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SEMANA 2

ETICA PROFESIONAL
UNIDAD I

“DESARROLLO MORAL”

INTRODUCCIÓN

No es extraño escuchar hablar en torno a una presunta voz de la conciencia, ni


tampoco sostener que un individuo tiene “su conciencia tranquila” ante alguna situación
por la que ha atravesado y el proceder por el cual finalmente se inclinó; pese a que
pueda parecernos incorrecto, de acuerdo a nuestra percepción, ese individuo parece a
todas luces convencido de que su actuar fue el indicado.
Pero, ¿Por qué y qué significa todo esto?
Lo anterior ha sido históricamente explicado mediante el razonamiento moral, o la
capacidad que poseen los individuos para distinguir lo que está bien de aquello que
resulta equivocado o incorrecto, es decir, de la capacidad con la que se cuenta a la
hora de enjuiciar determinada acción y argumentar en torno a su proceder.
Sin embargo, diversas teorías han sostenido que no todos los individuos cuentan con
tal capacidad a lo largo de su vida; hay quienes la adoptan muy tempranamente,
algunos con el paso del tiempo, y otros que simplemente carecen del juicio y la
sensibilidad ante una determinada situación indistintamente de cualquier variable.
El tema central de la segunda semana de aprendizaje serán precisamente esas teorías
en torno al desarrollo moral de las personas y las implicancias que esto acarrea para el
individuo y su vinculación con el entorno.
En esta segunda sesión de trabajo, correspondiente a la primera unidad
introductoria, abordaremos uno de los objetivos centrales de la asignatura:
Conocer y comprender los rasgos específicos de la moralidad humana en su práctica
individual y social, valorando el significado de la dignidad personal, de la libertad y de la
autonomía moral en todos los seres humanos.

CRISTIAN BASCUÑÁN BÁEZ


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IDEAS FUERZA

EN CUANTO A LAS IDEAS PRINCIPALES A REVISAR, EL SIGUIENTE


DOCUMENTO ABORDARÁ:
El desarrollo moral y sus diversas teorías: Cognitiva, conductista y pluralista.
Diferencias y críticas.
El rol de Jean Piaget y Lawrence Kohlberg en el establecimiento de la teoría cognitiva
del desarrollo moral.
Los diversos estadios del desarrollo moral en la teoría de Lawrence Kohlberg:
Características de los estadios e implicancias a nivel humano y social.
La crítica a la teoría kohlbergiana: El rol de Carol Gilligan y sus propuestas una moral
femenina del cuidado.
La identidad y su relación con el desarrollo moral: Consecuencias de este vínculo a
nivel social.

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DESARROLLO

LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO MORAL: JEAN PIAGET Y LAWRENCE


KOHLBERG.
Las investigaciones y propuestas en torno al desarrollo moral de los individuos han sido
abundantes y fructíferas en las últimas décadas, debido principalmente al impacto y
reconocimiento de la influencia de todo lo relacionado al proceso social en dicho
desarrollo.
Se ha comprendido que, para que ese desarrollo moral sea el indicado, se hacen
necesarias una serie de competencias de orden psicosocial de diferente naturaleza que
reciben la influencia de los procesos de maduración, aprendizaje o condicionamiento
(Buxarrais, 1992).
Han sido predominantemente dos las tradiciones que se han tomado el campo del
desarrollo moral: una perspectiva conductista, con base en las teorías del aprendizaje y
una perspectiva cognitiva, representada por los trabajos de Jean Piaget y Lawrence
Kohlberg, que concibe el comportamiento del organismo supeditado a procesos de
carácter cognitivo, en donde el pensamiento, o el razonamiento moral del que
hablábamos al inicio, se halla influenciado por procesos de maduración a modo de
estadios y/o secuencias, y que avanza desde lo concreto a lo más abstracto (Kohlberg,
2002) Este último enfoque, también denominado “teorías estructurales de la moral”,
resulta pionero en el estudio de la psicología del desarrollo moral y se remonta a
mediados de la década de los setenta, rescatando principalmente los planteamientos
piagetianos de décadas anteriores, cuando el epistemólogo, psicólogo y biólogo suizo
Jean Piaget (1896-1980), considerado de manera célebre como el padre de la
epistemología genésica, incluyó dentro de su gama de inquietudes a la moral y, más
específicamente, a la formación del criterio moral en los niños, como denominó a su
obra de 1934.
Jean Piaget, padre de la epistemología genésica y pionero de la teoría constructivista
del desarrollo de la inteligencia.
Su obra El criterio moral en el niño (1934) se considera la piedra fundante del estudio
del desarrollo moral.
Para Piaget, toda moral consiste en un sistema de reglas, siendo la esencia de
cualquier moralidad el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas.
El pasatiempo de Piaget de mirar jugar a sus hijos y a otros niños jugar “a las bolitas”
le permitió dilucidar las concepciones que estos poseen en torno a la regla y cómo la
aplican.

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Este proceso de observación le permite a Piaget sostener la existencia de dos etapas
en lo referente a las reglas: una primera etapa de heteronomía, donde las reglas, al
provenir desde un adulto o autoridad, se consideran inmutables y prácticamente una ley
a seguir, es decir, es el respeto que inspira esta figura de autoridad donde yace la
obligatoriedad de la regla, y no de sí misma, lo que ocurriría hasta el término del
periodo de infancia, donde acontece el tránsito hacia una nueva etapa de autonomía.
(Villegas, 1998)
Esta etapa se caracteriza principalmente por el respeto que el individuo mantiene hacia
otros, percibidos como iguales, como ocurre, por ejemplo, hacia un grupo de pares
donde es posible la cooperación y la reciprocidad.
En esta etapa la regla es creada a través del consenso de partes no impuesta de
manera unilateral como en la etapa de heteronomía como ha mencionado Villegas
(1998) es ese consenso en su gestación lo que hace surgir el sentimiento de
obligatoriedad hacia ellas, pues su eventual trasgresión equivale a la trasgresión de la
confianza o el respeto hacia el grupo que les dio origen.
En conclusión, Piaget concibe la moral como un equilibrio entre la persona y la
sociedad, y como una interrelación entre las estructuras cognitivas y afectivas del
individuo y las demandas de la vida social.
Para Delgado y Frisancho (2015) razón y afectividad son, a ojos de Piaget, funciones
psíquicas indesligables entre sí, pues es la afectividad la que dota de energía a la razón
pese a su incapacidad para modificar las estructuras de ésta por lo que no existirían
dos desarrollos ni funciones psíquicas, una cognitiva y otra afectiva, sino que la
totalidad de los objetos son al tiempo cognitivos y afectivos.
Es esta misma razón, como centro de la experiencia moral, el puente que una la obra
de Piaget con el psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg (1927-1987), quien,
sobre esos cimientos de la obra piagetiana, construya su propia teoría y trascienda lo
realizado por el epistemólogo suizo a nivel de la moral.
Para Kohlberg será esa razón la fuente de la cual deriva el acto moral, basado en este
caso en el principio universal de justicia.
Bajo la lógica kohlbergiana, una persona se convertirá en un agente moral solamente
cuando pueda elaborar juicios de carácter moral con un halo de objetividad, rigiendo
sus acciones “a partir de normas que reconoce como valiosas y que autónomamente
elige seguir y respetar” (Delgado y Frisancho, 2015:60), lo que nos recuerda la
clasificación dual de Piaget y su influencia. Lawrence Kohlberg realizó su tesis
doctoral en torno al desarrollo del juicio moral, temática que seguiría
investigando con los años en el “Centro para el Desarrollo y la Educación Moral”
fundado por él en Harvard, hasta su trágica muerte en 1987.

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Pese a su constante vinculación con la obra de Jean Piaget, al adoptar su modelo
estructural de estadio, y ser considerado su sucesor en el estudio de la moralidad,
Kohlberg logró rápidamente hacerse un nombre propio en la psicología del desarrollo
moral, que incluso hoy se reconoce por la relevancia de su fundamentación, su
aplicación a la educación moral y por el soporte que sus ideas han recibido desde la
investigación empírica, con cientos de experimentos o estudios que avalan su teoría o
al menos parte de ella.
Su trabajo, iniciado en 1955, apostaba por estudiar la moralidad no en las acciones, ni
en sus consecuencias o efectos, sino en los juicios morales que las anteceden.
Para ello, investigó la capacidad de los sujetos a la hora de emitir esos juicios ante una
serie de dilemas morales, para los cuales eran entrevistados de manera individual.
Los resultados de ese proceso le permiten la formulación de sus estadios, alcanzando
con ellos una ampliación y un distanciamiento de lo realizado previamente por Piaget, al
a. Incluir la vida adulta;
b. Dejar de lado la epistemología como núcleo investigativo y, además,
c. dejar atrás la concepción piagetiana de la moral como un sistema de reglas, sino más
bien concebir a la moral como lo justo.
Cuando hacemos mención de estadios, nos estamos refiriendo a estructuras cognitivas
que determinan las maneras de reunir y procesar información por parte del sujeto, lo
que se vincula directamente con la cognición y la inteligencia, pues esta última funciona
a modo de limitador del desarrollo moral: a bajo nivel intelectual, bajo nivel moral, pero
sin que esto implique que un alto nivel intelectual correlacione necesariamente con un
nivel moral alto, lo que hace de la inteligencia un factor necesario, pero no suficiente
para el desarrollo moral. (Linde, 2010: 33)
Para Kohlberg, sus estadios constituían un camino de una vía por la que los individuos,
de todas las culturas, atravesaban en pos de lo justo lo que no implica que la totalidad
de esos individuos alcancen las etapas más altas del desarrollo, lo que los vuelve
universales y demuestra la percepción de rechazo que el mismo Kohlberg tenía hacia el
relativismo ético, al sostener la existencia de un núcleo universal en el desarrollo moral
humano.
Los estadios sufrieron constantes modificaciones y cambios, llevados a cabo por el
mismo Kohlberg, en pos de encajar de la mejor manera todos los aspectos y
características que avizoraba en los sujetos.
La última de aquellas versiones es lo que se presenta a continuación.

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LA TEORÍA DE LAWRENCE KOHLBERG: LOS ESTADIOS DE DESARROLLO
MORAL.
La idea central de la teoría kohlbergiana ya mencionada apunta a la presencia de una
estructura de diferentes géneros de valores que moviliza a los individuos a través de
seis estadios sucesivos, desde un razonamiento moral más concreto hacia modos de
razonamiento más universales y fundamentados, distribuidos en tres niveles llamados
pre convencional, convencional y pos convencional.

NIVEL PRECONVENCIONAL.
Este nivel del desarrollo moral se caracteriza por la presencia en el individuo de un
razonamiento infantil y egocéntrico, donde este sujeto no ha llegado aún a entender y
mantener las normas sociales convencionales.
Si estas últimas normas son respetadas es simplemente para evitar el castigo de una
autoridad; es decir, lo percibido como “malo” es aquello por lo cual se castiga al sujeto,
y aquello percibido como “bueno” es todo aquello que le genera algún tipo de
recompensa, es decir, es posible percibir una justicia de tipo retributiva.
La influencia de Piaget es evidente en este nivel, pues, en primer lugar, el suizo
sostenía que hasta los 6 o 7 años los niños consideraban como justo aquello que era
ordenado por el adulto, lo que los hacía tender hacia la obediencia y hacia el interés
individualista como factor esencial en las decisiones morales.
Más importante aún, el niño en este nivel no es capaz de justificar la norma, siendo esta
dictada desde fuera del sujeto, y por ello resulta heterónoma.
El primer estadio es denominado Orientación de obediencia por castigo, producto de lo
ya mencionado, es decir, que en eludir el castigo que un niño puede recibir de su padre
o el que un empleado puede recibir de su jefe, como sería un despido por ejemplo se
encuentra el móvil de la obediencia a la autoridad, siendo las consecuencias las
determinantes de la bondad o maldad de la acción, y teniendo en el célebre
Experimento de Milgram una de sus principales contrastaciones empíricas.
A continuación, se grafica la naturaleza de tal experimento, basada en la reseña que
Canto y Estramiana (2015) realizan:
El 7 de agosto de 1961, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram, (1933-1984)
comenzó con el polémico experimento que llevaría su apellido, el Experimento de
Milgram sobre la obediencia a la autoridad, una de las investigaciones más influyentes
en la historia de la psicología social.

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Con el experimento, Milgram entregaba evidencia empírica y credibilidad científica al
concepto de “banalidad del mal” expuesto por la filósofa judía Hannah Arendt en 1963
cuando, en su rol de reportera, fue testigo presencial del juicio contra Adolf Eichmann,
máximo responsable del plan para exterminar a los judíos por parte del régimen nazi.
Arendt sostuvo, al contrario de los psiquiatras asistentes al juicio que describían a
Eichmann como un hombre obsesionado con matar, que el alemán no era más que un
hombre carente de ambiciones y sumamente obediente, orgulloso del trabajo bien
hecho, aunque este implicara acabar con la vida de millones de personas.
Esto explicaría que personas ordinarias pudieran cometer actos extremadamente
crueles sin una motivación especial y por el simple hecho de prestar atención a las
instrucciones de la autoridad y a la tarea y no a sus consecuencias.
Para el experimento, Milgram diseñó una situación experimental en la que cuarenta
varones creyeron que estaban colaborando en una investigación sobre aprendizaje.
Los participantes fueron seleccionados a través de anuncios de periódicos y recibieron
dinero por colaborar en el estudio.
Cuando un sujeto experimental llegaba al laboratorio de la Universidad de Yale, se
encontraba con un hombre de edad madura que declaraba que él también participaba
en la experiencia.
El experimentador, con bata blanca, les explicaba que la investigación trataba sobre la
influencia del castigo en el aprendizaje.
Tras un sorteo arreglado, se le asignaba al sujeto experimental el rol de “profesor” y a la
otra persona (cómplice del experimentador) el rol de “alumno”.
Una vez conectado a un dispositivo de electrodos, el experimentador informaba al
profesor (sujeto experimental) que su tarea consistiría en leer pares de palabras al
“alumno”, verificar si era capaz de repetirlas e infligirle una descarga eléctrica por cada
fallo. Para aplicar las descargas, se disponía de un generador con 30 conmutadores (de
15 en 15 voltios) que llegaba a los 450 voltios.
Durante el experimento, en el cual el castigo infligido era simulado, el “alumno” cometía
numerosos errores y el “profesor” recibía instrucciones por parte del experimentador
que debía ir aumentando progresivamente el nivel de descargas (…)
Al llegar a 75 voltios, el “alumno” reflejaba dolor. A los 150 voltios, solicitaba dejar el
experimento.
A los 300 voltios, rehusaba seguir respondiendo y solicitaba abandonar el estudio (…) a
los 330 voltios, simplemente dejaba de responder.

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En el experimento obedecieron hasta los 450 voltios el 65% de la muestra experimental
(26 sujetos de 40).
Al publicar su libro en 1974, Milgram proporcionó una teoría donde diferenció dos
estados psicológicos para explicar por qué los individuos obedecían en sus
experimentos:
“El estado de autonomía”, en el cual las personas se sienten responsables de sus
actos y utilizan su propia conciencia como guía de comportamiento y
“El estado agéntico”, en el cual las personas consideran que forman parte de una
estructura jerárquica y sostienen que las autoridades son las responsables de sus actos
y utilizan las órdenes de las autoridades como guía de acción correcta, siendo este
estado el responsable de la obediencia en las organizaciones, incluida la obediencia
destructiva, tal como se podría observar en procesos históricos, como el Holocausto.
Eichmann no fue un asesino por poseer un determinado tipo de psicopatología, sino
que lo que fue, simplemente, por ser un burócrata eficiente que cayó en el estado
agentico al estar sometido a las órdenes de una autoridad. (Canto y Estramiana,
2015)”
El segundo estadio de este nivel pre convencional representa la Orientación Relativista-
Instrumental.
La principal característica de este estadio es la idea de que la acción correcta es
aquella que satisface las propias necesidades y ocasionalmente las necesidades de los
otros, lo que no solo otorga a las relaciones humanas un carácter mercantilista, sino
que posiciona a la reciprocidad como un asunto de “me das y te doy”, y no de lealtad,
gratitud o justicia.

NIVEL CONVENCIONAL.
En este nivel, el razonamiento ya no sólo abarca la perspectiva individual del propio
interés, sino, además, el deseo de ser considerado bueno por las personas que
conforman el grupo de referencia y someterse a las reglas, expectativas y convenciones
de la sociedad.
Podemos avizorar una suerte de consciencia por parte de los individuos hacia los
sentimientos y expectativas que poseen los demás, consciencia que brota de la
adquisición de nuevas competencias cognitivas y lógicas.
Es posible, además, anticipar las reacciones que tendrán los demás ante determinada
acción o situación y así planificar la propia acción en conformidad con esa presunta
respuesta.

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Lo central de este nivel intermedio se encuentra en otro tipo de conciencia: un sentido
de pertenencia como miembro del grupo, por lo que el individuo generalmente
adolescente define lo que es moral a partir de un consenso grupal y actúa en
conformidad con esas normas y acuerdos; mantener las expectativas de ese grupo ya
sea la familia, la nación o los pares se concibe como algo valioso, porque esto preserva
nuestra imagen y el correcto funcionamiento de la agrupación
El tercer estadio recibe la denominación de Orientación de concordancia interpersonal.
Como se ha mencionado, el buen comportamiento es aquel que complace o es
aprobado por otros.
En este estadio, la intención se convierte en algo importante por primera vez; con ello,
el comportamiento también es juzgado por la intención y no sólo por las consecuencias,
pues resulta simplemente imposible hablar de hecho moral cuando no hay intención por
parte del agente.
Como nos recuerda Villegas (1998) si la persona no tiene la intención de hacer daño,
puede hablarse de error o accidente, pero si una persona mata a otra voluntariamente
tiene una responsabilidad diferente que si la mata en un accidente.
El cuarto estadio, por su parte, nos habla de la Moralidad del sistema social,
orientándonos hacia la autoridad establecida, las reglas fijas y el mantenimiento del
orden social, bajo el precepto de que todo lo que es legal, está permitido moralmente.
Esta perspectiva, ligada inextricablemente con los conceptos de empatía y habilidad
relacional a revisar más adelante en este documento, nos permite asumir la posición de
cualquiera de los miembros de nuestra sociedad o del sistema del cual somos parte, y
no solo de nuestras referencias más cercanas y que podrían llevarnos por el lado de la
subjetividad.

NIVEL POSCONVENCIONAL.
El último de los niveles del desarrollo moral, también llamado Autónomo o de Principios,
ha sido el que mayores cuestionamientos ha traído para Lawrence Kohlberg más
adelante se repasan algunas de esas críticas.
El precepto inicial es de por sí polémico: se sostiene que, salvo contadas excepciones,
son escasas las personas que alcanzan este nivel, el más alto nivel del desarrollo
moral, caracterizado por ir más allá de los intereses individuales o grupales del
individuo para incluir el universo de intereses comunes a la humanidad.
En este nivel particular, los argumentos para dar cuenta de lo justo o injusto se elaboran
con base en principios universales autónomamente asumidos.
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Esa autonomía potencia la autorregulación de las conductas morales y el hacerse cargo
de las propias decisiones, sin necesidad de coacción externa, e incluso, en ciertos
casos, pudiendo respaldar una decisión que pueda ir en contra de sus intereses
individuales o grupales, una suerte de sacrificio en torno a un fin último.
El quinto estadio el primero que conforma este nivel- manifiesta una Orientación de
derechos humanos y contrato social, lo que implica que la acción correcta tiende a ser
definida en términos de los derechos generales de los individuos.
Cuando nos referimos a derechos humanos, sabemos que estos son concebidos como
inherentes a todo ser humano por el hecho mismo de serlo, indistintamente la cultura,
sexo, religión u otra característica particular.
La Organización de las Naciones Unidas define estos derechos, no solo como
universales, inalienables e indivisibles, sino que los posiciona como derechos morales,
lo que fundamenta su cumplimiento y reconocimiento legal.
El último de los estadios hace mención a la Orientación de principios éticos universales.
En este caso, lo correcto es decidido por la conciencia de cada persona en acuerdo con
principios éticos; no son normas, sino principios universales de justicia, reciprocidad y
derechos humanos, así como de respeto por la dignidad de los seres humanos como
personas individuales.
NIVEL DEL DESARROLLO MORAL ESTADIOS

PRECONVENCIONAL MORAL HETERÓNOMA

INDIVIDUALISMO CON PROPÓSITO


INSTRUMENTAL E INTERCAMBIO

CONVENCIONAL EXPECTATIVAS INTERPERSONALES, MUTUAS


RELACIONES Y CONFORMIDAD
INTERPERSONAL

SISTEMAS SOCIALES Y
CONCIENCIA

POSCONVENCIONAL CONTRATO SOCIAL O UTILIDAD Y DERECHOS


INDIVIDUALES

PRINCIPIOS ÉTICOS UNIVERSALES

CRÍTICAS A LA TEORÍA KOHLBERGIANA: LA PROPUESTA DE CAROL GILLIGAN.


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Pese a la positiva recepción de la teoría de Kohlberg y sus estadios, y la continuidad
que otorgaba a la obra de una autoridad como Jean Piaget, su propuesta no estuvo
libre de cuestionamientos. La más conocida de ellas provino sorpresivamente de una de
sus propias discípulas, la psicóloga y filósofa estadounidense Carol Gilligan (1936 ).
En su reconocida obra In a different voice: psychological theory and women's
development (1982), Gilligan discrepaba de la propuesta de Kohlberg, por la tendencia
sexista que evidenciaban los resultados alcanzados en sus investigaciones:
En los estudios empíricos llevados a cabo por Kohlberg, las mujeres alcanzaban
puntuaciones bastante bajas en comparación con los hombres. Estos hallazgos, y los
de otros estudios de la época, ubicaban a las mujeres en una supuesta deficiencia en
cuanto al desarrollo moral en contrastación con el sexo masculino.
Como ha explicado Cruz (2014), en la mayoría de estos estudios las cualidades que se
consideraban necesarias para la vida adulta, es decir, la capacidad de pensamiento
autónomo o la toma de decisiones responsable se encontraban asociadas con la
masculinidad, pero se consideraban indeseables como atributos femeninos.
En su reconocida obra In a different voice: psychological theory and women's
development (1982), Gilligan critica la tendencia sexista que evidenciaban los
resultados alcanzados por L. Kohlberg.
Esta propuesta y posterior trabajo la tienen hoy convertida en viva representante del
movimiento feminista. Para Gilligan, en cambio, podía existir más de una orientación y
madurez moral correcta, de acuerdo a cada cultura o contexto, siendo una de esas
orientaciones una moral femenina centrada en el concepto de cuidado y basada en las
consideraciones de responsabilidad, de la situación del otro y de mi relación con ese
otro.
Esta orientación de cuidado y respuesta no estaría presente, según Gilligan, en los
dilemas que Kohlberg presentaba a sus entrevistados y menos aún en su manual de
puntuación lo que explicaría las bajas puntuaciones presentadas por las mujeres.
Gilligan llegó a este planteamiento luego de entrevistar a diversas mujeres
embarazadas, de entre 15 y 33 años, en torno a la decisión de abortar.
La psicóloga y sus colegas detectaron que, en las respuestas a dilemas de la vida real
de una muestra de 16 mujeres y 14 hombres, el 75% de las mujeres utilizó
predominantemente la orientación de cuidado y sólo el 25% utilizó predominantemente
la orientación de derechos, mientras que en el caso de los hombres la tendencia era
justamente la contraria: el 79% utilizó la orientación de derechos y sólo el 14% la
orientación de cuidado y respuesta. (Linde, 2010:45).

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CONCLUSIÓN

Uno de los elementos más relevantes de todos aquellos vinculados al desarrollo moral
es precisamente la identidad de los individuos.
Entendida como la organización particular de todas aquellas especificidades que nos
hacen diferentes a cualquier otra persona, la identidad supone diversos
cuestionamientos reflexivos del sujeto: ¿Quién soy?, ¿a qué aspiro?, ¿Hasta qué
punto me determina lo que me han inculcado o enseñado?, etc.
Es además una construcción en la que interviene otros elementos cuanto o más
determinantes, y que podemos agrupar en tres grandes conjuntos:
1. Referentes culturales de carácter general (Por ejemplo, la nacionalidad y lo que
esto implica)
2. Procesos educativos y de socialización. (género, apellido, origen, actividad, etc)
3. Interpretación individual y relativamente autónoma de la persona.

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ÉTICA PROFESIONAL.
EJERCICIOS SEMANA 2
UNIDAD 1
1. Responda, fundamentadamente, la siguiente pregunta:
De acuerdo al material de estudio de la semana 2, la teoría de estadios del desarrollo
moral propuesta por Lawrence Kohlberg hace mención a un cuarto estadio de
desarrollo denominado Moralidad del sistema social, donde el individuo se orienta hacia
la autoridad establecida, las reglas fijas y el mantenimiento del orden social, bajo el
precepto de que todo lo que es legal, está permitido moralmente.
En relación a esa afirmación:
¿Estás de acuerdo con esa aseveración y por qué?
Respuesta: ¿Estás de acuerdo con esa aseveración y por qué? ¿Todas las leyes son
justas?
Ejemplifique su respuesta a través de un caso donde se evidencie lo afirmado Existe
una clara distinción entre la norma y la moral.
La ética, como generalmente se la entiende y también los principios, en ciertas
ocasiones no tienen un correlato con la normativa vigente.
Podemos conocer una serie de casos donde algo que está establecido como legal, y se
patenta dentro de los códigos tanto constitucionales como consuetudinarios, parece a
nuestra perspectiva algo alejado de toda moralidad y justicia.
No todas las leyes en este sentido son justas, como lo demuestran los contextos donde
existen una serie de ordenanzas que atentan contra la vida humana y se ejecutan sin
miramientos.
Existen casos emblemáticos que demuestran esta discrepancia.
En ciertos países de África y Medio Oriente existen determinaciones en torno a la
vestimenta que las mujeres deben utilizar en espacios públicos.
Pero, además, existen códigos que prohíben que esas mismas mujeres vayan por un
café o realicen una actividad a pleno día en la compañía de un hombre con el que no
exista un lazo de consanguineidad.
En Indonesia precisamente una mujer que “osó” realizar esto fue castigada con
latigazos en la plaza pública de la ciudad. Esto nos habla que, pese a la legalidad de la
normativa que aquella sociedad ha constituido, el aspecto ético está lejos de ser
considerado.

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¿Todas las leyes son justas?
Respuesta: De acuerdo al material de estudio, identifique las diferencias existentes
entre los postulados o ideas de Jean Piaget, Lawrence Kohlberg y Carol Gilligan.
Para Piaget, todo moral consiste en un sistema de reglas, siendo la esencia de
cualquier moralidad el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas.
Piaget sostiene la existencia de dos etapas en lo referente a las reglas: una primera
etapa de heteronomía, y una segunda etapa de autonomía.
En conclusión, Piaget concibe la moral como un equilibrio entre la persona y la
sociedad, y como una interrelación entre las estructuras cognitivas y afectivas del
individuo y las demandas de la vida social.
Kohlberg, en cambio, se distancia de lo realizado previamente por Piaget, en primer
lugar, al incluir la vida adulta en su ordenamiento –Piaget se había centrado casi
totalmente en niños y niñas.
En segundo lugar, Kohlberg dejar de lado la epistemología como núcleo investigativo,
algo que había sido central en la ora piagetiana.
Finalmente, el psicológo estadounidense, deja atrás la concepción piagetiana de la
moral como un sistema de reglas, y la concibe simplemente como lo justo.
En el caso de Carol Gilligan, ella discrepa de Kohlberg, por la tendencia sexista que
evidenciaban los resultados alcanzados por este.
En los estudios empíricos llevados a cabo por Kohlberg, las mujeres alcanzaban
puntuaciones bastante bajas en comparación con los hombres, lo que ubicaba a las
mujeres en una supuesta deficiencia en cuanto al desarrollo moral en contrastación con
el sexo masculino.
Para Gilligan podía existir más de una orientación y madurez moral correcta, de
acuerdo a cada cultura o contexto, siendo una de esas orientaciones una moral
femenina centrada en el concepto de cuidado.
Esta orientación de cuidado y respuesta no estaría presente, según Gilligan, en los
dilemas que Kohlberg presentaba a sus entrevistados y menos aún en su manual de
puntuación –lo que explicaría las bajas puntuaciones presentadas por las mujeres.

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SÍNTESIS
SEMANA 2
LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO MORAL: JEAN PIAGET Y LAWRENCE
KOHLBERG
Han sido predominantemente dos las tradiciones que se han tomado el campo del
desarrollo moral:
Una perspectiva conductista, con base en las teorías del aprendizaje y
Una perspectiva cognitiva, representada por los trabajos de Jean Piaget y Lawrence
Kohlberg, que concibe el comportamiento del organismo supeditado a procesos de
carácter cognitivo, en donde el pensamiento, o el razonamiento moral del que
hablábamos al inicio, se halla influenciado por procesos de maduración a modo de
estadios y/o secuencias, y que avanza desde lo concreto a lo más abstracto (Kohlberg,
2002) también denominado “teorías estructurales de la moral”
Para Piaget, toda moral consiste en un sistema de reglas, siendo la esencia de
cualquier moralidad el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas.

Piaget sostiene la existencia de dos etapas en lo referente a las reglas:


Una primera etapa de heteronomía, donde las reglas, al provenir desde un adulto o
autoridad, se consideran inmutables y prácticamente una ley a seguir, es decir, es el
respeto que inspira esta figura de autoridad donde yace la obligatoriedad de la regla, y
no de sí misma.
Una nueva etapa de autonomía. (Villegas, 1998) Al final de la infancia, esta etapa se
caracteriza principalmente por el respeto que el individuo mantiene hacia otros,
percibidos como iguales, como ocurre, por ejemplo, hacia un grupo de pares donde es
posible la cooperación y la reciprocidad.
En esta etapa la regla es creada a través del consenso de partes –no impuesta de
manera unilateral como en la etapa de heteronomía Como ha mencionado Villegas
(1998) es ese consenso en su gestación lo que hace surgir el sentimiento de
obligatoriedad hacia ellas, pues su eventual trasgresión equivale a la trasgresión de la
confianza o el respeto hacia el grupo que les dio origen.
Para Kohlberg, una persona se convertirá en un agente moral solamente cuando pueda
elaborar juicios de carácter moral con un halo de objetividad, rigiendo sus acciones “a
partir de normas que reconoce como valiosas y que autónomamente elige seguir y
respetar” (Delgado y Frisancho, 2015:60), lo que nos recuerda la clasificación dual de
Piaget y su influencia.

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Su trabajo, iniciado en 1955, apostaba por estudiar la moralidad no en las acciones, ni
en sus consecuencias o efectos, sino en los juicios morales que las anteceden.
Para ello, investigó la capacidad de los sujetos a la hora de emitir esos juicios ante una
serie de dilemas morales, para los cuales eran entrevistados de manera individual.
Los resultados de ese proceso le permiten la formulación de sus estadios, alcanzando
con ellos una ampliación y un distanciamiento de lo realizado previamente por Piaget,
al:
Incluir la vida adulta;
Dejar de lado la epistemología como núcleo investigativo y, además,
Dejar atrás la concepción piagetiana de la moral como un sistema de reglas, sino más
bien concebir a la moral como lo justo
La idea central de la teoría kohlbergiana ya mencionada apunta a la presencia de una
estructura de diferentes géneros de valores que moviliza a los individuos a través de
tres niveles y de seis estadios sucesivos, desde un razonamiento moral más concreto
hacia modos de razonamiento más universales y fundamentados.

NIVEL PRECONVENCIONAL.
Este nivel del desarrollo moral se caracteriza por la presencia en el individuo de un
razonamiento infantil y egocéntrico, donde este sujeto no ha llegado aún a entender y
mantener las normas sociales convencionales.
El primer estadio es denominado Orientación de obediencia por castigo, producto de
lo ya mencionado, es decir, que en eludir el castigo –que un niño puede recibir de su
padre o el que un empleado puede recibir de su jefe, como sería un despido, por
ejemplo- se encuentra el móvil de la obediencia a la autoridad, siendo las
consecuencias las determinantes de la bondad o maldad de la acción, y teniendo en el
célebre Experimento de Milgram una de sus principales contrastaciones empíricas
El segundo estadio de este nivel preconvencional representa la Orientación
Relativista- Instrumental. La principal característica de este estadio es la idea de que la
acción correcta es aquella que satisface las propias necesidades y ocasionalmente las
necesidades de los otros, lo que no solo otorga a las relaciones humanas un carácter
mercantilista, sino que posiciona a la reciprocidad como un asunto de “me das y te
doy”, y no de lealtad, gratitud o justicia.

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NIVEL CONVENCIONAL.
En este nivel, el razonamiento ya no sólo abarca la perspectiva individual del propio
interés, sino, además, el deseo de ser considerado bueno por las personas que
conforman el grupo de referencia y someterse a las reglas, expectativas y convenciones
de la sociedad.
El tercer estadio recibe la denominación de Orientación de concordancia
interpersonal. Como se ha mencionado, el buen comportamiento es aquel que
complace o es aprobado por otros.
En este estadio, la intención se convierte en algo importante por primera vez; con ello,
el comportamiento también es juzgado por la intención y no sólo por las consecuencias,
pues resulta simplemente imposible hablar de hecho moral cuando no hay intención por
parte del agente.
El cuarto estadio, por su parte, nos habla de la Moralidad del sistema social,
orientándonos hacia la autoridad establecida, las reglas fijas y el mantenimiento del
orden social, bajo el precepto de que todo lo que es legal, está permitido moralmente.

NIVEL POSCONVENCIONAL.
El último de los niveles del desarrollo moral, también llamado Autónomo o de Principios,
se sostiene que, salvo contadas excepciones, son escasas las personas que alcanzan
este nivel, el más alto nivel del desarrollo moral, caracterizado por ir más allá de los
intereses individuales o grupales del individuo para incluir el universo de intereses
comunes a la humanidad.
En este nivel particular, los argumentos para dar cuenta de lo justo o injusto se elaboran
con base en principios universales autónomamente asumidos.
Esa autonomía potencia la autorregulación de las conductas morales y el hacerse cargo
de las propias decisiones, sin necesidad de coacción externa, e incluso, en ciertos
casos, pudiendo respaldar una decisión que pueda ir en contra de sus intereses
individuales o grupales, una suerte de sacrificio en torno a un fin último.
El quinto estadio el primero que conforma este nivel- manifiesta una Orientación de
derechos humanos y contrato social, lo que implica que la acción correcta tiende a ser
definida en términos de los derechos generales de los individuos.
La Organización de las Naciones Unidas define estos derechos, no solo como
universales, inalienables e indivisibles, sino que los posiciona como derechos morales,
lo que fundamenta su cumplimiento y reconocimiento legal.

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El último de los estadios hace mención a la Orientación de principios éticos
universales.
En este caso, lo correcto es decidido por la conciencia de cada persona en acuerdo con
principios éticos; no son normas, sino principios universales de justicia, reciprocidad y
derechos humanos, así como de respeto por la dignidad de los seres humanos como
personas individuales. Carol Gilligan (1936).
En su reconocida obra In a different voice: psychological theory and women's
development (1982), Gilligan discrepaba de la propuesta de Kohlberg, por la tendencia
sexista que evidenciaban los resultados alcanzados en sus investigaciones:
En los estudios empíricos llevados a cabo por Kohlberg, las mujeres alcanzaban
puntuaciones bastante bajas en comparación con los hombres.
Estos hallazgos, y los de otros estudios de la época, ubicaban a las mujeres en una
supuesta deficiencia en cuanto al desarrollo moral en contrastación con el sexo
masculino.
Como ha explicado Cruz (2014), en la mayoría de estos estudios las cualidades que se
consideraban necesarias para la vida adulta, es decir, la capacidad de pensamiento
autónomo o la toma de decisiones responsable se encontraban asociadas con la
masculinidad, pero se consideraban indeseables como atributos femeninos.
Para Gilligan, en cambio, podía existir más de una orientación y madurez moral
correcta, de acuerdo a cada cultura o contexto, siendo una de esas orientaciones una
moral femenina centrada en el concepto de cuidado y basada en las consideraciones
de responsabilidad, de la situación del otro y de mi relación con ese otro.

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