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ANTROPOLOGÍA
DEL RITUAL MASÓNICO
Alberto Moreno Moreno
ANTROPOLOGÍA
DEL RITUAL MASÓNICO
El origen ancestral de los usos
iniciáticos de la masonería
SERIE ROJA
[AUTORES CONTEMPORÁNEOS]
Antropología del ritual masónico
ALBERTO MORENO MORENO
Ilustración de portada:
Vanitas (1625), Pieter Claesz
Editorial MASONICA®
SERIE ROJA (Autores contemporáneos)
www.masonica.es
© 2023 Alberto Moreno Moreno
© 2023 Editorial MASONICA (de la edición)
EntreAcacias, S.L.
[Sociedad editora]
c/Covadonga, 8
33002 Oviedo – Asturias (España)
info@masonica.es | pedidos@masonica.es
1ª edición: enero, 2023
ISBN (edición impresa): 978-84-19044-72-3
ISBN (edición digital): 978-84-19044-73-0
Depósito Legal: AS 00042-2023
Edición digital
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«Desde la perspectiva antropológica todos los pueblos y
culturas revisten el mismo interés de estudio. Por ello, la
antropología se opone al punto de vista de los que creen ser los
únicos representantes del género humano, o estar en el pináculo
del progreso, o haber sido elegidos por Dios o la historia para
moldear el mundo a su imagen y semejanza».
Marvin Harris (1927-2001)
PRÓLOGO
El despojo
Una característica de los seres transicionales es que no tienen nada. Ni
status, ni propiedades, ni símbolos distintivos. Su condición es la de
«pobreza sagrada». Por ello, el despojo de ropa y cualquier tipo de
propiedad material es un requisito ineludible para aquellos que van a ser
iniciados a un nuevo estado. En el caso de la masonería, al candidato se le
ha desposeído de cualquier tipo de metales, pues de penetrar con algún tipo
de metal sobre sí mismo «habría sido necesario repetir la ceremonia de
Iniciación desde el principio». En masonería, el hecho de privar al
candidato de metales tiene un significado más amplio que el meramente
material, pues incluye también, de manera genérica, todo aquello que
traemos del mundo profano y nos lastra en nuestra intención de elevarnos
hacia estadios más espirituales. Esta situación de pobreza sagrada como
elemento fundamental es amplificada en el ritual masónico por la Prueba de
Caridad, la cual, como comentábamos en Regla Benedictina y Ritual
Masónico, tiene su origen en la renuncia a los bienes que debe llevar a cabo
el monje cuando realiza la profesión permanente, tal y como prescribe el
capítulo 58 de la Regla Benedictina.
El concepto de impureza
Antes de adentrarnos en la naturaleza de la Cámara de Reflexión, debemos
detenernos en el concepto de impureza del candidato, que es la razón por la
que surgirá dicha cámara, así como la razón por la que este es presentado en
la logia ni desnudo ni vestido, ni calzado ni descalzo, y con una soga al
cuello. Independientemente del contenido simbólico de cada una de estas
características, el hecho de introducir al candidato en la logia vestido de
esta manera extravagante nos anuncia que nos hallamos ante un ser
transicional, y por ello impuro y peligroso. Este aspecto estrafalario nos
previene contra él, y nos lo anuncia como un elemento fuera de lugar y
como una fuente de problemas.
El gran texto de referencia en lo concerniente al concepto de impureza
ritual es Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y
tabú, escrito por la profesora de Oxford Mary Douglas y publicado en su
versión original inglesa en 1966. Se trata de un libro tan brillante como
simpático y entrañable, dado que la autora lo escribió en la etapa de su vida
en que estaba criando a sus hijos y — tal y como ella reconoce — esta es la
razón por la que muchos de los ejemplos que pone de fenómenos
antropológicos son de naturaleza casera y doméstica. Este libro no solo es
de referencia en el ámbito de la antropología, sino que también es estudiado
en las facultades de teología (incluidas las españolas), pues incluye el
magistral capítulo Las abominaciones del Levítico, en el que explica de
manera antropológica las prohibiciones de este libro del Pentateuco,
basándose precisamente en el concepto de impureza.
Actualmente, cuando pensamos en algo impuro, tenemos tendencia a
pensar en la suciedad tal y como la concebimos actualmente, en un universo
donde sabemos que existen los microbios. Sin embargo, desde el punto de
vista antropológico, una cosa impura es algo que se halla fuera de lugar. Por
poner un ejemplo, un flexo no es impuro en sí; pero resulta impuro si lo
ponemos dentro de una maceta. Un libro tampoco es algo impuro, pero lo es
si lo ponemos sobre el capó de un coche. Si, por algún extraño fenómeno, a
las personas de un lugar determinado les diese por poner flexos dentro de
las macetas, o libros sobre los capós de los coches, rápidamente surgirían
leyes sagradas, promulgadas directamente por los dioses, que prohibirían
tales iniquidades.
Este hecho de que cada cosa deba estar en su sitio es el origen de la
condición de impureza y contaminación propia de los seres transicionales.
Mary Douglas llamó la atención acerca de las abominaciones que, en el
Levítico, rodean a ciertos animales. Por ejemplo, la razón por la que el
Levítico considera una abominación ofrendar un murciélago en el Templo
de Jerusalén es la siguiente: un pez está en el agua, que es su sitio, y se
desplaza por medio de aletas, que es lo propio de un pez, y por ello se
puede ofrendar. Un cordero está en la tierra, que es su sitio, y camina sobre
cuatro patas, que es lo propio de un mamífero, y por ello se puede ofrendar.
Ahora bien, un murciélago es un mamífero, pero no anda, sino que vuela, lo
que es anómalo por completo. No es un animal de tierra ni un pájaro. O
mucho peor aún, es ambas cosas al mismo tiempo; por ello ofrecer un
murciélago como sacrificio ritual en el Templo de Jerusalén sería una
abominación. Esta regla subyace bajo las distintas prohibiciones que
establece el Levítico, y demuestra una concepción de la impureza ritual
verdaderamente arcaica.
La despersonalización
Una característica del candidato durante los ritos de paso es que este
pierde su identidad y sus atributos personales como ser individual. La
despersonalización debe ser tal que ni siquiera debe poder conservar su
nombre17. En palabras de Victor Turner:
El sujeto de los ritos de paso, estructural, si no físicamente, es invisible
durante el período liminar, pues ya no está clasificado y, al mismo
tiempo, todavía no está clasificado. Su condición propia es la de la
ambigüedad y la paradoja, una confusión de todas las categorías
habituales.
Si bien el ritual masónico procura despersonalizar al candidato, es preciso
decir que, en el transcurso de la iniciación masónica, se producen
numerosas situaciones que son verdaderas fallas en la necesidad de tratar al
candidato como un ser sin identidad. En la Iniciación del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, el Experto que acompaña al candidato recita en voz
alta todos los datos del candidato cuando ambos se hallan a las puertas del
templo. Del mismo modo, en el Ritual de Emulación, el Venerable Maestro
se dirige al candidato llamándole «Sr. …», y en el momento de tomar la
Obligación el candidato dirá su nombre completo. Estas infracciones se
deben o bien a la necesidad de cumplir con un requisito normativo, o bien a
la cortesía natural del ritual. No obstante, la ceremonia de iniciación
masónica, como cualquier otra iniciación, conlleva la despersonalización
del candidato, el cual será tratado como cualquier otro. En el Ritual de
Emulación se referirán a él durante toda la ceremonia como el candidato.
En el Rito Escocés Antiguo y Aceptado se referirán a él como el profano o
el recipiendario, y cuando se dirijan a él directamente, tratándole como
Señor o Caballero. Realmente, el fragmento ritual que acompañará al
candidato en el Ritual de Emulación, y que le definirá, será el texto con el
que será introducido en el templo, y que será repetido varias veces en el
transcurso de la ceremonia:
Un pobre candidato, falto de luz, quien ha sido correcta y dignamente
recomendado, regularmente propuesto y aprobado en Logia abierta, que
se presenta ahora, por su propia voluntad y consentimiento,
convenientemente preparado, para solicitar humildemente su admisión a
los misterios y privilegios de la Francmasonería.
Descripción que pone a todos los candidatos en plano de igualdad,
independientemente de su extracción social o características particulares.
Temor, sacrificio y liminalidad
Vamos a prestar atención ahora a un elemento cuyo papel varía según los
distintos ritos, pero que forma parte consustancial de toda ceremonia de
iniciación, así como de toda situación liminal: el temor.
El temor en el ritual masónico aparece ya desde la etapa operativa. En el
manuscrito de la Casa Registro de Edimburgo (1696) podemos leer:
En primer lugar, debéis coger a la persona que debe recibir la Palabra de
Masón y ponerla de rodillas; y después de un gran número de gestos
destinados a asustarle, hacedle tomar la Biblia y poned su mano derecha
encima. Debéis incitarle a guardar el secreto amenazándole con degollarle
en el caso de que rompiera su juramento, (diciéndole que) el sol en el
firmamento dará testimonio contra él, así como toda la compañía presente,
lo cual provocará su condenación, debido a la cual no dejarán de
asesinarle. (...) Después de que haya prestado este juramento, es alejado de
la compañía con el último masón recibido, y una vez se le ha asustado
suficientemente haciendo mil gestos y muecas ridículas, debe aprender del
segundo masón la manera de hacer en lo que concierne a los signos y
posturas y palabras de su recepción…
En general, en las principales ceremonias masónicas, el ritual masónico no
persigue conmover al candidato, ni convencerle racionalmente de un
ideario, sino impresionarle y aleccionarle, siempre con la idea final de
provocar un cambio en su ser: un cambio ontológico. Al ponerle una espada
en el pecho en el grado de Aprendiz Entrado, o literalmente golpearle y
zarandearle (como sucede en el Tercer Grado en varias Grandes Logias de
Estados Unidos de América), o meterle en la tumba durante la Elevación a
Maestro Masón, las emociones a las que se apela no nacen de la
comprensión de la situación, sino del puro temor. En el caso de la Iniciación
en el Rito Francés y Rito Escocés Antiguo y Aceptado, existen otras
pruebas añadidas que incidirán aún más en este aspecto.
Estos esfuerzos por infundir temor en los candidatos tienen realmente
como objetivo el amplificar el desasosiego que de por sí genera hallarse en
un estado liminal. En un estado liminal somos particularmente vulnerables
al temor, pues nos encontramos en un período de transición entre dos
estados distintos, ya sean dos etapas de la vida, o dos trabajos, o relaciones
personales, o dos niveles iniciáticos distintos. La incertidumbre forma parte
consustancial de ese temor, pues ya no somos la persona que éramos
anteriormente, pero tampoco somos aquello en lo que nos vamos a
convertir, por lo que nos hallamos en una situación que se halla fuera de
nuestro control. A esta incertidumbre se añade otra, pues lo habitual en un
período liminal es que intuyamos aquello en lo que nos vamos a convertir.
El profano que va a ser iniciado intuye lo que es ser masón, pero no lo sabe
a ciencia cierta; del mismo modo que el Compañero que va a ser elevado a
Maestro Masón intuye lo que es ser Maestro Masón, pero tampoco sabe
exactamente en qué consiste. Y esa intuición es el germen de su
incertidumbre.
En los ritos de origen francés, el temor es empleado de manera mucho más
abusiva que en los ritos anglosajones. Esto se debe a que el británico es por
cultura más reacio que el francés o el español a invadir el espacio personal
ajeno. Para la mentalidad británica, la idea de someter a un candidato a las
pruebas que posteriormente implantarán los franceses, rayanas en el
maltrato, resulta innecesaria. Fijémonos ahora en la prueba de la sangre,
que se practica tanto en el Rito Francés como en el Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, y la prueba del sello (que se practica únicamente en este último).
La prueba de la sangre aparece del siguiente modo en el Régulateur de
1801:
VM: Señor, vamos a exigiros en un momento que prestéis una Obligación
que nos asegure vuestra discreción; esta Obligación debe ser escrita por
vos y firmada con vuestra sangre. ¿Lo consentís?
El candidato responde.
VM: Hermano cirujano, cumplid con vuestro oficio.
El Maestro de Ceremonias prepara todo para una sangría, y cuando está
puesto el torniquete y el cirujano está dispuesto a extraer...
Por su parte, la prueba del sello en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado
transcurre del siguiente modo:
VM: Ahora, exigimos de vos otro sacrificio. Pronto os convertiréis en
masón, y para ser reconocido como tal deberéis llevar impreso en vuestro
pecho un sello, hecho con un hierro al rojo vivo. ¿Estáis de acuerdo en
que se os aplique, de esta manera, un sello en el pecho?
El candidato responde.
VM: Hermano Experto, cumplid firmemente con vuestro deber.
En el caso de estas pruebas el temor va unido al sacrificio. El carácter
sacrificial de la Iniciación en los ritos franceses se plasma también en el
Cáliz de la Amargura, si bien esta parte del ritual no implica temor:
VM: Hermano Maestro de Ceremonias, presentad al profano el Cáliz de
la Amargura... Señor, ingerid este brebaje hasta el final18.
Cuando lo ha bebido, el Maestro de Ceremonias advierte al Venerable
Maestro, y este dice:
VM: Señor, este brebaje, por su amargura, es el emblema de las penas
inseparables de la vida humana; solo la resignación ante los designios de
la Providencia puede suavizarlas.
La experiencia de la iniciación necesita del sacrificio como medio de
garantizar una vivencia lo más plena posible de la muerte y el posterior
renacimiento, y por ello se provoca que el iniciado sufra y sienta temor.
Naturalmente, ni en la prueba de la sangre ni en la del sello se infligirá daño
alguno al candidato, y el ritual resuelve estas situaciones de manera
elegantemente didáctica. Pero el candidato esto lo ignora, por lo que cree
sinceramente que se le causará un daño real.
Como hemos dicho, el empleo del temor como elemento estructural en la
ceremonia tiene como razón de ser fundamental el provocar un cambio
ontológico en el candidato, así como en su comportamiento futuro. Pero
más aún persigue impedir que se pueda retornar a la personalidad previa,
pues el carácter estresante del ritual, así como el sufrimiento que conlleva,
impide esa recuperación. El sometimiento a las pruebas es un proceso
mediante el cual se intenta desestructurar espiritualmente al candidato para
reconstruirlo como un hombre nuevo. Como efecto añadido, la idea de un
sacrificio realizado bajo el consenso de los presentes permite al candidato
integrarse en la comunidad. Estas pruebas sacrificiales permiten además
apreciar la valentía de los candidatos y crean sentimiento de pertenencia,
pues es únicamente en estas situaciones cuando todos somos realmente
iguales. Pero quizá todo lo dicho anteriormente queda resumido es una
breve frase de Mircea Eliade, que es quien ha podido definir con mayor
sencillez, pero también con mayor perspicacia, el papel del temor en la
etapa liminal:
Por medio del temor lo sagrado se hace presente.
Sacra y sacerrima
En toda iniciación, sea del tipo que sea, hay una serie de valores y
símbolos que articulan la realidad en la que el candidato va a adentrarse.
Estos valores y símbolos son axiomas que el neófito en ningún caso puede
poner en duda ni cuestionar. Sencillamente debe aceptarlos. El antropólogo
Victor Turner bautizó a estos valiosos elementos como sacra (en latín,
cosas sagradas).
Los sacra le pueden ser comunicados o presentados a lo largo del proceso
liminar, y constituyen los pilares fundamentales de su nuevo estado. La
comunicación de los sacra enseña a los neófitos a pensar con un cierto
grado de abstracción sobre su nuevo medio cultural, al tiempo que se les
proporciona unos patrones de referencia claros.
La lingüista Jane Ellen Harrison19 (1850-1928) mostró que, en los
Misterios Órficos y Eleusinos, la comunicación de los sacra se realizaba
sirviéndose de tres medios principales, los cuales son extrapolables a todos
los ritos de iniciación existentes. Los sacra pueden comunicarse por:
1. Exhibiciones (lo que se muestra).
2. Acciones (lo que se hace).
3. Instrucciones (lo que se dice).
El capítulo «exhibiciones» incluye instrumentos evocatorios o elementos
sagrados. En el caso de la masonería sirvan como ejemplo el sol, la luna, la
Piedra Bruta, la Piedra Cúbica, el Tablero de Trazo, etc. En el caso de los
Misterios Eleusinos menores, los sacra consistían en un hueso, una peonza,
una pelota, una pandereta, manzanas, un cedazo, un espejo y un ovillo de
lana. Y de manera semejante, en las tribus africanas, encontramos entre los
sacra instrumentos evocatorios tales como reliquias de deidades o
antepasados, o bien artículos como tambores sagrados u otros instrumentos
musicales. En ocasiones estos sacra son máscaras, pequeñas estatuillas,
figuras de cerámica o iconos.
El apartado correspondiente a las «acciones» es aún más variado que los
anteriores, pues incluye actos que responden a las peculiaridades de cada
grupo humano. En masonería, entre la infinidad de ceremonias existentes,
encontramos las pruebas, viajes y desplazamientos que se realizan durante
los distintos grados, el Levantamiento del Maestro, el examen de la piedra
por parte de los Supervisores en La Marca, o las peripecias de los
Moradores durante el ritual del Santo Arco Real. En ambientes tribales
suelen ser danzas, gestos, movimientos o desplazamientos entre los
distintos lugares del área ritual.
Entre las «instrucciones» que reciben los neófitos figuran cuestiones tales
como la revelación de los nombres reales, pero secretos para los profanos, de
las deidades y espíritus que presiden los ritos (trámite muy común en las
sociedades cultuales o secretas africanas). Se les enseña también las líneas
fundamentales de la teogonía, cosmología e historia mítica de la sociedad en
cuestión. En ciertos casos, los sacra pueden revestir la forma de relatos
aleccionadores o metáforas acerca de la vida y la sexualidad, y en ocasiones
son acertijos o canciones. Se otorga gran importancia a guardar el secreto en
torno a la naturaleza de los sacra, las fórmulas recitadas y las instrucciones
que se dan acerca de ellos; secreto que constituye el punto crucial de la
situación liminar. También se imparte instrucción sobre las obligaciones éticas
o morales, sobre las normas a seguir, y cualquier aspecto necesario para
capacitar al recipiendario en su nueva realidad. En masonería, un caso muy
ilustrativo es la Exhortación tras la Iniciación que se pronuncia en el Ritual de
Emulación, en la que se explica al recipiendario sus deberes como
francmasón, como individuo, como ciudadano del mundo, y para con Dios y
el prójimo.
Algunos de estos sacra tienen un nivel aún más elevado, y Victor Turner
los denomina sacerrima20. En el caso de la masonería, los sacra estarían
conformados por el universo simbólico y las enseñanzas de cada grado, y
los sacerrima estarían encarnados en los Toques y las distintas Palabras de
Grado y Palabras de Paso, las cuales permiten el acceso a cada grado. Los
Toques y la Palabras de Grado son la materialización formal de la
adquisición de nuevo conocimiento esotérico, y cada vez que se confía a
alguien un Toque y una Palabra se representa el acceso a una mayor potencia
sagrada por parte del recipiendario. Desde el punto de vista simbólico, la
comunicación de los sacerrima rubrica la transformación de la naturaleza
del recipiendario, transformándolo de un tipo de ser humano en otro.
El lenguaje especial
Es habitual que, en cualquier sociedad, los grupos específicos creen
lenguajes especiales que se adapten a sus necesidades. En el mundo
moderno, las sociedades restringidas están por lo general constituidas por
personas que participan de una misma actividad profesional, en cuyo caso
las lenguas especiales no pasan de ser simples terminologías técnicas. Sin
embargo, en cuanto nos adentramos en el lenguaje de sacerdotes, rabinos,
pastores o imanes (es decir, el lenguaje empleado en el entorno sagrado),
este presenta características más complejas. Este aspecto comienza a
sobresalir conforme nos adentramos en las sociedades menos civilizadas,
pues en ellas lo sagrado adquiere cada vez mayor predominancia, lo que se
refleja invariablemente en sus lenguas especiales. En palabras de Mircea
Eliade:
Todas las formas iniciáticas de pubertad, incluso las más elementales,
conllevan la revelación de una ciencia sagrada, secreta. Ciertos pueblos
llaman a los iniciados «los que saben». Aparte de las tradiciones de la
tribu, los novicios aprenden una nueva lengua, que les servirá más tarde
para comunicarse entre ellos. La lengua especial —o, al menos, un
vocabulario inaccesible a las mujeres y a los no iniciados— es un indicio
de un fenómeno cultural que encontrará su verdadera expansión en las
sociedades secretas21.
La situación específica de cada lengua especial depende de la situación del
grupo con respecto a la sociedad en la que esté inmerso. En una profesión
reconocida (pongamos por ejemplo el derecho) el lenguaje empleado estará
muy cerca del lenguaje utilizado habitualmente por el conjunto de la
sociedad. Sin embargo, el lenguaje empleado por una comunidad marginal
como pueden ser los delincuentes necesita ejercer de barrera defensiva
contra el resto de la comunidad, por lo que estará mucho más diferenciado
(el lenguaje de los delincuentes es un caso extremo dentro de las lenguas
especiales). En principio, una lengua especial germina con el fin de permitir
a una comunidad protegerse, ya sea en mayor o menor medida, del resto de
la población. Sin embargo, reducir la necesidad de la creación de una
lengua especial a la de proteger el grupo sería una simplificación excesiva,
pues estas tienden también a reflejar los tabús particulares de cada
actividad, así como los aspectos sacros de la misma y los valores que tienen
especial jerarquía.
En el caso de la masonería puede discutirse hasta qué punto el lenguaje
especial es fruto de la necesidad de protegerse frente al exterior, o bien
responde a necesidades prácticas rituales. En general, al tratar los lenguajes
especiales se percibe que el mecanismo más sencillo consiste en tomar
palabras del lenguaje normal y atribuirles otro significado. Por ejemplo,
cuando se emplea la palabra «llueve» para señalar que hay profanos
escuchando; «pasar la llana» como expresión de perdón de una ofensa;
«estar en sueños» para decir que no se es miembro activo, etc. No obstante,
se aprecian otras características en este tipo de lenguas.
Fue Richard Lasch el que primero que se fijó en las lenguas especiales
desde el punto de vista estrictamente lingüístico22. Lasch se percató de que
en las lenguas especiales se producían los siguientes fenómenos:
1. Perífrasis: en el caso de la masonería, encontramos ejemplos como
«Logia justa y perfecta», «Gran Arquitecto del Universo, «Cámara
del Medio», «bóveda de acero», etc.
2. Préstamo de lenguas extranjeras. Lasch ofrecía algunos ejemplos de
lenguas que incorporaban vocabulario extranjero con el fin de
hacerse ininteligibles para aquellos que no perteneciesen a su círculo
de hablantes. Sin embargo, en el caso de la masonería en lengua
española la mayor parte de extranjerismos se deben, en primer lugar,
a que el idioma original de la masonería es el inglés; y, en segundo
lugar, a que los rituales y textos masónicos en lengua española son
traducciones de los rituales franceses. Por ello encontramos desde
algún anglicismo puro (Obligación), a galicismos como tenida
(tenue), Hermano Terrible o Experto. No obstante, la razón de ser de
estos extranjerismos no es la de hacer del lenguaje algo ininteligible
para los profanos, pues la logia es un entorno cerrado, sino que suele
responder a necesidades prácticas y de herencia cultural.
3. Arcaísmos. Nos hallamos ante una característica que se presenta en el
ritual masónico de manera esencial. La antigüedad confiere a
cualquier actividad una pátina de trascendencia y sacralidad, y por
ello lo habitual es que en cualquier sociedad exista, junto a una
lengua profana, una lengua sagrada de carácter más antiguo. En el
caso de las naciones católicas tenemos el latín como lengua oficial de
la Iglesia Católica Romana, es decir, como lengua sagrada. En el caso
del inglés tenemos el inglés contemporáneo como lengua profana y el
inglés bíblico como lengua sagrada, del mismo modo que existe el
sánscrito en la India, el eslavo antiguo en Rusia, en su momento se
mantenía el sumerio en el entorno asirio y babilónico, o actualmente
y
se mantiene el hebreo entre la comunidad judía (aunque este caso es
distinto porque, debido a la diáspora, el hebreo es patria). Lo que es
innegable es que la antigüedad y los arcaísmos confieren un carácter
sacro y solemne al lenguaje, y por ende a la actividad desarrollada.
Del mismo modo que ritualizamos lo que es inmutable o queremos
que sea inmutable, todo lo que contribuya a petrificar el lenguaje en
el tiempo provoca que se perciba la actividad en cuestión como algo
que se eleva por encima de los constantes vaivenes de la realidad
profana. En el caso de la masonería anglosajona el carácter arcaizante
del lenguaje viene dado por el uso del inglés bíblico, con sus
incontables peculiaridades, así como el uso de términos hebreos o de
otras lenguas orientales antiguas (como en la explicación del Nombre
Sagrado en el Arco Real). La lengua sacra del entorno español es el
latín, la cual resulta demasiado alejada del lenguaje cotidiano como
para ser empleada. Sin embargo, hay dos características fuertemente
arcaizantes en el lenguaje masónico en español, cuyo uso imprime
carácter de antigüedad a la actividad masónica: el voseo reverencial y
el uso del plural mayestático. El voseo reverencial consiste en el uso
del pronombre vos (u os en el caso de objeto directo o indirecto) junto
con el empleo de la segunda persona del plural: «lo que vos
consideréis», «os exhorto a que digáis...», «caballero, decidnos
vuestra opinión». El uso del plural mayestático es más raro, y en la
Gran Logia de España solo se emplea en decretos, cartas patentes y
documentos similares «Nos, (nombre), Gran Maestro…». Es el
equivalente del Royal We inglés.
4. Metátesis. La cuarta característica que Lasch apreció en las lenguas
especiales, pero que se da de manera marginal en la masonería, es el
cambio de sonidos en las palabras, redoblamiento de los mismos o
incorporación de nuevos fonemas. Esto es propio de lenguajes
marginales o, más comúnmente, el lenguaje infantil, y aparece muy
poco en el lenguaje masónico. Cuando se da la metátesis es porque
nos hallamos ante palabras que provienen de la etapa ágrafa de la
masonería. Sirvan como ejemplo las distintas versiones de la palabra
M.B. (Macbenach, Mahabon, Magbon, etc.).
El texto que viene a continuación está extractado del capítulo del mismo
título aparecido en Iniciación Mística y Ritual Masónico, publicado en
2019. He de decir que, antes de dar por concluido este libro, hube de
plantearme la conveniencia de incluir este capítulo, dado que suponía
incluir unos argumentos de naturaleza simbólica y especulativa en un libro
que pretende ceñirse en la medida de lo posible a los hechos objetivos (si es
que esto es posible al tratar de la iniciación y la masonería, cosa que dudo).
No obstante, haber omitido este capítulo habría supuesto dejar el resto del
texto en la indefinición que, por desgracia, es tan habitual en nuestra Orden.
Es precisamente el contenido simbólico y trascendente lo que actúa de
amalgama de los distintos elementos de la masonería, por lo que finalmente
me ha parecido provechoso y necesario incluirlo.
La naturaleza de la iniciación
La masonería es una orden iniciática. En eso todos los masones parecen
estar de acuerdo. Sin embargo, son pocos los que tienen una idea clara
acerca de qué es la iniciación. Lo que en otras escuelas iniciáticas como el
rosacrucismo, sufismo, la cábala u otras tantas es bien conocido y sería
impensable poner en duda, en la masonería parece sujeto a eterna discusión,
siendo desconocida, cuando no negada, por los propios masones. Esta
situación se debe, por una parte, a la pobre formación de los masones; y por
otra, a que con mucha frecuencia los propios masones buscan en la
masonería cosas distintas a lo que es su auténtica razón de ser, con lo que
ellos mismos se abocan al extravío.
Debemos comenzar haciendo referencia a un concepto importante, pero
sobre el que reina habitualmente una gran confusión: generalmente suele
creerse que la ceremonia en la que el neófito es recibido en el grado de
Aprendiz Entrado representa la verdadera iniciación; sin embargo, esto no
es así. De hecho, la ceremonia de Iniciación al grado de Aprendiz Entrado
no es más que una mera recepción en la Orden. La ceremonia donde se
representa la auténtica iniciación es el Tercer Grado o grado de Maestro
Masón, en el cual se simboliza la muerte del candidato, encarnado en Hiram
Abiff, y su levantamiento de la tumba gracias a la Palabra de Maestro
Masón y los Cinco Puntos de la Fraternidad. Los dos primeros grados,
Aprendiz Entrado y Compañero, representan la etapa de purificación y
trabajo interior que, en todo proceso iniciático, conduce a la iniciación,
representada en masonería por el trance del Tercer Grado.
Ahora bien, ¿qué es lo que se conmemora en el grado de Maestro Masón?
Los autores londinenses como Harry Carr o Neville Barker Cryer
sencillamente no entran en su posible significado, o bien, como Robert
Lomas, lo adscriben a los usos hebreos del siglo I. Sin embargo, uno de los
más importantes autores londinenses, Bernard E. Jones, sí empieza a
considerar la perspectiva esotérica. Jones afirma que «sabemos que a
principios de 1700 existía una leyenda nigromántica, aunque no
necesariamente centrada en el actual mito de Hiram»24. En cuanto
comenzamos a desplazarnos hacia el norte de la isla de Gran Bretaña, esta
teoría parece monopolizar el pensamiento masónico: Douglas Knoop
(Universidad de Sheffield) afirma que «los ejemplos bíblicos nos muestran
que el propósito de la coincidencia completa de un vivo y un muerto era
devolver el muerto a la vida. Esto se habría desarrollado como práctica
nigromántica, y en los siglos XVI y XVII la idea únicamente habría
sobrevivido como nigromancia»25. David Stevenson (Universidad de
Edimburgo) se refiere a las principales leyendas de la masonería (la
noaquita y la hiramita) afirmando que «estas leyendas se refieren a la
nigromancia, el arte mágico de obtener conocimiento de los muertos,
aunque en su forma original y clásica el conocimiento era obtenido
invocando a los espíritus de los muertos y no exhumando cadáveres.
Presumiblemente este elemento nigromántico en el ritual masónico tenga su
origen en el sustrato mágico medieval y renacentista»26. David Harrison
(Universidad de Liverpool) habla del Tercer Grado en los siguientes
términos: «el teatro de nigromancia que se representa en el ritual del Tercer
Grado produce un excelente efecto dramático, con la muerte y renacimiento
del Maestro Masón como símbolo sempiterno de la búsqueda de la
sabiduría antigua perdida. (…) La tradición nigromántica del movimiento
Templario se manifiesta también en el levantamiento de Noé por parte de
sus tres hijos, quienes desean obtener su conocimiento secreto27».
La pregunta surge de manera inmediata: ¿cuál es este acto nigromántico al
que se refieren los distintos autores? En los Misterios de Eleusis lo
denominaban epopteia, aunque los griegos lo denominaban más
popularmente «ser Apolo». También denominaban catábasis a este
descenso al Hades, y a la posterior salida del mismo se le denomina
anábasis (o resurrección). En la terminología latina aparece bajo la
perífrasis descensus ad inferos, gracias al cual es posible descender al
averno. El Marduk babilónico, el Osiris egipcio, el Adonis sirio, el Atis
frigio, la Perséfone griega; Teseo, Heracles, Orfeo, los Dióscuros, Ulises y
Eneas, todos experimentaron este descenso al inframundo para
posteriormente regresar. Incluso Don Quijote de La Mancha descendió a la
Cueva de Montesinos, en un delicioso relato de la iniciación. Sin embargo,
hoy nos hallamos alejados de estos patrones culturales, y este
acontecimiento peculiar ha quedado relegado a los programas de misterio
que aparecen en radio y televisión. Este fenómeno no es otro que lo que hoy
en día se conoce popularmente como «desdoblamiento astral».
El fenómeno del desdoblamiento astral es algo que viene siendo registrado
desde el amanecer de los tiempos y que, con distintas variaciones según el
contexto, es descrito de manera más o menos semejante. Platón, en su
Fedón, se refiere a este fenómeno en los siguientes términos:
¿Y la purificación no es, por ventura, lo que en la tradición se viene
diciendo desde antiguo, el separar el alma lo más posible del cuerpo y el
acostumbrarla a concentrarse; a recogerse en sí misma, retirándose de
todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo posible tanto en el presente
como en el después, sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una
atadura?
El latino Apuleyo, en La Metamorfosis o El Asno de Oro, lo describe del
siguiente modo:
Mas créelo que es verdad; sepas que yo llegué al término de la muerte, y
hallado el palacio de Proserpina, anduve y fui traído por todos los
elementos, y a media noche vi el sol resplandeciente con muy hermosa
claridad, y vi los dioses altos y bajos, y llegueme cerca y adorelos; he
aquí, te he dicho, lo que vi, lo cual como quiera que has oído es necesario
que no lo sepas; pero aquello que se puede manifestar y declarar ante los
oídos de todos los legos, yo muy claramente lo diré.
En el entorno helénico la ceremonia de iniciación era denominada teleté; y
el verbo «iniciarse» se dice teleisthai. La presencia de la raíz tele
probablemente se deba a la capacidad que se tiene en ese estado para
desplazarse a distancia al margen de las leyes físicas. En su famoso poema,
Parménides relataba así esta experiencia, y hacía referencia al zumbido que
muchas personas suelen escuchar cuando realizan el desdoblamiento astral:
Las yeguas que me llevaban tan lejos como mi ánimo podría alcanzar me
iban conduciendo tras haberme guiado y puesto en el camino, abundante
en palabras, de la divinidad, el cual por todas las ciudades lleva al
hombre que ve. Allí están las puertas del camino de la noche y el día. (...)
El eje, inflamándose en los cubos, impelido de ambos lados por las dos
redondas ruedas, lanzaba un grito de siringa, en tanto se apresuraban por
conducirme hasta la luz las doncellas del Sol, dejando atrás las moradas
de la Noche, quitándose con las manos de las cabezas los velos. (...)
¡Salud! No es un mal hado el que te ha inducido a seguir este camino,
que está, por cierto, fuera del transitar de los hombres.
Estamos ante una experiencia que no es susceptible de ser sometida a
experimentación en laboratorio, por lo que es denostada por un cientifismo
que considera que aquello que no puede ser estudiado según las reglas del
método científico entra dentro de la superstición. Sin embargo, aparece de
manera incesante en la literatura universal, siendo este acontecimiento el
origen de las religiones mistéricas. Los que denuestan la creencia en el
mundo espiritual intentan presentar la fe y la creencia en lo sobrenatural
como un mero deseo caprichoso de inventarse una realidad ficticia. Sin
embargo, es este fenómeno el que se halla tras la creencia en el más allá,
tanto en los Antiguos Misterios como en las religiones de cualquier
momento de la historia. Una persona creíble te cuenta algo increíble: hay un
mundo que existe al margen de la realidad corpórea en la que nos
desenvolvemos y donde no rigen las leyes de la materia. «¿Y tú como lo
sabes? – Porque he estado en él y he vuelto».
Los autores académicos hablan de «acto nigromántico». Y, efectivamente,
así se ha considerado a este fenómeno durante siglos, como nigromancia.
Actualmente, la palabra más adecuada para referirse a ello sería un trance
chamánico. Sencillamente, nos estamos moviendo en el ámbito del
chamanismo.
Introducción simbólica al grado de Maestro
Masón
Un cadáver descarnado
El actual mito de Hiram Abiff es esencialmente el mito de Osiris
formulado bajo terminología del Antiguo Testamento, aunque la idea de
levantar a un muerto putrefacto de su tumba y devolverle a la vida
únicamente la encontramos descrita en el manuscrito Graham (1726). En
Graham los hijos de Noé van a levantar de la tumba a su padre para que
este les transmita un secreto que les permita someter a los demonios:
¿Cuándo fueron pronunciadas estas palabras, o para qué servían? Yo
respondo que desde el origen, antes de que el evangelio se extendiera por
el mundo cubierto de espíritus infernales de destrucción. A menos que los
hombres construyeran con fe y en oración, sus trabajos eran a menudo
demolidos.
Sabemos esto por tradición, y también por referencia a la Escritura, que
dice que Sem, Cam y Jafet, deseosos de llegar junto a la tumba de su
padre Noé, trataron de ver si podrían encontrar allí algo susceptible de
conducirles al secreto del poder detentado por ese famoso predicador.
(…) Llegaron entonces a la tumba, donde no encontraron nada más que el
cadáver casi enteramente descompuesto. Cuando cogieron un dedo, éste
se desprendió falange por falange, y lo mismo ocurrió con el puño y con
el codo. Entonces levantaron el cadáver y lo sostuvieron, poniendo un pie
contra su pie, una rodilla contra su rodilla, el pecho contra su pecho, una
mejilla contra su mejilla, y una mano en su espalda, y se pusieron a
gritar: Ayuda, oh Padre, como si dijeran: Oh, Padre del cielo, ayúdanos
ahora, porque nuestro padre terrestre ya no puede hacerlo. Entonces,
dejando de nuevo el cadáver, y no sabiendo qué hacer, uno de ellos dijo:
«Pero hay tuétano en este hueso», y el segundo dijo: «pero el hueso está
seco», y el tercero dijo: «hiede».
No vamos a entrar ahora en las peculiaridades históricas del manuscrito
Graham, sino que nos centraremos en la razón por la que el hecho iniciático
de Noé, en primer lugar, e Hiram Abiff posteriormente, es representado por
medio de la descomposición de sus respectivos cadáveres.
Para plasmar el fenómeno de la iniciación las distintas sociedades han
recurrido a diversas metáforas, siempre según sus propias características.
Las sociedades agrícolas han apelado a la semilla como símbolo de ese
renacimiento, como es el caso de la Parábola del Sembrador (Mateo 13:2-9,
Marcos 4:1-9 y Lucas 8:4-8). Las sociedades pecuarias han recurrido a la
embriología, la cual se ha plasmado más popularmente en leyendas que
describen cómo un personaje es tragado por un pez (detrás del relato de
Jonás 2:17, donde Jonás pasa en el vientre del pez tres días y tres noches,
hay una experiencia mística; del mismo modo que el hecho de que Pinocho
sea tragado por una ballena tiene un trasfondo iniciático). Sin embargo,
antes de que el hombre sedentario recurriese a las semillas o la embriología
como metáfora de la iniciación, las sociedades cazadoras habían construido
un relato simbólico diferente, que apelaba a lo que ellas estaban habituadas
a ver: huesos y animales descarnados. Citando a Mircea Eliade,
Un hecho específico de las iniciaciones chamánicas es que, además de
trocear al candidato, se le reduce al estado de esqueleto. Nos hallamos
ante una arcaica idea religiosa, específica de las culturas de cazadores: el
hueso simboliza la raíz última de la vida animal, la matriz de donde la
carne surge continuamente. Es a partir del hueso de donde renacen los
animales y los hombres. Tras completar su ciclo vital y perecer, su vida
se reducirá a la esencia concentrada en el esqueleto. Y este esqueleto será
la fuente de donde brotará de nuevo la vida y de donde renacerá el
individuo. Reducidos al esqueleto, los futuros chamanes experimentan la
muerte mística que les permite acceder al otro mundo, el mundo de los
espíritus y de los ancestros, así como compartir su sabiduría. Realmente
no nacen de nuevo, sino que son más bien revivificados, pues su
esqueleto es devuelto a la vida al recibir una nueva carne28.
Con toda probabilidad el hecho de que se representase la experiencia
iniciática de Noé, en primer lugar, e Hiram Abiff posteriormente, como la
putrefacción de sus cadáveres, es un vestigio ancestral de la iniciación tal y
como la describían los pueblos cazadores. Este relato habría permanecido
en la cultura europea, siendo finalmente plasmado en el relato de Noé y sus
hijos, del cual únicamente conocemos la parte que aparece en el manuscrito
Graham.
Y habiendo dicho esto, (Jesús) sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo.
Juan 20:22
Este elemento simbólico es compartido con la religión egipcia. En la
mitología egipcia se pensaba también que el ka33 se podía insuflar en un
cuerpo muerto soplando sobre la nariz. Por ello se realizaban ritos en los
que se intentaba transmitir el aliento de vida a las momias, poniéndolas en
vertical mientras unos sacerdotes leían fórmulas mágicas y acercaban
instrumentos especiales a la boca y nariz de las mismas.
Sin embargo, entre insuflar la vida por medio de un soplo, y superponer
pie con pie, rodilla con rodilla, etc. hay una clara diferencia. A pesar de
que la idea motriz es la misma, estamos hablando de dos tradiciones
distintas. Si el Venerable Maestro estuviese transmitiendo los secretos del
Tercer Grado al nuevo Maestro Masón a la manera hebrea, lo haría
seguramente soplándole en el rostro al recipiendario, no levantándole con
los Cinco Puntos de la Fraternidad.
No contamos con una fuente clara para saber de dónde procede la idea
original de superponer pie con pie, rodilla con rodilla, etc., idea de la que
no solo son tributarios los episodios de la viuda de Sarepta y la sunamita,
sino también la leyenda descrita en Graham. La única referencia clara con
que contamos son los citados episodios de la Biblia; pero no parece que
esta sea la fuente original, dado el escaso número de veces que aparece
esta clase de superposición de vivo y muerto en la Biblia. De hecho, en
cierto modo los episodios de Elías y Eliseo pueden considerarse como uno
solo, pues ambos aparecen en Reyes, y Elías y Eliseo son figuras con una
fuerte relación entre sí. Por lo general, cuando el estudioso de la Biblia
encuentra elementos ajenos a los usos hebreos, tiende de manera refleja a
buscar en la religión y costumbres babilónicas, las cuales han dejado tan
profunda huella en el judaísmo, o bien en las tradiciones de los pueblos
semíticos circundantes. Pero, en lo referente a los Cinco Puntos de la
Fraternidad, nos vemos obligados a conformarnos con los pasajes bíblicos
de Elías, Eliseo y Pablo como referencia última; aunque al mismo tiempo
quedemos mirando a Babilonia y a otros pueblos del Levante mediterráneo
con el deseo de encontrar un elemento ritual perdido, el cual difícilmente
hallaremos.
9. Arriba, una vez que el cortejo fúnebre había llevado el sarcófago a la
tumba, tenía lugar el denominado ritual de apertura de la boca. Este rito
consistía en otorgar el aliento de vida a la momia del difunto. Para ello la
momia se ponía en vertical, mientras unos sacerdotes leían fórmulas
mágicas y acercaban instrumentos especiales a la boca y nariz de la momia.
Abajo, Eliseo levantando al hijo de la sunamita, óleo de Frederic Leighton
(1881).
La tercera tumba de Hiram Abiff hasta 1800
Volviendo a las tumbas de Hiram Abiff, la tercera tumba es el objeto de un
proceso de evolución que se extenderá durante los siglos XVIII y XIX, y que
afecta al concepto mismo de la iniciación. Actualmente los rituales
masónicos afirman que Hiram Abiff fue enterrado definitivamente «tan
cerca del Sanctum Sanctorum como la ley israelita permitía», es decir, fuera
del Sanctum Sanctorum, «porque nada vulgar o impuro podía entrar en él».
Sin embargo, esto parece que solo fue así a partir de 1800. Cuando se
contempla la evolución de los rituales en su conjunto, enseguida se aprecia
un llamativo cambio en el emplazamiento de la tumba definitiva de Hiram
Abiff, cambio que ofrece importantes connotaciones. En Masonry Dissected
(1730), Rituel Luquet34 (1745), Three Distinct Knocks (c.1760), Jachin and
Boaz (1762), Hiram: or the Grand Master-Key to the Door of Both Antient
& Modern Free Masonry (1764) y Recueil précieux de la Maçonnerie
adonhiramite35 (1781) se afirma que la tumba definitiva estaba
ubicada dentro del Sanctum Sanctorum, la parte más íntima del Templo del
Rey Salomón, a la que no se podía acceder, salvo el Sumo Sacerdote y solo
una vez al año, para expiar los pecados del pueblo. Sin embargo, en 1801 el
Régulateur del Rito Francés sitúa la tumba fuera del Templo, aunque sin dar
referencias acerca de su ubicación; y en 1816 el Ritual de Emulación sacará
también la tumba al exterior del Templo, consagrando en el uso masónico la
celebérrima frase «fue enterrado tan cerca del Sanctum Sanctorum como la
ley israelita permitía».
(Salomón) le hizo magníficos funerales, y lo sepultó en una tumba de tres
pies de ancho, cinco de profundidad y siete de largo; hizo incrustar
encima un triángulo del oro más puro, e hizo grabar en medio del
triángulo la antigua Palabra de Maestro, que era uno de los nombres
hebreos del G.A.D.U.
Régulateur (1801)
Se ordenó que nuestro Maestro fuese sepultado tan cerca del Sancta
Sanctorum como la ley israelita permitía, en una tumba que se extendiese
tres pies al este y tres pies al oeste del centro; tres pies al norte y tres al
sur; y de cinco pies o más en perpendicular36.
Ritual de Emulación (1816)
Ni el enterramiento original dentro del Sanctum Sanctorum, ni el posterior
fuera, son casuales, sino que ambos responden a razones bien fundadas. A
partir de la Reforma protestante, y con el propósito de ajustarse a la ley
hebrea, dejó de enterrarse a los difuntos dentro de las iglesias británicas,
sacando las sepulturas al patio – cementerio (churchyard). Bien seguros
podemos estar de que, en el caso de los rituales anglosajones, todos los
autores eran perfectamente conscientes de que enterrar un muerto dentro del
Templo era algo totalmente prohibido por la religión judía. Como hemos
dicho, es por esta razón por lo que, en los países anglosajones, es inhabitual
ver sepulturas posteriores a la Reforma protestante en el interior de las
iglesias. Lo normal es que esas tumbas se hallen en el patio – cementerio
(churchyard) exterior a la iglesia. Por todo esto sabemos que los autores
estaban obrando de manera intencionada, pues tanto quienes ubicaban el
sepulcro dentro, como quienes lo hacían fuera, eran conscientes de la norma
hebrea. Ello nos hace plantearnos la siguiente pregunta: ¿por qué, si se
sabía que la ley hebrea lo prohibía, se mantuvo durante todo el siglo XVIII la
tumba dentro del Sanctum Sanctorum?
Una hipótesis que serviría para responder a esta pregunta es que los
hermanos que ubicaron la tumba dentro del Sanctum Sanctorum no estaban
contemplando el Templo del Rey Salomón como un templo hebreo sino
como un templo pagano.
El modelo de templo hebreo es el tabernáculo, tantas veces mencionado en
el Antiguo Testamento. Y el Templo del Rey Salomón era, sencillamente,
un tabernáculo construido en piedra. La disposición del Templo, que
consiste en un área abierta previa, una zona intermedia, y una zona más
reservada al fondo, es aportada por los templos paganos, los cuales ofrecen
una distribución igualmente en tres zonas, que en el caso de los templos
griegos se denominan pronaos, naos y ádyton. Es decir, si comparamos la
planta de un templo griego con la del Templo del Rey Salomón,
encontramos la siguiente semejanza:
Los tres espacios citados se corresponden con las tres etapas de la
iniciación: el pronaos correspondería al pueblo profano (pro-fanum, «ante el
templo»), el naos correspondería a lo que en los misterios griegos eran
los mystes (iniciados que todavía no había experimentado el trance místico
o epopteia), y el ádyton37 era el lugar reservado a los epoptes. Al otro lado
del templo se hallaba el opistódomos, donde se guardaban los objetos
litúrgicos.
Es decir, en el ádyton es donde se conmemora la teofanía, que en el caso
griego y pagano sería el descensus ad ínferos o catábasis. Por ello, mientras
que para penetrar en el Sanctum Sanctorum se asciende por una escalera, en
el caso del ádyton la escalera desciende. En el primer caso nos estamos
elevando para encontrarnos con la divinidad; en el segundo caso
descendemos al inframundo o Hades. En su Historia de Grecia, en el libro
X, dedicado a La Fócida, Pausanias nos deja una interesante mención de las
creencias que existían en torno a la naturaleza del ádyton:
Dicen que una vez un hombre, no de los que bajan al ádyton, sino un
profano, cuando la pira comenzaba a arder, entró en el ádyton por
curiosidad y por atrevimiento, y se le apareció todo lleno de fantasmas, y
regresó a Titorea, pero, después de contar lo que había visto, murió.
Pausanias, X, 32, 17
Pero el paganismo no era algo exclusivo de los gentiles. Desde luego, no
todos los judíos del Antiguo Testamento eran monoteístas y adoradores de
Jehová. De hecho eran numerosísimos los israelitas que adoraban a Baal
(que era el dios de la lluvia y la fertilidad entre babilonios, caldeos,
cartagineses, fenicios, filisteos y sidonios) o, como en el caso de los
samaritanos, a una pentada de cinco dioses38. Sin embargo, los israelitas
adoradores de Jehová provocaron un salto teológico inmenso cuyas
consecuencias acompañarán a la humanidad durante toda su historia:
abandonaron el culto a los dioses paganos que servían para propósitos
materiales y tangibles, y comenzaron a rendir culto a Jehová; primero como
dios principal entre otros dioses, y finalmente como único Dios verdadero,
creando al mismo tiempo una teología cuyo eje era el bien puro como
concepto omnipresente.
En algún momento durante la Edad del Bronce tardía, o la Edad del Hierro
temprana, los templos del Levante mediterráneo pasaron de su anterior
disposición de dos cámaras (porche y hekal) a una de tres (porche, hekal y
debir). Tanto el tabernáculo como el Templo del Rey Salomón pertenecen a
esta clase de templos de tres cámaras. No existen rastros arqueológicos que
muestren que la tercera cámara fuese semejante al ádyton griego, pues por
lo general están a la misma altura de la segunda cámara (hekal), y en
ocasiones más elevada. Esto sucede porque la razón de ser del Sanctum
Sanctorum del Levante mediterráneo es muy distinta de la del ádyton. Las
religiones de la Tierra de Canaán eran naturalistas. Es decir, de la buena
relación de los fieles con Baal o Astarté podía depender la cosecha, o la
procreación de hijos, o cualquier otra cuestión que se atribuyese al dios en
cuestión. Por ello, la relación con el dios era meticulosamente cuidada con
el fin de evitar cualquier comportamiento impuro, o incluso una
profanación que podría resultar catastrófica para la supervivencia de la
comunidad. Aunque solo los sacerdotes podían acceder al Santo o hekal, se
intentó proteger aún más el contacto con la deidad resguardándola en el
Sanctum Sanctorum y restringiendo aún más el acceso a ella. Con ello el
hekal quedaba como una cámara intermedia que protegía al dios de
cualquier posible impureza ritual (recordemos que algo semejante sucedía
con la Cámara de Reflexión). En el caso del culto a Jehová, se trata de la
relación con un dios no naturalista y abstracto, que por supuesto no tiene
una estatua que lo represente. Pero, por el propio concepto de Dios
desarrollado por los israelitas, la obsesión por preservar su pureza les llevó
a mantener esas medidas de protección de manera igualmente rigurosa.
En cualquier caso, si bien la explicación del ádyton nos es útil para
comprender por qué Hiram Abiff es enterrado en el Sanctum Sanctorum,
resulta inverosímil que los hermanos fundadores de la Gran Logia de
Londres y Westminster conociesen palabras como «ádyton» o «mystes», o
que estuviesen pensando en el origen pagano del tabernáculo. Pero sin duda
estaban manejando, con los matices propios de su contexto histórico y
cultural, una idea semejante, siendo esta la razón por la que cometieron
deliberadamente la asombrosa abominación de enterrar a Hiram Abiff
dentro del Sanctum Sanctorum. No deja de ser llamativo el hecho de que un
equipo en el que había dos competentes teólogos cristianos (James
Anderson era pastor presbiteriano, y John Theophilus Desaguliers
presbítero anglicano39) diesen carta de naturaleza a un ritual pagano y
nigromántico. Es posible que, con el fin de crear un ritual auténticamente
ecuménico, los fundadores de la Primera Gran Logia acudiesen al nivel más
primitivo de espiritualidad. Al comparar el apartado De Dios y la religión
entre las Constituciones de Anderson de 1723 y las de 1738 (año de la
transformación de la Gran Logia de Londres y Westminster en Gran Logia
de Inglaterra) nos percatamos de que las de 1723 están mucho más
descristianizadas que las de 1738. Sin duda, los autores de las
Constituciones de 1723 eran mucho más osados de lo que creemos en su
propósito de crear un ritual pagano y ecuménico.
10. Arriba, ádyton del templo de Apolo en Delfos. Al ádyton se accedía
por medio de una escalera descendente, dado que se iba a descender al
Hades. Obsérvese la abertura por la que la pitonisa descendía a la cámara
donde tenía las visiones. Abajo, ádyton del templo de Zeus, en Nemea.
11. En el tránsito entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro (hacia
1200 a.C.) los templos del Levante mediterráneo pasaron de tener dos
estancias a tener tres. Con ello se buscaba proteger al dios de cualquier
impureza o profanación. Arriba, templos de finales de la Edad del Bronce.
Abajo, templos de la Edad del Hierro.
La tercera tumba de Hiram Abiff a partir de 1800
Como hemos dicho, la intención de los creadores del ritual primigenio era
dar forma hebrea a un uso espiritual pagano, por lo que Hiram Abiff debía
ser enterrado dentro del Sanctum Sanctorum. Vamos a ver ahora cómo y por
qué se sacó la tercera tumba de Hiram Abiff fuera del Sanctum Sanctorum.
En Nueva York, en 1866, se publicó un ritual de amplia implantación que
incluye una nueva localización para la tercera tumba de Hiram Abiff. Se
trata de Duncan's Masonic Ritual and Monitor, que es un manual de
referencia del Antiguo Rito de York. En este ritual encontramos ya una
nítida referencia al hecho de que la tercera tumba de Hiram Abiff no se
halla dentro del Sanctum Sanctorum, sino debajo. Veamos lo que reza el
texto:
El cuerpo de nuestro Gran Maestro fue enterrado tres veces: en primer
lugar, entre los escombros del Templo; en segundo lugar, en la cima de
una colina al oeste del Monte Moriá; y, en tercer y último lugar, tan cerca
del Sanctum Sanctorum, o del Templo del Rey Salomón, como la ley
israelita permitía; y la tradición masónica nos informa de que se erigió en
su memoria un monumento masónico, consistente en una hermosa virgen
llorando sobre una columna rota; ante ella había un libro abierto; en la
mano derecha portaba una ramita de acacia, y en la izquierda una urna;
detrás de ella se hallaba el Tiempo, desplegando y contando los rizos de
su cabello. La hermosa virgen llorando sobre la columna rota denota el
estado inacabado del Templo, así como la muerte prematura de nuestro
Gran Maestro, Hiram Abiff; el libro abierto ante ella, que sus virtudes se
conservan a perpetuidad; la rama de acacia en su mano derecha, la
divinidad del cuerpo; la urna en su mano izquierda, que sus cenizas
estaban allí dentro depositadas de forma segura, bajo el Sanctum
Sanctorum, o Santo de los Santos, del Templo del Rey Salomón.
(…) the sprig of acacia in her right hand, the divinity of the body; the urn
in her left, that his ashes were therein safely deposited, under the
Sanctum Sanctorum, or Holy of Holies, of King Solomon's Temple.
Es decir, aunque el texto recalca que Hiram Abiff «fue enterrado tan
cerca del Sancta Sanctorum como la ley israelita permitía», este nos invita
a fijar nuestra atención en la hermosa virgen (que no es otra que Isis
llorando sobre el cadáver de Osiris), para al final, de manera soslayada,
revelarnos que el cadáver está sepultado bajo el Sanctum Sanctorum. De
hecho, parece incluso que los autores del ritual estén intentando confundir
a los hermanos para que no se percaten de su verdadera intención.
Obviamente eran conscientes de que el Sanctum Sanctorum era el
auténtico ómfalos, y que el Sanctum Sanctorum con la bóveda del Arco
Real bajo él constituía el auténtico axis mundi. A diferencia de los rituales
del siglo XVIII, ahora nos hallamos en una etapa (1866) en la que el Arco
Real está establecido como cúspide de la masonería, y situar la tumba
debajo y no dentro del Sanctum Sanctorum permitía enlazar
geográficamente el Tercer Grado con el Arco Real. Citamos en esta
ocasión al español, nacionalizado británico, F. de P. Castells40:
En el Arco Real no afirmamos taxativamente que Hiram fuese enterrado
en la bóveda; pero parece inferirse de lo que se dice. Todo lo que se
afirma es que sus iniciales, así como las de los otros dos Grandes
Maestros, figuraban grabadas en el pedestal que marcaba el centro de la
bóveda. Pero reflexionemos. Mientras que sobre la sillería del Templo se
apreciaban numerosas marcas y caracteres correspondientes a los muchos
masones que trabajaron en él, jamás se descubrió rastro alguno del
Arquitecto Jefe. Por otra parte, sus iniciales aparecieron grabadas en el
plinto de la piedra homenaje que creemos que indicaba el centro de la
bóveda. En otras palabras, Hiram Abiff yace enterrado bajo el pedestal,
que es un monumento erigido en memoria suya y de las otras dos
dignidades responsables de la construcción. (...) La inspiración del Rey
Salomón ingenió una estratagema por la cual el Arquitecto Jefe podría ser
honrado sin violar la ley común. Sin duda no estaba enterrado dentro del
Sanctum Sanctorum.
Resumiendo todo lo dicho anteriormente, los rituales del siglo XIX habrían
sacado el sepulcro del Sanctum Sanctorum por dos razones que van de la
mano:
1. Porque la ley hebrea (y por ello el protestantismo) no permitía que
estuviese dentro del Templo. De este modo los masones actuales
repetimos que Hiram Abiff fue enterrado «tan cerca del Sanctum
Sanctorum como la ley israelita permitía».
2. Porque la conclusión natural de sacar la tumba de Hiram Abiff del
Sanctum Sanctorum es reubicarlo en la bóveda del Santo Arco
Real. Enterrar al arquitecto dentro del Sanctum Sanctorum
establece como conclusión de la historia el descensus ad inferos
pagano y sume al ritual y al hombre en un eterno retorno; sin
embargo, sepultar al arquitecto en la bóveda del Santo Arco Real
implica poner el ritual masónico en las coordenadas del tiempo
judeocristiano, y se dota a toda la peripecia masónica de un punto
final, que no es otro que el retorno al paraíso perdido. Es decir,
estamos ante un proceso de judaización del ritual, frente al mayor
paganismo del ritual en 1730.
Regressus ad uterum
Cuando los Moradores comienzan a preparar los cimientos del Templo,
encuentran un pasaje flanqueado por siete pares de columnas «de exquisita
factura». Comienzan a transitar por dicho pasaje, a lo largo del cual se ven
obligados a limpiar unos escombros que son restos del anterior templo.
Finalmente descubrirán que se hallan en la parte superior de una bóveda, a
la cual el Morador Principal deberá descender dos veces. En el relato
original enoquita no se llega directamente a la última bóveda, sino que hay
que atravesar una serie de bóvedas preliminares, que son el equivalente de
los siete pares de columnas del ritual inglés, lo que nos recuerda que el
proceso místico no consiste en un único momento sino en una sucesión de
iniciaciones mantenidas en el tiempo. El descenso a la bóveda es un
ejemplo típico de regressus ad uterum como escenificación del proceso
iniciático. Citemos, una vez más, a Mircea Eliade43:
El tema del regressus ad uterum aparece en un gran número de mitos y
ritos iniciáticos. La idea de la gestación y el parto es expresada por una
serie de imágenes homologables: penetración en el vientre de la Gran
Madre (= Tierra Madre), o en el cuerpo de un monstruo marino, de una
bestia salvaje o incluso de un animal doméstico. (...) En aras de la
simplicidad, dividiremos los testimonios en dos grupos: en el primero, el
regressus ad uterum, si bien implica un cierto peligro (inevitablemente
ligado a todo acto religioso), aparece como una operación misteriosa pero
relativamente poco arriesgada. Por el contrario, en el segundo grupo de
testimonios, el regressus conlleva el riesgo de ser hecho pedazos en las
fauces del monstruo (o ser desgarrado en la vagina dentata de la Madre
Tierra) y ser digerido en su vientre. Por tanto, puede hablarse de dos tipos
de iniciación por regressus ad uterum: el tipo fácil y el tipo dramático. En
el primer tipo se hace énfasis en el misterio del nacimiento iniciático, el
cual es acompañado, cuando no dominado, por la idea de que, al tratarse
de una prueba iniciática, esta no puede renunciar a incluir cierto peligro.
(…) En cuanto al segundo tipo de regressus iniciático, este comprende un
número considerable de formas y variantes, y ha dado lugar a
eflorescencias y desarrollos colaterales, cargados de significados cada
vez más matizados incluso en las religiones, la mística y la metafísica de
las sociedades evolucionadas. En efecto, se encuentra el tema iniciático
del retorno peligroso ad uterum: 1) en los mitos que giran en torno a la
devoración de un héroe en el interior de un monstruo marino, del que
saldrá victorioso tras haber forzado el vientre del devorador; 2) en los
mitos y relatos milagrosos de chamanes que, durante sus trances,
sostienen haber penetrado en el vientre de un pez gigante o de una
ballena; 3) en cierto número de mitos que narran la travesía iniciática a
través de una vagina dentata o del descenso peligroso al interior de una
gruta o una grieta asimiladas a la boca o al útero de la Madre Tierra,
descenso que conduce al héroe al otro mundo; 4) Por último, el mismo
tema es reconocible en todo el grupo de mitos y símbolos que hablan de
un «pasaje paradójico» entre dos muelas en continuo movimiento, entre
dos rocas que se tocan en todo momento, o sobre un puente estrecho
como un hilo y cortante como el filo de un cuchillo. Lo que caracteriza a
todas estas formas de regresión peligrosa ad uterum es que el héroe la
g p g q
afronta vivo y en su condición de adulto, es decir, no muere y no retorna
a un estado embrionario. El objetivo de la empresa resulta excepcional:
se trata sencillamente de alcanzar la inmortalidad.
Como hemos citado anteriormente, el simbolismo embriológico de la
iniciación es propio de las sociedades sedentarias y ganaderas, y lo habitual
es que se plasme en leyendas de personajes engullidos por peces, como en
Jonás 2:17 o en el relato de Pinocho. En el caso del ritual masónico, por los
peligros que se mencionan, parece que el descenso a la bóveda responde al
tipo descrito por Eliade como vagina dentata. Aunque aparentemente los
peces / monstruos marinos y la vagina dentata sean dos temas distintos,
debido a su simbolismo común en ocasiones aparecen juntos. El
psicoanalista Erich Neumann (acaso el más brillante discípulo de Carl
Gustav Jung) dejó constancia de que en las Guayanas y en la tribu Chaco
(que se reparte entre Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay) encontramos un
mito según el cual «un pez habita la vagina de la Madre Terrible; el héroe es
el hombre que somete a la Madre Terrible, rompe los dientes de su vagina y
la convierte en mujer44».
El descenso a la bóveda para descubrir los secretos del Maestro Masón es
una forma de catábasis. En la antigüedad se creía, de manera generalizada,
que los difuntos que habían vivido y sufrido mucho estaban tan llenos de
experiencia que, para recabar sus enseñanzas o una información precisa, era
necesario descender a los infiernos y tener con ellos un encuentro personal.
Si nos fijamos, esto es exactamente lo que sucede en el manuscrito Graham
(1726), donde aparece por primera vez el Levantamiento del Tercer Grado.
En Graham los hijos de Noé quieren levantar al famoso predicador para
que este les comunique un secreto que obligue a los demonios a
obedecerles. A este descenso a los infiernos se le denominaba catábasis, y a
la posterior salida del mismo se le denomina anábasis (o resurrección). Por
ello Marduk, Heracles, Eneas, Ulises y otros muchos descendieron a los
infiernos, donde todos tuvieron inolvidables experiencias. Ahora bien, el
Arco Real ofrece una dimensión mucho mayor al incorporar tanto el
carácter progresivo de la iniciación (sucesión de columnas / bóvedas
sucesivas / Pase de los Velos), como el descubrimiento de la plancha de oro
con el Nombre Sagrado; es decir, se otorga a la catábasis una finalidad muy
distinta a la del paganismo, pues el regressus ad uterum no es seguido por
una vuelta a la realidad profana previa, lo que sumiría al candidato en un
eterno retorno que no llevaría realmente a ningún lado. Por el contrario, en
el interior de la bóveda el Morador Principal va a descubrir el Nombre
Sagrado del Dios Altísimo Vivo y Verdadero, lo que va a devolverle al
Paraíso que una vez perdió. El último fotograma de esta historia viene dado
por el candidato sosteniendo el estandarte de la tribu de Judá (en el ritual
inglés) o la vara de Moisés (en el ritual escocés). Como hemos visto, las
alusiones a la casa de Judá o a la vara de Moisés eran la forma de
demostrar, por parte de los obreros llegados de Babilonia, el origen divino
de su alma. Al poner dicho estandarte o la vara en la mano del candidato se
está afirmando que este ha llegado por fin al lugar del que procede su alma,
a la fuente de la divinidad, a la visión beatífica. El candidato es invitado a
formar parte del Sanedrín, es decir, es admitido en la Comunión de los
Santos, y con esto el viaje de la masonería ha llegado a su fin.
12. El regressus ad uterum más famoso de la literatura española tiene
lugar en El Quijote. En el episodio de la Cueva de Montesinos, Cervantes
deja constancia de la experiencia iniciática haciendo que Don Quijote sea
descendido al interior de la cueva de una manera semejante a como el Santo
Arco Real lo hará en su ritual dos siglos después. Grabado de Louis Janet
(1860).
13. «…Y sacándole del todo, vieron que traía cerrados los ojos, con
muestras de estar dormido». Acuarela de Salvador Tussell (1894) siguiendo
el grabado de Gustave Doré (1860). Obsérvese la notoria soga.
El ritual como elemento integrador de la
comunidad