La Generación del 27 es un conjunto de poetas que compartieron rasgos
comunes y coincidieron en el tiempo con las vanguardias. Toman su nombre del homenaje a Góngora en 1927 con motivo del tercer aniversario de su muerte.
Los rasgos que los unían fueron los siguientes: coincidieron en la
Residencia de Estudiantes de Madrid; tenían edades similares y una gran cultura literaria; mantuvieron actitudes liberales en política (excepto Gerardo Diego); colaboraron en las mismas revistas; crearon un lenguaje generacional dando especial importancia al estilo y cultivando la metáfora; y tuvieron a Juan Ramón Jiménez y a Ortega y Gasset como referentes literarios.
Aunque la juventud de los poetas coincide con el auge de las vanguardias
y éstas dejan huella la mayoría de ellos, la principal característica estilística de la Generación del 27 es la síntesis entre tradición y vanguardia. Así, en la métrica el verso libre convive con estrofas clásicas, y se trata de conservar la lírica tradicional, culta (Garcilaso, Lope de Vega) y popular (Romancero, Cancionero).
En cuanto al contenido, se da una transición en etapas: al principio,
defienden la literatura intrascendente; cultivan la poesía pura, intelectual, y en algunos casos el neopopulismo. Hacia 1929, se acercan al Surrealismo para conocer y expresar los conflictos íntimos. Después, adoptan una postura comprometida frente a los problemas político-sociales. Tras la Guerra Civil, se da una poesía melancólica, insólita y desarraigada, con muchos de los poetas en el exilio.
Los poetas más destacados son:
Pedro Salinas, con La voz a ti debida y Razón de amor.
Gerardo Diego desarrolla dos líneas antagónicas: su poesía de vanguardia
(Imagen y Manual de espumas) y su poesía tradicional (Versos humanos).
Jorge Guillén, que representa a la poesía pura con obras como Cántico, Clamor y Homenaje.
De Dámaso Alonso sobresalen Poemas puros, poemillas de la ciudad e
Hijos de la ira.
Aleixandre, con influencias surrealistas, escribe Espadas como labios y
Sombra del Paraíso, y recibe el Premio Nobel de Literatura en 1977. Lorca, cuya poesía es neopopular con influencias modernistas. Son dignas de mención Poema del cante jondo, Romancero gitano y Poeta en Nueva York.
Cernuda, que es el más romántico y apasionado de todos. Destacan
Placeres prohibidos y Donde habite el deseo. En 1936 reúne su poesía en La realidad y el deseo, que recoge el conflicto central de su vida: el anhelo de realización personal y de libertad amorosa frente a las limitaciones del momento.
Alberti tiene un comienzo neopopulista con Marinero en tierra, seguido
de obras vanguardistas como Cal y canto y surrealistas como Sobre los ángeles. Por otro lado, Poeta en la calle refleja sus preocupaciones sociales y su nostalgia durante el exilio.
Miguel Hernández se puede incluir en la Generación del 27 por razones
estéticas o en la del 36 por razones históricas. En cualquier caso, destacan El rayo que no cesa, de su poesía vanguardista, y Cancionero y romancero de ausencias y Viento del pueblo, de su poesía social comprometida.
En conclusión, la Generación del 27 protagonizó uno de los periodos
culturales más apasionantes de la Historia de la Literatura española, hasta el punto de que muchos críticos defienden que se trata de la Edad de Plata de nuestra literatura.