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Luis XIV ascendió al trono francés a los cinco años, en 1643. Tras su muerte, en 1715, había reinado en
Francia setenta y dos años, cincuenta y cuatro de ellos de manera personal, y su innegable influencia sobre la
Europa de la segunda mitad del siglo XVII ha llevado a los historiadores a definir este periodo como la “era
de Luis XIV”.
Considerado durante décadas como el máximo exponente del absolutismo monárquico, Luis XIV alentó una
importante reforma y modernización de la maquinaria administrativa, burocrática y militar francesa. Sin
embargo, el funcionamiento del Estado absoluto, y por añadidura del gobierno de Luis XIV, ha sido objeto en
los últimos años de una importante revisión historiográfica que ha cuestionado la “modernidad” del
absolutismo e incluso sus logros. En este sentido, el clásico estudio de Asch y Duchart insiste en el componente
tradicional del absolutismo y en su respeto hacia los privilegios del orden estamental. En lo que respecta a la
Francia de Luis XIV, si bien la labor de gobierno del rey estuvo encaminada al fortalecimiento de la autoridad
monárquica frente a la alta nobleza o instituciones como los Parlamentos (máximos órganos de justicia), lo
cierto es que el soberano nunca renunció a alcanzar compromisos con los poderes locales e intermedios.
Absolutismo implicaba que el monarca poseía el monopolio de hacer la guerra y la paz, así como de distribuir
cargos y mercedes, pero ello no excluía la participación de otras instancias de poder en el juego político. Como
tampoco significaba que el rey pudiera vulnerar los derechos de sus súbditos. De hecho, el fortalecimiento del
poder monárquico se justificaba por la mejor salvaguarda de tales derechos.
Acusado por sus opositores de tener una ambición ilimitada y de falta de escrúpulos a la hora de alcanzar su
gloria personal, para Luis XIV, al igual que para otros monarcas de la segunda mitad del siglo XVII, la
grandeza de Francia y la gloria del monarca eran inseparables. Durante su reinado, Francia alcanzó el más alto
grado de hegemonía sobre las relaciones internacionales europeas y una importante prosperidad económica,
convirtiéndose además en un referente cultural, y de costumbres, para el resto de potencias del continente. Los
éxitos militares de la Francia de Luis XIV constituyen
un ejemplo de lo primero; Versalles y la forja de un sistema de corte que giraba alrededor del monarca y su
prestigio personal, de lo segundo.
Nacido en 1638, hijo de Luis XIII y la infanta española Ana de Austria, Luis XIV comenzó verdaderamente
su reinado en 1661 cuando, tras la muerte de su hasta entonces primer ministro, el Cardenal Mazarino, anunció
que en lo sucesivo “gobernaría personalmente”: “Resolví no tener primer ministro pues no hay nada más triste
que ver en una mano todas las funciones y en la otra el mero título de rey”, escribió en sus “Memorias”. En
cualquier caso, si bien el monarca prescindió de “primer ministro”, tuvo el acierto de continuar valiéndose de
los antiguos colaboradores de Mazarino, a excepción de Nicolás Fouquet, superintendente de Finanzas, que
fue encarcelado en septiembre 1661 acusado de malversación de fondos.
Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto a si poseía una inteligencia especial o no, la
perseverancia del monarca y su sentido práctico resultan innegables. La educación del joven rey estuvo
dirigida por Ana de Austria y el Cardenal Mazarino. La primera le imbuyó el sentido de la Majestad y el gusto
por la etiqueta y el ceremonial propios de los Habsburgo españoles. El segundo se hizo cargo de su formación
política, estimulando su participación en los Consejos de gobierno desde la edad de doce años.
Dotado de un notable sentido del deber, la trayectoria de Luis XIV se vio marcada por las Frondas, Revueltas
encabezadas por la alta nobleza y los parlamentos contra el poder real, que se produjeron durante su infancia.
El recuerdo de estos disturbios, que llegaron a obligar a la familia real a abandonar París, influyó en su estilo
de gobierno y en la determinación del rey de eliminar el desorden e impedir la desintegración territorial y
social garantizando la seguridad interior y exterior. Todo ello lo lograría a través de la creación de una
estructura estatal sólida y dependiente de la Corona caracterizada por:
• La reducción de las autoridades intermedias, autónomas o semiautónomas.
• El incremento de la capacidad contributiva de los súbditos mediante la modernización de la
administración fiscal.
• El fortalecimiento de las fuerzas militares.
Profuncizar:
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Guerra franco-española, 1635-1659: ocupación de Cataluña y de parte de los Paises Bajos
• Durante la Fronda, la Monarquía Hispánica recupera la iniciativa en Cataluña con la capitulación de
Barcelona (1652)
• Guerra angloespañola (1655-1660)
La Fronda (1648-1653): movimiento insurreccional (ni antimonárquico ni revolucionario).manifestación
pública de descontento contra el gobierno de Mazarino y la Regente por la fiscalidad de la guerra y los abusos
de poder.
• La Fronda Parlamentaria (1648-1649)
• La Fronda Nobiliaria o de Condé (1650-1653).
Tratado de los Pirineos 1659
España renunció a los condados de Rosellón, Conflans y Cerdaña en favor de Francia, y a territorios en Artois,
Flandes, Luxemburgo y Henao.
Matrimonio entre la primogénita de Felipe IV, la infanta María Teresa, y Luis XIV, previa renuncia de ambos
a todo derecho a suceder en la Corona de España. Dote: 500.000 escudos de oro.
Luis XIV autoriza el regreso del príncipe de Condé a Francia. Reintegra el ducado de Lorena Carlos IV.
Francia renuncia a apoyar a Portugal
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A menudo se han magnificado los logros del colbertismo. De entrada, hay que señalar que Colbert era un
tecnócrata, no un economista y que sus iniciativas apuntalaban estructuras económicas propias del Antiguo
Régimen que, con frecuencia, lejos de estimular la producción favorecieron su estancamiento. En segundo
lugar, la riqueza del reino era un medio para conseguir su grandeza, no un objetivo. En otras palabras, aunque
Luis XIV apoyó las iniciativas de Colbert, lo cierto es que el monarca no dudó en transgredir los presupuestos
del ministro cuando en beneficio de una agresiva política exterior. En tercer lugar, la política económica de
Colbert no fue revolucionaria. Los sectores implicados en sus reformas no siempre vieron el cambio con
buenos ojos y el ministro no favoreció en ningún caso la creación de un mercado interior único en el que las
únicas aduanas existentes fueran las exteriores. Por último, la Francia de la segunda mitad del siglo XVII
continuó siendo un país básicamente agrario (el 70% de la población vivía y trabajaba en el campo) y este fue
un sector al que Colbert apenas prestó atención. El ministro obtuvo, no obstante, algunos logros, si bien
modestos en comparación con sus objetivos de partida. Durante su administración se mejoraron las
comunicaciones interiores, la marina mercante duplicó su tonelaje en dos décadas y se estimuló el desarrollo
manufacturero.
La reforma militar.
El casi continuo estado de guerra en Europa fue para muchos soberanos, entre ellos Luis XIV, la excusa
perfecta para perpetuar un ejército permanentemente en armas, que al mismo tiempo se constituía en
un instrumento de poder susceptible de ser empleado en política exterior e interior. Durante el reinado
de Luis XIV el ejército francés introdujo algunas novedades en cuestiones técnicas, pero
principalmente en materia de abastecimiento y aprovisionamiento de soldados (suministro de soldadas,
armamento y municiones, uniformes…) que dieron cuerpo a una próspera industria localizada en St.
Étienne (Provenza), entre otras regiones.
Las principales influencias de Luis XIV en materia militar fueron el mariscal de Turenne, que desde
1660 controlo la maquinaria militar francesa, y Michel Le Tellier y su hijo, el marqués de Louuvois,
sucesivos Secretarios de Estado de Guerra durante la primera época del reinado. Los tres hombres
lograron elevar las cifras del ejército francés hasta los 400.000 hombres (ca. 1702), casi diez veces
más que el número de tropas existentes. Para ello, se reforzó la capacidad de reclutamiento de los
intendentes, al igual que la disciplina, lo que se logró mediante la elaboración de un número creciente
de ordenanza militaras y la introducción de funcionarios de la administración civil que ejercían labores
de vigilancia para que el ejército no se convirtiera en un factor potencial de perturbaciones internas.
Además, se incrementó la formación de la oficialía, que pasaría a educarse en escuela de cadetes y se
impulsó la fundación de fábricas y manufacturas destinadas a crear armamento militar. Todo ello
proveído por un Estado que, a finales de la década de 1690 destinaba en torno al 70% de su presupuesto
al ejército y aproximadamente un 16% a la Marina.
Por último, otro rasgo destacable de la reforma militar fue el sometimiento sin condiciones de los jefes
del ejército a la autoridad de la Corona. La dirección de la guerra pasó a ser controlada por el gabinete,
que privó progresivamente a los oficiales de autonomía a la hora de tomar decisiones en campaña.
En sentido estricto Luis XIV no inventó la corte, convertida en espacio de convivencia de nobles,
magistrados, pleiteantes y sirvientes en torno al rey desde el siglo XV. No obstante, lo novedoso en su
caso fue la función política que el monarca le atribuyó, al entender que el espacio áulico podía
fortalecer en último extremo la autoridad real. A ojos de Luis XIV, la Corte debía proporcionar un
marco espléndido al rey y su familia, convirtiéndose en expresión y dando fuerza a determinadas
expectativas y pretensiones. Cada faceta de la rutina diaria de Luis XIV se realizaba ante la atenta
mirada de los cortesanos. Desde que se levantaba (el lever) hasta que se acostaba (el coucher), los actos
del monarca suponían ceremonias públicas que no sólo estaban destinadas a exteriorizar la majestad
real sino también a proyectar el rango que ocupaba cada uno de los asistentes a ellas en el espacio
curial. La Corte sirvió para atraer al entorno inmediato del rey a la nobleza de espada y de toga. Su
presencia continuada ante el monarca se convirtió en el único medio con que los nobles contaban para
adquirir prestigio, honores y mercedes pecuniarias. Este proceso sería definido por Norbert Elías como
“domesticación” de la nobleza, si bien es cierto que tras la muerte de Luis XIV, y durante el reinado
de su sucesor, Luis XV, París compitió con Versalles como foco de la vida aristocrática y de la buena
sociedad francesa.
Las representaciones teatrales, fiestas y bailes en los que el rey participaba personalmente encarnando
personajes que emanaban gloria y poder (Marte, Apolo, Alejandro Magno, etc.) no tenían como objeto
último únicamente entretener a la corte, sino adoctrinarla con símbolos e imágenes que proyectaban la
grandeza del monarca. En el mismo sentido deben entenderse la restauración y ampliación de los
palacios reales, el Louvre (París), Fontainebleau (Valle del Loira) o Versalles. Este último, cuyo origen
se encontraba en un pabellón de caza relativamente modesto construido por Luis XIII en la década de
1630, fue ampliado progresivamente desde 1671 y se convirtió en sede de la corte en 1682. La elección
del lugar evidenciaba la reticencia de los monarcas franceses a residir en la capital tras los disturbios
de la Fronda. Los gastos de construcción y mantenimiento de Versalles supusieron un promedio del
11% del presupuesto anual francés entre 1671 y 1683.
La corte de Luis XIV se convirtió en modelo y ejemplo para otras cortes europeas, influyendo en las
costumbres y formas de vida de la buena sociedad de la época. El francés se convirtió en el último
tercio del siglo en la lengua en la que se comunicaban las elites europeas, al tiempo que la pintura, la
escultura, los diversos géneros literarios, las medallas y los más modestos grabados, que recogían
acontecimientos del reinado, evocaban no sólo las pretensiones absolutistas del monarca sino que
corroboraban la relación entre hegemonía cultural y política.
El ascenso al poder de Luis XIV en 1661 implicó también el monopolio por parte de la Corona del
patronazgo sobre el mundo de la cultura y las artes. En tiempos de Mazarino, el propio cardenal o el
entonces superintendente de finanzas, Nicolás Fouquet, habían disputado al monarca el mecenazgo
sobre literatos tan destacados como Molière y Corneille, escultores como Girardon, pintores como
Lebrun o arquitectos y diseñadores de jardines como Le Vau y Le Nôtre.
Sin embargo, Colbert se preocupó especialmente por restablecer el dominio de Luis XIV como
mecenas. Para el ministro, el mecenazgo sobre la literatura y las artes suponía una parte fundamental
de la exaltación de la Monarquía y la glorificación del monarca. Desde la década de 1670 Colbert llevó
a la práctica una profunda “organización de la cultura” (en palabras de Peter Burke) que pasaba por la
construcción de un sistema de organizaciones oficiales (Academias) que movilizaran y subvencionaran
a artista, escritores y eruditos al servicio del rey. Entre estas nuevas fundaciones podemos destacar la
Académie de Danse (1661); la Académie Royale de Pintura y Escultura (creada en 1648 pero
reorganizada en 1663); la Académie Française de Roma (1666); la Académie de Arquitectura (1671);
y la Académie de la Ópera (sustituida en 1672 por la Académie Royale de Música), a las que debemos
añadir la Académie des Inscriptions y Académie Française, fundada en tiempos de Richelieu pero
reorganizada en 1663.
Las Academias eran congregaciones de artistas y escritores que en su mayoría trabajaban para el rey
y desarrollaban obras para mayor gloria de Luis. Algunas de ellas colaboraban además con otras
instituciones, como la fábrica estatal de los Gobelinos, a la que se debe la colección de tapices relativa
a la “historia del rey” y los principales hechos de su reinado. En vida de Colbert, el ministro supervisó
personalmente la elaboración de programas pictóricos, esculturas y obras de distintos géneros literarios
(historia, teatro, poesía) que divulgaban las excelencias de la Monarquía de Luis XIV. No obstante,
tras su muerte, el “departamento de gloria”, de nuevo en palabras de Burke, sufrió un proceso de
burocratización que permitió un mayor grado de libertad creadora (si bien nunca perdió su estrecha
vinculación con la propaganda regia).
En definitiva, el conjunto de instituciones oficiales fundadas o reformadas en tiempos de Luis XIV
contribuyó decisivamente no sólo a la vertebración de la imagen del poder real durante su reinado sino
también al prestigio de la cultura francesa en Europa.
A la muerte de Luis XIV, esa atracción de Versalles se va perdiendo. La corte que se encontraba en
dicho lugar se daba lugar por esa dependencia por el rey, pero esta se ira diluyendo a lo largo del siglo
XVIII. Van a pasar a ser nobles que van a diversificar sus tareas. La coyuntura y el control que
mantenía Luis XIV se perderá con su muerte. Se trata de un proceso ceremonial que multiplica los
cargos dependientes, lo que implica honores pero también tensiones. Esa proliferación de cargos
comienza a limitarse y simplificarse, lo que implica esa transición en cuanto a la imagen que difunden
los monarcas en el siglo XVIII.
Versalles es un pabellón de caza que comienza a visitar Luis XIV. Tiene la particularidad de que se
encuentra en las afuera de Paris, no muy lejos para que el rey asista fácilmente a la capital y lo
suficientemente lejos para estar lejos de la turba parisina. En este pabellón, Luis XIV, mantiene el
corazón del pabellón y construuye a su alrededor, como las salas y los laterales. Estaba dividido en
dos salas, el corazón con los aposentos del rey siendo el centro del palacio y sus aposentos miran hacia
el patio de magmor, en esa zona solo podían acceder los príncipes reales. Había un ala de ministros,
allí se concentraban las principales instrucciones de gobierno, a la derecha. Y a la izquierda, estaban
los principales aposentos de la familia real y efectuaban sus cargos los nobles y cortesanos. Versalles
es un espacio que engloba instituciones políticas y relacionadas con las casas reales, en consecuencia,
los espacios de la corte. Los covachuelistas, son los que mueven las instituciones, y trabajaban en las
plantas inferiores, en las covachuelas. Sirve como ceremonial y sirva para glorificar al rey y beneficiar
a su política de monopolización de la corte. Se convierte en uno de los espacios de las representaciones
de las fiestas que proyectan una imagen del rey de cara a la corte y al exterior. Estas grandes ceremonias
contribuyen a mitificar a Luis, y favorecen el desarrollo de los juegos de emulación. Estos juegos. Los
festejos, no solo tienen como finalidad divertir al monarca, sino que incidir en la imagen del soberano
y en el estado en el que gobierna.
Versalles se convierte en un modelo de palacio porque allí se trabaja los principales representantes de
la cultura francesa, lo que seria uno de los grandes méritos de Luis XIV y de Colbert. Luis XIV
manifiesta su voluntad en convertirse el principal mecenas del reino. Colbert transmite los deseos de
Luis a los artistas y lo supervisa.
Se desarrollan diferentes academias financiadas por el rey con la finalidad de ensayar técnicas y se
experimentan, se colabora con otras instituciones. Lo que refuerza su imagen como divulgador de las
artes y de las ciencias. Se incorporan mas elementos a la imagen del monarca, de las nuevas ciencias
también y de las viejas.
Los calendarios eran de consumo popular, se encontraban en los hogares de campesinos, de habitantes
de las ciudades, y es un instrumento principal para dar a conocer la voluntad del rey. Mas de la mitad
del calendario es imagen, y en un espacio limitado estaban escritas las festividades, equinoccios, y la
persona que adquiere el calendario tiene la opción de visualizar diferentes escenas como las victorias
militares de Luis XIV y otros tipos de éxitos. También se representa la continuidad de la dinastía con el
nacimiento de su nieto, y distintas celebraciones ligadas al nacimiento, la celebración de la
continuidad de la dinastía. Los calendarios se conocen como almanaques. A donde no llegan estas
imágenes llega la prensa, porque durante su reinado se institucionaliza y se comienza a publicar con
periodicidad la gaceta y aparece el Mercurio bagante que se orienta a las mujeres en la que se describe
de forma puntual los distintos festejos que se celebran en la corte francesa y en otras cortes. Aquí se
recurría al recurso ficticio de cartas provenientes de diferentes ciudades.
Guerra de Devolución (1667-1668): ampliación de las "fronteras naturales" de Francia a costa de Lorena y
del Círculo de Borgoña (Flandes y el Franco Condado).
- El duque Carlos IV de Lorena designa a Luis XIV su heredero a cambio del reconocimiento de los
duques como príncipes de sangre de Francia.
- Como heredero de Carlomagno, Luis XIV se reservaba el derecho a tomar varios estados alemanes.
Como esposo de la infanta María Teresa de Austria, defendía los derechos de la reina de Francia a
heredar todos los dominios de la Monarquía Hispánica que fueran estratégicos para la defensa de las
fronteras del reino.
- Territorios sometidos al derecho de devolución de Brabante (los hijos del primer matrimonio eran los
únicos herederos de sus padres: Marfa Teresa más derecho que su hermanastro Carlos II). Dominios
sujetos a devolución:Brabante, Amberes, Malinas, Alto Gueldres, Limburgo, Namur, Artois y
Cambresis. A los que se añadían Hainaut, Franco Condado y Luxemburgo.
Testamento de Felipe IV (1665). Orden de sucesión en la corona: Carlos I y su hermana Margarita Teresa (si
su hermano fallecía sin hijos). María Teresa había renunciado para poder ser reina de Francia en 1659 (Francia
denuncia la nulidad de la renuncia). Luis XIV ataca los Paises Bajos españoles e invade el Franco Condado.
Ante la amenaza francesa se firma la Triple Alianza (Provincias Unidas, Suecia e Inglaterra). Paz de Aquisgrán
(1668). Francia devuelve las plazas tomadas pero conserva temporalmente Tournai, Lille, Douai, Charleroi,
etc. En América se quedó con Acadia y Guayana. Consecuencias: Inglaterra y Holanda se comprometieron en
la conservación de los Países Bajos españoles de la agresividad francesa.
Guerra de Holanda (1672-1678).
Orígenes el antagonismo franco-holandés:
- Competencia comercial entre ambas potencias: Uso masivo de los puertos franceses por la flota
holandesa (perjudicaba el comercio francés). Prohibición holandesa de las importaciones francesas de
productos con una mayor tasa impositiva.
- Francia no perdonó a Holanda su anterior alianza con Inglaterra y Suecia. Deseaba quebrar el poderío
de la poderosa república naval y mercantil.
Disolución Triple Alianza. Luis XIV negocia con Inglaterra a cambio de una sustanciosa pensión (tres millones
de libras para Carlos lI): Tratado de Dover (1670); y ofrece subsidios a Suecia (Tratado de Estocolmo, 1672).
Constitución de un frente anti holandés: Francia, Baviera, el Obispo Elector de Colonia, el príncipe obispo de
Lieja y el de Münster. La Monarquía Hispánica se alía con Holanda. Un ejército francés de 160.000 hombres
liderado por Turena invade las Provincias Unidas, tomando todo el territorio a excepción de Holanda y
Zelanda. Johan de Wit, el Gran Pensionario, ordena la apertura de todos los diques e inunda toda la provincia.
Descontento alentado por los orangistas: Golpe estado y asesinato de Johan y Cornelis de Witt. Guillermo Il
de Orange-Nassau nombrado Estatuder. Alianza matrimonial con Inglaterra (casamiento con María, hija del
duque de York, futuro Jacobo lI).
España (inicialmente neutral) apoya con tropas a Holanda. Los franceses invaden el Franco Condado alientan
la revuelta de Mesina. Inglaterra, tras la derrota franco-inglesa en la batalla naval de Texel, firma la paz:
Tratado de Westminster (1674).
Guerra 1674-1678: Gran Alianza de La Haya (emperador Leopoldo, elector de Brandeburgo, Lorena,
España e Inglaterra).
Francia dominio Mediterráneo occidental: derrota a la escuadra hispano-holandesa en Sicilia.
Paz de Nimega (1678-1679): consolidación hegemonía francesa
- Francia conserva sus principales conquistas en los Países Bajos y el Franco Condado. Francia asegura
su control sobre el Mediterráneo occidental sobre España. Matrimonio entre Carlos ll y María Luisa
de Orleans, sobrina de Luis XIV.
- Holanda recupera Maastricht.
POLÍTICA (O GUERRA) DE REUNIONES 1679-1684
Objetivos de la política internacional de Francia:
- Conseguir las "fronteras naturales" de Francia apoderándose de todas las tierras de la margen
izquierda del Rin. Creación de las Cámaras de Reunión para analizar los derechos a esos dominios.
- Reclamación de los derechos territoriales sobre los Paises Bajos españoles, Lorena, Alsacia e ltalia.
- Presión a Carlos ll para que renunciase al título de duque de Borgoña.
- Coalición de La Haya (1682) para frenar el expansionismo francés: el emperador, las Provincias
Unidas, Suecia y España. Presionar a Francia para que respetase los acuerdos de Westfalia y Nimega
- Belicismo agresivo:
Bombardeos franceses de Argel (1683) para castigar la piratería y de Génova (1684) para alejarla de
su alianza con España.
- Francia invade los Países Bajos españoles en diciembre de 1683: toma de Luxemburgo en 1684.Fin
- de la guerra
Respuesta a la amenaza francesa: la coalición internacional de La Haya (1682) reunia a las Provincias Unidas,
Suecia, España y el Imperio (Sitio otomano de Viena 1683). Propósito: presionar a Francia para que respetase
el statu quo de Westfalia (1648) y Nimega (1678). Luis XIV bombardea Argel en 1682 y 1683 (para castigar
la piratería berberisca) y Génova en mayo de 1684 para alejarla de su alianza con España. Francia invade
Cataluña y los Países Bajos (diciembre 1684) y toma Luxemburgo (1684).
Tregua de Ratisbona (1684): Francia conserva Estrasburgo y Luxemburgo. Garantía de conservación de las
nuevas fronteras durante 20 años.
El nuevo enfrentamiento contra la Francia de Luis XIV fue propiciado por dos acontecimientos:
por un lado, la negativa del Papa a designar como arzobispo-elector de Colonia al candidato
defendido por la corte francesa; por el otro, la intervención de Luis XIV en la sucesión del
Palatinado en defensa de los derechos sucesorios de su cuñada. Tras publicar un manifiesto
público en el que defendía sus pretensiones en ambos casos, los ejércitos franceses ocuparon
Aviñón (ciudad papal), buena parte del arzobispado de Colonia y el Palatinado, lo que provocó
indignación en el Imperio y favoreció la forja de una nueva coalición internacional.
Esta nueva coalición tomó como precedente la Liga de Augsburgo constituida en 1686 entre el
emperador, una serie de príncipes alemanes (los electores de Baviera, Sajonia y el Palatinado), la
Monarquía Hispánica y Suecia, a la que se unirían en 1689 Brandeburgo, Inglaterra, las Provincias
Unidas y Saboya, en el Norte de Italia. Dado el elevado número de sus miembros, la coalición
sería conocida como Gran Alianza. La guerra, llamada indistintamente “Guerra de los Nueve Años”, de la
“Liga de Augsburgo” o de la “Gran Alianza”, fue una prolongada lucha de desgaste que se libró en varios
escenarios: el Palatinado, los Países Bajos españoles, el Norte de Italia, Cataluña, Irlanda, el continente
americano y la India. En el curso del conflicto, Francia resultó victoriosa en varios frentes, pero
padeció serias dificultades financieras, económicas y humanas, generándose un descontento
entre la población francesa que culminó en las hambrunas de los años 1693-1694.
A la altura de 1696, la defección del duque de Saboya del bando aliado (con la consiguiente
amenaza que esto suponía al Milanesado español), la crisis financiera en Inglaterra, los problemas
económicos de Francia, la capitulación de Barcelona ante las tropas francesas y las expectativas
abiertas por la sucesión española favorecieron el inicio de conversaciones diplomáticas entre los
principales contendientes. Estas cristalizaron en la Paz de Ryswick (1697) que constituyó un
importante retroceso en las ambiciones expansionistas francesas. Desde el punto de vista
territorial, Ryswick restableció el orden surgido de la Paz de Nimega en 1678, por lo que Francia
se vio obligada a devolver todas las anexiones hechas desde entonces (a excepción de
Estrasburgo), junto a todas las conquistas efectuadas durante la última guerra. Por su parte, las
Provincias Unidas obtuvieron condiciones favorables de comercio con Francia y el derecho a establecer
guarniciones militares en una serie de ciudades en la frontera de los Países Bajos
españoles (que garantizaban su defensa frente a Francia). En conjunto, la paz resultó también
favorable para la Monarquía Hispánica, que recuperó Luxemburgo y los territorios y plazas
conquistados después de Nimega. Se ha dicho que Luis XIV actuó con tal generosidad ante la
corte de Madrid con el fin de ganarse la aprobación de la opinión pública española ante la
inminente desaparición de Carlos II. Con independencia de este hecho, lo cierto es que la
“Guerra de los Nueve Años” y la Paz de Ryswick supusieron el primer gran retroceso de la
política exterior de Luis XIV.