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La cultura popular en problemas

Incursiones críticas en la esfera pública plebeya

coordinador
Gustavo Remedi

Pablo Alvira
Deborah Duarte
Gustavo Remedi
Lucía Naser
Alejandro Gortázar
Marisa Ruiz
Federico Pritsch
prólogo

Transculturaciones plebeyas
Pablo Alabarces

1.
En algún momento de comienzos de siglo, hacia 2002, escribí:

«lo popular había dejado de existir. Muerto de mala muerte, muerto de silencio.
Si lo popular había debido ser violentado académicamente para ser transformado
en objeto de saber —esa era la principal enseñanza de De Certeau—, la academia
volvía sobre sí misma y decretaba, en su expulsión del mapa de lo nombrable, una
muerte peor: la del significante».

Mi pesimismo —ni exagerado ni terminal— aludía a la desaparición


de la categoría popular del mapa de las ciencias sociales y humanas en el
final del siglo pasado. Apenas sobrevivía como adjetivo, adosado a cualquier
objeto para renombrar lo masivo —que no era lo mismo ni era igual—.
El neoliberalismo había hecho estragos también en nuestras disciplinas:
porque se reclamaba que no podían entenderse las transformaciones del
cambio de siglo, después de la caída del Muro de Berlín, si no se inventaban
las nuevas categorías que permitieran pensarlas. Esto llevó al abandono de
conceptos hasta entonces centrales para nuestros análisis (clase a la cabeza,
pero también imperialismo, dependencia, subalternidad, dominación, ex-
plotación, jerarquía, centro-periferia, y con ellas pueblo y cultura popular),
tildados como anacrónicos. Sin embargo, esos conceptos persistieron como
datos de las «nuevas» realidades económicas, políticas, sociales y culturales,
aunque nadie inventó nuevas formas para nombrarlos.
Y también confluyeron otros dos fenómenos: la explosión de la hibrida-
ción para nombrar lo humano y lo divino colaboró en la misma dirección
que lo que las corrientes posmodernas celebraron como la plebeyización de

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Transculturaciones plebeyas / Pablo Alabarces • prólogo

la cultura, un presunto final de la «gran división» cultural que nombraba


Andreas Huyssen en 1986. Una reconciliación ilusoria, en la que las viejas
posiciones alto-bajo —culto-popular— se esfumaban para dar lugar a un
festín omnívoro: toda la cultura era ahora cultura híbrida, sin límites ni je-
rarquías. Los pueblos —esa palabra que «combina un máximo de resonancia
emocional con un mínimo de precisión en la definición de los múltiples y
superpuestos significados que oculta», como decía Eric Hobsbawm— habían
dejado paso a las gentes. O, peor aún, a la gente, el presunto sujeto definitivo
y universal de las nuevas palabras políticas.

2.
No deja de ser irónico que, ya entrado el siglo xxi, volvamos a usar
una palabra, «plebeyo/a», puesta en circulación por Edward P. Thompson
en 1963, en La formación de la clase obrera en Inglaterra hace sesenta años.
Posiblemente, porque las transformaciones del neoliberalismo no permitie-
ron —no estaba en su programa— la desaparición de los plebeyos y de las
plebeyas, ni mucho menos de las condiciones que las y los constituían como
tales. Condiciones, permítaseme otro anacronismo, objetivas. Y para más
anacronismo, recuperamos otro concepto, «transculturación», acuñado por
el cubano Fernando Ortiz en 1940 y retomado por Ángel Rama en 1982.
Decididamente, la reaparición de los estudios sobre las culturas popu-
lares en América Latina nos habla más de continuidades que de fracturas.
Porque no se trata de un mero ejercicio de historia intelectual; se trata de
un nuevo ejercicio de comprensión, de explicación y de intervención (ne-
cesariamente política).

3.
Porque esos estudios sobre las culturas populares han reaparecido, y este
libro es una gran señal en esa dirección. ¿Qué había después de la hibrida-
ción? Más duración que novedad, aun con las sin duda indudables trans-
formaciones de las sociedades, las economías, las políticas y las culturas. La
continuidad básica es la de la dominación, la jerarquía y la subalternidad
como principios estructurantes de nuestras sociedades latinoamericanas,
desde el racismo colonial hasta la organización capitalista. Y una segunda
continuidad, que es la de lo democrático como el horizonte normativo
de nuestra interpretación. Continuidad entonces de la dominación y la
subalternidad estructurando sociedades desiguales, jerárquicas y no demo-
cráticas; y continuidad de lo democrático entendido como postura radical,

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Transculturaciones plebeyas / Pablo Alabarces • prólogo

como el horizonte respecto del cual debemos proponer una interpretación


cultural.
Los nuevos estudios, de los que este libro se constituye como un cen-
tro, proponen que las culturas populares que se habían esfumado en los
90 reaparecen en el nuevo siglo investidas con nuevos ropajes, incluyendo
prácticas novedosas, textos inestables y móviles; pero también propone
que las culturas populares como prácticas, como problema teórico-polí-
tico, siempre señalaron, y continúan haciéndolo, la dimensión en la que
se negocia, se discute y se lucha la posibilidad de una cultura democráti-
ca. Extendidamente, la posibilidad de una sociedad plena y radicalmente
democrática. Por fuera del debate de esas posibilidades, es decir la de un
horizonte radicalmente democrático, de la desaparición de las jerarquías y de
la subalternización, este libro —y los nuevos materiales que están surgiendo
en este preciso momento— no tendría ningún sentido.

4.
En esa reaparición se alinean la edición de la Revista Encuentros Lati-
noamericanos, a fines del 2019, organizada también por Gustavo Remedi
con el título «La esfera pública plebeya en América Latina: prácticas sub-
alternas, usos y significaciones»; y, en el mismo año, una Conferencia que
invoca la categoría en su título (la Conferencia Internacional de Comu-
nicación y Cultura Popular en América Latina y el Caribe, en Santiago de
Chile, organizada por Chiara Sáez, Christian Spencer y Antonieta Vera,
de la Universidad de Chile y la Universidad Mayor), que también están
organizando un volumen sobre la cultura popular chilena y un número
especial de la revista Comunicación y Medios. Antes de eso, apenas tenemos,
como actividad institucional, al Seminario Permanente de Cultura y Re-
presentaciones Sociales, dirigido por Gilberto Giménez en el Instituto de
Investigaciones Sociales de la unam, que en 2012 dedicó su ciclo anual de
conferencias a «El retorno de las culturas populares en las ciencias sociales»,
editando consecutivamente un número de su revista (en el mismo 2012) y
un libro, en 2017. Y hoy, este nuevo volumen.
No parece mucho; sin embargo, son indicios potentes de nuevas agendas.

5.
Transculturadores, mejor que transculturación. La categoría expan-
de la noción de «intelectuales mediadores» formulada por los populistas
argentinos —especialmente, Jorge Rivera— y parece más adecuada a las

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Transculturaciones plebeyas / Pablo Alabarces • prólogo

formaciones culturales contemporáneas: ya no se trata simplemente de


mediar entre la cultura popular y la cultura de masas, sino también entre
la vieja cultura «alta» o «lo local y lo global», entre otros mundos posibles.
Y en ese campo, aparece un entusiasmo, ni excesivo ni populista, por «las
oportunidades que abre la reproducción mecánica y los medios electrónicos
si se los consigue articular a un proyecto de cultura nacional-popular», como
decía Remedi en un texto de 2018.
Con este giro, Remedi obliga a morigerar el optimismo —la inocen-
cia— de la tecnofilia que combina la digitalización de la producción cultural
con la ilusión anarquista de la red, más la presunta democratización radical
que esto significaría para la cultura global. Sin política, dice Remedi, esto se
transforma en mero emprendedorismo, en la carrera individual por monetizar
videos en YouTube o volverse influencer en Instagram. De la subalternidad
poco queda, desplazada por la seducción de una economía de servicios
que ha propuesto la idea de «industrias creativas» para darle un cariz más o
menos amable a lo que es la progresiva desaparición del mundo del trabajo
—sea popular o no, sea artístico o no—.

6.
La mejor definición de lo popular es, como dice Gustavo Remedi, la
de un «lugar heurístico» desde el que podemos —y debemos— repensar
nuestras sociedades y nuestras culturas, haciendo buenas preguntas a los
nuevos problemas. Si seguimos creyendo en una cultura democrática como
horizonte necesario, esas preguntas son indispensables. Este libro abunda
en ellas, que es lo que queríamos demostrar.

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