T.5. La novela española desde 1939 a 1974. Tendencias, autores y obras.
La novela de los años 30 tiende hacia la rehumanización y el compromiso
social, tras abandonar la deshumanización de los años 20. Sin embargo, a partir de los años 60 se reemprenderá el camino de la experimentación formal. En la década de los 40 el panorama cultural es desolador: la Guerra Civil llevó a muchos escritores al exilio y la literatura se encuentra determinada por la presión de la censura. Predomina el tema de la guerra, acompañado por los dolorosos recuerdos y la añoranza. En este momento, se desarrollan dos tendencias narrativas: Por un lado, la novela existencial trata temas como la desorientación, la hostilidad de la vida y la angustia. Se adscriben a esta tendencia Nada (1944) de Carmen Laforet, y La sombra del ciprés es alargada (1947) de Miguel Delibes. Por otra parte, el tremendismo refleja los aspectos más desagradables y brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana. Camilo José Cela escribe La familia de Pascual Duarte, en la que Pascual Duarte narra su propia biografía, junto a un cúmulo de crímenes y atrocidades, para que entendamos cómo ha llegado a ser condenado a muerte.
En la década de los 50 se da el realismo social. Al salir del aislamiento,
quienes han vivido la Guerra Civil como niños adquieren una perspectiva más amplia y comienzan a manifestar actitudes críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos. La colmena, escrita por Cela en 1951, es un precedente de la novela social, pues refleja con más o menos realismo la sociedad de la inmediata posguerra. A partir de entonces, se desarrollan dos grandes tendencias: El neorrealismo o realismo objetivista se centra en los problemas del hombre como ser individual, como la soledad o la frustración. Son dignos de mención Ana María Matute, Ignacio Aldecoa con El fulgor y la sangre, Carmen Martín Gaite con Entre visillos, o Rafael Sánchez Ferlosio con El Jarama. Por contraste, el realismo crítico denuncia las carencias e injusticias sociales y se focaliza en el contenido en detrimento de la forma. El máximo representante de este tipo de novela es Jesús Fernández Santos con Los bravos.
A partir de los años 60 ya se detecta un cierto agotamiento del realismo
social, y la literatura evoluciona hacia la experimentación. Obras como Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y Señas de identidad de Juan Goytisolo constituyen la avanzadilla de las nuevas tendencias experimentalistas, que tienen las siguientes características: Nacen de las influencias de autores europeos (Kafka, Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) y latinos (Vargas Llosa, García Márquez) en los autores españoles. Las novelas pasan a ser más complejas y experimentales y requieren del lector un mayor nivel intelectual. Se introducen variaciones en el argumento y en la estructura y es frecuente la mezcla de géneros. Por último, el fin es la experimentación con nuevas formas y elementos, como el perspectivismo argumental, el monólogo interior o los saltos hacia atrás y hacia delante en el argumento. En conclusión, la obra de todos estos literatos ilustra el variado panorama literario de la época. Panorama que se ensancha aún más si consideramos la obra de autores como Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala o Rosa Chacel, que escribieron desde el exilio.