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PIERRE BOURDIEU
¿Dijo usted “popular”?
Las locuciones que componen el mágico epíteto de “popular” están protegidas ante un
examen por el hecho de que todo análisis crítico de una noción que toque de cerca o de
lejos al “pueblo” se expone a ser inmediatamente identificado con una agresión
simbólica contra la realidad designada – por tanto inmediatamente fustigado por todos
aquellos que sienten del deber de tomar el hecho y la causa del “pueblo” y asegurarse
así los beneficios que puede también procurar, sobre todo en coyunturas favorables, la
defensa de “buenas causas” 1. Igualmente con la noción de “lenguaje popular” que, a la
manera de todas las locuciones de la misma familia (“cultura popular”, “arte popular”,
1
El hecho de que los costos de objetivación científica sean particularmente elevados con un beneficio
especialmente débil – o negativo – no está para nada en el ámbito de conocimiento de estos tópicos.
Texto para uso académico del Dr. David Velasco Yáñez, sj – ITESO
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
Como lo revelan con toda claridad los diccionarios del argot o del “francés no
convencional”, el léxico llamado “popular” no es otra cosa que el conjunto de palabras
que están excluidas de los diccionarios de la lengua legítima o que aparecen solamente
afectados como “marcas de uso” negativas: fam., familiar, “es decir corriente en la
lengua hablada ordinaria y en la lengua escrita un tanto libre”; pop., popular, “es decir
corriente en los medios populares de las ciudades, pero reprobado o evitado por el
conjunto de la burguesía cultivada” 2. Para definir en todo rigor esta “lengua popular” o
“no convencional”, con lo que de hecho se aventajaría mucho llamándolo desde ahora lo
pop., con el fin de prohibirse y de olvidar las condiciones sociales de producción, sería
necesario entonces precisar lo que se encasilla bajo la expresión de “medios populares”
y lo que se entiende por uso “corriente”.
2
Petit Robert, 1979, p. XVII.
3
Basta pensar en la utilización que el nacional -socialismo hizo de la palabra völkisch (que tiene las
connotaciones de “folklórico” y “populista”. N de la T) para saber algo del papel que pueden jugar
semejantes exclusiones consientes o inconscientes.
Texto para uso académico del Dr. David Velasco Yáñez, sj – ITESO
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
Bastaría con someter a un examen análogo a las poblaciones que se supone producen o
consumen lo que se llama “cultural popular” para encontrar la confusión en la
coherencia parcial que recubren casi siempre a las definiciones implícitas: el “medio”,
que jugaba un papel central en el caso del “lenguaje popular”, aquí será excluido, así
como el lumpenproletariat, mientras que la eliminación de los campesinos ya no será
tan evidente, si bien la coexistencia de los obreros, inevitables, y de los campesinos no
se dé sin dificultades. En el caso del “arte popular ”, como lo mostrará la evidencia de un
examen de esta otra objetivación de lo “popular” que son las “Musas de las artes y las
tradiciones populares”, el “pueblo” al menos hasta una época reciente, se reducía a los
campesinos y a los artesanos rurales. ¿Y qué decir de la “medicina popular” o de la
“religión popular”? En este caso no podemos pasar de los campesinos o de las
campesinas, como si fueran “duros” en el caso de la “lengua popular”.
En su intento por tratarla como una “lengua” – es decir con todo el rigor que se le
reserva normalmente a la lengua legítima –, todos aquellos que han intentado describir o
escribir lo pop., lingüistas o escritores, se han condenado a producir artefactos casi sin
relación con el habla ordinaria que los locutores más extraños a la lengua legítima
emplean en sus intercambios internos 4. Es así que, para conformarse con el modelo
dominante del diccionario que no debe registrar más que las palabras que prueban tener
“una frecuencia y una duración apreciables”, los autores de diccionarios del francés no
convencional se apoyan exclusivamente en textos 5 y, operando una selección al interior
de una selección, hacen sufrir a los hablantes referidos una alteración esencial, lindando
con frecuencias que hacen toda la diferencia entre los hablantes y los mercados más o
menos tensos 6; olvidan, entre otras cosas, que para escribir un habla que, como la de las
clases populares, excluye la intención literaria (y no transcribirla o grabarla), debe
surgir de situaciones e incluso de la condición social donde se habla y que el interés por
los “hallazgos”, o incluso el solo hecho de la recolección selectiva, excluyendo todo lo
que se encuentra también en la lengua estándar, transforma la estructura de frecuencias.
Si, a pesar de sus incoherencias y de sus incertidumbres, y también gracias a ellas, las
nociones pertenecientes a la familia de lo “popular” pueden dar tantos servicios, y hasta
en el discurso científico, que están profundamente encerradas en la red de
representaciones confusas que los sujetos sociales engendran, para las necesidades del
4
Cf. H. Bauche, Le langage populaire, Grammaire, syntaxe et vocabulaire du français tel qu'on le parle
dans le peuple de Paris, avec tous les termes d'argot usuel , París, Payot, 1920; P. Guiraud, Le français
populaire, París, Ediciones Universitarias de Franci a, colección Que sais-je?, n. 1172, 1965 (y, también,
en la misma perspectiva, H. Frei, La grammaire des fautes, París-Ginebra, 1929, Ginebra, Ediciones
Slatkine, 1971).
5
Cfr. J. Cellard y A. Rey, Dictionnaire du français non conventionnel, París, Hachette, 1980, p. VIII.
6
Baste indicar por ejemplo que en el discurso recogido en el mercado menos tirante – una conversación
entre mujeres –, el léxico del argot está casi ausente ; en el caso observado, no aparece más que cuando
una de las interlocutoras cita los dichos de un hombre (“te me desapareces de inmediato”), de la que ella
enseguida dice : “como si fuera la gran cosa, él, es un viejo pajarillo de París, sí, tiene una cierta pose,
con la gorra siempre de lado, oh sí, ¡habría que verlo!”. Un poco más l ejos, la misma persona reutiliza
la palabra “varo” justo después de haber referido lo dicho por un dueño de bar donde esta palabra
aparecía (cfr. Y. Delsaut, L'économie du langage populaire, Actes de la recherche en sciences sociales,
4, julio 1975, pp. 33-40). El análisis empírico debería tener como objetivo determinar el sentimiento
que los locutores poseen de la pertenencia de una palabra al argot o a la lengua legítima (en lugar de
imponer la definición desde el observador); lo que permitiría entre otra s cosas comprender numerosos
rasgos descritos como “faltas”, que son el producto de un sentido de la distinción mal ubicado.
Texto para uso académico del Dr. David Velasco Yáñez, sj – ITESO
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
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Es lo que hace que, bajo la apariencia de darse la media vuelta o dejar en el vacío, como tantas
definiciones circulares o tautológicas de la vulgaridad y de la distinción, el lenguaje legítimo muy a
menudo incline la balanza a favor de los dominantes.
8
Dado el rol que la sociolingüística espontánea y las intervenciones expresas de las familias o de la
escuela que suscita y orienta juegan en el mantenimiento o la transformación de la lengua, un análisis
sociolingüístico del cambio lingüístico no puede ignorar esta suerte de derecho o de costumbre
lingüística que comanda particularmente las prácticas pedagógicas.
Texto para uso académico del Dr. David Velasco Yáñez, sj – ITESO
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
ubican en lo pop.) y sobre todo la diversidad extrema de hablantes que son igualmente
rechazados en la clase negativa del “lenguaje popular” 9.
Pero, por una suerte de repetición paradójica, que es uno de los efectos ordinarios de la
dominación simbólica, los dominados mismos, o al menos ciertas fracciones de entre
ellos, pueden aplicar a su propio universo social los principios de división (tales como
fuerte/débil, sumiso; inteligente/sensible, sensual; duro/blando, flexible; derecho,
franco/retorcido, astuto, falso, etc.) que reproducen en su orden la estructura
fundamental del sistema de oposiciones dominantes en materia de lenguaje 10. Esta
representación del mundo social retoma lo esencial de la vis ión dominante a través de la
oposición entre la virilidad y la docilidad, la fuerza y la debilidad, los hombres
verdaderos, los “duros”, los “tipos” y los otros, seres femeninos o afeminados,
destinados a la sumisión y al desprecio 11. El argot, de donde se ha extraído la “lengua
popular” por excelencia, es el producto de esta repetición que lleva a aplicar a la
“lengua popular” misma los principios de división de la que es el producto. El
sentimiento obscuro que la conformidad lingüística encierra una forma de
reconocimiento y de sumisión, propio para hacer dudar de la virilidad de los hombres
que la sacrifican 12, junto con la búsqueda activa de la separación distintiva, que hace el
estilo, conducen al rechazo de “hacer demasiado” que lleve a rechazar los aspectos más
fuertemente marcados del habla dominante, y particularmente las pronunciaciones o las
formas sintácticas más tirantes, al mismo tiempo que a una búsqueda de la expresividad,
fundada en la transgresión de las censuras dominantes – particularmente en materia de
sexualidad – y sobre una voluntad de distinguirse de las formas de expresión
ordinarias 13. La transgresión de las normas oficiales, lingüísticas u otras, está dirigida al
menos tanto contra los dominados “ordinarios”, que se someten a ellas, co mo contra los
9
Todo esto aceptando la división que se ubica en el origen de la noción misma de “lenguaje popular”,
Henri Bauche observa que “el habla burguesa en su uso familiar presenta numerosos rasgos comunes
con la lengua vulgar” (op. cit., p. 9). Y aún más: “Las fronteras entre el ar got – los diversos argots – y
el lenguaje popular algunas veces son difíciles de determinar. Igualmente vagos son los límites entre el
lenguaje popular y el lenguaje familiar, por una parte, y, por otra, entre el lenguaje popular propiamente
dicho y el lenguaje de las personas vulgares, de la prole, de aquellos que, sin ser precisamente del
pueblo, no tienen instrucción o educación: aquellos que los „burgueses‟ califican de comunes” (op. cit.,
p. 26).
10
Si bien, por razones complejas que habría que examinar , la visión dominante no le da un lugar central,
la oposición entre lo masculino y lo femenino es uno de los principios a partir de los cuales se
engendran las oposiciones más típicas del “pueblo” como populacho “femenino” (en francés, N de la
T.), versátil y ávido de goce (según la antítesis de la cabeza y del vientre).
11
Es esto lo que hace la ambigüedad de la exaltación de hablar de “verdades de verdad”: la vis ión del
mundo que ahí se expresa y las virtudes viriles de los “duros más duros” encuentran su prolongación
natural en lo que se ha llamado la “derecha popular” (cfr. Z. Sternhell, La droite révolutionnaire, 1885-
1914. Les origines françaises du fascisme, París, Seuil, 1978), combinación fascistoide de racismo, de
nacionalismo y de autoritarismo. Y se comprende mejor la aparente rareza que representa el caso de
Céline.
12
Todo parece indicar que, por la prolongación de la escolaridad, el personaje “duro” se constituye hoy
en día desde la escuela, y contra todas las formas de sumisión que ésta reclama .
13
Es uno de los efectos del racismo de clase, para el que todos los “pobres”, como los Amarillos y los
Negros, se parecen entre sí, que lleva a excluir inconscientemente la posibilidad misma de una
diferencia (de tacto, de invención, de competencia, etc. ) y de una búsqueda de la diferencia. La
exaltación indiferenciada de lo “popular” que caracteriza al populismo también puede conducir a
extasiarse de confianza delante de las manifestaciones que los “indígenas” juzgan estúpidas, imbéciles o
groseras o, lo que es lo mismo, puede llevar a no retener sino lo que sale de lo ordinario en lo “común”
y a tomarlo como algo representativo del habla ordinaria.
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
Para escapar a los efectos del modo de pensar dualista que lleva a oponer una lengua
“patrón”, medida de toda lengua, y una lengua “popular”, hay que volver al modelo de
toda producción lingüística y redescubrir ahí el principio de la extrema diversidad de los
hablantes que resulta de la diversidad de las combinaciones posibles entre las diferentes
clases de hábitus lingüísticos y de mercados. Entre los factores determinantes del
hábitus que parecen pertinentes desde el punto de vista de una parte de la propensión a
reconocer (en el doble sentido) las censuras constitutivas de los mercados dominantes o
a beneficiarse de las libertades obligadas que ofrecen ciertos mercados francos y por
otra parte de la capacidad de satisfacer las exigencias de los unos o de los otros, se
puede así deducir: el sexo, principio de relaciones muy diferentes en mercados posibles
muy diferentes – y en particular en el caso del mercado dominante –; la generación, es
decir el modo de generación, familiar y sobre todo escolar, de la competencia
lingüística; la posición social, caracterizada particularmente desde el punto de vista de
la composición social del medio de trabajo y de los intercambios socialmente
homogéneos (con los dominados) o heterogéneos (con los dominantes – en el caso por
ejemplo del personal de servicio –) que favorece; el origen social, rural o urbano, y en
este caso, antiguo o reciente, y finalmente el origen étnico.
Es evidentemente entre los hombres y, de entre ellos, en el caso de los más jóvenes y los
menos integrados, actualmente y sobre todo potencialmente, en los órdenes económi co y
social, como los adolescentes provenientes de familias de inmigrantes, que se encuentra
el rechazo más marcado de la sumisión y de la docilidad que implica la adopción de las
maneras de hablar legítimas. La moral de la fuerza que encuentra su logro en el culto a
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De cualquier manera se debe evitar ignorar las transformacio nes profundas que sufren,
en su función y su significación, las palabras o las locuciones artificiales cuando
suceden en el habla ordinaria en los intercambios cotidianos: es así que ciertos
productos típicos del cinismo aristocrático de los “duros” pueden, en su empleo común,
funcionar como una suerte de convenciones neutralizadas y neutralizantes que permiten
a los hombres expresar, en los límites de un muy estricto pudor, la afección, el amor, la
amistad, o, simplemente, nombrar a los seres amados, los p adres, el hijo, la esposa (el
empleo, más o menos irónicos, de términos de referencia como “la patrona”, la “reina -
14
Los jóvenes “duros” provenientes de familias de inmigrantes representan sin duda el límite en lo que
se refiere a un rechazo total de la sociedad “francesa”, simbolizada por la escuela e incluso por el
racismo cotidiano, y la revuelta de los adolescentes provenientes de las familias más desposeídas
económica y culturalmente que encuentra su origen en las difi cultades, las decepciones o los fracasos
escolares.
15
P. E. Willis, Profane Culture, London, Routledge y Kegan Paul, 1978, especialmente pp. 48 -50.
16
A título de manifestación ejemplar de este principio de clasificación y de amplitud de su campo de
aplicación, bastará citar a este albañil (antiguo minero) que, invitado a clasificar los nombres de
profesiones (en un test concebido bajo el modelo de las técnicas empleadas para el análisis
componencial de términos de parentesco) y a dar un nombre a las clases de ahí producidas, remitía
señalando el paquete de profesiones superiores, del cual para él el paradigma era el presentador de
televisión, diciendo: “todos unos maricones” (Encuesta Yvette Delsaut, Denain, 1978).
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
madre” o “mi burguesa” permiten por ejemplo escapar a locuciones tales como “mi
mujer” o el simple pronombre, considerados como demasiado fam iliares) 17.
Nadie puede ignorar completamente la ley lingüística o cultural y todas las vec es que
entran en un intercambio con los detentores de la competencia legítima y sobre todo
cuando se encuentran ubicados en situación oficial, los dominados están condenados a
un reconocimiento práctico, corporal, de las leyes de formación de precios tan
desfavorables a sus producciones lingüísticas que les condena a un esfuerzo más o
menos desesperado hacia la corrección o al silencio. Resulta que se pueden clasificar los
mercados ante los cuales son enfrentados según su grado de autonomía, desde los más
completamente sometidos a las normas dominantes (como aquellos que se instauran en
las relaciones con la justicia, la medicina o la escuela) hasta los más completamente
emancipados de estas leyes (como aquellos que se constituyen en las prisiones o las
pandillas juveniles). La afirmación de una contra-legitimidad lingüística y, al mismo
tiempo, la producción de discurso fundada en la ignorancia más o menos deliberada de
17
De manera más general, por la evocación más o menos brutal de cosas sexuales y la proyección
aplastante de lo sentimental sobre el plano de lo fisiológico a menudo tienen el valor de eufemismos
hiperbólicos o antífrasis que, a la inversa de la lítote, dicen más para decir menos, este léxico camb ia
completamente de sentido cuando cambia de mercado, on la transcripción novelesca o la recolección
lexicológica.
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El equivalente de esta situación no se encuentra sino hasta la forma del servicio militar, que era sin
duda uno de los lugares principales de la producción y de la inculcación de formas de hablar argóticas.
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Los mercados internos se distinguen en sí mismos según la tensión que les caracteriza y,
al mismo tiempo, según el grado de censura que imponen, y se puede hacer la hipótesis
de que la frecuencia de las formas más rebuscadas (del argot) decrece en medida que
decrecen la tensión de los mercados y la competencia lingüística de los locutores:
mínimo en los intercambios privados y familiares (estando en el primer rango los
intercambios al interior de la familia), donde la independencia en relación con las
normas del habla legítima se marca sobre todo por la libertad más o menos completa de
ignorar las convenciones y conveniencias del habla dominante, llega a su máximo sin
duda en los intercambios públicos (casi exclusivamente masculinos) que imponen una
verdadera búsqueda estilística, como justas verbales y demagogias ostentadoras de
ciertas conversaciones de café.
A pesar de la gran simplificación que supone, este modelo hace ver la extrema
diversidad de discursos que se engendran prácticamente en la relación entre las
diferentes competencias lingüísticas correspondientes a las diferentes combinaciones de
las características dadas a los productores y las diferentes clases de mercados. Pero
permite además resaltar el programa de una observación metódica y constituir como
tales los casos de particulares más significativos, entre los cuales se sitúan todas las
producciones lingüísticas de los locutores más desprovistos de capital lingüístico: o sea,
primeramente, las formas de discurso ofrecidas por los virtuosos sobre los mercados
francos más tirantes – es decir públicos –, y particularmente el argot; en segundo lugar,
las expresiones producidas por los mercados dominantes, es decir por los intercambios
privados entre dominados y dominantes, o por las situaciones oficiales, y que pueden
tomar la forma de habla incómoda o deteriorada por el efecto de intimidación o del
silencio, la única forma de expresión que es dejada, a menudo, a los dominados; y
finalmente, los discursos producidos por los intercambios familiares y privados – por
ejemplo entre mujeres –, estas dos últimas categorías de discurso siendo siempre
excluidas por aquellos que, caracterizando las producciones lingüísticas solamente por
las características de los locutores, deberían por lógica considerarlas como “lenguaje
popular”.
repetición de formas y de fórmulas rituales que son las manifestaciones obligadas de una
“buena educación”, por el recurso sistemático de las imágenes concretas del mundo
conocido, por la obstinación obsesiva que intenta reafirmar, hasta la renovación formal,
los valores fundamentales del grupo, este discurso expresa y refuerza una visión del
mundo profundamente estable y rígida ; en este sistema de evidencias, incansablemente
reafirmadas y colectivamente garantizadas, que asigna a cada clase de agentes su
esencia, por tanto su lugar y su rango, la representación de la división del trabajo entre
los sexos ocupa un lugar central, tal vez porque el culto a la virilidad, es decir a la
rudeza, de la fuerza física y de la ordinariez tosca, instituida en rechazo selectivo del
refinamiento afeminado, es una de las maneras más eficaces de luchar contra la
inferioridad cultural en la que se encuentran todos aquellos que se sienten desposeídos
de capital cultural, aunque sean ricos en capital económico, como los comerciantes, o
no 21.
21
Esta representación asigna a lo masculino una naturaleza social – la del hombre “duro de roer” y
“hosco”, avaro en confidencias y que rechaza los sentimientos y las sensiblerías, sólido y entero, “de
una pieza”, franco y fiable, “con quien se puede contar”, etc. –, que la propia dureza de las condiciones
de existencia le impondrían en todo caso, per o que se siente en deber de escoger, porque se define por
oposición a la “naturaleza” femenina, débil, dulce, dócil, sumisa, frágil, cambiante, sensible, sensual (y
en “contra-natura” afeminado). Este principio de división no solamente se da en su campo de aplicación
específico, es decir en el campo de las relaciones entre los sexos, sino de manera muy general,
imponiendo a los hombres una visión estricta, rígida, en una palabra, esencialista, de su identidad, y, de
manera más general, de otras identidades sociales, y, al mismo tiempo, de todo el orden social.
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Es evidente que estas conductas están sujetas a variación según el nivel de instrucción de la mujer y
sobre todo según la distancia de los niveles de instrucción entre los esposos.
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PIERRE BOURDIEU: ¿DIJO USTED “POPULAR”?
Parece así que las producciones lingüísticas y culturales de los dominados varían
profundamente según su inclinación y su aptitud para beneficiar libertades reguladas que
ofrecen los mercados francos o para aceptar las limitantes que imponen los mercados
dominantes. Lo que explica que, en la realidad polifórmica que se obtiene considerando
todas las hablas producidas por todos los mercados por todas las categorías de
productores, cada uno de ellos que se sienta con el derecho o el deber de hablar del
“pueblo” puede encontrar una base objetiva, para sus intereses o sus fantasmas.
23
Se ve que, según esta lógica, las mujeres siempre tienen la culpa, es decir en su naturaleza
(apasionada). Podríamos multiplicar al infinito los ejemplos: en el caso de que a una mujer se le
encargue algo, si tiene éxito, es que el encargo era fácil, si no lo tiene, es que no supo hacer bien las
cosas.
24
La intención de mancillar simbólicamente (por la injuria, el chisme o la provocación erótica por
ejemplo) lo que es percibido como inaccesible encierra el más terrible testimonio de reconocimiento de
la superioridad. Es así que, como bien lo muestra Jean Starobinski, “la habladuría ordinaria, lejos de
subsanar la distancia entre los rangos sociales, la mantiene y la agrava; bajo un tono de irreverencia y
de libertad, abunda en el sentido de degradación, es la auto confirmación de la inferioridad”. (Se trata
de habladurías de empleados domésticos a propósito de Mademoiselle de Breil – cfr. J. J. Rousseau,
Confessions, III, in Oeuvres complètes, París, Gallimard, Pléyade, 1959, pp. 94-96 – tal como los
análisis de Jean Starobinski en La relation critique, París, Gallimard, 1970, pp. 98-154.
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