Está en la página 1de 5

Entre el Concilio de Nicea (a. 325) y el Sínodo de Alejandría (a.

362)

Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro,
obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el
se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa
expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones, que el Emperador
Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue el Concilio de
Nicea, el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía de San Atanasio,
diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousion
(consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo:

««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido
unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de
Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de Doctrina Católica
Denzinger - Dz 54).

Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre ellos
Eusebio de Nicomedia. Aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición anti-
arriana bajo la influencia de su hermana, quien tendía simpatías arrianas. A Eusebio y a otros se les
permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea.
Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de regreso a
Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que llegara. Aprovechando la nueva
situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio de San Atanasio, quien ya era
obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía. Avanzaron aún más durante el reinado del
sucesor de Constantino en Oriente, Constancio II (337-361), quien dio un apoyo abierto al
arrianismo.

En el año 341 se celebró un Concilio en Antioquía, el cual no fue reconocido como concilio
ecuménico y fue encabezado por Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó varias afirmaciones
heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en Occidente, que Constancio II,
emperador de Oriente, y Constante, de Occidente, convinieron en convocar un Concilio en Sárdica
en el 343, donde se logró el regreso de Atanasio y su restauración como obispo de Alejandría, así
como la deposición de sus sedes de muchos obispos arrianos.

Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como único emperador en el año


350, los arrianos recuperaron mucho de su poder, generándose persecuciones anticatólicas en el
Imperio. Durante este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía
arriana con la unificación de los diversos partidos en el interior del arrianismo en el año 359 y su
máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino.

Cuando parecía humanamente que la fe católica se perdía, las cosas se volvieron en contra del
arrianismo. Constancio murió en el año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector. Más
adelante los semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más radicales,
empezaron a considerar la posibilidad de algún arreglo.
Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue restablecido
en Oriente y Occidente, y la ejemplar acción de los Padres Capadocios (San Basilio y San Gregorio
Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio de Constantinopla en el año
381.

El sínodo de Alejandría del año 362, convocado por Atanasio de Alejandría, dio un primer paso en
el proceso de acercamiento a estos dos grupos teológicos. Una de las decisiones tomadas por el
sínodo fue la redacción y envío a la iglesia de Antioquía de Siria de una carta con la que los Padres
del sínodo de Alejandría querían facilitar la reconciliación entre los seguidores de Eustaquio, cuyo
líder era entonces Paulino, y aquellos quien veía a Melecio como el representante de la fe
ortodoxa. La carta propone un protocolo de diálogo que constituye un itinerario de reconciliación,
que podría seguirse en contextos de disidencia teológica similar al de la iglesia de Antioquía. Este
itinerario se compone de tres etapas: la determinación de una base común de fe, el rechazo de la
herejía de la que cada grupo es acusado por el partido rival, la propuesta de la doctrina de la que
cada grupo se considera único defensor.

Respuesta de San Atanasio de Alejandría

La primera información importante sobre Atanasio la tenemos del año 325, cuando asistió al
Concilio de Nicea como diácono del obispo Alejandro de Alejandría (250-326). Su presencia en este
importante evento deja ver que era ya considerado como un posible sucesor en el obispado de
Alejandro. Durante el resto de su ministerio, Atanasio argumentaría, entre otras cosas, que
sostener el arrianismo ponía en juego la misma salvación, ya que solo alguien plenamente humano
podía expiar el pecado humano y sólo uno que fuera plenamente divino podía tener el poder para
salvar. El trabajo de Atanasio fue demostrar que el Nuevo Testamento asumía la doble naturaleza
de Cristo. Al respecto dijo: “Los que sostienen que ‘Hubo un tiempo en que el Hijo no era’ roban a
Dios su Palabra, como los saqueadores”.

Atanasio y Alejandro trabajaron juntos para desenmascarar el error de los arrianos, pero la
controversia se extendió. Incluso, la polémica salió de los escenarios puramente teológicos y llegó
al pueblo. Se hizo muy popular una melodía pegadiza que defendía el punto de vista arriano. Una
parte de la canción decía: “Hubo un tiempo en que el Hijo no era”. En todas las ciudades, escribió
un historiador, “...el obispo contendía contra el obispo, y el pueblo contendía entre sí, como
enjambres de mosquitos luchando en el aire”.

Pero Arrio tenía amigos poderosos que en pocos meses lograron convencer a Constantino para
que le pusiera fin a su exilio. Incluso, el propio Arrio llegaría a firmar el Credo Niceno, y el
Emperador le ordenó a Atanasio, recientemente nombrado Obispo de Alejandría, que restaurara a
Arrio en la comunión de la iglesia. Sin embargo, las firmes convicciones de Atanasio le impidieron
hacer esto, negándose a entregar la comunión a Arrio.

Respuesta de San Hilario

san Hilario de Poitiers, una de las grandes figuras de obispos del siglo IV. Enfrentándose a los
arrianos, que consideraban al Hijo de Dios como una criatura, aunque excelente, pero sólo
criatura, san Hilario consagró toda su vida a la defensa de la fe en la divinidad de Jesucristo, Hijo
de Dios y Dios como el Padre, que lo engendró desde la eternidad. En ella, san Hilario expone su
camino personal hacia el conocimiento de Dios y se esfuerza por demostrar que la Escritura
atestigua claramente la divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre no sólo en el Nuevo
Testamento, sino también en muchas páginas del Antiguo Testamento, en las que ya se presenta
el misterio de Cristo. Ante los arrianos insiste en la verdad de los nombres de Padre y de Hijo, y
desarrolla toda su teología trinitaria partiendo de la fórmula del bautismo que nos dio el Señor
mismo: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»

a) Entre el Sínodo de Alejandría (a. 362) y el Concilio de Constantinopla (a. 381)

Después del Sínodo de Alejandría del año 262, no se celebraron más sínodos importantes en la
evolución de la controversia arriana, porque el emperador Valente (364-368) siguió por completo
la línea de la homoiana fórmula de unidad de Rímini y Seleucia, y trató de imponerla con medidas
puramente políticas tanto contra los nicenos como contra los homoiusianos.

El emperador Teodosio puso fin, a partir de 379, a la dimensión política de la controversia. Los
anomeos o "neoarrianos", dirigidos por Eunomio de Cícico, jugaron un gran papel en la
confrontación teológica con los nicenos, principalmente con Basilio el Grande y con Gregorio de
Nisa, pero en el plano de la política eclesial no pasaron de ser una secta.

b) La última fase del arrianismo y el problema pneumatológico

Macedonio, en un principio de la facción arriana, fue consagrado obispo de Alejandría en 342, con
el apoyo del emperador Constancio. En 359 le retira su favor y lo depone. Macedonio se vuelve
contra católicos y arrianos. Defiende el dogma de la divinidad de Crsito pero enseña que el Espíritu
Santo no es una Persona divina. El Espíritu Santo de los macedonianos se confunde así con el Hijo
de los arrianos.

Su principal discípulo es Maratonio (maratonianos). Se extendieron por Tracia, Bitinia y el


Helesponto. Vivían austeramente. Tuvieron influjo en los monasterios. Fueron perseguidos por
Constancio, recuperaron la libertad bajo Juliano (361-63), perseguidos nuevamente por Joviano,
Valente y Teodosio. Condenados los pneumatómacos (los que, en general, negaban la divinidad
del Espíritu Santo) por el Concilio de Constantinopla en 381 (al que enviaron 36 obispos),
desaparecieron al poco tiempo de la escena histórica.

c) Apolinar, el apolinarismo y el comienzo de las cuestiones cristológicas

Apolinar fue obispo de Laodicea y muy respetado por todos. Defendió la fe nicena y como reacción
contra el arrianismo aseguró que Cristo es Dios pero no hombre perfecto porque tiene un cuerpo
(soma) humano (algunos decían que este cuerpo no era humano, sino increado, al basarse en el
texto "El primer hombre salido de la tierra es terreno; el Segundo hombre viene del cielo", de 1
Cor 15,147) y un alma sensible (psijé) —que había sufrido en la Pasión—, pero no un alma
pensante (nous) humana —pues en Cristo no hay pecado y el pecado está en la voluntad libre—,
pues esta es sustituida por el Verbo.

Los apolinaristas también fueron llamados "diméritos" o "separadores". Fueron refutados por
Atanasio, Teodoreto, Basilio, y denunciados por los Concilios de Alejandría (360), Antioquía (379),
Constantinopla (381) y Roma (374).

Apolinar muere en 382 y la secta desaparece en 430.


d) La respuesta de los Padres

En el Sínodo de Alejandría (362) Basilio el Grande y sus partidarios nicenos acentuaban la divinidad
del Espíritu Santo y así se permitía por primera vez —junto con la aseveración de una hipóstasis en
Dios— la formulación de tres hipóstasis. Con ello, se fundamentaba por primera vez una
concepción diferenciada de upostasiV como persona, no exclusivamente como sustancia.

San Basilio de cesarea

Basilio es considerado uno de los tres grandes “Padres de la Capadocia” de la Iglesia de Oriente del
siglo IV, junto con su hermano, el famoso filósofo Gregorio de Nisa, y Gregorio Nacianceno, obispo
de Constantinopla, que había compartido con Basilio sus primeras experiencias ascéticas. Los tres
se opusieron al arrianismo y en especial a su principal defensor, Eunomio. Considerado una
herejía, el arrianismo fue una idea desarrollada por Arrio, un presbítero de Alejandría, que
postulaba que, como Jesucristo había sido creado de la nada, no podía ser igual a Dios. Las ideas
de Arrio fueron condenadas por su propio obispo, pero la herejía se convirtió en un movimiento
poderoso, respaldado y promovido activamente por varios emperadores. Basilio y los dos
Gregorios se consideraron a sí mismos defensores de la ortodoxia.

San Gregorio Nacianceno

Las controversias teológicas con los arrianos giraban sobre todo en torno a la divinidad del Hijo y
del Espíritu Santo.

Hombre de un profundo espíritu de piedad, contemplativo y de gran unión con Dios, Basilio supo
definir la diferencia entre los términos griegos empleados, dando a entender que en Dios hay una
sola esencia y tres Personas. Y que, por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios.
En su Tratado sobre el Espíritu Santo, proclama la divinidad de la Tercera Persona y su igualdad
consustancial con el Padre y el Hijo; y mostró que las fórmulas con, en quién, para quién, por
quién, usadas al mencionar al Espíritu Santo, no suponen que tiene un origen o esencia diferente
del Padre y del Hijo.

Su mayor mérito estuvo, por tanto, en clarificar la terminología teológica trinitaria, completando el
campo de la ortodoxia católica de Nicea, y contribuyendo a la futura definición del Símbolo
Niceno-Constantinopolitano, promulgado en el Concilio de Constantinopla, pocos años después de
su muerte.

San Gregorio de Nisa

En el año de 370 su hermano Basilio asumió el obispado de Cesarea de Capadocia,15 quién se


allegó de gente cercana a él para apoyarlo en contra del arrianismo.16 Por ello, alrededor del
año 371, Gregorio es ordenado obispo del pequeño poblado de Nisa, a pesar de su personal
oposición.17 Es en este mismo año cuando escribe su tratado De virginitate (Sobre la virginidad),
siendo la primera de una gran cantidad de obras que escribiría.18

Ambos fueron grandes defensores de la fe que se fue imponiendo en los primeros concilios
ecuménicos del cristianismo. Disputaron en contra del arrianismo que decía que Jesús era hijo de
Dios, pero no era consubstancial al Padre, sino que debía considerarse como una criatura enviada
para cumplir las promesas del Padre Dios. Es decir que Jesús no era Dios sino era una simple
criatura. San Gregorio de Nisa atacó esta herejía en el Concilio de Constantinopla del 381 usando
para ello base de filosofía platónica; afirmando la unidad y la Divinidad de las tres personas en una
sola idea divina, tres personas distintas en un solo Dios verdadero. Según Gregorio de Nisa la
unión de las dos naturalezas en Cristo es tan fuerte que se puede hablar tranquilamente de
un hombre omnipotente o de que Dios fue crucificado

También podría gustarte