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Festival Internacional de Tango del Teatro Colsubsidio

Los herederos

La segunda edición del Festival Internacional de Tango del Teatro Colsubsidio reunirá a los más
importantes instrumentistas actuales, aquellos que guiados por sus antecesores le han dado un
vuelco al género, de música de arrabal a sonoridad de cámara.

Por Jaime Andrés Monsalve B.


(Jefe musical de la Radio Nacional de Colombia)

El primero en intentar que no hubiera distracción alguna en el ambiente, salvo lo que sonaba, fue
Julio de Caro (1899–1980). Aquello que nacía como una música para la danza, acaso el
prolegómeno para la actividad natural y subsiguiente en los burdeles de barrios como La Boca,
Barracas y San Telmo, estaba dando un viraje de los pies al cerebro y de ahí al corazón, con la
aparición en escena de este violinista y compositor, en la década de los veinte.

“Deseaba para el tango la mejor categoría musical; quería darle colorido e interpretación
adecuada; fraseos y octavados en el bandoneón, solos de violín y de piano para cada pieza. En fin,
algo muy especial que ennobleciese al tango, respetando la autenticidad y la creación de cada
autor”, le confesaba De Caro al poeta e investigador Horacio Ferrer para su enciclopédico Libro del
Tango. Ahí estaba, para defender a dentelladas esta nueva visión del género popular, aquel
violinista de origen académico, sacado a empellones de casa por su propio padre junto con sus
hermanos, porque la ingratitud los había conducido por los caminos del sinuoso tango en lugar de
pagar tributo a los eternos Mozart, Liszt o Vivaldi, tal como lo obligaba su educación.
A cambio de ello, hacia 1926, aparecía en la escena el flamante Sexteto de Julio de Caro en violín
corneta (aditamento que permitía, como si se tratara de una victrola, que el instrumento cobrase
un mayor volumen a falta de amplificación eléctrica) junto con sus hermanos Francisco y Emilio en
piano y segundo violín respectivamente, el contrabajo de Enrique Krauss y una de las más enormes
duplas que puede haberse dado alguna vez en bandoneón, conformada por Pedro Maffia y Pedro
Laurenz.
De repente el tango veía la aparición de dos escuelas que se disputaban los escenarios y, a la vez,
cobraban recias y furiosas fanaticadas. Por una parte, ya estaban en escena los eternos
tradicionalistas con próceres del tamaño de Francisco Canaro, Carlos Di Sarli y Roberto Firpo,
interesados en que su música fuera algo así como el alfombrado de una enorme pista de baile. Y
por la otra, con De Caro aparecían, personalísimos y temperamentales, los representantes de la
escuela evolucionista, trasunto de una de las economías más prósperas del mundo en la década de
los 30 como fue la de la Argentina, y banda sonora de una ciudad en imparable desarrollo con
nombres como los de Juan Carlos Cobián, Osvaldo Fresedo, Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese.
La orquesta de Aníbal Troilo (1914–1975) se paseaba entre unas y otras aguas desde su fundación,
en 1939. Dueño de una inteligencia privilegiada, tan enorme como su sensibilidad y su ternura,
“Pichuco” Troilo sabía que tanto los bailarines como el público acodado en platea merecían el
mismo respeto. Es por eso que sus arreglistas de cabecera, sobre todo aquellos que se arriesgaban
a alguna “zarpada” particular, le tenían terror no tanto al célebre bandoneonista sino al borrador
de nata que siempre guardaba en un bolsillo para eliminar en las partituras aquellos fragmentos
que se salieran de la lógica de la danza.
Una de las víctimas del borrador fue Astor Piazzolla (1921–1992). Antes de entrar oficialmente a la
orquesta de Troilo, de tanto ir a verlos ensayar en el café Marabú, el joven de 18 años ya se sabía
de memoria todas las partes de los bandoneones. Un día se ausentó uno de ellos y Piazzolla se
convirtió en el benjamín del ensamble por cinco años, en los que alternó entre tangos, bromas
pesadas, noches sin dormir y mucho estudio de las sonoridades clásicas y contemporáneas, como
primer alumno de Alberto Ginastera, con quien tomara clases a partir de 1942.
En lo sucesivo, Piazzolla se convertiría en la referencia de todo aquel que quisiera darle al tango
esa otra categoría, aquella que Horacio Ferrer en su calidad de autor de letras calificó en el tema
Viva el tango como “música clásica de hoy”.
Si bien la muerte del bandoneonista y compositor disparó por el mundo entero una especie de
piazzollismo de moda en el que cada agrupación quería sonar como el Quinteto del marplatense y
en donde pocos eran los que trascendían a cuatro o cinco standards del músico, reinterpretados
hasta la náusea, el paso de estos últimos 30 años ha sido providencial para el género, habida
cuenta de la revisión que muchos jóvenes e inquietos ejecutantes hicieron de ese otro tango que
estaba relegado al olvido: el viejo sonido de la época de oro de los 40 y 50, los cantores
acompañados por guitarras a lo Gardel, las mil y una fusiones con rock, jazz y otras yerbas y, por
supuesto, la aparición de solistas de altísima factura interpretativa y un entendimiento del tango
por encima de su destino de música popular condicionada al burdel, a la figura del compadrito
recostado en un farol y a la sempiterna danza.
Un dream team de entre ese puñado de virtuosos recientes es el que estará presente en el
Segundo Festival Internacional de Tango del Teatro Colsubsidio.

Están todos los que son…

…Y son todos los que están. “El criterio con el cual se eligieron los conciertos de este festival ha
sido el mismo que me ha conducido por esa música a mí como solista, y a mi Quinteto”, explica el
bandoneonista bogotano Giovanni Parra, curador de las dos ediciones del evento que vuelve a la
escena por estos días en el Teatro Roberto Arias Pérez. Y continúa: “dicho criterio es el de
presentar el tango como música de concierto. Generalmente al tango se le ve como
acompañamiento para deleitar la vista con un show, o para la danza y las milongas. Más allá, yo
quiero que esa música pueda ser degustada por quienes suelen ir a escuchar grupos de cámara,
orquestas sinfónicas o grupos de jazz, en la intimidad de un teatro”.
Los solistas escogidos no podrían ser mejores representantes de esa égida, todos ellos músicos y
docentes de abultada hoja de vida. Christian Zárate, pianista, su colega Hernán Posetti, al lado de
los bandoneonistas Eva Wolff y Horacio Romo, el violinista Pablo Agri –hijo del genial Antonio Agri,
por años violín de Piazzolla– y el guitarrista César Angeleri, son los invitados de lujo en conciertos
donde predominarán los dúos instrumentales (en su orden Wolff/Posetti, Agri/Romo y
Zárate/Angeleri) con la presencia de consagrados cantores de las últimas generaciones como Inés
Cuello, Jesús Hidalgo y Lautaro Mazza.
“Todas son expresiones del tango desde instrumentos distintos, pero vitales en el género”, explica
Parra. “Zárate, sin ir más lejos, es el músico más respetado en la escena actual del tango porteño
por su nivel como pianista, compositor e intérprete. Así me lo han dado a conocer sus mismos
colegas en los más de 15 años que he venido interactuando con ellos”. La labor de cada uno de
estos músicos sobrepasa el escenario y ha trascendido al ámbito de la academia. Eva Wolff y
Hernán Posetti, que comparten dúo en la segunda noche del Festival, son los escritores de sendos
métodos para bandoneón y piano, publicados en su momento por la editorial Riccordi, esenciales
en la formación tanguera.
La cuota colombiana la cubre el Quinteto Leopoldo Federico, bajo la dirección de Parra,
acompañando el canto de Inés Cuello y Jesús Hidalgo en la noche de apertura. La siguiente
jornada, además de la presentación del dúo Wolff/Posetti, será la noche de lo que en el lenguaje
de los toros se conoce como “la alternativa” –el debut– del Ensamble de Tango de la Universidad
de Los Andes, primera formación en su estilo en Colombia derivada de un programa de educación
superior. A la usanza de las llamadas “orquestas escuela”, en las que a instrumentistas preparados
se les enseñan los diversos estilos del tango, el Ensamble interpretará piezas a la manera de las
legendarias orquestas de Carlos Di Sarli, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla, dueñas
cada una de ellas de una sonoridad muy personal y particular. En el último concierto, dedicado a
los dúos instrumentales Agri/Romo y Zárate/Angeleri, se espera, hacia el cierre, la unión de
instrumentistas para conformar así un cuarteto.
Llegados a este punto de la información, las directivas del Rob erto Arias Pérez, nos informan que
también se puede bailar.

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