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Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos
destinados a eliminar el Antiguo Régimen y ordenar el Estado como un régimen liberal. Se
suprimieron los señoríos jurisdiccionales (agosto de 1811), distinguiéndolos de los
territoriales que pasaron a ser propiedad privada y libre de los señores. También se decretó la
eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras comunales, con el objetivo
de recaudar capitales para amortizar deuda pública.
Se votó la abolición de la Inquisición, en contra de los sectores absolutistas, y la libertad de
imprenta, la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unidad del mercado nacional.
Se marcaba así a través del liberalismo las líneas básicas de la modernización de España.
La Constitución aprobada en Cádiz era la más avanzada de su época, sin embargo no tuvo
una gran incidencia práctica (estuvo vigente entre marzo de 1812 y marzo de 1814, enero
1820 y noviembre 1823 y entre agosto de 1836 y junio de 1837). La situación de guerra
impidió la efectiva aplicación de lo legislado, y al final de la guerra, Fernando VII frustró la
experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo en medio del entusiasmo popular de
esa nación que poco sabía del revolucionario cambio acontecido en Cádiz.
3.- Conclusión.
Sin duda hay un antes y un después de las Cortes de Cádiz en nuestra historia. Podríamos
situar ahí el inicio de la larga carrera de la contemporaneidad hacia la democracia. Ésta no
puede existir sin el reconocimiento de una nación soberana, que detenta el poder dentro de un
Estado de derecho cuyo marco legislativo está delimitado por la constitución como ley
suprema. Todo ello nace en Cádiz. Su artículo 1 y el reconocimiento de que la soberanía
“reside esencialmente en la Nación” marcan un hito en nuestro sistema político al sentar las
bases del nuevo estado burgués, que en España tiene la particularidad de ser realmente una
alianza de la antigua nobleza y la ascendente clase burguesa que reclama compartir el poder
con aquella. Por ello, la Constitución de Cádiz es también fiel reflejo del primer liberalismo
que aún mantiene concesiones a los sectores más conservadores (se reconoce una religión
oficial y aún se otorgan al rey dos de los tres poderes del Estado). Además, los antiguos
señores ven reconocidos en el nuevo régimen burgués sus derechos sobre los antiguos
señoríos transformados ahora en propiedad privada capitalista.
A pesar de la escasa incidencia real de este texto constitucional, ponía las bases para un
cambio trascendental, aunque nunca propiamente revolucionario, en nuestro país, sentando
las bases (al iniciar nuestra compleja historia constitucional) del Estado burgués (liberal
primero, democrático y de derecho más tarde, y capitalista).