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La pobreza, el desempleo y el biene

Temas contemporáneos

Universidad Olmeca
Licenciatura en derecho, semestre VI. Docente: Mtro. José Martín Vidal Suarez.

Gloribell Cervantes Torruco, Héctor Fuentes Rodríguez


4. La pobreza, el desempleo y bienestar social.
4.1. La pobreza como problema nacional y del mundo.
México:
En México hay muchas definiciones de pobreza. La más utilizada es la llamada
pobreza multidimensional que se calcula a partir de la información que el INEGI
recaba cada dos años a través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de
los Hogares (ENIGH). Una persona se encuentra en pobreza multidimensional
cuando tiene al menos una carencia social y sus ingresos son insuficientes para
adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades.
Las carencias sociales se refieren a la falta de acceso a la salud, a la seguridad
social, a la educación, a una vivienda, a servicios básicos en la vivienda y a la
alimentación. En lo que hace a los ingresos, se definen dos canastas: la
alimentaria básica y la ampliada que contempla otras necesidades adicionales. A
partir del cálculo de la pobreza multidimensional se estima otro conjunto: el de
pobreza multidimensional extrema. En este grupo se encontrarán quienes tengan
tres o más carencias y tengan un ingreso tan bajo que, aunque lo dedicaran por
completo a la adquisición de alimentos no podrían tener los nutrientes necesarios
para una vida sana.
La última lectura de este indicador mostró que en 2020 se encontraba en pobreza
multidimensional 43.9% de la población, 55.7 millones de personas, y en extrema
8.5%, equivalente a 10.9 millones de personas. El incremento en la carencia de
acceso a la salud fue la que mostró un salto importante ese año, pasó de 16.2%
de la población en 2018 a 28.2% en 2020.
Además de esos indicadores usuales de pobreza, el Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) publica cifras sobre la
población vulnerable por ingresos y aquella vulnerable por carencias sociales.
Por otro lado vemos que hay un indicador más frecuente de pobreza el cual sería
la pobreza laboral que sale de la ENOE y muestra el porcentaje de la población
que no puede adquirir la canasta alimentaria básica con el ingreso proveniente de
su trabajo. Hay varias consideraciones que hacer a esta métrica. En primer lugar,
la medición del ingreso está subestimada. La gente suele mentir a la baja cuando
se le pregunta cuánto gana. En segundo, el ingreso del trabajo representa
alrededor de 65% del total de los ingresos que recibe un hogar porque también
existen ganancias de capital, remesas o transferencias.
La pobreza laboral del último trimestre de 2021 captura la recuperación del empleo
que se vivió el año pasado posterior al choque por la pandemia. En los últimos tres
meses del año se sumaron más de 700 mil empleos —formales e informales— lo
que contribuyó a un descenso de la población que se ubicó en pobreza laboral. En
el tercer trimestre de 2021, este porcentaje fue 40.7% y al cierre de 2021 había
disminuido a 40.3%.
Sin embargo, esta reducción no es suficiente para ubicarnos en las cifras de
pobreza —que no eran positivas en sí mismas— de los meses previos a la
pandemia. En el primer trimestre de 2020, el último periodo que podríamos
considerar pre-covidiano, la pobreza laboral fue 36.6% de la población. Al cierre
de 2021 había 5 millones 511 mil 194 personas en pobreza laboral más que las
que había hace poco más de año y medio.
Una política fiscal contra cíclica hubiera ayudado a que estas cifras de pobreza
fueran menores. Más bien, hubiera ayudado a millones de mexicanos a sortear
mejor —en términos económicos por lo menos— una de las mayores crisis de la
historia reciente.
Nacional:
El enfoque más común define la pobreza como falta de ingresos. Este concepto
está basado en los estudios de Benjamin Rowntree (1901). Según él, la pobreza
se configura cuando lo total de ingresos disponibles no satisface el mínimo
necesario para la subsistencia. Esta idea inspiró la creación por el Banco Mundial
de la línea de pobreza, o umbral de pobreza, que es “el costo monetario de un
nivel de bienestar de referencia para una persona dada, en un momento y un lugar
dados”. En 2015, el Banco clasificaba como pobre una persona que vivía con
menos de US$1,90 al día.
No obstante, hay teorías que defienden que la pobreza transciende la falta de
ingresos. El enfoque de las Necesidades Básicas promovido por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en la década de 1970, incluyó la salud, la
educación, el saneamiento, las ropas y etc., entre los mínimos necesarios para
una calidad de vida digna. Igualmente, el economista Amartya Sen introdujo la
visión de la pobreza como privación de desarrollo humano individual. Según él
mismo, la pobreza se define por la constricción de las capacidades básicas que
impidan a los individuos de ser o de realizar funciones a que dan importancia (sea
vivir una vida larga y saludable o ser respetado por la comunidad en que vive). De
la teoría de Sen, Mahbub ul Haq concebió el Índice de Desarrollo Humano del
PNUD (IDH). El IDH combina tres indicadores de capacidad para medir el
desarrollo humano: esperanza de vida, nivel educativo e ingreso.

4.2. La seguridad social y Estado de bienestar.


La seguridad social
En esta sección se desea presentar un acercamiento al desenvolvimiento histórico
del concepto de seguridad social y su aplicación en las diferentes formas de
organización social, que el ser humano ha experimentado en las diferentes
combinaciones de espacio y tiempo. Este ejercicio se propone con el objeto de
revertir la noción ampliamente extendida, que la gestión frente a las situaciones de
riesgo e incertidumbre únicamente puede ser gestionada por la institucionalidad
del Estado. Lejos de esta concepción, la noma general hasta poco antes del siglo
XX, era que los colectivos humanos generaban redes de asistencia y protección
mutuas, en las que sin la necesidad de un Estado de Bienestar, si se daba la
gestión de una Sociedad del Bienestar. Durante siglos, el hombre ha visto en la
organización social un espacio de protección frente a las fuerzas de la naturaleza
y una ventaja técnica derivada de la división del trabajo. Dadas las inclemencias
del clima y las fuerzas naturales, como la incertidumbre frente a la recolección, la
caza y la pesca, o frente a los resultados del ejercicio de la agricultura, así como a
fenómenos de tipo catastrófico. Los múltiples experimentos de desenvolvimiento
espontáneo, por medio del proceso de ensayo y error han conducido al hombre a
buscar mecanismos de previsión frente a aquello que se encuentra por fuera de su
alcance y a darle una gestión a las deficiencias materiales derivadas de aquellos
eventos inesperados. De este modo, la formación de núcleos familiares, trae
consigo, la necesidad de asociarse para mejorar las condiciones de vida propia y
de quienes dependían de él, ya no piensa en su propia protección y bienestar sino
en la de un grupo que esperan que él se convierta en su benefactor; aquí nacen
las primeras formas de sociedad Las Tribus. Mallet lo describe así:

“El ansia de seguridad ha sido el motor del progreso de la humanidad. La


invención de la agricultura fue una forma de asegurarse alimento en vez del
aleatorio método de la caza y la recolección de frutos silvestres. La agrupación en
tribus, la formación de aldeas, de ciudades, la constitución de Estados, traducen el
deseo de seguridad frente a un enemigo exterior”.
Estas formas de asociación se basaron en el principio de la solidaridad orgánica,
propia de las formaciones comunitarias, para subsistir como grupo en las
condiciones más agrestes. Siglos después las formas de asociación se
perfeccionaron de acuerdo a factores de tiempo, modo y lugar, es decir, las
condiciones sociales, económicas y culturales variaban según el momento
histórico y el lugar donde se vivía. Las cofradías que surgieron en el mundo en el
siglo XIV, al amparo de la iglesia católica, tuvieron como fines la ayuda mutua y
religiosa; las hermandades, surgieron en la segunda mitad del siglo XVI y se
basaron en el socorro por enfermedad y muerte; entre otras. Fueron asociaciones
de mutua ayuda basadas en la solidaridad, las cuales tenían la obligación de
atender a los ancianos, minusválidos y socorrer a los enfermos, así mismo, educar
los hijos de quienes perecían en defensa de los Estados. Esta ayuda mutua, se
debió a la doctrina cristiana sobre el amor al prójimo y la caridad, sobre todo en la
Edad Media cuando el oscurantismo religioso torturaba y sacrificaba vidas en
nombre de Dios; esta cooperación es considerada como: “El hito fundamental en
la histórica evolución de la Seguridad Social”. De este modo, se formaron las
asociaciones y agremiaciones basadas en los principios de solidaridad, seguridad
y ayuda mutua que se extendían al de socorrer a los familiares de los muertos con
las exequias fúnebres por razones de humanidad y salubridad. En la América
prehispánica, también se hizo evidente el deseo de protección y bienestar de los
miembros de las tribus; ejemplo de esto, en el imperio Tahuantinsuyo los incas:

“Garantizaron a la totalidad de los seres humanos bajo su jurisdicción, el derecho


a la vida mediante la satisfacción plena de las necesidades físicas primordiales
como la alimentación, vestido, vivienda y salud, que equivalía a la supresión del
hambre y la miseria causados por las desigualdades sociales y por los no
previstos efectos destructores de la naturaleza, incontrolables por el hombre”.

En efecto, los sobrantes de los cultivos del Inca eran depositados en piruas o
graneros del Estado para cubrir la escasez en épocas de sequía o de calamidad
pública; atender a los ancianos, huérfanos y viudas a cargo del Estado y no
abandonarlos como ocurría en otras culturas. De la misma forma el sentido
comunitario inspirado en la solidaridad permitía que los miembros de un Ayllu,
después de cumplir con sus labores comunales, colaboraran con los otros Ayllu
que requerían su ayuda. En estos ejemplos se pone de presente una coincidencia:
las organizaciones humanas, sean de orientación comunitaria o societaria
(Tönnies,2009), de manera espontánea han formulado diferentes mecanismos
basados en la cooperación social para precaverse frente a las inclemencias del
tiempo y sus eventos inesperados, o frente a la simple precariedad material
asociada a la enfermedad y vejez, de este modo, el hombre en su afán de
protección, seguridad y subsistencia, ha desarrollado las diferentes formas de
Seguridad Social acordes al momento histórico y lugar donde vive, en procura de
precaverse frente a “los riesgos y contingencias sociales”. Empero, la formulación
de estos sistemas no ha implicado necesariamente la puesta en marcha de una
estructura burocrática o inteligencia directriz que esté tras todo el andamiaje de
provisión y distribución en caso de necesidad, sino que a menudo ha sido
agenciado por particulares. Antes de iniciar un recorrido histórico por las épocas
moderna y contemporánea, cabe aclarar que la seguridad social tuvo una
transición entre una época y otra, se inicia con la época de la instauración por
parte del Estado de los seguros sociales y en la medida que las legislaciones
cambian al correr del tiempo, el término se va transformando al de seguridad
social. Este recorrido inicia con algunos de los hechos más trascendentales en la
historia de la humanidad que han influido notoriamente en las transformaciones
socioculturales, económicas y políticas de la misma. Aunque los diferentes autores
los teóricos del Estado de Bienestar identifican el inicio de esta política social con
las aplicaciones de Bismark en el final del siglo XIX, es menester tomar en
consideración que anterior a la implantación en términos efectivos de este sistema
de aseguramiento, ya existía una base política que abría la posibilidad para que el
Estado interviniese sobre la vida particular de los individuos so pretexto de
salvarles frente a la incertidumbre que señalábamos arriba.

El constitucionalismo francés, derivado de la revolución francesa de 1789 se erige


como un punto de inflexión y no retorno en el que se otorga al Estado Moderno la
función de proteger al hombre frente a la incertidumbre de las fuerzas naturales y
a proveerle un mínimo vital, en este proceso, bajo las premisas de libertad,
igualdad y fraternidad, se proclamaron los Derechos del Hombre y del Ciudadano
(1789), en los cuales se postulan una serie de “conquistas” de la humanidad, las
cuales, para ser llevadas a términos efectivos, requieren de una carga fiscal sobre
los ciudadanos, con la consiguiente carga impositiva. El constitucionalismo de
inspiración en la Francia revolucionaria, así como la Carta de derechos que se
derivaron de este proceso se constituyen como la base política en la que
descansa la intervención del Estado sobre la economía y en especial, el proceso
mediante el cual el Estado captura una parte importante del producto nacional y lo
usa discrecionalmente al amparo del llamado “bienestar general”. No obstante,
aunque ya Francia propone la base política, la base técnica demorará un siglo
más en llegar. En Colombia, se inicia con el desarrollo de políticas asistenciales
como el resto de países del mundo; el desarrollo de la independencia trae consigo
ideales de libertad, seguridad, trabajo y bienestar para el pueblo, ideales que
fueron liderados por los próceres libertadores como Simón Bolívar y Antonio
Nariño, traductor de la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano,
puede ser reconocido como uno de los más importantes difusores de la
concepción francesa de derechos políticos y sociales; para sentar uno de los
precedentes jurídicos más importantes. Pero como se vio, sólo para el siglo XX
hay una respuesta estatal unificada. En lo sucesivo, los pueblos occidentales se
dedicaron a luchar por la realización efectiva de estos derechos, lo que abrió paso
al desarrollo de Constituciones de contenido democrático y social y posteriormente
a la declaración de los Derechos Humanos, los Derechos del Niño, de la Mujer y
demás, incluido el de la Seguridad Social. Paul Durand ha señalado que la
formación histórica del Sistema de Seguridad Social ha pasado por tres etapas
importantes: “la primera es la que él llama Procesos Indiferenciados de Garantía,
que son: el ahorro individual, la mutualidad, el seguro privado, la asistencia pública
y la responsabilidad; la segunda es la de los seguros sociales y la tercera es la de
la seguridad social”.

La Revolución Industrial comienza en Inglaterra, con James Watt y la invención de


la máquina de vapor (1784), lo cual mejoró los medios de transporte y
comunicación en el creciente mundo moderno. A mediados del siglo XIX, con la
aparición de las máquinas que sustituyeron la fuerza muscular y aumentaron la
producción industrial, se generó un conjunto de cambios económicos, sociales,
técnicos y culturales, que afectó directamente a la población que recién había
hecho la transición de campesinos vasallos a obreros industriales. Las precarias
condiciones de trabajo de la naciente organización industrial mecanizada, provoca
fuertes tensiones sociales entre los empresarios que buscaban minimizar sus
costos, y los trabajadores que buscaban maximizar sus salarios. Se pone de
manifiesto el vacío en la gestión de la incertidumbre, que había sido abandonada
en su gestión por estamentos privados como la Iglesia Católica, pero que ahora
aparecían como un terreno baldío. Como alternativa a estas condiciones de
precariedad surge el ahorro privado, que permitía a los obreros eliminar los gastos
innecesarios y cubrir aquellos de primera necesidad. No fue muy efectivo debido
los bajos salarios que recibían los obreros; la mutualidad, que era un mecanismo
de asociación sin ánimo de lucro, cuyo principio fundamental es la solidaridad y
que permitió el desarrollo de lo que hoy se conoce como Seguridad Social; el
seguro privado, apareció a finales del siglo XIX, como un contrato de derecho
privado en el cual se pactaba el pago de una prima estimada de acuerdo al riesgo
asumido por la aseguradora y ésta, a su vez, se obligaba a pagar el valor del
seguro al producirse el evento incierto y futuro materia de la convención; la
responsabilidad de los riesgos profesionales, la teoría del riesgo, defendida en
Francia por Salleilles y Josserand (1897), constituyó un gran avance en el
aseguramiento de los riesgos y contingencias laborales, pues los empresarios y/o
empleadores que se acogían a ella, asumían los costos de las enfermedades o
accidentes laborales aún cuando no tuvieran culpa de ello y por último la
asistencia pública, que inicialmente se constituyó como la solución a los
problemas de indigencia y desamparado de la época; pero con el desmesurado
crecimiento demográfico, los altos índices de pobreza y la llegada de la revolución,
tal propósito se había hecho de imposible realización y, sobre todo, para el Estado
que carecía de medios económicos para cumplir con esta obligación. Estos
sistemas de ayuda, si bien eran una solución temporal a falta de un sistema de
asistencia real, no ofrecían la seguridad que los asociados requerían, por lo que
resultaban insuficientes económica y socialmente. Un primer paso para la creación
de un sistema que ofreciera verdadera protección a los obreros se inició en
Alemania bajo la tutela del canciller Otto Von Bismarck, conocido como ‘El
Canciller de Hierro’, quien afirmaba que este sistema debía ser creado, dirigido y
controlado por el Estado; a este sistema se llamó Seguro Social. El propósito era
desintegrar el naciente movimiento socialdemócrata obrero basándose en
estructuras político-sociales como el Estado Bienestar. Bismarck temeroso del “
fantasma que recorría Europa”, tenía que contrarrestar su expansión con unas
políticas sociales y económicas que beneficiaran al pueblo y debilitaran las fuerzas
socialistas influenciadas por Marx y Engels; para ellos, los seguros sociales
alemanes no nacen por motivos políticos, económicos o sociales sino por motivos
ideológicos que son más poderosos que los otros tres juntos. Este proyecto fue
presentado al parlamento con una gran aceptación entre los miembros y el 17 de
Noviembre de 1881 el emperador Guillermo I hizo la presentación del nuevo
sistema de seguros sociales de la siguiente manera:

“El interés de la clase trabajadora estriba no sólo en el presente, sino también en


el futuro. A los obreros importa tener garantizada su existencia en las diferentes
situaciones que puedan presentárseles, cuando sin su culpa, se ven impedidos de
trabajar”.

Básicamente el modelo de Bismarck se resume en una política social de bienestar


que, a su vez, se divide en tres líneas: la ley sobre el seguro de enfermedad, el
cual alcanzó consagración legislativa el 15 de Junio de 1883; la ley de seguro de
accidentes de trabajo, disponiéndose que su financiación debía estar a cargo de
los empleadores el 16 de Julio de 1884 y la ley de seguro de vejez o invalidez
total, firmada el 22 de Junio de 1889; el 19 de Julio de 1911 finalmente se
promulgó el código de los Seguros Sociales, sin mucho significado de unificación
de las nacientes leyes análogas al tema.

Los Seguros Sociales, establecidos en Alemania a fines del siglo XIX y comienzos
del XX, fueron la fuente inspiradora de la seguridad social actual. Estos seguros
sociales se crearon con el propósito de salvaguardar la relativa estabilidad que
mantuviera a los trabajadores tranquilos para no desatar conflictos como los
vividos en México en 1910 y en Rusia en 1917, a causa de la falta de políticas
estatales proteccionistas que cobijaran a los obreros y sus familias. El seguro
social ofrecía a los trabajadores asistencia social que corría a cargo del Estado.
Estos seguros eran obligatorios, sin ánimo de lucro y cubrían los riesgos
específicos de los trabajadores subordinados.

Sin lugar a dudas, el desarrollo del proteccionismo estatal se dio gracias a


Bismarck, hoy considerado como el padre de la “seguridad Social”. Aunque no
podemos dejar de lado otros sistemas y teorías que durante el mismo periodo
abrieron otras ventanas para vislumbrar posibles vías de apoyo; caso el de la Ley
de Speenhamland de 1795, la cual se caracterizó por los continuos ajustes en la
atención a los trabajadores, a través del complemento de los salarios para
garantizar la supresión de la mendicidad. La Ley de Pobres (Poor Law), de 1834
tenía como finalidad la supresión de los subsidios salariales y la limosna; esta ley
extendió la atención social a los pobres capacitados para el trabajo, algo que no
se ajustaba a la aparente lógica capitalista del momento. Son evidentes las
diferencias entre los antiguos seguros sociales y la seguridad social como hoy la
conocemos; cabría entonces hacer una comparación y establecer tales
diferencias. Los seguros sociales cubrían los trabajadores, en tanto que el
propósito de la seguridad social es el amparo de toda la población; los seguros
sociales solo cubrían ciertos riesgos y contingencias sociales, la seguridad social
está diseñada para cubrir todas las contingencias y riesgos sociales no sólo del
trabajador sino de su familia. Como describe Fajardo:

“Por razón de su organización y funcionamiento, la seguridad social es el sistema,


la ideología, el movimiento, el mensaje, la filosofía; en tanto que el seguro social
representa uno de sus órganos de expresión, uno de sus cuerpos gestionarios, o
en su acepción restrictiva uno de sus establecimientos”.

Con el nacimiento de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en 1919,


durante el Tratado de Versalles y las conversaciones de paz luego de terminada la
Primera Guerra Mundial, el mundo entero abrió sus puertas a las nuevas políticas
estatales de proteccionismo o de Estado Bienestar; en todas las Constituciones se
promulgó el derecho a la seguridad social al amparo del Estado. En la
Constitución Política de la República de Weimar en 1919, en el artículo 119 se
consagró constitucionalmente; en los Estados Unidos Mexicanos se ancla la
seguridad social en la Constitución de Querétaro de febrero de 1917 en el artículo
123, la cual se obtuvo producto del movimiento revolucionario liderado por Pancho
Villa y Emiliano Zapata; en 1924 Bolivia adopta su ley de accidentes de trabajo y
en Chile se promulga la primera ley de seguro social en Hispanoamérica, el 8 de
septiembre de ese mismo año aprueba la ley 4.054, donde se implementa el
seguro obrero obligatorio de enfermedad, maternidad, invalidez y vejez.

Desde 1900 hasta 1940 el auge de los seguros sociales tanto en Europa como en
América iba en considerable aumento. En España por ejemplo en 1900 se expidió
la “Ley de Accidentes de Trabajo”; en 1908 se creó el Instituto Nacional de
Previsión; en 1929 se estableció el “Seguro de Maternidad Obligatorio”; en 1938
se instituyó el régimen del subsidio familiar y en 1939 el subsidio de vejez, muchos
años después redactó el Fuero del Trabajo, ley fundamental de alcance
constitucional; un aparte del texto cita: “Por ser esencialmente personal y humano,
el trabajo no puede reducirse a un concepto material de mercancía, ni ser objeto
de transacciones incompatibles con la dignidad personal de quien lo preste”. Sin
lugar a dudas en España se puntualiza la esencia de los principios de la seguridad
social. Otro ejemplo, es el de Inglaterra; en dicho país nacieron movimientos
obreros sindicales llamados Trade Unions, los cuales antes de la Primera Guerra
Mundial, luchaban por conseguir el reconocimiento de los convenios colectivos de
trabajo y la responsabilidad patronal en caso de accidentes de trabajo. Al finalizar
el siglo XIX, aparecen las Cámaras Sindicales y con ellas el seguro de
desocupación por enfermedad y las cajas de retiros para la vejez. En 1911 se
crean en Gran Bretaña los seguros de enfermedad e invalidez y el de paro
forzoso; en 1925 el seguro de vejez, aunque ya se otorgaban beneficios a
indigentes mayores de 60 años. En 1941 la Cámara de los Comunes nombró a Sir
William Beveridge, para que presidiera una comisión que se encargaría de hacer
el proyecto y estudiar el sistema de seguridad social, el cual se conoció como el
“Plan Beveridge”, trabajo que está contenido en la obra “Social Insurance Allied
Services”, el cual influyó notoriamente en la formulación de políticas claras sobre
seguridad social en el mundo. Fue presentado en 1942, para reemplazar la
asistencia pública por el Seguro Social y concertar la iniciativa individual al lado
del seguro colectivo obligatorio. Para Beveridge el sentido de la seguridad social
consiste en abolir el Estado de Necesidad, por una amplia redistribución de la
renta. La extensión de la seguridad social a todos los integrantes de la población
tiene por efecto establecer entre ellos una solidaridad que permita soportar más
fácilmente la carga económica. En Francia por su parte, el seguro social se hace
obligatorio en 1898, aunque su desarrollo fue más lento que en Alemania e
Inglaterra; en 1910 se adoptó la ley de pensión de vejez, el cual fue ineficaz por su
bajo monto; el 4 de Octubre de 1945 mediante ordenanza, se promulgo el Sistema
de Seguridad Social Francés que rige en la actualidad, el cual tiene por finalidad
cubrir a los trabajadores franceses y sus familias todos los riesgos sociales; la
Constitución de 1946, garantiza a todos los franceses la seguridad social, el
descanso y el tiempo libre.

En los países socialistas se introdujo la seguridad social como un derecho gratuito


para toda la población; en la Constitución Soviética de 1918, tras la Revolución
Bolchevique y la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial, se promovió la
gratuidad en el cubrimiento de los riesgos sociales; de igual forma sucedió con las
Constituciones de la extinta URSS de 1924, 1936 y 1977. Estos sistemas también
aplicaron a los demás países socialistas dispersos en el mundo; muestra de ello la
encontramos en Cuba, donde aún se conservan vivos los ideales socialistas, pese
a la caída de este sistema en Europa. En la república de Cuba, lo concerniente a
la asistencia médica y hospitalaria es gratuito, para todos los ciudadanos. Estas
disposiciones tienen plena vigencia en la actualidad; de allí que Cuba ocupe el
primer lugar en la cobertura de seguridad social en América Latina. Hasta aquí
podemos concluir que los seguros sociales se originaron en Alemania a finales del
siglo XIX, con una creciente expansión por todo el mundo, dadas las necesidades
urgentes de satisfacer una demanda social que se encontraba desprotegida.
Hasta aquí la seguridad social se dividió en dos etapas, la primera data de 1760 a
1834 en la cual predominó el sistema de subsidios, práctica de la asistencia
acompañada de un cierto paternalismo social; la segunda etapa viene de 1834 a
1883 en la cual bajo la necesidad de la supresión de subsidios, y con el objeto de
forzar la entrada de las personas al mercado laboral, se diseña una política de
contribución de recursos bajo el esquema de prestaciones laborales que brinda
con ellas a los obreros la posibilidad de recibir asistencia para sí mismos y sus
familias. Existen dos etapas más en la evolución histórica de la seguridad social:
una que cobija desde 1883 hasta 1988 y desde 1988 hasta nuestros días. Cada
una de estas etapas cobija momentos históricos en la evolución de la humanidad
que no se pueden obviar y que estudiaremos a continuación: La expresión
“Seguridad Social”, en el sentido que la entendemos actualmente, apareció en el
mundo occidental en Estados Unidos de América donde se utilizó por primera vez
el término Seguridad Social, en sentido moderno. Como consecuencia de la gran
depresión económica de 1929, el presidente Roosevelt, emprendió una abierta
política intervencionista en materia económica y social, con coberturas entre otras
al desempleo. La Social Security Act del 14 de Agosto de 1936 fue promulgada
durante el primer gobierno del presidente Franklin Delano Roosevelt (New Deal).
Guillermo Cabanellas de Torres (2001), menciona que entre sus propósitos
tenemos: sistemas de asistencia y de retiros o pensiones a la vejez con subsidios,
ayudas a familias numerosas, protección a madres viudas que trabajen con hijos
menores de edad y protección a los ciegos, entre otros. La Social Security Act,
tenía como finalidad hacer frente a la crisis económica que asolaba el país,
erradicar la miseria y evitar los conflictos sociales que se pudiesen generar como
consecuencia de esta crisis. Pero fue en Nueva Zelanda, el 14 de Septiembre de
1938, donde se promulgó la “Ley de Seguridad Social”, que tuvo influencia
decisiva en la legislación mundial en la materia, por lo novedoso de sus principios
que superaba el tradicional enfoque de asistencia pública. La Organización
Internacional del Trabajo, realizó la difusión de tan importante normativa, ya que
en ella se expuso mejor que en cualquier otra legislación el significado y fin
práctico de la seguridad social. El 14 de Agosto de 1941, en plena Segunda
Guerra Mundial, el entonces presidente de los Estados Unidos Franklin Delano
Roosevelt y el primer ministro Británico Sir Winston Churchill, se reunieron para
coordinar los esfuerzos de la guerra contra la Alemania nazi y el Japón militarista;
en dicha reunión se produce la “Carta Del Atlántico”, suscrita por ambos países,
en la cual en el punto 5 del texto señala “Todas las naciones tienen el deber de
colaborar en el campo económico – social, a fin de garantizar a sus ciudadanos
las mejores condiciones de trabajo, de progreso económico y de seguridad social”.
Dicha proclama también quedó consignada en la “Declaración de Washington” de
1942. Acto seguido se celebró en Santiago de Chile en Septiembre de ese mismo
año, la I Conferencia Interamericana de Seguridad Social, en la cual se formula la
Declaración de Santiago y en la que se proclama: “Cada país debe crear,
mantener y acrecentar el valor intelectual, moral y físico de sus generaciones
venideras y sostener a las generaciones eliminadas de la vida productiva. Este es
el sentido de la Seguridad Social: Una economía auténtica y racional de los
recursos y valores humanos (…), que las decisiones de América en orden a la
nueva estructura de la Seguridad Social, constituyen un aporte a la solidaridad del
mundo en la conquista del bienestar de los pueblos y al logro del mantenimiento
de la paz.” De esta manera, como algo ajeno al desenvolvimiento institucional
endógeno de los países de Latinoamérica, se importa el furor europeo por las
tendencias proteccionistas hacia los trabajadores y sus familias, que luego pasaría
a cobijar a todos los miembros de la colectividad. Se produce entonces entre los
años 1943 y 1945 una actividad legislativa sin precedentes en torno a la materia.
En Costa Rica por ejemplo, en 1943 se elabora el Código del Trabajo y de reforma
del Seguro Social; Ecuador actualiza su Ley de Seguro Social; México publica un
reglamento de Seguro Social; Panamá promulga una Ley de Seguro Social
Integral; Paraguay impone el Seguro Social Obligatorio e Integral que cubre todos
los riesgos; Uruguay crea las Cajas de Compensación; Haití implementa la
indemnización de accidentes de trabajo y crea los establecimientos sanitarios para
la vejez. Estas cartas y declaraciones dieron lugar a la Declaración de Filadelfia
proferida en 1944 por la 26 reunión de la conferencia de la OIT celebrada en dicha
ciudad. En dicha conferencia se ratificó que “La paz permanente solo puede
basarse en la justicia social”, y entre los objetivos, el punto sexto del texto cita
“Extender las medidas de seguridad social para garantizar ingresos básicos a
quienes los necesiten y prestar asistencia médica completa”. En Brasil la Ley
Orgánica de los Seguros Sociales, recoge mejor que nadie las recomendaciones
de Filadelfia en esta materia. Además de estas, un antecedente se encuentra en
una declaración que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU celebrada
en París el 10 de Diciembre de 1948; dicha es “La Declaración Universal de los
Derechos Humanos”. Lo relativo a la seguridad se encuentra consagrado en los
artículos 22, 23 y 25; el Artículo 22:

“Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social,


y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida
cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los
derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre
desarrollo de su personalidad”.

El Artículo 23 versa:

“Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y


satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la
dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera
otros medios de protección social”.

Y el Artículo 25 establece:

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así
como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido,
la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene
asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez,
viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad”.

Estos principios fueron divulgados en todo el mundo occidental, así mismo fueron
incorporados en la Carta de Libertad Europea el 4 de Noviembre de 1950. Luego
del surgimiento de la Norma Mínima de Seguridad Social (102), convenio expedido
por la XXXV Conferencia General de la OIT el 28 de Junio de 1952 y que
actualmente no ha sido ratificado por Colombia, que recoge los objetivos de acción
protectora, estos principios se incorporaron a la mayoría de las legislaciones del
mundo tanto de países altamente desarrollados, como los que se encuentran en
proceso de desarrollo. Los mismos principios aparecerían poco después en la
Carta Social Europea del 18 de Octubre de 1961; en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas del 16 de
Noviembre de 1966; en la Convención Americana de Derechos Humanos del 22
de Noviembre de 1969; y en las Declaraciones Iberoamericanas de Seguridad
Social de Buenos Aires 1972 y Panamá 1976; en las cuales quedó ratificado
indefectiblemente que el hombre por el solo hecho de su condición, tiene derecho
a la seguridad social, y por tal se entiende la cobertura integral de los riesgos y
contingencias y la garantía de los medios para el desarrollo pleno de su
personalidad. Tal como lo comenta Ahumada: “La cobertura de los riesgos
sociales a través de la historia como se ha dejado entrever, ha experimentado una
constante y vasta evolución. Comenzando por la cobertura de los riesgos
relacionados con la vida del hombre, para pasar luego a cubrir los riesgos
derivados de su trabajo, y mucho más tarde, hasta alcanzar la fisonomía moderna
que implica la idea de cobertura de todos los Estados de necesidad”.

Sin duda alguna, el desarrollo histórico de la seguridad social en el mundo ha


atravesado por innumerables etapas desde su primera concepción como un
sistema asistencial hasta lo que representa en nuestros días todo esto se ha
evidenciado no sólo en normas legales nacionales sino en fuentes de derecho
internacional. Con esto se finaliza el recorrido espacio temporal propuesto para
esta sección, se espera que la senda histórica y espacial trazada en este texto
pueda ilustrar con propiedad acerca del surgimiento de los sistemas de seguridad
social tanto en Colombia, como en los países del hemisferio occidental. Se aspira
a que se haya podido demostrar que aunque la provisión del ser humano ante los
hechos que guardan altas dosis de incertidumbre y que involucran su subsistencia
material han sido concebidos durante el último siglo como una función propia del
Estado, esto no ha sido siempre así, sino que en numerosos episodios de la
historia humana pueden encontrarse sistemas complejos de provisión frente a las
catástrofes naturales, las hambrunas, la vejez y la enfermedad. Además que
aquella relación indisoluble entre Seguridad Social y Estado, es un concepto muy
reciente y que ha derivado en una capacidad de coacción económica muy
pronunciada por parte del Estado, a través de sus cargas impositivas. Ahora con la
crisis mundial cabe al menos cuestionarse si luego de un siglo de crisis
económicas causadas en gran parte por la intervención del Estado, no va siendo
hora de dejar que los sistemas complejos de las sociedades libres puedan dar los
frutos de su acción espontánea. La crisis fiscal que lleva Europa sobre si tiene el
rasgo inconfundible de la indisciplina fiscal y del proteccionismo frente al comercio
internacional. Como idea final quisiera expresarse que no debe confundirse, de
manera deliberada y repetitiva los servicios de bienestar general con la provisión
pública de los servicios. Puede existir una sociedad del bienestar, sin necesidad
de un Estado de Bienestar, el ejercicio pleno de la libertad exige de los ciudadanos
la mayor observación a sus principios y su responsabilidad, en este sentido, los
empresarios y los trabajadores no debe seguir cargando con la carga impositiva
que impone el estado sobre sus hombros, so pretexto de que los protege. Tal vez
sea del Estado de lo que haría falta que se protegiesen, el resto sólo dependerá
de su capacidad productiva. Tal vez sea hora que los individuos sean tratados
como mayores de edad y puedan agenciar las consecuencias de sus actos,
aunque en la mayoría de los casos, sus efectos llegarán a ser completamente
diferentes. Una sociedad del Bienestar puede alcanzarse en la medida que las
personas puedan aprovechar su conocimiento y el de los demás de forma
recíproca, desarrollar al máximo sus capacidades y destrezas y fomentar su
creatividad, tal como lo propone, el premio nobel de economía Friedrich August
von Hayek:

“en la sociedad libre es esencial que el valor del hombre y su remuneración no


dependan de la capacidad en abstracto, sino del éxito obtenido al traducirse en
servicios útiles a los otros y que a su vez estos otros puedan permutar. El principal
objetivo de la libertad es ofrecer oportunidades e incitar al individuo para que se
asegure el máximo uso de conocimientos que pueda adquirir. Lo que hace al
individuo único a este respecto no es su conocimiento genérico, sino su
conocimiento concreto: su conocimiento de las circunstancias y condiciones
especiales.”

Las crisis económicas, aún con su dureza, tienen la virtud de mostrar que algo no
funciona bien dentro del esquema productivo, la crisis que se vive en occidente a
día de hoy, ha mostrado la inviabilidad de un Estado con un peso fiscal demasiado
grande y poco efectivo en el cumplimiento de sus obligaciones sociales. Aquella
promesa de reconocimiento político a cambio de bienestar, ha quedado en duda,
toda vez que no es posible desangrar más la empresarialidad y la capacidad de
trabajo de los ciudadanos, tal vez sea hora de ver en el funcionamiento del
mercado una opción real para el ejercicio de la libertad de los ciudadanos y no
simplemente ofrecer una dádiva que los conduce al desastre.

El Estado de bienestar

Estado de bienestar, Estado benefactor, Estado providencial o sociedad del


bienestar es un concepto de la ciencia política y económica con el que se designa
a una propuesta política o modelo general del Estado y de la organización social,
según la cual el Estado provee servicios en cumplimiento de los derechos
sociales a la totalidad de los habitantes de un país. El sociólogo británico Thomas
H. Marshall describió el estado de bienestar moderno como una combinación
distintiva de democracia, bienestar social y capitalismo. A pesar de lo anterior, el
estado de bienestar es algo poco defendido, y en ocasiones, atacado por el
liberalismo, pues el liberalismo aboga más por las libertades individuales de
inversión de la riqueza, contrario al Estado de Bienestar donde el Estado
monopoliza los bienes y servicios públicos.

Como un tipo de economía mixta, el estado de bienestar financia a las


instituciones gubernamentales para el cuidado de la salud y la educación junto con
beneficios directos otorgados a ciudadanos individuales. Las primeras
características del estado de bienestar, como las pensiones públicas y el seguro
social, se desarrollaron a partir de la década de 1880 en la industrialización de los
países occidentales. La Gran Depresión, la Primera Guerra Mundial y la Segunda
Guerra Mundial se han caracterizado como eventos importantes que marcaron el
comienzo de las expansiones del estado de bienestar. El estado de bienestar
moderno surgió como una manera de superar la Gran Depresión de la década de
1930 bajo una forma de intervencionismo estatal para abordar el desempleo, la
pérdida de producción y el colapso del sistema financiero. A fines de la década de
1970, el estado de bienestar capitalista contemporáneo comenzó a declinar, en
parte debido a la crisis económica del capitalismo y el keynesianismo de la
Segunda Guerra Mundial, y en parte debido a la falta de una base ideológica bien
articulada para el estado de bienestar.

Historia

Orígenes y evolución del término

Las nociones actuales de «Estado del bienestar» corresponden al término


inglés Welfare State (del que se traduce literalmente), cuyo uso quedó acuñado a
partir de 1945, en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, a partir de una
expresión original de William Temple, entonces Arzobispo de Canterbury, en la
que contraponía las políticas keynesianas de posguerra al Warfare State (‘Estado
de guerra’) de la Alemania Nazi.

Sin embargo, con anterioridad ya se venían utilizando otros términos que expresan
aproximadamente las mismas aspiraciones. En Inglaterra se hablaba de asistencia
social o asistencia pública (social assistance o public assistance) organizada bajo
las «leyes de pobres» («poor laws»). En Francia, durante el Segundo
Imperio (1852-1870), el término «Estado-providencia» («État-Providence») fue
acuñado por los republicanos que preconizaban un «Estado social» (État social) y
criticaban la filosofía individualista de ciertas leyes (como la Ley Le Chapelier, que
prohibía los sindicatos). En la Alemania del Segundo Reich (1871) los «socialistas
de cátedra» (universitarios) introdujeron el término Wohlfahrtsstaat para describir
el sistema diseñado por las políticas bismarckianas en materia social.

Desarrollo del Estado del bienestar

A pesar de que existen algunos antecedentes en sistemas políticos anteriores, se


ha alegado que la percepción del mejoramiento del bienestar material general de
la población, como una de las funciones centrales de la Sociedad o Estado,
realmente se inició con los orígenes de la Ilustración. En ese período, a pesar de
que el poder de los monarcas llegó a ser absoluto, aparece el concepto
del déspota ilustrado, cuya función era, especialmente en Alemania,
traer progreso y bienestar social y económico a su pueblo―ver Características y
evolución del cameralismo―.

De acuerdo a Gertrude Himmelfarb ―historiadora neoconservadora―, esto


culminó alrededor del comienzo del siglo XIX:

La tesis es que los 1800 marcó un quiebre intelectual, después del cual la pobreza
llegó a ser crecientemente reconocida por los conscientes y autodesignados
portadores del «espíritu de la época» como un problema del sistema más que del
trabajador. [...] Éxitos futuros en resolver la pobreza requerirán reconocer tanto el
aspecto material como moral del problema. Gertrude Himmelfarb.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en la mayor parte de los países de
la Europa Occidental, la llamada «cuestión social» ―expresada en la presión
política de movimientos sociales, especialmente los movimientos obreros―
impulsó a los Gobiernos a adaptar la legislación sobre la condición social de la
clase trabajadora y el trabajo, legislación que fue progresivamente modificada. La
mayor parte de estas medidas fueron puntuales y de alcance mínimo, con
características que dependen tanto de la historia como de las circunstancias
político-sociales de cada país. Sin embargo, es posible notar un movimiento hacia
servicios incrementalmente más comprensivos.

Esta situación culmina en las crisis económicas del Período de entreguerras y


concomitantes crisis sociopolíticas (ver Gran Depresión), dado que
las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de resolver las crisis de
forma más efectiva que las democracias. Tanto la Unión Soviética con el Plan
Quinquenal, como la Alemania Nazi de preguerra, la Italia de Mussolini (quien fue
elogiado por «hacer que los trenes funcionaran a tiempo», es decir, por poner fin a
las huelgas y el caos económico que había dominado a ese país) y el Japón
imperial, países todos que impusieron fuertes controles estatales a la economía,
resolvieron la crisis a mediados de los años treinta. Esto llevó al auge de
proyectos políticos totalitarios, y no solo entre el ciudadano común y corriente. Por
ejemplo, el 20 de enero de 1927, durante una visita a Roma, el entonces
conservador y autodeclarado «constitucionalista y antisocialista» Winston
Churchill declaró que si él hubiera sido italiano, se habría unido a Mussolini:

Agregaré una palabra sobre el aspecto internacional del fascismo. Externamente


su movimiento ha rendido un servicio al mundo entero. [...] Italia ha demostrado
que hay maneras de luchar contra las fuerzas subversivas, maneras que pueden
llevar las masas populares, propiamente dirigidas, a apreciar y defender el honor y
la estabilidad de una sociedad civilizada. Ha previsto el antídoto necesario al
veneno ruso. De ahora en adelante, ninguna gran nación estará desprovista de un
último medio de protección contra el crecimiento canceroso del bolchevismo.
Winston Churchill, citado en «The menace of Fascism»

Alrededor de esas fechas, Churchill sugirió ametrallar a huelguistas como manera


práctica de terminar la huelga. Aun tan tarde como en 1938, en vísperas del inicio
de la Segunda Guerra Mundial, Churchill declaró que si alguna vez Inglaterra
llegara a tener los mismos problemas que Alemania de postguerra, él esperaba
que llegara a encontrar su «Sr. Hitler» amenazando las concepciones del Estado
liberal y la democracia, lo que a su vez amenazó la estabilidad mundial,
culminando en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Es en ese sentido que Waligorsky dice que se propuso la intervención estatal
«como un resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras
instituciones políticas y sociales más valuables. [...] Un mercado totalmente libre
es definitivamente no el mejor mercado para una democracia, un mercado sin
regulaciones no garantiza ni justicia ni prosperidad.»

Se admite generalmente que el resumen que Claus Offe hace de ese desarrollo es
correcto:

El Estado de bienestar ha sido el resultado combinado de diversos factores (…)


El reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, élites políticas y
económicas conservadoras ilustradas, y grandes sindicatos industriales fueron las
fuerzas más importantes que abogaron en su favor y otorgaron esquemas más y
más amplios de seguro obligatorio, leyes sobre protección del trabajo, salario
mínimo, expansión de servicios sanitarios y educativos y alojamientos
estatalmente subvencionados, así como el reconocimiento de los sindicatos como
representantes económicos y políticos legítimos del trabajo.
Claus Offe.

A fin de evitar errores, es necesario agregar específicamente la influencia de


sectores liberales y demócrata-cristianos, con personajes tales como David Lloyd
George y Konrad Adenauer, respectivamente.

A partir de lo anterior ―y comenzando en 1945― se implementaron en la Europa


Occidental las políticas socioeconómicas que llegaron a ser conocidas como
«Estado del bienestar» moderno. Esa implementación dio origen a lo que Eric
Hobsbawm ―entre otros― ha llamado «la edad de oro del capitalismo», ya que
ocasionó el período de crecimiento económico sostenido más exitoso en el
siglo XX.

Algunas autoridades argumentan que tales desarrollos se efectuaron bajo la


propuesta general del keynesianismo. Otras aducen que fue bajo las propuestas
generales del ordoliberalismo. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos del tema
sugieren que hay una similitud básica entre estas visiones y aun otras, tales como
las del dirigismo propuesto en Francia en ese período, etc.
En 1956, Karl Popper describió los logros de esa propuesta en los siguientes
términos:

En ningún otro momento, y en ninguna parte, han sido los hombres más
respetados, como hombres, que en nuestra sociedad. Nunca antes los Derechos
Humanos y la dignidad humana han sido tan respetados y nunca antes ha habido
tantos dispuestos a hacer sacrificios por otros, especialmente por aquellos menos
afortunados que ellos. Esos son los hechos. [...] Quiero enfatizar que estoy al tanto
de otros hechos. El poder todavía corrompe, incluso en nuestro mundo.
Empleados públicos todavía se comportan a veces como amos descorteses.
Todavía abundan dictadores de bolsillo. [...] Pero todo eso no se debe tanto a la
falta de buenas intenciones como a la falta de habilidad e incompetencia.
Karl Popper.

Popper continúa:

Pero volvamos nuestra atención a asuntos más importantes. Nuestro mundo


libre ha eliminado casi, si no completamente, los grandes males que con
anterioridad han asediado la vida social de los hombres. [...] Veamos lo que se ha
logrado, no solo aquí en Gran Bretaña a través del Estado del bienestar, sino con
algún método u otro en todas partes en el mundo libre.
Karl Popper.

Y da la siguiente lista de lo que él considera ―desde el punto de vista liberal― los


males que pueden ser resueltos o remediados por la cooperación social:

 Pobreza
 Desempleo y formas similares de inseguridad social.
 Enfermedad y dolor.
 Crueldad penal.
 Esclavitud y otras formas de servidumbre.
 Discriminación racial y religiosa.
 Falta de oportunidades educacionales.
 Diferencias rígidas de clase.
 La guerra.

Desde un punto de vista conservador, los beneficios del Estado del bienestar son
dobles: por un lado, la generación de consenso social de forma que el sistema
funcione de forma armónica y eficiente, y, por el otro, siguiendo de lo anterior, una
función de creación y reforzamiento de valores éticos fundamentales a la
existencia y estabilidad de relaciones sociales, llevando así a una
creciente integración social: «La provisión de los beneficios (del Estado del
bienestar) es sobre la base de ayudar a los menos privilegiados a adquirir la
disciplina necesaria para adherirse a los estándares morales (sociales o
comunes)»:28

La respuesta conservadora es que el debate acerca de si debería haber un Estado


del bienestar ha terminado. El debate apropiado a estos días debería ser acerca
de las modalidades a través de las cuales las «ayudas recibidas por derecho»
(entitlements) son entregadas. Las modalidades importan, porque algunas
promueven y otras no los atributos y actitudes ―mirar al futuro, independencia,
responsabilidad por la vida saludable― indispensables para una vida digna en una
sociedad económicamente vibrante que un Estado del bienestar devorador de
ingresos necesita en una época de población que envejece.
George Will.

Conviene recordar que la visión conservadora del Estado es que ese existe para
satisfacer las necesidades humanas (desde el punto de vista liberal es promover
la libertad ciudadana) y como tal los conservadores aceptan el Estado del
bienestar.

Las ventajas desde el punto de vista de la socialdemocracia son, generalmente,


los de un avance reformista ―paulatino pero seguro― hacia el socialismo,
asegurando al mismo tiempo la protección y profundización de la democracia a
través del reconocimiento del derecho legítimo de los sindicatos y representantes
de comunidades y minorías sociales marginadas en la toma de decisiones
gubernamentales, así como la creciente integración a esas decisiones de los
principios de la justicia social, dignidad humana y participación ciudadana.
Para comenzar, por lo menos en parte debido a esas diferencias de aproximación
y como la cita de Popper sugiere, los proyectos en diferentes países se veían
como disímiles, posiblemente opuestos. Sin embargo, con el paso del tiempo se
nota que las políticas practicadas en los países europeos occidentales convergen
en relación con dar un rol económico activo al Estado con el fin de obtener ciertos
objetivos sociales comunes (tales como el bienestar social y crecimiento
económico) y se hace evidente que el progreso y la estabilidad de cada país
europeo dependen de la de sus vecinos. Así, se crea un consenso que abarca
desde los sectores más izquierdistas de los partidos sociales demócratas hasta los
más derechistas o conservadores en los demócratas cristianos. Ese consenso es
lo que llegó a ser conocido como el modelo europeo de gobernanza, basado no
solo en la idea de que la sociedad ―a través del Estado― tiene una
responsabilidad por sus ciudadanos, sino también en que el bienestar de cada
uno, tanto individuos como países, depende del bienestar del vecino y que ese
bien común, a pesar de visiones e intereses diferentes, puede lograrse a través de
la práctica de la política de los consensos. Se empieza a hablar entonces de las
"construcciones de comunidades". Véase Tratados de Roma y Comunidades
Europeas. El resultado de todo lo anterior es lo que se conoce como el modelo del
Estado del bienestar.

Posteriormente, y a partir de una crítica temprana al Estado del bienestar desde el


punto de vista de la escuela austriaca, algunos políticos ―por ejemplo, Margaret
Thatcher en el Reino Unido buscaron implementar lo que fue generalmente
percibido como una tentativa de «desmantelar el Estado del bienestar».

Más allá de una discusión acerca de las posibles intenciones de Thatcher y otros,
el hecho es que esos personajes introdujeron modificaciones profundas al Estado
del bienestar ―por lo menos tal y como se practicaba en Inglaterra― motivados
principalmente ―se ha sugerido― tanto por una malinterpretación de la posición
de Hayek como lo que algunos consideran una falta de comprensión de las
consecuencias socioeconómicas de tales tentativas y las dificultades envueltas en
las mismas.
Consecuentemente los resultados del proyecto de la Sra. Thatcher no fueron,
quizás, los esperados por los partidarios de la «liberación de las fuerzas
económicas». En los años que siguieron a la implementación de tales medidas, la
inflación en Inglaterra alcanzó un 20 %. Tanto las tasas de interés como las de
desempleo subieron excesivamente y la base industrial británica fue diezmada.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Ronald Reagan sería elegido con una promesa
de “reducir impuestos, aumentar el presupuesto de defensa y equilibrar y reducir el
gasto fiscal”, implementó políticas similares que, en su conjunto, llegaron a ser
conocidas como neoliberalismo. Durante esa presidencia comenzó el aumento
desmesurado de la deuda tanto pública como privada en Estados Unidos.
Contrariamente a lo esperado por sus partidarios, el déficit fiscal estadounidense
creció desde 0,9 billones de dólares a más de 3 billones, la tasa de inversiones
industriales declinó precipitadamente ―siendo reemplazada por grandes
inversiones en instrumentos financieros en lo que ha sido llamado una orgía
especulativa―, el desempleo llegó al 10 % de la fuerza de trabajo y la seguridad
de trabajo y los ingresos reales del resto decayeron. El continuado desarrollo de
esas tendencias llevó finalmente a la crisis de las hipotecas basura, que forzó al
ahora presidente George W. Bush (hijo del anterior) a la mayor intervención estatal
en la historia de Estados Unidos: la inyección de 700 000 millones de dólares
para sostener los bancos amenazados por la quiebra en ese país, duplicando en
el proceso la «deuda pública». En septiembre de 2007, esa deuda llegó a
8,9 billones de dólares (8,9 trillions, según el sistema inglés). En noviembre de
2008, cuando Barack Obama asumió la presidencia, la deuda ascendía a
10,56 billones de dólares.

A nivel mundial, la imposición de tales políticas llevó a la decadencia del


crecimiento económico mundial, de una tasa promedio de casi 3 % anual en el
periodo 1950-1973 a uno de menos de 1,5 % en el 1973-2000. Al mismo tiempo,
el ingreso per cápita del cuartil de mayores ingresos ha sido mucho más rápido
que el de menores ingresos, lo que ha aumentado dramáticamente la desigualdad
social. Situación que ha continuado en la primera década del siglo XXI. En octubre
de 2010 el Fondo Monetario internacional publicó una tabla que muestra que el
crecimiento económico mundial ha declinado (con la excepción de Asia incluyendo
China) incluso con relación a 1980.

A pesar de lo anterior, los mecanismos, logros y objetivos del Estado del bienestar
aún se mantienen, en Europa, no solo como fundamento moral de cohesión social,
sino también como base realista y necesaria del bienestar socioeconómico común.
Por ejemplo, el Libro verde sobre los servicios de interés general, presentado por
la Comisión Europea en mayo de 2002, define la noción del interés
general europeo como «la satisfacción de las necesidades básicas de los
ciudadanos y la preservación de bienes públicos, cuando el mercado falla».

Más recientemente, como consecuencia de la Crisis económica de 2008-2009,


la demócrata cristiana Angela Merkel ―haciéndose eco del sentimiento
keynesiano― proclamó: «Solo el Estado es capaz de restaurar la confianza
necesaria», y tanto el socialista no marxista ―con influencia cristiana
y fabiana― Gordon Brown como el conservador Nicolas Sarkozy han opinado que
«el laissez-faire tuvo su hora» e incluso el periódico The Economist ―bastión del
pensamiento liberal clásico moderno― ha dicho:

Para los liberales, [...] la crisis ha puesto de relieve defectos en la manera en que
ellos también implementan sus modelos. Lograr regulaciones adecuadas es tan
importante como liberar los mercados; puede que un sector público eficiente
cuente tanto como un sector privado eficiente, inversiones públicas en transporte,
educación y salud, bien hechas, pueden pagar dividendos. [...] Pragmatismo y
eficiencia siempre son de importancia.

Interpretaciones y criterios de comparación de Estado de bienestar

Interpretaciones
Se entiende por Estado del bienestar, como concepto general, uno en el cual
corresponde al Estado o a la Sociedad asumir la responsabilidad del bienestar
social y económico de sus miembros. Esta responsabilidad es entendida
generalmente como comprensiva y universal, porque «bienestar» es un concepto
amplio que se aplica a todos. Adicionalmente, para algunos, tal bienestar es un
derecho. A pesar de que la propuesta original en ese sentido se basaba en el
simple argumento que administrar prestaciones como derechos ciudadanos o de
los habitantes sería más simple y de menor costo que administrarlos de alguna
otra manera, el debate al respecto se extendió a examinar muchos otros aspectos
y fundamentos de los derechos sociales, con mucha influencia de la obra seminal
de Beatrice Webb, debate que finalmente dio origen, por parte del
sociólogo Thomas H. Marshall, al concepto de «ciudadanía social», que sugiere
que el concepto de ciudadanía debe entenderse como implicando derechos. En la
actualidad, la mayoría de esos argumentos se basan en la
sugerencia rawlasiana de la Justicia como equidad.

Para otros, tal derecho no existe como tal, sino que más bien hay un deber ya sea
del Estado, la sociedad o sus miembros ―la llamada responsabilidad social―que
puede o no concebirse como emanada o fundada ya sea en el concepto de bien
común, o en la responsabilidad moral o en el concepto legal de obligación
conjunta derivada de un hipotético contrato social que, a su vez, puede o no ser
explícito en una Constitución.

Sin embargo, para otros, el asunto no trata de principios, sino de objetivos: el


propósito del Estado no puede ser otro que promover el Interés público o «social»
o «común» de manera práctica. Además, siempre según Suárez, incluye la
posibilidad de lograr bienes terrenales para una existencia digna del hombre,
mientras que John Locke aduce que: «El fin del gobierno es el bien de la
humanidad», en «Chapter XIX: “Of the Dissolution of Goverment”, en Second
Treatise of Government; y James Madison agrega: «El bien público, el verdadero
bienestar de la gran masa del pueblo, es el objetivo a ser perseguido; y ninguna
forma de gobierno en absoluto tiene otro valor que el adecuarse al logro de ese
objetivo». Así, se sugiere, si fuera el caso que los gastos que el sistema implica
son de beneficio a la sociedad en su conjunto, tales gastos serían ampliamente
justificados. Desde este punto de vista, los gastos de «bienestar» pueden ser
considerados no solo gastos de «buen funcionamiento» de la sociedad, sino
también como inversión social, pudiendo ser vistos no solo como aumentando
la cohesión social sino también la productividad común. Adicionalmente se alega
que tales gastos pueden implicar un ahorro o disminución de costos, ya sea para
obtener bienes y servicios de interés general o que los gastos sociales son más
efectivos y cuestan menos que otras medidas de reducción de problemas sociales,
por ejemplo, criminalidad, etc. A extremis, esta visión puede ser concebida
como utilitaria, con una concepción de la sociedad como grupo de interés: sería,
se puede alegar, más efectivo y eficiente gastar en asuntos sociales que eliminar o
controlar los problemas que de otra manera se multiplicarían. Sin embargo, y a
pesar de que tal percepción facilita y ordena el discurso político-social con relación
a los gastos sociales, en la medida que centra la atención en ventajas comunes
promoviendo al mismo tiempo el desarrollo de técnicas y conceptos de utilidad
social se ha alegado, en contra, que esta aproximación empobrece la visión tanto
académica como social.

Lo anterior da origen a tres interpretaciones principales sobre la idea de Estado


del bienestar:

 Estado del bienestar como concepto general, de acuerdo al cual los miembros
de una sociedad tienen la expectativa legítima de que la sociedad, el gobierno
o el Estado los apoye, ya sea en general o en momentos de necesidad, o la
expectativa real de que ellos se beneficiarán de los esfuerzos comunes y del
progreso social. En esta visión general, tal expectativa es considerada bien un
derecho de los ciudadanos o bien una obligación u objetivo social.

 Estado del bienestar como el sistema en el cual el Estado como tal asume la
responsabilidad por el bienestar de los ciudadanos. Ciertos ejemplos de este
modelo del Estado del bienestar se basan en una «red o sistema de
seguridad», con provisiones claramente delimitadas.
 Estado del bienestar puede identificarse con sistemas generales de bienestar
social. En muchos «Estados» del bienestar, el bienestar no se proporciona
actual o exclusivamente por el Estado, sino por una combinación de servicios
independientes, voluntarios, mutualistas y gubernamentales. En algunos casos
de este tipo, el Estado o gobierno actúa como coordinador de las provisiones y
al mismo tiempo como proveedor de último recurso. En otros, el Estado puede
delegar la provisión de servicios a caridades, organizaciones sociales o
privadas (apoyándolas financieramente); en este último caso, algunos autores
utilizan el término «sociedad del bienestar».

Criterios de comparación

Deborah Mitchell identifica cinco aproximaciones principales a esos estudios


comparativos:

 Comparaciones de políticas: comparar los términos explícitos sobre los cuales


se propone y toma acción. Briggs se centra en el origen y evolución histórica
del concepto del bienestar tanto en Europa como en los Estados Unidos. Flora
y Heindenheimer, a partir de tales desarrollos, proponen que a menudo tal
desarrollo, a pesar de las diferencias ideológicas, etc., tiene lugar a lo largo de
líneas similares.

 Comparaciones de ingresos: tales ingresos son los recursos económicos


dedicados a los sistemas de beneficencia. Maynard sugiere dos sistemas
básicos: pago a través de impuestos (pago obligatorio) y pago a través de
sistemas de seguros (pago voluntario). Wilensky muestra que el nivel de tales
gastos depende principalmente de la estructura social (incluyendo edad) de la
población y de la duración de implementación del sistema como tal.

 Comparaciones de productos: diferentes Estados implementan reglas y


mecanismos diferentes. Esping Andersen utiliza tales diferencias para
establecer un sistema de clasificación relacionado con la entrega de servicios
específicos y asunciones generales.
 Comparaciones de servicios. A través de la consideración de la entrega de
servicios y beneficios: qué hacen, cómo se financian, quién los controla, etc.

 Comparaciones de resultados: se ha alegado -desde este punto de vista- que


lo que importa acerca de estos sistemas no es lo que se intenta o cuál es el
proceso, sino si la población se beneficia o no en consecuencia. Esta es la
base del trabajo efectuado por el Luxembourg Income Study cuando analizó y
comparó los servicios de asistencia social en diferentes países.

Argumentos a favor y en contra

El concepto del Estado del bienestar sigue siendo polémico, y es continua la


discusión sobre la responsabilidad de los gobiernos en relación con el bienestar de
sus ciudadanos.

Argumentos a favor

 Humanitario: la idea de que ninguna persona debe sufrir


innecesariamente.
 Democrático: los votantes en la mayoría de los países favorecen la
extensión gradual de la protección social.
 Derechos Humanos: los Estados están obligados por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (1948) y por los Pactos de
Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, de 1966.
 Ético: la reciprocidad es casi universal como principio moral, y la
mayoría de los sistemas del bienestar se basan en patrones del
intercambio generalizado. El altruismo, o ayudar a otros, es una
obligación moral en la mayoría de las culturas. Por ejemplo, la caridad y
la ayuda para los pobres (ya sea con subsidios o puestos de trabajo)
son bien vistos por muchas personas.
 Religioso: la mayoría de las religiones importantes del mundo creen que
el altruismo es moral y el egoísmo es inmoral. Las obligaciones
religiosas incluyen el deber de la caridad y la obligación para la
solidaridad.
 Interés mutuo: varios sistemas nacionales se han creado
voluntariamente del crecimiento del seguro mutuo.
 Económico: los programas sociales realizan una gama de actuaciones
económicas frente a posibles fallos de mercado (monopolios naturales,
desvirtuaciones que pudieran producirse a través del comercio
internacional, estructurando el mercado de trabajo, etc.), redistribuir la
renta y salvaguardando la economía de componentes cíclicos. Además,
la cohesión social permite un mayor desarrollo que finalmente redunda
en beneficio de todos los agentes económicos (desbordamiento del
conocimiento, entorno saludable, etc.). Es lo que se denomina equidad
categórica, generalmente sobre bienes preferentes.
 Social: los programas sociales se utilizan para promover objetivos
comunes con respecto a la educación, la familia y el trabajo.
 Político: es una necesidad. Es el único modelo que ha demostrado en la
práctica la capacidad de producir tanto el crecimiento económico como
la cohesión social necesarios para garantizar el orden democrático y el
buen funcionamiento de la sociedad.

Argumentos en contra

Aportan los siguientes argumentos contra el Estado del bienestar:

 Individualista: la intervención del Estado infringe la libertad individual; el


individuo no debe ser forzado a subvencionar el consumo de terceros -
el Estado del bienestar quita libertad de elección, ya que son
burocracias sobre las que el ciudadano tiene muy poco control las que
deciden qué bienes y servicios «compra» uno con sus impuestos,
mientras que en un mercado libre y privado, el consumidor es el
soberano total (argumento desarrollado por Milton Friedman en Libertad
de elegir).
 Conservador: el Estado del bienestar supone un riesgo moral, ya que
los individuos se ven desligados de las consecuencias económicas de
sus actos. Por ejemplo: uno puede practicar deportes de riesgo, a
sabiendas de que la atención sanitaria está pagada colectivamente, y
de que, si sufre un accidente grave, existen pensiones de invalidez.
 Objetivista: el Estado del bienestar se basa en una falacia, ya que si
individualmente los ciudadanos no pueden permitirse un determinado
nivel de «bienestar», no hay ningún motivo para que sí puedan hacerlo
colectivamente (argumento de Leonard Peikoff).
 Obrero: revolucionario (marxista o anarquista): el Estado del bienestar
es un instrumento temporal para disimular la explotación que subyace
bajo el sistema capitalista.
 Privatista: algunos economistas dicen que los servicios que presta el
Estado del bienestar podrían ser prestados con mayor eficiencia por el
sector privado.
 Anarcocapitalista: el Estado de Bienestar poco a poco se «convierte en
más Estado y menos Bienestar», pues las instituciones estatales
parasitan los resultados productivos del mercado, que son necesarios
para la existencia de un bienestar social.

Para algunos autores, como Guillermo de la Dehesa, cuando se privatizan,


transfieren o se derivan servicios que presta el Estado, en general al sector
privado pero también a las familias se habla, en general, de sociedad del
bienestar. Mientras que para el Instituto Mises el Estado de bienestar en
general provoca crisis sociales relacionadas con la asimilación y a los
puestos de empleo, poniendo de ejemplo los conflictos en Suecia entre los
propios suecos con los inmigrantes provenientes de oriente medio y África
del norte.

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