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INTRODUCCION

Hacia el último tercio del S. XIX, nace la teoría del evolucionismo cultural y, con ella, la
ciencia antropológica anglosajona. La idea de evolución, es decir, el cambio paulatino de
las sociedades hacia formas considerablemente más perfectas, es mucho más antigua. Sin
embargo, es en el S.XIX cuando aparecieron, con las premisas y la lógica de la Ilustración,
distintas teorías evolutivas.

Son varios los motivos que hacen surgir esta teoría en este momento histórico. El clima
intelectual evolucionista de la época, con el desarrollo de la filosofía de la historia de
Hegel, el materialismo histórico de Marx y el evolucionismo biológico de Darwin, es uno
de ellos. La segunda revolución geográfica y colonial que tiene lugar en el S. XIX es otro
de los factores. La segunda expansión europea, realizada por los países que hicieron su
revolución industrial y como consecuencia de la misma. Tal revolución supone por una
parte, un nuevo contacto de occidente con culturas diferentes y extrañas y hace surgir la
necesidad de conocerlas para dominarlas. Por otra, aparece una ideología evolucionista con
el fin de legitimar la empresa colonial: los pueblos avanzados deben civilizar a los pueblos
primitivos, pues éstos tienen que recorrer el mismo camino. Se difunde la religión del
"progreso", como los conquistadores ibéricos difundieron el catolicismo.

EL EVOLUCIONISMO

El curso de la evolución es la historia de la vida. Del curso de la evolución es de lo que


habitualmente hablan y escriben los paleontólogos.
Darwin fue el autor que mejor y más convincentemente argumentó a favor del
evolucionismo, pero no el primero ni el único que lo hizo. Lo que si constituye una
originalidad de Darwin es la selección natural, el mecanismo responsable del cambio
evolutivo.
Darwiin abrió el debate sobre el origen de las especies y su teoría de la selección natural
como motor de cambio, tuvo que enfrentarse a teorías evolucionistas rivales, que llegaron a
dominar en los años del paso del siglo XIX al XX, y lo que resurge en las décadas del 40 y
50 del siglo XX es el neodarwinismo, donde se quiebra el darwinismo estricto (selección
natural).
Las teorías rivales del darwinismo estricto son 4:
El evolucionismo teista o finalismo: que intentaba elaborar una especie de teología natural
en la que la evolución tuviera cavida y que, sobre todo, dejara a salvo el principio del
propósito divino que debería animar a la naturaleza.
El neolamarckismo: la teoría de Lamarck era antes que la de Darwin y defendía como
motor de la evolución la herencia de los caracteres adquiridos, o sea que las modificaciones
que el organismo experimenta durante toda la vida por el uso y desuso de sus órganos se
transmiten a la descendencia.
La teoría de la mutación es la dela evolución a saltos o saltacionismo. Y ésta teoría admitia
la aparición súbita de nuevos tipos biológicos sin pasar generación tras generación por el
fino cedazo de la selección natural.
Ortogénesis es la teoría de la evolución impulsada por fuerzas internas a los propios
organismos, y que no están sometidos al control del ambiente.
Ninguna de éstas 4 teorías concebían a la selección natural; la teoría de Darwin es, en
síntesis, la fuerza del ambiente actuando lenta e imperceptiblemente sobre los organismos a
lo largo de muchísimo tiempo. La evolución será lineal si el ambiente mantiene una misma
dirección de cambio, lo que puede ocurrir en ocasiones, pero no necesariamente tiene que
ocurrir así. Tanto el neolamarckismo como el finalismo teísta y la ortogénesis son teorías
que defienden un modelo de evolución en línea recta que no produce como resultado la
acción directa del ambiente.
En el neolamarckismo es la “voluntad” de los propios organismos lo que lleva a avanzar en
una dirección constante, aunque el fin que se persigue sea la adaptación al ambiente.
En el finalismo teísta se trata de la voluntad divina, y la adaptación no es desde luego el fin
último de la evolución sino la producción del ser humano al final de los tiempos
geológicos.
Y en la ortogénesis son las misteriosas fuerzas vitales, y no el medio, las que impulsan la
evolución en línea recta.
Los ortogenistas y losneolamarckistas negaban que la variación se produjera al azar, unos y
otros eran, aunque de diferente manera, finalistas: los lamarckistas porque atribuían el
control y la dirección de la evolución a los propios organismos que orientaban sus esfuerzos
hacia un fin (la adaptación), en tanto los ortogenistas porque el futuro de una tendencia era
previsible de antemano, una vez establecida su dirección, los ortogenistas creían más bien
en que las mutaciones se producían preferentemente en determinada dirección.
La teoría darwinista se basa en la competencia entre los individuos en la lucha por la vida, y
la correspondiente supervivencia y éxito reproductor de los “mejores”, así que el bien de la
especie no puede explicar el comportamiento ni la cooperación, ni tampoco los rituales de
combate o las armas inofensivas. Debería en todo caso, propiciar el egoísmo y la
insolidaridad, así como la traición y el golpe bajo en la pelea, y por supuesto ganarla el que
tuviera las garras más afilada Una posible solución al problema es la llamada “selección de
grupo”. Si los grupos compitieran entre sí, aquellos grupos más solidarios vencerían a los
otros.
El paleontólogo George Gaylord Simpson distinguía en 1944 tres modos evolutivos:
Un modo es la especialización; y consiste en la multiplicación del número de especies de
una rama evolutiva. Plantea siempre división de los linajes evolutivos, que sonlas ramas del
árbol de la vida. A cada escisión se la denomina técnicamente “cladogénesis” y a la
evolución por ramificación “evolución cladogenética”. Este modo evolutivo aumenta
necesariamente la biodiversidad.
Otro modo evolutivo es la llamada “evolución filética” y consiste en que un linaje va
cambiando a lo largo del tiempo sin ramificarse, por lo que no aumenta el número de
especies. Esta es una evolución lineal y se denomina también “anagénesis” o “evolución
anagenética”.
La evolución filética es totalmente diferente de la especialización porque la última consiste
en la aparición de una nueva especie por aislamiento

DEL DARWINISMO AL NEODARWINISMO


Para Darwin, la evolución resulta de la lenta acumulación de pequeños cambios; el
mecanismo propuesto por él y por Wallace, para hacer funcionar la evolución, la selección
natural, tiene un carácter netamente adaptativo. Sobreviven y se reproducen sólo los
individuos mejor adaptados a las circunstancias particulares de cada especie.
Darwin no estaba convencido de que la evolución produzca progreso biológico; el único
avance que veía claro era el de la mayor aptitud de las nuevas especies respecto de las
viejas a las que sustituyen. La evolución, en esencia, por medio de la lucha por la vida
favorece a los más aptos, y pocas veces podrán las especies que no se transforman
sobrevivir en la feroz competencia con las nuevas formas.Para Darwin la selección natural
era, en esencia, el mismo mecanismo que la selección artificial, aunque no hubiera “nadie”.
La solución a éste enigma de la selección sin seleccionador la encontró casualmente
Darwin en 1838 en una obra publicada de 1798 por el economista y demógrafo británico
Thomas Malthus; tanto Wallace como Darwin (escribe por el trabajo de Malthus , escribe
un resumen que luego amplió “El origen de las especies”) llegaron a la misma conclusión:
los mejores adaptados sobreviven los que mejor cazan, los más fuertes, los más saludables,
etc.
La selección natural puede actuar únicamente aprovechándose de ligeras variaciones
sucesivas; no puede nunca dar un salto, sino que debe avanzar por los pasos más cortos y
lentos.
Los años del cambio del siglo XIX al XX la creencia en la evolución era ya general, y no
sólo Darwin era el primer evolucionista, sino que en la escena se encuentra Lamarck que
proponía la herencia de las modificaciones que durante la vida sufre el organismo al
enfrentarse a su ambiente. El Lamarckismo, es una teoría del ambiente y de la adaptación,
pero se diferencia en el origen de las variaciones que proponía Darwin, que proponía que
las variaciones se producen espontáneamente sin que se pueda hacer nada para provocarlas,
la selección natural tiene que esperar a que ocurran. Según Lamarck, son los organismos los
que producen las variaciones en su cuerpopor medio del uso y desuso de sus órganos.
Mendel había demostrado no sólo que los caracteres se transmitían independientemente a
través de unidades hereditarias que eran por naturaleza discontinuas (discretas), sino que,
además, las unidades hereditarias de cada uno de los progenitores no se fundían para
siempre en la siguiente generación. Por La teoría sintética de la evolución (la síntesis), tiene
sus cimientos reconocidos en los trabajos anteriores de los genéticos de poblaciones. A la
teoría sintética se la conoce también como neodarwinismo. (Ernst Mayr, George Gaylord
Simpson, George Ledyard Stebbins, Julián Huxley).
La síntesis es un auténtico neordarwinismo porque aúna el mecanismo de la selección
natural con las leyes de la herencia de Mendel y con la mutación. Pero para que la selección
natural darwiniana sea el mecanismo eficaz que hace andar la evolución es preciso que la
mutación tenga la dimensión justa, ni tan pequeña que pase desapercibida, ni tan grande
que produzca de golpe una nueva especie completamente formada. Además las mutaciones
se tienen que producir con el ritmo justo, ni tan bajo que no genere suficiente material para
el cambio, ni tan alto que neutralice o supere los efectos de la propia selección natural. Por
último, las mutaciones se tienen que dar al azar, porque si surgieran en una dirección
preferente promoverían la ortogénesis (la evolución orientada).
En 1859, Darwin publicó El origen de las especies. Y casi un siglo después, hacia 1960,
dos ingenieros de la compañía Bell, sin saberlo, dieron con la prueba de la explosión inicial
del universo (Big Bang). La teoría de la evolución cambió nuestra concepción sobre el
origen del hombre. Y la teoría del Big Bang cambió nuestra idea sobre el origen del
mundo.Si juntamos las dos teorías, resulta una especie de proceso que comienza con la
explosión original, hace más de 14.300 millones de años, y que produce toda la realidad
que conocemos, hasta la criatura más compleja, que es el hombre, y el objeto más complejo
del universo, que es el cerebro. La Teoría de la evolución fue saludada por muchos
pensadores materialistas como la demostración de que el hombre es sólo materia. En
cambio, la teoría del Big Bang acabó con la ilusión materialista de la materia eterna, que
“ni se crea ni se destruye”. Por supuesto la materia se destruye y se degrada en energía.
Pero, además, toda la materia que conocemos actualmente en todas sus formas, ha
emergido y se ha constituido a partir de la explosión original. Y esto necesita algún tipo de
explicación.

Y aquí está el quid de la cuestión. Quienes quieren seguir siendo materialistas defienden
que la explosión y todo lo que ha venido después es un proceso sin ninguna lógica. Es
decir, que no hay ninguna mente detrás, que todo es fruto ciego del azar. Y niegan que la
evolución tenga ningún sentido. Es una apuesta por el absurdo. El argumento que le gusta
repetir a Benedicto XVI es que si el proceso es irracional, entonces la razón humana, que es
resultado de ese proceso, es fruto de la irracionalidad. Curiosa paradoja: una razón que
procede de la sinrazón. Esto recuerda el prólogo del Quijote y el argumento con el que se
volvió loco.

Que ha habido casualidad en la formación del universo es evidente. Hoy mismo la


casualidad, el azar, pequeñas causas imprevisibles dominan, por ejemplo, el tiempo
atmosférico, y muchas circunstancias de la vida. Siempre ha habido casualidad.

Pero hay que tener cuidado con este argumento. Si un día paseamos por el campo y
metemos el pie en un hoyo donde encontramos un tesoro; la casualidad explica que
encontremos el tesoro, pero no explica la existencia del tesoro. De forma paralela, la
casualidad ha podido tener un papel en la aparición de las formas superiores de la vida,
pero no las explica. La casualidad puede dar ocasión a que se manifiesten las leyes y las
estructuras del mundo, pero no explica las leyes y las estructuras del mundo. Esta es hoy la
cuestión más importante de la filosofía de la ciencia: la emergencia del orden y de las
propiedades. Para los que son creyentes, la existencia de orden y belleza en el universo es
una huella de la sabiduría del Creador. De un creador de las leyes y de las formas, que ha
creado el mundo contando también con el azar para desarrollarlo.

En este proceso, que pasa desde una explosión inicial de energía a la aparición de todas las
formas y las leyes de la física, a la formación de las peculiares condiciones de la tierra, a la
aparición de las formas de vida y al desarrollo de toda la escala hasta el hombre, ha habido
mucha casualidad. Pero las leyes, las formas, las estructuras, las propiedades y la razón
humana no se explican por la casualidad. Lo racional no se explica por lo irracional. La
razón no puede basarse en la sinrazón. La inteligencia tiene que basarse en la inteligencia.
La mentalidad de los creacionistas científicos se explica por la confluencia de tres factores.
Uno es el fundamentalismo protestante que interpreta la Biblia de modo excesivamente
literal y que, por tanto, fácilmente considera como científicas algunas informaciones que
deben ser entendidas en el contexto del estilo empleado en esas narraciones. Así, el obispo
anglicano de Armagh, Usher, a finales del siglo XVII, decidió, basándose en textos
bíblicos, que el mundo había sido hecho en el 4004 a. C., cálculo que debió de parecer poco
interesante a teólogos de mayor envergadura. Otro factor es la historia de los Estados
Unidos, que incluye contrastes ideológicos que se remontan a las causas y efectos de la
guerra civil y que no han desaparecido por completo. Y un tercero es que, de hecho, se
difunden tesis evolucionistas de tipo materialista y relativista, que se presentan como
científicas pero realmente son extrapolaciones injustificadas carentes de base científica. El
anti-evolucionismo es ya antiguo en grupos del Sur de los Estados Unidos. Después de la
guerra civil no se consiguió una unidad religiosa. Los del Sur acusaban a los del Norte de
estar infectados por un “espíritu liberal” que se manifestaría, por ejemplo, en afirmar, según
el “espíritu” y no la “letra” de la Biblia, que debía condenarse la esclavitud. El Sur perdió la
guerra, pero no estaba dispuesto a perder sus ideas, y se mantenía firme en convicciones
que parecían tradicionales frente a la laxitud de los del Norte.

Tomando una idea de:


http://encuentra.com/evolucionismo_/el_estructuralismo_en_biologia10180/

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