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Annie Collovald
«Desórdenes sociales en la violencia
urbana»
Resumen
El « problema de los suburbios » surgió en Francia en 1981, con las carreras de coches y motos -con el
propósito de aterrorizar y cometer desmanes- realizadas en el barrio Los Minguettes, de la región
parisina. Desde entonces, toda una serie de modificaciones afectó a las representaciones de
comentaristas y políticos, así como a las características de las medidas implementadas por los poderes
públicos, destinadas a hacerles frente. La aparición y la inmediata aceptación de la categoría «violencia
urbana» como esquema de percepción y acción política constituyen uno de sus signos más importantes.
En este articulo, la autora, que se dedica a esbozar la historia de la formación de esa categoría en el
debate público, distingue tres fases, cada una de las cuales remite a contextos sociales y mentales
diferentes. Dichas fases permiten observar un cambio radical de los puntos de vista que antiguamente se
exponían respecto del problema social de los «suburbio ». Este cambio trastoca los intereses en juego y
borra sus orígenes políticos: el problema de la inmigración y el de los jóvenes descendientes de
inmigrantes.
Frente a este «hecho sin precedente» que se vuelve inmediatamente un objetivo político
mayor inscrito de entrada sobre la agenda gubernamental 5 , las interpretaciones se buscan
y los primeros comentarios son desordenados. Si algunos periódicos cercanos a la
derecha 6 concuerdan su interpretación sobre el caso inglés 7 - se trata de un motín de
inmigrados delincuentes y la situación, explosiva, es la del apartheid y de los ghettos
étnicos- y discuten sobre la política de la inmigración del gobierno, los demás dudan
entre un complot de la extrema derecha manipulando a los «jóvenes inmigrados» y la
revuelta de aquellos que viven en la miseria de los hábitats deteriorados y del
desempleo. La controversia pública es entonces abierta y animada (hombres de Iglesia,
sindicatos, asociaciones de lucha contra el racismo y a favor de los derechos del
hombre, intelectuales, periodistas y candidatos de todas las opiniones intervienen) y la
línea de partición que separa a la derecha y a la izquierda carece de ambigüedad 8 . Pero
si los comentarios periodísticos coinciden, sobre todo en la izquierda, con las tomas de
posición de los hombres políticos, la derecha, a la inversa, parece dividida. El Figaro
anuncia una posición más radical que aquellas, disparatadas, de los miembros de la
oposición 9 , difundiendo, en el contexto de una derecha electoralmente laminada, los
3
Una parte de este trabajo fue financiado por la delegación inter-ministerial en la Ciudad. Una versión
abreviada del reporte al cual dio lugar la encuesta es publicado en las ediciones de la DIV en 1999
bajo el título «Violencia y delincuencia en la prensa. Politización de un malestar social y
tecnificación de su tratamiento».
4
El 26 de mayo de 1981, el ministro del Interior, Gaston Defferre, decide suspender la ejecución de
toda medida de expulsión de los inmigrados. En abril de 1981, el padre Christian Delorme y el pastor
Jean Costil emprenden una huelga de hambre contra la expulsión de jóvenes inmigrados. Un poco más
tarde, más de una centena de intelectuales lanzan un llamado intitulado «No a la Francia del
apartheid».
5
Algunas medidas de urgencia son tomadas, créditos desbloqueados para impedir el regreso de nuevos
«veranos calientes».
6
«En los barrios de fuerte densidad magrebí, la situación se vuelve explosiva […] El gobierno,
suprimiendo las expulsiones de individuos dudosos, alienta entonces a los descarriados», Le Figaro, 7
julio 1981. «Los dos tercios de los procesos verbales para robos, agresiones y delitos diversos son
dirigidos al encuentro de los jóvenes árabes. Ahora que Defferre ha suprimido las expulsiones, nos
van a robar nuestros autos y violar a nuestras hijas», Le Quotidien de Paris, 7 septiembre 1981.
7
Algunos enfrentamientos se desarrollaron en Brixton en abril de 1981 entre policías y habitantes.
8
Es además muy clara sobre las políticas sociales, las elecciones económicas, etc. Véase A. Collovald
y B. Gaïti, «Discursos bajo vigilancia: lo “social” en la Asablea», D. Gaxie (bajo la dirección de), Lo
«Social» transfigurado, París, PUF-CURAPP, 1990.
9
Las obras que publican entonces sobre la inmigración atestiguan su división sobre esta cuestión: por
un lado, A. Griotteray, Les Immigrés: le choc, París, Tribuna libre, 1984, y D. Bariani, ¿ Les Immigrés
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argumentos intelectuales de una derecha renovada (que extraen, por clubs de reflexión
interpuestos, de la «nueva derecha» 10 ). Es en esta ocasión que más allá de las divisiones
ideológicas, el «malestar de las periferias» está estrictamente asociado al problema de la
inmigración y que esta asociación se impone en los periodistas como en los responsables
políticos, de derecha como de izquierda, incluso si, en la izquierda, no carece de
reticencia. Los incidentes de Vénissieux en 1983 cristalizan, reforzándolas, estas
interpretaciones y su marca política 11 . La marcha «por la igualdad contra el racismo» de
los Beurs de octubre a diciembre de 1983, y después el movimiento SOS Racismo en
1984 atestiguan, a su manera, que el objetivo remite entonces al racismo en el cual los
jóvenes «inmigrantes» son el objeto y que la solución pasa por la movilización política,
autónoma o no, de los principales interesados 12 .
El interés recae después hasta 1990 (una decena de artículos por año en la prensa),
acaparado por un debate político sobre la inmigración de otra amplitud y focalizado
sobre otros «problemas»: controversia en 1986 sobre la «ley Pasqua» y el código de la
nacionalidad, que consagra el consenso parlamentario de 1984 entre la izquierda y la
derecha clásica, sobre la división entre inmigración regular y clandestina y, con ello, la
visión jurídica y moral de su tratamiento: controversia aún y más animada, a partir de
las presidenciales de 1988 a propósito de «la preferencia nacional» agitada por un Frente
nacional que parece enraizarse en la vida política y ganar siempre más electores. Si la
polarización del debate sobre la inmigración y la presencia persistente del FN sobre la
escena política nacional perturban el juego político establecido suscitando alianzas y
estrategias anteriormente impensables, éstas perturban igualmente los comentarios
haciendo aparecen nuevos intérpretes y nuevas interpretaciones: el conjunto de las
tomas de posición periodísticas, intelectuales y políticas e encuentra parcialmente
redefinido.
pour ou contre la France? , París, France-Empire, 1985; del otro lado, B. Stasi, L’immigration, une
chance pour la France, París, Robert Laffont, 1984, y M. Hannoun, Français et immigrés au
quotidien, París, Albatros, 1985.
10
Sobre los lazos entre Le Figaro (especialmente Le Figaro Magazine), «la nueva derecha» y el Club
de l’Horloge, véase P.-A. Taguieff, «La estrategia cultural de la nueva derecha en Francia, 1968-
1983», Vous avez dit fascismes?, París, Arthaud-Montalba, 1984.
11
Sobre estos puntos, véase Y. Gastaud, L’Immigration et l’opinion en France sous la Vme République ,
París, Le Seuil, 2000, p.488-498.
12
El malestar de las periferias suscita investigaciones sociológicas que se interrogan sobre la
emergencia de un «nuevo movimiento social» en el que «los jóvenes inmigrados» serían los nuevos
actores. Esta cuestión, inspirada por la problemática de A. Touraine, orienta el análisis de F. Dubet
sobre «la esclavitud» (en donde responde por la negativa), véase La Galère. Jeunes en survie, París,
Le Seuil, 1987, o la de A. Jazouli, L’Action collective des jeunes Maghrébins de France , París,
L’Harmattan, 1986, y después Les Années banlieues, París, Le Seuil, 1992.
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Ejemplo: «¿Acaso es normal que los inmigrados tengan acceso gratuitamente a la escuela, toquen
subsidios familiares cuando pierden su empleo, tengan mezquitas para practicar su religión, etc.?»
Para un análisis de este desbloqueo de lo indecible en materia de inmigración, véase D. Gaxie (bajo la
dirección de), «Reporte sobre el análisis secundario de las encuestas de opinión relativas a la
inmigración y a la presencia extranjera en Francia», universidad París I, APRED, 1995.
14
H. Rey, La Peur des banlieues, París, Prensas de Ciencias Políticas, 1996.
15
Esta idea se impone a los hombres políticos de izquierda como de derecha. La extrema derecha,
declara entonces Laurent Fabius, «plantea las preguntas correctas pero aporta malas respuestas».
Pierre Méhaignerie, ministro centrista de Ambiente, hará presión sobre el gobierno Chirac de 1986
para mantener la política de los DSQ impulsada por los socialistas; ésta es vista entonces como una
respuesta a los miedos suscitados por la inmigración y un instrumento eficaz para oponerse al
aumento de poder del FN en las periferias.
16
Los especialistas de la inmigración debaten entonces sobre la pertinencia de las nociones por
emplear para interpretar y explicar el proceso por el cual los inmigrados se vuelven «franceses».
Véase G. Moiriel, La Tyranie du national, París, Calmann-Lévy, 1991, y A. Sayad, La Double
Absence, París, Le Seuil, 1999.
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cincuenta artículos). Sucediendo al «caso del velo islámico» de 1989, que cobró el
aspecto de un verdadero caso nacional haciendo temer por la laicidad republicana
«amenazada» por una etnización anunciada y un «militantismo integrista velado», los
comentarios de estos incidentes, contemporáneos de la guerra del Golfo y de los temores
ampliamente relevados de un retorno del terrorismo islámico, registran y marcan a la
vez una reorientación de las interpretaciones y de las acciones políticas: «el motín»
entra definitivamente en el vocabulario de la descripción de los desórdenes sociales en
las periferias. Por otro lado, la interpretación por la degradación de los grandes
conjuntos es desmentida por el «alzamiento» de la ciudad del Mas du Taureau, que, en
1990, viene a ser enteramente renovada 17 . La mayoría de los órganos de prensa insisten,
entonces, sobre las periferias y, más específicamente, las «minorías de lo peor» y sus
acciones «violentas». Designándolas por su origen étnico más que pos su situación
social en el seno de las clases populares en desherencia, se autorizan no obstante para
decir que «la inmigración de segunda generación» plantea un verdadero problema social
y político, incluso si le prestan significaciones diferentes. Algunos ven una amenaza de
subversión que pone en peligro el orden público: son ellos los que monopolizan el
debate.
Ahora bien, El Figaro y France Soir se unen por las publicaciones semanales cuyas
editoriales juegan con el miedo y la emoción: «periferia en donde lo peor es posible» ( El
Figaro, 9 octubre 1990), «el depósito de las periferias» ( L’Express, 11-17 octubre
1990), «la primera bomba» (L’Événement du jeudi, 11-17 octubre 1990), «la guerra de
las piedras» o «La Intifada» (Le Nouvel Observateur, 18-24 octubre 1990) 18 ; «las
periferias que dan miedo a Francia», concluye Le Point en un largo reportaje (11-17
octubre 1990). Los «sinvergüenzas» de los primeros tiempos ceden el lugar a los
«alborotadores de los ghettos» (Le Nouvel Observateur, L’Express, 22-28 noviembre
1990) y a las «clases peligrosas» (Le Nouvel Observateur es el primero en establecer, en
1992, la comparación con la «jungla» de Los Angeles). Con otras consideraciones,
National hebdo insiste sobre «el depósito de las periferias» (18-24 octubre 1990), las
«periferias inmigradas» (4-10 abril 1991), Aspects de la France sobre «el peligro
jóvenes» (30 mayo 1991). Si algunos evocan claramente la tesis de la manipulación de
los comandos del «medio» para desestabilizar a la policía y no ven en los autores de
problemas más que traficantes de droga que llevan una «guerrilla urbana» ( Le Figaro,
Le Figaro Magazine realizan varios documentos sobre el aumento de la inseguridad y
acusan de «angelismo» y de laxismo a los socialistas en el poder), otros ( Le Nouvel
Observateur, L’Événement du jeudi) recuerdan no obstante «la condición» de los niños
inmigrados, evocando la economía «subterránea» o «paralela» ligada a la droga.
19
Los sociólogos llamados a analizar la historia de las «violencias urbanas» estuvieron entre los
primeros en movilizarse sobre el caso de Minguettes. Estuvieron también entre los primeros en
establecer un diagnóstico experto sobre las medidas «anti-verano caliente». F. Dubet, A. Jazouli y D.
Lapeyronnie consignaron (con F. Schaller) un reporte para la MIRE, «Operación verano 82» (en
1983). Consignaron igualmente L’État et les Jeunes, París, Ediciones obreras, 1985.
20
Véase, por ejemplo, J.-M. Delarue, Banlieues en difficulté. La relégation, París, Syros, 1991. Desde
1981 son instaurados diferentes sectores (la escuela, especialmente, con las «zonas de educación
prioritaria») políticas sociales territorialistas en las que el número de inmigrados es uno de los
principales criterios de atribución de la calificación y de los créditos.
21
Además es instaurado al mismo tiempo que el alto consejo de la Integración con el cual, como la
DIV (delegación interministerial en la Ciudad, creado en 1988) antes, estará en competencia después
de una breve alianza. Véase V. Viet, La France immigrée, París, Fayard, 1998.
22
Para una crítica argumentada de este calificativo, venido de Estados Unidos, véase L. Wacquant,
«Para terminar con el mito de las ciudades-ghettos», Les Annales de la recherche urbaine, 54, marzo
1992.
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Francia desde hace mucho 23 ). Las declaraciones sostenidas parecen en efecto cada vez
más sujetas a resbalones incontrolados 24 o inspirados por cálculos políticos o
electorales 25 . La coyuntura siguiente va de algún modo a limar los obstáculos que
impiden a los diferentes puntos de vista ponerse de acuerdo, pero a precio de una
inversión de perspectivas que modifican los términos del debate.
Los años 1992-1997 están en un periodo de poca actividad para la rúbrica «desórdenes
urbanos» en la prensa: pasamos de una treintena de artículos en 1992 a una decena en
1996, y después a una cincuentena en 1997. El Figaro y las publicaciones semanales
monopolizan siempre el tratamiento de los «problemas de las periferias», imponiendo el
tema de la inseguridad. Pero un cambio se produce: su visión alarmista, en la que el caso
americano prefigura los peligros inminentes incurridos por la sociedad, le gana a los
otros diarios.
23
Lo que va sin duda con el abandono, por el gobierno Rocard en 1990, de la inscripción del derecho
de voto de los inmigrados a las elecciones municipales durante el debate parlamentario sobre la
inmigración.
24
En la Asamblea nacional, en 1990, Michel Rocard, para justificar el endurecimiento del control de
los flujos migratorios, dirá esta frase: «Las sociedades europeas no ya no pueden acoger a toda la
miseria del mundo». Ésta provocará algunas agitaciones.
25
Algunos hombres de derecho y entre los más diplomados toman el léxico del FN para justificar sus
propuestas en materia de inmigración: «invasión» (V. Giscard d’Estaing) , «umbral de tolerancia»
(que resurge en esta ocasión) o incluso «olores» (J. Chirac). Ahora bien estos términos (al menos los
dos primeros) son empleados a nivel europeo para pensar los flujos migratorios y su control. Sobre
este punto, véase Didier Bigo, Police en réseaux, L’experience européenne , París, Prensas de
Ciencias Políticas, 1996.
26
Le Quotidien de Paris (10 de marzo 1994) titula: «Se debe restablecer la autoridad del Estado en
nuestras ciudades», una entrevista con el diputado RPR Pierre Lellouche.
27
«Los transportes urbanos, víctimas del malestar de la inseguridad y objetivo del lazo social»,
constata (3 de noviembre 1995).
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28
«No esperemos el gran miedo», declara Guy Larcher, además autor, en 1992, de un reporte de
información sobre el tráfico de droga en el espacio de Schengen en el cual las minorías extranjeras y
especialmente «los jóvenes magrebís» de las periferias francesas son señalados.
29
Julien Dray, es un antiguo líder de «SOS Racisme» reconvertido en el tratamiento de las periferias.
Este análisis se une al del reporte parlamentario que trata de los medios de lucha contra las mafias,
elaborado por François d’Aubert en el cual las periferias son designadas como uno de los principales
lugares de su implantación. F. d’Aubert, diputado PR que pasó a la Democracia liberal en 1997,
especialista de la denuncia del «dinero sucio» (según el título de una de sus obras publicadas en Plon
en 1993), de los fraudes (véase Coup de torchon sur Bruxelles, París, Plon, 1999) y más ampliamente
del crimen organizado.
30
Antes de ser empleado a propósito de las periferias, «zonas grises» es una expresión utilizada por los
servicios de información para designar las regiones amazónicas no controladas que sirven a los
traficantes para la producción y el tránsito de la cocaína. Véase D. Bigo, Polices en réseaux….,
op.cit., p.302.
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31
Véase S. Body-Gendrot, Ville et violence, París, PUF, 1993; C. Bachmann y N. Le Guennec,
Violences urbaines, París, Albin Michel, 1996; C. Bauchmann y N. Le Guennec, Autopsie d’une
émeute. Histoire exemplaire du soulèvement d’un quartier, París, Albin Michel, 1997.
32
S. Roché, Le Sentiment d’insécurité, París, PUF, 1993; Insécurités et libertés, París, Le Seuil, 1994;
La Société incivile (en donde se evoca la decadencia del Estado), París, Le Seuil, 1996; Sociologie
politique de l’insécurité, París, PUF, 1998 (en la cual insiste sobre el aumento de la violencia
homicida y la «deficiencia» de la socialización). Escribe en Projet (238, 1994), Le Débat (8, 1995) y
reportes para los ministerios de la Justicia y del Interior sobre estos temas.
33
Sobre la imposición de esta constatación y la dificultad de cuestionarla, véase B. Charlot, J.-C. Emin
(bajo la dirección de), Violences à l’école. État des savoir, París, Armand Colin, 1997.
34
Escenificación antes reservada a la derecha y a las publicaciones semanales: basura tirada por las
ventanas, edificios deteriorados y «graffiteados», niños descontrolados, jóvenes que «deambulan» o
«se oxidan» al pie de los inmuebles y que insultan a los transeúntes, véase los agreden físicamente,
etc.
35
Para un análisis de este fenómeno y de sus efectos, véase A. Accardo (bajo la dirección de),
Journalistes au quotidien, Bordeaux, Le Mascaret, 1995.
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41
Sobre la intensificación de la cooperación europea de los policías, véase D. Bigo, Polices en
réseaux…, op.cit.
42
Se trata de asociaciones de defensa de los «sin-papeles» o de los «inmigrados», de intelectuales y
sobre todo de las jerarquías de cada Iglesia. Véase Y. Gastaud, L’Immigration et l’opinion…, op.cit.,
p.177-181. Pero esta movilización que tiene por corolario la conversión general de las protestas
públicas desde los años 1980 de un apolitismo reivindicado (véase A. Collovald y B. Gaïti, «Causas
que “hablan”…», Politix, 16, 1991; o. Fillieule, «Consciencia política, persuasión y movilización de
los compromisos», Sociologie de la protestation, París, L’Harmattan, 1993), deja vacante el lugar
para un debate político sobre la inmigración y la democracia, la nación, la República.
43
Por ejemplo, el INSEE señala, a partir de enero de 1996, dispositivos de encuesta en los cuales los
indicadores de «violencia» son construidos para evaluar las condiciones de vida de los hogares y
permitir una comparación con los demás países de la Unión europea. El análisis llega a la interesante
constatación de que aquellos que están más expuestos a la violencia y que la temen más son los
jóvenes hombres de menos de 25 años. Véase E. Crenner, «inseguridad y preocupaciones de
seguridad», Données sociales, 1999.
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Véase F. Ocqueteau, Les Défis de la sécurité privée. Protection et surveillance dans la France
d’aujourd’hui, París, L’Harmattan, 1997. La FASP, por la voz de su patrón, Richard Gerbaidu,
pregunta, desde 1991, después el asesinato de Djamel Chettouh por un vigilante en Sartrouville, un
debate en el Parlamento sobre la seguridad interior tomando medidas apropiadas para controlar las
oficinas privadas y las policías municipales y definir una política clara con respecto a las periferias.
48
«Seguridad: porqué la izquierda ha cambiado», explica sobre varias páginas Libération (27 de
octubre de 1997). «Jean-Pierre Chevenement se ataca a las zonas de no-derecho», afirma La Croix (28
octubre 1997).
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entre la policía y la justicia, el ministro del Interior y el ministro de Justicia (sobre las
formas de penalización o los medios por elaborar). Tomado como pretexto en artículos y
juicios, la competencia entre ministerios dominantes no puede más que reforzar su
rivalidad y tomarse en serio el objeto de su desacuerdo: la sanción como «recuerdo de
las normas» de la sociedad y de la vida democrática, si bien como la reforma de la
justicia de los menores en 1999 (desarrollo del posicionamiento precoz de los jóvenes
delincuentes, de los centros de posicionamiento inmediato y de los centros de educación
reforzada) aparece como una escalada de la administración de la Justicia con respecto al
crecimiento del total de policías, al despliegue de las fuerzas del orden sobre el
territorio, a su modernización, al acercamiento de las nuevas brigadas de menores con
los ciudadanos. Si la focalización de los periodistas sobre las políticas conducidas por el
gobierno las legitima legitimando las preguntas que plantea, contribuye más aún a
inscribir la visión tecnocrática de los desórdenes urbanos propios de los responsables
jerárquicos de cada uno de los sectores concernidos en sus comentarios de los
acontecimientos. Este nuevo marco cognitivo se acompaña en la prensa de un uso
creciente de las informaciones entregadas por la justicia y la policía: las estadísticas que
subrayan el aumento de la delincuencia y de la violencia vienen a sostener los
comentarios y justificar la pertinencia de los problemas tratados 49 .
49
Para una crítica reciente de las estadísticas sobre la «violencia», véase L. Mucchieli, «La experticia
policíaca de la “violencia urbana”», Déviance et Société, 4, 2000.
50
A. Bauer, por ejemplo, presentado como experto, toma posición en las páginas «Debates», de
Libération (28 enero 1998) bajo el título: «Violencias urbanas: hechos y pistas». Es el autor con X.
Raufer de un Que sais-je?, Violences et insécurité urbaines (París, PUF, 1998) en los que la tesis más
radicales sobre la pregunta son expuestos.
51
Le Monde, 8 diciembre 1998. La presentación de esta mujer comisaria de policía, en la cual es
recordada su formación de normalista, tiende a mostrar que este problema es tratado de forma
«intelectual» (a la vez sabia y desapasionada) por aquellos que están a cargo, en el seno de la policía,
de encontrarle una solución. A través de ella, es otra imagen de policía la que se presenta, menos
sujeta a las relaciones de fuerza violentas, más reflexiva e «inteligente», lo que justifica que se
escuchen sus análisis, véase se retomen puntos de vista que ella propone. L. Bui-Trong escribió
múltiples artículos sobre esta cuestión, pero en revistas reservadas a «conocedores» y practicantes,
véase, por ejemplo, «Bandas en los saqueos y después en los motines: problemáticas del
mantenimiento del orden», Les Dossiers du CNEF, Gif-sur-Yvette, 1993; «La inseguridad en los
barrios sensibles: una escala de evaluación», Les Cahiers de l’IHESI, 14, 1993; «Incivilidades y
violencias juveniles colectivas en los barrios sensibles», Les Cahiers dynamiques, revue de la
protection judiciaire de la jeunesse, 4, 1996.
52
Por ejemplo, R. Bousquet, Insécurité: nouveaux enjeux, París, L’Harmattan, 1999; A. Ballestrazzi
con la colaboración de P. Katz, Madame le commissaire, París, Prensas de la Ciudad, 1999; C.
Pellegrini, Flic de conviction, París, Anne Carriere, 1999; M. Felkay, Les Interventions de la pólice
dans les zones de violence urbaine, París, L’Harmattan, 1999, y Le Commissaire de tranquilité
publique, París, L’Harmattan, 1999. Comisaria Broussard, Mémoires, París, Plon, 1998.
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traducida en una ciencia cameral mucho más eficaz ya que era el objeto de producciones
científicas «autónomas», antes de ser reinvertida por los recién llegados, más inclinados
a responder a las demandas institucionales. Bajo este ángulo, el papel jugado por el
IHESI (Instituto de altos estudios de la seguridad interior), creado en 1989 por Pierre
Joxe, fue esencial: la mayoría de aquellos que intervienen actualmente sobre «el
problema de las periferias» y de «la violencia» lo han frecuentado. Este instituto ha
favorecido a una renovación intelectual de la policía y de su imagen. Estrategia de
extensión del dominio de competencia de las técnicas policíacas y voluntad anunciada
de producir políticas profesionalizadas y sectorizadas se conjugan para destronar a la
Justicia del campo de las reflexiones sobre la seguridad, suplantar el Equipamiento en el
análisis de los desórdenes urbanos y rivalizar con las policías europeas y sobre todo las
de Estados Unidos, percibidas como el nec plus ultra de la competencia en este dominio.
Pero el IHESI (como antes la Investigación urbana) fue también un lugar de reciclaje de
los saberes sociológicos, de intercambios interdisciplinarios (entre sociólogos,
politólogos, policías, prefectos, alcaldes) y de importación de concepciones y de
experiencias prácticas, ya sea venidas de Estados Unidos y elaboradas para contener los
motines raciales de los ghettos negros, o ya sea inspiradas del modelo canadiense que
predica una «policía comunitaria» de la que la policía de proximidad es el símbolo. Si
ha permitido «sociologizar» los saberes policíacos 56 , ha permitido también
«cameralizar» las investigaciones financiadas haciéndolas responder a las preguntas
prácticas que se planteaban los «responsables» o los «actores» de la seguridad 57 . No
obstante, la fortuna de la visión «policíaca» de los desórdenes urbanos de la que
atestigua el uso cada vez mayor de la noción de «violencias urbanas» se debe más al
cambio simbólico que al éxito práctico. La policía no monopoliza ni el empleo ni sobre
todo el tratamiento que remite a la Justicia, como si ésta hubiera trabajado sin quererlo
en preparar un terreno sobre el cual sus competidores más inmediatos no pudieran
llevarlo.
56
La policía ha abierto sus puertas a los investigadores, facilitando así la multiplicación de los trabajos
exteriores con sus propias preocupaciones. Véase D. Montjardet, Ce que fait la pólice…, op.cit.
57
La suma de los números de los Cahiers de la sécurité intérieur da una estimación. Véase
especialmente «Juventud y seguridad», 5, 1991; «La gestión de la crisis», 6, 1991; «Sistemas de
policía comparados y cooperación», 13 y 14, 1993; «Seguridad sin frontera», 1, 1995; «Los oficios de
la urgencia», 22, 1995; «Mantener el orden», 27, 1997; «¿Un peligro “jóvenes”?», 29, 1997.
Atestiguan igualmente algunos ejemplos de trabajos comandados por el IHESI: J.-P. Grémy, Les
Violences urbaines: comment gérer et prévoir les crises dans les quartiers sensibles , febrero 1996; A.
Midol, Sécurité dans les espaces publics. Huit études de cas sur des équipements ouverts au public ,
junio 1996; A. Bauer y R. Brégeon, Grands Équipements urbains et sécurité, febrero 1997; J.-P.
Grémy, Les Francais et la sécurité: trois sondages en 1996 sur l’insécurité et ses remedes , octubre
1997; M. Aubouin, F. Delannoy y J.-P. Grémy, Anticiper et gérer les violences urbaines, abril 1998.
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