Está en la página 1de 2

RELATO DE EXPERIENCIA

El aprendizaje de la música y en particular del canto es un universo ligado a la


abstracción, ya que básicamente es difícil comprobar a simple escucha y vista
el grado certero de interpretación de una persona. En los años que llevo como
docente de canto, y siendo alumna, me he nutrido de la imitación, la repetición
de reglas y normas para escribir y comprender el lenguaje, y sobre todo
expuesta a un alto rendimiento físico de mi persona para lograr las metas
propuestas en mi diario profesional.
Sometida a constructos y filosofías de una pedagogía obtusa que solo basa su
fundamento en el talento, el buen oído, y la habilidad innata; es que hoy como
docentes nos vemos en la urgencia de cambiar el paradigma porque vemos
que estos sustentos, perjudican fundamentalmente los recorridos de nuestros
estudiantes, los segregan y clasifican, generando en ellos una carrera sin
disfrute, y agrandando el desánimo, siendo que por naturaleza y definición el
arte es una área del conocimiento que estimula la creatividad y genera un goce
natural en quienes la practican.
Esta contradicción nos obliga a poner en foco, si son la falta de herramientas
metodológicas innovadoras, o la permanencia del modelo conductista
inconsciente de nuestras prácticas para evitar un modelo expresivista mal
interpretado, o al fin: que sabemos de muchos métodos pero no somos
capaces aún de convertirlos, mediante transposición didáctica, en una
adecuación detalladamente pensada para cada sujeto que aprende, teniendo
en cuenta su individualidad, sus antecedentes, y sus propósitos a futuro.
Podemos disponer en nuestro maletín, infinidad de materiales para realizar la
más espectacular de las cátedras, haber coleccionado tantas diplomaturas,
como cursos y capacitaciones, y aun así, aplicando la técnica en nosotros
mismos, aun pasándola y experimentando en nuestra gola, somos incapaces
de hacernos entender con el otro.
Es verdad, trabajamos con un cuerpo sonoro que se esconde dentro de
nosotros, donde a simple vista no podemos observar que sucede cuando
pruebo tal o cual cosa. Solo son (a primera vista) emociones, sensaciones,
percepciones que sentimos como respuesta a esa acción que deseamos
realizar. Entonces no tenemos algo visible y comprobable de lo que está bien o
mal. Solo el oído desarrollado del profesor es quien observa y escucha la voz y
evalúa el error. Y no podremos ver qué fue lo que paso adentro nuestro para
poder evitar hacerlo nuevamente.
Por eso la supervisión constante se vuelve a veces un síntoma de inseguridad,
ya que buscamos la aprobación de alguien calificado para evaluar nuestro
desempeño en escena, y nos olvidamos de un receptor o público que está
experimentando otras sensaciones al mismo tiempo que el cantante se dispone
a presentar su performance. Pero eso ya es otro tema. Solo referir a este
receptor en la escena porque la interpretación es un factor que será parte de
esta hipótesis que deseo plantear, ya que no hay instancia de interpretación sin
un interlocutor.
¿Por qué me importa tanto hablar y cuestionarme de esto? Tal vez porque
cuento las innumerables veces que mi persona y luego mis estudiantes,
aficionados, principiantes, y futuros docentes de canto me han consultado
sobre la ejecución de su técnica y muchas veces sus dudas y conflictos frente a
una ejecución que realizaban de manera mecánica sin entender en profundidad
la cuestión física de la acción.
Porque me encontré ayudando a rehabilitar a personas que hicieron mal uso de
su voz, y necesitaban otra forma de emitir sonido, con salud y bienestar, y
porque la voz es nuestra herramienta más preciada como docentes y
comunicadores.

También podría gustarte