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LA NOVELA DESDE 1939 A 1974: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES.

Este periodo de la historia coincide en España con la dictadura del general Franco, que comienza tras el fin
de la Guerra Civil en abril de 1939, y se prolonga hasta su muerte en 1975. A nivel social, tras el trauma de
una guerra, la población no exiliada sufre una dura posguerra marcada por la represión y por la escasez de
alimentos y de materias primas. España sufre el aislamiento internacional por ser el único régimen fascista
tras la Segunda Guerra Mundial (1940-1945). Estas duras condiciones comienzan a desaparecer en los años
60, por la apertura del régimen al exterior y una relativa recuperación económica.

1. Novela de posguerra (década de los 40)

Durante la inmediata posguerra la narrativa vive un periodo de desorientación: algunos autores han
muerto y otros marchan al exilio. El aislamiento exterior y la censura condicionarán la labor literaria del
momento. En primer lugar surge la novela ideológica de corte falangista (Los cipreses creen en Dios, de
José María Gironella; Javier Mariño, de Gonzalo Torrente Ballester; o La fiel infantería, de Rafael García
Serrano), que utiliza las técnicas narrativas tradicionales y trata temas como la gesta heroica o la
religiosidad. Por otra parte, algunos novelistas continúan escribiendo desde el exilio. Entre estos, destacan
Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español); Francisco Ayala (Muerte de perros), Arturo Barea
(La forja de un rebelde); Max Aub (con su ciclo El laberinto mágico) y Rosa Chacel (Barrio de Maravillas).
Todos ellos comparten aspectos como la rememoración del conflicto bélico y el recuerdo de la España que
abandonaron. Por otro lado, volviendo a la narrativa peninsular, con la publicación en 1942 de La familia de
Pascual Duarte, de Camilo José Cela, surge una novela diferente a la ideológica. Con ella se inaugura el
tremendismo, corriente narrativa cuyos personajes, de conducta violenta, son un reflejo amargo del
entorno en el que viven. Sus temas habituales son la soledad, la frustración y la lucha del hombre contra el
destino. Formalmente, emplean las técnicas realistas: la primera o tercera persona y un tono
marcadamente pesimista. Junto a la novela de Cela, destacan obras ya dentro del realismo existencial
(novela existencialista) como Nada, de Carmen Laforet, o La sombra del ciprés es alargada, de Miguel
Delibes. En definitiva, son obras que reflejan la amargura de la vida cotidiana desde un punto de vista
existencial, no social.

2. Década de los 50.

La publicación en 1951 de La Colmena, de Camilo José Cela, señala el paso a un nuevo tipo de narrativa: el
realismo social (novela social). Los novelistas se preocupan por los problemas colectivos y adoptan una
actitud de denuncia y compromiso social. Predominan dos enfoques: el realismo testimonial, en el que el
narrador muestra una realidad objetiva, sin apenas intervención (El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio; Los
bravos, de Jesús Fernández Santos); y el crítico, donde la denuncia social es explícita, con comentarios del
narrador (Pequeño teatro, de Ana María Matute; Las afueras, de Luis Goytisolo). La influencia del cine en
la construcción de la trama en secuencias, el predominio de los diálogos y el narrador a veces oculto, junto
con la narración lineal de la acción en un tiempo reducido, son algunas de las innovaciones técnicas
empleadas. Abordan temas como los recuerdos de la guerra, los conflictos sociales, la miseria, la falta de
libertad o la dureza de algunos trabajos. Otros autores de esta década son Ignacio Aldecoa (Con el viento
solano); Carmen Martín Gaite (Entre visillos); Juan Goytisolo (Juegos de manos); y Miguel Delibes (El
camino).

3. Década de los 60.

En la década de los sesenta, el novelista no abandona la crítica social y la actitud de denuncia, pero influido
por la narrativa europea y americana introduce una importante renovación formal. Trata temas como las
luchas sociales y los problemas colectivos con técnicas narrativas innovadoras: estructuras complejas,
monólogo interior, contrapunto, perspectivismo, desorden temporal, uso de la segunda persona narrativa y
gran riqueza verbal. Esta corriente experimental se inicia con Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos.
Otros buenos ejemplos son: Señas de identidad, de Juan Goytisolo; Cinco horas con Mario, de Miguel
Delibes; Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; y Volverás a Región, de Juan Benet, en la que se recrea
la Guerra Civil como un lugar mítico.

4. Década de los 70.

En la década de los setenta, algunos autores llevan la experimentación hasta el extremo, llegándose a
hablar de antinovela. Se trata de una novela fundamentada en la técnica, que destruye el personaje
tradicional, la acción y hasta el argumento. De carácter minoritario, solo perviven algunas obras de
experimentalismo moderado como Escuela de mandarines, de Miguel Espinosa; Si te dicen que caí, de Juan
Marsé; y La saga/fuga de J.B., de Torrente Ballester.

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