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Universitarios artificialmente inteligentes

En un marco donde la sociedad ha convertido el retorno de


la inversión educativa en una preocupación primordial, la
confianza pública en la educación superior tradicional está
disminuyendo. Esto está llevando a las instituciones a una
encrucijada crítica
07/11/2023

Para la mayoría de nosotros, hablar del uso de la Inteligencia Artificial (IA) en


educación hasta hace un año era algo parecido a pensar en el entrenamiento de
los caballeros Jedi en las películas de Star Wars: una mezcla de ciencia ficción
e un incierto futuro. Sin embargo, los lanzamientos consecutivos de las
plataformas ChatGPT y Bard por parte de OpenAI (Microsoft) y Google,
respectivamente, en el último año han puesto de manifiesto el impacto que la
IA tiene desde hace lustros en varios sectores, especialmente en la
ciberseguridad, la sanidad, la agricultura y la banca, donde procesa grandes
conjuntos de datos para mejorar la automatización y la toma de decisiones.

Pero para analizar su impacto, primero hay que definir qué se entiende por
Inteligencia Artificial. Partiremos de la definición de UNESCO, que la
describe como una herramienta dinámica en la que las máquinas son «capaces
de imitar ciertas funcionalidades de la inteligencia humana», lo que
proporciona una visión adaptable y preparada para evolucionar con sus futuros
avances. La IA no es por sí misma una tecnología, sino una constelación de
tecnologías, desde el aprendizaje automático (Machine Learning) hasta el
aprendizaje profundo (Deep Learning), que permiten a las máquinas percibir,
comprender, actuar y aprender, incluso hasta superar el Test de Turing, que
evalúa si una máquina puede simular el comportamiento humano de manera
indistinguible de un ser humano real.

En medio de sus crecientes capacidades, se prevé una superinteligencia que,


en efecto, podría superar al intelecto humano. Esta previsión no está exenta de
problemas éticos, sobre todo en el ámbito de las tecnologías de
reconocimiento y clasificación, que han mostrado prejuicios contra algunos
grupos y un potencial de uso indebido en la vigilancia masiva. Para mitigar
estos riesgos, la tendencia actual se inclina hacia una IA responsable.
Reguladores e investigadores están abordando el sesgo y la discriminación
mejorando la transparencia algorítmica y perfeccionando los datos que
alimentan los modelos de IA.
El sistema educativo está, o debería estar, a la vanguardia en generar y
aprovechar unas tecnologías que deben reflejar las capacidades cognitivas
humanas como la percepción, el aprendizaje y el razonamiento. El personal
docente de las instituciones de educación superior juega un papel clave en la
integración de la IA en todos los niveles educativos, especialmente en lo que
respecta al replanteamiento de la evaluación y la enseñanza y en la defensa de
la integridad académica.

En un marco donde la sociedad ha convertido el retorno de la inversión


educativa en una preocupación primordial, la confianza pública en la
educación superior tradicional está disminuyendo. Esto está llevando a las
instituciones a una encrucijada crítica. Las opiniones de Elon Musk sobre la
educación universitaria («Las universidades son básicamente para divertirse y
demostrar que puedes hacer tus tareas. Pero no son para aprender».), ponen de
relieve la necesidad de que la educación superior se adapte y aproveche la IA
para mejorar la experiencia de aprendizaje de los estudiantes y la propuesta de
valor general de la universidad.

El desarrollo profesional de los docentes es esencial en cualquier nivel


educativo. Así como el diseño asistido por ordenador (CAD) reemplazó al
lápiz. al temido Rotring, y al tablero de dibujo, ciertos aspectos del modelo
educativo serán reemplazados por la IA, especialmente por las plataformas
generativas como ChatGPT. Sin embargo, en opinión del profesor de la
Universidad de Sídney, David Kellerman «no será una parte central de nuestro
currículo. Es solo una habilidad profesional. Sí, va a estar incrustada en todo,
pero creo que nos estamos dejando llevar por la idea de cómo va a cambiar
ese arco de aprendizaje que forma parte de la tradición de las universidades.»
Los docentes, incluido yo mismo, estamos cambiando la forma de evaluar a
nuestros estudiantes. No tiene sentido evaluarlos de manera que utilicen
herramientas como ChatGPT para escribir trabajos que yo podría también
corregir con ChatGPT (aunque personalmente soy más usuario de Bard).
Las demandas del mercado están impulsando cambios en lo que enseñamos, y
la IA está influenciando el contenido de la educación. Los currículos
universitarios se están rediseñando en respuesta a la creación y pérdida de
empleos y al cambio en los perfiles de los existentes debido a la evolución del
mercado, tal y como pronostica Acemoglou para Estados Unidos y este su
humilde servidor para España.

Como docentes, también es fundamental el empleo de la inteligencia artificial


en el apoyo a la enseñanza, por ejemplo, para proporcionar evaluaciones
adaptadas, oportunidades de práctica, tutoría y retroalimentación
personalizadas, y recomendaciones de contenido. Estoy construyendo un
chatbot para mi asignatura de Introducción a la Economía del segundo
semestre con el objeto de optimizar el aprendizaje de mis estudiantes y que
puedan acceder 24 horas al día a contenido de calidad.
Pero este no es el único uso de la inteligencia artificial. Sus herramientas se
están utilizando en la educación superior para el apoyo administrativo (por
ejemplo, para analizar datos sobre el reclutamiento, la admisión y la
retención), evitar el fracaso de los estudiantes (identificar a los estudiantes en
riesgo, recomendar cursos, aumentar la motivación o predecir el rendimiento
de los estudiantes) y el apoyo a la investigación (por ejemplo, para cribar
grandes conjuntos de datos para identificar patrones, construir modelos,
recomendar artículos relevantes y preparar manuscritos para su publicación).

Hay otro aspecto que no podemos olvidar: la facilidad de traducción que


ofrecen estas plataformas de inteligencia artificial podría hacer que el uso del
inglés como idioma científico y de educación se generalice aún más, ya que la
traducción pasará a ser menos relevante, afectando potencialmente al uso del
castellano en las redes académicas y sociales.

Hay mucho camino por recorrer. Las tecnologías de la inteligencia artificial


están, en muchos casos, en su primer momento de expansión y su capacidad
disruptiva todavía puede ser controlada. Daron Acemoglu sugiere que no
debemos apresurarnos en su desarrollo para asegurar un crecimiento
controlado que optimice su aplicación en todos los aspectos relevantes,
incluido el educativo, y para evitar que valores como el esfuerzo o el trabajo
se diluyan en un mar de tecnologías que nos pueden hacer parecer
inteligentes, pero solo de forma artificial.

 Jorge Sainz es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad


Rey Juan Carlos (URJC)

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