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Diablo Perverso 1685479558
Diablo Perverso 1685479558
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DIABLO PERVERSO
DANIELA ROMERO
Copyright © 2021 Daniela Romero www.romero-annett-books.com Todos los derechos reservados,
incluidos los derechos de reproducción, distribución o transmisión en cualquier forma y por cualquier
medio. Para obtener información sobre los derechos subsidiarios, comuníquese con el autor.
Este libro es un trabajo de ficción. Los personajes, nombres, lugares, incidentes y eventos son
producto de la imaginación del autor y son ficticios o utilizados de manera ficticia. Cualquier
parecido con personas reales, vivas o muertas, eventos o lugares son pura coincidencia.
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISEIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
EPÍLOGO
Las miradas que estoy recibiendo no son amigables. Estoy segura de que
esa chica, Silvia, quiere matarme. Me di cuenta de la forma en la que miró a
Roman cuando la llamó. Casi se pavoneó por su atención. Hasta que me
vio. Lo desea. No puedo culparla. Antes de andar con mi ex, Ryker, tal vez
lo hubiera deseado también. El chico malo que toda chica cree que puede
domar. Pero ya he recorrido ese camino y aprendí mi lección, mi corazón ya
ha tenido suficiente.
No soy una masoquista, así que no tiene de qué preocuparse.
Le pidió que me cuidara, a su chica. ¿Acaso tiene una idea del tremendo
lío en el que me ha metido con esas dos palabras? Es fácil saber que Silvia
es la que manda, si no es que es la única aquí, la Reina de Sun Valley High.
Está muy arreglada y tiene una cara de zorra lo suficientemente fuerte para
intimidar a cualquiera. Siguiendo su ejemplo, al final del día, todas las
chicas de esta escuela me odiarían.
Afortunadamente no me tengo que sentar cerca de ella y la clase de
cálculo pasa sin ninguna eventualidad con tan solo algunos murmullos y
burlas dirigidas a mí, pero ¿qué puedo hacer?
Nada. No puedo hacer nada.
Sun Valley High es todo lo que esperaba que fuera. Esa típica escuela
pública. Pero no tomé en cuenta la cantidad de revuelo que causaría siendo
la chica nueva. No ayudó que comenzara el año a mitad del primer
trimestre. Si hubiera comenzado el primer día, como todos los demás,
hubiera tenido la oportunidad de pasar desapercibida. Tal vez.
Probablemente. A menos que me hubiera topado con Roman en el primer
día también.
Jalo el dobladillo de mi blusa, luchando contra una ola de timidez.
Nadie aquí está vestido igual que yo. Janessa me hizo creer que lo estarían,
hablando sobre las cosas populares que a los chicos de aquí les gustaban,
pero estaba muy equivocada.
La mayoría de los estudiantes están vestidos con pantalones rotos,
sudaderas con capucha y camisetas. Hay un pequeño grupo de chicos muy
bien vestidos, como Silvia, y tengo el presentimiento de que son la élite de
Sun Valley High. Los atletas presumidos y los riquillos malcriados. Pero su
versión de buen gusto son pantalones Rock Revival y tops de Free People.
Aún es excesivo para mi gusto, pero mis zapatos cuestan más que la
mayoría de sus atuendos y no pasa desapercibido. Recibo muchos
murmullos de “perra engreída” dirigidos a mí y para la hora del almuerzo
he escuchado un nuevo sobrenombre, “la princesita de papá.”
Ese lo odio más que cuando Roman me llama “vainilla.”
Me está esperando fuera del salón para el almuerzo, tomándome por
sorpresa. No me engaño pensando que nos volveremos amigos. Los chicos
como él no son amigos de las chicas. Conozco el tipo. Soy su castigo y es
evidente que no está contento con eso, incluso si está jugando conmigo.
Ryker también solía hacer tonterías como esta.
Sigo a Roman dentro de la cafetería y cada uno tomamos nuestros
almuerzos antes de dirigirnos a una mesa en la esquina más alejada de la
derecha. Otros dos chicos ya se encuentran sentados ahí. Uno es un chico de
color, alto, vestido con pantalones deportivos gris, una camiseta blanca y
luciendo unos zapatos deportivos Beast Mode.
Ah, un fan de Marshawn Lynch. Puedo apoyar eso.
Bueno, cuando Marshawn Lynch jugaba para los Raiders. Nunca fui fan
de los Seahawks.
Tiene labios carnosos, y ojos grandes y café oscuro. Su cabello está
trenzado, pegado a su cuero cabelludo y tiene dos cortes a través de su ceja
izquierda que estoy casi segura son dos líneas idénticas afeitadas y no los
restos de una cicatriz. Le da un aspecto más severo y realza su buena
apariencia.
Veo al otro chico que está a su lado. No es tan alto como el primero,
pero mide alrededor de seis pies de altura. Es hispano, como Roman y yo,
pero sus ojos se alzan un poco más en las orillas y sus pómulos son más
pronunciados. No creo que sea mexicano. Tal vez hondureño. Es el más
delgado de los tres, pero sus brazos están envueltos en músculo.
Simplemente no ha embarnecido tanto aún.
Tiene puesta una camiseta blanca sin mangas, pantalones de tiro bajo
que muestran el elástico de sus boxers negros y una cadena plateada
alrededor de su cuello.
Es hermoso. Los tres lo son. Y con un vistazo alrededor de la cafetería
sé que estos tres son la crema y nata. Todas las chicas los miran
hambrientas de lujuria.
¿Pueden ser más obvias?
El otro chico hispano me mira mientras camino detrás de Roman, una
pregunta en su mirada, pero Roman no parece estar dispuesto a responder.
—¿Por qué está aquí? —pregunta cuando al fin nos acercamos a la
mesa.
Roman gruñe, sin darle una respuesta. Maravilloso.
Considero irme. Puedo ir a la biblioteca y comer ahí. A pesar de que
Roman me arrastró aquí, los otros dos chicos no parecen dispuestos a darme
la bienvenida, pero aun así decido presentarme.
—Me llamo Alejandra. Allie. —Decido decir en español. No quiero ser
una idiota, pero tampoco quiero que piense que podría usar el español para
hablar de mí sin que me dé cuenta de lo que está diciendo.
Sonríe y se le escapa una risa de sorpresa. —Oooh, me encanta cuando
una chica me habla en español con un toque mexicano. —Volteo mis ojos,
ignorando su intento de coqueteo. Mueve las cejas y pregunta—. ¿Cuál es
tu historia, vainilla?
¿También él? Intento no fruncir el ceño. —Es Allie. No vainilla —le
digo, tratando de mantener mi tono suave. Ninguno de estos chicos me ha
hecho nada malo y no quiero aislarme aún más. Pero en serio no me gustan
los sobrenombres.
—Como digas, vainilla.
«Argh. Podría estrangularlo.»
—Soy Emilio. —Apunta hacia sí mismo—. Ese imbécil silencioso es
Dom. —Indica al chico de color a su lado. Dom asiente con la cabeza, pero
no parece muy interesado en presentaciones—. ¿Hay alguna razón por la
que estés sentada en nuestra mesa? Sin ofender, pero no nos gusta
mezclarnos con el sexo débil.
«Oh. Oh.»
—Yo solo…digo...No los juzgo. —Levanto mis manos en un gesto
apaciguante—. En serio. Si les gustan los chicos o están juntos…
—No somos gay. —Dom dice inexpresivamente.
Mis mejillas se sonrojan. ¿No lo son? —Umm…
Dom suspira y voltea hacia mí. —Lo que Emilio quiso decir... —hace
una pausa y lo golpea en la cabeza.
—¡Oye!
Dom frunce el ceño y continua —es que es nuestro último año. No
tenemos tiempo para chicas. Estamos enfocados en el juego. Solo fútbol
americano. Así que si estás intentando estar con Ro…
—No, no estoy. Oh por dios, en serio no es eso. —Mis mejillas están
súper sonrojadas en este punto pero no quiero que haya malentendidos—.
Soy su castigo. Esa es literalmente la única razón por la que estoy aquí
ahora. Algo sobre él teniendo que mostrarme la escuela esta semana para
evitar ir a detención.
Emilio silba. —No jodas—. Me ve de arriba a abajo como si fuera un
pedazo de carne antes de voltear hacia Roman con una enorme sonrisa en su
cara. —¿Cómo lograste tener este tremendo pedazo de culo como castigo?
—lo dice de broma, pero hay un poco de preocupación en su tono.
—No es gran cosa. Solo la señorita Jennings siendo la misma señorita
Jennings.
Ambos chicos se quejan. Ignoro lo que dicen después y decido revisar
mi celular.
Saco mi teléfono. Estaba vibrando constantemente durante la primera y
segunda clase, pero no quise arriesgarme a mirarlo y que me lo confiscaran.
No sé qué tan estrictos son los profesores aquí.
Reviso mis mensajes. Tengo tres de Ryker, mi ex.
Ryker: Bebé, sé que terminamos, pero te extraño.
Ryker: Hagamos planes para vernos pronto.
Ryker: Extraño tus besos. Tu sabor…
Qué asco. Este último incluye una foto. Una foto de su pene.
Maravilloso. Que imbécil. Rompió conmigo. El día que murió mi mamá.
¿Quién hace eso? Y también me engañó. Con mi única amiga. Y ninguno
de estos mensajes es para disculparse por eso. No es como si lo fuera a
perdonar si es que lo fueran. En cambio, me trata como si yo fuera fácil y
quisiera una foto de su minúsculo pene.
Borro sus mensajes, ni siquiera molestándome en contestar y continúo
con los otros dos esperándome.
Adriana: Sé que lo arruine. Lo siento. Háblame, ¿Por favor?
Borrado.
Julio: Si Adriana te manda mensaje, ignórala. Ella y Ryker se
siguen acostando.
Suspiro. Al menos no se anda con rodeos.
Yo: Gracias por avisarme.
Responde casi al instante.
Julio: Siempre te apoyaré. Te extraño Chica.
Yo: También te extraño J.
Julio ha sido mi mejor amigo desde la primaria. Desde que Mimi
Johnson me robó mi cono de nieve en el parque y me dijo estúpida. Le dijo
que era fea y que el cono que me robó la haría engordar. Hemos sido como
uña y mugre desde entonces.
J me conoce completamente y sé que siempre me apoyará. Solo que
ahora lo hará a dos horas de distancia. Odio la distancia entre nosotros, pero
solo necesito aguantar este año.
Guardo mi teléfono en mi bolsillo, aun con una sonrisa en mi rostro.
Cuando veo hacia arriba, Roman está mirándome fijamente. No dice nada
así que yo tampoco. Los otros chicos parecen interesados y entonces Emilio
pregunta, —¿Novio ardiente?
Me rio. —No. Solo unas personas de mi vieja escuela —le digo. No hay
razón para mentir.
Levanta una ceja como diciendo, dime más.
Cuando no lo hago, dice, —¿Sueles recibir fotos de penes de personas
seguido?
Oh, por dios. ¿La vio?
—¿Qué? No. —Oculto mi rostro detrás de mis manos y los tres se ríen
—. No es lo que piensan. Dios. No. —Sacudo mi cabeza y se ríen con más
fuerza.
—Maldición, vainilla. No hay prejuicios aquí. Puedes tener todas las
fotos de penes que quieras. Tengo una idea, puedo ir al baño ahora mismo y
tomar una para ti. Dame tu número y lo haremos realidad.
La humillación me recorre. —No es... —Sacudo mi cabeza con un
rotundo no antes de exhalar exasperadamente—. Mi ex está tratando de que
vuelva con él. Algo así.
Frunzo el ceño. —Estoy casi segura que solo quiere sexo pero eso no
pasará. Así que no, no recibo fotos de penes seguido. Solo es un idiota y no
se ha dado cuenta que todo terminó. Y no, tampoco quiero fotos de tu pene.
Gracias.
—Santo dios, vainilla. Tu vida es la precuela de una telenovela. ¿Qué
más tienes?
Me rio. —Nada. Mi vida no es nada emocionante.
Un poco trágica, tal vez, pero nadie más necesita saber esa parte.
Los chicos hablan de fútbol el resto del almuerzo. Los tres están en el
equipo principal lo cual no me sorprende. Hay un juego el viernes, pero no
parecen preocupados. El juego dentro de dos semanas tiene la mayoría de
su atención. Es el juego de Sun Valley High contra sus rivales, los Santos de
la academia Suncrest. Basándome en sus expresiones, es algo muy
importante.
Trato de seguir su conversación. Julio y yo solíamos ver fútbol
americano juntos. Ryker juega para mi vieja escuela, pero nunca asistí a sus
juegos. Simplemente veía la NFL con Julio y algunas veces los resúmenes
de la escuela si el juego era lo bastante importante para que las noticias lo
cubrieran.
Aunque Adriana siempre estuvo ahí. Estaba en el equipo de porristas.
¿Tal vez esa fue una de las razones por las cuales nunca me pidió que
asistiera?
Mientras los chicos hablan, aprendo que Dom es el mariscal de campo
de la escuela. Roman juega en la posición de receptor abierto. Y Emilio es
el esquinero. Los tres parecen vivir y respirar fútbol americano. Emilio trata
de incluirme en la conversación, lo cual me toma por sorpresa ya que no
parecía muy emocionado de que estuviera aquí en primer lugar.
Me hace muchas preguntas, pero no tengo mucho que contribuir.
Entiendo el juego. Sé como funcionan las jugadas y gracias a dios no me
pierdo cuando Dom se sale por la tangente acerca de una jugada que los
Santos hicieron y les funcionó en el juego de la semana pasada contra otra
escuela. Los chicos son intensos y está claro que estudian mucho a sus
oponentes. Los sorprendo un par de veces cuando resulta obvio que sé de lo
que están hablando y comienzo a encontrar mi equilibrio por un momento.
Estos chicos no son tan diferentes a mi gente en casa. Roman es muy
parecido a Julio. El líder de la manada, aunque más taciturno y
definitivamente un don juan. Emilio tiene una actitud despreocupada como
Felix. Es un bromista y siempre tiene una sonrisa confortante. Y Dom es del
tipo serio y callado como Gabe.
Empiezo a sentir que tal vez hoy no apestará del todo, pero tampoco me
engaño a mí misma pensando que una vez que el castigo de Roman termine
alguno de estos chicos aún querrá hablarme. Emilio ya dejó claro que no se
mezclan con las chicas de esta escuela. No pueden permitirse ninguna
distracción. Aparte de eso, es evidente que provenimos de diferentes
círculos sociales. Ellos son los chicos que todas las chicas quieren y que
todos los demás chicos desearían ser. Se nota en la forma en que los demás
los ven. Y yo, soy la chica que solo quiere sobrevivir su último año.
Cuando suena la campana, Roman tira su bandeja y probablemente se
dirige a la clase de Español, sin molestarse en esperarme. Considero
llamarlo, pero inmediatamente decido no hacerlo. Parecía ponerse más
agitado a medida que avanzaba el almuerzo. No le he hecho nada así que no
sé cuál es su problema.
Nadie me habla mientras deambulo por los pasillos tratando de
encontrar la clase de español. Roman aún tiene mi horario y en realidad no
sé a donde voy. Trato de preguntarle a algunos estudiantes, pero lo único
que consigo son burlas y que me volteen los ojos. Ninguna palabra.
Ninguna ayuda.
Sí, soy la chica nueva.
Sí, me senté en el almuerzo con los chicos lindos que ahora sé que
también son los atletas de la escuela.
Y no. No era mi intención causar un disturbio en la jerarquía social de
esta estúpida escuela.
No se me escapó el hecho de que los chicos no se sentaron con el resto
de los jugadores de fútbol, quienes son fácil de identificar basándose en su
comportamiento escandaloso y sus chamarras deportivas. Pero si eres el
mariscal de campo como Dom, eres prácticamente de la realeza de la
escuela. Así que, si los chicos siempre están juntos, el que estuviera con
ellos no le agradaría al resto de la escuela.
Lo cual fue evidentemente claro una vez que recogí una copia nueva de
mi horario de la oficina y entré a mi siguiente clase.
El profesor no me hace ponerme de pie y presentarme, por lo cual estoy
agradecida. Detesto ser la chica nueva y detesto aún más ser el centro de
atención. Ya me siento fuera de lugar y la atención extra y el escrutinio me
ponen los pelos de punta. La chica que está sentada detrás de mí patea la
parte trasera de mi asiento al menos cuatro veces durante la clase y una vez
que la clase termina, me dice perra y tira mi cuaderno del escritorio al pasar.
Maravilloso.
Roman lo ve todo y su única reacción es sonreír. Este tipo es todo un
personaje. Un minuto es un tipo agradable y me ayuda y al otro es
abiertamente hostil y anima este tipo de comportamiento hacia mí. Me
comienzo a preguntar si solo me llamó “su chica” en la última clase para
hacerme las cosas difíciles. Como si supiera la reacción que eso causaría.
Cuando pasa a su lado, él hace un gran espectáculo, rodeándola con su
brazo y caminando fuera del salón al lado de ella.
Que tontería.
Aunque lo ignoro todo. Y camino hacia mi última clase del día.
Soldadura.
Después de una rápida ida al baño, logro llegar a la clase justo después
del toque de la campana. Me recibe un mar de caras llenas de confusión
mientras me paro en la entrada. Hay quizá veinte chicos en la clase y todos
son varones. No me sorprende. La clase ya ha comenzado y no quiero
interrumpir, pero cuando el maestro nota las caras confusas de todos viendo
detrás de él, se voltea y me ve.
—¿Estás perdida? —me pregunta frunciendo el ceño.
Sacudo mi cabeza. —No. Tengo soldadura en mi cuarto periodo. —le
digo, acercándome para mostrarle mi horario—. Me transfirieron tarde —
agrego tímidamente.
Su ceño se profundiza, sus cejas casi blancas arrugándose juntas casi
como dos orugas peludas. —¿Te mandaron aquí por falta de cupo? —me
pregunta, aún confundido.
—No, escogí Soldadura como mi electiva.
Eso lo desconcierta.
—¿Eres una de esas locas por los chicos? —hay molestia en su tono.
Me rio. En mi antigua escuela, muchas de las chicas tomaban
levantamiento de pesas como electiva de educación física porque todos los
atletas la tomaban. Era una buena forma de codearse con los populares,
pero no era una de esas chicas. En realidad, me gustaba esta clase.
—No, señor. Me gusta soldar.
Levanta una sola ceja. —¿Haz soldado antes?
Asiento con la cabeza. —Mi antigua escuela ofrecía esta electiva así
que este será mi tercer año llevándola. Soy buena en MIG y Stick. Mi TIG
es, —levanto mi mano y la muevo de lado a lado—. Aceptable.
Sus ojos se agrandan, pero asiente con la cabeza y me regresa mi
horario. —Muy bien, toma asiento. De todas formas, hoy estamos haciendo
un pequeño repaso.
Me dirijo hacia la única silla disponible. Cuando me siento, un chico se
inclina sobre su mesa hacia mí. —Oye, eres nueva, ¿cierto?
Asiento con la cabeza y me preparo para lo que dirá después.
—Soy Aaron. ¿Cómo te llamas?
—Allie —le digo, sorprendida por la presentación.
—Genial. Gusto en conocerte, Allie. —Me sonríe. Es lindo. Realmente
lindo. Tiene cabello rubio alborotado que cae sobre su cara y ojos verde
brillantes. Vestido con pantalones Volcom negros y una camiseta O’Neill da
una vibra de skater, pero es genial y definitivamente le sienta bien. Mi
suposición es confirmada cuando veo la patineta en el piso junto a su mesa.
Le sonrío antes de prestar mi atención al instructor.
Ya sé la mayoría de lo que habla. Nos da un repaso de los protocolos de
seguridad. Supongo que tuvieron un lesionado el día anterior.
Usa siempre tu careta. Usa siempre zapatos cerrados. Viste con una
camiseta de manga larga, no inflamable cuando sueldes, junto con una
chamarra de soldar. Usa guantes.
Nos muestra dónde está la estación para lavar los ojos y después repasa
el equipo. La mayoría de los chicos lo ignoran, pero presto atención en caso
de que haga algo diferente de lo que he aprendido.
—El primer trimestre cubrimos la soldadura tipo MIG —me dice Aaron
cuando regresamos a nuestros lugares. No me sorprende ya que es la forma
de soldadura más fácil que hay. Es como la pistola de silicona del mundo de
la soldadura.
El señor Moyer, el profesor, explica cómo trabaja el soldador y justo
cuando comienza a hablar de cómo prepararte para soldar, suena la
campana, indicando el final de la clase.
—Mañana continuaremos donde nos quedamos —le dice a la clase.
—Revisa tu plan de estudios y haz que uno de tus padres firme la
renuncia de responsabilidad. —Me recuerda mientras tomo mis cosas para
retirarme.
Asiento con la cabeza y saco mi celular de mi bolsillo, dándome cuenta
de que tengo un mensaje.
Es de Janessa.
Janessa: La reunión de tu padre se alargó. Pide un auto.
Frunzo el ceño, pero después decido que probablemente es mejor que su
reunión se alargara. No estaba esperando con ansias el viaje a casa con
Gerald. Busco la aplicación de Uber en la tienda de aplicaciones de mi
teléfono y la descargo. Nunca he necesitado un Uber antes pero no es
ciencia espacial.
Aaron se acerca sigilosamente a mi lado y mira mi teléfono por encima
de mi hombro.
—¿Algún problema?
—No. Ger…a mi papá se le hizo un poco tarde así que tomaré un Uber.
—Te puedo llevar.
—Ni siquiera me conoces. —Lo miro incrédulamente.
Se encoge de hombros y me da una sonrisita. —Lo sé. Pero me gustaría
conocerte.
Calor sube hasta mi cara, pero antes de que pueda responderle, Roman
se encuentra a mi lado.
—Apártate, Henderson. —Empuja a Aaron contra los casilleros.
Me quedo boquiabierta y agarro su brazo, —Roman, ¿qué diablos?
Levanta una ceja y la orilla de su boca se levanta en una sonrisa
diabólica.
—¿Diablos? ¿en serio?
Lo miro furiosa. Aaron se aleja del casillero, su cara enrojecida y
enojada, brinco en medio de ambos. Con mi espalda hacia Aaron, miro con
mala cara a Roman. —Las clases terminaron. Ya no necesitas ser mi niñero.
—No es como si estuviera haciendo un gran trabajo, para empezar.
Dom y Emilio caminan a su lado y ambos le lanzan miradas
amenazantes al chico detrás de mí.
—¿Cuál es tu problema? —le pregunto, no entiendo de donde viene
tanta hostilidad.
—¿Lo conoces? —Emilio me pregunta, inclinando su barbilla hacia
Aaron.
Me encojo de hombros. —Sí. Algo así. Tenemos clase de soldadura
juntos. —Puedo sentir la ira irradiando de Roman frente a mí. Sus ojos
están entrecerrados, sus manos blancas por los puños cerrados a sus lados,
pero no dice nada. Solo mira a Aaron detrás de mí como si pudiera matarlo
con la mirada.
—Él es problemático, vainilla. Asegúrate de nunca subirte a un auto con
este —dice Emilio.
—¿Puedes dejar de llamarme así? Tengo un nombre. —¿Y por qué les
importa si tal vez me suba a un auto con Aaron? ¿Es un conductor
temerario o algo así?
Ninguno dice nada por varios segundos. Siento la mano de Aaron en mi
cadera un momento después y volteo a verlo. —Te veo después —dice
entre dientes. Le sonrío y asiento con la cabeza.
¿Qué más puedo hacer? Ahí va mi aventón.
Los tres chicos frente a mi miran alejarse a Aaron con diferentes niveles
de hostilidad. Cuando volteo para dirigirme en la misma dirección, Roman
extiende su mano y me agarra de la muñeca.
—Henderson es problemático.
Me alejo. —¿Y se supone que debo confiar en tu palabra?
Asiente con la cabeza.
—Mira, no sé cuál es tu problema, pero Aaron es la única persona que
ha sido amable conmigo. No voy a alejarme de él solo porque tú lo dices.
—¡Oye! Nosotros hemos sido amables. —Emilio dice.
Me encojo de hombros. —Ustedes dos sí lo han sido —les digo
señalándolos.
—Pero él —apuntó un dedo hacia Roman—, junto con el resto de los
estudiantes, han sido unos completos idiotas.
Un tic se forma en la mandíbula de Roman pero no me importa. Puede
que parezca una chica tímida y dócil pero no lo soy.
Me marcho hacia la salida de la escuela, ignorándolo mientras me
llama.
CINCO
La semana pasa en un abrir y cerrar de ojos. Después del primer día, Roman
dejó de jugar al guía y estaba bien con eso. Claro, extrañaba el poco
compañerismo que compartimos en el almuerzo el primer día, pero no
estaba buscando un grupo de reemplazo. Además, es un idiota melancólico.
Lo ignoro cuando lo veo en el primer periodo o en los pasillos, y el
resto de los estudiantes, a excepción de Aaron, afortunadamente deciden
ignorarme ahora que se han dado cuenta que juntarme con Roman y su
grupo no será un evento que vaya a repetir.
Adaptarme a la vida en Sun Valley es una experiencia nueva y se siente
como estar atrapada en el purgatorio. Veo a la asistente de Gerald más que a
él. Ella está ahí cada mañana a las siete y treinta, ansiosa y dispuesta a
llevarme a la escuela, aunque toda la semana he tenido que tomar un Uber
para llegar a casa.
Sería más fácil si solo tomara el autobús, pero la cara de Janessa cuando
lo sugerí fue un rotundo no. El autobús es indigno de mí. Parece estar bien
para todos los demás en este pueblo, pero de alguna manera un Uber es la
opción más refinada y de más clase.
«Argh.»
Estoy saliendo de mi última clase, con mis ojos pegados a mi teléfono
mientras tecleo la dirección de la escuela para pedir un Uber, cuando Aaron
me grita desde el pasillo.
—Hey.
Doy pasos lentos para esperar a que me alcance.
—Hey —le sonrío.
Tira de las correas de su mochila, su patineta amarrada a ella, y una
sonrisa pícara en su cara. —¿Tienes planes para este fin de semana?
Me encojo de hombros. —En realidad no. Sigo siendo la chica nueva
así que probablemente me quede en casa y adelante mis tareas.
Asiente con la cabeza y muerde su labio superior. —Bueno, hay una
fiesta este fin de semana. Es como una tradición previa al juego. Varios de
nosotros vamos al bosque y acampamos el fin de semana antes de nuestro
juego contra nuestros rivales, los Santos.
—¿Te gusta el fútbol americano? —le pregunto con especulación.
—Nah. Pero me gusta ir de fiesta y acampar, así que... —Se encoge de
hombros.
—Oh. Genial —le digo, no estoy segura a donde va con todo esto.
Inclina la cabeza, una pregunta en su mirada, pero no estoy segura que
respuesta está buscando. Pasa una mano por su cabello y agita su cabeza. —
Así que, uh, ¿quieres ir? Quiero decir ¿conmigo? Puedo pasar por ti si te
parece bien... —Su voz se desvanece y mira hacia otro lado con un ligero
rubor en sus mejillas.
Oh. ¡Oh! —¿Me estás invitando? —Doy un chirrido. Tan pronto como
las palabras salen de mis labios, quiero abofetearme.
Las comisuras de su boca se levantan en una sonrisa. —Sí. Creo que
será divertido. Quiero decir, si vinieras. Creo que te divertirás mucho.
Me muerdo mi labio inferior. Quiero ir. Me vendría bien un poco de
diversión en mi vida ahora mismo. Y Aaron es la única persona que me
habla, así que estoy contando con que será mi único amigo mientras estoy
atrapada aquí. No quiero decepcionarlo si lo rechazo, pero ¿Gerald me dará
permiso de ir? ¿Cómo le puedo preguntar? No lo he visto en toda la
semana. Literalmente, ni una vez. Siempre está trabajando y parece que sus
juntas se alargan todas las noches.
—Um... —miro alrededor del pasillo y veo a Roman, Emilio y Dom.
Los tres están parados junto a la salida con el ceño fruncido en sus caras
mientras nos miran conversar. Aún no sé cuál es su problema con Aaron,
pero afortunadamente, esta vez mantienen su distancia.
Aaron sigue mi mirada y los ve, su sonrisa rápidamente se transforma
en una mueca. —¿Te gustan ese tipo de chicos?
Su pregunta me desconcierta un poco. —¿Qué? ¡No! —Me apresuro a
decir.
Me considera un momento como si no estuviera seguro de creerme o no.
—¿Estás segura? A todas las chicas de Sun Valley High les gustan los
Diablos.
—Definitivamente no a esta chica.
Exhala un suspiro de alivio. —Eso es bueno. Son unos imbéciles. No
me gustaría verte lastimada.
No lo discuto porque, bueno, sí lo son, y el hecho de que se preocupe
por mí es algo lindo. Saco mi teléfono y le envío un mensaje a Janessa.
Yo: ¿Crees que mi papá me deje salir con un amigo este fin de
semana?
Janessa: ¿Fecha, hora y lugar?
Volteo a ver a Aaron. —La asistente de mi papá quiere saber: ¿Cuándo,
a qué hora y a dónde iríamos?
Levanta una ceja. —¿Su asistente?
—Sí, sé que es raro, pero tendré una respuesta más rápida a través de
ella en vez de tratar de localizarlo a él.
Asiente con la cabeza como si entendiera. —Shadle Creek. Hoy hasta el
domingo por la mañana.
Le mando la información y veo como los tres puntitos aparecen. Luego
desaparecen. Luego aparecen de nuevo. «Argh.» Vamos. Contesta de una
vez.
Janessa: Muy bien. Tu padre dice que utilices la tarjeta de crédito
que te dio si necesitas algo. Tratará de programar una cena contigo
cuando regreses.
Yo: Grandioso.
Volteo mis ojos. Me encanta la idea de tener una cena programada con
mi papá. Guardo mi teléfono de vuelta en mi bolsillo y volteo a ver la
mirada expectante de Aaron.
—Cuenta conmigo.
Sus ojos se iluminan. —¿De verdad?
Asiento con la cabeza.
—¡Genial!
Aaron me lleva a casa y entra conmigo. Se sienta en el borde de mi cama,
observándome mientras empaco mi maleta apresuradamente con las cosas
esenciales. Ropa interior. Cepillo de dientes. Peine para el cabello. Pasta de
dientes. No estoy segura que más necesitaré, pero no me toma mucho
tiempo darme cuenta que ninguna de la ropa que Janessa me compró me
será útil. Todo es blanco o rosado y definitivamente inapropiado para
acampar.
Busco en los cajones de mi tocador y en mi armario algo aceptable.
Aaron se ve fuera de lugar en el espacio mientras se reclina sobre el
cobertor rosa floral que cubre mi cama.
Está vestido con sus usuales pantalones negros Volcom, hoy los
combinó con una camiseta térmica Hurley de manga larga y un par de Vans
a cuadros. Sus brazos están bien definidos, incluso debajo de la tela de su
camisa, y cuando se levanta, expone un poco de piel suave, bronceada con
un ligero rastro de vellos rubios.
Me obligo a apartar la mirada de la curvatura de sus caderas que sé que
lleva a un cinturón de Adonis que no tengo porque admirar. ¿Cómo lo
consiguen los chicos? Lo he visto comer. Es como un triturador de basura
en el comedor, pero al verlo ahora, no lo notarías.
—No puedo creer que vivas aquí —me dice con un tono de asombro.
—Sí, bueno, apenas hace una semana.
Su cabeza se inclina en pregunta y suspiro, realmente no quiero dar
explicaciones, pero tampoco veo cómo evitarlo. —Mi mamá murió.
Controlo mis emociones y obligo las palabras a salir. —Mi papá es el
único pariente vivo que tengo, así que me enviaron aquí. Apenas me mude
hace dos semanas, así que nada de esto, —señalo a todo a mi alrededor—.
Es mío o se asemeja siquiera a la vida con la que crecí.
—¿En serio? —Sacude la cabeza y su cara se frunce—. Demonios. Lo
siento.
Me encojo de brazos. —Está bien. No lo sabías.
Un silencio se extiende entre nosotros, y después de buscar entre el
último de los cajones de mi tocador, me rindo, derrotada. —No creo que
esto vaya a funcionar. No tengo nada apropiado para acampar —le digo,
resignación en mi tono. No me di cuenta cuanto quería ir hasta que fue
obvio que tal vez no pueda hacerlo.
Aaron me considera un momento antes de caminar hacia mí y tomar mis
manos, levantándome del piso donde estaba sentada. —Está bien. Puedes
tomar prestados unos pantalones deportivos míos si quieres. Mi maleta ya
está lista en mi cajuela. ¿O si prefieres podemos pasar por una tienda?
—No creo que tu ropa me quede —le digo, mientras veo su físico.
Aaron es alto y delgado, probablemente cerca de seis pies. Se parece a
Chester Bennington de Linkin Park pero con una vibra de un joven y
ardiente Ryan Sheckler.
—Hay, no lo sé, ¿una tienda Target cerca o en el camino? —le preguntó.
Se ríe. —No pensé que Target fuera tu estilo, pero sí, sí hay.
Mis hombros caen al reclinarme en la pared, un alivio pasando a través
de mí. —No crecí teniendo dinero. Todo esto, la asistente de mi papá lo
compró para mí cuando me mudé. Target es mi estilo.
Sonríe con una sonrisa torcida y graciosa. —Creo que me gustas más
después de esa revelación. Vamos. Consigamos unos nuevos zapatos
deportivos y luego a divertirnos.
SEIS
Las compras nunca han sido lo mío, pero saqueé Target por completo tan
pronto como llegamos a la sección de mujeres. No soy exigente así que
tomo lo básico. Cosas que puedo combinar sin mucho esfuerzo. Unas
cuantas camisetas blancas y un par de camisetas con logos de bandas.
Algunos pantalones negros rotos y ajustados. Un par de pantalones cortos,
aunque ya pasó el otoño y se acerca el invierno. Un traje de baño por si
acaso. Y un par de leggins junto con una sudadera con capucha.
Aaron es un buen chico, ayudándome a cargar el montón de ropa sin
quejarse mientras recorro los pasillos. Cuando siento que tengo suficiente,
nos dirigimos a la caja.
Me siento mal cuando la cajera me cobra y me da el total. Cuatrocientos
trece dólares. Trago en seco mientras le doy la tarjeta de crédito de Gerald y
la culpa me corroe, recordándome que tengo que buscar trabajo para no
tener que depender de él. Pronto cumpliré dieciocho y necesito prepararme
para eso.
Solo toma unos minutos después de que me entrega mi recibo para
recordar que mi mamá acaba de morir y Gerald no se ha molestado por
estar cerca en toda la semana. ¿Qué clase de padre hace eso?
Eso ayuda a arrastrar cualquier rastro de culpa sobre lo mucho que estoy
gastando hoy. Sin embargo, aun necesitaré buscar un trabajo.
—Wow, Allie. Te ves muy bien. —Aaron dice cuando salgo del baño.
Tan pronto pagué, me apresuré a cambiarme a unos jeans negros rotos y
una camiseta blanca de cuello en V que acababa de comprar. Incluso me
compré un par de argollas de oro de fantasía. Fui una idiota por pensar en
querer ser alguien que no soy. Odio toda la ropa cara color blanco, durazno
y rosa que Janessa me compró. Y realmente odio la manera en la que las
personas me juzgan cuando la uso.
—Gracias. —Acomodo un mechón de cabello detrás de mi oreja y
sonrío.
Estaba cómoda. Era yo de nuevo.
Me extrañé esta semana.
Con mis manos llenas, Aaron me ayuda a cargar mis cosas a su auto y
aventamos todo en la parte trasera de su Subaru WRX. Mientras compraba
me contó sobre la cabaña donde nos quedaríamos. Sentí un gran alivio
cuando me dijo que no necesitaría preocuparme por conseguir una tienda de
campaña o una bolsa de dormir. Acampar con Aaron suena más como
quedarse en un hotel, así que ropa y artículos de aseo personal es lo único
que requiero.
Me doy cuenta de que Aaron tiene dinero. No tanto como Gerald. Eso
es un nivel totalmente diferente. Pero la familia de Aaron está mucho mejor
que solo cómoda. Me hace preguntarme qué pensaría si viera mi antigua
casa. Si aún quisiera ser mi amigo si hubiera conocido a la vieja yo. La de
antes que mi mamá muriera, que vivía en una casa con una recamara, un
baño y barrotes en la ventana, en el peor lugar de la ciudad.
Entonces sacudo ese pensamiento porque me doy cuenta que lo estoy
juzgando al igual que los estudiantes de Sun Valley High me han estado
juzgando a mí. No soy así.
El camino a Shadle Creek toma un poco más de una hora. Aaron y yo
escuchamos a The Red Jumpsuit Apparatus, All American Rejects y Panic!
At the Disco, y por primera vez en más de una semana, me relajo. El viento
suelta mechones de mi cabello y no puedo evitar sonreír mientras Aaron
navega a través de la carretera sinuosa, nuestras ventanas abiertas y el sol
brillando.
No hay presión aquí. No hay miradas de odio. Aaron es
sorprendentemente gracioso y aunque canta horrible, no tiene problema en
cantar con fuerza la letra de I Write Sins Not Tragedies junto conmigo.
Antes de que me dé cuenta, el camino de asfalto se convierte en grava y
estamos entrando en un claro rodeado de cabañas. Cientos de adolescentes,
algunos que reconozco de la escuela y otros que no, están dando vueltas,
charlando y bebiendo cerveza. Algunos están montando carpas y otros están
preparando una fogata en el centro del claro.
Tan pronto bajamos del auto, cierro mis ojos y respiro el aroma del
bosque a mi alrededor.
Mis hombros se relajan, mi respiración disminuye. Exhalo y es como si
toda la tensión del principio de esta semana se desvaneciera.
Atrapo a Aaron sonriéndome sobre el techo de su auto.
—¿Te alegra haber venido?
Asiento con la cabeza y tomo mis bolsas, siguiéndolo mientras me
muestra el camino hacia la primera cabaña a nuestra derecha. —Sí. Este
lugar es genial —le digo mientras abre la puerta y entramos. Deja caer su
bolsa justo en la entrada y admiro la cabaña rustica, pero limpia. Es simple
y grita lugar de reunión de adolescentes, con sus sofás que no combinan y
vasos desechables rojos acomodados en la mesa. Un juego de beer pong
está definitivamente planeado, y no me quejo.
Hay un sistema de sonido envolvente acomodado en cada esquina y un
viejo estéreo portátil con mini bocinas con amplificadores construidos
debajo de los altavoces sobre un centro de entretenimiento de madera de
cerezo. Veo el folleto de CD a su lado y no puedo esperar para revisarlo.
Los reproductores MP3 y dispositivos de transmisión están sobrevalorados.
Los CD mezclados son lo mejor.
—Gracias. Mi familia es dueña de esta cabaña y la que sigue, pero
dejaré que algunos amigos míos usen esa. Probablemente tendremos
algunos colados en los sofás durante la noche. Usualmente, dejamos
nuestras cabañas abiertas para quien quiera quedarse, pero hay una
habitación en la parte de atrás así que tendremos un poco de privacidad.
Oh
«¿Tendremos?»
Mierda.
Muerdo mi labio inferior mientras Aaron me da un tour completo. Es
una planta abierta. Hay una cocina a nuestra derecha. El refrigerador está
lleno de cerveza y no mucho más que eso. Cuando le pregunto a Aaron
acerca de la comida se ríe y me dice que la parrilla está afuera y la mayoría
de la comida se mantiene en hieleras. Me encojo de hombros y decido no
preocuparme por ello. No es como si estuviera comiendo mucho
últimamente.
Lo siguiente que me muestra es el área de la sala a nuestra izquierda y
después a lo largo de un pasillo ancho que lleva a la parte trasera de la
cabaña.
—Este de aquí es el baño principal. La gente estará entrando y saliendo
para usar este, pero aquí dentro, —abre otra puerta que lleva a una sola
recámara—. Hay un baño adjunto que será solo para ti. Todos saben que no
deben entrar a las habitaciones al menos que conozcas al dueño de la
cabaña y tengas permiso, así que no tendrás que preocuparte de que alguien
te interrumpa.
Asiento con la cabeza, mirando solamente una cama en el centro de la
habitación. Una cama con cabecera estilo trineo de madera de tamaño
Queen. Pero solo hay una y no conozco tan bien a Aaron.
Sintiendo mi preocupación, Aaron coloca una mano sobre mi hombro.
—¿Estás bien? —Sus cejas se tiran hacia abajo y una pequeña arruga
aparece en su frente.
Asiento con mi cabeza. —Sí. Solo me preguntaba...ummm… ¿Dónde
debo dormir?
Aclara su garganta y mueve los pies antes de decir, —Pensé que podrías
quedarte aquí, conmigo. Digo, si te parece bien.
Le lanzo una mirada y después hacia la cama, torciendo la pulsera verde
turquesa alrededor de mi muñeca.
—No espero que algo pase entre nosotros —se apresura en añadir. —
Probablemente no lo planeé bien, pero pensé que podrías dormir de un lado
y yo del otro. ¿Te parece?
Muerdo mi labio. Tiene sentido. Soy lo suficientemente madura para
compartir una cama con un chico lindo. Puedo hacerlo. ¿Cierto? No es gran
cosa.
Dejando a un lado mi preocupación, le digo, —Sí. Está bien.
Sonríe.
—Muy bien. Vamos afuera y tomemos una cerveza. No sé tú pero
después de manejar, me vendría bien una.
SIETE
Está aquí. No sé porque asumí que no lo estaría. ¿Tal vez por el juego? No
parece ser del tipo sociable aparte de los dos chicos que conocí a principios
de esta semana. Solo se junta con Dom y Emilio. Tienen una especie de trío
temible. No me sorprende que todos los llamen los Diablos. Siempre están
juntos, y no se me ha escapado el hecho de que todos los demás parecen
evitarlos. Claro, son populares, pero es casi como si estuvieran negados a
participar en el juego de la jerarquía social de la preparatoria.
Gobernantes que no quieren gobernar.
No he hecho amigos en Sun Valley High, al menos ninguno aparte de
Aaron, pero he escuchado los murmullos en los pasillos cuando esos tres
caminan por ellos. Todos parecen querer poner sus manos en uno de los
Diablos. No creo que las chicas tengan preferencia entre alguno de los tres.
Aaron me da otra cerveza y la acepto agradecida antes de notar a Emilio
caminando hacia mí con una sonrisita en su rostro. Está abrazando a dos
chicas. Una es rubia con piernas largas y un top de traje de baño rojo
brillante, la otra es una morena con un traje de baño negro y un par de
shorts. ¿Qué no se dan cuenta de que hace frío? No puede haber más de
cincuenta grados afuera. El otoño casi termina y el invierno se acerca
rápidamente, pero estas dos parece que no recibieron el aviso.
—Oye, vainilla. ¿Cómo te va? —Emilio grita desde el otro lado de la
fogata. Odio ese sobrenombre y estoy casi segura que él y Roman lo usan
para provocarme.
Fuerzo una sonrisa y levanto mi cerveza, saludando. —Ahí la llevo —le
digo, esperando que regrese su atención a las dos chicas a su lado. Están
manoseándolo y una está tratando de hacerle un chupetón en el cuello, pero
es un poco más bajita para alcanzar y no parece interesado en ayudarla.
—Ven a nuestra cabaña esta noche. —Se voltea y apunta con su cerveza
a la monstruosidad de cabaña detrás de él. —¿De acuerdo?
—¿Por qué quiere que vayas a su cabaña más tarde? —Aaron murmura
a mi lado. —Pensé que no te gustaba ninguno de los Diablos.
—No me gustan. Y quien sabe. No entiendo a estos chicos.
Antes de que pueda contestarle a Emilio, Aaron decide hacerlo por mí.
—Ya tiene planes esta noche —le dice, rodeando mis hombros con su
brazo. Hay una posesividad en su forma de actuar y no sé cómo sentirme al
respecto. Me gusta Aaron. Es lindo y agradable, pero acabo de terminar una
relación. No busco meterme en otra y Aaron parece del tipo que le gustan
las relaciones.
Los ojos de Emilio se entrecierran y se centran en el contacto.
Me estremezco.
—¿Quizás más tarde, entonces? —dice.
Puedo escuchar el enojo en su tono, pero no sé si es dirigido a mí o a
Aaron. —Cla…
—Nah. Lo siento, viejo. Estará ocupada todo el fin de semana. —Alarga
la palabra “todo” y sin decir nada más ha lanzado una gran cantidad de
insinuación en ese enunciado.
Volteo a verlo con una expresión de confusión, pero no parece
prestarme atención. Sus ojos están entrecerrados y hay una mirada triunfal
en su rostro mientras él y Emilio se fulminan con la mirada. Como si
hubiera ganado algo. Como si me hubiera ganado a mí.
No soy el premio en una competencia de ver quien orina más lejos de
estos chicos. Cualquiera que sea el problema que tienen entre ellos, no
quiero ser parte de él.
Tan modestamente como puedo, me muevo debajo del brazo de Aaron y
me levanto. —Voy a explorar un poco. Te veo más tarde. —Frunce el ceño
pero asiente con la cabeza, me volteo y me dirijo en la dirección opuesta de
donde están él y Emilio.
Logro caminar unos veinte pies cuando mi teléfono empieza a vibrar en
mi bolsillo. Me sorprende que tenga recepción aquí. Checo la pantalla y
suelto un gemido cuando veo de quien es el mensaje.
Ryker: Vamos, A. Te extraño. Deja de portarte fría conmigo por
una estupidez.
Ira hace que me hierva la sangre y antes de convencerme de no hacerlo,
contesto el mensaje.
Yo: ¡Terminaste conmigo el día que murió mi mamá!
Esos tres puntitos aparecen en la pantalla y los miro fijamente mientras
espero su respuesta. Pero en lugar de recibir otro mensaje de texto, mi
teléfono comienza a sonar.
Es Ryker.
—¡Chingada Madre!
¿En realidad quiero hablar y lidiar con él en este momento? Mientras
miro fijamente la pantalla iluminada, tratando de decidir, el teléfono deja de
sonar, salvándome de tomar una decisión. Pero entonces comienza a sonar
de nuevo. Debo ser masoquista porque al cuarto timbre, contesto.
—¿Qué quieres, Ry? —le pregunto.
Camino hacia la parte trasera de la cabaña de Aaron y salgo al patio
trasero. Afortunadamente, no hay nadie más aquí afuera así que me siento
en una banca de madera y me reclino hacia atrás, esperando a que Ryker me
responda.
Se queda en silencio por un segundo y es como si pudiera escucharlo
pensar. Ryker siempre fue bueno en eso. Encontrando las palabras correctas
para calmarme. Ahora que recuerdo, puedo pensar en al menos una docena
de veces cuando me manipuló para que lo perdonara por una cosa u otra.
Nunca fue un buen novio. No sé porque me tomó tanto tiempo darme
cuenta.
Termino de tomar la cerveza que tengo en la mano y como Ryker aún
no ha dicho nada, vuelvo a entrar a la cabaña por la puerta de al lado, en
busca de algo más fuerte. Lo necesitaré para la conversación que estoy a
punto de tener.
—Nena —exhala, puedo escuchar el anhelo en su voz. Volteo mis ojos y
veo una botella de tequila abandonada. La tomo y me sirvo un trago en un
vaso rojo antes de agregar un poco de Sprite para mezclar.
—No me digas nena —le digo, tomando un gran trago de mi bebida.
—No puedo creer lo que me hiciste, Ry. No puedo… —mis palabras se
quedan atoradas, sin poder forzarlas a salir mientras siento el tequila
quemar mi esófago, haciéndome toser. Probablemente debí tomar un trago
más pequeño. Me doy unos cuantos segundos, tomo otro trago, porque sí,
soy masoquista.
—Me lastimaste. —No sé porque le estoy diciendo esto. Quizá una
parte de mi quiere que entienda lo que me hizo. Tal vez así me deje en paz
de una vez por todas. —Me lastimaste cuando ya estaba sufriendo.
—Demonios —murmura. —Lo sé, nena, Lo sé. Lo siento. ¿Si? La
cagué. Estaba bebiendo y no estaba pensando con claridad. Mierda.
Puedo escucharlo caminando de un lado a otro mientras regreso afuera y
vuelvo a sentarme en la banca.
—¿Qué quieres que te diga?
—La verdad. Por una vez en tu vida, Ry. ¿Puedes ser honesto conmigo?
—Aún no conozco toda la historia. Sé que me engañó con Adriana pero no
sé los detalles y no sé porque rompió conmigo de la manera en que lo hizo.
Ryker era un idiota, pero hasta ese momento, nunca había sido cruel.
Maldice de nuevo. —Nena, no es tan simple. Adriana se me insinuó y al
principio pensé que eras tú. —Se apresura a decirme—. Tienes que
creerme. Yo nunca…
—¿Esperas que te crea? ¿Estás bromeando? ¿En verdad piensas que soy
tan estúpida? —le digo furiosa—. No soy una idiota, Ry.
Gime. —Lo sé. Lo sé. Pero es la verdad. Estaba ebrio, nena. Y no fue
mi intención terminar contigo.
Me río. —Oh, ¿en serio? Entonces que quisiste decir cuando me
enviaste un mensaje, el mismo día que mi mamá murió, debo añadir,
diciendo, ‘creo que debemos salir con otras personas.’ ¿Eh? ¿Cómo puede
eso significar otra cosa que romper conmigo?
Se escucha un ruido fuerte al otro lado de la línea como si él hubiera
golpeado algo.
—Mira, no estoy orgulloso de esto, okay. Y no sabía que tú mamá había
muerto cuando te mande el mensaje. Adriana me dijo que te enteraste de lo
que pasó. Que ibas a dejarme. Yo solo... —Suspira—. Fui un estúpido y
quise terminar contigo antes de que tu terminaras conmigo.
Wow. Solo...wow.
«Que imbécil.»
Se queda callado un rato y tomo otro trago de mi vaso. El alcohol me
quema y disfruto el dolor. Siento una opresión en mi garganta así que tomo
otro trago, deseosa de que haga desaparecer el dolor que se está formando
en mi pecho porque aún me duele y odio eso. Odio que aun tenga ese efecto
sobre mí.
—Te amaba —le digo con una voz fría.
—Nena, también te amo. Muchísimo.
Sacudo mi cabeza aunque no pueda verme. —No, Ry. Te amaba.
Tiempo pasado. Ya no más. No después de lo que me hiciste.
—Allie, nena. Por favor. No seas así. Podemos arreglar esto. Sé que
podemos.
—Nop. —Me aseguro de enfatizar la ‘p’ al final así como mi decisión.
Un trago más y mi vaso está vacío. Lo dejo a un lado y me reclino hacia
atrás, disfrutando de la sensación que tengo, como si estuviera dando
vueltas.
—Pude haberte perdonado que me engañaras si hubieras sido honesto
conmigo. Tanto así me importabas. —Me dio mi primer beso. Fue mi
primer amor. El chico con el que perdí mi virginidad. Tal vez por eso le
aguante tantas cosas por tanto tiempo. Pero ya no más. Merecía algo mejor.
Y lo sabía.
—Pero Ry, me abandonaste cuando más te necesitaba. No hay vuelta
atrás. Deja de mandarme mensajes. Deja de llamarme. Eso no te lo voy a
perdonar.
Un movimiento a mi izquierda llama mi atención y veo a Roman
recargado contra un árbol, mirándome. Su cara es inexpresiva, pero se quitó
sus lentes de sol, dándome una vista de sus ojos marrón oscuro. Hay fuego
en su mirada y eso me estremece. Cuando se da cuenta de que lo vi, camina
hacia mí y se sienta a mi lado.
Extiende su mano, pidiéndome sin palabras que le de mi teléfono.
Frunzo el ceño, pero qué diablos, se lo doy.
Levanta el teléfono a su oído y dice con una voz grave, —Escúchala.
Deja de llamarla. Deja de mandarle mensajes. Ustedes dos ya han
terminado. ¿Entendiste?
—¿Quién demonios eres tú? —Escucho a Ry gritar.
—Tu reemplazo —Roman le dice. Me regresa mi teléfono después de
colgar la llamada. Empieza a sonar casi de inmediato, pero lo pongo en
silencio y lo meto en mi bolsillo trasero. Me ofrece su cerveza y la tomo.
Inclino la botella hacia mis labios, dejando que el líquido frío se deslice por
mi garganta que repentinamente se siente seca.
Mi visión se nubla por un segundo y parpadeo rápidamente para
despejarla y le regreso su cerveza. Calor recorre mi cuello y puedo sentir
más los efectos del alcohol ahora. Bien.
No quiero estar sobria. No esta noche.
Ninguno de los dos dice algo después de eso. Ambos contentos de solo
mirar al cielo nocturno y sin estrellas. Roman toma unos cuantos tragos de
su cerveza y observo como su manzana de Adán se mueve con cada trago.
Cuando los segundos se vuelven minutos, siento que mis mejillas se
entumecen y me comienzo a sentir mareada. Siempre he tenido poca
tolerancia al alcohol. Andar de fiesta y tomando nunca ha sido lo mío. No
esperaba que el licor me pegara tan rápido, aunque no puedo decir que
lamente que lo haga y desearía que tuviera más.
Roman me toca con su brazo y volteo a verlo. Su máscara sigue intacta.
No puedo leer su expresión. Un mechón de cabello café oscuro ha caído
hacia adelante y levanto mi mano, peinándolo hacia atrás.
Su mano se mueve rápidamente hacia arriba para tomar mi muñeca y
jadeo, pero en lugar de apretarme, su pulgar comienza a frotar pequeños
círculos sobre mi pulso mientras baja mi mano entre nosotros. No me
suelta. Continúa masajeando círculos lentos causando que se me erice la
piel de mi brazo. Jala el brazalete verde azulado en mi muñeca llamando mi
atención.
Sus ojos se encuentran con los míos y esta vez, lo veo. Veo el anhelo y
la necesidad en ellos. El deseo.
Trago fuertemente y siento un manojo de nervios en mi estómago.
—¿Ese era tu ex? —me pregunta. Su voz es suave y continúa frotando
esos malditos círculos en mi piel. No puedo pensar con él tocándome.
—Sí. —Mi voz suena casi sin aliento aunque no fue mi intención, pero
de repente, es como si no tuviera suficiente aire dentro de mis pulmones.
Aléjate, Allie. No necesitas enamorarte de otro imbécil.
—¿Te engañó?
Asiento con la cabeza.
—¿Y tu mamá está muerta?
Asiento de nuevo.
Parece reflexionar mis palabras. —Así que, ¿con quién vives ahora?
¿Tu papá?
Asiento con la cabeza. —Sí. Con mi padre biológico.
Inclina la cabeza cuestionando y se mueve para que nuestros cuerpos
estén más cerca el uno del otro. Un brazo me rodea el hombro, el otro sigue
en mi muñeca, pero puedo sentir el calor de su cuerpo tan cerca al mío
ahora.
—Yo, uh...realmente no quiero hablar de eso. —Tartamudeo. Estar tan
cerca de Roman me pone nerviosa. Había tenido éxito evadiéndolo esta
última semana que casi logro engañarme creyendo que se olvidó de mí.
Claramente, fue un pensamiento estúpido porque helo aquí, en persona. Un
presentimiento me hace pensar que planeó este encuentro. ¿Por qué otro
motivo me habría seguido a la parte trasera de la cabaña de Aaron? ¿Qué
otra razón tendría para estar aquí?
—¿Allie? —Su voz es inexpresiva, pero de alguna manera está llena de
muchas emociones suprimidas.
Trago fuertemente y jalo mi mano, liberándola de su agarre.
Un silencio pende entre nosotros y me levanto de mi asiento. —Voy por
otra bebida —le digo, necesitando una razón para escapar de su presencia.
Hay algo acerca de Roman que me tiene convencida que es peligroso, sin
embargo, me siento atraída hacia él de todas formas.
No dice nada y no intenta seguirme. Pasa una mano a través de su
abundante cabello oscuro, sus fosas nasales se dilatan, pero ningún sonido
se le escapa. Me detengo en la puerta, dándome un último instante para
verlo antes de escapar hacia adentro, maldiciéndome por ser tan estúpida.
Roman es un problema, y no voy a volver a tomar las mismas malas
decisiones otra vez.
NUEVE
—¡Allie! —Aaron grita tan pronto como entro en la sala de estar. Debe
haber venido tan pronto como me fui de la fogata.
—Ven a jugar conmigo. —Está parado frente a la mesa del comedor.
Vasos rojos están acomodados en forma de triángulo en cada extremo.
Le sonrío, pero es forzado. —Estaba preguntándome cuando
comenzarían los juegos de beer pong —le digo mientras me dirijo hacia él.
La cabaña está llena de gente y tengo que abrirme camino entre el mar
de cuerpos para llegar a Aaron. Nadie se molesta en quitarse de mi camino,
pero cuando finalmente llego con él, me jala más cerca, uno de sus brazos
rodeándome el hombro mientras levanta una cerveza al aire.
—Ya tengo a mi compañera. ¿Quién es lo suficientemente valiente para
retarnos? —Aplausos suenan y puedo oler la cerveza emanando de él como
si saliera de sus poros.
¿Cuántas se ha tomado?
Me alejo de su agarre y sacudo mi cabeza. —En realidad no estoy de
humor para jugar esta noche. Pero observaré.
Su labio inferior sobresale. —Oh, vamos, Allie.
Sacudo mi cabeza. —N…
La rubia de piernas largas de antes camina junto a Aaron. —Oye,
Henderson. Seré tu compañera —le dice en un tono seductor.
La mira y sigo su mirada mientras nota su cuerpo apenas cubierto. Sus
labios se presionan en una línea, pero no la deja de ver. Puedo sentir que
está tentado, así que decido darle un empujón en la dirección correcta.
—Qué bien. Gracias —le digo. —Agradezco que tomes mi lugar.
Se burla de mí. —No te estoy haciendo ningún favor. ¿Por qué estás
aquí?
Inhalo un aliento, sorprendida por su hostilidad tan abierta. Abro mi
boca y luego la cierro. Sin saber cómo responder. Unas cuantas chicas a su
lado comienzan a reírse y me tambaleo al dar un paso hacia atrás.
—Buena pregunta, Sarah —una de las chicas comenta.
La rubia, Sarah, les sonríe a sus amigas y después se voltea hacia mí
con una mirada obvia de desdén.
—En serio. Nadie te quiere aquí. ¿Por qué no regresas a la escuela de
estirados, cualquiera que sea, de la que te expulsaron? Estoy segura de que
tu papi te puede ayudar.
—Oye. Eso no está bien. —Aaron finalmente me defiende.
La chica voltea sus ojos. —Vamos, Aaron. Sabes que ella no pertenece
aquí. —Rodea su cuello con sus brazos y aplasta sus pechos contra el suyo.
—Mándala a volar de una vez para que tú y yo podamos divertirnos. —
Se queja. El sonido me lastima los oídos. ¿Piensa que a los chicos les gusta
eso?
La mirada de Aaron se mueve entre nosotros con incertidumbre.
¿Es en serio? Fue él quien me invito a mí.
Enojo comienza a encender mi pecho.
Al ver mi expresión, Aaron quita sus brazos de su cuello y da un paso
atrás. —Lo siento, Sarah. Allie es mi amiga. No me parece bien que le
hables así.
Sus ojos se agrandan y se queda boquiabierta por un segundo antes de
cerrarla.
—¿Disculpa?
Encoge sus hombros y una de sus manos recorre la parte trasera de su
cuello. —Mira. Sé que…
—¡Jódete! Tú te lo pierdes, Henderson. No esperes que te dé una
segunda oportunidad. —Pasa por mi lado para salir de la habitación,
golpeándome con su hombro en el camino. Muerdo el interior de mi mejilla
para evitar confrontarla y miro hacia Aaron con gratitud.
—Gracias. No tenías que hacer eso —murmuro.
Se encoge de hombros. —Sí. Tenía que hacerlo. Yo te invite. Y Sarah
puede ser una verdadera perra cuando quiere serlo. Usualmente no me
busca en fiestas como esta. Es más joven, pero esta con el grupo de ‘elite’.
—Hace comillas en el aire con sus manos en la palabra elite y suspira—.
No nos movemos en el mismo círculo. Pero es mi vecina. Crecimos juntos y
algunas veces puede ser un ser humano decente.
Hace una pausa como si estuviera escogiendo cuidadosamente sus
palabras. —Está acostumbrada a ser el centro de atención. Honestamente,
no me sorprendería si solo se me hubiera insinuado porque estás aquí.
«Oh.»
—Lo siento. Lo que hizo es algo muy desagradable. ¿Te gusta? —le
pregunto, no queriendo interferir porque, sí, me invitó y le agradezco que
me defendiera, pero si quiere aprovechar el momento y todo eso, no lo voy
a detener. Sé cómo pueden ser los chicos a veces. Si fuera Felix, se hubiera
ido con ella, se hubiera divertido y después se hubiera disculpado conmigo.
Pero Aaron solo sacude su cabeza. —No. En realidad, no. Sé el tipo de
chica que es y no es lo que quiero. Creo que, entre la cerveza y sus senos,
me confundí un poco.
No puedo evitar sonreír. Aaron tiene una expresión tímida en su rostro
cuando me dice, —así que, ¿hay alguna manera de hacerte cambiar de
parecer y convencerte de que seas mi compañera después de todo?
Estoy a punto de sacudir mi cabeza en negación, pero entonces veo a
Emilio, Dom y Roman entrando en la habitación. La sonrisa de Emilio es
perversa mientras me mira y dice, —vamos, vainilla. Juguemos. Podemos
hacer las cosas más interesantes.
«Genial.»
Otra vez con lo de vainilla. Frunzo el ceño, pero ahora tengo curiosidad.
—¿Cómo más interesantes?
—Si ganamos, —señala hacia los tres—. Tú usaras un bikini por el
resto del fin de semana. Día y noche. Sin excepciones.
Me río. Típico. —¿Y si gano?
Se encoge de hombros. —¿Qué quieres?
Considero esto. No sé si son buenos y tampoco sé si Aaron lo es, pero sí
sé que yo lo soy. Mientras Aaron no sea terrible, hay una buena posibilidad
de que ganemos. Siempre he sido uno de los chicos y el beer pong siempre
es algo que se juega en las fiestas. Julio y yo solíamos aprovecharnos de
esto en las fiestas, como ladrones. Hacíamos las cosas más interesantes con
efectivo en juego, pero esta es mi primera fiesta con este grupo de gente, y
no sé cuáles son las expectativas aquí. No parecen del tipo que apuesten.
Aun siento los efectos del alcohol y decido enfocarme en eso y darle un
giro a esta noche a pesar de la llamada de mi ex y del comportamiento
extraño de Roman.
—Si gano, ustedes tres tienen que usar un bikini todo el fin de semana.
Día y noche. Sin excepciones, también.
El grupo aplaude y grita de emoción por la idea y la sonrisa de Emilio
se agranda mientras que Dom y Roman fruncen el ceño profundamente. Ni
siquiera intento contener mi risa.
—Muy bien. Muy bien. Estoy de acuerdo con eso.
—No —dice Dom—. Ustedes cabrones hagan lo que quieran. Mi negro
trasero no usara un bikini.
Emilio se ríe. —Pero Dom, te verías tremendamente bien en uno y lo
sabes.
Frunce el ceño aún más y agarro mi estómago, riéndome, mientras me
imagino a Dominique usando un bikini.
—Está bien. Tú te salvas. —le digo tan pronto como recupero el aliento
—. Pero solo porque los equipos deben ser iguales. Dos contra dos.
Volteo hacia Aaron y me lanza una sonrisa alentadora. Está de acuerdo,
aunque estoy casi segura de que si perdemos a los chicos solo les interesará
que sea yo la que ande en bikini. Qué bueno que compre uno hoy.
Después, volteo a ver a Roman y levanto una sola ceja. Estoy casi
segura de que se va a retirar al igual que Dominique, pero me sorprende
cuando toma una pelota de ping pong y dice, —acomódalos.
DIEZ
Está sonriendo. Una sonrisa de verdad, no una falsa y forzada que les da a
todos los demás en la escuela. Esta es genuina, y no se me escapa el brillo
en sus ojos a causa de las lágrimas antes de deshacerse de ellas. La chica
tiene demonios. Diablos, puede que los de ella sean peor que los míos.
Tengo un papá autoritario cuyas expectativas sobre mí nunca puedo
cumplir. Ella tiene una mamá muerta y un ex infiel. ¿Qué otro daño está
escondiendo detrás de esa sonrisa?
Tal vez eso es lo que me atrae hacia ella. Quiero lastimarla. Morder sus
deliciosos labios hasta que sangren. Acariciar su cuerpo hasta que le duela.
No soy un amante gentil. Beso fuerte y cojo aún más duro. Pero también
quiero protegerla. Algo dentro de mí quiere abrazarla. Marcarla como mía y
protegerla del mundo aun cuando le quite toda protección y la exponga solo
a mí.
La anticipación de tenerla se forma dentro de mí.
Nunca debí traerla aquí.
Pongo todo dentro de la olla y ajusto el tiempo, limpiando rápidamente
el desastre que hicimos al preparar todo.
—Lavaré eso —Allie dice, tomando la tabla para cortar de mis manos
mientras se mueve hacia el fregadero. Después lo coloca dentro del cajón de
donde lo saque. Con su espalda hacia mí, me acerco a ella y coloco mis
manos en sus caderas. Inclino mi cabeza hacia abajo, inhalando su aroma a
vainilla combinado con un toque a bosque mientras mi nariz se desliza por
su cuello.
Aspira un aliento pero no se mueve. La jalo hacia mí hasta que nuestros
cuerpos están pegados el uno al otro antes de arrastrar mis labios, bajando
la columna de su cuello. Inclina su cabeza hacia un lado, dándome un mejor
acceso y demonios, su piel es muy suave. Doy pequeños mordiscos. Se
queja por el dolor punzante pero no se aleja, sorprendiéndome, así que lo
hago de nuevo. Esta vez la muerdo lo suficientemente fuerte para dejar un
pequeño moretón. Calmo el dolor con un beso y succiono su piel sensible
asegurándome que llevará mi marca después de que se termine el fin de
semana.
Una de mis manos se desliza sobre su cadera y a través de su estómago
hasta que estoy sosteniendo uno de sus pechos.
—¿Roman…? —Su voz es suave, dudosa.
Hay una pregunta, pero no le puedo contestar. No tengo las palabras
para hacerlo, porque no tengo ni la más puta idea de lo que estoy haciendo,
y estoy seguro de que no lo pienso admitir.
Estira su cuello para verme y veo el mismo deseo y necesidad en mí,
reflejado en su mirada. Nunca me ha importado lo que una chica está
pensando o lo que esté sintiendo, pero con Allie, no puedo evitar querer
entenderla. ¿Extraña su antigua escuela? ¿Su antigua vida? ¿Qué planea
hacer después de graduarse?
Se ha convertido en mi obsesión y aún cuando me digo a mí mismo que
ella no es nada, no es nadie, bajo mi cabeza y capturo sus labios con los
míos, desesperado por probarla. Jadea y me aprovecho por completo,
metiendo mi lengua dentro de su boca, bebiéndome sus suaves gemidos.
Mi otra mano se mueve hacia arriba para tomarla de la nuca, inclinando
su cabeza para besarla profundamente mientras aprieto su pecho, y
demonios, tiene unos buenos. Grandes y voluptuosos. Lo suficiente para
llenar mi mano. Agarro su pecho, satisfacción ardiendo dentro de mi
cuando arquea su espalda, empujando su seno aún más dentro de mi agarre
antes de voltearse en mis brazos.
Es tan sensible. Tan ardiente. Sus brazos se envuelven alrededor de mi
cuello. Sus pechos se aprietan contra mi pecho y estoy a dos segundos de
desnudarla y cogérmela sobre la barra de la cocina cuando las voces del
exterior se escuchan más cerca.
Quita su boca de la mía. —Roman. —Su respiración es entrecortada. Su
pecho se mueve de arriba a abajo y me doy cuenta que el mío también.
Deseo a esta chica, y no tengo ni la menor idea del por qué. Trato de
calmarme y ocultar la necesidad de perderme dentro de ella, poniendo en su
lugar una expresión de aburrimiento en mi rostro mientras nuestros ojos se
encuentran.
—Yo… —Frunce el ceño cuando ve mi expresión. Puedo ver la
confusión en sus rasgos.
Las voces se vuelven más fuertes y da un paso atrás, tratando de poner
distancia entre nosotros, pero no estoy listo para dejarla ir. La agarro de las
caderas con fuerza, negándole retroceder. No tiene el control aquí. Yo lo
tengo.
La puerta de la cabaña se abre y Emilio entra, seguido de cerca por
Dom.
—Le dije que estarías ocupado —dice Dominique en forma de saludo.
Levanto una sola ceja como dando a entender que la interrupción no tiene
importancia.
Emilio aún tiene a dos chicas, una bajo cada brazo. Tiene a esa chica
joven de hace rato en su lado derecho y a Silvia de su lado izquierdo. Puedo
ver que está borracho. Sus ojos están vidriosos y tiene una sonrisa estúpida
y feliz en su cara al ver la escena frente a él.
—Hey, vainilla. ¿Te vas a coger a mi amigo, Rome esta noche? —
Resisto darle un puñetazo en la cara. Los ojos de Silvia se dirigen a Allie y
se tensa visiblemente. Doy un paso al frente, bloqueando a Allie de su vista
y Dominique golpea a Emilio en la cabeza, murmurando—. Estúpido hijo
de puta.
—¡Oye! —Emilio se queja, sobando su cabeza como si Dominique
realmente lo lastimó. Ambos sabemos que solo está actuando. —Eso no
está bien, hombre. ¿Qué demonios?
Dominique señala al final del corredor. —Lleva a tus mujeres a tu
habitación o mándalas a volar. —Toma una gran bocanada de aire antes de
que una sonrisa se forme en su rostro. También ha bebido unas cuantas,
porque Dom usualmente no sonríe—. Roman cocinará esta noche.
Emilio se anima como un niño de cinco años a punto de comer un cono
de nieve o algo así y su mirada se torna hacia mí. —¿Cocinaste?
Asiento con la cabeza.
—¿Qué preparaste? —Ya se olvidó de las dos chicas que están con él.
Silvia y la otra chica cuyo nombre desconozco y no tengo interés en
averiguar están paradas detrás de él con expresiones de preocupación en sus
rostros. Parece que las cosas no van como esperaban.
—Albóndigas —le contesto.
Su sonrisa se agranda y se da la vuelta. —Señoritas, ha sido un placer.
—Las hace volver apresuradamente a la puerta de enfrente a pesar de sus
protestas. Silvia claramente está tratando de detenerlo, al parecer no le está
gustando la idea de que la saquen.
—Pero Emilio. Pensé que íbamos a festejar. —Se queja.
—Lo siento, uhhh… —Hace una pausa y le lanza una mirada
disculpándose.
Se queda boquiabierta y sus ojos se entrecierran antes de responderle
lentamente.
—Silvia.
Chasquea sus dedos. —Correcto. Silvia. Lo siento. Algo surgió. Te
llamaré más tarde, ¿Si?
Sus mejillas se sonrojan y hace un puchero. —Ni siquiera me has
pedido mi número.
Le sonríe. —Lo voy a averiguar. Tengo mis métodos. No dejes que tu
linda cabecita se preocupe.
Antes de que pueda responderle, le da un último empujón a ella y a su
amiga y cierra la puerta detrás de ellas. Después voltea hacia mí. —Acabo
de renunciar a unos coños de primera así que más vale que me alimentes,
hijo de puta.
Todos nos reímos. —Tienes diez minutos más. Ve a ver algo y prepararé
las tortillas.
Asiente con la cabeza y se mueve hacia Allie.
Gruño.
—Hey, hombre. Solo le iba a mostrar a tu chica el lugar. Relájate.
Lo miro con molestia. No necesita mostrarle nada. Conociendo a
Emilio, el primer lugar que planea mostrarle es su habitación. Dominique
sabe esto también e interrumpe antes de que las cosas se pongan feas. Puede
que muestre desinterés cuando se trata de Allie pero estoy bastante
interesado en ella y no comparto mis juguetes con otros. Quiero saber todo
sobre ella. Quiero poseer todos sus secretos y descubrir todos sus deseos.
Necesito armas contra esta chica. Ya tiene un control demasiado fuerte
sobre mí.
—¿Quieres ayudarme a escoger la película de esta noche? —le pregunta
Dom.
Frunce el ceño y nos mira a todos fijamente. Sé lo que está pensando.
Está escrito sobre su rostro. Somos los malditos cabrones de Sun Valley
High. Los Diablos. Así que, ¿Por qué estamos solos en nuestra cabaña
cuando es apenas media noche en lugar de estar festejando afuera con todos
los demás? Y lo que probablemente quiere saber aún más que eso es por
qué demonios estamos siendo agradables con ella cuando toda la semana
hemos pretendido que no existe.
Dominique contesta su primera pregunta, aunque no la haya hecho. —
Estamos exhaustos después del juego de hoy. Y eso de allá afuera. —Señala
hacia la puerta de enfrente con su dedo pulgar—. No es nuestro ambiente.
Sus labios se aprietan —¿No les gusta la fiesta?
—Oh, claro que nos gusta. —Emilio se ríe y le lanza una mirada
sugestiva—. Pero bajo nuestros términos y no necesitamos idiotas alrededor
para disfrutar. Además, hoy fue día de partido. Eso significa que esta noche
es de recuperación y Roman es un bastardo avaricioso que no cocina para
nosotros muy seguido. Tenemos que disfrutarlo mientras podamos.
—Oh. Muy bien. —Sigue a Dom hacia el sofá y me hace una seña
rápida antes de mostrarle nuestra colección de DVDs—. No tenemos Wi-Fi
aquí, así que no tenemos la opción de ver algo por internet.
Mientras ven la selección de películas, Emilio se dirige a su habitación
y regresa con un par de pantalones deportivos puestos. Aún tiene puesto su
ridículo bikini sobre ellos, pero camina como si fuera el tipo más candente
que jamás se ha visto. Me río entre dientes. El tipo no tiene vergüenza.
Allie esconde su sonrisa detrás de su mano cuando lo ve. —No tienes
que dejarte eso puesto. —Está sentada en un lugar en la esquina del sofá
seccional y tiene la manta ajustada alrededor de su cuerpo. ¿Tiene frío? ¿Me
importa? Frunzo el ceño, no queriendo examinar mis sentimientos acerca de
su bienestar.
Emilio mira hacia abajo a sí mismo, una expresión petulante en su
rostro mientras dice, —Bueno, me encantaría andar en pelotas, pero no creo
que estos dos lo apreciarían.
—Me refería al traje de baño, —le dice. Observo cómo sus mejillas se
sonrojan. Tiene el rubor más lindo.
—¿Qué? Me veo muy bien con esta cosa. —Se agarra el pene sobre la
tela ridículamente brillante—. El rosa es mi color. Además, una apuesta es
una apuesta.
Rueda sus ojos y voltea hacia mí. —Solo estamos nosotros cuatro.
Tampoco tienes que usarlo. Pero tienes que usarlo cada vez que salgas de
esta cabaña este fin de semana. Lo justo es lo justo. —Una sonrisa
satisfactoria se forma en sus labios dejando ver que es un poco competitiva.
Tendré que archivar ese pequeño pedazo de información para usarlo
después.
—Estoy de acuerdo con eso. —Desabrocho el top negro y lo aviento
sobre la barra justo cuando la olla suena indicándome que la comida esta
lista. Prendo el comal, una especie de plancha de hierro, y caliento las
tortillas antes de servir las porciones de caldo. Normalmente haría que se
sirviera cada quien, pero no quiero que Dominique se la coma toda de una
sentada. Emilio y yo estamos acostumbrados a la comida casera. Dom no, y
cada vez que se la ofrecen el hombre se la come como si estuviera muerto
de hambre.
Mi mamá prácticamente vive en la cocina y siempre hay algo caliente
listo para comer tan pronto como yo o mi papá entramos por la puerta. Pero
los padres de Dom casi nunca están en casa y su cena casi siempre es un
evento solitario. Es por eso que Emilio y yo tratamos de invitarlo a cenar a
nuestras casas durante la semana. Nadie debería comer solo. La comida es
para disfrutarse en familia y estos dos cabrones son mi familia.
—Tomen su comida —le digo a los chicos mientras tomo dos tazones,
dándole uno a Allie. Luego regreso por las tortillas y coloco algunas sobre
una servilleta en el asiento vacío a su lado. Me siento y jalo un lado de la
manta de su regazo. En realidad no la necesito, pero quiero una excusa para
estar cerca de ella. No he tenido tiempo de catalogar sus facciones. De
memorizar sus expresiones para saber exactamente lo que está sintiendo
cuando lo esté sintiendo.
—¡Oye! —Sus ojos se entrecierran y puedo ver la tensión en sus
hombros.
—Estoy en calzoncillos. Hace frío. —Le miento porque definitivamente
no tengo frío, pero ahora realmente quiero estar debajo de la manta.
Voltea sus ojos, pero no pone objeción de nuevo. «Un punto para este
Diablo.»
Dominique pone la película y los créditos comienzan a aparecer
mientras todos comemos.
Allie gime y trato de evitar sonreír. Hay algo satisfactorio en saber que
le gusta. Que está disfrutando algo que hice para ella. —Esto está delicioso.
No he comido albóndigas desde que…
Se detiene y volteo a verla. Parpadea rápidamente y luego se le queda
viendo a su tazón como si estuviera luchando por contener las lágrimas. Veo
su labio inferior temblar. Las pequeñas manchas rojizas que aparecen bajo
sus ojos como si estuviera hecha un mar de lágrimas.
Una sacudida de algo que no quiero reconocer me golpea en el pecho.
«Mierda.» No ha comido albóndigas desde que su mamá falleció. Eso es lo
que estaba a punto de decir.
Emilio nota su reacción y me ve a los ojos con preocupación en su
mirada. Levanto mis hombros lo suficiente como para decirle no tengo idea
qué lo provocó, porque de ninguna manera voy a contarle sus secretos. Son
míos y solo míos. Pero como es típico de Emilio, salva la noche con una
broma impertinente.
—Demonios, Allie. No puedes gemir así por un caldo. Mi cabeza se
está imaginando todo tipo de cosas después de escuchar ese sonido tan sexy
viniendo de ti.
Se ríe, pero suelta un sollozo también. —Típico hombre. —Le lanza
una tortilla antes de tomar una de las mías para reemplazar la que acaba de
perder. Pretendo no darme cuenta.
—No me odies. No puedo evitar haber nacido con uno de estos. —Se
agarra el pene por debajo de la tanga del bikini brillante cubriendo sus
pantalones deportivos y después le da un gran mordisco a la tortilla con la
que lo golpeó.
Gime de nuevo, esta vez fingiendo molestia. —Ni siquiera sé que decir
a eso. —Esta vez, su voz no suena tan tensa, y algunas de las manchas
rojizas han desaparecido de su rostro.
—Oigan. Cierren la boca. La película está empezando —Dominique nos
interrumpe, y toda nuestra atención se centra en la pantalla justo cuando
Norman Reedus y Sean Patrick Flanery aparecen en la pantalla, caminando
a un lado del sacerdote para besar los pies de Jesús.
Emilio se queja, inclinando su cabeza hacia un lado antes de sacudirla.
—Los Elegidos. ¿De nuevo?
A lo que Dom contesta, —No te quejes conmigo. Allie la escogió. La
chica tiene buen gusto. No es nuestra culpa que tú no lo tengas.
Emilio se aclara la garganta ruidosamente sin decir nada, y se enfoca en
las albóndigas mientras todos ponemos atención a la pantalla.
Tan pronto como Allie termina de comer, llevo los platos a la cocina. La
película va casi a la mitad y apenas está llegando a lo bueno.
Vuelvo a sentarme en mi lugar y jalo de nuevo la manta. Me frunce el
ceño y la jala de nuevo así que hago lo mismo. Esta vez me mira furiosa. —
¿Qué estás haciendo? —murmura.
—Shhh. —Emilio dice molesto, concentrado en la película. Puede que
se queje de lo seguido que vemos esta película cuando venimos aquí, pero
le encanta tanto como a nosotros.
Ignorando la pregunta de Allie, levanto la manta y me acerco a ella
hasta que nuestros cuerpos están presionados uno contra el otro. Envuelvo
uno de mis brazos alrededor de sus hombros y la jalo contra mi pecho
mientras ajusto la manta hasta que nos cubre a ambos cómodamente.
Su cuerpo se tensa solo por un momento antes de relajarse a mi lado y
una pequeña sensación de satisfacción me recorre. Una de sus manos
descansa sobre mi pecho justo sobre mi corazón y me pregunto si puede
sentirlo latir. Esta chica me hace sentir cosas que no estoy seguro que quiera
sentir.
Mis ojos se mueven hacia el brazalete verde azulado en su muñeca. Lo
ha usado cada vez que la he visto. ¿Tendrá algún valor sentimental o algo
así? La urgencia de preguntarle sobre él es muy fuerte, pero me resisto, no
dispuesto a exponer lo mucho que me intriga.
Allie definitivamente no es como otras chicas. Otras chicas quieren
estar conmigo o mis amigos porque pueden sacar provecho de nosotros. Si
están relacionadas con uno de nosotros, su estatus social aumenta. Incluso si
solo nos acostamos con ellas, más chicos querrán hacer lo mismo después.
Quieren lo que los Diablos han tenido.
A Allie no parece interesarle nada de eso. No parece importarle el
estatus o el poder.
Y el saber eso me atrae aún más hacia ella.
TRECE
No me mira lo que resta del fin de semana. Debí saber esto. Calcular el
riesgo. Se que no es una chica tímida y sumisa, aunque a veces pretenda
serlo. Me está castigando por dejarla con las ganas y maldición, está
funcionando. Lo que se suponía sería un castigo para ella, un recordatorio
de quién manda aquí, terminó siendo contraproducente y ahora la observo
como un estúpido perro enamorado sin su hueso.
Sigo olvidando que ella no es como el resto de las chicas en Sun Valley
High. Le importa un carajo quien soy y lo está dejando perfectamente claro.
Se queda cerca de Henderson todo el sábado, dejándome muy poca
oportunidad de abalanzarme y tomarla. No a menos que quiera hacer un
gran espectáculo, y no, eso no pasará. Así que no me queda más que
aguantarme y ver cómo se ríe con ese hijo de puta, como bebe con él, como
deja que la toque. No en forma romántica. Al menos no pienso que lo sea
para ella. Pero cada vez que ese imbécil le rodea los hombros con su brazo,
quiero destrozarle la cara.
Allie Ramirez es mía. Mía para cogerla. Para lastimarla. Para calmarla,
si lo decido. Me muero por tocarla y eso me está afectando de una forma
que no me gusta.
—Ro, ¿qué te pasa hombre? —Dom me pregunta mientras me torturo
en el porche de la cabaña, tomando sorbos de un vaso con agua, tratando de
lidiar con una ligera resaca de la noche anterior. No bebo a menudo.
Ninguno de nosotros lo hace. El fútbol americano es muy importante. Pero
las pocas cervezas y el juego de beer pong están dejando su huella hoy.
—Pensé que te cogerías a la chica para sacarla de tu sistema y te
alejarías. ¿Qué pasa? —Suelto un gruñido.
—Tal vez quiero un par de cogidas más antes de seguir adelante.
Antes de que termine de hablar, está sacudiendo su cabeza. —Nah. Te
he visto con chicas. Esta es diferente. Entiendo toda esa mierda de juegos
mentales que te gusta hacerles, pero incluso eso es diferente con ella.
Cocinaste anoche, y no trates de hacerme creer que eso fue para Emilio y
para mí. Lo hiciste por ella. ¿Por qué?
Emilio nos interrumpe, saliendo de la cabaña, aun usando ese estúpido
bikini brillante sobre sus pantalones deportivos. —Allie me cae bien. ¿Nos
la podemos quedar?
Dom y yo volteamos a verlo. —¿Qué? —le pregunto, con un tono
sorprendido en mi voz.
—Pregunte si nos la podemos quedar.
—No es un cachorrito. —Dom le dice, pero su ceño se frunce como si
se estuviera haciendo la misma pregunta.
—¿Por qué? —le pregunto de nuevo.
Emilio voltea los ojos. —Hola, acabo de decir que me cae bien.
¿Siquiera me estás poniendo atención? ¿Qué te traes hoy, hombre?
Volteo a ver a Dom pero solo se encoge de hombros y levanta una ceja
como diciendo, a mí ni me veas. Vaya ayuda. No entiendo este lado de
Emilio. Claro, el tipo es amable con casi toda la gente, pero en realidad no
le agradan las personas. Ni siquiera creo que Dom o yo le importemos tanto
y somos sus mejores amigos.
—¿Qué paso con ustedes hijos de puta diciéndome que necesito
concentrarme en el juego?
—Cambié de opinión. Quiero quedármela. Si ya no te interesa ahora
que ya te divertiste, solo dilo. No me molestan las sobras. Basándome en
los ruidos que escuché saliendo de tu habitación anoche, esa chica bien vale
la pena.
Me levanto y doy un paso amenazante hacia mi mejor amigo, listo para
golpear al imbécil en la cara con mi puño, cuando Dom se pone entre
nosotros.
—¿Qué estás planeando hacer?
—Borrarle esa cara de satisfacción. —Apunto mi botella de agua hacia
Emilio y el hijo de puta me sonríe.
Dom sacude su cabeza. —No me refería a este idiota. ¿Qué planeas
hacer con Allie?
Mi mandíbula se tensa y lo miro furiosamente. —No tengo ningún plan,
—le digo enojado—. ¿Por qué demonios me están interrogando sobre ella
de repente?
—No es como otras chicas. —me dice.
—Ya lo sé. Si lo fuera, estaría aquí besándome los pies en lugar de estar
jugando con Henderson todo el maldito día. ¿Qué quieres de mí?
Emilio se mete entre nosotros y su mirada se mueve del uno al otro. —
Quiere que le digas tus intenciones, Rome. Ambos queremos. —Y por una
vez en su vida, el tipo muestra seriedad en su rostro.
Frunzo el ceño. —¿Por qué demonios les interesa tanto a ustedes dos
con quién me acuesto?
Dom gruñe. —Porque Emilio tiene razón. Nos agrada. Ninguno de los
dos queremos que nos arruines las cosas.
Me quedo boquiabierto. —¿Qué les arruine las cosas?
Emilio asiente con la cabeza y me golpea suavemente en el pecho. —Sí,
hijo de puta. A nosotros. Como dije, nos agrada. Encaja con nosotros. No
ve signos de dólares cuando ve a alguno de nosotros como todas las otras
chicas de este pueblo. Nos vendría bien un toque femenino. Demasiada
testosterona con ustedes dos idiotas todo el tiempo si me preguntan a mí, y
tu pene lo va a arruinar, así que esta es nuestra forma de decirte que no lo
hagas. ¿Captas?
«¿Lo entiendes?»
¿Me está tomando el pelo?
—Dile lo que necesites decirle. Algo hiciste para cagarla esta mañana o
no estaría pasando el rato con ese mamón y no estarías aquí con un humor
de la fregada.
Mi mandíbula se tensa. —Así no es como son las cosas entre nosotros.
—Hay un tono de ira en mi voz que usualmente reservo para todos menos
para las dos personas a mi lado. Dominique y Emilio son como mis
hermanos. Son mi familia. Pero no acepto órdenes de nadie y no tengo
porque darles explicaciones.
Emilio me mira fijamente y sus ojos se entrecierran, brillando con algo
que no estoy acostumbrado a ver en su mirada. —Es el tipo de chica que
busca una relación.
Aprieto mi mandíbula aún más. —¿Y eso a ti que te importa?
—No te gustan las relaciones.
—Nunca dije que me gustaran —le recuerdo. Y luego agrego—, puso
sus cartas sobre la mesa primero. Quiere divertirse. Sin ataduras. No me
jodas por darle a la chica exactamente lo que pidió.
Ambos me miran fijamente por un momento, tratando de ver si los estoy
engañando. Y luego Dom pregunta —¿En realidad dijo eso? —No suena
muy convencido.
—Sí, hijo de puta. Eso dijo. Así que cálmense.
—Bien, pretendamos que te creemos. ¿Qué hiciste para hacerla enojar?
Bajo los hombros y aprieto mis dientes.
—Anda, imbécil. Suéltalo —Emilio dice, casi brincando a mi lado. El
tipo está muy hiperactivo esta mañana. Tengo que recordar esconderle el
café.
—Me la cogí.
—¿Y…?
Suelto un resoplido. —Y le negué su orgasmo cuando se rehusó a
rogarme por él.
Dominique lanza un silbido y Emilio otro sonido y luego dice, —
siempre supe que eras un imbécil desconsiderado controlador, pero mierda,
hombre, eso es cruel. Y déjame adivinar, ¿tú si terminaste?
Asiento con la cabeza.
Emilio se ríe a carcajadas, cubriendo su boca mientras se dobla en la
cintura y después se endereza. Tiene lágrimas en sus ojos de la risa. —
Maldición. Si quieres volver a metérsela en un futuro cercano, vas a tener
que humillarte un poco.
Eso. No. Sucederá.
DIECISIETE
Aún estoy aturdida por las palabras de Aaron cuando llego a casa de la
escuela. No tengo más que tiempo en mis manos así que, claro, estoy que
reviento. No puedo creer su descaro. No soy una puta. No me acuesto con
cualquiera que se me ponga enfrente. Roman es literalmente el segundo
chico con el que me he acostado y les aseguro que no permito que me
traigan de mano en mano como si fuera una rata callejera. No soy una de
esas chicas.
Camino por mi habitación, dejando un camino desgastado en la
alfombra beige clara, y finalmente decido que he tenido suficiente. No
puedo dejar que su opinión me consuma. Sé quien soy. Si quiere portarse
como un imbécil, que lo haga. No lo necesito.
Encendiendo mi computadora portátil, me pongo al día con algo de
tarea antes de retocar mi curriculum y mandarlo al menos a una docena de
negocios locales. Necesito un trabajo. Todo este tiempo libre me está
volviendo loca. Necesito encontrar una forma de mantenerme ocupada. Veo
los zapatos deportivos que compre en Target y una idea se forma en mi
cabeza.
Quitándome mis jeans blancos ajustados y la blusa color lavanda que
usé hoy, me pongo un par de leggins, una camiseta de una banda y mis
nuevos zapatos deportivos de Target. Maldigo cuando me doy cuenta de que
no tengo un sostén deportivo pero supongo que el que tengo puesto servirá.
Aviento mi cabello en un chongo despeinado, guardo mi teléfono en el
bolsillo con cierre escondido al lado de mis leggins y tomo mis audífonos
inalámbricos y una botella de agua.
Janessa me envió una notificación de calendario antes dejándome saber
que Gerald solicitó mi presencia en la cena de esta noche. Confirmé que
estaría ahí, aunque no estoy segura de donde exactamente es ahí, dado que
bajo lugar decía PSD (por ser determinado), pero si se la hora. Agendó la
cena para las seis, así que tengo un poco más de una hora antes de que
necesite estar de regreso para tener el tiempo suficiente de darme un baño y
arreglarme.
Bajo trotando las escaleras, me coloco mis audífonos, poniendo a todo
volumen una canción de la vieja escuela de Linkin Park. Numb ahoga mis
pensamientos mientras me dirijo hacia afuera y me dejo llevar por la fuerte
resonancia de la música. Todavía hace bastante calor, a pesar de ser
noviembre y una ligera capa de sudor cubre mi cuerpo en los primeros
quince minutos de mi recorrido. Mi respiración es agitada, mis piernas ya
tienen calambres, pero me empujo a seguir. Necesito esto. Nunca he sido
una corredora, pero ya puedo decir que volveré a hacerlo.
Quince minutos se convierten en treinta antes de que me detenga.
Apoyando mis manos sobre mis rodillas, aspiro bocanadas de aire. El sol se
está ocultando, las luces suburbanas iluminan las calles. Un carro suena a la
distancia, acercándose, pero no me molesto en voltear a ver hasta que me
doy cuenta de que se ha detenido a mi lado.
Me paro en toda mi estatura, colocando mis manos en la parte trasera de
mis caderas tratando de recuperar mi aliento, mientras que al mismo
tiempo, estoy lista para correr rápidamente si lo necesito. Pero entonces veo
que es Aaron en su WRX.
Su boca presionada en una línea tensa, me mira de arriba a abajo. —Te
ves fatal.
Le saco el dedo medio, sin siquiera molestarme por ser civilizada en
este punto.
Se inclina hacia un lado y abre la puerta del lado del pasajero. —Vamos.
Te daré un aventón a tu casa.
—Solo estoy a unas cuantas cuadras de distancia.
Levanta una sola ceja como diciendo, ¿Y?
—De acuerdo.
Me subo, sintiendo inmediatamente lo fresco de los asientos de piel. El
frío aire acondicionado sopla en mi cara y suspiro, cerrando los ojos.
—No sabía que eras una corredora.
—No lo soy. Solo...necesitaba despejar mi mente.
Está callado así que abro mis ojos y lo veo de reojo. Se detiene en la
mansión que es la casa elaborada de Gerald y me muevo para abrir la
puerta. —Gracias por el aventón.
Antes de que pueda salir del auto, me detiene con su mano sobre mi
brazo. —Espera.
Me detengo y lo volteo a ver, dejando la puerta abierta.
Se frota la cara con ambas manos antes de voltear a verme de nuevo. —
Odio a los Diablos.
Mi enojo regresa y de pronto recuerdo lo que me dijo antes y el por qué
debería de estar enojada todavía con él.
—Entendido. —Salgo del auto y tomo un paso hacia atrás, cerrando con
fuerza la puerta detrás de mí.
El motor se apaga y la puerta de Aaron se abre y se cierra, pero ya estoy
caminando hacia la puerta principal.
—Allie, espera, —grita detrás de mí, pero no me molesto en detenerme.
Casi llego a la puerta cuando esta se abre y el rostro severo de Gerald me da
la bienvenida, haciendo que me detenga en seco.
—Alejandra, ¿eres tú la que está gritando aquí afuera?
Sus ojos claros se mueven de mí hacia el chico que sé está parado a
unos cuantos pasos atrás de mí.
—Lo siento. —Me encojo ante su escrutinio—. No quisimos molestarte.
—Ten un poco de decoro. Tenemos vecinos.
Un sentimiento de decepción se refleja en mi rostro y asiento con la
cabeza.
—Perdón —susurro, odiando como este hombre que apenas conozco
tiene el poder de hacerme sentir dos pulgadas más pequeña. Estoy a punto
de deslizarme pasando a su lado cuando siento a Aaron colocarse a un lado
de mí.
—Señor, soy Aaron Henderson. Voy a la escuela con Allie. Encantado
de conocerlo. —Aaron extiende su mano y sorprendentemente, Gerald la
toma, dándole un fuerte apretón de manos y lanzándole a Aaron una mirada
evaluativa.
—¿Eres el hijo de Allen? —le pregunta.
Aaron asiente con la cabeza. —Sí, señor.
Bien, espera. ¿Qué está pasando?
—Estoy feliz de ver a mi hija haciendo amigos respetables. Estaba
preocupado cuando accedí a enviarla a la escuela pública de Sun Valley en
lugar de la privada, pero fue tu padre quien me recordó que él había tomado
la misma decisión contigo. Gracias por cuidar de ella.
Aaron asiente con la cabeza. Le lanzo una mirada cuestionándolo, pero
no la ve o decide ignorarme.
—Bueno, uh, gracias por traerme. —Le doy a Aaron un gesto de
despedida con la mano, avergonzada de lo incómodo que se siente cuando
Gerald hace lo impensable y lo invita a entrar.
—Allie, ¿Por qué no vas a alistarte para la cena? Aaron y yo estaremos
en mi estudio cuando termines.
¿Qué?
La expresión de Aaron se ilumina ante la invitación, y cuando Gerald da
un paso atrás, abriendo más la puerta para que ambos podamos entrar,
Aaron entra caminando como si lo hubiera hecho una docena de veces
antes.
—Uh…
Aaron me mira asintiendo ligeramente la cabeza.
Muy bien, pues. —Supongo que iré a darme un baño.
Ninguno me responde. Gerald toma a Aaron del hombro en un gesto
casi paternal mientras lo guía lejos de mí y hacia su estudio.
Subo las escaleras trotando, quitándome la ropa empapada de sudor tan
pronto como la puerta se cierra firmemente detrás de mí. ¿Por qué querría
Gerald hablar con Aaron en su estudio? Claramente, conoce a sus padres
pero...
Me apresuro a lavar mi cabello y cuerpo, dándome el baño más rápido
de mi vida. Algo acerca de dejar a Aaron y Gerald a solas juntos está
encendiendo señales de alarma en mi cabeza. ¿Y qué fue todo eso de cuidar
a su hija? ¿Por qué Aaron no me mencionó que nuestros padres se conocen?
Me seco en tiempo récord antes de poner mi cabello en un chongo
mojado y enredado. Estoy asumiendo que cenaremos aquí dado que Gerald
invitó a Aaron a acompañarnos. Me pongo un vestido azul claro, con
mangas largas, que me llega a las rodillas, colocando un cinturón alrededor
de mi cintura y colocando mis pies en un par de sandalias de tiras.
No me molesto en ponerme maquillaje antes de dirigirme a la oficina de
Gerald. Escucho murmullos mientras me aproximo, pero no logro
distinguirlos. Nunca he estado en la oficina de Gerald antes. Siempre me ha
dado la impresión de que estaba fuera de límites y nunca quise molestar.
Después de tocar la puerta tres veces, tomo la manija y entro.
Gerald está sentado en su escritorio con un cigarro en una mano y un
vaso con un líquido color ámbar en la otra. Está sonriendo. Nunca lo he
visto sonreír, pero sea lo que sea que le dijo Aaron claramente lo divierte.
Aaron está sentado en un sillón de cuero en dirección opuesta a Gerald
con un mismo vaso con licor en su mano, aunque el de él se ve intacto.
—Umm…
—Pasa, Alejandra —dice Gerald con una voz grave—. Aaron me estaba
contando todo acerca del viaje de campamento al que ambos fueron juntos.
Frunzo el ceño, preocupada de que Gerald tenga una impresión errónea
y terminaré metida en problemas. Me dio permiso de ir, pero
intencionalmente omití el hecho que iría con un chico, asumiendo que
pensaría que hice amigas. Parece complacido de todas formas, no
sorprendido o molesto como lo esperaba. Mi mamá me hubiera matado. Ni
siquiera tenía permitido tener a Julio de visita sin dejar la puerta de mi
habitación completamente abierta.
—Oh —es todo lo que puedo decir antes de tomar asiento en el sillón al
lado de Aaron. Me da una sonrisa reconfortante. No estoy segura de que
pensar sobre eso.
Ciertamente Aaron se ve cómodo. Como si esto ocurriera a diario. Está
vestido con sus usuales pantalones negros Volcom y una camiseta gris
Hurley, como todo un patinador y totalmente opuesto a Gerald quien viste
un traje hecho a la medida, una camisa de vestir blanca y una corbata color
borgoña. Sin embargo, ambos están platicando como si fueran viejos
amigos. Aaron incluso se ve más alto. Como si no fuera un simple chico
común de preparatoria.
Mi cabeza me da vueltas. Tomo mi asiento y doblo las manos sobre mi
regazo. Los ojos de Gerald se enfocan en el movimiento antes de que su
mirada minuciosa analice mi apariencia.
—Veo que Janessa te proporcionó ropa adecuada. —Asiento con la
cabeza.
—Aunque parece que aún falta una visita al salón de belleza.
Mi mirada se dispara hacia él. —¿Disculpe?
Voltea a ver a Aaron. —Las mujeres seguido necesitan ayuda para verse
presentables. No juzgues tan duramente a mi hija. No tuvo la crianza que
debió tener. Pero un proyecto puede ser gratificante. Alejandra es nuestro
diamante en bruto.
Mis mejillas están en llamas. No puedo creer que me esté criticando
ahora mismo. En frente de Aaron.
Aaron se ríe, pero puedo escuchar la tensión en su voz. —Es una de las
cosas que me gusta de su hija, señor. No es como las chicas con las que he
crecido. Ella se siente cómoda consigo misma.
Gerald se ve como si hubiera chupado un limón. —Hmm. Si, bueno,
aun así, le vendrían bien unas lecciones de cómo comportarse como una
joven educada. En serio, Alejandra. Te ves como si tuvieras el nido de un
pájaro sobre tu cabeza.
Me forzo a dejar mis manos sobre mi regazo en lugar de ajustar el
chongo sobre mi cabeza. No me importa lo que piense. No es nadie para mí.
Un donador de esperma que decidió aparecer muy tarde en el juego. Tenso
mi mandíbula y muevo mi barbilla hacia arriba.
—No sabía que necesitaba impresionar a mi propio padre cuando estoy
en mi propia...casa. —Mantengo mi tono sereno, pero esta no es mi casa.
Es una casa a medio camino hasta que llegue a donde quiera que vaya a ir
después de graduarme.
—Necesitas estar presentable todo el tiempo, incluso en tu propia casa.
Nunca sabes quién puede llegar de visita. Solo mírate. Y tienes un invitado
aquí, uno que sabías que estaba aquí antes de bajar. —Sacude su cabeza, su
labio superior haciendo una mueca de disgusto.
—Si hubiera sabido de ti mucho antes, hubiéramos podido haber
manejado mejor esto, pero al paso que vas, vas a terminar justo como tu
madre.
Bien podría haberme abofeteado en la manera que habló de ella, como
si ser como mi madre fuera un insulto. No lo es. Mi madre era una mujer
orgullosa que trabajaba muy duro. Era una mujer compasiva y amorosa y
siempre, siempre, tenía tiempo para mí, a pesar de tener dos trabajos. Que
es más de lo que puedo decir del hombre sentado frente a mí. Se perdió
diecisiete años de mi vida, sin embargo puedo contar el número de veces
que lo he visto en una sola mano desde que me mudé a Sun Valley.
No estoy avergonzada de mi madre. Aspiro a ser como ella.
Muerdo el interior de mi mejilla hasta que siento el sabor de la sangre.
Mi enojo aumenta y con él una ola de emociones me golpea. Parpadeo
rápidamente para mantener mi vista clara, me levanto de mi asiento.
—Tendrán que disculparme. Olvide que tengo una tarea que necesito
hacer.
Gerald ni siquiera nota mi partida, demasiado concentrado en cualquiera
que sea el tema al que ha pasado con Aaron. Subo furiosa a mi habitación,
abriendo mi computadora portátil para enviar otra docena de curriculums.
Necesito un trabajo. No me permitiré quedarme atrapada aquí más tiempo
del que sea necesario.
Veinte minutos después, alguien toca a mi puerta. Pero antes de que
pueda decirle a quien quiera que sea que se vaya, se abre y Aaron entra. Su
mirada disgustada en su rostro es lo único que impide que me enoje con él.
Camina hacia mí, sentándose a mi lado en la cama mientras me volteo
boca arriba y veo al techo. Se queda callado por un momento antes de
suspirar fuertemente.
—Lamento mucho lo que pasó —me dice.
Mantengo mis ojos fijos en la lámpara sobre mí. Un estúpido
candelabro femenino con rosas de hierro forjado y cristales colgando de
ella.
—¿Por qué? ¿También temes que termine siendo como mi madre?
¿Estoy condenada a convertirme en una plebeya? —Me burlo.
Frota una mano sobre su rostro. —Eso no fue lo que quise decir y lo
sabes.
Volteo mi mirada hacia él. —¿En serio? Parecías bastante amistoso con
Gerald ahí.
Suspira. —Mi papá trabaja con el tuyo. Juegan golf juntos. Ha pasado
las fiestas navideñas en mi casa. —Se encoge de hombros—. Nunca había
estado aquí antes de que fuéramos a Shadle Creek. No até cabos hasta que
abrió la puerta o hubiera dicho algo. Yo...en realidad no sé qué más decir.
Gerald es un imbécil. No debió haber dicho lo que dijo y —otro suspiro—,
debí defenderte. Lo siento. Eso fue algo cretino de mi parte.
Me siento. Suena sincero, pero… —¿Entonces por qué no lo hiciste?
Sus ojos verdes buscan los míos, sin duda tratando de entender qué está
pasando dentro de mi cabeza.
—Porque soy un idiota. Nuestros padres tienen ciertas expectativas.
Supongo que solo me metí en el papel cómodo de no querer agitar las
aguas.
Asiento con la cabeza porque, sí, apesta, pero lo entiendo.
—¿Tienes hambre? —me pregunta de repente justo cuando mi
estómago gruñe. Ambos nos reímos.
—Sí. Se podría decir que sí. Se supone que cenaría con mi papá, pero
creo que regresaré a evitarlo después de lo de hoy.
Se levanta y estira una mano hacia mí. —Vamos, conozco el lugar
perfecto. Un lugar pequeño con las mejores hamburguesas del pueblo.
Tengo mis dudas. —Aaron, yo…
—Allie, —me interrumpe—. Me porté como un imbécil. Lo siento. No
solo por lo de ahorita sino por lo de antes también. En la escuela. No debí
haber dicho lo que dije. Estaba siendo un idiota porque estaba celoso. No
volverá a pasar. Te lo prometo. Dame otra oportunidad de ser tu amigo. No
lo arruinaré esta vez.
Muerdo mi labio inferior, la indecisión me invade. Por otra parte, no es
como si la gente estuviera tocando a mi puerta rogando que seamos amigos.
—Está bien. Pero ¿podemos no hablar de mi papá o los Diablos? ¿o
cualquier cosa que nos haga enojar a cualquiera de los dos?
Se ríe. —Trato hecho.
DIECINUEVE
Aaron me lleva a Sun Valley Station, un restaurante local en las afueras del
pueblo. La campana sobre la puerta suena, anunciando nuestra llegada, y
una de las meseras saluda a Aaron con un reconocimiento familiar antes de
regresar su atención a su cliente.
Al entrar, me dejo llevar inmediatamente por la vibra antigua del lugar.
Los pisos con cuadros blancos y negros están acompañados por cabinas
rojas y blancas, y la barra presume cubiertas de formica negra.
Aaron se dirige directo a la barra, reclamando uno de los asientos rojos
altos mientras me siento en el que está a su lado. Un chico que no
reconozco se dirige hacia nosotros y le dice algo a Aaron, pero no escucho
lo que dice porque estoy muy ocupada viendo todo a mí alrededor. El
restaurante casi me recuerda a Johnny Rockets, aunque tal vez no tan fino.
Me volteo justo a tiempo para ver a Aaron colocar algo en la mano del
chico discretamente. No alcanzo a ver que es antes de que el chico meta la
mano en su bolsillo y se retire apresuradamente antes de asentir con su
cabeza en agradecimiento.
—¿Quién era? —le pregunto, ganándome la curiosidad. Estoy casi
segura de que sé que fue lo que acaba de pasar, y mentiría si dijera que no
estoy sorprendida. Nunca hubiera catalogado a Aaron como un proveedor.
—Solo un chico de mi clase. —Se encoge de hombros, pero cuando no
digo nada más, continúa.
—Me prestó veinte dólares la semana pasada después de que perdí mi
cartera. Fue estúpido. —Me ofrece una sonrisa tímida—. Apenas y conozco
al tipo pero me ayudó. Solo le estaba pagando de regreso.
Oh. Supongo que eso tiene sentido. De pronto me siento como una
completa idiota por asumir lo peor de él. ¿Qué es lo que pasa conmigo?
Obviamente no es un delincuente vendedor de drogas. ¿En qué estaba
pensando?
Una mesera camina animadamente hacia nosotros, su cola de caballo se
mueve detrás de ella. —Hola, pequeño Henderson, ¿tienes la noche libre?
Aaron le sonríe, sus hoyuelos hacen una aparición repentina. —Sip.
Tengo el resto de la semana para mí.
Sus ojos brillan con picardía. —Suertudo. ¿Estás en una cita ardiente?
Comienzo a toser, sacudida por su suposición. Estoy a punto de
corregirla cuando un grupo de voces masculinas muy familiares entran en el
restaurante.
—Ro, Dom, tomen la mesa en el fondo. Voy a orinar. —Es la voz de
Emilio. Lo veo desde la esquina de mi ojo caminando hacia un pequeño
pasillo a mi derecha. Encorvo mis hombros e inclino mi cabeza hacia el
lado opuesto del pasillo, pero la mesera alegre de aquí decide atraer su
atención.
—Hey, guapo. ¿Quieres ordenar algo de beber?
Emilio levanta su mano para decirle que no, pero me ve y mira quien
está sentado a mi lado. Se detiene abruptamente y levanta una ceja.
—Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? —Se acerca aún más y un
nudo se forma en la boca de mi estómago justo cuando grita—. Oye, Rome.
Tu chica está aquí.
Mis mejillas se sonrojan y deseo más que nada que pudiera desaparecer
debajo del mostrador. Es casi cómico lo rápido que pase de relajada y
tranquila a épicamente incómoda y Aaron se da cuenta. Su mandíbula se
tensa, una vena en su cuello salta.
Los ojos de la mesera se entrecierran en confusión mientras mueve su
mirada entre Aaron y Roman que ahora está parado y dirigiéndose hacia
nosotros, que también debo añadir, se ve totalmente encabronado. Esto no
va a terminar bien.
—Dejaré a los tres tortolitos con su pelea —Emilio se ríe y se dirige al
baño.
Aprieto mis dientes.
«Bastardo.»
Roman invade el espacio a un lado de Aaron, colocando su antebrazo
sobre el mostrador mientras me mira fijamente. No se me escapa la mirada
hambrienta o la furia escalando en su mirada. Volteo para ver a Dominique
quien está cómodamente sentado en la mesa con una sonrisa divertida en su
rostro como si se estuviera preparando para ver el espectáculo. Roman
aclara su garganta, captando mi atención de vuelta a él.
—¿Quieres darme una explicación? —Sus labios se presionan en una
línea. No sé por qué estoy viendo sus labios. Tacha eso. Lo sé
absolutamente y es porque me besó hoy en la cafetería. Sigo molesta con él
por eso. ¿Por qué continúa comportándose como un imbécil que tiene a la
chica cuando ni siquiera me quiere?
—No tiene por qué darte explicaciones, hombre. —Aaron se levanta de
su asiento, pero una mano firme en su hombro lo sienta de un empujón de
nuevo. Roman ni siquiera lo voltea a ver. Sus ojos se quedan sobre mí,
ahora con un tic formándose en su quijada.
—Alejandra… —Dice mi nombre lentamente, el sonido bajo y seductor,
enviando fuego a través de mis venas. Está usando su voz sexy, y Dios me
hace sentir cosas que no debería sentir.
Inhalo profundamente.
«Vamos, Allie. Se fuerte.»
Pongo mi espalda erguida. —Estoy cenando con un amigo —le digo,
orgullosa cuando mi voz suena tranquila—. ¿Hay algún problema con eso?
Sus ojos se oscurecen mientras se endereza.
—Sí —me dice, —sí lo hay.
—Umm… —Nuestra mesera abre y cierra su boca. Parece un pez
dorado y casi me río.
—Estamos bien, Heather. Gracias. —Aaron le señala que se retire, y
todos vemos como se escabulle para ayudar a otros clientes antes de que
Aaron voltee a ver a Roman directamente a la cara.
—Mira, hombre. Entiendo que no te caigo bien y no confías en mí, por
cierto, el sentimiento es mutuo, pero Allie es mi amiga. No me importa que
está pasando entre ustedes, ese es su asunto, pero deja de portarte como un
imbécil sin ninguna razón. ¿Por qué no intentas ser un chico normal y, no
sé, llamarla o invitarla a salir alguna vez?
La tentación de decir “Sí,” en un tono de te lo dije es muy fuerte, pero
me contengo y espero la reacción de Roman. Con una lentitud exagerada,
gira su cabeza para darle a Aaron su completa atención. Trago fuertemente
al ver la mirada en sus ojos. Rabia. Al. Rojo. Vivo. Si hubiera estado
parada, hubiera dado varios pasos hacia atrás, y la mirada ni siquiera va
dirigida a mí.
La manzana de Adán de Aaron se mueve de arriba a abajo, pero logra
mantener su mirada fija en la de Roman.
«Impresionante.»
Cualquiera que sea el problema entre ellos, Aaron no es ningún cobarde.
Hostilidad irradia de ambos chicos mientras Roman lo mira fijamente,
sin moverse y sin decir una sola palabra. La tensión se siente en el aire. Es
sofocante. Froto las palmas de mis manos sobre mis rodillas, debatiendo si
debiera o no intervenir cuando Emilio finalmente sale del corredor, sin
darse cuenta de la tensión en el aire.
—Hey, hijos de puta. ¿Aún estamos conversando?
Como si hubieran reventado una burbuja, la presión se libera y exhalo
ruidosamente. —Nope. —Volteo hacia Emilio, con una sonrisa falsa
colocada en mi rostro—. Roman solo está siendo Roman. Sin embargo,
ambos deberían regresar con Dom. Se ve muy solito por allá.
Emilio mira sobre mi hombro y su sonrisa se agranda.
—Sí, no se ve para nada solito. —Volteo y veo a nuestra mesera,
Heather, inclinándose hacia él, sus pechos íntimamente cerca a su cara.
Dom se moja los labios.
Suspiro. Y entonces mi estómago hace lo impensable y gruñe como un
oso hambriento. Que ver-güen-za.
—Vamos, vainilla. Necesitamos poner un poco de carne en esos huesos.
—Emilio me jala de mi asiento dirigiéndome hacia la mesa donde aún está
sentado Dom pero planto mis pies.
Se detiene y frunce el ceño hacia mí sobre su hombro. —¿Qué?
Inclino mi cabeza hacia Aaron y Emilio se ríe.
—¿Vas a escoger a Henderson sobre nosotros? —me pregunta como si
la misma idea de hacer exactamente eso fuera inimaginable.
—Uh, sí. Vine con él. No lo voy a abandonar solo porque ustedes tres
aparecieron.
Frunce el ceño como si nunca lo hubiera pensado de esa manera y tengo
que contener una risa. Los Diablos en verdad están acostumbrados a
siempre obtener lo que sea que quieran. Suelto mi mano de su agarre y
reclamo mi asiento, pero en lugar de irse a la mesa como esperaba, Emilio
toma el asiento a un lado de mí y Roman toma el asiento libre al lado de
Aaron, que se ve de todo menos emocionado de sentarse junto a él. Tan
pronto como toma un menú, Dom se levanta y se dirige hacia nosotros,
tomando el último asiento vacío junto a Roman.
La quijada de Aaron salta y sus manos se cierran en puños sobre la
barra. Coloco una mano sobre su rodilla y le digo en silencio, perdón.
Roman ve mi mano y sus ojos se entrecierran así que la quito rápidamente.
—Podemos irnos —murmuro. —Comprar algo de camino a…
—Nah. No seas así. —Emilio se mueve, metiéndose entremedio de
Aaron y yo, lanzando sus brazos alrededor de nuestros hombros y
jalándonos hacia él en un incómodo abrazo.
—Quédense. ¿Quieres que nos llevemos bien, cierto? —me dice—. Que
seamos amigables y todo eso.
Asiento con la cabeza.
—Muy bien, pues. Estamos haciendo nuestra parte. Henderson —voltea
a ver la frustración en los ojos verdes de Aaron—. No te importa, ¿cierto?
Será como en los viejos tiempos.
Aaron se levanta bruscamente de su asiento, forzando a Emilio a
echarse para atrás. —No voy a hacer esto. —Su pecho se mueve con su
respiración agitada y muestra sus dientes. Roman y Dom también se
levantan, cruzando sus brazos sobre sus pechos.
Me levanto de un brinco con los ojos agrandados. —Hey, está bien.
Podemos…
—No. No está bien, carajo.
Su tono me hace estremecer.
—No le hables así. —Roman me defiende, tomando un paso
amenazante hacia enfrente. Todo esto está escalando demasiado rápido.
—Oigan. ¡Oigan! —Atraigo la atención de todos de vuelta a mí—.
¿Qué me perdí?
—Nada, —Aaron contesta rápidamente.
Emilio se ríe. —¿Guardando secretos, Henderson? Aunque claro, ese es
tu M.O. ¿no es así?
—Vete a la mierda. No pienso lidiar con esto. —Aaron camina furioso a
un lado de él, abriéndose camino hacia la puerta antes de detenerse y
voltear hacia mí.
—Vamos, Allie. —Doy un paso al frente para seguirlo pero una mano
en mi brazo me detiene.
—No va a pasar. Quieres irte de esa manera, eso es cosa tuya. Pero ella
no irá a ninguna parte contigo así.
Antes de que pueda discutir, porque, sí, Aaron está molesto, pero no es
como si fuera a lastimarme, maldice y dice, “como sea.” Y me deja ahí.
«No lo puedo creer.»
Considero ir detrás de él. Después de todo él me trajo, pero una
sacudida firme de la cabeza de Roman me hace decidir no hacerlo. ¿Era
mucho pedir tener un día normal para variar? ¿Sin chicas pesadas o padres
idiotas o chicos estúpidos que lo arruinaran?
Mi estómago gruñe de nuevo. —Vamos, vainilla. —Roman me dirige
hacia una mesa cercana—. Vamos a alimentarte. Te llevaré a tu casa
después.
VEINTE
—La atacaron —Emilio dice tan pronto como Allie sale del salón.
Una risa viniendo detrás hace que los tres volteamos la cabeza. Aaron
sacude su cabeza, su mandíbula está tensa y sus manos están cerradas en
puños a sus lados.
—Sí, la atacaron. Me pregunto ¿De quién fue la culpa?
—¿Qué demonios quieres decir con eso? —Avanzo hacia él, pero no se
acobarda, lo que hace que me enfurezca aún más.
—Sabes exactamente a lo que me refiero, Roman. ¿O ya se te olvido
que solíamos ser amigos? Sé como funciona tu mente. ¿No crees que sé que
querías convertirla en un objetivo desde la primera vez que llegó aquí?
¿Qué plantaste las semillas en la escuela para hacerle la vida imposible? —
Mira hacia el techo brevemente y se ríe, pero el sonido es duro y burlón—.
Todas las malditas chicas de esta escuela la van a perseguir ahora.
—Y tú —clava un dedo en mi pecho—. Fuiste el que pusiste el blanco
en su espalda. Sacude su cabeza.
—Puede que tenga mis demonios, pero al menos no soy un cretino
egoísta como tú. —Sale furioso del salón, dejándome aturdido con sus
últimas palabras.
—Mierda —grito tan pronto como Aaron deja la habitación.
Dos pares de miradas sombrías se encuentran con la mía. —En realidad
no consideramos como reaccionarían las chicas cuando la reclamaste —
Dominique trata de tranquilizarme, pero todos sabemos que lo que dijo
Aaron es verdad. Causé esto. Yo. Nadie más. Sabía que pasaría y lo hice de
todas formas. Puede que no supiera que las chicas se rebajarían al punto de
atacarla, pero debería haber sospechado esto después de lo que pasó entre
ella y Silvia antes. Estúpido. Soy un maldito estúpido.
—Necesito arreglar esto. —Ninguno discute mi afirmación. La pregunta
ahora es, ¿cómo?
Emilio se frota la nuca. —Empeoré las cosas cuando le dije a todos en
la escuela que le aplicaran la ley de hielo a Silvia. Esto podría ser una
represalia por eso. No puede tocarnos, pero…
Sacudo mi cabeza. —Aprecio lo que intentas hacer, pero, no. Es mi
culpa. —Fue mi error. Lo admito—. Además, no sabemos si Silvia estuvo
involucrada. Necesitamos más información.
Emilio se ríe. —Uno de nosotros tendrá que estar todo el tiempo con
ella —dice Emilio.
—¿Cómo demonios se supone que hagamos eso? —le pregunto, irá
quemándome en las entrañas. Fue lastimada. Alguien puso sus putas manos
en mi chica y la lastimó.
—Sí. No parece que Allie se preste a eso —Dom comenta.
—Empezamos por buscarla y después nos aseguramos de que quien
haya hecho esto no decida intentarlo otra vez —Emilio dice y asiento con la
cabeza.
Me importa un carajo si Allie quiere fingir que esto no sucedió. Quiero
saber quién hizo esto y me voy a asegurar de que no pase otra vez. Todos
en esta escuela necesitan saber que no pueden lastimar a mi chica y salirse
con la suya.
Salimos en busca de Allie, pero es escurridiza. No está en la cafetería y
tampoco está en su siguiente clase. Después de buscar por veinte minutos
seguidos, me entero por la oficina principal que firmó su salida por este día.
Suelto un gran suspiro de alivio. Al menos con ella en casa, no tengo que
preocuparme de que alguien más quiera hacerle daño.
Le informo a los chicos cuando nos reunimos más tarde después de la
escuela y elaboramos un plan para convertirnos en su sombra el siguiente
día de clases. La tengo cubierta antes de que las clases comiencen y durante
el primer periodo. La acompañaré al segundo periodo y Dom la seguirá
después hacia el tercero. Emilio está enseguida de su clase en el cuarto
periodo así que tendrá sus ojos sobre ella hasta que llegue a su clase y
después la alcanzare tan pronto como termine su día.
No deberíamos tener que preocuparnos de que le pase algo durante las
clases. Nadie es tan estúpido. Y en el cuarto periodo tiene la clase de
soldadura con Aaron. No me gusta la idea de depender de ese hijo de puta,
pero cualesquiera que sean sus motivos, parece que ella le importa, y
afortunadamente no hay ninguna perra maliciosa en esa clase con la que
tenga que lidiar.
Es un plan sólido y debería estar bien con él, pero no puedo quitar la
idea de su cuerpo lastimado fuera de mi cabeza. Cada vez que cierro mis
ojos veo su rostro. Los moretones. El labio partido. Es como un puñal en mi
estómago, y de solo pensar en lo que debió haber sentido hace que la navaja
se retuerza dentro de mí.
La práctica esa tarde es agotadora. Enfoco toda mi ira y frustración para
completar cada pase y correr hasta que mi corazón se siente como si fuera a
salirse de mi pecho, pero no importa. Soy responsable de una interferencia
de pase que debería haber completado y después fallo una atrapada del
maldito balón. El entrenador me grita que me concentre y estoy tratando
pero, maldición. Estoy tan fuera de mí.
—No podemos permitirnos jugar así el viernes, —el entrenador grita.
Aprieto mis dientes para evitar atacarlo. Sé que tiene razón pero,
mierda. Me quito el casco de la cabeza y lo aviento al campo.
—¡Roman! —me grita el entrenador, pero lo ignoro, dirigiéndome a los
vestidores para quitarme mi equipo y ducharme antes de que el resto del
equipo termine.
—Valdez, trae tu trasero de vuelta al campo, —intenta de nuevo.
Dominique se dirige hacia el entrenador para suavizar un poco mi
pequeño arrebato, pero no me quedo lo suficiente para ver si funciona.
Necesito ver a Allie, y reconocer eso me hace sentir de muchas maneras
de las que no quiero pensar. Faltan tres días para el gran juego. Debería
estar enfocado en las jugadas. El fútbol americano es lo único que importa.
Sé que está en su casa. Sé que está a salvo. Necesito dejar ir esta
insaciable necesidad de verla pero, maldición, no puedo. Seré inútil en el
campo hasta que sepa sin duda alguna que está bien.
Paso la mañana con Julio y por primera vez desde mi ataque, siento que
puedo respirar de nuevo. Me dice que se quedara toda la semana. Más, si lo
necesito. Ya lo discutió con sus padres y maestros y se quedará en la
habitación de huéspedes en la casa de la piscina. Hay muchísimas
habitaciones vacías en la casa principal donde puede quedarse, pero parece
contento de quedarse en la casa de la piscina, así que no lo cuestiono.
Probablemente es Gerald siendo Gerald. Me sorprendió que permitiera que
Julio me visitara en primer lugar, así que no voy a decir nada que ponga en
riesgo eso.
Estoy feliz de que Julio esté aquí. Lo extrañé. No me había dado cuenta
de que tanto hasta que llegó.
Julio me cuenta los detalles de su estadía. Irá a la escuela conmigo. No
sé cómo pero Janessa logró que lo aprobaran como estudiante visitante.
Supongo que el plan es que asista a todas mis clases en la primera semana
para que no tenga que afrontarlo sola.
Aún no estoy segura si regresar a la escuela es una buena idea. Pero
cuando abordé el tema de obtener mi examen de equivalencia del
bachillerato, Janessa me detuvo y me dijo que ni siquiera valía la pena
intentar decírselo a mi padre. Cualquier cosa menos que un diploma
significaba que no me aceptarían en una universidad de prestigio, no es
como si personalmente aplicaría en alguna, pero Janessa parece estar bajo la
impresión que voy a asistir a una. La idea de la universidad ahora me parece
tan lejana que no vale la pena pensar en ello. Siempre planeé asistir dos
años a una universidad comunitaria primero. Es todo lo que puedo pagar
pero no le digo eso. Ahora mismo, solo quiero enfocarme en hoy. Tal vez
mañana. Cualquier cosa después de eso es demasiado.
La mañana siguiente cuando suena mi alarma, me obligo a salir de la
cama. La pesadez en mi pecho que he tenido desde el ataque es más ligera.
Sigue ahí, pero hoy, se siente soportable.
He tenido suficiente tiempo para hundirme en mi miseria. Más tiempo
del que me permití después de que mi mamá murió. Tendrá que bastar.
Necesito graduarme. Faltar tanto a clases va a hacerlo aún más difícil, y me
niego a dejar que los hombres que me hicieron esto me arrebaten algo más.
Después de pasar todo el día de ayer con Julio, me he convencido a mí
misma que estaré bien.
No hablamos sobre la agresión. Sabe lo que pasó y no tengo ningún
deseo de revivir las memorias solo para que escuche la historia de mi propia
boca. Afortunadamente, nunca me presionó. No esperaba que lo hiciera.
Julio es del tipo reservado. Es como la montaña que se niega a moverse no
importa que tan fuerte sople el viento. Al crecer, era mi roca. El hermano
mayor que nunca tuve. Me entiende. Sabe lo que necesito.
Y que me sujete, sabiendo que estoy a salvo en sus brazos, que el
mundo no puede dañarme mientras él estuviera ahí, me dio el alivio que
necesitaba para reponerme.
Pasamos la mayor parte del día viendo Netflix y comiendo comida
chatarra. Bueno, al menos él lo hizo.
Aún no he estado comiendo, pero sí comí algunas palomitas para
hacerlo sentir bien.
Sé que Julio lo notó. Pero no dijo nada y se lo agradezco. Mis costillas
sobresalen agudamente bajo mi pecho. Puedo contar cada una cuando estoy
en la ducha. No es saludable pero no sé cómo hacerme querer comer.
Algunas veces incluso el olor de la comida me afecta y me manda corriendo
al baño.
Cuando voy abajo por la mañana, espero encontrar a Janessa
esperándome para llevarme a la escuela, pero en vez de eso, me da un juego
de llaves y una pequeña sonrisa.
—Tu padre sacó esto de la cochera para ti por mi sugerencia. —Inclina
su cabeza hacia las llaves—. De esta forma, si necesitas irte, alejarte,
puedes hacerlo.
Miro fijamente las llaves en mi mano. Lágrimas se forman en las
esquinas de mis ojos y las limpio. Continúo llorando. Lo odio. Nunca pensé
que sentiría tanto alivio al tener acceso a un auto. Antes de todo esto, lo
hubiera rechazado. No quería el dinero de Gerald. No lo necesitaba y me
gusta ganarme la vida a mi manera. Es la razón por la que he estado
buscando trabajo en primer lugar. Pero no podía pagarme un auto sola
ahora. Ni siquiera una chatarra. Y esto, esto me dará un escape.
—Gracias.
Su sonrisa se agranda solo un poco. —Si alguna vez quieres hablar…
Julio entra por la puerta trasera.
—Hey —levanta su mano saludando y camina hacia mí.
Mi estómago se retuerce mientras se aproxima y hago lo que hice ayer
cada vez que mi cuerpo reaccionaba a su cercanía. Veo sus manos y la
ansiedad se calma. Después le digo a Janessa, —Gracias. Pero estoy bien.
Asiente con la cabeza. Me da un termo para llevar con café. Julio y yo
nos dirigimos hacia afuera.
Encuentro un Audi RS 5 plateado en la entrada. Presiono un botón en el
control remoto, de alguna manera sorprendida cuando el Audi hace un
sonido de vuelta. ¿Me dejará conducir un RS? ¿Por qué no puede ser como
los papás normales y darme un Jetta? Preferentemente uno usado.
—Demonios —dice Julio—. Esto es genial.
Volteo mis ojos.
—Sí, sí. Puedes babear por el interior. Vámonos o llegaremos tarde.
VEINTINUEVE
Conseguí el trabajo.
Justo cuando Julio y yo estamos entrando, recibo el mensaje de Aaron.
Aaron: Mi tía dice que puedes trabajar a prueba esta noche. Si
funciona, el puesto es tuyo. Turno de cierre tres veces a la semana.
Yo: ¡MUCHIIIIISIMAS GRACIAS!
—Te vez feliz —dice Julio mientras dejamos nuestras mochilas a un
lado de la barra de la cocina. Tomo dos vasos de la alacena, llenando ambos
con agua antes de darle uno.
—Gracias.
—Estoy feliz. Aaron dijo que conseguí el trabajo. Finalmente algo
bueno, ¿sabes?
Asiente con la cabeza pero sus cejas están fruncidas mientras mira su
vaso.
—No quiero ser un aguafiestas pero, ¿estás segura de que es una buena
idea?
Me tenso. —¿Por qué no habría de serlo?
Pasa una mano por su cabello café oscuro y levanta su mirada hacia mí.
—Allie, has pasado por muchas cosas.
—Lo sé —le digo enojada, no me gusta la dirección en la que va esta
conversación. Hace menos de dos minutos estaba entusiasmada. Ahora, está
reventando mi burbuja por ninguna razón.
—¿Cómo vas a manejar estar cerca de todos? ¿De los clientes? ¿Los
otros empleados? ¿Qué pasa si Aaron intenta darte otro abrazo amigable de
despedida?
Me muerdo una uña. —Me las arreglaré —le digo, determinada a hacer
que esto funcione—. Estoy bien. No tuve ningún colapso grave hoy en la
escuela. Esto será bueno para mí.
No parece convencido, pero deja en paz el tema. Checo la hora y noto
que tengo cuarenta minutos para arreglarme y estar en el restaurante.
—Necesito alistarme. ¿Quieres ir a dejarme y quedarte con el auto en
caso de que quieras hacer algo?
Sacude la cabeza.
—No. Tengo que ponerme al corriente con una tarea. ¿Te sientes bien
como para manejar?
Asiento con la cabeza. —Estaré bien.
Aún no se ve convencido, pero no dice nada mientras subo corriendo las
escaleras para cambiarme.
Sun Valley Station está lleno para ser una noche entre semana. Casi todas
las mesas están ocupadas y solo dos asientos en la barra están vacíos.
Reconozco algunos estudiantes de la escuela pero, afortunadamente, no veo
a los Diablos. No creo que pudiera lidiar con ver a Roman ahora.
Aaron me hace señas para que me acerque tan pronto como entro por la
puerta.
—Hey, sígueme.
Capta la atención de una de las meseras y le dice —ya vuelvo.
Asiente con la cabeza y Aaron me dirige a través de unas puertas de
vaivén y a lo largo de un pasillo privado a una oficina. Toca dos veces a la
puerta antes de abrirla.
—Tía Emma, ella es Allie.
Una mujer de mediana edad con cabello rubio cenizo levanta la mirada
de su escritorio. Sus facciones son agudas. Una nariz puntiaguda, pómulos
resaltados y labios delgados. Tiene un par de anteojos sobre su cabeza.
—¿Vas a la escuela con mi sobrino?
Se recarga en su asiento, haciendo a un lado los papeles que estaba
viendo para darme toda su atención.
—Sí, señora.
—Ah, esta tiene modales —le dice a Aaron antes de voltear a verme.
—¿Tienes alguna experiencia laboral?
—Fui barista durante el verano en mi antigua ciudad. —No es mucho
pero es algo y eso me enseñó a trabajar bajo presión.
—¿Te dijo Aaron los detalles? Este es un puesto de lavaplatos. No es
glamoroso. No vas a servir mesas y no ganarás propinas. De vez en cuando,
puede que limpies mesas si las chicas en el frente necesitan ayuda pero la
mayoría del tiempo estarás en la parte de atrás. ¿Estás de acuerdo con eso?
—Me examina de pies a cabeza.
No supe que ponerme así que me vestí con un par de pantalones
ajustados negros y una camiseta de manga larga negra y un par de zapatos
deportivos blancos. Asumí que el color negro era el más seguro.
—Suena bien —le digo.
—Muy bien, entonces. Aaron te dará un mandil y te mostrará la parte de
atrás. Si puedes mantener el ritmo, el puesto es tuyo. Es salario mínimo.
Tendrás un dólar de aumento una vez que dures al menos seis meses. El
horario cambia cada semana pero siempre tendrás garantizados tres turnos.
Asiento con la cabeza. —Gracias.
Aaron me lleva de vuelta a través del pasillo a la cocina. Me saludan
dos cocineros, pero ambos están tan ocupados con su trabajo que solamente
me ofrecen un saludo con la mano y una sonrisa. Mi cuerpo se tensa cuando
me doy cuenta que solo estaremos nosotros tres en la parte de atrás, pero
mis hombros se relajan cuando Aaron me lleva más al fondo donde está la
estación de lavaplatos.
Está apartada de los cocineros en una pequeña esquina. —Las meseras y
meseros apilaran los platos aquí. —Apunta hacia un mostrador más abajo
que ya está apilado con muchos platos y vasos sucios—. Y después cuando
termines con ellos, los colocas aquí. Todos los cubiertos y vasos se ponen
dentro de la máquina para ser sanitizados, lavarás los platos y tazones a
mano.
—Suena bastante fácil —le sonrío—. Creo que lo tengo.
—Muy bien, y si te atoras o necesitas ayuda, estaré al frente. —Pone
una mano sobre mi hombro y me tenso instantáneamente. Entro en pánico y
Aaron nota mi reacción. Levanta inmediatamente su mano y da dos pasos
hacia atrás.
—¿Qué acaba de pasar?
Abro mi boca para contestarle y nada sale.
—Allie, estás realmente pálida.
Envuelvo mis brazos a mi alrededor y miro hacia otro lado. Julio tenía
razón. Esta fue una pésima idea. ¿En qué estaba pensando?
Muerdo mi labio inferior esforzándome por darle a Aaron una
explicación por mi comportamiento cuando dice, —¿Algo te pasó mientras
no estabas?
Veo su mirada llena de preocupación sabiendo que mis ojos están llenos
de lágrimas y asiento con la cabeza.
—Mierda. —Se frota la nuca—. ¿Es por eso que tu amigo intervino
cuando quise abrazarte hoy?
Asiento con la cabeza de nuevo.
—Bien. Bien. —Camina de un lado a otro frente a mí mientras analiza
todo esto y me preparo para lo que sea que vaya a decir después. —No
necesito saber que paso. No es de mi incumbencia. Si en algún momento
decides que quieres contarme, puedes hacerlo, ¿de acuerdo? Estoy aquí,
para lo que necesites.
Mi corazón se derrite ante su confesión. Sabía que Aaron era un buen
chico.
—Pero… —Sacude la cabeza mientras exhala fuertemente—. No
quieres que te toquen. ¿Es eso?
Asiento con la cabeza. —Sí. Así es.
—¿Es por eso que tu amigo está en el pueblo? ¿Para ayudarte con lo
que sea que estés lidiando?
—Sí.
—También te ayudaré. Cualquier cosa que necesites. Sé que él no puede
estar contigo en todo momento. Cuando estés aquí, te protegeré. ¿Está bien?
Una lágrima recorre mi mejilla y la limpio con mi mano. —Eres un gran
chico, Aaron. Gracias.
TREIN TA Y TRES
Hace diez minutos que Allie se fue. Intenté convencerla de que me dejara
llevarla a su casa pero tan pronto como Dom la soltó, caminó directo a su
Audi sin mirar atrás.
Estuve tentado a ir tras ella. No sé qué demonios me pasó al verla así,
en la línea de fuego, nunca he estado tan asustado en toda mi vida. Mi chica
estaba en peligro. «Mi chica.»
A la mierda con toda esa estupidez entre Julio y ella. A la mierda con el
hecho que fue ella quien dejó de hablarme. Es mía. Escapó esta noche pero
tan pronto como deje bien a Dom, ella y yo vamos a hablar.
Solo somos nosotros tres ahora. Dom, mi papá y yo. Estamos sentados
en la Escalade de Dominique. Estoy en el asiento del conductor. De ninguna
manera permitiré que maneje a su casa por su cuenta esta noche. Dom le
hizo un recuento de lo que pasó a mi papá y una cosa que es segura es que
rodarán cabezas el lunes por la mañana cuando mi papá llegue a su oficina.
Le asegura a Dominique que todos los oficiales enfrentarán las
consecuencias. Estoy casi seguro que el primer imbécil en llegar a la escena
perderá su placa. No puedes ser un maldito racista en la fuerza policial de
mi papá. Tiene cero tolerancia para esa mierda.
—¿Van a estar bien esta noche muchachos? —pregunta mi papá.
—Sí. Llevaré a Dom a su casa y me quedaré con él. ¿Qué estabas
haciendo aquí? —le pregunto.
El color está regresando a su rostro. Parece ser el de siempre. —Allie
me llamó. Estaba asustada. Supongo que había un tipo afuera y no se sentía
cómoda de salir del restaurante sola.
Una puñalada de dolor me golpea en las entrañas cuando me doy cuenta
que estaba asustada y lo llamó. No a mí. Pero antes de que pueda decir algo,
mi papá maldice.
Volteo a verlo, y pregunta, —¿Son amigos de ella?
Ambos sacudimos la cabeza.
—Éramos. Ya no hablamos más —le digo.
Frunce el ceño pero no tengo idea del porque. ¿Por qué le importa si
hablo con Allie o no?
—¿Qué significa eso exactamente? —pregunta.
Encojo mis hombros, no queriendo darle más detalles. Allie y yo
estábamos enemistados pero después de lo de esta noche, planeo rectificar
eso.
—Nada. No importa.
Frunce el ceño aún más y puedo ver decepción en su mirada. —Esa
chica ha vivido un infierno —dice.
Ira me recorre por dentro.
—¿Cómo lo sabes?
Se frota el rostro con una mano, y sé que no me dará una respuesta.
Claro que no. No esta vez. Si sabe algo acerca de mi chica, también debo
saberlo.
—Papá, ¿cómo conoces a Allie?
Su boca se aprieta. Está callado por un minuto así que presiono más.
—Si algo está pasando, debo saberlo. Debes decírmelo.
—La noche de tu juego. Al que tu madre y yo asistimos para verte
jugar… —titubea.
—¿Si? ¿Qué hay con eso? —Recuerdo que se alejó para tomar una
llamada y se fue poco después. Mamá me dijo que surgió un caso o una
mierda así.
—Fue atacada en el estacionamiento.
«Espera. ¿Qué?»
Me quedo boquiabierto.
—¿A qué te refieres con que la atacaron? —¿Fue por eso que no estuvo
en mi juego? ¿La lastimaron? Mierda. La lastimaron y he sido un completo
imbécil. Con razón nunca me contestó los mensajes.
Su expresión se endurece.
—No quiero que esparzas rumores sobre esta chica, ¿entiendes?
Miedo surge en mis entrañas.
—¿De qué tipo de ataque estamos hablando? —Solo hay un tipo por el
que usaría ese tono, y necesito confirmarlo.
—Creemos que fue violada.
Aspiro un aliento. Y después exploto.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? —Salgo del auto y comienzo a caminar
frente de él, incapaz de permanecer quieto.
Mi papá y Dom salen del auto después de mí.
—Mierda. —Entonces sus palabras se posan sobre mí y vuelvo a verlo.
—¿Qué quieres decir con qué crees? —Alguien es violado o no. No hay
un área gris en medio.
—No dio su consentimiento para una prueba de violación. Les dijo a las
enfermeras que fue violada cuando llegó y era claro que así había sido
cuando la encontré. Estaba… —Sacude su cabeza—. No importa. Pero les
dijo a las enfermeras sobre la agresión cuando llegamos ahí. Viaje en la
ambulancia con ella. Tenía todas las señales de una víctima de violación.
Ropa desgarrada. Moretones. Todo. Pero antes de que las enfermeras
pudieran empezar con la prueba, una mujer de traje entró y se la llevó como
si esa fuera su misión. Cuando yo y otro oficial tratamos de enfrentarla, nos
mandó al diablo. La chica es menor de edad. No podíamos interrogarla sin
consentimiento de un padre o tutor y no nos lo dieron.
Jalo mi cabello y continúo caminando de un lado a otro.
—¿Y estuvo de acuerdo con eso? —Maldición. Esto es muchísimo peor
de lo que pensé. ¿Violada? Mierda. Le apliqué la ley del hielo y había sido
violada.
Estuvo en problemas hoy y llamó a Dom. No a mí. Me equivoqué. Fue
lastimada y la jodí en grande.
Mi papá levanta sus hombros y exhala cuidadosamente.
—No lo sé. Estaba en estado de shock. Se cerró. No la culpo. —Sacude
su cabeza.
—Quienquiera que le hizo daño se aseguró de dejarla marcada. No
puedo culparla por llamarte cuando vio a un hombre afuera —le dice a Dom
y noto que sus ojos ya no están distantes. En su lugar, están llenos de furia.
—¿Y el tipo que la lastimo?
Mi papá sacude la cabeza. —Sigue suelto.
«Mierda.»
TREIN TA Y SIETE
Daniela vive en Washington con sus tres hijos y su esposo. Escribe libros como Daniela Romero y
también como Danielle Annett. Para obtener más información sobre ella o para pedir libros firmados,
visite www.romero-annett-books.com