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DIABLO PERVERSO

DANIELA ROMERO
Copyright © 2021 Daniela Romero www.romero-annett-books.com Todos los derechos reservados,
incluidos los derechos de reproducción, distribución o transmisión en cualquier forma y por cualquier
medio. Para obtener información sobre los derechos subsidiarios, comuníquese con el autor.

Este libro es un trabajo de ficción. Los personajes, nombres, lugares, incidentes y eventos son
producto de la imaginación del autor y son ficticios o utilizados de manera ficticia. Cualquier
parecido con personas reales, vivas o muertas, eventos o lugares son pura coincidencia.

Diseño de portada: Coffee and Characters


Traducción: Sirena Audiobooks LLC
ÍNDICE

UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISEIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
EPÍLOGO

Acerca del Autor


UNO

—Alejandra, vas a llegar tarde a la escuela. —Janessa grita usando mi


nombre completo. Suspiro y elijo ignorarla. Ella no le dará importancia. Ya
hizo su trabajo y me informó de la hora, como seguramente mi padre le
ordenó. Mi padre. Pensar en Gerald Ulrich como algo más que un completo
y absoluto desconocido se siente...extraño.
Muerdo mi labio inferior y miro fijamente mi reflejo en el espejo de
cuerpo completo, preparándome para el que será mi primer día en una
escuela nueva, en un pueblo nuevo, con una nueva familia. Porque
claramente, mi vida no es lo suficientemente complicada.
Lágrimas pican mis ojos, pero parpadeo fuertemente para deshacerme
de ellas. «Vamos, Allie. Mantén la compostura». Me rehúso permitirme
llorar. No hoy. Ni mañana. No de nuevo.
Si lo hago, no estoy segura de poder detenerme.
Inhalando un aliento estremecedor, miro mi apariencia. Me veo bien,
supongo. Excepto que la chica parada frente a mí no se parece en nada a la
Alejandra Ramirez que he sido los últimos diecisiete años. Ella se ve como
una chica muy propia. Adinerada. Honestamente, la chica parada frente a
mí se ve como una perra engreída.
No me veo como yo. Tengo puestos un par de pantalones blancos tan
ajustados que parece que fueron pintados sobre mi cuerpo y un delicado top
floral rosa. Tiene mangas holgadas transparentes y muestra una pequeña
parte de mi abdomen bronceado. Es demasiado femenino. Si Julio, mi
mejor amigo, pudiera verme ahora, probablemente se caería de la risa. Este
no es mi estilo.
No es como que a alguien de aquí le importe.
En casa hubiera ido a la escuela vestida con pantalones rotos, una
camiseta vintage de alguna banda con una sudadera más grande que mi talla
y un par de zapatos deportivos K-Swiss negros. Blancos si quisiera sentirme
elegante ese día. Hubiera estado bien colocar mi cabello en un nudo
despeinado y ponerme mis grandes argollas doradas con un delineado de
gato y nada más en lo que a maquillaje se refiere. Demonios, la mayoría de
los días ni siquiera me pongo delineador. Siempre he sido muy poco
femenina. Todavía, sigo siendo poco femenina.
Aunque si me vieras ahora, no lo sabrías.
Pero la semana pasada, cuando conocí a mi papá biológico, con su
elegante traje gris, me echó un vistazo e hizo una mueca de disgusto. No ser
femenina era inaceptable. Necesitaba tener el aspecto adecuado como
Janessa, su asistente personal, me ha recordado, en al menos tres diferentes
ocasiones en el mismo número de días. Soy la hija de Gerald Ulrich, no una
chola de un barrio pobre. Gerald es un miembro destacado de su
comunidad. Gerald es un hombre de negocios. Gerald tiene un auto
elegante, dinero y probablemente solo tiene tarjetas de crédito negra en su
cartera.
Su hija necesita cumplir ciertos estándares.
«Voltea los ojos e inserta una cantidad increíble de sarcasmo aquí.»
Hasta hace una semana había sido su hija distante y olvidada.
Ya no más.
No desde que mi mamá murió.
Froto el dolor que siento en mi pecho. «¿Por qué me ocultaste todo
esto, mamá? Tuvo que haber una razón.»
Tu pensarías que después de todo lo que he pasado, el tipo me daría un
respiro. Él...no sé, haría el intento de conocerme.
Resoplo e intento aplastar el dolor dentro de mi pecho. Mamá no puede
responder mis preguntas. Está muerta y yo estoy aquí.
Los sentimientos obstruyen mi garganta.
Maldición. Me rehúso a permitir que el dolor me invada de nuevo. No
debería importarme si no soy lo suficiente buena para el tipo. Estoy aquí.
Eso significa algo, ¿cierto? Digo, técnicamente él luchó para traerme aquí.
Pudo haberme dejado en Richland. Podría haber pasado el resto de mi
último año como una chica de orfanato. Aunque, si soy completamente
sincera conmigo misma, no estoy tan segura de que hubiera preferido eso.
Al menos estaría en mi ciudad natal. Tendría a Julio, Gabe y a Felix, mis
amigos, gente que en realidad se preocupa por mí.
Pero una menor de edad no tiene ni voz ni voto en estas situaciones.
Si mamá estuviera aquí, me diría que fuera fuerte. Que fuera valiente.
Ella debería estar aquí. Pero no está, así que necesito ser valiente por mi
cuenta.
De acuerdo. Puedo hacerlo.
No hay otra alternativa.
Janessa me proporcionó mi atuendo para mi primer día de escuela junto
con el resto de mi nuevo guardarropa, ya que el mío fue destruido en el
incendio. Técnicamente no es el primer día de escuela. Me transferí a Sun
Valley High cerca del final del primer trimestre, pero será mi primer día en
esta escuela.
Hurra.
Detesto el atuendo. El guardarropa. El maquillaje y los perfumes. Pero
cuando traté de insinuar que no es mi estilo, ella frunció el ceño como si la
hubiera ofendido y después me recordó que necesito dejar ir mi pasado.
No fue su intención lastimarme con sus palabras. Al menos, no creo que
lo fuera. Janessa no me parece una persona cruel. Pero piensa que mi vida
antes del aquí y ahora es indigna de mí. Indigna del nombre Ulrich. Y ella
solo es la asistente de mi papá biológico.
Después de decirme que tan afortunada soy de haberme reunido con mi
padre, decidí que era más fácil seguir con la corriente y no complicar las
cosas. Es mi último año. Pronto cumpliré dieciocho y después de
graduarme, puedo regresar a mi antigua vida. Puedo dejar esta casa. Este
pueblo. Esta gente.
Entonces lloraré su pérdida.
Dejo suelto mi largo cabello café oscuro, utilizando la plancha para
cabello que Janessa me dio para alisarlo, antes de aplicarme un poco de
maquillaje.
Necesito causar una gran primera impresión.
Un poco de corrector para esconder las ojeras bajo mis ojos por la falta
de sueño. Un poco de rubor e iluminador para cubrir mi piel pálida. Un
toque de máscara para pestañas y brillo labial transparente para verme más
viva. Janessa lo aprobaría.
No es mi estilo y aunque lo odie, también sé que, en este momento, no
quiero ser yo. No quiero ser la chica que perdió a su madre. La chica a la
que su novio dejó esa misma noche. O la chica que perdió a su única amiga
a causa de ese mismo novio. El imbécil me engañó. Con ella. Y ahora, debo
comenzar en una escuela nueva y vivir con un padre al que apenas conozco.
Es la cereza del pastel que es mi vida.
Mis hombros caen. Tomo mi nueva mochila rosa pálida, para nada mi
color, y deslizo mis pies dentro de un par de zapatos deportivos Chloe
Lauren. Cuestan casi quinientos dólares.
¿Qué tan ridículo es eso? ¿Quién gasta quinientos dólares en zapatos?
Eso equivale a la renta. Bueno, quizás no. Pero es suficiente para cubrir los
pagos de servicios y un poco más.
Suspiro. Se que debería estar agradecida. Son lindos. Pero todo el
dinero y los productos costosos me incomodan. Nunca tuve este tipo de
cosas mientras crecía. Mamá era una madre soltera. Tenía dos trabajos para
cubrir los gastos y yo compraba la mayoría de mis cosas en Ross o Target.
Deberían haber visto la cara de Janessa cuando sugerí ir de compras ahí
para reemplazar mis cosas.
Salgo de mi habitación, bajo corriendo las escaleras y entro en la cocina
para tomar una taza de café.
Janessa está de pie junto a la isla de mármol, con una gran sonrisa en su
rostro y sin rastros de Gerald.
Me da una taza para llevar. —Toma, querida, preparé tu café. Tenemos
que irnos para que no llegues tarde en tu primer día.
Asiento con la cabeza y la sigo, escaneando rápidamente la habitación
mientras tomo un sorbo del café empalagoso. Qué asco. Tomo mi café
negro, no con lo que sea esta mezcla saborizada que le agregó. Estoy
tentada a tirarlo y servirme otra taza. Pero no lo hago. Eso sería de mala
educación.
Janessa nota mi mirada errante y contesta la pregunta que no me animo
a hacer. —Tu padre ya se encuentra en su oficina. Su agenda está bastante
llena y tu llegada no fue —hace una pausa—: planeada.
Aprieto mis labios. No, ciertamente no lo fue. Apuesto a que le encantó
recibir esa llamada en particular de servicios sociales. Me quedé con los
padres de Julio la primera semana después de que mamá murió mientras se
confirmaba su paternidad. Mi querido padre quería estar seguro. Tenía la
esperanza de quedarme con mi mejor amigo durante mi último año, los
padres de Julio estaban de acuerdo con la idea. Pero tan pronto como los
resultados de la prueba confirmaron que Gerald Ulrich es mi padre, esa
opción salió por la ventana.
Él me quería. Ahí está, tengo que recordármelo. Me quiere. Aunque,
todavía no ha actuado como tal.
Afuera, me subo al Porche Taycan 4S blanco de Janessa. Está
ridículamente bajo en el suelo y cuesta mucho más que mi vieja casa. Lo
busqué en Google. El costo de su auto. No sé cuánto le paga Gerald por ser
su asistente personal, pero debe ser una gran cantidad si puede costearlo.
Aunque no me sorprendería que sea algo más que su asistente, basándome
en las pocas veces que los he visto juntos. Es más, como un romance de
oficina. Que cliché.
Él tiene cincuenta y dos años, ella apenas se graduó de la universidad.
Lo suficientemente joven para ser mi hermana mayor. Pero ¿quién soy yo
para juzgar?
Hasta hace una semana, ni siquiera sabía que tenía un papá. Digo,
obviamente sabía que alguien contribuyó a que naciera y todo eso, pero no
sabía que él estaba por ahí. Que sabía sobre mí. Si soy sincera conmigo
misma, suponía que estaba muerto. Y no tenía problema con eso.
Mamá nunca habló sobre él y no era como esos niños que sienten que
les falta una parte de ellos sin un padre. Ella siempre fue suficiente.
Mis ojos se llenan de lágrimas y trato de alejar mis recuerdos.
Nos toma veinte minutos llegar a Sun Valley High. Janessa divaga un
montón de tonterías y no le pongo atención durante la mayor parte del
camino. Entrando al estacionamiento, su Porsche llama la atención y todos
voltean a vernos mientras se estaciona. Trago saliva y me apresuro a
quitarme el cinturón. Detiene el auto como si planeara acompañarme.
—Estaré bien —le aseguro—, ya estoy grande.
Tomo mi mochila, dejando el café a propósito y me apresuro a abrir la
puerta.
—Pero es tu primer día. Puedo acompañarte. Estoy segura de que habrá
papeleo y …
—Está bien, yo me encargo. —Noto las miradas de los estudiantes que
van pasando. Algunos son curiosos pero la mayoría se ven molestos. No
quiero que esa molestia se convierta en repudio. Y no quiero que me
etiqueten como una presumida.
Tuve que rogarle a Gerald que me dejara asistir a Sun Valley High. Él
quería que asistiera a la Academia Suncrest. La mejor escuela privada en el
área y la tercera preparatoria con más prestigio en el país. No le agradó la
idea que asistiera a una escuela pública con la gentuza del pueblo. Sus
palabras, no las mías. Pero desde que gané esa batalla, no me he enfrentado
con él en nada más. Ni por la ropa. Ni por donde vivir. Ni por las reglas,
solo porque reconozco una batalla perdida cuando la veo, pero él accedió en
esto y Janessa está a punto de arruinarlo.
—¿Estás segura? Tu padre no estará feliz si…
—Estoy bien. Lo prometo. —Cierro la puerta detrás de mí sin darle la
oportunidad de hacer otro comentario y corro por el estacionamiento hacia
la entrada principal de la escuela. Un enorme diablo rojo me mira.
Bienvenidos a Sun Valley High, el hogar de los diablos rojos.
Paso a través de las puertas abiertas, un sentimiento de aprensión se
apodera de mí, pero lo aplasto.
Estaré bien.
Mamá era fuerte. También puedo serlo.
Solo tengo que tomar las cosas un día a la vez.
DOS

La escuela fue informada de mi llegada la semana pasada así que tenían


todo listo para mí. Recibí mi horario del consejero escolar, el Sr. Kemp,
junto con algunas formas que dijo que tengo que llevar a casa y regresarlas
con la firma de Gerald. Me asignaron mi casillero y me dieron la
combinación, aunque si Sun Valley High se parece a mí antigua escuela,
estará vacío por el resto del año. Siempre cargo los libros en mi mochila
entre clases en lugar de dejarlos en mi casillero para ahorrar tiempo.
Dado que Sun Valley High maneja un sistema en trimestres, solo tengo
cuatro clases. Inglés, Cálculo, Español 4 y Soldadura. Cálculo me pateará el
trasero. Las matemáticas nunca han sido mi fuerte. Pero deberá ser bastante
fácil ponerme al corriente con el resto.
—Tu, umm, Janessa me informo de tu...situación —el señor Kemp dice,
un gesto comprensivo mostrándose en sus rasgos—. Si necesitas hablar con
alguien, la puerta de mi oficina siempre está abierta.
Como siempre una asistente atenta. Janessa se ha encargado de todo,
incluso de ventilar mis asuntos. Genial.
—Gracias. —Asiento con la cabeza, no es que tenga planeado aceptar
su oferta. Pero el Sr. Kemp parece agradable. Es más joven que el resto de
los miembros del personal que he visto hasta ahora. Tiene entre unos veinte
y treinta años. Tiene cabello castaño rojizo y ojos azul fuerte. Es lo
suficientemente atractivo y tiene una sonrisa sincera. Juzgando por la
cantidad de estudiantes que gritan saludándolo cuando pasan por la puerta
de su oficina, parece ser uno de los miembros más agradables del personal.
Muchísimos “Hey, Señor K.” Pero no necesito un hombro para llorar y
prefiero no relacionarme con los consejeros escolares. Tienen la tendencia
de hacer las cosas incómodas. Lo aprendí en mi primer año y no planeo
repetir el incidente.
Además, es un desconocido. Si no me he molestado en confiar en mi
nuevo papá. ¿Porque habría de confiar en él?
La campana de aviso suena indicando que la primera clase va a
comenzar. Me levanto para irme, guardando mi horario en el bolsillo
delantero de mis pantalones. Antes de que salga de su oficina, un chico
entra caminando, pavoneándose lentamente y con una sonrisa burlona que
estoy segura es permanente. Inclina la cabeza hacia el Sr. Kemp,
saludándolo, dejándose caer en la silla que acabo de desocupar sin
molestarse en voltearme a ver.
Que grosero. Pero, como sea. Soy la chica nueva. Si Sun Valley High es
prácticamente como cualquier otra escuela en América, los estudiantes de
aquí no serán hospitalarios. Pero todo eso está bien. No necesito hacer
amigos aquí. Tengo a Julio, Gabe y Felix esperándome. No planeo
quedarme mucho tiempo después de graduarme.
—¿A qué debo el honor de esta visita, Señor Valdez? —El señor Kemp
dice con un tono severo, pero no se me escapa la ligera curvatura de su
boca. De inmediato me doy cuenta de que este tipo, Valdez, es uno de esos
chicos que pasa mucho tiempo en esta oficina. Tiene un aire de hostilidad
presuntuosa pero el señor Kemp no parece afectado por eso.
Parece...entretenido.
Cuando el chico finalmente voltea hacia mí, me mira lentamente de pies
a cabeza antes de hacer una mueca de disgusto. —Chiflada, —murmura
entre dientes, volteando sus lindos ojos marrones.
—¡Oye! —le gritó. No me conoce y no me importa que tan lindo sea,
no soy una niña mimada.
Se burla de mí y voltea a mirar de nuevo al señor Kemp sin molestarse
en responder a mi arrebato, con una expresión de aburrimiento en su cara.
—Roman. —Había una advertencia ahí pero al chico no parece
importarle.
—¿Qué? Solo mírala. —Roman se encoge de hombros—. Solo llamo a
las cosas por su nombre.
Muerdo mi labio inferior para evitar gritarle antes de voltear e irme. No
necesito esto.
—Señorita Ulrich —el señor Kemp me llama.
Me paralizo. —Ese no es mi nombre. —Mi tono no es amigable, no es
mi intención pero lo que dije es verdad. Ulrich no es mi nombre. Gerald
quiere que tome su apellido. Es una persona importante en el pueblo y
piensa que su apellido me abrirá las puertas, pero no lo quiero. He sido
Alejandra Ramirez, Allie para abreviar, por los últimos diecisiete años. No
tengo planes de cambiar eso en esta vida o la siguiente.
Roman levanta sus cejas, mostrando un repentino interés en nuestra
conversación.
—Discúlpame Alejandra.
—Allie —le corrijo de nuevo.
Hace una mueca e inclina su cabeza hacia el tipo. —Allie, él es Roman.
También está en el último año como tú. Y da la casualidad de que también
tiene Inglés como su primera clase.
—¿Y por qué se supone que esto debe importarme?
—Te acompañará a tu primera clase y te ayudará a adaptarte. Piensa en
él como tu guía de esta semana.
Mi boca se abre y no se me escapa la mirada que dirige hacia Roman.
Esto no es opcional. Miro al señor Kemp, boquiabierta.
—No, gracias. Estoy bien así. —Intento ser firme.
Suspira y se reclina en su silla, ignorándome por completo. Sus ojos se
centran en Roman quien aún tiene esa expresión de aburrimiento en su cara.
—¿Estás aquí porque hablaste de más otra vez?
Roman encoge sus hombros. —Tal vez.
Volteo mis ojos. Es completamente uno de esos tipos. Probablemente
también es un jugador. Definitivamente se ve como un deportista. Hombros
anchos, complexión atlética. También puedo entrever un tatuaje saliendo
del cuello de su camiseta. Es un chico malo y se asegura de que todos lo
sepan. Incluso sus profesores.
No tengo tiempo para un chico como él.
El señor Kemp sonríe. —Bueno, entonces en lugar del castigo, tendrás
el placer de mostrarle a Allie la escuela y la ayudarás a sentirse bienvenida.
Es nueva en Sun Valley High y no conoce a nadie. Por una vez, se un buen
estudiante y ayuda a la chica.
—Estoy bien —dice Roman—, me quedo con el castigo.
«Gracias a Dios.»
El señor Kemp se cruza de brazos y levanta una sola ceja. —¿Estás
seguro de eso? Esta es tu tercera visita a mi oficina este trimestre, lo que
significa que tendrás una semana completa de detención en lugar de un día.
Faltarás a entrenar por una semana... —Su voz se desvanece, lanzando a
Roman una mirada de complicidad.
Roman maldice. —Que mierda. —Se levanta de la silla—. Señor K, no
puede hacer eso.
—Está fuera de mis manos —le dice, sus manos levantadas en un gesto
sereno—. Tú eres el que no puede mantener la boca cerrada. Ahora, no soy
de los que ofrecen alternativas, pero no quiero sufrir la ira del entrenador
Samson más de lo que tú quieres. Así que, ¿qué va a ser señor Valdez? La
chica o el castigo.
Roman me lanza una mirada fulminante.
—Espere, ¿Puedo dar mi opinión? —No necesito la clase de atención
que esto seguramente me traerá. Tengo toda la intención de pasar
desapercibida. Ser un don nadie en Sun Valley High. Tengo la sensación de
que cualquiera que se junte con este tipo, Roman, no pasa desapercibido.
Es atlético, guapo y más arrogante que cualquier otro chico con el cual
haya tenido la desgracia de toparme, lo cual solo puede significar una cosa.
Es popular. No me junto con los populares.
—No. —Ambos responden al mismo tiempo.
«¡Argh!»
Esto es tan injusto. ¿Por qué me castigan a mí por la actitud de este
tipo?
Después de varios segundos tensos, Roman murmura “bien” y pasa
furioso junto a mí. Cuando no lo sigo de inmediato, me lanza una mirada
fulminante desde la puerta. —¿Vienes o no? No tengo todo el día, vainilla.
Muerdo el interior de mi mejilla y lo sigo.
Genial. Parece que ya he tenido un gran comienzo.
TRES

Kemp me hizo un favor salvándome de una detención escolar. No significa


que tenga que gustarme. Puedo asegurar que esa chica va a ser un dolor de
cabeza. Tiene fuego. Se opondrá a quien quiera ponerla en su lugar. Y por
alguna extraña razón, solo la idea de enfrentarla me brinda una gran
expectación y una sonrisa cruel en mi rostro.
Casi siento lástima por la chica. Casi. Es su primer día aquí y no planeo
hacérselo fácil. Como cualquier otro estudiante de Sun Valley High,
necesita aprender cuál es su lugar. En el fondo.
Yo mando en esta escuela. Yo y los otros Diablos, Dominique Price y
Emilio Chavez. Que es como se, y que, a pesar de sus palabras, a Kemp no
le interesa si soy amigable con la chica. Funciona a mi favor porque cuando
decida que ya tuvo suficiente y vaya llorando a su oficina, él le ofrecerá
algunas palabras de consuelo y nada más. Todo lo que le interesa, lo único
que a todos los maestros de esta escuela les interesa, es si mis amigos y yo
ganaremos o no el siguiente partido y que necesitan hacer para mantenernos
contentos para que no perdamos a propósito solo para vengarnos de ellos.
Me gusta pensar que estoy por encima de esas tonterías. Tengo una beca
completa para asistir a Suncrest U y mi desempeño en el terreno de juego
determina si la conservaré. Lo único que importa es el fútbol americano.
Nunca arriesgaría mi futuro. Pero no estoy por encima de mantener esa
amenaza sobre la facultad de Sun Valley. Ellos me necesitan en el campo y
necesitan que gane. Así es como la escuela sigue recaudando fondos para
toda la mierda que quieren hacer.
Entré al equipo universitario en mi primer año y hemos estado invictos
desde entonces. Puede que para muchos no sea la gran cosa, pero el fútbol
americano abre puertas y no solo para los jugadores. Por lo cual, los
Diablos reciben un trato especial, y por lo que, la mayoría de las veces, los
maestros se hacen de la vista gorda cuando los insultamos o cuando
comenzamos peleas.
Pero la señorita Jennings es la única profesora a la que no parece
importarle un carajo el fútbol americano. No sé porque no la han despedido
aún. Es la única que ha tratado de ponerme en evidencia. No creo que dure
mucho si el entrenador Samson o yo tenemos algo que decir al respecto.
Los pasos de Allie son casi silenciosos mientras me sigue por el pasillo
hacia la primera clase, toca Inglés. Se ve sumamente inocente mientras
abraza su libro de texto sobre su pecho, mirando alrededor del pasillo con
sus ojos muy abiertos y todo lo que quiero es dañar su imagen perfecta.
Debajo de su exterior de niña rica hay una fiera esperando salir, y ese es
mi trabajo.
Es bonita si miras más allá de la ropa de colegiala de mierda que está
usando. Cabello largo y oscuro. Ojos cafés. Sus pantalones blancos abrazan
su trasero y acentúan sus caderas. Desearía que estuviera caminando delante
de mí en lugar de estar detrás, para poder observar ese trasero moverse con
cada paso.
Definitivamente es Latina pero no del todo. Kemp la llamó señorita
Ulrich y solo hay un Ulrich en estos rumbos y es un viejo blanco. Apuesto
que es mitad Latina por el lado de su mamá.
Ya puedo sentir esa chispa de interés tan familiar. Quiero jugar con ella.
Convertirla en mi juguetito nuevo. Usualmente no me molesto con las
chicas aquí. La mayoría me ve como un status, una manera de subir en la
escala social. O ven signos de dólares porque soy una bestia en el campo y
piensan que, si me reclutan pronto, se darán la gran vida cuando me vuelva
profesional.
Allie no parece ser como esas chicas. No. Esas chicas harán hasta lo
imposible por tener mi atención. Si le pido a Allie que se ponga de rodillas
y me chupé el pene en el armario del conserje, seguro se sonrojará y correrá
en dirección opuesta. ¿O tal vez vea un poco más de ese fuego suyo cuando
me ponga en mi lugar? No. Allie no es una chica fácil. Me pregunto si
puedo cambiar eso…
Mi pulso se acelera, transformándose de un ritmo lento y constante a
uno rápido y duro solo de pensar en todas las cosas que quiero hacerle. No
me importa de quien sea pariente. Mi padre estaría furioso si supiera que
planeo jugar con esta chica. Gerald Ulrich es muy importante en este
pueblo. Eso puede complicar las cosas para mi padre si se llegara a enterar
que deshonré a la hija del tipo.
Lo bueno es que no me importa.
Llegamos a la puerta del salón de la primera clase. La campana ya sonó
y la puerta está cerrada. Hago un gran espectáculo al abrirla, dejándola
golpear contra la pared así todos voltean hacia nosotros.
—Después de ti, vainilla. —le cedo el paso con un gesto exagerado.
Frunce el ceño y luego se paraliza al darse cuenta de que hemos captado
la atención de toda la clase.
Sonrío. —¿Vas a mantener a todos esperando?
Sus mejillas se tornan un impresionante tono rosa mientras da unos
pasos adelante. No me quito de su camino, forzándola a rozarme mientras
pasa. El salón está en silencio, todos los ojos sobre nosotros.
Intenta sentarse en el primer asiento disponible. Está en la fila de la
parte de atrás y cerca de la puerta, pero la chica sentada a un lado sacude su
cabeza. —No quieres sentarte ahí —le dice con un fuerte susurro.
—¿Por qué?
Resoplo y la chica me mira. —Es su lugar.
Allie voltea a verme sobre su hombro, frunciendo el ceño de nuevo.
La miró con una expresión de aburrimiento, preguntándome si me dará
pelea por el asiento o si será inteligente y seguirá avanzando. Casi me
siento decepcionado cuando resopla y camina hacia el frente de la clase.
Tiene que recorrer todo el salón para llegar al último asiento disponible del
otro lado, tres filas desde el frente. La clase sigue en silencio, para cuando
toma asiento, sus mejillas se tornan rojo escarlata. Como el color de una
rosa. No puedo esperar para ver sus espinas.
—Muy bien, clase. —Nuestra profesora comienza. Hace que Allie se
presente, haciéndola ponerse de pie. Preguntándole ¿de dónde viene? y ¿si
tiene hermanos? Lo básico y aburrido.
Descubro que se mudó de Richland. Sin hermanos o hermanas. Ni
mascotas. Vive con su papá. «Interesante.» No sabía que Gerald Ulrich
tenía una hija. Me pregunto ¿dónde la ha estado escondiendo todos estos
años?
Cuando finalmente termina con su interrogatorio, la señorita Beck la
deja en paz por el resto de la clase. Tengo la ventaja de poder verla sin que
pueda verme. Toma notas y realmente presta atención. Sin duda es una
santurrona lo cual lo hará más divertido cuando la arruine. Esto es lo que
necesitaba. Mi último año se veía aburrido, pero ahora está por ponerse
interesante. No puedo esperar.
Me pierdo en mis fantasías, mi mirada pegada a su nuca, mientras
imagino todas las formas en las que quiero lastimarla. Cogerla. Arruinarla.
Para mí es un deporte, uno en el que me destaco. Si ella hace bien su parte,
puede aliviar algo del sufrimiento que le causaré. Ya veremos.
Cuando suena la campana, la espero justo afuera de la puerta. Su mirada
baja mientras observa un pedazo de papel en sus manos, no me ve hasta que
el papel termina aplastado entre nuestros cuerpos. Contacto. «Eso es de lo
que estoy hablando.»
—Cuidado, vainilla. —Le arrebato el papel de entre sus dedos,
escaneando su horario de clases. Pude haberle preguntado cuál era su
siguiente clase, pero ¿qué hay de divertido en eso?
—¡Oye! —Trata de agarrarlo pero levanto mi mano por encima de su
cabeza, inclinando mi mirada hacia arriba para leer el papel. No hay manera
de que pueda quitármelo a menos que la deje. O a menos que decida
treparme como a un árbol. Estaría bien con eso.
Mide cinco pies – dos pulgadas. Cinco-tres a lo mucho. Pequeña en
comparación a mis seis pies por encima de ella. Sus manos se cierran en
puños a los lados. Sus labios apretados formando una línea. Mi pene
reacciona ante su ira, pero más allá de su primer intento, se queda callada.
Hmmm...me pregunto ¿qué hará falta para que realmente se enfurezca?
Para romper este pequeño molde de modales e ira contenida.
Inglés, Calculo, Español 4…hmmm. La observo. Español 4 es para los
que lo hablan como primera lengua. Mi suposición sobre ella era correcta.
—¿mexicana o puertorriqueña? —le pregunto, echando otro vistazo.
Apuesto a que es mexicana, pero me he equivocado una o dos veces antes.
—Mexicana.
«Tenía razón.»
Guardo su horario en mi bolsillo trasero y camino por el pasillo.
—Oye, lo necesito. —Se apresura a seguirme, sus piernas más cortas
tienen que trabajar el doble solo para mantener el paso. Los estudiantes la
miran con interés, y decido hacer las cosas interesantes.
Sin perder el paso, pongo un brazo sobre su hombro y la acerco a mi
cuerpo mientras la llevo por los pasillos. Se pone rígida. —Tranquila, te
estoy acompañando a tu clase. Solo ayudo a la chica nueva.
Su boca se aprieta, pero asiente con la cabeza, y decido no ser un
completo imbécil y caminar un poco más lento. No para su beneficio,
realmente, sino porque quiero retrasar este pequeño paseo y asegurarme que
la mayor cantidad de estudiantes posible nos vean juntos.
Los chicos en el pasillo la miran con una mezcla de fascinación y
confusión. Las chicas, sin embargo, la miran con desdén. Perfecto.
Veo a uno de mis mejores amigos, Emilio, más adelante en el pasillo,
esperándome afuera de nuestra siguiente clase. Levanta una ceja
preguntándome. La comisura de mis labios se levanta y le lanzo una mirada
de complicidad. No se molesta en ocultar su fastidio. A Emilio no le gustan
los juegos. Es del tipo que piensa que se atrapan más moscas con miel que
con vinagre, pero no se meterá. El ponerse en mi contra no es su estilo.
Me detengo cuando llegamos al salón de la siguiente clase de Allie y
una vez más hago un gran espectáculo al abrir la puerta para ella, solo que
esta vez la empujo adentro.
—Hey, Silvia —grito.
Silvia Parish voltea su cabeza hacia mí. Sus ojos cafés claro se abren
con sorpresa y empieza a sonreír, hasta que ve a Allie.
—Cuida a mi chica. —Guiño el ojo en dirección de Allie y cierro la
puerta.
«Que pase lo que tenga que pasar». Silvia va a arremeter contra ella. La
chica ha estado tratando de estar conmigo desde que tengo memoria. Hará
de la vida de Allie un infierno si cree que es una amenaza para su
oportunidad de obtener el premio y acabo de poner un gran blanco en la
frente de Allie.
Un pequeño grupo de estudiantes se han formado detrás de mí, pero tan
pronto volteo, se esparcen, aunque han estado esperando para entrar al salón
del que me alejé. Sonrío. Nunca me cansaré de ser el Diablo que reina aquí.
Emilio me está esperando afuera de Ciencias Económicas, y no parece
estar contento. —¿Esa es la chica nueva de la que todos están hablando?
Me encojo de hombros, —Tal vez.
Sus ojos se oscurecen.
—¿Por qué? ¿Quieres reclamarla primero o qué mierda?
Sacude la cabeza. —¿Siempre tienes que ser un idiota?
Me encojo de hombros de nuevo. —No actúes como si te importara.
Me golpea en el hombro. —Teníamos un trato, ¿recuerdas? Fútbol
Americano. Es en lo que se supone que los tres debemos de enfocarnos. No
en las chicas. No más juegos psicológicos. Teníamos un acuerdo, cabrón.
—Mi cabeza está en el juego. Deja de estresarte por nada. Kemp me
pidió que la ayudara esta semana a cambio de evitar otra detención escolar.
Solo hago lo que me pidió.
Emilio no parece muy convencido, pero lo deja pasar, sacudiendo la
cabeza. —Nunca haces lo que te piden. Al menos que obtengas algo a
cambio. Si este juego tuyo estropea lo que tenemos en el campo, iré por tu
trasero y sabes que Dom me respaldará.
Sí, sí. Como sea.
CUATRO

Las miradas que estoy recibiendo no son amigables. Estoy segura de que
esa chica, Silvia, quiere matarme. Me di cuenta de la forma en la que miró a
Roman cuando la llamó. Casi se pavoneó por su atención. Hasta que me
vio. Lo desea. No puedo culparla. Antes de andar con mi ex, Ryker, tal vez
lo hubiera deseado también. El chico malo que toda chica cree que puede
domar. Pero ya he recorrido ese camino y aprendí mi lección, mi corazón ya
ha tenido suficiente.
No soy una masoquista, así que no tiene de qué preocuparse.
Le pidió que me cuidara, a su chica. ¿Acaso tiene una idea del tremendo
lío en el que me ha metido con esas dos palabras? Es fácil saber que Silvia
es la que manda, si no es que es la única aquí, la Reina de Sun Valley High.
Está muy arreglada y tiene una cara de zorra lo suficientemente fuerte para
intimidar a cualquiera. Siguiendo su ejemplo, al final del día, todas las
chicas de esta escuela me odiarían.
Afortunadamente no me tengo que sentar cerca de ella y la clase de
cálculo pasa sin ninguna eventualidad con tan solo algunos murmullos y
burlas dirigidas a mí, pero ¿qué puedo hacer?
Nada. No puedo hacer nada.
Sun Valley High es todo lo que esperaba que fuera. Esa típica escuela
pública. Pero no tomé en cuenta la cantidad de revuelo que causaría siendo
la chica nueva. No ayudó que comenzara el año a mitad del primer
trimestre. Si hubiera comenzado el primer día, como todos los demás,
hubiera tenido la oportunidad de pasar desapercibida. Tal vez.
Probablemente. A menos que me hubiera topado con Roman en el primer
día también.
Jalo el dobladillo de mi blusa, luchando contra una ola de timidez.
Nadie aquí está vestido igual que yo. Janessa me hizo creer que lo estarían,
hablando sobre las cosas populares que a los chicos de aquí les gustaban,
pero estaba muy equivocada.
La mayoría de los estudiantes están vestidos con pantalones rotos,
sudaderas con capucha y camisetas. Hay un pequeño grupo de chicos muy
bien vestidos, como Silvia, y tengo el presentimiento de que son la élite de
Sun Valley High. Los atletas presumidos y los riquillos malcriados. Pero su
versión de buen gusto son pantalones Rock Revival y tops de Free People.
Aún es excesivo para mi gusto, pero mis zapatos cuestan más que la
mayoría de sus atuendos y no pasa desapercibido. Recibo muchos
murmullos de “perra engreída” dirigidos a mí y para la hora del almuerzo
he escuchado un nuevo sobrenombre, “la princesita de papá.”
Ese lo odio más que cuando Roman me llama “vainilla.”
Me está esperando fuera del salón para el almuerzo, tomándome por
sorpresa. No me engaño pensando que nos volveremos amigos. Los chicos
como él no son amigos de las chicas. Conozco el tipo. Soy su castigo y es
evidente que no está contento con eso, incluso si está jugando conmigo.
Ryker también solía hacer tonterías como esta.
Sigo a Roman dentro de la cafetería y cada uno tomamos nuestros
almuerzos antes de dirigirnos a una mesa en la esquina más alejada de la
derecha. Otros dos chicos ya se encuentran sentados ahí. Uno es un chico de
color, alto, vestido con pantalones deportivos gris, una camiseta blanca y
luciendo unos zapatos deportivos Beast Mode.
Ah, un fan de Marshawn Lynch. Puedo apoyar eso.
Bueno, cuando Marshawn Lynch jugaba para los Raiders. Nunca fui fan
de los Seahawks.
Tiene labios carnosos, y ojos grandes y café oscuro. Su cabello está
trenzado, pegado a su cuero cabelludo y tiene dos cortes a través de su ceja
izquierda que estoy casi segura son dos líneas idénticas afeitadas y no los
restos de una cicatriz. Le da un aspecto más severo y realza su buena
apariencia.
Veo al otro chico que está a su lado. No es tan alto como el primero,
pero mide alrededor de seis pies de altura. Es hispano, como Roman y yo,
pero sus ojos se alzan un poco más en las orillas y sus pómulos son más
pronunciados. No creo que sea mexicano. Tal vez hondureño. Es el más
delgado de los tres, pero sus brazos están envueltos en músculo.
Simplemente no ha embarnecido tanto aún.
Tiene puesta una camiseta blanca sin mangas, pantalones de tiro bajo
que muestran el elástico de sus boxers negros y una cadena plateada
alrededor de su cuello.
Es hermoso. Los tres lo son. Y con un vistazo alrededor de la cafetería
sé que estos tres son la crema y nata. Todas las chicas los miran
hambrientas de lujuria.
¿Pueden ser más obvias?
El otro chico hispano me mira mientras camino detrás de Roman, una
pregunta en su mirada, pero Roman no parece estar dispuesto a responder.
—¿Por qué está aquí? —pregunta cuando al fin nos acercamos a la
mesa.
Roman gruñe, sin darle una respuesta. Maravilloso.
Considero irme. Puedo ir a la biblioteca y comer ahí. A pesar de que
Roman me arrastró aquí, los otros dos chicos no parecen dispuestos a darme
la bienvenida, pero aun así decido presentarme.
—Me llamo Alejandra. Allie. —Decido decir en español. No quiero ser
una idiota, pero tampoco quiero que piense que podría usar el español para
hablar de mí sin que me dé cuenta de lo que está diciendo.
Sonríe y se le escapa una risa de sorpresa. —Oooh, me encanta cuando
una chica me habla en español con un toque mexicano. —Volteo mis ojos,
ignorando su intento de coqueteo. Mueve las cejas y pregunta—. ¿Cuál es
tu historia, vainilla?
¿También él? Intento no fruncir el ceño. —Es Allie. No vainilla —le
digo, tratando de mantener mi tono suave. Ninguno de estos chicos me ha
hecho nada malo y no quiero aislarme aún más. Pero en serio no me gustan
los sobrenombres.
—Como digas, vainilla.
«Argh. Podría estrangularlo.»
—Soy Emilio. —Apunta hacia sí mismo—. Ese imbécil silencioso es
Dom. —Indica al chico de color a su lado. Dom asiente con la cabeza, pero
no parece muy interesado en presentaciones—. ¿Hay alguna razón por la
que estés sentada en nuestra mesa? Sin ofender, pero no nos gusta
mezclarnos con el sexo débil.
«Oh. Oh.»
—Yo solo…digo...No los juzgo. —Levanto mis manos en un gesto
apaciguante—. En serio. Si les gustan los chicos o están juntos…
—No somos gay. —Dom dice inexpresivamente.
Mis mejillas se sonrojan. ¿No lo son? —Umm…
Dom suspira y voltea hacia mí. —Lo que Emilio quiso decir... —hace
una pausa y lo golpea en la cabeza.
—¡Oye!
Dom frunce el ceño y continua —es que es nuestro último año. No
tenemos tiempo para chicas. Estamos enfocados en el juego. Solo fútbol
americano. Así que si estás intentando estar con Ro…
—No, no estoy. Oh por dios, en serio no es eso. —Mis mejillas están
súper sonrojadas en este punto pero no quiero que haya malentendidos—.
Soy su castigo. Esa es literalmente la única razón por la que estoy aquí
ahora. Algo sobre él teniendo que mostrarme la escuela esta semana para
evitar ir a detención.
Emilio silba. —No jodas—. Me ve de arriba a abajo como si fuera un
pedazo de carne antes de voltear hacia Roman con una enorme sonrisa en su
cara. —¿Cómo lograste tener este tremendo pedazo de culo como castigo?
—lo dice de broma, pero hay un poco de preocupación en su tono.
—No es gran cosa. Solo la señorita Jennings siendo la misma señorita
Jennings.
Ambos chicos se quejan. Ignoro lo que dicen después y decido revisar
mi celular.
Saco mi teléfono. Estaba vibrando constantemente durante la primera y
segunda clase, pero no quise arriesgarme a mirarlo y que me lo confiscaran.
No sé qué tan estrictos son los profesores aquí.
Reviso mis mensajes. Tengo tres de Ryker, mi ex.
Ryker: Bebé, sé que terminamos, pero te extraño.
Ryker: Hagamos planes para vernos pronto.
Ryker: Extraño tus besos. Tu sabor…
Qué asco. Este último incluye una foto. Una foto de su pene.
Maravilloso. Que imbécil. Rompió conmigo. El día que murió mi mamá.
¿Quién hace eso? Y también me engañó. Con mi única amiga. Y ninguno
de estos mensajes es para disculparse por eso. No es como si lo fuera a
perdonar si es que lo fueran. En cambio, me trata como si yo fuera fácil y
quisiera una foto de su minúsculo pene.
Borro sus mensajes, ni siquiera molestándome en contestar y continúo
con los otros dos esperándome.
Adriana: Sé que lo arruine. Lo siento. Háblame, ¿Por favor?
Borrado.
Julio: Si Adriana te manda mensaje, ignórala. Ella y Ryker se
siguen acostando.
Suspiro. Al menos no se anda con rodeos.
Yo: Gracias por avisarme.
Responde casi al instante.
Julio: Siempre te apoyaré. Te extraño Chica.
Yo: También te extraño J.
Julio ha sido mi mejor amigo desde la primaria. Desde que Mimi
Johnson me robó mi cono de nieve en el parque y me dijo estúpida. Le dijo
que era fea y que el cono que me robó la haría engordar. Hemos sido como
uña y mugre desde entonces.
J me conoce completamente y sé que siempre me apoyará. Solo que
ahora lo hará a dos horas de distancia. Odio la distancia entre nosotros, pero
solo necesito aguantar este año.
Guardo mi teléfono en mi bolsillo, aun con una sonrisa en mi rostro.
Cuando veo hacia arriba, Roman está mirándome fijamente. No dice nada
así que yo tampoco. Los otros chicos parecen interesados y entonces Emilio
pregunta, —¿Novio ardiente?
Me rio. —No. Solo unas personas de mi vieja escuela —le digo. No hay
razón para mentir.
Levanta una ceja como diciendo, dime más.
Cuando no lo hago, dice, —¿Sueles recibir fotos de penes de personas
seguido?
Oh, por dios. ¿La vio?
—¿Qué? No. —Oculto mi rostro detrás de mis manos y los tres se ríen
—. No es lo que piensan. Dios. No. —Sacudo mi cabeza y se ríen con más
fuerza.
—Maldición, vainilla. No hay prejuicios aquí. Puedes tener todas las
fotos de penes que quieras. Tengo una idea, puedo ir al baño ahora mismo y
tomar una para ti. Dame tu número y lo haremos realidad.
La humillación me recorre. —No es... —Sacudo mi cabeza con un
rotundo no antes de exhalar exasperadamente—. Mi ex está tratando de que
vuelva con él. Algo así.
Frunzo el ceño. —Estoy casi segura que solo quiere sexo pero eso no
pasará. Así que no, no recibo fotos de penes seguido. Solo es un idiota y no
se ha dado cuenta que todo terminó. Y no, tampoco quiero fotos de tu pene.
Gracias.
—Santo dios, vainilla. Tu vida es la precuela de una telenovela. ¿Qué
más tienes?
Me rio. —Nada. Mi vida no es nada emocionante.
Un poco trágica, tal vez, pero nadie más necesita saber esa parte.
Los chicos hablan de fútbol el resto del almuerzo. Los tres están en el
equipo principal lo cual no me sorprende. Hay un juego el viernes, pero no
parecen preocupados. El juego dentro de dos semanas tiene la mayoría de
su atención. Es el juego de Sun Valley High contra sus rivales, los Santos de
la academia Suncrest. Basándome en sus expresiones, es algo muy
importante.
Trato de seguir su conversación. Julio y yo solíamos ver fútbol
americano juntos. Ryker juega para mi vieja escuela, pero nunca asistí a sus
juegos. Simplemente veía la NFL con Julio y algunas veces los resúmenes
de la escuela si el juego era lo bastante importante para que las noticias lo
cubrieran.
Aunque Adriana siempre estuvo ahí. Estaba en el equipo de porristas.
¿Tal vez esa fue una de las razones por las cuales nunca me pidió que
asistiera?
Mientras los chicos hablan, aprendo que Dom es el mariscal de campo
de la escuela. Roman juega en la posición de receptor abierto. Y Emilio es
el esquinero. Los tres parecen vivir y respirar fútbol americano. Emilio trata
de incluirme en la conversación, lo cual me toma por sorpresa ya que no
parecía muy emocionado de que estuviera aquí en primer lugar.
Me hace muchas preguntas, pero no tengo mucho que contribuir.
Entiendo el juego. Sé como funcionan las jugadas y gracias a dios no me
pierdo cuando Dom se sale por la tangente acerca de una jugada que los
Santos hicieron y les funcionó en el juego de la semana pasada contra otra
escuela. Los chicos son intensos y está claro que estudian mucho a sus
oponentes. Los sorprendo un par de veces cuando resulta obvio que sé de lo
que están hablando y comienzo a encontrar mi equilibrio por un momento.
Estos chicos no son tan diferentes a mi gente en casa. Roman es muy
parecido a Julio. El líder de la manada, aunque más taciturno y
definitivamente un don juan. Emilio tiene una actitud despreocupada como
Felix. Es un bromista y siempre tiene una sonrisa confortante. Y Dom es del
tipo serio y callado como Gabe.
Empiezo a sentir que tal vez hoy no apestará del todo, pero tampoco me
engaño a mí misma pensando que una vez que el castigo de Roman termine
alguno de estos chicos aún querrá hablarme. Emilio ya dejó claro que no se
mezclan con las chicas de esta escuela. No pueden permitirse ninguna
distracción. Aparte de eso, es evidente que provenimos de diferentes
círculos sociales. Ellos son los chicos que todas las chicas quieren y que
todos los demás chicos desearían ser. Se nota en la forma en que los demás
los ven. Y yo, soy la chica que solo quiere sobrevivir su último año.
Cuando suena la campana, Roman tira su bandeja y probablemente se
dirige a la clase de Español, sin molestarse en esperarme. Considero
llamarlo, pero inmediatamente decido no hacerlo. Parecía ponerse más
agitado a medida que avanzaba el almuerzo. No le he hecho nada así que no
sé cuál es su problema.
Nadie me habla mientras deambulo por los pasillos tratando de
encontrar la clase de español. Roman aún tiene mi horario y en realidad no
sé a donde voy. Trato de preguntarle a algunos estudiantes, pero lo único
que consigo son burlas y que me volteen los ojos. Ninguna palabra.
Ninguna ayuda.
Sí, soy la chica nueva.
Sí, me senté en el almuerzo con los chicos lindos que ahora sé que
también son los atletas de la escuela.
Y no. No era mi intención causar un disturbio en la jerarquía social de
esta estúpida escuela.
No se me escapó el hecho de que los chicos no se sentaron con el resto
de los jugadores de fútbol, quienes son fácil de identificar basándose en su
comportamiento escandaloso y sus chamarras deportivas. Pero si eres el
mariscal de campo como Dom, eres prácticamente de la realeza de la
escuela. Así que, si los chicos siempre están juntos, el que estuviera con
ellos no le agradaría al resto de la escuela.
Lo cual fue evidentemente claro una vez que recogí una copia nueva de
mi horario de la oficina y entré a mi siguiente clase.
El profesor no me hace ponerme de pie y presentarme, por lo cual estoy
agradecida. Detesto ser la chica nueva y detesto aún más ser el centro de
atención. Ya me siento fuera de lugar y la atención extra y el escrutinio me
ponen los pelos de punta. La chica que está sentada detrás de mí patea la
parte trasera de mi asiento al menos cuatro veces durante la clase y una vez
que la clase termina, me dice perra y tira mi cuaderno del escritorio al pasar.
Maravilloso.
Roman lo ve todo y su única reacción es sonreír. Este tipo es todo un
personaje. Un minuto es un tipo agradable y me ayuda y al otro es
abiertamente hostil y anima este tipo de comportamiento hacia mí. Me
comienzo a preguntar si solo me llamó “su chica” en la última clase para
hacerme las cosas difíciles. Como si supiera la reacción que eso causaría.
Cuando pasa a su lado, él hace un gran espectáculo, rodeándola con su
brazo y caminando fuera del salón al lado de ella.
Que tontería.
Aunque lo ignoro todo. Y camino hacia mi última clase del día.
Soldadura.
Después de una rápida ida al baño, logro llegar a la clase justo después
del toque de la campana. Me recibe un mar de caras llenas de confusión
mientras me paro en la entrada. Hay quizá veinte chicos en la clase y todos
son varones. No me sorprende. La clase ya ha comenzado y no quiero
interrumpir, pero cuando el maestro nota las caras confusas de todos viendo
detrás de él, se voltea y me ve.
—¿Estás perdida? —me pregunta frunciendo el ceño.
Sacudo mi cabeza. —No. Tengo soldadura en mi cuarto periodo. —le
digo, acercándome para mostrarle mi horario—. Me transfirieron tarde —
agrego tímidamente.
Su ceño se profundiza, sus cejas casi blancas arrugándose juntas casi
como dos orugas peludas. —¿Te mandaron aquí por falta de cupo? —me
pregunta, aún confundido.
—No, escogí Soldadura como mi electiva.
Eso lo desconcierta.
—¿Eres una de esas locas por los chicos? —hay molestia en su tono.
Me rio. En mi antigua escuela, muchas de las chicas tomaban
levantamiento de pesas como electiva de educación física porque todos los
atletas la tomaban. Era una buena forma de codearse con los populares,
pero no era una de esas chicas. En realidad, me gustaba esta clase.
—No, señor. Me gusta soldar.
Levanta una sola ceja. —¿Haz soldado antes?
Asiento con la cabeza. —Mi antigua escuela ofrecía esta electiva así
que este será mi tercer año llevándola. Soy buena en MIG y Stick. Mi TIG
es, —levanto mi mano y la muevo de lado a lado—. Aceptable.
Sus ojos se agrandan, pero asiente con la cabeza y me regresa mi
horario. —Muy bien, toma asiento. De todas formas, hoy estamos haciendo
un pequeño repaso.
Me dirijo hacia la única silla disponible. Cuando me siento, un chico se
inclina sobre su mesa hacia mí. —Oye, eres nueva, ¿cierto?
Asiento con la cabeza y me preparo para lo que dirá después.
—Soy Aaron. ¿Cómo te llamas?
—Allie —le digo, sorprendida por la presentación.
—Genial. Gusto en conocerte, Allie. —Me sonríe. Es lindo. Realmente
lindo. Tiene cabello rubio alborotado que cae sobre su cara y ojos verde
brillantes. Vestido con pantalones Volcom negros y una camiseta O’Neill da
una vibra de skater, pero es genial y definitivamente le sienta bien. Mi
suposición es confirmada cuando veo la patineta en el piso junto a su mesa.
Le sonrío antes de prestar mi atención al instructor.
Ya sé la mayoría de lo que habla. Nos da un repaso de los protocolos de
seguridad. Supongo que tuvieron un lesionado el día anterior.
Usa siempre tu careta. Usa siempre zapatos cerrados. Viste con una
camiseta de manga larga, no inflamable cuando sueldes, junto con una
chamarra de soldar. Usa guantes.
Nos muestra dónde está la estación para lavar los ojos y después repasa
el equipo. La mayoría de los chicos lo ignoran, pero presto atención en caso
de que haga algo diferente de lo que he aprendido.
—El primer trimestre cubrimos la soldadura tipo MIG —me dice Aaron
cuando regresamos a nuestros lugares. No me sorprende ya que es la forma
de soldadura más fácil que hay. Es como la pistola de silicona del mundo de
la soldadura.
El señor Moyer, el profesor, explica cómo trabaja el soldador y justo
cuando comienza a hablar de cómo prepararte para soldar, suena la
campana, indicando el final de la clase.
—Mañana continuaremos donde nos quedamos —le dice a la clase.
—Revisa tu plan de estudios y haz que uno de tus padres firme la
renuncia de responsabilidad. —Me recuerda mientras tomo mis cosas para
retirarme.
Asiento con la cabeza y saco mi celular de mi bolsillo, dándome cuenta
de que tengo un mensaje.
Es de Janessa.
Janessa: La reunión de tu padre se alargó. Pide un auto.
Frunzo el ceño, pero después decido que probablemente es mejor que su
reunión se alargara. No estaba esperando con ansias el viaje a casa con
Gerald. Busco la aplicación de Uber en la tienda de aplicaciones de mi
teléfono y la descargo. Nunca he necesitado un Uber antes pero no es
ciencia espacial.
Aaron se acerca sigilosamente a mi lado y mira mi teléfono por encima
de mi hombro.
—¿Algún problema?
—No. Ger…a mi papá se le hizo un poco tarde así que tomaré un Uber.
—Te puedo llevar.
—Ni siquiera me conoces. —Lo miro incrédulamente.
Se encoge de hombros y me da una sonrisita. —Lo sé. Pero me gustaría
conocerte.
Calor sube hasta mi cara, pero antes de que pueda responderle, Roman
se encuentra a mi lado.
—Apártate, Henderson. —Empuja a Aaron contra los casilleros.
Me quedo boquiabierta y agarro su brazo, —Roman, ¿qué diablos?
Levanta una ceja y la orilla de su boca se levanta en una sonrisa
diabólica.
—¿Diablos? ¿en serio?
Lo miro furiosa. Aaron se aleja del casillero, su cara enrojecida y
enojada, brinco en medio de ambos. Con mi espalda hacia Aaron, miro con
mala cara a Roman. —Las clases terminaron. Ya no necesitas ser mi niñero.
—No es como si estuviera haciendo un gran trabajo, para empezar.
Dom y Emilio caminan a su lado y ambos le lanzan miradas
amenazantes al chico detrás de mí.
—¿Cuál es tu problema? —le pregunto, no entiendo de donde viene
tanta hostilidad.
—¿Lo conoces? —Emilio me pregunta, inclinando su barbilla hacia
Aaron.
Me encojo de hombros. —Sí. Algo así. Tenemos clase de soldadura
juntos. —Puedo sentir la ira irradiando de Roman frente a mí. Sus ojos
están entrecerrados, sus manos blancas por los puños cerrados a sus lados,
pero no dice nada. Solo mira a Aaron detrás de mí como si pudiera matarlo
con la mirada.
—Él es problemático, vainilla. Asegúrate de nunca subirte a un auto con
este —dice Emilio.
—¿Puedes dejar de llamarme así? Tengo un nombre. —¿Y por qué les
importa si tal vez me suba a un auto con Aaron? ¿Es un conductor
temerario o algo así?
Ninguno dice nada por varios segundos. Siento la mano de Aaron en mi
cadera un momento después y volteo a verlo. —Te veo después —dice
entre dientes. Le sonrío y asiento con la cabeza.
¿Qué más puedo hacer? Ahí va mi aventón.
Los tres chicos frente a mi miran alejarse a Aaron con diferentes niveles
de hostilidad. Cuando volteo para dirigirme en la misma dirección, Roman
extiende su mano y me agarra de la muñeca.
—Henderson es problemático.
Me alejo. —¿Y se supone que debo confiar en tu palabra?
Asiente con la cabeza.
—Mira, no sé cuál es tu problema, pero Aaron es la única persona que
ha sido amable conmigo. No voy a alejarme de él solo porque tú lo dices.
—¡Oye! Nosotros hemos sido amables. —Emilio dice.
Me encojo de hombros. —Ustedes dos sí lo han sido —les digo
señalándolos.
—Pero él —apuntó un dedo hacia Roman—, junto con el resto de los
estudiantes, han sido unos completos idiotas.
Un tic se forma en la mandíbula de Roman pero no me importa. Puede
que parezca una chica tímida y dócil pero no lo soy.
Me marcho hacia la salida de la escuela, ignorándolo mientras me
llama.
CINCO

La semana pasa en un abrir y cerrar de ojos. Después del primer día, Roman
dejó de jugar al guía y estaba bien con eso. Claro, extrañaba el poco
compañerismo que compartimos en el almuerzo el primer día, pero no
estaba buscando un grupo de reemplazo. Además, es un idiota melancólico.
Lo ignoro cuando lo veo en el primer periodo o en los pasillos, y el
resto de los estudiantes, a excepción de Aaron, afortunadamente deciden
ignorarme ahora que se han dado cuenta que juntarme con Roman y su
grupo no será un evento que vaya a repetir.
Adaptarme a la vida en Sun Valley es una experiencia nueva y se siente
como estar atrapada en el purgatorio. Veo a la asistente de Gerald más que a
él. Ella está ahí cada mañana a las siete y treinta, ansiosa y dispuesta a
llevarme a la escuela, aunque toda la semana he tenido que tomar un Uber
para llegar a casa.
Sería más fácil si solo tomara el autobús, pero la cara de Janessa cuando
lo sugerí fue un rotundo no. El autobús es indigno de mí. Parece estar bien
para todos los demás en este pueblo, pero de alguna manera un Uber es la
opción más refinada y de más clase.
«Argh.»
Estoy saliendo de mi última clase, con mis ojos pegados a mi teléfono
mientras tecleo la dirección de la escuela para pedir un Uber, cuando Aaron
me grita desde el pasillo.
—Hey.
Doy pasos lentos para esperar a que me alcance.
—Hey —le sonrío.
Tira de las correas de su mochila, su patineta amarrada a ella, y una
sonrisa pícara en su cara. —¿Tienes planes para este fin de semana?
Me encojo de hombros. —En realidad no. Sigo siendo la chica nueva
así que probablemente me quede en casa y adelante mis tareas.
Asiente con la cabeza y muerde su labio superior. —Bueno, hay una
fiesta este fin de semana. Es como una tradición previa al juego. Varios de
nosotros vamos al bosque y acampamos el fin de semana antes de nuestro
juego contra nuestros rivales, los Santos.
—¿Te gusta el fútbol americano? —le pregunto con especulación.
—Nah. Pero me gusta ir de fiesta y acampar, así que... —Se encoge de
hombros.
—Oh. Genial —le digo, no estoy segura a donde va con todo esto.
Inclina la cabeza, una pregunta en su mirada, pero no estoy segura que
respuesta está buscando. Pasa una mano por su cabello y agita su cabeza. —
Así que, uh, ¿quieres ir? Quiero decir ¿conmigo? Puedo pasar por ti si te
parece bien... —Su voz se desvanece y mira hacia otro lado con un ligero
rubor en sus mejillas.
Oh. ¡Oh! —¿Me estás invitando? —Doy un chirrido. Tan pronto como
las palabras salen de mis labios, quiero abofetearme.
Las comisuras de su boca se levantan en una sonrisa. —Sí. Creo que
será divertido. Quiero decir, si vinieras. Creo que te divertirás mucho.
Me muerdo mi labio inferior. Quiero ir. Me vendría bien un poco de
diversión en mi vida ahora mismo. Y Aaron es la única persona que me
habla, así que estoy contando con que será mi único amigo mientras estoy
atrapada aquí. No quiero decepcionarlo si lo rechazo, pero ¿Gerald me dará
permiso de ir? ¿Cómo le puedo preguntar? No lo he visto en toda la
semana. Literalmente, ni una vez. Siempre está trabajando y parece que sus
juntas se alargan todas las noches.
—Um... —miro alrededor del pasillo y veo a Roman, Emilio y Dom.
Los tres están parados junto a la salida con el ceño fruncido en sus caras
mientras nos miran conversar. Aún no sé cuál es su problema con Aaron,
pero afortunadamente, esta vez mantienen su distancia.
Aaron sigue mi mirada y los ve, su sonrisa rápidamente se transforma
en una mueca. —¿Te gustan ese tipo de chicos?
Su pregunta me desconcierta un poco. —¿Qué? ¡No! —Me apresuro a
decir.
Me considera un momento como si no estuviera seguro de creerme o no.
—¿Estás segura? A todas las chicas de Sun Valley High les gustan los
Diablos.
—Definitivamente no a esta chica.
Exhala un suspiro de alivio. —Eso es bueno. Son unos imbéciles. No
me gustaría verte lastimada.
No lo discuto porque, bueno, sí lo son, y el hecho de que se preocupe
por mí es algo lindo. Saco mi teléfono y le envío un mensaje a Janessa.
Yo: ¿Crees que mi papá me deje salir con un amigo este fin de
semana?
Janessa: ¿Fecha, hora y lugar?
Volteo a ver a Aaron. —La asistente de mi papá quiere saber: ¿Cuándo,
a qué hora y a dónde iríamos?
Levanta una ceja. —¿Su asistente?
—Sí, sé que es raro, pero tendré una respuesta más rápida a través de
ella en vez de tratar de localizarlo a él.
Asiente con la cabeza como si entendiera. —Shadle Creek. Hoy hasta el
domingo por la mañana.
Le mando la información y veo como los tres puntitos aparecen. Luego
desaparecen. Luego aparecen de nuevo. «Argh.» Vamos. Contesta de una
vez.
Janessa: Muy bien. Tu padre dice que utilices la tarjeta de crédito
que te dio si necesitas algo. Tratará de programar una cena contigo
cuando regreses.
Yo: Grandioso.
Volteo mis ojos. Me encanta la idea de tener una cena programada con
mi papá. Guardo mi teléfono de vuelta en mi bolsillo y volteo a ver la
mirada expectante de Aaron.
—Cuenta conmigo.
Sus ojos se iluminan. —¿De verdad?
Asiento con la cabeza.
—¡Genial!
Aaron me lleva a casa y entra conmigo. Se sienta en el borde de mi cama,
observándome mientras empaco mi maleta apresuradamente con las cosas
esenciales. Ropa interior. Cepillo de dientes. Peine para el cabello. Pasta de
dientes. No estoy segura que más necesitaré, pero no me toma mucho
tiempo darme cuenta que ninguna de la ropa que Janessa me compró me
será útil. Todo es blanco o rosado y definitivamente inapropiado para
acampar.
Busco en los cajones de mi tocador y en mi armario algo aceptable.
Aaron se ve fuera de lugar en el espacio mientras se reclina sobre el
cobertor rosa floral que cubre mi cama.
Está vestido con sus usuales pantalones negros Volcom, hoy los
combinó con una camiseta térmica Hurley de manga larga y un par de Vans
a cuadros. Sus brazos están bien definidos, incluso debajo de la tela de su
camisa, y cuando se levanta, expone un poco de piel suave, bronceada con
un ligero rastro de vellos rubios.
Me obligo a apartar la mirada de la curvatura de sus caderas que sé que
lleva a un cinturón de Adonis que no tengo porque admirar. ¿Cómo lo
consiguen los chicos? Lo he visto comer. Es como un triturador de basura
en el comedor, pero al verlo ahora, no lo notarías.
—No puedo creer que vivas aquí —me dice con un tono de asombro.
—Sí, bueno, apenas hace una semana.
Su cabeza se inclina en pregunta y suspiro, realmente no quiero dar
explicaciones, pero tampoco veo cómo evitarlo. —Mi mamá murió.
Controlo mis emociones y obligo las palabras a salir. —Mi papá es el
único pariente vivo que tengo, así que me enviaron aquí. Apenas me mude
hace dos semanas, así que nada de esto, —señalo a todo a mi alrededor—.
Es mío o se asemeja siquiera a la vida con la que crecí.
—¿En serio? —Sacude la cabeza y su cara se frunce—. Demonios. Lo
siento.
Me encojo de brazos. —Está bien. No lo sabías.
Un silencio se extiende entre nosotros, y después de buscar entre el
último de los cajones de mi tocador, me rindo, derrotada. —No creo que
esto vaya a funcionar. No tengo nada apropiado para acampar —le digo,
resignación en mi tono. No me di cuenta cuanto quería ir hasta que fue
obvio que tal vez no pueda hacerlo.
Aaron me considera un momento antes de caminar hacia mí y tomar mis
manos, levantándome del piso donde estaba sentada. —Está bien. Puedes
tomar prestados unos pantalones deportivos míos si quieres. Mi maleta ya
está lista en mi cajuela. ¿O si prefieres podemos pasar por una tienda?
—No creo que tu ropa me quede —le digo, mientras veo su físico.
Aaron es alto y delgado, probablemente cerca de seis pies. Se parece a
Chester Bennington de Linkin Park pero con una vibra de un joven y
ardiente Ryan Sheckler.
—Hay, no lo sé, ¿una tienda Target cerca o en el camino? —le preguntó.
Se ríe. —No pensé que Target fuera tu estilo, pero sí, sí hay.
Mis hombros caen al reclinarme en la pared, un alivio pasando a través
de mí. —No crecí teniendo dinero. Todo esto, la asistente de mi papá lo
compró para mí cuando me mudé. Target es mi estilo.
Sonríe con una sonrisa torcida y graciosa. —Creo que me gustas más
después de esa revelación. Vamos. Consigamos unos nuevos zapatos
deportivos y luego a divertirnos.
SEIS

Las compras nunca han sido lo mío, pero saqueé Target por completo tan
pronto como llegamos a la sección de mujeres. No soy exigente así que
tomo lo básico. Cosas que puedo combinar sin mucho esfuerzo. Unas
cuantas camisetas blancas y un par de camisetas con logos de bandas.
Algunos pantalones negros rotos y ajustados. Un par de pantalones cortos,
aunque ya pasó el otoño y se acerca el invierno. Un traje de baño por si
acaso. Y un par de leggins junto con una sudadera con capucha.
Aaron es un buen chico, ayudándome a cargar el montón de ropa sin
quejarse mientras recorro los pasillos. Cuando siento que tengo suficiente,
nos dirigimos a la caja.
Me siento mal cuando la cajera me cobra y me da el total. Cuatrocientos
trece dólares. Trago en seco mientras le doy la tarjeta de crédito de Gerald y
la culpa me corroe, recordándome que tengo que buscar trabajo para no
tener que depender de él. Pronto cumpliré dieciocho y necesito prepararme
para eso.
Solo toma unos minutos después de que me entrega mi recibo para
recordar que mi mamá acaba de morir y Gerald no se ha molestado por
estar cerca en toda la semana. ¿Qué clase de padre hace eso?
Eso ayuda a arrastrar cualquier rastro de culpa sobre lo mucho que estoy
gastando hoy. Sin embargo, aun necesitaré buscar un trabajo.
—Wow, Allie. Te ves muy bien. —Aaron dice cuando salgo del baño.
Tan pronto pagué, me apresuré a cambiarme a unos jeans negros rotos y
una camiseta blanca de cuello en V que acababa de comprar. Incluso me
compré un par de argollas de oro de fantasía. Fui una idiota por pensar en
querer ser alguien que no soy. Odio toda la ropa cara color blanco, durazno
y rosa que Janessa me compró. Y realmente odio la manera en la que las
personas me juzgan cuando la uso.
—Gracias. —Acomodo un mechón de cabello detrás de mi oreja y
sonrío.
Estaba cómoda. Era yo de nuevo.
Me extrañé esta semana.
Con mis manos llenas, Aaron me ayuda a cargar mis cosas a su auto y
aventamos todo en la parte trasera de su Subaru WRX. Mientras compraba
me contó sobre la cabaña donde nos quedaríamos. Sentí un gran alivio
cuando me dijo que no necesitaría preocuparme por conseguir una tienda de
campaña o una bolsa de dormir. Acampar con Aaron suena más como
quedarse en un hotel, así que ropa y artículos de aseo personal es lo único
que requiero.
Me doy cuenta de que Aaron tiene dinero. No tanto como Gerald. Eso
es un nivel totalmente diferente. Pero la familia de Aaron está mucho mejor
que solo cómoda. Me hace preguntarme qué pensaría si viera mi antigua
casa. Si aún quisiera ser mi amigo si hubiera conocido a la vieja yo. La de
antes que mi mamá muriera, que vivía en una casa con una recamara, un
baño y barrotes en la ventana, en el peor lugar de la ciudad.
Entonces sacudo ese pensamiento porque me doy cuenta que lo estoy
juzgando al igual que los estudiantes de Sun Valley High me han estado
juzgando a mí. No soy así.
El camino a Shadle Creek toma un poco más de una hora. Aaron y yo
escuchamos a The Red Jumpsuit Apparatus, All American Rejects y Panic!
At the Disco, y por primera vez en más de una semana, me relajo. El viento
suelta mechones de mi cabello y no puedo evitar sonreír mientras Aaron
navega a través de la carretera sinuosa, nuestras ventanas abiertas y el sol
brillando.
No hay presión aquí. No hay miradas de odio. Aaron es
sorprendentemente gracioso y aunque canta horrible, no tiene problema en
cantar con fuerza la letra de I Write Sins Not Tragedies junto conmigo.
Antes de que me dé cuenta, el camino de asfalto se convierte en grava y
estamos entrando en un claro rodeado de cabañas. Cientos de adolescentes,
algunos que reconozco de la escuela y otros que no, están dando vueltas,
charlando y bebiendo cerveza. Algunos están montando carpas y otros están
preparando una fogata en el centro del claro.
Tan pronto bajamos del auto, cierro mis ojos y respiro el aroma del
bosque a mi alrededor.
Mis hombros se relajan, mi respiración disminuye. Exhalo y es como si
toda la tensión del principio de esta semana se desvaneciera.
Atrapo a Aaron sonriéndome sobre el techo de su auto.
—¿Te alegra haber venido?
Asiento con la cabeza y tomo mis bolsas, siguiéndolo mientras me
muestra el camino hacia la primera cabaña a nuestra derecha. —Sí. Este
lugar es genial —le digo mientras abre la puerta y entramos. Deja caer su
bolsa justo en la entrada y admiro la cabaña rustica, pero limpia. Es simple
y grita lugar de reunión de adolescentes, con sus sofás que no combinan y
vasos desechables rojos acomodados en la mesa. Un juego de beer pong
está definitivamente planeado, y no me quejo.
Hay un sistema de sonido envolvente acomodado en cada esquina y un
viejo estéreo portátil con mini bocinas con amplificadores construidos
debajo de los altavoces sobre un centro de entretenimiento de madera de
cerezo. Veo el folleto de CD a su lado y no puedo esperar para revisarlo.
Los reproductores MP3 y dispositivos de transmisión están sobrevalorados.
Los CD mezclados son lo mejor.
—Gracias. Mi familia es dueña de esta cabaña y la que sigue, pero
dejaré que algunos amigos míos usen esa. Probablemente tendremos
algunos colados en los sofás durante la noche. Usualmente, dejamos
nuestras cabañas abiertas para quien quiera quedarse, pero hay una
habitación en la parte de atrás así que tendremos un poco de privacidad.
Oh
«¿Tendremos?»
Mierda.
Muerdo mi labio inferior mientras Aaron me da un tour completo. Es
una planta abierta. Hay una cocina a nuestra derecha. El refrigerador está
lleno de cerveza y no mucho más que eso. Cuando le pregunto a Aaron
acerca de la comida se ríe y me dice que la parrilla está afuera y la mayoría
de la comida se mantiene en hieleras. Me encojo de hombros y decido no
preocuparme por ello. No es como si estuviera comiendo mucho
últimamente.
Lo siguiente que me muestra es el área de la sala a nuestra izquierda y
después a lo largo de un pasillo ancho que lleva a la parte trasera de la
cabaña.
—Este de aquí es el baño principal. La gente estará entrando y saliendo
para usar este, pero aquí dentro, —abre otra puerta que lleva a una sola
recámara—. Hay un baño adjunto que será solo para ti. Todos saben que no
deben entrar a las habitaciones al menos que conozcas al dueño de la
cabaña y tengas permiso, así que no tendrás que preocuparte de que alguien
te interrumpa.
Asiento con la cabeza, mirando solamente una cama en el centro de la
habitación. Una cama con cabecera estilo trineo de madera de tamaño
Queen. Pero solo hay una y no conozco tan bien a Aaron.
Sintiendo mi preocupación, Aaron coloca una mano sobre mi hombro.
—¿Estás bien? —Sus cejas se tiran hacia abajo y una pequeña arruga
aparece en su frente.
Asiento con mi cabeza. —Sí. Solo me preguntaba...ummm… ¿Dónde
debo dormir?
Aclara su garganta y mueve los pies antes de decir, —Pensé que podrías
quedarte aquí, conmigo. Digo, si te parece bien.
Le lanzo una mirada y después hacia la cama, torciendo la pulsera verde
turquesa alrededor de mi muñeca.
—No espero que algo pase entre nosotros —se apresura en añadir. —
Probablemente no lo planeé bien, pero pensé que podrías dormir de un lado
y yo del otro. ¿Te parece?
Muerdo mi labio. Tiene sentido. Soy lo suficientemente madura para
compartir una cama con un chico lindo. Puedo hacerlo. ¿Cierto? No es gran
cosa.
Dejando a un lado mi preocupación, le digo, —Sí. Está bien.
Sonríe.
—Muy bien. Vamos afuera y tomemos una cerveza. No sé tú pero
después de manejar, me vendría bien una.
SIETE

Me detengo en el campamento de Shadle Creek en la Escalade de


Dominique. Hubiera preferido manejar mi viejo “El camino” pero el auto
de Dom tiene más espacio, así que aquí estamos. Emilio está en el asiento
del pasajero mientras Dominique está tirado en el asiento trasero, roncando
más fuerte que una podadora. Usualmente no me deja manejar. Es
controlador. Pero está agotado. Todos lo estamos.
Nos lucimos en el juego de esta noche ganando veinticuatro a tres. Fue
una matanza. Pero a causa del juego de esta noche, llegamos al
campamento más tarde de lo que quisiéramos. Al menos aun logramos
hacer un tiempo decente.
—Despierta cabrón. Llegamos.
Dominique gime, pero se empuja hasta sentarse antes de quitarse las
lagañas de los ojos. Los tres miramos el círculo de cabañas con diferentes
expresiones.
Emilio está emocionado y ya tiene su puerta abierta. Su cabello todavía
está mojado. Todos nos duchamos en los vestidores antes de salir, así que
cuando se voltea para salir del auto, gotas de agua me golpean en la cara.
«Imbécil.»
Dom es indiferente como de costumbre pero me ve de reojo mientras
toma sus cosas de la parte de atrás. Solo me toma un segundo darme cuenta
porqué, cuando toda la sangre dentro de mí se calienta y puedo sentir ira en
mi pecho.
Allie está aquí y acaba de salir de la primera cabaña con Aaron
Henderson. «Maldito Henderson.» Solo ver a ese imbécil imitador hace que
me hierva la sangre. Le dije que se mantuviera alejada de él.
Aprieto mis dientes y aprieto mis manos en el volante.
—Vamos hermano. —Emilio me llama, cerrando con fuerza la puerta y
agarrando su bolso de la parte de atrás. Dom me mira a través del espejo
retrovisor.
—¿Te la vas a coger con la mirada todo el fin de semana? —me
pregunta.
—Vete a la mierda. —le saco el dedo medio.
Se ríe y sale del asiento trasero, tomando su bolso antes de seguir a
Emilio a nuestra cabaña. Los observo desde mi periferia, pero no le quito
los ojos de encima a Allie. Se ve bien. Muy bien. Se cambió la ropa desde
la última vez que la vi en la escuela, cambiando sus pantalones blancos y su
top por jeans negros rotos y una camiseta básica. La camiseta es baja en el
frente, exponiendo una pequeña parte de su escote y ya estoy imaginando
sus pechos desnudos.
Me froto la cara con una mano. Necesito dejar de mirarla. Emilio ha
estado encima de mí recordándome en enfocarme en el campo toda la
semana y sí, pateamos traseros esta noche, pero no di lo mejor de mí y ella
es la causante.
Me he mantenido alejado toda la semana, evitándola en los pasillos
como un maldito cobarde. Fue arriesgado, en especial si hubiera decidido
quejarse con Kemp al respecto, pero se quedó callada como supe que lo
haría. Lo que la hace aún más intrigante. No me delató para mandarme a
detención. No me suplicó por atención como las otras chicas lo hubieran
hecho después de haber experimentado mi frialdad.
No. Mantuvo su cabeza abajo y actuó como si no existiera. Sin miradas
casuales. Sin miradas de deseo.
No sé qué tiene, pero no puedo dejar de pensar en ella y eso me
encabrona. Pensé que si la evitaba eso reduciría mi atracción hacia ella,
pero al verla ahora me doy cuenta de que eso no sirvió de nada. En todo
caso, la deseo aún más. Quiero que esté consumida por pensamientos sobre
mí como yo lo estoy con ella.
Se está volviendo una obsesión.
«¿Qué estoy haciéndome a mí mismo?» Saco un cigarrillo y lo
enciendo. Inhalo profundamente, deteniendo el humo hasta que mis ojos
arden antes de exhalar. Mierda. Tiro el cigarro por la ventana y meto la
cajetilla en la guantera antes de que Dom me vea. Si él o Emilio se dan
cuenta que aún cargo una cajetilla conmigo, me van a patear el trasero.
No puedes ser un receptor y un fumador. Los dos no se llevan de la
mano. Pero maldita sea quisiera poder fumarme toda la cajetilla en este
momento.
Los padres de Dominique son dueños de la cabaña donde nos
quedaremos. Es la mejor de todas. Es de dos pisos, tiene cuatro recamaras y
cuatro baños convirtiéndola más en una casa para vacacionar que en una
cabaña. Dom tiene dinero, lo suficiente como para rivalizar a Gerald Ulrich,
y aunque el hijo de puta lo odie, tiene sus ventajas. Nos quedamos aquí al
menos una vez al mes. Es bueno alejarnos de las cosas. O hubiera sido
bueno si todos los demás no hubieran tenido la misma idea este fin de
semana.
Miro con furia a Henderson y Allie una vez más antes de ponerme mis
lentes aviadores y seguir a mis amigos. No me importa que sea tarde. Nadie
me dirá una mierda acerca de mis lentes oscuros.
El claro está lleno de gente iluminados por la luz de la fogata. La
mayoría está cerca de sus autos o en pequeños grupos cerca de la fogata.
Nadie me habla y todos me dan a mí y a mis chicos un espacio amplio
mientras caminamos hacia nuestra cabaña.
Algunos de los chicos que reconozco del equipo de fútbol son lo
suficientemente estúpidos y asienten la cabeza en mi dirección como
diciendo ¿qué pasa?
No les regreso el gesto. Puede que hable con algunos de estos imbéciles
en el campo cuando lo necesito, pero no los pienso tolerar fuera de él. No
soy uno de ellos. Nunca lo seré y estoy muy seguro de que no quiero serlo.
No se toman el juego en serio. Para ellos es solo juego y diversión, pero
para nosotros, para mí, Dom y Emilio, el fútbol americano es nuestra vida.
Vivimos, respiramos y dormimos fútbol.
Los tres tenemos planes de volvernos profesionales y todos hemos
ganado becas en escuelas división uno. Es una de las mayores razones por
las que no nos juntamos con el resto del equipo. No podemos permitirnos el
lujo de ser absorbidos por sus tonterías.
El fútbol tiene que ser prioridad.
Un grupo de chicas en bikinis, de tercer grado caminan hacia mí. Emilio
alenta sus pasos un poco más adelante mientras que Dom llega al porche de
la cabaña y entra. Con cervezas a la mano y grandes sonrisas en sus rostros,
las chicas mueven sus caderas y ofrecen miradas coquetas y risitas
estúpidas.
Reprimo un gemido. En la escuela, estas chicas usualmente solo me
hacen ojitos pero me dejan en paz al menos que me les acerque, pero puedo
darme cuenta que ya han estado bebiendo.
Una de ellas es muy valiente. —Hey, Rome. ¿Vas a festejar con nosotras
esta noche? —me pregunta.
Al mencionar mi nombre veo la cabeza de Allie voltear hacia donde
estoy. «Así es chica bonita. Ya llegué.» No me molesto en ocultar mi
sonrisa. —Tal vez. —le grito a la chica, queriendo medir la reacción de
Allie. Frunce el ceño y se voltea mientras que la chica en bikini suelta
risitas. Malditas risitas tontas. Juro que estas chicas se vuelven más
estúpidas cada año, pero miro sus pechos de todas maneras. Estúpida o no,
tiene unos buenos.
¿Tal vez una cogida rápida sacará a Allie de mi cabeza?
—Ven a buscarme más tarde —me dice y le contesto con un gruñido
evasivo.
Necesito sexo, pero la idea de cogérmela no despierta mi interés. Por
otro lado, Allie...maldición.
Dentro de la cabaña, Dom prende todas las luces y cada quien deja sus
cosas en su respectivo cuarto. Nuestra cabaña está prohibida a todos fuera
de nuestro grupo. Hemos traído algunas chicas para pasar la noche, pero
nuestra cabaña no es una de las que esté abierta para los fiesteros.
—Veo que tu chica está aquí. —Emilio comenta con una estúpida
sonrisa en su rostro cuando salgo al porche. Acepto la cerveza que me
ofrece y mis ojos siguen a Allie mientras ella sigue a Henderson hacia un
grupo de sus amigos skaters.
Mis manos aprietan la cerveza y aprieto mi quijada. El hijo de puta le
sonríe mientras se agacha para susurrarle algo al oído.
—No tengo chica —le digo.
Eso me gana un gruñido de Dom. —¿Entonces por qué te la estas
cogiendo con la mirada? —me pregunta.
Le saco el dedo medio con mi mano libre. —No puedes ver mis ojos,
imbécil. Ni siquiera estoy viendo hacia ella.
—Mentiroso —Emilio añade. —Solo cógetela y sácala de tu sistema de
una vez.
Volteo mis ojos, no es como que los puede ver. —No estoy interesado
en cogérmela. Yo…
—Si claro. Quieres ser un idiota y jugar con ella, ¿es eso? ¿Necesitas
una nueva mascota a quien molestar?
—¿Cuál es tu maldito problema, hombre? —Me quito mis aviadores y
lo miro furiosamente.
Emilio se ríe, pero hay algo en su voz. —Ninguno. Haz lo que quieras.
Cógetela. No te la cojas. No me importa. Solo decídete de una vez para que
podamos disfrutar del fin de semana. Estoy demasiado cansado para tus
jueguitos así que lo que sea que tengas planeado, no me metas.
—A mí tampoco —Dom añade. Se recuesta en uno de los asientos de
madera del porche, sus piernas extendidas y una cerveza en su mano,
pretendiendo que no le interesa nada de la vida.
—Estuvimos de acuerdo en que nos enfocaremos en nuestros futuros.
No tienes tiempo para perseguir chicas. Acuéstate con alguien o no te
acuestes con nadie. —Se encoge de hombros.
—Realmente no me importa. Pero estuviste raro hoy y lo sabes. Ella
está en tu cabeza, así que haz lo que tengas que hacer para sacarla. Si eso
significa jugar uno de tus jueguitos, que así sea. Pero no te apoyaremos esta
vez. —Toma un trago de su cerveza.
Rechino mis dientes. —Bien. —Imbéciles. En el pasado, siempre nos
hemos metido con las mismas chicas. Hacían las cosas más convenientes,
pero no importa. No los necesito para obtener lo que quiero de Allie.
Emilio termina su cerveza antes de tomar otra. —Iré a buscar un pedazo
de culo. Me lo gané después del juego de esta noche. Los veo más tarde.
Baja trotando los escalones y se dirige directamente a las chicas en
bikini, arrojando sus brazos alrededor de dos de ellas. No me sorprendería
que ambas terminen en su cama esta noche. Emilio se le conoce por
disfrutar de una buena cantidad de tríos e incluso cuartetos ocasionalmente.
—Me sorprende que aún no se le haya caído el pene con la cantidad de
hoyos en los que lo ha metido, —dice Dom.
Levanto una ceja. —Mira quien habla.
Se encoge de hombros. —Me estoy tomando este año con calma.
Enfocándome en lo que importa. —Sigo su mirada y lo atrapo viendo a
Kasey Henderson. Sigue sus movimientos como un león que caza a su
presa.
—¿Quieres a la hermana menor de Henderson?
Se encoge de hombros, pero no le quita los ojos de encima.
—Viejo. Está en primer año.
Se encoge de hombros de nuevo.
—Como sea. Si quieres a una chica menor, adelante. Tienes dos meses
antes de que se vuelva prohibida así que te sugiero que trabajes rápido.
Sonríe. —Siempre estoy listo para un desafío.
OCHO

Está aquí. No sé porque asumí que no lo estaría. ¿Tal vez por el juego? No
parece ser del tipo sociable aparte de los dos chicos que conocí a principios
de esta semana. Solo se junta con Dom y Emilio. Tienen una especie de trío
temible. No me sorprende que todos los llamen los Diablos. Siempre están
juntos, y no se me ha escapado el hecho de que todos los demás parecen
evitarlos. Claro, son populares, pero es casi como si estuvieran negados a
participar en el juego de la jerarquía social de la preparatoria.
Gobernantes que no quieren gobernar.
No he hecho amigos en Sun Valley High, al menos ninguno aparte de
Aaron, pero he escuchado los murmullos en los pasillos cuando esos tres
caminan por ellos. Todos parecen querer poner sus manos en uno de los
Diablos. No creo que las chicas tengan preferencia entre alguno de los tres.
Aaron me da otra cerveza y la acepto agradecida antes de notar a Emilio
caminando hacia mí con una sonrisita en su rostro. Está abrazando a dos
chicas. Una es rubia con piernas largas y un top de traje de baño rojo
brillante, la otra es una morena con un traje de baño negro y un par de
shorts. ¿Qué no se dan cuenta de que hace frío? No puede haber más de
cincuenta grados afuera. El otoño casi termina y el invierno se acerca
rápidamente, pero estas dos parece que no recibieron el aviso.
—Oye, vainilla. ¿Cómo te va? —Emilio grita desde el otro lado de la
fogata. Odio ese sobrenombre y estoy casi segura que él y Roman lo usan
para provocarme.
Fuerzo una sonrisa y levanto mi cerveza, saludando. —Ahí la llevo —le
digo, esperando que regrese su atención a las dos chicas a su lado. Están
manoseándolo y una está tratando de hacerle un chupetón en el cuello, pero
es un poco más bajita para alcanzar y no parece interesado en ayudarla.
—Ven a nuestra cabaña esta noche. —Se voltea y apunta con su cerveza
a la monstruosidad de cabaña detrás de él. —¿De acuerdo?
—¿Por qué quiere que vayas a su cabaña más tarde? —Aaron murmura
a mi lado. —Pensé que no te gustaba ninguno de los Diablos.
—No me gustan. Y quien sabe. No entiendo a estos chicos.
Antes de que pueda contestarle a Emilio, Aaron decide hacerlo por mí.
—Ya tiene planes esta noche —le dice, rodeando mis hombros con su
brazo. Hay una posesividad en su forma de actuar y no sé cómo sentirme al
respecto. Me gusta Aaron. Es lindo y agradable, pero acabo de terminar una
relación. No busco meterme en otra y Aaron parece del tipo que le gustan
las relaciones.
Los ojos de Emilio se entrecierran y se centran en el contacto.
Me estremezco.
—¿Quizás más tarde, entonces? —dice.
Puedo escuchar el enojo en su tono, pero no sé si es dirigido a mí o a
Aaron. —Cla…
—Nah. Lo siento, viejo. Estará ocupada todo el fin de semana. —Alarga
la palabra “todo” y sin decir nada más ha lanzado una gran cantidad de
insinuación en ese enunciado.
Volteo a verlo con una expresión de confusión, pero no parece
prestarme atención. Sus ojos están entrecerrados y hay una mirada triunfal
en su rostro mientras él y Emilio se fulminan con la mirada. Como si
hubiera ganado algo. Como si me hubiera ganado a mí.
No soy el premio en una competencia de ver quien orina más lejos de
estos chicos. Cualquiera que sea el problema que tienen entre ellos, no
quiero ser parte de él.
Tan modestamente como puedo, me muevo debajo del brazo de Aaron y
me levanto. —Voy a explorar un poco. Te veo más tarde. —Frunce el ceño
pero asiente con la cabeza, me volteo y me dirijo en la dirección opuesta de
donde están él y Emilio.
Logro caminar unos veinte pies cuando mi teléfono empieza a vibrar en
mi bolsillo. Me sorprende que tenga recepción aquí. Checo la pantalla y
suelto un gemido cuando veo de quien es el mensaje.
Ryker: Vamos, A. Te extraño. Deja de portarte fría conmigo por
una estupidez.
Ira hace que me hierva la sangre y antes de convencerme de no hacerlo,
contesto el mensaje.
Yo: ¡Terminaste conmigo el día que murió mi mamá!
Esos tres puntitos aparecen en la pantalla y los miro fijamente mientras
espero su respuesta. Pero en lugar de recibir otro mensaje de texto, mi
teléfono comienza a sonar.
Es Ryker.
—¡Chingada Madre!
¿En realidad quiero hablar y lidiar con él en este momento? Mientras
miro fijamente la pantalla iluminada, tratando de decidir, el teléfono deja de
sonar, salvándome de tomar una decisión. Pero entonces comienza a sonar
de nuevo. Debo ser masoquista porque al cuarto timbre, contesto.
—¿Qué quieres, Ry? —le pregunto.
Camino hacia la parte trasera de la cabaña de Aaron y salgo al patio
trasero. Afortunadamente, no hay nadie más aquí afuera así que me siento
en una banca de madera y me reclino hacia atrás, esperando a que Ryker me
responda.
Se queda en silencio por un segundo y es como si pudiera escucharlo
pensar. Ryker siempre fue bueno en eso. Encontrando las palabras correctas
para calmarme. Ahora que recuerdo, puedo pensar en al menos una docena
de veces cuando me manipuló para que lo perdonara por una cosa u otra.
Nunca fue un buen novio. No sé porque me tomó tanto tiempo darme
cuenta.
Termino de tomar la cerveza que tengo en la mano y como Ryker aún
no ha dicho nada, vuelvo a entrar a la cabaña por la puerta de al lado, en
busca de algo más fuerte. Lo necesitaré para la conversación que estoy a
punto de tener.
—Nena —exhala, puedo escuchar el anhelo en su voz. Volteo mis ojos y
veo una botella de tequila abandonada. La tomo y me sirvo un trago en un
vaso rojo antes de agregar un poco de Sprite para mezclar.
—No me digas nena —le digo, tomando un gran trago de mi bebida.
—No puedo creer lo que me hiciste, Ry. No puedo… —mis palabras se
quedan atoradas, sin poder forzarlas a salir mientras siento el tequila
quemar mi esófago, haciéndome toser. Probablemente debí tomar un trago
más pequeño. Me doy unos cuantos segundos, tomo otro trago, porque sí,
soy masoquista.
—Me lastimaste. —No sé porque le estoy diciendo esto. Quizá una
parte de mi quiere que entienda lo que me hizo. Tal vez así me deje en paz
de una vez por todas. —Me lastimaste cuando ya estaba sufriendo.
—Demonios —murmura. —Lo sé, nena, Lo sé. Lo siento. ¿Si? La
cagué. Estaba bebiendo y no estaba pensando con claridad. Mierda.
Puedo escucharlo caminando de un lado a otro mientras regreso afuera y
vuelvo a sentarme en la banca.
—¿Qué quieres que te diga?
—La verdad. Por una vez en tu vida, Ry. ¿Puedes ser honesto conmigo?
—Aún no conozco toda la historia. Sé que me engañó con Adriana pero no
sé los detalles y no sé porque rompió conmigo de la manera en que lo hizo.
Ryker era un idiota, pero hasta ese momento, nunca había sido cruel.
Maldice de nuevo. —Nena, no es tan simple. Adriana se me insinuó y al
principio pensé que eras tú. —Se apresura a decirme—. Tienes que
creerme. Yo nunca…
—¿Esperas que te crea? ¿Estás bromeando? ¿En verdad piensas que soy
tan estúpida? —le digo furiosa—. No soy una idiota, Ry.
Gime. —Lo sé. Lo sé. Pero es la verdad. Estaba ebrio, nena. Y no fue
mi intención terminar contigo.
Me río. —Oh, ¿en serio? Entonces que quisiste decir cuando me
enviaste un mensaje, el mismo día que mi mamá murió, debo añadir,
diciendo, ‘creo que debemos salir con otras personas.’ ¿Eh? ¿Cómo puede
eso significar otra cosa que romper conmigo?
Se escucha un ruido fuerte al otro lado de la línea como si él hubiera
golpeado algo.
—Mira, no estoy orgulloso de esto, okay. Y no sabía que tú mamá había
muerto cuando te mande el mensaje. Adriana me dijo que te enteraste de lo
que pasó. Que ibas a dejarme. Yo solo... —Suspira—. Fui un estúpido y
quise terminar contigo antes de que tu terminaras conmigo.
Wow. Solo...wow.
«Que imbécil.»
Se queda callado un rato y tomo otro trago de mi vaso. El alcohol me
quema y disfruto el dolor. Siento una opresión en mi garganta así que tomo
otro trago, deseosa de que haga desaparecer el dolor que se está formando
en mi pecho porque aún me duele y odio eso. Odio que aun tenga ese efecto
sobre mí.
—Te amaba —le digo con una voz fría.
—Nena, también te amo. Muchísimo.
Sacudo mi cabeza aunque no pueda verme. —No, Ry. Te amaba.
Tiempo pasado. Ya no más. No después de lo que me hiciste.
—Allie, nena. Por favor. No seas así. Podemos arreglar esto. Sé que
podemos.
—Nop. —Me aseguro de enfatizar la ‘p’ al final así como mi decisión.
Un trago más y mi vaso está vacío. Lo dejo a un lado y me reclino hacia
atrás, disfrutando de la sensación que tengo, como si estuviera dando
vueltas.
—Pude haberte perdonado que me engañaras si hubieras sido honesto
conmigo. Tanto así me importabas. —Me dio mi primer beso. Fue mi
primer amor. El chico con el que perdí mi virginidad. Tal vez por eso le
aguante tantas cosas por tanto tiempo. Pero ya no más. Merecía algo mejor.
Y lo sabía.
—Pero Ry, me abandonaste cuando más te necesitaba. No hay vuelta
atrás. Deja de mandarme mensajes. Deja de llamarme. Eso no te lo voy a
perdonar.
Un movimiento a mi izquierda llama mi atención y veo a Roman
recargado contra un árbol, mirándome. Su cara es inexpresiva, pero se quitó
sus lentes de sol, dándome una vista de sus ojos marrón oscuro. Hay fuego
en su mirada y eso me estremece. Cuando se da cuenta de que lo vi, camina
hacia mí y se sienta a mi lado.
Extiende su mano, pidiéndome sin palabras que le de mi teléfono.
Frunzo el ceño, pero qué diablos, se lo doy.
Levanta el teléfono a su oído y dice con una voz grave, —Escúchala.
Deja de llamarla. Deja de mandarle mensajes. Ustedes dos ya han
terminado. ¿Entendiste?
—¿Quién demonios eres tú? —Escucho a Ry gritar.
—Tu reemplazo —Roman le dice. Me regresa mi teléfono después de
colgar la llamada. Empieza a sonar casi de inmediato, pero lo pongo en
silencio y lo meto en mi bolsillo trasero. Me ofrece su cerveza y la tomo.
Inclino la botella hacia mis labios, dejando que el líquido frío se deslice por
mi garganta que repentinamente se siente seca.
Mi visión se nubla por un segundo y parpadeo rápidamente para
despejarla y le regreso su cerveza. Calor recorre mi cuello y puedo sentir
más los efectos del alcohol ahora. Bien.
No quiero estar sobria. No esta noche.
Ninguno de los dos dice algo después de eso. Ambos contentos de solo
mirar al cielo nocturno y sin estrellas. Roman toma unos cuantos tragos de
su cerveza y observo como su manzana de Adán se mueve con cada trago.
Cuando los segundos se vuelven minutos, siento que mis mejillas se
entumecen y me comienzo a sentir mareada. Siempre he tenido poca
tolerancia al alcohol. Andar de fiesta y tomando nunca ha sido lo mío. No
esperaba que el licor me pegara tan rápido, aunque no puedo decir que
lamente que lo haga y desearía que tuviera más.
Roman me toca con su brazo y volteo a verlo. Su máscara sigue intacta.
No puedo leer su expresión. Un mechón de cabello café oscuro ha caído
hacia adelante y levanto mi mano, peinándolo hacia atrás.
Su mano se mueve rápidamente hacia arriba para tomar mi muñeca y
jadeo, pero en lugar de apretarme, su pulgar comienza a frotar pequeños
círculos sobre mi pulso mientras baja mi mano entre nosotros. No me
suelta. Continúa masajeando círculos lentos causando que se me erice la
piel de mi brazo. Jala el brazalete verde azulado en mi muñeca llamando mi
atención.
Sus ojos se encuentran con los míos y esta vez, lo veo. Veo el anhelo y
la necesidad en ellos. El deseo.
Trago fuertemente y siento un manojo de nervios en mi estómago.
—¿Ese era tu ex? —me pregunta. Su voz es suave y continúa frotando
esos malditos círculos en mi piel. No puedo pensar con él tocándome.
—Sí. —Mi voz suena casi sin aliento aunque no fue mi intención, pero
de repente, es como si no tuviera suficiente aire dentro de mis pulmones.
Aléjate, Allie. No necesitas enamorarte de otro imbécil.
—¿Te engañó?
Asiento con la cabeza.
—¿Y tu mamá está muerta?
Asiento de nuevo.
Parece reflexionar mis palabras. —Así que, ¿con quién vives ahora?
¿Tu papá?
Asiento con la cabeza. —Sí. Con mi padre biológico.
Inclina la cabeza cuestionando y se mueve para que nuestros cuerpos
estén más cerca el uno del otro. Un brazo me rodea el hombro, el otro sigue
en mi muñeca, pero puedo sentir el calor de su cuerpo tan cerca al mío
ahora.
—Yo, uh...realmente no quiero hablar de eso. —Tartamudeo. Estar tan
cerca de Roman me pone nerviosa. Había tenido éxito evadiéndolo esta
última semana que casi logro engañarme creyendo que se olvidó de mí.
Claramente, fue un pensamiento estúpido porque helo aquí, en persona. Un
presentimiento me hace pensar que planeó este encuentro. ¿Por qué otro
motivo me habría seguido a la parte trasera de la cabaña de Aaron? ¿Qué
otra razón tendría para estar aquí?
—¿Allie? —Su voz es inexpresiva, pero de alguna manera está llena de
muchas emociones suprimidas.
Trago fuertemente y jalo mi mano, liberándola de su agarre.
Un silencio pende entre nosotros y me levanto de mi asiento. —Voy por
otra bebida —le digo, necesitando una razón para escapar de su presencia.
Hay algo acerca de Roman que me tiene convencida que es peligroso, sin
embargo, me siento atraída hacia él de todas formas.
No dice nada y no intenta seguirme. Pasa una mano a través de su
abundante cabello oscuro, sus fosas nasales se dilatan, pero ningún sonido
se le escapa. Me detengo en la puerta, dándome un último instante para
verlo antes de escapar hacia adentro, maldiciéndome por ser tan estúpida.
Roman es un problema, y no voy a volver a tomar las mismas malas
decisiones otra vez.
NUEVE

—¡Allie! —Aaron grita tan pronto como entro en la sala de estar. Debe
haber venido tan pronto como me fui de la fogata.
—Ven a jugar conmigo. —Está parado frente a la mesa del comedor.
Vasos rojos están acomodados en forma de triángulo en cada extremo.
Le sonrío, pero es forzado. —Estaba preguntándome cuando
comenzarían los juegos de beer pong —le digo mientras me dirijo hacia él.
La cabaña está llena de gente y tengo que abrirme camino entre el mar
de cuerpos para llegar a Aaron. Nadie se molesta en quitarse de mi camino,
pero cuando finalmente llego con él, me jala más cerca, uno de sus brazos
rodeándome el hombro mientras levanta una cerveza al aire.
—Ya tengo a mi compañera. ¿Quién es lo suficientemente valiente para
retarnos? —Aplausos suenan y puedo oler la cerveza emanando de él como
si saliera de sus poros.
¿Cuántas se ha tomado?
Me alejo de su agarre y sacudo mi cabeza. —En realidad no estoy de
humor para jugar esta noche. Pero observaré.
Su labio inferior sobresale. —Oh, vamos, Allie.
Sacudo mi cabeza. —N…
La rubia de piernas largas de antes camina junto a Aaron. —Oye,
Henderson. Seré tu compañera —le dice en un tono seductor.
La mira y sigo su mirada mientras nota su cuerpo apenas cubierto. Sus
labios se presionan en una línea, pero no la deja de ver. Puedo sentir que
está tentado, así que decido darle un empujón en la dirección correcta.
—Qué bien. Gracias —le digo. —Agradezco que tomes mi lugar.
Se burla de mí. —No te estoy haciendo ningún favor. ¿Por qué estás
aquí?
Inhalo un aliento, sorprendida por su hostilidad tan abierta. Abro mi
boca y luego la cierro. Sin saber cómo responder. Unas cuantas chicas a su
lado comienzan a reírse y me tambaleo al dar un paso hacia atrás.
—Buena pregunta, Sarah —una de las chicas comenta.
La rubia, Sarah, les sonríe a sus amigas y después se voltea hacia mí
con una mirada obvia de desdén.
—En serio. Nadie te quiere aquí. ¿Por qué no regresas a la escuela de
estirados, cualquiera que sea, de la que te expulsaron? Estoy segura de que
tu papi te puede ayudar.
—Oye. Eso no está bien. —Aaron finalmente me defiende.
La chica voltea sus ojos. —Vamos, Aaron. Sabes que ella no pertenece
aquí. —Rodea su cuello con sus brazos y aplasta sus pechos contra el suyo.
—Mándala a volar de una vez para que tú y yo podamos divertirnos. —
Se queja. El sonido me lastima los oídos. ¿Piensa que a los chicos les gusta
eso?
La mirada de Aaron se mueve entre nosotros con incertidumbre.
¿Es en serio? Fue él quien me invito a mí.
Enojo comienza a encender mi pecho.
Al ver mi expresión, Aaron quita sus brazos de su cuello y da un paso
atrás. —Lo siento, Sarah. Allie es mi amiga. No me parece bien que le
hables así.
Sus ojos se agrandan y se queda boquiabierta por un segundo antes de
cerrarla.
—¿Disculpa?
Encoge sus hombros y una de sus manos recorre la parte trasera de su
cuello. —Mira. Sé que…
—¡Jódete! Tú te lo pierdes, Henderson. No esperes que te dé una
segunda oportunidad. —Pasa por mi lado para salir de la habitación,
golpeándome con su hombro en el camino. Muerdo el interior de mi mejilla
para evitar confrontarla y miro hacia Aaron con gratitud.
—Gracias. No tenías que hacer eso —murmuro.
Se encoge de hombros. —Sí. Tenía que hacerlo. Yo te invite. Y Sarah
puede ser una verdadera perra cuando quiere serlo. Usualmente no me
busca en fiestas como esta. Es más joven, pero esta con el grupo de ‘elite’.
—Hace comillas en el aire con sus manos en la palabra elite y suspira—.
No nos movemos en el mismo círculo. Pero es mi vecina. Crecimos juntos y
algunas veces puede ser un ser humano decente.
Hace una pausa como si estuviera escogiendo cuidadosamente sus
palabras. —Está acostumbrada a ser el centro de atención. Honestamente,
no me sorprendería si solo se me hubiera insinuado porque estás aquí.
«Oh.»
—Lo siento. Lo que hizo es algo muy desagradable. ¿Te gusta? —le
pregunto, no queriendo interferir porque, sí, me invitó y le agradezco que
me defendiera, pero si quiere aprovechar el momento y todo eso, no lo voy
a detener. Sé cómo pueden ser los chicos a veces. Si fuera Felix, se hubiera
ido con ella, se hubiera divertido y después se hubiera disculpado conmigo.
Pero Aaron solo sacude su cabeza. —No. En realidad, no. Sé el tipo de
chica que es y no es lo que quiero. Creo que, entre la cerveza y sus senos,
me confundí un poco.
No puedo evitar sonreír. Aaron tiene una expresión tímida en su rostro
cuando me dice, —así que, ¿hay alguna manera de hacerte cambiar de
parecer y convencerte de que seas mi compañera después de todo?
Estoy a punto de sacudir mi cabeza en negación, pero entonces veo a
Emilio, Dom y Roman entrando en la habitación. La sonrisa de Emilio es
perversa mientras me mira y dice, —vamos, vainilla. Juguemos. Podemos
hacer las cosas más interesantes.
«Genial.»
Otra vez con lo de vainilla. Frunzo el ceño, pero ahora tengo curiosidad.
—¿Cómo más interesantes?
—Si ganamos, —señala hacia los tres—. Tú usaras un bikini por el
resto del fin de semana. Día y noche. Sin excepciones.
Me río. Típico. —¿Y si gano?
Se encoge de hombros. —¿Qué quieres?
Considero esto. No sé si son buenos y tampoco sé si Aaron lo es, pero sí
sé que yo lo soy. Mientras Aaron no sea terrible, hay una buena posibilidad
de que ganemos. Siempre he sido uno de los chicos y el beer pong siempre
es algo que se juega en las fiestas. Julio y yo solíamos aprovecharnos de
esto en las fiestas, como ladrones. Hacíamos las cosas más interesantes con
efectivo en juego, pero esta es mi primera fiesta con este grupo de gente, y
no sé cuáles son las expectativas aquí. No parecen del tipo que apuesten.
Aun siento los efectos del alcohol y decido enfocarme en eso y darle un
giro a esta noche a pesar de la llamada de mi ex y del comportamiento
extraño de Roman.
—Si gano, ustedes tres tienen que usar un bikini todo el fin de semana.
Día y noche. Sin excepciones, también.
El grupo aplaude y grita de emoción por la idea y la sonrisa de Emilio
se agranda mientras que Dom y Roman fruncen el ceño profundamente. Ni
siquiera intento contener mi risa.
—Muy bien. Muy bien. Estoy de acuerdo con eso.
—No —dice Dom—. Ustedes cabrones hagan lo que quieran. Mi negro
trasero no usara un bikini.
Emilio se ríe. —Pero Dom, te verías tremendamente bien en uno y lo
sabes.
Frunce el ceño aún más y agarro mi estómago, riéndome, mientras me
imagino a Dominique usando un bikini.
—Está bien. Tú te salvas. —le digo tan pronto como recupero el aliento
—. Pero solo porque los equipos deben ser iguales. Dos contra dos.
Volteo hacia Aaron y me lanza una sonrisa alentadora. Está de acuerdo,
aunque estoy casi segura de que si perdemos a los chicos solo les interesará
que sea yo la que ande en bikini. Qué bueno que compre uno hoy.
Después, volteo a ver a Roman y levanto una sola ceja. Estoy casi
segura de que se va a retirar al igual que Dominique, pero me sorprende
cuando toma una pelota de ping pong y dice, —acomódalos.
DIEZ

Voy a matar a mi mejor amigo por involucrarme en esto. Allie y Henderson


nos están pateando el trasero. Están a dos vasos de darme una paliza con un
maldito bikini incluido.
Los ojos de Allie están vidriosos. El alcohol le está pegando duro, pero
con una sonrisa en su rostro, levanta su mano y arroja la bola justo en mi
vaso.
«Mierda.»
Salta de arriba a abajo, sus pechos rebotando con el movimiento, y
Henderson choca esos cinco con ella.
Emilio toma el vaso. Se toma el líquido de un solo trago y entonces
apunta.
El idiota falla y suprimo un gemido.
«Maldición.»
—Te voy a matar —le digo, lo suficientemente bajo para que solo él
escuche, pero me doy cuenta de la risa siniestra de Dominique que está
detrás de nosotros. Está disfrutando esta mierda. Probablemente también
está esperando que perdamos.
—No, hombre. No lo harás —me dice Emilio—. Porque te estoy
ayudando a ser el centro de atención de ella. Puede que odies perder, pero
quieres la atención de esa chica.
—No, no la quiero —murmuro—. No es nadie para mí.
Emilio ignora mi comentario y ahora es el turno para lanzar de
Henderson. Apunta hacia el último vaso en nuestro lado y en el último
instante, sus ojos se encuentran con los míos y lo miro fijamente. Titubea y
dejo que una sonrisa fulminante se extienda en mi rostro. Mi visión se
estrecha y solo lo veo. Sus ojos verdes se oscurecen y se que todo a su
alrededor está desapareciendo. La multitud a nuestro alrededor lo alienta.
—Lanza.
—Lanza.
—Lanza.
Entrecierro mis ojos aún más. Su quijada se tensa y lanza, pero el idiota
no esta viendo los vasos. Aún está viéndome como si estuviera a dos
segundos de cagarse en los pantalones.
Falla el tiro.
Sonrío y pestañeo, rompiendo la mirada fija entre nosotros y él maldice.
«Así es, imbécil.»
Es mi turno así que tomo la bola y sin hacer ningún espectáculo, la
lanzo dentro de uno de los tres vasos que les quedan. Henderson maldice de
nuevo, se bebe el líquido del vaso y le da la bola a Allie.
Me sonríe, completamente en su elemento, y la bola cae en nuestro
último vaso. Emilio gime a un lado de mí, pero sé que todo es un
espectáculo. No le importa un comino si ganamos o perdemos. Todo es un
juego para él. Vive para este tipo de mierda incluso si trata de negarlo.
Lentamente, asegurándome de mantener mi mirada en la suya, levanto
el vaso y tomo lo que quedaba de cerveza.
—Perdiste —me dice y su satisfacción es evidente.
—Así es. Supongo que será mejor que vayas a buscarme ese bikini tuyo
—le digo.
—¿El mío?
Asiento con la cabeza y muerdo mi labio inferior. —Sí, vainilla. Quiero
el tuyo.
—Puedes usar el mío —una de las chicas junto a mí dice.
Levanto una ceja. —¿Y tú eres…?
Parece sorprendida de que no sepa quien es pero ¿por qué habría de
saberlo?
—Silvia. Silvia Parish. Tengo la clase del segundo periodo con ella. —
me recuerda, inclinando su cabeza hacia Allie. Por fin la reconozco de
cuando le pedí que cuidara a mi chica. Supongo que sí se su nombre
después de todo.
Me encojo de hombros. —Bueno, Silvia Parish —le digo—. Gracias.
Pero no gracias. Quiero el de Allie. Solo el de ella.
Silvia hace un puchero y Allie voltea sus ojos. Su fastidio es muy sexy.
—Ándale pues, como quieras. —No creo que se haya dado cuenta que me
pidió que me apurara en español muy al estilo mexicano, pero me gusta. Me
gusta que le salga tan natural. Probablemente lo es. Y realmente me gusta
que Henderson no tenga ni idea de qué carajo se refiere con eso. No fue
nada sexy. Allí no había ningún significado oculto. Pero él no lo sabe.
Me aseguro de empujarlo en el hombro cuando paso a su lado para
llegar con Allie.
—Ten cuidado, Henderson —le digo con voz tan baja que solo él puede
escuchar. —No me interpondría en mi camino.
Su quijada se tensa y espero, asegurándome que entendió lo que quise
decir.
Toma más tiempo del que quisiera, pero eventualmente, asiente con la
cabeza. «Bien.»
Sigo a Allie a través de la multitud, empujando los cuerpos de los que se
acercan demasiado. Esta es la razón por la cual no abrimos nuestra cabaña.
No me gusta que haya gente en mi espacio.
Me lleva a una habitación en la parte de atrás y tan pronto entro en la
habitación poco iluminada, cierro la puerta. Exhalo de alivio y Allie se ríe.
—¿No te gustan las multitudes? —me pregunta.
—No me gustan los idiotas —le contesto.
Me sonríe y busca dentro de una bolsa hasta que saca un traje de baño
negro de dos piezas. La parte de abajo es más alta, como si quedara más
arriba de sus caderas, y el top es una banda ancha que se ata en la espalda.
Hmmm. Interesante. —¿No tienes un bikini más atrevido?
Sacude la cabeza en negación. —No es mi estilo. —Extiende sus
manos, pero antes de aceptarlo, me quito la camiseta y la dejo caer al piso
antes de desabrocharme mis jeans.
Aspira sobresaltada. —¿Qué estás haciendo?
No puedo evitar sonreír al escuchar su tono de voz asustado. Cuando
volteo a verla y veo que sus ojos están centrados en mis abdominales, calor
hierve dentro de mi pecho y mi pene se contrae. Su mirada me recorre con
un interés evidente y mi sonrisa se hace aún más grande. Empujo mis jeans
hacia abajo, dejando mis boxers negros puestos y termino de quitarme mis
jeans junto con mis zapatos y calcetines.
—¿Te gusta lo que ves? —le pregunto, sosteniendo los brazos abiertos
con una sonrisa en mi rostro. Sé que me veo bien. Su expresión lo confirma.
Una mano delicada se extiende como si fuera a tocar mis tatuajes y
espero, ansioso de sentir sus manos sobre mí, aunque no puedo explicar por
qué.
«¿Qué tiene esta chica que me atrae?»
Un par de manos juntas en oración están tatuadas en mi lado derecho,
un rosario entre sus dedos. Mi brazo derecho tiene una media manga llena
de un complejo diseño de un tótem de un halcón azteca. Y en mi clavícula
izquierda, subiendo hacia mi cuello y bajando sobre las partes de arriba de
mi bíceps y pectoral, tengo una máscara del diablo azteca.
Mi mirada se intensifica mientras la veo admirarme, pero en lugar de
pasar sus dedos sobre mis diseños, sus dedos flotan sobre mis costillas del
lado izquierdo. Tiene su labio inferior atrapado entre sus dientes y una
expresión de preocupación se muestra en su rostro. «¿Preocupación por
mí?» Me sorprende el ver esa emoción.
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que sus ojos están pegados al
moretón morado amarillento que me ha salido del lado izquierdo.
Recuerdo el golpe que recibí en el cuarto tiempo. Estaba corriendo para
anotar un touchdown y el tipo salió de la nada, tacleándome en la zona de
anotación, aunque ya había soltado el balón. El árbitro arrojó una bandera,
pero no importó. El juego había acabado para entonces.
Sus dedos rozan la piel dañada y murmura, —¿Te duele?
Suprimo el gemido que quiero soltar al sentir su toque tan suave. —
Nah. Se ve peor de lo que es.
Da un paso atrás y sus ojos se agrandan, como si se hubiera dado cuenta
que estuvo íntimamente cerca. Un lindo rubor se extiende en sus mejillas.
Me acerco a ella antes de que pueda alejarse más y envuelvo su delicada
muñeca con mi mano. —¿Me vas a dar el traje? —le pregunto.
Tal vez mide cinco-dos a mis seis-uno. Una cosa pequeñita así que tiene
que levantar la cabeza para verme a los ojos. Todo lo que necesitaría sería
bajar mi cabeza unas cuantas pulgadas para capturar sus labios con los
míos, pero no lo hago. Sus ojos se tornan vidriosos mientras me mira. Se
moja los labios y sigo el movimiento.
—¿Qu...Qué?
Arqueo una ceja. —El traje —le digo de nuevo, jalando el material que
sostiene en sus manos.
—Oh. ¡Oh! —Deja caer la tela como si de repente la quemara y da un
paso atrás, su cara está aún más roja que antes. Tomando el traje de baño,
estiro el top sobre mi pecho, la tela apenas cerrando en la parte de atrás
sobre mi amplio pecho. Después sostengo la parte de abajo y la veo a los
ojos.
—No creo que me quede, pero si quieres que intente pasarlo sobre mis
piernas, lo haré. O... —Mi voz se desvanece mientras espero.
Traga rápidamente, mojando sus labios otra vez. —¿O qué?
Le aviento la parte de abajo de su traje de baño de regreso. —O puedo
salir así. Mis boxers no cubren mucho más de lo que eso cubriría. —señalo
a la parte de abajo del traje de baño.
—Más pierna pero menos abdominales. —Me encojo de hombros—. Tú
decides.
—Oh. Sí. Claro. Está bien.
ONCE

No sé porque me importa que Roman esté usando mi top de traje de baño.


Es solo un estúpido top. Pero lo está usando y es mío. Mi estómago da
sobresaltos y juego con el brazalete azul turquesa en mi muñeca.
Siguiéndolo fuera de la habitación de Aaron, intento calmar los latidos
fuertes de mi corazón. La multitud se cierra sobre nosotros, forzándonos a
dar unos pasos hacia atrás hasta que Roman empuja a uno de los jugadores
de fútbol fuera de su camino, empujándolo con ambas manos. Tiene puesta
su camiseta del equipo al igual que un montón de otros chicos, haciéndolos
fácil de distinguir.
El chico voltea hacia Roman con su puño alzado como listo para tirar el
golpe, pero de pronto se detiene antes de volver a bajar su mano a su
costado. —Hey, Rome. Amigo mío, uh… —Se frota la nuca—.
Discúlpame, hombre. No me di cuenta de que eras tú.
Roman no dice nada. Solo lo ve fijamente, con sus ojos entrecerrados y
el tipo retrocede con sus manos levantadas como rindiéndose.
—Sí. Lo siento. Deja quitarme de tu camino. —Le da a Roman una risa
nerviosa y se mueve.
Espero que Roman pase a su lado dejándome atrás, pero en lugar de eso,
se voltea, me toma de la muñeca y me jala detrás de él. Suelto un chillido al
tropezarme, mi cuerpo rozándose contra algunos de los jugadores, pero tan
pronto como hago contacto, ellos retroceden. ¿Qué pasa con él y de que se
trata que me esté tomando de la muñeca?
—Soy perfectamente capaz de caminar —le digo, pero no me escucha o
escoge ignorarme.
Salimos de la casa y encontramos a Emilio usando un top de bikini rosa
neón sobre su pecho desnudo y una tanga de bikini sobre sus boxers azul
marino. No tengo idea como logra hacer que el look se vea bien. Pero lo
hace.
Emilio también tiene tatuajes y la pieza en su pecho está totalmente a la
vista. Un retrato estilo gótico de una mujer con su cabello volando hacia
atrás y una mezcla de gorriones y cuervos volando a su alrededor con
mechones de su cabello levantados con sus picos.
Es sorprendentemente hermoso. Cuando me atrapa viéndolo, se frota el
pecho y muerde su labio inferior. Sus ojos se entrecierran y levanta sus
cejas en un gesto sugestivo. Roman se pone enfrente de mí con un gruñido
y Emilio explota a carcajadas.
Veo a Dominique a un lado de él con sus hombros temblando. Sus
labios están presionados juntos y puedo notar que está luchando por
contener su propia carcajada, pero al final, falla.
—Rome, si pudieras ver tu cara ahora.
Me muevo hacia adelante para ver su expresión, pero la máscara que
usualmente usa está bien puesta. —Bueno, uh, dejaré que ustedes chicos,
hagan lo suyo. —Me doy la vuelta alrededor de Roman y me dirijo de
nuevo hacia la fogata, mis ojos buscando a Aaron alrededor. Cuando lo veo,
hay una chica sentada en su regazo besándole el cuello. No puedo ver bien
su cara pero…
Me tambaleo.
Miro de nuevo y sí, es Sarah. La chica malvada de antes. Genial.
Un aliento cálido en mi cuello me toma por sorpresa y entonces escucho
su voz. —Parece que tu chico está ocupado esta noche. —Su voz es suave,
su tono sugestivo.
—Tonto. Yendo por eso cuando pudo haber tenido esto en su lugar. —
Sus dedos rozan mi espalda y tiemblo involuntariamente.
—Nadie va a tener esto —le digo molesta, odiando lo que está
insinuando—. Además, solo somos amigos. Puede ir tras quien le plazca.
Otra caricia, esta a lo largo de la parte de atrás de mi cadera. —¿Ah, si?
—Sí.
Los dedos de Roman aprietan mi cadera tan fuerte como si quisiera
dejar un moretón mientras me aprieta contra su cuerpo. —¿Y si decido que
te deseo?
Mi respiración se entrecorta y él sigue detrás de mí, pasando sus labios
hacia arriba en la columna de mi cuello expuesto. No es un beso. Es un
toque ligero, pero se siente como si me estuviera marcando, marcándome
como suya.
—Te diría que te fueras al carajo.
—Mentirosa.
Me alejo de su cuerpo, extrañando su calor instantáneamente.
—Ven conmigo. —Entrelaza sus dedos con los míos y a pesar de saber
que no debería, le permito que me lleve a una de las cabañas más grandes.
Me tambaleo detrás de él, pero no se detiene o aminora sus pasos. Solo
jala mi mano con más fuerza, forzándome a apresurar mi paso.
—¿A dónde me llevas? —le pregunto, al fin encontrando mi voz.
Me sonríe sobre su hombro. —¿Estás asustada, vainilla?
Me burlo, pero continúo siguiéndolo, mis pasos apresurados tratando de
mantener el ritmo de sus pasos más largos.
—Para nada.
La cabaña está vacía aparte de nosotros dos y veo todo a mi alrededor.
Así como en el exterior, se ve más como una casa normal que como una
cabaña. Un enorme sofá seccional de piel abarca casi todo el espacio frente
a una chimenea. La cocina y el área del comedor lucen como si fueran
sacados directo de una revista.
Roman me observa mientras absorbo todo, midiendo mi reacción,
aunque no estoy segura que es lo que espera. Todo aquí adentro grita
costoso, pero es de buen gusto y puedes notar que cada pieza en este
espacio fue escogida cuidadosamente.
Al mirarlo me hace pensar en ver películas frente a la chimenea,
rodeada de amigos. Julio, Adriana y yo hacíamos eso. Algunas veces Gabe
o Felix se nos unían. Antes de que hiciera lo que hizo. Antes de que mi
mamá muriera.
Veíamos películas estúpidas y comíamos palomitas. Julio siempre
echaba una bolsa de dulces Swedish fish en mi plato para que pudiera
encontrar sorpresas dulces. Solíamos pelear por ver quién se comería el
último y la noche casi siempre terminaba con Adriana tendida en nuestro
único sofá, Julio y yo en el piso. Él recargado contra el sofá conmigo
acostada a su lado, con mi cabeza en su regazo.
Pienso en como seria estar acurrucada junto a Roman en frente de esa
chimenea y un calor recorre mi pecho. No sería como cuando miraba
películas con Julio. No habría un cariño fácil y despreocupado.
—¿En qué estás pensando? —pregunta, acercándose a mí.
—En nada.
—Mentirosa —me dice.
Tal vez lo soy, pero no lo conozco bien como para compartir mis
verdaderos pensamientos con él, así que le digo, —Solo estaba pensando
que este lugar es agradable. Hogareño. Sé que probablemente costó una
fortuna, pero no se siente frío.
«Como mi nueva casa.»
Pero no digo eso en voz alta. —Me gusta.
Asiente con la cabeza y se dirige a la cocina, dejándome para que lo
siga. Abre el refrigerador y comienza a sacar ingredientes. Zanahorias, apio,
un paquete de carne molida. Después abre la alacena y saca cebollas, ajo,
papas, especias, algunas latas de elote y tomate, seguido de una bolsa de
arroz.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy cocinando.
Una risa se me escapa. —Eso puedo ver pero, ¿qué estas haciendo y por
qué?
—No comí después del partido. —Se encoge de hombros, sus hombros
amplios se flexionan con el movimiento y lucho contra el impulso de trazar
cada contorno de su cuerpo con mi mirada. Debería verse ridículo con el
top de mi traje de baño. Pero no se ve así. Es desconcertante.
Aún no he decidido si es el enemigo o no. Un instante es afectuoso y al
siguiente se porta frío. No sé qué esperar de él.
—Estoy haciendo albóndigas.
Mi corazón se apodera de mi pecho y recuerdos de mi mamá y yo
cocinando en la estufa me inundan. —¿En... en serio? —Me volteo para
ocultar las lágrimas repentinas picándome en las esquinas de mis ojos,
apenas viendo cuando asiente con la cabeza.
Afortunadamente, no deja de poner atención a lo que está haciendo.
Pela la cebolla y con una eficiencia rápida, la corta en pequeños y perfectos
cubos.
—Toma. —Me da una segunda tabla de cortar y un cuchillo filoso—.
Corta estos.
Después me da el apio, papas y zanahorias. Las tomo y hago lo que me
indica, ignorando el sentimiento tan repentino que hace que se me cierre la
garganta.
—Si sabes que las albóndigas tardan al menos dos horas en hacerse,
¿cierto? —Y aún después los sabores no están completamente mezclados.
Mi mamá hacía el caldo, dejándolo hervir a fuego lento en nuestra estufa
por varias horas, asegurándose de que todo se uniera perfectamente. No hay
manera de que el caldo esté a tiempo para comer esta noche.
Asiente con la cabeza. —Lo sé. Estoy haciendo trampa.
Desvío mi atención de lo que estoy haciendo y lo veo apuntar hacia una
olla de presión, de todas las cosas, en la parte trasera de la barra. No puedo
evitar la risa que sale de mi.
—Mi madre estaría avergonzada.
Me lanza una sonrisa diabólica. —La mía también. Y mi abuela
probablemente me desheredaría, así que esto es confidencial. Nada de
compartir secretos profesionales, vainilla. —Me guiña el ojo—. No quiero
hamburguesas o perros calientes. Quiero comida de verdad. Comida que
comería en casa.
Se encoge de hombros otra vez. —Esto reducirá el tiempo. Una vez que
metamos todo dentro, tendremos caldo recién hecho que sabrá como si se
hubiera estado cocinando todo el día, en quince minutos.
Sonrío. —No eres lo que esperaba que fueras.
Me mira de arriba a abajo y casi me pierdo la mirada de sus ojos
hambrientos antes de que desaparezca. —Tampoco lo eres.
DOCE

Está sonriendo. Una sonrisa de verdad, no una falsa y forzada que les da a
todos los demás en la escuela. Esta es genuina, y no se me escapa el brillo
en sus ojos a causa de las lágrimas antes de deshacerse de ellas. La chica
tiene demonios. Diablos, puede que los de ella sean peor que los míos.
Tengo un papá autoritario cuyas expectativas sobre mí nunca puedo
cumplir. Ella tiene una mamá muerta y un ex infiel. ¿Qué otro daño está
escondiendo detrás de esa sonrisa?
Tal vez eso es lo que me atrae hacia ella. Quiero lastimarla. Morder sus
deliciosos labios hasta que sangren. Acariciar su cuerpo hasta que le duela.
No soy un amante gentil. Beso fuerte y cojo aún más duro. Pero también
quiero protegerla. Algo dentro de mí quiere abrazarla. Marcarla como mía y
protegerla del mundo aun cuando le quite toda protección y la exponga solo
a mí.
La anticipación de tenerla se forma dentro de mí.
Nunca debí traerla aquí.
Pongo todo dentro de la olla y ajusto el tiempo, limpiando rápidamente
el desastre que hicimos al preparar todo.
—Lavaré eso —Allie dice, tomando la tabla para cortar de mis manos
mientras se mueve hacia el fregadero. Después lo coloca dentro del cajón de
donde lo saque. Con su espalda hacia mí, me acerco a ella y coloco mis
manos en sus caderas. Inclino mi cabeza hacia abajo, inhalando su aroma a
vainilla combinado con un toque a bosque mientras mi nariz se desliza por
su cuello.
Aspira un aliento pero no se mueve. La jalo hacia mí hasta que nuestros
cuerpos están pegados el uno al otro antes de arrastrar mis labios, bajando
la columna de su cuello. Inclina su cabeza hacia un lado, dándome un mejor
acceso y demonios, su piel es muy suave. Doy pequeños mordiscos. Se
queja por el dolor punzante pero no se aleja, sorprendiéndome, así que lo
hago de nuevo. Esta vez la muerdo lo suficientemente fuerte para dejar un
pequeño moretón. Calmo el dolor con un beso y succiono su piel sensible
asegurándome que llevará mi marca después de que se termine el fin de
semana.
Una de mis manos se desliza sobre su cadera y a través de su estómago
hasta que estoy sosteniendo uno de sus pechos.
—¿Roman…? —Su voz es suave, dudosa.
Hay una pregunta, pero no le puedo contestar. No tengo las palabras
para hacerlo, porque no tengo ni la más puta idea de lo que estoy haciendo,
y estoy seguro de que no lo pienso admitir.
Estira su cuello para verme y veo el mismo deseo y necesidad en mí,
reflejado en su mirada. Nunca me ha importado lo que una chica está
pensando o lo que esté sintiendo, pero con Allie, no puedo evitar querer
entenderla. ¿Extraña su antigua escuela? ¿Su antigua vida? ¿Qué planea
hacer después de graduarse?
Se ha convertido en mi obsesión y aún cuando me digo a mí mismo que
ella no es nada, no es nadie, bajo mi cabeza y capturo sus labios con los
míos, desesperado por probarla. Jadea y me aprovecho por completo,
metiendo mi lengua dentro de su boca, bebiéndome sus suaves gemidos.
Mi otra mano se mueve hacia arriba para tomarla de la nuca, inclinando
su cabeza para besarla profundamente mientras aprieto su pecho, y
demonios, tiene unos buenos. Grandes y voluptuosos. Lo suficiente para
llenar mi mano. Agarro su pecho, satisfacción ardiendo dentro de mi
cuando arquea su espalda, empujando su seno aún más dentro de mi agarre
antes de voltearse en mis brazos.
Es tan sensible. Tan ardiente. Sus brazos se envuelven alrededor de mi
cuello. Sus pechos se aprietan contra mi pecho y estoy a dos segundos de
desnudarla y cogérmela sobre la barra de la cocina cuando las voces del
exterior se escuchan más cerca.
Quita su boca de la mía. —Roman. —Su respiración es entrecortada. Su
pecho se mueve de arriba a abajo y me doy cuenta que el mío también.
Deseo a esta chica, y no tengo ni la menor idea del por qué. Trato de
calmarme y ocultar la necesidad de perderme dentro de ella, poniendo en su
lugar una expresión de aburrimiento en mi rostro mientras nuestros ojos se
encuentran.
—Yo… —Frunce el ceño cuando ve mi expresión. Puedo ver la
confusión en sus rasgos.
Las voces se vuelven más fuertes y da un paso atrás, tratando de poner
distancia entre nosotros, pero no estoy listo para dejarla ir. La agarro de las
caderas con fuerza, negándole retroceder. No tiene el control aquí. Yo lo
tengo.
La puerta de la cabaña se abre y Emilio entra, seguido de cerca por
Dom.
—Le dije que estarías ocupado —dice Dominique en forma de saludo.
Levanto una sola ceja como dando a entender que la interrupción no tiene
importancia.
Emilio aún tiene a dos chicas, una bajo cada brazo. Tiene a esa chica
joven de hace rato en su lado derecho y a Silvia de su lado izquierdo. Puedo
ver que está borracho. Sus ojos están vidriosos y tiene una sonrisa estúpida
y feliz en su cara al ver la escena frente a él.
—Hey, vainilla. ¿Te vas a coger a mi amigo, Rome esta noche? —
Resisto darle un puñetazo en la cara. Los ojos de Silvia se dirigen a Allie y
se tensa visiblemente. Doy un paso al frente, bloqueando a Allie de su vista
y Dominique golpea a Emilio en la cabeza, murmurando—. Estúpido hijo
de puta.
—¡Oye! —Emilio se queja, sobando su cabeza como si Dominique
realmente lo lastimó. Ambos sabemos que solo está actuando. —Eso no
está bien, hombre. ¿Qué demonios?
Dominique señala al final del corredor. —Lleva a tus mujeres a tu
habitación o mándalas a volar. —Toma una gran bocanada de aire antes de
que una sonrisa se forme en su rostro. También ha bebido unas cuantas,
porque Dom usualmente no sonríe—. Roman cocinará esta noche.
Emilio se anima como un niño de cinco años a punto de comer un cono
de nieve o algo así y su mirada se torna hacia mí. —¿Cocinaste?
Asiento con la cabeza.
—¿Qué preparaste? —Ya se olvidó de las dos chicas que están con él.
Silvia y la otra chica cuyo nombre desconozco y no tengo interés en
averiguar están paradas detrás de él con expresiones de preocupación en sus
rostros. Parece que las cosas no van como esperaban.
—Albóndigas —le contesto.
Su sonrisa se agranda y se da la vuelta. —Señoritas, ha sido un placer.
—Las hace volver apresuradamente a la puerta de enfrente a pesar de sus
protestas. Silvia claramente está tratando de detenerlo, al parecer no le está
gustando la idea de que la saquen.
—Pero Emilio. Pensé que íbamos a festejar. —Se queja.
—Lo siento, uhhh… —Hace una pausa y le lanza una mirada
disculpándose.
Se queda boquiabierta y sus ojos se entrecierran antes de responderle
lentamente.
—Silvia.
Chasquea sus dedos. —Correcto. Silvia. Lo siento. Algo surgió. Te
llamaré más tarde, ¿Si?
Sus mejillas se sonrojan y hace un puchero. —Ni siquiera me has
pedido mi número.
Le sonríe. —Lo voy a averiguar. Tengo mis métodos. No dejes que tu
linda cabecita se preocupe.
Antes de que pueda responderle, le da un último empujón a ella y a su
amiga y cierra la puerta detrás de ellas. Después voltea hacia mí. —Acabo
de renunciar a unos coños de primera así que más vale que me alimentes,
hijo de puta.
Todos nos reímos. —Tienes diez minutos más. Ve a ver algo y prepararé
las tortillas.
Asiente con la cabeza y se mueve hacia Allie.
Gruño.
—Hey, hombre. Solo le iba a mostrar a tu chica el lugar. Relájate.
Lo miro con molestia. No necesita mostrarle nada. Conociendo a
Emilio, el primer lugar que planea mostrarle es su habitación. Dominique
sabe esto también e interrumpe antes de que las cosas se pongan feas. Puede
que muestre desinterés cuando se trata de Allie pero estoy bastante
interesado en ella y no comparto mis juguetes con otros. Quiero saber todo
sobre ella. Quiero poseer todos sus secretos y descubrir todos sus deseos.
Necesito armas contra esta chica. Ya tiene un control demasiado fuerte
sobre mí.
—¿Quieres ayudarme a escoger la película de esta noche? —le pregunta
Dom.
Frunce el ceño y nos mira a todos fijamente. Sé lo que está pensando.
Está escrito sobre su rostro. Somos los malditos cabrones de Sun Valley
High. Los Diablos. Así que, ¿Por qué estamos solos en nuestra cabaña
cuando es apenas media noche en lugar de estar festejando afuera con todos
los demás? Y lo que probablemente quiere saber aún más que eso es por
qué demonios estamos siendo agradables con ella cuando toda la semana
hemos pretendido que no existe.
Dominique contesta su primera pregunta, aunque no la haya hecho. —
Estamos exhaustos después del juego de hoy. Y eso de allá afuera. —Señala
hacia la puerta de enfrente con su dedo pulgar—. No es nuestro ambiente.
Sus labios se aprietan —¿No les gusta la fiesta?
—Oh, claro que nos gusta. —Emilio se ríe y le lanza una mirada
sugestiva—. Pero bajo nuestros términos y no necesitamos idiotas alrededor
para disfrutar. Además, hoy fue día de partido. Eso significa que esta noche
es de recuperación y Roman es un bastardo avaricioso que no cocina para
nosotros muy seguido. Tenemos que disfrutarlo mientras podamos.
—Oh. Muy bien. —Sigue a Dom hacia el sofá y me hace una seña
rápida antes de mostrarle nuestra colección de DVDs—. No tenemos Wi-Fi
aquí, así que no tenemos la opción de ver algo por internet.
Mientras ven la selección de películas, Emilio se dirige a su habitación
y regresa con un par de pantalones deportivos puestos. Aún tiene puesto su
ridículo bikini sobre ellos, pero camina como si fuera el tipo más candente
que jamás se ha visto. Me río entre dientes. El tipo no tiene vergüenza.
Allie esconde su sonrisa detrás de su mano cuando lo ve. —No tienes
que dejarte eso puesto. —Está sentada en un lugar en la esquina del sofá
seccional y tiene la manta ajustada alrededor de su cuerpo. ¿Tiene frío? ¿Me
importa? Frunzo el ceño, no queriendo examinar mis sentimientos acerca de
su bienestar.
Emilio mira hacia abajo a sí mismo, una expresión petulante en su
rostro mientras dice, —Bueno, me encantaría andar en pelotas, pero no creo
que estos dos lo apreciarían.
—Me refería al traje de baño, —le dice. Observo cómo sus mejillas se
sonrojan. Tiene el rubor más lindo.
—¿Qué? Me veo muy bien con esta cosa. —Se agarra el pene sobre la
tela ridículamente brillante—. El rosa es mi color. Además, una apuesta es
una apuesta.
Rueda sus ojos y voltea hacia mí. —Solo estamos nosotros cuatro.
Tampoco tienes que usarlo. Pero tienes que usarlo cada vez que salgas de
esta cabaña este fin de semana. Lo justo es lo justo. —Una sonrisa
satisfactoria se forma en sus labios dejando ver que es un poco competitiva.
Tendré que archivar ese pequeño pedazo de información para usarlo
después.
—Estoy de acuerdo con eso. —Desabrocho el top negro y lo aviento
sobre la barra justo cuando la olla suena indicándome que la comida esta
lista. Prendo el comal, una especie de plancha de hierro, y caliento las
tortillas antes de servir las porciones de caldo. Normalmente haría que se
sirviera cada quien, pero no quiero que Dominique se la coma toda de una
sentada. Emilio y yo estamos acostumbrados a la comida casera. Dom no, y
cada vez que se la ofrecen el hombre se la come como si estuviera muerto
de hambre.
Mi mamá prácticamente vive en la cocina y siempre hay algo caliente
listo para comer tan pronto como yo o mi papá entramos por la puerta. Pero
los padres de Dom casi nunca están en casa y su cena casi siempre es un
evento solitario. Es por eso que Emilio y yo tratamos de invitarlo a cenar a
nuestras casas durante la semana. Nadie debería comer solo. La comida es
para disfrutarse en familia y estos dos cabrones son mi familia.
—Tomen su comida —le digo a los chicos mientras tomo dos tazones,
dándole uno a Allie. Luego regreso por las tortillas y coloco algunas sobre
una servilleta en el asiento vacío a su lado. Me siento y jalo un lado de la
manta de su regazo. En realidad no la necesito, pero quiero una excusa para
estar cerca de ella. No he tenido tiempo de catalogar sus facciones. De
memorizar sus expresiones para saber exactamente lo que está sintiendo
cuando lo esté sintiendo.
—¡Oye! —Sus ojos se entrecierran y puedo ver la tensión en sus
hombros.
—Estoy en calzoncillos. Hace frío. —Le miento porque definitivamente
no tengo frío, pero ahora realmente quiero estar debajo de la manta.
Voltea sus ojos, pero no pone objeción de nuevo. «Un punto para este
Diablo.»
Dominique pone la película y los créditos comienzan a aparecer
mientras todos comemos.
Allie gime y trato de evitar sonreír. Hay algo satisfactorio en saber que
le gusta. Que está disfrutando algo que hice para ella. —Esto está delicioso.
No he comido albóndigas desde que…
Se detiene y volteo a verla. Parpadea rápidamente y luego se le queda
viendo a su tazón como si estuviera luchando por contener las lágrimas. Veo
su labio inferior temblar. Las pequeñas manchas rojizas que aparecen bajo
sus ojos como si estuviera hecha un mar de lágrimas.
Una sacudida de algo que no quiero reconocer me golpea en el pecho.
«Mierda.» No ha comido albóndigas desde que su mamá falleció. Eso es lo
que estaba a punto de decir.
Emilio nota su reacción y me ve a los ojos con preocupación en su
mirada. Levanto mis hombros lo suficiente como para decirle no tengo idea
qué lo provocó, porque de ninguna manera voy a contarle sus secretos. Son
míos y solo míos. Pero como es típico de Emilio, salva la noche con una
broma impertinente.
—Demonios, Allie. No puedes gemir así por un caldo. Mi cabeza se
está imaginando todo tipo de cosas después de escuchar ese sonido tan sexy
viniendo de ti.
Se ríe, pero suelta un sollozo también. —Típico hombre. —Le lanza
una tortilla antes de tomar una de las mías para reemplazar la que acaba de
perder. Pretendo no darme cuenta.
—No me odies. No puedo evitar haber nacido con uno de estos. —Se
agarra el pene por debajo de la tanga del bikini brillante cubriendo sus
pantalones deportivos y después le da un gran mordisco a la tortilla con la
que lo golpeó.
Gime de nuevo, esta vez fingiendo molestia. —Ni siquiera sé que decir
a eso. —Esta vez, su voz no suena tan tensa, y algunas de las manchas
rojizas han desaparecido de su rostro.
—Oigan. Cierren la boca. La película está empezando —Dominique nos
interrumpe, y toda nuestra atención se centra en la pantalla justo cuando
Norman Reedus y Sean Patrick Flanery aparecen en la pantalla, caminando
a un lado del sacerdote para besar los pies de Jesús.
Emilio se queja, inclinando su cabeza hacia un lado antes de sacudirla.
—Los Elegidos. ¿De nuevo?
A lo que Dom contesta, —No te quejes conmigo. Allie la escogió. La
chica tiene buen gusto. No es nuestra culpa que tú no lo tengas.
Emilio se aclara la garganta ruidosamente sin decir nada, y se enfoca en
las albóndigas mientras todos ponemos atención a la pantalla.
Tan pronto como Allie termina de comer, llevo los platos a la cocina. La
película va casi a la mitad y apenas está llegando a lo bueno.
Vuelvo a sentarme en mi lugar y jalo de nuevo la manta. Me frunce el
ceño y la jala de nuevo así que hago lo mismo. Esta vez me mira furiosa. —
¿Qué estás haciendo? —murmura.
—Shhh. —Emilio dice molesto, concentrado en la película. Puede que
se queje de lo seguido que vemos esta película cuando venimos aquí, pero
le encanta tanto como a nosotros.
Ignorando la pregunta de Allie, levanto la manta y me acerco a ella
hasta que nuestros cuerpos están presionados uno contra el otro. Envuelvo
uno de mis brazos alrededor de sus hombros y la jalo contra mi pecho
mientras ajusto la manta hasta que nos cubre a ambos cómodamente.
Su cuerpo se tensa solo por un momento antes de relajarse a mi lado y
una pequeña sensación de satisfacción me recorre. Una de sus manos
descansa sobre mi pecho justo sobre mi corazón y me pregunto si puede
sentirlo latir. Esta chica me hace sentir cosas que no estoy seguro que quiera
sentir.
Mis ojos se mueven hacia el brazalete verde azulado en su muñeca. Lo
ha usado cada vez que la he visto. ¿Tendrá algún valor sentimental o algo
así? La urgencia de preguntarle sobre él es muy fuerte, pero me resisto, no
dispuesto a exponer lo mucho que me intriga.
Allie definitivamente no es como otras chicas. Otras chicas quieren
estar conmigo o mis amigos porque pueden sacar provecho de nosotros. Si
están relacionadas con uno de nosotros, su estatus social aumenta. Incluso si
solo nos acostamos con ellas, más chicos querrán hacer lo mismo después.
Quieren lo que los Diablos han tenido.
A Allie no parece interesarle nada de eso. No parece importarle el
estatus o el poder.
Y el saber eso me atrae aún más hacia ella.
TRECE

No sé qué está pasando entre nosotros. Es como si algo hubiera cambiado,


el aire es eléctrico y la tensión densa. El pecho musculoso y bronceado de
Roman es cálido bajo mi mejilla y me encuentro distraídamente arrastrando
mis dedos por el tatuaje de la máscara del diablo en su clavícula.
Suspira con satisfacción y me jala más cerca. Estoy segura que es una
reacción subconsciente porque no hay para nada algo sexual en el toque. Y
a pesar de las alarmas sonando en mi cabeza, no me siento incómoda en sus
brazos. De hecho, estoy muy cómoda. Como si perteneciera aquí. Con él
abrazándome.
Sin embargo, con él no siento el sentimiento platónico como siempre ha
sido con Julio. Tengo mariposas estúpidas en el estómago y un deseo en mi
centro que me tiene apretando mis muslos. No recuerdo haberme sentido
tan atraída por Ryker, como si quisiera meterme bajo su piel, compartir el
aire que respira.
Tal vez sí es sexual.
Todo es tan confuso. Apenas conozco a Roman Valdez, y lo poco que
conozco lo pinta como un imbécil arrogante. No debería de estar aquí con
él. No debería dejar que me abrace así. Pero lo dejo y no importa cuantas
veces me diga a mi misma que necesito marcharme, me quedo.
La película termina y Dominique se va silenciosamente a su habitación.
Emilio titubea como si quisiera seguir pasando el rato, pero una mirada
asesina de Roman lo hace marcharse.
«Muy bien.» Ahí se va mi aliado.
Me levanto cuando se van, sintiéndome incómoda y fuera de lugar. No
tengo idea de que hora es, pero la conmoción afuera se ha calmado. Es fácil
asumir que la mayoría de mis compañeros de clase se han ido a dormir o
están en el proceso de hacerlo.
Doblo la manta que hemos estado usando y la coloco en la parte trasera
del seccional antes de ponerme mis zapatos deportivos.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta Roman, sus brazos están
cruzados sobre su pecho y sus piernas abiertas.
Bueno, alguien tiene una mirada muy segura de sí mismo en su rostro.
Desearía saber qué está pensando. Siento como si estuviera a punto de salir
de esta cabaña a la mañana siguiente, con la misma ropa puesta después de
haber tenido sexo y ni siquiera hicimos nada. Bueno, al menos que ese beso
de hace rato cuente.
—Estaba, uh, alistándome para irme. —Encojo mis hombros.
Roman toma mi mano y me jala hacia él. —¿Por qué?
Muerdo mi labio inferior. Jala mi mano de nuevo, esta vez más fuerte, y
me tropiezo torpemente hacia adelante. Me atrapa y acomoda mi cuerpo
sobre su regazo, su cara ahora muy cerca de la mía.
Me atrae su mirada y un calor se expande entre mis piernas. Mi centro
se tensa y siento como su pene se endurece debajo de mí. Estoy tentada a
moverme y mecerme sobre él, pero no lo hago. No debería. No puedo.
—¿Por qué planeas irte, vainilla?
Con esa palabra, es como si tiraran una cubeta de agua sobre mí. —¿Por
qué insistes en llamarme así? ¿Cuál es tu problema? —Mi voz suena
enojada. Odio que siga tratando de molestarme. Pensé...no sé que pensé.
Pero no me gusta que se burle de mí.
Se ríe y eso causa que me moleste aún más. —Te digo vainilla porque…
—su voz se desvanece con una sonrisa.
Lo golpeo suavemente en el pecho. —Vamos.
Su sonrisa se transforma en esa sonrisita diabólica a la que rápidamente
me he acostumbrado a ver en su rostro. Se inclina hacia adelante para
susurrarme al oído, —Es mi sabor favorito.
Su aliento calienta mi oído y no puedo evitar el hormigueo que sube y
baja por mi espalda. —¿Tú sabor favorito? —le pregunto, confundida.
Me acaricia con sus labios y murmura, —Mmm...vainilla mexicana. El
sabor más dulce que hay.
Oh. Por. Dios.
Sus besos recorren a lo largo de mi cuello, sus manos clavándose en mis
caderas antes de retroceder.
—Yo… —trago fuertemente—. Ya es tarde. Se supone que me quedaré
en la cabaña de Aaron.
Al mencionar su nombre Roman gruñe, un sonido grave y profundo que
hace que me moje aún más entre las piernas.
Sus ojos se centran en los míos por un momento breve antes de que sus
labios choquen contra mi boca y me ahogo en él. En sus caricias. Su sabor.
No puedo distinguir que es arriba y que es abajo. Todo lo que sé es que lo
deseo. No. Lo necesito.
Mis caderas se mueven hacia adelante frotándome sobre él. Gime y
muero por escuchar ese sonido de nuevo. Presiono mi centro más fuerte
sobre él y giro mis caderas. Sus dedos se clavan tan fuerte en mi piel como
para dejar moretones mientras me abraza fuertemente contra su pecho.
—¿Qué me estás haciendo? —Su voz es ronca.
No tengo una respuesta así que lo beso de nuevo. Continúo
moviéndome sobre él, tragándome sus gemidos mientras bebe
avariciosamente de los míos. La idea de que alguno de los otros chicos
pueda descubrirnos en cualquier momento no importa. Solo puedo pensar
en lo bien que esto se siente.
Una mano rasposa se mueve hacia arriba por debajo de mi camisa y jala
hacia abajo la copa de mi sostén. Pellizca mi pezón erecto haciéndome
gritar. Es como si mi pezón y mi clítoris estuvieran conectados y siento
como si mi orgasmo estuviera más cerca, flotando justo fuera de mi alcance.
—Oh, dios. —Jadeo y trato de alejarme. Esto es demasiado, muy
rápido, pero Roman me persigue con sus labios y me dejo llevar, demasiado
débil para empujarlo. Deslizo mis dedos sobre su pecho desnudo,
deleitándome en la sensación de cada parte. Jala mi blusa hacia arriba y
levanto mis brazos, permitiendo que me la quite.
Un rápido movimiento en mi espalda y mi sostén está desabrochado. Se
desliza por mis hombros antes de que Roman me lo quite, aventándolo en
algún lado al costado.
Me observa. Su mirada hambrienta se centra en mis pechos. —
Tan...hermosa —murmura justo antes de que su boca esté en mí. Sus labios
rodean mi pezón y su lengua arremete contra mí mientras su otra mano
acaricia mi piel sensible.
No puedo soportarlo. Me retuerzo encima de él, presionando mi cuerpo
más cerca. Deseando que no hubiera nada entre nosotros. Necesito sentirlo
dentro de mí. Necesito sentir algo bueno. Algo que pueda quitar todo el
dolor y tristeza. Sé lo que estoy haciendo y por un momento, la culpa me
invade antes de hacerla a un lado.
Lo estoy usando. Pero, ¿no está usándome él también?
Conmigo aún en su regazo, Roman me agarra del trasero y se levanta.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cadera y le permito que me lleve en
sus brazos a través del pasillo oscuro. Beso su cuello. Su hombro. No puedo
dejar de tocarlo.
Cuando llegamos frente a una puerta cerrada, tantea buscando la perilla
para abrirla y luego entra y me lleva hasta la cama grande en el centro de la
habitación. Me coloca sobre ella con un cuidado que me toma por sorpresa
y se queda parado, viéndome con asombro en su rostro.
La emoción me preocupa. Necesito que lo que sea que estemos
haciendo en este momento, tenga límites.
—¿Roman? —Me levanto un poco hasta apoyarme sobre mis brazos e
inclina su cabeza hacia un lado, sus ojos fijamente sobre los míos. Me mojo
los labios.
—Esto...sea lo que sea esto...es solo por diversión. ¿De acuerdo?
Veo ira por un segundo y después desaparece como si nunca hubiera
estado ahí. Una sonrisa se forma en su boca y se estira hacia mí, su mano se
desliza por mi costado hasta mi rostro antes de agarrar fuertemente mi
mandíbula mientras acaricia mi labio inferior con su pulgar.
—Te deseo. —Hay algo en su voz. Me cuesta mucho no jalarlo más
cerca de mí. Sus manos se mueven al botón de mi pantalón.
—Quiero cogerte. Quiero que grites mi nombre. Y quiero que te vengas
sobre mi pene.
Aspiro un suspiro estremecedor.
—Pero no me gustan las relaciones, vainilla, así que no confundas esto.
No soy un tipo agradable. Ahora mismo, solo hay una cosa que quiero de ti
y eso es acceso a tu coño. —Tan pronto como desabotona mis jeans mete
una mano dentro, hundiendo dos dedos a fondo dentro de mí.
Siseo.
Mi parte racional sabe que esto es una mala idea. Me lastimará. Me
usará y me desechará y no importa cuantas veces me repita a mi misma que
lo usaré también, que esto es un intercambio justo, sé que no lo es. Pero me
rehúso a preocuparme por eso ahora.
Roman Valdez es como una droga y estoy desesperada por tener mi
dosis, mientras rezo por no desarrollar una adicción después de probarlo.
Desliza sus dedos fuera de mí antes de tomar mis jeans y ropa interior
en un movimiento ágil, me los quita y entonces estoy desnuda ante él.
Gruñe de nuevo, sus ojos entrecerrados mientras miran mi cuerpo
desnudo.
Una mano recorre hacia arriba de mi muslo antes de separar mis
piernas, exponiendo mi parte más íntima a sus ojos hambrientos. En lugar
de subir a la cama como espero que lo haga, se inca en la orilla, trayendo su
cara a la altura de mi centro.
Por instinto, trato de cerrar las piernas pero sus manos me lo impiden,
dejándome expuesta para él. —Voy a besarte —me dice y comienza a
recorrer la parte interna de mi pierna con besos ardientes. Muerde la parte
más sensible de mi entrepierna, forzándome a tensarme y gritar a causa del
dolor inesperado. Pero después está calmando la pequeña herida con su
lengua, quitándome el dolor a besos y me relajo en sus brazos de nuevo.
Cuando se acerca a mi centro, repite los mismos movimientos en mi otro
muslo, tomando su tiempo. Sus dientes rozan mi piel y ahora estoy
jadeando. Me mojo completamente mientras mis piernas se tensan con
anticipación.
Cuando su rostro finalmente regresa a mi centro, sus ojos se oscurecen,
embriagados de deseo. Respira profundamente, inhalando mi esencia antes
de sacar su lengua y probarme de atrás hacia enfrente. Mis caderas se
disparan de la cama y las sensaciones me hacen gritar. «Dios...wow.»
Después de lamer una vez, Roman entierra su cabeza entre mis piernas.
Lamiendo, succionando, mordiendo. Sensaciones me recorren, demasiadas
para contarlas y lo siguiente que sé, es que mi orgasmo se aproxima. Estoy
tan cerca. Puedo sentirlo justo ahí. Y luego, como si escapara de una presa,
me invade completamente. Es como un tsunami del que no puedo escapar,
el más rápido e intenso orgasmo que he experimentado, y lanzo un grito
cuando me vengo, grito su nombre. —Roman.
Después se coloca encima de mí. Se ha quitado sus boxers y su pene
erecto y duro se presiona contra mi estómago mientras jala mis piernas
hacia arriba a cada lado de él, acomodándose entre mis piernas. Se desliza
contra mi centro húmedo y muevo mis caderas hacia atrás, abriendo aún
más mis piernas para darle acceso con un mejor ángulo.
Retrocede y luego maldice. —Mierda.
Me sobresalto y mis ojos se agrandan. —¿Qué pasa?
Se quita de encima de mí y recorre con una mano su cabello café
oscuro.
La humillación me invade y me siento rápidamente, rodeando mi pecho
con mis brazos para tratar de cubrirme.
—Condón —dice molesto. Luego me mira y frunce el ceño—. ¿Qué
estás haciendo?
—Yo… —Me sonrojo mientras se queda parado ahí, completamente
desnudo sin importarle nada en el mundo.
—Yo...ah… —No tengo palabras.
Avanza hacia adelante y se inclina, besándome fuerte y profundamente
antes de morder mi labio inferior y jalándolo. Dejo caer mis manos de mis
pechos y un gemido sale de mí a su boca.
Retrocede con una sonrisa diabólica, —Voy por un condón y después
voy a coger ese coñito apretado que tienes.
Trago saliva profundamente. —Es...está bien —susurro, odiando lo
insegura que me escucho. Retiro unos mechones sueltos de mi cara y
entonces me doy cuenta de sus palabras. «Condón.» Oh, por dios. Estuve a
punto de tener sexo con él sin protección. ¿En qué estaba pensando?
Sale de la habitación completamente desnudo, solo para volver unos
segundos después con un paquete cuadrado de aluminio en sus manos. Lo
abre con sus dientes, lo enrolla en su pene grueso y duro, y después está
frente a mí de nuevo. Me besa y se inclina hacia adelante, presionándome
contra la cama.
—¿Lista para mí? —me pregunta mientras alinea su pene con mi centro.
Sus ojos están entrecerrados, su expresión ahora es seria.
—Sí —le contesto, porque ahora mismo la idea de él en cualquier lugar
que no sea dentro de mí me causa una sensación de pánico. Cuando la punta
de su erección empuja contra mi centro, me mira fijamente y mantiene su
mirada.
—No seré gentil.
Asiento con la cabeza, dándole permiso y con eso, empuja dentro de mí
suave y fuertemente. Estrellas estallan detrás de mis párpados y empujo mis
caderas hacia arriba para encontrarme con las suyas, jadeando por lo llena
que me siento. Deja salir un montón de maldiciones. Una mano aprieta mi
cadera, presionándome más fuerte contra la cama mientras la otra descansa
a un lado de mi cabeza, sosteniendo su cuerpo sobre el mío.
—Se siente tan bien, vainilla.
Gimo su nombre y beso la fuerte columna de su cuello,
mordisqueándolo juguetonamente.
Se desliza fuera de mí, lenta y suavemente antes de empujar de nuevo
dentro de mí, esta vez aún más duro. Más profundo. Tomo su brazo
fuertemente como si mi vida dependiera de ello. Sus gruñidos me deshacen.
Me toma de la mandíbula y choca su boca contra la mía, devorándome
como si estuviera hambriento por mi boca. Besa mis labios, mi cuello, mi
hombro, y luego está empujando fuerte y rápidamente, sin darme la
oportunidad de recuperar mi aliento. Sus besos se vuelven más agresivos
mientras castiga mi cuerpo. Su agarre en mí es tan fuerte que tendré
moretones en la mañana y ni siquiera me importa.
Me estoy quemando. Cada célula de mi cuerpo está zumbando con una
necesidad codiciosa y expectativa. Puedo sentir otro orgasmo formándose
dentro de mí y no me resisto.
Un gemido desesperado sale de mi garganta, mi cuerpo tensándose cada
vez más. «Oh por dios.» —Me voy a venir de nuevo, —jadeo.
Roman saca su pene de mí y me quejo por la pérdida del contacto, pero
entonces me voltea boca abajo, jalando mis caderas hasta que mi trasero
está en el aire. Luego empuja su pene dentro de mí de nuevo. Este ángulo
hace que empuje más profundamente casi dolorosamente. Pero es el mejor
dolor.
—Vente para mí, Allie. Vente con fuerza. —Enreda una mano en mi
cabello, jalando mi cabeza hacia atrás hasta donde puede, mi espalda se
arquea y mis pechos se impulsan hacia adelante. Mi centro se aprieta a su
alrededor y puedo sentir mi orgasmo a todo mi alrededor. Colores explotan
como fuegos artificiales detrás de mis párpados. Él se siente tan bien.
Increíblemente bien.
Comienza a empujar más fuerte dentro de mí, rechinando los dientes
con cada golpe salvaje. —Eres mía —gruñe, mordiéndome el hombro como
un animal salvaje. Me coge brutal y bruscamente, arremetiendo contra mí
sin compasión como si quisiera exorcizar sus demonios. Mis manos mueren
por tocarlo. Por recorrer su cuerpo musculoso. Pero no puedo hacerlo en
esta posición. Todo lo que puedo hacer es tratar de mantener mi cordura
mientras me coge como nunca me han cogido, arruinándome para todo
aquel que venga después de él.
Grito su nombre de nuevo cuando mi cuerpo se tensa por tercera vez, mi
sexo contrayéndose contra él mientras me ahogo en las olas de otro
orgasmo. Mi cara cae de frente al colchón, las sensaciones son más de lo
que mi cuerpo puede soportar. Sus manos agarran mis caderas hacia atrás y
se tensa detrás de mí, su cuerpo temblando contra el mío con su propio
orgasmo antes de sacar su pene, dejándome vacía y adolorida.
Sus labios encuentran mi oído y me dice, —Esta vagina me pertenece.
¿Entiendes? Por el tiempo que quiera.
Quiero negarlo. Decirle que se vaya a la mierda porque no es mi dueño,
pero en este momento, todo lo que puedo hacer es gruñir y ni siquiera sé si
es en acuerdo o negación.
Me toma entre sus brazos, acurrucándome bajo su barbilla mientras
ambos nos esforzamos por recuperar el aliento, y cuando finalmente logro
tener mi respiración bajo control, decido no discutir su declaración. No
puedo formar palabras y mucho menos asimilar el significado tras lo que
acaba de decir.
Es posesivo al extremo.
Después de que pasan unos minutos, se levanta, sale de la habitación
aún gloriosamente desnudo y se deshace del condón. Vuelve con una toalla
tibia y con sorpresivo cuidado limpia los restos de mi orgasmo de entre mis
piernas antes de tirar la toalla hacia una esquina oscura de la habitación.
Considero levantarme e irme. Buscar mi ropa y dirigirme a la cabaña de
Aaron. No debería quedarme aquí. Mandaría un mensaje erróneo. Esto es
solo diversión. Sin compromisos. Sin sentimientos.
Pero cuando me jala hacia la cabecera y me ayuda a acomodarme bajo
la colcha, me resigno al hecho de que no tengo las fuerzas para pelear con
él.
Ninguno de los dos decimos una palabra. Roman me jala hasta que
estoy desparramada sobre su pecho, con mi oído presionado contra su
corazón latente y la noche se desvanece. Mi cuerpo entrando en el primer
sueño reparador que he tenido desde que mi mamá falleció.
CATORCE

Me despierto con el sonido de alguien golpeando la puerta de enfrente.


¿Qué demonios?
Allie está dormida a mi lado. Su cabello es un manojo de mechones
cafés enredados y su expresión es relajada. La observo por un momento
mientras su pecho se levanta y cae, la sábana apenas cubriendo sus
hermosos pechos.
Justo cuando estoy a punto de inclinarme para chuparle sus hermosos
senos antes de voltearla y deslizarme dentro de su centro caliente y húmedo,
el ruido que me despertó suena de nuevo, aunque esta vez aún más fuerte,
más cerca.
Más vale que alguien se este muriendo porque Dom y Emilio saben que
no deben despertarme tan temprano por la mañana.
Gruño y me siento en el borde de la cama, frotando mis ojos para
despertar bien. Encontrando mis boxers, me los pongo y abro la puerta de
mi habitación con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Dominique está parado al otro lado, con una expresión divertida en su
cara mientras sus ojos miran detrás de mí, viendo a Allie en mi cama. Me
muevo enfrente de él, bloqueándola de su vista mientras cruzo mis brazos
sobre mi pecho y levantó una ceja. —Más vale que tengas una buena razón
para despertarme ahorita, cabrón.
Inclina su cabeza señalando hacia el frente de la cabaña. —Henderson
la está buscando. Me imagine que quieres lidiar con eso.
El poco buen humor con el que desperté, desaparece cuando escucho su
nombre. —¿Qué demonios quiere?
Dom se encoge de hombros. —Me imagino que quiere lo que tienes en
tu cama.
Le saco el dedo medio. —Baja la voz. La vas a despertar. —Asiente con
la cabeza y me pongo un par de pantalones deportivos y una sudadera de
Sun Valley High.
Una vez vestido, me dirijo al frente de la cabaña y encuentro a
Henderson caminando de un lado a otro en el porche. Tiene el ceño
fruncido y pasa sus manos por su cabello rubio enmarañado. El imbécil se
ve como un pobre imitador de Bieber.
Cuando me ve, sus ojos se entrecierran y aprieta los puños. Me ve de
arriba a abajo, con odio en su mirada. Espero. Como si este hijo de puta me
asustara. Necesitará hacer algo mejor que esto.
Ve la ropa con la que estoy vestido como si buscara evidencias de lo que
pasó anoche. Me río. ¿Está esperando encontrarme con el condón todavía
puesto?
—¿Dónde está? —me grita.
—Durmiendo —le digo, disfrutando la furia que se forma dentro de él.
Quiere golpearme. Puedo notarlo por la forma en que su mandíbula se
mueve y la forma en que sus puños se abren y se cierran, pero Aaron
Henderson no es un completo idiota. Sabe que no puede ganarme. Puede
que haga ejercicio y ande en su estúpida patineta, pero domino el campo y
recibo golpe tras golpe día y noche. También repartiendo unos cuantos
dentro y fuera del campo.
Henderson no tendría ninguna posibilidad contra mí y lo sabe.
—¿Qué le hiciste?
Volteo mis ojos, ni siquiera intentando pretender que no me la cogí
hasta agotarla. Es mejor que este imbécil aprenda ahora que es mía. Para
usarla. Cogerla. Perdió el juego antes de tener la oportunidad de jugar. —
Nada que ella no quisiera. —Dejo que asimile mis palabras.
Da un paso amenazante hacia adelante. —Quiero verla —me gruñe,
unas pulgadas a distancia de mi cara.
Me inclino contra la entrada con una expresión de aburrimiento en mi
rostro. —¿Para qué? ¿Para disculparte por cogerte a la chica que se portó
como una perra con ella? ¿Crees que con eso vas a poder cogértela?
Sorprendido, retrocede y me mira. —¿Vio eso?
Cruzo los brazos sobre mi pecho. No es mi trabajo explicarle nada. No
quiero que piense que Allie solo está aquí conmigo porque él se equivocó.
No soy plato de segunda mesa. Estaba ansiosa y dispuesta. No tuvo nada
que ver con este imbécil.
Mira hacia otro lado, asintiendo con la cabeza y murmurando algo que
no me molesto en escuchar. —¿Qué quieres Henderson? Es muy temprano
y no he tomado café así que ve al grano de esta pequeña visita y después sal
de mi puto porche.
Jala su cabello rubio, haciéndolo pararse en todos lados. —Solo quería
saber como estaba. Asegurarme de que está bien. No regresó a la cabaña
anoch…
Lo interrumpo. —Si estabas tan preocupado, hubieras venido a buscarla
anoche. No esta mañana después de que tu pedazo de culo se escabullera de
tu cama.
Culpa cubre su rostro confirmando mis sospechas. Henderson estaba
cogiendo anoche y no pensó en Allie ni una sola vez hasta que obtuvo lo
que quería.
—Suerte para ti, la cuide muy bien. Me la cogí toda la noche.
Camino hacia él, usando mi estatura para intimidarlo. —Y demonios,
Henderson. No sabes lo que te estás perdiendo. Está tan apretada y cuando
ruega que se la cojan —me agarro el pene de manera sugestiva—. Es
música para mis oídos.
No tengo ni la más puta idea del por qué estoy diciendo esto. Porque
quiero, no, necesito, que Henderson y cualquier otro imbécil de nuestra
escuela sepa que Allie Ramirez está fuera de límites hasta que diga lo
contrario.
Acordamos que solo nos estamos divirtiendo. Sin ataduras. Sin
compromisos. No soy el tipo que busca una relación, así que escucharla
decir eso anoche debería haberme alegrado. En lugar de eso, sentí que me
hervía la sangre. Un rugido sonaba en mis oídos y desquite todo mi enojo
con su cuerpo ardiente. Soy el que manda. El que decide si esto entre
nosotros es o no es.
Debería despertarla y mandarla por donde vino tan pronto como este
hijo de puta se marche. Es lo que haría con cualquier otra chica. Pero esa
idea hace que me rechinen los dientes.
Si hago eso, Henderson aprovechará para hacer otro movimiento con
ella. Me la voy a quedar este fin de semana para molestar al imbécil.
Recordarle que puedo tener a cualquier chica que quiera cuando quiera. Sí,
suena como una idea estupenda.
Entro a la cabaña y le cierro la puerta en la cara a Henderson, sin darle
oportunidad de responder. No soporto a los tipos como él. Es un maldito
farsante.
Al volver adentro, Dom señala hacia la cafetera con café recién hecho.
—Más tarde —le digo. Porque ahora mismo hay una mujer desnuda en mi
cama y planeo hacerle cosas perversas a su cuerpo.
QUINCE

Despierto en un entorno desconocido. Una luz brillante se filtra por la


ventana. Los rayos de la mañana hacen que mis ojos se cierren mientras que
el aroma de chorizo y huevos asalta mis sentidos. Mmmm. Estirando mis
brazos sobre mi cabeza, mi rostro aún presionado contra la cama, trabajo
algunos de los dolores en mi cuerpo.
«¿Quién está cocinando? ¿Mamá?» Me pregunto frunciendo el ceño,
mi cara enterrada en mi almohada.
Eso no puede ser correcto. ¿Qué día es hoy...sábado? Ella estaría
trabajando en…
Entonces recuerdo que no estaría trabajando en ninguna parte porque se
ha ido.
Una ola de tristeza me golpea inmediatamente. Respiro con dificultad y
siento que me ahogo, pero antes de que el dolor me consuma, siento dedos
rozar ligeramente mi espalda. Una mandíbula áspera raspa mi piel.
Recuerdos de anoche y con quien los comparto me llegan de repente. Y
cuando Roman me voltea boca arriba, abriendo mis piernas y tocando mi
cuerpo con sus dedos ágiles, me arqueo hacia él, dejándome llevar por las
sensaciones de sus caricias mientras alejo el dolor de mi pecho.
Adora mi cuerpo y me ahogo en él. En su sabor. Sus caricias.
Respirando el aroma a sol, cilantro y un perfume que es únicamente suyo,
siento como si fuera a morir sin él en mis pulmones.
Cuando emociones amenazan con crecer dentro de mí, lo incito a que
vaya más rápido. Más duro. Y está feliz de complacerme. Cogiéndome al
borde del orgasmo una y otra vez sin dejarme aventarme de ese acantilado
mientras me aferro a él, casi temerosa de caer.
Cada vez que me acerco al borde, me detiene hasta que me vuelvo un
manojo de deseo incapaz de pensar más allá de la necesidad que me
atraviesa.
Es tan brusco conmigo esta mañana como lo fue la noche anterior solo
que esta vez no oculta su deseo. Su deseo profundo de consumirme.
Debería asustarme. Pero no lo hace. Lo necesito tanto como él a mí.
Mi orgasmo está justo ahí, tan cerca pero a la vez tan lejos, cuando
Roman aminora sus movimientos. Me quejo frustrada y desesperada por
dejarme ir.
—¿Quieres venirte, vainilla?
Asiento con la cabeza, incapaz de formar palabras coherentes y me
aprieto a su alrededor, persiguiendo lo que sé que me espera a la vuelta de
la esquina.
—Ruega. Ruégame y tal vez, solo tal vez así, te deje venir. —Sus
palabras son duras y su tono es burlesco.
Le muestro mis dientes, odiando que tenga este poder sobre mí. Sacudo
mi cabeza, rehusándome a decirle lo que me pide. Necesito venirme pero no
así. No a su merced.
Sus ojos se entrecierran, un tic formándose en su mandíbula mientras
aminora sus movimientos otra vez.
—Ruégame, nena. —Acaricia mi cuello con su nariz y mordisquea mi
quijada—. O te dejaré con las ganas.
—No.
Algo dentro de mi hace que me rebele contra su orden. Para mostrarle
que no es el único que manda aquí. Sé que me desea. Esto. Sea lo que sea.
Tanto como yo. Puedo sentir su necesidad. Está temblando con ella.
Con un gruñido, choca su boca con la mía, nuestros labios
encontrándose en un beso furioso, con lengua y dientes antes de que muerda
mi labio inferior lo suficientemente fuerte como para hacerme jadear. —No
digas que no te lo advertí.
Abro mi boca para contestarle, pero antes de que pueda decir una sola
palabra, nos cambia de posición hasta que estoy encima de él, forzándome a
montarlo. Por un segundo me siento aliviada. Puedo marcar el ritmo que
quiero y lo hago. Muevo mis caderas contra su pelvis y él empuja hacia
arriba, dentro de mí, profundamente hasta que después de empujar
bruscamente tres veces, tiembla debajo de mí. Maldigo, sabiendo que
terminó y no pude hacer nada para evitarlo. Me muevo de arriba a abajo en
su ahora flácido pene y coloca sus brazos detrás de su cabeza para mirar el
espectáculo. Pero nada va a pasar por que su pene se ablanda y maldición,
no he terminado. Furia me invade. Aprieto mi mandíbula y encajo mis uñas
en su pecho al quitarme de encima de él.
Casi logra esconder su dolor. —Debiste rogarme —me dice.
—Eres un idiota.
—Nunca pretendí no serlo —me dice mientras le doy la espalda y
recojo mi ropa para vestirme.
«Increíble, carajo.»
—Oh, y por cierto, Henderson te vino a buscar esta mañana. —Me
detengo, pero antes de que pueda preguntarle qué fue lo que dijo, continúa
—, no te preocupes. Le dije que cuidé muy bien de ti.

Emilio me ofrece un burrito de desayuno mientras me dirijo hacia la puerta,


pero le digo que no. No tengo ni un poco de hambre. No he estado
comiendo bien desde que mamá murió, y después de lo que acaba de pasar
con Roman, no tengo apetito. Estoy furiosa después de que tomó su placer y
me negó el mío. ¿Quién demonios se cree que es? «Estúpido diablo.»
Voy en busca de Aaron incierta de qué clase de recepción tendré. No
puedo creer que Roman haya dicho eso.
«Imbécil.»
Atravieso el claro en busca de Aaron, furiosa conmigo misma por
permitir que Roman me molestara y determinada en suavizar las cosas con
Aaron en persona. No puedo permitirme fastidiar una de las pocas
amistades que tengo en este pueblo.
Lo encuentro fácilmente. Está sentado en la parte trasera del auto de
alguien, tomando cerveza y bromeando con un grupo de chicos vestidos de
manera similar. Todos se ven como si acabaran de salir de una tienda
Zumiez así que me imagino que todos patinan al igual que Aaron.
Cuando me ve caminando hacia él, deja su cerveza y se recarga contra
la caja de la camioneta. No puedo ver sus ojos, cubiertos por un par de Ray
Bans con micas de espejo azul pero puedo notar por la forma de sus labios
que no voy a tener un cálido recibimiento.
—Hey, —le digo ofreciéndole un saludo con la mano.
«¿En serio, Allie? ¿Un saludo con la mano?» Porque eso no fue
incómodo.
—Hey.
Me quedo parada ahí, apoyándome en un pie y luego en el otro. No dice
nada más y los otros tres chicos que están con él me están viendo fijamente
como si me hubieran crecido tres cabezas mientras tengo puesto un tutú.
—¿Podemos hablar? —le pregunto.
Se encoge de hombros. —Claro. Habla.
Muy bien. Supongo que debí haber esperado eso. Mojo mis labios
deseando que pudiera ver sus ojos para saber que tan enojado está conmigo
ahora mismo.
—Aaron, —alargo su nombre.
Deja salir un suspiro exasperado. —Como sea. Bien. —Brincando de la
caja, camina hacia su cabaña y se detiene justo enfrente del porche para
inclinarse contra el riel.
—¿Qué puedo hacer por ti? —Mueve su cerveza en un gesto exagerado.
—No tienes por qué portarte como un imbécil, —susurro, cruzando mis
brazos sobre mi pecho.
Se queda callado por un momento y me doy cuenta que no va a decir
nada más. Genial. Ahora es mi turno de suspirar.
—Mira, solo quería disculparme por abandonarte anoche. Vi a esa chica
en tu regazo junto a la fogata y me imaginé que querrías la habitación para
ti solo. —Me encojo de hombros y hago lo mejor posible por darle una
mirada de disculpa—. No estaba tratando de ignorarte.
Silencio.
—Si ya no me quieres aquí, tomaré mis cosas y pediré un aventón al
pueblo.
Nada.
Maravilloso.
—Como sea. —Me doy la vuelta para entrar a su cabaña para tomar mis
cosas, rogando que pueda pedir un Uber aquí en medio de la nada cuando
su mano en mi brazo me detiene.
Me detengo, pero no lo volteo a ver.
Grava cruje bajo sus pies mientras se acerca, moviéndose alrededor de
mí hasta que estamos viéndonos frente a frente. Se frota la nuca en un gesto
casi nervioso, pero debo estar interpretándolo mal.
—Lo siento. Fui un idiota. —Se forma una sonrisa de disculpa en sus
labios.
«¿En serio?»
—También lo siento. En realidad no estaba tratando de ser una P e
ignorarte. —Es verdad. Digo, tampoco estaba tratando de mantenerme al
ras para no bloquearlo. Pero no necesita saber eso. Tampoco necesita saber
que me dejé llevar por un buen físico y tatuajes sexys. No sería la primera
vez que tomo malas decisiones mientras estoy alcoholizada. Primero Ryker.
Ahora Roman.
«Ugh.»
Y si soy honesta conmigo misma, probablemente no fue la última vez.
Y si soy realmente honesta, el alcohol no tuvo nada que ver.
—¿Estamos bien? —le pregunto, dejando de lado mi monólogo interno.
Puedo reprocharme a mí misma y mis malas decisiones más tarde—.
Porque me agrada pasar el rato contigo. No tengo muchos amigos aquí y
sería grandioso no perder tu amistad.
Exhala bruscamente. —Sí. Sé que estoy exagerando, es solo que, —
hace una pausa—. Tengo malas experiencias con los Diablos, ¿sabes?
Levanto una ceja, cuestionándolo por qué, no, no lo sé. No tengo idea
de cuales son los problemas entre ellos. Solo que parece ser mutuo.
—Son unos imbéciles. Especialmente Roman. No quiero ver que te
lastimen. Esos tres pueden ser crueles con las chicas después de que
consiguen lo que quieren de ellas. —Me lanza una mirada acusadora.
No puedo detener el rubor que sé que se está esparciendo por mis
mejillas, así que miro hacia otro lado. ¿Eso es lo que pasará? ¿Roman va a
seguir adelante ahora que se divirtió? No me sorprendería si lo hace.
Pero no estoy buscando una relación. Tengo demasiados problemas para
algo como eso ahora mismo. Quería diversión y anoche la obtuve. Claro,
esta mañana apesta y Roman es un completo imbécil, pero tampoco es el fin
del mundo.
Aaron estira su brazo y acomoda un mechón de cabello que se soltó de
mi trenza, atrás de mi oreja.
No puedo ver sus ojos y no tengo idea de que está pensando, así que
voy con mi instinto. —No tienes de qué preocuparte. Vinimos a divertirnos
¿verdad? Tuviste sexo. Yo tuve sexo. Ninguno de los dos necesita darle
importancia a eso. La tipa como se llame, con la que te acostaste, ¿es el
amor de tu vida?
Se ríe.
—Eso pensé. No hagamos tormentas en un vaso de agua. ¿Qué tal si
pasamos el rato juntos hoy? Solo tú y yo y cualquiera de tus amigos que de
hecho te caiga bien. No se permiten Diablos.
Su sonrisa se agranda, dándome un vistazo a unos hoyuelos que no
había notado antes.
—¿En serio?
—En serio.
DIECISEIS

No me mira lo que resta del fin de semana. Debí saber esto. Calcular el
riesgo. Se que no es una chica tímida y sumisa, aunque a veces pretenda
serlo. Me está castigando por dejarla con las ganas y maldición, está
funcionando. Lo que se suponía sería un castigo para ella, un recordatorio
de quién manda aquí, terminó siendo contraproducente y ahora la observo
como un estúpido perro enamorado sin su hueso.
Sigo olvidando que ella no es como el resto de las chicas en Sun Valley
High. Le importa un carajo quien soy y lo está dejando perfectamente claro.
Se queda cerca de Henderson todo el sábado, dejándome muy poca
oportunidad de abalanzarme y tomarla. No a menos que quiera hacer un
gran espectáculo, y no, eso no pasará. Así que no me queda más que
aguantarme y ver cómo se ríe con ese hijo de puta, como bebe con él, como
deja que la toque. No en forma romántica. Al menos no pienso que lo sea
para ella. Pero cada vez que ese imbécil le rodea los hombros con su brazo,
quiero destrozarle la cara.
Allie Ramirez es mía. Mía para cogerla. Para lastimarla. Para calmarla,
si lo decido. Me muero por tocarla y eso me está afectando de una forma
que no me gusta.
—Ro, ¿qué te pasa hombre? —Dom me pregunta mientras me torturo
en el porche de la cabaña, tomando sorbos de un vaso con agua, tratando de
lidiar con una ligera resaca de la noche anterior. No bebo a menudo.
Ninguno de nosotros lo hace. El fútbol americano es muy importante. Pero
las pocas cervezas y el juego de beer pong están dejando su huella hoy.
—Pensé que te cogerías a la chica para sacarla de tu sistema y te
alejarías. ¿Qué pasa? —Suelto un gruñido.
—Tal vez quiero un par de cogidas más antes de seguir adelante.
Antes de que termine de hablar, está sacudiendo su cabeza. —Nah. Te
he visto con chicas. Esta es diferente. Entiendo toda esa mierda de juegos
mentales que te gusta hacerles, pero incluso eso es diferente con ella.
Cocinaste anoche, y no trates de hacerme creer que eso fue para Emilio y
para mí. Lo hiciste por ella. ¿Por qué?
Emilio nos interrumpe, saliendo de la cabaña, aun usando ese estúpido
bikini brillante sobre sus pantalones deportivos. —Allie me cae bien. ¿Nos
la podemos quedar?
Dom y yo volteamos a verlo. —¿Qué? —le pregunto, con un tono
sorprendido en mi voz.
—Pregunte si nos la podemos quedar.
—No es un cachorrito. —Dom le dice, pero su ceño se frunce como si
se estuviera haciendo la misma pregunta.
—¿Por qué? —le pregunto de nuevo.
Emilio voltea los ojos. —Hola, acabo de decir que me cae bien.
¿Siquiera me estás poniendo atención? ¿Qué te traes hoy, hombre?
Volteo a ver a Dom pero solo se encoge de hombros y levanta una ceja
como diciendo, a mí ni me veas. Vaya ayuda. No entiendo este lado de
Emilio. Claro, el tipo es amable con casi toda la gente, pero en realidad no
le agradan las personas. Ni siquiera creo que Dom o yo le importemos tanto
y somos sus mejores amigos.
—¿Qué paso con ustedes hijos de puta diciéndome que necesito
concentrarme en el juego?
—Cambié de opinión. Quiero quedármela. Si ya no te interesa ahora
que ya te divertiste, solo dilo. No me molestan las sobras. Basándome en
los ruidos que escuché saliendo de tu habitación anoche, esa chica bien vale
la pena.
Me levanto y doy un paso amenazante hacia mi mejor amigo, listo para
golpear al imbécil en la cara con mi puño, cuando Dom se pone entre
nosotros.
—¿Qué estás planeando hacer?
—Borrarle esa cara de satisfacción. —Apunto mi botella de agua hacia
Emilio y el hijo de puta me sonríe.
Dom sacude su cabeza. —No me refería a este idiota. ¿Qué planeas
hacer con Allie?
Mi mandíbula se tensa y lo miro furiosamente. —No tengo ningún plan,
—le digo enojado—. ¿Por qué demonios me están interrogando sobre ella
de repente?
—No es como otras chicas. —me dice.
—Ya lo sé. Si lo fuera, estaría aquí besándome los pies en lugar de estar
jugando con Henderson todo el maldito día. ¿Qué quieres de mí?
Emilio se mete entre nosotros y su mirada se mueve del uno al otro. —
Quiere que le digas tus intenciones, Rome. Ambos queremos. —Y por una
vez en su vida, el tipo muestra seriedad en su rostro.
Frunzo el ceño. —¿Por qué demonios les interesa tanto a ustedes dos
con quién me acuesto?
Dom gruñe. —Porque Emilio tiene razón. Nos agrada. Ninguno de los
dos queremos que nos arruines las cosas.
Me quedo boquiabierto. —¿Qué les arruine las cosas?
Emilio asiente con la cabeza y me golpea suavemente en el pecho. —Sí,
hijo de puta. A nosotros. Como dije, nos agrada. Encaja con nosotros. No
ve signos de dólares cuando ve a alguno de nosotros como todas las otras
chicas de este pueblo. Nos vendría bien un toque femenino. Demasiada
testosterona con ustedes dos idiotas todo el tiempo si me preguntan a mí, y
tu pene lo va a arruinar, así que esta es nuestra forma de decirte que no lo
hagas. ¿Captas?
«¿Lo entiendes?»
¿Me está tomando el pelo?
—Dile lo que necesites decirle. Algo hiciste para cagarla esta mañana o
no estaría pasando el rato con ese mamón y no estarías aquí con un humor
de la fregada.
Mi mandíbula se tensa. —Así no es como son las cosas entre nosotros.
—Hay un tono de ira en mi voz que usualmente reservo para todos menos
para las dos personas a mi lado. Dominique y Emilio son como mis
hermanos. Son mi familia. Pero no acepto órdenes de nadie y no tengo
porque darles explicaciones.
Emilio me mira fijamente y sus ojos se entrecierran, brillando con algo
que no estoy acostumbrado a ver en su mirada. —Es el tipo de chica que
busca una relación.
Aprieto mi mandíbula aún más. —¿Y eso a ti que te importa?
—No te gustan las relaciones.
—Nunca dije que me gustaran —le recuerdo. Y luego agrego—, puso
sus cartas sobre la mesa primero. Quiere divertirse. Sin ataduras. No me
jodas por darle a la chica exactamente lo que pidió.
Ambos me miran fijamente por un momento, tratando de ver si los estoy
engañando. Y luego Dom pregunta —¿En realidad dijo eso? —No suena
muy convencido.
—Sí, hijo de puta. Eso dijo. Así que cálmense.
—Bien, pretendamos que te creemos. ¿Qué hiciste para hacerla enojar?
Bajo los hombros y aprieto mis dientes.
—Anda, imbécil. Suéltalo —Emilio dice, casi brincando a mi lado. El
tipo está muy hiperactivo esta mañana. Tengo que recordar esconderle el
café.
—Me la cogí.
—¿Y…?
Suelto un resoplido. —Y le negué su orgasmo cuando se rehusó a
rogarme por él.
Dominique lanza un silbido y Emilio otro sonido y luego dice, —
siempre supe que eras un imbécil desconsiderado controlador, pero mierda,
hombre, eso es cruel. Y déjame adivinar, ¿tú si terminaste?
Asiento con la cabeza.
Emilio se ríe a carcajadas, cubriendo su boca mientras se dobla en la
cintura y después se endereza. Tiene lágrimas en sus ojos de la risa. —
Maldición. Si quieres volver a metérsela en un futuro cercano, vas a tener
que humillarte un poco.
Eso. No. Sucederá.
DIECISIETE

El pasillo está rebosando de actividad mientras camino a mi primera clase


el lunes por la mañana. Ignoro las miradas dirigidas hacia mí al igual que lo
he hecho desde que me transfirieron aquí, pero algo acerca de algunas de
ellas hacen que los vellos en mi nuca se ericen.
Hay más hostilidad en ellas ahora. No solo las usuales de indiferencia a
las que me he acostumbrado la semana pasada.
No voy a ganar ningún concurso de popularidad este año, no es como si
esperara ganar, siendo la chica nueva, pero tengo el presentimiento que el
viaje a acampar es la razón del porque de pronto he ganado atención extra,
particularmente de las chicas de esta escuela. Si las miradas mataran,
déjenme decirles, es como si acabara de entrar al set de Mean Girls y cada
chica que pasa junto a mí es otra Regina George con sus ojos puestos sobre
mí, marcándome como presa.
Me estremezco y volteo a ver rápidamente sobre mi hombro mientras
camino a mi clase de Inglés. Veo a Silvia y a un par de sus amigas, me hago
a un lado, pegándome cerca a los casilleros para evitarla, pero claro que no
paso desapercibida, y antes de que pueda entrar al salón, se abre paso a
través del pasillo lleno de gente, caminando hacia mí.
Me encojo. Esto no terminará bien.
De alguna forma esperaba una confrontación en Shadle Creek, pero me
sentí aliviada cuando no hubo ninguna, pero parece que ha estado
esperando su oportunidad y ahora parece ser el momento perfecto para
poner a la chica nueva en su lugar.
Su labio superior muestra una mueca de desdén y cuatro chicas más
caminan detrás. Me preparo para cualquier ataque verbal que me vaya a
lanzar, sabiendo que tal vez tenga que ver con que la hayan corrido de la
cabaña de los Diablos esa primera noche, cuando lo siguiente que sé, una
mano me lanza una cachetada. Mi cabeza se mueve hacia un lado, mi boca
se abre mientras levanto la mano para tocar mi mejilla. Apenas siento el
dolor punzante y todo lo que estoy pensando es, ¿QUÉ. DEMONIOS?
El golpe salió de la nada. La violencia me toma tan de sorpresa que no
reacciono más que para tocar mi mejilla, mis ojos se agrandan y mi cuerpo
está inmóvil.
—Eres una zorra estúpida —me dice enojada, lanzando saliva junto con
sus horribles palabras. Todos voltean a vernos, el silencio en el pasillo
anteriormente ruidoso es ensordecedor.
«Maldita sea.»
No puedo devolverle el golpe. Sus amigas se movieron hacia enfrente,
formando un semicírculo a mí alrededor. Si la golpeo, intervendrán para
ayudarla. No tengo amigos aquí y no tengo ganas de que me ataquen, pero
la necesidad de luchar hace que cierre mis manos en puños mientras respiro
profundamente y mi nariz se dilata.
Doy un paso al frente determinada a abrirme camino más allá de ella,
pero me empuja contra los casilleros. Mi espalda golpea la superficie de
metal fría, levanta un dedo muy bien cuidado y lo apunta arrogantemente a
mi rostro.
Aprieto mis dientes, rehusándome a morder el anzuelo. Me empujó muy
fuerte. Y me golpeé aún más fuerte. Pero no es tan fuerte. Sus acciones solo
me han sorprendido y me niego a pararme aquí y mostrarle miedo a la chica
pesada de la escuela.
Silvia es una de las chicas populares. A los ojos de los estudiantes de
esta escuela, está en la cima. Y yo estoy hasta el fondo. No espero que
nadie venga a ayudarme, por lo que me sorprendo cuando la multitud se
abre y Emilio camina pavoneándose hacia mí con una sonrisa en su rostro,
pero no se me escapa la ira en sus ojos.
Evalúa la situación, se forma un tic en su mandíbula y de un segundo a
otro, sé que ha llegado a alguna clase de conclusión acerca de lo que está
pasando aquí.
Un destello de preocupación atraviesa el rostro de Silvia cuando lo ve
antes de ocultarlo con una máscara de indiferencia. Con sus manos sobre
sus caderas hace una mueca mientras continúa viéndome con menosprecio.
Emilio hace un ruido para llamar su atención antes de chasquear sus
dedos como si justo se hubiera dado cuenta de algo interesante. —
¿Estuviste acampando este fin de semana, cierto? —le pregunta,
acercándose a nosotras.
Cuando está a un pie de distancia, se recarga en los casilleros junto a mí,
levanta una mano y frota su pulgar sobre su labio inferior mientras le lanza
una mirada a Silvia como si estuviera tratando de acordarse dónde la ha
visto antes.
Ella confunde la acción con interés y enfoca toda su atención en él. Su
mueca ahora es una sonrisa seductora, y en este momento ya se olvidó de
mí. —Sí, sí estuve. —Sus palabras suenan entrecortadas. Empuja sus
hombros hacia atrás, asegurándose de aventar sus pechos hacia adelante, a
su cara, antes de bajar la cabeza para lanzarle una mirada inocente.
Volteo mis ojos ante su expresión provocativa. Es tan evidentemente
obvia que no puedo imaginar que los chicos caigan con esa mierda.
Emilio se aleja del casillero, sus ojos se oscurecen mientras reduce la
distancia entre ellos. Supongo que sus tácticas seductoras de verdad
funcionan.
—Sí, te recuerdo. Casi me acosté contigo. —Sus palabras son graves,
llenas de arrogancia. Cuando está a unas cuantas pulgadas de distancia,
levanta su mano y la toma por el lado de su cuello, su pulgar colocado en el
centro de su garganta.
—MmmHmm. Podemos corregir eso en cualquier momento que desees.
—Se inclina hacia él al mismo tiempo que Emilio baja su cabeza para
susurrar lo suficientemente fuerte para que solo nosotros escuchemos.
—Paso. Debes ser ciega o estúpida entonces, porque, si hubieras
prestado atención, sabrías que Allie está con nosotros. Es propiedad de los
Diablos y no nos gusta la gente que se mete con lo que nos pertenece.
Su pulgar presiona fuertemente su garganta y ella jadea. La piel
alrededor de su agarre se pone blanca y sus ojos se agrandan, de repente
llenos de miedo.
Después la suelta y da un paso atrás como si nada hubiera pasado. Una
sonrisita se forma en su rostro y rodea mis hombros con su brazo,
acercándome a su lado.
—¿Vamos a tener problemas, Silvia?
Sus labios se tensan, su cara y cuello tornándose rojo.
—Es una extraña. —Una de las chicas al lado de Silvia dice, casi
escupiendo.
Es la respuesta incorrecta a la pregunta de Emilio. Sus puños se aprietan
a sus lados y mira alrededor del pasillo, todos los ojos están pegados a la
escena frente a nosotros.
—Aplíquenles la ley del hielo. —No se lo dice a nadie en particular,
pero las cabezas a nuestro alrededor asienten en confirmación.
Silvia aspira sobresaltada mientras sus cuatro amigas dan un paso atrás,
poniendo distancia entre ellas. —No puedes hacer eso.
Se ríe, pero es un sonido siniestro y peligroso. —Puedo hacer lo que me
dé la puta gana. Cometiste un error. Te sugiero que aprendas de él.
Abre la boca para contestarle justo cuando otra voz se escucha entre el
mar de estudiantes.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz masculina resuena a través del
pasillo.
—Dispérsense. Vayan a clase.
El pasillo se vacía justo cuando suena la primera campana y todos se
dirigen al primer periodo.
Silvia espera un momento antes de irse también, pero no antes de que
vea la mirada de odio en sus ojos, diciéndome que las cosas entre nosotras
están muy lejos de haber terminado. En todo caso, la intervención de Emilio
solo añadió leña al fuego. Si no me odiaba antes, ciertamente me odia
ahora.
El señor Alvarez, el director de la escuela, aparece, mirándonos a
Emilio y a mí con cautela. —Señor Chavez, señorita Ramirez, vayan a
clase. —Da una palmada con ambas manos, salto y me muevo para hacer lo
que me dijo pero el agarre de Emilio en mi muñeca me impide escapar.
—Si esa mierda ocurre de nuevo, búscame. ¿Entendiste? —Sus ojos
cafés oscuro me miran fijamente.
—¿Por qué? —Estoy tan confundida del por qué me ayudaría en primer
lugar. ¿Acaso es porque me acosté con su amigo? Claro, Emilio parece ser
un chico agradable. Me recuerda mucho a mi amigo en casa, Felix. Así es
como sé que Emilio nunca hace un movimiento que no esté calculado y no
tenía ninguna razón para intervenir ahora y ayudarme.
Frunce el ceño. —Esa es una pregunta estúpida, vainilla. ¿A qué te
refieres con por qué?
Me encojo de hombros y en lugar de contestarle, le digo, —Bien. Te
buscaré.
—Asegúrate de hacerlo.
Satisfecho, me suelta y ambos nos dirigimos a nuestra primera clase.
Veo a Roman esperándome afuera de la puerta del salón de Inglés. No dice
nada. Sus ojos oscuros se encuentran con los míos, pero no puedo leerlo. Se
que vio lo que acaba de pasar, pero si le importa o no es un completo
misterio para mí. Desearía que pudiera romper su duro caparazón exterior.
Aún estoy enojada con él. Se portó como un completo imbécil el sábado por
la mañana y nunca se molestó en disculparse después, no que esperara que
lo hiciera. Sin embargo, si esperaba que me hablara de nuevo, pero no lo
hizo. Ni siquiera me dijo adiós el domingo mientras todos manejaban de
regreso al pueblo.
Sin decir una palabra se da la vuelta y entra a clase. Suspiro. No tengo
la energía para lidiar con ambos, Silvia y Roman, el día de hoy.
Para la hora del almuerzo, la escuela completa está zumbando con la
noticia de que los Diablos me han reclamado. Y no solo un Diablo. No,
aunque eso hubiera sido suficiente, pero Emilio se aseguró de decir nuestra
como si hablara por los tres, volviéndome no solo la propiedad de un idiota
sino tres. No estoy completamente segura de lo que significa ser reclamada
por ellos, pero las miradas y susurros definitivamente han aumentado diez
veces. Si creía que esta mañana fue mala, la tarde es aún peor.
Tomo mi almuerzo lo más rápido posible, con la intención de comerlo
mientras me escondo en la biblioteca, pero Dominique le pone fin a esa idea
cuando levanta la bandeja de mis manos y junto con la suya, carga ambas
hacia la mesa en la esquina, forzándome a seguirlo si quiero comer. Casi
considero dejar que se quede con mi comida. No es como que planee comer
mucho de todas formas.
He perdido seis libras desde que mi mamá murió. Debería comer más
pero simplemente no puedo. Aunque no tuve problema para comer las
albóndigas que Roman nos preparó.
Dom pone mi bandeja sobre la mesa a un lado de Roman antes de
rodearla por el otro lado y sentarse junto a Emilio. Ninguno dice nada sobre
mi llegada, solo comienzan a conversar acerca de un juego que se aproxima
como si el sentarme con ellos no fuera raro.
Muy bien, pues.
Hurgo en mi almuerzo, una tortita de pollo con puré de papas y gravy al
lado. La cocinera dijo que era día de filete de pollo frito, pero esto no se ve
como filete de pollo frito. Aun así, hago un esfuerzo por tragar un bocado
antes de usar mi tenedor para mover la comida alrededor para que parezca
que comí algo.
Veo a Aaron a unas cuantas mesas más adelante, su mirada está sobre
mí. Cuando se da cuenta de que lo estoy viendo, se pone sus lentes de sol
con acabado de espejo y se voltea hacia los chicos con los que estaba
hablando.
Me desanimo y miro hacia otro lado solo para encontrar a Roman
viéndome. Su boca está presionada en una sola línea mientras sus ojos
buscan los míos.
—¿Está pasando algo entre tu y Henderson? —me pregunta.
Volteo mis ojos. —Es mi amigo y no parece ser muy aficionado a
ustedes tres. ¿Eso contesta tu pregunta?
Roman asiente con la cabeza y muerde su labio inferior antes de lanzar
un brazo sobre mi hombro y lanzarle a Aaron una sonrisa que dice vete a la
mierda. Dios. Los chicos pueden ser unos imbéciles a veces.
Me quito de debajo de su brazo. —Deja de intentar causar problemas —
le digo, golpeándolo en el brazo.
Toma mi barbilla y voltea mi cara hacia él. Mojo mis labios y sus ojos
siguen el movimiento, hay hambre en su mirada.
—Allie, ¿no has aprendido que no soy nada más que problemas?
Su cabeza se inclina hacia mí y presiona sus labios contra los míos. Al
principio, es un beso suave pero después sus dientes jalan mi labio inferior,
pidiéndome que abra mi boca para él. Lo hago y su lengua entra para
saborearme tan rápidamente que me deja tambaleándome en mi asiento.
—Cuando decidas dejar de comportarte como un idiota, déjamelo saber.
—Me levanto para irme, pero su mano alrededor de la parte trasera de mi
muslo me detiene.
—Siéntate.
Me río y doy un paso, pero su agarre solo me aprieta más fuerte.
—Allie… —Hay una advertencia en su voz, una que elijo ignorar un
cien por ciento.
—Los veré más tarde, chicos.
Me alejo, caminando hacia la mesa de Aaron, sabiendo que Roman
nunca me seguiría. Tipos como él no pueden ser vistos persiguiendo a una
chica, y mucho menos una don nadie como yo. Cuando llego con Aaron,
aún tiene sus lentes puestos así que estiro mi brazo y los empujo hacia la
parte de arriba de su cabeza.
—Hey —hago una pausa, insegura de repente de que decirle. El viaje de
regreso de Shadle Creek estuvo bien. Pensé que habíamos arreglado las
cosas, pero juzgando por la mirada en su rostro, aún está enojado.
Mueve su barbilla hacia donde está Roman y los chicos. —Te veías muy
cómoda.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho. —Y tú te ves molesto.
Sacude la cabeza. —Nah. No estoy molesto. Estoy decepcionado. Pero,
¿por qué habría de estarlo, cierto?
—¿Disculpa?
Se pone de pie y se mueve más cerca de mí, sus labios tan cerca que
rozan mi oído. —Todas las chicas en esta escuela quieren abrir sus piernas
para Roman Valdez. Solo asumí que no serías una de ellas. Fue mi error.
Por lo que he escuchado, suena a que te estas cogiendo a los tres.
DIECIOCHO

Aún estoy aturdida por las palabras de Aaron cuando llego a casa de la
escuela. No tengo más que tiempo en mis manos así que, claro, estoy que
reviento. No puedo creer su descaro. No soy una puta. No me acuesto con
cualquiera que se me ponga enfrente. Roman es literalmente el segundo
chico con el que me he acostado y les aseguro que no permito que me
traigan de mano en mano como si fuera una rata callejera. No soy una de
esas chicas.
Camino por mi habitación, dejando un camino desgastado en la
alfombra beige clara, y finalmente decido que he tenido suficiente. No
puedo dejar que su opinión me consuma. Sé quien soy. Si quiere portarse
como un imbécil, que lo haga. No lo necesito.
Encendiendo mi computadora portátil, me pongo al día con algo de
tarea antes de retocar mi curriculum y mandarlo al menos a una docena de
negocios locales. Necesito un trabajo. Todo este tiempo libre me está
volviendo loca. Necesito encontrar una forma de mantenerme ocupada. Veo
los zapatos deportivos que compre en Target y una idea se forma en mi
cabeza.
Quitándome mis jeans blancos ajustados y la blusa color lavanda que
usé hoy, me pongo un par de leggins, una camiseta de una banda y mis
nuevos zapatos deportivos de Target. Maldigo cuando me doy cuenta de que
no tengo un sostén deportivo pero supongo que el que tengo puesto servirá.
Aviento mi cabello en un chongo despeinado, guardo mi teléfono en el
bolsillo con cierre escondido al lado de mis leggins y tomo mis audífonos
inalámbricos y una botella de agua.
Janessa me envió una notificación de calendario antes dejándome saber
que Gerald solicitó mi presencia en la cena de esta noche. Confirmé que
estaría ahí, aunque no estoy segura de donde exactamente es ahí, dado que
bajo lugar decía PSD (por ser determinado), pero si se la hora. Agendó la
cena para las seis, así que tengo un poco más de una hora antes de que
necesite estar de regreso para tener el tiempo suficiente de darme un baño y
arreglarme.
Bajo trotando las escaleras, me coloco mis audífonos, poniendo a todo
volumen una canción de la vieja escuela de Linkin Park. Numb ahoga mis
pensamientos mientras me dirijo hacia afuera y me dejo llevar por la fuerte
resonancia de la música. Todavía hace bastante calor, a pesar de ser
noviembre y una ligera capa de sudor cubre mi cuerpo en los primeros
quince minutos de mi recorrido. Mi respiración es agitada, mis piernas ya
tienen calambres, pero me empujo a seguir. Necesito esto. Nunca he sido
una corredora, pero ya puedo decir que volveré a hacerlo.
Quince minutos se convierten en treinta antes de que me detenga.
Apoyando mis manos sobre mis rodillas, aspiro bocanadas de aire. El sol se
está ocultando, las luces suburbanas iluminan las calles. Un carro suena a la
distancia, acercándose, pero no me molesto en voltear a ver hasta que me
doy cuenta de que se ha detenido a mi lado.
Me paro en toda mi estatura, colocando mis manos en la parte trasera de
mis caderas tratando de recuperar mi aliento, mientras que al mismo
tiempo, estoy lista para correr rápidamente si lo necesito. Pero entonces veo
que es Aaron en su WRX.
Su boca presionada en una línea tensa, me mira de arriba a abajo. —Te
ves fatal.
Le saco el dedo medio, sin siquiera molestarme por ser civilizada en
este punto.
Se inclina hacia un lado y abre la puerta del lado del pasajero. —Vamos.
Te daré un aventón a tu casa.
—Solo estoy a unas cuantas cuadras de distancia.
Levanta una sola ceja como diciendo, ¿Y?
—De acuerdo.
Me subo, sintiendo inmediatamente lo fresco de los asientos de piel. El
frío aire acondicionado sopla en mi cara y suspiro, cerrando los ojos.
—No sabía que eras una corredora.
—No lo soy. Solo...necesitaba despejar mi mente.
Está callado así que abro mis ojos y lo veo de reojo. Se detiene en la
mansión que es la casa elaborada de Gerald y me muevo para abrir la
puerta. —Gracias por el aventón.
Antes de que pueda salir del auto, me detiene con su mano sobre mi
brazo. —Espera.
Me detengo y lo volteo a ver, dejando la puerta abierta.
Se frota la cara con ambas manos antes de voltear a verme de nuevo. —
Odio a los Diablos.
Mi enojo regresa y de pronto recuerdo lo que me dijo antes y el por qué
debería de estar enojada todavía con él.
—Entendido. —Salgo del auto y tomo un paso hacia atrás, cerrando con
fuerza la puerta detrás de mí.
El motor se apaga y la puerta de Aaron se abre y se cierra, pero ya estoy
caminando hacia la puerta principal.
—Allie, espera, —grita detrás de mí, pero no me molesto en detenerme.
Casi llego a la puerta cuando esta se abre y el rostro severo de Gerald me da
la bienvenida, haciendo que me detenga en seco.
—Alejandra, ¿eres tú la que está gritando aquí afuera?
Sus ojos claros se mueven de mí hacia el chico que sé está parado a
unos cuantos pasos atrás de mí.
—Lo siento. —Me encojo ante su escrutinio—. No quisimos molestarte.
—Ten un poco de decoro. Tenemos vecinos.
Un sentimiento de decepción se refleja en mi rostro y asiento con la
cabeza.
—Perdón —susurro, odiando como este hombre que apenas conozco
tiene el poder de hacerme sentir dos pulgadas más pequeña. Estoy a punto
de deslizarme pasando a su lado cuando siento a Aaron colocarse a un lado
de mí.
—Señor, soy Aaron Henderson. Voy a la escuela con Allie. Encantado
de conocerlo. —Aaron extiende su mano y sorprendentemente, Gerald la
toma, dándole un fuerte apretón de manos y lanzándole a Aaron una mirada
evaluativa.
—¿Eres el hijo de Allen? —le pregunta.
Aaron asiente con la cabeza. —Sí, señor.
Bien, espera. ¿Qué está pasando?
—Estoy feliz de ver a mi hija haciendo amigos respetables. Estaba
preocupado cuando accedí a enviarla a la escuela pública de Sun Valley en
lugar de la privada, pero fue tu padre quien me recordó que él había tomado
la misma decisión contigo. Gracias por cuidar de ella.
Aaron asiente con la cabeza. Le lanzo una mirada cuestionándolo, pero
no la ve o decide ignorarme.
—Bueno, uh, gracias por traerme. —Le doy a Aaron un gesto de
despedida con la mano, avergonzada de lo incómodo que se siente cuando
Gerald hace lo impensable y lo invita a entrar.
—Allie, ¿Por qué no vas a alistarte para la cena? Aaron y yo estaremos
en mi estudio cuando termines.
¿Qué?
La expresión de Aaron se ilumina ante la invitación, y cuando Gerald da
un paso atrás, abriendo más la puerta para que ambos podamos entrar,
Aaron entra caminando como si lo hubiera hecho una docena de veces
antes.
—Uh…
Aaron me mira asintiendo ligeramente la cabeza.
Muy bien, pues. —Supongo que iré a darme un baño.
Ninguno me responde. Gerald toma a Aaron del hombro en un gesto
casi paternal mientras lo guía lejos de mí y hacia su estudio.
Subo las escaleras trotando, quitándome la ropa empapada de sudor tan
pronto como la puerta se cierra firmemente detrás de mí. ¿Por qué querría
Gerald hablar con Aaron en su estudio? Claramente, conoce a sus padres
pero...
Me apresuro a lavar mi cabello y cuerpo, dándome el baño más rápido
de mi vida. Algo acerca de dejar a Aaron y Gerald a solas juntos está
encendiendo señales de alarma en mi cabeza. ¿Y qué fue todo eso de cuidar
a su hija? ¿Por qué Aaron no me mencionó que nuestros padres se conocen?
Me seco en tiempo récord antes de poner mi cabello en un chongo
mojado y enredado. Estoy asumiendo que cenaremos aquí dado que Gerald
invitó a Aaron a acompañarnos. Me pongo un vestido azul claro, con
mangas largas, que me llega a las rodillas, colocando un cinturón alrededor
de mi cintura y colocando mis pies en un par de sandalias de tiras.
No me molesto en ponerme maquillaje antes de dirigirme a la oficina de
Gerald. Escucho murmullos mientras me aproximo, pero no logro
distinguirlos. Nunca he estado en la oficina de Gerald antes. Siempre me ha
dado la impresión de que estaba fuera de límites y nunca quise molestar.
Después de tocar la puerta tres veces, tomo la manija y entro.
Gerald está sentado en su escritorio con un cigarro en una mano y un
vaso con un líquido color ámbar en la otra. Está sonriendo. Nunca lo he
visto sonreír, pero sea lo que sea que le dijo Aaron claramente lo divierte.
Aaron está sentado en un sillón de cuero en dirección opuesta a Gerald
con un mismo vaso con licor en su mano, aunque el de él se ve intacto.
—Umm…
—Pasa, Alejandra —dice Gerald con una voz grave—. Aaron me estaba
contando todo acerca del viaje de campamento al que ambos fueron juntos.
Frunzo el ceño, preocupada de que Gerald tenga una impresión errónea
y terminaré metida en problemas. Me dio permiso de ir, pero
intencionalmente omití el hecho que iría con un chico, asumiendo que
pensaría que hice amigas. Parece complacido de todas formas, no
sorprendido o molesto como lo esperaba. Mi mamá me hubiera matado. Ni
siquiera tenía permitido tener a Julio de visita sin dejar la puerta de mi
habitación completamente abierta.
—Oh —es todo lo que puedo decir antes de tomar asiento en el sillón al
lado de Aaron. Me da una sonrisa reconfortante. No estoy segura de que
pensar sobre eso.
Ciertamente Aaron se ve cómodo. Como si esto ocurriera a diario. Está
vestido con sus usuales pantalones negros Volcom y una camiseta gris
Hurley, como todo un patinador y totalmente opuesto a Gerald quien viste
un traje hecho a la medida, una camisa de vestir blanca y una corbata color
borgoña. Sin embargo, ambos están platicando como si fueran viejos
amigos. Aaron incluso se ve más alto. Como si no fuera un simple chico
común de preparatoria.
Mi cabeza me da vueltas. Tomo mi asiento y doblo las manos sobre mi
regazo. Los ojos de Gerald se enfocan en el movimiento antes de que su
mirada minuciosa analice mi apariencia.
—Veo que Janessa te proporcionó ropa adecuada. —Asiento con la
cabeza.
—Aunque parece que aún falta una visita al salón de belleza.
Mi mirada se dispara hacia él. —¿Disculpe?
Voltea a ver a Aaron. —Las mujeres seguido necesitan ayuda para verse
presentables. No juzgues tan duramente a mi hija. No tuvo la crianza que
debió tener. Pero un proyecto puede ser gratificante. Alejandra es nuestro
diamante en bruto.
Mis mejillas están en llamas. No puedo creer que me esté criticando
ahora mismo. En frente de Aaron.
Aaron se ríe, pero puedo escuchar la tensión en su voz. —Es una de las
cosas que me gusta de su hija, señor. No es como las chicas con las que he
crecido. Ella se siente cómoda consigo misma.
Gerald se ve como si hubiera chupado un limón. —Hmm. Si, bueno,
aun así, le vendrían bien unas lecciones de cómo comportarse como una
joven educada. En serio, Alejandra. Te ves como si tuvieras el nido de un
pájaro sobre tu cabeza.
Me forzo a dejar mis manos sobre mi regazo en lugar de ajustar el
chongo sobre mi cabeza. No me importa lo que piense. No es nadie para mí.
Un donador de esperma que decidió aparecer muy tarde en el juego. Tenso
mi mandíbula y muevo mi barbilla hacia arriba.
—No sabía que necesitaba impresionar a mi propio padre cuando estoy
en mi propia...casa. —Mantengo mi tono sereno, pero esta no es mi casa.
Es una casa a medio camino hasta que llegue a donde quiera que vaya a ir
después de graduarme.
—Necesitas estar presentable todo el tiempo, incluso en tu propia casa.
Nunca sabes quién puede llegar de visita. Solo mírate. Y tienes un invitado
aquí, uno que sabías que estaba aquí antes de bajar. —Sacude su cabeza, su
labio superior haciendo una mueca de disgusto.
—Si hubiera sabido de ti mucho antes, hubiéramos podido haber
manejado mejor esto, pero al paso que vas, vas a terminar justo como tu
madre.
Bien podría haberme abofeteado en la manera que habló de ella, como
si ser como mi madre fuera un insulto. No lo es. Mi madre era una mujer
orgullosa que trabajaba muy duro. Era una mujer compasiva y amorosa y
siempre, siempre, tenía tiempo para mí, a pesar de tener dos trabajos. Que
es más de lo que puedo decir del hombre sentado frente a mí. Se perdió
diecisiete años de mi vida, sin embargo puedo contar el número de veces
que lo he visto en una sola mano desde que me mudé a Sun Valley.
No estoy avergonzada de mi madre. Aspiro a ser como ella.
Muerdo el interior de mi mejilla hasta que siento el sabor de la sangre.
Mi enojo aumenta y con él una ola de emociones me golpea. Parpadeo
rápidamente para mantener mi vista clara, me levanto de mi asiento.
—Tendrán que disculparme. Olvide que tengo una tarea que necesito
hacer.
Gerald ni siquiera nota mi partida, demasiado concentrado en cualquiera
que sea el tema al que ha pasado con Aaron. Subo furiosa a mi habitación,
abriendo mi computadora portátil para enviar otra docena de curriculums.
Necesito un trabajo. No me permitiré quedarme atrapada aquí más tiempo
del que sea necesario.
Veinte minutos después, alguien toca a mi puerta. Pero antes de que
pueda decirle a quien quiera que sea que se vaya, se abre y Aaron entra. Su
mirada disgustada en su rostro es lo único que impide que me enoje con él.
Camina hacia mí, sentándose a mi lado en la cama mientras me volteo
boca arriba y veo al techo. Se queda callado por un momento antes de
suspirar fuertemente.
—Lamento mucho lo que pasó —me dice.
Mantengo mis ojos fijos en la lámpara sobre mí. Un estúpido
candelabro femenino con rosas de hierro forjado y cristales colgando de
ella.
—¿Por qué? ¿También temes que termine siendo como mi madre?
¿Estoy condenada a convertirme en una plebeya? —Me burlo.
Frota una mano sobre su rostro. —Eso no fue lo que quise decir y lo
sabes.
Volteo mi mirada hacia él. —¿En serio? Parecías bastante amistoso con
Gerald ahí.
Suspira. —Mi papá trabaja con el tuyo. Juegan golf juntos. Ha pasado
las fiestas navideñas en mi casa. —Se encoge de hombros—. Nunca había
estado aquí antes de que fuéramos a Shadle Creek. No até cabos hasta que
abrió la puerta o hubiera dicho algo. Yo...en realidad no sé qué más decir.
Gerald es un imbécil. No debió haber dicho lo que dijo y —otro suspiro—,
debí defenderte. Lo siento. Eso fue algo cretino de mi parte.
Me siento. Suena sincero, pero… —¿Entonces por qué no lo hiciste?
Sus ojos verdes buscan los míos, sin duda tratando de entender qué está
pasando dentro de mi cabeza.
—Porque soy un idiota. Nuestros padres tienen ciertas expectativas.
Supongo que solo me metí en el papel cómodo de no querer agitar las
aguas.
Asiento con la cabeza porque, sí, apesta, pero lo entiendo.
—¿Tienes hambre? —me pregunta de repente justo cuando mi
estómago gruñe. Ambos nos reímos.
—Sí. Se podría decir que sí. Se supone que cenaría con mi papá, pero
creo que regresaré a evitarlo después de lo de hoy.
Se levanta y estira una mano hacia mí. —Vamos, conozco el lugar
perfecto. Un lugar pequeño con las mejores hamburguesas del pueblo.
Tengo mis dudas. —Aaron, yo…
—Allie, —me interrumpe—. Me porté como un imbécil. Lo siento. No
solo por lo de ahorita sino por lo de antes también. En la escuela. No debí
haber dicho lo que dije. Estaba siendo un idiota porque estaba celoso. No
volverá a pasar. Te lo prometo. Dame otra oportunidad de ser tu amigo. No
lo arruinaré esta vez.
Muerdo mi labio inferior, la indecisión me invade. Por otra parte, no es
como si la gente estuviera tocando a mi puerta rogando que seamos amigos.
—Está bien. Pero ¿podemos no hablar de mi papá o los Diablos? ¿o
cualquier cosa que nos haga enojar a cualquiera de los dos?
Se ríe. —Trato hecho.
DIECINUEVE

Aaron me lleva a Sun Valley Station, un restaurante local en las afueras del
pueblo. La campana sobre la puerta suena, anunciando nuestra llegada, y
una de las meseras saluda a Aaron con un reconocimiento familiar antes de
regresar su atención a su cliente.
Al entrar, me dejo llevar inmediatamente por la vibra antigua del lugar.
Los pisos con cuadros blancos y negros están acompañados por cabinas
rojas y blancas, y la barra presume cubiertas de formica negra.
Aaron se dirige directo a la barra, reclamando uno de los asientos rojos
altos mientras me siento en el que está a su lado. Un chico que no
reconozco se dirige hacia nosotros y le dice algo a Aaron, pero no escucho
lo que dice porque estoy muy ocupada viendo todo a mí alrededor. El
restaurante casi me recuerda a Johnny Rockets, aunque tal vez no tan fino.
Me volteo justo a tiempo para ver a Aaron colocar algo en la mano del
chico discretamente. No alcanzo a ver que es antes de que el chico meta la
mano en su bolsillo y se retire apresuradamente antes de asentir con su
cabeza en agradecimiento.
—¿Quién era? —le pregunto, ganándome la curiosidad. Estoy casi
segura de que sé que fue lo que acaba de pasar, y mentiría si dijera que no
estoy sorprendida. Nunca hubiera catalogado a Aaron como un proveedor.
—Solo un chico de mi clase. —Se encoge de hombros, pero cuando no
digo nada más, continúa.
—Me prestó veinte dólares la semana pasada después de que perdí mi
cartera. Fue estúpido. —Me ofrece una sonrisa tímida—. Apenas y conozco
al tipo pero me ayudó. Solo le estaba pagando de regreso.
Oh. Supongo que eso tiene sentido. De pronto me siento como una
completa idiota por asumir lo peor de él. ¿Qué es lo que pasa conmigo?
Obviamente no es un delincuente vendedor de drogas. ¿En qué estaba
pensando?
Una mesera camina animadamente hacia nosotros, su cola de caballo se
mueve detrás de ella. —Hola, pequeño Henderson, ¿tienes la noche libre?
Aaron le sonríe, sus hoyuelos hacen una aparición repentina. —Sip.
Tengo el resto de la semana para mí.
Sus ojos brillan con picardía. —Suertudo. ¿Estás en una cita ardiente?
Comienzo a toser, sacudida por su suposición. Estoy a punto de
corregirla cuando un grupo de voces masculinas muy familiares entran en el
restaurante.
—Ro, Dom, tomen la mesa en el fondo. Voy a orinar. —Es la voz de
Emilio. Lo veo desde la esquina de mi ojo caminando hacia un pequeño
pasillo a mi derecha. Encorvo mis hombros e inclino mi cabeza hacia el
lado opuesto del pasillo, pero la mesera alegre de aquí decide atraer su
atención.
—Hey, guapo. ¿Quieres ordenar algo de beber?
Emilio levanta su mano para decirle que no, pero me ve y mira quien
está sentado a mi lado. Se detiene abruptamente y levanta una ceja.
—Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? —Se acerca aún más y un
nudo se forma en la boca de mi estómago justo cuando grita—. Oye, Rome.
Tu chica está aquí.
Mis mejillas se sonrojan y deseo más que nada que pudiera desaparecer
debajo del mostrador. Es casi cómico lo rápido que pase de relajada y
tranquila a épicamente incómoda y Aaron se da cuenta. Su mandíbula se
tensa, una vena en su cuello salta.
Los ojos de la mesera se entrecierran en confusión mientras mueve su
mirada entre Aaron y Roman que ahora está parado y dirigiéndose hacia
nosotros, que también debo añadir, se ve totalmente encabronado. Esto no
va a terminar bien.
—Dejaré a los tres tortolitos con su pelea —Emilio se ríe y se dirige al
baño.
Aprieto mis dientes.
«Bastardo.»
Roman invade el espacio a un lado de Aaron, colocando su antebrazo
sobre el mostrador mientras me mira fijamente. No se me escapa la mirada
hambrienta o la furia escalando en su mirada. Volteo para ver a Dominique
quien está cómodamente sentado en la mesa con una sonrisa divertida en su
rostro como si se estuviera preparando para ver el espectáculo. Roman
aclara su garganta, captando mi atención de vuelta a él.
—¿Quieres darme una explicación? —Sus labios se presionan en una
línea. No sé por qué estoy viendo sus labios. Tacha eso. Lo sé
absolutamente y es porque me besó hoy en la cafetería. Sigo molesta con él
por eso. ¿Por qué continúa comportándose como un imbécil que tiene a la
chica cuando ni siquiera me quiere?
—No tiene por qué darte explicaciones, hombre. —Aaron se levanta de
su asiento, pero una mano firme en su hombro lo sienta de un empujón de
nuevo. Roman ni siquiera lo voltea a ver. Sus ojos se quedan sobre mí,
ahora con un tic formándose en su quijada.
—Alejandra… —Dice mi nombre lentamente, el sonido bajo y seductor,
enviando fuego a través de mis venas. Está usando su voz sexy, y Dios me
hace sentir cosas que no debería sentir.
Inhalo profundamente.
«Vamos, Allie. Se fuerte.»
Pongo mi espalda erguida. —Estoy cenando con un amigo —le digo,
orgullosa cuando mi voz suena tranquila—. ¿Hay algún problema con eso?
Sus ojos se oscurecen mientras se endereza.
—Sí —me dice, —sí lo hay.
—Umm… —Nuestra mesera abre y cierra su boca. Parece un pez
dorado y casi me río.
—Estamos bien, Heather. Gracias. —Aaron le señala que se retire, y
todos vemos como se escabulle para ayudar a otros clientes antes de que
Aaron voltee a ver a Roman directamente a la cara.
—Mira, hombre. Entiendo que no te caigo bien y no confías en mí, por
cierto, el sentimiento es mutuo, pero Allie es mi amiga. No me importa que
está pasando entre ustedes, ese es su asunto, pero deja de portarte como un
imbécil sin ninguna razón. ¿Por qué no intentas ser un chico normal y, no
sé, llamarla o invitarla a salir alguna vez?
La tentación de decir “Sí,” en un tono de te lo dije es muy fuerte, pero
me contengo y espero la reacción de Roman. Con una lentitud exagerada,
gira su cabeza para darle a Aaron su completa atención. Trago fuertemente
al ver la mirada en sus ojos. Rabia. Al. Rojo. Vivo. Si hubiera estado
parada, hubiera dado varios pasos hacia atrás, y la mirada ni siquiera va
dirigida a mí.
La manzana de Adán de Aaron se mueve de arriba a abajo, pero logra
mantener su mirada fija en la de Roman.
«Impresionante.»
Cualquiera que sea el problema entre ellos, Aaron no es ningún cobarde.
Hostilidad irradia de ambos chicos mientras Roman lo mira fijamente,
sin moverse y sin decir una sola palabra. La tensión se siente en el aire. Es
sofocante. Froto las palmas de mis manos sobre mis rodillas, debatiendo si
debiera o no intervenir cuando Emilio finalmente sale del corredor, sin
darse cuenta de la tensión en el aire.
—Hey, hijos de puta. ¿Aún estamos conversando?
Como si hubieran reventado una burbuja, la presión se libera y exhalo
ruidosamente. —Nope. —Volteo hacia Emilio, con una sonrisa falsa
colocada en mi rostro—. Roman solo está siendo Roman. Sin embargo,
ambos deberían regresar con Dom. Se ve muy solito por allá.
Emilio mira sobre mi hombro y su sonrisa se agranda.
—Sí, no se ve para nada solito. —Volteo y veo a nuestra mesera,
Heather, inclinándose hacia él, sus pechos íntimamente cerca a su cara.
Dom se moja los labios.
Suspiro. Y entonces mi estómago hace lo impensable y gruñe como un
oso hambriento. Que ver-güen-za.
—Vamos, vainilla. Necesitamos poner un poco de carne en esos huesos.
—Emilio me jala de mi asiento dirigiéndome hacia la mesa donde aún está
sentado Dom pero planto mis pies.
Se detiene y frunce el ceño hacia mí sobre su hombro. —¿Qué?
Inclino mi cabeza hacia Aaron y Emilio se ríe.
—¿Vas a escoger a Henderson sobre nosotros? —me pregunta como si
la misma idea de hacer exactamente eso fuera inimaginable.
—Uh, sí. Vine con él. No lo voy a abandonar solo porque ustedes tres
aparecieron.
Frunce el ceño como si nunca lo hubiera pensado de esa manera y tengo
que contener una risa. Los Diablos en verdad están acostumbrados a
siempre obtener lo que sea que quieran. Suelto mi mano de su agarre y
reclamo mi asiento, pero en lugar de irse a la mesa como esperaba, Emilio
toma el asiento a un lado de mí y Roman toma el asiento libre al lado de
Aaron, que se ve de todo menos emocionado de sentarse junto a él. Tan
pronto como toma un menú, Dom se levanta y se dirige hacia nosotros,
tomando el último asiento vacío junto a Roman.
La quijada de Aaron salta y sus manos se cierran en puños sobre la
barra. Coloco una mano sobre su rodilla y le digo en silencio, perdón.
Roman ve mi mano y sus ojos se entrecierran así que la quito rápidamente.
—Podemos irnos —murmuro. —Comprar algo de camino a…
—Nah. No seas así. —Emilio se mueve, metiéndose entremedio de
Aaron y yo, lanzando sus brazos alrededor de nuestros hombros y
jalándonos hacia él en un incómodo abrazo.
—Quédense. ¿Quieres que nos llevemos bien, cierto? —me dice—. Que
seamos amigables y todo eso.
Asiento con la cabeza.
—Muy bien, pues. Estamos haciendo nuestra parte. Henderson —voltea
a ver la frustración en los ojos verdes de Aaron—. No te importa, ¿cierto?
Será como en los viejos tiempos.
Aaron se levanta bruscamente de su asiento, forzando a Emilio a
echarse para atrás. —No voy a hacer esto. —Su pecho se mueve con su
respiración agitada y muestra sus dientes. Roman y Dom también se
levantan, cruzando sus brazos sobre sus pechos.
Me levanto de un brinco con los ojos agrandados. —Hey, está bien.
Podemos…
—No. No está bien, carajo.
Su tono me hace estremecer.
—No le hables así. —Roman me defiende, tomando un paso
amenazante hacia enfrente. Todo esto está escalando demasiado rápido.
—Oigan. ¡Oigan! —Atraigo la atención de todos de vuelta a mí—.
¿Qué me perdí?
—Nada, —Aaron contesta rápidamente.
Emilio se ríe. —¿Guardando secretos, Henderson? Aunque claro, ese es
tu M.O. ¿no es así?
—Vete a la mierda. No pienso lidiar con esto. —Aaron camina furioso a
un lado de él, abriéndose camino hacia la puerta antes de detenerse y
voltear hacia mí.
—Vamos, Allie. —Doy un paso al frente para seguirlo pero una mano
en mi brazo me detiene.
—No va a pasar. Quieres irte de esa manera, eso es cosa tuya. Pero ella
no irá a ninguna parte contigo así.
Antes de que pueda discutir, porque, sí, Aaron está molesto, pero no es
como si fuera a lastimarme, maldice y dice, “como sea.” Y me deja ahí.
«No lo puedo creer.»
Considero ir detrás de él. Después de todo él me trajo, pero una
sacudida firme de la cabeza de Roman me hace decidir no hacerlo. ¿Era
mucho pedir tener un día normal para variar? ¿Sin chicas pesadas o padres
idiotas o chicos estúpidos que lo arruinaran?
Mi estómago gruñe de nuevo. —Vamos, vainilla. —Roman me dirige
hacia una mesa cercana—. Vamos a alimentarte. Te llevaré a tu casa
después.
VEINTE

Un destello de algo inquietantemente cercano a celos me quema el pecho al


pensar en Allie teniendo una cita con el maldito Aaron Henderson. No.
Tacha eso. No estoy celoso. Estoy furioso. ¿Quién se cree Henderson que
es?
Le dije que se mantuviera alejado de ella. Emilio hizo público que le
pertenece a los Diablos. Nos vio juntos en Shadle Creek. Sabe que es mía.
Y aun así sigue husmeando.
Es como si el tipo tuviera deseos de morir. Después de lo que pasó ese
verano antes de nuestro tercer año de escuela, cuando el imbécil casi nos
mata a los cuatro, ten por seguro que no voy a soportar su mierda. No puedo
creer que alguna vez fui amigo de ese idiota.
Jalo a Allie más cerca de mí, consciente de mi rabia creciente. Mi brazo
envuelve su cintura estrecha mientras la dirijo a nuestro asiento usual. La
lujuria me invade y mi pene se retuerce mientras observo sus piernas
delgadas y su cintura estrecha, mientras respiro el aroma a fresa de su
shampoo. No tiene puesto maquillaje, dejando ver un ligero espolvoreo de
pecas sobre su nariz. Dios, es tan hermosa.
Y estaba aquí con él. El atuendo que trae puesto es todo para él.
Aprieto mis dientes mientras tomamos nuestros asientos. Heather
regresa, toma nuestra orden de bebidas y deja un par de menús fuertemente
sobre la mesa antes de regresar a la barra. Ya no está tratando de coquetear
con Dom y eso está bien por mí. Todas las chicas de este lugar son del
equipo Henderson. Su tía es dueña del lugar, así que no me sorprende.
Dejamos de venir por un tiempo, pero el Sun Valley Station tiene las
mejores hamburguesas, y después de sudar como un perro en el campo,
decidí que me había ganado una recompensa. Es algo bueno que hayamos
venido a territorio enemigo, o quien sabe que hubiera intentado Aaron con
Allie. No confío en ese hijo de puta. Puede que parezca intachable ahora,
pero no me la creo. Es bueno ocultando sus demonios.
Está callada mientras los chicos comienzan a hablar sobre el próximo
juego. Es el más grande de la temporada y todos estamos emocionados. Los
Santos son la única escuela con una oportunidad de arruinar nuestro record.
Hasta ahora estamos invictos, y una vez que les ganemos, será fácil llegar al
campeonato de estado. Los reclutadores también estarán ahí, y mientras
todos tenemos una beca asegurada, nunca es una mala idea tener un plan de
respaldo.
Mis padres incluso asistirán al juego, lo cual fue una gran sorpresa
cuando mi mamá me lo dijo. Ninguno de mis padres apoya mi decisión de
volverme profesional. Demonios, ninguno apoya mi decisión de asistir a la
universidad. Mi papá quiere que vaya directo a la academia de policía
después de graduarme. «Eso no va a pasar.» Puede que él disfrute ser un
chico de azul, pero no tengo planes de seguir sus pasos. Mamá me dice el
típico discurso, solo quiero verte feliz, pero en realidad, quiere que haga lo
que haga feliz a mi papá para que su vida sea más fácil. Si en realidad le
importara mi felicidad, no asentiría con la cabeza y sonriera y me diría
como mi padre sabe lo que es mejor para mí cada noche cuando nos
sentamos a cenar. No sabe lo que es mejor. No para mi vida.
Me complacieron durante mis primeros dos años en la escuela. Incluso
asistieron a algunos de mis juegos. Pero cuando la posibilidad de una beca
se hizo realidad al final de mi tercer año en Suncrest U y se dieron cuenta
de que tan en serio tomo el jugar futbol, todo cambió. «El fútbol americano
no es una carrera. Es un juego. Ya casi cumples dieciocho años. Necesitas
comportarte como un hombre. Mostrar más responsabilidad.» Blah, Blah, y
más Blah.
Mi papá está casado con su placa. Todo lo que el hombre hace es
trabajar. Y lo entiendo. Así es como provee para su familia. Pero siendo el
jefe de policía de Sun Valley, no tiene casi tiempo para nada más que su
trabajo. Ciertamente no tiene tiempo para ver a su único hijo jugar a la
pelota. Pero asistirá al juego del viernes, el primero al que asistirá en el año,
y sé que una vez que me vea en el campo, una vez que vea lo bueno que
soy, finalmente dejará de lado el asunto de que asista a la academia. El
juego del viernes es mucho más que solo la oportunidad de asegurar
nuestras becas. Es una oportunidad de demostrarle a mi papá que nací para
hacer esto.
Allie está callada mientras los chicos hablan hasta que Emilio le
pregunta lo que secretamente todos queremos saber. —Así que, ¿tú y
Henderson están saliendo?
Se retuerce a mi lado y voltea su cabeza hacia él, frunciendo el ceño.
Espero que no diga lo que pienso que dirá por qué no, de ninguna maldita
manera va a salir con ese pendejo. Es demasiado buena para un imbécil
como él.
Me preparo para su admisión, no es que me importe, porque Allie
Ramirez es mía. Le puede gustar Henderson tanto como quiera, me meteré
en medio de ambos si es necesario.
Pero en lugar de confirmar su relación, dice, —Solo somos amigos. —
levanto una ceja y suspira, sacudiendo su cabeza—. ¿Por qué es tan difícil
de creer eso?
Nuestra mesera nos da nuestras órdenes antes de retirarse rápidamente.
Emilio mete una papa frita en su boca antes de decir con una sonrisa, —
Porque Henderson te quiere coger. —Mastica, traga y después se come otra
—. No puedo decir que lo culpo. Eres muy sexy, Allie. —Ella se sonroja.
—Pero sé a quien le perteneces. Henderson también lo sabe y aun así
sigue intentando hacer sus jugadas. —Se da unos golpecitos en la sien con
su dedo índice—. No es muy inteligente de su parte pero Henderson nunca
fue el más listo del grupo.
—No le pertenezco a nadie.
Me río, recargándome hacia atrás sobre el sillón y abriendo mis piernas
para ponerme cómodo. —Claro que sí. —Frunce el ceño, mirando a Emilio
y luego a mí—. Es hora de apegarse al programa, vainilla. Admite que eres
mía. No es agradable jugar con las emociones de un chico de esa manera.
Dejar que Henderson crea que tiene una oportunidad.
—No lo soy —responde enojada.
—Claro que sí. Admítelo.
Se burla antes de sisear. —No eres mi dueño. No te ‘pertenezco’. Soy
mi propia dueña y tengo mi propia autonomía.
—Sigue repitiéndote eso, pero ve donde estoy y ve dónde estás. Esto es
algo entre nosotros y yo no comparto.
Su mandíbula se tensa, dándome la espalda. Tomando su barbilla, la
obligo a mirarme, plenamente consciente de las miradas interesadas de
Dominique y Emilio.
—Eres. Mia. ¿Entendiste?
Se quita bruscamente. Si no fuera por el hecho de que está atrapada a un
lado de mí en el sillón, estoy seguro de que ya hubiera salido furiosa.
—Jódete.
—Ya lo hiciste. Y estoy feliz de repetirlo, también.
Hace un sonido de disgusto en la parte trasera de su garganta, pero es
solo para las apariencias.
—No finjas no estar halagada. No quieres a Henderson. No quieres a
nadie más. Admítelo de una vez. Me deseas. Te deseo. Deja de comportarte
como una niña y así todos podemos seguir adelante.
Tragando fuertemente, voltea a verme con furia en sus ojos. Sus ojos se
entrecierran y su expresión parece considerar mis palabras antes de decir
con enojo.
—Bien.
Vaya. —¿Bien?
Encoge sus hombros. —Sí, bien. Te deseo. Eres atractivo y la primera
vez el sexo fue bueno. —Hace una mueca con su nariz—. La segunda vez
no fue tan bueno pero todos tenemos nuestros días malos.
—Eso dolió. —Dominique se ríe, como rara vez lo hace.
—Justo en los cojones —añade Emilio.
—Eso no fue muy agradable —le digo enojado.
—Tampoco lo es negarle a alguien un orgasmo. Y solo para que lo
sepas, creo en dar segundas oportunidades, pero no esperes una tercera. —
Su sonrisa se transforma lentamente en una advertencia. Ahí está ese fuego
que sabía que estaba enterrado dentro de ella.
Una sonrisa se forma lentamente en mi rostro.
—Muy bien. Trataré de recordar eso.
—Asegúrate de hacerlo.
Devoro mi comida. El entrenador nos ha tenido practicando dos veces al
día para prepararnos para el juego y en cuestión de minutos Dom, Emilio y
yo hemos terminado de comer, pero noto que Allie apenas y ha tocado la
suya. Tal vez solamente una tira de pollo y unas cuantas papas fritas. Se da
cuenta que la estoy viendo y se voltea hacia otro lado.
—¿Pensé que tenías hambre?
Encoge sus hombros.
—Sí. Realmente no me está cayendo bien.
No conozco a Allie hace mucho, pero se ve más delgada de cómo se
veía cuando llegó por primera vez a Sun Valley High, pero no le doy
importancia. Si la comida no le está cayendo bien, entonces no le cae bien.
No soy su mamá. Puede cuidarse a sí misma.
—Así que, Allie, ¿vendrás a vernos jugar este fin de semana?
Parece animarse en su asiento y cuando Heather regresa para retirar
nuestros platos, Allie le pasa el suyo con su comida sin terminar con poca
preocupación. Frunzo el ceño pero no hago ningún comentario. La chica
necesita comer, pero ¿tal vez comerá cuando llegue a su casa?
—En realidad no estaba planeando asistir… —comienza a decir.
—Tienes que venir. Si eres una de nosotros tienes que estar presente.
Sin excusas. El juego es el viernes por la noche a las siete. Planea estar allí.
Se muerde el labio inferior y después se detiene cuando mi pulgar toca
su labio maltratado, mi mirada encontrando la suya.
—Ven al juego.
—¿Eso es una orden? —bromea.
Paso mi lengua por mis dientes. —¿Y si lo es?
Encoge sus hombros, rompiendo su servilleta en pequeños cuadritos. —
Puede que tenga otros planes.
Gruño y la jalo contra mí. No sé porque de repente es importante que
esté allí, pero lo es. —No tienes otros planes. Vendrás al juego. Fin de la
discusión. —No dice nada más, pero noto la pequeña sonrisa que se dibuja
en sus labios y un triunfo me inunda. Estará en el juego.
VEINTIUNO

Me escabullo en mi clase de Inglés con solo segundos de sobra cuando un


rostro desconocido se detiene a un lado de mi asiento.
—Um...eres Alejandra, ¿cierto? —una chica me pregunta.
—Allie, —la corrijo mientras asiento con la cabeza y toma el asiento a
mi lado.
—Soy Kasey.
Frunzo el ceño. ¿Por qué está hablando conmigo? —Uh, muy bien.
La campana suena y los últimos estudiantes toman su asiento, pero no
hay señales de la señorita Beck en ninguna parte, y tan pronto como el resto
de la clase se da cuenta de que no ha llegado, todos comienzan a hablar,
visitando a sus amigos en sus asientos, y aventando bolas de papel
arrugadas alrededor jugando a atraparlas.
Mi mirada se mueve sobre las cabezas en el cuarto y me encuentro con
la mirada de Roman. Juro que me atraviesa quemándome. Calor recorre mi
pecho con cada segundo que pasa y mi corazón se acelera antes de que
Kasey vuelva a atraer mi atención con un pequeño movimiento de su mano.
—Así que, sí. Hola.
Levanto ambas cejas. —Hola.
—Se que no hemos hablado antes. Quería presentarme pero parecías un
poco distante y —sus ojos se mueven alrededor del salón—, bueno, de
cualquier modo. Solo me preguntaba si ¿sientes algo por Aaron Henderson?
Le frunzo el ceño. ¿Está hablando en serio?
—¿Por qué? ¿Tú sientes algo por Aaron Henderson? —No necesito
voltear para saber que Roman sigue mirándome intensamente pero decido
ignorarlo, dándole a Kasey mi completa atención.
Se ahoga al reírse, sus rizos rubios se mueven alrededor de su rostro en
forma de corazón mientras se cubre la boca con una mano.
—¿Qué? ¡No! Es mi hermano.
—¿Tu hermano?
Se ríe. —Si, lo siento. Probablemente debí empezar diciendo eso.
Asumí que lo sabias.
Estoy sacudiendo mi cabeza. —No. No lo sabía. Nunca mencionó que
tenía una hermana menor.
Suspira. —Sí, no somos muy cercanos. Nos llevamos cuatro años de
diferencia. Pero es un buen hermano mayor. Tal vez un poco ausente pero
¿qué puedo esperar? ¿Sabes?
—No. No lo sé. No tengo hermanos o hermanas.
—Así que eres una estudiante de…
—Primer año. Sip.
Levanto una ceja. —Y estas en esta clase, ¿por qué…?
—Oh. Tengo libre el primer periodo. Usualmente me la paso en la
biblioteca ya que vengo a la escuela con Aaron pero la señorita Beck me
pidió que fuera su auxiliar por hoy así que aquí estoy.
Oh. Muy bien.
—Como sea, así que...ummm. ¿Sientes algo?
Inclino mi cabeza hacia un lado antes de que recuerde cuál fue su
pregunta.
—Oh. No. —Sacudo mi cabeza—. Solo somos amigos.
Su sonrisa desaparece y frunce sus labios. —Oh.
¿Por qué le importa?
Extiendo mi mano y le toco el brazo ofreciéndole lo que espero sea un
gesto tranquilizador. —Las cosas no son así entre nosotros. Para ninguno de
los dos. No necesitas preocuparte de que le de alas o algo así. Sabe que solo
busco su amistad.
Asiente con la cabeza pero no se ve completamente convencida. —Es a
causa de… —Mueve su mirada hacia Roman justo cuando la puerta del
salón se abre y me salvo de tener que contestar.
—Buenos días, clase. Lamento la tardanza. Por favor abran sus libros
en…
La clase pasa como de costumbre. Kasey le ayuda a la señorita Beck a
pasar la tarea de esta semana. Un ensayo convincente de diez páginas
acerca de un hecho actual controversial. Debería ser bastante fácil. Y
cuando menos lo pienso, suena la campana, señalando el final del periodo y
todos se apresuran a levantarse de sus asientos para dirigirse a la puerta.
Tomo mi tiempo guardando mis libros en mi bolso cuando una
sensación de cercanía familiar hace que se me erice la piel. Volteo y veo a
Roman esperándome cerca de la puerta con una sonrisa pícara en su rostro
mientras me observa de pies a cabeza con deseo en su mirada.
Cuando me acerco a él, toma mi mano y me arrastra fuera del salón
antes de meterme en el primer salón vacío que encontramos.
—¡Oye¡ ¿Qué…?
Sus labios se posan sobre los míos y un pequeño gemido se me escapa.
Una de sus manos se posa en mi cadera, la otra sube por debajo de mi
cabello, acercándome a él. Me tenso, pero cuando gruñe contra mis labios,
me derrito en él. La campana suena pero ninguno de los dos se detiene para
tomar aire.
—¿Qué me estás haciendo? —Me arqueo contra él mientras sus labios
bajan sobre mi cuello, sus dientes mordisqueando mi clavícula.
—Lo que yo quiera. —Las puntas de sus dedos se deslizan dentro de
mis pantalones y se aleja un poco para verme a los ojos. Su lengua sale de
su boca para mojar sus labios, mientras sus dedos se acercan
peligrosamente a mi centro desesperado.
—Roman. —Mis ojos se disparan hacia arriba para verlo a través de mis
pestañas. Y entonces está ahí. Justo ahí. Sus dedos entran en mí antes de
hacer una rápida retirada mientras gira alrededor de mi clítoris con mis
propios jugos.
—Solo compensando por lo de antes. —Hay una sonrisa diabólica en su
voz.
Me aferro a él, los músculos de sus brazos se flexionan mientras me
acaricia con sus hábiles dedos.
—Se supone que debemos estar en clase. —Digo con un tono áspero.
—¿Me estás pidiendo que me detenga?
Gimo y mi cuerpo se tensa, ahuyentando mi orgasmo. Dios, no. No
quiero que se detenga. Pero cuando no respondo, debe tomar mi silencio
como si estuviera de acuerdo y saca su mano de mis pantalones. Un sonido
ahogado de protesta escapa de mis labios y se ríe antes de callarme
besándome mientras sus manos trabajan rápido para desabotonar mi
pantalón y bajarlo sobre mis muslos, dejándome expuesta.
Mi cabeza cae hacia atrás contra la pared del salón y cuando mete dos
dedos profundamente dentro de mí, enrollándolos para buscar justo el lugar
correcto, me estremezco en su agarre. Besa mi mandíbula antes de deslizar
sus labios bajo mi cuello, su mano libre se alza para jugar con mis pechos.
Empuja hacia abajo el material flexible de mi top, dándole un mejor acceso
para pellizcar mi pezón derecho.
Jadeo, mis rodillas se debilitan.
Circula mi clítoris, sus movimientos se aceleran. Grito cuando de la
nada, mi orgasmo me golpea. Cubre mi boca con su mano, ahogando mis
gritos mientras sus dedos sacan cada gota de mi orgasmo.
—Necesito cogerte —me dice, jalándome hacia adelante e
inclinándome sobre el escritorio más cercano, mi trasero desnudo al aire y
totalmente a la vista. Me estremezco, un quejido sale de mí mientras
escucho el sonido de su cinturón siendo desabrochado. Sus pantalones
bajando sobre sus caderas.
—¿Condón? —pregunto con un tono áspero y maldice detrás de mí.
—No me voy a venir dentro.
Estoy a punto de protestar, pero entonces se presiona contra mí y me
arqueo hacia atrás para encontrarlo mientras desliza su pene dentro de mi
vagina en un movimiento fluido.
Ambos gemimos al unísono mientras flexiona sus caderas,
manteniéndome en esa posición.
—Dios, te sientes increíble, —me dice. Sus manos aprietan mis caderas
con una fuerza que me dejará moretones mientras retrocede y luego empuja
de nuevo dentro de mí—. Estás tan mojada.
Estoy jadeando, apenas puedo recuperar el aliento mientras me coge.
Cada empuje más fuerte que el anterior hasta que el escritorio se desliza
debajo de mí con la fuerza de sus movimientos, arrastrándose ruidosamente
sobre el piso. Me aferro al borde mientras empuja sus caderas contra mi
trasero.
Grito su nombre, perdiéndome en la sensación de tenerlo dentro de mí,
olvidando completamente que estamos en la escuela y que cualquiera puede
sorprendernos. Sus caderas me golpean frenéticamente y sé que está
persiguiendo su propio orgasmo cuando de repente retrocede y entonces su
semen caliente cubre mi trasero, cayendo por la parte trasera de mis muslos.
Desliza su pene sobre el camino de semen con el que me cubrió antes de
darme una ligera nalgada. Gimo y lo veo sobre mi hombro. La sonrisa de
Roman me recibe mientras ve el estado de mi todavía desnudo trasero.
—Probablemente deberías limpiar eso, —me sugiere. Entrecierro mis
ojos mientras se ríe.
—Tal vez puedas persuadirme para que te ayude bajo algunas
condiciones. —Acomoda su pene dentro de su pantalón antes de cruzar sus
brazos sobre su pecho, dejando el botón desabrochado, pero sin decir nada.
—¿Alguna vez quieres hacer esto de nuevo? —le pregunto.
Me sonríe. —Cada día de la semana.
—Entonces consígueme algo para limpiar tu semen de mi trasero o no
te dejaré que te me acerques por nada del mundo.
—Eso dices ahora, pero… —Se escuchan voces en el pasillo. «Mierda.»
Se supone que todos deben estar en clase—. Ahora, Roman.
Afortunadamente, hace lo que le pido y encuentra un rollo de toallas de
papel en un closet y me ayuda a limpiarme antes de tirarlos en el cesto de
basura. Me subo de nuevo mi pantalón y estoy ajustando mi top justo
cuando la puerta se abre y los sorprendidos ojos cafés de Silvia Parish se
encuentran con los míos.
Ve la escena, sus ojos enfocados en nuestra ropa arrugada y mi cabello
despeinado. Cuando Roman se acerca a mí, se entrecierran aún más y no
puedo evitar la sonrisa que se forma en mi rostro.
—¿Necesitas algo? —le pregunta, no importándole que sepa
exactamente qué estábamos haciendo—. Nos estás interrumpiendo.
—Todos te escuchamos cogiendo en cálculo —se burla de mí. —Suenas
como un rinoceronte agonizando.
Sintiéndome más atrevida con Roman a mi lado, volteo mis ojos y le
saco el dedo medio. No tengo tiempo para sus tonterías de chica pesada
hoy.
—Como sea. —No es mi mejor contraataque, pero es mejor que
debilitarse bajo su escrutinio.
Se da la vuelta y se va tan rápido como llegó. Roman se inclina,
dándome una nalgada y lanzándome una mirada significativa.
—Si es así como suena un rinoceronte agonizando, será mejor que lo
escuche de nuevo. Pronto.
Me estremezco en respuesta al evidente deseo en su mirada antes de que
Roman salga de la habitación. Decido pasar al baño y saltarme cálculo
completamente. Una mirada a uno de los relojes en el pasillo me muestra
que solo quedan diez minutos para que la campana suene indicando la hora
del almuerzo, así que decido perder el tiempo por un rato y ahorrarme un
poco la vergüenza.
Lavo mis manos y salpico mi cara con agua antes de pasar los dedos a
través de mi cabello en un intento por aplacarlo. La puerta se abre detrás de
mí y no le presto atención hasta que un cuerpo me avienta hacia enfrente y
mi estómago choca contra el lavamanos de porcelana. Me tambaleo y me
empujan fuertemente hacia el suelo. Mi cabello cubre mi rostro mientras un
pie me golpea el pecho. «Demonios. Ouch.» Aspiro un jadeo lleno de dolor
y otra patada me llega por la parte de atrás, golpeándome la espalda con la
fuerza de un martillazo.
Maldigo y ruedo, apenas evitando una tercera patada cuando un puño
golpea mi mejilla. Mi cabeza golpea hacia atrás y mi visión se nubla.
Alguien agarra con fuerza mi cabello, haciendo que mi cara se mueva hacia
arriba mientras mis ojos se encuentran con los de Silvia.
—Perra. —Le escupo sangre en la cara y se tambalea hacia atrás.
Después la pateo, dándole justo en la espinilla y se tropieza contra sus dos
amigas idiotas que decidieron unírsele. Me pongo de pie rápidamente y
salgo del baño justo cuando la campana suena y el pasillo se llena de gente.
Respiro y cierro mis manos en puños apretados para evitar que me
tiemblen.
Cuidando de mantener mi cabeza abajo, me pierdo entre el mar de
cuerpos, abrazando mis costillas mientras lucho contra una ola de dolor.
«Mierda.» Creo que voy a vomitar. Me tambaleo hacia la puerta de un salón
y me abalanzo sobre el primer recipiente que veo para vomitar mi
desayuno.
Acido quema mi garganta y lágrimas llenan las esquinas de mis ojos
dificultándome poder ver. Lo siguiente que sé, un chico se hinca a mi lado,
una mano reconfortante frotando mi espalda, pero me estremezco al
contacto.
—¿Qué demonios, Allie? ¿Estás bien? —me pregunta Aaron.
Extiendo una mano para mantenerlo a raya mientras sigo teniendo
arcadas sobre el bote de basura, el intento de mi estómago por seguir
vomitando, a pesar de que está vacío.
Cuando las arcadas se detienen, me siento en el suelo aun sosteniendo
mi estomago adolorido y recargo mi cabeza hacia atrás contra la pared.
Aaron se agacha frente a mí. Sus ojos están muy abiertos y llenos de
preocupación.
La puerta se abre y Dominique entra, sus ojos inmediatamente
enfocándose en mí.
—¿Qué está pasando aquí? —Sus fosas nasales se abren y se apresura
hacia mí.
—¿Qué demonios le hiciste? —le lanza una mirada furiosa a Aaron
quien se para y toma varios pasos hacia atrás.
—No hice nada. Se tambaleo aquí dentro y la seguí para ver si
necesitaba ayuda.
Trata de agarrarme, pero sacudo mi cabeza y lentamente me levanto.
Uso el mostrador como soporte para estabilizarme mientras mi cabeza da
vueltas y todo se pone borroso por unos segundos. Nausea me recorre de
nuevo.
La puerta se abre nuevamente y Emilio entra. —Oye, Dom. ¿Por qué
tardas tan…? ¡mierda!
Levanto mi cabeza y lo noto mirándome con los ojos muy abiertos. —
Será mejor que alguien empiece a hablar antes de que Roman llegue. —La
puerta se abre de nuevo y Roman entra. Emilio silba—. Demasiado tarde.
Roman me ve y sus ojos se enfurecen. —¿Qué demonios te pasó?
—Nada. —Me encojo de hombros, pero el movimiento me hace dar una
mueca de dolor.
—¿Nada? —Roman se acerca más a mí, su mano se extiende, moviendo
mi mandíbula hacia la luz. Su pulgar roza mi labio y siseo. Me suelta—.
Esto no parece nada.
Los otros tres chicos se amontonan sobre mí hasta que Dominique
empuja hacia atrás a Aaron. Maldice, pero se mantiene firme mientras los
tres Diablos me miran con diferentes estados de enojo.
—Suéltalo, Alejandra —Emilio dice, y vaya, debe decirlo en serio
porque Emilio nunca usa mi nombre. Siempre me dice Allie o vainilla.
Trago y veo hacia abajo a mis zapatos deportivos.
—No es nada. Estaba saliendo del baño cuando alguien entró. La puerta
me pegó en la cara. —Tres miradas de desaprobación se encuentran con la
mía.
—Estás mintiendo —dice Dominique. Y sí, tal vez lo hago. Pero no
necesito que ninguno de ellos empeore las cosas creando una escena. Silvia
es una miserable chica malvada y está enojada porque no se está saliendo
con la suya. Puedo con ella. No estaba esperando un ataque como este pero
en retrospectiva, después del incidente en el pasillo, debería haberlo visto
venir. No volveré a cometer ese error otra vez.
Sacudo mi cabeza a la acusación de Dom pero me detengo cuando la
habitación comienza a girar.
—No, no estoy mintiendo. Ustedes chicos están haciendo un escándalo
por nada. Me golpeé la cara con una puerta y estoy en mi periodo.
¿Podemos cambiar de tema?
—¿Esa es la historia a la que te vas a apegar? —me pregunta Roman,
poco convencido.
—Sip.
Me fulmina con la mirada.
—Para que conste, no estás en tu maldito periodo y no me gustan las
mentirosas.
Me encojo de hombros. —Como sea. Mira, acabo de tener el placer de
vomitar mi desayuno y me encantaría lavarme la boca. ¿Podemos seguir
adelante? —Avanzo empujándolos y me dirijo a la puerta, agradecida
cuando ninguno se apresura a seguirme.
VEINTIDÓS

—La atacaron —Emilio dice tan pronto como Allie sale del salón.
Una risa viniendo detrás hace que los tres volteamos la cabeza. Aaron
sacude su cabeza, su mandíbula está tensa y sus manos están cerradas en
puños a sus lados.
—Sí, la atacaron. Me pregunto ¿De quién fue la culpa?
—¿Qué demonios quieres decir con eso? —Avanzo hacia él, pero no se
acobarda, lo que hace que me enfurezca aún más.
—Sabes exactamente a lo que me refiero, Roman. ¿O ya se te olvido
que solíamos ser amigos? Sé como funciona tu mente. ¿No crees que sé que
querías convertirla en un objetivo desde la primera vez que llegó aquí?
¿Qué plantaste las semillas en la escuela para hacerle la vida imposible? —
Mira hacia el techo brevemente y se ríe, pero el sonido es duro y burlón—.
Todas las malditas chicas de esta escuela la van a perseguir ahora.
—Y tú —clava un dedo en mi pecho—. Fuiste el que pusiste el blanco
en su espalda. Sacude su cabeza.
—Puede que tenga mis demonios, pero al menos no soy un cretino
egoísta como tú. —Sale furioso del salón, dejándome aturdido con sus
últimas palabras.
—Mierda —grito tan pronto como Aaron deja la habitación.
Dos pares de miradas sombrías se encuentran con la mía. —En realidad
no consideramos como reaccionarían las chicas cuando la reclamaste —
Dominique trata de tranquilizarme, pero todos sabemos que lo que dijo
Aaron es verdad. Causé esto. Yo. Nadie más. Sabía que pasaría y lo hice de
todas formas. Puede que no supiera que las chicas se rebajarían al punto de
atacarla, pero debería haber sospechado esto después de lo que pasó entre
ella y Silvia antes. Estúpido. Soy un maldito estúpido.
—Necesito arreglar esto. —Ninguno discute mi afirmación. La pregunta
ahora es, ¿cómo?
Emilio se frota la nuca. —Empeoré las cosas cuando le dije a todos en
la escuela que le aplicaran la ley de hielo a Silvia. Esto podría ser una
represalia por eso. No puede tocarnos, pero…
Sacudo mi cabeza. —Aprecio lo que intentas hacer, pero, no. Es mi
culpa. —Fue mi error. Lo admito—. Además, no sabemos si Silvia estuvo
involucrada. Necesitamos más información.
Emilio se ríe. —Uno de nosotros tendrá que estar todo el tiempo con
ella —dice Emilio.
—¿Cómo demonios se supone que hagamos eso? —le pregunto, irá
quemándome en las entrañas. Fue lastimada. Alguien puso sus putas manos
en mi chica y la lastimó.
—Sí. No parece que Allie se preste a eso —Dom comenta.
—Empezamos por buscarla y después nos aseguramos de que quien
haya hecho esto no decida intentarlo otra vez —Emilio dice y asiento con la
cabeza.
Me importa un carajo si Allie quiere fingir que esto no sucedió. Quiero
saber quién hizo esto y me voy a asegurar de que no pase otra vez. Todos
en esta escuela necesitan saber que no pueden lastimar a mi chica y salirse
con la suya.
Salimos en busca de Allie, pero es escurridiza. No está en la cafetería y
tampoco está en su siguiente clase. Después de buscar por veinte minutos
seguidos, me entero por la oficina principal que firmó su salida por este día.
Suelto un gran suspiro de alivio. Al menos con ella en casa, no tengo que
preocuparme de que alguien más quiera hacerle daño.
Le informo a los chicos cuando nos reunimos más tarde después de la
escuela y elaboramos un plan para convertirnos en su sombra el siguiente
día de clases. La tengo cubierta antes de que las clases comiencen y durante
el primer periodo. La acompañaré al segundo periodo y Dom la seguirá
después hacia el tercero. Emilio está enseguida de su clase en el cuarto
periodo así que tendrá sus ojos sobre ella hasta que llegue a su clase y
después la alcanzare tan pronto como termine su día.
No deberíamos tener que preocuparnos de que le pase algo durante las
clases. Nadie es tan estúpido. Y en el cuarto periodo tiene la clase de
soldadura con Aaron. No me gusta la idea de depender de ese hijo de puta,
pero cualesquiera que sean sus motivos, parece que ella le importa, y
afortunadamente no hay ninguna perra maliciosa en esa clase con la que
tenga que lidiar.
Es un plan sólido y debería estar bien con él, pero no puedo quitar la
idea de su cuerpo lastimado fuera de mi cabeza. Cada vez que cierro mis
ojos veo su rostro. Los moretones. El labio partido. Es como un puñal en mi
estómago, y de solo pensar en lo que debió haber sentido hace que la navaja
se retuerza dentro de mí.
La práctica esa tarde es agotadora. Enfoco toda mi ira y frustración para
completar cada pase y correr hasta que mi corazón se siente como si fuera a
salirse de mi pecho, pero no importa. Soy responsable de una interferencia
de pase que debería haber completado y después fallo una atrapada del
maldito balón. El entrenador me grita que me concentre y estoy tratando
pero, maldición. Estoy tan fuera de mí.
—No podemos permitirnos jugar así el viernes, —el entrenador grita.
Aprieto mis dientes para evitar atacarlo. Sé que tiene razón pero,
mierda. Me quito el casco de la cabeza y lo aviento al campo.
—¡Roman! —me grita el entrenador, pero lo ignoro, dirigiéndome a los
vestidores para quitarme mi equipo y ducharme antes de que el resto del
equipo termine.
—Valdez, trae tu trasero de vuelta al campo, —intenta de nuevo.
Dominique se dirige hacia el entrenador para suavizar un poco mi
pequeño arrebato, pero no me quedo lo suficiente para ver si funciona.
Necesito ver a Allie, y reconocer eso me hace sentir de muchas maneras
de las que no quiero pensar. Faltan tres días para el gran juego. Debería
estar enfocado en las jugadas. El fútbol americano es lo único que importa.
Sé que está en su casa. Sé que está a salvo. Necesito dejar ir esta
insaciable necesidad de verla pero, maldición, no puedo. Seré inútil en el
campo hasta que sepa sin duda alguna que está bien.

Cuarenta minutos después, llego a su casa, si es que puedes llamarla así.


Utilicé la aplicación de servicio de residentes de Sun Valley de mi papá, que
no sabe que la tengo instalada en mi teléfono, para buscar la dirección de
Gerald Ulrich. Tener un padre que es el jefe de policía tiene sus ventajas,
pero a donde llego no es un hogar. Es una maldita mansión.
El lugar debe tener cinco mil pies cuadrados o más. Tiene dos pilares
iguales flanqueando la puerta principal y enormes ventanales en todos los
lados de la casa. El césped está perfectamente cuidado y los rosales lo
rodean. Este lugar le hace la competencia al de Dominique, y eso es decir
algo, porque ese hijo de puta tiene más dinero del que cualquier persona
puede gastar en una vida.
Por un minuto espero frente al lugar, mirando la puerta principal como
si pudiera hacer que salga de allí. Presiono el acelerador, dejando que el
rugir del motor llene la calle, y un movimiento en una de las ventanas del
segundo piso atrae mi atención.
Allie se asoma a través de una cortina rosa pálido y la saludo, aun
esperando a que salga. Las cortinas se cierran y espero. Sabe que estoy
aquí. Vendrá.
Unos pocos minutos después está cerrando la puerta detrás de ella.
Usando pantalones blancos y una sudadera que le queda grande, se detiene
a un lado de mi auto y frunce el ceño.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Se acomoda el cabello detrás de su
oreja, dejando expuesto el moretón morado en la parte baja de su
mandíbula.
Pero todo lo que veo es rojo.
—Entra al auto.
Sacude su cabeza. —¿Qué es lo que quieres, Roman? ¿No deberías de
estar en la práctica o algo así?
Intento calmar la irritación que su negación me causa.
—Nah. Terminó hace treinta minutos. Vamos. —Sigue sin moverse—.
Entra al auto, Alejandra.
Algo acerca de decir su nombre completo la hace reaccionar,
murmurando una maldición, abriendo la puerta del pasajero y deslizándose
dentro.
—Ponte el cinturón.
Obedece.
Gracias por los pequeños favores.
Conducimos en silencio por los primeros diez minutos antes de llevarla
a un lado diferente del pueblo donde las casas son más pequeñas, algunas
con rejas en las ventanas y con puertas de hierro pesadas cubriendo las de
madera.
—¿A dónde vamos? —finalmente pregunta justo cuando entro en una
calle familiar.
—Mi casa, —no estoy completamente seguro porque la estoy llevando a
mi casa. Venimos de dos mundos diferentes. Pero la quiero a mi lado.
Necesito saber que está bien.
Me estaciono en la entrada de una casa estilo rancho, de tres
habitaciones y apago el auto. —Vamos.
Allie sale del auto tímidamente, revisando sus alrededores con una
mirada curiosa.
—¿Aquí es donde vives?
Asiento con la cabeza, buscando cualquier tipo de reacción de que mi
vida no es lo suficientemente buena, pero no veo nada de eso en ella.
Exhalo. No hay prejuicios en su mirada mientras observa el exterior de
estuco de mi casa o el hecho de que la puerta del garaje está abierta, el cual
luce como una segunda sala llena de sofás desiguales y una mesa de billar
en el centro.
La puerta de un auto se cierra fuertemente a una casa de distancia y una
voz grita.
—Hey, ¿qué hay de cenar? —mientras Emilio trota hacia nosotros.
—Que…
—Somos vecinos —le digo mientras él se acerca.
—Por favor dime que tu mamá va a alimentarme. El entrenador me está
matando con estas prácticas dobles y necesito unas malditas calorías en mí
antes de que mis tripas se coman unas a otras.
—Vamos, cabrón. Veamos que preparó.
Allie nos sigue detrás pero no se me escapa la curiosidad en su rostro
mientras la dirijo a través del garaje y directo a la cocina. Tan pronto como
estamos dentro, estamos envueltos en el olor embriagador de la comida de
mi mamá.
—Mamá —grito dentro de la casa, sabiendo que no puede estar lejos.
Reviso la estufa, levantando la tapa de una olla grande, encontrando tamales
calientes recién hechos cocinándose dentro.
—Hijo, no toques —me advierte justo cuando dobla la esquina. Estoy a
punto de preguntarle qué pasa porque mi mamá únicamente hace tamales en
dos ocasiones. Un día festivo como Acción de Gracias o Navidad, o porque
mi padre está molesto por algo, usualmente a causa mía, y está tratando de
suavizar las cosas de la única manera que sabe hacerlo. Con comida. Pero
antes de que pueda preguntarle, ve a Allie y sus ojos se agrandan con
sorpresa.
—¿Trajiste a una chica a la casa? —Su acento es pronunciado pero sus
palabras son claras mientras observa a Allie de pies a cabeza y una enorme
sonrisa se dibuja en su rostro. Mierda. No pensé bien las cosas.
—Mija, déjame verte. —Mi madre jala a Allie hacia ella, sin
preocuparse por presentarse o siquiera decirle hola antes de hacerla girar y
mirarla.
Allie acepta esto como si fuera completamente normal, una sonrisa
tímida en sus labios mientras gira de vuelta para ver a mi madre de frente.
Mi mamá es una mujer pequeña, unas cuantas pulgadas por debajo de los
cinco pies haciendo a Allie, quien es pequeña comparada conmigo, verse
alta para variar.
—Eres hermosa —le dice mi madre, inclinándose para darle un beso en
la mejilla.
Allie le regresa el gesto.
—Gracias. Soy Alejandra. —Su voz es tímida pero su sonrisa es
genuina.
—¿Y hace cuanto que sales con mi hijo? —le pregunta, y gruño
mientras Emilio se ríe.
—¡Mamá!
—¿Qué? Una madre debería de saber estas cosas.
Sacudo mi cabeza. —No, no debería. No asustes a la primera chica que
te he presentado.
—Lo siento, señora Valdez, Allie es mía. —Emilio lanza su brazo
alrededor de los hombros de Allie.
Mi madre frunce el ceño inmediatamente, obligándome a evitar reírme.
—Dile que no lo vas a alimentar a menos que me la regrese.
Sus ojos, con arrugas y líneas de expresión, brillan con picardía y
sonríe.
Emilio gruñe. —Eso no está bien, hermano. No. Está. Bien.
Jalo a Allie de sus brazos. Se deja de buena gana y la coloco a mi lado,
dirigiéndola hacia la mesa. Estoy tan hambriento como Emilio. No estaba
bromeando cuando dijo que las prácticas dobles en el día han sido
agotadoras.
Cuando Allie está de espaldas hacia mi madre, la mirada preocupada de
mi mamá se encuentra con la mía y hace un pequeño gesto, rozando su
pulgar debajo de su quijada. Inclino mi cabeza, dejándole saber con ese
pequeño gesto que sé por qué tiene ese moretón ahí y que no tiene nada de
qué preocuparse.
Confía en mí, así que asintiendo su cabeza satisfactoriamente, mamá
regresa a la estufa, sirviendo tres platos de comida mientras tomamos
nuestros asientos. En unos pocos segundos, arroz, frijoles y tamales están
frente a mí y no dudo en comenzar a comer. Emilio come como si estuviera
muerto de hambre, lo cual le gana una enorme sonrisa y un segundo plato.
Mamá no comerá hasta que mi papá llegue del trabajo, así que después de
asegurarse de que no nos falta nada, se retira a su habitación.
Desearía saber qué está pasando, pero nuestra familia es muy reservada
y se avergonzaría si tocara asuntos familiares enfrente de los invitados, así
que esperaré para hablar con ella cuando Allie se marche.
Los primeros minutos nos enfocamos en la comida. Los bocados de
Allie son pequeños, mastica casi metódicamente como si estuviera
saboreando. He notado que no come mucho en la escuela, pero ahora sí está
comiendo, así que no parece haber una razón para preocuparme.
—Eres un bastardo afortunado —Emilio me dice, ahora en su tercer
tamal y sonrío.
—Considérate afortunado por aguantarte o te perderías de todo esto.
Allie se ríe.
—Está muy rico.
—¿Mejor que mis albóndigas? —le pregunto y se sonroja.
—No lo sé. Eso es difícil. No estoy segura de que podría escoger.
—Los tamales de la ma de Roman. Sin duda. Solo los prepara como dos
veces al año. Mataría por ellos.
Lo ignoro, inclinándome hacia Allie y capturando sus labios con los
míos en un beso rápido. Cuando retrocedo sus ojos están abiertos y llenos
de incertidumbre mientras sus dedos suben para tocar sus labios.
—¿Por qué fue eso?
Me encojo de hombros. —Porque quise.
Emilio, habiéndose perdido el beso, continúa hablando de lo increíble
que es la comida de mi mamá y de cómo soy un bastardo codicioso que no
la comparte lo suficientemente seguido. Algo de eso es en broma, pero hay
un poco de honestidad dolorosa ahí también. La mamá de Emilio se largó
cuando tenía siete años, dejando a su esposo y cuatro hijos. Tiene dos
hermanos mayores y una hermana pequeña. Y digamos que su papá no es
del tipo doméstico.
Pero Emilio siempre ha sido bienvenido aquí y a mi mamá le encanta
alimentar al hijo de puta. Mientras comemos, Allie se relaja, sus sonrisas
más frecuentes mientras Emilio y yo nos quejamos sobre las prácticas.
De vez en cuando, me lanza miradas interrogantes. Sé que está
esperando a que le pregunte que pasó en la escuela, pero quiero que se
sienta cómoda primero. También estoy esperando a que Dominique
aparezca. Tengo el presentimiento de que necesitaré toda la ayuda posible
para sacarle a Allie los nombres que necesito.
Cuando terminamos de comer llevo a Allie de vuelta afuera al garaje y
la jalo a mi lado mientras Emilio se sienta en el sillón opuesto, su expresión
ahora sería. El sol se está ocultando y una brisa fresca flota alrededor del
espacio.
Mi rodilla rebota y me muero por un cigarrillo pero me detengo de sacar
uno. No he fumado desde el fin de semana en Shadle Creek y es mejor no
arruinar mi racha.
Tan pronto como la Escalade negra de Dom se estaciona en la entrada,
Emilio se mueve para hacerle lugar. Dom sale del auto vistiendo pantalones
de vestir negros y una camisa de botones negra con sus mangas
remangadas. Se dirige hacia nosotros y Emilio le chifla.
Dom no reacciona más que para sacarle el dedo medio. Ver a Dom
vestido elegante no es tan inusual. Su familia es del tipo que se arregla para
cenar y usan vajilla fina, así que aprecio que vino aquí justo después y no se
tomó tiempo innecesario en cambiarse.
Se sienta en el sofá y me lanza una mirada que dice, ¿y ahora qué?
Allie se da cuenta y voltea a verme. —¿Qué está pasando? —Su tono es
cauteloso.
Paso los dedos por mi cabello y suspiro. —Necesitamos saber quién te
atacó hoy.
Comienza a levantarse, pero la jalo de nuevo a mi lado. —Ya basta de
huir. Alguien te lastimó y queremos saber quién fue.
—¿Por qué te importa? —me dice enojada.
¿Está hablando en serio? —Me importa porque eres mi…
—No soy nada tuyo.
Apretando mi quijada, tomo su cara y la obligo a verme. —Ya hemos
hablado de esto. Eres mía. Mi chica. ¿Entendiste? —Traga saliva
fuertemente pero no responde—. Cualquiera que se meta contigo se las verá
conmigo.
—Con nosotros, —Dom corrige y voltea de golpe su cabeza hacia él.
—¿Por qué?
Abro mi boca para hablar pero me interrumpe. —Y sí, lo entiendo. Eres
un imbécil posesivo. Soy tuya hasta que decidas que ya no lo soy. Lo sé.
Pero ya hemos hablado de esto también, —señala el espacio entre nosotros,
un pequeño ceño fruncido en su rostro—, y ambos estuvimos de acuerdo
que es solo por diversión. Estamos pasando el rato. No necesitas actuar
como un alfa protector conmigo. Puedo cuidarme sola.
Silencio.
Nadie dice nada mientras miro con furia sus ojos café oscuros,
pretendiendo que no me molesta ni un poco escucharla decir que lo que sea
que hay entre nosotros no tiene ninguna maldita importancia. Como dijo,
solo estamos pasando el rato. No voy a enamorarme de una chica que
apenas conozco y que claramente no siente nada por mí. Bien
Suelto su quijada antes de lastimarla más y volteo mis ojos
exageradamente. —Deja de deducir cosas, vainilla. Si no puedo proteger lo
que es mío entonces cómo puedo esperar que me tomen en serio. Tengo una
reputación que mantener.
Emilio abre la boca para decir algo pero le lanzo una mirada fulminante,
callándolo.
Allie frunce el ceño mientras considera mis palabras con un suspiro. —
Puedo manejar esto sola.
—Claro. Porque ya has hecho un gran trabajo.
—¿Puedes dejar el tema?
Los tres sacudimos nuestras cabezas.
—Vamos a enterarnos de alguna forma u otra. ¿Por qué te empeñas en
enfrentar esto sola? —Dominique presiona.
—Porque puedo hacerlo. Es cosa de chicas pesadas. Están exagerando.
Solo porque tres chicas decidieron…
—¿Tres? —Emilio pregunta y los ojos de Allie se agrandan, dándose
cuenta de su error. —¿Nombres, Alejandra? —la presiona.
—Ni siquiera sé todos sus nombres —murmura, doblando sus brazos
sobre su pecho como una niña berrinchuda que no se está saliendo con la
suya.
—Tal vez no, pero al menos sabes uno, ¿me equivoco?
Me ve molesta y sonrío.
—Tal vez.
Volteo a ver a Emilio y Dom.
—¿Nos dan un minuto a solas? —Asienten con la cabeza y entran a la
casa. Una vez que se fueron, volteo a Allie hacia mí, acercándola hasta que
su pecho está presionado contra mi lado. Rozo mi pulgar sobre su
mandíbula antes de pasarlo por su labio inferior—. ¿Quién te hizo esto?
Sus ojos me ruegan que lo olvide, así que cambio de táctica y golpeo
mis labios contra los suyos. Me besa inmediatamente mientras la acomodo
sobre mi regazo, sus piernas alrededor de mi cintura. Se frota sobre mí y mi
pene se endurece dentro de mis pantalones al instante. Devoro su boca,
junto con sus suaves gemidos. Cuando finalmente dejo de besarla, coloco
mi frente contra la suya, nuestros pechos agitados, sus manos pequeñas
aferradas a la tela de mi camiseta. —¿Quién? —Intento de nuevo,
capturando su boca una vez más y después alejándome—. Dímelo, Allie.
Gruñe, persiguiendo mis labios pero se los niego, dejando un camino de
besos en la columna de su cuello en su lugar. —¿Allie? —raspo mis dientes
contra su piel y se estremece en mis brazos—. Vamos, nena. Un nombre.
Dime quien te hizo esto y te ayudaré a olvidarte de todo.
—Silvia, —me dice.
Sonrío triunfante antes de agarrar su trasero. Me levanto, envolviendo
sus piernas alrededor de mi cintura mientras me dirijo hacia la puerta,
golpeando con la mano el interruptor del garaje para darnos algo de
privacidad. Dom y Emilio sabrán que estamos haciendo una vez que
escuchen el sonido de la puerta cerrándose y se asegurarán de que no nos
interrumpan.
VEINTITRÉS

Está irritándome. Han pasado algunos días desde el incidente en el baño y


uno de los Diablos siempre está a mi lado. Sé que lo hacen para protegerme,
pero se está volviendo molesto. No puedo ni siquiera ir al baño sin que uno
de ellos trate de entrar conmigo. La primera vez que fui a hacer pipí tuve
que empujar a Emilio con fuerza fuera del baño y eso fue solo hasta
después de que entró y corrió a todos los demás asegurándose de que
estuviera despejado.
Menos mal que no estaba preocupada por mi reputación antes en esta
escuela, porque un chico despejando un baño a la fuerza usualmente
significaba una cosa.
Incluso Aaron ha sido extra atento y se queda a mi lado hasta que ve a
uno de los Diablos, y después es como un intercambio. No sé si de alguna
forma han discutido a fondo los detalles de mi cuidado o si es cosa de
chicos, pero estoy lista para que termine. Lo único bueno de todo esto es
que de alguna manera he logrado hacer una amiga. A Roman le gusta que
me quede a sus prácticas hasta que pueda llevarme a mi casa y como no es
como si tuviera algo mejor que hacer, estuve de acuerdo.
Kasey Henderson terminó haciéndome compañía el primer día y nos
caímos bien. He logrado convencerla de que se quede dos veces más y me
he dado cuenta de que es agradable tener una amiga. Me hace extrañar a
Adriana aún más, pero esa no es una amistad que tenga alguna oportunidad
de recuperar.
El gran juego es hoy y es todo de lo que hablan los chicos.
—¿Aún vendrás a apoyarnos, verdad? —pregunta Emilio, aventándome
una papa frita.
Asiento con la cabeza y tomo mi asiento a un lado de Roman en la mesa
de la cafetería. Me jala más cerca y apoyo mi cabeza en su hombro,
sintiéndome más cansada que de costumbre. Hurgo en mi comida, no
haciendo un esfuerzo real por comer antes de empujar mi bandeja hacia
Dominique quien ya se terminó la suya.
—Toma, necesitas energía para el gran juego.
Sonríe y agarra mi hamburguesa, comiéndosela toda en cuatro
mordidas. No me molesto en ocultar mi risa. Dom es prácticamente un
triturador de basura cuando se trata de comida. Todos lo son.
Sé que debería intentar comer un poco de mi almuerzo, pero la idea
hace que se me tuerza el estómago. He perdido más peso y mi ropa está
comenzando a quedarme grande. Entre la falta de apetito y el hábito que he
tomado de correr, estoy adelgazando. Aún tengo curvas pero he perdido un
poco de la suavidad alrededor de mi estómago y mis muslos, no es que me
queje.
—¿Por qué no estás comiendo? —me pregunta Roman,
sorprendiéndome.
Salvándome de tener que responder, Kasey escoge ese momento para
sentarse a mi lado, dejando caer su bandeja ruidosamente sobre la mesa.
—Ugh, puedes creerlo —prácticamente gruñe.
Levanto mi cabeza, lanzándole una mirada curiosa.
Voltea sus ojos.
—Sarah. Está sobre Aaron y es asqueroso. No la soporto.
Miro a través de la cafetería y veo a Sarah parada detrás de Aaron quien
está sentado en una mesa. Sus brazos están alrededor de su cuello, sus
pechos presionados contra su espalda. —¿Supongo que no eres su mayor
fan?
Sus labios hacen una mueca de desagrado. —Definitivamente no. Es
una perra y solo está sobre Aaron porque piensa que eso lo pondrá celoso.
—Apunta con su dedo hacia Emilio antes de meterse una papa frita a la
boca, aun viendo con enojo hacia donde está su hermano.
—¿A mí? —Emilio rezonga, con sus ojos abiertos y una expresión de
horror en su rostro. —No quiero nada con ella.
Levanto mi botella de agua para tomar un sorbo mientras Kasey se ríe.
—Dormiste con ella el fin de semana pasado. Es mi vecina. Claramente vi
tu caminata de la vergüenza la mañana siguiente. —Me ahogo con el agua y
Roman me da unas palmadas en la espalda unas cuantas veces antes de que
deje de toser.
—¿Te acostaste con esa piraña? —le pregunto.
Emilio ve con enojo a Kasey, señalándola de vuelta con su dedo. —Eso
no estuvo bien, bebé Henderson.
—Que asco. No me digas así.
—Espera un momento. ¿Te acostaste con Sarah Draven? —le pregunto
de nuevo.
Emilio suspira y Roman intenta no reírse. —Lo que la bebé Henderson
no dijo es que hubo una fiesta. Estaba borracho. Esa loca se aprovechó de
mí.
Me rio. —Claaaaro.
—Oye, al menos aprendo de mis errores. Tú aún te estás acostando con
este imbécil.
Roman le lanza una mirada enojada y Kasey se ríe. Le doy a Roman un
besito en la mejilla y su mirada instantáneamente se suaviza.
—A mí me gusta este imbécil —le digo y todos los demás en la mesa
hacen sonidos de náuseas.
Volteo mis ojos y robo una papa frita de la bandeja de Kasey solo para
lanzársela a Emilio quien de alguna forma logra atraparla en su boca.
—Así que, ¿el juego? —Emilio dice, tratando de quitar la atención de él
—. ¿Con quién irás? Por qué no puedes llegar sola.
Volteo mis ojos pero noto el ceño fruncido de Roman. Supongo que no
había considerado eso.
—Estaré bien. No ha pasado nada desde el incidente en el baño y nada
más va a pasar. Ustedes tres enloquecieron contra Silvia y me ha estado
evitando desde entonces. —Todos voltean a ver donde está sentada, sola en
la esquina más lejana hurgando en su comida con una mirada miserable en
su rostro.
Los tres tienen sonrisas arrogantes en sus rostros. Tan pronto como
Roman se enteró que Silvia estaba detrás del ataque, se volvió un
cavernícola y habló con todos los chicos del equipo de fútbol americano
para asegurarse de que su estatus de marginada se mantuviera. Es una paria
social ahora. Casi me siento mal. Sus propias amigas la han abandonado y
todos en la escuela pretenden que no existe. Las personas la empujan sin
pestañear. Noté en el segundo periodo que incluso nuestro profesor la
ignora. No tengo idea de cómo los Diablos lograron eso pero lo hicieron.
—De ninguna manera, —Roman sacude su cabeza—. No puedes ir sola.
Los tres estaremos en el campo. No podremos protegerte.
—No necesito protección…
—Puedo ir contigo —dice Kasey. Todos voltean a verla.
—¿Estás segura? —le pregunto—. Odias el fútbol americano.
Lo sé porque se ha quejado al menos en cuatro ocasiones acerca de lo
aburrido que es y lo estúpido que es que la escuela trate a los jugadores
como si fueran dioses. A Kasey no le agradan los atletas en general, lo cual
ha hecho su pequeña adición a nuestro grupo muy interesante, por no decir
otra cosa.
—Sí, estoy segura. Me gusta pasar tiempo contigo. Además —la
comisura de su boca se levanta en una sonrisita mientras voltea su atención
hacia Dominique—, así puedo verlo lanzar una intercepción y molestarlo al
respecto.
Dom la mira furioso y todos en la mesa nos reímos a carcajadas.
—Eso no va a pasar —asegura.
No sé qué está pasando entre esos dos. Seguramente no es nada porque
Dom cumplirá dieciocho en unos pocos meses y Kasey es solamente una
estudiante de primer año, pero parece decidida a molestarlo en cada
oportunidad que tenga, a pesar del hecho de que él usualmente la ignora.
La campana suena indicando el fin del almuerzo y salimos de la
cafetería. Roman me detiene justo afuera de mi clase del tercer periodo y
me da un beso largo que me deja sin aliento.
—No llegues tarde esta noche —me dice, mordiendo mi labio inferior.
—¿De repente estás preocupado que no me presente? —le pregunto,
tocando mi brazalete.
Sonríe. —Nah, sé que estarás ahí, pero nunca está de más tener una
promesa tranquilizadora.
Me quito mi brazalete y tomo su mano con la mía, colocándolo en su
muñeca.
—Considera esto mi promesa. Esto es importante para mí. Puedes
regresármelo después del juego.
Me besa larga y profundamente, dejándome sin aliento antes de caminar
de espaldas hacia su propia clase.
—Hasta luego, nena.
VEIN TICUATRO

La noche del viernes llegó demasiado rápido. Estoy sentado en los


vestidores y apenas puedo escuchar lo que el entrenador está diciendo
mientras da su pequeño discurso motivacional antes de que salgamos al
campo. Aprieto mis agujetas, mi mirada encontrándose con la de Dom.
Asentimos con la cabeza, ambos listos para dejarlo todo en el campo. Esta
noche es importante. Si ganamos, será pan comido desde ahora. El
entrenador continúa diciendo y diciendo acerca de lo orgulloso que está de
cada uno de nosotros. Como hemos jugado una temporada increíble. Y
después nos grita que no lo echemos a perder.
Emilio me da un codazo en las costillas, con una sonrisa en su rostro
mientras chupa una palerindas, una paleta sabor tamarindo, es su ritual
antes del partido. Personalmente, no soporto esas cosas, pero Emilio es
adicto a ellas y siempre tiene algunas en su bolso.
Reboto mi rodilla, esperando a que el entrenador se apresure para que
podamos salir al campo. Esta noche, los Diablos jugarán contra los Santos y
estoy determinado a mandar a esos cabrones al infierno.
Las luces del estadio iluminan el campo y a cientos de personas en las
bancas mientras troto a lado de mi equipo. Observo a la multitud, no viendo
a Allie aún, pero sé que estará aquí. Los asientos están llenos, todos los que
apoyan al equipo local están vestidos de rojo y negro con cuernos de diablo
en sus cabezas.
Me aseguro de que el brazalete de Allie esté acomodado bajo mi guante
antes de seguir a los otros chicos al centro del campo. Dom es nuestro
capitán y el mariscal de campo y todas las miradas están sobre él mientras
nos agrupamos y discutimos los detalles de nuestra primera jugada.
Estoy jodidamente emocionado y brincando sobre mis pies, listo para
dejar la defensa de los Santos en una nube de polvo. Una última mirada
hacia las bancas muestra que Allie aún no está aquí, pero sacudo mi
irritación tan pronto como veo a mi papá en las gradas. Inflo mi pecho y
cuando Dom ordena la jugada y retrocede, me marcho. Corro hacia la
derecha, antes de voltear para atrapar el balón que sé que viene justo hacia
mí. Mis manos conectan con las agujetas y me aferro al maldito como si mi
vida dependiera de ello antes de correr directo a la zona de anotación.
Me taclean a veinte yardas de la zona de anotación, pero sigo sonriendo
porque ganamos mucho más terreno en la primera jugada de lo que
deberíamos. Parece que los Santos van a tener un mal día.
Es el final del segundo cuarto y vamos arriba por siete. El estadio está
lleno, haciendo más difícil encontrar a mi chica, pero mientras tomo mi
asiento en la banca, Dominique apunta hacia la hermana menor de
Henderson.
—La bebé Henderson está aquí. Eso significa que Allie también está.
Asiento con la cabeza, escaneando la multitud buscando su cabello café.
El asiento a un lado de Kasey está vacío. ¿Tal vez Allie fue al baño? Esa
idea me tiene apretando mis manos en puños.
—Sí, pero, ¿puedes verla?
Mira y sacude su cabeza. —No.
—Yo tampoco. Lo que significa que está sola en alguna parte de este
lugar abarrotado.
—¿Tal vez solo fue por una soda?
—No me importa si fue a cagar. Sabe el trato. No se supone que vaya
sola a ningún lugar de esta escuela.
Asiente con la cabeza, con el ceño fruncido en su rostro dejándome
saber que no le gusta esto más que a mí, pero no hay nada que podamos
hacer desde el campo. El entrenador nos llama de vuelta al vestidor para
nuestro discurso del medio tiempo y no tengo otra opción más que seguir al
resto de los chicos.
Cuando regresamos para el inicio del tercero, el asiento a lado de Kasey
sigue vacío. Preocupación me invade, seguido por enojo cuando veo a mi
papá levantándose de las gradas, con su teléfono en el oído porque claro
que no puede dejar el trabajo en la oficina.
Estoy siguiendo sus movimientos mientras se aleja a través de la puerta
de la entrada y no escucho las palabras de Dom al momento de ordenar la
jugada antes de que se retire. Mierda. Salgo corriendo, esperando que me
dirija en la dirección correcta. Cuando Dom lanza el balón, me doy cuenta
de que estoy demasiado lejos y tengo que acelerar para poder llegar al punto
donde caerá el balón. Mis dedos rozan el balón, pero fallo la atrapada.
Afortunadamente, uno de mis compañeros de equipo está lo
suficientemente cerca para recuperarla. Pateo el suelo, sacando un pedazo
de césped mientras maldigo y me dirijo a la línea de inicio.
El resto del juego es similar, pero no soy el único afectado ahora. Es
como si todo se hubiera ido a la mierda en la segunda mitad. Dom lanza una
intercepción y fallamos dos goles de campo que debimos haber acertado sin
problemas. Emilio deja escabullirse a dos corredores, permitiéndoles a los
Santos anotar. Aún estamos a la cabeza pero estamos llegando al final y si
no anotamos, hay una gran posibilidad de que los Santos lo hagan en su
siguiente jugada y perdamos. No queda suficiente tiempo en el reloj.
Necesito anotar.
Conozco la jugada. He hecho esta maniobra un millón de veces, así que
me concentro en mi respiración, estrechando mi campo visual mientras veo
hacia donde necesito estar y como llegar ahí tan rápido como sea posible.
Mi papá nunca regresó y todavía no he visto a mi chica. Enfocando toda mi
ira y frustración en nuestra última jugada, corro hacia el campo, adrenalina
corriendo por mis venas. Mis manos encuentran el balón y después estoy
corriendo a través del campo, corriendo a lo largo del límite.
Dos jugadores me pisan los talones y no tengo a nadie de mi equipo
cerca para ayudarme. Uno de los idiotas, el número once, está
alcanzándome, pero con el balón asegurado bajo mi brazo derecho, empujo
con mi brazo izquierdo, aventándolo y después ¡ANOTACIÓN!
Mi equipo me alcanza. Cascos chocan contra el mío y puños golpean mi
hombro. Hay menos de dos minutos en el reloj y el otro equipo no tiene
ningún tiempo fuera. Celebro con mi equipo. Ganamos. Dejaremos correr el
reloj, pero mi trabajo aquí está hecho.
Estoy volando alto y sonriendo como un idiota hasta que volteo a ver las
gradas.
Kasey no está en ninguna parte, y tampoco Allie.
Mi sonrisa se endurece. Y volteo de vuelta hacia los chicos, chocando
esos cinco y aceptando sus gritos de felicitación, todo mientras pienso,
¿Dónde carajos está?
VEINTICINCO

Voy retrasada para el juego. Kasey iba a reunirse conmigo en mi casa e


íbamos a conducir juntas al partido, pero algo surgió con su tía, así que me
mandó un mensaje de texto dejándome saber que tendría que verme en la
escuela.
Pido un Uber y me toca la abuela más anciana en la historia de los
conductores de Uber quien conduce a cinco millas por hora debajo del
límite de velocidad durante todo el camino, pero llego justo cuando el
primer cuarto termina y me dirijo a las gradas donde Kasey me dijo que
estaría.
—Hey. Lamento llegar tarde. —Reclamo el asiento vacío a su lado.
—Demonios, Allie. Te ves muy bien —me dice, viendo mi estómago
pintado. Me sonrojo. No lo planeé, pero sabía que algunas de las chicas se
pintaban el número de sus novios o jugador favorito en su estómago, así
que me pinté el de Roman, un número cuatro, y un pequeño diablo rojo en
mi abdomen.
—Gracias. ¿Crees que le gustará?
Sus cejas se mueven de arriba a abajo. —Creo que le encantará. —
Sonríe y después me guiña el ojo—. Además, no me odies, pero puede que
tenga que irme temprano.
Oh. Veo a mí alrededor, dándome cuenta al instante de que no tengo a
nadie más con quien pueda pasar el rato aquí si se va, pero les prometí a los
chicos que estaría aquí así que no puedo irme.
—Mi tía esta corta de personal en el restaurante, —me dice.
—No suelo trabajar ahí, pero está en un aprieto. Por eso se me hizo
tarde. Después de clases, cubrí a una de las chicas que no se presentó.
Puedo quedarme para la mayoría del juego, pero necesito irme antes del
final del cuarto tiempo para que pueda llegar antes de que la multitud venga
después del juego.
—Oh. Eso está bien. —Es grandioso, de hecho. No estaré sola durante
todo el partido. Solo por una parte del cuarto tiempo. No es gran cosa.
Veo hacia el campo y encuentro a Roman al instante, el número cuatro.
Mi corazón se acelera y lo veo correr a través del campo, anotando para los
Diablos de Sun Valley. Todo el estadio celebra, incluyéndome. Salto de
arriba a abajo como una tonta gritando su nombre con la esperanza de que
me vea.
—Oh, toma. Traje esto para nosotras para hacer este juego más
interesante. —Kasey abre su bolsa para mostrarme las mini botellas de
alcohol escondidas dentro de ella.
—¿Metiste alcohol al partido de la escuela a escondidas?
Sonríe. —¿De qué otra manera se supone que iba a soportar este juego?
—Saca dos y me da una. Una mini botella de ron Malibu. Volteo mis ojos
pero la acepto—. Por Dominique, por haber lanzado una intercepción.
—No puedo brindar por eso.
Se encoge de hombros. —Yo sí puedo. Puedes brindar por Roman
anotando el gol ganador.
Me río pero lo acepto.
—Muy bien. Brindaré por eso. —Abriendo la tapa, tomo un trago,
tomándome la mitad del ron en un solo sorbo antes de guardar la botella en
mi bolsillo.
—Eso sabe horrible —le digo.
—Lo sé, pero fue lo único que pude encontrar en tan poco tiempo.
Aaron esconde un par de estas en el último cajón de su cajonera.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo reviso y reconozco el número de
Julio en la pantalla y sonrío.
—¿Hola?
—Hey —sus palabras son difíciles de escuchar a través de los ruidos
estruendosos de la multitud.
—Dame un segundo para ir a un lugar más tranquilo —grito en el
teléfono. —Ahora regreso. Necesito tomar esta llamada—, le digo a Kasey.
Me despide con su mano, su atención enfocada en su propio teléfono
mientras sus dedos vuelan sobre el teclado. Levantándome, me abro camino
entre los asientos, pasando entre las gradas y caminando hacia la puerta del
estacionamiento.
El espectáculo de medio tiempo está empezando y todos están de pie
bailando al ritmo de la canción que el grupo de porristas tienen puesta.
—Disculpe. Lo siento. —Paso por un grupo de padres y finalmente
logro salir de la entrada. Sigue ruidoso aquí afuera pero el nivel de ruido no
es ensordecedor.
—Lamento eso. ¿Cómo estás? —le pregunto mientras camino más
adentro del lote oscurecido hacia la esquina de la escuela. Las luces apenas
iluminan el espacio, pero es difícil escuchar a Julio sobre la multitud así que
me resigno a una llamada en la oscuridad.
—Estoy bien. Ahora, cuéntame acerca de este chico con el que me
mencionaste estas saliendo.
Me río, escuchando el tono protector en su voz. —Calma esas vibras de
hermano mayor. Nada serio está pasando.
Se ríe. —Allie, no sales con chicos. Ryker fue la excepción y ya
sabemos cómo acabó eso.
Me quejo. —Por favor no me lo recuerdes—. Si pudiera olvidar que
alguna vez estuve con Ryker, eso sería genial.
—Hablo en serio. ¿Es bueno contigo?
Una sonrisa se esparce sobre mi rostro mientras pienso en Roman. Se
porta como un imbécil con todos en la escuela, pero en los pequeños lapsos
de tiempo que tenemos a solas, es diferente. Es arrogante y posesivo pero
también es amable, atento y sorprendentemente gracioso. Tan solo de
pensar en la semana que pasamos juntos es suficiente para tener mariposas
en el estómago.
—Sí, Julio. Sí lo es. No sé qué es lo que tiene… —mi voz se desvanece
y entrecierro mis ojos en la oscuridad mientras observo a dos hombres a
diez yardas de distancia. No están haciendo nada, solo están parados ahí
observándome, pero aun así...se me eriza la piel.
—¿Sigues ahí? —me pregunta Julio.
—S...sí. Sigo aquí. Lo siento, umm, ¿qué estaba diciendo? —le doy la
espalda a los hombres y me dirijo de vuelta al otro lado del
estacionamiento, finalmente dándome cuenta que me he alejado demasiado
de la seguridad de la multitud. Todo se ve diferente ahora. Más oscuro, más
siniestro. Mi corazón se acelera en mi pecho y apenas puedo entender las
palabras de Julio mientras el pánico me invade.
Observo alrededor del lote y veo a Silvia al otro lado del
estacionamiento, pero de ninguna manera iré con ella por seguridad. No soy
tan estúpida. Sin embargo, no veo a nadie más cerca. Me atrevo a ver detrás
de mí sobre mi hombro y justo cuando me volteo, me arrebatan mi teléfono
de los dedos. Cuelgan la llamada y avientan mi teléfono al suelo.
—¡Oye!
El hombre que me lo arrebató me agarra de la garganta y me empuja
contra la pared de ladrillo de la escuela. Mi cabeza golpea la superficie dura
y mi visión se nubla, un grito ahogado sale de mis labios.
—¿Es ella? —Otra voz pregunta.
Un gruñido. —Sí. Es ella.
El hombre sosteniendo mi garganta me da la vuelta, un brazo me agarra
debajo del pecho, clavando mis brazos a mis lados mientras el otro me
agarra la garganta. Me empuja hacia adelante.
—Vamos, la llevaremos ahí.
Trato de gritar, pero solo logro sacar un jadeo. Veo a Silvia de nuevo. Su
cara está volteada en la dirección opuesta de donde estoy y ruego
silenciosamente que voltee a verme. Que vea lo que está pasando ahora.
Pero nunca voltea, su mirada está en algo o alguien más.
Trato de gritar de nuevo, de gritar su nombre pero ningún sonido sale.
Mi cabeza me está matando y me retuerzo contra su agarre pero me tiene
apretada completamente. Mi visión se aclara y puedo ver que me está
llevando más allá del estacionamiento a un área más remota a donde las
luces no llegan. Se me hace un nudo en la garganta.
Lucho con más fuerza, pateando con mis piernas, y cuando eso no
funciona dejo caer mi peso, pero ni aun así me suelta.
—La chica da pelea —el segundo hombre dice. Me retuerzo para verlo,
pero lo único que logro ver es una sombra oscura.
El hombre agarrándome gruñe y su agarre en mi garganta se aprieta al
punto que sé me dejara un moretón. Puntos de luz se forman en mi visión y
trato de quitar sus dedos, desesperada por aire.
—Solo significa que será más divertido. —Su aliento cálido golpea el
lado de mi cuello y trato de retroceder. ¿A qué se refiere con más divertido?
¿Qué planean hacer conmigo?
Lagrimas recorren mis mejillas, pero no renuncio a mi destino. Aún no.
Trato de patearlo de nuevo y esta vez logro golpearlo en la rodilla.
El hombre sosteniéndome maldice y la mano alrededor de mi garganta
se afloja lo suficiente para finalmente poder respirar profundamente.
Aprovecho la oportunidad y grito con todas mis fuerzas.
—¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude!
El puño sale de la nada. Un golpe en mi mejilla que me deja
tambaleando.
—Perra estúpida. —Me suelta y me estrello contra el suelo, mis manos
sintiendo el césped fresco. Me ahogo con un sollozo y levanto mi mano
para tocar mi mejilla.
Los hombres no me dan tiempo de recuperarme. Me empujan la cara
contra el fresco y húmedo césped, mi mejilla lastimada presionada
fuertemente contra el suelo. Grito de nuevo pero me calla cuando su mano
me cubre la boca.
—Vas a portarte bien y estarás callada si quieres salir de aquí con vida
—me escupe. La amenaza en su voz se encarna en mis huesos, dejándome
inmóvil.
—Por favor…
—Eso es. Suplica.
Trato de sacudir mi cabeza, pero no puedo moverme. Su peso me tiene
atrapada.
—Por favor. —Sollozo.
—No lo hagas.
Suelta mi garganta y se inclina hacia atrás. Sus piernas se extienden a
ambos lados de las mías y su otra mano se mete debajo de mí para
desabrochar el botón de mi pantalón. «Esto no puede estar sucediendo.»
Lucho contra su agarre, retorciéndome y pateando, pero es mucho más
grande que yo. Mi lucha no sirve de nada. Decidiendo que no tengo otra
opción, grito de nuevo.
—Ayuda. Algu…
¡Crack!
Agarra la parte de atrás de mi cabeza y golpea mi cara contra el suelo.
Fuerte. Dolor me recorre y terror puro me destroza desde adentro.
—No te lo voy a repetir. Cierra la maldita boca —gruñe justo antes de
jalar mi pantalón y mi ropa interior, exponiendo mi trasero desnudo al aire
frío.
Pánico hace que se cierre mi garganta, pero logro decir, —¿Por qué
están haciendo esto? —en un sollozo ahogado. Mi cabeza me está matando
y mi visión se está oscureciendo, pero lucho por mantenerme despierta y
atenta. No puedo desmayarme. Me rehúso a desmayarme y quedar a su
merced.
El otro hombre se ríe al lado nuestro.
—Este es un mensaje para tu papi querido. —Se me congela la sangre
—. Queremos asegurarnos que sepa que cuando jode con lo que es nuestro,
nosotros joderemos con lo que es suyo.
«¿Qué?»
Me cuesta trabajo comprender lo que me está diciendo, pero tan pronto
como siento al otro hombre apoyarse contra mi trasero desnudo, mi mente
se pone en blanco.
«No. No. No.»
Una mano me inmoviliza, la otra está al lado de mi cara mientras se
apoya en mí. Escucho el sonido de una envoltura siendo abierta seguido de
más risas.
Lágrimas se forman en las esquinas de mis ojos y se me dificulta
respirar por el intenso dolor en mi pecho. Esto no está sucediendo.
«Esto no está sucediendo.»
Repito las palabras una y otra vez en mi mente, pero eso no las vuelve
realidad.
Una invasión aguda hace que mi estómago se revuelva. Lanzo un grito
sofocado y sin darme cuenta siquiera de lo que estoy diciendo, le suplico
que se detenga. Que me deje ir. Le prometo todo lo que se me ocurre si solo
me deja ir. No lo hace. Pelear no hace más que volverlo más brusco. Me
agarra más fuerte, sus manos lastimándome mientras me toma de la cadera
y me penetra a la fuerza. El otro hombre presiona su bota contra el lado de
mi cara, deteniéndome.
Mi respiración es agitada. Se mueve detrás de mí, gruñendo como un
animal y vómito amenaza con subir por mi garganta.
Todo me duele. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras obligo la bilis a
bajar. Enfoco mi mirada en su mano y obligo a mi mente a pensar en otra
cosa, cualquier cosa.
La luna llena ilumina su mano bronceada. Las callosidades en el
costado de su pulgar. Tiene las uñas cortas con tierra bajo cada una de ellas.
Me concentro en las cicatrices que cubren la parte de arriba de su mano. En
las arrugas. Me obligo a contar cada folículo de cabello.
El tiempo pasa. Sigo contando. Continúo siguiendo las líneas en su
mano, ignorando los sonidos que está haciendo. Y entonces se detiene.
Sollozo de alivio cuando su peso se levanta de mí hasta que dice, —Ni se te
ocurra moverte.
No lo hago. Me mantengo acostada en el piso, mi respiración agitada y
mi mejilla presionada contra el césped de la escuela. Necesito moverme.
Necesito correr y escapar pero mis piernas no me responden. Estoy
ahogándome en la realización de que acabo de ser...
Después el segundo hombre se me acerca.
«No.» La palabra suena en mi mente antes de que un sonido crudo y
bestial sale de mí. Se monta sobre mí como lo hizo el hombre antes que él y
estoy sacudiendo mi cabeza mientras otro sollozo se atora en mi garganta,
pero cuando está por agarrarme, una voz se oye a la distancia.
Un hombre.
Su voz se acerca. No puedo escuchar lo que está diciendo, pero sus
palabras se vuelven más fuertes mientras se acerca.
—Ayuda, —trato de gritar, pero mis palabras son apenas un susurro. Mi
garganta adolorida y desgastada de tanto llorar.
—Cierra la boca. —El hombre detrás de mí dice con un gruñido.
—¿Crees que nos vio? —le pregunta al otro tipo. Muevo mi cabeza, sin
poder ver sus caras. Ambos se ven solo como sombras en la oscuridad. Una
fuerte presencia de la que estoy desesperada por escapar. No puedo pasar
por esto otra vez. No me importa si me matan. No puedo…
—¡Ayuda! —Esta vez mis palabras son más fuertes.
Los dos hombres maldicen y el que está detrás de mí se levanta, usando
mi espalda para apoyarse. Gimo por su peso, mi espalda protestando por sus
movimientos.
—Necesitamos largarnos, —dice.
—¡Hey! ¡Alto ahí!
El desconocido grita y los dos hombres maldicen. Pasos golpean el
pavimento hacia mí. No sé qué tan lejos está de mí y un rayo de esperanza
me invade. Me muevo para levantarme cuando uno de los hombres me
agarra el cabello y jala mi cabeza hacia atrás, lastimándome y más lágrimas
se forman en mis ojos.
Grito.
—Asegúrate de entregar nuestro mensaje. Si Ulrich vuelve a arruinar
uno de nuestros tratos otra vez, estaremos más que felices de hacerte otra
visita —dice el hombre antes de arrojarme bruscamente contra el suelo.
Corren en la dirección opuesta justo cuando otro hombre corre a mi
lado.
—Demonios. —Maldice y trata de tocarme, pero me alejo—. No voy a
lastimarte. Trabajo para la policía de Sun Valley. Todo va a estar bien.
Se quita su chaqueta y la coloca sobre mi piel expuesta antes de abrir la
tapa de su teléfono móvil.
—Necesito una ambulancia en la preparatoria Sun Valley. Agresión
sexual. Sí.
Me envuelvo con su abrigo mientras me cuesta trabajo levantar mi
pantalón. Mis dedos están tiesos y mis manos temblorosas, haciéndolo casi
imposible. Cuando finalmente los subo, me ruedo de espaldas
cuidadosamente. El cielo de la noche oscura me saluda.
Trago saliva fuertemente y el hombre se coloca en mi campo de visión.
Sigue con su teléfono en su oído. Dice algo pero no puedo escucharlo. La
oscuridad me invade y esta vez, le doy la bienvenida.
VEINTISÉIS

Janessa irrumpe en mi habitación del hospital con un aire de no te metas


conmigo y por una extraña razón, me relajo.
Mira a la enfermera que está llenando mi papeleo de admisión y le
pregunta, —¿Nos permites un momento? A solas.
La enfermera me da una mirada de simpatía y asiente con la cabeza
antes de decirme, —Te daré unos minutos con tu mamá y después volveré y
comenzaremos. ¿Está bien, Allie?
Asiento con la cabeza, sin molestarme en corregirla mientras miedo me
invade. Se refiere a que comenzaremos con el kit de violación y Dios, ni
siquiera quiero pensar en todo lo que involucra.
Miro mis manos, notando los moretones en mis nudillos. Las lágrimas
de sangre en mis uñas. Aspiro un suspiro estremecedor y comienzo a contar
cada moretón en mis manos y brazos. Uno. Dos. Tres. Cuatro…
Cuando estamos a solas, Janessa jala una silla más cerca de mí.
Cinco. Seis…
Tomando asiento, se estira para tomar mis manos, me tenso y me alejo.
Asiente con la cabeza para sí misma y respira profundamente.
Mantengo los ojos fijos en mis manos. Sé lo que va a decirme.
—Tu padre no pudo…
—Lo sé —murmuro, no necesito que termine el enunciado. Gerald está
en una junta importante. No puede librarse de ella. Lo he escuchado todo
antes. No debería haber esperado algo diferente.
¿Así que por qué tengo mi estómago hecho nudos?
Retiro una lágrima de mi rostro.
Soy su hija. Se supone que deben importarte tus hijos, ¿cierto? Cuando
tu hija es atacada se supone que debes estar ahí para ella. Mi mamá hubiera
estado aquí. Hubiera sostenido mi mano y acariciado mi cabello. Me
hubiera dicho que llorara. Que todo iba a estar bien. Y me hubiera
abrazado.
Pero nada de esto va a estar bien. Yo no voy a estar bien.
Otra lágrima se me escapa y la retiro furiosamente también. Mi mamá
no está aquí así que no puedo llorar. Nadie me abrazará. Nadie me
prometerá que lograré superar esto. No puedo romperme porque no habrá
nadie que me ayude a juntar las piezas.
Janessa exhala. Es un sonido de resignación. —Lamento que te pasara
esto, Allie. Lo lamento tanto.
Me quedo sentada. ¿Qué se supone que le diga? ¿Se supone que la
consuele porque se siente mal por mí? ¿Se supone que le diga que también
lamento lo que me pasó? ¿Debería decirle lo furiosa que estoy conmigo
misma por estar ahí en primer lugar? Que sabía mejor. Que no debería…
Interrumpe mis pensamientos con una pregunta. —¿Sabes quién te hizo
esto?
Sacudo mi cabeza mientras un sabor amargo cubre mi lengua. Y lo peor.
Ese bastardo me hizo esto y ni siquiera sé quién es. No me conocía. No nos
habíamos conocido antes y aun así me hizo esto.
—¿Viste su cara?
—No —lloro y sacudo mi cabeza fuertemente. Ignoro la sensación de
mareo que me golpea con el movimiento y trato de resistir la bilis en mi
garganta. Las enfermeras piensan que tengo una contusión. Me causó una
cuando golpeó mi cabeza contra la pared de ladrillo de la escuela. Y eso es
lo de menos.
—¿Recuerdas algo que pueda identificarlo en una alineación de
sospechosos?
Agacho mi cabeza de nuevo. Todo lo que recuerdo es su voz. Sus
palabras. Cómo se sentía su cuerpo contra el mío. El dolor de tenerlo dentro
de mí. Y su mano. Recuerdo su mano. La miré mientras él...no. No quiero
revivirlo. No quiero recordar.
Alejo los recuerdos lo más que pueda y los encierro junto con las
emociones que me rehúso a soltar en este momento.
Sacudo mi cabeza.
—¿Ya hicieron el kit de violación?
Trago saliva fuertemente y murmuro otro, —No.
Asiente con la cabeza. —¿Sabes si usó un condón?
Frunzo el ceño. ¿Por qué quiere saber eso? Mi mente regresa a ese
momento. Cuando me tiró contra el suelo y me arrancó el pantalón. Estaba
volteada de espaldas. Sostuvo mi cabeza contra el suelo. Presionando mi
mejilla en la tierra. Pero recuerdo el sonido como si estuviera abriendo una
envoltura antes de forzarse…
Mi respiración se agita y de repente Janessa está justo frente a mi cara.
—Allie. Allie. —Chasquea sus dedos frente a mí.
No puedo respirar. Me agarro la garganta, desesperada por oxígeno.
Janessa me toma de la nuca y forza mi cabeza entre mis piernas.
Lanzo un grito por el movimiento repentino, pero no lucho contra ella.
No puedo. Todavía no puedo respirar.
—Respira, cariño. Solo respira. —Me aprieta más y por dentro estoy
gritando que me suelte. Que no me toque. Pero no puedo dejar salir las
palabras. Los segundos pasan. Después minutos.
Cuando mi respiración por fin se desacelera me suelta y da un paso
atrás.
—Solo fue un ataque de pánico —me dice mientras levanto mi cabeza.
Mi visión se nubla por un momento pero después se vuelve a enfocar en
ella.
—Respira una vez más.
Hago lo que me dice y cuando ya no siento como si mis pulmones
fueran a colapsar, murmuro la respuesta a su última pregunta.
—Creo...Creo que sí. Creo que sí uso uno.
—Bien. Eso es bueno.
Saca su teléfono y sus dedos vuelan a través del teclado antes de
volverlo a guardar en su bolsa.
Después se inclina y recoge un pequeño bolso del piso que no había
notado cuando entró en la habitación.
—Toma. Te traje algo de ropa. Vamos a vestirte y te llevaré a casa.
Asiento con la cabeza, aceptando el bolso pero después me detengo.
—¿Qué pasará con…? —Señalo con mi mano sin poder decir las
palabras. Lágrimas se forman en mis ojos otra vez mientras me preparo para
lo que sé que será otra forma de violación y la vergüenza me invade.
No puedo hacerlo. Simplemente no puedo.
Me van a ver y me van a tocar. He visto las películas. Tomarán fotos.
Los doctores me verán desnuda. Estaré expuesta. No puedo. Simplemente.
No puedo.
Janessa da un paso hacia mí y me salva de entrar en pánico. —No
necesitamos preocuparnos por eso hoy.
Le doy una sonrisa a medias con lágrimas en mis ojos. —¿No tenemos?
Sacude su cabeza. —No, cariño. No tenemos.
Una sensación de alivio me recorre antes de que me dé cuenta de la
situación.
—Pero...si no lo hacemos, ¿cómo lo encontrarán? Como… —mi voz se
desvanece. Porque tienen que encontrarlo, ¿cierto? No puede salirse con la
suya. Lo volverá a hacer. ¿Qué pasa si me encuentra de nuevo? Dijo que
volvería si…
Coloca una mano tentativa en mi brazo, me tenso y me alejo de ella.
Hay una disculpa en su mirada cuando pregunta, —¿Allie, estuviste
bebiendo esta noche?
Trago más allá del nudo en mi garganta y le contesto honestamente
asintiendo con la cabeza. —Pero no estaba borracha. Ni siquiera me tomé
un trago completo—. Recuerdo que Kasey metió de contrabando unas mini
botellas de licor al juego. Me dio una. Solo tome un sorbo. Tal vez me tome
la mitad antes de recibir la llamada de Julio.
—Yo…
—Lo sé, cariño. Lo sé. Pero estabas tomando y eres menor de edad. No
sabes quién te hizo esto y como piensas que uso un condón, no habrá semen
que puedan usar para encontrarlo, si es que está en el sistema.
La miro. Aturdida. Esta ella...no. «No.»
—Eres una jovencita. Eres hermosa e inteligente y tienes toda tu vida
por delante. Pero esto, esto podría arruinarte. Esto podría arruinar a tu
padre.
Mi padre. De esto es lo que realmente se trata.
«Si Ulrich vuelve a arruinar uno de nuestros tratos otra vez, estaremos
más que felices de hacerte otra visita…»
Un pavor frio me consume. Quedará libre. Se saldrá con la suya. Por
culpa de Gerald. Por culpa de mi papá.
No. No. No. Eso no está bien. Me encontrará. Si Gerald mete la pata de
nuevo. Ni siquiera sé lo que hizo. Porque el hombre vino tras de mí. Pero sé
en lo profundo de mi corazón que lo hará de nuevo y no tengo forma de
saberlo. No tengo como protegerme porque ni siquiera sé como se ve.
Sacudo mi cabeza. No. ¡No! No puedo respirar.
Janessa me toma de las mejillas mientras las lágrimas recorren
libremente mi cara.
—Allie. Si hacemos el kit de violación esto quedará registrado. No hay
vuelta atrás. Serás interrogada. Te culparán. No está bien. Esto no fue tu
culpa. Nada de esto fue tu culpa. Necesitas entender eso. —Sus ojos se
ponen vidriosos y quiero alejarme de ella por que como se atreve a verme
de esa manera. Fui violada. Fui a la que le arrebataron algo. No ella. No
tiene derecho a actuar como si esto le doliera. Solo me duele a mí.
—Sé que estás lidiando con muchas cosas. Sé que esto es mucho para
asimilar, pero necesito que te des cuenta de cómo se ve esto en teoría.
Estabas bebiendo siendo menor de edad. Estabas vestida provocativamente.
Pienso en lo que estaba usando. Los pantalones rotos y camiseta corta
no me parecieron provocativos en el momento. Era el juego contra nuestros
mayores rivales. Todos se vistieron similar. Mi estómago estaba pintando
con un diablo rojo y un número cuatro. Era el número de Roman. Muchos
otros estudiantes habían hecho algo parecido. Pero… ¿Tenía razón? Era
demasiada piel expuesta, ¿no es así? Todo mi abdomen estaba a la vista.
«Oh por dios.»
—Cariño, incluso si encuentran a este tipo, si presentan cargos, su
abogado te va a arrastrar por el lodo. Van a manchar tu nombre. Tu
reputación. Y este trauma consumirá tu vida por seis meses o más. Tendrás
que decir enfrente de una corte llena de gente lo que pasó. Cada detalle, una
y otra vez. El abogado defensor torcerá tus palabras para culparte. Te harán
revivir lo que pasó con la esperanza de que cometas un error. Que te
equivoques en tu historia.
Limpia mis lágrimas y contengo un grito mientras considero sus
palabras porque tiene razón. Pero parece incorrecto. Él no debería estar
libre. No debería salirse con la suya.
—No encontrarán evidencia suficiente para encontrar al que te hizo
esto. Si no hubiera usado un condón, si hubiera dejado sus...sus fluidos,
podría no ser evidencia suficiente para condenarlo. No quiero eso para ti.
Me estremezco y me volteo. Contengo mis sollozos y enderezo mi
espalda, dejando que todo lo que me ha dicho llegue hasta lo más profundo
de mis huesos. «Vamos, Allie. Se fuerte. No te debilites ahora. Has pasado
por mucho. No puedes ser débil ahora.»
—Hizo esto por culpa de mi papá —le digo, porque tengo que decírselo
a alguien. Sus ojos se agrandan con sorpresa y no le doy la oportunidad de
responder.
—Cuando él… —hago una pausa antes de forzarme a decirlo—.
Después de que me violó, me dijo el por qué. Dijo que papá le echó a perder
un trato. —Me estremezco fuertemente una vez más mientras repito el
mensaje que me dio. Se queda boquiabierta.
Después saco las siguientes palabras de mi boca sin importarme que tan
herida y amargada suene. Tengo derecho a sentirme amargada.
—Pero tienes razón. No importa porque él fue inteligente y no pude
verlo. Me violaron por culpa de mi propio padre, por culpa de los negocios
de mi padre, y ni siquiera importa.
Silencio.
Me estiro para agarrar el bolso y camino hacia el baño para vestirme.
Cuando paso a su lado apenas escucho sus palabras pero están ahí,
suspendidas en el aire entre nosotras.
—Lo siento tanto, Allie.
Sí. Yo también. Pero eso no iba a cambiar nada.
Miro mi reflejo en el espejo antes de desviar la mirada mientras me
quito la ropa, tratando de contener todas mis emociones. El deseo de
bañarme es fuerte. Quiero lavarme todo su rastro de mi cuerpo. Cuando
llegué aquí la enfermera me dijo que tenía que esperar. Lo importante que
era que no me bañara o incluso lavara mis manos hasta que tuvieran
oportunidad de tomar sus evidencias. Pero eso ya no importa. Abro la llave
del agua y espero hasta que vapor salga del grifo. Tomo una gran cantidad
de jabón en mis manos y comienzo a lavarlas. Me pierdo en el movimiento,
asegurándome de tallar desde mis manos a mi antebrazo hasta que mi piel
está cubierta por una capa de espuma blanca. El agua está hirviendo cuando
meto mis manos debajo de ella pero no me importa. Me obligo a enjuagar el
jabón dejando mis manos y brazos bajo el chorro hasta que se ponen rojos.
He soportado peores cosas.
Si pudiera ducharme en el fregadero lo haría y eso tendrá que esperar
hasta que esté en casa de Gerald.
Cuando regreso a la habitación, Janessa y una de las enfermeras están
enfrentándose una contra la otra. Ambas voltean a verme y me detengo.
—Allie. Estaba tratando de explicarle a tu… —la enfermera comienza a
decir.
—Es menor de edad y la decisión ha sido tomada. Nos marchamos.
Bajo mi cabeza. No tengo la fuerza para discutir con nadie. Que se las
arreglen solas.
Me pongo mis zapatos y escucho el zumbido distintivo de un teléfono
mientras Janessa utiliza su tono sin compasión con la enfermera.
No me molesto en escuchar su conversación. Sé cómo será esto y ya
estoy resignada a mi destino.
Encuentro mi teléfono en la mesa de estar, agradecida de que fue
recuperado en la escena y lo desbloqueo.
Cuatro mensajes perdidos.
Roman: ¿Dónde estás? ¿Qué demonios, Allie?
Roman: Dijiste que vendrías.
Roman: Después de todo lo que ha pasado, ¿Puedes al menos
dejarme saber que estás bien?
Roman: Localicé a Kasey. Dijo que te fuiste para atender una
llamada. ¿Dónde estás?
Veo la hora. Son un poco más de las diez. El juego habría terminado
hace casi una hora. Habría salido de los vestidores, esperando encontrarme
esperándolo, pero no estuve ahí. ¿Cuánto tiempo habrá estado
esperándome?
Mis dedos tiemblan sobre el teclado. ¿Qué le digo? No puedo decirle
dónde estoy. Lo que pasó. No puedo decírselo a nadie. Pero tampoco quiero
mentirle.
Otro mensaje se muestra en la pantalla.
Emilio: Vaya maldita forma de apoyar a nuestro muchacho.
Después otro.
Roman: ¿Sabes qué? Como sea. Haz lo que se te dé la gana.
Una ola de lágrimas recorre mis mejillas. No puedo pararlas. Las limpio
furiosamente pero simplemente siguen saliendo.
Janessa dice mi nombre y volteo hacia ella, metiendo mi teléfono en el
bolsillo del pantalón que me trajo, y después la sigo hasta la puerta. A la
salida, la enfermera me da una pequeña píldora y un vaso de agua. No
pregunto para qué es. Lo sé.
Coloco la píldora en mi boca y tomo un sorbo de agua, tragándomela
antes de regresarle el vaso a la enfermera quien asiente con la cabeza como
si hubiera hecho algo bueno, pero aún así no está contenta.
Janessa observa el intercambio con los labios fruncidos. No dice nada.
Un par de oficiales de policía y un hombre que parece ser su jefe nos
encuentran a medio camino en el pasillo. No reconozco a los oficiales pero
el hombre que está con ellos, fue quien me encontró. Lo recuerdo. Está
usando un uniforme como los otros. Es similar al de los oficiales pero tiene
más insignias en él. Más estrellas en el hombro. Tiene un aire de autoridad
que los otros dos no tienen.
Quiero agradecerle. Me ayudó. Pero no puedo formar las palabras. Todo
lo que puedo hacer es ver sus manos. Son ásperas y bronceadas y…
Doy varios pasos hacia atrás.
Janessa voltea a verme. Todo lo que puedo ver son sus manos.
«No son las mismas, Allie. No son las mismas.»
Lo sé. Mi mente lo sabe. Pero mi corazón está casi a punto de salirse de
mi pecho porque no son las mismas, aunque son similares y no puedo dejar
de verlas. Da un paso hacia donde estoy y mis músculos se bloquean.
Mi cabeza gira bruscamente hacia arriba para verlo a la cara y se
detiene.
—¿Señorita? —Sus manos se alzan en una pose como si se rindiera y
puedo ver la preocupación en su mirada. Da otro paso hacia mí
cuidadosamente y mi pecho se agita. Se me está acercando como si fuera un
animal rabioso. Necesito...necesito.
Janessa da dos pasos a su izquierda y de pronto está bloqueándolo de mi
vista. Dice algo pero no lo escucho. No puedo escuchar nada más que el
ruido en mis oídos.
«Sus manos no son las mismas.»
Me lo repito una y otra vez como un mantra que de alguna manera hará
que todo esto mejore. Trato de pensar en otra cosa. Cualquier cosa.
Entonces mi mente se aferra a Roman y en lo furioso que debe estar
conmigo en este momento. Lo decepcionados que están todos conmigo. Les
prometí que estaría ahí. Querían que estuviera ahí. Y no estuve.
Janessa jala mi manga y volteo a verla, me guía alrededor de los
oficiales y no se me escapa que sienten lástima mientras me apresura hacia
afuera de las puertas del hospital. No quiero su lastima.
Cuando estamos afuera, lentamente comienzo a encerrarme en mí
misma. Obligo a mi mente a adormecerse. A bloquear todo lo que estoy
sintiendo. A olvidar todo lo que pasó. Solo quiero olvidarlo todo.
VEINTISIETE

Me despierto sobresaltada. Mi pecho se agita y mis ojos se abren. La luz del


día se filtra a través de las cortinas de mi habitación, indicándome que es de
mañana. O tal vez tarde. No importa.
Miro fijamente el techo, obligándome a volver a dormir. No quiero estar
despierta. Me duele demasiado.
Alguien toca a mi puerta.
Lo ignoro.
Tocan de nuevo.
Ruedo a mi costado justo cuando la puerta se abre.
—Allie, —Janessa me llama.
Cierro fuertemente mis ojos esperando que piense que estoy dormida y
me deje sola.
No lo hace.
Escucho los pasos a través de la alfombra mientras se acerca. Mi cama
se mueve bajo su peso cuando se sienta en la esquina. Me tenso cuando me
toca la pierna.
—Allie, necesitas comer algo. ¿Por qué no bajas? Tu padre ordenó el
desayuno. Será bueno para ti salir de la cama.
No le digo nada.
Intenta con otra táctica. —Algunos de tus amigos de la escuela han
venido.
¿Lo hicieron? Una parte de mi quiere saber quién. Quiere saber si fue
Roman. Si aún está molesto conmigo. No me ha mandado mensajes desde
esa noche y lo extraño pero...cada vez que un hombre se me acerca entro en
pánico. Gerald trató de hablar conmigo una vez. Me asuste. Me puse en
posición fetal como una niña y lloré. Todavía no sé por qué. Solo pasó y no
pude evitarlo.
Contrató a un médico para que viniera a verme. Eso tampoco salió bien.
Por los últimos tres días la única persona que he permitido en mi habitación
ha sido Janessa. No me gusta cuando está cerca, y realmente no me gusta
cuando me toca, pero al menos su presencia no me causa pánico. Es
suficiente.
Así que, aunque quiera ver a Roman, no quiero que me vea así. No
quiero arriesgarme a perderme de nuevo. Con él. Pero la curiosidad me
quema por dentro así que abro mis ojos y pregunto, —¿Quién?
Se mueve. —Algunos muchachos. Dos latinos y uno de color. ¿Dijeron
que son tus amigos?
Asiento con la cabeza.
—¿Qué les dijiste?
—Que no podías recibir visitas por el momento.
Trago saliva. ¿Algo más?
Se queda callada por un momento y contengo mi respiración. —No les
dije lo que pasó pero...uno de los chicos se enfureció cuando me negué a
dejarlo entrar. Comenzó a gritar. Puede que también le haya gritado. Le dije
que no querías ver a nadie. Incluyéndolo. —Aprieta mi pierna como
disculpándose—. No parecía contento. Lo siento, cariño. Simplemente no
supe otra forma de hacer que se marchara.
Parpadeo para deshacerme de la humedad en mis ojos. —Está bien.
Suspira y se levanta para irse.
—¿Puedes al menos considerar bajar para comer? —Asiento con la
cabeza, sabiendo que no lo haré. No he salido de mi cama desde esa noche
más que para ir al baño y ducharme. Algo que he estado haciendo al menos
tres veces al día. Algunas veces más. Parece que no puedo quitarme la
sensación de sus manos sobre mí. El olor de su piel.
Janessa comienza a decir algo pero ya no puedo escucharla. Estoy
perdiéndome en mis recuerdos. Quiero que se vaya. Necesito volver a
dormir. Es el único lugar donde me siento a salvo ahora. Infantilmente me
cubro mis oídos.
—Por favor —susurro—. Vete.
El tiempo pasa de un día al siguiente, incluso cuando se siente imposible.
Incluso cuando se siente como si me perdiera con cada hora que pasa. Cada
minuto que pasa. No entiendo como el sol sale cada día cuando apenas
puedo abrir los ojos para recibirlo.
Pierdo la cuenta de cuántos días pasan.
Algunos días Janessa viene a intentar hacer que baje. Algunos días no lo
hace. Logro beber la botella de agua que me trae. En algunas ocasiones el
té. Pero raramente toco la comida. Las pocas veces que lo he intentado han
resultado en estar agachada sobre el escusado vomitando lo que haya
consumido. Mi cuerpo ya no se siente como que es mío. Sé que esto no es
normal. Sé que necesito ayuda. Pero no encuentro la fuerza o quiero pedirla.
Estoy adormecida y estoy asustada de no estarlo.
Roman no me manda mensajes. Tampoco Emilio. Dominique se
comunicó una vez preguntándome si pasó algo. Si estaba bien. Pero no
respondí. ¿Qué podía decir?
Me despierta el sonido de voces discutiendo en el pasillo afuera de la
puerta de mi habitación. Quitándome las lagañas de los ojos intento mostrar
interés en lo que están diciendo. Me quedo viendo la puerta cerrada, jalando
más fuerte las cobijas a mí alrededor como si eso fuera suficiente para
mantenerme tibia. Pero no lo es. Todo lo que siento es el frío que me llega
hasta los huesos. Nunca desaparece.
—Necesita más tiempo.
—No necesita tiempo. No hay nada malo con ella y no ha hecho más
que dormir. Ha pasado casi una semana…
—¿Qué más quieres que haga? La chica está traumatizada.
—Necesita superarlo.
No escucho lo que dicen después. Veo el reloj que está en mi mesa de
noche. Son un poco más de las siete de la mañana.
Respiro profundamente.
Estoy bien.
Voy a superar esto.
«Eres fuerte, Allie. Eres fuerte como mamá.»
Tomo otro respiro profundo y contengo una nueva ola de lágrimas.
«¿Por qué estoy llorando?»
—Eres fuerte como mamá —me susurro a mí misma. Limpio mis
lágrimas y me obligo a salir de la cama. Estoy adormecida. Puedo estar
adormecida y moverme. Puedo estar adormecida y hacer cosas. Ir a lugares.
¿Cierto? Tal vez.
Mi mamá murió. Mi novio me engañó. Mi novio me dejó. Mi mejor
amiga me dio la espalda. Perdí mi hogar. Tuve que ir a una nueva escuela
en un pueblo nuevo. Mi papá nunca tiene tiempo para mí. Fui vio…
Me obligo a terminar el pensamiento.
Fui violada.
He pasado por tantas cosas en tan poco tiempo. Pero está hecho. Se
acabó. Terminado. Todo ya ha pasado. Seguiré adelante.
«Un día a la vez, Allie. Tú puedes. Adormecida. Tan malditamente
adormecida.»
La voz de Janessa sube de nuevo. Hay mención de un terapeuta.
No sé lo que dice Gerald en respuesta pero puedo decir por el tono de
Janessa que no está de acuerdo.
Está bien.
Estoy bien.
O al menos lo estaré. El tiempo cura todas las heridas, ¿cierto? Eso es lo
que todas las frases motivacionales y memes en las redes sociales dicen.
El día que llegué a Sun Valley me dije a mi misma que todo lo que
necesitaba era sobrevivir este año, graduarme y después podría regresar a
casa.
Ese sigue siendo el plan. Puedo irme a casa. Las cosas mejorarán una
vez que regrese a Richland. No habrá una escuela llena de gente que me
odia. No habrá hombres malos acechando en las esquinas, lastimándome
para llegar a mi papá. Estaré a salvo. Solo tengo que sobrevivir aquí un
poco más.
Dejando que esa resolución se asiente dentro de mí, me doy un baño. El
agua caliente quema mi piel, pero aun así no es suficiente para quitar el frío
de mis huesos. Tallo mis brazos y piernas, deseando que pudiera limpiarme,
pero ya aprendí que no importa cuántas veces lave mi cuerpo, sigo
sintiéndome sucia. No puedo quitarme de encima su olor.
Paso treinta minutos en la regadera antes de darme por vencida y
secarme. Me pongo un par de jeans y una camiseta morada de manga larga,
cuidando de cubrir cada parte de mi piel que pueda cubrir y añadiendo una
mascada de seda para cubrir los moretones en mi cuello por si acaso.
Dejando mi cabello suelto, lo seco y añado una gruesa capa de corrector
a lo largo de mi mandíbula, mi mejilla derecha y debajo de mi labio inferior.
No es suficiente, así que añado una capa de base de maquillaje encima y
después otra capa de corrector encima de eso. Eso cubre los moretones pero
no hay mucho que pueda hacer para cubrir la inflamación. Con un poco de
delineador y brillo de labios, debería ser menos notorio. Eso espero.
Incluso con un rostro completo de maquillaje, mi piel aún está un poco
descolorida, si mantengo mi cabeza agachada como de costumbre debería
estar bien. Nadie volteará a darme un segundo vistazo.
Alguien toca a la puerta y antes de que pueda contestar, se abre.
Janessa entra y me encuentra sentada en el piso frente al espejo de
cuerpo completo en mi habitación.
—¿Estas lista? —me pregunta, sonando sorprendida.
—Sí. —Me levanto y tomo mi mochila. Mi mirada se fija en mis manos
y me detengo, mirándolas como si fuera la primera vez. Mis nudillos están
lastimados. Mis uñas están desgarradas y agrietadas con sangre seca.
El maquillaje no puede cubrir eso. Frunzo el ceño. Tendré que mantener
mis manos en mis bolsillos si quiero evitar preguntas. Terror se forma
dentro de mí. No puedo lidiar con ninguna pregunta.
Tomo una sudadera con gorro de mi guardarropa. Una de las prendas
que escogí con Aaron durante nuestra visita a Target.
Janessa frunce el ceño cuando ve la prenda negra y después se acerca a
mi guardarropa. Busca entre la ropa que está colgada y saca un suéter
blanco suave con mangas rosa pálido.
Volteándose, me lo da, quitándome gentilmente la sudadera y
colocándola de nuevo dentro del closet.
—Esto le queda a lo que llevas puesto. —me dice.
Quiero gritar.
Pero no lo hago.
Gritar no hace nada. No ayuda. Lo sé, así que asiento con la cabeza y
meto las manos en el suéter, sintiendo otra parte de mi morir por dentro.
¿Por qué importa tanto un suéter?
Cuando salimos de la casa para dirigirnos hacia la escuela, un auto
extraño está en la entrada.
Dominique está parado ahí, recargado contra el cofre de su Escalade
negra, sus brazos cruzados sobre su pecho.
Me detengo.
—Allie, —me llama e inclina su cabeza hacia el auto. —Te voy a dar un
aventón. Vamos.
Mi corazón se acelera y mis ojos voltean hacia Janessa, rogándole que
diga algo. Lo que sea.
«No puedo irme con él.» Mi respiración se vuelve errática. «No puedo.»
Comprensión cubre su rostro. Asiente con la cabeza apenas visible para
mí y voltea a verlo.
—Lo siento, jovencito, pero necesitas irte.
Dom sonríe. —Claro que sí. Tan pronto como Allie suba al auto. —le
lanza una sonrisa deslumbrante—. Soy un amigo de la escuela. Ya la he
llevado antes. Está muy segura conmigo, señora.
Janessa me lanza una mirada como preguntando, ¿y ahora qué?
Pero cómo diablos debería saber. No tengo idea de qué hacer en esta
situación. No estaba preparada para verlo. Tenía un discurso completo listo
para dármelo a mí misma de camino a la escuela hoy. Antes de verlo. Antes
de ver a alguien. Mis manos están pegajosas y un sudor frío me recorre bajo
la espalda.
Mi corazón golpea contra mi pecho. Más rápido. Más fuerte. Mi
respiración se acelera y sé que un ataque de pánico permanece justo en el
borde. No puedo dejar que me vea así. Mi sien me golpea, un dolor de
cabeza viniendo muy fuerte, golpeándome dentro como un ariete.
—¿Allie? —susurra.
No puedo. No puedo.
Sé que Dom es seguro. Es mi amigo. Es seguro. Lo sé. Pero la idea de
estar dentro de un auto con él ahora mismo está enviando mi mente en
picada. No puedo.
Me volteo y me apresuro a entrar en la casa, ignorándolos a ambos
cuando gritan mi nombre.
No puedo.
No estoy lista.
Simplemente no puedo.
VEINTIOCHO

Pasa más tiempo. No sé en qué estaba pensando intentando ir a la escuela.


Fui una idiota.
Han pasado tres días desde entonces. Tal vez cuatro. No estoy segura y
trato de que no me importe. Alguien toca a mi puerta y suspiro, pero cuando
me doy la vuelta para decirle a Janessa que se vaya, mi respiración se
detiene.
Julio entra a la habitación, Janessa justo detrás de él.
—Allie —me dice.
Trago fuertemente y me siento, agarrando mi cobija fuertemente contra
mi pecho.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurro, mis ojos enfocados en Julio
mientras está parado justo en la entrada de mi habitación.
Sus ojos café oscuros se suavizan y da un paso hacia mí. Me tenso con
ese pequeño movimiento. Se detiene y voltea a ver a Janessa, una pregunta
en su mirada.
—Tiene dificultades con los hombres en este momento.
Asiente con la cabeza. Dando un paso hacia atrás, se recarga contra la
pared antes de deslizarse hacia el piso y doblar sus manos en su regazo.
—Hey —intenta de nuevo.
Me muevo en mi cama, poniendo un par de pulgadas más entre
nosotros.
—Hola.
Janessa ronda en la entrada.
—¿Quieres que me quede? —me pregunta.
Respiro profundamente. Exhalo. Después lo hago de nuevo y sacudo mi
cabeza.
—Yo...no. Estoy bien.
Asiente con la cabeza pero no parece convencida.
—Me quedaré justo aquí por el tiempo que necesite —él le dice—. No
la voy a presionar.
—Estaré abajo si me necesitas —me dice y después cierra la puerta
detrás de ella.
Julio y yo nos miramos el uno al otro por varios segundos antes de que
por fin rompa el silencio.
—¿Estás bien?
Esa simple pregunta tiene a mis ojos llenos de lágrimas. Volteo hacia
otro lado y me limpio las mejillas.
—Demonios, Allie. —Julio agacha la cabeza, su pecho subiendo y
bajando con respiración agitada.
—Yo… —Me mira, sus ojos completamente llenos de dolor—. No sé
qué decir. No sé cómo arreglar esto.
Una risa ahogada sale de mí. —¿Te lo dijo?
Asiente con la cabeza. —Intenté llamarte un par de veces pero tu
teléfono me enviaba al buzón de voz. Después esta chica me llama de la
nada preguntándome si estaría dispuesto a venir aquí por un par de días. Ver
si podía ayudar. —Se encoge de hombros.
—Allie, cuando me dijo lo que te sucedió. Por lo que pasaste…
Mis ojos me pican y la vergüenza me invade. Presionando mis labios en
una línea firme veo hacia abajo a las mantas apretadas entre mis dedos.
Debe pensar que soy débil. Muy sucia.
—Oye.
No volteo a verlo.
—¡Oye!
Sacudo mi cabeza. No quiero ver la lástima o el asco que sé debe estar
en su mirada. Si Julio me mira de una manera diferente...No puedo
soportarlo más.
—Allie. Nena. Te quiero. Eres mi mejor amiga. Déjame estar aquí para
ti.
Una lágrima recorre mi mejilla y la limpio con fuerza.
—No deberías estar aquí —le digo.
—Alejandra. Por favor. Déjame ayudarte. —Por favor. Déjame
ayudarte.
Quiero ayuda. En serio. Pero…
—¿Cómo? —Me ahogo al decir la palabra—. ¿Cómo puedes
ayudarme? Julio, siento que me estoy muriendo por dentro y desearía que
me estuviera muriendo por fuera también. No quiero estar aquí. No quiero
sentir esto. Cualquier cosa. «No puedo.» Ya no puedo hacer esto. Solo…
Se levanta del suelo, pero se queda cerca de la puerta. Un sollozo
mezclado con un quejido pasa por mis labios. Se detiene. Sus manos
apretadas en puños a sus lados, sus ojos me suplican pero no sé qué es lo
que quiere.
Un tic se forma a lo largo de su quijada y se talla la cara con su mano
dejando una expresión de preocupación.
—Quiero abrazarte. ¿Podemos...crees que podamos intentarlo?
No tengo ni la más mínima idea. Cerrando mis ojos, calmo mi
respiración mientras mi mente se acelera, racionalizando su petición. La
única persona que me ha tocado es Janessa. Pero Julio es mi amigo. Confío
en él. Lo conozco. Yo…
—¿Puedo ver tus manos? —le pregunto.
Frunce el ceño, confundido pero levanta sus palmas hacia mí. Sacudo
mi cabeza.
—Voltéalas.
Lo hace sin cuestionarme. Veo la parte de atrás de sus manos ya
sabiendo lo que encontraré. Ambas manos tienen tatuajes, una tiene un
cráneo grande con rosas en cada lado. La otra está tatuada con un rosario y
una cruz entre su pulgar y su dedo índice.
Me enfoco en los tatuajes, trazando las líneas de los diseños con mi
mirada. Me obligo a reconocer las diferencias entre sus manos y las de mi
agresor. Más allá de los tatuajes, observo el anillo de oro que usa en su dedo
medio derecho. Sus uñas cortas y limpias.
Mi respiración se calma y mis hombros se relajan. Julio es paciente
conmigo, dejándome ver cuánto quiera. Varios minutos pasan antes de
sentirme lo suficientemente segura para dejarlo acercarse.
Con una lentitud exagerada, camina hacia el borde de mi cama. Cuando
llega, inclina su cabeza, preguntándome si está bien si se sienta. Asiento
con la cabeza.
Ahora a mi lado, ambos esperamos. Cuando no tengo un ataque de
pánico, se acerca más, recargándose contra la cabecera a mi lado.
Tallo mis ojos y me quedo perfectamente quieta mientras él lenta y
cuidadosamente coloca un brazo alrededor de mis hombros. Ninguno de los
dos nos movemos. Mis respiraciones profundas y deliberadas son fuertes en
el silencio de la habitación, pero no parece importarle. Nos sentamos ahí y
mientras los minutos pasan, me muevo lentamente hasta que estoy volteada
hacia él, mi oído presionado contra su pecho sobre el sonido de su corazón
palpitando. Aprieta su agarre y logro respirar a través de él.
Una mano se levanta para acariciar mi cabello.
—Lo lamento mucho, Allie —me dice.
Asiento con la cabeza contra su pecho.
—También yo —susurro, casi temiendo romper el silencio en la
habitación—. Pero me alegra mucho que estés aquí.
—Y no iré a ninguna parte. Me quedaré todo el tiempo que necesites.

Paso la mañana con Julio y por primera vez desde mi ataque, siento que
puedo respirar de nuevo. Me dice que se quedara toda la semana. Más, si lo
necesito. Ya lo discutió con sus padres y maestros y se quedará en la
habitación de huéspedes en la casa de la piscina. Hay muchísimas
habitaciones vacías en la casa principal donde puede quedarse, pero parece
contento de quedarse en la casa de la piscina, así que no lo cuestiono.
Probablemente es Gerald siendo Gerald. Me sorprendió que permitiera que
Julio me visitara en primer lugar, así que no voy a decir nada que ponga en
riesgo eso.
Estoy feliz de que Julio esté aquí. Lo extrañé. No me había dado cuenta
de que tanto hasta que llegó.
Julio me cuenta los detalles de su estadía. Irá a la escuela conmigo. No
sé cómo pero Janessa logró que lo aprobaran como estudiante visitante.
Supongo que el plan es que asista a todas mis clases en la primera semana
para que no tenga que afrontarlo sola.
Aún no estoy segura si regresar a la escuela es una buena idea. Pero
cuando abordé el tema de obtener mi examen de equivalencia del
bachillerato, Janessa me detuvo y me dijo que ni siquiera valía la pena
intentar decírselo a mi padre. Cualquier cosa menos que un diploma
significaba que no me aceptarían en una universidad de prestigio, no es
como si personalmente aplicaría en alguna, pero Janessa parece estar bajo la
impresión que voy a asistir a una. La idea de la universidad ahora me parece
tan lejana que no vale la pena pensar en ello. Siempre planeé asistir dos
años a una universidad comunitaria primero. Es todo lo que puedo pagar
pero no le digo eso. Ahora mismo, solo quiero enfocarme en hoy. Tal vez
mañana. Cualquier cosa después de eso es demasiado.
La mañana siguiente cuando suena mi alarma, me obligo a salir de la
cama. La pesadez en mi pecho que he tenido desde el ataque es más ligera.
Sigue ahí, pero hoy, se siente soportable.
He tenido suficiente tiempo para hundirme en mi miseria. Más tiempo
del que me permití después de que mi mamá murió. Tendrá que bastar.
Necesito graduarme. Faltar tanto a clases va a hacerlo aún más difícil, y me
niego a dejar que los hombres que me hicieron esto me arrebaten algo más.
Después de pasar todo el día de ayer con Julio, me he convencido a mí
misma que estaré bien.
No hablamos sobre la agresión. Sabe lo que pasó y no tengo ningún
deseo de revivir las memorias solo para que escuche la historia de mi propia
boca. Afortunadamente, nunca me presionó. No esperaba que lo hiciera.
Julio es del tipo reservado. Es como la montaña que se niega a moverse no
importa que tan fuerte sople el viento. Al crecer, era mi roca. El hermano
mayor que nunca tuve. Me entiende. Sabe lo que necesito.
Y que me sujete, sabiendo que estoy a salvo en sus brazos, que el
mundo no puede dañarme mientras él estuviera ahí, me dio el alivio que
necesitaba para reponerme.
Pasamos la mayor parte del día viendo Netflix y comiendo comida
chatarra. Bueno, al menos él lo hizo.
Aún no he estado comiendo, pero sí comí algunas palomitas para
hacerlo sentir bien.
Sé que Julio lo notó. Pero no dijo nada y se lo agradezco. Mis costillas
sobresalen agudamente bajo mi pecho. Puedo contar cada una cuando estoy
en la ducha. No es saludable pero no sé cómo hacerme querer comer.
Algunas veces incluso el olor de la comida me afecta y me manda corriendo
al baño.
Cuando voy abajo por la mañana, espero encontrar a Janessa
esperándome para llevarme a la escuela, pero en vez de eso, me da un juego
de llaves y una pequeña sonrisa.
—Tu padre sacó esto de la cochera para ti por mi sugerencia. —Inclina
su cabeza hacia las llaves—. De esta forma, si necesitas irte, alejarte,
puedes hacerlo.
Miro fijamente las llaves en mi mano. Lágrimas se forman en las
esquinas de mis ojos y las limpio. Continúo llorando. Lo odio. Nunca pensé
que sentiría tanto alivio al tener acceso a un auto. Antes de todo esto, lo
hubiera rechazado. No quería el dinero de Gerald. No lo necesitaba y me
gusta ganarme la vida a mi manera. Es la razón por la que he estado
buscando trabajo en primer lugar. Pero no podía pagarme un auto sola
ahora. Ni siquiera una chatarra. Y esto, esto me dará un escape.
—Gracias.
Su sonrisa se agranda solo un poco. —Si alguna vez quieres hablar…
Julio entra por la puerta trasera.
—Hey —levanta su mano saludando y camina hacia mí.
Mi estómago se retuerce mientras se aproxima y hago lo que hice ayer
cada vez que mi cuerpo reaccionaba a su cercanía. Veo sus manos y la
ansiedad se calma. Después le digo a Janessa, —Gracias. Pero estoy bien.
Asiente con la cabeza. Me da un termo para llevar con café. Julio y yo
nos dirigimos hacia afuera.
Encuentro un Audi RS 5 plateado en la entrada. Presiono un botón en el
control remoto, de alguna manera sorprendida cuando el Audi hace un
sonido de vuelta. ¿Me dejará conducir un RS? ¿Por qué no puede ser como
los papás normales y darme un Jetta? Preferentemente uno usado.
—Demonios —dice Julio—. Esto es genial.
Volteo mis ojos.
—Sí, sí. Puedes babear por el interior. Vámonos o llegaremos tarde.
VEINTINUEVE

Emilio se acerca sigilosamente a mi lado.


—Ella regresó —murmura. Mi mandíbula se aprieta y volteamos a verla
bajarse de un auto plateado a unas cuantas filas de nosotros.
—Ese es…—Emilio comienza a decir.
—¿Un Audi RS5 nuevo? Sí. Lo es —Dom responde y una rápida
mirada hacia él muestra que tampoco está muy feliz de verla.
Supongo que sigue viviendo la buena vida o tal vez ahora está feliz de
aceptarla. Está vestida con esa ropa de chica rica que vestía la primera
semana de clases.
Supongo que volvimos a eso, también.
Encojo mis hombros y veo a Emilio y Dom.
—No importa lo que está conduciendo. Está aquí. Quiero respuestas. —
Esa chica que trabaja para su papá nos corrió cuando fuimos a su casa. No
me trago toda esa mierda de que Allie no quiere verme. Algo más tiene que
estar pasando. Intenté esperar a que saliera de la casa, esperando que
pudiera verla y hacerla hablar conmigo, pero nunca dejó la maldita casa. Ni
una vez. No que haya visto, al menos. Y estuve ahí, todos los malditos días
por ocho días seguidos. Me volví un completo acosador y ni siquiera me
importa.
Me levanto del cofre de mi auto, con la intención de hablar con ella,
pero entonces veo a un tipo saliendo del lado del pasajero del mismo
vehículo.
—¿Qué demonios? —Emilio dice a mi lado. Se rasca la parte de atrás
de su cabeza. —Esto es nuevo.
—Sí —digo entre dientes. —Lo es.
Veo cómo se mueve alrededor del auto hasta que está a su lado. Le
ofrece su mano. Es tentativo, como si no estuviera seguro de que la aceptará
y por un segundo mi corazón se acelera en mi pecho. Lo rechazará. Sé que
lo hará. Si hubiera algo entre ellos, si él fuera competencia, no dudaría tanto
en tocarla. Sonrío. El hijo de puta no tiene idea en lo que está tratando de
interponerse.
Allie es mía. Tiene mucho que explicar y estoy furioso con ella, pero
aún así es mía.
Doy otro paso hacia ellos y mis amigos me siguen. Pero entonces le
sonríe al tipo y acepta su mano. Entrelaza sus dedos con los suyos y los dos
nos dan la espalda y caminan hacia la entrada de la escuela.
Me detengo, mis ojos están pegados a sus manos. Sus malditos dedos
entrelazados, esto es una mierda de niños de primaria.
Que. Demonios.
Dominique pone una mano sobre mi hombro y me da un apretón. —
¿Estás bien hermano?
—Estoy bien.
Emilio maldice a un lado de mí. —¿Quién demonios es ese tipo?
Aprieto mis dientes.
—Aún necesitamos respuestas —Dom dice a mi lado—. Ustedes no la
vieron la semana pasada. Algo pasó.
—Me importa una mierda. Aplíquenle la ley del hielo. —Ira me recorre
por dentro.
—No tengo tiempo para las zorras mezquinas y sus juegos. No es lo que
hacemos. —Ambos de acuerdo, asienten con la cabeza pero Emilio se ve
dudoso.
—Tiene que haber una explicación —dice. Lo miro con enojo y levanta
sus manos con las palmas hacia mí, en un gesto de rendición—. Como tu
digas, hombre. Le aplicaremos la ley del hielo.
Asiento con la cabeza. Desapareció, cortó comunicación con nosotros.
Conmigo. ¿Y por qué? ¿Por este tipo? No lo conozco. Ni siquiera
reconozco su cara. Ni una sola vez lo había visto cerca de ella antes. Pero
me mandó a volar por él. Me hizo ver como un tonto. Y ahora, agarrados de
la mano, se está asegurando de que toda la escuela se entere de que me dejó.
Ni siquiera tuvo la decencia de llamarme. Mi papá fue al juego. Nunca
viene a mis juegos. Nunca tiene tiempo. Pero asistió al juego contra
nuestros rivales, los Santos y lo tenía todo planeado. Iba a conocer a mi
chica. Le hablé a mis padres sobre ella. Mi mamá sabía que se suponía que
Allie estaría ahí y nunca llegó. No apareció, maldición. Ni una llamada. Ni
un mensaje. Nada.
Un tic se forma en mi quijada y veo con furia como se aleja. Como si
pudiera sentir mi atención sobre ella, su cabeza voltea para ver sobre su
hombro y sus ojos se encuentran con los míos. Sus ojos cafés como el
chocolate me miran directamente y se estremece.
Espero que vea lo furioso que estoy. Como ya terminé con ella.
El tipo a su lado disminuye sus pasos. Miro como quita su mano de la
suya y le frunce el ceño. Le dice algo. Está sacudiendo su cabeza y
mirándome de nuevo. Él le dice algo de vuelta y discuten por un momento
antes de que una decisión sea tomada.
Se da la vuelta y se dirige hacia donde estoy, el chico nuevo siguiéndola
de cerca. Se muerde el labio inferior, una expresión de preocupación se
acentúa con cada paso que da. Bien. Debería estar preocupada. Si está
esperando una cálida bienvenida, no la encontrará.
El tipo tiene una expresión vacía. No sé lo que piensa pero se queda
cerca de Allie. Casi como si quisiera protegerla. Sus manos están tatuadas y
tiene dos aretes de diamantes en sus oídos. Está vestido con pantalones de
mezclilla oscuros y una sudadera negra con las palabras Richland impresas
en la espalda. De pronto todo encaja. Este tipo es de su ciudad. ¿Es el ex?
¿El ex que ya no parece ser un ex?
Casi llegan con nosotros cuando Dom pregunta, —¿Cuál es el plan?
Sacudo la cabeza. No lo sé. Viene hacia nosotros pero está con él.
Claramente hay algún tipo de relación entre ellos y no tengo ni la más puta
idea de que está pasando. ¿Era yo su amante? Al principio dijo que no
quería nada serio. No utilizamos etiquetas. Nunca la llamé mi novia, pero
demonios, era mi chica. Había sido mi chica.
Nada de eso importa ahora. —Apéguense al plan. Apliquen la ley del
hielo. Se terminó.
Asienten con la cabeza y cada uno tomamos nuestras mochilas,
caminando directo hacia ellos. Los pasos de Allie titubean y se pone pálida,
resaltando los ángulos agudos de sus pómulos. ¿Ha perdido más peso?
Cuando estamos justo frente a ellos, dice. —¿Ro? —Mi nombre en sus
labios es tan suave como un suspiro y eso provoca algo en mí, retorciendo
mis entrañas, pero no le respondo. No reacciono. En cambio, empujo justo
en medio de ella y su nuevo chico y me dirijo directo hacia las puertas. Mis
pasos nunca disminuyen.
Se queda boquiabierta antes de decir un poco más fuerte, —¿Roman?
Continúo caminando. Entonces el imbécil que está con ella grita, —
Amigo, ¿cuál es tu problema?
Me doy la vuelta hacia él. Dejando caer mi mochila en el pavimento,
corto la distancia entre nosotros y me pongo justo en su cara. Se mantiene
firme y furia destella en sus ojos.
Allie inhala sobresaltada y da varios pasos hacia atrás. Está tan blanca
como una hoja de papel pero no puedo encontrar en mí que me importe.
—No sé quién demonios te crees que eres, pero esta es mi escuela. Mi
pueblo. No me vuelvas a dirigir la palabra. Nunca. ¿Quedó claro?
No me responde, mientras tanto Allie está casi hiperventilando a un
lado de nosotros mientras mira nuestro enfrentamiento.
Lentamente, muy lentamente, volteo mi mirada llena de furia hacia ella.
—Lo mismo va para ti. No me hables. No somos amigos. No somos
nada. No fraternizo con zorras. —Se tambalea hacia atrás como si le
hubiera dado una cachetada y lo siguiente que sé un puño me golpea en el
rostro y me tambaleo unos pasos hacia atrás. Dom y Emilio se apresuran a
mi lado y sacudo mi cabeza, parpadeando fuertemente para aclarar mi
visión mientras encuentro la mirada furiosa del tipo con el que vino.
Sus fosas nasales se dilatan y sus manos se cierran en puños apretados a
sus lados como si apenas pudiera contenerse de golpearme de nuevo.
Escupo y mi sangre golpea el pavimento. —Te vas a arrepentir de eso.
—No la vuelvas a llamar así. ¿Está claro? —Su tono es severo, sus ojos
asesinos.
No puedo evitarlo. Me río —lo que digas, cabrón. Solo para que sepas,
estaba debajo de mí hace dos semanas. ¿Quién sabe con cuantos tipos se ha
acostado desde entonces?
—Despreciable hijo de puta. ¿Tienes idea de lo que ella ha…
—Julio, ¡no! —grita y ambos volteamos a ver sus ojos llenos de
lágrimas—. Por favor. No.
Culpa me desgarra cuando veo esas lágrimas antes de alejarla. De
ninguna manera sentiré lastima por ella. Tiene a Julio ahora. Ese es el
nombre de este hijo de puta. Así que no es el ex.
Sus ojos se suavizan cuando la ve y se mueve hacia ella. La toma de la
nuca y acerca su rostro hacia su pecho. Se deja sin oponer resistencia,
rodeando sus brazos alrededor de su cintura y demonios, es como un
puñetazo al estómago. Ver eso, verla en sus brazos duele mucho más que el
golpe en la cara que me dio ese imbécil pudiera doler.
No digo nada. No tengo palabras. Me volteo y me dirijo de nuevo a la
entrada, negándome a voltear a ver.
—Cuídate la espalda —Dom le advierte antes de seguirme.
—¿Qué demonios fue eso? —Emilio murmura cuando estamos fuera
del alcance de la feliz pareja.
No le contesto.
Cuando Silvia Parish pasa caminando a un lado de mí, en lugar de
ignorarla como usualmente lo haría, la llamó. Sus ojos titubean, pero se
iluminan cuando le lanzo una sonrisa. Detiene sus pasos, esperándome.
—Hey, Ro —ronronea.
Veo la confusión en las miradas de mis amigos. Los ignoro. —¿Estás
lista para arreglar las cosas? —le pregunto.
Hace un puchero. —Eso fue muy malo de tu parte.
—Sí. Bueno, tal vez te lo compense más tarde. ¿Qué dices?
Lujuria oscurece sus ojos y asiente con la cabeza accediendo.
—Mmmmm. Me encantaría. —Se acomoda a mi lado—. ¿Tú y esa
santurrona terminaron?
Sacudo la cabeza, después volteo hacia abajo para verla y darle una
sonrisa diabólica. —No hay nada que terminar —le digo—. Nunca hubo
nada para empezar.
TREIN TA

Si Julio no estuviera conmigo, no hubiera sobrevivido hoy. Me acompaña a


todas mis clases. Algunas chicas le lanzan miradas de interés, pero las
ignora, toda su atención está en mí.
Roman está ausente en el primer periodo. Una parte de mí se pregunta si
está cogiéndose a Silvia en los vestidores o algo así. Sé que está furioso,
pero no era necesario que dijera lo que dijo.
Quiero hablar con él, explicarle por qué no le llamé o mandé mensaje.
Sé que, si supiera mis razones, si supiera todo lo que pasó, entendería. Al
menos, espero que lo haga. Pero no puedo convencerme de exponerme de
esa manera. Sus palabras me lastimaron profundamente. Quería lastimarme
y lo logró. ¿Qué pasa si no lo entiende? ¿Qué pasa si al decirle lo que pasó
solo confirma lo que soy ante sus ojos? Una zorra.
Julio intenta reconfortarme durante el día. Cada vez que veo a Roman,
Dominique o Emilio, me distrae con una pregunta o un chiste tonto.
Algunas veces funciona. Pero la mayoría de las veces, no lo hace.
—Hey —inclina mi barbilla hacia arriba, obligándome a verlo a los ojos
—. No los necesitas. Siete meses más y vendrás a casa conmigo.
Asiento con la cabeza. Cumpliré dieciocho en cuatro meses. Me
graduaré en siete. Se siente lejano, como una eternidad y un día más, pero
en realidad, no falta mucho. Pelear así con los Diablos duele, pero quizá fue
lo mejor.
Comemos el almuerzo en la biblioteca sin incidentes. Bueno, Julio lo
hace al menos. Logro darle dos mordidas a mi pizza antes de aventar mi
bandeja, incapaz de digerir la comida mejor que en la casa de Gerald.
Español pasa sin ningún problema. Cuando llego a mi clase de
soldadura, Julio atrae un poco más de atención que en mis otras clases, pero
esta vez, como es una clase llena de chicos, Julio no los ignora.
—¿Este es tu nuevo galán? —pregunta Aaron, con una sonrisa en su
rostro. Es una sonrisa forzada, pero sigue siendo una sonrisa. Me tenso
cuando se acerca, Julio se coloca entre nosotros, eliminando un poco la
tensión antes de contestarle por mí.
—Nah, hombre. Allie es como mi hermanita. Soy un amigo de su
ciudad. —Extiende una mano y Aaron le da un apretón de manos. Su
sonrisa se transforma en una más genuina mientras le da un vistazo a Julio.
—¿Cómo una hermana, eh? Ustedes dos pudieron haberme engañado.
Todo eso de tomarse de las manos, las miradas… —Su voz se desvanece y
sé que hay una pregunta ahí, pero no la hace abiertamente.
Julio y yo hemos sido cariñosos desde que llegó. No estoy
completamente segura porque. De vuelta en casa, realmente nunca nos
agarramos de la mano, pero nos hemos acurrucado mientras vemos
películas juntos y ninguno de nosotros ha rehuido al contacto físico. Pero
siempre ha sido platónico. Decir que soy como su hermana es cien por
ciento cierto. No tengo hermanos de sangre pero si los tuviera, imagino que
mi relación con ellos sería como la que tengo con Julio. Fácil. Cómoda. Y
con cero interés romántico por la otra persona.
—Conozco a J desde la primaria. —Me encojo de hombros—. No creo
que ninguno de nosotros pensó como la gente podría tomar las cosas.
Julio se ríe a mi lado. —Y tampoco nos importa.
Aaron parece reflexionar sobre eso. —Así que… ¿Cómo lo está
manejando Roman? Lo vi hace rato con… —Se detiene y mira hacia otro
lado. Frotándose la nuca con su mano, me ofrece una disculpa en su mirada.
—Lo siento. Sé que no es de mi incumbencia, pero creo que mereces
saberlo. —Hace una pausa—. Roman estaba encima de Silvia Parish hoy en
el almuerzo.
Siento como si una piedra golpeara el fondo de mi estómago. —No le
tomó mucho tiempo seguir adelante.
El rostro de Aaron se tuerce en una mueca. —¿Pasó algo? Todos los
Diablos han estado actuando raros. Sé que tú y él eran…
—No. Nada pasó. Las cosas siguieron su curso. Eso es todo.
Julio está vibrando de coraje a mi lado. Sé que quiere decir algo. Ha
dejado claro lo que piensa de Roman, pero afortunadamente no dice nada al
respecto.
—Bueno, por si sirve de algo, espero que estés bien. Roman es un
imbécil. Te mereces algo mejor.
Julio chifla y la cabeza del maestro voltea repentinamente hacia
nosotros. En un tono más bajo dice, —Y que lo digas. Ese tipo es un
completo imbécil.
Aaron choca esos cinco con él y contengo un gruñido mientras ambos
se sumergen en una conversación acalorada sobre que tan imbécil es
Roman. «Genial.»
Justo cuando la clase termina el teléfono de Aaron suena con un
mensaje. Saca su celular y frunce el ceño. —Mierda.
—¿Ocurre algo? —le pregunto.
Despeina su cabello rubio claro antes de meter el teléfono en su bolsillo
trasero y agarrar su patineta.
—Uno de nuestros chicos lavaplatos en el restaurante acaba de
renunciar. Sin aviso alguno. Esta noche va a apestar.
—¿Trabajas en un restaurante? —le pregunta Julio.
Asiente con la cabeza.
—Sí. Mi tía es la dueña, el Sun Valley Station. Las mejores
hamburguesas del pueblo. Trabajo ahí después de clases algunas veces para
ayudarla. —Se encoge de hombros—. En realidad no necesito el dinero
pero me saca de casa.
Una idea se forma y antes de que pueda convencerme de no hacerlo, le
digo, —Puedo ayudar. Digo, si crees que ella quiera alguien para ocupar el
puesto. Estoy buscando trabajo.
Sus cejas se fruncen. —¿En serio?
Asiento con la cabeza entusiasmadamente.
—Allie, ¿estás segura de que esta es una buena idea? —Julio murmura a
mi lado. Asiento con la cabeza afirmativamente. Esta es una gran idea.
Exactamente lo que necesito.
—Sí. He dejado algunas aplicaciones por todo el pueblo, pero no he
recibido ninguna llamada de vuelta.
—He visto tu casa y tu nuevo auto. No te hace falta el dinero. ¿Por qué
querrías fregar platos en un restaurante?
—Porque no quiero tener que depender de mi papá biológico para nada.
Apenas y conozco al tipo. Sabes como es. ¿Querrías algo de él?
Sacude la cabeza con una mueca, probablemente recordando lo que dijo
Gerald la última vez que estuvo de visita.
—Si me ayudas a conseguir este trabajo me estarías haciendo un
grandísimo favor.
Sus labios se tuercen mientras lo considera. —¿Podrías trabajar esta
noche?
Asiento con la cabeza.
—Está bien. Hablaré con ella. No puedo prometerte nada. Planea
trabajar el turno de cierre. Es de cuatro a once.
—Gracias. No tienes idea lo mucho que lo aprecio. —La campana
suena señalando el final de la clase y todos nos levantamos, recogiendo
nuestras cosas.
Aaron me sonríe y da un paso hacia mí. Sus brazos se abren como si
fuera a abrazarme e instantáneamente me tenso. Julio intercepta el
movimiento, estirando su brazo para darle un apretón de manos mientras lo
jala para darle uno de esos abrazos de chicos. Los ojos de Aaron se
agrandan con confusión sobre el hombro de Julio.
—Gracias por ayudarle a mi chica, hermano. Me alegra que tendrá un
amigo cerca después de que regrese a casa.
—Uh, claro. Por supuesto.
Julio da un paso atrás y después me jala hacia la puerta.
—Nos vemos esta noche —le digo, apresurándome para marcharme.
TREIN TA Y UNO

Me siento en el cofre de mi El Camino, mis piernas extendidas y Silvia


parada entre ellas. Sus manos perfectamente cuidadas descansan sobre mi
pantalón y está inclinada hacia mí, esforzándose mucho por ser seductora.
La ignoro. Cree que me estoy demorando porque quiero estar en su
maldita presencia cuando en realidad, eso es lo último que quiero.
Mantenerla cerca hoy ya está volviéndose en mi contra. Es una obsesiva
dependiente con un serio complejo pero el Audi de Allie está a cuatro autos
de distancia y quiero que me vea con Silvia entre mis piernas.
Quiero que vea como ya me olvidé de ella, así que espero.
—Oye. ¿Vamos a la práctica? —Emilio me pregunta, aventando su
mochila en mi asiento trasero. Dom ya está en los vestidores. Es nuestro
mariscal y no puede llegar tarde. El entrenador lo haría trizas.
—Sí, iremos.
Me mira de reojo hasta que ve a Allie y al nuevo hijo de puta
caminando a su lado. Emilio comprende la situación y me hace un favor.
Caminando hacia las puertas del gimnasio, grita, —Vamos, hijo de puta.
Puedes cogerte a Silvia más tarde.
Allie voltea de repente hacia su voz. Después sigue su mirada y ve lo
que quería que viera. Dolor se muestra en sus ojos. ¿Por qué demonios
siente dolor? Puede que no lo admita enfrente de nadie, pero ella fue la que
me dejó. Apareció con un tipo cualquiera, le tomó la maldita mano y ahora
quiere actuar como si fuera culpa mía.
No va a pasar.
Agarro la cintura de Silvia y la acerco mas a mí. Acariciando su cuello,
no despego mi mirada de Allie mientras dejo que mi otra mano suba hasta
agarrar el trasero firme de Silvia.
Gime y presiona su cuerpo más al mío.
—Roman, te sientes tan bien.
Contengo mi respuesta mordaz, odiando como se siente su cuerpo
presionado contra el mío cuando debería de ser Allie en su lugar.
Raspo mis dientes a lo largo de su cuello. Se estremece. Es tan
jodidamente dramática, pero funciona en mi beneficio.
Allie se queda parada ahí, a diez pies de su auto, observándonos. Es
como si estuviera paralizada en el lugar y aprovecho al máximo la puta
ventaja. Cuando las manos de Silvia bajan para acariciar mi pene sobre mi
pantalón, me muevo, asegurándome de darle una gran vista a Allie.
Sus mejillas se sonrojan, un lindo rubor rosado mancha sus mejillas
pero no tengo ni la más puta idea si es por enojo o vergüenza.
Julio grita su nombre. Cuando no le responde, la jala de la mano hacia
su auto. Su mirada se queda fija en la mía durante todo el camino hasta que
finalmente se sube al auto y las ventanas polarizadas la bloquean de mi
vista.
Tan pronto como su auto deja el estacionamiento, empujo a Silvia y me
dirijo hacia el gimnasio.
—Oye —chilla.
—Tengo práctica. —Ya estoy a medio camino del estacionamiento.
—Oh. Bien. ¡Llámame más tarde!
La saludo sobre mi hombro. No le llamaré, y aún así estará
esperándome mañana cuando llegue a la escuela. Demasiado predecible.
TREIN TA Y DOS

Conseguí el trabajo.
Justo cuando Julio y yo estamos entrando, recibo el mensaje de Aaron.
Aaron: Mi tía dice que puedes trabajar a prueba esta noche. Si
funciona, el puesto es tuyo. Turno de cierre tres veces a la semana.
Yo: ¡MUCHIIIIISIMAS GRACIAS!
—Te vez feliz —dice Julio mientras dejamos nuestras mochilas a un
lado de la barra de la cocina. Tomo dos vasos de la alacena, llenando ambos
con agua antes de darle uno.
—Gracias.
—Estoy feliz. Aaron dijo que conseguí el trabajo. Finalmente algo
bueno, ¿sabes?
Asiente con la cabeza pero sus cejas están fruncidas mientras mira su
vaso.
—No quiero ser un aguafiestas pero, ¿estás segura de que es una buena
idea?
Me tenso. —¿Por qué no habría de serlo?
Pasa una mano por su cabello café oscuro y levanta su mirada hacia mí.
—Allie, has pasado por muchas cosas.
—Lo sé —le digo enojada, no me gusta la dirección en la que va esta
conversación. Hace menos de dos minutos estaba entusiasmada. Ahora, está
reventando mi burbuja por ninguna razón.
—¿Cómo vas a manejar estar cerca de todos? ¿De los clientes? ¿Los
otros empleados? ¿Qué pasa si Aaron intenta darte otro abrazo amigable de
despedida?
Me muerdo una uña. —Me las arreglaré —le digo, determinada a hacer
que esto funcione—. Estoy bien. No tuve ningún colapso grave hoy en la
escuela. Esto será bueno para mí.
No parece convencido, pero deja en paz el tema. Checo la hora y noto
que tengo cuarenta minutos para arreglarme y estar en el restaurante.
—Necesito alistarme. ¿Quieres ir a dejarme y quedarte con el auto en
caso de que quieras hacer algo?
Sacude la cabeza.
—No. Tengo que ponerme al corriente con una tarea. ¿Te sientes bien
como para manejar?
Asiento con la cabeza. —Estaré bien.
Aún no se ve convencido, pero no dice nada mientras subo corriendo las
escaleras para cambiarme.

Sun Valley Station está lleno para ser una noche entre semana. Casi todas
las mesas están ocupadas y solo dos asientos en la barra están vacíos.
Reconozco algunos estudiantes de la escuela pero, afortunadamente, no veo
a los Diablos. No creo que pudiera lidiar con ver a Roman ahora.
Aaron me hace señas para que me acerque tan pronto como entro por la
puerta.
—Hey, sígueme.
Capta la atención de una de las meseras y le dice —ya vuelvo.
Asiente con la cabeza y Aaron me dirige a través de unas puertas de
vaivén y a lo largo de un pasillo privado a una oficina. Toca dos veces a la
puerta antes de abrirla.
—Tía Emma, ella es Allie.
Una mujer de mediana edad con cabello rubio cenizo levanta la mirada
de su escritorio. Sus facciones son agudas. Una nariz puntiaguda, pómulos
resaltados y labios delgados. Tiene un par de anteojos sobre su cabeza.
—¿Vas a la escuela con mi sobrino?
Se recarga en su asiento, haciendo a un lado los papeles que estaba
viendo para darme toda su atención.
—Sí, señora.
—Ah, esta tiene modales —le dice a Aaron antes de voltear a verme.
—¿Tienes alguna experiencia laboral?
—Fui barista durante el verano en mi antigua ciudad. —No es mucho
pero es algo y eso me enseñó a trabajar bajo presión.
—¿Te dijo Aaron los detalles? Este es un puesto de lavaplatos. No es
glamoroso. No vas a servir mesas y no ganarás propinas. De vez en cuando,
puede que limpies mesas si las chicas en el frente necesitan ayuda pero la
mayoría del tiempo estarás en la parte de atrás. ¿Estás de acuerdo con eso?
—Me examina de pies a cabeza.
No supe que ponerme así que me vestí con un par de pantalones
ajustados negros y una camiseta de manga larga negra y un par de zapatos
deportivos blancos. Asumí que el color negro era el más seguro.
—Suena bien —le digo.
—Muy bien, entonces. Aaron te dará un mandil y te mostrará la parte de
atrás. Si puedes mantener el ritmo, el puesto es tuyo. Es salario mínimo.
Tendrás un dólar de aumento una vez que dures al menos seis meses. El
horario cambia cada semana pero siempre tendrás garantizados tres turnos.
Asiento con la cabeza. —Gracias.
Aaron me lleva de vuelta a través del pasillo a la cocina. Me saludan
dos cocineros, pero ambos están tan ocupados con su trabajo que solamente
me ofrecen un saludo con la mano y una sonrisa. Mi cuerpo se tensa cuando
me doy cuenta que solo estaremos nosotros tres en la parte de atrás, pero
mis hombros se relajan cuando Aaron me lleva más al fondo donde está la
estación de lavaplatos.
Está apartada de los cocineros en una pequeña esquina. —Las meseras y
meseros apilaran los platos aquí. —Apunta hacia un mostrador más abajo
que ya está apilado con muchos platos y vasos sucios—. Y después cuando
termines con ellos, los colocas aquí. Todos los cubiertos y vasos se ponen
dentro de la máquina para ser sanitizados, lavarás los platos y tazones a
mano.
—Suena bastante fácil —le sonrío—. Creo que lo tengo.
—Muy bien, y si te atoras o necesitas ayuda, estaré al frente. —Pone
una mano sobre mi hombro y me tenso instantáneamente. Entro en pánico y
Aaron nota mi reacción. Levanta inmediatamente su mano y da dos pasos
hacia atrás.
—¿Qué acaba de pasar?
Abro mi boca para contestarle y nada sale.
—Allie, estás realmente pálida.
Envuelvo mis brazos a mi alrededor y miro hacia otro lado. Julio tenía
razón. Esta fue una pésima idea. ¿En qué estaba pensando?
Muerdo mi labio inferior esforzándome por darle a Aaron una
explicación por mi comportamiento cuando dice, —¿Algo te pasó mientras
no estabas?
Veo su mirada llena de preocupación sabiendo que mis ojos están llenos
de lágrimas y asiento con la cabeza.
—Mierda. —Se frota la nuca—. ¿Es por eso que tu amigo intervino
cuando quise abrazarte hoy?
Asiento con la cabeza de nuevo.
—Bien. Bien. —Camina de un lado a otro frente a mí mientras analiza
todo esto y me preparo para lo que sea que vaya a decir después. —No
necesito saber que paso. No es de mi incumbencia. Si en algún momento
decides que quieres contarme, puedes hacerlo, ¿de acuerdo? Estoy aquí,
para lo que necesites.
Mi corazón se derrite ante su confesión. Sabía que Aaron era un buen
chico.
—Pero… —Sacude la cabeza mientras exhala fuertemente—. No
quieres que te toquen. ¿Es eso?
Asiento con la cabeza. —Sí. Así es.
—¿Es por eso que tu amigo está en el pueblo? ¿Para ayudarte con lo
que sea que estés lidiando?
—Sí.
—También te ayudaré. Cualquier cosa que necesites. Sé que él no puede
estar contigo en todo momento. Cuando estés aquí, te protegeré. ¿Está bien?
Una lágrima recorre mi mejilla y la limpio con mi mano. —Eres un gran
chico, Aaron. Gracias.
TREIN TA Y TRES

No está comiendo. No sé porque me importa, pero la chica nunca come. No


en la escuela. Sus pómulos están más pronunciados. Su ropa le queda más
suelta. Algo está pasando y no tengo ni la más puta idea de que es.
Sé que mis amigos lo notan. La miran con la misma preocupación que
yo cuando piensan que no los estoy viendo.
La urgencia de obligarla a decirme que ocurre es fuerte, pero aún está
con ese hijo de puta, Julio. Y lo peor, ahora se está juntando más con
Henderson. Uno de ellos siempre está con ella. Nunca está sola. Ni en sus
clases. Ni a la hora del almuerzo. Demonios, aún cuando la veo ir al baño
uno de estos imbéciles siempre está afuera de la puerta.
Estoy tentado a encontrar la forma de distraerlos para poder alejarla
pero me convenzo de no hacerlo. No debería importarme que esté
perdiendo peso. ¿Qué me importa? No estaba comiendo mucho antes. Esto
es solo más de lo mismo. Tal vez aún está triste por lo de su mamá.
Probablemente sea eso. No puedo decir que la culpo, pero no es mi
problema. Ya no más.
Justo entonces, Silvia camina hacia mí. Gruño. La chica es súper
pegajosa.
—Oye, Rome, —me grita Emilio—. Ahí viene tu esposa.
Le enseño el dedo medio e ignoro la molestia que me causa la presencia
de Silvia. Sarah está justo a su lado, lanzándole miradas estúpidas a Emilio.
Levanta su barbilla hacia ella saludándola y la chica casi se desmaya.
Patético.
Kasey Henderson justo pasa por nuestro lado en ese momento y voltea
los ojos dramáticamente mientras se burla.
—Se están desesperando, chicos —nos grita antes de dirigirse a la mesa
donde Allie está sentada. Ignoro su comentario y coloco mi brazo sobre los
hombros de Silvia y como es de esperarse, acerca su cuerpo contra el mío,
sus pechos y el relleno de una pulgada de grosor de su sostén presionándose
contra mi pecho.
—¿Vamos a poder pasar algo de tiempo juntos este fin de semana, Ro?
—me pregunta, pestañeando en lo que estoy seguro es un intento de verse
seductora, pero en realidad solo se ve como si se le hubiera metido algo a
los ojos.
Me encojo de hombros. —No sé. Tengo planes con los chicos. Ya
veremos.
Su labio inferior hace una mueca y sé que no está contenta. La tipa ha
estado intentando cogerme toda la semana. La he besado, eso es lo más
lejos que han llegado las cosas y solo cuando estamos en público. Si voy a
bajar mis estándares a una chica como ella, tiene que haber una razón, y
asegurarme de que Allie se entere es la razón número uno. Silvia quiere
algo más. Quiere coger. Pero la idea de cogérmela hace que mi pene esté
más flácido que un fideo blando.
Apenas y puedo soportar meter mi lengua profundamente en su boca.
Hace unas semanas, me la hubiera cogido en un santiamén. Silvia tiene
un trasero firme, curvas y unos pechos decentes. Sus dientes están derechos,
y tiene un largo y sedoso cabello en el que normalmente disfrutaría
envolver mi puño. Pero ahora, todo lo que veo es una chica patética que
parece no entender que tan desinteresado estoy en ella.
Es un medio para un fin. Una manera de pasar el tiempo. La temporada
terminó y ya no tengo prácticas de fútbol para usar como distracción, así
que en su lugar intentó pensar en maneras creativas de joderle la vida a la
chica que decidió pisotear mi maldito corazón.
Cuando la mirada de Allie se dirige hacia mí, me inclino hacia las
caricias de Silvia y la beso. Gime dramáticamente y me obligo a cerrar los
ojos, pretendiendo que es Allie a quien estoy besando. La boca de Allie la
que estoy probando.
Silvia gime otra vez, sin importarle en lo más mínimo que estamos en
una cafetería llena y que suena como una estrella porno. Desearía que se
callara de una puta vez. Cuando gime por tercera vez me alejo. Sus pupilas
están dilatadas y su sonrisa es enorme mientras trata de recuperar el aliento.
Volteo mi mirada hacia la mesa de Allie, pero ahora está vacía. Se ha ido.
TREIN TA Y CUATRO

La semana pasa y antes de que me dé cuenta, es sábado en la noche. Trabajo


el turno de cierre de nuevo en el Sun Valley Station, solo que esta vez,
Aaron tiene la noche libre para que pueda asistir al partido de baloncesto de
las chicas. La temporada acaba de empezar y Kasey juega en el equipo JV,
aunque no por gusto. Odia los deportes pero supongo que sus padres la
están obligando a obtener algunas actividades extracurriculares. Aaron irá
para poder burlarse de su hermana más tarde.
Originalmente también tenía la noche libre, y Aaron me invitó a ir, pero
no podía soportar la idea de asistir a otro evento escolar.
El restaurante está tranquilo por algunas horas, pero sé que una vez que
el juego termine eso cambiará. Todos saldrán de fiesta o vendrán aquí por
comida ya que otros restaurantes en el área estarán cerrados, así que
aprovecho el descanso y me aseguro de que todos los platos estén limpios y
acomodados para que cuando la hora pico llegue, esté lista.
Julio tuvo que regresar a casa esta mañana. Estaba triste al verlo irse,
pero solo pudo tomarse un poco de tiempo libre de la escuela. Ofreció
quedarse más tiempo pero no quería aprovecharme de él. Aunque aprecio la
semana que me dio. Solo tuve un ataque de pánico desde el lunes y fiel a su
palabra, cuando Julio no estaba cerca, Aaron hizo lo mejor posible para
tomar su lugar y ayudar a sentirme cómoda.
El volumen en el frente del restaurante aumenta y veo la hora en el
reloj, notando que son tan solo pasadas de las nueve. Menos de dos horas
para cerrar y apenas están llegando los clientes.
Me mantengo ocupada, tallando platos mientras escucho algunas
canciones viejas de My Chemical Romance. Estoy bailando al son de Black
Parade una hora más tarde cuando Emma asoma su cabeza en la parte de
atrás y dice, —Tengo que irme temprano para arreglar unas cosas. Julie será
la que cierre contigo esta noche.
Asiento con la cabeza. Julie es una de las meseras que trabaja aquí
tiempo completo. Está en la universidad y por lo que he averiguado,
también es amiga de la familia así que confían lo suficiente en ella como
para darle una llave y para que haga el corte.
Los cocineros de esta noche, Rodrick y Ben, me avisan que ya se van
cuando terminan la última orden de la noche y me despido de ellos. Se han
mantenido en lo suyo desde que empecé a trabajar aquí y una parte de mí se
pregunta si Aaron les dijo algo acerca de mí. Lavo los últimos platos justo
cuando las puertas se abren y Julie entra en la habitación.
—¿Ya casi terminas? —me pregunta.
Asiento con la cabeza. —Sí, solo faltan unos pocos.
Mira mis platos apilados frunciendo el ceño. No son muchos y solo me
tomará máximo diez minutos terminar.
—Se supone que veré a unos amigos en una fiesta y ya se me hizo tarde.
¿Está bien si me voy? Las puertas ya están cerradas y la caja ya se vació.
Todo lo que tienes que hacer es asegurarte que la puerta esté bien cerrada
cuando te vayas.
—Sí. Está bien.
Hace un chillido de emoción.
—Muchas gracias. Eres un encanto. Te veré la siguiente semana.
Y luego se va.
Termino los platos, sin prisas, y después agarro mi mochila y mi
sudadera. Apago las luces y estoy apunto de abrir la puerta cuando veo a un
hombre parado al otro lado de la calle. Todas las luces dentro del
restaurante están apagadas así que estoy segura que no puede verme, pero
es como si estuviera viéndome directamente de todas formas, aunque no
pueda ver sus ojos.
Se me eriza toda la piel.
La luz de la calle hace que se vea como una sombra, ocultando su rostro
e iluminando su cuerpo lo suficiente que puedo ver sus pantalones negros
deslavados y su camisa de franela. Es grande. Como el cuerpo de un
hombre, no como el de uno de los chicos con los que voy a la escuela.
El miedo me paraliza antes de que me tambalee unos pasos alejándome
de la puerta. El hombre nunca se mueve. Veo hacia el estacionamiento, mi
Audi está justo donde lo dejé. En el lugar más alejado del lote porque no
quise estacionarme cerca de nadie.
Las diez yardas o más de distancia entre él y yo se sienten como una
milla.
¿Puedo llegar a mi auto antes que él? Si corro, probablemente pueda.
Tal vez. ¿Qué razón tiene para estar parado ahí afuera, merodeando?
—Vamos, Allie. Contrólate —murmuro. Solo porque fui atacada una
vez no significa que pasará otra vez. Las palabras de mi atacante suenan en
mi mente como si estuviera parado sobre mí otra vez.
—Estaría feliz de hacerte otra visita —me dijo. ¿Y si este hombre es él
o su amigo? ¿Y si Gerald los hizo enfadar otra vez?
Gerald y yo nunca hablamos de lo que provocó el ataque en primer
lugar. Solo dijo que se encargaría de eso y después no lo volvió a
mencionar. Debí haberlo mencionado de nuevo. Debí asegurarme que algo
así no volviera a pasarme.
«Oh Dios. Fui una estúpida.»
Me dejo caer en uno de los asientos en la parte de atrás, lejos de las
ventanas, y con manos temblorosas saco mi teléfono. Marco el número de
Julio antes de darme cuenta que no puede ayudarme y cuelgo. Bien. Plan B.
Intento con Aaron.
Lo llamo y espero. La línea suena una, dos, seis veces.
Entra el buzón de voz.
Diantres.
Intento de nuevo.
De nuevo el buzón de voz.
Limpio mis manos sudorosas en mis rodillas y veo la pantalla de mi
teléfono. No sé a quién más llamar. Sintiendo desesperación intento con
Janessa. No contesta. Contra mi sano juicio, intento con Gerald.
—Este es el buzón de voz de…
Cuelgo.
Mi corazón da un vuelco. El hombre sigue ahí afuera. ¿Qué está
esperando? Un nudo de pavor se expande en mi pecho. Se arrastra por todo
mi ser y comienzo a temblar. Cierro fuertemente mis ojos. Necesito
calmarme. No puedo pensar si entro en pánico.
Mi respiración es agitada como si hubiera corrido un maratón. Mi pecho
está agitado. Presiono mi frente contra la superficie fresca de la mesa y
obligo a calmar mi respiración. No puedo tener un ataque de pánico. No
aquí. No ahora.
Piensa, Allie. Solo piensa.
La idea de llamar a Roman se esfuma tan rápido como me llegó. Trago
fuertemente y muerdo mi labio inferior hasta que estoy segura que me abrí
una herida y el sabor a hierro llena mi boca.
Intento con Dominique.
Contesta en el segundo timbre. —¿Allie?
—Oh, gracias a Dios —sollozo las palabras.
—¿Qué está pasando?
Su voz es dura y un sentimiento de urgencia me apresura a decir, —
Acabo de salir del trabajo y hay un hombre afuera. Creo que me está
esperando. Dejé que Julie se fuera temprano, estoy sola y mi auto está muy
lejos y…
—Respira, Allie. Respira hondo. Cálmate.
Intento hacer lo que me dice, pero no puedo calmarme.
—¿Dónde estás?
—En el Sun Valley Station.
—Muy bien. Voy para allá. Te daré un aventón. Podemos recoger tu
auto mañana por la mañana.
Asiento con la cabeza aunque no pueda verme.
—Gracias.
—Solo aguanta. Ve a la parte de atrás. Llegaré en diez minutos.
TREIN TA Y CINCO

Estoy acurrucada en el suelo de la cocina escondida detrás de una de las


estaciones. Con mis rodillas presionadas contra mi pecho y envueltas con
mis brazos como si por voluntad propia, al agarrarme fuerte evitará que me
desmorone.
Dom: Ya llegué.
—Gracias a Dios.
Aprieto mis ojos fuertemente una vez antes de obligarme a abrirlos.
Dominique está aquí. Estoy a salvo. Es un jugador de fútbol americano
fuerte y quien quiera que sea el hombre afuera no querrá meterse con él.
Probablemente ya se fue de todas formas. Estoy bien. Todo está bien.
Yo: Ya salgo.
Me levanto del suelo, mis piernas aún están temblorosas mientras meto
mi teléfono en mi bolsillo trasero y trato de tomar mis cosas.
Respiro profundamente varias veces y presiono mi mano sobre mi
pecho. Mi corazón late rápidamente pero no hay nada que pueda hacer al
respecto. Me obligo a moverme hacia la parte del frente del restaurante. Mis
pasos son lentos y continúo revisando a mi alrededor para asegurarme de
que estoy sola. Sé que el hombre no pudo haber entrado. Las puertas están
cerradas. Pero aun así siento la urgencia de revisar dos y tres veces.
Veo la Escalade de Dominique estacionada justo al frente y un pequeño
suspiro de alivio sale de mí. Casi llego a la puerta cuando una patrulla se
estaciona detrás de él. Me detengo. ¿Llamó a la policía? Veo alrededor y no
miro al hombre por ningún lado. Gruño por dentro. Voy a tener que explicar
la falsa alarma a un oficial. Va a pensar que soy una idiota por ponerme
nerviosa por nada.
Dominique está sentado en el asiento de enfrente de su auto sin prestar
atención. Está viendo su teléfono, la pantalla ilumina su rostro en el
vehículo oscuro.
Veo como el oficial sale de su auto. Saca su pistola de la funda y se
mueve alrededor del vehículo hasta que está frente a la ventana del lado de
Dom.
Pero que…
El oficial comienza a gritar. Dominique levanta sus manos al aire y
después sale de su auto. Me muevo a la esquina del restaurante para ver
mejor y noto que llega otra patrulla. Dos hombres salen del auto, ambos con
sus armas desenfundadas.
Dominique está sacudiendo su cabeza fuertemente, sus manos aún están
alzadas.
Voltea a verme y veo el pavor en sus ojos. «No. No. No.»
Saco mi teléfono de mi bolsillo trasero y me apresuro a salir justo
cuando Dom se pone de rodillas, colocando sus manos detrás de su cabeza.
Veo la calle de un lado a otro pero aparte de Dominique y la policía, la calle
está desierta.
—Señora, necesito que vuelva adentro del restaurante.
¿Qué? No. Sacudo mi cabeza.
—¿Qué está pasando oficial? —le pregunto, sin mover un pie.
Dom está de rodillas, pero la policía le está apuntando directamente a
mi amigo con tres armas. Todavía tengo mi teléfono en la mano así que tan
discretamente como puedo marco el número de Roman. Su papá es el jefe
de la policía. Recuerdo que me lo dijo. Instintivamente, sé que tengo que
llamarlo. Sé que puede ayudar.
No espero a ver si contesta, pongo el teléfono en altavoz y pongo toda
mi atención en el oficial más cercano a Dominique.
—Señora. Vuelva a dentro del restaurante. —Su voz es dura, sus ojos
están entrecerrados mientras me ve de arriba a abajo.
—N...no puedo. Está cerrado con llave ahora. ¿Por qué le está
apuntando con un arma? No hizo nada malo. —Mientras estoy hablando,
escucho cuando la llamada se conecta y Roman maldice del otro lado de la
línea lo suficientemente bajo para que solamente yo lo escuche.
—Este hombre es sospechoso de robo de autos. —Me dice el oficial—.
Recibimos una pista y encaja con la descripción.
Frunzo el ceño. De ninguna manera Dom robaría un auto. Su familia
está forrada en dinero. No tiene razón para hacerlo.
—Lo conozco, oficial. Dominique Price no es un ladrón. Vino para
llevarme a mi casa. Lo llamé al terminar mi turno aquí en el Sun Valley
Station —digo todo esto, esperando que Roman me escuche y llame a su
papá. Tal vez pueda llegar y calmar la situación, o pueda hacer una llamada
para que estos tipos se retiren.
Dominique no dice nada y su complexión oscura tiene un tono cenizo.
Sus ojos están muy abiertos y no me está viendo. Ni siquiera estoy segura
de que esté consciente de lo que está pasando ahora.
Doy un paso hacia Dom cuando otro oficial grita, —Señora necesitamos
que se aleje del sospechoso.
¿Sospechoso? Dom no es ningún sospechoso. Es un chico. Tiene
diecisiete años. Solo es un chico como yo.
—Pero ...lo conozco. —Mi voz tiembla—. ¿Por qué tienen sus armas
desenfundadas? No es peligroso. Él no…
—Señora. Por favor retírese. Es por su propia seguridad.
—Guarden sus armas y lo haré. No está haciendo nada para justificar
este tipo de acción.
Al escuchar mis palabras, Dominique se estremece y los tres oficiales
comienzan a gritar.
—Retrocede.
—Tírate al suelo.
—Mantén tus manos en el aire.
No están diciéndomelo a mí. Están gritándole a Dominique, pero apenas
ni se movió.
Dom me mira.
—No voy a dejarte —le murmuró.
Su labio inferior tiembla. Mis ojos se llenan de lágrimas. Dom, el fuerte
y callado Dom está a punto de llorar. Esto no puede estar pasando.
Uno de los oficiales se molesta cuando Dominique no se mueve al piso,
pero ya está de rodillas. ¿Qué más quieren?
—Tírate al suelo. Tírate al maldito suelo, —le grita, dando un paso al
frente.
—Te dije que te tiraras al maldito suelo. —Sus manos tiemblan y puedo
ver odio en su mirada.
No. «¡No!»
Dejo caer mi teléfono, bolso y mi sudadera para que no haya forma de
que ellos piensen que estoy escondiendo algo. Y me acerco.
—¡Señora!
—¡Señorita!
Mantengo mis brazos alzados mientras camino hacia Dominique, con
pasos calculados. No veo a los oficiales. No veo las armas. Mantengo mi
mirada en Dom y veo cómo sigue mis movimientos con sus ojos pero no se
mueve. Está tan quieto como una estatua.
Cuando estoy justo a su lado finalmente volteo a ver al oficial que está
más cerca. Después me coloco frente a Dom, protegiéndolo con mi cuerpo.
Mi voz tiembla mientras digo, —Su nombre es Dominique Price. Tiene
diecisiete años. Asiste a la preparatoria Sun Valley. —Mi corazón late
aceleradamente en mi pecho. Apenas y puedo escuchar lo que digo, pero no
dejo de hablar, determinada a hacerlos entender—. Vino a recogerme
después del trabajo. Iba a llevarme a mi casa.
El oficial más cercano a mí, un hombre viejo y blanco con cabello café
oscuro y algunas canas, me observa cuidadosamente.
—Está conduciendo una Escalade nueva. Tenemos razones para
sospechar que el vehículo fue robado.
—¡No lo es! —grito. No sé porque ya no tengo miedo. Todo lo que
siento es ira. Fría y visceral. No tienen derecho a hacer esto. De hacer sentir
a Dom de esta manera cuando él no hizo nada malo.
—Señorita. Entiendo que conoce a este hombre…
—Es un chico. Un adolescente de diecisiete años. El auto es suyo. Su
familia tiene dinero. ¿Por qué están haciendo esto? —Puedo escuchar la
histeria en mi voz y no puedo hacer nada para evitarla.
—Tenemos razones para creer…
—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Por qué es negro?
Sus ojos se entrecierran. —Esto no tiene nada que ver con la raza.
Recibimos una llamada…
Lo interrumpo. —¿Conocen al jefe de la policía? —le pregunto.
—¿Alguno de ustedes conoce al jefe de policía Valdez? —les grito.
Uno de ellos asiente con la cabeza así que continuo. —Su hijo, Roman,
asiste a la preparatoria Sun Valley. Es el mejor amigo de Dominique Price.
Este es Dominique Price. El jefe Valdez conoce a Dominique de toda la
vida. Por favor, bajen sus armas y llamen al jefe. Aclarará todo esto. Él les
dirá…
Otra patrulla llega. Dos oficiales salen de ella y apuntan dos pistolas
más hacia nosotros.
No puedo respirar. El pánico me invade.
Mi tono es frenético ahora.
—Llamen al jefe. No voy a dejar que le disparen a mi amigo. Esto no va
a suceder. —Esa última parte la digo para mí.
Me cuesta todo el valor que tengo para darles la espalda pero lo hago.
Me volteo y me agacho detrás de Dominique. Observo su espalda ancha y
sus manos levantadas. Veo sus manos. Siempre las manos. «Es Dom.» Me
digo a mí misma. «Es mi amigo. Puedo hacer esto. Tengo que hacerlo.»
Envuelvo su cintura con mis brazos y uso mi cuerpo como un escudo
humano. El pánico me invade por el contacto; cierro mis ojos y trato de
alejarlo. Solo es Dominique. Dominique es seguro. Nunca me lastimará. Lo
estoy tocando. No él a mí. Estoy bien. Estoy bien. Estoy bien.
Le digo, —No te muevas. Te tengo. No dejaré que te disparen por ser
negro. Te tengo.
Puedo sentir cómo tiembla debajo de mí. Los segundos se vuelven
minutos pero no me muevo. Ninguno de los dos lo hace. Puedo escuchar a
los oficiales en el fondo discutiendo entre ellos, pero bloqueo sus voces.
Mis piernas comienzan a temblar pero me aferro más a él, rehusando a
moverme y abandonar a mi amigo. Entonces una voz familiar grita desde la
multitud.
—¿Allie?
Volteo pero sin soltar a Dom.
—¿Roman? —Mi palabra es un suspiro y siento como Dominique deja
caer sus hombros en alivio.
Roman empuja a través del grupo de oficiales, un hombre mayor con
mirada severa justo detrás de él. Un hombre que reconozco. Ay, mierda. El
hombre que me encontró esa noche. ¿Ese es el padre de Roman? Puedo ver
el parecido ahora.
—Bajen sus armas y retrocedan. Ahora, —les ordena a los hombres.
Un respiro sale de mí mientras cada uno de los oficiales guardan sus
armas.
—Todos menos el primer oficial en la escena, lárguense de aquí.
Váyanse.
Nadie le discute, y una vez que veo que se están retirando y que no hay
armas apuntándonos, suelto a Dominique y me levanto. Mi corazón late
fuertemente en mi pecho ahora por una razón totalmente diferente.
El jefe de policía Valdez me ve a los ojos. Hay preocupación en ellos
pero es fugaz. Después se da la vuelta y comienza con el oficial que obligó
a quedarse.
Roman está ahí, jalándome a sus brazos. —¿En qué diablos estabas
pensando? Mierda. ¿Estabas tratando de darme un infarto? Verte así me
quitó diez años de vida.
Me paralizo en sus brazos y cierro los ojos. Lloro en silencio. No...No
puedo...No puedo respirar.
Me suelta y voltea hacia Dom, sin darse cuenta de la crisis que estoy
teniendo dentro de mí.
—¿Qué demonios pasó? —pregunta Roman.
Nadie contesta. Trago varias veces intentando eliminar el nudo en mi
garganta.
—¿Dom?
No se levanta. Roman me ve con preocupación y obligo a mis pies a
moverse. Camino a su alrededor hasta que estoy parada en frente y me
agacho para verlo a los ojos.
—¿Dom?
Su mandíbula está completamente cerrada. Sus ojos están vidriosos y
distantes. Miro con preocupación a Roman pero él se encoge de hombros,
sin saber qué hacer. Me muerdo el labio inferior. Las palabras no lo están
haciendo reaccionar.
Me estremezco y respiro profundamente, limpiando las lágrimas de mi
rostro con la parte trasera de mis manos antes de poner toda mi atención en
sus manos. Todavía las tiene sobre su cabeza.
Alejo mis miedos y con manos temblorosas, tomo las mejillas de Dom
con mis palmas.
—¿Dominique? —Su mirada voltea hacia mí—. Está bien. Estás bien.
Se fueron. Estás bien.
Sus manos bajan lentamente pero sus brazos tiemblan. Aspira con
dificultad. —Necesito…
Sé lo que necesita y me obligo a dárselo. Envuelvo mis brazos alrededor
de su cuello y lo abrazo fuertemente. Sus brazos fuertes se envuelven a mí
alrededor en un abrazo casi doloroso. Lo soporto y cuando me tenso y mi
respiración se vuelve errática, lo abrazo más fuerte.
—Está bien. Te tengo.
TREIN TA Y SEIS

Hace diez minutos que Allie se fue. Intenté convencerla de que me dejara
llevarla a su casa pero tan pronto como Dom la soltó, caminó directo a su
Audi sin mirar atrás.
Estuve tentado a ir tras ella. No sé qué demonios me pasó al verla así,
en la línea de fuego, nunca he estado tan asustado en toda mi vida. Mi chica
estaba en peligro. «Mi chica.»
A la mierda con toda esa estupidez entre Julio y ella. A la mierda con el
hecho que fue ella quien dejó de hablarme. Es mía. Escapó esta noche pero
tan pronto como deje bien a Dom, ella y yo vamos a hablar.
Solo somos nosotros tres ahora. Dom, mi papá y yo. Estamos sentados
en la Escalade de Dominique. Estoy en el asiento del conductor. De ninguna
manera permitiré que maneje a su casa por su cuenta esta noche. Dom le
hizo un recuento de lo que pasó a mi papá y una cosa que es segura es que
rodarán cabezas el lunes por la mañana cuando mi papá llegue a su oficina.
Le asegura a Dominique que todos los oficiales enfrentarán las
consecuencias. Estoy casi seguro que el primer imbécil en llegar a la escena
perderá su placa. No puedes ser un maldito racista en la fuerza policial de
mi papá. Tiene cero tolerancia para esa mierda.
—¿Van a estar bien esta noche muchachos? —pregunta mi papá.
—Sí. Llevaré a Dom a su casa y me quedaré con él. ¿Qué estabas
haciendo aquí? —le pregunto.
El color está regresando a su rostro. Parece ser el de siempre. —Allie
me llamó. Estaba asustada. Supongo que había un tipo afuera y no se sentía
cómoda de salir del restaurante sola.
Una puñalada de dolor me golpea en las entrañas cuando me doy cuenta
que estaba asustada y lo llamó. No a mí. Pero antes de que pueda decir algo,
mi papá maldice.
Volteo a verlo, y pregunta, —¿Son amigos de ella?
Ambos sacudimos la cabeza.
—Éramos. Ya no hablamos más —le digo.
Frunce el ceño pero no tengo idea del porque. ¿Por qué le importa si
hablo con Allie o no?
—¿Qué significa eso exactamente? —pregunta.
Encojo mis hombros, no queriendo darle más detalles. Allie y yo
estábamos enemistados pero después de lo de esta noche, planeo rectificar
eso.
—Nada. No importa.
Frunce el ceño aún más y puedo ver decepción en su mirada. —Esa
chica ha vivido un infierno —dice.
Ira me recorre por dentro.
—¿Cómo lo sabes?
Se frota el rostro con una mano, y sé que no me dará una respuesta.
Claro que no. No esta vez. Si sabe algo acerca de mi chica, también debo
saberlo.
—Papá, ¿cómo conoces a Allie?
Su boca se aprieta. Está callado por un minuto así que presiono más.
—Si algo está pasando, debo saberlo. Debes decírmelo.
—La noche de tu juego. Al que tu madre y yo asistimos para verte
jugar… —titubea.
—¿Si? ¿Qué hay con eso? —Recuerdo que se alejó para tomar una
llamada y se fue poco después. Mamá me dijo que surgió un caso o una
mierda así.
—Fue atacada en el estacionamiento.
«Espera. ¿Qué?»
Me quedo boquiabierto.
—¿A qué te refieres con que la atacaron? —¿Fue por eso que no estuvo
en mi juego? ¿La lastimaron? Mierda. La lastimaron y he sido un completo
imbécil. Con razón nunca me contestó los mensajes.
Su expresión se endurece.
—No quiero que esparzas rumores sobre esta chica, ¿entiendes?
Miedo surge en mis entrañas.
—¿De qué tipo de ataque estamos hablando? —Solo hay un tipo por el
que usaría ese tono, y necesito confirmarlo.
—Creemos que fue violada.
Aspiro un aliento. Y después exploto.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? —Salgo del auto y comienzo a caminar
frente de él, incapaz de permanecer quieto.
Mi papá y Dom salen del auto después de mí.
—Mierda. —Entonces sus palabras se posan sobre mí y vuelvo a verlo.
—¿Qué quieres decir con qué crees? —Alguien es violado o no. No hay
un área gris en medio.
—No dio su consentimiento para una prueba de violación. Les dijo a las
enfermeras que fue violada cuando llegó y era claro que así había sido
cuando la encontré. Estaba… —Sacude su cabeza—. No importa. Pero les
dijo a las enfermeras sobre la agresión cuando llegamos ahí. Viaje en la
ambulancia con ella. Tenía todas las señales de una víctima de violación.
Ropa desgarrada. Moretones. Todo. Pero antes de que las enfermeras
pudieran empezar con la prueba, una mujer de traje entró y se la llevó como
si esa fuera su misión. Cuando yo y otro oficial tratamos de enfrentarla, nos
mandó al diablo. La chica es menor de edad. No podíamos interrogarla sin
consentimiento de un padre o tutor y no nos lo dieron.
Jalo mi cabello y continúo caminando de un lado a otro.
—¿Y estuvo de acuerdo con eso? —Maldición. Esto es muchísimo peor
de lo que pensé. ¿Violada? Mierda. Le apliqué la ley del hielo y había sido
violada.
Estuvo en problemas hoy y llamó a Dom. No a mí. Me equivoqué. Fue
lastimada y la jodí en grande.
Mi papá levanta sus hombros y exhala cuidadosamente.
—No lo sé. Estaba en estado de shock. Se cerró. No la culpo. —Sacude
su cabeza.
—Quienquiera que le hizo daño se aseguró de dejarla marcada. No
puedo culparla por llamarte cuando vio a un hombre afuera —le dice a Dom
y noto que sus ojos ya no están distantes. En su lugar, están llenos de furia.
—¿Y el tipo que la lastimo?
Mi papá sacude la cabeza. —Sigue suelto.
«Mierda.»
TREIN TA Y SIETE

Es sábado por la mañana. En contra de mis dudas anteriores, decido ir a


correr para aclarar mi cabeza. No pude dormir anoche. Continúe recordando
lo que pasó en el restaurante una y otra vez, pensando en todas las maneras
en que las cosas pudieron salir mal. Fue bastante malo lo que pasó. Pero
pudo haber sido mil veces peor. En el fondo, lo sé, y me ha dejado agitada.
Solo puedo imaginar cómo se debe sentir Dominique. Hablando de...veo
una Escalade familiar cuando doy la vuelta a la esquina de la calle, mis pies
golpeando el asfalto.
Limpio el sudor de mi frente, pero no me detengo. No hasta que el auto
se acerca lo suficiente para que pueda ver a Dominique por el parabrisas.
Dejo salir un suspiro de alivio. Estaba muy segura de que era él, pero ayuda
tener confirmación.
La Escalade pasa por mi lado lentamente, manteniendo el ritmo de mi
trote cuando una de las ventanas baja y Roman saca un brazo fuera de la
ventana del asiento del pasajero. Mi corazón palpita en mi pecho, a pesar de
todo lo que ha sucedido. Veo a Emilio en el asiento trasero. Parece que toda
la pandilla está aquí.
—Allie —Roman dice mi nombre. Su voz es severa y mi piel se eriza
instantáneamente ante su tono—. Sube al auto.
—Paso —le digo, apresurando mis pasos. Trago fuertemente,
obligándome a no enfocarme en el sonido de su voz. Un anhelo me recorre,
pero lo alejo y mantengo mis ojos al frente.
—Allie. —Hay un tono de advertencia en su voz. Está enojado. ¿Acaso
me culpa por lo que pasó anoche?
«Probablemente.»
—Lárgate, Roman.
La Escalade se detiene de golpe y Roman salta fuera del auto. Aviento
un chillido cuando viene hacia mí y entre un segundo y el siguiente, me
carga sobre su hombro y sin delicadeza me tira en el asiento de atrás a un
lado de Emilio antes de cerrar con fuerza la puerta y subirse en el asiento de
enfrente de nuevo.
—¿Qué demonios, hermano? —Emilio le dice enojado—. ¿Qué paso
con mantener la calma?
—Ponte el cinturón —grita Roman, ignorándolo.
Me apresuro a acomodarme y después me pego contra la puerta tan
lejos de Emilio como puedo mientras Dom maneja de nuevo en la calle. Mi
respiración es fuerte y pesada en el espacio callado y puedo sentir todos sus
ojos sobre mí.
—Déjenme salir. —Adrenalina me invade y cierro mis ojos.
«Solo son los chicos.»
Estoy bien. No van a lastimarme. Aun si Roman está enojado conmigo,
no me lastimará. No de esa manera.
No importa. Decirme a mí misma que estoy a salvo no impide que el
pánico se esparza por mis venas. Estoy hiperventilando ahora.
—Allie, está bien. Solo queremos hablar. —Emilio se desabrocha el
cinturón y se desliza más cerca y pierdo el control cuando el terror se
apodera de mí.
—Déjenme salir. ¡Déjenme salir! —grito y mis dedos arañan la puerta.
Encontrando la manija, la abro. Dominique pisa el freno justo cuando me
tiro fuera del auto. Me golpeo contra el pavimento, el asfalto raspa mi piel y
tres puertas se abren y cierran. Los escucho maldecir pero ya estoy
poniéndome de pie, sin preocuparme por mis raspones o moretones que sé
que tendré. Sangre recorre mi brazo y los tres chicos se acercan a mí.
—¡Alto! No se me acerquen más. —Estiro mi brazo poniendo una mano
frente a ellos, pidiéndoles que se mantengan alejados. Agarro mi cabeza con
mi otra mano, tratando de tomar aire. Mi cabeza me está matando, un
incesante golpeteo haciéndose más y más fuerte con cada segundo que pasa.
—Allie, no nos acercaremos más. Respira. No vamos a lastimarte. Lo
sabes. —La voz de Dom penetra un poco a través del pánico. Doy un paso
atrás hasta que mis pies sienten el césped y entonces colapso. Presionando
mi cabeza entre mis piernas, me muevo hacia adelante y hacia atrás,
aspirando aire.
—Estoy bien. Estoy bien. Estoy bien. —Si lo digo suficientes veces,
será cierto.
—¿Qué necesitas? —Dominique de nuevo.
Sacudo mi cabeza.
—¿Allie? —La voz de Emilio es más alta que de costumbre. Miro hacia
arriba y los tres están parados tal vez a quince pies de distancia con una
combinación de expresiones preocupadas y confusas. Trago fuertemente.
—Manos. —Mi voz tiembla.
—Necesito ver sus manos.
Los tres fruncen el ceño pero sin titubear, Dominique extiende sus
manos y da dos pasos hacia adelante.
—Muy bien. Aquí están mis manos.
Veo su piel oscura. El contraste del rosa de sus palmas. Me obligo a
reconocer que tan diferentes son sus manos de las del hombre que me
lastimó. Da otro paso. Y después otro. Mi respiración se calma y me
estremezco.
Dominique se agacha frente a mí, con sus manos aún levantadas. Tomo
una de sus manos con la mía. La volteo para ver su palma. A salvo. Dom es
seguro. Emilio da un paso hacia mí, sus manos también están levantadas.
El color bronceado de su piel hace que mi pecho suba y baje más
rápidamente. Cierro mis ojos.
—Lo siento. Yo… —Sacudo mi cabeza. Dom le hace señas para que se
aleje y sin que se lo pida, da unos pasos lejos de mí.
—¿Qué pasa con las manos? —me pregunta Dominique.
Sacudo mi cabeza. No quiero hablar sobre eso. Sé que estoy perdiendo
el control y sé que quieren respuestas solo que no puedo…
—Sabemos que te atacaron. —Su voz es gentil, pero sus palabras son
como una cachetada.
«¿Qué?» Toda la sangre se me va a los pies.
—Nena…
Volteo a mirar a Roman. Su voz está llena de dolor mientras sus grandes
y atormentados ojos se encuentran con los míos. Sus puños están tan
apretados que sus nudillos están blancos. Se acerca y me echo hacia atrás.
Maldiciendo, rodea el otro lado del auto. —Maldición.
—No estás ayudando. Contrólate —le dice Dominique. Voltea a verme
de nuevo.
—Puedes explicar qué pasa con las manos. Solo queremos ayudarte. No
sabíamos. No hasta anoche…
Anoche, después de que el papá de Roman apareció. Debió decirles. La
vergüenza me invade en olas que me dejan ahogándome en autodesprecio y
asco. Lo saben. Los tres lo saben. Lágrimas llenan mi visión y presiono las
palmas de mis manos contra mis ojos, tratando de evitar que salgan.
—Allie…
—Tus manos son diferentes —digo con dificultad. Intento tomar aire y
obligo más palabras a salir de mi boca.
—El hombre que me lastimó...solo vi sus manos. Yo...tus manos son
diferentes. Sé que no me lastimarás. No estoy diciendo que Roman lo haría.
Sé que no tiene sentido pero… —lo miro con suplica en mis ojos,
rogándole que me entienda.
Los ojos de Dom se tornan duros y pasa una mano por su cabello
trenzado.
—Tu mente lo entiende pero tu cuerpo no. —Sacude la cabeza—. Está
bien. Lo entiendo.
Mis hombros caen con alivio.
—Tus manos son diferentes. Él no era negro. Es fácil para mi
convencerme de que eres seguro.
Asiente con la cabeza. —¿Y con Roman y Emilio?
Encojo mis hombros. —Creo que tal vez era latino también. No lo sé,
pero sus manos, eran bronceadas. Más oscuras que las mías. Como…
—Como las suyas.
Asiento con la cabeza, sin poder mirar a ninguno de los dos. Dios, qué
estarán pensando ahora mismo.
—¿El tipo que estuvo contigo toda la semana…? —Dominique no
termina pero sé que está preguntando.
—Es como mi hermano. Lo conozco desde la primaria. Y tiene tatuajes.
—Delineo la parte de atrás de mi mano.
—Cubren la parte de arriba de sus manos. Una calavera y rosas...un
rosario… —digo todo esto esperando que entienda. Sé que no tiene mucho
sentido, pero no tengo otra manera de explicar porque las manos importan.
Asiente con la cabeza de nuevo.
—Muy bien. Está bien. Déjame pensar. —Se levanta y camina hacia su
auto. Le dice algo a Roman y Emilio y Roman explota, lanzando sus manos
al aire maldiciendo. Se jala el cabello, pero cuando voltea a verme, toda su
ira se evapora. En su lugar hay deseo y devastación.
Siento una presión en el pecho. No está escondiéndome ninguna de sus
emociones. No esta vez. Me deja verlo todo. Cada parte dolorosa de lo que
está sintiendo. Y me deja tambaleando. No sé cómo interpretar su angustia.
¿Está molesto por lo que pasó? ¿Por qué soy un completo desastre?
No se acerca más. Solo me ve con sus emociones a flor de piel y de
pronto es demasiado. Verlo duele demasiado.
Trago fuertemente y me levanto. Mis ojos se dirigen a sus puños y noto
que aún está usando mi brazalete. El que le di antes del juego. Trato de no
darlo por hecho pero eso significa…
—Allie, nena. —Su voz es cruda.
—Yo nunca… —Su voz se quiebra y mira hacia otro lado.
—Lo arruiné. Pensé en cosas que no eran ciertas y no estuve ahí cuando
me necesitaste.
Voltea a verme de nuevo y puedo ver desesperación en su mirada.
—Lo eché a perder. Estoy aquí ahora. Quiero estar ahí para ti. Tienes
que dejarme.
Sacudo la cabeza. No puedo lidiar con todo esto ahora. Envolviendo mis
brazos a mí alrededor, doy un paso atrás, retrocediendo por donde vine.
—Yo...no puedo hacer esto. Lo siento.
—¡Allie!
Me detengo, odiando lo débil que me siento ahora. Lo rota y destrozada
que estoy por dentro.
—No te haré daño. Nunca te haría daño. —Da un paso tentativo hacia
mí y me alejo. Se detiene y me sonríe tristemente.
—Nunca te lastimaría. Tienes que saber eso.
—¿No lo harías? —Mi propia voz se quiebra mientras las palabras salen
solas. No estoy segura si le estoy preguntando o lo estoy retando, pero sí me
lastimó. Me ha estado lastimando.
Su rostro se entristece. Frota su nuca y voltea su mirada.
—Lo siento mucho. No lo sabía. Si lo hubiera sabido nunca
hubiera...Allie, nunca quise…
—Pero nunca me preguntaste.
Lágrimas caen libremente en mis mejillas. Ni siquiera me molesto en
limpiarlas. Quiero que las vea. Que vea cada parte desagradable y rota de
mí y que sepa que fue parte de eso. Quiero que sufra de la misma manera
que me hizo sufrir. Porque al igual que Ryker, él me dejó. Justo cuando más
lo necesitaba.
—Intenté hablar contigo. Ese primer día cuando regresé a la escuela.
Tan pronto como te vi, caminé directo hacia ti y ¿recuerdas lo que me
dijiste? ¿cómo me llamaste?
Angustia llena su mirada, pero no puedo encontrar una razón para
contenerme.
—Me llamaste zorra. —Sacudo mi cabeza, más lágrimas caen por mi
rostro, suficientes para que Roman sea solo una sombra borrosa frente a mí,
sus facciones irreconocibles—. No puedo hacer esto. Solo…déjame en paz.
Creo que ya he sufrido bastante.
Me doy la vuelta y troto hacia mi casa. Afortunadamente, nadie me
sigue.
TREIN TA Y OCHO

No me mira. Intento hablarle en la escuela, pero me ignora y me lo tengo


bien merecido. Intento captar su atención en el primer periodo pero ni una
vez voltea a ver en mi dirección. Para empeorar las cosas, Silvia me está
esperando afuera de la clase y la expresión en el rostro de Allie cuando
Silvia intenta besarme envía una lanza de auto desprecio directo a mi
estómago.
Empujo a Silvia lejos de mí pero el daño ya está hecho y antes de que
pueda gritarle que me espere, Allie se ha ido, tragada por la multitud de
gente en el pasillo.
—Silvia, —le digo furioso.
—¿Si, amor? —dice seductoramente, acariciando mi pecho con su
mano. Quito su mano, mi labio haciendo una mueca de asco.
—Estoy harto. Voy a seguir adelante. Te sugiero que hagas lo mismo.
Sus ojos se agrandan antes de entrecerrarlos.
—Déjame adivinar, vas a regresar con la princesita de papi.
Tomo un paso amenazante hacia ella.
—Di una sola cosa más sobre Allie Ramirez y me aseguraré de que te
arrepientas. Ya tuviste una probadita de cómo es estar en mi lista negra.
¿Quieres estar ahí de nuevo?
Traga saliva fuertemente y sacude su cabeza.
—Bien. Esfúmate. He seguido adelante.
No me molesto en esperar una respuesta y salgo para buscar a Emilio.
Tiene más tacto cuando se trata de chicas. Tal vez tenga alguna idea de
cómo puedo recuperar a Allie.
Veo a Allie hablando con Dominique en el pasillo mientras se dirigen a la
cafetería, pero tan pronto como me acerco, se va y se sienta en la mesa de
Henderson. Intento ignorar lo destrozado que me hace sentir su rechazo,
pero es difícil. Dom me da una palmada en el hombro.
—Solo necesita tiempo, hombre.
Asiento con la cabeza, sabiendo que tiene razón pero eso no significa
que tenga que gustarme. Lo arruiné en grande cuando la alejé. No volveré a
cometer ese error otra vez. No me daré por vencido con ella o con lo que
tuvimos. Nunca he sentido por una chica lo que siento por Allie. Es por eso
que incluso cuando estaba furioso con ella, cuando pensé que había seguido
adelante con Julio, dejándome mordiendo el polvo, aun así, no podía sacarla
de mi cabeza. Vive ahí. Ocupa todo el espacio y se rehúsa a irse.
En el almuerzo, me siento con mi cara en mis manos, pensando en todas
las formas en que puedo ganármela de vuelta. Cuando suena la campana del
almuerzo, la sigo con la mirada, viéndola como un perrito faldero mientras
se va de la cafetería, Kasey y Henderson siguiéndola de cerca.
Me levanto de la mesa y voy detrás de ellos.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Dom me grita en algún lugar detrás
de mí.
Sacudo mi cabeza. No tengo ni la más puta idea pero tengo que hacer
algo. Allie entra en su clase del tercer periodo y paso por delante, mis ojos
fijos en Henderson, y justo cuando está a punto de llegar a la puerta de su
propia clase, lo jalo de la tela de su camiseta.
—Oye, hombre… —Ojos verdes sorprendidos se encuentran con los
míos cuando se da cuenta de quien lo jaló.
—¿Qué demonios, Roman? —Se echa hacia atrás, ajustando el cuello
de su camiseta.
—Has estado pasando mucho tiempo con Allie últimamente. —Quise
decirlo en forma de pregunta pero sale como una acusación y la mandíbula
de Aaron se tensa.
—¿Por qué te importa? Has sido un completo imbécil con ella desde
que regresó. Hazle un favor y déjala en paz. Ya ha tenido suficiente y no
necesita tu mierda.
Golpeo el casillero a su lado con mi puño.
—¡No lo sabía!
Unas cuantas personas en el pasillo voltean a vernos y les gruño.
—Sigan avanzando. —Rostros avergonzados se dan la vuelta y se
apresuran a sus clases, despejando efectivamente el pasillo excepto por
nosotros dos.
—No sabía lo que le había pasado. No hasta hace poco.
—¿Y se supone que eso de alguna manera hará que todo esto sea mejor?
Vete a la mierda, Roman.
—Henderson… —es una advertencia.
Sacude la cabeza. —No. Lo arruinaste. Ni siquiera sé por qué estás
hablando conmigo. No voy a ayudarte a arreglar tus errores. No te debo
na…
—Sí, me debes.
Frunce el ceño.
—Estás en deuda conmigo y lo sabes, maldita sea. ¿Quieres que deje de
odiarte? ¿Quieres que los Diablos dejen de odiarte por lo que nos hiciste
pasar el verano antes del tercer año?
Su boca está presionada en una línea apretada y asiente con la cabeza
una sola vez.
—Entonces ayúdame a hablar con ella. No se siente cómoda conmigo.
—Se ríe y la urgencia de golpearlo en su estúpida cara es fuerte pero la
ignoro.
—Me importa. Quiero estar ahí para ella. Ayúdame a hablarle y olvidaré
lo que pasó. Haremos borrón y cuenta nueva.
Lo considera. No es secreto que lo odio. Lo he odiado desde el tercer
año. Solía ser mi amigo. Éramos como hermanos. Los cuatro. Pero después
tuvo que arruinarlo. Acababa de recibir su licencia. Era el único con la edad
suficiente para conducir y nos dirigíamos a Shadle Creek para acampar por
una semana durante el verano.
Pero el hijo de puta consumía drogas. Ninguno de nosotros lo sabía.
Ocultó su adicción porque sabía lo que diríamos al respecto, y en el camino
hacia Shadle Creek, completamente drogado con coca, chocó contra un
camión de frente. Estábamos en un WRX. El primero que tuvo, no el que
conduce ahora. La fuerza del impacto envió a Emilio disparado por la
ventana y Dominique se quebró el brazo en dos lugares. Tuvo que tener
cirugía para repararlo y pasó todo el verano con su brazo enyesado. Pudo
haber sido el fin de su oportunidad de jugar fútbol americano y todos
pudimos haber muerto. Sorprendentemente Emilio fue el que salió menos
lastimado. Solo raspones y moretones. Una contusión, pero nada grave. Y
yo, tuve el placer de tener una ruptura del bazo y después de la cirugía me
tomó cuatro largas semanas recuperarme.
Para hacer las cosas peor, mientras estaba enloquecido tratando de
ayudar a Dom a salir del auto y buscar a Emilio porque no teníamos ni la
más puta idea de a donde había sido arrojado, Henderson estaba
despotricando acerca del gran lío en el que estaba metido. Que tan jodido
estaba. Todos pudimos haber muerto y todo lo que a él le importaba era si
iba o no ir a la cárcel.
Debería haber ido a la cárcel. Tal vez eso lo hubiera enderezado. Pero
por cualquiera que sea la razón, convencí a mi papá de que no fuera duro
con él. Había historia ahí. Años de amistad a los que no podía darles la
espalda, aunque ni una vez nos visitó a mí o a Dom en el hospital.
Solo recibió un jalón de orejas. Servicio comunitario y sus padres
tuvieron que pagar una multa a la ciudad. Pero después de eso, corté lazos,
y hasta la fecha, el imbécil no se ha disculpado.
Nunca pensé que lo perdonaría, pero para recuperar a Allie, haré
cualquier cosa.
—¿Harías eso? ¿Olvidar lo que pasó? —Traga fuertemente, su manzana
de Adán moviéndose de arriba a abajo.
—Olvidar lo que hice, y todo lo que tengo que hacer es lograr que Allie
hable contigo.
Asiento con la cabeza.
—No puedo prometerte nada.
—No necesito promesas o garantías. Solo necesito una oportunidad.
Una maldita oportunidad para hacer lo correcto.
—Está bien.
Exhalo. —Muy bien.
TREIN TA Y NUEVE

Roman me llama ahora. Todos los Diablos lo hacen. Emilio me manda un


chiste cada mañana. O un meme gracioso que encontró en línea. Quiere
hacerme sonreír. Y aunque aprecio el gesto, es mucho que asimilar. El
cambio repentino de sus comportamientos.
Un segundo me odian. Ahora siento que me están asfixiando con afecto
distante.
Dominique es el único con el que hablo en la escuela. Algunas veces me
acompaña a mis clases cuando Aaron no está cerca. Se asegura que nadie se
me acerque demasiado. No le pedí que actuara como mi perro guardián, y
cuando se lo dije, me lanzó una mirada seria y siguió con lo suyo como si
no hubiera dicho nada. He aprendido a no presionar. Si quiere llegar tarde a
sus clases cada día, está en su derecho.
Roman me envía mensajes cada mañana. Una variación de buenos días,
hermosa, y me llama cada noche. No contesto sus mensajes y nunca tomo
sus llamadas. No deja mensajes de voz, lo que probablemente es mejor.
Escuchar su voz en la escuela ya es bastante duro. Si me dejara mensajes,
me conozco lo suficiente para saber que los escucharía una y otra vez,
obsesionándome con el sonido de su voz. Tratando de descifrar cualquier
mensaje oculto. Es lo que ya hago con sus mensajes de texto. Algunas veces
agrega un emoji y eso es suficiente para dejarme pensando, esperando. Para
qué, no estoy realmente segura.
Pero sin falta a las nueve en punto cada noche mi teléfono suena y su
nombre aparece en la pantalla. Una parte de mi espera esa llamada cada
noche. Cuando se acercan las ocho cincuenta, empiezo a contar los minutos,
esperando a que llame, y eso me aterra. Porque tarde o temprano, se dará
por vencido. Dejará de llamar. Dejará de mandar mensajes de texto. Y
seguirá adelante. Quiero que siga adelante.
No puedo permitirme necesitar a nadie más en mi vida. He perdido
demasiado, y no creo que mi corazón soporte mucho más. No importa que
lo extrañe o que su presencia haga que mi corazón lata rápidamente.
¿Qué pasará cuando ya no esté ahí?
Ya estoy temiendo que las llamadas terminen.
Ha pasado una semana desde que se enteró de lo que me sucedió. Una
semana de pretender que no lo quiero. De tratar de convencerme que estoy
mejor sin él. Pero estoy cayendo.
Me doy cuenta de que estoy mirándolo cuando no me ve. Y escucho con
atención cada palabra que Dom dice cuando menciona a Roman. Cómo
está. Donde está. Lo que están comiendo para el almuerzo. Es casi obsesivo
y estoy consciente de eso, pero estoy desesperada por saber cada detalle.
Aaron también lo ha mencionado un par de veces, lo que me sorprendió
en un principio. Siempre ha dejado claro cómo se siente con respecto a
Roman. Sé que tienen historia, y mientras tengo curiosidad por saber cual
es, también sé que no es de mi incumbencia. Pero incluso ha intentado
convencerme de que hable con Roman. De que al menos lo escuche. Piensa
que sería catártico para mí. Y tal vez sí lo sería. Pero…
—Oye, ¿Allie? —Una voz dudosa dice mi nombre y volteo de mi
casillero para encontrar a Emilio parado a unos cuantos pies de distancia.
Cierra sus labios, sus ojos se mantienen viendo hacia el suelo cerca de mis
pies—. ¿Estás bien?
—Hola, Umm, sí. ¿Cómo estás? —Veo alrededor del pasillo, la clase
comenzará pronto.
Se encoge de hombros y mira hacia arriba, dándome una pequeña
sonrisa.
—Estoy bien. Yo, uh… —su voz se desvanece y mira hacia otro lado—.
Quería intentar algo. ¿Si te parece bien?
Asiento mi cabeza y me preparo.
—Sé que dijiste que las manos son algo importante para ti. Así que, yo,
ah… —Levanta sus manos para que pueda ver la parte de arriba de ellas. Se
pinto las uñas con un color negro y tiene un anillo de oro en su pulgar
izquierdo y otro en su dedo medio de la mano derecha.
—Esperaba que esto pudiera hacer una diferencia para ti. —Se encoge
de hombros de nuevo con una expresión casi tímida en su rostro, y no
puedo evitar sonreír al darme cuenta de lo que ha hecho, concentrándome
en sus uñas y la joyería. Doy un paso tentativo hacia adelante. Cuando mi
corazón se mantiene calmado, doy otro. Emociones invaden mi garganta y
doy otro paso.
Emilio muerde su labio superior, sus ojos están ansiosos mientras espera
que elimine la distancia entre nosotros. Cuando lo hago, me estiro y tomo
una de sus manos con la mía, volteándola para dibujar las líneas de sus
palmas. Le sonrío tentativamente.
—¿Ahora vas a usar esmalte de uñas todo el tiempo? Puede que eso
afecte tu estatus como jugador dentro y fuera del campo.
Me sonríe. —Creo que el negro me hace ver más genial. Estoy yendo
por ese look de rockero emo con algo de fuego latino.
—Ah, ¿ahí es donde entra el oro?
Sonríe y titubeando toma mi hombro para jalarme más cerca. Cuando
no opongo resistencia, sus brazos me rodean y respiro su aroma. Especias y
menta. Su abrazo me aprieta por un segundo y me tenso pero rápidamente
me suelta, dando un paso hacia atrás.
—Te extrañé, vainilla.
—También te extrañé.
Me guiña el ojo.
—Así que, uh, tal vez quieres…—Sus ojos voltean a ver a alguien por
encima de mi hombro, y volteo para encontrar a Roman parado justo afuera
de la puerta de nuestra primera clase.
—También te extraña, —Emilio dice detrás de mí.
Sacudo mi cabeza. —No puedo arreglar eso, E. Rome y yo —quito el
cabello de mi rostro y le doy una sonrisa forzada.
—Solo éramos la forma del otro de pasar el tiempo. Los dos estuvimos
de acuerdo con eso desde el principio. Un final feliz nunca estuvo en
nuestros planes. Es hora de seguir adelante.
—¿Realmente crees eso? —me pregunta.
Me encojo de hombros.
—Sí. No lo se. Tal vez. Ya no importa.
Sacude su cabeza.
—He conocido a Roman casi toda mi vida. Soy más cercano a él de lo
que soy con mis propios hermanos. No es el mejor para mostrar cómo se
siente, pero le importas, Allie. Mucho. No quiero presionarte. Ya has tenido
suficiente pero solo...no lo descartes aún, ¿de acuerdo?
Muerdo mi labio inferior y miro hacia otro lado.
—No creo que pueda darme el lujo de preocuparme por él más de lo
que ya lo hago. Duele…
—Lo sé, corazón. Lo sé. Pero creo que Roman puede hacerte feliz.
Mereces ser feliz.
CUAREN TA

Observo a Allie con Emilio y los celos me golpean como si un tren me


chocara de frente. Toma sus manos y en lugar de alejarse, se acerca más a
él. Lo toca. Dominique me golpea el hombro con una mano y mi mirada se
voltea furiosamente hacia él.
—Necesitas arreglar esto.
—Lo estoy intentando.
—Inténtalo con más ganas.
Me alejo de él. —Está dejando a todos entrar excepto a mí. —Incluso
yo puedo escuchar la amargura en mi voz. El momento en que veo que
Emilio la abraza, veo todo rojo. Quiero golpear al hijo de puta en el rostro,
al diablo si es uno de mis mejores amigos.
—Sé que esto duele, hombre…
—¡¿Duele?! —Volteo hacia él, mis ojos agrandados y una mueca de
desprecio en mis labios.
—¿Crees que esto duele? Vete al diablo. Desearía que solamente
doliera. Esta mierda de aquí… —Señalo con mi mano hacia ellos—. Me
está matando. Mi chica no quiere hablar conmigo. No me mira. La viola…
Dominique me agarra y me avienta dentro de un salón de clases vacío.
—Baja la maldita voz —me susurra en voz alta.
Estoy sacudiendo mi cabeza, mis manos ya vueltos puños. Necesito
golpear algo. O ha alguien. Necesito canalizar todo lo que sea que estoy
sintiendo en algo o voy a volverme loco.
Dom invade mi espacio personal, acercándose a mi rostro y me cuesta
mucho no alejarme y golpear a mi mejor amigo.
—Esto apesta. Estás furioso porque sabes que la jodiste. Tenías algo
bueno y salió lastimada. —Abro mi boca pero me interrumpe.
—Todavía no lo entiendes Rome. La lastimaron. A ella. No a ti. No
tienes derecho a estar enojado con ella o con nadie más porque eres un
imbécil celoso acostumbrado a salirse con la suya. Merece algo mejor que
eso.
—Quítate de encima.
Lo empujo. Da unos pasos más alejándose de mí, su mandíbula tensa y
sus ojos entrecerrados.
—Esto no se trata de ti. Ni de lo que quieres o lo que piensas que
necesitas. Si quieres recuperarla entonces deja de ser un cabrón egoísta y
date cuenta de que esto se trata de ella. De lo que quiere y lo que necesita.
Eso es todo lo que debería importar ahora.
Muevo mi quijada. El imbécil tiene razón y odio que así sea. Mis ojos
miran hacia el piso y me obligo a respirar profundamente antes de dejarme
caer, mi trasero golpeando el linóleo fresco con mi espalda contra la pared.
Mi mirada encuentra la suya una vez más.
—¿Qué debo hacer?
Se frota la nuca, con una expresión preocupada en su rostro.
—No lo sé, hombre.
—No quiere hablar conmigo —le digo, mis palabras huecas y vacías.
Dom suspira.
—Lo estás haciendo sobre ti de nuevo. No es que no quiera hablar
contigo. No puede. Viste lo que pasó antes. Se asustó y casi tuvo un ataque
de pánico.
«Mierda.»
Es esa cosa de las manos.
Algo ocurre. Una idea se forma en mi mente y de repente, sé lo que
tengo que hacer ahora.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta.
—¿A dónde vas?
—Afuera.
—¿Qué quieres decir con afuera? Tenemos clases.
Sacudo mi cabeza.
—Voy a faltar. Hay algo que necesito hacer. Solo…—Hago una pausa
—. Cuida a mi chica.
Camino directo al estacionamiento, ignorando a la señorita Jennings
cuando asoma su cabeza fuera de su salón de clases y me pregunta a dónde
voy. La temporada terminó. Puede darme todos los castigos que quiera.
Veo a Henderson en el estacionamiento bajándose de su Subaru WRX y
en una fracción de segundo tomo la decisión de gritarle.
—Oye, Henderson.
Voltea hacia mí con el ceño fruncido.
—Vamos. Nos la vamos a pintear.
—¿Qué?
Camino rápidamente hacia su auto y abro la puerta del pasajero.
—Sube al auto, Henderson. Necesito que me lleves. Vámonos.
Sorprendentemente, hace lo que le digo. Le doy la dirección del The
Missing Piece y hago que se estacione en el primer espacio disponible que
encontramos. No titubeo cuando entro. Ni siquiera necesito pensar en lo que
quiero. Ya lo sé. Me sigue de cerca, con incertidumbre en su rostro.
La mujer en el mostrador nos mira a ambos y su sonrisa se ilumina. Está
usando una camiseta sin mangas escotada en pleno invierno, exponiendo
sus brazos cubiertos de tatuajes.
—¿Pueden atender a alguien sin cita previa? —le pregunto, ignorando
la sonrisa coqueta que me lanza.
—Déjame revisar —voltea hacia su computadora antes de que su
mirada vuelva hacia mí—. ¿Y qué hay de él, cariño? ¿Ambos están aquí
para tatuarse?
Henderson sacude su cabeza en un no definitivo.
—Solo yo —le digo.
—Muy bien. Henry está disponible. ¿Qué es lo que buscas?
Le explico brevemente lo que quiero.
Hace una mueca. —¿Estás seguro que quieres eso en tus manos?
Asiento con la cabeza y va en busca del tal Henry quien viene al frente,
y le explico de nuevo lo que quiero. Me mira de la manera que algunos
tatuadores te ven cuando piensan que estas cometiendo un error, pero no va
a decir nada porque está feliz de tomar mi dinero.
Nos sentamos juntos y trabaja en el bosquejo para ambas piezas. Al
poner la plantilla en mis manos nos aseguramos bien de la colocación y
entonces estamos listos. No se molesta en pedirme mi identificación. He
aprendido que una vez que tienes algunos tatuajes, a nadie le importa añadir
más.
—Última oportunidad, hombre. ¿Estás seguro?
Asiento con mi cabeza. Le explique a Henry lo que significan los
tatuajes, no es muy común que alguien entre y pida lo que pedí, y la
explicación solamente confirma su creencia de que esto es estúpido. Pero
está bien. Esta es la chica para mí. No es solo mi comienzo, es mi final. He
estado cogiendo y pasando de una chica a otra en este pueblo hasta que ella
apareció. Eso me funcionó los últimos años. Nunca quise más de una noche
con alguna de ellas. Pero con Allie, no solo quiero una noche. Necesito
más. La necesito cada día. Por todos los días que vengan.
Es la primera persona en la que pienso cuando me despierto y la última
en mi mente cuando me voy a dormir. No es cualquier chica. Nunca lo fue.
Es magnifica. Sé que somos jóvenes. Sé que dijimos que solo nos
estábamos divirtiendo. No debería preocuparme por el mañana o mi futuro,
pero eso es lo que quiero con ella.
Necesita saber que es la chica para mí. Haré los sacrificios. Me
esforzaré, lo haré. Porque se merece eso y más. Solo espero que esto le
demuestre exactamente lo que significa para mí porque si esto no lo hace,
no tengo ni la más puta idea de qué hacer para recuperarla.
Henry tarda cuatro horas en terminar. Cuando lo hace, me da la lista de
instrucciones usuales de como cuidar los tatuajes. Qué lociones usar. Y me
recuerda que los tatuajes en las manos son conocidos por desvanecerse más
rápidamente que en cualquier otra parte del cuerpo. Le pago y agradezco
después de que cubre las partes de arriba de mis manos con un vendaje
delgado.
Aún falta una hora para que la escuela termine y otros veinte minutos o
más hasta que llegue a su casa. Necesito hablar con ella donde se sienta
segura. No quiero hacerlo en la escuela. No necesitamos una audiencia y sé
que el estacionamiento le trae malos recuerdos, así que decido ir a su casa.
No quiero llegarle de sorpresa o hacerla sentir incómoda, pero no veo otra
alternativa.
—No puedo creer lo que acabas de hacer —me dice Henderson.
Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa porque no lo es.
Haría mucho más por esa chica que tan solo hacerme unos pequeños
tatuajes.
Me mira de reojo cuando le digo que se dirija a la casa de Allie.
—¿En realidad te importa? —me pregunta, sonando sorprendido.
Le contesto con un gruñido porque no tengo que justificarle mis
sentimientos por ella.
Se estaciona al otro lado de la calle de la mansión donde vive, y reclino
mi asiento y me acomodo para esperarla. Una mirada al reloj me indica que
aún tenemos tiempo antes de que llegue a casa. Henderson apaga el auto y
el silencio entre nosotros se alarga, volviéndose incómodo.
—Alguna vez vamos a hablar de…
Lo interrumpo. —No. No hay nada de qué hablar.
Suspira. —Metí la pata.
—Ese es el comentario del siglo.
Se voltea hacia mí en su asiento, sus fosas nasales dilatadas.
—También lo has hecho, Rome. No actúes como si fueras un santo.
—Nunca dije que lo fuera —le digo—. Pero estoy aprendiendo de mis
errores. Estoy tratando de arreglarlos. ¿Puedes decir lo mismo?
Su cara se tensa y voltea hacia otro lado, viendo por el parabrisas. —
Estaba pasando por un mal momento entonces.
Asiento con la cabeza. Me doy cuenta. Quizá no fue así en ese entonces.
Era bueno cubriendo sus rastros, no metiéndose en líos, pero después me
enteré por lo que estaba pasando.
—Hicimos un trato —le recuerdo—. Me ayudas, y hacemos borrón y
cuenta nueva.
—Pero, Henderson. —Espero a que voltee a verme de nuevo, queriendo
que sepa que tan en serio lo digo—. No volveré a ofrecer este trato otra vez.
Cualquier mierda que aún necesites limpiar, asegúrate de hacerlo.
Asiente con la cabeza, sin negar que aún está involucrado en algo que
no debería.
Sabiendo que no debería, le pregunto.
—¿Sigues consumiendo?
Sacude su cabeza en negación.
—¿Vendiendo?
Hace una pausa y después asiente brevemente.
—Mantén esa mierda alejada de ella. ¿Entendiste? Le agradas. No tiene
muchos amigos aquí y ya ha sufrido suficiente. No dejes que en lo que sea
que estés involucrado le afecte en su vida.
—No lo haré. Nunca lo haría…
Me rio.
—¿Por qué no nos arruinó nuestra vida, verdad? —Eso lo calla y exhala
fuertemente.
—Estoy arreglando mis cosas. Solo...necesito tiempo.
—Ya ha pasado un año y medio.
—Lo sé. —Su mandíbula se tensa—. Pero tengo mis razones, y estoy
trabajando en ello.
Asiento con la cabeza, abandonando el tema. Esperamos en silencio
unos cuantos minutos más antes de ver el Audi de Allie acercándose.
—Así que, ¿Cuál es el plan?
Volteo hacia él y encojo mis hombros.
—No tengo un plan. Estoy improvisando. Si acepta hablar conmigo, te
esfumas. Encontraré como irme a casa más tarde. Si tiene dificultad,
quédate cerca e intenta no escuchar mientras le expreso mis sentimientos a
todo pulmón.
Frunce el ceño, frotándose la nuca.
—Uh, está bien. Supongo que puedo hacer eso.
CUAREN TA Y UNO

He estado pensando en lo que me dijo Emilio todo el día. Quiero creerle.


Creer que Roman me extraña. Es solo que es muy difícil creerle cuando
para él fue muy fácil alejarme.
Me estaciono en mi entrada y me bajo del auto, mi mente distraída,
cuando escucho una voz detrás de mí decir, —¿Allie?
Grito, dándome la vuelta para ver quien está detrás y encuentro a
Roman y a Aaron parados a unas cuantas yardas de distancia.
Presiono mi mano sobre mi pecho, tratando de calmar los latidos de mi
corazón.
—¡No me asustes de esa manera!
Roman levanta ambas manos, —No fue mi intención asustarte. Solo
quiero hablar.
Frunzo el ceño y veo a Aaron quien está parado unos cuantos pasos
detrás de Roman. Me da una mirada tímida y se encoge de hombros.
—Solo estoy aquí como apoyo moral.
Frunzo el ceño aún más.
—¿Para mí o para él? —Pensé que se odiaban el uno al otro.
Roman contesta. —Está aquí para ti. Estamos tratando de hacer las
paces. Henderson puede ser un buen tipo cuando quiere serlo. Pero le pedí
que me acompañara porque quería que estuviera aquí para ti.
¿Lo hizo?
—¿Por qué?
Roman da un paso tentativo hacia adelante.
—Porque quiero hablar contigo y sé que confías en él. Que te sientes
cómoda teniéndolo cerca.
—También me siento cómoda con Dominique, y él es tu amigo. ¿Por
qué no se lo pediste?
Sacude la cabeza.
—Porque no quería confabular en tu contra. Dominique es mi amigo.
También es tu amigo, pero no quería que pensaras que se pondría de mi
lado en lugar del tuyo o que no tendrías a nadie de tu lado. Henderson y yo
tenemos nuestra historia, pero cuando se trata de ti y de mí, siempre te
elegiría a ti primero. Está de tu lado. Es tu amigo. Quiero que te sientas a
salvo hablando conmigo.
Oh. Eso es...muy considerado de su parte.
Se pasa las manos por su cara y veo los vendajes que tiene sobre ambas
manos.
—¿Qué le pasó a tus manos? —le pregunto, preocupación
invadiéndome. ¿Se lastimó? ¿Pasó algo?
Roman levanta su mirada, sus ojos café oscuro encontrándose con los
míos.
—De hecho eso es lo que te vine a mostrar.
Aaron parece nervioso detrás, parándose sobre un pie y luego el otro.
—Ummm...está bien.
Espero a que diga más pero no lo hace. Sus labios están presionados
fuertemente en una línea, sus ojos cabizbajos. Se quita los vendajes y veo
que debajo tiene tatuajes nuevos.
—¿Te tatuaste las manos?
Asiente con la cabeza pero no dice nada mientras se quita el segundo
vendaje, metiendo ambos en el bolsillo trasero de su pantalón. Trago
fuertemente mientras veo las nuevas piezas que agregó, luchando contra la
urgencia de verlas más de cerca. Son hermosas. En su mano izquierda, tiene
un ancla rodeada de un mar de olas rompiendo que cubre completamente la
parte de arriba de su mano. Los detalles se ven maravillosos y antes de que
pueda dudar, me acerco a él, con curiosidad por el diseño.
—¿Quieres verlos? —me pregunta, quedándose completamente quieto,
casi como si tuviera miedo de respirar. Me doy cuenta de lo mucho que me
he acercado a él y mi corazón late rápidamente, pero lucho contra la ola de
aprehensión y asiento con la cabeza.
Estira sus manos hacia mí y con dedos temblorosos dibujo el diseño en
su mano izquierda antes de alejarme y poniendo un pie de distancia entre
nosotros. Puedo ver destellos de dolor en sus ojos antes de que los esconda.
Inhalo una bocanada de aire. Solo es Roman. Me recuerdo a mí misma.
Obligo mi mirada a ver de nuevo sus manos, permitiéndome tiempo para
absorber los tatuajes y distinguir la diferencia entre sus manos y las de mi
atacante. Segundos pasan y cuando mi corazón se calma me muevo más
cerca hacia él de nuevo.
—¿Por qué un ancla? —Estoy murmurando y no tengo idea del por qué.
—Porque cuando estés a la deriva, cuando no puedas encontrar tu
camino a la orilla, quiero ser quien te estabilice.
Mi corazón late fuertemente dentro de mi pecho.
—¿Te lo hiciste por mí?
Su sonrisa es esperanzadora.
—No lo entiendo —le digo—. Esto es permanente, Roman. No
debiste…
No me deja terminar.
—Claro que sí, Allie. Necesito que veas lo importante que eres para mí.
Lo mucho que me importas y lo mucho que lo siento. Solo...quiero una
segunda oportunidad. Para hacer todo de la manera correcta. Para tratarte
como te lo mereces.
Una lágrima se escapa bajando mi mejilla y rápidamente la limpio.
Obligándome a deshacer el repentino nudo en mi garganta, le pregunto.
—¿Y este qué es? ¿Es una orquídea...o tal vez un narciso? —Examino
su mano derecha. Este es más pequeño, aunque cubre la mayor parte de su
mano.
Roman sacude su cabeza.
—No, no es una orquídea o un narciso.
—¿Qué es entonces?
—Es una vainilla planifolia. —Cuando ve mi expresión de confusión,
añade—, vainilla mexicana.
Doy un grito ahogado, soltando su mano. Miro hacia otro lado cuando
las emociones amenazan con brotar. Siento como si hubiera metido una
mano en mi pecho y hubiera apretado mi corazón hasta que solo latiera para
él. Las paredes que construí a mí alrededor para protegerme comienzan a
caer.
Veo a Aaron. Se ha retirado hacia su auto y está sentado sobre el cofre,
dándonos un poco de privacidad. Sus ojos se encuentran con los míos y
apenas puedo ver como asiente su cabeza brevemente como si quisiera
decir, «Sí, eso acaba de pasar.» Volteo de nuevo para ver la mirada cruda de
Roman.
—¿Por qué? —me obligo a preguntarle. Nada de esto tiene sentido.
—¿Por qué te esfuerzas tanto en arreglar algo que nunca comenzó?
—Porque lo vales. Lo vales todo. Todas las peleas, el dolor, los
sentimientos. Mierda, Allie, me haces sentir. —Golpea su pecho justo
encima de su corazón con su mano.
—Justo aquí. Hiciste latir mi corazón de hielo, y solo quiere latir por
una persona. Tú. Solo para ti. No solo te quiero. Te necesito, carajo. —Da
unos pasos hacia adelante y presiona su frente contra la mía, tomando mi
cara entre sus manos fuertes y tatuadas y yo cierro mis ojos, respirándolo.
Luchando contra el miedo de estar cerca de un chico de quien no estoy
segura pueda confiar.
—Alejandra Ramirez, te necesito en mi vida.
Instintivamente, sé que Roman no me lastimara. No físicamente. Pero el
miedo de entregarle mi corazón a este chico hace que el aire en mis
pulmones se congele.
—Roman, no puedo perder a…
—No lo harás —me dice con convicción—. No lo harás. Puedo
prometértelo. No sé cómo hacer esto de tener una relación. Estoy
aprendiendo sobre la marcha. Pero nunca volveré a darte la espalda así.
Nunca más, Allie. Solo dame esta oportunidad. Una sola. No lo voy a
arruinar.
—Estoy rota, —le digo porque es cierto. Lo estoy, en piezas ásperas y
afiladas. No sé si podré o si estoy dispuesta a tener intimidad con él después
de todo por lo que he pasado, y no necesita eso. No necesita esa carga.
¿Para qué, unos cuantos meses de felicidad? Nos graduaremos en unos
pocos meses. ¿Y después qué?
—Déjame recoger todas las piezas rotas y componerte de nuevo.
Déjame ser tu ancla cuando te sientas perdida y el mundo siga girando a tu
alrededor.
Me alejo y mi corazón late rápidamente al ver la vulnerabilidad pura en
su rostro. Deja caer sus manos de mis mejillas para envolverlas a mí
alrededor y casi estoy sorprendida cuando no me tenso.
—¿Y cuándo nos graduemos?
Presiona su rostro en mi cabello.
—Lo resolveremos. No te dejaré ir, vainilla. Te necesito demasiado.
Siento como si mi corazón estuviera en caída libre y rezo para que esta
vez, no lo deje caer al suelo cerca de sus pies. Mi confianza está magullada.
Pero creo que amo al chico que está parado frente a mí. Y creo que también
me ama. Ninguno de los dos sabe cómo decirlo. Las palabras nunca serán
suficientes.
Pero Roman dice que me necesita, así que doy un salto de fe y dejo salir
la verdad de mis labios, en un suspiro suave.
—Tal vez nos necesitamos el uno al otro.
EPÍLOGO
CUATRO ME S E S DE S P UÉ S

—Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños querida


Allie. Feliz cumpleaños a ti.
Mi sonrisa es enorme cuando me inclino hacia enfrente para apagar las
velas en el pastel que la señora Valdez hizo para mí. Es mi cumpleaños
número dieciocho, y aunque no me siento diferente de como me sentía ayer,
sé que después de hoy, todo cambiará.
Han pasado cuatro meses desde que Roman y yo decidimos intentar
tener una relación real. Hemos tenido nuestros altos y bajos, y aún estoy
aprendiendo a afrontar algunos de los traumas que he experimentado, pero
he progresado mucho.
Ya no me asusto cuando llega por detrás y me abraza como lo está
haciendo ahora, inclinándose para besarme el cuello.
—¿Pediste un deseo? —me pregunta, su aliento me calienta la piel, su
voz es grave y seductora.
Una sonrisa se esparce lentamente sobre mi rostro y sacudo mi cabeza,
volteando a verlo. —Nop.
Frunce el ceño en confusión, y muerdo mi labio inferior para evitar
reírme.
—Ya tengo todo lo que podría desear. —Y es verdad. Todos mis amigos
están aquí. Tengo el novio más maravilloso que constantemente me pone a
mí y a mis necesidades primero. Y obtuve la ayuda que debería haber
tenido cuando me atacaron. La mamá de Roman, Maria, se aseguró de que
así fuera.
Estoy feliz y estoy sanando. No podría pedir nada más.
Sonríe enormemente mientras me voltea hacia él, después se inclina y
presiona sus labios contra los míos en un beso tierno. Sus besos siempre
comienzan así. Indecisos y suaves. Pero basta con un pequeño mordisco en
su labio inferior para que me bese profundamente y jadeo, abriendo mi boca
pidiendo más sin decir palabra.
Voces se quejan detrás de nosotros antes de alejarse.
—Consíganse una habitación —Emilio grita y me alejo, luchando por
no sonrojarme.
—Vete a la mierda —le dice Roman, aunque no hay enojo en su voz.
Emilio voltea sus ojos y después me arranca de su abrazo.
—Pronto tendrás a Allie para ti solo. Hoy te toca compartir.
Grito cuando me levanta en el aire, arrojándome sobre su hombro y
corriendo hacia el patio trasero conmigo, Roman siguiéndonos de cerca. Es
extraño pensar que unos pocos meses atrás estaba a la deriva. Perdida en mi
dolor y consumida por mi pena. No pensé que volvería a encontrar la
felicidad. No de esta manera. Pero ya no estoy adormecida. Siento mis
emociones como un caleidoscopio de sensaciones y disfruto todos y cada
uno de los días.
Todos salen al patio. Los padres de Roman, Maria y Melchor,
Dominique, Aaron, Kasey. Incluso Julio, Gabe y Felix vinieron desde
Richland para celebrar conmigo.
Emilio me pone de pie antes de agarrar mi mano y arrastrarme al centro
del patio. La música suena desde el sistema de altavoces al aire libre y me
acerca para que baile con él mientras suena la canción Me Voy de Rombai.
Kasey se nos une y los tres cantamos desentonados. Aunque algunas de las
palabras que dice Kasey son inventadas y no exactamente la letra de la
canción, nos reímos, bailando sin que nos importe nada en el mundo porque
así es como he decidido seguir adelante.
Pasaron tantas cosas de las que no tuve control, y la amenaza de lo que
pueda traer el mañana siempre está ahí. Pero mi terapeuta me recuerda
durante nuestras sesiones semanales que necesito enfocarme en el hoy y
vivir mi vida sin miedo. He perdido mucho. Muchísimo más que otras
personas en mi corta edad. Pero no quiero vivir una vida llena de miedos y
preguntándome qué pasaría si. Lo que nos lleva al día de hoy. Cumplí
dieciocho, y esta tarde tendré las llaves de mi primer departamento. Roman
se mudará conmigo, lo cual no les causa emoción a Maria y Melchor dado
que ambos aún estamos en la preparatoria, pero Maria al menos parece
comprender.
Vivir con Gerald ya no es una opción para mí si quiero escapar de mi
pasado. Es una pieza tóxica de mi vida con una amenaza constante sobre mi
cabeza que aún necesitamos resolver, y para seguir adelante, necesito
separar mi vida de la suya.
Janessa organizó una reunión con él justo esta mañana y le expliqué que
me mudaría. Le agradecí por acogerme después de la muerte de mi madre y
le dije que ya había hecho otros arreglos ahora que legalmente ya era un
adulto. No se veía contento al respecto, pero Janessa se las arregló para
suavizar las cosas y ayudar un poco con la situación incómoda.
Dejará que me quede con el auto, una especie de regalo de cumpleaños.
También me dio acceso a un fideicomiso que no tengo la intención de
utilizar en nada más que mis estudios, pero me alegra que esté ahí. Ayuda
con algo del estrés que causa el mudarse.
Roman me sonríe desde el otro lado del césped, con cerveza en mano
mientras está parado ahí con Aaron a su derecha y Dom a su izquierda.
Kasey está rodeada por los chicos de mi antigua ciudad, disfrutando toda la
atención e intento luchar por no sonreír cuando veo la mirada letal de
Dominique dirigida hacia ellos.
Algo me hace pensar que está pasando algo entre los dos, pero ninguno
ha mencionado nada y no he preguntado. Solo estoy feliz. Contenta, por
primera vez, y estoy ansiosa por saber qué nos depara el futuro.
Solo bastan unas miradas persistentes antes que Roman deje su bebida y
se me una en el césped, sus caderas moviéndose en sintonía con las mías
mientras me abraza.
—Eres tan hermosa, —me dice.
No puedo evitar sonreír.
—También eres muy guapo —le comento, dándole un obvio vistazo de
pies a cabeza y dejando ver la lujuria en mi mirada.
Sus ojos adquieren un brillo perverso.
—Soy muy afortunado. —Presiona sus labios contra los míos de nuevo
antes de susurrar—. Y te amo muchísimo.
Dios, este chico.
—También te amo —le digo, rodeando su cuello con mis brazos y
abrazándolo fuertemente. No importa lo que nos depare el futuro, sé que
estará a mi lado, y no puedo esperar para lo que nuestro siguiente capítulo
pueda traer.

Espero que hayan disfrutado la historia de Allie y Roman. Vean lo que el


resto de los Diablos están haciendo y denle CLIC AQUÍ para leer Diablo
Salvaje, el segundo libro en la serie Diablos de Sun Valley High.
ACERCA DEL AUTOR

Daniela vive en Washington con sus tres hijos y su esposo. Escribe libros como Daniela Romero y
también como Danielle Annett. Para obtener más información sobre ella o para pedir libros firmados,
visite www.romero-annett-books.com

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