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Las teorías acerca del objeto del contrato entran así con el desarrollo de
estos contratos que tienen como objeto un contrato y que llamo reflexivos,
en un nuevo estadio de crisis ya que no pueden dar cuenta y explicar satis-
factoriamente el objeto de todos los contratos.
La crisis se muestra también en la aparición de problemas absolutamente
nuevos, como el de la necesaria lectura constitucional del objeto del contrato
que se vincula directamente con el otro dato que pone de manifiesto la exis-
tencia de la crisis: el escaso funcionamiento de construcciones teóricas tra-
dicionales como la de la ilicitud del contrato.
2 También puede verse: CCCom. de Bahía Blanca, sala 2ª, 7-3-95, “Austral Motor SA
c/Jaureguiberry de Tano, Nora Beatriz y otros”, J. A. Semanario Nº 5942, ps. 66 y ss.
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2.1. Jurisprudencia
Las nulidades por ilicitud del objeto que se conocen en nuestra jurispru-
dencia se refieren mayormente al contrato de lobby –que puede ser considerado
un servicio en sentido amplio–, o el trafico de influencias, que también puede
ser remitido a la idea de servicios en sentido amplio.
Muchas veces son presentadas y resueltas como casos de ilicitud de causa
fin, dependiendo de que se adopte uno u otro enfoque o las posiciones teóricas
que se adopten en relación con la causa fin del contrato y acerca del objeto.
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Conforme a la regla del artículo 1650 del Código Civil, es nula por nulidad
del objeto la sociedad constituida entre un lego y un procurador si el primero
sólo aporta su clientela y es el segundo el que realiza los juicios. Por lo tanto
nada pueden reclamarse judicialmente.
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2. Jurisprudencia
2.1. JNTrab. Nº 61, firme, 8-3-99, “Navarro Montoya, Carlos F.
c/Asociación del Fútbol Argentino”, L. L. 1999-D-468
El jugador de fútbol Navarro Montoya demandó a la Asociación del Fútbol
Argentino reclamando la inconstitucionalidad por discriminación de toda nor-
mativa estatutaria, contractual, norma privada o resolución reglamentaria que
le prohíba ser convocado a la selección argentina de fútbol.
En razón de que ésta, aceptando una normativa establecida por la FIFA,
que señala que “Una vez que un jugador haya sido alineado en un equipo
nacional o representativo de un país para el cual es elegible en el sentido del
párrafo 1º, dicho jugador no podrá ser alineado para participar en un partido
internacional representando a otro país. Por consiguiente, todo jugador elegible
para jugar representando a más de una asociación nacional (es decir, poseedor
de doble nacionalidad) no se considera vinculado a una asociación nacional
determinada en el sentido precedente hasta que haya disputado para alguna
asociación su primer partido internacional en una competición de cualquier
categoría” (art. 18 Reglamento de la FIFA adherido por la AFA), había violado
la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos, infringiéndole
un trato discriminatorio.
El jugador había participado para la selección de Colombia cuando aún
era menor de edad en razón de que nació en aquel país; seis años después
adquirió la nacionalidad argentina por opción renunciando a la nacionalidad
por nacimiento.
La sentencia declaró inconstitucional y discriminatoria la normativa antes
citada, dado que limita su derecho a ser convocado para participar en la
selección nacional de fútbol de Argentina, y toda cláusula estatutaria, con-
tractual, norma privada “por la cual se prohíbe a Carlos Navarro Montoya
el derecho a ser convocado para integrar el seleccionado argentino de fútbol
que representa a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y a participar en
partidos, campeonatos y confrontaciones deportivas internacionales y en con-
secuencia, nula e inaplicable en el supuesto de autos”.
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crisis de la ilicitud, tal como fue concebida por la teoría general del contrato,
y el surgimiento de una nueva mirada del mismo problema que aún resta
teorizar debidamente.
Existen contratos que tienen por objeto bienes colectivos. Así, existen
contratos ambientales.
La Constitución Nacional recepta estos bienes y les otorga una prioridad
sobre lo individual; es una precedencia de lo social que incide en la lógica,
siempre individual, del contrato.
Son los contratos que tienen por objeto bienes colectivos, como el medio
ambiente o el patrimonio cultural.
La teoría contractual guarda contemporáneamente una importante relación
funcional con el problema de la tutela del medio ambiente y el patrimonio
cultural.
En lo que respecta al medio ambiente, en algunos casos, la teoría con-
tractual está permitiendo gobernar ciertos riesgos ambientales como el cambio
climático; en otras ocasiones, la función de la teoría contractual es crear un
riesgo para el medio ambiente.
Esta relación entre riesgos ambientales y sus mecanismos de gobierno es
un problema contemporáneo del cual la teoría contractual aún no ha dado
cabalmente cuenta.
Pues bien, existen contratos que tienen por objeto bienes colectivos; así,
existen contratos ambientales, verbigracia, el licenciamiento ambiental, la cláu-
sula compromisoria por conflictos ambientales, contratos que recaen sobre
bienes ambientales y contratos que no poseen una relación estructural con el
medio ambiente pero que durante su ejecución pueden colocar en riesgo el
medio ambiente. Y lo mismo ocurre con los bienes culturales.
Por ello la agenda también debe incluir una renovación de la teoría con-
tractual en estos aspectos.
La agenda jurídica en lo que respecta a la tutela del medio ambiente y
el patrimonio cultural va más allá de la exigencia de que la argumentación,
los relatos de las decisiones judiciales deben cambiar si se pretende desarrollar
una protección del patrimonio cultural (Sozzo, Gonzalo, 2006).
Aquí trato un aspecto complementario de aquel que considero igualmente
relevante: cómo tratar diferenciadamente aquellos contratos que tienen por
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objeto bienes culturales. Son los contratos que tienen por objeto bienes co-
lectivos, como el medio ambiente o el patrimonio cultural.
Como ya se ha expresado, la Constitución Nacional recepta estos bienes
y les otorga una prioridad sobre lo individual, determinando una precedencia
de lo social que incide en la lógica, siempre individual, del contrato.
Esta regla debe ser traducida al campo de la teoría contractual de alguna,
manera, pues como adelanté, existen contratos que poseen como objeto bienes
ambientales. El problema es entonces, ¿cómo hacerlo?
Mi tesis en este punto es que en algunos casos –de los cuales se excluye
la donación– los bienes culturales y naturales deben ser excluidos de la teoría
contractual no obstante ser bienes de propiedad privada.
Que existen contratos que tienen por objeto bienes colectivos, como el
medio ambiente o el patrimonio cultural, ha sido reconocido jurisprudencial-
mente. En efecto, la jurisprudencia argentina ha tenido oportunidad de resolver
problemas de contratos vinculados a objetos colectivos, como en el caso “Mu-
nicipalidad de Gral. Pueyrredón c/Direct TV Latin América” (J. A. 2003-II)
en el cual se dijo que era un bien cultural “vivir el momento en que la
Selección disputa un encuentro defendiendo nuestros colores”. El argumento
del que se hizo eco la sentencia es aquel que sostenía que se trata de un bien
cultural; se dijo respecto de este tipo de bienes colectivos que “el mismo
texto arroja ahora en su seno bienes colectivos que no son objeto de derechos
reales o apropiación contractual ilimitada, porque su pertenencia es social
[...] La sola base y presunción de legitimidad de la modalidad contractual
que define el modo de transmisión de los partidos que disputa la selección
nacional argentina en el Campeonato Mundial de fútbol a celebrarse en Corea
y Japón entre el 31-5-2002 y el 30-6-2002 se debilita notoriamente ante el
claro mandato de los artículos 41, 42, 43, 75, inciso 19 y concordantes de
la Constitución Nacional” (vid. un resumen del fallo en el punto IV.1.1. de
este mismo estudio).
Para algunos profesores estos contratos forman parte del proceso de cons-
titucionalización de la teoría contractual; en este sentido, sostienen que dado
que la Constitución Nacional recepta estos bienes y les otorga una prioridad
sobre lo individual, esto debe traducirse en el campo contractual interpretán-
dolos desde la perspectiva del referido principio de precedencia; en otros
términos, es una precedencia de lo social que incide en la lógica, siempre
individual, del contrato (Lorenzetti, 2005).
Desde mi perspectiva, hay un riesgo muy grande en permitir que se efec-
túen contratos sobre este tipo de bienes, como he manifestado al comienzo.
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pensar que los bienes culturales pueden ser objeto no sólo de contratos de
compraventa doméstica, sino de otros contratos, como, verbigracia, una lo-
cación de obra que puede consistir en su demolición tratándose de un bien
inmueble que forma parte del patrimonio cultural.
Como muestran los casos jurisprudenciales, en los cuales se presentaron
problemas vinculados a la conservación de obras de arte que habían sido
objeto de un contrato para su exposición (CNCiv., sala C, 14-3-89, “Rearte,
Armando c/Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires”, L. L.
1990-D-304; sala I, 12-8-97, “Plank, Alfredo c/Municipalidad de Buenos Ai-
res”, L. L. 1997-F-649), no se trata de prohibir el funcionamiento de cualquier
tipo contractual sobre los bienes culturales, sino sólo aquellos que pueden
amenazar su integridad o el acceso por la ciudadanía a los mismos.
No se trata entonces de establecer una prohibición general para contratar
sobre bienes culturales o naturales, sino de discriminar en qué casos esos
bienes pueden ser objeto de contratos y de qué contratos pueden serlo. Así,
por ejemplo, sería posible contratar la exhibición de una obra de arte que
forma parte del patrimonio cultural nacional o provincial, podrá darse en
comodato para su estudio científico o artístico, podrá ser objeto de un contrato
de reparación o restauración, así como contratarse seguros o pactarse un com-
promiso arbitral para que los conflictos ambientales que el contrato pueda
suscitar se resuelvan en un tribunal arbitral.
Finalmente, estimo que la regla de la precedencia de los bienes culturales
y ambientales puede funcionar como regla de interpretación de este tipo de
contratos o como una regla de juzgamiento de las consecuencias del incum-
plimiento de las normas ambientales en su ejecución; en efecto, si así lo
exige el caso, por existir una cláusula oscura o ambigua, una de cuyas inter-
pretaciones amenaza un bien ambiental, debe estarse a la interpretación que
sea más favorable al bien ambiental; o como regla concreta y específica para
llevar adelante el juicio de ponderación entre los derechos fundamentales en
juego, en caso de que el conflicto que se somete a decisión así lo requiera,
por debatirse acerca de la potencia del derecho de uno de los contratantes
frente al derecho al medio ambiente.
Esto es particularmente relevante cuando el contrato no posea una relación
estructural con el medio ambiente, pero, sin embargo, en su ejecución el
contrato viole una regla o principio del Derecho ambiental colocando en
riesgo al medio ambiente. En estos casos, la responsabilidad del dañador o
contaminante debe ser juzgada a partir de esta regla que prioriza el interés
general.
Recapitulando, la agenda debería contemplar: excluir ciertos bienes am-
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Exclusión de bienes
Biodiversidad;
ambientales4 y
Prohibición de contratar conocimiento de los
culturales de la
en base a ciertos tipos pueblos originarios;
contratación en
contractuales3. venta para exportación
base a ciertos tipos
de obras de arte.
contractuales.
Ilicitud por violación
de las normas Contratos cuyo objeto
Contratos que tienen
constitucionales que es ilícito por violar el
por objeto un bien
receptan el derecho al derecho fundamental al
ambiental al cual
patrimonio cultural o medio ambiente o al
destruyen o disminuyen6.
ambiental; abuso de patrimonio cultural.
derecho5.
Cláusulas contractuales
oscuras o ambiguas
Interpretación pro bien una de cuyas
ambiental o cultural. interpretaciones
disminuye o destruye
el bien ambiental.
Contratos que no tienen
Principio de precedencia por objeto un bien
del bien ambiental; ambiental pero cuya
principio de alterum ejecución disminuye
non lædere. o destruye el bien
ambiental.
3 Pienso en general en los tipos contractuales que tienen por función económica la trans-
ferencia de la propiedad o el uso exclusivo de bienes a título oneroso.
4 Por ejemplo, las normas de la legislación interna deberían prohibir la contratación sobre
las especies animales en riesgo de extinción en el país o en otros, complementando así la re-
gulación que se efectúa en el campo del Derecho Internacional Público, aportando así a la mayor
efectividad de las convenciones.
5 La idea de abuso de derecho es empleada por el Código de Defensa del Consumidor de
Brasil para calificar como ilícita por abusiva la publicidad que viola derechos fundamentales.
6 Entiendo que, por ejemplo, el contrato de locación de obra puede llevarse adelante respecto
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1.1. CNFed.CAdm., sala IV, 10-5-88, “Ruibal Marclé,
Manuel c/Gobierno Nacional”, L. L. 1989-A-321
En el caso se juzgó acerca de la constitucionalidad de una prohibición
de realizar contratos de compraventa sobre bienes culturales que tuvieron
como objeto que dichos bienes fueran exportados.
Si bien es anterior a la reforma constitucional de 1994, conviene recordar
que allí se dijo: “Esta suspensión o prohibición [...] fue impuesta con carácter
general, por lo que rige para todos los propietarios en igualdad de condiciones.
Supone una restricción administrativa que pone límites al ejercicio normal
del derecho de propiedad por razones de cultura, dada a favor de la comunidad
teniendo en vista la necesidad o utilidad públicas, la que en principio no
apareja indemnización porque actúa en un ámbito o esfera jurídica cuya ti-
tularidad no le corresponde al propietario, sino, como se dijo, al cuerpo co-
munitario (conf. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, 1980, t. IV,
ps. 46 y ss.)”.
Se entabló una demanda contra el Estado nacional por daños y perjuicios
por parte de los propietarios de una colección de manuscritos musicales de
María D. Ruibal y Sara Ruibal en razón de que con fundamento en la existencia
de una ley (Nº 19.943, dec. 159/73), que en su artículo 4º suspende y prohíbe
la exportación fuera del país de bienes culturales, la administración nacional
resolvió incluir dicha colección en la suspensión antes referida.
El argumento de la actora fue que la referida suspensión y prohibición
de exportar implicó la frustración de una venta para la cual había recibido
una oferta desde el exterior.
La doctrina del fallo en lo que a este comentario importa (dado que la
demanda finalmente fue rechazada por que el demandante no probó en juicio
la propiedad de la colección que decía poseer ante la negativa del Estado
nacional acerca de este hecho) es que:
a) Una colección de escritos musicales constituye un bien mueble;
de los bienes culturales en ciertos casos, pues en ciertas situaciones este contrato puede tener
por objeto el mantenimiento o la conservación del bien ambiental, v. gr., una locación de obra
para restaurar un monumento histórico; con lo cual no puede establecerse respecto de este tipo
contractual una regla que prohíba que tenga por objeto un bien colectivo, como el medio ambiente
o el patrimonio cultural, pero dado que la locación de obra también puede tener por finalidad
la disminución o destrucción de un bien ambiental o cultural, corresponde declarar que ese
objeto contractual o finalidad –según la opinión que se sostenga– es ilícito por violación de las
normas fundamentales que protegen los bienes colectivos mencionados.
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