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DESMITIFICANDO LA INDUSTRIA DISCOGRÁFICA: ES UN NEGOCIO, NO UNA BENEFICENCIA

A raíz del fallecimiento de la extraordinaria y talentosa -aunque atormentada- Sinéad


O’Connor, muchas personas han levantado su voz en una suerte de “protesta” por la
celebración a destiempo de su talento, apuntado sus balas hacia la industria discográfica,
acusándola de hipócrita, de falta de agallas por no “apoyarla” cuando estaba viva y “acudía a
ellos”, esto último palabras de Morrisey, exlíder de The Smiths, cuyo post compartió mi amigo
Mauricio ‘Chino’ Chau (integrante de las bandas peruanas La Liga del Sueño y Los Terapeutas
del Ritmo), y que nuestra conversación resultante me inspiró a escribir esta entrada, la cual
trata de hablar sobre una percepción a mi juicio equivocada, pero muy arraigada en todo el
mundo.

Muy lejos de analizar el mensaje de Morrisey (me declaro su “fans”, al igual que de Sinéad), en
donde encuentro sin lugar a duda muchas coincidencias, quiero referirme específicamente al
hecho de que la industria discográfica ha sido tradicionalmente percibida por muchos como
una entidad benevolente que debe "apoyar" a los artistas y promover su talento.

Sin embargo, esta visión romántica oculta una realidad subyacente y muy concreta: la industria
discográfica es en su esencia un negocio, diseñado para obtener beneficios y maximizar
ganancias. En consecuencia, tanto para artistas como para el público es crucial comprender
esta distinción para que puedan establecerse expectativas mucho más realistas y navegar de
manera más efectiva en el mundo de la música (después de todo, sin falsas expectativas no hay
desilusiones, y todos felices).

Aunque la música es sin duda una forma de arte con un valor cultural incalculable, la industria
discográfica se rige por las leyes del mercado y la rentabilidad. Son empresas comerciales que
invierten en artistas con el objetivo de obtener ganancias a cambio. Esto implica la
identificación de nichos de mercado y oportunidades de negocio, creación, distribución y
promoción de música con el fin de atraer la mayor audiencia posible (o la correcta) y vender
copias físicas o digitales, así como obtener ingresos a través del streaming y aquellos side-
business que se puedan generar a raíz de estas creaciones o de la carrera del artista.

Tal vez una de las causas principales de la confusión es la percepción de que las compañías
discográficas son benefactores que se dedican a “descubrir y apoyar a talentosos artistas” sin
esperar nada a cambio…. Valgan verdades, si bien algunas compañías pueden tener un enfoque
más artístico y estar genuinamente interesadas en impulsar carreras musicales (así debe ser, no
se debe perder la mística), su objetivo final sigue siendo el lucro, y no hay nada de malo en ello.
Tengamos en cuenta que, tal como se lo comenté al 'Chino' Chau, la música genera emociones,
y las emociones se convierten fácilmente en pasiones...

Fomentar erróneamente la imagen de la industria discográfica como una institución benéfica,


oculta el hecho de que las decisiones se basan principalmente en el potencial de ganancias y la
viabilidad comercial. Puede sonar muy crudo, pero al igual que una tienda retira de su catálogo
un modelo de pantalón pasado de moda por más buena calidad que sea, un supermercado
saca un SKU de la góndola si no tiene rotación por más bueno que sea, o un restaurante
elimina de su menú un plato que nadie pide por más rico que sea, una compañía discográfica
difícilmente lanza producciones que no tengan potencial comercial (o que lo haya perdido), o
que no sean rentable, independientemente de las razones. Cruel, pero real.

Igualmente, los contratos discográficos, a menudo complejos y opacos, son otra razón para
desmitificar esta percepción de "apoyo desinteresado". Con una visión tan peculiar del
negocio, muchos artistas, especialmente aquellos en el inicio de sus carreras, podrían
encontrarse en desventaja al firmar acuerdos desfavorables, por sus distorsionadas
perspectivas de lo que puede significar tener la oportunidad de ser promocionados o
pertenecer a una compañía discográfica. Un contrato con esa sesgada visión puede llegar a
limitar su creatividad, derechos e ingresos, al asignar una parte significativa de las ganancias a
la discográfica.

Ahora bien, si bien en la era digital, los avances tecnológicos y las plataformas de streaming
han permitido a los artistas independientes mantener un mayor control sobre su música y
carrera para llegar a su audiencia directamente, sin la necesidad de intermediarios, persiste la
visión romántica de las compañías discográficas como entes de bien social, más aún cuando
esta ruta representa otro tipo de retos (visibilidad, masificación, tiempo, inversión en
marketing, y un largo etcétera) que una compañía discográfica sí puede estar en mejores
condiciones de enfrentar.

¿Por qué considero que es importante desmitificar esa percepción de la industria? Porque creo
que es fundamental -tanto para artistas como público en general- adoptar una perspectiva
realista sobre la industria discográfica. Entenderla como un negocio no significa que carezca de
valor cultural o artístico. Al contrario, el reconocimiento de su naturaleza comercial puede
empoderar y ayudar a los artistas para tomar decisiones mucho mejor informadas, armarlos
con conocimientos suficientes como para negociar contratos más justos, explorar mejores
opciones, o buscar más alternativas independientes si así lo desean.

Por otro lado, el público puede tomar decisiones más conscientes al apoyar a sus artistas
favoritos, ya sea comprando su música, asistiendo a conciertos o siguiéndolos en plataformas
de streaming. Además, alentando la transparencia y comprendiendo las estructuras básicas de
la industria, los fans pueden contribuir a que los artistas reciban una compensación adecuada
por su trabajo.

Estoy convencido que apartar esa percepción romántica de la industria discográfica es esencial
para un futuro más equitativo y transparente en la música. Al reconocerla como un negocio,
podemos trabajar para dirigirnos hacia un ecosistema musical en el que los artistas sean mejor
valorados y recompensados justamente por su talento y esfuerzo, mientras el público disfruta
de una amplia y diversa gama de experiencias musicales.
Recalco nuevamente que esta entrada no pretende analizar el caso de Sinéad O'Connor y su
particular relación con la industria (cada caso es único); sólo sirvió de inspiración para que-
seguramente- muchos quienes lean este post me satanicen, pero les pido que lean entre líneas
y puedan darse cuenta que, al final, una buena perspectiva respecto a la industria discográfica
tendría un efecto beneficioso. Si queremos que nos vaya mejor, a todos, empecemos por dejar
de idealizar la actividad artística-empresarial, y comencemos por entender los preceptos del
negocio. Entendamos de una vez que -insisto- ver a la industria discográfica como un negocio
no resta valor al arte, sino más bien promueve una relación más justa y realista entre artistas,
compañías discográficas y audiencias, asegurando así un florecimiento continuo de la música
en nuestras vidas.

Se tenía que decir, y se dijo.

Agosto 2023

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