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Verlaggsistem.
El Verlaggsystem es una de las formas de organización de la producción protocapitalista que lleva
consigo la separación de capital y trabajo. Sus orígenes se documentan al menos desde el s. XIII.
Aunque se desconoce su origen, parece que podría haber surgido en el Sur de Flandes y Norte de
Italia, desarrollándose progresivamente a lo largo de la Edad Moderna, sobre todo en el s. XVII y
XVIII. Se constituye como un sistema de trabajo doméstico cuyo funcionamiento se caracteriza por
la existencia de artesanos dispersos, no pertenecientes a un gremio, y un mercader, empresario o
verlager, propietario de la materia prima y, a veces, también de los medios de producción. Este último,
reparte esa materia prima entre trabajadores geográficamente dispersos, normalmente campesinos,
para que, a cambio de un salario, elaboren un determinado producto o desarrollen una fase de la
elaboración del producto. Una vez terminado, el verlager lo recibe y si es necesario lo acaba,
procediendo posteriormente a su comercialización y distribución.
En principio es un sistema totalmente distinto al gremio. El Verlaggsystem busca ante todo la ausencia
de reglamentación, puesto que así puede influir en el proceso de elaboración, variar la producción en
función de las necesidades del mercado, e intentar reducir costos procurando salarios más bajos. Una
de las peculiaridades del Verlaggsystem es su ubicación marginal dentro de la formación social. El
proceso de protoindustrialización tiene dos fases históricamente reconocidas: el Kaufsystem, en que
el empresario proporcionaba la materia prima y recogía el producto terminado, pero el telar era
propiedad del trabajador; y el Verlaggsystem, donde los medios de producción pertenecían también
al empresario. El Verlaggsystem se difunde a partir de la segunda mitad del s. XVIII, propiciando un
crecimiento protoindustrial, siendo un elemento decisivo en las primeras fases de la Revolución
Industrial. En Inglaterra y hasta 1830 es más importante la producción industrial por este sistema que
la producción que se desarrolla por la industria concentrada. Cumple una función esencial en la
prerrevolución industrial.
Definición de Barroco.
El término “barroco”, empleado inicialmente con intención despectiva, procede de dos vocablos de
uso corriente en el s. XVI: el italiano “barocco”, que hacía referencia a la tortuosa pedantería medieval,
y el portugués “barrocco” cuyo significado “tosco” y “deformado” se empleaba para las perlas que
presentaban formas deformadas. Ambos términos significan una desviación de la norma y con esta
acepción fueron empleados por los teóricos de mediados del s. XVIII para calificar obras de arte, sobre
todo arquitectura, que les parecían impuras e irracionales. El Barroco fue un período de la historia en
la cultura occidental originado por una nueva forma de concebir las artes visuales y que, partiendo
desde diferentes contextos histórico-culturales, produjo obras en numerosos campos artísticos:
literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc. Se manifestó
principalmente en la Europa occidental, aunque debido al colonialismo también se dio en numerosas
colonias de las potencias europeas, principalmente en Latinoamérica. Este arte expresa mucho mejor
que el arte clásico la sensibilidad de una época confusa. Liberado de muchas coacciones, puede a la
vez ser un arte cortesano y de los grandes señores y seducir a la masas. Afirma las preeminencias
celestes de la religión romana y las terrenales de la aristocracia por su lado teatral, la profusión de la
decoración y el recurso de lo maravilloso. Además, el barroco no pretende la unidad y deja gran
libertad de expresión a los genios nacionales, así pues el genio de artistas por ejemplo como
Caravaggio y Guido, impide a la pintura italiana caer en la mediocridad facilona.
Actualmente, la historiografía dominante acepta la definición de cultura barroca como la cultura del
siglo XVII. No es una cultura espontánea y popular, sino inducida desde el poder, una cultura dirigida,
masiva, urbana y conservadora. Tampoco es una cultura ciudadana, sino urbana: se produce una
cultura vulgar para masas anónimas, donde la urbe, marco privilegiado, es el gran núcleo de
concentración de artistas, de poderosos y de una masa peligrosa y desarraigada. La ostentación
opulenta se convierte en la norma. Es una cultura voluntaria y profundamente conservadora, pero que
no rechaza lo novedoso, sino que lo desvía hacia esferas poco peligrosas.
Comenzó a popularizarse en Italia y luego se extendió hacia el resto de Europa. Existen posiciones
intermedias o con variantes, como en Francia, o los territorios Habsburgo centroeuropeos y de mayor
intensidad en los países de la Europa monárquica (absolutista, eclesiástica, señorial y campesina).
Nace en Italia en el año 1600, tiene su máxima intensidad en las décadas centrales del s. XVII y va
extinguiéndose cuando Europa entra en una nueva coyuntura. No obstante, los elementos expresivos
barrocos se prolongan buena parte del siglo XVIII o evolucionan hacia otros estilos (Rococó).
El universo cultural barroco, dominante en la Europa del Seiscientos, no prevalece totalmente. Existen
zonas donde el Barroco no llega a cristalizar: Inglaterra y la República de Holanda poseen una cultura
abierta y tolerante, cuyos grupos dirigentes están vinculados al comercio y las finanzas, y a lo que se
añade el elemento religioso, ya que el cristianismo reformado limita considerablemente o prohíbe los
recursos estéticos o los temas del Barroco católico. Viena y Praga conservan sus principales
testimonios. Referido con esto último se ha definido al barroco como la estética de la Contrarreforma
católica y aunque ello no es del todo cierto, sí resulta evidente que su máximo esplendor se da en
países como Italia y España, frente a su escasa incidencia en territorios protestantes, especialmente
Holanda e Inglaterra, aunque en ello hay que ver también un elemento económico, pues estos dos
últimos apenas se vieron afectados por la crisis del siglo XVII.
“Consulta del Reverendísimo Padre Maestro Sobrecasas al Rey Nuestro Señor”, en Semanario Erudito
que comprende varias obras inéditas, críticas, morales, instructivas, políticas, históricas, satíricas, y
jocosas de nuestros mejores autores antiguos y modernos. Dalas a luz don Antonio Valladares de
Sotomayor, Madrid, 1789, tomo XXIX, pp. 177-199.
“La guerra de España contra Francia es justísima por los tres principios que prescriben los teólogos
con Santo Tomás, esto es: autoridad pública, justa causa e intención recta. Pues es notoria la pública
potestad, es constante la justicia en el resarce y vindicación de los agravios que ha padecido España
con la perjura infidelidad de franceses tomando a Luxemburgo, inquietando, con el pretexto de los
padrones y confines limitáneos, la provincia y plaza de Namur y devastando los países de Flandes,
Cerdeña y el Ampurdán con hostilidad sangrienta, contra el derecho de la paz jurada. La intención
recta es muy clara, pues viéndose España amenazada del poder vecino de Francia en las dos fronteras
de Navarra y Cataluña, y teniendo costosas experiencias de sus invasiones aceleradas y repentinas,
rectifica España la intención con la natural defensa y con la justa recuperación de las plazas perdidas.
No pretende España con la guerra alentar y promover las fuerzas de los hugonotes y calvinistas ocultos
de la Bretaña, Guyena y Normandía, ni aumentar el poder de los herejes de Inglaterra y Holanda; sólo
mira España la inculpada tutela de su causa pública, que tiene por fin el resarce de sus derechos, siendo
fuerza de su intención cualquiera otra consecuencia de daños, pues la intención recta militar se define
en el deseo de promover el bien y evitar el público mal, que se verifica en las máximas de España,
cuya prudencia monárquica no se desregla con la ansiosa y violenta ambición de otros reinos, y asida
segura y pacífica vecindad con su dominio a los reinos comarcanos” (pp. 177-178)
COMENTARIO DE TEXTO:
Naturaleza del Texto: Estamos ante un fragmento del tomo XXIX, en el que se responde a una
Consulta del Padre Sobrecasas al rey de manera subjetiva, del Semanario Erudito que comprende
varias obras inéditas, críticas, morales, instructivas, políticas, históricas, satíricas y jocosas de nuestros
mejores autores antiguos y modernos, escrito en un estilo narrativo periodístico, compuesta por 34
volúmenes del poeta, periodista y autor dramático español Antonio Valladares de Sotomayor (1737-
1820). En 1787 aparecieron los tomos I a VI; en 1788, los tomos VI a XV; en 1789, los tomos XVI
a XXIV; en 1790, tomos XXV a XXXIII; y en 1791, el tomo XXXIV y último.
En cuanto a su destinatario, se trata de Carlos II “El Hechizado” (1661-1699). Hijo de Felipe IV, fue
el último monarca de la casa de los Austrias en España. De naturaleza débil y enfermiza, no tuvo
descendencia y testó a favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. Lo que a su muerte
desencadenaría la Guerra de Sucesión (1701-1713).
Origen del Texto: Nos encontramos ante un texto histórico de carácter subjetivo, ya que se trata de
una consulta, un dictamen que en la Edad Moderna consejos, tribunales u otros cuerpos o individuos
daban por escrito al rey sobre un asunto que requería su real resolución. En este caso concreto el
dictamen estaría dado por un individuo, el Padre Maestro Sobrecasas, quien responde al monarca
español, Carlos II, con su parecer sobre la justificación que se debía adoptar frente a las hostilidades
francesas. Se trata de un tema, el de las manifestaciones del pensamiento religioso y político-religioso
en la prensa del siglo XVIII, casi totalmente inédito. Escrito en un estilo narrativo periodístico, en el
que se muestra una ideología regalista jurisdiccional que tiene por objeto el reforzamiento del poder
real mediante la atribución al monarca del mayor número de competencias en materias eclesiásticas.
En el fragmento estudiado, el padre Sobrecasas aconseja a Carlos II sobre el tipo de respuesta a adoptar
a nivel jurídico y diplomático por la monarquía hispánica frente a su participación en la Guerra de los
Nueve Años (1688-1697) como enemiga de Francia y no solo en sus relaciones con las otras potencias
europeas sino también para con sus propios súbditos que podían cuestionar la contradicción existente
en la inclusión de España en la liga de Augsburgo en la que militaban varios estados protestantes y la
defensa real de los principios del catolicismo. Sobrecasas excusa la alianza de la monarquía española
con príncipes protestantes en base a varios argumentos. A lo largo del texto el aragonés presenta la
entrada de España en la guerra como una razón de estado que entiende este conflicto como una guerra
defensiva destinada a conservar la integridad territorial; al ser una razón de estado la tradicional
defensa de catolicismo o la animosidad contra los protestantes se obvian en función de un interés
superior. Para ello bebe del concepto medieval de guerra justa teorizada por Santo Tomás de Aquino,
celebre “autorictas” dominico italiano del siglo XIII, en su magna obra “Summa Theologica” y
desarrollado con posterioridad junto con conceptos de honda trascendencia como el derecho natural o
el bien común en el campo del incipiente derecho internacional por teólogos españoles del siglo XVI
como Ginés de Sepúlveda, Francisco Suarez, entre otros (“… por los tres principios que prescriben
los teólogos con
Santo Tomás…”)
El religioso da peso a estos tres principios ilustrándolos con experiencias pasadas de las relaciones
españolas con Francia. El primer principio, “autoridad pública”, es decir, la persona (el príncipe o el
Estado) sobre la que recae la competencia para declarar la guerra, sólo es nombrado ya que se da por
sobreentendido debido al destinatario del documento. El segundo principio, “justa causa”, entendida
como el derecho a castigar o vengar una injuria o una agresión, es explicado por el religioso
recordando pasadas agresiones francesas a los territorios españoles y de sus aliados sin que precediera
declaración previa ni se le reconociese derecho para la guerra al existir tratados de paz. El tercer
principio esgrimido seria la “intención recta” definida como la obligación de los beligerantes de
promover el bien y evitar el mal, es decir, que emprendan una guerra no por codicia sino por el deseo
de la paz. Sobrecasas también hace referencia en este último principio a la incoherencia nacida entre
una monarquía que defiende el catolicismo y su colaboración con príncipes protestantes en la guerra
contra un príncipe católico saliendo al paso de las futuras críticas vertidas por la propaganda francesa
(de ahí la minuciosa referencia a los “calvinistas ocultos de la Bretaña, Guyena y Normandía”) y
también por sus propios súbditos; el religioso aragonés niega rotundamente que dicha guerra tenga
por objetivo favorecer a los protestantes y se excusa de nuevo en el carácter defensivo adoptado por
España y su búsqueda de la “segura y pacífica vecindad con su dominio a los reinos comarcanos”, o
sea, de la paz.
En 1684, tras la Tregua de Ratisbona por la que la monarquía hispánica perdió Luxemburgo, los
intereses hispanos caminaban hacia el desencadenamiento de una causa común (una liga defensiva)
contra Francia, que en este periodo, es el enemigo universal. Esta Liga no pretende tener en cuenta la
religión “No pretende España con la guerra alentar y promover las fuerzas de los hugonotes y
calvinistas ocultos de la Bretaña, Guyena y Normandía, ni aumentar el poder de los herejes”, se define
claramente como una guerra de estado, y no de religión, que afecta a todos los estados, católicos y
protestantes, unidos todos ellos para frenar la agresión francesa. En 1688 se publicó en Barcelona un
panfleto en el que el Emperador respondía a un impreso francés, donde se le atacaba y que pretendía
buscar la discordia entre él y el elector de Baviera. El Emperador se defendía alegando la formación
de una Liga defensiva, jamás ofensiva, con Baviera y Colonia, “rectifica España la intención con la
natural defensa y con la justa recuperación de las plazas perdidas”. Con todo, al inicio de las
hostilidades, ambos bandos se cruzaron acusaciones mutuas: los franceses acusaron a España de no
querer permanecer neutral y, por lo tanto, de romper la Tregua de Ratisbona. Obviamente, los hispanos
tenían otra percepción del asunto. Carlos II justificaba la guerra por la actitud francesa de no aceptar
las resoluciones de la Tregua de 1684 “con hostilidad sangrienta, contra el derecho de la paz jurada”,
especialmente en los Países Bajos, por sus múltiples abusos y vejaciones y por pretender hacer la
guerra a favor de la religión, cuando tradicionalmente Francia había atacado a príncipes católicos,
apoyando al Turco contra el Emperador. Para Carlos II, si Luis XIV había pedido la neutralidad era,
únicamente, con la intención de frenar el poder de la Liga de Augsburgo, para luego, cuando España
se hallase desprevenida, atacarla.
En 1690 se insistirá, desde Viena, en la necesidad de apoyar a España, la más débil de las primeras
potencias, pues Francia la podía derrotar en cualquier frente. Se le recordaba a Inglaterra la necesidad
de que los Países Bajos no cayesen en la órbita gala o, a la larga, se tendría que enfrentar con una
Francia más poderosa que nunca. Los verdaderos intereses de las potencias Europeas se sostienen en
un hecho que ya le pasara a España en el siglo anterior, y es que en que una Francia sin aliados y
enfrentada a una coalición tan fuerte se arruinaría en poco tiempo si pretendía sustentar tropas
suficientes para oponerse a todos. Así, la política más conveniente no era la paz, sino, justamente, la
guerra. El principal argumento para mantener la guerra era, precisamente, que una mala paz, como la
que había habido hasta entonces, era peor que la guerra. La guerra contra un príncipe católico, con
aliados protestantes, no era un impedimento para España, por el contrario era lícita, entre otras
razones, por la justicia de resarcirse por los daños recibidos de Francia, y en especial por la devastación
de “los países de Flandes, Cerdeña y el Ampurdán con hostilidad…”. Así, una guerra que era de
justicia, no de religión, interesaba más a España que una mala paz.
No debemos olvidar señalar que con su inclusión en una publicación periodística de finales del siglo
XVIII la naturaleza y consideración de dicho texto fueron modificadas. Este aspecto es aún más
reseñable dada la orientación y objetivos del Semanario Erudito.
Circunstancias Históricas: Con respecto a la datación de dicho escrito lo podemos situar en fechas
inmediatamente posteriores a 1694, debido a que Francisco Sobrecasas referencia en su Consulta una
serie de episodios pertenecientes a la Guerra de los Nueve Años y a sus desencadenantes que enfrentó
entre 1688 y 1697 a la Francia de Luis XIV contra la Liga de Augsburgo, coalición formada por
Inglaterra, Austria, España y las Provincias Unidas; así se nombran en las líneas 5-7 diversas
agresiones del país galo a posesiones hispanas: la anexión de la ciudad libre de Luxemburgo en 1684,
la política de las “reuniones” desarrollada por Luis XIV (“…inquietando, con el pretexto de los
padrones y confines limitáneos…”), la captura de Namur, ciudad de Valonia, en 1692 (“…la provincia
y plaza de Namur…”) o la invasión de Cataluña desde 1690 y, en concreto, la conquista de Gerona
en 1694 (“...devastando los países de Flandes, Cerdeña y el Ampurdán…”).
Históricamente nos encontramos por lo tanto en los acontecimientos que tuvieron lugar durante la
Guerra de los Nueve Años, 1689-1697. El presente escrito pretende reflejar los contenidos de la
publicística aliada concretamente la publicística generada en la propia Cataluña, en este caso se
enfatiza con un sentimiento de francofobia que se ira exacerbando conforme avance la guerra. La
misión del presente escrito era alertar sobre los intereses imperialistas de la Francia absolutista de Luis
XIV, así como enfatizar la defensa de la Monarquía. La publicística aliada resalta los aspectos
negativos de la figura de Luis XIV y de la política exterior francesa, especialmente la ambición
expansiva, sus relaciones con el Imperio Otomano, entre otros. Asimismo, se perciben los primeros
ecos del conflicto, la Guerra de Sucesión, que, poco a poco, se avecinaba.
Autor del Texto: Aquí podemos hablar de dos autores, uno del texto y otro de la publicación del
mismo un siglo después en su obra periodística:
El autor de la consulta es Francisco Sobrecasas, un prelado español nacido en La Puebla de Alfindén
(Zaragoza) en 1646 y muerto en 1698 en Caller (Cerdeña). Tomó el hábito de Santo Domingo en el
convento de Zaragoza, y después de haber sido examinador sinodial de los arzobispados de
Toledo y Zaragoza y predicador de Carlos II, fue presentado por el monarca para la archidiócesis de
Caller (Cerdeña), en la que dejo gratos recuerdos de su vigilancia pastoral y su beneficencia. Entre
sus obras se cuentan un buen número de sermones impresos escritos con motivo de celebraciones
religiosas o civiles así como varios manuscritos. Nos encontramos por tanto, a tenor de su biografía,
ante un personaje inmerso en los acontecimientos de la época, con una educación en esencia
escolástica debido a su formación monacal, y cercano a la corte y los intereses del monarca, no sólo
como predicador real (un codiciado cargo cuyo fin era difundir en la sociedad española los postulados
ideológicos emanados desde la monarquía), sino también como consejero del rey al que éste
realiza consulta sobre temas delicados como el que nos ocupa y que le valió como recompensa el
obispado de Caller en Cerdeña.
El autor de la obra periodística que recoge este fragmento es Antonio Valladares de Sotomayor,
nacido en Rianjo, La Coruña; en 1737 y fallecido en Madrid en 1820. Poeta, periodista y autor
dramático español. Nacido en el seno de una familia de pequeños hidalgos gallegos, llegó a Madrid
en 1760. En 1785 es miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Osuna. Como
periodista editó los 34 volúmenes del Semanario Erudito que comprende varias obras inéditas, críticas,
morales, instructivas, políticas, históricas, satíricas y jocosas de nuestros mejores autores antiguos y
modernos (1787-1791), que fue continuado en 1816 en el Nuevo semanario erudito. Empezó a escribir
teatro para ganarse la vida en colaboración con José Ibáñez y José López de Sedano a finales de la
década de los setenta, y obtuvo sus primeros éxitos indiscutibles en el terreno del teatro en los ochenta,
hasta llegar al centenar largo de piezas dramáticas, incluidas traducciones y refundiciones. Firmó sus
obras con todo tipo de seudónimos y anagramas. Entre 1797 y 1807 imprimió los nueve tomos de una
novela que alcanzó también gran éxito La Leandra. En este género también se le deben unas Tertulias
de invierno en Chinchón (1815-20). En 1804 consiguió imprimir el Almacén de frutos literarios
inéditos, prohibido nada más salir por Godoy.
A modo de reflexión tras la lectura del texto diría que es la constatación de que existió un interés en
España exactamente igual que en el resto de Europa por luchar a nivel propagandístico contra el
imperialismo agresivo y absoluto de Luis XIV. El valor del texto de Sobrecasas reside no tanto en la
argumentación empleada (una muestra más de la pervivencia de la escolástica en el pensamiento
hispano ajeno a las novedades intelectuales europeas) sino porque nos permite estudiar la adopción
por parte de la monarquía hispánica de un nuevo discurso en las relaciones internacionales marcado
por una progresiva estatalización tendente a subordinar los intereses religiosos a los del Estado; la
defensa de las Cristiandad presente en los reinados de los Austrias anteriores había quedado atrás.
Este discurso presagia la nueva diplomacia del siglo XVIII que en España vendrá significado por el
cambio de dinastía. Hay que destacar asimismo que la Consulta es un exponente muy claro de la
propaganda aliada desarrollada durante la Guerra de los Nueve Años en contra del imperialismo galo
así como un revelador ejemplo de mecanismos de gobierno operativos con los Austrias.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:
• Historia Moderna. Barcelona, Labor Universitaria, Barcelona, 4ª edición, 2ª reimpresión, 1991.
Corvisier, André.
• Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. Ribot García, L. (coord).
• Atlas Histórico y Geográfico Universitario, Madrid, UNED, 2006. Azcarate Luxan, Blanca;
Azcarate Luxan, Mª. Victoria; Sánchez Sánchez, José.
• Los Tambores de Marte, el reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII
(16481700),Valladolid, Universidad de Valladolid, Castilla ediciones, 2011. Rodríguez Hernández,
Antonio José.
• Breve Historia de los Tercios de Flandes, Madrid, Nowtilus, 2015. Rodríguez Hernández, Antonio
José.
PEC 2
La Enciclopedia.
El pensamiento Ilustrado triunfó y se consolidó en Francia con una segunda generación de Ilustrados,
los enciclopedistas. Dentro de ellos se distinguen una tendencia volteriana y otra rusoniana. Es la obra
que resume el espíritu de la Ilustración francesa cuyo objetivo es analizar y sintetizar todos los
conocimientos universales. “La Encyclopédie o Dictionnaire raisonné dessciences, desarts et des
métiers” vio publicado su primer volumen en 1751; compuesta por 17 volúmenes y 5 suplementos se
finalizó algunos años después, en 1772, siendo un gran éxito ideológico, cultural y económico que a
pesar de su elevado coste, logró más de 4000 suscriptores en diferentes países . Bajo la dirección del
matemático D’Alembert, y coordinada por Diderot, auténtica alma e impulsor de la obra, logran una
obra ciertamente coherente a pesar de la disparidad de criterios e ideas de los muchos colaboradores
con que contó la obra: Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Turgot, etc. Todos estos colaboradores eran
hombres de ciencias, juristas, filósofos, fisiócratas, etc. Que se unieron para compendiar esta
“prudente apología del progreso humano separada de todo dogma y de toda autoridad”. Su principal
centro de interés era el hombre en todas sus dimensiones; el método, cómo no, el de la razón,
abordándose temas de filosofía, teología, ciencias, etc. Su propósito el de educar a la humanidad y
conducirla al progreso, a través de la divulgación de la ciencia en todos sus aspectos.
Traducida a numerosas lenguas, la enciclopedia exponía a veces de forma críptica para evitar la
censura, los temas que preocupaban a los ilustrados y los filósofos del momento y hablaba de
cuestiones doctrinales y aspectos técnicos y económicos de interés en la época.
La obra, caracterizada como la empresa colectiva más emblemática de las Luces, tuvo una difusión
primordial en Inglaterra, Alemania y la propia Francia. Aunque, a medida que nos trasladamos al Este
y Sur de Europa su acomodo no tuvo la misma intensidad; así, en el caso de España, las ideas de la
Enciclopedia fueron tardías, tildadas de extranjeras y de influencia tenue, las ideas más admiradas
fueron el deseo de limpiar al catolicismo de pervivencias y supersticiones, a la par que el afán por
modernizar el país.
Explique el Mapa de la industrialización europea del siglo XVIII del libro de B. Azcarate Luxan, M.
V. Azcarate Luxan y J. Sánchez Sánchez, Atlas Histórico y Geográfico Universitario, Madrid, UNED,
2006, p. 158.
COMENTARIO DE MAPA:
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:
• Gran Historia Universal, Vol. VIII, “El Despotismo Ilustrado”, Ediciones Najera, Madrid, edición
del Club Internacional del Libro, 1990. V.V.A.A.
• Industria y Época Moderna, Madrid, Actas, 2000. V.V.A.A. Dirigido por Ribot García, Luis y De
Rosa, Luigi; Coordinado por Belloso Martin, Carlos.
• Historia de España, de Atapuerca al euro, Barcelona, Planeta, edición para El Círculo de Lectores,
2002. García de Cortázar, Fernando.
• Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. Ribot García, L. (coord).
• Atlas Histórico y Geográfico Universitario, Madrid, UNED, 2006. Azcarate Luxan, Blanca;
Azcarate Luxan, Mª. Victoria; Sánchez Sánchez, José.