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SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA DE FREGE

En 1892, Gottlob Frege publica Sobre sentido y referencia, artículo donde expone su teoría
semántica para explicar la noción de significado. Este ensayo consta de dos partes: una primera,
donde explica la relación sentido-referencia; y una segunda, orientada a la práctica. En
Conceptografía, construye un lenguaje para expresar el pensar matemático. En cambio, en Sobre
sentido y referencia, el tema principal pasa ser el lenguaje mismo.

El lógico comienza el artículo nombrando dos relaciones entre signos: a=a y a=b. El primero es un
enunciado obvio, que no tiene apenas valor cognoscitivo ni informativo; mientras que a=b sí lo
tiene: nos permite ampliar nuestro conocimiento sobre el mundo. A primera vista, puede parecer
que los dos enunciados son el mismo (siempre y cuando el segundo sea cierto). Por ejemplo
(tomando el lenguaje natural en lugar del matemático), a es lucero de la mañana y b es lucero de la
tarde. El enunciado a=a es evidente: el lucero vespertino es el lucero vespertino. En cambio, a=b, o el
lucero vespertino es el lucero matutino, parece mucho menos intuitivo. Esto plantea dos principales
problemas: la diferencia entre ambos enunciados, y la diferencia entre sus partes (a y b).

Para resolver esto, Frege se centrará en las partes, y distinguirá dos elementos semánticos básicos
en una expresión: la referencia y el sentido. La referencia hace alusión al objeto al que se refiere la
expresión; y el sentido, al modo de designación de dicho objeto. También hará alusión al signo, que
es la expresión lingüística empleada. Además, añade que la relación signo-sentido-referencia debe
ser unívoca, es decir, debe tener una sola interpretación, aunque una misma referencia sí pueda
estar dada por varios sentidos. Por último, se presenta el problema de que un sentido pueda tener
varios signos.

Como ya se ha explicado anteriormente, Frege buscaba con Conceptografía crear un lenguaje ideal,
es decir, que no contenga ninguna ambigüedad: no era conveniente que existieran sinónimos. Por
ello, debe existir una sola palabra o signo que designe a un objeto. Además, toda oración afirmada o
asertiva tiene un pensamiento, que es un contenido judicable y objetivo, y va ligado al sentido.

Al encontrarse con tres diferentes órdenes (sentido, signo y referencia), Frege distingue entre el
estilo usual, aplicado para hablar del orden de la referencia; el estilo directo, usado cuando se
enuncian palabras ya dichas (entre comillas); y el estilo indirecto, cuando se habla sobre las
diferentes maneras en las que se dan los objetos, siendo este un uso especial del estilo usual. Con
respecto al último estilo, exponemos el ejemplo Juan dijo que Paris es la capital de Francia donde
Juan dijo es un lenguaje indirecto, y la oración subordinada Paris es la capital de Francia indica el
sentido de lo que dijo Juan. Frege establece que, en estos casos, la oración subordinada no tiene la
referencia ni el sentido habitual, sino que “La referencia indirecta de una palabra es, pues, su
sentido usual” (Frege: 1892).

Posteriormente, Frege introduce la noción de representación, que será “una imagen interna
formada a partir de recuerdos de impresiones sensibles que he tenido, y de actividades que he
practicado, tanto internas como externas” (Frege: 1892). Es decir, la representación es subjetiva
(depende del hablante) e intransferible. Así, en la oración El gran caballo blanco el signo tiene un
solo signo y muchas representaciones ya que cada individuo tiene distintas imágenes basadas en sus
experiencias y memoria. Esta noción se enfrenta a la de sentido, que es objetiva y transferible.

También, Frege introdujo el principio de composicionalidad, diciendo que el sentido y referencia en


las oraciones complejas está en función del sentido y referencia del nombre y predicado. Toda
oración es el resultado de la aplicación de una expresión funcional a diferentes expresiones
nominales dando como resultado lo verdadero o lo falso.
Más tarde, el filósofo distingue tres distintos niveles de diferenciación en dos expresiones. Pueden, o
bien diferir únicamente en la representación; o en el sentido, pero no la referencia; o en ambas. Por
ejemplo, la oración El caballo blanco que monté ayer consigo misma, difiere solo en la
representación (primer nivel); y las oraciones El caballo blanco que monté ayer y El caballo que
cabalgué ayer tienen la misma referencia, pero distinto sentido (segundo nivel). Por último, las
oraciones El caballo blanco y El caballo gris.

Finalmente, Frege se centra en el análisis y sustitución de oraciones asertivas como bloques y no por
partes, partiendo de oraciones compuestas (más de un núcleo verbal).

En primer lugar, analiza los casos en los que hay más oraciones que pensamientos. Inicia con las
oraciones de estilo indirecto, con verbos débiles (creer, saber, estar convencido). Ponemos el
ejemplo Copérnico creía que las órbitas de los planetas eran circulares. Esta oración se puede
sustituir por otra con el mismo valor de verdad. Sustituyéndolo con Copérnico creía que 7 es menor
que 2, la referencia de la oración inicial se pierde, ya que “lo que creía Copérnico” era el sentido.
Tomando otro ejemplo, la oración imperativa Te ordeno que cierres la puerta no es ni verdadera ni
falsa, y no tiene referencia.
Además, están las construcciones nominales, como por ejemplo El que descubrió la forma elíptica de
las orbitas de los planetas murió en la miseria (oración verdadera); el sintagma nominal refiere a un
concepto, en este caso, Kepler. Esta oración puede equipararse a una copulativa: Kepler descubrió la
forma elíptica de las órbitas de los planetas y murió en la miseria.
Por último, dentro de este apartado, están las oraciones universales, usamos de ejemplo Si Pedro es
hombre, es animal. Al igual que en las anteriores, surge el problema de que hay dos oraciones, pero
un solo pensamiento completo.

En segundo lugar, estudia las expresiones con el mismo número de pensamientos que oraciones.
Comienza considerando las expresiones copulativas. Por ejemplo, Napoleón, que se dio cuenta del
peligro para su flanco derecho, dirigió él mismo sus guardias de corps contra la posición enemiga.
Esta se soluciona con una oración copulativa: Napoleón se dio cuenta... y Napoleón dirigió... Así, esta
oración está constituida por dos pensamientos y dos oraciones, mientras que la referencia (el valor
de verdad) no se ve afectado.
También están las adversativas, por ejemplo, Aunque llueve salgo sin paraguas. Sucede en este caso
lo mismo que en los anteriores: se puede reducir a una oración copulativa, dejándonos también dos
pensamientos y dos oraciones asertivas.
Por último, introduce las condicionales con Si ha salido el sol en este instante, debe estar muy
nublado. En este caso, no es necesario la verdad de las dos partes para lograr la verdad del todo.

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