fácil compre nsión y so-
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la vol_unta ria__ que se halla domTna dá. por la ·¡ntéligé ncia.
bre todo descone xión de las noticias entre sí) contribu yen
A las primera s páginas de su gran obra incumb e poner
al éxito igual que la compag inación y una cierta conduct a
en claro esa relación . En In conside ración que introduc e
lingüíst ica. ~rl Kraus no se cansaba de hacer constar
el término Proust habla de lo pobrem ente que durante
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11I
temas • que hay que conccü iíCÜn 10 divers os <le la cons~
ciencia .... Según Frcu<l, la consci encia en cuanto tal no
ª~É_.'2 .i.:'_!l' :.:1.'.'. hueHa d:2.~_ rncm_ o:i'¡ÍP or-el-cor1ti:ario,
Es aconse jable volver a [Kre ud en busca de una de1er·
minac íón rnás sustan ciosa e 1o ·que en la «mém oirc <le
Der iiberras cl1te PsycJw loge. Vber Erratcu
l'intell igence • de Proust aparec e como desech o de la teoría ' T11rnooR REIK,
wid Versteh e,i tmbewu ssJer Vorgiin ge, pág. 132, Lcyden , 1935.
bergso niana. En el año 1921 se public a el ensayo Más allá ~ SIG:i.tu~u FREUD, Jenseít s des LHsfprí nzips,
pág. 3l, Viena,
del pri11cipio de placer, que establ ece una correl ación en· t923.
trc la memo ria (en el sentid o <le memo ria involu ntaria ) • En el ensayo de Freud los concept os de recuerd o
y memori a
c1on
y la consci encia. Dicha correl ación tiene figura de hipó· no present an ninguna. di!crcnc la esencial en cuanto a.· su slgni!lca
tesis. Las reflexi ones que le añadim os seguid ament e no en el contexl o present e.
tienen el empeñ o de probar la. Deber án conten tarse con ' fREUO, l. C., pág. 31.
' fREUD, /. c., pág. 32.
compr obar su fecund idad en orden a estado s de la cucs• ' fllEUD, l. c., pág. 30.
tión muy distan tes de los que estuvi eron presen tes en la •• 1~roust l trnta mUltlpl es veces de
esos "otros sistemas". Prefiere
concep ción frcudi ana. Más bien son discíp ulos de freud rcprcset\tn.rlos por medio de unn serle de miembr os nnntóm lcos, y no
las en ellos depone la rncmortn.,.
los que tropez arían con ellos. Las elabor acione s en se cansa de hnbla.r de las ltn{lgen es que
n en
se mueve n de cómo no ntiende n 'a ninguna sefia de la conscle ncla e lrrwnpe
que Rcik desarr olla su teoría <le la Incmo ria ello. de modo lruncdlnto, cuando una cadera, un brazo
o un hombro
en parte muy en la línea de la distinc ión proust iana entre
ya tiempo
toman lnvolunt9,rlamente en ln cama una posición que hace des membres"
hablan también adoptado.! 1Ji, ·•mémolre lnrnlontulre
remin iscenc ia volunt aria e in,·olu ntaria . «La funció n <le es uno de los temos prefer1ílos de Proust f/
Ia n1cmo rinn, Icemos en Rcik, ttCS proteg er las imprc
sio•
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9
tendr ía otra funció n in1po rtantc , la Je prese ntarse
defen sa frente a los estlm ulos•.
ulos
Para
es
el
una
organ
tarea
ismo
casi
como
vivo.
rnús
·I para organ izar la recep ción de los estím ulos, ". !-a rcc_cp-
ción del shock queda alivia_<la p_or un entre namie nto
do,,',i nio c!c7o s cstirn ~los, al cÜ:,l,-cr1 caso de Ürgci
en el
,cia,
<lcfen<lcrse frente a los estím . Freu<l •
rla; está dotad a de una pro- 11L!Cdcn co1llrí1:n1lf-lir.liOCI recue rdo como el suCf'io
impo rtante que la <le acoge amien to es
pro- supon e qt1c en los casos norm ales <licho entren
visión energ ética propi a y debe aspir ar sobre todo a tiene
ciú11 de la energ ía, que <le incum benci a de la consc iencia despi erta, la cual
teger las forma s Je lra11sfor111a 1ada crftal
de la influe ncia nivela do- su sede en una capa coflTC3.l .clcl cereb ro «qucn
opera n en ella espec lficar nenle , c~~-
las energ ías dema siado grand es grado por la acció n de los estím ulos» n que ofrec
ra, esto es, «dest ructiv a <le os. Que el
9
.\La amen aza <le esas energ ías dicion es favor ables a la recep ción de los mism
que traba jan en el cxtcrio r11 .porla cons-
ra en s7íock c¡ue<lc 'apres ado, -at5ja dci-c lc.fal modo
es ~'.' <lc!lsJ19ck~. Cuan to mós liabitu almc1 1tc se regist Je vi-
s habní que conta r con su re- cienci a. dará al incide nte que lo provo ca el can\c tcr
l,i cons-é icncía , tanto· rneno incide nte (al
teoría psico analít ica intent a en~ venci a en sentid o estric to, Esteri lizará dicl10
percu sión traun1~1lic:1. La
incor porar lo inrne diata rnen~ afrcg istro del rccucn .lo cons-
as
tende r la natur aleza del shock traum ático (!por las brech
frente a los estím ulos•. En su ciente ) para toda exper iencia poétic a.
que se abren en la defen sa
<le Apun ta-la pregu nta acerc a Je cómo pueda funda rse
opinió n el terror tiene «su sígnif icaciú nn en una «falta
la poesía lírica en una exper iencia paral a-ctia l la vive_~
cia
dispo sición para el mied o•''. del -s/iock se ha conve rtidó en norm a. De dicha poesí a
La invest igació n Je frcu<l parle Je un sueiio típico en dillér á- csper arsé-u n alto grado de consc iencia ; despe
r-
les
neuró ticos trnum .:ítico s que n:pro duce la catást rofe que taría la idea Je un plan que pone por obra al hilo Je
su
• busca n -segú n freu d- poe-
sobre vino. Sueño s de tal in<lole
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r \
rna~e ra ~1gu1 entc:
icr~¡ CO!l su produ cción poétic a, que ha segui do siend o blema se plante aba sin Ju<l~_ }e la
_11_1_!-_l_ug<JJ_Il.l. Mus- )
puram ente lírica. Con ello se prese nta como el único
autor a ser un gran poeta t per~'.1:::1-'.1.'.ªlc:trn_e,_
propó sito fuese en él cons-
que ~rni te ,inme diatam ente a !3au< lelaire ). ,Las irnpre - set. No afirm o que semcf :'ínte
pr~-
sionc ,-y-la s ·sensa ciones del homb re -dice Valé ry- _per- ciente ; pero estaba_ en él_ forzos arncn tc, m,ás aún, ese
su razon de Estad o• .
tenece n, consi<lcra<las en y por sí mism as, al géner
o <le pósito era !3au<lela1re mism o. Era
Je la razón Je Estad o ,k
na ... El Resu Ita un tanto extrañ o habla r
las sorpr esas; atesti guan una insufi cienci a huma las
a un poeta_ Impli ca algo notab le: la eman cipac ión de
recue rdo cs ... una manif estaci ón eleme ntal que tiende
o,
otorg arnos el tiemp o, que por de pront o nos ha faltad 12 PAUL VALÉRY, Ocm 1 rcs, cU. Hyticr , vol. 2, pág.
741, París,
1960.
1 rm:1m, /. c., pág. 34. 11 FREl"D, 1. c., p:Íg. 32.
u BAt'Dr:L AIRE, Les F1c11rs dH mr.l. Avcc une íntrod uction <le
11
FREUO, l. c., pág. 41.
Paul Vnléry , cd. Crt'..'s., París, 1928.
" fAEL'D. l. C., p~g. 42.
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vivencias. La producción poética de Baudelaire está orJe- blar; Gautier nos dice cómo le gustaba ir puntuando
nada a·uiia\tarca. Le atrajeron espacios vacíos en los que sus dcclamadoncs 17 ; Nadar describe su paso abrupto u.
instaló sus poemas. Su obra no sólo es susceptible, como La psiquiatría sabe de tipos traumatófilos. Baudelaire
cualquier otra, de un~ 'deTcrniiiiaciuí1_hisiónca;'rino que hizo asunto propio parar con su persona espiritual y fí-
quiso serlo y así es como se cntcn<li6 a sí misma. síca los shocks, cualquiera que fuese su procedencia. Al
describir a su amigo Constantin Guy, le busca a la hora
en que París duerme: -inclinado sobre su n1csa, penetran•
do una hoja Je papel con la misma miraJa que hace un
IV momento JeJicaba a las cosas, esgrimiendo su lápiz, su
plu1na, su pincel, escurriendo la pluma en su camisa, pre-
suroso, violento, activo, como si temiese que las imáge-
Cuanto m::ís participe el shock en su momento en cada nes se le escapasen, peleador, aunque solitario y recibien-
una de las imoresiones; cuanto m::ís incansablemente pla- do él mismo sus golpes•". Cogido en esta lcscaramuz~'
nifique la coii'sciencia en interés de la defensa frente a los fantástica, se ha retratado Baudclaire a sf rriisino en-la
estímulos; cuanto mayor sea el éxito con el que_~ traba- estrofa inicial del poema Le soleil; y es éste el único pa•
r.t,/c,p,·~..,n,'4 je, tanto menos se acorno<lará toJo a la cxpcrícncia, tan- saje de Les Flc11rs d11 111al que le muestra trabajando poé-
.._,f::\J~-A to rTiejür-Sc ·re3lizará el concepto dc~yivCT1Ci_E")<5Llizá"sc ticamente:
pueda-al fin y al cabo ver la función peculiar de la defensa
frente .1.l shock en que asigna al inci<lcntc, a expensas Je <tLe long du vicux faubourg, ali. pe11de11t aux 11rnsures
la integridad de su conteniJo, u~ pücsto temporalmente Les persie11nes, a/Jri des secretes luxllres,
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exacto en la consciencia'J_~e_ trataría Je una fi_ligr_a.n_n.:,de Q11a1Id le solcil cruel frappe ,l trairs redouhlés
la reflexión, que del inciJc11tc lw.ría una vivencia. En su S11r la vil/e el les cha111ps, s11r les toirs et les blés,
ilefecto se instalaría el terror (ya sea el placentero o lama- Je vais 111'exercer seul a nza fantasque escrhne,
yoría de las veces el cargado de disgusto), que es el que, Flairant da11s taus les coi11s les hasards de la rhne,
según Freud, sanciona la falta de Jcfensa frente a los Trébucha11t sur les 111ots co111111e sur les pavés,
>' shocks. eud!elairc_ha rcteniJ~t~ diagnóstico en una l!eurtanr parfois des vcrs dep11is lo11gte1IIps révés• ".
im_agenc_ruJa. Habla de uh<luclo sn el que el artista, an-
tes <le ser venciJo, grita &-espafíto ". Dicho dnelo es el La experiencia del shock cuenta entre las que dcter•
inci<lente de crear.¡ Baudclaíre ha coloc_ado, por tanto, la min-afoh la factura de·naudclaire~- Gídé- fra !aue- las in-
experiencia <lcl shoCk-CffC1 Co~::'lj.ún."mismo dc_su_trabajo icrm i tcncias entre i1nagcn e idea, palabra y cosa, inter-
arTfsl.icO:-rric"ú!úFC .. -una··g-ran importancia a ese auto- mitencias en las que la excitación poética de Daudclaire en-
tcSfi"iYl-Ünio. Y varios coetáneos lo apoyan con sus expre- cuentra su verdadero puesto u. RiviCre ha señalado los
siones. Para DauJclaíre no resulta raro que, abandonaJo
al espanto, produzca espanto él mismo. Valles nos refiere
ir Cfr. Eucl::NE MARSAN, Les cam1es de M. Paul Dottrget et le
sus excéntricas muecas 14 ; Pontrnartin a<lvicrtc el rostro bo11 choix de I'hili11te. Petit ma11uel de l'!iommc élégcmt, página
cmba.rgado de I3audclairc en un retrato de Nargcot; Clau- 239, París 1923.
dcl se detiene en el tono cortante del que se servía al ha- 11 Cfr. MAILLARD, La cité des iraellcctucls, op. cit., pág. 362.
u 11, pág. 334.
"' 1, pág. 96.
n Cit. en RAYNAUD, Citarles Dall([elairc, op. cit., pó.g. 317. _ 11 Cfr. ANDRÉ GrnE, cBaudclairc et M. faguet», en: Morceaux
u Cfr. 1L•1 ES VALLts, Charles fla1ulelaire, p:í.g, 192, París, 1931.
c!1oisis, pág. 128, París, 1921.
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\ trat a de ning una clas e, de ning ún
t1 olcc ti\'o , cua lqu iera que
<li<lo al vers o bau dcla i- de 01 ra cosa sino de b
golp es sub tcrr nnc os que han sacu sea su estr uctu ra. No se tr;;1ta
se <lcr rum base sob re sí ntes , del púb lico de la.
rian o. Es com o si una pala bra amo rfa mul titu d de; los tran seú
ifie sto <lichas pala bra s _ia Ba_udc,ln_ire no olvi da (,;
mis ma. Riv icre ha pue sto <le man call e ·.)E saÍn 1lilt ilu< l~cu va cxistcnc
j_~I~~ning~~-~~~-~-c__ ~us _·',,r.
cbu dic: -int cs ": jaf! 'ás, no ha po_~_aiJ0__ ~_0~1?~(Xlc],_l¿_
~ª~ · E2_u1:_a figur?- ~ccr.ctan_ ~1!_r:tc ~st01!1__r_add en su crea~ b.1: 1
«Et qui .rnit si les flcu rs 11011,•cl
lcs que je rél·c figu rn tam bién seci -eta :;:-· .
tiv1clad, tal y com o la exp one la
Tro11,·ero11! dan s ce so! lnPé co111
111c une grCiic cifr amo s la ima gen del /'-"'
dél frag men to cita do. En ella des
Le 111ystiq11c afí111c11t q11i fcrnit lc11r ,·ip,11c11r?» :ri.
está n des tina dos a abri r-
luch ado r: los golp es que rep arte
d. Cla ro que los 41:Íau•
le un cam ino u trzn ·és de la rnu ltitu
o el poe ta de Le So/e i/,
O tam bién : bou rgss , por los que se va mct ienJ
stel ació n esco ndid a (en ' l.(Jc.;
está n vac íos, sin gen te. Per o la con
su [onc fo la licll el.a ocl
ella se vue lve tran spa ren te has ta·
es la m. ulti tud fant asm a;\/
la estr ofa ) deb e ente nde rse así:
el fam oso com icnw Je de los com ienz os de
Y aqu í tien e igua lme nte su sitio de las pala bras , Je los frag men tos,
es aba ndo nad as se bat
poe ma: un vers o, y con ella y en las call
el poe ta por su poé tico botí n.
"l,n scn· n11t c mt grn. nd cor
u,· dun t FU/IS érie z jnlo usc, , '.'\
7/25
i
1
se apren de
a través de la multi tud y que el «fo!le tonist a•
¡'L~,. .
1
como ta-
, . .;..J,, il·lysle.I_es -~-l'a ris._Y a _temp rano se propu so
1 de carrer illa. (_Para Engel s la multi tud_t icne algo _ _c[ue <
rea \Cxt_racr'·l':;_m_asa_ férrea ,del prole tariad o de aquel la a la
raba adula r un so- const erna. Provo ca en él·una -reac ción moral . Junto
· t,,;u _ !_masa amor Íafa la que enton ces procu c;;;¡-· desem peña si'i pápel otra que es estéti ca: le result
a
ipción que -~nge ls con-
r cialis mo esteti cista. Por eso la descr desag radab le el lempo con el que los transe úntes se dis•
de juven tud prClu dia, tí-
sigue de esa 1nasa en una obra
ianos. paran unos al lado de otros. El incen tivo de su descri pción
midam ente como siemp re, uno de los temas marx o crí-) x ~J-_
ar se const ituye en la mezcl a de un insob ornab le hábit
•!Jna ciuda d como Londr es, en la que se puede camin autor proce de 'de
ra al comie nzo del fin, sin tico y del a!l1ig uo_ten or_p_ ,1tríar cal. El
horas entera s sin llegar siquie jamás le haya
una Alem ania todav ía provi ncian a: quizá
topar con el mínim o signo que permi ta deduc ir la cerca- nas. J (1.V ,,
li- alcan zado la tentac ión de perde rse en un río de perso
nía de terren o abiert o, es cosa muy pecul iar. Esa centra París por __ _
de tres millon es y me- Cuand o Hegel , poco antes de su muert e, vino a
zación colosa l, ese amon tonam iento calles y J
su prime ra vez, escrib ió a su mujer ; Voy por las 1r
dio de homb res en un solo punto , han centu plicad o las gente s parec en las de Berlín , trajea das igual y con 1
víctim as que ...
fuerza ... Pero sólo despu és se descu bre las rostro s aprox imada mente iguale s, con el mism o
aspec to, f");'{,_,,,1
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duran te un par
ha costad o. Cuand o se ha vagab undea do pero en una masa popul osa~ i:.. Para el parisi no era algo ,,(.-, ~"
o
de días por las calles prinéi pales adoqu inada s es cuand natur al move rse en esa masa. Por muy grand e que fuese
tenido que sacrif i-
se advie rte que esos londin enese s han que-
todas la distan cia a que preten diese poner se por su parte,
car la mejor pñrtc <le su hurnanida<l para consu mar podía verla desde fuera como
las que su ciuda d re- daba te<'íido por ella y no
las marav illas de la civiliz ación de para
bosa; se advie rte tambi ó,;- que ciento s de fuerza s, que Engcl s. En lo que conci erne a Baud elaire la masa es
inacti vas y han él algo tan poco extern o que en su obra se sigue c/11110 ,
dorm itaban en ellos, han perma necid o
emba rgo de ella. .
sido reprim idas ... Ya el hormi gueo de las calles tíene
algo atraíd o y embe lesado , se defien de sín
lo cual se indign a la \ La _ri1.asa es tan inJi:Ln_se_ca en Baudc.);!,Ír!c'_qtI_~_"_ n_ vano (Jóú,·
de repug nante , algo en contr a de s /
natura leza huma na. Esos ciento s, miles que se apret ujan bllsca mos cri él su descri pcLón . Apena s nunca encon tramo
es. f.,J 0 ,,,
unos a otros, ¿no son todos ellos homb res con las
mis- sus temas más impor tantes en forma de descr ipcion
quc- ¿,,,
mas propi edade s y capac idade s y con el mism o interé s por Corno ingen iosam ente dice Desja rdins, «le da más 1
se de lado, como ria que adorn arla , µ1✓-11
ser felice s? ... Y sin emba rgo corre n dándo hacer sumer gir la image n en la memo
con Splee n
sí nada tuvics Cn en cÜmú n, nada que hacer ]os unos y pintar la» • Tanto en Les Flettr s du mal como en
11
ellos, el de
los otros, con un único conve nio tácito entre
la acera que está
que cada uno se mante ngaen -el lado de 11 Die La,;e dcr orbeite m/c11 Klase in é11gla11d, op. cit.,
ENGíLS ,
era-
a su derec ha para que las dos corrie ntes de la aglom pág ..17. '
o, no se deten - G. W. F. HEGEL, Werke , Vollsti i1tdige Atugab e durcl1 cincn
ción, que se dispa ran en uno y otro sentid ::!!
e desde luego Verein 1•011 Frcwul i:11 des Verew igten, vol. 19,
pág. 257, Lcipzig ,
gan b una a la otra; a ningu no se le ocurr
digna rse echar una sola mirad a al otro.\. La indife rencia 1887.
DESJAílO!Ns, •Clrnrl cs Baudclaire)O, art. cit., pág.
23.
,_~¡ aislam iento insen sible de cada uno cll sus íntc-
:n
brutal
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f l·rU
\ /
1
de París b~lscarcmos en vnno correspondencias con las 1nacabre se mueve hacia adcl0n!c una masa compacta.
1 pinturas d,/ la cit1dad en las que Víctor !Iugo era maes- Destacarse dC esa gran masa con un paso que no es capaz
tro:Baudelait'c.110 describe ni a los habitantes ni la ciudad. de mantener el lempo, con pensamientos que ya no saben
Esta... r"~nur~~¡~· Íc P~~c ·en situación de evocar a los unos nada del presente, es lo que constituye el heroísmo de
en la figura de la otra. Su' multitud es siempre la Je la esas mujeres arrugadas a las que sigue el ciclo Les pc-
gran ciudad: su París está siempre superpoblado. Esto liles vieilles. La masa era el velo ¡¡gitado a través del cual
es lo que le hace muy superior a Ba_rbier, porque el pro- veía Baudclaire París •. Su presencia determina uno de los
c_C:_~~_r de éste es la descripción, esto es, que las nwsas y mús célebres poemas de Les Pleurs du nrnl. ·
la ciudad ,:¡¡n-péir !,idos diferentes•. En Tal,lcaux ¡,arí- Ninguna locución. ninguna palabra indica por su noml
s1c11s se· pueik comprobar casi siempre la secreta presen- bre a la multitud en el soneto A u11e ¡,assante. Y sin em-
cia de las masas. Si Baudelaire aborda el temaueramanc- bargo el incidente se apoya únicamente e!l_el!a, igual que
ccr, ¡,:.;y sicrnp;·e en las calles vacías algo de ese «silencio el viaje del velero tiene su apoy~ en el viento) _
-·---· ----- --- -- -------· ~--·------·-
de un cnjrnnbrc• que Hugo rnstrca en el París nocturno.
\Tan pronto como Baudcbirc ,rosa su miradalsobrc las «La rue nssourdissante autour de 111oi hurlait.
h\Iril!1as <le los nilns de anatomía-diSpucSios pa~a la venta Longue, 111il1ce, en grand deuil, douleur majestucuse,
en los qua is polvorientos del Sena, la masa de los muertos Une fc1111ne pnssa, d'une 11iai11 fastueusc
ocupa cutno si nada en esas hojas c1 S1t;o en el que antes S011leva111, haln11<;ant le fes/011 el /'ourlct;
se veían esqueletos aislad~En las figuras de la Danse
Agile et noble, m·ec sa jambe de s1a1,1e.
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'
• R('S\lltn cnrnctrrl!illco del procedimiento de B_arb~su l)o('mn.
Lo11dre, quc describe 1n cludnd !'n vc!ntlcuntro llncnS pnrn concluir
¡\Joi, je buwiis, crispé co111111e un extravagant,
Da11s son ocil, cíe! livide oll genne l'ouragan,
torpemente con los 5\gulcntcs nrso5: La douceur qui fascine el le plaisir qui lue.
En/In, dan1 ama, d~ choscs, <~ornbrc, fmmrrn1c,
Un pcuple nolr, rft:ant el 111011ra11t en sllcnce. U11 éclair ... ¡,uis la 11ui1! - Fugili\'e bea11{é
Del {'[rci par mlllfcn. !1d1·011l l'lnsl'11cl fatal,
Et courant aprt1 tor par te bien el le mal.
Do111 le rega,·d 111'a fait soudaí11e111e111 renaílre,
Ne te verrai-je plus que dans l'é1enri1é?
1Aucusrz BARRit:n, lambel et poCmcs, p:"1g. 193, Pnrls, 1841). BaudCln!rr
ruc influcnclndo mris de lo que qnl!-lérnmos tener por cierto por
nlgunos pocmn.s de Dnrb1r.r, sobre todo por su ciclo Lazare. El flnnl Ailleurs, /Jic11 loi11 d'ici.' trap tard.' janwis pcut•Ctre!
del Crép1uc11lr du iotr de Dnudrlolrc dice ns!: Car j'ignore oll tu fuis, tu ne sais oú je vais,
O toi que j'eusse aimée, ó toi qui le savaisf• XI. • ,.\,,.,,)..Á
... f/J /fnf.urn!
L<'ur de!tlnét: el vonl t·cn le goll//rc comnrnn; 1 -~,
L'hópltal u rempllf. de lc11r! .,ouplr1. /'/11.1 d'un \ Con velo de viuda, misteriosa al ser arrastrada muda- ll~~
Ne vlendra plru chcrchcr la jOUpe parf111née
Au cofn d11 /cll, le 1oir, auprC1 d' une dme alméc (I, pñg. 1091. mente por la muchedumbre, cruza una desconocida por
l;i_lll_irada del poctajUna sula frase retiene lo que quicí·e
Com¡mrrmos c!'i\o con el flnnl de ln oclnvn r~trofn e.le Minct1rs de
r.·cwca.1tle de Bn.rbler:
dar a entender el soneto: la apari~ guc fascina al habi-
El pl111 d'un qui rfralt dan~ Ir fond de son 6:rne • La !nntnsnrngorla en la que el que espera pnsa su tiempo,
Aux douceun du logi!, d l'o-cfl blcu de .rn /cmmc, ln Ven~c!R fabricada en los pasajes, y que el Imperio simula como
Trouve atl vcnlre du uo11/lrc un étcrncl tombcau. un suefio p:ua los parisinos, va na\'C~amlo en un panel de mosnlco~.
Por eso los pasajes no aparecen en Daudelaire.
Con 11110s poco.11 retoques mng!slrnles com·lcrtc Bnudclnlrc la suerte
del minero en et !!nnl trlvlnl del hombre de In grnn cludnd. "' !, pág. 106.
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!ante de la gran ciudad (nada más lejos de él que tener
C_f!Ja multitud sólo un rival, no más que un demento
_hosti_l) es precisamente la multitud quien-- se la acerca. VI
El arrobo del hombre de la capital-no es t;hto un amor
a primera corno a última vista. Es una dcspcdiJa para
siempre que en el poema coincide con_ el instante Je la Entre las más antiguas versiones del terna de la mul-
seducción. Y así es como el soneto lJ:<,prcsent_a\la figura titud puede COflSiderarse como la más clásica una narra-
dcl_s!tock, la figura incluso de una catástrofe que ha ción de~e_tr;iducida por Ba_uclclaire. 1Pone de bulto al-
llcga<lo a a1canzJ.r la riatur;:dcza <lcl sentimiento de quien gLmas curiosidades y basta con seguirla para tropezar
tanto se emociona. Lo que hace que el cuerpo se contraiga con instancias sociales tan poderosas y tan escondidas
-«crispé commc un cxtravagant no es el embeleso
l)-
que sólo de ellas proceJcrá una influencia múltiplemente
de quien se ve poseído por el eros en todas las Gímaras mediada, sutil y penetrante, sobre la producción artística.
Je su ser; tiene m;_ls de esa confusión sexual que sobre- La narración se titula El hombre e11 la multitud; su es-
viene al solitario. No nos <licc demasiado que {(estos ver- cenario es Londres, y de narrador hace un hmnbrc que
sos sólo hayan podido surgir en una gran ciudadn, según después de una larga enfermedad se adentra por vez pri-
opina Thibaudct l!. Ponen de manifiesto los cstigmp.s_~ mera en la agitación de la ciudad. En las últimas horas
de la tarde de un <lía de otoño se instala tras los ventana-
la existencia en la gran urbe ca:,sa al amor. Así leyó [Proust /
les de un gran café londinense. Examina a los clientes que
este soneto y por ello ha provisto ele u_n __ nol!]bre-tan-pre-
le rodean y examina también los anuncios en un perió-
fia<lo <le referencias como (lla Parisiennc» a·la copí;:i .. tarJía
dico; pero ~u mjrada_' se dirige sobre todo a la multitud .,."'' ''
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de esta rnujcr_cle_luto que un <lía se le ap-arcce ;,-n Alber-
iTtlC. «Cuando Albertinc entró de nuevo en mi cuarto que pasa, apret~1jada, antcsu-vc-ntana. «Dicha calle es una t ~'~,
tci1ía.puesto un vestido negro <le satín. La hacía macilenta de las principales avenidas de la ciudad y durante todo
el día había transitado por ella una densa multitud. Al
y .semejaba a ese tipo de p~uisina fogosa y sin embargo
pálida que, desacostumbrada al aire libre, contagiada por acercarse la noche, Ja afluencia au1ncntó, y cuando se en-
su vida en medio <le las masas y quizá también por el in- cendieron las lámparas pudo verse una doble y continua
flujo del vicio. es fácil <le reconocer en una mirada 'siem- corriente de transeúntes pasando presurosos ante la puer-
pre errante en mejillas sin aícitc e.le carmín"". Todavía en ta. Nunca me había hallado a esas horas en el café, y el
Proust es así como mira el o;tjcto de un nmor que sólo tumultuoso mar de cabc:zas humanas n1c llenó de una
el habitante de la gran ciudad,experirncnta;/y así es como emoción deliciosamente nueva. Terminé por despreocupar-
I3nudclaírc en su poema conquista ese amor JcI que no me de lo que ocurrió adentro y me absorbí en la contem-
raras veces podrá decirse que le ha sido más bien aho- plación de la escena exterior»". La fábula de la que forma
rrado que negado el cumplirnienlo. parte este preludio es tan importante que tiene sentido
por sí misma.; hay que considerar el marco en que se des-
arrolla.
La multitud londinense aparece en Poe tétrica y con-
fusa corno la luz de gas en la que se mueve. Y esto no vale
solamente para la chusma que con la noche se arrastra
11
THrnAt.:DET, !ntéríeurs, o¡,. cit., pág. 22.
:-1 ¡\1ARCEL PROUST, A la rechcrchc d11 tc111ps perdu. La príso11•
" Poc, l. c., !, pág. 247.
11ihc, pág. 138, París, 1923. ·
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A
•fuera <le sus gua.ri<las.• "\ Poe _describ_e__<lc este modo la I.:..~~lismo S_<?cialistaJBarbi('r síiquc es uno de, los mejores
.:_las e_ <lc\lus·::i11os empicado s:; • Todos ellos rnostraliarí. se- que tal vez pueda irivocar-- dicho realismo; describe las
Iiales <le calvicie y la oreja derecha, habituad a a sostener cosas menos chocante mente. Escoge además un tema más
desde hacía mucho un lapicero, aparecía e~traflam c;ite trasparen te: b masa de los oprimido s. En Poe ni se ha-•
separada . Noté que siempre se quitaban o ponían el som- !;la d_e__c,_lla; Jecioé- habérsela s· con «las gentes• a secas.
brero con ambas manos y que llevaban relojes con cortas En el__ e_spcctáculo que le ofrecían percibe, como Engels,
cn<lcnas <le oro <le nwciza y nntígun forma~ n_ Y aún más -duna \arnenaza lY precisam ente es esa imag_c,_r.1_<le..la.multi-
sorprend ente resulta la descripci ón de la multitud por su tud de_la_gnm_µrb_e.la que fue _determin ante para Baude-
manera de moverse: «La gran 1nayoría <le los que iban 1~. Estaba sometido al poder con que le atraía para
pasando tenían un aire tan serio como satisfech o, y sólo hacerle, en tanto que «flúneur» , uno <le los suyos; pero
parecían pensar en la manera <le abrirse paso en el api- jamás le abandonó el sentimien to de su condición huma-
fian1iento. Fruncían las cejas y giraban vivament e los ojos. na.~ hace cór:nplicc suyo y casi en el 1nismo instante se
Cuando otros transeúnt es los empujab an, no daban nin- separa de ell,!j Se deja ir con ella un largo trecho para
con una mirada, de improvis o, arrojarla a la nada. Esta
guna scfwl de impacien cia, sino que se alisaban la ropa y
continua ban presuros os. Otros, también en gran número, ambivale ncia resulta un tanto fascinant e cuando el poeta
se movían incansabl es, rojos los rostros, hablando y ges- la confiesa recatadam ente. Quizás dependa de ella el atrac-
ticulando consigo mismos como si la densidad <le la masa tivo difícilme nte explicabl e <le su Crép11sc11/e du soir.
que los rodeaba los hiciera sentirse solos. Cuando halla-
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los bulevares. El brillo, la vida de esa calle, única en su
gran ciudad. Merece la pena tomar nota de las .diferen·
cias entre ambos tcxtosll El observador Je Poe mira a tra•
vés de la vcnt;:-ina Je un ..~c1i--¡1úhli(~ü; C) f:,aricntc en cam- » ERNST THEorXJR AM.>.or:us Hurn,uNN, Atisgcwiihlte Scliriften,
vul. 14, pág. 205, Stuttgarl, 1839.
bio está instalado en su domicilio. El observador de Poe
• Es curioso cómo llega. a confesarlo. El vls!to.nte piensa que
está somcli<lo a una atrac~-f¿n qu~ termina por arraslrarlc el pariente sólo mira el bul!lclo de ah! abajo porque le gusta. el juego
al torbellino de la multitud. El pariente de Hoffrna'nn es cambiante de los colores, Pero eso tendria a. la larga que resultar
un paralítico en su ventana de chaflán; no podría seguir can.sudo. De mnncra semejante. y por cierto no mucho más tarde,
escribe Gogol con motivo de un mercado en Ucrania: "Se pusleron
la corriente aunque la sintiese en su propia persona. lv1ás tantus gentes en camino que los ojos le lrnclf\n a uno gulfios." Qulzú
bien estú por encima de la multitud, tal y como lo hace yer diariamente una multllud en movimiento supuso entonces un
espectáculo al que la vista. hubo de adaptarse. DeJémoslo estar como
plausible su puesto en una vivienda de pisos.f Dcsdc é 1 conjetura, ya que no es Imposible suponer que, una vez llevado a cabo
cx,1.mina n1inuciosamcntc la multitud; se celebra el mer- ese cometido, le fueran grntns Jns ocasiones de confirmarse en pose-
cado scmanzil y ésta se siente en su elemento. Sus ge- sión de sus nucvns adquisiciones. El proccdlmlento de la pintura im-
presionista, que entroja el cuadro en el tumulco de las manchas del
melos de teatro le acotan escenas típicas. La actitud in- color, serla un reflejo de expcr!enclo.s que se han hecho corrlente.s
terna de su usuario se corrcsponJc enteramente con el uso pura el ojo del lrnbllnntn de la. ¡;ran ciudad. Un cun..dro como la.
Catedral de Charlre.t, de Monet, que es cusl como un hormiguero de
Je dicho instrumento. Confiesa él rnismo que quiere ini- p!cdrns, podrln l!ustrnr nuestra presunción.
•• En ese texto, Hoflmann dedica ponderaciones edJ!icantes entre
El tlpo creo.do por Glusbrenncr, ntenldo n. su vida prlrndn, apa- otros al e:!ego que mantiene su cabeza hncln el cielo. Baudelalre, que
rece como un retofio ruqult!co del '"c!toycn". Nnntc no tenlfl ningún conocla. esta nurrnc!ón, go.nn a la consldernclón de Ho!!mnnn por
moth'O pnrn n!nnruse. Se comporta· en la calle, que evidentemente una \'E\rlunle en !u J!nea !1nul de Le1t A t·eugle.t con ln que de5micnte
no Je lleva n nlngunn. µnrtc, de modo tan custro como el cursi entre su devoción: Q11e cherchent -ih au Ciel, tous cel aveuvles? (1, pági-
sus cuatro purede3. na 106J.
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10
\ , género, provocaba en mí una admiración sin límites; Hei- gestos de conmutar, oprimir, echar algo en algún sitio,
1 ¿ ne, por el contrario, destacó significati\'amcntc todo el lH;- tuvo consccücncias especialmente graves el «disparo» del
! ¿_ rror que se n1czcla en este centro mundialn ,e_ [ológrafo. Das taba apretar con un Jedo ~para ·fijar - un,
1 ;- acontecimiento durante un tiempo ilimitado. El aparato
impartía al instante por así decirlo un shock póst;r_rno.
A las experiencias táctiles de esta índole se le aiiac.lieron
V l I I G;.1ffe.(' las ~]_)tiC_asc~Cl_n:1.º.las que traen_s-911s igo l."._E§_gÍll_,l_d<: a_nun-
cios _ele un ¡,cri~~~?_0'-~l__t0ico ~" ~na gran ciuc~ad,- l\lo-
versc en éste cona1c1ona a cada ~uno "'tbn -una sene <le
U-a multitud de la gran ciudad despertaba miedo, rc- s/10cks y de colisiones. En los cruces peligrosos le con-
pugnanci¡i1 terror en los primeros que In miraron de frente. traen, iguales a _golpes de batería, rápidos nerviosisn1os.
Jcn__!'.9c_~ienc_ algo___dc bárbaro, La disciplina sólo la sujeta IBaudelairc babia clel7i.ombre que se sumerge en la mul-
éor1 grave esfuerzo. J\1ás tarde James Ensur no se cansará tit~d -como en una reserva de energía eléctrica. Trazando
de confrontar en ella disciplina y ferocidad. Tiene prefe- la-experiencia del shock, le llama en ségüida··¡calcidosco-
rencia por implicar a cÜrporaduncs -miliiarCs en sus ban- pio provisto de coñsciencia" n_ Si los transeúntes de Poc
das carnavalescas. Y resulta ejemplar lo bien que se lle- lanzan, aparentemente sin rnotÍ\'O, rnira<las a todos lados,
van. A saber, corno modelo de Estados totalitarios en los los actuales tienen qu_e hacerlo_ para orientarse acerca de
que la Policía va a una con !os mrdcantcs .. ya)é~~uc tiene las señales de tráfico. l~~éc~ic~.]1a sometido el sensorio
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un agudo sentido para ese complejo de sí,íiomas que es humano a un entrenamiento de índole muy compleja. Lle-
la «civilización~, cnractcríza así uno <le los estados de Ja gó el día en que el film ha correspondido a una nueva y
cuestión correspondicnte.\«EI habitante de los grandes cen- urgente necesidactcle1r1Ccnti\'os. \La P."_!Jep__c:ión_a modo ¡
X 1
•,de_shoc:k cobra en clfilrn vigencia como¡f,rincipio formal./,<
tros urbanos cae <le nucvó en el estado sah·ajc, quiero
clccir en el aislamiento. El scntimici1to <le estar referido (lc:"_c¡uc_en la cinta sin fin determina el ritmo_Je la produc-
a los demás, antaño siempre alerta a caus.1 <le Jn,o:; nece- )c~s_cn.el film b a s ~recepción.\ E·
sidades, se vuelve hoy paúlatinamcntc romo en el curso No en vano subray, Marx q!Je en el trabajo manual la
sin roces del mecanismo social. To<lo pcrfcccionan1icnto interconexión de cada u e sus momentos es continua.
de dicho mecanismo pone .. fuera de juego ciertos modos Esta interconexión se independiza cosifícadan1cntC en la
<le comport.1mícnto, ciertos sentimientos y emociones" ~1 • cinta sin fin frente al ojJ_r_cro de la J(ilirica. La pieza traba-
\ El conforL aísla. Por otro lado acerca a su beneficiario jada alcanza ese radio de acción sin contar con la_volun-
'a'"Jp'ÍÍ1ccrlnic-o, Al invcnt.irsc las cerillas hacia mediados tad del obrero. Y se sustrae a éste con igual obstinación.
de ~iglo._cnlr:\~ en escena una serie <le innovaciones que ¡«Es común a toda producción capitalista --escribe Marx-
tienen todas algo en común: sustituir una sucesión com- que no sea el obrero el que se sirve de las condiciones
pleja de opcrac_illnCS por unamanipulación abrupta. La 1,dc trabajo, sino al revés, que éstas se sirvan del obrero;
évolt.iciún-avanza eri.inuchos ámbitos; resulta por ejem- )pero sólo con la maquinaria cobra esta inversión una rca-
plo C\'i<lcnté en el lelUur1O: en lí.rgaí-~Jcl !110\'imicnto COllS· )idad ~lrne!1tc palp3b!_~,!. º. En el trato con la n1~1quina
tantc que servía a la manivela tic los viejos aparatos, apa- aprenden loSObrcros a coordenar 1:1:su propio movirnicnto
rece el de levantar el receptor. Entre los in11umcrablcs al siempre uniforme de un autómata~". Estas palabras
1-{l lIEISRICl! lftlNE, Gcspriiclrc, Drícfc, Ta!;c!Jiichcr sci11cr Zcir- " II, pág. 333.
ge11055c11, p:'ig. 163, Ucrlin, 1926, u lvhnx, Das Kapíral, cd. cit., pág. 404.
11 PAL'L VAl.f'.RY, Caliicr D 1910, p;'ig. 88, París, 1926 (?). H MARX, L c., pág. 402.
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arrojan luz pr9pia_sobrc las uniformidades de índole ab- el paro laboral). (El texto de Poe vueh·e transparente la
surda a las qu'é Poc ,Ye que cst;'1 sometida Li multitud. Uni- \TrJadcr·a intc1·d·cpc;n<lcncia cnlrc <lisciplina y barbarie.
formidad en cl'-\'csfir y en el comportarse y no en último Sus transeúntes se comportan con10 si, adaptados a los
término unifonnida<lcs en la expresión del rostro. La son- autümatas, sólo pudiesen expresarse automó.ticamcnte. Su
risa Ua que pensar. Probablemente se trata de la que hoy conducta es una reacción a los slwcks. •Cuando los en1•
es corriente en el (( kccp smilingn y figuraba entonces como pujaban, se deshacían en saludos hacia los responsables
amortigu::i<lor mímico de choques. y parecían llenos de conf usió:::_J
/ «Todo trabajo en la n1áquina -se <licc en el texto nn-
~7 tes aludido- exige un adiestramiento prc\'io del obrero» ,s_
Dicho adiestramiento <l-;;bC-JíSfmguirsc del ejercicio. Este,
único determinante en el artesanado, tiene todavía sitio IX
en la manufactura, sobre cu"yalfaSC «cada rama especial
de la ~¡,ro,lucción- encuentra en la experiencia la figura
técnica que le corresponde y que va perfeccionando lenta- l6.._ la vi,·cncia del shock que tiene el transeúnte en la
mente». La cristaliza pronto «en cuanto se alcanza un rnultitud corresponde la vivencia <le! obrero en la nwqui•
cierto grado de madurez»~. Pero por otro lado esa misma nari!U Lo cual no permite suponer que Poe tuviese la
manufoctura produce «en cada obra manual de 1a que se menor idea del proceso industrial del trabajo. En cualquier
apropia una clase de obreros que llamamos no especiali- caso I3auJclairc estuvo muy lejos de esa idca.lr~r9_ ~í es-
zados a los que el artesanado excluía rigurosamente. Si taba obsesionado por un proceso en el que el mecanismo
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la especialización simplifica<la se desarrolla en virtuosismo rcflc}o· que la máquina desata en el obrero, puede estu-
a costa de la capacidad de trabajo, comenzará a hacer una díarsecle· cerra: como en un espejo, en el desocupado·. El
esrccialidad incluso de la falta de todo desarrollo. En jucgO dc(azas}cprcsenta dicho proceso. La afirmación pa-
lugar <le una orJcn.tción por categorías aparece la simple recerá pa'raclújica. Una contraposición, ¿dónde se e~bl«¡
17
división en obreros cspccializ::-tdos y no cspecializ.:Ídosn • 5<YCDJ1 Jmás crédito, si no es entre el trabajo y__c,!~r7"'
Al olncro no especializado es al que más humilla el adics· )Alai~scribe de manera esclarecedora: • El concepto ...
tramiento en la máquina. Su trabajo se hace imrermeable 1 c!c7ucgo ... implica ... que ninguna partida dependa de la
a la experiencia. El ejercicio pierde en él su derecho•. .' precedente. El juego no quiere saber nada de ninguna
LLo que el Luna Park consigue con sus diversiones no es posición segura ... No tiene en cuenta los méritos adquÍ·
más que la prueba del adiestramiento al que el obrero no -'¡ ricios antes y por eso se diferencia del trabajo. E ~ o
cspccia!ízac.lo esuí somctiJo en la fábric~ (una prueba \¿ /acaba_p_r:ont~_d ~-lcit~- con e,;e_ imp?rt_"_':!!'.Pª:5;;-J:'-cn el
que a temporadas se convertía en el programa entero, ya , que se apoya_ el trabaJq• ". El lrabáJO que Alarn tiene en
que e! arte del excéntrico, en el cual el hombre cunlquícra mientes es sumamente diferenciado (y puede consc.cva ·,
podía dejarse adiestrar en Luna Park, tomaba auge con como el espiritual, ciertos rasgos del artesanado); no s
el de la mayoría de los obyeros de una fábrica y menos aún
(~ MARX, iúíd.
de los no especializad<li] Claro que al de estos últimos
'~ M-\RX, f. c., pág. 323.
" MARX, /. c., pág. 336. les falta el emp0que de la aventura, el hada Morga¡¡a que
Cu:i.nto m:í.s corto es el tiempo de formación de un obrero de atrae al jugador. Pero de lo que desde luego no carece
!n industr!n, tanto mú.5 largo &: lince el de un rn!llti.r. Tal vez forme es de la futilidad, del \'acio, de la incapacidad para con-
parte de la prepn.raclón de la soclcclad pnra la gucrrn totnl que el
rjPrc!clo pnsc de la prnx!s de In. pro.ducc\ón a la prnxls de la des-
trucción. " ALAJN, Les idécs et les ógcs, pág. 183, París, 1927.
- 148 - - 149 -
0112{ - tui o/"',;. · r¡·,J,: ,,,,;
sumarse inherentes a la actividad del obrero asalariado vcí.l. por los ojos <le Daudclairc al escribir: .,5¡ se ahorra•
en una fábrica. Incluso sus gestos, provocado s por el sen la fuerza y la pasión ... que cada ,1110 se despilfarra n
ritmo del trabajo automático , aparecen en el juego, que en Europa en las mesas Je juego ... , bastarían para fonnar.
no se lleva a cabo sin el rápido movimient o de mano del un pueblo romano y una historia romana. Pero claro, como
que apuesta o torna una carta. En el juego de azar el lla- todo hombre nace romano, la sociedad burguesa intenta
mado «coup• equivale a la explosión en el movimient o dcsromaniz arlo, y por eso ha introducid o juegos de azar
de la maquinaria ·. [_fada manipulaci ón del obrero en la y de sociedad, novelas, óperas italianas y periódicos clc-
tnáquína no tiene conexión con la anterior, porque es su gantcs:n- ~. Sólo en el siglo diecinueve ll•·gó a asentarse en
t-·.=cj,cl!Cfón)estricta.1~ªd,1_I1_ljll]ejo dc_la rnác¡_L!ina es tan la burguesía el juego de azar; en el siglo dieciocho Juga-
1mpcrmcab lc al prcccacntc corno el «coupn de una par• ba únicament e la nobleza. Lo propagaron los ejércitos na·
ticlatlcaza r respecto de cada i,nó de Iris anteriores; por poleónicos y formó entonces parte del «espect;'icu lo de
eso la prestación del asal.1riac.Io coincide a su manera con la vi<la clegzmtc y <le miles <le existencias flotantes flllC
la prestación del jugador.(E l trabajo de ambos está igual- circulan en los subterráne os de una gran ciudad», ese
mente vaciado dé contenicfü. J cspcct¿kul o en el que se empellaba Bauúclairc en ver lo
!lay una litogr'afía<lC""s(i,-;:-felder que representa un club heroico «tal y_ C()mo es propio_ <le n_u.cs_tra cpoca;1t:-· ----·
Si concebiniO S -el aiar · no ta;ito- en ~u--aspect¿ técnico
de juego. Ni uno de los retratados en ella sigue el juego
de modo habitual. Cada uno está poseído por su pasión; corno en el psicológico , .se JT\'clará la enorme importancí a
éste, por una alegría confiada; el otro, por la desconfian za de la concepción de Baudclaire . Es evidente que el juga- _ i""
dor intenta ganar. Sin embargo no IL:imarfarr1os deseo :1r t
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- 150 151 -
Cuanto más lejos alcance un deseo en el tiempo, tanto
1
<1-Voi!Q. le 11oir tablcau q11 c:11 un réve 11oclllr11e p¡;,¡
mejor podremos esperar su cumplimiento. Pero lo que Je vis se dérouler sot1s 111011 ocil clairl'oya11t.
nos conduce a la lejanía del tiempo es la experiencia que AJoi - 111é11ze, dans zrn coin de l'a11tre tacitllr11e,
Jo llena y estructura. Por eso el deseo cumplido es la co- 1;;-;;,e\-~·s ~ccoudé, /raid, 111l{Cf, cnviant.
rona que se destina a la experiencia. En la simbólica de
Enviant de ces gens la passion tenace»~.
los pueblos la lejanía del espacio puede hacer las veces de
la del tiempo; de ahí que la estrella fugaz, que se hunde \f:_J_poet~qo participa en el juego. Está de pie en un
en la infinita lejanía del espacio, se haya convertido en rincón;-no-·cs más feliz que los jugadores. También él
símbolo del d.eseo cumplido. La bolita de marfil que va ro- es un hombre clcf rau<lado en su experiencia; es un mo-
dando hasta la casilla próxima, la carla siguiente, la que de.r_nq. Sólo que desdeña el estupefaciente co;;-que··1us
está encima de_ ~oq~J.¿on auténtica contraposición de la jugadores procuran acallar b consciencia que les ha
estrella fugaz.\!':.!_ tiempocontenido en el instante en que
abandonado al paso del segundero •:
la luz de la estrelfafugaz brilla para un hombre es del
mismo material que el del que perfila Joubert con la se- «Et 111011 cocur s'cf/raya d'e11\'Ícr ,11ai11t pauvre lw111111e
guridad que le es propia. ,El tiempo -dice- se encuen- Co7'iral1fci1•ccTérveur a l'abín1e béa11t,
tra de antemano en la eternidad; pero no es el tiempo Et qui, sOii! ele so11 sa11g, pré{érerair en so111111c
terreno, el mundano ... Ese tiempo no destruye, sólo con- Ln douleu,- e) la 111ort et l'c11fcr au néalll» !,6.
16/25
acometieron. De hecho el descrédito del juego de azar ciencia substrato de la furia del juego. Encuentra ese subs-
viene de que el jugador mismo pone mano a la obra. (Un trato en sí rnismo y en csÚi<lo puro. Su arrebato de cú~
incorregible cliente de la lotería no caerá en igual pros- lera poseía la fuerza expresiva de la Iracundia del Giutto
cripción que el jugador <le azar en sentido estricto). en Padua.
\_!:.mpezar siempre de nuevo y por___el_ princip'io es la
idea regulativa del juego (y del trabajo asalariado). Tiene " l. pág. 110.
por tanto un sentido exacto que Daudclaire haga aparecer _El efecto de ebrledud del que nquf se trata, está_ cspccHlcad,o
tcmp0fáfüiCnlC~1gÜal que el padecimiento que -ha _de _aliviar. El tiempo
la manecilla de los segundos como compañera del ju- "fsCI in8.TC_r1i..(.~n.el que se tejen las !antasrñngorins _del_J,ucgp. Oour-
gador: - don escribe· en sus Faucheurs de nuits: "Afirmo que la pasión del juego
es la más noble de todas las pasiones, ya que Incluye a todas las de-
mas. Una serle de "coups" afortunados me hace dis!rutn.r más de
«SouPic11s - toi que fe Te111ps es! u11 joucur aFide lo que un hombre, que no Juega. dlsrrutaria en afws ... ¿Creéis que
Qui gngnc sa11s rrichcr (1. tour coup.' c'est la loi)l q.
en el oro que me ene en suerte no veo sino la ganancia? Os equlvcx:á\s.
Veo en él !ns delicias que procura y las apuro. Y me llegan demasiado
rúpldns para que puedan hastlarme, y en tal variedad que no pueden
aburrirme. Virn cien vidas en una. sola. Si viajo, lo hago a la. manera
En otro texto Satán ocupa el puesto del segundero en que \-'laja la chispa eléctrica ... SI soy n\·a.ro y reservo mis billetes
1ncnciona<lo !,l. Sin <luda que pertenece a su distrito ese "para jugar", es porque conozco el valor del tiempo dernasta.do bien
infierno silencioso que el poema te jc11 señala para los parn. cmplenrlo como los otros. Un determinado placer que me con-
cediese me costaría olros mil plRceres ... Los pl0.ccrcs los tengo en
que han sucurnbiJu al juego de azar: mi csp!rilu y no Quiero olros" {EDOUARD GouROON, Les Fa11.cñeurl de
nuits, p:í.g. 14, Pnr!s 1860). Anatole Frnnce plantea las cosas de manera
parecida en sus notas, tan hermosas. sobre el juego en el Jardln
~1 Joenrnr, 0¡1. cit., \'ol. 2, pág. 162. d'Epicure.
~ I, pá~. 94.
~1 l. p{1gs. 455.-459. !,lj I bfd.
- 152 - - 153 -
reconocer tal descalabro como el reto que aceptó -úni-
camente a él le estaba destinado- en Les Fleurs du 111al.
1 Si de veras existe una arquitectura secreta del libro, con
la cual se ha especulado tanto, debiera el ciclo inaugural'
de poemas estar dedicado a algo irreparablemente per-
dido. En este ciclo se incluyen dos sonetos idénticos en su
Si damos crédilo a Dcrgson, es la presenlirneión de la lema. El primero, titulado Correspo11da11ces, comienza
«durée• la que alivia al alma del hombre ele la obsesión
así:
del liempo. Prousl manliene esla creencia y forma en ella
esos ejercicios en los que a lo largo de su vida en lera saca «l.,a Nature es! un te111ple oil de vivants piliers
a la luz lo pretérito, saturándolo de todas las reminis- Laissenl parfois sortir de con/uses paro/es;
cencias que se le han entrado por los poros rnicntras L'l10111111e y passe ii travers des fürels de sy111boles
permanecía en lo inconsciente. Proust fue un lector in- Qui /'observen/ avec eles regarcls fa111ilies.
comparable de Les Flc11rs r/11 111nl, porque se percató de
lo que en esla obra le eslaba emparentado. No hay fami- Co111111e ,rfe lo11gs échos qui de loi11 se co11fo11de11t
liaridad con naudelaire que no quede abarcada por la Da11s ,me té11ébre11se et profo11clc 1111íté,
experiencia que ele él tuvo Proust. • El tiempo -dice Vaste com111e la 11uit et co111111e la clarté,
Proust- está en Baudelaire desmembrado de una manera Les parfwns, les co(i/curs et les sons se répondclll » i.,..
!antes. Así es como se entiende que sean en él frecuonles l!:,o que Daudclaire tiene en mientes con las corres- ¡. k
giros como "una tarde"•". Esos días irnportnnles son, pon cl_c_n e ias .. J>l!Cd : __sc_:r. de ~i n_i do._come,_ u? '\..:'i"¡icñc11~la1 _~_u',' _
para hablar con Joubert, días del tiempo de la consuma- busca establecerse al abngo de toda cns,s. nrocxp'cne11-
clasc·mejantc no es posible..slno--·eñ-cT"ámbito de lo cul-
ción. Son días ele la reminiscencia. No están seíialados
por ninguna vi\'cncia. No se unen a los restantes, sino tual. Si apremia más allá de dicho ámbito, deberá prc-
sentar;,conío «lo bello». En lo bello apareceei-,•al<Jrcul:
que m{,s bien se clestacnn del licmpo. Lo que constituye
tual como valor del arte •. · --·--
su contenido ha siclo fijado por naudelaire en el concepto
de •corresponclances•. Este se alinea de manera inmediata ~ I, pág. 23.
junto al ele •belleza moderna•. • f-¡;; b_elld puede definirse por dos_ vías: en su_ relación para. con
Dejando ele lado la literatura erudita sobre las «co- la hlsiOfla )· .~ri=s-u:retaclóri _pii.ra··con - la iiiiTl1raléz8:- Eñ ___ iw1 b~1~· relf!.-
dones cobra vigencia la nparlencl'a, ÍO "ñpOré-tiCO en··10 bello. {A la pri-
rrcspond:inccs,, (que es patrimoni<>·.común de los místi- mera aludiremos brevemente. Según su existencia. histórica lo b(-}Jo es
cos; naudclaire había dado con ella en Í'ourier), Prousl una llamada para que se reúnan los que> lo han admirado precedente--
mente. Captar lo bello es un "ad plures !re", que es como llamnban los
no hace acopio de las variaciones artísticas sobre el ·es- romanos a la muerte. La apariencia en lo bello consiste en cuf\nto e.
tado <le la cuestión, variaciones puestas en tela de j-t~ício esta determinación en que el objeto Idéntico, ése por el que .se afana
la. admiración, no se encuentra en la obra. La admiración cosecha. lo
por las sinestesias.¡Lo escncialss....ille.C )as. corresponden- que generaciones anteriores han admirado en él. Una !ra.._<:;e de Ooethe
cias· fijan un concepto de experiencia_ que inéh.1}'é- élcn1c11- nos hace olr la última conclusión de la sab!duria: "Todo lo que lrnyrt
tos culiwilés. Sólo al apropiarse de esos clcíncritos pudo ejercido una grnn !n!lucnc!a, no pod::í ser ya nunca más Juzgadu,'')
Lo bello en su relación para con la naturaleza puede ser determinado
-fuu<lclairc medir plenamente lo que significaba el clcsca- como "nquello que sólo veladumente ~~esencia Igual a si mismo"
labro del que, como moderno, fue testigo. Sólo así pudo <Cfr. \V. BE~JAMnt, "Las aJlnldndrs electivas de Goethe". [Este trabajo
se publicará en ll11minacíones IV. N. clel E.]). tLas correspondencln.15
nos Informan de cómo hay que entrnder ese "'t'rla.damente·•. Po<lr!n~
mas decir, con una abrev!aturn desde lueg9 arriesgada, que se trnta
~= PRousr, •A propos <le IJaudcbirc•, op. cit., pág. 652.
;_ 154 - - 155 -
/
1Las correspon dencias son las fechas de la rem1n1s- «Les lzoules en roula11t les inwgcs des cieux,
ccncÍ~N o··soñ [Ccf1a5h!siüfiCi15;..siñüTcch aS -de Hr-prcliis• 1 Mélaíent d',me far;o11 so/e1111e//e et 111ystique
Les 10111. puissan/s accords de le11r ric/1e 11111siq11e
for1a.-Lo que hace que los días festivos sean grandes e
importan tes es el cncucn tro con una vida anterior. Bau- A11x couleurs du co11c/rn11r reflété par 111es ye11x.
dclaírc lo consignó así en d soneto titulado La vie n11té-
rie11re. Las imágenes de grutas y plantas, de nubes y olas, C'est Id. que j'ai vécH" ~.
que evoca el cornícnzo del segundo soneto, se alzan del
vaho caliente de las lágrimas, lágrimas que lo son de la \ La voluntad restau r~;je l'roust queda presa en la
nostalgia . • El paseante, al contemp lar esas extension es barrera de la existenci a terrena; la de Baudclai re en cam•
veladas de luto, siente subir a sus ojos las lágrimas de la bio se dispara por encima. Lo cual puede cntcnde:r sc como
histeria, liysterica l tears» y¡ ---escribe Baudclai rc en su síntoma de que en Baudclai re se anunciar on las fuerzas
Nc~ns;.;n de los poemas de Marcelin c Dcsborde s-Valmor c. rontrnria s eo11 mayor intensida d, con l.lna originalid ad
?_ ~~;,-_<;_orre~E~Q~~nci~s simult4ne;::is con10 hs 9ue 11ds mas gr:inde-. Y difícilme nte lngra algo más pei fccto, si
~¡de en l rivc1ron Jos_--Siiübol is tas .. L~J.~n~s"atjo __ !'fll!!·~ura en
no es cuando parece capitvlélr ' tlomjnad 0 por ellas. Re-
as .'?J~rcspon<lcncias;_\.y la cxpcrict1.ci~\ canúni~a __ ~c Cstas
cucillrn1c11t traza sobre «1 fond" del cielo las alegorías
icnc su sitio en una vida anterior: de los años pasados:
~
« ... , 1ois se penchcr les dé/untes Annt!cs,
S11r les balco11s du ciel, e11 robes sura1111ées• ".
18/25
de lo "reproducti vo" en ln obrn de nrle. Lns correspond encias repre- En estos versos Dau<lclai rc se confonna con rcncJir tri•
sentan fa Instancio. ante la cúñ.1-eroOJffo del ru-tc npn.rece como !!el·
mente reprod11clbl c, esto es por completo nporét!co. SI intentásem os butÜeñ la figura de lo pasado de moda a lo inmemor able
cop!_nr cstn. nporla. _en el material del_ lengu_aJe, llegn.ifnmos 11 deter· 9':'.':. se_le ha .escapado . Al volver, al final de su obra, sobre
1f'tlnar lo bello com0-·0bjc lo de experiencia en estndo de semeJt\tua. la experienc ia que le Iras pasó degustan do una rnagda•
Dlclrn. delermtnad óí-i - se corresponde rfn con la. !ormulncló n 61gulente
1 de Vnléry: '"Lo bello qu!z:i.s exija copiar servilmente eso que
hay de lena, l'roust piensa que los aiios de Combray sirven fra.
1 lnd~flnlblc en lu.s cosas., (PAUL VALtRY. Aulrc.J Rhumbs, pág. 167,
ternalmc nte a esos otros que aparecen en el balcón. •En
) París. 1934 l. Sl Proust ,.,~.tá siempre dlspuesto a volver sobre ese tema
<que en él aparece e o~o el tiempo recobrado), no podemos decir Bau<lelai re ... esas reminisce ncias son aún más numerosa s;
que esté dlvulga.ndo un secreto, ]-.fas bien es propio del lado disperso está claro: lo que las provoca no es el azar y por eso son,
de su procedimie nto que ponga siempre locun.zmcnl e en el centro de
sus con.s!derac! ones el concepto de obrn de arte como reproducció n, el
a mi entender , decisivas . No hay nadie como él para, con
concepto de lo bello, en unn polabra el aspecto hermético del nrte. amplio gesto, desconte ntadizo e indolente , perseguir por
Del nnclmlcnto y de las Intenciones de su obra trnta con la soltura. ejemplo en el olor de una mujer, en el perfume de sus
y la urbanid11d propias de un aficionado dlsllngu!do . Lo cual en·
cucntra réplica en Bergson. La frn~ siguiente. en In que el fllósofo cabellos y de sus senos las correspo ndencias y relacione s
lnslnún QlH' no todo puede cspnnrse de In prescnt!rnc ión inluitlva del que le aportarán luego •el azul del ciclo inmenso y bom-
flujo Intacto del devenir, llene acentos que recuerdan a Proust.
"Podemos dejar que esta contemplac ión penetre nuestra existencia beado» o ,un puerto invadido de flamas y de mástiles •".
dla u d!n. y de este modo d!s!rutarern os, gracias n la filosofía, de Estas palabras son un lema confidenc ial de_ la obra__<)\'_
:mll.sfacc!o nes slm!lnrcli. n ln..c. que d!sfrutnrno s grada., al u.rte; sólo Proust, que tiene con la cJc Bau<lclai reju·n parentesc o:,\
que si ~ diese con lmiyor frccucnc!o.. ur{a entonces !ác11, constnn· l
f•
temcnle ncccs!blc n. cunlqulcr mortal'' CHt:NHl Erncso~. La pensée
et le mouvant, pág. 198, París, 1934}. Dcrgson ve n dl.stancln lo que e~ I. pág. 30.
para el o.Usbo, gocthlnno y mús acertn.do, de Valéry está muy cerca
en cuanto un "aqul" en el que lo ln.-;:u!!clcnte se hace aconteclwi~ tlto.
1 "
17
l. pág. 192.
P1wusr, A la recl1erche du te111ps perd11. le temps retrom·é,
págs. 82 y ss .. París, 1927.
" Il, pág. 536.
- 156 - - 157 -
haber reunido en un año espiritual los días de la remi- llaina «Timón con el genio de un Arqufioco. u. L'l ira se
1 ni~ccncia. enfrenta con sus estallidos al compás de segundero al que
sucumbe el melancólic o:
Pero Les Fleurs du nwl no serían lo que son si en ellas
imperase sólo este acierto. Más bien son inconfundi bles «Et le Temps n1'c11glouti t ,11i11ute par minute,
porque a la ineficacia del rrlismo consuelo, al fracaso del Co111111c la 11eigc immense un corps ¡nis de roidcur» n.
mismo fervor, a la misma obra malograda le han arran-
cado poemas que no se quedan atrás respecto de los poe- Estos versos siguen inmediatam ente a los citados más
mas en los que las correspond encias celebran sus fics• arriba. En el •splcen», el tiempo se cosifica; los minutos
7
tas. En el ciclo de Les Fle11rs du mal, el libro Splee11 et cubren al7io1:nfüe cohí(Jcopo s. 2se tiempo carece de his-
idéal es el primero. El ideal dispensa la fuerza para la toria corno el de la memoria involuntari a. Pero en el
reminiscen cia; el •splecn-cn carñbioofr ccé la-destJañd áda 1 «splecn » la percepción del tiempo se afila de manera so-
dc·Jos·scg uñüos:-Ess ü düeño y scf1Ór,igüii l que ·el diablo
brenatural ; cada segundo encuentra a la conscienci a dis•
esdücríc,-y señor de las sabandijas . En la serie de los poe- puesta para parar su golpe•.
mas del «splcen, está Le golit di, 11éa111 y en él se dice: El dlculo del tiempo, que superpone su simetría a la
p¡1/ 1 duración, no puede sin embargo renunciar a que en él
Le Printcmps ndora!Jlc a perdcc so/l odcur!n º. persistan fragmentos desiguales, privilegiad os. Haber uni-
i
u
discreción; eso es lo que la hace inconfundi blemente suya. n diríamos que ahorran pasajes del recuerdo. El hombre al
lsse1cstar-i11merso~11-s[-111ismo ck,_lª-_~Xperiencia de la que
antc51lá--p artícipa<lo lo confiesa en la palabra «perdun-.
i que se le escapa la experiencia se siente arrojado del ca-
lcnd3r"i0·.-- EC habll3I1té. de· Iá gran ciudad traba ··en· ~<lo-
El oJor e·s el' rérugTóTna ccCsiblc de la memoria involunta- 111irlgo trato con ese sentimient o; Bau<lclaíre lo conoció
ria. DifíciiTTICñle- se aSocia -cot1rcprc scntacionc s viSlíalcs; «avant la lettre» en uno de los poemas de Splce11:
entre las impresione s sensoriales sólo se emparejará con
u BAnnn D'At:RE\'JLLY, XIX' sf]'clc. Les oeuvres et les 110111-
el mismo olor. Si el reconocim iento de un aroma tiene,
antes que cualquier otro recuerdo, el privilegio de con- 1 mes, «Les poCtcs", op. cit., pág. 381.
" !, pág. 89.
solar, tal vez sea asf porque adormece la consciencia del En el Diálogo místico entre Monos ¡¡ Una, Poe ha copla.do en
paso del tiempo. Un aroma defaque-sé· T~unda11 anos.cii la "dtu-ée" el vncio decurso del tiempo nl que el sujeto se ve entre-
el aroma que· recuerda. Por eso éCvci'so üc Baudclaii·c gado en el "splccn", y parece que siente fellcldo.d porque se libera. de
sus terrores_ E, un "sexto sentido" el que le toca en suerte al dUunto
es insondabÍe mente desconsola do. No hay co~suclo ·para en f!gurn. de un don capaz de eonxgu!r armonla en ese decurso tem-
q~icfl"y_~.. ~.~jp-:1_!.e.~C hacer ning~-~~§penc·nc_@~ y no es ótra pornl vado. Claro que el paso del segundero le perturba fácilmente.
"Pero en m! cerebro parcela haber surgido eso para. lo cunl no hay
cosa.sino esta incapacida d la que constituye la naturálcza palabrns que puedan dar una concepclón a.un borrosa a la. lntellgencln
X propia de la\.m El iracundo •no quiere saber de nadan; meramente Jrnmana. Penn!teme dcnomlnn.rlo una pulsación pendulnx
mental. Eni. !a cncnrnnc\ón moral de la !den huma.na abstrncta. del
su arquetipo, Timón, trona contra~l¿s lwmüi·C:c;--Siri ·distiri- Tiempo. La nbsoiuta coordinación de este movimiento o de alguno
ción; no est{! ya en situación de distinguir el amigo pro· equivalente había regulado 1os ciclos de los globos celestes. Por él
media ahora ln.s !rregular!clad es del reloj colocado sobre }fi, chimrnen
hado del enemigo mortal. Con mirada penelranlc ha reco· y de los relojes de los presentes. Sus latidos llegaban sonoros a m!a.
ciclo D'/\urevilly este estado <le ánimo en Baudclaire ; le oídos. La mú.s ligera desviación de la medida exacta (y esas desvla·
! clones prevalec!an en todos ellos) me n.fcctnban del m!smo modo
que lns vlol!lclones de la verdad a.bstract a afectan en ln tierra el
SPntldo mornl" (POE, l. c., I, pág. 370).
u I, pílg. 89.
- 159 -
- 158 -
1
j
«Des c/och es tout a coup sa11te11t avec furie
1
Et la11ce11t vers le cíe! wt affre ux lrnrle1 11cnt, XI
Ainsi qlle des espri ts erran ts et sa11s patrie
Oui se rnette11t (l gei11drc opinic itrenie nf.,,,
u.
adas
Las camp anas, que antañ o form aban parte de los
días ) Si llama moG -;_;;¡ a la~ repre senta cione s que, asent
en torno
los homb res, arroj adas del ca- 1 en tí"rne rnori a invol untan a, pugn an por agrup arse
de fiesta , han sido, corno !'__la_~:xp_e-
lenda rio. Se asem ejan a las ánim as del purga torio que se a un objet o sensi ble, e~u r'!, cor_rcspo_n<!_e@._
bj_octo uti-
afana n much o, pero que no ticnó 1 histo ria. En el «sple en» rienc ia que como ejerc icio se de2._osj_ta _en _llf!...()_
dimi eriio sfund aJos en la cáma ra-fo to-
y en la «vic antér icurc » Baud claire sostie ne en sus
mano s _litário;¡ Los proce
s ampl ían
los trozo s dispe rsos e.le una autén tica exper ienci a histó• gráfic a y en otros apara tos simil ares poste riore
le fijar
rica; en su repre senta ción <le la «duré cn Bcrg son se ha el radio úe la mem oria invol untar ia; hacen posib
un suces o
alien ado más y más la histo ria. «El meta físico
que es por medi o úcl apara to y siem pre que se quier a
en as_ccu•
la mucr tcn Que en la (tduré e» bcrgs d· en su imag en y en su sonid o. Se conv ierten así
Dcrg son camu fla r..
ofiá. -· ~
niana brille la muer te por su ausen cia es lo que
la hace cione s de una socie dad en la que ci efeí-c íéio se-áfr
(y prehi stóric o). El . La degu errot ipia tenia para Baü< lela!l 'éalgó de· aterra -
impe rmea ble a un orden histó rico
«hom bre dor yac lrióta rile;" de su incen tivo dice que es •crue l y
«sano y buen sentid o» por el que sobre sale el calad o del
práct ico» confi esa ser su ahija do u_ La «duré e»,
en la que sorpr ende nte»" . Esto es, que si bien no la ha
empe ñó
se ha salda do la muer te, tiene la mala infin itud
de un todo, sí que ha senti do la conex ión aludi da. Se
todo,
siem pre en reser var su sitio a lo mode rno y, sobre
20/25
que se le aport e toda tradic ión •.
ornam ento. Exclu ye la fotog ra-
Es la viven cia por anton omas ia que se pavo nea con
el traje en cuan to al arte, en señal ársel e inclu so; con
ro, buscó
prest aúo de la exper ienci a. El «sple en», por el contr ario, fía hizo lo mism o. Cuan tas veces sintió su pelig
mal apli-
expon e la viven cia en su desnu dez. El mclan cülic o ve con hacer respo nsabl es del mism o a sus •prog resos
de la
terro r que la tierra recae en un estad o mcra 1ncnt c natu- fi cado s•". Conf esaba úesde luego que la «estu pidez
i' tra postu -
ral. No exhal a ningú n húlito Je prehi storia . Ning
ún aura. gran masa • los favor ecía. \«Est a multi tud iúóla
verso s de Goúr d11 11én11t que sigue n "" laba un ideal digno de elld 'Y aúccu ado a su natur
aleza ...
Y así emer ge en los erre fue
a los citad os antes : Un Dios venga tivo ha atend ido a sus ruego s. Dagu
rza por
1 su_M esías• n_ A pesar de todo Bauú claire se esfue ¡,
Que la fo-
«Je cunte111ple d'cn haut le glo/Je c11 sa ru11de11r, una mane ra más conci liado ra de ver las cosas .
s que
Et fe 11'y cherc he plus l'abri d'1111c ca/¡¡i le• ª. togra fía se aprop ie sin traba s de las cosas perec edera
de nuest ra mem oria• ,
« postu lan un sitio_ en los archi vos
impa lpa-
con tal de que se deten ga ante «el ámbi to de lo
Ó,, ante el cl_cl ar~c en el que só~
" I, pág. 88. ble y de lo imag inativ
MAX IloR ►:l!EP.IER, «Zu Dcrgs ons Mctnp hysik <lcr Zcit", en: •el homb re anad e su alma • ,
,; tiene puest o eso a lo cual
Zeírsc hfrit fiir Soz.ía lforsc lamg, 3, p.íg 332, 1934. sició n ~
1
Essai s11r la rclatio11 Tal arbit raje difici lmen te es salom ónico . La úispo
•A Hr.-..:R!, BrnGsu~~. MatiCrc et 11ié111oirc. ieci<l a
du _corps iJ !'espr it, pág. 166, Pnrís, 1933. const ante del recue rdo volun tario, discu rsiVO ;-favO
en el éxito sin
• Ln ntrofln. de In expcrl cnc!n se n.nunc ln en Proust más len\
flsurns de su Intenc ión flnn.l. Nndo. rn:\s habilid oso, nndn " ll, pág. 197.
de hacer presen te al
que su constn ntc a In vez que casual maner a a.
" II, pág. 224.
lector que la redenc ión es cosn suyn y mu:,, privo.d a II, pág. 222.
a II, pág. 224.
0
I, pág. 89.
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11
níca. ( En ella lo bello no tiene sitio.) En el texto en que
_por la\ técnic a de la reprod ucción _: ~ccop a. el ámbito de
Prous t impug na la indige ncia, la falta de profun didad de
juego Je la fantas ía. Quizás ésta pueda conce birse como
las imúge nes que la memo ria involu ntaria le depara ¡le
una capaci dad de formu lar deseos de una índole especi al,
Venec ia, escrib e que a la mera palabr a •Vene cia• se le
tales que se. les_c!e stine como cumpl imien to «algo bello» .
antoja ese acopio de imáge nes tan insuls o como una expo·
Otra vc7. cJ y;ilé.!) ] quien determ ina m~s aproxi madam en-
sición de fotog rafías ".~ lo distint ivo de las imáge nes
te los condic ionam ientos <le ese cun1pl irnicnt o.\ «Reco no-
que emerg en de ]a memo ria involu ntaria l1ay que verlo en
cemos la obra de arte en que ningun a idea que despi erta
que tienen aura, la /otogr afla:te ncfi?le r1tonc es pm:te deci-
en nosotr os:-ni ñi~n COmp ortnrn icnto que nos acerqu e, puc~
siva en _el fenóm eno <le la-"ª·e0:aclenc ia del aura•. \ Lo que
den agotar la, liquid arla. Podem os aspira r cuanto quera-
terifa Que ser sentid o como inhum ano, direm os inclus o
mos una flor que halaga nuestr o olfato ; no suprim ire-
que como morta l en la dague rrotipi a, era que se mirab a
mos nunca ese aroma que despie rta en nosotr os tal avi,
dentro del aparat o (y ademá s deteni damen te), ya que el
<lez, y ningún recuer do, ningún pensam iento, ningún modo
aparat o tomab a la image n <le! hombr e, y no le era a éste
<le condu cta apaga rán su eficac ia o nos declar arán libres
devue lta su mirad a. \_Pero a la mirnd a le es ínherc ntc la
del poder que tiene sobre nosotr os. Lo mismo persig ue expec tativa de que se'a corres pondi da por aquél a quien
quien se propo ne }1accr unn obra de artc d Según esta se le otorga . Si su expect ativa es corres pondi da (que en
maner a de consíd crnr las cosas, un cuadro reprod uciría
el pensam iento puede fijarse tanto en una mirad a inten·
en una escena eso en lo que el ojo no pudo saciar se. Lo
cional de la atenci ón corno en una mirad a en el llano sen·
que cumpl e el deseo proyec tado en su origen sería algo tido del términ o), le cae entonc es en suerte la cxperi enc.ia
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que incans ablem ente alimen taba el deseo. Es, por tanto, del aur·ii' en toda .su plc"'nitud. ,',/oval is estima que « la pcr-
claro lo que separa la fotogr affa_< le la pintur a (no puede cc¡5Ílb ilidad es una atenci ón•". Y la percep tibilid ad de la
<lnrsc, pues, un único prinCi Pio que "ñbnI~quc~ a ambas en que habla así no es otra que la del aura. La experi encia de
cuanto a la •confi guraci ón»): para la mirad a que no pudo ésta consis te por tanto en la transp osició n de una forma
saciar se en un cuadro , la fotogr afía signifi ca niás bien de reacci ón, norma l en la socied ad human a, frente a la re-
lo que el alimen to para el hambr iento o la bebida para lación de lo inanim ado o de la natura leza para con el hom-
quien tiene sed. bre. Quien es mirad o o cree que es mirad o levant a la vista.
~Así se perfila la crisis de la reprod ucción artísti ca en J:'0P_erimentar_ el aura de un f cnómcnosignifi_c}l_d()_taiJ~. <le
cuanto parte integr ante de una crisis_ c!c.-la ._l;'erc cpción la capaci dad dcalza r' la vista •. A lo cual COITCSponden los
misma . 1Lo que hace que el placer Je Jo bello sea insacia - hallaz gos Lle la memo ria rnvolu ntana. (Que por lo demás
b1CCS la image n de un mundo anterh :,r-quc ---bau dciairc
nombr a a través <le un velo ele lágrim as nostál gicas. Cuan- -acar!c! ado por el hñllto del tiempo perdido se convier te
en 1ncompa.•
do confie sa: «¡Ay!, tú, mujer , hcrrrw na en tiempo s ya vi- rabie, se destaco. de la serle de los <lias.
vidos» , rinde el tributo que lo bello exige. En tanto el árte ~s PROUST , A la rec!1crc1ie d1-1 temps perdu. Le tcmps rctrou\ 'é,
persig ue lo bello y, si bien muy simplc nicnte ,· lo «repro • op. cit., pág. 236.
!90l.
" NoVAL!S, Sc/1ri/t cn, ed. Hcilbor n, pág. 293, Bcrlln,
düéc~ :lo-rcc upcra (como fausto a Helen a) Je las hondu ras Cunncto
• Esta cnsefü1m :a {'S el punto hontan ar de la pO(>sia.
d,cl·t1e mpó '. Lo _cua~ya nu:\lc. urre en la reprod ucción léc- el hombre , el nnlnrn.l o lo inanima do, ensefrnd ot, por
el poeta, levan·
tnn la vista, la llevan lrn...'ítn leJos; la mirada. de esa
naturnlei.n.
MI
/ra11r;nisc, vol. despier ta suefia y arrastra al p(){'ta trn.s sus sueños.
Las p(IJal•,n.s
:i PAUL VALLRY , •J\v.int -propos ", Encyclo pédie lo ha descrito de e~.tP-
pueden ta.mblén tener su aurn. Knrl Kraus
16, fose. 1604,05, Pnrls, 1935. más de cerca w mira a una palabra , tanto mM
ser !rre-- modo: ··cuanto
• El lnstnntc de dicho logro s-c dlstlngu e n su vez por obmo e lejos mira desde atrás ella" (KAm. KRAUS, Pro domo
et mundo,
de In.
_pct!b1c. En ello con.<;lste In plnntl\ de constru cción pfl.g. 164, Munlch , 19i2).
. se siente
ProUst: cnda unn de ll\S sll11nclo nrs en lns que el cronlsln
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son irrepetibles: se escapan al recuerdo que busca in- aura. Sucedió en la figura de una cifra que se encuentra
corporárselos. Apoyan así un concepto de aura que im• rncasi tocios los pasajes de Les Flrnrs dt1 mal, en los que
plica «la manifestación irrepetible de -una lejanía» n_ Tal la mirada SL1rge de unos ojos humanos. (Resulta evidente
determinación hace transparente el carácter cultual del que Baudclaire no lo ha organizado así conforn1e a un
(' fc11ómeno. Lo esencialmente lejano es inaccesible: de he- plan.) Se trata de que la expectativa que acosa a la mirada
,Í -ché,-lalnaccesibilidad es una cualidad capital de la imagen del hombre cae en el vacío. Baudelaire describe ojos de r
¡ cultual)- los__c¡ue qir[amo_s que h,in pcrclTcfo-:-1a-l_a_c,"E~d_ de- mirar.
No es preciso que subrayemos lo versado que estaba Pero esta propiedad los dota de un incentivo dc!que en
Proust en el problema del aura. Con todo resulta notable gran parte. en parte quizá preponderante, se alimenta su
que en ocasiones roce conceptos que incluyen su teoría: economía pulsional. En el hechizo de esos ojos se ha libe-
«Algunos, amantes de los misterios, se halagan pensando rado el sexo en Baudclaire del eros. Si los versos de Goe-
que en las cosas permanece algo de las miradas que una the:
vez se posaron sobre ellas•. (Naturalmente la capacidád ((No hay para ti distancia, obstáculo,
1 de devolverlas.) «Opinan que los monumentos y los cua-
drossolosep;-esentan bajo el delicado velo que el amor
y llegas w· vola11das v hechizado•
y la veneración de tantos admiradores tejieron a su alre- pasan por ser la descripción clásica del amor saturado de
dedor a lo largo de los siglos.• Y Proust concluye con una experiencia del aura, difícilmente habrá en la poesía lírica
digresión: «Esa quin1cra sería verdad si se refiriese a la versos que les hagan frente con mayor decisión que éstos
única realidad presente para el individuo, a saber, a su de Baudelaire:
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mundo de scntirnientosio ~•. Parecida a ésta es la definición
de Val.~.ry de la percepción en el sueño corno aura, aunque «Je t'aclore el /'égal de la vo,1te 11oct11rne,
dicha determinación es de mayor alcance: ya- que está O vasc de trístesse, ó gra11de tacitt1rne,
orientada objetivnmcntc. «Si <ligo: veo esto ahí, no se CS· Et t'ai111e cl'ac,ta11t plus, bel/e, q11e 111 n,e f11is,
tablece por ello una equiparación entre yo mismo y la Et que tu 111e parais, ornenzent de 111es nuits,
cosa ... En el sueño, por el contrario, sí que se da una cqui• P/11s ironíq11e111e11t acc1111111/er les líeues
pc1ración. Las cosas que yo veo me ven como yo las veo Qui séparent 1nes bras des i111111e11sités bleues• '°.
a ellas• n_ Propia de la percepción onírica es la naturaleza
de los templos: Las miradas son tanto más subyugadoras cuanto más
honda es la ausencia superada del que mira. En estos ojos
«L'ho11u11e y passe el travers des /oréis de symboles que sólo reflejan no está la ausencia aminorada. Por eso
Qui !'observen! avec des regards familiers.:u no saben nada de lejanías. Baudelaire ha incorporado su
limpidez en una rima taimada:
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m inu tos __e ...inclu so.hor as.sin .camb iar__ e.ntr,e .sf. palaln a_al-
ha introd ucido en sus poema s como •regar d famili er» la guna "--~_"
mirad a cargad a de lejaní a". El, que no fundó ningun a
L a mirad a -segu ro presci nde de perder se soiíad ora-
famili a, ha dado al términ o «famil icr" una textur a satu-
meñ1e cii· la lejanía . Puede inclus o llegar a sentir placer et,
rada de prome sas y renunc ias. Sucum be a ojos sin miracl a
· su degrad ación. Según este sentid o habría que leer las si-
y se aclenl ra sin ilusion es en su radio de poder: guient es frases, tao curios as. En el Salan de 1859 Daudc -
lnírc pasa rcvísta a los cuadro s de paisaj es para conclu ir
«Tes yeux, i//11111i11és ai11si q11c des bo11tiq11es confes ando: «Deseo volver a los dioram as cuya magia ,
r:.r des i{s {la111/,ova11ts da11s les {étes ¡mbliq11es, enorm e y brutal , sabe impon erme una ilusión útil. Pre~
Uscnt i11solc111111c;1t d'un port\'O ir e111prw1fé11 ". fiero contem plar alguno s decorn dos de teatro en los que
encue ntro, nrtístí camcn tc expres ados o conce ntrado s trá•
En una de sus prime ras public acione s Bauclc laire es• gícam entc, mls sueños más querid os. Porqu e son falsas,
cribe: «La estupi dez es con frecue ncia ornam ento de la están estas cosas infinit ament e más cerca de lo verdad ero;
belle1.a. Es ella la que da a los ojos esa limpide1. tacitu rna mient ras que la mayor parte de nuestr os paisaj istas son
de los estanq ues negruz cos )' esa calma de aceite de los unos mentir osos, precis ament e porqu e han dcscuic.Ia<lo
mares tropica lcs1t u.~i esos ojos cobran vida, será ésta
la mentir n n_ Quisié ramos dar menos valor a la .tilusió n útíh
del anima l de rapiiia que se pone a seguro al tiempo que que a la «conci sión trágica ». I3auc.lelaire insístc en la fas•
~
espía su presa. ('liL!a _prost jtula, que atiend e al transe ún- cinaci ón de la lejanía ; mide una pintur a de paisaj e según 1 1
Baude - los módul os de los pintor es de barrac a de feria. ¿9uier c ;
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•-¡Cómo! ¿Ud. aquí, mi querido amigo? ¡Ud., en un
1 lugar de mala nota! ¡Ud., bebedor de quintaesencias; Ud., titud es la experiencia qc1e Baudelaire destaca como deci-
í
que come ambrosía! De veras que me sorprende mucho. siva e inconfundible~ entre. todasT1sq~~ hicieron de s·u
-Amigo mío, Ud. conoce mi terror a los caballos y a ,Tc:Ia Lo_ que llegó a ~er. !la perdido la aureola en una muÍ-
los coches. Hace un momento, cuando atravesaba a toda titud movediza, animada, de la que estaba prendado el
prisa el bulevar, brincando en el barro, a través de ecr «flaneur,. Para poner mejor en claro su abyección imagina
caos en movimiento donde la muerte llega al galope de el día en que incluso las mujeres perdidas y los parias irán
tan lejos que harán causa común con un c.Stilo ordenado
todos los lados a la vez, mi aureola, en un gesto brusco,
de vivir, condenarán el libertinaje y no dejarán en pie
ha resbalado de mi cabeza al fango del asfalto. No he te-
otra cosa que no sea el dinero. Traicionado por estos úl-
nido valor para recogerla. He estimado menos desagrada-
timos cómplices, Baudelaire se vuelve contra la multitud.
ble perder mis insignias que dejarme romper los huesos.
Y lo hace con la cólera impotente de quien se vuelve con-
Y además, me he dicho, no hay bien que por mal no ven-
tra la lluvia o el viento. Así está tramada la vivencia a la
ga. Ahora puedo pasearme de incógnito, cometer bajas que Baudelaire dio peso de experiencia. Baudclaire señaló
acciones y entregarme a la crápula como los simples mor-
tales. ¡Y heme aquí, como Ud. ve, igual a Ud.!
-Debiera Ud. por lo menos poner un anuncio por su " l. pág. 483.
n II, pág. 634.,
aureola o hacer que la reclame el comisario.
No es imposible que el motl\'O de este texto haya sido un 8hock
patógeno. Tanto más Instructiva resulta la. con!!guraclón que le asimila
a la. obra de Bo.udelaire.
"' Juu:s Ln!AhRE, Les co11tc111porai11s, op. cit., pág. 29.
~ II, pág. 422. " 11, pág. 641.
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el precio al c¡uc puede tenerse la sensación_ de lo moderno:
lait-líu;-'ación del aüra eri la vivencia del shock. costó Le
caro estar de acuerdo -con esa trituración. Pero es h ley
de su poesía. En el firmamento del Segundo Imperio se
1
::dz:.1 ésta como «un astro sin atmósfera» ' •
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