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Lección 4.

BLOQUE I

1.- Indique si son verdaderas o falsas las siguientes afirmaciones (justifique su


respuesta):

a) Una norma es válida –esto es, existe– si es aceptada y cumplida


mayoritariamente por los ciudadanos.
b) Una norma es válida si es previsible que sea aplicada por los jueces y tribunales
de un Estado.
c) Un norma es válida si se corresponde con los criterios de justicia de una
sociedad determinada.
d) El Derecho puede ser justo o injusto.
e) El hecho de que una norma no se cumpla por un grupo numeroso de ciudadanos
no implica que esa norma deje de pertenecer al ordenamiento jurídico.

2.- Identifique las condiciones de validez presentes en estas normas (algunas


pueden contener varias):

a) Art. 14 CE:
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social.

b) Art. 66 CE:
2. Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus
Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias
que les atribuya la Constitución.

c) Art. 81 CE:
2. La aprobación, modificación o derogación de las leyes orgánicas exigirá
mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del
proyecto.

d) Art. 86 CE:
1.En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar
disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decretos-leyes
[...].

2. Los Decretos-leyes deberán ser inmediatamente sometidos a debate y votación


de totalidad al Congreso de los Diputados, convocado al efecto si no estuviere
reunido, en el plazo de los treinta días siguientes a su promulgación [...].

e) Art. 149 CE:


1. El Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias:
1.ª La regulación de las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos
los españoles en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes
constitucionales.
2.ª Nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería y derecho de asilo.
3.ª Relaciones internacionales.
4.ª Defensa y Fuerzas Armadas.
5.ª [...]

3.- ¿Cuál es la diferencia entre invalidez y derogación? De las siguientes normas,


señale cuál es inexistente, inválida, derogada o válida sólo de facto. Justifique su
respuesta:

a) Constitución española.
b) Los artículos de un Estatuto de Autonomía declarados inconstitucionales por
el Tribunal Constitucional, cuatro años después de su aprobación y tras un largo
debate (e, incluso, habiendo sido aplicados).
c) Texto Refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964.
d) La aprobación por unanimidad del pleno del Ayuntamiento de Polopos
(Granada) de un acuerdo por el que se reinstaura la República Española.
e) El testamento en el que Nicasio nombra heredero universal de todos sus
bienes a su perro Mefistófeles.
f) Prohibido circular a más de 110 Km./h en autovía.

4.- Indique cuál es el sentido –jurídico, político o sociológico– del término eficacia
en cada uno de los siguientes enunciados:

(1) Las leyes que ignoran tradiciones socialmente arraigadas o que imponen
sanciones simbólicas están condenadas a la ineficacia.
(2) A pesar de la cantidad de recursos empleados, las medidas contra la violencia
de género no son plenamente eficaces.
(3) El testamento de Nicasio, en el que nombra heredero a su (otro) perro
Nicomedes, carece de eficacia.

5.- ¿Cómo afecta la ineficacia (inobservancia) de una norma a su validez? ¿Tiene


sentido decir que un ordenamiento jurídico en su totalidad es válido pero ineficaz?

6.- El Parlamento democrático de un Estado aprueba, respetando el procedimiento


legalmente establecido, una norma por la cual a los miembros de una minoría
étnica se les priva de la nacionalidad, de sus derechos políticos y estableces límites
a sus libertades de expresión, ideológica, religiosa, de empresa, etc.; ¿diría que se
trata de una decisión legítima?

BLOQUE II
1.- ¿Con qué teoría del derecho asocia cada uno de los textos anteriores? Justifique
su respuesta en cada caso.

Hobbes, T. Leviatán (trad. C. Mellizo), Alianza, 1989, pp. 122 y 216.


“De esa ley de naturaleza que nos obliga a transferir a otro esos derechos que, de
ser retenidos, impiden la paz de la humanidad, se deriva una tercera ley, que es ésta: que
los hombres deben cumplir los convenios que han hecho. Sin esta ley, los convenios se
hacen en vano y sólo las palabras vacías; y como de ese modo permanece el derecho de
todos los hombres a todas las cosas, nos encontramos aún en un estado de guerra.
Y en esta ley de naturaleza consiste la fuente y el origen de la JUSTICIA.
Porque donde no ha tenido lugar un convenio, no se ha transferido ningún derecho a
todo; y, en consecuencia, ninguna acción puede ser injusta. Pero cuando un convenio ha
sido hecho, entonces es injusto quebrantarlo. Y la definición de INJUSTICIA no es otra
que el incumplimiento de un convenio. Y todo aquello que no es injusto, es justo.
Pero como los convenios de mutua confianza, cuando existe temor de que alguna
de las partes no cumpla, son, según ha quedado dicho en el capítulo anterior, inválidos,
aunque el origen de la justicia sea el establecimiento de convenios, no puede haber de
hecho injusticia hasta que la causa de ese temor sea eliminada. Y esto último no puede
hacerse mientras que los hombres continúen en su natural condición de guerra. Por lo
tanto, antes de que los nombres de justo e injusto puedan tener cabida, tiene que haber
un poder coercitivo que obligue a todos los hombres por igual al cumplimiento de sus
convenios, por terror a algún castigo que sea mayor que los beneficios que esperarían
obtener del infringimiento de su acuerdo, y para hacer efectiva esa propiedad que los
hombres adquieren en sus contratos mutuos, como recompensa por el derecho universal
al que han renunciado. Un poder coercitivo así, no lo hay con anterioridad a la erección
del Estado. Esto mismo puede también deducirse de la definición de justicia que de
ordinario se da en las Escuelas; pues dicen los escolásticos que la justicia es la voluntad
constante de dar a cada uno lo suyo. Y por lo tanto, allí donde no hay suyo, esto es,
donde no hay propiedad, no hay tampoco injusticia, pues todos los hombres tienen
derecho a todas las cosas. Por consiguiente, allí donde no hay Estado, nada es injusto.
De manera que la naturaleza de la justicia consiste en cumplir aquellos convenios que
son válidos; pero la validez de éstos sólo empieza con la instauración de un poder civil,
capaz de obligar a los hombres a cumplirlos; y es también entonces cuando comienza la
propiedad”.
“…defino la ley civil de esta manera: La Ley civil es, para cada súbdito, aquella
serie de reglas que el Estado le ha mandado de palabra, o por escrito, o con otros
signos suficientes de la voluntad, para que las utilice a la hora de distinguir lo que está
bien y lo que no está bien, es decir, lo que es contrario y lo que no es contrario a la
regla.
En esta definición no hay nada que no sea evidente a primera vista. Pues todo
hombre puede ver que algunas leyes están dirigidas a todos los súbditos en general, que
otras se dirigen a provincias particulares, que otras se refieren a vocaciones específicas,
y que otras se dirigen a individuos en particular; son éstas, por tanto, leyes para cada
persona o grupos a los que están especialmente dirigidas, y para nadie más. Es,
asimismo, evidente, que las leyes son normas para establecer lo justo y lo injusto, no
pudiéndose decir que algo es injusto si no es contrario a alguna ley. Y también, que
nadie puede hacer las leyes excepto el Estado, pues nuestra sujeción es debida,
únicamente, al Estado; y que los mandatos deben darse con signos suficientemente
claros, ya que, de otro modo, un hombre no sabría cómo obedecerlos. Por tanto, todo lo
que pueda deducirse necesariamente de esta definición como consecuencia suya, debe
ser reconocido como verdadero”.

Bobbio, N. “Formalismo jurídico y formalismo ético”, en Contribución a la Teoría del


Derecho (trad. A. Ruiz Miguel), Debate, 1990, p. 113. [Este texto de Norberto Bobbio
puede resultar útil para entender el anterior de Hobbes]
“Para Hobbes un hombre sólo puede cometer injusticia contra alguien con el que
está ligado por un contrato, porque la injusticia consiste únicamente en defraudar la
palabra dada, esto es, en violar los pactos (De Cive, 111, 4). No existe, pues, para
Hobbes ningún criterio sustancial de valoración de las acciones en base al cual puedan
ser consideradas justas o injustas. El criterio de valoración y justificación es puramente
formal: es justa la acción conforme a los pactos e injusta la disconforme. Un sistema
semejante se basa exclusivamente en la máxima “pacta sunt servanda” (...). Ya que el
Estado está también constituido en base a un contrato, no hay en el ámbito del
Ordenamiento jurídico de un Estado otra justicia que la fidelidad al pacto constituido ni
otra injusticia que su violación. E incluso: ya que es fin del contrato constitutivo del
Estado la constitución de un poder absoluto según la fórmula “yo prometo hacer todo lo
que el soberano mande”, de ahí deriva que sólo al soberano le corresponde establecer lo
que es justo e injusto (De Cive, VI, 16), o, en otras palabras, de ahí deriva la afirmación
de la teoría legalista de la justicia, según la cual la leyes justa en cuanto tal, por el solo
hecho de ser ley, esto es, expresión de la voluntad del que detenta el poder soberano, o,
con otra fórmula, es justo lo que está mandado e injusto lo que está prohibido”.

Tomás de Aquino. Suma de Teología, 1-11, q. 95, Biblioteca de Autores Cristianos,


1989.
“Como dice San Agustín, “la ley que no es justa no parece que sea ley”. Por
tanto, la fuerza de la ley depende del nivel de su justicia. Y, tratándose de cosas
humanas, su justicia está en proporción con su conformidad a la norma de la razón. Pues
bien, la primera norma de la razón es la ley natural, como consta por lo ya dicho. Por
consiguiente, toda ley humana tendrá carácter de ley en la medida en que se derive de la
ley de la naturaleza; y si se aparta en un punto de la ley natural, ya no será ley, sino
corrupción de la ley”.

Holmes, O. W. La senda del Derecho, Abeledo-Perrot, 1975, p. 21.


“La confusión a que me refiero pone en crisis concepciones supuestamente
jurídicas. Tomad, por ejemplo, la pregunta fundamental “¿Qué es el Derecho?”.
Encontraréis que ciertos autores os dirán que es algo distinto de lo que dicen los
tribunales de Massachussets o de Inglaterra, que es un sistema de la razón, que es
deducción a partir de principios de ética o axiomas universalmente aceptados, o cosa
parecida, que puede o no coincidir con las sentencias judiciales. Pero si adoptamos el
punto de vista de nuestro amigo el mal hombre, veremos que a éste le importan un bledo
los axiomas o deducciones, pero que en cambio le interesa saber qué es lo que en efecto
han de resolver probablemente los tribunales de Massachussets o de Inglaterra. Yo
opino de manera bastante parecida. Yo entiendo por “Derecho” las profecías acerca de
lo que los tribunales harán en concreto; nada más ni nada menos”.

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