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Este documento describe la experiencia de la autora como docente de canto. Explica que tradicionalmente la enseñanza del canto se ha centrado en el talento innato y la habilidad técnica, en lugar de considerar la individualidad de cada estudiante. Esto ha generado frustración y desánimo en los estudiantes. La autora argumenta que es necesario cambiar el paradigma e implementar métodos pedagógicos más innovadores que tengan en cuenta las características particulares de cada persona.
Este documento describe la experiencia de la autora como docente de canto. Explica que tradicionalmente la enseñanza del canto se ha centrado en el talento innato y la habilidad técnica, en lugar de considerar la individualidad de cada estudiante. Esto ha generado frustración y desánimo en los estudiantes. La autora argumenta que es necesario cambiar el paradigma e implementar métodos pedagógicos más innovadores que tengan en cuenta las características particulares de cada persona.
Este documento describe la experiencia de la autora como docente de canto. Explica que tradicionalmente la enseñanza del canto se ha centrado en el talento innato y la habilidad técnica, en lugar de considerar la individualidad de cada estudiante. Esto ha generado frustración y desánimo en los estudiantes. La autora argumenta que es necesario cambiar el paradigma e implementar métodos pedagógicos más innovadores que tengan en cuenta las características particulares de cada persona.
El aprendizaje de la música y en particular del canto es un universo ligado a la
abstracción, ya que básicamente es difícil comprobar a simple escucha y vista el grado certero de interpretación de una persona. En los años que llevo como docente de canto, y siendo alumna, me he nutrido de la imitación, la repetición de reglas y normas para escribir y comprender el lenguaje, y sobre todo expuesta a un alto rendimiento físico de mi persona para lograr las metas propuestas en mi diario profesional. Sometida a constructos y filosofías de una pedagogía obtusa que solo basa su fundamento en el talento, el buen oído, y la habilidad innata; es que hoy como docentes nos vemos en la urgencia de cambiar el paradigma porque vemos que estos sustentos, perjudican fundamentalmente los recorridos de nuestros estudiantes, los segregan y clasifican, generando en ellos una carrera sin disfrute, y agrandando el desánimo, siendo que por naturaleza y definición el arte es una área del conocimiento que estimula la creatividad y genera un goce natural en quienes la practican. Esta contradicción nos obliga a poner en foco, si son la falta de herramientas metodológicas innovadoras, o la permanencia del modelo conductista inconsciente de nuestras prácticas para evitar un modelo expresivista mal interpretado, o al fin: que sabemos de muchos métodos pero no somos capaces aún de convertirlos, mediante transposición didáctica, en una adecuación detalladamente pensada para cada sujeto que aprende, teniendo en cuenta su individualidad, sus antecedentes, y sus propósitos a futuro. Podemos disponer en nuestro maletín, infinidad de materiales para realizar la más espectacular de las cátedras, haber coleccionado tantas diplomaturas, como cursos y capacitaciones, y aun así, aplicando la técnica en nosotros mismos, aun pasándola y experimentando en nuestra gola, somos incapaces de hacernos entender con el otro. Es verdad, trabajamos con un cuerpo sonoro que se esconde dentro de nosotros, donde a simple vista no podemos observar que sucede cuando pruebo tal o cual cosa. Solo son (a primera vista) emociones, sensaciones, percepciones que sentimos como respuesta a esa acción que deseamos realizar. Entonces no tenemos algo visible y comprobable de lo que está bien o mal. Solo el oído desarrollado del profesor es quien observa y escucha la voz y evalúa el error. Y no podremos ver qué fue lo que paso adentro nuestro para poder evitar hacerlo nuevamente. Por eso la supervisión constante se vuelve a veces un síntoma de inseguridad, ya que buscamos la aprobación de alguien calificado para evaluar nuestro desempeño en escena, y nos olvidamos de un receptor o público que está experimentando otras sensaciones al mismo tiempo que el cantante se dispone a presentar su performance. Pero eso ya es otro tema. Solo referir a este receptor en la escena porque la interpretación es un factor que será parte de esta hipótesis que deseo plantear, ya que no hay instancia de interpretación sin un interlocutor. ¿Por qué me importa tanto hablar y cuestionarme de esto? Tal vez porque cuento las innumerables veces que mi persona y luego mis estudiantes, aficionados, principiantes, y futuros docentes de canto me han consultado sobre la ejecución de su técnica y muchas veces sus dudas y conflictos frente a una ejecución que realizaban de manera mecánica sin entender en profundidad la cuestión física de la acción. Porque me encontré ayudando a rehabilitar a personas que hicieron mal uso de su voz, y necesitaban otra forma de emitir sonido, con salud y bienestar, y porque la voz es nuestra herramienta más preciada como docentes y comunicadores.