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LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812.

1.- Introducción: la Nación asume la soberanía.


Ante la situación creada por la abdicación borbónica, se produce un vacío de poder real en el
momento en que una parte considerable del país se rebela contra los franceses. Aunque la
cesión de la soberanía por Carlos IV y Fernando VII a Napoleón es
jurídicamente legal, los españoles lo ven como una imposición y reclaman a las instituciones
del Antiguo Régimen que asuman la soberanía en ausencia del Rey. Pero el Consejo de
Castilla y la Junta de Gobierno, que ejercían el poder tras la marcha de la familia real a
Bayona, acataron la decisión de los soberanos y se pusieron bajo la autoridad de José
Bonaparte.
Esta situación provocó la aparición espontánea de Juntas de armamento y defensa locales
que pretendían canalizar la agitación popular. Las necesidades de coordinación comportaron
la creación de Juntas provinciales, que asumieron la soberanía en ausencia del rey,
declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña. En septiembre de
1808 coordina la lucha una Junta Suprema Central, una forma de gobierno radicalmente
nueva y opuesta a las instituciones de la monarquía (el Consejo de Regencia y el Consejo de
Castilla que en Madrid habían jurado fidelidad al rey José I), quien reconoció a Fernando VII
como rey legítimo de España y asumió la autoridad hasta su retorno. Ante el avance francés,
la Junta huyó a Sevilla y de allí a Cádiz en 1810, la única ciudad que resistía la invasión
ayudada y protegida por la marina inglesa.
La Junta Suprema Central se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse
en una regencia en enero de 1810, no sin antes iniciar un proceso de convocatoria de Cortes
para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino.
Mientras se reunían las Cortes se organizó una “consulta” al país sobre las reformas a realizar
por las mismas. La respuesta fue muy heterogénea, pero predominaba la idea de que el
desastroso gobierno de Carlos IV había arruinado al país, por lo que se pedían garantías
contra el poder absoluto del rey. Se estaba de acuerdo en la necesidad de reformar el Antiguo
Régimen, en que las Cortes debían ser constituyentes, elegidas por sufragio universal
masculino de varones mayores de 25 años y bicamerales (no estamentales). Las elecciones a
Cortes se convocaron para junio de 1810.

2.- Las Cortes de Cádiz y la Constitución.


El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el
estado de guerra, pudiendo reunirse sólo una cámara, y en muchos casos se optó por elegir
sustitutos entre las personas presentes en Cádiz, sobre todo para sustituir a los delegados
americanos. El ambiente liberal de la ciudad, una de las pocas donde se podía encontrar una
clase burguesa representativa ligada al comercio americano, influyó en que gran parte de los
elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. Predominaban en las Cortes las clases medias con
formación intelectual, eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares y catedráticos, así
como miembros de la burguesía industrial y comercial. En la sesión inaugural había 104
diputados y su número fue creciendo hasta los 223 reunidos al disolverse en 1813. La
mayoría de ellos procedían de las capas medias urbanas (funcionarios, abogados,
comerciantes y profesionales), más un centenar de clérigos y una cincuentena de aristócratas.
No existían grupos o partidos definidos pero las tendencias reformistas fueron siempre
mayoritarias. Casi todos los suplentes eran de tendencia liberal, aunque también hubo una
parte representativa de la tendencia absolutista.
Los liberales creían en la libertad individual, el progreso material y la propiedad privada,
individual y libre como derecho fundamental de los hombres y como elemento que los
diferencia socialmente. Insisten en los derechos individuales, con frecuente olvido de los
derechos sociales o colectivos, las leyes del mercado y la libre concurrencia de la oferta y la
demanda. Postulaban un régimen político libre y parlamentario en oposición al absolutismo
monárquico, pero también defendían el derecho de los más ricos y los notables a intervenir en
la vida política, materializado en el sufragio censitario.
Una comisión de las Cortes preparó el proyecto de Constitución desde marzo de 1811,
empezó a debatirse en agosto y se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo
que se conoció como “la Pepa”. Los diputados liberales Agustín Argüelles, Diego Muñoz
Torrero y Pérez de Castro son las figuras más destacadas en su elaboración. Era un texto
largo, 384 artículos, porque en su deseo de evitar interpretaciones erróneas, los legisladores
gaditanos regularon hasta el detalle todas las cuestiones relacionadas con los derechos de los
ciudadanos, y además, su tramitación se vio afectada por la guerra y las diferencias entre
absolutistas y liberales.
La Constitución contiene una declaración de derechos del ciudadano: la libertad de
pensamiento y opinión, la igualdad de los españoles ante la ley, el derecho de petición, la
libertad civil, el derecho de propiedad y el reconocimiento de todos los derechos legítimos de
todos los individuos de la nación española. La nación se definía como el conjunto de todos
los ciudadanos de ambos hemisferios: los territorios peninsulares y las colonias americanas.
La Constitución comienza afirmando en su artículo 1 que la soberanía residía “esencialmente
en la nación”.
La estructura del Estado correspondía a una monarquía liberal, basada en la división de
poderes y no en el derecho divino. El poder legislativo residía en las Cortes unicamerales
“con el rey”, quienes representan la voluntad nacional y poseían amplios poderes:
elaboración de leyes, aprobación de los presupuestos y de los tratados internacionales, mando
sobre el ejército, etc. El mandato de los diputados duraba dos años y eran inviolables en el
ejercicio de sus funciones. El sufragio era universal, masculino e indirecto (mayores de 25
años).
El monarca era la cabeza del poder ejecutivo, nombraba y destituía a los secretarios.
También poseía parte del legislativo interviniendo en la elaboración de las leyes a través de la
iniciativa y la sanción, pero sobre todo mediante el derecho de veto suspensivo durante dos
años (hasta dos veces en la misma legislatura). Sin embargo, un largo artículo, el 172,
establecía hasta doce limitaciones expresas al poder del rey.
La administración de justicia era competencia exclusiva de los tribunales y se establecían los
principios básicos de un Estado de derecho: códigos únicos en materia civil, criminal y
comercial, garantías en los procesos, etc.
Otros artículos de la Constitución planteaban la reforma de los impuestos y la Hacienda, la
creación de un ejército nacional, el servicio militar obligatorio. Así mismo el territorio se
dividía en provincias, para cuyo gobierno interior se creaban las diputaciones provinciales, se
establecía la creación de ayuntamientos y la elección de alcaldes por votación popular de sus
vecinos, la enseñanza primaria pública y obligatoria, y se creaba también la Milicia Nacional
a nivel local y provincial.
Quizá el asunto que más enconados debates generó fue el relativo a la confesionalidad
católica del Estado. El reconocimiento de una religión oficial era una concesión de la
burguesía liberal a los absolutistas.

Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos
destinados a eliminar el Antiguo Régimen y ordenar el Estado como un régimen liberal. Se
suprimieron los señoríos jurisdiccionales (agosto de 1811), distinguiéndolos de los
territoriales que pasaron a ser propiedad privada y libre de los señores. También se decretó la
eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras comunales, con el objetivo
de recaudar capitales para amortizar deuda pública.
Se votó la abolición de la Inquisición, en contra de los sectores absolutistas, y la libertad de
imprenta, la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unidad del mercado nacional.
Se marcaba así a través del liberalismo las líneas básicas de la modernización de España.
La Constitución aprobada en Cádiz era la más avanzada de su época, sin embargo no tuvo
una gran incidencia práctica (estuvo vigente entre marzo de 1812 y marzo de 1814, enero
1820 y noviembre 1823 y entre agosto de 1836 y junio de 1837). La situación de guerra
impidió la efectiva aplicación de lo legislado, y al final de la guerra, Fernando VII frustró la
experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo en medio del entusiasmo popular de
esa nación que poco sabía del revolucionario cambio acontecido en Cádiz.

3.- Conclusión.
Sin duda hay un antes y un después de las Cortes de Cádiz en nuestra historia. Podríamos
situar ahí el inicio de la larga carrera de la contemporaneidad hacia la democracia. Ésta no
puede existir sin el reconocimiento de una nación soberana, que detenta el poder dentro de un
Estado de derecho cuyo marco legislativo está delimitado por la constitución como ley
suprema. Todo ello nace en Cádiz. Su artículo 1 y el reconocimiento de que la soberanía
“reside esencialmente en la Nación” marcan un hito en nuestro sistema político al sentar las
bases del nuevo estado burgués, que en España tiene la particularidad de ser realmente una
alianza de la antigua nobleza y la ascendente clase burguesa que reclama compartir el poder
con aquella. Por ello, la Constitución de Cádiz es también fiel reflejo del primer liberalismo
que aún mantiene concesiones a los sectores más conservadores (se reconoce una religión
oficial y aún se otorgan al rey dos de los tres poderes del Estado). Además, los antiguos
señores ven reconocidos en el nuevo régimen burgués sus derechos sobre los antiguos
señoríos transformados ahora en propiedad privada capitalista.
A pesar de la escasa incidencia real de este texto constitucional, ponía las bases para un
cambio trascendental, aunque nunca propiamente revolucionario, en nuestro país, sentando
las bases (al iniciar nuestra compleja historia constitucional) del Estado burgués (liberal
primero, democrático y de derecho más tarde, y capitalista).

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