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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL

CUSCO.

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES.

ESCUELA PROFESIONAL DE FILOSOFIA.

TEMA:

“Una crítica al evolucionismo neodarwiniano


mecanicista” mecanicista”

ASIGNATURA : ANTROPOLOGIA.

DOCENTE : Mg. EDDI MIGUEL SUCARI MAMANI.

APELLIDOS Y NOMBRES : DE LA QUINTANA BEJAR RENZO RODRIGO.

CÓDIGO : 215740

CUSCO – PERÚ
UNA CRÍTICA AL EVOLUCIONISMO NEODARWINIANO
MECANICISTA

INDICE.

I. INTRODUCCIÓN.

II.

III. DESARROLLO.

II.1. FUNDAMENTOS DE LA TEORIA EVOLUTIVA NEODARWINIANA.

II.2. EL ARGUMENTO DEL EVOLUCIONISMO NEODARWINIANO

MECANICISTA.

II.3. LOS 4 TIPOS DE RELACIONES CAUSALES EN LA FILOSOFÍA

ARISTOTÉLICO TOMISTA.

II.4. UNA RESPUESTA AL ARGUMENTO DEL EVOLUCIONISMO

NEODARWINIANO MECANICISTA: LA EVIDENCIA DE LA

TELEOLOGIA

IRREDUCTIBLE EN LOS SITEMAS ORGANICOS.

IV. CONCLUCIONES.
I. INTRODUCCIÓN.

La teoría neodarwiniana de la evolución biológica es considerada por

muchos hoy en día, como veraz más allá de toda duda razonable, una suerte

de “nueva ortodoxia” para los biólogos y genetistas o una clase de “dogma

científico” incontrovertido para algunos de sus proponentes, aunque uno

aparentemente bien avalado por la evidencia científica cuando se trata de

explicar la enorme y compleja diversidad biológica de nuestro planeta. Hoy

en día muchos científicos y filósofos defensores del neodarwinismo

evolutivo, han tratado de contextualizarlo dentro de una visión “mecánica” de

la realidad, producto de la filosofía de los llamados pensadores “modernos”

como Descartes, Locke, y Hobbes, con el ambicioso objetivo de desentrañar

todos los misterios del mundo, como si se trátese de desmantelar un reloj

para comprender las rígidas actividades de sus partes.

Este articulo tiene por objetivo, mostrar como el evolucionismo darwiniano en

su intento por explicar exhaustivamente la naturaleza bajo la tutela de la

filosofía mecanicista falla, como la teleología en la filosofía aristotélico

tomista es un aspecto relevante de la realidad objetiva, que es indispensable

para entender el proceso de la evolución biológica.


II. DESARROLLO.

II.1. FUNDAMENTOS DE LA TEORIA EVOLUTIVA NEODARWINIANA.

En orden de comprender el evolucionismo darwiniano, primero debemos

distinguir entre la teoría evolucionista como fue originalmente planteada

por el naturalista inglés, Chales Darwin (1809-1882) y la llamada teoría

evolutiva “sintética” o neodarwiniana. La primera se refiere a la teoría de

la selección natural propuesta por Charles Darwin en El origen de las

especies (1859). Según el biólogo uruguayo, Enrique P. Lessa (2009), el

evolucionismo de Darwin tiene como elementos esenciales su carácter

gradualista, su descripción de la evolución como un proceso de

diversificación a partir de ancestros comunes y a lo largo de diversas

líneas de descendencia, y el proceso de selección natural, es decir, la

adaptación de algunos especímenes a sus medios ambientes mediante

cambios graduales que favorecen su perpetuación frente a aquellos que

no lo logran.

Las características fundamentales del darwinismo evolutivo, según

Lessa, se pueden resumir de la siguiente forma1:

1. Ruptura con el esencialismo. Darwin estableció una conexión entre

la variación dentro de las especies y la divergencia entre ellas. Para

ello debió romper la visión esencialista según la cual cada especie es

inmutable y refleja su diseño por parte del Creador, y la variación

1
Lessa, E. (2009). Vigencia del Darwinismo.pp.75-76 Laboratorio de Evolución, Facultad de
Ciencias, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. Recuperado de:
https://scielo.conicyt.cl/pdf/gayana/v73s1/art07.pdf
individual representa “ruido” que debe ser descartado para reconocer

la esencia de cada especie.

2. Restricción a causas naturales. En contraste con muchas teorías y

especulaciones precedentes, la evolución darwinista no invoca

procesos ni factores de ordenamiento externos al mundo natural. No

hay referencias a una orientación general hacia la perfección, ni una

visión en la cual el proceso evolutivo adquiere un sentido más

trascendente (por ejemplo, por su orientación hacia la aparición de

una especie superior: la nuestra). En particular, el proceso de la

selección natural, identificado por Darwin como el principal agente de

cambio evolutivo, carece de propósito ulterior.

3. Unidad y diversidad de la vida. La unidad de la vida representa el

legado de la herencia de una generación a la siguiente y, por esa vía,

desde el ancestro común de los seres vivos a todos sus

descendientes. A su vez, la “descendencia” que da continuidad y

unidad a la vida, ocurre “con modificación”, generando al mismo

tiempo diversidad. Vemos entonces que la vida, y por ende la

biología, evidencian a la vez importantes elementos en común y una

heterogeneidad abrumadora. En la época de Darwin, la unidad y

diversidad de la vida se manifestaban en la clasificación biológica, en

la anatomía, la fisiología, y el comportamiento, en la distribución

espacial y temporal de la diversidad.

4. Pensamiento poblacional. La selección natural, tal y como la

concibieron Darwin y Wallace, es un proceso poblacional de carácter

probabilístico. En su génesis, combina: 1) observaciones sobre la

variación del mundo biológico en la naturaleza, tanto dentro como

entre especies, 2) razonamientos inspirados en Malthus sobre las


interacciones entre las acciones individuales y colectivas

(particularmente en lo referente a la reproducción y al uso de los

recursos) y la dinámica demográfica de las poblaciones, y 3) el

conocimiento acumulado en la práctica de la selección artificial.

Posteriormente a los planteamientos originales de Charles Darwin, el

redescubrimiento de las leyes de Mendel a comienzos del siglo XX

generó, en primera instancia, un movimiento según el cual la mutación, y

no la selección, guiaba el proceso evolutivo. Sin embargo, entre los

genetistas surgieron figuras como Ronald Fisher, Sewall Wright y John

Haldane, que reconocieron a la mutación como el primer paso de

génesis de variación genética, cuyo destino era definido, en el juego

poblacional, por la selección natural. Estos y otros autores desarrollaron

modelos matemáticos de evolución por selección, operando sobre la

variación genética.

La difícil convergencia del naturalismo (postura filosófica según la cual

toda la realidad consiste en fenómenos naturales que puede ser

develada mediante la ciencia) y la genética evolutiva, tuvo lugar gracias

al trabajo pionero de Theodosius Dobzhansky, cuya obra “La genética y

el origen de las especies” (1937) esta obra procura, precisamente, reunir

la nueva disciplina de la genética con la obra darwiniana. En interacción

con Dobzhansky, Ernst Mayr publicó su obra “La sistemática y el origen

de las especies” (1942), incorporando más fuertemente al naturalismo y

el estudio de la biodiversidad en el marco de una “teoría sintética” o

“neodarwinista” de la evolución.
De particular relevancia en las obras de Dobzhansky y Mayrson, son el

concepto biológico de especie y un estudio detallado de los procesos de

formación de especies. La “especiación”, como se la conoce desde

entonces, es por lo general un fenómeno poblacional y gradual como

proceso, pero resulta en la formación de unidades discretas, las

especies, que ingresan al juego macroevolutivo. La teoría neodarwinista

se consolidó al promediar el siglo XX y, a pesar de las enormes

transformaciones de la biología desde entonces y de los no pocos

desafíos y críticas a los que ha sido sometida, sigue siendo la visión

dominante de la evolución hasta nuestros días.

Los componentes básicos de la teoría evolucionista sintética o neo

darwiniana, según Lessa, son2:

1. Herencia mendeliana. La incorporación de la genética moderna al

darwinismo permitió, por una parte, el rechazo definitivo del

lamarckismo y, por otra, resolver la evidente dificultad de cualquier

teoría evolutiva que no partiese de un conocimiento positivo de los

mecanismos de la herencia.

2. Resolución entre variación genética y continuidad. Fisher y otros

establecieron los fundamentos de la genética cuantitativa en parte

para resolver este punto. No existe contradicción entre la variación

genética y la continuidad de la especie.

3. Carácter aleatorio de la mutación. La teoría sintética adoptó la

noción de que las mutaciones no representaban, en sí mismas,

2
Ibidem. pp.77-78.
respuestas adaptativas a desafíos ambientales, sino que ocurrían por

diversas causas que nada tenían que ver con la adaptación.

Gradualmente se han ido reconociendo como agentes mutagénicos

diversos agentes fisicoquímicos, tanto externos (como la radiación)

como resultantes de la actividad biológica (como los radicales libres,

es decir, moléculas que se elaboran durante el desarrollo celular y

que normalmente suelen tener un impacto negativo en el ADN). Más

recientemente se ha tomado conciencia de que la propia maquinaria

de replicación y reparación del ADN es imperfecta e introduce o tolera

mutaciones con frecuencias bajas, pero consistentes. En suma, se

entiende que las mutaciones resultan de procesos perfectamente

estudiables, pero pueden considerarse como aleatorias con respecto

a su valor adaptativo.

4. Formulación matemática de algunos procesos evolutivos

fundamentales: Fisher, Wright y Haldane fueron pioneros en

expresar la teoría del cambio evolutivo en términos de variaciones en

las frecuencias alélicas en las poblaciones. Los alelos (formas

alternativas en las que puede manifestarse un gen) tienen un destino

expresable en modelos matemáticos que incorporan, no solamente su

origen mutacional, sino los cambios en su frecuencia resultantes de

procesos tales como la selección natural (a favor o en contra de alelos

y sus combinaciones genotípicas) y la migración. Curiosamente,

Fisher y Wright consideraron, y en cierta medida desarrollaron,

modelos de evolución sin selección, definidos esencialmente por la

mutación y la deriva genética. Sin embargo, la teoría sintética o

neodarwinista mantuvo un perfil esencialmente seleccionista.


5. Concepto biológico de especie y proceso de especiación:

Dobzhansky y Mayr fueron responsables de la adopción, luego

generalizada, del neodarwinismo emergente por parte de los

naturalistas. Para ello desarrollaron y aplicaron los modelos de Fisher,

Wright y Haldane a la diversidad biológica, pero además definieron

con claridad problemas propios del naturalismo. Una definición clara

de la especie biológica como unidad esencial de la diversidad, y una

visión de los procesos de formación de especies (especiación) y de

los mecanismos que las mantienen como entidades discretas

(mecanismos de aislamiento), fueron contribuciones fundamentales a

la consolidación de la teoría sintética.

6. El registro fósil: George Gaylord Simpson contribuyó fuertemente a

consolidar la noción de que el registro fósil permitía, por una parte,

desechar la visión de progreso lineal impulsada por el vitalismo

(posición filosófica según la cual los organismos vivos tiene un

impulso o fuerza vital que los diferencia de los seres inanimados)y,

por otra, adoptar la visión darwinista de evolución sin orden

predefinido, lenta, gradual, y posiblemente “guiada” (metafóricamente)

por la selección natural a lo largo de diversas ramas del árbol de la

vida.

Con respecto al rol de la evidencia, según el historiador y antropólogo

peruano, Fernando Silva Santiesteban (2018). Las evidencias de los


procesos del neodarwinismo evolutivo de las especies, pueden ser

resumidos en las siguientes conclusiones generales3:

1. Las especies no son estáticas ni permanecen inmutables, sino que

cambian a través del tiempo. El cambio inicial es de origen interno y

es regulado por el medio ambiente en forma de selección natural.

2. Estos cambios y las modificaciones que tienen lugar en las especies

son graduales y continuos y sólo perceptibles en grandes períodos.

3. Las especies actuales que pueblan la Tierra han devenido a través

de un proceso constante de modificaciones de especies que

existieron hace millones de años. Los estudios bioquímicos indican

que todas las clases de organismos, alrededor de 2 millones de

especies vivientes y de millones de tipos extinguidos, son

descendientes de una común y primitiva forma de vida.

4. En el largo proceso evolutivo, las sucesivas modificaciones

determinan la aparición de especies cada vez más complejas y

articuladas. Cada una de las clases de organismos vivientes son

producto de la adaptación a muchos medioambientes de la Tierra.

5. La conclusión 4, es a lo que Darwin denominó “selección natural”, y

es esta y no la mutación lo que dirige las variaciones hereditarias. Lo

que hace la mutación es proporcionar a largo plazo un stock de

genes nuevos que, como lo demostró Tschtverikoff en 1926, son

mantenidos en estado recesivo hasta que llega el día en que, si las

circunstancias modificadas del medio son favorables, permitirán a

uno o a otro gen suministrar una determinada ventaja a su poseedor.

3
Silva, F. (2018). Antropología: conceptos y nociones generales pp.70-71 Fondo de Cultura
Económica S. A. de C. V. Lima, Perú.
6. Pese a que la evolución es un proceso que continuamente va

progresando, no conlleva fin específico alguno ni conduce a ninguna

meta hasta ahora discernibles. Lo único observable es la adaptación.

7. El hombre, puesto que es animal, ha devenido también de especies

menos evolucionadas siguiendo los mecanismos de la selección

natural.

Dadas estas distinciones conceptuales, la explicación de características

y presentación de las evidencias, en el siguiente capitulo expondremos

el argumento del evolucionismo neodarwiniano mecanicista.

II.2. EL ARGUMENTO DEL EVOLUCIONISMO NEODARWINIANO

MECANICISTA.

El presente artículo no tiene por objetivo refutar todas y cada una de

las distinciones conceptuales, características, y evidencias sobre el

neodarwinismo mecanicista presentadas hasta el momento, a

excepción de la siguientes:

a) la segunda característica del darwinismo que menciona Lessa:

“En contraste con muchas teorías y especulaciones precedentes,

la evolución darwinista no invoca procesos ni factores de

ordenamiento externos al mundo natural. No hay referencias a

una orientación general hacia la perfección, ni una visión en la

cual el proceso evolutivo adquiere un sentido más trascendente

(por ejemplo, por su orientación hacia la aparición de una especie

superior: la nuestra). En particular, el proceso de la selección

natural, identificado por Darwin como el principal agente de

cambio evolutivo, carece de propósito ulterior”.


b) la sexta evidencia del neodarwinismo que plantea Silva:

“Pese a que la evolución es un proceso que continuamente va

progresando, no conlleva fin específico alguno, ni conduce a

ninguna meta hasta ahora discernibles. Lo único observable es la

adaptación”.

Lessa es bastante claro cuando afirma que el evolucionismo

darwiniano y neodarwiniano no admiten propósito alguno, mientras que

en el caso de Silva, una primera parte de su afirmación explicita la

inexistencia de la teleología en la naturaleza, al afirmar que la

evolución es un proceso que continuamente va a progresando pero que

no conlleva fin especifico, no obstante, también afirma que nuestra

limitación epistémica actual no nos permite discernir la existencia de

algún fin en la evolución o no. Para formular el argumento del

evolucionismo neodarwiniano mecanicista, nos basaremos tanto en la

anterior afirmación de Lessa como en la primera parte de la anterior

afirmación de Silva:

Premisa 1. Si existe teleología en los sistemas orgánicos,

entonces la evolución biológica es un proceso que tiende a un fin

especifico y objetivo (a nivel de los cambios adaptativos

individuales o colectivos).

Premisa 2. la evolución biológica no es un proceso que tiende a

un fin especifico y objetivo (a nivel de los cambios adaptativos

individuales o colectivos).

Conclusión: Luego, no existe teleología a nivel biológico.


La primera premisa en este argumento es poco cuestionable, pues

como veremos en el siguiente capítulo, si que existe teleología en la

naturaleza, no existe sistema orgánico e inorgánico que no tiende a

un fin especifico. Es la segunda premisa del argumento la que

intentaremos rebatir en el capítulo II.4.

II.3. LOS 4 TIPOS DE RELACIONES CAUSALES EN LA FILOSOFÍA

ARISTOTÉLICO TOMISTA.

En orden de defender la teleología, es pertinente antes explorar

algunos aspectos metafísicos elementales. De acuerdo con la filosofía

aristotélico tomista existen solo cuatro tipos de explicaciones causales

para toda realidad finita: una causa material, una causa eficiente, una

causa formal y una causa final

Las 4 relaciones causales se pueden entender de la siguiente forma:

Primeramente, tenemos la causa material es decir la materia

subyacente de la que se compone un objeto de la experiencia, por

ejemplo, en el caso de una pelota, sería el caucho. Luego tenemos la

causa formal, esta no se refiere a la figura geométrica que tiene un

objeto, sino en un sentido más general, el conjunto de caracteres

estructurales distintivos o patrón que exhibe la materia, que, en el caso

de la anterior pelota, comprende características como la esfericidad, la

solidez y el rebote. A continuación, tenemos la causa eficiente, aquella

que inmediatamente genera un efecto o cierto rango de efectos, es la

que hace que un objeto sea, o, más técnicamente, que actualiza (que

hace real) una potencialidad (alguna capacidad o posibilidad) en una


cosa; en el caso de la pelota, entre sus causas eficientes estarían las

acciones de los trabajadores y/o máquinas en la fábrica en la que se

manufacturo la pelota. Por último, tenemos la causa final que es el fin,

la meta o el propósito de una cosa, también llamada “telos” por

Aristóteles, en el caso de la pelota seria, por ejemplo, proporcionar

diversión a un niño.

Según el filósofo Tomista, Edward Feser, en combinación, estas

causas proporcionan una explicación completa de una cosa. Las cuatro

causas son completamente generales, se aplican en todo el mundo

natural y no solo a los artefactos humanos4. Por ejemplo, en el caso de

los órganos del ser humano, para entender lo que es un corazón,

tenemos que conocer su causa material, es decir, que está hecho de

tejido muscular de cierto tipo, pero hay muchos músculos en el cuerpo

que no son corazones, por lo que necesitamos tener más información,

necesitamos conocer su causa formal y, por lo tanto, que el tejido

muscular del corazón está organizado en aurículas, ventrículos, venas

y similares. Luego está su causa(s) eficiente(s), que en este caso

serían los procesos biológicos que determinaron que de ciertas células

embrionarias se genere un corazón en lugar de un riñón, cerebro o un

páncreas. Por último - lo más importante de todo según Feser-, es

causa final, pues sin esta las otras 3 causas son ininteligibles, en el

caso del corazón, que cumple la función de bombear sangre.

Para Feser, es imperante tener en cuenta 2 cuestiones básicas cuando

intentamos dilucidar estas cuatro relaciones causales5.

4
Feser, E. (2008). The Last Superstition: A Refutation on the New Atheism pp. 72-73. ST.
Agustin Press. Indiana, EE. UU
5
Ibidem pp. 73-77.
Primero, las causas materiales y formales implican mucho más que el

hecho obvio de que los objetos ordinarios de nuestra experiencia están

hechos de algún tipo de cosas más fundamentales - como lo átomos - y

que estas se encuentra organizadas de cierta manera. La causa

material implica que alguna cosa tiene ciertas potencialidades y carece

de otras, en el caso de la bola de goma, dada la organización física que

posee, uno la pude pintar de diferentes colores o la pude fundir en un

horno a una alta temperatura y juntar el material liquido resultantes con

otros materiales para moldear otro tipo de pelota, más su estructura

física no le permite moverse por sí misma o sentir frio o calor. De la

misma manera, en el caso de un corazón humano, el miocardio es

capaz de realizar contracciones fuertes, continuas y rítmicas que se

generan automáticamente gracias a los impulsos eléctricos, más el

tejido muscular no puede resistir el impacto de una bala o la necrosis

celular.

En cuanto a la causa formal de una cosa, esta es, en el nivel más

profundo, la forma o esencia sustancial de algo, es decir, el completo

conjunto de características que definen lo que esa cosa es y la

diferencian de otras. En el caso del ser humano, por ejemplo, la causa

formal no solo se limita a dar cuenta de la organización física que este

tiene a diferencia de una planta, una piedra o un escarabajo,- a nivel

atómico, molecular y celular - , sino también, da cuenta de la capacidad

de desarrollarse biológicamente mediante ciertas etapas a través del

tiempo, de moverse, alimentarse, percibir el mundo a través de cinco

sentidos, así como de la posesión de una potencia intelectiva que le

permite conocerse a sí mismo y la realidad circundante y la capacidad


de autodeterminarse libremente por medio de los actos voluntarios,

además de interrelacionarse y organizarse en torno a una comunidad.

En segundo lugar, así como las causas materiales y formales están

profundamente entrelazadas en la filosofía de Aristóteles y Santo

Tomas de Aquino, también lo están las causas eficientes y las causas

finales. No puede haber causas eficientes sin las finales, es decir,

cualquier causa eficiente generara algún efecto o rango de efectos

determinados bajo ciertas condiciones, cuya actualidad residía

previamente, (en potencia) en la causa. Supongamos que tenemos un

vaso de vidrio encima de una mesa, si alguien metería el vaso en un

horno a altas temperaturas o lo golpeara con un martillo, el vaso se

quebraría, este efecto particular es producido por una cusa eficiente (la

persona que lo coloca en el horno o lo golpea con un martillo), en

cualquier caso, el vaso, súbitamente, no va a desaparecer o convertirse

en oro, hay una tendencia potencial en el vaso que apunta en una

dirección y no en otras, algo que hace que apunte más allá de sí

mismas de cierta manera, una causalidad final o teleología.

En el caso del vaso de vidrio, este tiende a quebrarse en alguno de los

dos casos anteriores, antes de ser metido en el horno o ser golpeado

por el matillo, el vaso era potencialmente quebradizo y esta

potencialidad se actualiza bajo alguna de las dos causas eficientes

anteriores (con esta finalidad), no importe si alguien llega a meterlo al

horno o a golpearlo o nunca nadie lo hace, el vaso tiene ciertas

potencialidades que se actualizan bajo ciertas condiciones y en cierto

sentido, mas no en otros.


Con respecto a los filósofos y científicos que discrepan o han

discrepado con la metafísica aristotélico tomismo. La objeción general

más conocida y difundida a las relaciones causales proviene de la

filosofía moderna, especialmente bajo la influencia del filósofo empirista

David Hume (1711-1776), quien negaba que realmente exista algún

tipo de causalidad objetiva, postulando que lo que percibimos como

relaciones causales, son realmente una relación entre eventos

temporalmente ordenados - en un antes y un después -.

Para Feser, una de los grandes errores de Hume al negar la objetividad

de la causalidad, es lleva a situaciones inconcebibles. Supongamos

que se lanza un ladrillo hacia una ventana (evento 1). Ahora

supongamos que la ventana se rompe (evento 2). Según Hume,

cuando decimos que el primer evento causó el segundo, lo que en

realidad sucede es, solamente, que 1 ocurrió antes que 2. No obstante,

dado que es concebible que el primer evento podría ocurrir sin el

segundo, por contraintuitivo y descabellado que nos parezca, el

lanzamiento del ladrillo puede, en teoría, - según quienes niegan el

principio de causalidad aristotélico - ser seguido por la desaparición del

ladrillo en el aire, o la transformación del ladrillo en un conejo o en un

ramo de rosas.

Hablando lógicamente, los eventos se encontrarían independientes y

separados sin una conexión necesaria entre ellos. Entonces, tal vez el

hecho de que estén "constantemente unidos" en nuestra experiencia

sea lo que nos lleva a pensar que existe tal conexión causal. Quizás la

necesidad está en nosotros y no en el mundo objetivo; es decir, tal vez

realmente no haya ninguna conexión causal objetiva entre los ladrillos


lanzados y las ventanas destrozadas, y esta categorización refleja solo

la manera en que nuestras mentes operan, mas no es parte de la

realidad objetiva.

En este sentido, las relaciones causales, se convierte en correlaciones

regulares o "leyes" entre los eventos, y la ciencia debe contentarse con

el descubrimiento de estas correlaciones.

Feser responde a esta objeción, apelando al sentido común de la

filosofía Aristotélica tomista. En otras palabras, según el sentido

común, no son los eventos sino las cosas las que causan efectos. La

causa eficiente es aquella que es inmediata al efecto, y la más

directamente responsable de este, la causa eficiente es simultánea con

el efecto, no temporalmente anterior a este. En el caso de la ventana

rota, el punto clave en la serie causal sería la fuerza que el ladrillo

imprime al vidrio y la rotura de la ventana. Estos eventos son

simultáneos; de hecho, Aristóteles -según Feser- diría que el ladrillo

que se empuja en el vidrio y la fractura del vidrio son en realidad el

mismo evento, considerado bajo diferentes descripciones. O podríamos

pensar en un alfarero que hace una olla, donde la actividad de

modelado de la mano del alfarero y la forma de la arcilla blanda son

simultáneas, y nuevamente, se describe uno y el mismo evento de

maneras diferentes.

A menos que el ladrillo no choque con la ventana, el vidrio no se

romperá y amenos que el alfarero no introduzca sus manos en la

arcilla, esta no se moldeara. El análisis de cualquier serie de eventos

finalmente se resuelve en una serie de causas íntimamente

relacionadas de esta manera.


Otra idea elemental para explanar la relevancia de la causalidad

objetiva, que expone Feser, es que una causa no puede generar un

efecto más a haya de sus propias potencialidades, dicho de otra forma,

el efecto es algo que previamente se encontraba en la causa de cierta

manera: Supongamos que nos encontramos con un charco de agua

cerca de un grifo. Naturalmente, concluiríamos que el charco fue

causado por el agua que broto del grifo, ya sea porque alguien la abrió

o porque tiene una fuga. El efecto es un charco de agua y la causa es

algo totalmente capaz de producir ese efecto - el grifo y el sistema de

cañerías que transporta el agua-. Ahora supongamos que nos

encuentras con un charco de líquido espeso, pegajoso y de color rojo

oscuro. En este caso se puede concluir que la apertura del grifo no fue

la causa, al menos no por sí misma. La razón es que no hay nada en el

agua que suele brotar del grifo que, por sí sola, pueda producir este

efecto específico, o al menos no todas las características del efecto.

La apertura del grifo podría producir un charco de agua, y tal vez

incluso un charco de líquido vagamente rojizo si había óxido en las

cañerías, pero no un charco de líquido espeso, pegajoso y de color rojo

oscuro, específicamente. Lo más probable es que se llegue a la

conclusión de que alguien ha derramado una lata de refresco cerca del

charco, o tal vez que alguien ha estado sangrando mucho cerca al

charco. Incluso si se hubieran descartado estas posibilidades y hubiera

pruebas de que el charco procedía del grifo, después de todo,

llegaríamos a la conclusión de que, de alguna manera, un líquido rojo

tan espeso (sangre, soda o lo que sea) no podría salir del grifo a

menos que alguien lo hubiese mesclado con el agua que transporta las

cañerías o que pudo haber algo en el suelo que cuando se mezcla con
agua del grifo produce químicamente este líquido rojo espeso. Lo que

nunca consideraríamos seriamente, es la sugerencia de que el agua

que normalmente sale del grifo, por sí misma, produjo un charco de

color rojo oscuro, porque simplemente no hay nada en el agua que

pueda producir el enrojecimiento, el grosor o la adherencia del charco;

ergo debe haber habido algo además del agua que produjo el efecto.

Como lo ilustra este ejemplo, el efecto podría estar "contenido en" la

causa de varias maneras. Podría ser que la causa fuera roja, ya que la

sangre o el refresco de fresa es rojo incluso antes de que cause un

charco rojo. Pero también podría ser que la causa no fuera en sí misma

roja, sino que tuviera el poder, capacidad o potencialidad de generar

enrojecimiento en el efecto; por ejemplo, ni el agua ni alguna sustancia

química diseminada en el suelo podrán ser roja, pero producirían un

líquido rojo oscuro y espeso cuando se combina. Para tomar otro

ejemplo, la causa de un incendio podría estar en llamas, como cuando

se usa una antorcha para iniciar un incendio, o en su lugar, la cusa

puede tener el poder de producir fuego, como lo tiene un encendedor

de cigarrillos incluso cuando no está encendido. La forma tradicional de

hacer esta distinción, es decir que una causa tiene la característica que

genera en el efecto "formalmente" en el primer tipo de caso (por

ejemplo, cuando tanto la causa como el efecto son rojos o están en

llamas) y "eminentemente" en el segundo tipo de caso (por ejemplo,

cuando la causa no es en sí misma roja o está en llamas, pero tiene un

poder inherente para producir el enrojecimiento o el incendio. Si una

causa no contuviera todas las características de su efecto de manera

formal o eminente, no habría manera de explicar cómo se produjo el

efecto de la misma manera en que sucedió.


Habiendo comprendido el principio metafísico de la causalidad como es

explicado por Aristóteles y Santo Tomas, estamos ahora preparados

para rebatir el argumento del evolucionismo neodarwiniano mecanicista

y defender la objetividad de la teleología en los sistemas orgánicos.

II.4. UNA RESPUESTA AL ARGUMENTO EN FAVOR DEL

EVOLUCIONISMO NEODARWINIANO MECANICISTA: LA EVIDENCIA DE

LA TELEOLOGIA IRREDUCTIBLE EN LOS SITEMAS ORGANICOS.

Feser precisa 3 razones generales por las que la teleología es irreductible a

nivel de los sistemas orgánicos:

En primer lugar, el lenguaje que emplean los científicos y filósofos naturalistas

al intentar explicar la complejidad biológica, esta permeado de metáforas que

hacen alusión a la teleología: basta con analizar expresiones como: “producto

de la selección natural”, “la lucha por la supervivencia”, “las reglas de la madre

naturaleza”, “las funciones de los órganos”. Ellos pueden responder aquello a lo

que se refieren, es que los patrones complejos que observamos en la

naturaleza, no pueden ser inteligibles a menos que hablemos de ellos como si

fuesen guiados por un propósito, mientras que en realidad objetiva no existe

ningún propósito en la naturaleza. Solo hay patrones de causas materiales y

eficientes.

Feser responde, que el propio hecho de tratar de explicar la teleología como

patrones complejos de causas materiales y eficientes, es impotente para

explicar la propia teleología de los eventos metales de intencionalidad que se

reflejan en sus propias intenciones de negar la teleología. Los naturalistas

suelen postular que la teleología si es que existe, es dependiente de la mente


humana. El problema de postular que llas funciones que vemos en los órganos

biológicos, por ejemplo, no están realmente allí, sino que existen solo en

relación con un observador que asigna un valor normativo a los procesos

causales, es que la propia: “asignación de un valor normativo" – de acuerdo

con Feser-, es un ejemplo del tipo teleológico que esencialmente caracteriza a

las criaturas con mentes, como los humanos. Si es que todo el lenguaje

metafórico permeado de intenciones no se corresponde con una lectura

objetiva, consecuentemente, los naturalistas que lo emplean para explicar los

complejos patrones naturales, en realidad no están explicando nada.

Segundo, para evitar el lenguaje teleológico, estos filósofos y científicos

naturalista afirman que las causas finales solo con patrones de causas

materiales y eficientes con aspecto teleológico. Explican la función de los

órganos bilógicos como formaciones estructurales producto de la mutación

genética que, dada la selección natural, tuvieron éxito en prolongar la

supervivencia de los individuos en las que aparecieron. De tal forma, que

cuando decimos que la función de un organo especifico es “x” (un hígado, por

ejemplo), lo que estamos diciendo en verdad, es que hubo una mutación

genética en el pasado que llevo a la formación de un órgano que permitía

purificar la sangre de los individuos que lo desarrollaron, de tal manera que

estos pudieron sobrevivir a diferencia de los individuos que no

Feser aclara que este razonamiento falla al afirmar que un órgano no cumple

una función definida, a menos que haya sido “seleccionado” por los procesos

evolutivos. Si cabría la posibilidad de que Darwin se halla equivocado y que la

mutación genética aleatoria y la selección natural no hayan producido la

enorme cantidad de diversidad biológica que observamos, tendríamos que


concluir que los órganos no tiene ninguna función definida, lo cual es

evidentemente absurdo.

El concepto de función (eminentemente teleológico) es absolutamente

indispensable para la investigación biológica ordinaria. No es posible dar una

descripción precisa e informativa de algún organismo y sus diversas partes, sin

hacer referencia a alguna función, propósito o conceptos relacionados.

Finalmente, algunos naturalistas modernos salen tratar de evitar la teleología,

apelando a la complejidad del ADN empleando un lenguaje computacional, sin

embargo, al igual que en el caso de los órganos biológicos, no hay forma de

describirlos ni explicarlos sin un leguaje teleológico. Cuando se habla del ADN,

se suele hablar de “información", de una seria de "instrucciones", o de un

"modelo”. Todas estas descripciones representan que el ADN es algo que

tiende a más allá de sí mismo como lo hace un pensamiento (del cual se deriva

el significado del lenguaje). Los conceptos computacionales tan comunes hoy

en día para explicar la complejidad bilógica - apunta Feser- solo tienen sentido

en el contexto de un usuario o intérprete que asigna un significado a los

símbolos.

Como dice Feser, citando a el físico Paul Davies:

“Los conceptos como “información” o “software” no provienen de las ciencias

naturales, sino de la teoría de la comunicación e involucran calificadores como

el contexto y el modo de descripción, nociones que son bastante ajenas a la

descripción del mundo por parte del físico. Sin embargo, la mayoría de los

científicos aceptan que los conceptos informativos se aplican legítimamente a

los sistemas biológicos, y tratan alegremente la información semántica como si

fuera una cantidad natural como energía. Así que nos quedamos con la

contradicción de que necesitamos aplicar conceptos derivados de actividades


humanas con propósito (comunicación, significado, contexto, semántica) a los

procesos biológicos que ciertamente parecen tener un propósito, pero que de

hecho no lo son (o no se supone que lo sean).

Feser concluye aseverando, que nadie cree que las moléculas de ADN tengan

literalmente “mentes” o representen o piensen conscientemente sobre algo, o

que alguien las esté utilizando para "calcular" algo. Entonces, lo que la biología

moderna nos revela es la existencia de una estructura física que "apunta" o a

algo más allá de sí misma y, sin embargo, es completamente inconsciente..

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