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Huella vocal

Natalia Díaz
Escuela Universitaria de Tecnología Médica, Facultad de Medicina,
Universidad de la República del Uruguay.

Docente: Prof. Adj. Mag. Noelle Fostel


Asignatura: Formación del rol del psicomotricista a través del trabajo corporal

07 de noviembre de 2022
Introducción:
Los talleres realizados dentro del área de Formación del Rol del Psicomotricista a
través del Trabajo Corporal, enmarcados en la materia Psicomotricidad II de la Licenciatura
en Psicomotricidad, tuvieron un gran impacto en la formación de mi rol como psicomotricista
y a su vez, generaron en mi distintos cuestionamientos acerca del diferente uso de los
mediadores de comunicación y mi postura al ponerlos en juego.
Una de las actividades realizadas en los talleres trató sobre la voz como mediador de
comunicación. Esta actividad generó una huella en el proceso de la formación de mi rol
como psicomotricista, y a su vez, fue el punto de partida para comenzar una búsqueda de
nuevas estrategias para utilizarla, en qué momentos ponerla en juego y de qué forma
hacerlo; todo ello en base a las intervenciones que deseo realizar y teniendo en cuenta lo
que quiero generar en un otro u otra.
El título de este escrito “Huella vocal” intenta señalar la importancia de la voz como
parte de la identidad, aludiendo a la huella como una analogía de la huella digital, que nos
es propia, única y permite diferenciarnos. Considero que la voz, con todos sus
componentes, identifica a la persona que la porta, ya que es un medio de reconocimiento
personal, resultado de una constante construcción desde nuestro nacimiento.

Desarrollo de la temática
No en todo momento fui consciente de que en esta actividad trabajaríamos la voz.
Comenzamos sentadas en el piso, con los ojos cerrados, lo cual fue de extrema comodidad
ya que desde ese momento supe que el factor vergüenza que tengo socialmente asimilado
no iba a ser un obstáculo para el desarrollo de la actividad.
Explorar la cavidad bucal utilizando la lengua fue la primera consigna. Comencé por
los dientes, las encías y el paladar, recorriendo cada centímetro que ocupaba el espacio.
Pude ser consciente de la poca importancia que le doy a mi boca, ya que nunca me había
detenido a experimentar las partes que la componen.
Luego de este periodo de experimentación bucal, iniciamos con la voz. Sonidos tales
como “mmm” o “aaa” comenzaron a salir de mi boca y a su vez, el oído se puso en marcha,
escuchando las voces de alrededor, intentado decodificar de quién era cada voz. La
actividad fue evolucionando a otros tipos de sonidos: letras, onomatopeyas; y a su vez, se
propuso experimentar con las distintas cualidades de la voz: volumen, tono, duración.
Esta última actividad descripta fue de gran importancia para mi formación dado que
tuve la oportunidad de variar las cualidades de mi voz de una forma en la que no estoy
acostumbrada a hacer; mientras varias compañeras aprovecharon esta situación para elevar
su volumen y duración, yo opté por otro camino. Comencé a experimentar mi voz en
volúmenes y tonos disminuidos, jugando con las palabras o sonidos que seleccionaba.
Mientras me esforzaba en controlar estos volúmenes más disminuidos, me
cuestionaba por qué me costaba tanto utilizar mi voz de esta manera. Instantáneamente
pensé en que todo mi círculo social me asocia a una voz elevada, fuerte y firme y, quizá por
esta razón es que en todos los ámbitos de mi vida me siento más cómoda utilizándola de
esta manera.
Por ello es importante entender que la voz reconoce la identidad de la persona
(Calmels, 2009). Cada sonido emitido muestra de cierta forma nuestra persona y su
recorrido, que está establecido por el aparato fisiológico que nos permite hacer uso de la voz
y por el contexto sociocultural en donde estamos insertos, que nos posibilitará hacer uso de
este mediador de diferentes formas y con diferentes finalidades (Fostel, 2020).
La experimentación de la voz habilitada desde temprana edad determina también el
proceso de construcción de la misma; y del cuerpo (Fostel, 2020). El posible significado que
le podamos atribuir a la voz del otro también se incluye dentro de este proceso de
construcción, que, de alguna manera, va formando la identidad de la cual estamos
hablando. Calmles (2009) plantea que la voz se construye, por ende, no nacemos con ella
de antemano; no se crea en un instante, sino que, mediante la experimentación: llanto, grito,
silabeo, etc., se va formando la estructura corporal de la voz, que luego organizará a la
palabra.
Condicionados por el contexto sociocultural, la historia personal de cada individuo y
la construcción resultante de ello, cada persona tendrá distintas características de los
componentes de la voz, y a su vez, distintas formas de expresión, donde las emociones
tienen un papel fundamental. Dentro de los componentes se encuentran: las cualidades de
la voz (volumen, timbre, tono, articulación) y las vocalizaciones (caracterizadores,
cualificadores y segregaciones vocales), siendo ambas una forma de evidenciar ya sea
intencionalmente o no las emociones de las personas. (Fostel, 2020). Considero que pude
variar, desde el taller mencionado en adelante, el volumen, el tono y la articulación de mi
voz, posicionándome en los niveles más bajos dentro de mis posibilidades. A su vez, fue
interesante inferir las emociones de todas mis compañeras y las mías, teniendo en cuenta
que estábamos privadas de la visión, de todos modos las emociones encontraban la forma
de hacerse presentes en el salón; la vergüenza, la risa y el miedo en la voz aislada en el
espacio, son ejemplos que se hacen evidentes y encuentran la forma de llenar el espacio
aun con los ojos tapados.
Estos aspectos a poner en práctica sobre la voz encontraron su lugar en las
prácticas pre-profesionales, enmarcadas en el Jardín de Infantes n° 286. Hasta la fecha, he
tenido la oportunidad de oficiar en el rol de coordinadora en dos oportunidades, en donde he
logrado mejorar el control de mi voz y hacerlo funcional a cada momento de la sala. Los
rituales de entrada y salida son el ejemplo más oportuno, ya que en la primera experiencia
como coordinadora mantuve durante los rituales un volumen elevado de la voz que concluía
en un tono intimidante, el cual no era necesario ya que se había establecido un clima de
escucha adecuado. Gracias a las observaciones de mis compañeras y de la docente, pude
ser consciente de ello y trabajar para corregirlo en la siguiente coordinación, en donde logré
manejar mi voz en los distintos momentos de la sala dependiendo de qué era lo que se
necesitaba en cada situación particular. De esta forma comprendo que, a pesar de tener una
voz que nos caracteriza y es parte de nuestra identidad, es posible trasformarla
dependiendo el contexto, lo cual es de gran importancia en nuestra disciplina. Es interesante
destacar asimismo la espontaneidad de los niños y niñas que observé en mi segunda
coordinación (con respecto a la primera), donde hubieron oportunidades para conversar de
distintas temáticas en los rituales que ellos y ellas traían con soltura. Esto se lo atribuyo a mi
flexibilidad a la hora de manejar la voz.
Reflexionando acerca del proceso de creación de este trabajo, debo mencionar que
al principio consideraba inviable poder producir un documento como este, con una
multiplicidad de partes y un llamado a la creatividad. Pero a medida que iba progresando en
el trabajo, más sentido y compromiso encontraba en él. Considero que es un mecanismo
que enriquece las instancias de taller (las cuales pueden quedar en un plano muy abstracto
si no se solidifican en un escrito), donde se amplían los espacios para reflexionar sobre
nuestra propia expresividad y a su vez, nutre nuestros conocimientos teóricos sobre el tema.

Referencias bibliográficas
Calmels, D. (2009). Infancias del cuerpo. Buenos Aires, Argentina: Puerto Creativo.

Fostel, N. (2020). La competencia corporal de los maestros de Educación Inicial de los Centros de
Educación Inicial Públicos (Jardines de infantes) de Montevideo. (Tesis de Maestría para
obtener el título de Magister en Psicología y Educación). Facultad de Psicología, UdelaR,
Montevideo, Uruguay.

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