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En primer lugar, tratamos en clase una de las más notorias críticas al esencialismo. Nos
referimos al evolucionismo darwiniano que considera que hay un origen común de las
especies que han evolucionado. Según esta teoría, los seres vivos han experimentado un
proceso evolutivo y el concepto protagonista ya no es la noción de sustancia, que Charles
Darwin evita emplear, sino las de individuo y especie. La categoría principal es la de proceso.
Las especies evolucionan, está en proceso, a través de la evolución de sus individuos. Todo
hay que verlo dentro de un macroproceso, en este caso; de origen y evolución de la vida.
Asimismo, hay una contraposición entre la ontología de la sustancia y una que prioriza el
proceso. La ontología que prioriza Darwin resalta la evolución y el proceso, en este caso, de
las distintas especies que tienen un linaje o tronco común que se puede estudiar. El proceso
evolutivo es de una gran amplitud y dura miles de años por lo que hay que reparar en un
marco mucho más grande. En El origen de las especies (1859) este autor introduce la tesis de
que las especies evolucionan, una idea que supuso un auténtico shock en su momento. Ya
desde Aristóteles, biología y ontología han ido de la mano, pero la teoría evolutiva de Darwin
supuso un enorme avance a través de la siguiente tesis:

El resultado final es que cualquier ser tiende a perfeccionarse cada vez más en relación
con las condiciones. Este perfeccionamiento conduce de manera inevitable al progreso
gradual de la organización del mayor número de seres vivientes en todo el mundo.1

Según Aristóteles, las especies se repiten y suceden (bellota-encina-bellota-encina) por


lo que Darwin observa que, si fuera así, las especies no mutarían, sino que irían reviviendo y
generando distintos individuos dentro de esa taxonomía y sucesión constante. Hablar, como
hace Darwin, de que las especies evolucionan produjo una gran conmoción pues implicaba
señalar que hay cambios que engendran especies e individuos nuevos que antes no existían.
Igualmente, en el cambio natural, según Darwin, no hay teleología. La evolución no es un
proceso que se dirija a algún fin en concreto. Como vemos, para Darwin no hay un fin
particular. No hay un orden en la naturaleza ya hecho de antemano, como se creía en el
mundo helénico.

Por otra parte, Darwin recoge la teoría económica de Malthus ̶ que la evolución de las
fuerzas productivas y los recursos es más lenta que el aumento de la población ̶ y la aplica a
los reinos animales y vegetales. Para el biólogo, estos se rigen por las mismas leyes que las
poblaciones humanas porque se dan las mismas circunstancias. En cada especie nacen más
individuos de los que pueden sobrevivir en un entorno con unos recursos limitados por lo que
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Darwin, C. (2019). El origen de las especies. Penguin Clásicos. (pág. 202), Barcelona.

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cualquier ser, si varía de formas que sean más adaptativas, tendrá más probabilidad de
sobrevivir y ser naturalmente seleccionado.

En la época de Darwin todavía no se había desarrollado la teoría genética y no se sabía


a qué se debían las variaciones que no encajaban con el esquema aristotélico. De hecho, en
este momento, las variaciones se consideran algo provechoso. Unas variaciones se
seleccionan porque son favorables para la supervivencia y otras no. Como vemos, no hay una
teleología que explique las circunstancias de las especies e individuos. Son variaciones
aleatorias para Darwin, pues todavía Mendeleiev no había desarrollado su teoría. Sin
embargo, ya se identifica esa variabilidad natural y la importancia de la herencia que lleva a
que la selección de una variación mínima que ha sido provechosa para la superviviencia
tenderá a reproducirse en muchos otros individuos. Fundamentalmente, Darwin viene a
subrayar que las especies son variedades biológicas muy señaladas y permanentes dentro de
una multiplicidad de manifestaciones de la vida, por lo que todos los individuos son miembros
de una especie y todas las especies están interconectadas.

Por el contrario, si la variación no perdura, esta da lugar a un «monstruo». Las


especies no son inmutables y las que pertenecen al mismo género se debe a que su
supervivencia responde a una evolución positiva. En caso de que no se reconozca la conexión
entre un especimen y algún otro es porque este estos especímenes forman parte de una familia
cuyos miembros están extintos. Este ordenamiento, además, responde a la necesidad científica
de una taxonomía:

Desde el período más remoto en la historia del mundo se ha constatado que los seres
orgánicos se parecen entre sí en grados descendientes, de modo que puedan
clasificarse en grupos subordinados unos a otros.2

Lo interesante de Darwin es que este es un proceso sin sujeto, a diferencia de


Aristóteles. El eje de gravitación hasta ese momento durante siglos fue la sustancia, pero en
este momento el foco se pone en el cambio, en el proceso. Justamente, hoy en día hay un
movimiento en filosofía que se denomina process philosophy en el que se enmarcan autores
tales como Johanna Seibt o Nicholas Rescher. Estos autores lanzan otra mirada a la historia de
la filosofía para intentar entresacar figuras que no hicieron hincapié en la noción de sustancia
que ha producido un sesgo que había que contrarrestar mediante un cambio de enfoque
orientado hacia la idea de proceso.

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Darwin, C. (2019). El origen de las especies. Penguin Clásicos. (pág. 583), Barcelona.

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Heráclito es, para ellos, el pionero de la filosofía del proceso al tener intuiciones
fundamentales ̶ panta rei; nosotros tenemos una foto fija, pero en realidad todo fluye; la
guerra permanente de unos seres con otros a través de la idea de pólemos; todo lo que surge es
por oposición de contrarios; etcétera ̶ . El fuego en Heráclito se puede ver de dos maneras: una
general ̶ todo emana del fuego ̶ , pero también está la idea de que el fuego no tiene sujeto al
observar procesos que carecen de este ̶ tornado, helada, un rayo… ̶ .

Hay procesos sin sujeto ̶ evolución, procesos sociales ̶ y otros con sujeto. Para estos
filósofos del proceso, los procesos con sujeto se pueden explicar mediante la teoría general de
los procesos pues, en el fondo, cualquiera de estos sujetos es una foto fija dentro de un
proceso más amplio. Además, para ellos, no todo lo que puede explicar la filosofía del
proceso se puede explicar desde una ontología de la sustancia, pero sí que toda la ontología de
la sustancia se puede explicar desde la filosofía del proceso. Asimismo, hay procesos
naturales que la ontología de la sustancia no puede explicar en tanto que una mirada
exclusivista de la sustancia parece olvidar la idea de causa. Estos filósofos del proceso ven a
Aristóteles con una doble faz: su filosofía habla de cambio y potencia, pero a la vez no pone
el énfasis en el proceso, sino en la sustancia. Lo ven dentro y fuera de este esquema.

Una vez reseñada esta corriente, es conveniente que tratemos el pragmatismo. Para
ello, cabe subrayar que la aparición de La evolución de las especies no dejó indiferente a la
filosofía y la corriente que más claramente defendió la incorporación de estas ideas fue el
pragmatismo norteamericano. La gran mayoría de autores actuales tiene una visión
ciertamente pragmatista. El fundador de esta corriente fue Charles Sanders Peirce, un
matemático, físico, lingüista y filósofo de los siglos XIX y XX. Este autor, que podría
considerarse una suerte de Leibniz contemporáneo, fue el padre también de la semiótica
moderna. William James, por su parte, creó el primer laboratorio de psicología experimental
en Harvard ̶ toda esta corriente está vinculada a dicha universidad ̶ y era hermano del escritor
Henry James. El otro autor clásico que inauguró esta corriente fue John Dewey.

James absorbió el evolucionismo darwiniano para asumirlo en la filosofía y lo primero


que resaltó es que este produjo una especie de cortocircuito cultural en Occidente. En seguida
se dio una dicotomía entre las tesis y las creencias religiosas y las científicas en los círculos de
intelectuales ̶ filósofos, científicos, escritores… ̶ como el que fundó junto a Peirce para
debatir una serie de cuestiones en la Universidad de Harvard. Así trata este choque James:

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No obstante, desde que el darwinismo desalojó de una vez para siempre de la mente de
los hombres de ciencia la idea de una causa final, el teísmo ha vacilado, ha sido
reemplazado en nuestra imaginación por una especie de deidad inmanente o panteísta
que obra en las cosas.3

Como podemos ver, Darwin produjo una escisión entre las creencias de tipo religioso y
las científicas, pues era muy difícil ser religioso y científico a la vez. Por ende, se generó una
ruptura en los sistemas de creencias. El propio James pasó por una serie de crisis personales
profundísimas porque no sabía cómo poner en armonía o conciliar sus creencias religiosas y
científicas. Esto produjo un choque, es decir, un malestar y uno de los objetivos de James era
superar esta incoherencia que surge de la teoría de Darwin. James era un científico, pensaba
que lo que Darwin teorizaba estaba bien hecho, pero además era una persona con creencias
religiosas.

Conviene que señalemos que una de las bases del pragmatismo consiste en que, ante
las dicotomías ̶ religión y ciencia, cuerpo y mente, objeto y sujeto de conocimiento… esto es,
dicotomías ontológicas ̶ no hay que intentar tomar partido por uno de los polos, sino
disolverlas. Esta es para esta corriente la única forma de romperlas. Hay que atacar el origen
de la dicotomía y no hace falta tomar partido pues se pueden tener ambas miradas sin
conflicto. Las dicotomías producen conflictos ̶ verbigracia, en las universidades islámicas no
hablan del darwinismo, no lo enseñan, lo intentan refutar ̶ . El pragmatismo trata de solventar
dicotomías para apaciguar conflictos sociales y se sitúa en una posición de mediación entre
posturas:

Ofrezco esta cosa singularmente llamada pragmatismo como una filosofía que puede
satisfacer ambas aspiraciones. Puede permanecer religiosa como el racionalismo, pero
al mismo tiempo, de acuerdo con el empirismo, puede estar en el más fecundo
contacto con los hechos.4

William James acopia ocho conferencias que dio en Boston sobre qué es el pragmatismo
en el libro Pragmatismo en el que propone que se vaya al origen mismo de la dicotomía. Para
Wittgenstein, un problema filosófico se resuelve analizando el uso que hacemos del lenguaje

3
James, W. (2017). Pragmatismo: un nuevo nombre para algunos antiguos modos de pensar.
Biblioteca Nueva (pág. 65), Madrid.
4
Molina G., E. (1910). El pragamtismo o la filosofía práctica de Mr. William James. Universidad de
Chile (pág. 10), Santiago de Chile.

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y buscando un buen uso de este. Cuando hacemos esto, muchos problemas filosóficos
desaparecen, se disuelven. Como vemos, esta sería una visión muy influida por el
pragmatismo. La disolución es una idea pragmatista que atañe a muchas cuestiones
ontológicas relevantes.

En la primera conferencia James trata la dicotomía religión y ciencia al señalar que las
diferencias más importantes en filosofía tienen que ver con el carácter. Las divergencias
filosóficas se circunscriben a la postura personal ̶ como es el caso del choque entre
racionalismo y empirismo, monismo y dualismo, religión y ciencia… ̶ , no a argumentos. Por
consiguiente, se está siendo insincero cuando se cree que la diferencia se basa en argumentos
y no en posturas personales. La filosofía es una cuestión de sensibilidades de fondo que
separa a los autores. En filosofía tratamos luego de articular argumentos para hacer robusta
nuestra postura personal, pero lo importante es la sensibilidad de fondo que separa, por
ejemplo, a racionalistas y empiristas. Dicho de otra forma, hay un prejuicio que condiciona
nuestro pensamiento de forma que no somos en ningún momento representantes auténticos de
un posicionamiento, sino que somos una amalgama de creencias que se condensan dentro de
una postura enteramente personal que no es resultado de una objetividad, sino de nuestra
sensibilidad.

En el segundo capítulo de este libro aparece una anécdota que relata una situación en la
que James estaba en el campo junto a sus amigos y vieron una ardilla moverse alrededor de un
tronco. Él y sus amigos empezaron a preguntarse si una persona que persiguiera la ardilla
alrededor del tronco daría vueltas alrededor de ella. James dijo que las posturas, tanto
contrarias como favorables, tenían razón y, a su vez, se equivocaban. Todo dependía de qué se
entendiera por dar vueltas.

La dicotomía se disuelve en cuanto fijamos qué quiere decir “dar vueltas a” y, así,
muchos problemas de la metafísica o la ontología provienen de la imprecisión sobre el
significado de los términos empleados. James acude, para argumentar esta idea, a dos tesis de
Peirce. Una primera sobre el significado de los conceptos que sugiere que el significado de un
concepto viene dado por las consecuencias que esperamos del uso de ese concepto ̶ esto es, el
concepto “mesa” viene dado por las consecuencias prácticas que prevemos de la acción en
relación con las cosas que llamamos “mesas” (apoyar libros, etc.) ̶ . Luego todo hay que
dirigirlo hacia las consecuencias de algo.

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Resumidamente, Peirce viene a desmontar la concepción clásica de los conceptos.
Considerar que es en el lenguaje donde opera la imprecisión pues nuestra visión de mundo
viene determinada por el desarrollo que esperamos de nuestras acciones basadas en el uso de
nuestros conceptos. Por lo tanto, para emplear conceptos hace falta que alcancemos un
consenso sobre qué esperamos del mismo sin importar si se trata del concepto “Dios” o del
concepto “mesa”. Tenemos que aclararnos con aquello a lo que nos referimos cuando
empleamos un concepto. Precisamente, este es un conflicto que observamos en la actualidad y
del que se derivan numerosos desacuerdos pues no tiene las mismas implicaciones, por
ejemplo, entender el feminismo de una forma u otra y lo que cada parte entienda por
feminismo depende de las acciones que están dispuestas a realizar en nombre del feminismo.
Es necesario explicitar el significado que tiene un concepto. Por ello, el uso que se hace de un
término es su significado ̶ las consecuencias esperables marcan la significación ̶ .

En segundo lugar, Peirce sugiere que una creencia es un hábito de acción. Las creencias
no son sobre todo estados psicológicos de los individuos, como los deseos o los miedos.
Aunque lo sean eso no es lo importante de estas. Una creencia es un hábito de acción. Se crea
por experiencia y repetición previa, de forma que todo se basa en qué se está dispuesto a
hacer. Nuestras creencias se muestran en lo que hacemos.

El signo de que hemos interiorizado una creencia es que hacemos cosas sin pensarlas
como si se tratara de un automatismo, un acto reflejo No hay creencias puramente teóricas
pues esta corriente resalta la importancia de la practicidad. Consecuentemente, una creencia
que no se plasma en nada y que no tiene consecuencias en la vida de la gente no es una
creencia. No es posible que las creencias no tengan consecuencias puesto que se tienen que
“materializar” en la acción. Los hábitos de acción son creencias y todas las creencias se
muestran o expresan en algún lugar, en alguna acción, en algún momento. Por consecuencia,
la fe religiosa también debe evidenciarse y hacerse visible a través de acciones en las que se
materializa la creencia de que Dios existe, de forma que el empleo de los términos asociados
al ámbito religioso debe estar marcado por aquello a lo que se está dispuesto a hacer y no por
una creencia huera sin potencial transformador y activo sobre la vida.

Unamuno, en Del sentimiento trágico de la vida, es probablemente el primer


filósofo español que reconoce la importancia de la filosofía de James. De este autor resalta la
idea de que “Dios es que yo quiera que exista Dios”, esto es; la existencia divina consiste en
que se actúe como si Dios existiera, implica hacer una serie de cosas que uno no estaría
dispuesto a hacer si no creyera en Dios. Para él, decir es actuar como defendió en aquel
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encuentro con Millán Astray en la Universidad de Salamanca. Decir algo es actuar como si
fuera así. Para Unamuno, no se trata de los argumentos, tal y como sugiere el tomismo, sino
que lo importante es actuar como si Dios existiera.

En algo se notará nuestra creencia, en alguna acción sin importar la soledad de la


creencia. Por tanto, pensar es actuar, y lo que uno piensa viene determinado por lo que uno
hace. Aquí se observa una fuerte influencia socrática que explica por qué el libro se titula
Pragmatismo: un nuevo nombre para antiguos modos de pensar. En suma, James señaló que
lo importante es la creencia que viene configurada por las consecuencias esperadas y no tanto
por la adhesión absoluta a un dogma como ya precisó Unamuno:

Ya dijo no sé dónde otro profesor, el profesor y hombre Guillermo James, que Dios
para la generalidad de los hombres es el productor de inmortalidad. Sí, para la
generalidad de los hombres, incluyendo al hombre Kant, al hombre James y al hombre
que traza estas líneas, que estás, lector, leyendo.5

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Unamuno, M. (2018). Del sentimiento trágico de la vida. Alianza Editorial (pág. 30), Madrid.

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