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Autoridad Educativa

La escuela de principios del siglo XX, creada para todos los niños de las zonas pobladas, se
comprometió a incluirlos como ciudadanos si dejaban de lado sus repertorios culturales. Ello
implicaba: modificar sus modos de hablar, de vestir y de comportarse, como también los modos
de comer y asearse, determinar lo que es bello y lo que no lo es, diferenciar los usos debidos y
correctos de la lengua oral y escrita a través de formas repetitivas y autoritarias. Las
expresiones de las distintas regiones del país, como de los inmigrantes, de los pueblos originarios, de
los sectores populares u otros modismos, eran repudiados como versiones incorrectas, incultas y/o
atrasadas. Asimismo, la escuela erigía una autoridad cultural que instaba que el argentino estándar,
el argentino rioplatense, era el más meritorio y representativo de la nación, y se negaba valor y
legitimidad a otras expresiones (Dussel, Southwell, 2004). Y, así también la escuela construía un
perfil de docente para ese tiempo y lugar.

“Creemos que es necesario reconocer que, en los últimos años, los docentes han perdido su
identidad como la autoridad académica […] muchos son buenos profesionales, pero al asumir su
trabajo cada día en condiciones de precariedad acaban debilitando el trabajo”11. Las
divergencias entre la pretendida asunción responsable del proyecto de educar y los
condicionantes del contexto generan modificaciones en la escena cotidiana escolar que tiene
consecuencias en los modos de actuar y en las relaciones que se establecen. Andrea Alliaud
plantea una hipótesis que expresa que la formación de los Institutos de Formación Docente, no logra
modificar lo que los sujetos han incorporado en su propia trayectoria escolar. “¿Cómo se posicionan
estos docentes que vienen con lógicas escolares tan fuertemente incorporadas a partir de sus
biografías para enfrentar los nuevos desafíos que plantea la escuela? Y lo que observo es que la
experiencia propia que uno vive como alumno se continúa y refuerza en los profesorados lo que
produce que los nuevos docentes ingresen con una visión sobre las escuelas construidas en el
pasado a instituciones que no son las mismas que hace sólo unos años atrás”.

La autoridad pedagógica se construye en el/la docente a partir del ejercicio de un saber experto
que demuestra conocer lo propio: lo que se enseña y cómo hacerlo. Se ejerce a partir de la
presencia y la escucha, con el indispensable reconocimiento del otro y por medio de procesos
de negociación y de acuerdo que regulan la actividad de aprendizaje y la convivencia de los grupos.
Además, la asimetría entre docentes y alumnos/as nos remite a reflexionar sobre la necesaria
solidaridad intergeneracional que hace posible la constitución de un legado ineludible para poder
mirar al futuro con esperanza creativa. El intercambio entre generaciones contribuye a la
construcción histórica de oportunidades y cuestionamientos, en fin, de avances para la cohesión de
una sociedad democrática”

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