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Índice
1- Introducción. 3
2- Adolescentes y participación. 3
5- A modo de cierre. 12
7- Referencias 14
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1- Introducción.
La creatividad y la participación son los grandes temas que presentamos en este Eje N° 3.
comenzando por el vínculo que necesitamos conocer específicamente sobre los
adolescentes y la participación como concepto (de cara a la práctica) y lo haremos
observando específicamente el contexto nacional argentino. A partir de allí, haremos un
recorrido breve por los aspectos que consideramos pertinentes tener en cuenta acerca de
la Creatividad. En ese sentido, completamos la mirada para finalizar el texto con una
breve alusión a la Ciudadanía en red y la Ciudadanía global como modos que
encontramos posibles de observar en la perspectiva de nuestras realidades territoriales
actuales.
Si bien encontrarán a lo largo del texto algunas preguntas para pensar, es también la
intención de estas líneas que los datos, enlaces, videos que se proponen, sirvan para
bosquejar nuevas y originales preguntas. Que sirvan para llegar a realizar la actividad del
eje con una serie de ideas en borrador, que vayan tomando forma más acabada como
instancia de síntesis personal. Estas producciones, tendrán la intención de ser compartidas
luego sobre el final del recorrido, en el último eje y la instancia de la sesión sincrónica
propuesta como espacio de socialización y circulación de la palabra.
¿Comenzamos?
2- Adolescentes y participación.
Comencemos por explicitar de qué se trata la participación. Podríamos decir que
participar es toda acción que busca afectar positivamente la calidad de la vida pública en
una sociedad democrática que defiende los derechos humanos. Es la influencia que ejerce
una persona o un grupo de personas en la comunidad. Se trata de una actividad política y
social visible. (Sigel y Hoskin, 1989 en Morduchowicz, 2021).
En la Argentina, el 40% de los jóvenes entre 13 y 17 años está las 24 horas del día
conectado a Internet. “Otro 50% navega en Internet hasta que se va a dormir. Solo 1 de
cada 10 adolescentes se conecta menos de tres horas diarias”. Por eso, dice
Morduchowicz (2021), no nos debería sorprender que a lo largo de un año -más allá del
momento de pandemia- los chicos ya pasaban, y pasan más horas conectados a pantallas
que en compañía de sus docentes. Es lógico, ya que para las pantallas (o Internet en
general) “no existen sábados ni domingos, vacaciones (...) ni días feriados”, incluso en la
mayoría de los casos esos días la relación de los adolescentes con sus dispositivos
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digitales se intensifica. Ante contextos como este, cabe que nos preguntemos ¿Qué hacen
las y los adolescentes durante tantas horas, durante tanto tiempo conectados? ¿Están sólo
consumiendo información? ¿Son productores de información? ¿Qué hábitos tienen? ¿Se
expresan online? ¿De qué formas? ¿Participan? ¿En qué lo hacen? ¿Con qué
características?
Junto con Morduchowicz (2021) afirmamos que el uso de las tecnologías digitales para la
participación está directamente vinculado a la construcción de una sociedad
democrática, y ya sería muy difícil hoy comprender una cultura democrática sólida, sin
una sociedad que ejerza una Ciudadanía Digital plena.
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Figura 1
De ahí que sea importante también la mirada de los adolescentes sobre qué significa
participar. En la investigación antes citada de 2020, la mayoría de los encuestados se
inclinó por decir que participar era estar informado y preocuparse de lo que pasa en el
país y en el mundo, (Figura 1) lo cual refleja a una limitación respecto del significado de
la participación que compartimos anteriormente. En otras palabras, si no comprenden que
la participación es un derecho de todos, dejarán la oportunidad de participar y decidir
solo en las manos de “los que saben y entienden”, con los riesgos que eso supone para la
democracia (Morduchowicz, 2021)
Una participación creativa es importante, sin embargo hasta no clarificar qué son y
cómo funcionan en la práctica, esta puede ser sólo un “slogan vacío”. De ahí que sea
necesario evitar la tentación de celebrar cualquier tipo de generación de contenidos y/o
comunicación mediante redes sociales o Internet en general. Lo que debería distinguir a
esta participación creativa es el pensamiento crítico y reflexivo.
“Hay una diferencia entre compartir un posteo en las redes sociales sobre un partido de
fútbol o sobre un nuevo paso de baile y participar en una campaña en Internet por un
tema que preocupa. Entre intercambiar canciones para armar una playlist y formar parte
de un foro online para debatir un tema de la escuela. Entre jugar en red y producir un
video digital sobre un problema comunitario” (Morduchowicz, 2021).
Es importante destacar que los procesos lúdicos suelen ser espacios propicios para la
generación de esa cultura participativa y creativa de la que hablamos. Esta es una arista
a explorar y profundizar en la práctica.
Es cierto también, que la creatividad por sí misma no tiene que ver con una finalidad
social, es decir, simplemente se trata de nuevas ideas, sin necesidad de que estas
beneficien a la humanidad. No obstante, en términos de Ciudadanía Digital, como
dijimos, esta va siempre de la mano de la participación y lo que ella implica.
Por otra parte, y para finalizar este apartado, es importante colocar en el horizonte de
análisis de la creatividad y la participación en relación a la Ciudadanía Digital, el auge
de las tecnologías digitales en general de los últimos años, al tiempo que la pandemia
de COVID-19 (y las restricciones a las reuniones físicas que ha ocasionado). Podríamos
decir que se ha acelerado la transformación digital de las industrias culturales y
creativas. De ahí que en el informe “Re|pensar las políticas para la creatividad: Plantear
la cultura como un bien público global” (Re|Shaping Policies for Creativity: Addressing
culture as a global public good) la UNESCO asigne un rol especial al “entorno digital”
teniendo en cuenta la rápida evolución de las tecnologías de la información y la
comunicación desde principios de este siglo y reconociendo “las nuevas oportunidades
que crean para mejorar la interacción entre las culturas, así como los desafíos que
representan para la diversidad cultural, especialmente en lo que respecta a los riesgos
de desequilibrios entre países en desarrollo y países desarrollados” (UNESCO, 2022).
En Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=TM_pU46lMm4
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Para comprender la dimensión del fenómeno y sus razones, puede resultarnos interesante
conocer la popular teoría de los seis grados de separación. El estudio que engendró esta
idea no es otro que el que llevó a cabo el psicólogo Stanley Milgram en 1967 iniciando
una cadena de cartas que tenían por destinatarios finales a dos personas escogidas al azar
en Boston, Massachusetts. Milgram envió 160 cartas a residentes también aleatorios de
Omaha, Nebraska, en el otro extremo de la escala social. En las cartas les pedía a éstos
que si conocían a alguno de los destinatarios le enviaran la carta directamente; si no los
conocían, que se las remitieran a otra persona de su conocimiento que pudiera tener
alguna probabilidad de conocerlos.
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https://es.wikipedia.org/wiki/Stanley_Milgram
En cuanto a los resultados, 42 de las 160 cartas llegaron a destino; algunas de las cadenas
requirieron doce pasos, pero el promedio fue de sólo 5.5 pasos. Redondeando
magnánimamente hacia arriba, de allí viene lo de los seis grados de separación, aunque
Milgram mismo jamás utilizó esta frase. Quien lo hizo por primera vez fue John Guare en
la obra de teatro de 1991 Seis grados de separación (Six Degrees of Separation), luego
transformada en una película. Esta teoría, es renombrada en muchas de las nuevas líneas
de análisis sobre Redes Sociales, transformándose en una referencia obligada. De ahí que
años más tarde, investigadores como Christakis y Fowler adviertan desde sus
investigaciones algunos principios o reglas para las Redes Sociales (Christakis & Fowler,
2010): Redes Sociales y la teoría de los seis grados de separación:
Es importante tener presente que para la construcción de las antes mencionadas 5 reglas,
los autores estudiaron especialmente: la teoría de los seis grados de separación basados
en los experimentos denominados como la propiedad del Mundo Pequeño, de Stanley
Milgram, a la vez que exploraron sus propias construcciones acerca de los tres grados
principales de influencia en la vida de las personas (Regla 4 de sus postulados).
En esta línea de análisis, es relevante reconocer el valor del experimento llevado a cabo
por Facebook Data en 2011 (Anatomy of Facebook, 2011), en el cual la famosa empresa
fundadora de la Red Social homónima (ahora llamada Meta) junto a la Università degli
Studi di Milano, realizaron el mayor estudio global en la historia de las Redes Sociales
vinculado a la propiedad del Mundo Pequeño.
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Lars Backstrom explicó (2011) que el estudio abarcó 721 millones de usuarios activos, lo
cual representaba en aquel momento más del 10% de la población mundial. A partir de
allí, contamos con un mayor grado de exactitud acerca de la teoría de los grados de
separación, descendiendo bruscamente la cifra de 6 a 4 grados o menos.
Según el estudio conocimos además la reveladora cifra de que el 84% de las conexiones
son locales. Esto es una comprobación de que realmente, las redes locales se encuentran
en nuestra escala de valores, por sobre las globales. Podríamos afirmar a partir de allí que
“conectamos” más con quienes conocemos realmente (o en el mundo real), nos hacemos
“amigos” de aquellas personas y grupos con quienes tenemos contactos cercanos en la
vida cotidiana que con cualquier otra persona del otro lado del planeta o desconocido, por
más interesante que esos perfiles puedan resultarnos en teoría.
En este contexto la ciudadanía digital se ejerce siguiendo esta lógica. Quienes están
conectados, en su mayoría lo sostienen y frecuentan con sus contactos reales, por sobre
quienes “conocen” sólo mediante una pantalla. Vale entonces preguntarnos para terminar
esta parte: ¿Cómo podemos fomentar en términos de Ciudadanía Digital, una dinámica
de “red” con estas particulares características, atendiendo a los aspectos de la
territorialidad que distinguen a nuestra realidad?
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5- A modo de cierre.
En las páginas que dedicamos a este Eje N°3, fuimos compartiendo algunas preguntas,
interrogantes que podrían ser interesantes para pensar y pensarnos, pensar en la realidad
de nuestros alumnos/as y las características territoriales de los contextos que habitan. El
sentido de pensar, preguntarnos y re-preguntarnos en estos temas que podríamos decir los
proponemos “en y para” una posible Construcción de Ciudadanía Digital, se encuentra en
las múltiples posibilidades educativas que nos abre el contexto histórico. Si pensamos en
términos de Ciudadanía Digital, suponemos un compromiso para con los demás en el
contexto digital, una participación activa y creativa, que no deja de lado temas claves
como la protección y la seguridad (Eje N°2). Así también y volviendo la mirada hacia la
ciudadanía en red, local y global, encontramos que ciertas investigaciones sobre “cómo
estamos conectados”, van marcando nuevas pistas para una lectura o comprensión más
acabada y precisa sobre cada realidad que queremos mirar.
Concretamente para cumplimentar esta actividad, y teniendo en cuenta los temas de los
ejes N°1, N°2 y N°3 de esta formación, deberán detallar:
7- Referencias
● Backstrom, L. (2011). Anatomy of Facebook. Facebook Data Team. Accesible en:
https://www.facebook.com/notes/facebook-data-team/anatomy-of-facebook/
10150388519243859
habilidades-y-competencias-digitales-de-base-para-la-ensenanza-en-la-
distancia/