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Tema 1
Aproximación a la Doctrina Social de la
Iglesia
En este primer tema de la asignatura nos marcamos como objetivo acercarnos al
concepto de Doctrina Social de la Iglesia (en adelante DSI) y como esta se ha desarrollado en
el tiempo. Hay una fecha clave que da origen a la DSI, es el año 1891, con la publicación de la
Encíclica1 Rerum Novarum (RN) del Papa León XIII. Con esa encíclica comienza a gestarse una
nueva reflexión en el corpus magisterial De la Iglesia, no ya desde una perspectiva dogmática,
sino abordando las situaciones concretas que el hombre se encuentra en la sociedad en la
que está viviendo, es decir, la política, la economía y las transformaciones a las que se ve
sometida la sociedad. De este modo podríamos decir que la DSI sería una reflexión moral
sobre la sociedad en su conjunto o, más acertadamente, aplicar los principios generales de la
moral (entendemos, evidentemente la moral católica) a los acontecimientos nuevos que cada
día se van presentando.
Hasta aquí, supongo que se nos plantee una primera cuestión que sería: ¿La Iglesia no
se preocupó antes de finales del siglo XIX por los problemas que realmente ocupaban y
preocupaban a la sociedad? Parece evidente que, aunque se sitúe el nacimiento de la DSI en
esa fecha concreta, la Iglesia como tal ya había reflexionado y enseñado sobre cuestiones
concretas referente a la moral social. Veamos algunos de los antecedentes principales en la
historia de la Iglesia que terminaran dando lugar a este corpus magisterial denominado
comúnmente como DSI
1. Antecedentes a la DSI
1.1. En el Nuevo Testamento (NT)
La enseñanza social nunca estuvo al margen de la vida de la Iglesia, sino que ya en sus
mismos orígenes nos encontramos una forma nueva de vida entre las comunidades de los
cristianos que suponía un choque cultural con las formas de vida de la gente en el contexto
en que nace la Iglesia, el mundo romano. Tal es así que el libro de los Hechos de los apóstoles
nos describe como era la forma de vida de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén:
“Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y
haciendas y las distribuían entre todo, según las necesidades de cada uno. Unánimes y
constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los
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Una encíclica es un documento del magisterio ordinario del Papa donde, generalmente, trata de dar
respuesta a situaciones concretas para el pueblo cristiano. Cuando hablamos de encíclica social entendemos
que supone una reflexión sobre algunas de las cuestiones que preocupan a la sociedad y que el Papa, como
cabeza De la Iglesia, trata de orientar a los fieles cristianos ante esas cuestiones.
Tema 1 – Doctrina Social de la Iglesia
Prof. Antonio José Palazón Cano
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Cf. Hch 6, 1; 9, 39-40
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Hasta el siglo IV no encontramos templos cristianos, sino que el lugar habitual de reunión para celebrar los
sacramentos y la oración en común eran las mismas casas de los cristianos, normalmente aquella que era más
grande teniendo la capacidad para albergar a una comunidad.
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La esclavitud en el siglo I era la nota común en todas aquellas casas que contaban con abundancia de bienes
económicos. El esclavo no tenía ningún derecho porque no era considerado si quiera como persona, puesto
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que este es un concepto que estaba ligado a la dignidad y los esclavos no tenían dignidad. Sin embargo, el
esclavo, por su buen hacer, podía obtener la carta de libertad, condición necesaria para tener dignidad y, por
tanto, ser considerado como persona, sujeto, pues, de derechos.
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Este nuevo ejercicio de la Iglesia va a suponer una reinterpretación de la vida social a la luz de
los principios evangélicos, como por otra parte siempre se hizo, sobre todo en los comienzos de la
Iglesia. Sin embargo, desde los comienzos hasta prácticamente el siglo XX eran muchos los
acontecimientos que habían ido surgiendo que había supuesto no pocas transformaciones en la vida
de la Iglesia. Mientras que al comienzo aquellos que iban abrazando la fe tenían claridad de que no
podían vivir como si no hubieran hecho profesión en la fe de Jesucristo, incluso en medio de un
ambiente que invitaba justo a lo contrario de lo que les animaba la fe, después del siglo IV y sobre
todo en el siglo V, con la caída del Imperio Romano, la Iglesia comenzará a ostentar un poder terrenal,
que le hará apartarse de los orígenes, de tal modo que ahora la sociedad va a conformarse conforme
a esos criterios evangélicos e incluso serán perseguidos, como antes lo fueron los cristianos, a todos
aquellos que no estaban dispuestos a vivir según ésta determinada manera. La Revolución Francesa
en el Siglo XVIII supondrá un fuerte latigazo en el poder terrenal de la Iglesia, que tras la pérdida de
los Estados Pontificios como antes señalábamos, supondrá la salida de la esfera de poder de la Iglesia
en la conformación de los Estados y, por tanto, de la sociedad. Esta pérdida de influencia social de la
Iglesia será la ocasión que otras ideologías aprovecharán para usurpar el vacío que había supuesto la
salida de la Iglesia o del papado de los ámbitos de poder. Las nuevas ideologías imperantes
provenientes de la Modernidad ocasionarán también grandes estragos en los fieles que quedan
1) pensar la situacion
renacimiento : modernidad identificacion de errores no
revolucion francesa compatibles con la fe.
revolucion industrial Como vivir en medio de esta
sociedad
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Esta situación comporta que el papado tienda a transformarse para lo que verdaderamente
fue constituido, no como un poder terrenal, sino como un poder espiritual. Así el papado irá
orientando a los fieles sobre los errores que no pueden ser sostenidos por los cristianos a la vez que
el horizonte por el que los cristianos están llamados a deambular. Esto supondrá que la doctrina social
de la Iglesia no sea estática, es decir, no pretende fijar principios inamovibles, puesto que no pretende
ser dogmática en sus formulaciones, aunque en algunos casos parezca tajante en sus condenas a
determinadas ideologías o movimientos. Así pues, podemos encontrarnos que, aunque aparezca una
condena tajante a una determinada ideología o comportamiento social, sin embargo, más adelante,
puedan verse vías de diálogo o beneficios que puede llegar a aportar esa misma determinada ideología
o comportamiento. Esta situación en el magisterio social es debido, precisamente, a lo dinámico de
esta enseñanza que tiene que ver con el tiempo concreto y con las formas concretas. También, de la
misma manera que ha podido ir matizándose posicionamientos del magisterio, también se ha podido
producir una transformación en la ideología concreta o comportamientos desde sus inicios hasta
épocas posteriores. Para tratar de ejemplificar esto nos ayudamos del ejemplo que Ildefonso Camacho
nos presenta en su libro Doctrina Social de la Iglesia. Una aproximación histórica:
Noventa años después, Juan Pablo II afirma que toda la vida socioeconómica
debe estar presidida por un principio: la prioridad del trabajo sobre el
capital. A tenor de esto se revisa la doctrina sobre la propiedad con estas
palabras:
Teniendo en cuenta esto parece claro que la Iglesia, en su magisterio social, no puede decir
ahora lo mismo que decía hace un siglo, por ejemplo, sobre el capital, puesto que el capitalismo de
hace un siglo o tras la II Guerra Mundial o la llamada sociedad del bienestar actual, no tiene las mismas
formas de expresión. De este modo tendrá que señalar en cada momento las bondades del sistema,
los errores y los peligros para el ser humano. Sin embargo, los principios éticos o morales que
sostienen la enseñanza si son permanentes, de tal modo que esta enseñanza se tiene que contemplar
como un sistema articulado que solo adquiere sentido en su conjunto, tratando de contemplar cómo
hay principios que quedan subordinados a otros principios de orden superior. No se trata pues de una
moral de situación cuyos principios entre diversas situaciones no tienen por qué tener conexión
alguna, sino que la correcta interpretación del magisterio siempre es teniéndolo en cuenta en el
conjunto donde podremos comprobar como hay principios superiores que articulan todo un sistema
de principios jerárquicos, que en definitiva, no es más que tratar de responder como se puede vivir y
manifestar la fe en Jesucristo en los distintos momentos de la historia de los hombres y de cada
hombre.
Ahora pues, nos surge una pregunta, la forma correcta de darle nombre este magisterio como
sería ¿doctrina social o enseñanza social? La palabra doctrina, no suena a una realidad inamovible, ya
fijada de una manera permanente. Parece claro que no es esto lo que pretende este magisterio
eclesiástico, si bien es cierto que, prácticamente hasta finales del siglo XIX, las enseñanzas
magisteriales de la Iglesia siempre fueron doctrinales, es decir, tratar de mostrar donde se cimienta la
fe que profesa, sin embargo, con esta enseñanza más bien pretende mostrarnos, no los cimientos,
sino como vivir la fe ante determinadas situaciones, para lo cual, es necesario que tengamos claridad
donde se encuentra anclada la fe. Por tanto, podríamos decir, que este tipo de magisterio eclesiástico
se encuentra en un punto intermedio entre lo doctrinal la mera enseñanza, puesto que requiere del
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CAMACHO, I., Doctrina Social de la Iglesia. Una aproximación histórica, San Pablo, Madrid, 1991, 3ª Ed., p. 17
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El Concilio Vaticano II y Pablo VI prefieren utilizar el término enseñanza social, sin embargo,
Juan Pablo II volvió a retomar la formulación tradicional de Doctrina Social. Personalmente, creo que
es suficiente con que tengamos en cuenta que supone una enseñanza dinámica y que no pretende
instaurar nada de forma permanente sino contemplando la realidad a la luz del Evangelio de
Jesucristo. De hecho, aunque Juan Pablo II prefiere utilizar la terminología clásica, sin embargo, la
presenta como un proceso dinámico que tiene que cumplir tres pasos, ver-juzgar-actuar, siendo esta
una exigencia para toda comunidad cristiana. Movimientos de la Iglesia como la Acción Católica,
hicieron de esto la forma habitual de vida en sus grupos.
El concilio, pues, supondrá situarse con lo propio que es en la sociedad en la que vive, no se
trata, por tanto, de perder identidad, sino siendo lo que es, como se sitúa en el mundo presente. La
sociedad ahora es cambiante y plural, no hay una forma única de pensar, sino que como piensa la
sociedad la Iglesia, es una más entre tantas otras que conviven y es allí donde puede aportar en ese
diálogo social, lo propio y particular de la comprensión de la realidad. De este modo, la Iglesia se siente
llamada a aportar luz ante los graves problemas que vive la humanidad, desde el mensaje de salvación
aportado por Jesucristo.
destacan, por encima de los demás, las dos grandes guerras mundiales. Se caracteriza
este periodo por un duro combate de la Iglesia frente a los nuevos sistemas sociales que van tomando
cuerpo en la última parte del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Es cierto, que, con el transcurso
del tiempo, la contundencia de las denuncias realizadas desde las enseñanzas magisteriales ha dado
la razón a la Iglesia, puesto que aquellos nuevos sistemas sociales, concluyeron con las dos grandes
guerras mundiales y totalitarismo de distinto signo político que, lejos de alcanzar la prosperidad que
prometían, terminaba convirtiéndose en un sistema ideológico cerrado donde todo aquel que no
fuera afín debía ser eliminado, fiel reflejo de esto sería el comunismo y el nazismo, como ha quedado
perfectamente constatado en la historia de Europa. Las enseñanzas del magisterio en este periodo
suponían duras condenas contra estos sistemas ideológicos nacientes e imperantes en determinados
momentos, en el fondo también encerraban una cierta nostalgia por la pérdida de la centralidad de la
Iglesia a la hora de conformar la sociedad. De este modo, podríamos decir, que las primeras encíclicas
sociales se dirigen contra alguien (Liberalismo, Socialismo, Capitalismo, Comunismo, Nacismo),
mientras que ya con el magisterio de san Juan XXIII, comienza a experimentarse un cambio de actitud,
no ya un enfrentamiento directo, sino una forma nueva de la Iglesia de posicionarse en la sociedad.
Este impulso de San Juan XXIII será lo que propicie el punto de inflexión, del que ya hemos hablado,
que supone el Concilio Vaticano II en la Doctrina Social de la Iglesia.
Pontífices de este nuevo periodo son San Pablo VI y San Juan Pablo II con un abundante
magisterio social, aunque no será ya tarea exclusiva de los papas, sino que también los sínodos de los
obispos y asambleas locales reflexionarán sobre estas cuestiones, aunque sea después el Papa quien
lo asuma ofreciendo un documento magisterial. Los dos últimos pontífices Benedicto XVI y Francisco
también han tenido su aportación al magisterio social. En este periodo no se tienen como contrincante
ningún sistema político en concreto, sino más bien se reflexiona sobre situaciones que forman parte
de la vida humana y de la sociedad, como por ejemplo el trabajo, el progreso o, más recientemente el
papa Francisco, sobre la ecología.